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El Semental de las Mayén (11)

en Amor filial

El Semental de las Mayén

XI

La noche llegó, y yo me dispuse a irme a dormir. Alberto, mi hijo, todavía se quedó "platicando" un rato más con su abuelita, por lo que me preparé para recibirlo en la cama. Su cuarto y el mío eran un solo ambiente, apenas separados por una división de playwood. Teníamos una sola entrada. Yo dormía en la parte más cercana a la puerta, por lo que mi hijo forzosamente debía entrar por mi lado para irse a su cama.

Esa noche me puse un leve camisón acabado de comprar para el caso. Era verde claro, bastante corto, tanto que casi la mitad de mis nalgas quedaban expuestas. Era de tirantitos, por lo que mis senos también quedaban más o menos expuestos, mostrándose sensualmente con un escote muy hermoso. Y como la tela era muy delgada, los pezones se me transparentaban. El conjunto terminaba en un calzoncito blanco diminuto, no de esos que tiene una tirita que se le mete a una hasta por el alma (y que son re tiernos por cierto), sino de los que son como calzones, pero muy pequeñitos. Me miraba realmente muy bien.

Me acosté en la cama con la tenue luz de la lámpara de noche prendida, fingiendo que leía algo, en espera a que mi nene llegara a dormir. No tuve que esperar mucho, pues la puerta se abrió y el entró al poco tiempo. Aunque trató de disimularlo, los ojos se le abrieron como huevos duros en cuanto me vio allí, recostada sobre mi cama, con las piernas estiradas y cruzadas, con el camisón hasta donde se pierde el muslo e inicia la ingle, con un libro en las manos (que ni recuerdo ni sabía de lo que se trataba) y los senos cubiertos hasta la mitad, o mejor dicho, con la mitad de mis chichotas descubiertas. Beto se quedó boquiabierto, y si fuera perrito, hubiese empezado a salivar ante la presencia de tanta carne tan sabrosa. Trató de ocultar la vista, pero todo había sido muy obvio ya.

¿Ya te vas a dormir amor?

Si mama… – me dijo sin verme… más bien tratando de no verme.

Vaya, vení a darme mi beso de buenas noches. – le dije, levantando mi tórax para besarlo en el cachete cuando se acercó, y dejando aun más expuestos mis senos; inmediatamente el bajó la vista avergonzado.

Buenas noches. – me dijo casi imperceptiblemente.

¿Qué tenés?

Nada…

No, si tenés algo, te pusiste muy nevioso de repente. – como si yo no supiera por qué.

Es que… no, nada…

No Betito, decime.

Es que… tu escote pueeeess… se te ve mucho y… tu camisón es muy corto y…

Se me ve mucho y tú no querés faltarme al respeto.

Ajá, eso es cabal.

¡Qué tierno mi amor!, pero no te preocupés, que no es una falta de respeto… me queda muy chiquito el camisón y se me ve todo, así que es tonto pedirte que no me mirés.

No, pero si podés…

No Beto, mirá el camisón, hasta los pezones se me ven, - le mostré a Beto que peló los ojos muchísimo – no puedo exigirte que seas como un robot sin emociones y no volteés a ver.

… ¡!… – Beto no supo qué decir al respecto.

Además amor, tu tía Rosario ya habló de ciertas cosas contigo, ¿o no? – mi hijo abrió los ojos desmensuradamente y se puso colorado, ya sabía que yo estaba al tanto de todo eso, pero no esperaba que se lo dijera tan a quemarropa.

… ¡!…

¿Por qué me mirás con tanta sorpresa?

Es que, yo… no nada mama, nada.

¿Seguro amor?

Si, lo que pasa es que no se como… o sea… ¿como te diré?

¿A verme el cuerpo?

Si, exacto… sos mi mamá y a veces me parece que debo ser más respetuo… – le faltó decir el "so" porque yo me bajé los tirantitos de mi camisón mostrándole los senos que lo amamantaron con tanto amor, en todo su esplendor.

Beto, tu siempre has sido muy respetuoso, y el solo hecho de no tratar de buscar los momentos para vernos desnudas aunque podás, lo demuestra. Porque, ¿sabés que nos podés ver desnudas cuando querrás, verdad?

Sss… s-s… si… – me dijo con apenas voz.

Vení. – le dije, tomándolo de la mano y sentándolo sobre el colchón.

Le hablé de muchas cosas, sobre la vida, el desarrollo, mi vida y mi soledad. Le dije que esperaba que el fuera un compañero para mi, porque el era el único hombre de la familia y debía ser muy bueno, no como el resto. Le dije que lo quería mucho, y que estaba dispuesta a todo con tal de que creciera bien, bien orientado. Le dije que quería verlo triunfar y que así sentiría que había triunfado yo. Y le dije al final que no importaba lo que tuviera que hacer, pero que lo haría para lograrlo. Sería capaz de hacerlo TODO. Beto me miraba directo a los ojos, no apartaba su mirada de la mía y se veía muy conmovido, honestamente creo que sentía un poquito de pena por mi.

Terminé de hablar y un tenso pero corto silencio se vino. Alberto se quedó pensativo, reflexionando en lo que había escuchado. Finalmente dijo:

Rosario y la abuelita ya hablaron de estas cosas conmigo.

¿Y qué pensás?

No se.

¿Cómo así?

Es que es raro, porque ellas son mis familiares y lo que me dicen pueeees… no es común…

Ajá, te escucho.

Ellas casi me pidieron ser como el hombre de la casa.

Ya sos el hombre de la casa.

Pero así como que… – hizo una pausa para pensar en sus palabras, no sabía cómo decirlo.

¿Como qué mi cielo?

O sea… como el hombre de la casa pero con los derechos de… de un marido.

¿Cómo así amor? – le pregunté aunque ya sabía bien la respuesta. Solo quería oírlo decirla.

O sea… es que me lo pusieron como que ellas estaban dispuestas a hacer cosas por mí… cosas como acostarse y tener relaciones sexuales conmigo.

Ya te entiendo Alberto.

¿Si, me entendés?

Si, es así exactamente como lo debiste haber entendido. – abrió los ojos, casi se le salen de las órbitas.

… ¡!… – se quedó callado sin saber qué decirme.

Así es Beto, te estamos dando la plena libertad de acercarte a nosotras con intenciones sexuales si lo deseás así.

… ¡!… – más sorprendido todavía.

Beto… – me costó mucho sacar estas palabras de mi pecho – te amamos… y deseamos que te convirtás en el mejor hombre del mundo… y para eso estamos dispuestas a hacer lo que sea… mirá… – le dije.

Tomé el camisón desde abajo y me lo saqué rápido. Mis tetonas nerviosas saltaron y quedaron rebotando un breve momento. Mis pezones enrojecidos por el nerviosismo se mecías junto al resto de mis carnes mamarias al compás de mi respiración agitada. Mi hijo no podía dejar de mirar y se le notaba muy nervioso, algo intimidado… pero excitado…

El azul de mis ojos se topó con el celeste de los suyos. ¡Dios mío, qué bellos eran! Con mi mano temblorosa, tomé una de las suyas, más temblorosa todavía. La llevé contra uno de mis pechos y la puse a restregarlos despacio y suavemente. Fue una sensación tan deliciosa, esa manita suave e inexperta tocándome con mucha timidez.

Los ojos de mi hijo expresaban excitación, además de temor, el temía hacer algo malo conmigo, por lo que yo tenía que irme con el muy despacio para no asustarlo. Después de unos momentos, el mismo movía su mano sobre mi pecho y lo tocaba por si mismo, yo ya no lo guiaba. Era obvio que a el le gustaba. Y es que no es para menos, si mis senos son realmente hermosos. Son muy grandes y suaves, y sin embargo muy firmes. Su aureola es rosada y no muy grande, y el pezón redondito y medianamente puntiagudo. Mis senos tienen un hermoso color rosado que se enrojece con facilidad a medida que me excito. Son en verdad hermosos. Y ni qué decir de la manera en que se menean cuando camino. Antes eso me acomplejaba muchísimo, porque cómo va a ser que una señorita decente ande contoneando sus partes pudorosas tan impúdicamente.

Sin esperármelo, la otra mano de Beto se posó sobre mi otra chiche, también la comenzó a sobar y acariciar como lo hacía con la otra. Poco a poco yo me fui calentando, ya no me bastaba con solo caricias en los senos, necesitaba algo más. Pero obvio, a esas alturas no me iba a abrir de piernas y decirle a quemarropa a Beto "dale mijo, dale duro con confianza" como hago ahora. Pero tal vez si podría abrirme de piernas después de todo…

Alberto siguió con su masaje. El estaba tan caliente como yo, pero la timidez y la inseguridad en lo que hacía lo paraban. Tomé sus manos y las comencé a guiar, le quería enseñar cómo me gustaba que me tocaran. Y se dejaba como un hijo obediente que es. Yo estaba tan excitada. Lentamente fui bajando sus manos, haciendo que me acariciara el abdomen y el vientre. Eran 10 dedos delgaditos y muy finos que me enloquecían.

De repente paré las caricias y el me volteó a ver expectante. Yo le dije:

¿Te gusta esto verdad amor?

Si mami, mucho…

¿Alguna vez has visto una vagina de mujer en vivo?

… Si… – mi hijo se sonrojó con su respuesta, que yo ya sabía de antemano, pero me hice la que no.

¿Siiiiii?

… si…

¿Y a quién se la viste?

A la abuelita y a Rosario.

Ve estas mujeres… siempre consintiéndote y malcriándote. – se rió – Pero bueno, ¿querés verme a mi?

… si…

Entonces me recosté sobre la cama, levanté las piernas y me saqué la diminuta prenda que todavía me quedaba. Mi matorral de pelos rubios saltó a su vista, atrapándolo. Me regocijé un rato contemplando como me mirada, con qué abstracción y ensimismamiento. No podía alejar su vista de allí. Y eso que solo miraba pelos, distinguiendo muy a lo lejos mi rosada rajita. Me separé el vello con los dedos para que tuviera una vista más nítida del paisaje que lo vio nacer, y dentro del cual pasaría el resto de sus noches, y casi se le cae la baba. Me sentí muy orgullosa

Debo decir que tengo una vulva muy linda también. Es rosada y delicada, de pliegues finos y cerradita. Parece de virgen. Mi clítoris se encuentra debajo de los labios y es fácil de distinguir aunque no es grande. Beto no podía dejar de mirar.

Tomé una de sus manos, y la guié despacio hasta ese delicado sitio. Podía sentir como su mano temblaba del nerviosismo y la excitación. Mis manos también temblaban, pues me encontraba ardiendo. Me estremecí en cuanto sentí el primer dedo rozando a todo lo largo mi rosada rajita. Una, dos, tres, varias veces pasó siguiendo el mismo camino, de arriba abajo y de abajo para arriba. El solito subió su otra mano y retomó las caricias sobre mis senos. Me sentía en la gloria.

Mama, ¿Qué es esto? – me preguntó cuando notó que me estaba mojando; colorada le contesté.

Es que… mirá mijo… lo que pasa es que cuando una mujer está… excitada, pues comienza a mojarse de la vagina.

¿Por qué?

Para lubricarse…

¿Y eso para qué? – trataba de evadir esa última respuesta pero no pude, por lo que le respondí casi a quemarropa.

Para que no nos duela cuando seamos penetradas por el pene de un hombre…

Se quedó estático, como congelado. Creo que mi respuesta necesitaba llevar un poco más de tacto, no debía decírselo tan así de repente. Beto se quedó helado, ya no supo qué seguir haciendo, y por más que le dije "Beto, amor… Beto…" , no volvía en si. De verdad lo asusté.

Le expliqué que esa era una reacción de lo más normal, que siempre pasaba y que no podía ser evitada, así éramos las mujeres, qué le íbamos a hacer. De todas maneras se asustó y no pudimos seguir lastimosamente. Pero algo bueno si había salido de eso, ahora estaba más segura que nunca de que el ya casi estaba listo. Solo tendríamos que seguir adelante con el plan, sin presionarlo y tratando de hacerlo sentir bien. Los resultados, nos dieron frutos con creces.

CONTINUARÁ…

Gran Jaguar

Pueden hacer sus comentarios al correo de abajo, solamente quiero hacer una salvedad: yo no obligo a nadie a leer este relato. Si el tema del amor filial lo ofende, pues creo que lo más lógico es que deje de leer esto antes de terminar, de lo contrario tal vez no le sea tan desagradable como usted piensa.

hardstone@soloadultosweb.zzn.com

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