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Beatriz (06)

en Erotismo y Amor

Beatriz 06

Beatriz y Maritza salieron al mercado de compras, mi abuela iba muy caliente, con una gran vergüenza por ello, y Mari feliz, tarareando cancioncitas tontas de niños. Pero algo no era normal, obviando el hecho de que Bea andaba caliente por culpa de una quinceañera, a la que ya se había cogido sin ser ella lesbiana, o al hecho de que se estaba convirtiendo en una mujer caliente y sexualmente sedienta constantemente. No, lo que pasaba es que todos se le quedaban viendo.

No sabía por qué era esa atención extra que estaba recibiendo en ese momento, pero pronto se dio cuenta. Se percató de que tenía puesto un vestido algo viejo, que con el paso del tiempo se había encogido un poco. La falda le llegaba arriba de la rodilla, solo un poco, por lo que no mostraba mayor cosa. Pero el elástico del escote estaba algo vencido y, debido a que el vestido le quedaba más ajustado, este ya no podía contener a sus incontenibles chiches. El vestido las comprimía, pero el elástico flojo del escote las dejaba salir, lo que formaba una hermosa visión de 2 preciosas y poderosas ubres de hembra humana. Beatriz sintió mucha vergüenza cuando se dio cuenta de eso. Se puso toda roja y trataba de arreglarse.

También estaban viendo libidinosamente a Mari, que traía aun su pantalonetita amarilla, que mostraba la perfección de sus torneadas piernas. Además, la blusa que traía era pequeña y corta, por lo que le quedaba apretada y dejaba mostrar su ombligo, y presionaba su chiches que resaltaban mucho. Las 2 mujeres estaban hechas un espectáculo.

Pero a Mari no la abochornaba todo eso, más bien le gustaba. Se sentía bonita y deseada, le gustaba mucho que la vieran de esa manera. Bea no la comprendía, pero poco a poco lo fue haciendo. El calor de las miradas la fueron calentando… más.

Sin darse cuenta, comenzó a agacharse un poco más en los puestos de verduras, lo que hacía que sus senos se descubrieran un poquito más cada vez. Y los vendedoras se quedaban con los ojos cuadrados de ver lo que veían: los senos de una mujer cincuentona, aun muy hermosa y muy bien conservada, desnudos hasta casi llegar a los pezones, grandes, duros, blancos y rosados, ¡era todo un espectáculo!

Las miradas la fueron animando a ser más atrevida, pero no sabía como. Era como una niña malcriada que, jugando, quiere hacer una travesura, pero no se anima. Por suerte se le cayeron 2 pepinos, por lo que se tuvo que agachar a recogerlos, y por el movimiento, sus senos prácticamente saltaron fuera del vestido.

Rápidamente se los guardó con todo y brasier, se enderezó y se arregló, tal vez había sido demasiado. Pero al voltear, se topo con don Jorgito, el vecino que vimos en el primer relato pegándole el letrero de "Se alquilan piezas". El veterano la miraba embobado, con los ojos abiertos como huevos y de la boca manando babas.

Mi abuela sintió una vergüenza enorme y creo que no se podía poner más roja. Tomó a Mari del brazo y procedió a una apresurada retirada del mercado.

¿Señora?…

¡Ya terminé!… ¡vámonos!…

Regresaron a la casa, Mari no comprendía por qué ella estaba tan roja. La ayudó a descargar las cosas del mercado y luego se fueron al cuarto de la señora.

¿Doña Bea?…

¿Si Mari?

¿Está enojada?

No… solo pensativa…

¿Le puedo seguir haciendo preguntas?

Si claro… – Beatriz se enderezó y respiró profundo – ¿Qué más querés que te enseñe?

Mari sonrió y se quitó de inmediato la blusa, dejando unas hermosas tetas al aire, firmes y frontales, con los pezones rosados y paraditos. ¡La cabrona no llevaba brasier en la calle! A Bea eso le quitó el aliento.

Yo he visto que los bebés cuando nacen maman de estos botoncitos, ¿cómo se llaman?

Pezones… – dijo casi como un zombi, perdida en esos 2 preciosos péndulos de carne.

¿Pezones?… je, je, je… yo les decía mamones… je, je, je, je… pero lo que no entiendo y como sale la leche de las chiches, porque… chump, chump… cuando me las chupo… chump, chump… no sale nada… – Beatriz vio como la nena se llevaba sus propios senos a la boca y los chupaba y por supuesto, se le hizo agua la boca.

Es que… primero… primero tenés que tener… un bebé…

¿Si?

Si…

¡Ah! Yo pensé que salía solo así… ¿y eso por qué?… ¿Doña, se siente bien?

No sé que cara habrá tenido la abuelita, pero definitivamente su rostro estaba descuadrado, desencajado. Era demasiada excitación para una sola mañana, demasiada.

¿Se siente bien?

Si… bien…

¿De veras?

Si… bien…

A bueno… ¿Entonces, después de que nacen los bebés, maman en las chiches de una?

Si… si…

¿Y eso duele?

No, no duele…

¿Y por qué mi papá le chupaba las chiches a mama? ¿Era para sacarles leche?

No… a los hombres les gusta chuparle las chiches a las mujeres… – Bea trataba de recuperar el aplomo.

¿A usted se las chupaba su marido?

Si… – y muchos recuerdos empezaron a pasar por la mente de las señora – mucho…

¿Y le gustaba?

Mucho…

¿Me podría enseñar como se lo hacía?

Como una autómata, sin pensar ni cuestionarse siquiera, Beatriz se bajó el vestido y se quitó el brasier, presa de una excitación que sobrepasaba los niveles normales y que, desde se día en adelante, significaría un grave problema para ella. Ya lo había sentido antes, esa noche que terminó teniendo sexo con Mari.

Los pezones de esos enormes senos ya estaba parados y duros, apuntando al frente, palpitando del calor. Bea respiraba aceleradamente, tratando de no jadear, su corazón se quería salir de su pecho. Mari la veía atenta, impresionada del tamaño de semejantes tetas.

"Vení" le dijo Beatriz, la quinceañera se acercó. Mi abuela la colocó sobre sus piernas, recostándola, acariciando su cabello. Bea la miraba con los ojos encendidos, con ese hermoso par de ojos verdes esmeralda que ella tenía. La veía sonriente, feliz, y muy excitada.

Y cuando Maritza tomó un pezón con los labios ella sintió la gloria, como si estuviese en otros mundos. La nena lo chupaba suavemente, despacio, sin soltar, y Bea cerraba los ojos loca del placer. Podía sentir sus labios carnosos y suaves, su suave lengua jugando con la punta de ese delicado y sensitivo órgano que nosotras las mujeres tenemos, los senos.

La otra manita de Mari se posó sobre la otra chiche de mi abuelita y la empezó a acariciar. Pero entonces, Bea levantó la mirada. Sentado sobre una silla, estaba Fernando mirándola, con la misma expresión inexpresiva de la noche anterior. Sus manos estaban sobre los brazales del mueble, y entre sus piernas se podía apreciar un abultamiento muy visible.

Bea no se sintió avergonzada ni un poquito cortada, ¡se calentó más! Empezó a empujarle la cabeza a la nena para aprisionarla contra sus pechos. Y esta, también perdiendo el control, se puso a chupar y a succionar con más fuerza, y después a morder suavemente la piel de Bea.

Y Fernando continuaba mirándola. En un momento dado, a Beatriz le pareció que el empezaba a esbozar una especie de sonrisa, pero no lo pudo ver del todo bien. Entonces, la muchacha, sorprendida, le dice a Beatriz.

¡Señora… le está saliendo leche! – Bea voltea a ver, y efectivamente de su seno brotaba leche materna, en ese momento no le dio mayor importancia.

Pues tomá nena, tomá… te voy a dar de mamar como a una nena…

Maritza se aferró a esos pezones con más ímpetu, y con su manita estrujaba tan duro el otro que largas líneas de leche salían volando por el aire. Y Bea no dejaba de ver a su amado Fer que, en un acto hasta ese día impensable para mi abuela, se sobaba el bulto entre sus piernas sin el menor recato… eso si, sin quitar su expresión de inexpresividad. Mari cambió de chiche, a la que le aplicó el mismo tratamiento. Y Beatriz se volvía loca de tanto placer.

La quinceañera avanzando frenética, temblorosa, enloquecida, le subió la falda a Bea, observando sus más que mojadas bragas. Otra vez apareció en el ambiente ese aroma de mujer embramada que las cautivaba a las 2. Mari le sacó el calzón y se sumergió en esa cálida raja de 50 años, caliente y suave, mojada y elegante. Capturó el clítoris de la abuela y se dedicó en cuerpo y alma a chuparlo, a morderlo, a veces le causaba dolor a la señora, pero eso solo lograba ponerla más caliente todavía.

¡Ahhh! ¡Ahhh!… ¡¡¡AAAHHH!!!… ¡¡¡AAAHHH!!!… ¡¡¡AAAHHH!!!… ¡¡¡MAAARIIIIII!!!… ¡¡¡AAAHHH!!!…

Beatriz terminó en un frenético y ruidoso orgasmo, sintió que todo su interior se le salía por las convulsiones tan dulces y poderosas que la lengua de Maritza la hacía sentir. Bañada en sudor, con la mirada perdida en la borrosa figura de su marido, con el corazón a mil por hora y su pecho subiendo y bajando como un columpio, Bea perdió el conocimiento…

Doña Beatriz… Doña Beatriz… – escuchó ella que tocaban en su puerta.

¿Si?… ¡¿Si?!…

Soy Oti… solo le quería preguntar si ya se siente un poco mejor…

¿Mejor?

Si, la nena me contó que se había sentido afiebrada como al medio día, y que mejor se fue a dormir… ¿ya está mejor?

Si… si… – se arregló el vestido y salió afuera.

Le traje una aspirina y acetaminofen por si aun se siente mal…

No… no… ya no…

¡Qué bueno!

¿Qué hora es?

Son casi las 7.

¡Casi las 7! ¿Cenaron?

Si, si, la nena y yo nos metimos en su cocina e hicimos la cena. Le dejamos un poco si tiene hambre.

Si… gracias… – la amabilidad de Otilia le decían que no sabía nada de lo que había pasado entre ella y su hija.

Antes de irse a la mesa, Bea volteó a ver hacia atrás, hacia la silla en donde horas antes vio a su esposo sentado. "¡Dios mío!" se dijo, "me estoy volviendo loca… una degenerada loca". Beatriz se fue a cenar a la mesa. A lo lejos vio a Mari, con un ademán le dijo que se acercara.

Mari, ¿qué nos pasó?

Perdóneme…

No hay nada que te tenga que perdonar… pero ya es la segunda vez que nos pasa… ¡¿qué está ocurriendo?!

No sé señora… pero…

¿Pero?

…pero cuando estoy con usted ya ni se lo que hago… perdón… – Beatriz la abrazó, la quería hacer sentir mejor.

Por la noche mi abuelita no podía dormir, no tenía sueño. Pero además estaba intranquila, ¿qué era lo que le estaba pasando, qué? Sabía que lo que hizo no era correcto, pero no lo pudo evitar. ¿Y por qué sus pechos habían empezado a producir leche así, de repente? Por otro lado, Fernando, ¿por qué siempre se le aparecía cuando perdía el control así? ¿Era un fantasma acaso? Y si no, ¿qué estaba pasando? Sin quererlo, Beatriz había abierto una caja de Pandora.

CONTINUARÁ…

Gran Jaguar

Pueden hacerme sus comentarios y sugerencias sobre esta historia a mi correo: gran_jaguar@terra.com, gracias.

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