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El Legado (14: El Señor de Los Horcones)

en Dominación

El Legado XIV

El Señor de Los Horcones:

I

El tiempo pasó, y yo regresé a "Los Horcones". Virgilio se quedó en su natal Cobán. Jacinto se quedó conmigo un tiempo, instruyéndome, hablándome sobre… sobre todo. Me instruía y me enseñaba a no dejarme llevar por el camino malo. Casi iba a cumplir 40 años y había mucho que aprender. Me ayudó muchísimo a reinstalarme y a recuperarme del Machetero, a Sheny y a Alejandra también. Pero ellas nunca pudieron recuperarse del todo.

Alejandra, por favor…

¡Por favor tú Salvador!

No se puede, entendé que no se…

Pudiste en la casa del Machetero Salva. – fue un golpe bajo del que no pude defenderme. – Mirame ahora, estoy cubierta de pelo… mis orejas… ¡tengo colmillo y garras por Dios Santo! Y me mojo solo con que estés cerca de mí… ¿Qué querés que haga Salva? ¡No puedo hacer nada!

Tenía razón, no podía hacer nada. Perdí el control de mi mismo en la casa del Machetero y la tomé, la hice mía. Mi maldición actuó entonces. Lo que busca mi maldición, es que la maldad de Roberto Mixtapochitl pueda emerger y que su alma retorcido se fusione con la mía. Sheny, Fabi y Rocío cayeron porque ese poder maligno no estaba controlado aun. Y Alejandra porque era mi hermana, y haberla tomado me carcomía el alma. ¿Qué mejor manera de hacerme caer que esa?

Por las noches, los tibios cuerpos de Sheny, Rocío, Fabiola y Alejandra calentaban mi cama, me daban todo su amor con pródigos besos y caricias, me hacían muy feliz. Tuve que aceptar al final esa situación. Ya no podía seguir rechazando a mi hermana, ya no. Ella ya no era responsable de lo que sentía, así que, aguantándome mis reticencias y prejuicios, terminé aceptándola en mi lecho. Todo fue mucho más sencillo para ella entonces.

Por momentos quisiera creer que no ya no importa que la maldición las hubiese alcanzado, pues eran muy felices conmigo, pero recordaba las palabras de mi abuelo: "…el diablo menea su culo por todos lados". Además Jacinto me repetía: "la serpiente le pica el culo a uno cuando lo ve cagando", frase de significado similar a la muy conocida en Guatemala "te agarraron cagando", que quiere decir que te agarraron desprevenido. Sí, no podía darme el lujo de estar desprevenido con la maldición sobre mi espalda.

¿Entonces la maldición está así como bajo control?

Si, pero solo bajo control. Si la dejás escapar, el mal atacará primero a tus seres queridos.

A Sheny, Rocío, Fabi y Ale.

Si, a ellas principalmente. Acordate de una cosa Salvador, la maldición se produjo por la combinación del poder de la lanza y de la maldad de Roberto Mixtapochitl, que ni después de muerto pudo dejar de odiar. Su maldad está atrapada en ella aun y busca salir de allí. Si te dejás llevar por el lado malo, el alma de Mixtapochitl regresará y poseerá a la tuya. Ya te diste cuenta de que el mal ataca donde más nos duele. Mirá a tu hermana, sufre desesperadamente porque no sabe el paradero de sus 2 hijos y trata de odiarte y culparte por lo que le pasó, pero no puede. Ella sabe que tú no tuviste la culpa. Ahora solo podés cuidarla y amarla, y tratar de encontrar a tus sobrinos. Y recordá siempre esto, el diablo te acecha y te va a atacar donde menos lo esperés…

Voy a esforzarme mucho en evitar eso Jacinto. Siempre lo recordaré.

Genaro Apop llegó a los Horcones. Estaba alarmado porque supo que yo había sido secuestrado por el Machetero. El era el alumno y heredero de Tata Chente, Vicente Colop, el chaman de San Marcos que se enfrentó con mi abuelo. Genaro había sido el guardián del tercer fragmento de la lanza negra luego de la muerte de su maestro. Se la entregó a Jacinto en las manos, y este las unió. Como por arte de magia, lo 3 fragmentos se unieron formando la punta de aquella mortal arma. Luego me la confiaron a mí. Pero ahora se entrevistó con el para saber si yo aun podía con la responsabilidad de guardar la lanza negra.

Tata Chinto, – Genaro se refería a Jacinto, que por su edad y sabiduría recibe el trato de Tata – ¿será que el nieto del ladrón de almas pueda ser el guardián de la lanza ahora?

El es el heredero de Emilio Medina…

Pero… después de los que le pasó… – me volteó a ver desconfiado.

Si, yo sé Genaro, yo sé…

Pero… – la penetrante y serena mirada de Jacinto se clavó en los ojos más juveniles, pero no por ello jóvenes, de Genaro, aplacándolo – Tata Chinto, ¿está seguro?

Si, lo estoy. No hay nadie mejor para guardarla Genaro.

Es su responsabilidad Genaro, – agregó Virgilio, que aun se encontraba en la finca para esa visita – lleva la lanza en su sangre. Su vida está marcada por ella. Además, es el heredero de Emilio Medina, el nuevo señor de Los Horcones, la maldición es su herencia y debe morir con el.

"…debe morir con el.", eso se oyó muy feo. El semblante de Genaro se miraba sereno, pero con cierto temor dibujado en sus pupilas. Tiempo después me enteré que nunca creyó en mí, que desconfiaba de mí, y que la única razón que lo tranquilizó era la palabra de Jacinto y de Virgilio. Esos 2 ancianos chamanes eran muy importantes, su prestigio y leyenda era solo comparada con las proezas de su vida y por su integridad y entrega a la lucha por el bien. Fue una verdadera bendición caer en las sabias manos de Jacinto Semuyuc.

Pasó el tiempo, y la vida volvió a Los Horcones con toda la normalidad que yo le pude dar. La leyenda del ladrón de almas todavía vivía y latía en el corazón de los pobladores de las aldeas aledañas. Y el recuerdo del Machetero siempre lo tenía presente, la cicatriz en mi hombro que me dejó el Pelado era prueba de ello. Sin embargo, nuevamente la palabra de Jacinto los calmó a todos. Algunos acudieron a mí por trabajo, sabedores de que la finca volvería a ser productiva. Café, y otros cultivos, pero principalmente café. Si, Los Horcones sería grande otra vez.

También tenía dinero en efectivo. Mi abuelo había dejado en los bancos grandes cuentas bancarias. Y después de su muerte, mi hermana y yo éramos los únicos herederos. Pero misteriosamente mi hermana no quiso saber nada de ese dinero, y casi me echó a patadas de su casa cuando insistí en que lo aceptara. Poco después desapareció, Carlos Torres se la había llevado, sus hijos se perdieron y el resto de la historia ya la saben ustedes. Nunca supe por qué ella rechazó el dinero, hasta tiempo después.

¡No, no! ¡Eso no puede ser!

Así es Salva…

¡No, no! ¡Me niego a creerlo!

Sabés que no te puedo mentir…

…,… – era cierto, ella ya no me podía mentir. Pero aceptar esa verdad era algo terrible.

Emilio Medina había abusado de mi madre, de su hija, varias veces. En su locura, terminó esclavizando a sus propios hijos. La creó quién sabe cómo, quién sabe de qué mujer, y luego los usó para darnos vida a nosotros. Quería una nueva estirpe de hombres, una raza poderosa y a su servicio. Fuertes y valientes guerreros, por cuya sangre correría todo su poder y su fuerza. Y lo logró, de mi madre nací yo y nació mi hermana. Si, así es, Emilio Medina era mi padre…

II

El tiempo pasó, y yo me esforzaba en darles la mejor de las vidas a mis 4 mujeres. Logré hacer que Fabiola se fuera a Cobán. Virgilio la aceptó como su alumna, para convertirla en un chamán. Logré hacer que el amor que sentía por mi fuese encausado hacia ella, hacia su superación, y por fin aceptó gustosa el irse lejos para estudiar con el chamán de Cobán. Rocío también se fue. Ella logró regresar con su familia. Pero no podía vivir con ellos, mi maldición aun la perseguía y no era prudente. Un alumno de Santos Oscal, el señor Jaguar que perdió la vida en las garra del ladrón de almas, la aceptó como su alumna. Rocío se fue feliz, alegre y segura del amor que sentía por ella.

Las que no se pudieron recuperar fueron Sheny y Ale. Ellas quedaron para siempre presas de la sumisión y del dolor, de la humillación y los azotes. Por más que traté, no logré hacer que olvidaran el dolor que el Machetero les causó. Ahora más que nunca, eran mis esclavas. Insisten en ir encadenadas, en las golpeara y azotara. Casi siempre usa un collar de perro y ya nunca se quitaron los aros de sus pezones y de sus sexos.

Ya no pude hacer nada por ellas. Lo único que me quedó era mantenerlas felices. Las amarró y les hago fuertemente el amor pues eso es lo que ellas desean. Ya no pueden regresar a las caricias tiernas y amables, no, eso ya no es para ellas. Ahora solo pueden con la violencia y el dolor. Pero no es tan trágico como lo pinto. Soy muy tierno y cariñoso con ellas, pero nunca puedo dejar de ser rudo y duro con ellas pues lo necesitan con desesperación. No degusta esclavizarlas, pero a veces creo que es la única solución.

III

Caminando por la casa, entre los altos cafetales, no podía dejar de pensar en su historia y la mía. ¿Cuántas personas no habrán encontrado la muerte allí? ¿Cuántos no habrán sufrido una muerte lenta y horrible? "Las paredes están manchadas con sangre", no podía dejar de pensar en ello. Y lo estaban. Así, no era un muy bonito lugar para vivir, me dije.

Caía la tarde. Sheny y Alejandra me estaban haciendo la cena ya. Ya habían pasado como 10 meses de estar allí desde la pelea con el Machetero. Tenía alguna gente ayudándolas con la casa, y varios trabajadores en mis campos. Las cosas iban bien.

Una sombra pasó rápidamente detrás de mí, escondiéndose detrás de una cortina. "¡La lanza!" pensé. Pero la sombra no iba por ella. Salió de detrás de la cortina y la pude reconocer. Se trataba de Ana Sotoj, el amor de Emilio Medina. Enfundada en un corte verde. Muda silenciosa, me miraba fijamente con mirada cálida, no me inspiraba miedo, solo ternura y respeto. Me hizo una seña con los dedos y me pidió que la siguiera. Lo hice.

Me llevó al sótano, un sitio húmedo y lúgubre que no me gustaba. Lo hice limpiar hasta las moléculas, y aun así no me gusta. Llegamos hasta el fondo y ella paró. Se dio la vuelta, quedó frente a mí. Me vio, la vi. Extendió sus brazos y me mostró todo nuestro alrededor. Nada, solo cachivaches viejos y polvorientos. Me encogí de hombros, en señal de que no entendí.

"Las paredes están manchadas con sangre". – me dijo, usando mi propia frase. Asentí con la cabeza. – Mírelas bien Salvador, mírelas bien…

Y el sótano regresó en el tiempo. Y las paredes se cubrieron de grilletes, y los pisos de pies temerosos, y el aire con olor a sudor y sexo, y el viento lleno de gritos. Hombres, mujeres y niños aparecieron encadenados a las paredes, desnudos, lastimeros. Me quedé estúpido ante estas perversas visiones. ¡Horribles!

Caminé entre esas pobres gentes. No me miraban, yo no existía. Ana iba delante, mostrándomelos. Llegamos hasta el centro del sótano. Allí estaba dispuesta una especie de arena de torturas. Allí vi a mi abuelo. Desnudo, convertido en ese temido animal que llevaba dentro, pelos erizados, mirada feroz y maldad a flor de piel. Su largo pene, grueso como un garrote, palpitaba en su hinchazón, como pidiendo carne, carne fresca, mojada, palpitante, tibia, caliente, trémula, indefensa.

Sus ojos negros destellaban como una hoguera, mientras acariciaba su miembro enrojecido con sus peludas zarpas. Tenía su pene atado con una especie de cinturón negro, de cuero, que se enrollaba alrededor de sus testículos, pasando por encima de su pene. Apretaba mucho, pues sus huevotes parecían globos inflados. Por detrás tenía puesto, asegurado mediante una tanga de cuero, un grueso trozo de madera se incrustaba dentro de su ano. Mi abuelo tenía los ojos en blanco, trabados, perdidos en el placer. Sentí una poco de asco.

Frente a el, una mujer se hallaba atada. Arrodillada sobre el suelo, un grueso cincho de cuero pasaba por su cintura apretándola. De este salían tiras más delgadas que se amarraban a sus brazos y muñecas, manteniéndolas detrás de su espalda. En su boca tenía una especie de freno de caballo fuertemente apretado a su nuca, que le mantenía la boca abierta.

La mujer se hallaba sentada sobre una tabla con un grueso palo en el centro, del grueso como de un brazo. Este se hallaba inserto dentro del sexo de la infeliz, de manera que si ella se dejaba caer siquiera un poco, el grueso falo se enterraría en lo más profundo de su ser. Sus rodillas se hallaban atadas a la tabla bastante separadas una de la otra, de manera que le sería más difícil todavía mantenerse erguida.

La mujer sudaba copiosamente, jadeaba y se desesperaba. Su pecho se inflaba y desinflaba agitadamente, meneando sus grandes senos, que colgaban con gracia frente al amo, mi abuelo. En sus ojos había dolor, sufrimiento, terror, desesperanza… y una gran lujuria. Su vagina chorreaba líquidos y se convulsionaba en espasmos placenteros cada vez que la infeliz se movía apenas un poquito.

Mi abuelo la miraba caliente, malicioso, satisfecho. Seguía acariciando su larga y gruesa verga al mismo tiempo que movía el palo en su culo para lograr una mayor satisfacción.

Mirá a tu madre Julita, mirala bien, que así vas a estar tu en poco tiempo… – le decía a una pequeña que se hallaba, desnuda también, a su lado - ¿Ves cómo le suda la pusa? Mirala, está chorreándose la perra sucia…

Se acercó a la mujer y le acarició el pelo. Le quitó el freno de caballo y le habló nuevamente.

¿Estás lista Josefa?

N…N… no amo… por favor… le suplico amo que…

¡Ni mierda! – y ¡Zaz!, le estrella un fuertísimo golpe en la cara que casi la tira. - ¡Sos mi esclava… ¡Mi perra, mi perra!… vas a hacer lo que te diga… ¡todo!

Pero amo… – le dijo llorando la pobre mujer.

¡Nada! ¡Nada perra! - ¡Zaz! ¡Zaz! ¡Zaz! – ¡Vas a hacer lo que te diga aunque no querrás!

Y entonces mi abuelo la tomó de los hombros y la comenzó a hundir sobre la tabla, ensartándole por la fuerza ese palo, que se abría dolorosamente camino entre su sexo. La pobre Josefa lloraba, gritaba, suplicaba piedad. Sus ojos estaban casi desorbitados del inmenso dolor que sentía mientras los poderosos brazos de Emilio Medina la empujaban hacia abajo cada vez más.

¡YA AMO!… ¡AAAHHHHH! ¡AMO NOOOOO!… ¡AAAHHHHH! ¡AAAHHHHH!

¡SOS MÍA Y DE NADIE MÁS, PERRA!… ¡SUFRÍ MÁAAAAAAAS!

Y la enterró con más furia y saña. Y la pobre perra gritaba más, pegaba de alaridos desesperados del dolor más intenso y cruel. Ese grueso palo se enterraba violentamente entre su sexo, desgarrando todo a su paso, mientras pellizcaba salvajemente sus pezones, como tratando de arrancárselos.

Mi abuelo jaló a la niña, una pequeña indígena de no más de 5 años, y acercó su inmenso falo a su boca. La obligó a chupársela mientras presenciaba la manera tan brutal como su madre era violada. Los gritos de la señora ya casi no tenían sentido, eran palabras inconexas difíciles de entender. La muchachita chupaba ese falo como si fuese un helado, pasando su lengüita por su amplia cabeza de hongo, lamiendo los fluidos lubricantes que salían del meato. Pero en ningún momento pudo dejar de ver a su madre siendo torturada tan salvajemente por ese monstruo, al que le chupaba la verga en ese momento. La niña estaba aterrada, pero también excitada, era una extraña mezcla de la que ya estaba más que familiarizado.

Fue una violación brutal, salvaje, más allá de todo límite humanamente tolerable. Para qué contarlo, si lo que más quiero es olvidarlo… Abusó de la mujer luego de eso, hasta dejarla muerta. Su cuerpo exánime quedó tendido sobre el suelo. Un charco de densa y espesa sangre se formaba bajo su vagina, horadada, desgarrada. Hizo que la niña le chupara los senos a su madre, diciéndole que lo hiciera hasta que despertara, pero nunca lo hizo. Ya no seguiré, ya no…

¿Por qué Ana me mostraba todo eso? La razón era obvia, no podía dejar que me olvidara de todo el padecimiento que mi abuelo había causado.

Me quedé sentado en el sótano, asustado y entristecido. Ella llegó a mi lado y me abrazó. Su abrazo tibio y cálido me tranquilizó. Luego se desvaneció en el aire. Solo me susurró al oído "voy a estar contigo" y se fue. Fue muy gratificante saber que la tenía a ella cuidándome.

Bueno mis amigos, hasta aquí llegas esta historia. Se que todavía se preguntarán por el paradero de mis sobrinos y de mi ex esposa e hijos, pero esa es otra historia muy difícil de contar. En un futuro la estarán leyendo como esta. Gracias a los que me leyeron, y a los que no, gracias por respetar. Solo me queda pedir a mis amigos chamanes que pidan por el bien y la paz de este mundo, que lo necesita mucho. Y ahora, el Señor de Los Horcones, se despide.

FIN.

Gran Jaguar

Gracias por leer esta serie. Este es el capítulo final de todo y espero que les haya gustado. Y como siempre, cualquier cosa que tengan que decirme, la pueden hacer a mi correo. Solo les pido algo, no me escriban para decirme que soy un pervertido. Si tanto les ofendió esta historia, ¿para qué la leyeron? Todos son libres de dejarla en cuanto lo consideren conveniente. Gracias.

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