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Sandra y Sergio

en Dominación

Sandra y Sergio

La historia que estoy a punto de narrarles es real, y no importa si lo creen o no. Tampoco quiero ser pesado, pero no entraré en controversias por la veracidad de la narración. Es la historia de una pareja muy cercana a mí, que ellos mismos me contaron, y que plasmo en este lugar desde los puntos de vista de ambos.

Llevaban menos de 2 años de matrimonio cuando sufrieron un duro revés. Desesperados por el dinero, tuvieron que recurrir a medidas extremas para sobrevivir, y conservar lo poco que les quedaba de su patrimonio.

Pero lo que Sandra y Sergio no sabían es que no hay nada en este mundo que valga la dignidad del ser humano…

Sandra…

La oficina era amplia, pintada de blanco y muy bonita. Tenía una pequeña salita de cómodos asientos tapizados en cuero, con una elegante mesa de centro de cristal. Iba vestida con un traje sastre azul, discreto y sobrio, el cabello hasta la nuca, cuidadosamente peinado, maquillada con elegancia, no podíamos dejar pasar esa oportunidad.

Sergio, mi marido, vestía un elegante traje gris, con camisa blanca y corbata negra, se miraba de verdad muy guapo. Los 2 estábamos muy asustados por lo que íbamos a hacer. Posiblemente era la solución de todos nuestros problemas, pero el precio era muy caro, mucho… aunque por otro lado, no importaba qué, lo teníamos que hacer, de lo contrario perderíamos para siempre todo, y no podíamos permitirlo, teníamos un bebé de menos de un año.

Luego de que una fábrica en la que invertimos se quemó, quedamos sin un centavo y con deudas hasta el cuello. Y nuestro bebé… mi bebé… el está enfermo, tenemos que pagarle un tratamiento bastante costoso. No podemos pagarlo solos ya, los bancos nos quitarán hasta la ropa. Y si es cierto lo que dice este señor, que su patrón asumirá todas nuestras deudas, creo que valdrá la pena sin importar qué es lo que tengamos que hacer. Haremos lo que tengamos que hacer.

 

Sergio…

Miraba a mi esposa Sandy sentada a mi lado, tomándome del brazo, visiblemente asustada. Yo también lo estaba, pero trataba de no aparentarlo, no quería que se pusiera peor, no sé si lo logré. Frente a nosotros, del otro lado del escritorio, estaba sentado en silencio el hombre que nos había metido en todo esto. Sé que es un precio demasiado grande el que pagaremos, ojalá no sea demasiado.

Verán, nos casamos hace menos de 2 años, tenemos un niño de meses. Hace como un año y medio, hicimos una inversión muy grande, invertimos en una fábrica de ropa. El negocio era prometedor, pero no contábamos con que un hombre loco y resentido, enemigo de otro de los dueños de la fábrica, le echaría fuego. Perdimos el dinero, como todos los demás inversionistas, pero nuestro caso fue peor, ya que para poder meternos en el negocio, tuvimos que hipotecarlo todo, nuestra casa, inmuebles que le habían dejado a Sandy de herencia y el patrimonio que heredé de mi familia, y todavía estaríamos debiendo dinero. Nuestro hijo no está del todo bien, necesita de un tratamiento costoso que ya no podríamos pagar. Así que cuando este hombre nos dijo que su jefe pagaría íntegras todas nuestras deudas, no tuvimos mucho qué pensar.

Bueno señores, el señor Davidson loa verá ahora… – nos dijo el hombre, cuyo nombre es Marvin Batres.

Nos condujo hasta otra oficina. Era un salón de juntas, amplio, con ventanales. Pintado de blanco y sin mayores detalles. Un hombre negro estaba sentado a la cabeza de una mesa larga, 2 mujeres estaban a su lado, seguro eran secretarias.

Sr. Davidson, le presento a los Muralles, la pareja de la que le hablé…

Buenos días… – respondimos a coro Sandy y yo.

Buenos días señores, por favor tomen asiento. – nos dijo amablemente el señor – Muy bien, muy bien, entiendo que vinieron hasta acá interesados en mi oferta…

Este si, pero tenemos dudas sobre lo que implica… – interrumpí.

…pero ustedes saben qué es lo que implica. – me interrumpió ahora – Pero de todas maneras es irrelevante lo que implica, considerando todo lo que voy a hacer por ustedes.

Y… ¿qué hará por nosotros señor? – preguntó tímidamente mi esposa.

Bueno, sé que lo perdieron todo en un negocio fallido, y que tienen un hijo enfermo que necesita de una medicina especial. Creo que por allí podríamos empezar, yo evito que su patrimonio se pierda en manos de los bancos y le pago el tratamiento a su hijo por el tiempo que permanezcan conmigo.

Era imposible que nos negáramos a esa oferta. Vi la cara de mi esposa y me di cuenta de que también pensaba lo mismo, el nene estaba primero. Entonces el Sr. Davidson dijo: "ahora sí, hablemos de los detalles".

Primero que nada, quiero que sepan que estoy grabando esta conversación, eso es solo para poder probar judicialmente que ustedes estuvieron de acuerdo en todo lo que se habló en la reunión y que yo no los obligué a nada. ahora bien, vamos a lo que nos interesa. A cambio de mi ayuda financiera, espero de ustedes una completa sumisión y sometimiento a mi voluntad durante los próximos 6 meses. Esto es lo siguiente, podré disponer de sus personas, desde cualquier punto de vista, por ese período de tiempo.

Nos quedamos callados, eso no era lo que pensábamos, ¿cómo podríamos hacer algo así?

Recuerden que es el tratamiento de su hijo, si creen que lo pueden pagar por su cuenta, pues simplemente digan que no… como creo que lo tienen que considerar, los vamos a dejar solos por un momento. Pueden entrar al salón que esta a su izquierda y allí podrán platicar a gusto.

Sandra…

El señor Marvin nos llevó a una sala de juntas, amplia, bien grande, pintada de blanco y sin muchos adornos. Ese señor parecía que no le gustaba mucho tener lugares bonitos, bien adornados. El tipo, el jefe del señor Marvin, era un negro que se miraba muy grande, estaba sentado en el otro extremo de la mesa, con 2 mujeres a su lado, que a mi me parecían putas. De seguro eran sus secretarias.

Sr. Davidson, le presento a los Muralles, la pareja de la que le hablé… – dijo Marvin muy amable.

Buenos días… – respondimos mi esposo y yo.

Buenos días señores, por favor tomen asiento… Muy bien, muy bien, entiendo que vinieron hasta acá interesados en mi oferta.

Este si, pero tenemos dudas sobre lo que implica… – dijo Sergio.

…pero ustedes saben qué es lo que implica. Pero de todas maneras es irrelevante lo que implica, considerando todo lo que voy a hacer por ustedes.

Y… ¿qué hará por nosotros señor? – pregunté yo medio con miedo, estas cosas siempre las arregla Sergio.

Bueno, sé que lo perdieron todo en un negocio fallido, y que tienen un hijo enfermo que necesita de una medicina especial. Creo que por allí podríamos empezar, yo evito que su patrimonio se pierda en manos de los bancos y le pago el tratamiento a su hijo por el tiempo que permanezcan conmigo.

Me sentí muy asustada, ese tratamiento era indispensable si queríamos que nuestro nene viviera. Sin el mi bebé se iba a morir y eso no me entraba a la cabeza. Ya sabía que no nos íbamos a poder rehusar, y eso es lo que me asustaba, nosotros no éramos de andar en cosas raras de sexo. Miren, yo llegué virgen al matrimonio y mi experiencia con los hombres se limitaba a mi esposo.

Ahora sí, hablemos de los detalles. – dijo el Sr. Davidson - Primero que nada, quiero que sepan que estoy grabando esta conversación, eso es solo para poder probar judicialmente que ustedes estuvieron de acuerdo en todo lo que se habló en la reunión y que yo no los obligué a nada. Ahora bien, vamos a lo que nos interesa. A cambio de mi ayuda financiera, espero de ustedes una completa sumisión y sometimiento a mi voluntad durante los próximos 6 meses. Esto es lo siguiente, podré disponer de sus personas, desde cualquier punto de vista, por ese período de tiempo. Recuerden que es el tratamiento de su hijo, si creen que lo pueden pagar por su cuenta, pues simplemente digan que no… como creo que lo tienen que considerar, los vamos a dejar solos por un momento. Pueden entrar al salón que esta a su izquierda y allí podrán platicar a gusto.

Sergio y yo entramos al salón, yo me le tiré a los brazos y lo abracé duro, bien duro.

Amor… amor… ¿qué vamos a hacer mi amor?

Trabajar, trabajar Sandy… este hombre es un degenerado… no quiero ni pensar en lo que te podría hacer a ti.

Pero es el tratamiento del bebé… se nos puede morir Sergio…

Pero, pero… es que…

Sergio, yo hago lo que tú digás… vos sabés bien eso… – le dije, y mi esposo se me quedó viendo, con cara de vencido, y al final dijo "hagámoslo".

Sergio…

Salimos del saloncito, y como un autómata le dije al Sr. Davidson que aceptábamos. El negro se sonrió…

Sandra…

Mi esposo y yo salimos del salón, yo estaba temblando… y me puse peor cuando Sergio le dijo al señor "aceptamos".

Sergio…

Bueno, bueno, vamos a empezar… necesito examinarlos para saber cómo están… señor Muralles por favor, quítese la ropa…

Me quedé sorprendido de esta petición, no me lo esperaba y mucho menos enfrente de mi mujer. Sentí asco al pensar que el tipo era hueco, pero bueno, cualquier cosa era mejor a que se metiera con mi gordita… pero estaba muy equivocado, no era hueco.

Sandy se quedó muda y pálida al ver que me desabotonaba la camisa y me quitaba la corbata. No se esperaba a ver eso, pero era inevitable. Y yo me moría de la vergüenza, me estaba desnudando para un extraño… ¡para un hombre extraño!, y no para ella.

Me despojé del todo de la ropa, el Sr. Davidson no parecía impresionado. Pero bueno, no soy ningún adonis, soy de piel blanca, de 1.68 y bastante delgado pues nunca me llevé bien con el deporte. Tengo ojos azules, oscuros, cabello castaño, nariz gruesa y algo larga (no mucho); boca delgada gruesa y carnosa. No era un monstruo, pero tampoco un tipo guapísimo. Solo me quitaba el trancazo.

Mientras, el negro le hacía un dictado a una de sus secretarias, refiriéndose a mi como a alguna especia de animal, como a una mascota… no más bien como a una res. Dijo algo sobre "comprobar sensibilidad" y se puso de pié. Se acercó a mí.

Señor Muralles por favor, colóquese de espaldas contra la mesa.

Pero… ¿para qué?

Señor Muralles, comprenderá que de ahora en adelante, usted solo deberá limitarse a seguir mis órdenes. Recuerde, usted aceptó el trato, a sabiendas de todo lo que podía pasar.

No hay peor verdad que aquella que resulta contundente y fría, sin compasión. Recosté mi cuerpo de espaldas sobre la mesa. Acto seguido Marvin me jaló las manos desde atrás y las esposó a una cadena que salía de debajo de la mesa, inmovilizándome. Sandy trató de avisarme pero no me di cuenta a tiempo y quedé tendido sobre la fría superficie de cristal.

Señorita Godínez, por favor, revise la sensibilidad de este hombre.

La señorita Godínez era una de sus secretarias, una alta, morena y chichuda. Se agachó un poco y agarró a besos mi pene, lo empezó a lamer despacio, y de último se lo metió entero entre la boca. Y Sandy miraba horrorizada, jamás pensó ver el pene de su marido en otra boca que no fuera la suya… bueno, de hecho ella nunca me había hecho un oral, le daba mucha pena y yo nunca quise insistir demasiado.

Luché y luché, pero no pude evitar que se me pusiera duro. El Sr. Davidson se sonrió victorioso, que lo que el buscaba era eso, ver mi cara cuando eso ocurriera. Volteé a ver a mi esposa y tenía sus hermosos ojos mojados, tristes. Y yo ya no la pude ver más a la cara, además, quería ocultar mis gestos de placer, pues esa mujer era una maestra en eso.

Me consolaba diciéndome a mí mismo que Sandy tendría que comprender eso, que ella sabía tan bien como yo a lo que se metía, y que esto era inevitable. Minutos después terminé entre la boca de la mujer, en medio de deliciosos espasmo que me sacudieron todo a pesar de que intenté disimularlo. También traté de cortar mi respiración agitada y mis gemidos de placer, pero de todas maneras mi cuerpo sudoroso y mi respirar profundo me delataba. La vi otra vez y varias lágrimas rodaban por sus mejillas.

Sandra…

Bueno, bueno, vamos a empezar… necesito examinarlos para saber cómo están… señor Muralles por favor, quítese la ropa…

Sergio y yo nos quedamos muy sorprendidos de eso, no creíamos que el fuera del otro lado. Me preocupé mucho por Sergio, no quería que le hiciera nada. Aunque tengo que reconocer que si el era hueco, yo me iba a salvar y eso me consolaba un poquito.

Vi como mi marido se desnudaba completamente, yo estaba callada, sin palabras. Yo era la única que lo miraba desnudo, y ahora seríamos el señor Davidson y sus dos putas, Marvin y yo. Una vez desnudo, el señor empezó a dictarle algo a una de las mujeres esas.

Es un hombre desnudo de unos 165 cm. de altura, delgado, semi lampiño… habrá que trabajar en ello. Nariz grueso y de regular tamaño, ojos azules oscuros, cabello lacio castaño… cuerpo delgado y poco atlético, habrá que ejercitarlo; mmmm, me parece que tiene rasgos delicados… ¿Marvin?

Si, son sutilmente finos… ¿usted cree que sea bueno para…

Si, si, creo que será muy bueno, tiene el cuerpo, solo necesita retocar algunos detalles, tal vez algo un poco más profundo, pero muy pocas cosas. – yo solo escuchaba confundida, no sabía de qué estaba hablando, pero me molestaba como se refería a mi marido. – Ahora vamos a comprobar su sensibilidad. - Señor Muralles por favor, colóquese de espaldas contra la mesa.

Pero… ¿para qué?

Señor Muralles, comprenderá que de ahora en adelante, usted solo deberá limitarse a seguir mis órdenes. Recuerde, usted aceptó el trato, a sabiendas de todo lo que podía pasar.

Sergio le tuvo que hacer caso, pero justo en ese momento Marvin lo agarró de los brazos desde atrás y lo encadenó a la mesa. Me asusté mucho, yo traté de avisarle, pero lo hice muy tarde. Ese es mi problema, siempre hago las cosas muy tarde, es porque soy muy insegura.

Señorita Godínez, por favor, revise la sensibilidad de este hombre.

Una de las mujeres que andaban con el Sr. Davidson se le acercó a Sergio, era una alta, morena y chichuda, parecía vaca y se veía muy vulgar, a mi no me gustaba. Se agachó parando el culo, que casi se le salía de la faldita que traía. ¡Esa puta empezó a besar el pene de Sergio! ¡Yo tenía razón esas mujeres eran putas! La maldita comenzó a lamerlo y luego se lo metió entero entre la boca. ¡Perra! ¡Sucia, sucia! Nunca pensé en ver a mi esposo siendo… haciendo… ¡es que esa mujer no era yo!

Me daba además tristeza, porque Sergio me había pedido algunas veces que hiciéramos sexo oral, pero yo no me animé, me daba vergüenza hacerlo mal. Y ahora una gran ramera se lo estaba haciendo, cuando era yo la que tenía que estar metida entre las piernas de mi marido.

Pero me sentí peor cuando se le paró a Sergio. Me sentí horrible, muy mal, me dieron ganas de llorar. ¿Por qué se le paraba? ¿No estaba yo presente, por qué dejó que se le parara? El Sr. Davidson se sonrió, le daba gusto verme así a ese tipo sucio. Sergio me volteó a ver y luego se volteó apenado, ya no me miró.

Empecé a llorar, pero sin sollozar. Siempre he sido muy llorona, no entendía por qué le estaba gustando a mi esposo, me estaba siendo infiel porque lo estaba gozando, lo podía saber por su respiración. Yo conocía bien a Sergio, y sabía bien que trataba de no enseñarme cómo le gustaba, pero yo me daba cuenta.

Y al final terminó en la boca de esa asquerosa, que se relamía y se tragaba el semen de mi esposo. Y el se sacudía, lo disfrutaba, ¡cerote! Me volteó a ver, todo sudado, y vio que estaba llorando, por eso bajó la mirada y ya no la subió más.

Sergio…

Me sentí sucio, sentí que le había fallada a mi mujer, que no la merecía. Prácticamente me habían obligado, ¿cómo me pudo gustar? Debo reconocer también que la mujer era una maestra, pero no lo debí gozar, simplemente no debí.

Sandra…

Seguí llorando, lloraba mucho, pero en silencio, no quería llamar la atención… bueno, no mucho. Pero entonces el Sr. Davidson volvió a tomar la palabra:

El señor Muralles tiene potencial… ahora veamos a la señora… – me estremecí al oír eso.

¡Eso no! ¡A ella déjenla!

Marvin, por favor, ya no quiero escuchar al señor Muralles. – Marvin le puso una mordaza a mi esposo en la boca, que se movía tratando de zafarse inútilmente – Ahora bien señor Muralles, tanto usted como su esposa aceptaron el trato, por lo que estos arranques de cólera no serán tolerados nunca más. Por favor, sírvase tomar una nota mental de esto. Señora mía – se refería a mí – por favor quítese la ropa.

Me empecé a desnudar, casi temblando, llorando a mares. Estaba muy asustada, tenía mucho miedo de lo que me podían hacer. Dejé toda mi ropa en el suelo.

La señora es de piel morena, está pasada de peso, varias libras; tiene cabello negro rizado largo, hasta media espalda, de buen cuerpo y terso, es obvio que lo cuida bastante; - decía el señor mientras me manoseaba toda, mi esposo miraba con dolor – senos bastante grandes… creo que después de bajar de peso continuarán muy grandes… igual con sus nalgas.

No me gustó la manera en que lo dijeron, como si yo fuese un animal o una vaca.

Sergio…

Le llegó su turno a mi mujer. Quise oponerme, traté de liberarme, pero me fue imposible. Y para colmo solo conseguí que Marvin me pusiera una mordaza. "…estos arranques de cólera no serán tolerados nunca más…" me dijo el negro.

Le ordenó a mi esposa que se quitara la ropa, y ella, cubierta en llanto, obedeció como una mansa ovejita, ella siempre fue muy tímida. Dejó su cuerpo, que a mí me parecía tan hermoso, completamente desnudo, entonces, el Sr. Davidson se acercó y la empezó a manosear. Pasaba sus tremendas manotas por su piel, palpándola, viendo si tenía la tersura que el quería. Hizo énfasis en su sobrepeso, pero que este no sería problema, porque cuando bajara sus senos continuarían siendo muy grandes así como sus nalgas.

Estaba muy enojado, muy furioso, creo que hasta se me salieron las lágrimas. Escuchar como se refería a la mujer que amaba como si fuese un animalito me enfermaba. Y ella se dejaba de todo, con miedo, casi temblando.

Mientras tanto, el negro le dictaba a una de sus secretarias las características físicas de mi mujer como si se tratara de una vaca en exhibición. La manoseaba, apretaba sus carnes, estiraba sus pezones, la rozaba con las yemas de sus dedos. Y yo no podía hacer nada, por más que jalaba y jalaba no conseguí zafarme de las cadenas.

El negro la empujó por la espalda y la empinó sobre la mesa, hizo que colocara sus brazos hacia el frente, estirándolos delante de su cabeza. Sandy lloraba y lloraba, estaba temblando, tenía un miedo terrible. Entonces una de las mujeres, la misma que me hizo el sexo oral a mi, se agachó y se puso a lamerle el sexo a mi mujer. Yo estaba desesperado por tratar de ayudarla.

Mientras esa mujer hacía eso, el negro pasaba sus manos sobre su espalda acariciando sus senos que se salían por debajo de su cuerpo. La otra tomaba nota de lo que miraba.

Señor Muralles, ya veo que no le agrada lo que le estoy haciendo a su esposa… así es mejor, será más divertido para mí… – me dijo con un vejo enfermo en su fría y sarcástica mirada – Y usted señora, usted si debería aprender a disfrutar de esto, sienta la dulce lengua de mi colaboradora recorriendo todo lo largo de su sexo… siéntala, disfrútela… ¿está húmeda, está tibia, es suave? Dígame, exprese lo que sienta, que no le importe que aquí esté su esposo que a el no le importó que usted estuviera presente cuando terminó en la boca de la que ahora la está llevando al éxtasis a usted.

Me sentía horrible, era más de lo que podía soportar, y empecé a llorar. Y me sentí peor al recordar que Sandra nunca me dejó hacerle eso, yo deseaba volverla loca del placer, pero ella me decía que mejor lo dejáramos para cuando ya tuviéramos más tiempo de casados, para mantener viva nuestras pasión. A mi me parecía una petición sabia, pues yo quería pasar el resto de mi vida al lado de esa mujer y ser muy feliz. Pero hoy, en medio de la locura de un hombre, todo eso estaba a punto de cambiar.

Tomó a mi esposa y la arrodilló en piso, y entonces fue que vi el instrumento que nos cambiaría la vida para siempre. En una firme posición horizontal, se bamboleaba entre las piernas del Sr. Davidson un tremendo falo negro, brilloso, muy grueso y de una longitud impresionante.

Me parece que la señora no ha realizado nunca una felación, ¿me equivoco? – me preguntó - ¡Pero qué tonto soy! Lo tengo amordazado, por eso no puede hablar.

Entonces, colocando su pene sobre los labios de mi mujer, lo comenzó a restregar en ellos, tratando de que estos se abrieran.

Señora, abra la boca y empiece a chuparlo por favor.

¡Sergio!… ¡Sergio!… – me suplicaba, y yo impotente para cualquier cosa.

Señora Muralles, su esposo no la puede ayudar en este momento… además, le recuerdo que aceptaron el trato. Ahora, abra la boca.

¡Sergio… perdoname! – me dijo y dejó entrar aquel falo.

Cubierta de llanto, empezó a lamer y a chupetear ese pene negro, negrísimo, siguiendo las instrucciones del tipo ese, que al mismo tiempo le dictaba cosas a la otra secretaria. La otra estaba arrodillada detrás de mi mujer, acariciándola y sobándole los senos, amasándoselos.

La tuvieron así por varios minutos, y Sandra lloraba a mares desconsoladamente. "Ahora llora señora, pero mañana se la va a pedir al señor Davidson" le repetía una y otra vez la que le metía mano. Pero mi esposa estaba inconsolable.

Entonces ocurrió lo que yo más temía. El Sr. Davidson la levantó en sus brazos y la acostó boca arriba sobre la mesa, la abrió de piernas y colocó su pene en la entrada de su vagina. Me puse histérico, me dolían las muñecas de los violentos jaloneos con los que pretendía liberarme. Sandy me volteó a ver, y con toda la dulzura de que ella era capaz, me dijo: Sergio, te amo… siempre te amaré y serás el único en mi corazón… acordate, es por nuestro hijo…". Y la penetró…

Solo la recuerdo gritando del dolor, tratar de empujar al hombre y siendo inmovilizada inmediatamente por Marvin. Recuerdo la cara del Sr. Davidson desconfigurada por muecas de placer, sentía como su inmensa y durísima tranca horadaba y barrenaba salvajemente la delicada gruta del amor de mi esposa, la cual no podía más que gritar y pedir piedad. Quería morirme.

¿Quiere que saquemos a su marido señora? – le preguntó Davidson.

¡S… ¡Si! – contestó ella.

Marvin me sacó arrastrando a otra habitación, lo último que escuché fue gritar despavorida a Sandra "¡Te amo!", luego, ya no supe de ella…

Sandra…

Sergio quiso oponerse a que me hicieran algo a mí, pero no pudo, estaba completamente inmovilizado mi amor. El Sr. Davidson me ordenó desnudarme, ¿qué iba a hacer yo? Llorar, eso fue lo único que pude hacer.

Me desnudé muerta de la vergüenza y del miedo, entonces, el Sr. Davidson se acercó y me empezó a manosear, pasaba sus manotas por todos lados, dictándole a su secretaria como si yo fuese una vaca. Dijo que estaba gorda, pero que eso se podía corregir sin problemas. También le gustó el tamaño de mi busto y mis nalgas. Y Sergio seguía peleando por zafarse.

Me empujaron desde atrás y me acostaron boca abajo sobre la mesa, parada en el suelo y con las piernas abiertas. Yo traté de tocar a mi esposo, pero no me animé. Y lloraba y lloraba, temblaba muerta del miedo. Entonces la misma puta que le chupó su miembro a mi esposo, se agachó y me empezó a lamer la vulva. ¡Me moría del asco, era horrible!

Señor Muralles, ya veo que no le agrada lo que le estoy haciendo a su esposa… así es mejor, será más divertido para mí… y usted señora, usted si debería aprender a disfrutar de esto, sienta la dulce lengua de mi colaboradora recorriendo todo lo largo de su sexo… siéntala, disfrútela… ¿está húmeda, está tibia, es suave? Dígame, exprese lo que sienta, que no le importe que aquí esté su esposo que a el no le importó que usted estuviera presente cuando terminó en la boca de la que ahora la está llevando al éxtasis a usted.

Lloraba mucho, me acordé que nunca se lo dejé hacer a Sergio, yo quería esperar para más adelante. Ojalá que hubiese sido mi marido el que me estuviera chupando en ese momento, pero no, era una gran ramera.

Después me arrodillaron en el piso y, por primera vez, vi el pene del Sr. Era un pene negro muy grueso, y largísimo. Además estaba muy duro, me asustaba.

Me parece que la señora no ha realizado nunca una felación, ¿me equivoco? – "¡no, eso no!" exclamaba en mis adentros.

Lo empezó a restregar en mis labios, diciéndome que los abriera, que me tenía que acostumbrar rápido a su sabor y a desearlo. La puta que me estaba lamiendo se arrodilló detrás de mí y se puso a manosearme toda. Metía sus manos bajo mis caderas y restregaba mis genitales. También me agarraba los pechos y me pellizcaba los pezones.

No podía hacer nada, estaba toda a su merced. Siguiendo las instrucciones del Sr., me puse a lamer su pene como si fuera un helado, pasándole la lengua por todo lo largo de su cabeza. Hizo que le lamiera los huevos también, y eso me dio mucho asco. Estaba cubierta de llanto, desesperada, avergonzada. Como me habría gustado que mi esposo no hubiese visto todo eso.

Así estuve varios minutos, hasta que pasó lo que, me imagino, era inevitable que pasara, me violó…

Me levantó y me acostó boca arriba sobre la mesa, abriéndome las piernas y poniendo su pene sobre mi vagina. Sergio estaba histérico, parecía que se quería arrancar las manos para ir en mi ayuda. Yo lo volteé a ver, y le dije con toda la dulzura que podía:

Sergio, te amo… siempre te amaré y serás el único en mi corazón… acordate, es por nuestro hijo… - Y el maldito me penetró…

¡Qué dolor! Nunca había pensado que podría alojar en mis entrañas un pene como ese, nunca jamás me pasó por la cabeza. Recuerdo un dolor desgarrador y al Sr. Davidson penetrarme con una fuerza terrible. Yo le suplicaba que para, traté de empujarlo pero Marvin me agarró las manos. Y el tipo gozaba, gozaba como un loco el infeliz. Sentía como su gigantesca cosa me taladraba son salvajismo, era una bestia ese hombre.

¿Quiere que saquemos a su marido señora? – me preguntó Davidson.

¡S… ¡Si! – contesté, no quería que mi amorzote me viera así.

Marvin lo sacó arrastrando, pro todavía le dije algo:

¡Te amo! – y me quedé sola, violada por ese negro.

No me dio descanso por… no sé cuánto tiempo me estuvo violando tan salvajemente. Me lastimó mucho, sangré bastante de mi sexo. Creo que me desmayé, porque hay partes que no las recuerdo. Pero al final, el Sr. eyaculó sobre mi cara, obligándome a abrirle la boca y a tragarme su semen, casi vomito. Me dijo que me tenía que acostumbrar a eso, a comerme su leche siempre.

Sergio…

La puerta de la habitación en la que estaba se abrió, y entró la misma que me había chupado la verga antes. Volvió a hacer lo mismo. Yo temblaba de la rabia y del miedo, no sabía lo que le estaban haciendo a mi mujer, nada. Estaba muriendo poco a poco.

Se abrió de nuevo la puerta y entró mi mujer con su ropa en la mano, llorando y caminado con dificultad, supe entonces que el desgraciado ese la había desgarrado. No podía verme a los ojos y lloraba profusamente. Davidson tomó la palabra.

Señor y señora Muralles, estoy satisfecho, creo que los dos son un par de perras con mucho potencial… y créanme que se los voy a sacar. Acabo de enviar gente a su residencia, su hijo será llevado a un hospital en donde será adecuadamente atendido, y luego a una casa hogar en donde personalmente me encargaré de que no le falte absolutamente nada, comida, afecto, atención… nada. mientras tanto señores, ustedes permanecerán conmigo por 6 meses exactos comenzando desde el día de hoy. Espero que disfruten de su estancia y que se acostumbren a todo esto… ojalá que les llegue a gustar. ¡Ah! Se me olvidaba… no sé dónde tengo la cabeza hoy. Este será el último día en varias semanas que ustedes dos se verán…

Rodeó a mi mujer de la cintura y salió de la habitación con ella, dejándome gritando. Pasó mucho tiempo antes de volver a vernos de frente y, créanme, casi no la reconocí ni ella a mí.

Y lo único que me quedó de ella fueron sus dulces palabras "Sergio, te amo… siempre te amaré y serás el único en mi corazón… acordate, es por nuestro hijo…" que me acompañaron día y noche mientras duró nuestro cautiverio.

Fin.

Sandra…

Me dieron la ropa y me sacaron casi cargando de la habitación. Encontré a mi esposo en otra, amarado todavía, llorando a mares, mientras la misma puta le mamaba el pene. El Sr. Davidson dijo que iba a mandar por nuestro bebé y que lo iba a cuidar mucho, que no nos preocupáramos. También nos dijo, y eso me hizo pedazos, que esa sería la última vez que nos veríamos en varias semanas, y que seríamos de el por 6 meses.

Me rodeó de la cintura y me sacó de la habitación, mientras mi amor se quedaba llorando a gritos. Yo lloraba también, y más cuando el Sr. me dijo al oído que no me iba a dejar dormir esa noche, y que me convertiría en su puta, en una puta dispuesta a todo por el. Hizo lo mismo con Sergio… cuando lo vi, juro que no lo reconocí…

Solo rezaba porque mi esposo recordara siempre que lo amaba y que eso lo hacía únicamente por nuestro hijo.

Fin.

Sergio y Sandra pasaron en las manos de ese loco por 6 meses, durante los cuales el hizo lo que se le dio la gana con ellos. No puedo ni imaginarme por lo que tuvieron que pasar, ni el gran amor que sentía el uno del otro para regresar después y quedarse para siempre juntos, aunque sabían que ya nada sería igual.

Y ustedes se preguntarán que qué me importa a mi todo esto. Pues verán, yo soy el hijo de ambos, el niño que sobrevivió gracias al dinero de ese desgraciado y al tremendo sacrificio que hicieron mis padres, que perdieron su dignidad y se dejaron hasta deshumanizar por que yo estuviera bien. Como verán me involucra íntimamente. Gracias por su atención…

Fin.

Gran Jaguar

Pueden hacer sus comentarios sobre esta historia a mi correo electrónico gran_jaguar@terra.com, gracias.

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El Semental de las Mayén (12 - Final)

El Semental de las Mayén (11)

El Semental de las Mayén (10)

Violada por 3 de mis Alumnos

El Semental de las Mayén (09)

El Semental de las Mayén (08)

El Semental de las Mayén (07)

El Semental de las Mayén (06)

El Semental de las Mayén (05)

El Semental de las Mayén (04)

La Muerte del Gusanito

El Semental de las Mayén (03)

El Semental de las Mayén (02)

El Semental de las Mayén (01)

Juanita de la Bodega

La Marrana

Mi Hijo Disfruta de mi

Hombre para Todas

El Sacrificio de mi Mamá

La Caperucita Roja y el Lobo Feroz

Abnegada Esposa, Madre y Puta (II)

Abnegada Esposa, Madre y Puta (I)

Mi Perrita Faldera

Feliz Cumpleaños

La Caperucita Roja (01: y el Viejo Verde)

Aprendiendo a Portarse Mal

Milo, el Empalador - La Bruja de Druesselshare 03

Milo, el Empalador - La Bruja de Druesselshare 02

Milo, el Empalador - La Bruja de Druesselshare 01

Un Niño Panameño

La Clínica del Hipnotizador