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Beatriz (05)

en Erotismo y Amor

Beatriz 05

Mi abuelita Beatriz pasó todo el día cabizbaja, no se atrevía a ver a los ojos a nadie, especialmente a Mari. Esta por su parte parecía de lo más normal, excepto por el rubor en sus mejillas cada vez que pasaba cerca de Bea.

Tampoco se la podía sacar de la mente, la bella e inocente Mari. Recordaba su cuerpo delicioso, sus senos pronunciados, sus caderas anchas y sus nalgas paraditas. También su piel tan suave, y el sabor de su sudor y de su saliva. También ese olor delicioso, extrañamente delicioso, que emanaba de su sexo. Le recordaba a Beatriz su juventud, cuando su piel era fresca como una lechuga, como el rocío del campo. Cuantos hombres no quisieron tener algo con ella… pero ella estaba entregada a su marido, al que amaba y respetaba mucho.

Preparó el desayuno como una autómata, casi sin darse cuenta. Todos comieron y se retiraron a realizar sus labores cotidianas, tan solo se quedaron en la casa ella y Maritza. La encontró llorando en su cuarto, desconsolada, acostada sobre su cama en oposición fetal. Bea no pudo soportar verla así, así que le preguntó:

¿Qué te pasa nena?

Nada…

Esa es la mentira más grande del mundo.

Es que… yo no sé por qué mi vida es así.

¿Así cómo?

Difícil.

¿Por qué lo decís?

Primero dejamos a mi papá, porque le pegaba mucho a mama y me hacía cosas a mi. también me pegaba… además andaba con otras mujeres. Y ahora que me enfermé volví a hacer las mismas cosas feas y ahora usted está enojada conmigo… snif, snif.

Pero nena… no fue tu culpa… fue mía…

No porque yo lo hice… yo empecé…

¡Pero estabas dormida!… la gente dormida sueña muchas cosas, y algunas hacen cosas raras.

Pero a usted le caigo mal… ya no me quiere…

Claro que si te quiero… lo que pasa, es que estoy muy apenada yo también… ¡Buaaaaa!

¡Buaaaaaa! – la verdad eran un par de chillonas.

La abuelita y Mari se quedaron abrazadas un buen rato, hasta que la niña volvió a tomar la palabra:

¿Por qué me pasa esto señora?

¿Qué cosa nena?

Eso… lo que hicimos las dos…

No fue la primera vez que te pasa, ¿verdad? Contame, ¿qué otras veces te ha pasado?

Bueno, primero con mi papi…

¿Y eso como fue?

Pues fue una vez que me quedé solita en la casa y el regresó temprano. Mami no estaba, ella andaba trabajando afuera. Me encontró acostada en mi cama y se sentó a la par mía. Empezó a acariciar mi pelo, a mi me gusta que me acaricien el pelo…

¿Qué edad tenías Mari?

Como… 10 años…

¡Eras una criatura!

Yo me recosté sobre una de sus piernas y me quedé dormida. Empecé a sentir cosas extrañas, y a soñar también. Soñé que estaba haciendo pipi en un campo bien bonito, pero sintiendo un calorcito y un cosquilleo bien rico, bien rico. El cosquilleo me llegó hasta mis chichitas, me picaban. Entonces abrí los ojos y vi que mi papi me ofrecía un banano, era un banano grande, largo y grueso, parecía plátano. Estaba cubierto con cáscara todavía, así que el lo peló. Luego me lo ofreció, pero me dijo:

No lo vayás a morder nena…

¿Por qué no papi?

Porque esto no se muerde, solo se chupa…

¿Cómo un dulce?

Si, como un dulce… pero sin morderlo al final, solo chupando…

Papi me dio el banano en la boca y yo lo comencé a chupar como me dijo. No sabía a banano, era saladito. Y además estaba caliente, pero a mi me gustaba así. De repente papi me la empezó a meter y a sacar de mi boca, y a el le gustaba que yo lo chupara así porque sonreía y se reía solito. Y yo seguía sintiendo las cosquillitas ricas por todo mi cuerpo, era muy delicioso. Entonces papi me sacó el banano de la boca y lo puso en mi cosita.

Papi, por allí no me puedo comer el banano…

Si podés… porque es un banano especial…

¿De veras?

Si, de veras… el banano es mágico y es para que tu otra boquita se lo coma.

Pero… esa no es otra boquita…

Si es…

Mami dice que se llama vulva…

Pues si, pero acordate que tiene labios mayores y menores, por eso es otra boca.

¿Pero sin dientes?

Ajá, sin dientes…

Mmmm…

De verdad nena, de verdad… a ver, te lo voy a enseñar.

Papi empezó a empujar el banano entre mi cosita. A mi me dolía, pero seguía sintiendo rico, así que no le dije que parara. Y cuando me la metió toda, me gustó mucho. Entonces papi me la empezó a meter y a sacar duro, y mi cosita estaba toda mojada y bien abierta. A mi me dio vergüenza porque creía que me había hecho pipí…

Papi siguió metiéndomela y sacándola hasta que dijo que iba a terminar. Entonces me asusté porque el empezó a gritar y a gruñir. Me sacó el banano y me lo puso en la cara, yo creí que quería que lo volviera a chupar pero no, lo que el hizo fue destriparlo, y todo el banano destripado cayó sobre mi carita. El sabor era raro, pero me gustó.

En ese momento dejé de soñar, ya no estaba en el campo bonito sino en mi cuarto, y vi a mi papi subiéndose el pantalón. Y mi cosita, estaba bien abierta y rojita, toda mojada, pensé que me había orinado. Y mi carita estaba llena de ese banano destripado, pero era raro, pues no parecía banano.

Me asusté y le pregunté que qué había pasado, y el me dijo:

Soñaste nena… soñaste…

Pero… ¿y porqué tengo esta cosa blanca embarrada en la cara?

Porque hay sueños más reales que otros…

La abuelita se enojó mucho al oír eso, ¿cómo era posible que un hombre le hiciera eso a su propia hija? ¡Se aprovechó como un canalla de su inocencia! Ella abrazó a la nena y se acurrucó a su lado, quería que viera que ella todavía la quería.

Al rato, Beatriz también estaba acostada, las dos en posición fetal una frente a la otra. La nena terminó rodeándole sus caderas con sus piernas, recostando su cabeza justo sobre uno de sus senos. Y Beatriz sudaba la gota gorda con la tremenda calentura que tenía. Si, la abuela ya se estaba volviendo una mujer muy caliente.

Doña Beatriz…

¿Si nena?

…,… no, nada…

¿Qué era?

Una pregunta tonta…

Hacémela, si puedo responderte, lo haré con gusto.

Es que tengo 15 años, y nunca he tenido novio. Ni siquiera un muchacho que ande detrás de mí. – le extrañó mucho a Bea, siendo ella tan hermosa.

No puedo creer eso, si sos muy hermosa.

Pues así es, nadie me ha besado… bueno, no sin que yo esté como loca… ¿Usted cree que soy bonita?

¿Bonita?… ¡Preciosa sos!

¿De verdad?

Si, de verdad. Mirá que si mi marido viviera y tuviera unos 35 años menos, no te dejo vivir aquí patoja. – no sabía por qué dijo eso, Mari se ruborizó y ella también.

¿De verdad doña Beatriz?

Estemmm… si…

Mmmm… – dijo la nena sonriendo.

Maritza se reacomodó, acostándose de costado frente a la mujer. El escote de su blusa se abrió dejando una muy bonita y completa vista de unas chiches adolescentes muy hermosas. Bea no conseguía quitar la mirada de allí, a pesar de que se trataban de los senos de otra mujer y que trataba de disimularlo. Mari se dio cuenta y se rió de ella, se sintió bien que alguien no pudiera dejar de verle algo, era una niña con una autoestima muy baja.

¡Doña Bea!

¿Ah?… ¿Qué?…

Nada… nada… – le dijo muy divertida.

La traviesa y cachonda niña se quitó las chamarras de encima, alentada por la reacción de Beatriz. Le mostró sus hermosas piernas, pues traía una pantalonetita corta amarilla. Beatriz, tratando de recuperar el aplomo, hizo comentarios sobre la prenda.

¡Qué bonita esa pantaloneta!

¿Le gusta? Yo creo que es de muy niña.

No, además, eso no importa. Lo que importa es que te sintás bien con ella tu.

Yo me siento bien con ella doña.

Pues eso es lo único que importa. – el rostro de la nena cambió.

¿Le puedo contar algo?, es algo muy personal.

Si, claro.

Mama nunca me ha hablado de… de… de "cosas".

¿A qué cosas te referís?

A las cosas que tiene una. – Bea entendió.

¿Nunca te ha hablado de eso?

No, nunca…

¿Y cómo sabías que eso se llama vulva y que tiene labios?

Bueno, si me hablaba… pero desde que se separó de papa ya no… ¿no me lo quiere explicar usted?

Mi abuelita trató de pensar en varias excusas para poder decirle que no. Le dijo que eso no le correspondía a ella, sino a su mamá. Pero la nena le dijo que su mami no le hablaba de eso, y que era ella la única otra mujer a la que le tenía la confianza de preguntarle. Así, Bea ya no le pudo decir que no. Además, ella pensó que solo sería una plática constructiva e instructiva.

Bueno Mari, hablemos entonces.

La niña se arrodilló en la cama entonces y se bajó la pantaloneta de sus pijamas, así como su calzoncito, dejando una hermosa vulva a la vista de Bea… y Bea casi se caga. No pensó que las dudas de Maritza fueran tan gráficas.

-

Doña Beatriz, yo no entiendo como un nene puede meterse por este, mi hoyito, crecer aquí – dijo abrazando su vientre – y salir de nuevo por el hoyito.

La inocencia de esa criatura deja sin aliento a cualquiera, es una inocencia criminal. Beatriz le respondió que lo que pasa es que 2 células microscópicas, una del hombre y otra de la mujer, se tienen que unir, eso crece y da lugar a un niño. El niño crece en el útero de la mujer y luego sale por la vagina, que es capaz de estirarse bastante. Y que la célula del hombre que entra es un espermatozoide, y que entra durante el acto sexual. Y mientras le contestaba, Beatriz no era capaz de desviar la vista, la tenía clavada en la rosada rajita de Mari, cerradita virginalmente, con poco vello, suave y tersa, como hecha de seda.

-

¡Pero eso ha de doler un montón!

-

Si, duele… pero así nacen los bebés…

-

¿Y este botoncito qué es? – le dijo separando los pliegues de su sexo y mostrando un hermoso clítoris, delgadito, rosadito.

-

Eso es tu clítoris.

-

¿Y para qué sirve?

-

¿Cómo que para qué sirve?

-

Si, no sé para qué sirve… pero cuando me lo toco siento bien rico… deme su mano, vea… – Maritza tomó la mano de la mujer e hizo que esta le tocara ese delgado botoncito del amor, Bea estaba que ya no aguantaba, su intimidad estaba empapada y protestando demasiado.

-

Bueno… es que… mirá… – sudaba copiosamente – ¡Es para darte placer mientras tengás relaciones sexuales!

-

¿Cómo así?

-

Cuando una mujer tiene relaciones, siente rico gracias al Clítoris.

-

¡Entonces por eso era que mamá se reía y decía "¡Qué rico Jorge!, ¡qué rico!" cuando estaba sola en el cuarto con papi!

-

Si… si… supongo que… si…

-

¿Y a usted también le ha dado placer su cle… clo… clítoris?

-

¿Qué? – contestó Bea más roja que un tomate.

-

¿Si a usted también le ha dado placer? Usted estuvo casada, entonces me imagino que si… ¿o no?

Por la mente de la abuelita empezaron a pasar las imágenes de aquellas noches maratónicas al lado de Fernando. El abuelo si que tenía aguante, era un auténtico semental, aunque el mismo lo ignoraba, pues nunca estuvo con otra mujer más que mi abuela. Y ella no sabía del portento sexual que dormía a su lado todas las noches. Recordó el sudor, los jadeos, el estremecimiento del orgasmo, y después el cariño y la ternura, las caricias que se hacían viéndose a los ojos y susurrándose en voz baja lo mucho que se amaban el uno al otro. Sus ojos se llenaron de lágrimas.

¿Está bien señora?

Si nena, si… y la respuesta es que si, si me dio mucho placer mi clítoris cuando estuve casada.

Y mire, – le dijo dándose la vuelta y mostrándole el culito más redondo, gordito y apretadito que había visto – ¿el hoyito del culo también es para tener relaciones sexuales?

Beatriz estiró sin querer la mano y acarició sus nalgas, eran tan suaves y tersas, le recordaba las un bebé. Redondas, blanquitas, duritas, eran unas nalgas preciosas. Y su ano, de ensueño, un anillo redondito y chiquito, rosadito y bien cerrado. La verdad es que era una verdadera tortura para ella, aunque jamás le habían llamado la atención las mujeres.

¿Doña Bea?

¡Ah!… mirá… mirá… algunas personas tienen relaciones por el ano también…

¿Cómo?

De la misma manera que tienen por la vagina… pero eso es asqueroso, así que nunca lo vayás a intentar…

Pero yo no sé como se tienen relaciones por la vagina… enséñeme… – ¡Por Dios!, ese el sueño de todo pedófilo.

¡No!

¿Por qué no?

Porque no… eso es algo que no te puedo enseñar yo…

¿Y por qué?

Porque no, soy mujer… y no se hable más del asunto.

Mari se volteó nuevamente y se sentó en la cama, mirando a Bea con cara de regañada. La visión era por demás erótica, una niña quinceañera semi desnuda, con una carita preciosa, mostrando los atributos de su sexo a una vieja tímida, que se moría de la calentura y que no iba a tratar siquiera de hacer algo. La verdad, más que una visión erótica, también lo era cómica. Al final Bea dio su brazo a torcer.

Bueno, bueno, podemos seguir hablando, pero no ahorita, tengo que ir al mercado… podemos seguir hablando después…

¡Siiiii!

La señora se fue a su cuarto por dinero, pasó enfrente de su espejo y se vio roja, acalorada y sudada. La horrorizaba la posibilidad de que se estuviera volviendo una lesbiana, pero tenía el consuelo de que solamente esa niña le hacía sentir esas cosas. Al salir, vio a Mari en la puerta, ya vestida y lista para acompañarla.

¿Puedo ir con usted?

Bueno… si querés…

Bien…

Las dos mujeres salieron a la calle, a comprar las cosas de ese día… pero mi abuelita seguía ardiendo…

Continuará…

Gran Jaguar

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