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El Legado (11: Negra Mirada)

en Dominación

El Legado XI

Negra Mirada:

I

Sonia se encontraba arrodillada a entre mis rodillas, se esmeraba por engullir entero mi portentoso falo. Lo tomaba entre sus manos y lo acariciaba al mismo tiempo que chupaba su cabeza. Poco a poco mi miembro se fue poniendo duro. Continué comiendo como si nada, la droga no hacía efecto, las hojitas de Jacinto eran muy buenas. Me la iba a jugar entera en ese momento.

¿Veremos a tu amo hoy? – pregunté, haciéndome el tocado.

… chump… chmpps… mmmmsiii… después, dentro de una hora más o menos.

¿Una hora? ¿Y qué hora es ahorita?

Son como las 7… no se preocupe por la hora Salvador, mejor disfrute las atenciones. – me dijo Sonia con una sonrisa pícara.

Una hora, no era mucho, tenía que trabajar rápido. Mi pene se terminó de poner duro, alcanzando sus 17 cm. normales. Sonia se empezó a dar gusto entonces, con chupadas profundas y lametones por todo lo largo de mi mástil. Su pequeña boquita se las ingeniaba para poder hacerlo. Se le notaba tan excitada… entonces, inicié con mi plan.

¿Te gusta chuparla Sonia? – le pregunté para llamar su atención.

Si, mu… cho… – le clavé mis ojos negros sobre los suyos, mirándola fijamente, mientras mi cuerpo empezaba a cambiar muy lentamente.

La tomé de la nuca y la obligué a seguir chupando. Ella subía su mirada a veces para contemplar mis ojos, que como péndulos de hipnotizador, capturaban su atención y la envolvían. Pronto comenzó a transpirar y a jadear, no porque realizara algún ejercicio físico, sino de puro calor.

Sos una hembra dulce y deliciosa Sonia. – le dije lentamente, como dejando caminar las palabras tranquilamente por el aire.

Gracias Salvador…

¿Te gusta chuparme la verga?

Si, mucho…

¿"Si mucho" qué?

…,… – me miró extrañada, no sabía a lo que me refería.

¿"Si mucho" qué?

Si… mucho… Salva…

¿Qué habías dicho con decirle por su nombre a tu amo?

Pero… – entonces la agarré violentamente y la tendí boca arriba sobre la cama. Sujeté sus muñecas con una sola de mis manos y con la otra tapé su boca.

Sonia trató de oponer resistencia, de liberarse y gritar por ayuda a Javier. Ya se había dado cuenta de que ya no me encontraba bajo los efectos de las drogas y entró en pánico. Pero mi corpulencia y fuerza no dejaron que lanzara ni un gemido. Además, todo fue tan rápido que no le dio tiempo ni de suspirar.

Me posicioné sobre ella, entre sus piernas separadas por mi cuerpo. Allí, la dejé observar mi transformación. Mi cuerpo creció y se hizo más fuerte y musculoso; mi vello se erizó y espesó; mi cara dejó lugar a la aparición de una expresión felina, mis colmillos crecieron y mis ojos brillaron como 2 brasas negras. Sonia estaba aterrada.

Me resultaba claro ahora la terrible fama que había heredado de mi abuelo, pero también el hecho de que me subestimaron por completo, nunca creyeron que yo podría controlar mi poder ya y que fuera capaz de utilizarlo bien. y la pobre de Sonia se estaba dando cuenta de lo contrario, pues poco a poco, en contra de su voluntad, fue perdiéndola, se fue perdiendo dentro de mi ojos, y su conciencia se fue diluyendo dentro de la mía.

En poco tiempo percibí que empezaba a dejar de oponer resistencia. Sus brazos dejaban de jalonear y sus piernas se relajaban. Supe que había ganado esta contienda cuando su pene se empezó a parar. Lo sentía caliente bajo mi vientre, necesitado. Ella me miraba con un gesto contradictorio, entre aterrada y excitada… justo como el de Fabi y Rocío el día que las hice mías en aquel triste incidente en Coatepeque.

Recordé lo que jacinto me había enseñado sobre mi poder. La lujuria, ese era el secreto de la habilidad que tenían muchos hechiceros para controlar las mentes de sus víctimas, y ese era el camino que seguían aquellas que caían bajo mi maldición. Se suponía que luego de unir los 3 fragmentos de la Lanza Negra, mi maldición estaba controlada, y solo resurgiría su mi corazón se llenaba de maldad. Así las cosas, me arriesgué.

Sin dejar nunca de mirarla a los ojos, fui soltando su boca lentamente, ella no decía ni pío, estaba como hipnotizada. Sus muñecas seguían firmemente aferradas por mi mano izquierda. La derecha fue bajando poco a poco, recorriendo y rozando sensualmente sus costados, hasta llegar a sus piernas. Allí acaricié un rato sus nalgas, sobándolas y restregándolas.

Despacio, escurrí un dedo entre sus glúteos y lo comencé a mover circularmente acariciando su ano. Poco a poco lo fui metiendo, mientras ella empezaba a gemir quedita. Su cuerpo todavía estaba tenso, lo cual era bueno, pues la sensación de ser obligada acrecentaba la certeza de ser mía que necesitaba que sintiera. A pesar de su resistencia, ella misma me fue abriendo las piernas un poco más cada vez.

Tomé mi pene (ahora de más de 19 cm.) con la mano derecha y lo posicioné en la entrada de su ano. Ella se estremeció, aun no estaba suficientemente dilatada, mucho menos lubricada. Trató de liberar sus muñecas de mi mano, pero le fue imposible abrir el firme candado que estas formaban. Por otro lado, ella pudo haber gritado, pero no lo hizo, no quiso… y mi verga ya estaba solo esperando la orden de cargar.

"¡¡¡¡MMMMMMMMHHHFFFFFFF!!!!" se escuchó salir de su pecho cuando mi lanza afilada atravesó inmisericorde las blandas carnes de su culito desprotegido. Tuve que taparle la boca, soltando sus muñecas, para que no llamara la atención de Javier. Ella intentó empujarme con sus manitas, pero le fue imposible. Al final, agarró las sábanas y las apretó con fuerza, mientras sentía como centímetro a centímetro mi larga tranca iba saliendo su sus entrañas, para volverse a enterrar de golpe otra vez.

Volví a agarrarla de las muñecas, una con cada mano mía, y así, mirándola de frente, la comencé a violar. Primero suave y lento, pero poco a poco fui acelerando y dándole más duro. Ella no podía dejar de mirar mis negros carbones encendidos. Fruncía el ceño, apretaba los dientes y tensaba su cara por el esfuerzo supremo de recibir mi masculinidad y por el dolor que le provocaba. Pero ya no trató de gritar para pedir ayuda. De sus labios salían solo gemidos y sonoros jadeos, como si se encontrara cagando adobes… bueno, un largo y duro adobe la estaba atravesando en ese momento. Pero lo cierto es que eso no era malo, no. Ella era ruidosa al tener sexo, por lo que si Javier no escuchaba, sería lo mismo que oyó a lo largo de la noche.

Los embates de mi pene se iban volviendo más fuertes cada vez, y yo la trataba con mayor brusquedad. Le decía que era una perra sucia, nada más que un culo para divertirme, etc. Ella respondía a mis tratos y a mi poder. Su pene estaba muy hinchado, y me pedía más cuando paraba.

Salvador… ¡Salvador!… ya no puedo… ¡Huuuhhggg!… ya no puedo más… ¡Huuuaggg!… Mmmmmffmmm…

¿Querés que pare perra?

No Salvador… si… no por favor… por favor Salvador… ¡Ahhhh!… te lo suplico…

¿Qué, perra, qué es lo que me suplicás?

¡Hummmm!… mmrggggrrrrrr… ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah!

¡Sos un culo sucio y asqueroso!… solo eso… ¡Respondeme perra o te parto en 2! – y aceleré mi golpes, la zarandeaba sobre la cama como a una muñeca, su ano estaba excesivamente abierto, enrojecido, lacerado y lastimado.

¡Seguí Salvador!… ¡Seguí!… ¡Seguí!… ¡SEGUÍ! ¡SEGUÍ! ¡SEGUÍ! ¡SEGUÍ!… ¡PARTIME EN DOS EL CUUULOOOOO!

Me puse de pié sobre el suelo, tomé sus piernas y la continué violando, ahora con más saña y furia. Sus caderas quedaban colgando a la altura de las mías, apoyando solo su espalda al colchón y aferrándose a este desesperadamente con las manos. Mi palo entraba y salía como ráfaga de ese suculento culito, que se encontraba rojo, lastimado, casi desgarrado. Pero así y todo, ella seguía pidiendo más, jadeando a gritos el inmenso dolor que sentía y el inconmensurable placer y gozo que recorría su vientre y espalda a cada ataque mío. Sonia llegó al orgasmo, derramando su leche con fuertes escupidas sobre su vientre, senos y un poco que calló en su cara.

¡AH! ¡AH! ¡AH! ¡AH!… ¡ME VAS A MATAR!… ¡ME MATÁS!… ¡ME MATÁS!… ¡AHGGGGGG!

La continué poseyendo por unos 15 minutos más, que a mi se me hicieron cortos pero a ella muy largos. No me podía tardar más, así que dejé salir mis chorros de caliente esperma. Me salí de ella y me volteé. Sonia esperaba que llenara su boquita de mi semilla, pero no fue así, no quise darle el placer. Eyaculé furiosamente mi blanca leche contra la pared. Se fue cayendo poco a poco al suelo, deslizándose.

Quiero que limpiés la pared con la lengua esclava.

Sonia se bajó de la cama, con evidente dolor en su culo. Se arrodilló frente a esta, y procedió a lamerla.

Así no estúpida… así… – le dije agarrándola del pelo.

La obligué a lamer la pared y le restregué la cara y el pelo contra esta. Luego la hice caer al suelo, y restregué otra vez su carita y cabello contra este. Quedó embarrada de semen por completo, arrodillada a mis pies, con el culo reventado y lujuria en la mirada. Si, mi plan había dado resultado.

CONTINUARÁ…

Gran Jaguar

Pueden hacer cualquier comentario que tengan sobre esta historia, así como sugerencias sobre la misma. Les cuento que el final está cerca.

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