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El Legado (04: El Viaje)

en Dominación

El Legado IV

El Viaje:

I

Ella se vestía, ponía su vestido amarillo de algodón sobre su carnoso y hermoso cuerpo, generosa obra maestra de la naturaleza. El placer y la vida convivían en una armonía sin igual en su piel. Senos turgentes, firmes, negros como la noche, como su piel. La belleza y el salvajismo de centurias de antepasados africanos vivían en esa piel. Un cuerpo bello, en resumen. Delgada y con un óptimo tono muscular, con cintura estrecha y caderas anchas, coronadas por 2 magníficas nalgas. Y su cara, sus ojos… salvajes, indómitos, bravos, valientes, desafiantes.

Marta había pasado cabalgando sobre mi falo por casi toda la noche. Me extrajo todo el jugo con el intenso bombear de esas caderas poderosas. De verdad es una hembra de cuidado.

Me pongo de pié, yo también debo regresar a mi habitación. Rocío, Sheny y Fabi pueden asustarse. Me pongo a contemplar el horizonte por un momento. Se ve tan pacífico, tan cálido, tan hermoso… pero es tan perverso. Una maldición pesaba sobre mis hombros y no me la iba a poder quitar de encima nunca. Y ante la contundencia de los hechos, todavía me atrevía a pensar que tal vez no era así. Negar la realidad es una característica íntima de la naturaleza del ser humano. Sin ella, no podríamos soñar, porque eso es, al final de cuentas, un sueño, un abandono de la realidad por una más agradable. Pero también nos hace mantenernos de pié en situaciones donde lo mejor tal vez sería bajar la mirada, nos deja peleando batallas perdidas.

Pero esta maldición… o sea… ¿es para siempre?

Si.

Pero… de alguna manera se puede vencer… quitármela…

Ni vencer ni quitar, está en su sangre, en su alma, en su vida. Pero puede hacer algo.

¿Qué?

Jacinto le dirá…

¿Por qué no usted?

No me corresponde…

¿Por qué no?

Porque es trabajo de Jacinto.

Mama Flora no me dijo mucho, por lo menos no todo lo que esperaba que me dijera. Ella es una mujer de muy pocas palabras, y su presencia es tan intimidante que no se puede discutir con ella.

Abro la puerta de mi habitación, y allí están ellas, Fabi, Rocío y Sheny, las víctimas de una maldición que es mía y en la que nada tenían que hacer ellas. Pero estaban puestas en el camino, mal paradas… nada pude hacer.

Me quedó viéndolas en la puerta de la habitación, duermen tan profundamente. Marta, la hija de mama Flora, les dio un te relajante que las indujo a un sueño profundo. Se veían tan lindas, me inspiraron mucha ternura. Sheny, con sus senos grandes y morenos, dormía boca arriba solo en brasier y calzón. Rocío lo hacía en la esquina opuesta de la cama, tenía puesto su traje típico. Fabi lo hacía con su pijama que le compré.

Había mucho que pensar, mucho que hacer y mucho por descubrir, pero lo mejor era dormir en ese momento, después habría tiempo.

 

II

El sol salió y el amanecer sucedió a la noche. Una lancha grande nos esperaba en el muelle. Subimos a ella Rocío, Fabi y Sheny. Mama Flora subió detrás de mi, y luego Fernando, un negro alto y muy robusto, entrado en años (tal vez 55) que parecía ser el guardián de la señora. Luego otros 2 más, y un niño de 12 años, delgado y menudito. Zarpamos de Livingstone a las 6:30 a.m. y debíamos atravesar el río, después el lago, y remontar el Polochic por último. Ese viaje nos llevaría un día entero. Después de eso, teníamos que ir hacia el Quiché y llegar hasta Joyabaj. Sería más rápido y seguro por carretera, pero mama Flora quería evadir al tal Machetero, sabía que trataría de emboscarnos en la carretera. Marta me despidió del muelle con un beso lanzado con su mano. Años después me dijo que eso era una bendición pidiendo a los espíritus por mi vida. Su abuela solo me miraba con cara de "ay cerote". No era para menos, a esa mujer no se le pude engañar. Seguro que en ese momento ya sabía la noche que Marta me había dado.

Cruzamos el río, después el lago y llegamos hasta el Polochic. Allí abordamos 3 pequeñas lanchitas y continuamos el camino. Fernando me lanzaba furtivas miradas, era obvio que no se sentía seguro conmigo cerca. Mama Flora por su parte, viajaba serena, mirando hacia el horizonte en todo el trayecto.

En el camino me fui viendo a la mujer. Pérdida su mirada, se internaba entre la selva, zambullida en ella, no perdía de talle de los árboles. Inesperadamente Fernando me susurró al oído:

Los espíritus… viven en todos lados. Mama Flora los oye y los mira. Le dicen que viene, si hay algo malo adelante. Los espíritus nos cuidan.

Los espíritus le decía a Mama Flora si algún peligro nos esperaba adelante. ¿Le habrán dicho de lo que pasó en la noche entre su nieta y yo? Era obvio que sí. Esa mujer no era ninguna tonta, y de seguro se dio cuenta de lo que pasó. Pero no ha hecho nada más que tirarme furtivas miradas de suegra malhumorada, ¿por qué?

En esa noche, en su casa en Livingstone, después de hablar con la señora, me dirigí hacia el cuarto. Cruce en un pasillo y me la topé de frente. Mis 180 cm. de estatura (normalmente mido 1.70) se toparon de frente con su metro y 70. Me clavó los ojos en los míos, y al final los bajó vencida. No pudo controlar el hechizo de estos.

Traté de irme, pero ella me detuvo.

¿Quiere irse ya? – me preguntó coqueteándome.

Si… me tengo que ir a dormir.

Pero… ¿no se quiere quedar platicando conmigo aquí?

No… no es conveniente.

¿Y por qué no?

Porque… es peligroso… pregúntele a su madre, ella le dirá…

Ya se que me dirá, ya se porqué es peligroso.

…¿Y no le da miedo?

Bueno, si… pero yo tomé mis precauciones.

¿Cómo así?

Usted Salva, es un ladrón de almas y de mentes. Pues bien, he encomendado mi alma y mi mente a los espíritus luminosos del más allá.

Entonces no le pasará nada.

No se precipite. Aunque mi alma y mi mente estén encomendadas, puedo perderlas si no las cuido yo primero. ¿Ve este collar? – me mostró un collar de plata, delgado y con un dije peculiar, era una anciana – Está bendito con la vida de mi abuela, la hechicera que ve usted allí. Ella dio su vida luchando del lado de la luz. ¿Sabe? Ella sabía muy bien lo que le pasa a usted. De hecho, ella y usted están íntimamente ligados. Pero bueno, el riesgo se reduce mientras tenga su cadenita en el cuello. Además, mientras usted lleve su amuleto al cuello, no podrá robar mi alma.

Dígame una cosa, – le dije incrédulo – ¿Por qué insiste tanto en que me quede con usted? – ella sonrió y se ruborizó un poco. Luego volvió a subir la vista y me dijo:

Salvador, no podrá robar mi alma ni mi mente… pero si las puede oscurecer… – me sonrió llena de lívido – su maldición no puede desaparecer, y muy pocas personas y cosas serán inmunes a ella, de verdad muy pocas… por más protegida que esté, nunca podré alejarme de sus efectos…

Y sin decir nada más, me besó. Pasó sus manos detrás de mi nuca y me jaló hacia ella. Pegó su cuerpo con el mío, podía sentir el roce de sus morenos senos duros contra mi pecho. Restregaba su ingle con la mía, protuberante por mi erección, trataba de sentirla sobre la piel de su incendiado sexo. Su respiración y su aliento, su piel y su sudor, una hembra con sabor a sexo, sal y lujuria.

Me desabrochó los botones de mi camisa y pasó su lengua sobre mi pecho de pelos erizados. Cálida, muy cálida, caliente, sentía que me quemaba con ella. Paró sobre uno de mis pezones y lo comenzó a chupar. Pasaba la lengua sobre mi sensible órgano formando círculo, mientras con otra mano restregaba el otro. Su mano restante se entretenía acariciando mi paquete.

Estaba caliente, excitada como una leona en celo. Se cambió a mi otro pezón, y luego volvió al primero. Me enloquecía. Veloz bajó y se arrodilló frente a mí. Rauda sacó mi pene del pantalón y lo observó detenidamente, con sus ojos fijos encendidos en pasión y deseo de carne. Lo engulle con agresividad y me empieza a dar una mamada digna de ser recordada por años. Jugaba con el glande dentro de su boca y lo acariciaba repetidamente con la lengua, haciéndome cosquillas en el frenillo. Sus manos recorrían mi pecho, mis nalgas y acariciaban mis huevos. Era una mamadora muy buena de verdad.

Dejó mi pene por un lado y se concentró en mis huevos, lamiéndolos con fuerza y lentitud. Se metía uno a la boca suavemente y me lo chupaba, luego se lo sacaba y se metía el otro. Y yo casi me volvía loco de tanto placer.

Se puso de pié y me tomó de la mano, me llevó hasta su recámara. La fui tocando todo el camino, metiendo mis manos debajo de su falda amarilla. Sentía sus nalgas, hermosas y abultadas. Ella me volteaba a ver y me sonreía.

Cerró la puerta de su dormitorio y se volteó a mí. Dejó caer suavemente su vestido amarillo y un cuerpo espléndido quedó desnudo frente a mis ojos. Morena, muy morena, esa negra era un homenaje a la belleza. Senos firmes, duros, de mediano tamaño, con los pezones erectos y señalándome belicosamente, como diciéndome "vení y chupame cerote". Vientre plano y con los abdominales marcados; piernas firmes y duras, esbeltas y apetitosas. Y al final se dio la vuelta dándome la espalda, exhibiéndose acaloradamente. Una espalda fuerte, como una pared admirablemente adornada. Una cintura estrecha y un culo soberbio, 2 grandes abultamientos de carne morena muy dura, que se movían como haciendo buches cada vez que ella caminaba.

No aguanté más y me le dejé ir. La abracé por atrás y le metí mano, agarrándola de los senos. Bajé mi mano libre hasta su sexo y lo restregué, pasándole los dedos a lo largo de toda su rajita, hundiéndoselos dentro de ella. Ella respondía restregando su inmenso trasero contra mi pene rígido que se quería salir de la bragueta del pantalón. Así como estaba, la penetré, le enterré en los más profundo de su ser toda mi masculinidad. Ella dejó salir de su pecho un largo gemido, primo hermano de un bufido, que le empezó en el sexo, le subió por los pechos, y salió por su boca ansiosa.

Apoyó sus manos contra la puerta, bajó un poco el abdomen y se entregó a mi a que le barrenara la vagina con mi gigantesco instrumento de tortura y placer. Estaba como en un trance, a pesar de que apenas si le entraba mi verga, ella movía violentamente sus caderas y estrellaba su sexo con el mío. Y yo parecía una piedra al rojo vivo, rígida y muy dura y caliente. "¡Dale más! ¡Partime en dos! ¡Aaaahhhh! ¡Animal!… ¡Animal…!" me decía como rugiéndolo. Y por supuesto que yo le di más duro, la iba a complacer en un 100%.

La apaleé como por 1 hora. La puse, y ella se puso, en todas las posiciones que me sabía. Cuando estábamos de pié, ella contra la puerta, pronto la fuerza de mis embates la fueron amontonando, hasta que sus caderas se terminaron estrellando repetidas veces contra la dichosa puerta. "TUM, TUM" sonaba Marta, que ni se quitaba y se quejaba, solo gemía como si cagara adobes y se lamentaba como si no le estuviera encantando lo que le estaba haciendo. Después la cargué en vilo, sin sacarle en ningún momento mi monstruo de su interior y sin dejar de taladrarla con todas mis fuerzas. Agarrándola de los senos con una mano y metiéndole la otra en la ingle, la levanté mientras la seguía penetrando con todas mis fuerzas. Ella se aferró s mis brazos y se dejó hacer, loca del placer y la excitación.

Caímos sobre la cama. La sujeté de las muñecas y le estiré los brazos en cruz para tenerla a mi merced completamente. Ella se abrió de piernas dejándome penetrarla con total libertad. Yo me apoyé en la cama, con sus muñecas entre mis manos, levanté mi tórax, y la seguí penetrando como un salvaje mientras ella gritaba y gruñía roncamente, casi gritando, jadeando y sudando a chorros. La cama se estrellaba contra la pared causando un gran escándalo. Ahora que lo pienso, era obvio que su madre se había dado cuenta de todo eso, así que una duda me viene a la mente, si yo soy tan peligroso como ella decía, ¿por qué no detuvo ese feroz combate?

Le seguí hincando con fiereza la verga dentro de su indefensa pusa. Poco a poco, ella se fue levantando, terminando en 4. Allí la tomé de las caderas y le seguí dando parejo. Cada vez que mis caderas se estrellaban contra su hermosos culo, hacía un sonido estridentes similar a una aplauso. Mis embestidas se fueron haciendo cada vez más espaciadas una a la otra, pero más potentes, pegando golpes duros y secos contra el enrojecido e inflamado sexo de mi amante.

¡Tu… ¡Tu semen…! En… en… mi bo… boca… – me dijo casi balbuceando.

Seguí penetrándola hasta que sentía que iba a terminar, dándole gusto la puso boca arriba en la cama de una movimiento brusco. Tomé mi enorme falo en mis manos y sobándole la cabeza un poco, dejé salir entre gruñidos, gruesos y largos chorros de blanca esperma que se estrellaron en el rostro de Marta. El contraste de mi níveo fluido con el azabache de su rostro producía un contraste muy sensual. Ella trataba de atrapar con la lengua todo el semen que podía, y una vez terminé de eyacular yo, comenzó a limpiarlo con sus dedos llevándoselo a la boca después y saboreándolo con gran deleite.

Terminé jadeante y agitado, con el cuerpo cubierto de una espesa capa de salobre sudor. Ella tenía la cara embarrada de semen y su cuerpo brillaba intensamente con su sudor también. Jadeaba y se agitaba más que yo. Después de recuperar el aliento, luego de unos minutos, me dijo:

Salva… usted es único. Jamás pensé que su poder fuese tan intenso. Míreme… ¡míreme! Estoy aquí tirada sobre la cama, con las piernas abiertas y el sexo chorreante pidiéndome por más. La cara llena de semen y los pezones hinchados y picándome como diablos. Me trató como a un trapo y me hizo lo que se le dio la gana; no me tuvo piedad y me poseyó como un animal salvaje… y yo quiero más y… a pesar de que quiero no podría jamás irme de esta cama. No Salvador, usted es muy peligroso. Pero ahora lo necesito otra vez, lo quiero en mi, adentro de mi nuevamente y quiero que me destroce en pedacitos… ¡vamos Salvador! – Sin decirle ni una palabra le clavé mi pene en su interior nuevamente y la comencé a penetrar violentamente. Ella se aferró de las sábanas y se dejó hacer, perdiéndose en el placer y la lujuria.

Aquella fue una noche larga e intensa. Marta me cabalgó por horas. Era increíble la resistencia de esa negra. El final ya se los conté. Yo me fui al cuarto con Sheny, Rocío y Fabi, me acosté entre ellas y me dormí. Un viaje rudo y largo nos esperaba al otro día y había que guardar fuerzas. Lo malo es que no sabía qué tantas fuerzas iba a necesitar para encarar los acontecimientos que se vinieron a continuación.

CONTINUARÁ…

Gran Jaguar

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