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El Sacrificio de mi Mamá

en Orgías

El Sacrificio de mi Mamá

Mi nombre es Mariana, y la historia que les voy a contar, se la voy a contar en parte para desahogarme, pues pesa sobre mi alma como una tonelada. Creo que es normal que eso me pase, después de todo, averiguar que tu propia madre es una cotizada prostituta para pagarte tus caprichos idiotas, a todos les afecta.

Creo que antes de iniciar mi historia, debo contarles algunas cosas sobre mi y sobre las circunstancias en que todo se dio para que comprendan mejor mi situación.

Provengo de una familia de clase media, originaria de Cobán, pero que actualmente vive en la capital. Tengo 17 años y trabajo medio tiempo en atención al cliente en una empresa de telefonía celular de Guatemala. Mamá no está de acuerdo en que yo trabaje antes de terminar el colegio, diciendo que lo que mi padre nos manda basta y sobra. Lo que no sabe es que yo ya se perfectamente bien que eso es mentira. Lo que el infeliz de mi papá nos manda de los Estados Unidos es una limosna que no alcanza ni para pagar los servicios básicos, mucho menos los lujos a los que sus 3 hijitos están acostumbrados. Y para colmo, ni siquiera es constante con la pensión.

El problema es que no siempre estuve consciente de los enormes sacrificios que mi madre tenía que hacer para mantener nuestro nivel de vida. Somos 3 hermanos. Yo soy la mayor, después viene Andrés que tiene 14, y de último Sofía de 11. a pesar de que somos de un nivel medio, vivimos como de la alta. Estudiamos lo 3 en un colegio prestigioso de la capital, pero no es barato. Nuestra casa, si bien sencilla y sin grandes lujos, tiene todos los servicio que se necesitan, Tv. por cable, Internet, etc. Y en cuanto sus 3 nenitos vociferan por algo, mi pobre madre hace todo lo posible por darnos gusto.

Desde pequeños mi padre nos malacostumbró a tener siempre todo lo que quisiéramos, y hasta la fecha todavía nos cuesta trabajo controlar y aceptar la frustración de que no sea así siempre. Por esto yo no comprendía por qué ella no me podía comprar cosas, la mayoría inútiles, y ella si se daba el lujo de salir de noche casi una vez cada semana. Según yo salía de parranda… ¡qué equivocada estaba!

Pero cierto día de Diciembre me di cuenta de la horrible realidad…

Fue un viernes. Ese día le hice un berrinche horrible porque no me dio todo el dinero que yo quería para salir a una fiesta de 15 de una amiga mía. Yo tenía como 16 apenas. Mi novio de ese entonces, Jairo me iba a pasar a traer. El ya tenía 18 y mi madre no lo aceptaba, justificadamente ahora que lo pienso, pues el no quería entrar a la U ni aunque lo obligaran. Además era un patán. Creo que andaba con el por rebeldía.

Fuimos a la fiesta, y yo iba hecha un mar de lágrimas. En realidad quería el dinero para pagar un motel en donde mi novio por fin pudiera quitarme la virginidad. ¡Se dan cuenta de lo estúpida que era yo! Estaba acomplejada porque seguía siendo virgen, andaba con un patán que no valía la pena y que, todavía, me había convencido de pagar el motel donde haría de mi iniciación sexual un circo y una anécdota más con qué presumirle a sus amigos.

Llegamos al hotel donde iba a ser la fiesta, en la zona 10 de la capital, y el mi iba alegando de que yo no quería pagar un lugar más barato, que yo no lo quería, que el todo lo que hacía por mi, y otro montón de muladas más. ¡Puta! Si me va a estrenar, por lo menos que sea en un lugar decente. ¡Mínimo!

El hijo de puta me dijo que si cambiaba de opinión, me iba a esperar en un bar de la zona viva, que si lo amaba se lo demostrara yendo a buscarlo. Y yo me quedé hecha un mar de lágrimas, haciendo un dramón por estúpida. Aparecieron mis amigas y me puse a contarles mis desgracias y lo triste y difícil que era mi vida. Erick, el novio de Irma, una de mis amigas, me dijo a quemarropa:

¡Tenga dignidad por lo que más quiera!

¿Cómo se atreve a…

¡No solo se la iba a coger, sino que hace que usted pague el motel, y hasta que lo ruegue! ¡Mejor tenga dignidad y ya no lo buque ni llore por el!

Fue un baño de agua fría, y con más ganas y drama lloré. Tania, otra de mis amigas, volteó a ver a Erick, que aunque sabía ella que tenía razón, pudo al menos ser… más tierno para decirlo.

Pero bueno, así hecha una Magdalena entramos a la fiesta. La verdad no estaba mal, pero yo no la gocé por lo mal que me encontraba. Mi amiga Irma se sentía mal porque tenía gripe y mi amiga Yolanda andaba en sus días y ella sufre de un flujo muy fuerte, por lo que no se atrevía a meterse a la pista a bailar a pesar de tener con quines hacerlo de sobra. Por otro lado traía cólicos. Solo Tania se la estaba pasando muy bien bailando con un muchacho que le gustaba mucho y que andaba detrás de ella.

Me salí de la fiesta con Yoli y, para variar, me fui quejando de la desgracia de mi existencia con ella todo el camino. No se cómo hacían ellas para aguantarme, era tan caprichosa, tan berrinchuda, tan vana y superficial…

Poco después salió Irma, acompañada de Erick que se pasó toda la fiesta cuidándola (es tan tierno ese hombre) y a los minutos Tania, que venía a preguntarnos que por qué nos habíamos salido. Platicamos un rato, y decidimos irnos a una disco que quedaba por la zona, que nos habían dicho que estaba buenísima. Sin muchas ganas fuimos en el carro del papá de Erick, que se lo había prestado.

Circulamos por allí buscando el lugar, Tania se puso a hacer bromas que Erick le celebraba y le respondía con más bromas. Irma se medio reía entre su fuerte gripe, Yoli también en medio de sus cólico… la única aburrida, amargada y pesada era yo.

En eso apareció mi madre…

Irma fue la primera que la vio y me avisó. Todos en el carro volteamos a ver y nos quedamos con la boca abierta. Salió de un bar metida en un delgado vestido negro, de falda bastante corta y con un escote que no escondía nada bien sus atributos. Todos nos quedamos con los ojos cuadrados al verla pasar, y no por bonita, se miraba como vulgar, como, como… putona.

Ella se subió rápidamente en un carro negro, un lujoso Mercedes del año. El carro agarró camino quién sabe a donde. Nosotros por nuestra parte nos quedamos en silencio, pues era obvio que la habíamos cachado en una su movida mera fea. Me puse tan como la gran puta que le pedí a Erick que la siguiera pues quería saber hacia donde se dirigía, y así después reclamárselo y restregárselo en la cara. Mis amigas no estaban de acuerdo, pero al final aceptaron y salimos a seguir ese carro negro.

Lo seguimos hasta que llegaron a una disco que se encontraba por la Avenida de las Américas, un lugar desconocido. Allí se bajó mi madre y se metió al local. Venía acompañada por un señor, que supuestamente era licenciado para el que mamá hacía trabajos especiales. Ella es secretaria. Hasta ese momento no me imaginé jamás en qué consistían esos trabajos especiales.

Les dije que entráramos, que quería verla allí y decirle sus verdades de un solo. Otra vez aceptaron a regañadientes. Lo malo es que no sabíamos cómo entrar, hasta que Erick se decidió y tomó la iniciativa. Prendió varios cigarrillos y nos los pasó

hagan como si van fumando esto.

¿Para qué?- preguntó Irma intrigada.

Para que crean que son putas… mi hermano ya me habló de estos sitios y creo que se como entrarnos.

Nos quedamos estupefactas, pero aceptamos seguirle la corriente. El se puso su chumpa de cuero negro y la cerró hasta el cuello, se puso los lentes oscuros que su padre había dejado en el carro. Esto más su cigarro y la larga y visible cicatriz que tenía bajo un ojo lo hacían ver como un malviviente.

Mariana y Yoli, ábranse unos 2 o 3 botones más del escote… Irma, bajate un poco más la falda por favor amor… y… Tania, alborótese el pelo y súbase más la minifalda.

Todas le hicimos caso llenas de temor, esta era una travesura que no sabíamos si nos iba a costar caro. Yoli y yo somos las 2 que tienen más senos, modestia aparte ese ha sido motivo de celos por parte de mis otras compañeras del colegio. Yo traía un vestido beige sin mangas ni tirantes, de escote recto unido por 5 botones que llegaban hasta la mitad de mi abdomen, un poco arriba del ombligo. Lo llevé porque a mi novio le gustaba la manera en que mis senos luchaban por romper o abrir los botones. Yoli traía un vestido de tela azul, muy delgado, con mangas largas y escote redondo, no muy pronunciado hasta que se safó 2 botones. Irma traía una falda suave de cintura baja hasta los tobillos, y una blusa blanca corta que terminaba a cm. De su ombligo. Ella era la más delgada de las 4 y le encantaba mostrar su panza plana y durita. Y Tania traía una minifalda de tela sastre, que mostraba muy bien sus bonitas piernas morenas. Al vernos las 3 después de hacer lo que Erick nos dijo, realmente parecíamos putas… y él nuestro padrote.

Erick me tomó de la cintura y a Irma del otro lado. Yoli y Tania veían detrás de nosotros. "Pongan cara de caqueras (presumidas, engreídas, chavas llenas de mierdas, etc.) pesadas" no dijo. Nos guió hacia la puerta de la disco con mucha seguridad y aplomo, como Juan por su casa, y encaró a los guardias de la entrada.

¿Trae invitación joven?- preguntó malencarado y todo pesado uno de los guardias.

Por toda respuesta Erick le dio una mirada de fastidio, altanera y prepotente. El guardia se le quedó viendo de pies a cabeza, y a nosotras también, que intentábamos vernos lo más putas posible. El otro guardia se le acercó y le dijo algo susurrado al oído, que nosotras alcanzamos a oír.

Dejalos pasar… de seguro este patojito es hijo de algún narco. Además mirá a sus chavas… ¿saber de qué hoyo las fue a sacar?

Si… y por la edad y este lugar, tienen que ser putas de esas que tienen en los puteros de lujo.

Huelga decir que nos sentimos muy humilladas, pero pasamos… y allí mi vida cambió desde la primer imagen que presencié en aquel antro asqueroso. Mi vida jamás volvió a ser la misma. Allí estaba mamá…

Nos dirigimos todos hacia una mesa. El local era elegante, apenas alumbrado por una tenue luz rojiza. Subimos por unas gradas hacia la mesa que queríamos, en parte porque estaba apartada y en un sitio alto donde podíamos ver todo lo que pasaba en la pista de baile, localizada a un nivel más bajo.

Hacia donde volteáramos habían hombres con mujeres apenas vestidas, vulgares, putonas. Las manoseaban y ellas se dejaban como si fuese un verdadero placer para ellas. Obviamente eran prostitutas.

Llegamos hasta la mesa, donde Erick rechazó groseramente a un mesero que le llegó (a el, porque nosotras éramos, supuestamente, putas) bebidas. Volteé un poco hacia tras, yo iba al frente, y vi a mi amiga Irma con la boca abierta y la cara de espanto. Volteó a verme a mi y bajó la mirada avergonzada. Yo vi hacia donde ella observaba y… allí estaba mamá.

En medio de la pista, enfundada en la minúscula ropa con que la había visto hacía rato, se encontraba arrodillada mamando como una loca la verga gorda de una gordo que, según me imagino, sacó de en medio del público. El tipo estaba sentado sobre un silla roja, de las que habían en todas las mesas. Abierto de piernas, con el pantalón y el calzoncillo hasta los tobillos y la panza desparramada sobre su vientre, observaba como mi madre lamía despacio la cabeza de su miembro, mientras lo aferraba con fuerza con su manos derecha. La izquierda, me imagino, se encontraba masajeándole el ano al infeliz ese, que se retorcía del placer recibido sobre la silla.

Mamá le siguió mamando la verga hasta que el gordo terminó sobre ella, en su cara. El tipejo berreó como si lo estuvieran torturando, mientras el montón de perdidos que contemplaban esa escena lo vitoreaban, algunos, otros le gritaban impotente. A mi madre también la vitoreaban y la insultaban como puta, ramera, marrana, etc., al mismo tiempo que muchos pedían a gritos su turno de ser pasado al frente.

Y mi madre… ella se levantó con una sonrisa de oreja a oreja, casi se las muerde, chorreando semen por la boca, recogiéndoselo con las yemas de los dedos y relamiéndoselas. Escupió sobre la palma de su mano, dejando que una liga cristalina cayera con lentitud de sus labios, para luego lamer todo lo que había escupido y tragárselo en un ademán erótico, sucio, vulgar. Y todo su público se eferveció, se pusieron como locos y le dieron una ovación de pié. Yo no sabía donde meter la cara.

Luego pusieron música electrónica, y ella se comenzó a contonear como una babosa llena de sal. Se tomó los senos con ambas manos y los restregó contra su pecho, al tiempo que sus caderas vibraban al son de la música, que en ese momento iba despacio. El público quedó con la boca abierta, mirándola como hipnotizados. Esperaban ansiosamente que sus manos liberaran sus grandes senos morenos. Mamá no es una mujer fea. Está un poco pasada de peso, por lo que sus senos y nalgas están grandecitos, pero como hace ejercicios, no están caídos y su vientre sigue plano. Su cara no es fea, aunque siempre camina con una expresión de tristeza y desazón. El pelo largo y liso, pintado de cobre oscuro, le da un bonito marco.

Lentamente bajó los tirantes de su vestido, jugando con ellos un rato mirando fijamente a su audiencia, que se desesperaba porque terminara ya. Ella solo los estaba calentado, lo mejor vendría después.

Dejó su vestido pegado sobre sus senos, que no permitían que esta se bajara y los dejara al aire. Entonces comenzó a acariciarse las piernas, gruesos y fuertes pilares sobre los que descansa ese cuerpo espléndido, que me dio la vida y que ahora seguía prodigándomela. Subió su falda hasta dejar al aire su calzoncito negro, minúsculo y que se le metía por todos lados. "¡Quién fuera ese calzón!" gritó un patán.

Ella, sonriendo con morbo y erotismo, se levantó la falda y la elevó hasta la altura de su cabeza, dejando colgando ese hermoso par de senos morenos suyos. El público rompió en gritos de calor, patanerías y vulgaridades, y vítores para ella. Se contoneó un poco así haciendo rebotar sus senos y luego se terminó de sacar el vestido. Luego se acarició su cuerpo y se dio un beso en los pezones. Finalmente se quitó el calzón, que no era más que un pitita.

Volteé a ver a mis amigos, y todos tenía los ojos desorbitados, la boca abierta y una expresión de espanto. Miré hacia atrás, y un hombre estaba chupándole los senos a una muchacha, que con miedo no le calculé más edad que la mía. Tenía la piel blanca y el cabello rojizo. Ella se dejaba hacer del tipo que, sin pudor o consideración alguna, le metía la mano entre la microscópica falda, restregándole los genitales, mientras mordisqueaba sus rozados pezones como su fuesen de hule. Ya no pude ver más, y regresé la vista hacia mamá, que ahora se estaba masturbando, sentada sobre la silla y con las piernas abiertas al público.

Chorreaba líquidos, tenía la vulva empapadísima, y gesticulaba como una mujerzuela en estado de transe. Lastimosamente para mi era obvio que lo estaba gozando como una loca. Se introducía 2, 3, y hasta 4 dedos a la vez, mientras con la otra mano se apretaba y fritaba el clítoris, bastante visible desde donde nos encontrábamos nosotros. Es un clítoris bastante grande, como el mío. Ahora se de quien lo heredé.

Mamá se masturbó por unos minutos, hasta que el primer malviviente se entró a la pista con la verga de fuera y se la ofreció. Y ella, ni lenta ni perezosa, engulló ese aparato. Pronto se le unieron otros, hasta formarse una cola larga de hombres calientes esperando su turno. Mamá se la chupaba hasta a 2 a la vez, mientras pajeaba a otros tantos. Mientras, más de 190 manos jugaban con sus senos, pellizcándolos, estrujándolos, apretándolos, estirándolos, o simplemente rozándolos con los dedos. Otras tantas manos hacían lo mismo con sus genitales.

Yo estaba desesperada, no sabía qué hacer. No sabía no lo que sentía. ¿Era rabia? Tenía ganas de tirármele encima a ella y gritarle en la cara lo puta y sucia mujerzuela que era. ¿Tristeza? También sentía un hondo pesar, por ella, por mí… por la gente pobre del mundo, ¿quién sabe? ¿O talvez era excitación? Mi vaginita ya estaba encharcada mirando eso. Ahora que lo pienso, creo que era todo eso en un confuso cocktail de sentimientos encontrados.

Antes de lo que yo creía, ya había un tipo montando a mamá, mientras esta berreaba y gemía como una perra siendo apaleada… ¡pero ni así dejaba el pene que tenía trabado en el hocico! El tipo le estaba dando durísimo, sus senos se mecían de arriba abajo, y por sus gritos parecía que la estaban matando. Yo me asusté tanto…

Uno tras otro pasaban lo hombres sucios esos sobre mi madre. Al principio los recibía y los aguantaba, participando junto a ellos en la violación colectiva de que era víctima. Pero después de los primero 6, ella ya no era más que un pedazo de carne al rojo vivo, en donde esos hijos de puta iban a meter sus vergas y a masturbarse a gusto. Y yo estaba hecha un mar de lágrimas, pero no podía dejar de ver esa escena. Mis amigos trataban de consolarme y confortarme, pero no podían.

Uno después del otro, todos pasaban para echar su inmunda esperma sobre su cara. Después de 35 minutos de haber iniciado la violación colectiva, su rostro y pecho estaba cubierto por una gruesa capa de espeso y viscoso semen, blanquecino o amarillento, depende de quien era su dueño. Tirada sobre el suelo boca arriba, recibiendo los empellones del infeliz de turno, apenas con la fuerza de gemir un poco, solo se sabía que era un ser humano el que se encontraba bajo esa asquerosidad porque tenía brazos y piernas. Y solo se sabía que ella estaba viva porque respiraba y escupía el semen que le caía entre los labios. Algunos de esos cerdos llegaron al colmo de orinarla. Se ponían sobre su cara y le ordenaban abrir la boca. Y ella, obediente y bien entrenada perra, lo hacía. Recibía los largos chorros dorados de esos subhumanos… y a veces la obligaban a tragarlo todo.

Después de casi una hora con treinta y cinco minutos, todo acabó. Los últimos rezagados se quedaron un rato mientras observaban como ella jugaba con el semen, lo chupaba y escupía, cómo jugaba con las ligas que salían de su boca, como sorbía miados del piso, como… bueno, como hacía las cosas según le ordenaban. Dos horas después ya había terminado totalmente todo.

Los asistentes salieron, menos nosotros, que nos quedamos de último porque yo no atinaba a moverme. Estaba como volando, sollozando calladamente, pero haciéndolo a mares. Irma y Tania se esforzaban en darme fuerzas, y reconfortarme. Erick estaba callado sin saber qué decir, mientras que Yoli lloraba a mi lado. Y yo solo podía ver a mi madre tirada en medio de la pista, llorando a mares, toda embadurnada de semen y empapada de miados sucios y malolientes, tapándose la cara con las manos e intentando escupir o vomitar toda la basura que tragó. Entonces llegó el que aparentemente era su proxeneta, y le dijo:

¡Rocío, Rocío! Deja ya de llorar amorcito y mejor mirá lo bien que te fue hoy… son 20 mil solitos para vos, y solo por esta orgía. Si me hicieras caso, y te metieras a esto de lleno, fácil sacarías como unos 60 mil… mínimo. No se consiguen meretrices que se atrevan a tanto en estos tiempos. Pero bueno, supongo que no vas a cambiar de opinión. Supongo que con este dinero podés pasar fácil el mes con tu familia. Hay otro "Gang Bang" en un mes y medio, en una finca cerca de San Lucas. Son otros 20 mil más si te animás niña. Bueno amorcito, yo tengo que ir a ver mi negocio. Vente a mi casa a lavarte como siempre hacés porque así no podés llegar a tu casa. Vámonos.

La vi salir con ese tipo, solo cubierta por una sábana que el le dio, todavía llorando a mares, y temblando, titiritando como si se muriera del frío… pero de ese frío horrible que da la soledad.

Después de esa palanganada de agua fría que recibí, cambié mi vida totalmente. Ya nunca más volví a gastar en cosas que no valieran la pena y me volví más humilde y amable. Mandé a la mierda a mi novio al día siguiente de eso, y me dediqué a tratar de ser la mejor hija del mundo. Nunca le dije que sabía lo que tenía que hacer por nosotros, pues no quería avergonzarla. Pero lo que si es cierto, es que ahora ella es mi orgullo y fuerza, y que yo me esfuerzo en ser el orgullo y fuerza de ella. Ya no puedo vivir como una niña malcriada… ya no más…

Fin

Gran Jaguar

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