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Amigas Íntimas (01)

en Lésbicos

Amigas Íntimas

01

La amistad es un don que debemos cuidar y apreciar, es lo que dicen. Y la verdad yo estoy de acuerdo, ¿qué sería de nuestras vidas si careciéramos de tan solo un amigo? Sería algo bastante triste, muy solitaria. En lo personal estoy feliz de tener buenos amigos, no demasiados, pero si muy buenos. Con ellos hablo, salgo a pasear, me divierto… y tengo sexo…

Si, así es, con ellos tengo sexo. Me educaron de una manera muy abierta con respecto al sexo, lo veo como algo maravilloso y normal, por lo que no se lo niego a mis seres más queridos. Nunca les negaré mi cuerpo a mis amigos y familia. Otro día les hablaré de esto con más detalle.

Tengo una amiga en especial, que ha compartido los momentos más felices de mi vida y los más difíciles también. Es una persona en quien siempre podré confiar y que sé que estará a mi lado toda la vida. Sobre ella les hablaré en este relato.

Pero primero creo que es conveniente que me presente. Mi nombre es Ana Lucía Lima, aunque mi verdadero nombre es Lucía Martínez, pero eso es tema de otra historia. Vivo en la ciudad de Belice, en el país del mismo nombre, junto a mi madre y a mi hermana Diana, que es 9 años mayor que yo. Soy Licenciada en Relaciones Internacionales (si, también en el extranjero he tenido sexo, je, je, je) y tengo una finca que mi papá me regaló y que administro con mi esposo. Mido 1.70, soy morena clara, de complexión delgada más o menos atlética; ojos verdes pálidos y cabello oscuro. Además soy medio bonita modestia aparte, nada fuera de este mundo pero de muy buen ver. Los detalles de mi vida los veremos en otras oportunidades.

Pues bien, vamos ahora con Cindy, mi amiga…

"Snif, snif…" escuché a alguien sollozar atrás de un árbol. Me encontraba en la playa, en espera de mis amigas pues íbamos a nadar un rato entre las tibias aguas del mar. Llegué temprano y ellos se atrasaron.

Caminé alrededor del árbol y me encontré con Cindy, una amiga mía. Los 2 teníamos 12 años y nos conocíamos desde hacía uno. Ella estaba llorando, con sus manitas cubriendo su hermosa cara. Me vio y se lanzó a mis brazos, enterrando el rostro entre mi hombro y poniéndose a llorar como una Magdalena.

Le pregunté que qué le pasaba pero ella no podía articular palabra, de verdad que estaba mal. Pasados unos 15 minutos, por fin me habló.

Mike me dejó Lucy… – Mike era su novio, me caía en los huevos… bueno, en los ovarios, porque no la trataba bien.

¿Por qué?

Porque regresó con su ex novia… me dijo que ella si le daba todo lo que el quería y que estaba más buena que yo… snif… – ¡qué hijo de puta!

¡Qué hijo de puta!

¡Si, es un hijo de puta!… ¡Y so si le daba lo que quería… lo que me pedía se lo daba!… Lucy… tuvimos sexo… ¡Buuaaaaa!

¿Te acostaste con el? Pero todavía estás muy chiquita…

Si pero yo lo quería… y ahora se me fue por otra…

No te pongás triste, no vale la pena llorar por ese hijo de puta… vas a ver que va a regresar suplicándote…

¡Lo mando a la mierda!

¡Lo tenés que mandar a la mierda!

Seguimos platicando. Yo traté de consolarla lo mejor que podía, quería se que sintiera un poco mejor. Al final logré sacarle la risa con un chiste tonto, pero ella todavía estaba triste.

No te preocupés, hay más tiempo que vida… vas a ver que te vas a encontrar a alguien que te quiera y que te respete mucho. Y mientras, pueeeeess… "mueve la batidora mami". – le dije y ella estalló en una carcajada; esa es una frase de una canción de reggae decadente un grupo panameño muy caliente que a mi no me gusta para nada.

Ese día mis amigas me dejaron plantado. Eran 3, y al final una de ellas quedó castigada en su casa por sus malas notas, otra se la llevó su papá a hacer unos mandados y no regresó a tiempo, y la tercera (que es una despistada) se le olvidó. Regresé a mi casa molesta por el tiempo perdido.

Al día siguiente Cindy apareció en la puerta de mi casa. Mamá la atendió y la sentó en una mesa del restaurante, un local colocado a la par de nuestra posada en donde servíamos mariscos, carnes y comida beliceña. Diana, mi hermana, subió para avisarme.

Lucy, te está esperando una amiguita… que de paso se va a poner bien buena… je, je, je, je, je… – me dijo con esa cancioncita y tono burlón.

Me puse roja y no recuerdo que le dije. Salí de mi cuarto y fui a donde ella, que se entretenía platicando con mi madre. Y Diana tenía razón, Cindy tenía solamente 12 años como yo, pero ya estaba bien buena. Senos pequeñitos, de niña de su edad, pero respingones, con una cinturita estrecha y unas nalguitas bien paraditas. Además su carita era como la de un ángel.

Hola… – la saludé.

Hola… – me dijo de regreso.

Mamá sonrió y se alejó de regreso a la cocina. Cindy se le quedó viendo a sus piernas, 2 hermosas columnas blancas, firmes y muy fuertes. Mi madre era una señora de 38 años muy bien conservada, poderosamente construida y dedicadamente tallada. Más de 1.75 de altura, era dueña de un poderoso y hermosísimo par de senos blancos y rosados, con los pezones más coloreados. Se las había operado años antes, por lo que de verdad eran inmensas. Y por si fuera poco le gustaba vestir sexy, con pantaloncillos cortos y blusas ceñidas, con un generoso escote. Y si no, con blusas holgadas pero sin sostén abajo, dejando pendular libremente sus bellísimas ubres. Y plus, carita de nena, piel blanca, ojos claros y cabello casi rubio, teñido.

Podía ver en la cara de mi amiga la profunda impresión que mi viejita adorada le había dejado. Incluso me pareció que le gustó de algún modo.

¿Qué estabas haciendo? – me preguntó.

Deberes… – soy una alumna aplicada – ¿y tú?

Nada, vagando por allí.

¿Y ya estás mejor?

Si, pero me duele un montón todavía… tengo ganas de llorar.

No, no… Cindy, no llorés por ese imbécil.

Pero es que me duele… ¿qué querés que haga?

No sé… pero vas a ver que con el tiempo se te irá olvidando.

Ojalá… mirá, ¿no querés salir a caminar un rato?

Vaya…

"¡Ya vengo!" le grité a mamá y salí de la casa. Caminos por un rato, hablábamos de distintas cosas, del colegio, amigos, de nuestras casas. Me confesó que en la suya nunca aceptaron su relación con Mike y que eran muy conservadores. Eso le molestaba a ella. Me habló de su colegio, ella estudia en uno distinto al mío, mixto los 2. También me confesó lo mal que se sentía por haber tenido sexo con el, no le gustó, de hecho le dolió mucho pero pensó que así debía ser. "La próxima vez voy a ser yo la que disfrute" me dijo muy enojada.

Platicamos por más o menos una hora. Pasamos a comprar un helado y luego regresamos a mi casa. Le dije que le iba a enseñar mi colección de piedras, pues tenía algunas bastante bonitas. Entramos por la posada, la atravesamos, mi casa queda al fondo en un ambiente completamente separado. Subimos las escaleras y llegamos a mi cuarto.

Cindy me dijo que mi colección era bonita, sobre todo algunos caracoles que tenía, de colores muy hermosos. Empezamos a juguetear. Resultó que, al igual que yo, ella era muy cosquilluda, y nos comenzamos a hacer cosquillas con los dedos. Eso es solo una excusa que utilizan los muchachos muy jóvenes, como nosotros en esa época, para tener contacto físico con el otro… aunque éramos muchachas, pero bueno…

Rápidamente sus risas y las mías inundaron mi habitación. Entonces hicimos contacto visual. De ese tipo de contacto en que nuestros ojos quedan uno frente al otro, atrapados por la magia y el encanto que emanan. Ese tipo de contacto en donde no podés voltear, por lo menos no tan rápido como hubiese querido, por lo que, siempre, siempre, viene después el enrojecimiento de las mejillas, las risitas tontas y la ansiedad por decir algo inteligente o, por lo menos, algo que nos saque de ese clavo. Lo peor que te puede pasar en esos embarazosos casos es quedarte callado, sin poder articular palabra alguna… y eso nos pasó.

Sonrojada, inquieta y avergonzada, Cindy se puso de pié y musitó (logró musitar) "ya me tengo que ir". Yo me paré y le musité (logré musitar) te acompaño a la puerta tan rojo y chiviado como ella estaba.

Saliendo del cuarto estábamos cuando, desde el cuarto de Diana, empezaron a venir unas risitas y gemiditos muy elocuentes. "¡Mierda! ¡Ahora no Diana!" me dije bien ahuevada, pero ya había captado la atención de Cindy. Ella, extremadamente curiosa, sintió un irresistible deseo de ver qué estaba pasando, pues eran 2 risas femeninas las que se oían.

Avanzó antes de que pudiera detenerla y entreabrió un poco la puerta del cuarto de mi hermana. Se quedó con la boca abierta, era ella, acostaba boca arriba con el miembro de su novio entre la boca y mi madre entre sus piernas, lamiéndole el sexo. No era una escena que yo no hubiese visto antes, o en la que yo nunca hubiese participado, pero Cindy casi se desmaya.

Se quedó con la boca abierta mirando como Diana saboreaba, con los ojos trabados en blanco y sonrisa sucia lujuriosa, el tieso pene de su novio que el deslizaba adentro de su boca golosa. Mientras, con una de sus manos acariciaba uno de sus senos, y con la otra la cabeza de mamá, que recorría de punta a punta la caliente y excitada pusa de mi hermana. Mi madre a su vez se sobaba su sexo, arrodillada sobre la cama, mostrándonos un primer plano de su depilado y brilloso coño, adornado con hermosas argollas de plata que salían de sus labios mayores y de su regordete clítoris. Creo que tenía su dedo pulgar metido entre el ano de Diana, pero por su posición no podía verlo.

Cindy estaba muda y estupefacta, jamás pensó que eso sería posible, ni siquiera en sus fantasías más oscuras y húmedas. La tomé de la mano antes de que pudiera ver más y me la llevé a mi cuarto. La senté en la cama y empecé a balbucear, tratando de darle una explicación. Pero, ¿cómo explicarle eso?

Cindy, mirá… mirá… mirá…

¡Tu mami y tu hermana estaban…!

Si, si, si… eso es lo que te quiero explicar…

¡Tu mami y tu hermana!

Si, si… así son ellas… o sea… mirá… oíme…

¿Tú también hacés esas cosas?

… ¡!… – me quedé fría y sin saber qué más decirle.

Bueno, terminé aceptando de que si, que yo también había participado en esas cosas, con mamá, con Diana, a veces con las 2 juntas. Cindy se quedó callada, no sabía qué pensar de mí. Se puso de pié y me preguntó que por dónde podía salir y que no la vieran. La saqué por la puerta de atrás. Mientras tanto Diana estaba berreando desesperadamente mientras mamá le decía una y otra vez "así mi putita… sos una buena putita… aguantalo… aguantalo…".

Pensé que nunca querría volverme a hablar, y, en efecto, se alejó mucho de mí. Quería buscarla y decirla algo, pero ¿qué? Además tenía derecho a no gustarle lo que hacemos en mi casa.

Un mes después salí a caminar con mi mamá. Fuimos por unas provisiones y luego regresamos caminando por una solitaria playa. La tarde ya estaba cayendo y el cielo estaba pintarrajeado por esas hermosas pinceladas del atardecer. Mamá iba con un vestido suave, floreado y alegre. Yo traía un pantalón de algodón blanco. Las dos mirábamos ese atardecer con impresionados de su belleza.

Mirá mija, ¡qué belleza!

Si, si… es hermoso…

¿Sabés qué sería hermoso también?

No, ¿qué?

Que me chuparas la cuca un ratito vida… – la petición de mamá me agarró por sorpresa.

¡Pero mamá!, ¿y si nos ven?

¡Si no hay nadie a nuestro alrededor! Vamos amor, dale… la cosita de mami está muy necesitada…

¡Tu cosita siempre anda necesitada! – le dije al tiempo que me arrodillaba frente a ella.

Mamá se levantó la falda y dejó expuesta su hermosa raja, de un rosado intenso. Todas las argollas que tenía allí han captado mi atención desde que las vi por primera vez. Se acercó a mí y dejó caer su falda sobre mi cabeza, vigilando que nadie nos viera. Buena centinela que es ella, pues a no menos de 20 metro, detrás de unos cocoteros, ¡Cindy nos estaba mirando!

Yo, ajena a esa vigilancia, me puse a degustar de los jugos de mi mamá. Lamía su raja por todo lo largo, metiendo hasta donde podía mi ansiosa lengua. Con un dedo me puse a acariciar su ano, al tiempo que capturaba entre mi boca su delicioso botoncito. Mamá empezó a gemir, ella es multiorgásmica, y le cuesta una nada llegar al clímax. Antes de darme yo cuenta, ya me encontraba bebiendo sus fluidos que caían a mares de sus genitales, mientras ella se estremecía del placer, pegando de sonoros gemidos y pujidos, antes de desplomarse sobre la cálida arena, toda sudorosa y aun mojada.

Lucy, sos la mejor… – me dijo jadeante.

Gracias mami. – le respondí con la cara brillante de sus líquidos íntimos.

Ahora te toca a ti…

Ya no mamá, nos van a ver…

¿No tenés ganas de que te la chupe aunque sea un ratito?

Si, pero… es que… mirá… vaya…

Mamá se arrodillo y me bajó el pantalón y el calzoncito. Sacó su lengua la llevó a mi entrepierna. ¡Ah, mamá es una maestra con su boca! ¡Cuántas veces no me ha transportado a otros mundos, montada en sus fauces! ¡Qué lengua, qué lengua!

Bajó por completo mi pantalón y calzón y separó mis carnosas nalgas, que, modestia aparte, están para comérselas. Empezó a hurgar entre mi ano y me introdujo uno de sus dedos, que sacaba y metía. Eso, más la cálida y suave sensación de su lengua sobre mi pequeño e inmaduro clítoris, me transportaban a otro mundo. Llegué al orgasmo y caí de bruces sobre la arena, ahogando mis gemidos y con ella aun aferrada a mi. Así estuvimos como por 10 minutos, casi berreando del inmenso e indescriptible placer que me prodigaba. Después nos fuimos, pero nunca me fijé que Cindy nos estuvo mirando.

Cindy me salió unos 200 metros más adelante, haciendo como que me la encontré por coincidencia caminando por la playa. La vi de lejos y, tímidamente, la saludé. Sorpresivamente ella me devolvió el saludo muy efusivamente. Se acercó a mí corriendo y me saludó con un buen abrazo. Ella estaba muy linda ese día. Se había hecho trenzas en todo el pelo, traía un bikini muy chiquito sin ser tanga. Sus pequeños pechos ya se empezaban a perfilar. Además era una niña muy bonita.

Como dije, no esperaba que me saludara con tal efusividad, ni tampoco que me invitara a caminar con ella. Le pedí permiso a mamá y me fui a su lado. Platicamos de varias cosas, hasta que finalmente salió el tema que yo temía.

Te vi haciendo cositas con tu mami.

… ¡¡¡¡!!!!…

¿Desde hace cuánto son así en tu casa?

… ¡!… – después de la sorpresa inicial, me rehice y le pude contestar – desde siempre creo yo.

¿Y a ti te gusta?

Pueeessss… si… ¿para qué lo voy a negar?

Pero, pero… es que eso no es normal…

Yo sé…

¿Entonces?

Mirá, tendría que contarte toda mi historia para que me comprendieras… pero solo te puedo decir que yo respeto la manera en que viven todas las personas, todas. Por supuesto, siempre y cuando no le hagan daño a otro ni a ellos mismos. No voy a aprobar que un hombre con SIDA se acueste con muchas mujeres sin tener cuidado de no contagiarlas, ellas no tienen la culpa de su enfermedad. Igual tampoco apruebo que una persona se drogue solo por gusto de hacerlo. Eso tarde o temprano lo llevará a la tumba cuando pudo haber hecho algo útil de su vida.

No digo que lo que hacemos en m casa sea bueno y así debiera ser todo, talvez deberíamos cambiar, talvez no. Lo cierto es que mi mamá y mi hermana siempre han estado allí para mi, y yo para ellas. Aunque me acueste con mamá o con Diana, la relación que tenemos no se va a morir, nos queremos y somos una familia y vamos a estar juntos siempre. Además, si ellas tienen sexo juntas, ¿a quién le importa? A nadie más le afecta, a nadie, ni a ellas… lo mismo conmigo. No espero que aprovés mi forma de vida, pero solo que me la respetés… yo respetaría la tuya.

Cindy se quedó pensativa, me miraba de pies a cabeza y al final me dijo "está bien, no me molesta, si podemos ser amigas". Y seguimos caminando platicando de todo un poco.

Desde ese día, Cindy Powell fue mi mejor amiga, la única a la que le había compartido mi secreto, la única. Ella me hablaba de sus cosas y yo de las mías. Nos volvimos casi en hermanas. Eventualmente, y con el tiempo, terminamos teniendo relaciones sexuales juntas, transformándonos en amantes ocasionales y sin separarnos nunca… nunca…

No sé como clasificar mi historia para publicarla. Tuve el impulso de ponerla como amor filial, o como… no sé, no sé. Les dije que he hecho de todo, así que no sé bien. Sin embargo prefiero que sea conocida como la historia de Lucy, "la Perrita", Lima y de la mujer de su vida.

 

Bueno, hasta aquí llegaré el día de hoy. Quisiera leer los comentarios que tengan sobre mi historia a mi correo electrónico. Gracias.

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