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El Cuarto Azul (1)

en Intercambios

El Cuarto Azul I

Hola amigos, otra vez soy Gloria de Gordillo, esta vez escribiéndoles desde la bella ciudad de Tapachula en México, a donde fuimos por 3 días con mi marido, solamente para relajarnos y alejarnos del trajín de la capital. Únicamente para eso, se los juro. Ustedes saben lo mucho que nos gusta coger con otras personas, Rubén y yo tenemos una relación bastante abierta… yo les abro las piernas a muchísimos hombres. Pero hay momentos en los que una pareja necesita de intimidad y de tiempo de calidad juntos, y para eso venimos. Rubén está haciendo la reservación en un lujoso restaurante para una velada romántica.

Pero saben algo… ¡estoy caliente! ¡Qué raro en mi! Lo que pasa es que la habitación está pintada de un color azul pálido, de tonos pastel, casi celeste, muy linda. Y esto me trae bellos recuerdos… muy calientes por cierto.

Resulta que en una habitación de este mismo color, en un pintoresco hotel de la Antigua Guatemala, hemos sostenido Rubén y yo, lo mejores y más calientes intercambios de nuestras vidas. Recuerdo en este momento a una pareja en especial, los Guzmán Struedkert. Esta era, y digo era porque ya están divorciados (por el idiota de Fredi), una joven pareja que conocimos en la red, en esos sitios de citas. Pues bien, los contactamos en uno de esos portales, especializado en centroamericanos.

Eran Alfredo Guzmán y Gissel Struedkert, de 29 y 21 años respectivamente. Una muy joven pareja, acomodada y con una vida fácil. Creo que eso es o único que me molestaba de ellos. No llevaban ni 5 años de casados y ya tenían todo lo que a mi marido le costó una vida en conseguir. Y lo tenían de regalado, no habían pagado por nada de esto. Fredi era un exitoso administrador, y Gissel había estudiado nutrición, pero lo había dejado por irse con su flamante esposo.

A Rubén y a mi nos encantaba esta pareja por varias razones. Eran muy agradables y parecían amarse mucho, algo que nos gusta a nosotros. El era educado, algo prepotente, pero muy respetuoso. Y ella era, lo que se llama, "un pan de Dios". Y en el sexo eran mejores todavía. Fredi, que era un deportista nato y muy vigoroso, le daba un inigualable espectáculo a mi marido tomándome como a un trapo, penetrándome… no, taladrándome como si fuera una perforadora industrial, aprovechando su bien desarrollado miembro (que debo aclarar no era ni es el más grande con que me ha tocado lidiar, solo era de respetables proporciones). Aunque por su inexperiencia no podía hacerme sentir lo que otros han hecho. Y Gissel, ella me encantaba para Rubén. Apenas 1.59 mt., delgadita y con cara de niña. Lo tenía todo en pequeño, pero muy bien puesto. Ojos celestes, pelo rubio liso y muy delgado, que llevaba siempre hasta los hombros, piel blanca y voz aguda y suave. ¡Hasta a mi me excitaba esa muchachita!

Recuerdo bien todos los encuentros que sostuvimos con esa pareja. Gissel y Rubén, Fredi y yo, Gissel y yo (si, también le hago a las mujeres, aunque no soy muy aficionada a las pusas como lo soy a las vergas). Y casi todos los vivimos en aquel lindo cuarto azul. Este se encontraba en una elegante y pintoresca posada de la Antigua Guatemala. Como nos hicimos amigos del encargado de, siempre nos reservaba esa habitación cuando íbamos a llegar. Allí intercambiamos parejas por primera vez, y allí tuve algunos de los mejores encuentros sexuales de mi vida. Voy a contarles uno.

Habíamos quedado pasar un fin de semana en el susodicho hotel. Era un sábado de mayo, hace como 4 años. Ese día, me entraron unas ganas horribles de salir a bailar, me picaban los pies, las caderas y… otras partes. Rubén no es muy bailarín, de hecho no baila ni la cucaracha, así que no hubo manera de sacarlo de la posada. Fredi en cambio me tomó la palabra desde el principio. Gissel iba medio enferma, así que declinó la invitación. Además la conversación con mi marido estaba muy interesante. Yo ya sabía que si los dejaba solo iban a terminar cogiendo, así que me empeñé en salir más todavía.

Llegué con Fredi a una disco de música latina, que me encanta bailar. Entramos y nos tiramos a la pista inmediatamente. Pasaban merengue y salsa rápida en esos momentos. Y rápidamente comenzamos a rodar como trompos en medio del salón. Fredi me apretaba mucho contra su cuerpo duro, y me hacía cada llegue con su bulto a mi necesitada entrepierna que me puso como una brasa rápidamente. Quería comerme a ese hombre pero ya.

Fuimos a una mesa, pedimos bebidas y nos pusimos a conversar. Hablamos acerca de los problemas existenciales de las lechugas y de otras cosas sin importancia, hasta que el, con semblante serio, pero pícaro a la vez, me preguntó:

¿Qué creés que estarán haciendo en el cuarto?

¿Y todavía lo dudás?

¿Será que ya están cogiendo?

Por supuesto que si. Conozco a mi esposo, y el no va a desperdiciar el tiempo con una muchacha tan hermosa como Gissel. Sos un hombre con mucha suerte Fredi.

Si, lo soy.- me respondió con un aire no muy convencido. Meses después me enteré de que el era un celoso compulsivo y que solamente intercambiaba pareja para poder coger con otras, y mostrar y presumir a su mujer, ¡estúpido!- Regresemos ya.- me dijo.

Mmmm… ¿Ya querés participar en la fiesta?

Si, ya.

Nos pusimos de pié, pagamos las bebidos y nos fuimos al hotel. Pero yo quería que me amontonara un poquito antes. Le fui coqueteando todo el camino de regreso. Me movía y me contoneaba, caminando frente a el. Resultaba bastante obvio lo que quería, pero el se hizo de rogar, eso me calentó un poco pues así era más emocionante.

Llevaba un vestido celeste floreado de tirantes y escote cuadrado, no dejaba ver gran cosa de mis bonitos senos, pero si los tallaba bien. La falda me llegaba hasta 2 dedos sobre la rodilla y no traía medias pues tengo bonitas piernas. Me gustaba como me tallaba las nalgas, en donde llevaba un calzón pequeño, pero no de hilo dental. Me sentía sexy, y sexy me comportaba.

Llegamos hasta las ruinas de un convento, y allí Fredi me arrinconó en la pared. Me plantó sus labios sobre los míos en un profundo y largo beso. Nuestras lenguas jugaron y se acariciaron mutuamente. Puso sus manos sobre mis caderas, y despacio comenzó a bajarlas. Me acarició las nalgas. Yo me pegué a el, y comencé a restregarme contra su pene, abultado bajó el pantalón kaki que traía. Con lentitud, comenzó a subirme el vestido…

Paró de repente y me tomó de la mano. Jalándome comenzó a caminar hacia el hotel. Yo me extrañé, y hasta me ofendía un poco al principio, pero luego vi que una radiopatrulla pasaba a nuestro lado. Le policía, uno de esos gordos y malencarados, nos volteó a ver con fastidio y mirada altiva. Quise sacarles el dedo y recordarle a su mamita, pero decidí que mejor me mantenía lejos de los problemas por esa noche.

Nos aguantamos hasta llegar al hotel. Subimos las escaleras y sigilosamente abrimos la puerta de la habitación. Entramos. Ya sabíamos lo que íbamos a encontrar. Mi marido estaba desnudo, sentado sobre una silla a la par de la mesita de noche. Sudaba copiosamente y respiraba con agitación. Obviamente acababa de tener una noche de mucho ejercicio. Gissel se hallaba arrodillada a sus pies, chupando enérgicamente la verga de mi esposo, hinchada y a punto de estallar. Su cabello dorado mojado por el sudor, y todo su cuerpo brilloso por lo mismo.

Espero no interrumpir…- dijo Fredi interrumpiendo. Yo quería seguir viendo lo que hacían.

¡Amor!…- dijo sobresaltada Gissel, soltando el miembro de mi marido y abriendo mucho los ojos.

No nena, no, seguí. No vayás a dejar a Rubén a medias… yo aquí me entretengo con Gloria.- y me abrazó, apretándome su bulto contra mi ingle.

"¡Si!" dije para mis adentros. Busqué los labios de Fredi y me fundí con el en un beso apasionado. Gissel y Rubén nos observaban. Mi marido, gentilmente como es el, empujó un poco la cabeza de la muchacha para que esta reanudara la chupada. Ella aceptó encantada, engullendo el falo aun rígido de el.

Fredi me empujó a la cama y me tiró en ella de un empujón. De reojo vi como mi marido sonreía socarronamente, a el le encanta que me cojan con rudeza, no lastimándome pero si con fuerza y dureza. Agarró mi falda y me la subió. Levanté los brazos y dejé que me sacara el vestido. De un jalón me quitó el calzoncito y yo terminé de quitarme el brasier. Me tenía desnuda a su total disposición. Y Rubén se excitaba más cada vez.

Fredi abrió su bragueta, y me la señaló. Obediente, me acerqué a ella y le saqué el pene, un respetable miembro de 18 cm. muy rígido y medianamente grueso. Lo tomé entre mis labios y le di un chupón largo y fuerte. Me lo metí hasta la garganta y allí comencé a succionar, jalando mi cabeza haciendo que mis labios se deslizaran por toda su superficie. Al llegar al la cabeza la chupé en círculos acariciándola con la lengua. Me separé y volví otra vez con la misma técnica. Lo repetí como unas 6 o 7 veces. Del otro lado, Gissel hacía otro tanto con Rubén, que sudaba la gota gorda mirándonos, esforzándose en retrasar el momento de su clímax, el 3ro de la noche para el según me dijo.

Luego de unos minutos con mis labios y lengua pegados a su pija, Fredi me separó. Tomó mi cabeza y me estampó un fuerte beso. Se terminó de desvestir besándome. Me puso boca arriba, con las caderas a justo a la orilla de la cama, de manera que mis abultadas nalgas quedaran en el aire. Apuntó su miembro a mi entrada, y me atravesó.

¡Ahhhhh! Es una sensación muy grande cuando una es penetrada violentamente por un pene salvajemente duro. Fredi me dio con todo lo que tenía. Agarrándome fuertemente de los muslos, el joven semental me taladraba como un energúmeno. Mis senos se balanceaban frenéticamente, mis nalgas temblaban y vibraban a cada embestida, que se escuchaba como un sonoro aplauso… podía sentir hasta sus bolas rebotar contra mis nalgas, no sé como no le dolían. Del otro lado Rubén ya no pudo aguantar verme empalada de esa manera, la que más le gustaba, y acabó gimiendo como un loco en la boquita tierna y delicada de Gissel. Esta lo recibió con deleite y lo saboreó antes de tragarlo. Fredi solo la miraba.

¿Quieren ver un truco?- preguntó Fredi.

…S… S-Si…- le respondí jadeante, intrigada por que sería el truquito.

Fredi se salió de mi interior, caminó hacia una esquina del cuarto, y llamó a su esposa.

Conejita… conejita, vení aquí con tu amo… vení como me gusta a mi… enseñale a Rubén y a Gloria lo bien educadita que estás.

Gissel volteó a ver de reojo a su esposo, que la esperaba con el pene mirando al techo, las manos en la cintura y una expresión de confianza y autoridad. Lo que hizo la pobre nos dejó impresionadísimos a mi esposo y a mí. Gissel dejó a Rubén y comenzó a avanzar en 4 patas, lentamente, contoneándose como gata en celo, hacia donde se encontraba su marido, que le extendía la mano como se le extiende a un perro. Era una delicia verla andar así. Ver su diminuto cuerpecito gateando, con sus pequeños, pero duros y muy bien puestos senos colgando, y su carita hambrienta de sexo (porque resultaba obvio que a ella también le gustaba el jueguito) me calentó más todavía, y hasta sentí que la chocha se me llenaba de jugos. Rubén se puso duro de inmediato de solo ver esa escena.

Gissel llegó con Fredi y tomó su pene arrodillándose a sus pies. No usó ni las manos, solo lo atrapó con la boca. le comenzó a dar un mamey de los buenos, y a mi me dio hambre también. Bajé de la cama y le dije "Mirá, yo también estoy bien educada" y comencé a gatear en el suelo, tan gatúbelamente como lo hizo Gissel, con la diferencia que a mi se me miraba más sensual y menos infantil, debido a la mayor cantidad de carnes que tengo. Mis senos colgaban libremente y se tambaleaban en un erótico vaivén, según el contoneo de mi cuerpo. Me sentía como una perra y me gustaba.

Llegué a la par de Gissel, y esta me convidó de su merienda. La chupé otra vez. Tampoco usé las manos. Fredi estaba rojo de la calentura. Volteé hacía Gissel y le di un beso en los labios, tan suave como tierno. Luego guié su cabeza para que lamiera ese pene, del lado opuesto al que yo estaba lamiendo. Un minuto después le estábamos dando un mamey entre las 2 a Fredi, cada una de un lado.

Fredi agarró del pelo a su mujer, y se la llevó a rastras a la cama. La acostó boca arriba y le abrió las piernas. Ella se dejó hacer mansamente. Luego me llamó con un ademán. Llegué gateando otra vez. Me puso de pié y me guió, tomándome de las caderas, hasta sentarme sobre la cara de su bellísima esposa. Gissel comenzó a lamer de inmediato. Mientras Fredi apuntaba su arma contra el rosado y delicado ducto de la chica, y lo atravesaba de un solo golpe.

Gissel gemía y gritaba gritos ahogados en mis fluidos vaginales, los que sorbía y se bebía. Yo estaba respirando agitadamente y gimiendo también, esperando la inminente llegada de un orgasmo. Y mi marido se masturbaba frenéticamente buscando su 4to orgasmo.

Fredi apaleó muy duro a Gissel, que varias veces le pidió que parara pero este la ignoró. Nosotros pensamos que era parte del juego, pero después en nuestra casa, concluimos que Fredi de verdad lastimó a Gissel. Pero en ese momento no importó, solo deseábamos desfogarnos.

Luego de un buen rato, Fredi me puso sobre Gissel, frente a frente. Yo la comencé a besar y a acariciar. Fredi entonces no penetró por turnos. Gissel recibía una embestida llena de violencia, y después yo. Y así nos fuimos la siguiente medio hora. Uno yo y uno ella, uno yo y uno ella. Nos arrancaba un gemido fuerte cada vez que nos penetraba. Rubén se paró de su asiento, y fue en busca de acción con nosotros. Puso su pene en medio de nuestras caras, y nosotras lo comenzamos a chupar. Yo lo mamaba, y Gissel le lamía las bolas. Estábamos que ya no podíamos con la calentura.

Después de un rato, Fredi me toma entre sus brazos y me levanta. Le indica a Rubén que se vuelva a sentar en la silla. Ya sabía qué quería hacer, por lo que me apresuré a sentar sobre el pene de mi esposo. Pero sentándome de culo, para que así Fredi me penetrara por el frente. En una penetración doble, siempre es mejor recibir el palo más suave por detrás.

Una vez firmemente sentada en el palo de mi esposo, Fredi me penetró con el suyo, y ambos hombres se comenzaron a mover. ¡Por Dios! ¡Qué sensación aquella! Estaba llena por ambos lados y todavía deseaba más. Gissel no se movió de la cama, y se comenzó a masturbar allí mismo. Mis 2 machos me dieron duro, descoordinadamente me penetraron una y otra vez, cada uno a ritmos distintos y con fuerza distinta.

Lo malo de toda revolcada es que no puede durar por siempre. Me estuvieron trabando así como por 10 minutos hasta que ambos dieron señales de cansancio. Me desempalaron y me pusieron sobre la silla sentada. Fueron por Gissel y la arrodillaron sobre el piso. Esto fue idea de Fredi, que nos quería mostrar otra de las gracias de su "Conejita". Otra vez Gissel se dejó hacer mansamente. Abrió la boca cuando vio que los 2 hombres se empezaban a masturbar. El primero en acabar fue mi marido, que derramó el contenido de sus testículos por 4ta vez, ahora dentro de la boquita de esa criatura preciosa. Gissel no se lo tragó, solo lo guardó en su paladar. Luego vino Fredi, cuya carga fue mucho mayor que la de mi marido, porque este era su 1er orgasmo. Prácticamente inundó la boca de su esposa, haciendo que derramara varios goterones. Los 2 hombres se desahogaron a gritos y gruñidos. Seguro que los vecinos nos oyeron… pero pela la verga.

Lo que no me esperaba fue ver a Gissel gatear hacia mí.

Ahora mi conejita, hacé ese otro truco que te enseñé con Gloria.

Gissel se fue gateando hasta la silla. Comenzó a acariciar mis senos y genitales. Luego se puso de pié, inclinó su cabeza, poniéndola por encima de la mía, abrió gentilmente mi boca, y dejó caer de la suya gruesas líneas de semen, que saboreé con deleite. Como dije antes, yo no esperaba esto, y me puso más caliente de lo que estaba. si nuestros machos creían que la noche había terminado… ¡Estaban muy equivocados!

Ese día no durmió nadie. Bueno, Rubén se dobló como a las 12, ya no daba para más el pobre. Gissel lo siguió 30 minutos después, quedando profundamente dormida entre sus brazos. Fredi y yo copulamos hasta las 3 a.m. me dio como se le dio la gana y me puso en todas las posiciones posibles. Y por más que gemí, gruñí y grité, no logré hacer que mi esposo se despertara, tenía ganas de 2 hombres a la vez otra vez. Al final quedé pegosteada de semen por todos lados, especialmente en la cara. Rubén se volvió loco la mañana siguiente al verme en ese estado. Le encantó.

Continuamos teniendo sexo con esa pareja en otras ocasiones. Más o menos durante medio año más, fecha en que Gissel llegó llorando a nuestra casa. Fredi la dejó por otra. Rubén y yo la recibimos y dejamos que se quedara con nosotros por un tiempo. Pero nunca más regresó con Fredi, a pesar de que este la buscó. Bien merecido se la tuvo ese cabrón. A Gissel la seguimos viendo, y todavía en el cuarto azul algunas veces. Pero esas historias se las contaré otro día, hasta la próxima.

Fin

Gran Jaguar

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