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Mi Vida junto a mi Hijo

en Amor filial

Mi Vida junto a mi Hijo

Hola, aquí les saluda Silvia Mayén otra vez. Algunos ya me conocen, si ya leyeron los relatos que mandé antes ("Hombre para Todas", "Mi Hijo Disfruta de Mí" y los de "El Semental de las Mayén"), si no, tal vez deseen leerlos después de este, les aseguro que no se van a arrepentir.

Como bien sabrán, la mujeres de mi familia mantenemos una relación de incesto con mi hijo Alberto José, que ahora tiene 20 años. A los 13 años decidimos entre todas, mis 3 hermanas y mi madre, convertirlo en nuestro hombre, con los privilegios y obligaciones de un marido normal de una mujer tradicional. Pero por supuesto, a sus 13 años no lo íbamos a poner a manejar la finca ni los negocios familiares, no, eso sería abusar del pobre niño, poniéndolo en un papel que todavía no puede desempeñar. Lo que hicimos fue empezar a prepararlo para esto. Desde sus 13 años comenzó a mantener relaciones sexuales (deliciosas por cierto) conmigo, con sus tías y con mi madre, a la par que lo entrenábamos para convertirse en el futuro señor de la casa. Y en la actualidad, el ya maneja todo lo relacionado con los negocios familiares, y somos sus amantes, esposas, novias, putas y hasta esclavas, dispuestas a todo con tal de satisfacer todos sus deseos.

Pero como les dije antes, estas historias las pueden leer en mis anteriores relatos. Por ahora solo quiero contestar algunas peticiones que me hicieron por correo electrónico, en donde me manifestaban el deseo de saber cómo es nuestra vida cotidiana.

Bueno, primero que nada, les contaré sobre nuestra casa. Vivimos en la ciudad de Xelajú, en Guatemala. Somos una familia que vive de la tierra. Nuestra casa es grande y amplia, con un jardín grande y repleto de flores, como muchas otras casas de pueblo. Beto duerme en el cuarto principal, donde dormían mi madre y mi padre. Ella le dijo que quería que durmiera allí, "así podrás concebir s tus hijos en donde yo concebí a los míos". Es una habitación grande y muy amplia, con baño propio. No tiene cama, el duerme dentro de una especie de aposento árabe, no sé cómo se llama. Lo vimos en una revista y nos gustó para el. Es un cómodo colchón sobre el suelo, con una larga cortina que cae del techo y que lo rodea por completo. Lo pusimos recientemente, después de que rompió su cama mientras nos cogía como un loco, a sus tías y a mí.

Nosotras dormimos en cuartos contiguos al principal, una por cuarto. Yo me quedé en dónde siempre, y mis hermanas Bertita, Blanqui y Rosario, y mi mamá, pasaron a ocupar los demás. No siempre dormimos en nuestras habitaciones, ya que por lo menos una noche a la semana la pasamos con Beto. El se da la grande con nosotras, nos coge como se le da la gana, como nos dejamos de todo de el.

Hablando en serio, a cualquier hombre le apetecería tener mujeres como nosotras. Somos blancas, sonrojadas, de cabello y ojos claros. Las 5 tenemos un cuerpazo de miedo. Chiches grandes, bien grandes, cintura estrecha y caderas amplias, con unas nalgas bien paradas y duritas. Diferimos en proporciones, estaturas y otros rasgos, pero no mucho. Y eso sí, todas somos unas calentonas, y a mi hijo no le cuesta nada hacernos hervir, y ponernos abiertas de piernas para darnos palo duro, que así es como nos gusta.

Recuerdo una vez cuando el tenía como 17 años. Me encontró leyendo en la cama, en mi cuarto, vestida con solo un camisón verde claro, semitransparente, que dejaba ver claramente mis 2 turgentes y hermosos senos rosados, tan firmes, descansar suavemente sobre la cama. Me había quedado cuidando a Ingrid, mi sobrinita de 11 años, que se hallaba enferma. Mi hermana Rosario, su madre, había salido de emergencia con Blanqui para ver a una hija de ella en el hospital, junto con mi hermana Bertita. Aparte de nosotras, solo estaba mi mamá.

Me vio con su mirada felina de adolescente excitado. Solo con verlo a los ojos sé lo que piensa, así de bien lo conozco. Rápidamente volteé la mirada hacia su pantalón, y pude notar su pene luchando por salirse de allí.

¿Si amor? – le pregunté cariñosamente. Por toda respuesta se me acercó y se sentó a mi lado en la cama. – ¿Necesitabas algo amor?

Si, a ti mamá.

Pero… tu primita está en la casa y… nos puede oír.

Ella está con la abuelita allá en el sitio.

Pero Beto…

Vení… – me dijo y me jaló del brazo poniéndome de pié. No me gusta la brusquedad en mi hijo antes del momento de copular, pues considero que el debe respetarme. Después de todo aun soy su madre.

Beto… – le dije con seriedad, mirándolo con ojos fríos de regaño.

¡Pero mama! ¡Es que… Tengo muchas ganas mami… – me contestó con voz de niño regañado.

Pero ya tuviste en la mañana… y mirá que me dite duro… ¿otra vez querés?

Si…

Pero Alberto José, la vida no es solo tener relaciones sexuales, no podés pasar montado encima de nosotras todo el santo día.

Pero es que es bien rico…

Si pero…

…y todas ustedes están tan hermosas… ¡A la, porfa mama! Solo una última vez hoy.

¿Última vez? Te acostás con tu abuelita cada vez que querés, Rosario se la pasa solo coqueándote y tu tía Bertita se deja hacer lo que se te da la gana… te estamos malcriando mucho Beto.

Si pero a ustedes les gusta. – respondió con la boca cargada de razón, a nosotras nos gusta… ¡nos encanta!

Puse cara de fastidio y dejé de discutir con el. Mi hijo comprendió y se me acercó. Rodeándome suavemente de la cintura, acercó mi suave cuerpo a su musculoso y duro tórax, y me estampó un sonoro beso. Lo correspondí, uniendo mi lengua con la suya, enredándola en una suave caricia fraterna. Siempre me pongo a pensar cuando estoy con el, que a ese mismo hombre que ahora dejo entrar en mi sexo, salió hace 20 años de allí mismo.

Le susurré suavemente al oído "suavecito amor, porfa", y el solo me sonreía. Sabía que en la mañana, antes de irse al colegio, me había dado muy duro, y aunque me gustó, la delicadeza es importante también en toda relación.

Me llevó poco a poco al cuarto, me acarició la espalda, pasando sus manos suavemente sobre mis nalgas. Rozaba discretamente los bordes de mis senos, apretujados contra su pecho. Ya era de noche, eran como las 8:30. Me amontonó contra la entrada de su cuarto, y a punto estaba de bajarme el camisón, cuando oímos llegar a mi madre y a Ingrid. Venían muy alegremente del sitio, luego de perseguir, atrapar y soltar, algunas luciérnagas.

Beto me soltó de inmediato, pues Ingrid no sabía nada de la relación incestuosa que todas teníamos con su primo. El se metió a su cuarto, y yo caminé hacia el baño para disimular. En nuestra casa hay 2 baños, afuera de los cuartos y al final del corredor. Cada uno de ellos cuanta solo con excusados. Hace como 2 años construimos en la casa, y pusimos otro, con regadera, así ya no tendríamos que bañarnos en la pila. Y cómo compramos la casa de al lado después, ahora hay como 6 baños y otras tantas regaderas.

¡Qué caliente estaba! Mi vulva se encontraba rebosante de fluidos, que esperaban reunirse con los de mi hijo, pero se tuvieron que quedar decepcionados. Salí de allí, y me dirigía a la cocina, una habitación muy amplia, llena de todo tipo de enseres y con un gigantesco refrigerador. Mama estaba allí y hablamos, me dijo algunas cosas, yo le dije otras, y nos despedimos al final. Ingrid ya se había ido a dormir y Alberto, supuestamente, también.

Todavía me quedé un rato más tomando agua, y limpiando algunos platos que quedaron sucios, para relajarme y que se me pasara el calor. Como a las 9:15 me fui a dormir. Entré a mi cuarto, apagué la luz y me metí entre las sábanas. Entonces, el característico sonido de una cama rechinando y de una mujer gimiendo llamó mi atención. ¡Esa mi mamá! De seguro se le fue a meter a mi hijo.

Me levanté molesta. Cuando Ingrid se quedaba tan sola no era prudente hacer eso. Primero que nada, siempre se levantaba por las noches para ir al baño, y si se asustaba por algo, buscaba meterse al cuarto de su abuela, y si no, al de alguna de sus tías, para dormirse allí. Además, mis otras sobrinas solo habían salido una rato en la noche, y no iban a llegar más tarde de las 10. Era muy imprudente que mi mamá hiciera eso. Además, Alberto José ya me había revolcado como se le dio la gana en la mañana, y estoy seguro que le pegó una buena amontonada a su prima Lesbia después de clases. Ese muchacho, había que cuidarlo porque se estaba volviendo muy caliente. Pero bueno, era adolescente…

Salí de mi cuarto y me dirigí al de mi madre, y efectivamente, no estaba allí. Entonces fui al de Beto y toqué la puerta. Luego traté de darle vuelta a la chapa y, ¡oh, sorpresa! se les olvidó echar llave. Al entrar encontré a mi madre en 4, con las manos puestas sobre la cabecera de la cama de Beto, con el detrás, hincándole su vergota entre su sexo.

¡Mamá! ¡Alberto José!

¡Mama!

¡Silvi!

¡¿Qué están haciendo?! ¡Ingrid acaba de irse a dormir y los pude oír!

Pero nena, más nos va a oír con el escándalo que hacés tú…

Si mama…

¡Nada de que "si mama…"! Y tú mamá, sabés que ya le tenemos que poner un freno a Beto.

Pero Silvi…

¡Solo cogiendo se la quiere pasar!

Pero para eso estamos Silvia, para el…

¡Si, pero no solo para eso!

Bajá la voz mamá.

Silvia, mirá, ya tengo 63 y dentro de poco ya no voy a aguantar mucho.

"Ya voy a hacerme más vieja y van a tener que sacarme en una canasta a asolearme afuera" esa era su excusa típica. Como buena abuelita, Yolanda Asensio viuda de Mayén, sabía que el trabajo de una abuela es malcriar a los vástagos de sus hijos. Ella siempre le hacía caso a Beto, siempre le decía que sí. Ella y Rosario eran las que más tenían sexo con el. Mamá nunca se le negaba. En cierta ocasión la encontré mamándole la paloma a Beto bajo la mesa, el de 14. El almorzaba muy tranquilamente como si nada estuviera pasando. "Es que también estaba almorzando" me explicó.

Tan entregada está a los caprichos de mi hijo, que desde el principio dejó de tener la autoridad de la que gozó toda su vida. Se suponía que íbamos a terminar de criar a Alberto, a hacerlo un hombre bien y responsable, como lo es ahora, pero ella era tan permeable, era tan sumisa a el, que simplemente no había manera de que lo disciplinara. Con el tiempo fue abandonando poco a poco el rol de cabeza del hogar, para convertirse en una especie de mujercita mansa para mi hijo. Rol que terminó de adoptar, aceptar y disfrutar. Simplemente se deja dominar por el, y ahora por el resto de sus hijas. Ese vacío que dejó, lo tuvimos que llenar Blanca y yo, que no obstante somos muy mansas y sumisas a Beto en la cama, fuera de ellas siempre fuimos su tía y su madre.

Me les quedé mirando furibunda con mis fríos ojos azules, que son muy fríos cuando estoy molesta. Beto se salió de su abuela, con la desilusión de ella, se acostó boca arriba sobre la cama y se me quedó mirando, con la típica cara de niño regañado. Su soberbio pene enrojecido miraba hacia el techo, palpitante, brillante. Mamá se sentó sobre la cama en dirección hacia la pared. Sus grandes senos colgaban libremente y se mecían suavemente al compás de su respiración acelerada. Son unos senos tan grandes… ella no puede casi ponerse blusas escotadas, pues por ellos, el escote crece una barbaridad. No hay manos en el mundo que puedan abarcar toda esa superficie de suave carne rosada, tierna, blanda, firme, coronada por un par de pezones bellos, rojizos en sus hijas, en ella ya de un tono cafesón por la edad.

Y como se podrán imaginar, me volví a calentar. Beto me dejó necesitada cuando aparecieron Ingrid y mama, y ahora otra vez mi cuquita me estaba haciendo señas.

Mama, no es para tanto.

Claro que sí…

No. Mirá, soy un buen estudiante, tengo buenas notas. No tengo problemas con nadie, me llevo bien con todo el mundo. La casa la cuido bien, para mi edad la cuido muy bien. – eso no daba cabida a las dudas – La finca va bien, este año espero sacar más que el año pasado, igual con la ferretería. Y hacer el amor con ustedes es tan delicioso y hermoso… no te podés enojar conmigo por querer estar siempre con ustedes. Eran 5, y a las 5 les gustaba que las tomara. Después con Lesbia, Marisol y Eleane, ella son muy calientes. Si no son ustedes, son ellas, y si no, soy yo el que tiene ganas. La verdad mamá, no es solo culpa mía. – en cierto sentido Beto tenía razón, el tenía que ser el hombre de sus 3 primas, de su abuela, de sus 3 tías y de su madre.

Mi mamá se puso de pié. Caminó felonamente hacia mí, con sus bellísimos ojos celestes encendidos. Contoneaba sus caderotas a cada paso, haciendo que la inercia meneara sus inmensos senos. Me sonreía lasciva, iba como una tigresa contra una inocente cervatilla. La cervatilla era yo.

Pegó sus pechos contra los míos, metidos bajo la delgada tela de mi camisón. Sentía sus pezones rozar los míos, sentía su respiración acelerándose junto a la mía. Llevó su mano a mi cara y acarició mi mejilla y mi dorado cabello. ¡Era astuta la condenada! Sabía perfectamente que verla moverse de esa manera y, sobre todo, que pegara sus bellísimos senos contra los míos, me ponían súper caliente. ¿Se imaginan a su madre actuar como una hembra en celo? Y más aun, ¿se la imaginan hacerlo para ustedes, para calentarlos?

"¡Mamá!… no…" le dije haciéndome la enojada todavía. Pero la verdad era que me había vuelto a excitar, Beto me dejó necesitada. Además, los avances de mi madre no me fueron indiferentes, no, ella me dejó prendada de su belleza desde aquella primera vez que nos acostamos practicando para cuando fuéramos parte del harem de mi hijo. Su desnudes me pone como una brasa de verdad. ¡Y por si fuera poco, mi hijo todavía tenía la verga parada, rígida y mirando al cielo! Como ya sabrán, el mide 1.90, es muy musculoso por tanto ejercicio, velludo como un oso, rubio y de ojos celestes… ¡Mi hijo está bien bueno! Así, solo la Madre Teresa se hubiese aguantado.

Mamá me besó profundo, metiendo su lengua entre mi boca, acariciando la mía, al tiempo que se movía y restregaba sus chichotas contra las mías. Esas dulces caricias surtieron efecto inmediato sobre mí, pues antes de darme cuenta, yo también me estaba restregando contra ella. Pasó sus manos alrededor de mi cuello. Yo soy más alta, le saco como 7 centímetros. La abracé por la espalda, y poco a poco bajé mis manos hasta sus carnosas nalgas. Las comencé a acariciar, a sobar, a apretar y a estrujar. Cómo me gustan ese par de nalgas, suculentas.

Poco a poco fuimos avanzando hacia la cama. Beto se manipulaba su pene, sobándoselo para darse placer. Mamá me despojó del camisón y yo me deshice del calzoncito, y me dispuse a darle una buena mamada a mi hijo. Gateé hasta su ingle, y engullí su falo sin meter las manos. Mamá se acostó a la par de el, ofreciéndole una chiche a su boca golosa. Las Mayén somos muy aficionadas a que nos chupen los pezones, tenemos todas senos tan grandes y tan sensibles, que siempre lo disfrutamos intensamente.

Por mi parte, pasaba mi lengua sobre su glande rojo, después de correr su prepucio (mi bebé no está circuncidado) y me entretenía chupándolo. También bajaba la boca para lamerle los testículos. Son grandes, y mi boca no mucho, por lo que no me los metía entre ella, más bien los besaba y los chupaba. A Beto eso le gusta mucho eso. Mientras, el estaba prendido al pezón maternal de su abuela, chupándolo y succionándolo al tiempo que le metía los dedos entre el sexo, introduciéndolos y jugando con su vagina. Ella jadeaba, suspiraba y gemía.

Después de un ratito, mamá bajó a mi altura, y se puso a lamerle las bolas a mi hijo mientras yo seguía con la felación. Agarró uno de mis senos y lo comenzó a restregar contra los suyos, lo que aumentó nuestra excitación. Pronto ya había entrelazado sus piernas con las mías, meneándose de tal manera, que buscaba que nuestros sexos se juntaran y se rozaran. Esa es una maniobra lesbiana muy, pero muy, sabrosa.

Alberto tenía los ojos en blanco, se dejaba hacer por las amorosas bocas y lenguas de su madre y de su abuela. Y casi se desmaya cuando mamá y yo empezamos una chupada simultánea, en donde tomábamos el glande cabezón de mi bebé y lo chupábamos al mismo tiempo, yo por la izquierda y ella por la derecha, mientras acariciábamos y masajeábamos sus huevos con suavidad y muchísima ternura.

Mis genitales se encontraban inundados de líquidos, y los de mamá también. A sus 63 seguía siendo una mujer ardiente. Bueno, se volvió, porque mientras estuvo casada con mi padre, siempre fue la típica mujer remilgada e inhibida, incapaz de gozar de su sexualidad porque era pecado, "¡Uy no, qué va a pensar la sociedad si tengo un orgasmo! ¡Qué soy una puta!". Pasó todo su matrimonio así de frustrada, triste y con un sentimiento de abandono gigantesco. Yo también. Mi marido nunca me apreció, y en el momento menos pensado se largó con una gran puta, llevándose a mi hija Silvia con el. A los 18 me casé, y a los 19 ya estaba abandonada. Ahora soy una mujer de 40 años muy caliente y sensual. Tenía 37 años ese día en que cogía con Beto y con mi madre.

¡Que alguien se monte sobre mi pipí! – nos pidió mi hijo. Mamá y yo nos íbamos a incorporar para complacerlos, pero solo una podía ensartarse ese pene.

Mija, yo ya estaba aquí para cuando tu llegaste.

Pero el y yo íbamos a coger desde antes, pero nos interrumpieron tu e Ingrid.

Pues te vieras encerrado con el, ahora me toca a mí.

¡Babosadas! Yo soy la mamá y voy primero.

Pero yo soy tu madre…

Eso no tiene nada que ver aquí.

… y ya estoy poniéndome viejita…

¡No me salgás con eso mama!

Betito, ¿a quién querés de primero nene?

¡Yo no me meto!

Como no te conviene, ¿verdad?

Claro que no me conviene mama, no hay manera de hacer una elección correcta aquí. Arréglense ustedes.

Bueno, no me voy a alargar más en esa discusión. Solo les diré que mi mamá lo cabalgó de primero. Se miraba tan necesitada que el corazón no me permitió decirle que no. Y también influyó que me haya prometido chuparme todo lo que yo quisiera a la mañana siguiente…

Se puso de pié sobre la cama, y bajó lentamente sobre el inmenso falo de mi bebé. A pesar de sus dimensiones, entró suavemente por la cálida raja de mi madre, rebosante de lubricación. De todas maneras le costó un poco, y le sacó suspiros y quedos gemidos mientras iba bajando. Una vez ensartada, comenzó a mover las caderas en un movimiento circular, simultáneamente que subía y se dejaba caer. Por mi parte, la abracé por detrás y le acariciaba los senos, además de masajearle la vulva tratando de meter mis dedos entre esta y el pene de mi hijo.

Se preguntará como aprendimos a ser buenas amanes, porque modestia aparte, somos muy buenas en la cama. Lo que pasa es que una de mis hermanas, Berta, se casó con un canadiense degenerado que la abusó hasta hartarse. Le hacía de todo (sado, humillaciones, la golpeaba, la manoseaba y violaba frente a sus conocidos), la alquilaba a sus mejores amigos y la utilizaba solo como un instrumento de placer, como una cosa bonita con la que se podía masturbar. Pues bien, ella nos enseñó algunas de las cosas que tuvo que aprender a hacer para satisfacer al desgraciado de Jean-Pierre.

Pues bien, mamá se ensartó la verga de mi hijo por unos 10 minutos. Tuvo un orgasmos sobre ese mástil, con mis dedos sobre su clítoris y el pene de mi bebé entre su vagina. Casi todas las Mayén somos multiorgásmicas también.

Luego vino mi turno. Me acosté boca arriba sobre la cama, con la cabeza en dirección opuesta a la cabecera. Beto apuntó su fiera arma a la entrada indefensa de mi pobre vaginita (pobrecita) y atacó sin piedad, como a mi me gusta. "Suave bebé" le dije quedamente. "Si mamí" me respondió tiernamente, mientras me daba una beso.

¡Qué delicioso tormento y que noble suplicio estar empalada por mi hijo! Yo lo recibí con las piernas abiertas, rodeándole la cintura. El me sujetaba de las caderas y dejaba ir potentes golpes de sus caderas, que se estrellaban contra las mías estremeciéndome toda. Mis senos grandes rebotaban de un lugar a otro, el sudor cubría mi rosada piel. Mis ojos entrecerrados, mi boca abierta jadeante, mi rostro enrojecido, y mi alma volando en el sabroso vaivén que había entre cada embestida.

Mamá se encontraba detrás de Alberto, lamiéndole la espalda, acariciándole las nalgas, 2 turgentes protuberancias de carne, redondas, duritas y muy grandes. Mi hijo tenía todo un culazo. Pronto, sentí la presencia de mamá sobre mi cabeza. Abrí los ojos y la vi descender con los labios mayores abiertos, y posándose sobre mi boca. La abrí automáticamente y saqué mi lengua para lamerle el sexo como a ella le gusta. "Te quiero bebé" dijo mamá, no a Beto, sino a mí. Soy la más joven de sus hijas, y por lo tanto siempre seré su bebé.

Mamá se restregaba sobre mí cara, como tantas otras veces había hecho, y ha seguido haciendo, llenándome de sus jugos, que yo lamía y tragaba ávidamente. Pasaba mi lengua entre su raja, intentando meterla todo lo que pudiera y al sacarla, la pasaba sobre su clítoris. Ella lo ofrecía sus senos a mi hijo, que los chupaba glotonamente mientras me seguía cogiendo elevando mis caderas con sus manos, con mis piernas enredadas en su cintura. Y justo en ese momento, la puerta se abrió y los ojitos azules rasgados de Ingrid aparecieron frente a nosotros, abiertos desmesuradamente y con gesto de espanto.

Me pongo en el lugar de mi sobrina. Imagínense: entro al cuarto de mi primo, en el que anteriormente dormía mi abuela con mi abuelo, y lo encuentro cogiéndose vigorosamente a mi tía, su madre… ¡su madre!, levantándole las caderas del culo, mientras que ella lo rodeaba con sus piernas pidiendo más, al mismo tiempo que mi abuela… ¡mi abuela! le daba las chiches a mi primo, que se las chupaba como loco, mientras mi ella se restregaba la vulva contra la cara mi tía, que la recibía ¡con la boca abierta y sacando la lengua! No se ustedes amigos lectores, pero ¡yo me hubiera cagado en el lugar de Ingrid!

"¡¿QUÉ ESTÁN HACIENDO?!" nos gritó escandalizada. Alberto se salió de mí y se calló de la cama. Mamá se levantó de mi cara y se fue a esconder al baño cubriéndose inútilmente los senos con los brazos. Y yo me quedé sobre la cama, con cara de tonta, sin saber donde enterrar la cara, cubriéndome también inútilmente los senos con los brazos, y con la cara toda brillosa por los abundantes jugos de la abuela.

Pero bueno, eso ya es parte de otra historia que les voy a contar, de cómo Ingrid se convirtió en amante de Beto. Pero no fue ese día, no. Alberto y ella se acostaron por primera vez 3 años después, en una ceremonia familiar en que participamos todas. No obstante, Rosario se puso furiosa cuando le contamos que su hijita de 11 años nos había encontrado a los 3 en la cama, en poses indecentes. Nos dijo de todo, se puso histérica. Pasamos como 3 meses hablando con la niña, para explicarle lo que estábamos haciendo, y por qué lo hacíamos, hasta que creímos que ya estaba arreglado. Pero cómo les dije, esa es historia para otro relato…

Mejor les sigo contando de nuestras vidas. Alberto es amante de su abuela, de su tía Blanca y de sus hijas Beatriz, Lesbia y Marisol; es amante de su tía Berta y de sus hijas Jeannette, Linda y Eleane; de su tía Rosario y de su hija Ingrid; y de mí y de su hermana mayor, Silvia. También es el amante de las 2 hermanas de mi mamá, mis tías Carmen Maritza y María Beatriz, y de algunas de sus hijas y nietas. Y el es capaz de cuidarlas a todas y de satisfacerlas. El título de los relatos de "El Semental de las Mayén" no es solo por coincidencia, je, je, je…

Es estudia ahora Ingeniería en Agronomía, y pretende meterse a Ingeniero Forestal también, ojalá que aguante mi bebé. El es un muy buen estudiante. Mi papá nos dejó una gran finca cafetalera, que cómo no sabíamos cuidar, se fue perdiendo poco a poco, pero Beto la levantó y ahora sacamos mucho café de allí. También puso una posada, muy bonita, de estilo colonial, que los turistas gustan mucho, con un café muy bonito, de estilo romántico e íntimo con música en vivo las noches de los fines de semana. Nosotras nos encargamos de la posada y de la cafetería.

También tenemos un terreno grandísimo que mi tía Maritza le quitó al infeliz de su ex marido en su divorcio, y que mi hijo alquiló al padre y amigos de un buen amigo suyo de la universidad, para tener ganado. Una parte de esa finca se la dio, en alquiler también, a una ONG (Organización No Gubernamental) para no sé qué estudio.

Bueno, no se qué más les pudo decir de mi vida junto a mi hijo, "El Semental de las Mayén". Creo que ya todo lo principal está dicho. Otras cosas podrán saberlas si continúan leyendo las historias que les mando. Aunque, talvez estén interesados en escuchar un poco sobre los gustos sexuales de mi bebé. ¿Será que eso les interesa picarones?

Beto es muy viril y tiene una resistencia de caballo. Es muy cariñoso y tierno, siempre está velando por que sus mujeres estén bien, porque no les falte nada. Es muy buen amigo también, muy fiel. Y sus amigas lo adoran, porque aparte de ser guapísimo, es muy respetuoso y amable con ellas. Es el hijo político que toda madre quisiera tener.

En la cama es un tigre, muy resistente como dije. Su descomunal falo nos llena a todas, y alcanza para todas, y sus testículos, grades también, producen cubetazas de cubetazas de semen. cada eyaculación suyas son torrentes de su dulce y suave leche. Sus gustos dependen de nosotras en gran medida. Por ejemplo, con su tía Bertita y con su abuelita, el se porta muy dominante, a la vez que cariñoso y tierno, pues a ellas les gusta que las dominen, que las trate como putas. Con Blanqui es más respetuoso, y más cariñoso y tierno, pues ella tiene una manera de hacer el amor muy romántica y tierna. Con Rosario es pícaro y juguetón, porque su tía es pícara y juguetona, además de muy caliente y traviesa; junto a Rosario el ensaya cosas nuevas que sus amigos le han hablado o que acababa de imaginar. Conmigo, el es muy tierno, y se porta como un niño. En realidad se porta como un niño con todas, porque somos muy maternales, pero conmigo más. Pasa sobre mí, desfogando sus impulsos y deseos con fuerza, pero muy tiernamente. Nos da palo duro a todas, pero en diferente forma. Con Ingrid es paternal, la cela bastante. Con sus otras primas, depende de ellas.

Lo que si le encanta a mi hijo son las felaciones profundas que Rosario le da, casi la única capaz de engullir hasta el fondo esa tranca. Le encanta también la mansedumbre de su abuela y de su tía Berta, que se dejan hacer de todo por el. Le encanta amarrarnos, y a nosotras que nos amarre. Es una sensación de dependencia total, de ser obligadas, de sumisión total, muy estimulante.

Recuerdo una vez, hice una apuesta con mi hijo y perdí, así que pasé amarrada en su cama todo un día. Tendría 38 en esos momentos. Solo llegaba a coger, hincándome la verga sin contemplaciones hasta terminar. Yo me mantuve mojada casi todo el día, me excitaba tanto estar en esa posición. Blanqui llegaba a darme de comer, y a comerme a mí. Ella también se dio la grande porque también había ganado la apuesta.

Comí y tragué semen todo el día, quedé embadurnada, llena de fluidos y de semen, en mi cara, senos y vagina. Me tomó en todas las posiciones que se le dio la gana, y yo sin poder (ni querer) defenderme. Me encontraba atada de pies a un palo que los mantenía separados, y de manos a mi espalda. Un mes después, supe que estaba embarazada… esa también es una historia que les contaré.

Con respecto a los embarazos seré breve. Mi hermana Rosario fue la primera. Ella se moría por otro niño, como solo pudo tener a Ingrid. A pesar de que habíamos acordado tener mucho cuidado para que eso no ocurriera, pues mi nene no podía hacerse cargo de una bebé, ella se las arregló para embarazarse de Beto, a sus 39 y a los 16 de el. Casi me muero, y casi la mato. Luego me ocurrió a mí, pues ese día estábamos tan calientes que no nos cuidamos. Solo con mi madre y sus hermanas lo hace sin condón, pues ellas ya han pasado la menopausia. Todas las demás somos fértiles, con el agravante que las mujeres Mayén parecemos cuyos.

Después, le pasaría a mi hija, y a otras, pero esas historias se las contaré luego.

Bueno amigos, ahora tengo que despedirme. Espero que les haya gustado. Y como siempre, les recuerdo, creerme o no, no es problema mío. Se cuidan y hasta la próxima.

Gran Jaguar

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El Semental de las Mayén (01)

Juanita de la Bodega

La Marrana

Mi Hijo Disfruta de mi

Hombre para Todas

El Sacrificio de mi Mamá

La Caperucita Roja y el Lobo Feroz

Abnegada Esposa, Madre y Puta (II)

Abnegada Esposa, Madre y Puta (I)

Mi Perrita Faldera

Feliz Cumpleaños

La Caperucita Roja (01: y el Viejo Verde)

Aprendiendo a Portarse Mal

Milo, el Empalador - La Bruja de Druesselshare 03

Milo, el Empalador - La Bruja de Druesselshare 02

Milo, el Empalador - La Bruja de Druesselshare 01

Un Niño Panameño

La Clínica del Hipnotizador