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Aprendiendo a Portarse Mal

en Sexo con maduras

Aprendiendo a Portarse Mal

Maribel Soria era una señora divorciada, a la que la vida la había tratado muy mal. A sus 38 años estaba totalmente sola en el mundo, a no ser por su familia que no miraba muy seguido. Ella se casó joven, a lo 19 años con Víctor, su novio de toda la vida, que rápidamente dejó de ser aquel joven dulce y tierno con ella. No daré muchas vueltas hablando de cómo fue su matrimonio, solo diré que hacia 2 años el la había abandonado por otra, pidiéndole el divorcio.

Sus hijos la culparon a ella y, cada uno a su manera, la abandonaron, dejando a la señora más sola que un perro callejero. Su ex-marido los había convencido que ella no lo comprendía ni lo satisfacía en sus necesidades, lo cual no estaba muy lejos de ser verdad. Maribel era una mujer muy conservadora y reprimida. Además, dado su carácter muy tímido, nunca se había atrevido a experimentar cosas nuevas.

Cierto sábado, quedó de desayunar con una amiga del colegio. Ella acababa de regresar del extranjero y la llamó para platicar un rato, recordar viejos tiempos. Raquel se llamaba. Ella era diferente a Maribel, pues se trataba de una mujer liberada e independiente. Cuando vio las condiciones en que se encontraba su amiga, se molestó mucho. Y se puso para balazos cuando le contó cómo Víctor la había separado de sus hijos.

¡¿Pero cómo te dejaste hacer todo eso mujer?!

¿Y qué iba poder hacer yo si…

¡Defenderte de ese imbécil!

Pero si era mi marido.

Mirá, yo también estoy divorciada. Pero fueron por razones diferentes. El y yo simplemente no congeniábamos. Pero jamás me irrespetó porque yo nunca lo dejé. Nuestra relación se basaba en el respeto y la amistad. El aún me sigue respetando y seguimos siendo amigos.

Si pero…

Pero nada mujer. Víctor te usó todo lo que quiso y después te dejó por una perra que le paraba la cola ante cualquier insinuación de ese imbécil. Y los ingratos de tus hijos… infelices.

¡No les digás así!

Pero si es verdad y vos lo sabés.

Raquel mejor cambió de tema, antes de provocar un pleito con su amiga, que defendía vehementemente a los vagos malagradecidos de sus hijos. Hablaron de otras cosas, comentarios intrascendentes que no vale la pena mencionar. Hasta que Raquel, muy pícaramente, le preguntó a Maribel si no había nadie que le moviera el tapete. Ella respondió que no, que nadie la atraía, pero que su jefe la acosaba. Raquel le hizo habla de el, y Maribel le contó todo.

¿Qué hago con él Raquel?

Pues… te podés arreglar un poquito, ponerte la ropa más sexy que tengás… y salir a cazar un buen holandés.

En serio Raquel, ¿cómo me lo quito de encima?

¿Y para qué te lo querés quitar de encima? Estás libre ahora y no tenés que darle cuentas a nadie. Además, vos misma decís que te aburrís aquí sola en tu casa y que quisieras tener a alguien.

Pero es que ese señor lo único que desea es una aventura y yo no soy así. Soy una mujer decente…

Decente pero sola y triste.

…,…- ese comentario hirió a Maribel que guardó silencio.

De verdad Mari, estás muy sola y salir con alguien, aunque sea solo en una aventura, te haría bien. Además, ¿a quién le estás siendo fiel todavía? Tu marido te dejó por otra y te quitó a tus hijos. Empezá a rehacerte Mari.

Ya te dije que yo soy decente…

Si, pero la decencia no te quita lo sola y triste…

…,…

Además Maribel, ¿quién te va a decir algo por una aventura? Víctor ya no cuenta, y tus hijos ni están para verte… ¿qué podés perder? Mirá que te lo dice una mujer muy experimentada.- le dijo con una sonrisa pícara- Aquí donde mirás estas cosas,- tomándose con las manos sus pechos, restregándoselos en un además erótico- han pasado muchos hombres, además de mi ex, que han quedado más que satisfechos con ellos.

¡Raquel!

¿Qué? De qué te preocupás. Te aseguro que cualquier cosa que vos hagás, la mayor parte de los que te rodean ya lo han hecho y pero. No tenés nada que perder. Además, según me decís, ese señor es respetuosos, a pesar de sus constantes intentos. Y según me lo describís, está muy bien. No tenés nada que perder. Y su esposa… ella seguramente está bien consolada con otro en Ámsterdam. Así es allá.

Después de darle algunas vueltas más al tema, Raquel se despidió, pues tenía un almuerzo en casa de sus padres. Se levantó y se dirigió hacia fuera, pero antes de salir, volteó a ver a su amiga y le dijo "Aprendé a portarte mal de una vez por todas, te va a gustar", y se fue.

Maribel se quedó pensando en todo lo que le había. Por mucho que le doliera, ella tenía que darle la razón en casi todo lo que le dijo. Además, salir con un señor no tenía nada de malo, ella no haría nada malo. Y si lo hiciera, nadie podía decirle nada, pues todos a su alrededor, tal y como dijo Raquel, eran peores. Recordando la frustración que fue su matrimonio, se llenó de rabia, se puso de pié del sofá, se dio la vuelta enérgicamente y se dirigió a su recamara decididamente… y se tiró sobre su cama y se puso a llorar. Así era ella, qué le iba a hacer.

Ring, ring, ring, el teléfono sonó unos minutos después. Limpiándose la cara, la señora contestó. Era Japp Staimer. Necesitaba unos papeles urgentes para el lunes. Pero por supuesto que no era solo para esto que la llamó.

Señooora bonita… su cara es duuuulzura…- cantó en cuanto ella le contestó.

Buenos días señor Staimer.

Buenos días señora hermosa, ¿cómo está?

Bien, bien señor…

Señora bella, ¿cuándo aceptará mi invitación para ir a comer?- le dijo el holandés, chapuceando el español.

Señor Staimer… usted está casado…

Mi esposa está en Ámsterdam y yo estoy aquí… muuuuy solito… pobrecito yo… ¿no quisiera su gran corazón consolarme?

¡Por favor señor! Respete a su mujer…

Si la respeto… le prometí que solo me iba a meter con mujeres de buen nivel, bellas e inteligentes.

P-pero… es que…- hay personas cuyas ocurrencias siempre nos dejan sin qué decir- ¿Cómo puede ser eso?

En este país las cosas son tan distintas al mío. Diferencias culturales supongo yo… ¿no quiere realizar un intercambio cultural conmigo?

¡Señor por favor!

No se ofenda Maribel, mis intenciones son "muuuuy buenas", je, je, je. Mire, pasando a asuntos mas aburridos, necesito urgentemente que me traiga el lunes los documentos del sobre marrón por favor.

¿Cómo no señor?- respondió Maribel, y sin saber por qué agregó:- ¿Solamente?- ella sabía perfectamente que eso no era solamente, pero por una extraña razón ella deseaba escuchar algo más.

Pues… si y no…

…,…- ella se quedó escuchando por el teléfono.

Si, porque eso lo único que le quería pedir para el lunes… y no… porque eso no es lo único que le quiero pedir para hoy… ni para el lunes…

¿Y qué me quiere pedir para hoy?- respondió Maribel, siguiéndole el juego a su jefe. Ella se sorprendió, pues jamás se lo había seguido, y no sabía bien por qué lo hacía.

Pueeeees… un almuerzo por allí… y, ¿quién sabe?… tal vez otra cosita por allá…

¿A qué hora pasa por mi?- le preguntó a quemarropa. Staimer se sorprendió, ella también.

Aaaamm… ¿en cuánto estará lista?

Deme 2 horas.

Muy bien Maribel.- ella le dio la dirección de su casa y colgaron.

La señora se quedó sentada pensando en lo que había hecho. Prácticamente le había dado autorización para hacer de todo con ella. Pero ella no era así. Por un momento pensó en llamar de vuelta a Staimer y decirle que siempre no, pero algo la detuvo. "Aprende a portarte mal" le dijo Raquel. Ella quería portarse mal, saber qué se siente ser el objeto del deseo de alguien.

Se puso de pié, y como una autómata procedió a despojarse de su ropa. Se dio una baños rápido. Al salir, se quedó frente al espejo de cuerpo entero de su recamara, desnuda. Se preguntaba si ella era capaz de despertar la lujuria en alguien. Y vaya si lo era. Después del divorcio bajó mucho de peso por los problemas que se le vinieron, quedándose delgada, pero con la talla que tiene una hembra madura y bien proporcionada. Su cabello, negro intenso, apenas si tenía asomos de canas, al igual que arrugas en su cara. Rasgos finos y ojos negros, bellos. Sobre su pecho descansaba lo mejor de su anatomía, 2 hermosísimos senos, coronados con un oscuro pezón que invitaba a chuparlo. Grandes y firmes, el paso de los años no habían podido hacerlos caer. Impresionantes. Un abdomen plano, pero un poco blando. Y por detrás, un lindo par de nalgas. No eran redonditas y respingonas, pero si grandes y firmes. Sus medidas eran 105, 68, 94, en un cuerpo de 170 cm. Maribel era puras chiches.

Aún se quedó pensando en lo que haría si el señor Staimer avanzaba hacia sitios mas ocultos. ¿Será que su feminidad podría satisfacer a algún hombre? El tupido matorral de bellos negros, que cubría unos genitales femeninos grandes, jugosos y muy sensitivos, era un seguro indicador de que si.

Su jefe, Japp Staimer, ejecutivo holandés que estaría en el país por unos 3 meses. A Maribel no le gustaba su trabajo, pero no tenía más opciones por edad. Nadie contrataba mujeres de 38. Como se habrán podido dar cuenta, el señor Staimer era un descarado, tenía un cuero de la gran diabla. En realidad era un tipo agradable, de esos que pueden hacer reír hasta a una piedra. También era un mujeriego empedernido, y de éxito, pues tampoco era feo. 30 años, 1.75 mt, piel blanca y ojos azules, cuerpo atlético y con una exitosa carrera. Su único defecto era una calva precoz, en un cabello rubio, que el sabía llevar con dignidad y muy elegantemente. Un tipo nada despreciable.

Pasó por ella como a la 1 de la tarde, en su mercedes. En realidad era de la compañía. Maribel salió metida en un vestido floreado celeste, cerrado al frente. La falda le llegaba hasta 3 cm sobre las rodillas. Quedó con los ojos cuadrados cuando la vio salir, pues ese vestido obviamente no estaba diseñado para sus gigantescos senos. Estos amenazaban con salirse pues casi rompía los botones del frente. Ella siempre se sintió acomplejada por el tamaño exagerado de sus senos.

Staimer la llevó a comer a un fino restaurante, muy elegante y con una comida exquisita. Maribel se la pasó re bien al lado de este caballero. Poco a poco sus miedos fueron disminuyendo, y fue creciendo su confianza en si misma.

Salieron del restaurante como a las 3:30. Subieron al auto y se dirigieron al domicilio de Maribel. Llegaron y esta se dispuso a despedirse de su acompañante. Entonces Japp aprovechó para atacar.

Me la pasé muy bien con usted Maribel.

Yo también Japp.- ya se tuteaban.

Me alegra que usted también se la haya pasado muy bien, pero… pueeees… ¿no cree que aún nos la podríamos pasar mejor?

…¿cómo?…- preguntó nerviosa Maribel, pues sabía de lo que se trataba.

Mmmmmm… no sé.- contestó Japp con una risita pícara- Tal vez dentro de su casa podamos pensar en algo.- Maribel, sonrojada salió del carro sonriendo de oreja a oreja y con mirada de "vení aquí cielo". Japp la siguió.

Entraron a la sala, y el holandés se lanzó encima de la señora, besándola apasionadamente. Ella trató de resistirse al principio, pero poco a poco fue cediendo. Pronto las lenguas se encontraron, comenzando a acariciarse una a la otra. Era el primer beso que Maribel daba en 2 años.

Las manos de Japp comenzaron a acariciar su espalda. Con delicadeza y mucha pericia, la fue llevando hasta el sofá. Allí tomó asiento, con ella aferrada a sus labios, jalándola hasta dejarla sobre sus piernas. Le comenzó a acariciar las piernas. Inició primero por sus rodillas, subiendo muy lentamente por sus muslos. La respiración de Maribel se aceleró, así como su ritmo cardiaco. Ella acariciaba tiernamente la calva de su jefe.

Los labios de Japp bajaron por el cuello de la señora, dándole pequeños lengüetazos que a ella le daban escalofríos. Víctor nunca hizo eso, así como jamás se tomaba el tiempo para acariciarla y tocarla bien. Entonces sintió la mano de Japp, que llegó hasta su entrepierna, acariciando con la punta de sus dedos sus delicados labios vaginales, que enviaron una corriente eléctrica a todo el cuerpo de la necesitada mujer.

Maribel suspiró, tembló del placer en las manos de este hombre. Pero sus escrúpulos no se quedaron callados, y el miedo empezó a entrarle. No quería que Japp pensara que ella era fácil, tampoco se quería acostar con así por así. Con un empujón sobre el pecho del holandés, ella calló al suelo, justo cuando este ya había zafado 2 de los 5 botones del vestido de Maribel, y sus senos comenzaban a rebalzarse, ávidos de caricias y lametones.

Espere… yo… no… aún no…- dijo Maribel, poniéndose de pié rápidamente, cerrándose los botones y arreglándose el vestido. Se dio cuenta que la falda ya la tenía hasta unos cuantos centímetros de su ingle. "Es hábil" se dijo de Japp.

Maribel, venga…

Mejor hagamos otra cosa… mi marido dejó algunas botellas de licor aquí… ahora le traigo un poco…- no permitió que Staimer dijera una sola palabra y se fue a la cocina a traer, inocentemente, el licor.

En la primera botella de ron, ella ya estaba diciendo muladas, y Japp Staimer estaba fresco como una lechuga. Y por supuesto que no desaprovechó la oportunidad. La comenzó a retar a hacer cosas. Y ella, como buena borracha que estaba, aceptaba. Al final, Staimer la tenía solamente en ropa interior. Estaba con los ojos cuadrados, otra vez, viendo como esos 2 senos forzaban al máximo la resistencia de su brasier. Como se bamboleaban de un sitio a otro en cada uno de los torpes movimientos de la mujer, que trataba de aparentar estar bien. A ella también le gustaba el jueguito, pues ya desinhibida, se revelaba una mujer apasionada, candente y atrevida.

Mari, ¿a que no se atreve a darle un besito?- la retó Japp, mostrándole su pene des pués de abrirse el pantalón.

¡Señor Stam… ¿cómo ssssel… curre usted?

¿Qué, entonces no te atreves?

Sssi… si, si, si, si, si, si…- Maribel se arrodilló bruscamente a los pies de Staimer y comenzó a agarrar a besitos aquel falo rubio.

¡Oh si, así está bien! Ahora metáselo todo entre la boca y chúpelo… pero cuidado, no lo vaya a morder.

Maribel lo hizo así. Por alguna extraña razón le gustó mucho hacer todo eso. En ese momento no lo supo, pero el estar arrodillada frente a un hombre chupando apasionadamente su pene la excitaba muchísimo. Jamás había hecho tal cosa, Víctor siempre se lo pedía pero a ella eso no le parecía correcto, no era natural como decía. Pero en este momento la naturaleza que se vaya a volar, pues ese holandés tenía un sabor que a Maribel la volvía loca.

Lamía ese pene importado como si se tratase de un helado. Dada su inexperiencia, trató de introducírselo entero varias veces. Esto le provocó arcadas, pero estaba tan excitada que lo intentaba de nuevo. Esta torpeza de novato calentó más todavía a Staimer, que en varias ocasiones casi termina dentro de la boca de su secretaria.

Staimer la tuvo así por unos 15 minutos y luego la paró, quería pasar a otras cosas. Poniéndose de pié, le pidió que se terminara de desvestir. Ella lo hizo, con la torpeza que su estado etílico le provocaba. Se quitó el brasier, dejando al aire ese impresionante par de senos. A Japp le parecieron demasiado grandes como para ser naturales, así que se acercó. Los tomó con las manos y los comenzó a restregar. Le resultaba imposible tomar uno entero con una sola manos, de hecho aún con la dos casi no podía. Si, eran naturales.

Tomó un pezón con los labios y comenzó a chupar como un niño de pecho. ¿Quién no querría ser un niño de pecho con ella? Sus manos fueron bajando lentamente por su vientre, hasta llegar a su ingle, sacándole un suspiro de placer y calor a Maribel. Bajaron las bragas de la mujer y comenzaron a sobar suavemente su sexo. Japp se sorprendió, ella estaba empapada.

El holandés la tomó de la cintura y la besó apasionadamente. La sentó en el sofá y se terminó de despojar de su ropa. Ella quiso levantarse para tocar ese físico, pues Staimer estaba bien bueno. Sus 175 cm de cuerpo atlético estaban perfectamente adornados por un espléndido falo de 18 cm, con 2 grandes testículos bajo el. A Maribel se le hizo agua la boca. Pero lo que le hizo todavía mas agua fue su vagina cuando Staimer se arrodillo y comenzó a chuparla. Inició con largos y lentos lametones sobre toda la superficie de ese delicado órgano, mientras sus manos separaban el denso matorral negro de Maribel. Poco a poco, mientras averiguaba los sitios más sensibles de esta mujer, que ella misma ignoraba, fue introduciendo la lengua dentro del conducto vaginal.

Maribel estaba como una braza, de su sexo manaba un torrente de fluidos como jamás había manado antes. Abría sus piernas lo más que podía, mientras que con una mano acariciaba la calva de Staimer, que se estaba esmerado. Con su otra mano aferraba fuertemente sus senos, llevándose a la boca uno de sus pezones. Acababa de descubrir lo mucho que le gustaba que se los chuparan. Una gran cantidad de sensaciones nuevas aparecían en ella.

Por fin Maribel llegó al clímax, como jamás lo había hecho con Víctor. Gimió y gimió, hasta gritó. Las oleadas de placer que iniciaban en su clítoris parecían no tener fin, deseó que duraran por siempre.

Staimer se levantó con la cara llena de los líquidos de Maribel, satisfecho por su labor.

¿Tiene ganas de mas mi impresionante mujercita? A mi todavía me falta.- preguntó.

Ss-sssi…- respondió ella casi sin voz.

Japp posicionó su pene en la entrada de la vagina de Maribel. Aprovechando que ya estaba más que lubricada, le hincó toda su virilidad de una arremetida. Maribel, al sentirse llena en su interior, gimió y cerró los ojos. Se dejó hacer a voluntad del otro.

Staimer le dio duro y tupido, no la dejaba casi ni respirar. Apoyado sobre sus nudillos, se le dejó ir con todo. Ella solo se aferró su los brazos de su amante, abrió lo más que pudo las piernas, cerró los ojos, y dejó que los dulces vapores del calor y del sudor la transportaran al paraíso del placer. Así, no le costó llegar a su segundo orgasmo, gimiendo y revolviéndose del placer bajo el cuerpo de Japp, que quedó muy impresionado de la capacidad de su fugaz amante.

Luego la puso en distintas posiciones. Maribel solo conocía las dos básicas, hombre arriba, y mujer arriba. Japp le enseñó otras 5. Terminó con ella en 4, sobre el suelo. El arrodillado atrás de ella, trataba de romperle la vagina, de llegarle hasta el útero, de la fuerza de sus embestidas. Maribel ya no continuaba gimiendo. Ahora soltaba un grito de placer cada vez que Staimer la penetraba hasta el fondo. Sus senos se mecían de arriba hacia atrás en un frenesí de sexo y lujuria. Maribel abría la boca todo lo que podía, como si alguien la estuviera cogiendo por allí. Ambos cuerpos estaban cubiertos de sudor y sal.

Al fin Staimer sacó su falo enrojecido del, también enrojecido interior de Maribel, y eyaculó con inmenso placer sobre su espalda. Chorros y chorros de blanco semen cayeron sobre la grupa de Maribel, deslizándose lentamente hacia sus costados. Los 2 amantes quedaron jadeantes tendidos sobre el suelo, Japp sobre el cuerpo inerte de Maribel.

Ring, ring, ring, suena un teléfono, eran como las 7 de la noche. Raquel llega y levanta el auricular, era Maribel.

¿Aló?

Hola… Raquel…- contesta Mari con la voz aún un poco alcoholizada, entrecortada y agitada.

Hola, ¿cómo estás?

Bien… muy bien. Quería decirte que… ha, ha, ha… tenías toda la razón… en… ha, ha… cuanto a portarse… ¡maaAAAAAal!… je, je, je… es muy divertido… ha, ha, ha…

¡Aaaah! Momento mujer, explicame eso, y… ¿qué está pasando allí?

Ahora no… haumpp… ahora no puedo… no puedo hablar… ha, ha, ha,… el señor Staimer me está dando… como no tenés una idea… ha, ha, ha,… chao…- y colgó, dejando atónita y sorprendida a su amiga.

Maribel colgó el auricular, mientras Japp la perforaba violentamente. Tenía las piernas de su amante sobre sus hombros. Una nueva posición para Maribel, que no cabía en si de gozo.

FIN.

La Piedra.

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