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El Legado (09: El Machetero)

en Dominación

El Legado IX

El Machetero:

I

Me despierto sobre la misma cama en la que me encontraba cuando David y Marcos me fueron a levantar y me llevaron ante el Machetero, dirigidos por Sonia. "¡Sheny! ¡Alejandra!" pensé preocupado. ¿Qué habrá sido de ellas? "¡No Dios mío!" me decía, tratando de comprender por qué estaba pasando todo esto. ¡¿Por qué, maldición?!

Un cuerpo respiraba detrás de mí, entibiaba mi cama. Volteo y veo el cuerpo desnudo de Sonia, respirando serenamente sobre el lecho que me vio revolcarla hacía unas horas. El sol ya estaba alto, ya debían ser más de las 7.

La ventana tiene gruesos barrotes de hierro, por lo que no podré salir por allí. Y afuera de la puerta, de seguro está Javier. Estaba confundido, todavía no sabía bien qué hacer. Entonces un pequeño pajarito se posó sobre la ventana. Traía una pequeña ramita en el pico. Entra volando y se posa sobre la cama. Deja caer la ramita y me observa, con sus ojitos pequeños de pajarito. Me dice "pío, pío" y me sigue observando. Entonces recuerdo: ¡Jacinto!

Le ofrezco la palma de mi mano al animalito, y lo llevo a mi oído, y allí me susurra lo que me viene a decir:

El señor Jacinto dice que debe salir de aquí rápido. El Machetero quiere la lanza negra y hará todo lo que pueda por conseguirla. Salga de aquí, Señor de los Horcones. Le manda también estas hojitas, le van a servir.

El pajarito calló. Me pareció extraordinario haber hablado con un pajarito, su vocecita aguda y tierna, tan educado. Miré las ramitas y me pregunté, ¿para qué serán? Entonces recordé el truco que hizo Jacinto el día que lo conocí. Había agua allí, en un pichel. Además había un vaso de agua. Me decidí a intentarlo.

En ese instante, el pajarito salió volando de la habitación y se posó sobre la ventana. Me acerco a el y le digo:

No sé si así me vas a entender, pero decile a Jacinto que voy a necesitar ayuda para huir de aquí. El Machetero tiene a Sheny y a mi hermana, y no me voy a ir sin ellas.

El pajarillo se alejó por el horizonte. Quité una hojita de la rama y la dejé caer dentro del vaso, que había llenado previamente. Entonces, ocurrió: el agua burbujeó y la hojita tomó vida, convirtiéndose en una personita verde. Con un además me indicó que me tercera, y yo le acerqué mi oído.

Salvador – me dijo con su vocecita aguda – masque una de las hojitas y se sentirá mejor. Luego salga de aquí lo más rápido que pueda. Le diré más después.

Hice lo que me dijo. Tomé la hojita que puse en el vaso y la mastiqué, y el pesado sopor que sentía desapareció. Ya me sentía despierto, alerta, fuerte, ya estaba en mis cabales. Busqué mi ropa, pero no encontré más que un pantalón caquí de manta, y una holgada camisa de algodón, además de unas sandalias de cuero. Aparentemente querían ponerme lo más cómodo que pudieran. Guardé la ramita entre la bolsa del pantalón y me acerqué a la puerta, dispuesto a irme, pero una voz me detuvo.

¿Salvador? ¿Ya te levantaste Salva?

…,… si, si… ya me levanté…

Pero… ¿cómo? – tenía que pensar en algo, las drogas que me dieron todavía deberían estar haciéndome efecto.

Me orino…l – dije, pareciendo desorientado.

¡Oh, ya veo! Me debiste despertar que yo te hubiese llevado hasta el baño.

Sonia se levantó de la cama totalmente desnuda. Me seguía pareciendo increíble el contraste de su cuerpo suave, esbelto, tierno, con ese hermoso par de senos, que aunque pequeños, eran muy hermosos, con el pene que colgaba frente a sus 2 testículos. Si, Sonia era una travesti. No sé por qué, pero era así.

Se enfundó una bata de seda corinta y me dio un suave beso en los labios. En seguida me tomó de la mano y abrió la puerta. Cómo lo pensé, junto a ella se encontraba Javier, sentado sobre una silla custodiando la entrada. Sonia me dio una miradita y me dijo:

Es solo para tu seguridad… el amo no quiere que algo le pase a su huésped. – no le respondí, solo fingí seguirla distraído, casi sonámbulo.

Caminamos por el pasillo, pero esta vez cruzamos a la derecha. Javier venía con nosotros. Sonia me abrió una puerta y me la mostró con un gracioso ademán de modelaje. Yo entré y me encontré con un espacioso baño, con paredes blancas (para variar), ducha con azulejos de color crema, lavamanos cromado y un inodoro de porcelana blanca.

Si necesitás ayuda Salva, solo avisame. – me dijo pícara Sonia. Quise responderle igualmente pícaro, pero no era conveniente.

Cerré la puerta. Era muy importante que creyeran que continuaba adormilado, drogado. Obviamente el Machetero se sentía temeroso de mío poder, por lo que tenía que tenerme adormilado. Pero también me conocía muy bien, si no, ¿cómo consiguió a Alejandra? Eso podía ser una ventaja, pues entonces estaría al tanto de que recientemente había aprendido sobre mi, sobre mi abuelo y sobre mis poderes. No resultaría ser un adversario demasiado peligroso así.

Me dirigí al inodoro, saqué mi pene y me dispuse a orinar. Mi pene había tenido mucha acción anoche. Me paré frente al lavamanos y lo prendí, dejé el agua correr. Comencé a mojar mi cara, tenía que pensar, que relajarme bien. Ojalá el pajarito le llevara mi mensaje a Jacinto.

II

Mi nombre es Torres, Carlos Torres. – "Carlos Torres", ese nombre me era conocido – por su cara, creo saber lo que está pensando señor Medina, y la respuesta es sí, soy el nieto del legendario Tata Machete.

El nieto de Tata Machete, el hombre que a costa de su vida logró apresar al Ladrón de Almas dentro de la casa. ¿Qué hacia el nieto de un personaje así teniéndome por la fuerza dentro de su casa, drogado? Y, ¿por qué amarraba de esta manera a Sheny y la obligaba a chuparle la verga? Esas preguntas cruzaron por mi mente cuando se presentó, y seguían ahora que me lavaba la cara.

Como le dije antes señor Medina, qué bien entrenada tiene a su perra… ¿es una perra?

… ¿Perdón?

¿Qué si es una perra?

… ¿?…

Bueno, talvez las drogas todavía le estén haciendo efectos. Debo decirle que estoy impresionado. Utilizamos una dosis muy fuerte en usted, que haría dormir profundamente a un hombre por unos 2 días, pero usted ya se puede parar a las 10 horas. Bueno, debe traerlo en la sangre, ¿o no señor Medina?

No entiendo… ¿qué desea usted de mí?…

Negocios, negocios, negocios… hay tiempo para eso después. Mientras tanto, creo que será conveniente conocernos un poco mejor. Dígame, ¿la cama estaba cómoda? Le pedí explícitamente a Sonia que lo acomodara lo mejor que pudiera señor Medina.

… - … – no le contesté.

Veo que es usted un hombre de pocas palabras señor Medina… talvez quiera…

¿Por qué le hizo esto a Sheny?

¿Perdón? – Sonia señaló discretamente hacia Sheny – ¡Ah, su perra! ¡Discúlpeme el atrevimiento de usarla sin su permiso!

¿Usarla?

Si, usarla… me estaba haciendo una felación, que por cierto es muy buena en ello… la estaba usando… por eso le digo que lo felicito por lo bien entrenada que la tiene. Muchas esclavas se entregan en cuanto se ven dominadas, pues es lo que les gusta. Ese es su tipo, el de su Sheny. Ella es una esclava que le gusta serlo, lo disfruta enormemente. Pero solo con usted, no se entrega ante cualquiera que la quiera dominar, no. Se resistió mucho, ¿sabe? La amarré, le metí consoladores entre el sexo, la calenté hasta antes del clímax… y nada, ella seguía rehusándose a ser el objeto de otro que no fuese usted. Felicitaciones… pero bueno, con usted no podía ser de otra manera.

Me miraba de una forma extraña, como ansioso y excitado, con un leve toque de temor en sus ojos, muy leve, casi imperceptible. Sonia también me miraba, pero ella a la expectativa, algo tenía planeado su amo que la inquietaba.

Quisiera pedirle disculpas por la forma tan grosera con la que lo traje hasta aquí, pero temí que no aceptara mi invitación… y los negocios que tenemos que hablar son muy importantes, ¿sabe?

¿Qué negocios?

Negocios señor Medina, negocios… pero los abordaremos después. Por ahora es importante que se ponga cómodo.

Guardé silencio, buscaba la manera de salir de allí, de llevarme a Sheny conmigo, pero me sentía tan aguado que cualquiera hubiese podido detenerme. Me quedé abrazando a Sheny, acariciándole su negra cabellera. Ella sollozaba en mi hombro, pidiéndome perdón repetidamente como si ella hubiese tenido la culpa.

Quiero que la desaten. – dije en voz baja.

¿Qué la desaten? Inmediatamente señor Medina… Sonia…l – Sonia se acercó con una pequeña llave y abrió en candado con el que ella mantenía el cordón de cuero amarrado a su collar de perro. Sheny liberó sus manos de los arneses y se aferró a mi cuello.

Servido. – me dijo solícita Sonia.

¿Por qué… ¿Por qué me preguntó si era una perra? – atiné a preguntar, mostrando mi ignorancia de esos temas.

¿No lo sabe señor Medina?

No… – Torres sonrió.

Verá señor Medina, no todos los esclavos son iguales, no. Aunque tienen en común la sumisión a los caprichos del amo, difieren en el estilo y los gustos de cada uno de ellos… porque ha de saber señor, que, por muy dominado que esté el esclavo, nunca perderá esa chispa divina de vida que lo hace ser diferente a una máquina. Pues bien, una perra es una esclava especializada en el sexo, una hembra que se moja al más mínimo roce sobre su piel, y que llega al clímax apenas con la posibilidad de ser revolcada. Son ninfómanas, como se dice vulgarmente, y viven únicamente para el placer del sexo, que consiguen por medio de la entrega y el sometimiento.

"Ese tipo de esclava es su Sheny, una perra. Pero como dije antes, la tiene usted muy bien entrenada. Como regla general, una perra se entrega al hombre, o mujer, que despierte sus instintos sexuales, sin importar si es o no su amo. Su mente está perdida en el abismo del placer y el deseo, y su alma consumida por este, por lo que cualquiera podrá disponer de ella siempre.

"Ese es el problema de las perras, si se pretende conseguir lealtad de una de ellas, se está perdiendo el tiempo. Pero no su perra. Aunque la calenté al punto de rozar el clímax, no logré conseguir ni una sola vez que me pidiera continuar, siempre trataba de detenerme, de oponerse. Admirable, Ad-mi-ra-ble… pero… ¿por qué me pregunta eso usted, acaso no la entrenó personalmente? – me preguntó, yo no dije nada. Sheny era así porque era por mi maldición que ella era mi esclava, pero la realidad es que yo nunca la entrené ni le enseñé nada. – Ve por las perras Sonia, hay que atender bien al señor Medina… ¿están listas?

Las perras están listas amo, como ordenó. – susurró a su oído Sonia. Torres sonrió satisfecho, y me volteó a ver.

Señor Medina, espero que disfrute de mi hospitalidad, aquí tratamos de tenerlo lo mejor que podemos… espero que le guste mis perritas… no están tan bien entrenadas como la suya, pero saben hacer su trabajo…

Entró en ese momento al salón un hombre alto, de tez blanca, delgado y nervudo. Traía una cadena en las manos, con la que jalaba algo, pero ¿qué? en breve lo descubriría, con gran sorpresa de mi parte.

Lo que pasó después de eso, no lo podré olvidar nunca. Era la prueba más palpable de la perdición y perversidad del alma humana, que no le interesa nada más, que su propio bienestar. "¡Cuán distinto debe ser Carlos Torres con su abuelo Tata Machete!" me dije frente al espejo, cuán distinto… ahora mejor salgo, antes de que me extrañen.

CONTINUARÁ…

Gran Jaguar

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