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El Legado (01: El Talismán y la Luna Llena)

en Dominación

El Legado I

El Talismán y la Luna Llena:

I

Mi nombre es Salvador Medina, tengo 38 años y trabajo en ventas, oriundo de Guatemala. Mido 1.70 metros, soy delgado pero no flaco, con una complexión relativamente atlética. Siempre me encantaron casi todos los deportes, por lo que tengo más o menos bien marcados casi todos mis músculos. Pelo negro colocho, ojos intensamente negros (mi principal atractivo), cara normal (ni feo ni muy guapo, lo normal) y piel morena. Soy muy velludo, casi todo mi cuerpo está cubierto por una fina y espesa capa de vellos cortos, elegantemente dispuestos.

No se si a ustedes las hayan ocurrido ciertas cosas por demás extrañas en sus vidas. Me refiero al tipo de cosas que uno no espera que ocurran, como encontrarse con un extraterrestre en la calle, o ver al Cadejo o a la Llorona vagando por la oscura noche. De hecho, la mayoría de personas se sorprende increíblemente cuando le ocurren cosas como que les roben el carro, siendo algo tan común en estos dorados tiempos. "¿Pero por qué a mi?" lloriquean inútilmente.

Lo que les voy a contar parecería un invento, una relato totalmente ficticio, como tratando de presumir algo que en realidad nunca pasó. Si ese es su caso, si eso es lo que cree, déjeme decirle que me pela olímpicamente la verga. ¿Quién se mete a un portal porno para leer cosas con veracidad científica? Además, el que me crea o no es algo secundario y carente de toda importancia, pues lo único que persigo con estos relatos es exorcizar los numerosos demonios que viven en mí.

Verán, nunca fui un tipo extraordinario. De hecho, durante casi toda mi vida me consideré tan normal, que hasta difícil era describirme, con excepción de mis ojos negros y mi vello exagerado. No era más que un Juan Pérez de la calle, otra alma más vagando dentro de este mundo. Un ser con una vida tan pequeña, inútil e insignificante que no merecía mayor atención, pero eso cambió en cuanto mi abuelo comenzó a agonizar… y su maldición pasó a ser la mía…

Déjeme contarles…

Laboro para una empresa de artículos de ferretería y debo viajar constantemente para lograr las ventas. Por esta razón conozco casi toda mi amada Guatemala. Pero también mi trabajo es motivo de vergüenza para mi familia, porque aceptémoslo, no soy más que un vendedor, un viajante como les dicen aquí.

Mi sueldo no es muy elevado, no tenemos para lujos ni cosas inútiles. Pero gracias a mi desempeño nunca ha faltado la comida y servicios básicos en mi casa, la cual también es digna. Sencilla pero digna y un buen lugar para vivir… si no viviera allí mi familia.

Estuve muchos años casado con una… arpía es un nombre apropiado para llamarla. Se llama Ana Luisa. Me casé… más bien me casaron con ella cuando yo contaba apenas con 20. Estaba estudiando arquitectura, y por ponerme a trabajar para sostenerla no pude terminar. Mi padre me obligó a ello, aduciendo que un hombre debe encarar siempre sus responsabilidades, como si el fuera uno de esos hombres. Mi madre lo apoyó, ella jamás ha tenido opinión propia, y me fui pues… mi vida dejó de ser sencilla por culpa de ella y de mis suegros, para los que siempre seré un fracasado.

Tengo también 3 retoños, 3 mujeres y 1 hombre. Ellos son tan hermosos como malcriados y desobedientes. Solo la pequeña no es insoportable. Yolanda, la mayor, 16 años y muy parecida a su madre, es prepotente, presumida, caprichosa. Pretende tener la vida de una millonaria y me hace cada clavo cuando no le puedo pagar sus babosadas. La siguiente es Vilma, a la que le resulto totalmente indiferente. Tiene 14 años y siempre está metida en su vida y a mí, el fracaso con pies, me ignora vilmente a pesar de mis intentos de caerle bien. Carla es la menor, de 11 años. Ella es dulce y tierna, un pan de Dios como se dice. Su corazón tan grande es lo que le permite compadecerse de su"pobre padre fracasado; pobrecito, hay que tratarlo bien". Por lo menos es la única que me pone por lo menos un poquito de atención. Y mi hijo, el tiene 9 años. Es apenas un niño todavía y por ello me respeta, aunque su relación conmigo era así, de lejitos. Para el solo está su madre, la cual casi ni lo quiere pues es mi vivo reflejo, muy moreno, pelo negro colocho, y ojos negros.

Pues bien, resulta que cierto día venía yo de regreso de un viaje. Como había terminado rápido, y sacado la venta antes de tiempo, logré regresar un día antes de lo previsto. Pensaba sorprender a mi familia y sacarlas a comer a un restaurante de hamburguesas (Burger King). Pero lo que encontré fue otra cosa.

Parado frente a la puerta de mi casa se encontraba el Volvo verde nuevo de mi jefe Roger McGinn. El es un irlandés, hijo del dueño de la empresa en que trabajo. Me extrañó muchísimo ver su lujoso carro parqueado allí. E inmediatamente pasaron por mi cabeza imágenes terribles. Sabía bien lo perro que es mi jefe, y que le había gustado mi esposa, cuando la vio en una reunión de la compañía. Y sabía bien que a ella no le costaría mucho engañarme con alguien como el, tomando en cuenta lo mucho que me despreciaba.

El caso es que yo tenía razón en mi temor. Entré sin hacer el menor ruido al cuarto y caminé por la sala. Mis hijas no estaban, por la hora, todavía debían estar en el colegio. Avancé lentamente y sigilosamente hasta mi habitación. El ruido que salía de allí era más que elocuente. Me asomé por una leve abertura que habían dejado, y allí estaba ella, de rodillas y con la tranca de Roger entre su boca.

Mi primera reacción fue de entrar y agarrar del cogote al hijo de puta ese, pero me contuve. Creo que fue porque no lo podía creer. Decidí darle la vuelta a la casa, irme al patio trasero, desde donde se podía ver todo lo que hacía. Y efectivamente, la visión era mejor allí. Estaba nublado oscuro, y ellos tenían la luz prendida por lo que era difícil que me vieran por casualidad. Además la cortina me tapaba parcialmente. Todo lo que vi allí quedó grabado en mi mente de por vida.

Ana Luisa se encontraba de rodillas, como dije antes, chupando apasionadamente la verga de Roger. Sujetaba sus huevos de la base, de manera de agarrarlos a estos y a la verga al mismo tiempo. Con la mano izquierda se masturbaba frenéticamente, separando los muslos lo más que podía sin caerse al suelo. Roger gemía como si le estuvieran metiendo una estaca en el culo, y ella suspiraba rápidamente, con largos gemidos espaciados, lo que predecía un orgasmo inminente si la conozco bien.

Y efectivamente, ella llegó al orgasmo en ese instante. Apretó fuerte el miembro del imbécil ese, y chupó como una aspiradora al mismo tiempo que su cuerpo se estremecía víctima de esa corriente que tanto placer nos da, a hombres y mujeres. Fue una chupada tan intensa que hizo que Roger acabara también. El tipo encontró su clímax entre los labios carnosos de mi mujer, que no dejaba de succionar por su propio clímax. Roger gimió fuerte, casi gritó del placer. Ella solo gruñía.

En cuanto el terminó de lanzar todo sus chorros, ella dejó su pene y se separó de el. Se sentó sobre la cama y lo miraba con expresión pícara y aires de coquetería. Vestida tan solo con una conjunto interior blanco de encaje, muy elegante y provocativo. Yo no se lo conocía, seguro era un regalo de Roger que me escondía. El con la camisa semiabierta, sin corbata y con el pantalón en los tobillos.

Ana Luisa comenzó a hacer algo, que no supe en ese momento, pero que satisfacía enormemente a Roger.

¡Sos una pervertida Ana Luisa! ¡Cómo te gusta jugar con mi semen entre tu boca!- por supuesto que me estremecía con ese comentario. La desgraciada ni siquiera acepta hacerme un buen mamey nunca.

Ana Luisa lo jugaba como si se tratase de un chicle. Los movía con la lengua por toda su cavidad oral y hacía bombitas con el. Lo escupía en su mano y luego se lo volvía a chupar. Solo decía "me gusta tanto".

A veces me da lástima este Salva… es tan pendejo. ¿Cómo fue que acabaste con el?

Ni me lo recordés amor.- ¡Amor!- Son errores de juventud. Es tan mula que jamás se imaginaría esto.

Je, je.

Ya más de 12 años de andar juntos y ni se ha dado cuenta.

¡Y hasta una hija tenemos ya… y el pobre diablo cree Carlita es de el! – esto último me destruyó.

Carla era la única de mis hijas que yo percibía que sentía algo por mí más allá de la lástima y la vergüenza. Ella era la única que podía ser de el. Yola y Vilma tenían gran parecido a mi familia, mientras que Carla ninguno. De hecho su cabello intensamente rubio y blanquísima piel solo podía quedar entre los familiares de Ana Luisa, una familia de personas de piel blanca y pelo claro, pero no tanto como Carlita. Ahora ya me resultaba tan obvio.

Monté en cólera como nunca y salí corriendo de la casa. Ese es mi problema, nunca puedo demostrar lo que siento en el momento, prefiero irme y ya. Pero ahora doy gracias por haber huido en ese momento, pus hubiese podido hacer alguna estupidez. Sin embargo, esa probable estupidez me hubiese salvado de la vida que llevo ahora.

II

Me subí al carro y me alejé de allí. No sabía a donde ni qué iba a hacer, solo quería estar lejos. Manejé mucho, por un largo tiempo. Pensaba en lo miserable que era mi vida, en lo pura mierda que es mi mujer y mis hijas, y que ojalá nunca hubiese pasado todo esto. Para cuando me di cuenta de dónde estaba, estaba perdido. Pero rápidamente averigüé mi localización.

En medio de mis cavilaciones tomé rumbo fuera de la capital y terminé en el municipio de Palencia. Allí paré en una tiende del camino. Compré un agua gaseosa y empecé a caminar. Estaba desesperado. Caminé por un buen rato hasta que algo llamó mi atención. Era un hombre que estaba golpeando a un anciano. Le decía un montón de barbaridades y lo azotaba con un cinturón. Yo, que en ese momento no pensaba bien las cosas, salí en auxilio del caballero a pesar de que el palenciano me sacaba como cabeza y media de altura, y portaba un machete largo y filoso al cinturón. Pero en las condiciones en que me encontraba, no me importó.

Ataqué al tipo como un loco. Lo derribé y le caí encima. Le propiné un golpe tan fuerte que me causó un vistoso moretón en la mano, pero valió la pena pues el palenciano ya ni las manos metió después. Lo golpeé bastante, no le di ni oportunidad de defenderse. Lo dejé noqueado. El viejo rápidamente me tomó del brazo y me llevó lejos de eso. Una vez a salvo, me dijo:

Gracias, muchas gracias. Creo que me salvó la vida.

No importa, no importa.

Claro que si… y se lo voy a recompensar.

No es necesario, ya le dije que no fue nada… déjelo así, de veraz.

No, no. Yo nunca dejó una cuenta sin saldar. Dígame, ¿qué es lo que más quisiera usted en la vida?- oculté una risa burlona. ¿Cómo iba a darme ese hombre lo que yo más quería en la vida, si apenas si podía con la suya?

Pueeees… que me quieran en mi casa.- le respondí en tono de broma, aunque eso era exactamente lo que yo más deseaba.

El anciano se acercó a un charco, sacó de su humilde morral de lana unos sobrecitos de papel de manila. Eligió 2 y los vertió sobre el agua. Estos crearon efervescencia y burbujearon. Yo lo miraba con cara de duda y sin saber lo que se proponía. "Es un chamán" me dije incrédulo. Yo nunca creí en la magia. Pronunció algunas palabras en su lengua nativa y tomó una hojita del suelo. Le susurró algo cerca de su boca y la dejó caer en el agua. E increíblemente la hojita tomó vida y la forma de un hombre de color verde.

Caminando sobre el agua, esta amable hojita me mostrará si lo que dice es verdad… y otras cosas también.

La hojita caminó sobre el agua burbujeante. Me quedé asombrado, sentí miedo pero no me fui de allí. El agua cambió de color y poco a poco aparecieron imágenes sobre ella. Era mi cuarto. Mi esposa dormía desnuda sobre las sábanas. Boca abajo, una de sus piernas blancas como la leche abrazaba el vientre de Roger McGinn, que también dormía plácidamente, desnudo, sudoroso como ella.

Algo le decía la hojita en secreto al anciano, que la escuchaba en también en silencio y con mucha atención. Luego el agua tomó otros colores. Nuevas imágenes aparecieron, imágenes de mi pasado que me dolía. La cólera de mi padre cuando le dije que Ana Luisa estaba embarazada. Los desplantes y desprecios de esta que más me habían dolido. Las humillaciones, las ofensas. Casi vi el rostro mismo de la frustración de tratar siempre y de no lograr nada nunca. Incluso vi allí el día en que seguramente Ana Luisa concibió a Carlita. Casi terminé llorando.

¿Quién es usted?- le pregunté al viejo, que no hizo otra cosa que llevarse un dedo a la boca y hacerme callar.

La hojita le siguió hablando. El escuchó atentamente. Y entonces pasó algo que no comprendí en ese momento. El agua se volvió turbia, y la hojita se quedó parada en el centro, tensa, sin moverse, como a la expectativa. El anciano trató de tomarla y sacarla de allí rápido, como para que no le pasara algo malo, pero un movimiento de negación de la pequeña manita de la hojita, lo detuvieron. Sombras borrosas e imágenes extrañas aparecieron en el fondo del agua. La mirada fija y gesto de preocupación del anciano me decían que no se trataba de nada bueno. "¡Qué mierda de suerte!" me dije. Un chamán me leía la suerte sin pedírselo yo, y resultaba que estaba maldito… ¡me lleva la gran puta!

De repente, apareció una imagen con toda nitidez y claridad sobre la superficie del agua. Esta si la reconocí. Se traba de mi abuelo materno, un hombre solitario y amargado, dueño de una gran fortuna y de un terrible odio hacia todas las personas. Solo lo había visto una o dos veces en mi vida, pero por alguna razón, su imagen quedó grabada para siempre en mi mente.

Para todo esto, pasaron 15 minutos. Después el agua volvió a su antiguo color verdoso y la hojita quedó flotando inerte sobre la superficie de la misma, después de que le anciano le dio un beso de despedida. El se puso de pié. Erguido miró directo a mis ojos, con aire amable, pero triste, compadeciente, comprensivo. Asimismo con un aire serio frío y molesto. Me impresionó la gran cantidad de matices que le podía dar a una simple mirada.

Mi nombre es Jacinto Semuyuc. Vivo en una aldea de El Quiché, en Joyabaj. El hombre del que usted me salvó es alguien muy malo. El trató de quitarme esto.- me enseñó una especie de talismán colgado en su cuello- pero el no se lo merece, no es bueno. Yo no tenía el derecho de dárselo, pues lo que el vive es su vida y el se la buscó. Pero se lo voy a dar a usted, porque es bueno, la hojita me lo dijo. Este amuleto le va a recompensar todos esos años de tristeza que usted tiene encima. Le pesan mucho, se ve cansado. La hojita me lo dijo. Además, usted necesitará con desesperación de este amuleto, algún día.

Se quitó el talismán del cuello y lo metió al charco. Vertió el contenido de otro sobre en el y el agua se puso cristalina por arte de magia. El anciano dijo una oración en su lengua, seguramente Quiché, y luego sacó el talismán. Le quitó la cuerda de lazo con el que lo sostenía, y me lo dio.

Ya está curado el talismán. Ahora solo póngaselo y déle un nombre para que lo reconozca, y así nadie más pueda usarlo. Pero le advierto, esto es bueno y no malo. De usted depende. El le va a quedar con usted solo si es bueno. Si usted lo usa bien, será una bendición… pero si lo usa mal, solo tendrá dolor y muerte por donde usted vaya. Y al final, ese dolor y esa muerte… se le voltearán a usted. Tenga cuidado con la luna llena. Mejor no salga en luna llena.

…¿Y qué hace?- apenas si le logré preguntar.

Le traerá bendiciones, pero solo si se las merece. Si no tiene amor, no le servirá de nada.

¿Y por qué me dijo que lo voy a necesitar con desesperación algún día?

Porque el coyote negro ya no aguanta su maldición. Su vida ya se está yendo y usted es el que sigue en el linaje. Su sangre solo le traerá la carne, y la carne le traerá la soledad, y la soledad maldad y ésta dolor y sangre… luego la muerte. Pero con el amuleto, la maldición no lo atrapará… pero solo si tiene el talismán y lo cuida como le dije.

¿Cómo así?

Hay cosas que no se le puede explicar todavía. Usted todavía no las entenderá. Pero no se preocupe. Si usted hace con el talismán lo que le dije, no tendrá problemas. El talismán está bendito por la luna llena, que lo tiene maldito a usted y a su sangre. Si lo usa bajo esa luna, esta no le hará nada. Si no, ya no será usted, será otra persona… otra cosa…

¿Qué?

…,…otra cosa…

Me dijo algunas cosas más, pero carentes de importancia para este relato. Lo vi alejarse lentamente por el camino. Luego pasó una camioneta para la capital y la abordó. Seguro regresaría a su aldea. Yo me quedé parado sobre el asfalto con la mirada perdida y sin saber qué hacer. Mi cara de idiota desapareció cuando un camión pasó cerca de mí y casi me atropelló. Apenas me logré quitar.

III

Manejé de regreso a la capital. Traía la mente en blanco, a pesar de tener mucho en qué pensar. No quise regresar a mi casa, para qué. Mejor que quedaba en un motel y pasar la noche allí, pensando y reflexionando. Además, no me esperaban sino hasta el otro día.

Paré un motelucho barato que encontré en el camino. Pagué el importe del cuarto y entré a el. Por lo menos estaba limpio. Me acosté. No pude dormir. Saqué de la bolsa del pantalón el amuleto que el anciano maya me dio. Era una pequeña piedra negra, una obsidiana, cortada en forma de diamante metida entre una armadura hecha de alambre de amarre, con una pequeña argolla para colgarla. Pasé mi pequeña cadena de oro entre la argolla y me la puse al cuello. Nada. Bueno, era probable que el viejo me haya mentido y que todo haya sido un sueño. Pero por supuesto, ni yo me creía eso.

Me quité la camisa y dejé mi cadena de oro sobre la mesa de noche, de repente estaba acalorado. Me acerqué a una ventana y la abrí. El aire fresco me dio de lleno. Me pareció tan refrescante, tan revitalizante… tan extraño. Sin saber por que, se me comenzaron a erizar los pelos del cuerpo. Pero no tenía frío, no. Era una noche caliente.

Volteé la mirada hacia el cielo, y, entonces, recordé las palabras del viejo "…cuidado con la luna llena. No salga sin el amuleto en luna llena, porque ya no será su alma, ya no será usted". Y una luna llena, grande y hermosa, brillaba libre y desafiante en el cielo. Me pasó por la mente ponerme el amuleto al cuello, pero no pude, ni siquiera pude intentarlo. Lo que ocurrió después, es algo con lo que jamás había soñado… y que me persigue hasta la fecha.

Me comenzó a picar todo el cuerpo. Una aguda comezón inició en mis brazos y rápidamente se extendió por toda mi piel. Por más que me rascaba, no hallaba alivio. Pero lo peor vino cuando me llegó a mi entrepierna, allí si era insoportable. Luego, la comezón dejó de ser superficial, y empezó a penetrarme bajo la piel. Poco a poco todos los músculos de mi ser se volvieron más gruesos. Palpitaban como si se tratase de una neuralgia. Me derrumbé sobre la alfombra, incapaz de ponerme de pié nuevamente. Me comenzaron a doler todos los huesos de mi cuerpo y la vista se me nubló, casi perdí el conocimiento. Después de unos 10 minutos, todo volvió a la normalidad… ¿normalidad?

Lentamente me paré. Caminé hacia el baño, donde había un espejo de cuerpo entero y me vi. No me asusté, ni me sorprendí. Mi cuerpo, que siempre fue velludo, se hallaba ahora cubierto por una espesa capa oscura, casi erizada. Mi barba aparentaba tener 2 o 3 días. Además mi masa muscular también había crecido. Ya no era yo, era como otra persona muy parecida a mí. ¡Y mis ojos! Esos ojos que siempre habían parecido tizones negros, ahora eran 2 tizones encendidos, al rojo vivo. Brillaban de una forma extraña, salvaje, indómita, tal y como me sentía. Y me sentía excitado, como nunca me había excitado.

Salí fuera del cuarto. Y me puse a ver lo que había allí. De otro cuarto vi salir una mujer. Falda roja corta, arriba de medio muslo, zapatos altos negros y medias negras. Escote pronunciado que dejaban a la vista 2 senos prometedores. Delgada. Morena. Pelo negro hasta media espalda, liso. Cara de princesa maya, algo desvelada y avejentada por la vida, pero bonita al final. Tenía que ser una prostituta que salía de un trabajo, de esos que tanto hacen en los moteles y hoteles de paso, donde alquilan la habitación por hora.

Pasó frente a mi, a 2 prudentes metros de distancia, pero 4 metros después misteriosamente paró. Se quedó congelada, sin moverse, como pensando. Volteó la cara y me fijó su mirada. Me inspeccionaba insistentemente, como si fuese yo un ser de otro mundo, o algo raro. Entonces cruzó su mirada con la mía, y ocurrió…

Su expresión de extrañeza y temor desapareció. Su mirada se perdió en la mía, y su gesto se perdió entre sus labios, que trataron de dibujar una sonrisa falsa, fingida. Ese tipo de sonrisa que se usa para quitarse algún clavo de encima. Lentamente se acercó a mi, contoneándose a su paso, marcando bien el ritmo de cada pisada que daba con los tacones de sus zapato, toc tac, toc tac, toc tac… un pié frente al otro, auscultándome con la mirada, de arriba abajo, de abajo arriba.

Llegó a 50 cm. de mí. Sonrió otra vez.

¿Por qué tan solo en una noche tan bonita?

…, …- no le respondí.

¿No hablás mi amor?

Recuerdo bien que la repasé lenta y metódicamente por todo el cuello. Luego le clavé mis carbones negros encendido en sus ojos cafés. Borró su sonrisa de seguridad y cambió su gesto por uno de sorpresa, impresionado. Me volteé como si no me importara un comino esa mujer y caminé hacia la puerta de mi cuarto. Lo cierto es que estaba seguro que me seguiría… y así lo hizo. Llegué al pié de mi cama, y ella detrás de mi.

La observé fijamente otra vez. "¿Quién sos?" me preguntó. Yo me acerqué a ella y le planté un beso profundo, largo, fuerte. Ella parecía derretirse, se dejó llevar totalmente por mí. Súbitamente la separé de un empujón fuerte. Ella se extrañó y sorprendió. Se me quedó mirando fijamente.

No le dije ni una sola palabra, no tuve necesidad de hacerlo. Ella solita comenzó a desvestirse. Era como si ella estuviera hipnotizada. Despacio, tal vez para hacerlo más erótico, se desabotonó la blusa negra escotada que tenía. Se la sacó dejando a la vista un sensual brasier de encaje negro que apenas podía contener sus 2 grandes melones morenos. Lentamente también se bajó la diminuta faldita roja que traía. Solo se quedó con sus medias negras con sus ligas y su tanguita también negra, que no era más que hilo negro que se le metía por todos lados.

Recuerdo haber estado muy excitado, mucho muy excitado, pero podía controlarme con una frialdad que no me conocía, "…ya no será su alma, ya no será usted…".

Se paró frente a mí, me miraba con visible excitación, ella quería y deseaba que yo la tomara, pero yo todavía quería que me rogara. Miró a su alrededor confundida, como pensando qué hacer después. Entonces comenzó a avanzar hacia mí, contoneándose otra vez, pero más sensualmente, como un hembra en celo. Me abrazó del cuello y me besó lenta y suavemente. Rozó mis labios con los suyos y así bajó por mi barbilla y cuello, donde se entretuvo un rato describiendo círculos. Luego bajó a mi pecho conde jugó con mi vello y rozó mis tetillas. Yo estaba como una brasa encendida pero me contenía no se con qué fuerza.

La puta volvió a retroceder, mirándome más caliente que antes. Comenzó a jugar con los tirantes de su brasier bajándolos y subiéndolos, mientras bailaba caliente. Finalmente los bajó, dejando que el tamaño de sus 2 glándulas mamarias lo detuvieran, para luego desabrochárselo por detrás. Ese par de senos eran espectaculares, increíbles. Morenos, con el pezón más moreno todavía, colgaban un poco pero no estaban caídos.

Siguió con su improvisado streaptease. Comenzó a jugar con el elástico de su calzón, jalándolo, moviendo toda la diminuta presenta entre sus nalgas, metiéndosela entre la vulva, haciendo que se restregara allí.

Ella ya no aguantaba más, y se sacó con mucha rapidez esa última prenda. Se tumbó sobre la cama abierta de piernas, su pusa chorreaba, llevó una mano a ella y la comenzó a restregar. Me miró desesperada y me dijo "¿Si no hace algo me voy?". Me le acerqué despacio y la agarré del pelo, la jalé y la arrodillé a la fuerza. La puse frente a mi bulto, hinchado y muy prominente. Ella ya sabía lo que yo quería, y bajó rápidamente el zipper de mi pantalón.

Recuerdo muy bien la cara que puso cuando mi talega le quedó apuntando a la cara. Modestia aparta, nunca he sido pequeño en esa parte. Creo que mis 17 cm. son muy respetables, aparte de que no es delgadita como una salchicha. Pero ese día parecía un auténtico embutido, un jamonote. Casi 21 cm. con un gran grueso. Era comprensible el por qué de la cara de la putita. Lo más extraño es que yo no me sorprendí, era como si siempre lo hubiese tenido así.

Empujándola de la cabeza, la obligué a tragar mi cañón. Ella, aunque asustada, no retrocedió, y no supe por qué no lo hizo, sino hasta muy tarde.

Abusé de la prostituta por más de 4 horas. La puse en todas las posiciones imaginables, y la penetré de todas las maneras posibles. Incluso algunas de ellas ni siquiera yo las conocía, pero actuaba como si las hubiese practicado siempre. Recuerdo especialmente cuando hicimos el perrito. La puse en 4 y la sujeté firmemente del pelo, penetrándola con violencia inmisericorde mientras ella gritaba como una desesperada y sus senos se estrellaban contra su estómago y cara.

De verdad le hacía daño, y mucho. Ella lo sentía, y me pedía piedad y se quejaba desesperadamente a gritos, gemidos, como fuera. Sin embargo, nunca trató de huir, ni siquiera de detenerme. Era como si yo fuese su amo y este fuese su destino. De hecho así es como yo me sentía, como su amo. Yo era dueño en ese momento de la vida de esa puta y podía disponer de ella como me diera la gana, no tenía límites ni restricciones.

La violé como un animal salvaje, y no me cansé ni un poquito, no se por qué. Recuerdo el final de todo. Yo estaba parado en el suelo, ella tenía su trasero en la orilla de la cama y yo la penetraba con furia desbocada. Mi pene moreno se encontraba hinchadísimo, palpitante, taladraba sin compasión la erosionada e irritada vagina de esa desgraciada, de la que ni el nombre sabía, ni me interesaba. Ella ya no se quejaba, ya casi había quedado en silencio. Empapada de sudor apenas si le quedaban fuerzas para gemir quedamente, apenas si le salín unos chillidos como de ratoncito de su pobre garganta. Pero yo le seguía dando duro y con fuerza sobre humana. Su vagina apretaba fuertemente mi miembro por lo inflamada que se encontraba. Creo que hasta en carne viva andaba ya.

Por fin llegué al orgasmo. Saqué mi enrojecido miembro del interior desgarrado de la infeliz puta, y derramé todo mi semen sobre ella. Ni siquiera me fijé en dónde lo tiré, solo quería desahogarme y sacar todo lo que traía dentro. Después me tiré sobre la cama y quedé profundamente dormido.

IV

Soñé cosas extrañas esa noche. Algunas me hicieron daño. Me vi como un espectador idiota y confundido en el día en que Ana Luisa quedó preñada de Carla de ese maldito de Roger McGinn. La miraba gozar como una degenerada mientras era montada como una yegua por ese tipo. Y luego me volteaba a ver y me decía lo mucho que me despreciaba, para luego volver al gozo anormal que estaba experimentado. También vi al chamán. Me decía cosas que no comprendía. Me estaba hablando a mí, me reprendía. Eso no era un sueño, pues era demasiado real y yo me encontraba conciente de que dormía mientras eso ocurría.

Desperté peor que si tuviera goma. Me dolía la cabeza y me picaba todo el cuerpo. Me quedé acostado sobre la cama con los ojos cerrados un rato, hasta que recordé a la puta. No le sabía ni el nombre.

Cansado y soñoliento, volteé hacia uno de los bordes de la cama y dejé caer el brazo. Mis dedos tocaron algo, algo suave y blando. Levanté la cara y me arrastré para ver de qué se trataba. ¡Era ella! Se encontraba tirada en el suelo, inerte y fría, seguramente allí se quedó toda la noche al ya no tener fuerza ni para arrastrarse. Su cara, pecho y estómago estaban cubiertos por una capa de semen seco, mi eyaculación debió ser gigantesca.

Me levanté de la cama y me dirigí con ella, la moví y le hablé, pero no hubo respuesta alguna. Entré en pánico, ¿acaso la había matado? Me alejé de ella y corrí por mis cosas. me puse el pantalón, la camisa, recogí un poco todo, y salí corriendo de allí. Casi dejo mi cadenita de oro, que aun tenía puesto el amuleto que el anciano me regaló.

Le dejé la llave a una señora que estaba haciendo la limpieza y me fui raudo como el rayo.

Me fui pensando en lo que había pasado, ¿qué me había pasado? Perdí el control completamente, pero asumí uno nuevo, uno que no conocía. Ya no era yo, era como alguien más, otra persona viviendo en mí. "…ya no será su alma, ya no será usted…", me dijo el viejo chamán. Pero entonces, ¿quién era yo? Y otra cosa, ¿por qué me pasó? Lo único que hice fue llegar al cuarto y tratar de relajarme. Salí afuera a tomar aire y ver la… ¡la luna! ¡Era luna llena! ¡LA LUNA LLENA!…

El resto del día lo pasé pensando, reflexionando en ello. Le di vueltas una y otra vez, constantemente y sin descanso, y llegué a la conclusión más lógica de todas, a la que me conducirían todos los caminos de esa mañana… ninguna. Me quedé en blanco y con la mente vacía, no sabía qué hacer, lo que seguía, a dónde me dirigía. Nada. Pero lo que si hice fue ponerme la cadenita de oro con el amuleto en ella y no volver a quitármelo. No sabía bien lo que había pasado, pero si que no era normal y que probablemente maté a alguien, y eso no podía volver a pasar. Así que, si bien todavía no creía en ello, era mejor no tentar al diablo.

Pero bueno. En eso pasé pensando todo el día, olvidándome de otra cosa muy importante. Ese día sería mi último día en mi casa, y esa sería mi última semana en ese trabajo. Por culpa de la desgraciada de Ana Luisa perdí el trabajo, después de que le reclamé lo de Carla. La pelea fue bien dura y al final me salí de la casa. Pero eso mejor se los cuento otro día. Por ahora basta con saber que mi vida jamás volvió a ser normal, nunca más. Fue mi maldición y mi bendición, y tuve que aprender a vivir con eso. ¿Con qué?… eso es precisamente lo que les contaré otro día…

CONTINUARÁ…

Gran Jaguar

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El Legado (06: El Ladrón de Almas)

El Legado (05: La Batalla de los Chamanes)

El Legado (04: El Viaje)

El Legado (03: Maldito)

El Legado (02: Lujuria)

Una Novia para toda la Familia

El Juego de la Perversión (07 - Final)

El Juego de la Perversión (06)

El Juego de la Perversión (05)

El Juego de la Perversión (04)

El Juego de la Perversión (03)

El Juego de la Perversión (02)

El Juego de la Perversión (01)

El Cuarto Azul (2)

El Cuarto Azul (1)

El Semental de las Mayén, Epílogo

El Semental de las Mayén (12 - Final)

El Semental de las Mayén (11)

El Semental de las Mayén (10)

Violada por 3 de mis Alumnos

El Semental de las Mayén (09)

El Semental de las Mayén (08)

El Semental de las Mayén (07)

El Semental de las Mayén (06)

El Semental de las Mayén (05)

El Semental de las Mayén (04)

La Muerte del Gusanito

El Semental de las Mayén (03)

El Semental de las Mayén (02)

El Semental de las Mayén (01)

Juanita de la Bodega

La Marrana

Mi Hijo Disfruta de mi

Hombre para Todas

El Sacrificio de mi Mamá

La Caperucita Roja y el Lobo Feroz

Abnegada Esposa, Madre y Puta (II)

Abnegada Esposa, Madre y Puta (I)

Mi Perrita Faldera

Feliz Cumpleaños

La Caperucita Roja (01: y el Viejo Verde)

Aprendiendo a Portarse Mal

Milo, el Empalador - La Bruja de Druesselshare 03

Milo, el Empalador - La Bruja de Druesselshare 02

Milo, el Empalador - La Bruja de Druesselshare 01

Un Niño Panameño

La Clínica del Hipnotizador