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Una familia peculiar

en Dominación

Se despertó contenta. El día anterior había sido su cumpleaños, su 16 cumpleaños y aunque lo celebro solo con la  compañía de sus amigas y compañeras del internando, un colegio ingles, lo pasaron muy bien, con cierta relajación de las normas de la instrucción.

 

Estaba en la segunda clase de la mañana, faltaba poco para que finalizara el curso y contaba los días para las vacaciones y volver a casa. Cuando oyó que por megafonía la llamaban al despacho de la directora.

 

Que habré hecho, penso. Algo nerviosa se presento ante la Señora, que era como le gustaba que las alumnas la llamaran.

 

Lidia, dijo la directora, ha llamado tu padre para que lo antes posible regreses a casa. No te preocupes que no ha pasado nada malo. Como prácticamente el curso esta acabado te vamos a dar el titulo correspondiente a la enseñanza obligatoria. El próximo curso seguirás con la preparación para ir a la universidad.

 

Ve a tu cuarto y prepara tus cosas. Ya estamos gestionando los billetes de avión y demás papeleo.

 

Bueno, penso, me ahorro unos cuantos días de estudio y disciplina. Se alegro de salir de la atmósfera sofocante del internado.

 

-----ooo-----

 

Cuando llego a la sala de espera del aeropuerto, estaba su padre esperándola. La ayudo con las maletas y subieron a coche. Aun le quedaba mas de una hora de viaje hasta la casa familiar.

 

Cuando llegaron era casi la hora de cenar, saludo a su madre y hermano. Subió a su dormitorio, deshizo las maletas. Se acostó pronto, estaba cansada del viaje.

 

Por la mañana, después del desayuno, su madre le informó que su padre tenia que hablar con ella y que la esperaba en el despacho. Acudió rápidamente. Su progenitor era un hombre autoritario y que no le gusta que le hicieran esperar y conocía sus prontos.

 

Llamó y oyó la voz firme de su padre, como la daba permiso para entrar. Permaneció de pie, junto a la mesa, sabia muy bien que no debía sentarse en el despacho sin permiso, ya le había costado mas de un azote cuando era pequeña.

 

Lidia, dijo su padre, ha llegado el momento de informarte de las nuevas condiciones de tu vida. Eso la sorprendió, ¿a qué se refería?.

 

Has completado el ciclo de educación obligatoria por lo que no volverás a la escuela, has terminado tu educación. Bueno has terminado tus estudios, ahora empezara otro tipo de formación. Desde este momento no abandonaras esta casa sin mi consentimiento e iras siempre acompañada.

 

No le gustaba lo que estaba escuchando, se puso nerviosa. Que era lo que su padre le estaba diciendo, no entendía nada, empezó a sentir algo de temor. Sin ser un hombre violento, no dudó nunca en usar la fuerza con ella y con su hermano cuando cometían alguna travesura o hacían algo que no le gustaba.

 

Se abrió la puerta y su hermano entro en despacho, saludo a su padre e ignoro a Lidia, aunque hacia casi un año que no la veía.

 

-Buenos días padre, saludó.

 

-Buenos sean Juan –contesto- Estoy empezando a poner a tu hermana al corriente de su nueva situación.

 

-Magnifico –dijo el aludido- En ese caso os dejo solos.

 

Cerro la puerta y los dejo solos.

 

Como te decía –prosiguió- te exijo una obediencia absoluta a mí y a tu hermano. Has estudiado y sabes lo que eran los esclavos, eso es lo que tu eres, una esclava, que servirá sin dudarlo a sus señores, que somos tu hermano y yo.

 

Lidia estaba alucinada, entendía las palabras que oía, pero no comprendía lo que su padre quería de ella.

 

Se incorporo de la silla y con voz firme le ordeno que le siguiera. Bajaron al sótano de la casa. Les esperaba Juan, estaba en una sala amueblada con una mesa, varias sillas y un mueble aparador.

 

-Desnúdate –dijo su padre-

 

-Estáis locos –respondió, mientras que iniciaba el camino de salida de la sala- Voy acontarselo a mama.

 

 

-No te muevas –La voz de su padre sonó especialmente dura-

 

Quedo clavada en el suelo por el temor. Empezó a sentirse extraña, como mareada y con sueño. No podía casi moverse y ni tampoco pronunciar palabra. Al poco tiempo cayo al suelo profundamente dormida.

 

Su hermano la cogió en brazos, mientras que el padre abria una puerta que había al fondo.

 

Ponla sobre la mesa –dijo- y desnúdala.

A continuación la acomodaron en el suelo de una especie de celda y una correa que pendia del extremo de una cadena fue atada a un tobillo.

 

-Con la dosis que la he dado, dormirá unas 24 horas –dijo Juan.

 

-Genial –respondió el padre- la dejaremos un par de días y así podrá meditar sobre su situación.

 

Subieron a la planta principal y se dedicaron a sus actividades.

 

----ooo----

 

Lidia comenzó a despertarse lentamente. Noto algo de frío y fue consciente de que estaba desnuda y en un lugar algo oscuro, que aunque había algunas luces no permitían ver mucho. Tenia la boca reseca y sed. También se estaba orinando. Comenzó a gritar, pidió auxilio, pero fue en vano. Se puso de pie y noto que estaba atada por una cadena, lo suficientemente larga que le permitía llegar hasta la reja que servia de puerta. Lloraba con rabia mientras se preguntaba él porque de todo aquello. Porque su padre y hermano le hacían eso y porque su madre no hacia nada por remediarlo.

 

Pasado un tiempo se acurruco en un rincón, estaba desolada. Una idea fue asentándose en su cabeza, conociendo a su padre, dedujo que esta era la primera lección que recibía como esclava. Se dijo que no estaba dispuesta a complacerle y que iba a luchar con todas sus fuerzas contra su familia.

 

Oyó como se abría una puerta y entro más luz, era su hermano. Se aproximo a la verja.

 

-Acercate esclava –fue su saludo.

 

Ella se acercó y exigió que la sacara de allí. Juan no dijo nada, la dejo que se desfogara un poco. Viendo que no conseguía nada, Lidia, cambio de táctica y comenzó a suplicarle. Evidentemente no consigo nada.

 

-Silencio hermana –dijo Juan- Has visto como serán las cosas desde ahora. Con el tiempo que llevas aquí, seguro tendrás hambre y sed. Te traigo agua y algo de comer.

 

Por los barrotes le paso las viandas y se marcho.

 

Lidia comió y bebió el agua con avidez Un error del que se daría cuenta más tarde, cuando pasaron las horas y volvió a sentir sobre todo sed.

 

No supo cuanto fue el tiempo que transcurrió hasta que volvió su hermano. En esta ocasión ni se levanto ni hablo. Este se acerco a los barrotes y dejo una botella de agua y algo de comer.

 

-Necesitas algo, hermanita –pregunto-

 

Claro que necesitaba algo, salir de allí, pero sabia que no era posible. Se decanto por decirle a Juan que necesitaba hacer sus necesidades, sobre todo orinar.

 

-Te puedo dejar un cubo, Lidia –dijo Juan-

 

-Dejamelo, por favor –respondio la chica-

 

-No, mejor, hermana, te lo vas a tener que ganar.

 

-No seas malo, Juan –rogó- Dame el cubo.

 

-Entoces me voy, que tengo cosas que hacer.

 

-Por favor, por favor, por favor....... –suplico-

 

Se quedo mirándola, Lidia aun no estaba derrotada pero estaba iniciando el camino. Sonrío.

 

-Si quieres el cubo, deseo que te masturbes para mi –dijo el hombre-

 

Lidia se quedo mirándole, incrédula. Como podía pedirle semejante cosa. Vio la cara de su hermano, entendió que era eso o nada, que no iba a ceder un ápice.

 

Comenzó a tocarse los pechos, paso sus manos por el vientre, poco a poco sus pezones fueron reaccionando, sabia que le iba a costar trabajo, mucho trabajo, pero tenia que intentarlo.

 

Juan le dijo que se acercara a la reja, paso sus dedos por los labios externos y comprobó que estaban secos.

 

-No trates de engañarme –dijo Juan- sabré si te corres o no, además de la comprobación de los juegos de tu vagina.

 

Lidia no le contesto, se tumbo en el suelo, subió las rodillas y abrió los muslos todo lo que podía y comenzó a masturbarse. A medida que lo hacia, noto como iba excitándose. Cerro los ojos, penso en varias cosas, pero cuando penso en su hermano, mirándola, sintió una descarga mayor de jugos en su coño.

 

Cuando por fin llego al orgasmo, abrió los ojos y vio la sonrisa de su hermano.

 

-Muy bien –dijo Juan- Si eres obediente te ira mejor.

 

Abrió la puerta y dejo el cubo en el suelo.

 

Acto seguido, se marcho dejandola sumida en la soledad y en sus pensamientos.

 

Continuara

 

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