Me desperté por la  mañana y me dispuse a levantarme para iniciar la jornada. Luisa dormía a mi lado, y se despertó, le dije:

-Sigue durmiendo y espera a que venga, no bajes, te dejaran el desayuno en la puerta.

Fui al baño para asearme, cogiendo antes la ropa. Al salir me fije en la joven que estaba en mi cama. Tapada, a medias, con la sabana, desnuda, en plenitud de belleza. La noche había sido muy satisfactoria en el plano sexual para los dos.

Después del desayuno, me dirigí a las cuadras. El capataz estaba distribuyendo a los esclavos para sus tareas cotidianas.  En cuanto me vio se acerco.

oooOooo

-Señor –me dijo- ya está todo, solo quedan los caballos por distribuir.

-Hazlo –le conteste- A Marta la dejas para el final, quiero estar presente.

Empezaron a salir los carros tirados por esclavos o esclavas. Nunca los ponía juntos por la diferencia de fuerza entre un sexo y otro. Las mujeres retrasaban a los hombres.

Entre en los establos y espere a que salieran los dos últimos carros. Mire al cubículo donde estaba Marta, no se la veía, así que debía estar tumbada en la paja.

Juan, el capataz, abrió la puerta. Vi a la esclava medio sentada en el suelo, sus manos atadas por la espalda y a su vez a una argolla de la pared. Seguro que descanso pero de una forma incomoda.

Juan la desato de la argolla y la puso de pie. Estaba bella en su desnudez, me turbe, aunque yo pensaba que lo que el pasado había sentido por ella estaba superado.

El capataz la saco de allí y la llevo cerca de la puerta, donde estaban los aperos y un pequeño carro.

Ella me miro, creo que vi un suplica en sus ojos pero no dijo nada. Serian ilusiones mias.

-Tu amo –comenzó a decir Juan- ha decidido que te de otra ocupación por qué quiere que te pongas en forma física. Desde hoy serás una de las ponygirls de la hacienda.  No te quejes –prosigo- esto será mejor que limpiar la porquería de los cerdos.

Comenzó a preparar a la yegua. Le desato las manos y le puso una especie de funda o guante en el que entraban los dos brazos. Se ajustaba con unas correas y hebillas.

Luego le puso una especie de faja en el vientre, que en los laterales tenía unas anillas. Era para poder enganchar el carromato del que tiraría y además tratar de evitar que sufriera una hernia. Un animal enfermo o herido no es rentable.

A continuación le calzo unas botas cortas, por la misma razón que la faja. Sujetaban bien el pie.

-Abre la boca –dijo el capataz-

Marta me miro, pero obedeció, sabía que yo no iba a decir nada y que ella  tampoco podía hacer nada para evitarlo.

Juan le puso un bocado, atado por la parte de la nuca. Pendían dos correas. Se fue detrás de la yegua y moviendo las riendas sobre su espalda le oí decir:

-Arre caballo.

Marta se dolió con los correazos y comenzó a caminar. El capataz le dirigió hacia donde estaba el carro.

Un peón le ayudo a meter las varas del carro por las argollas del arnés. Lo aseguraron.

-Ya está preparada, señor –me dijo Juan-

-Magnifico –respondí- Que la lleven a la zona de recolección y comience a trabajar.

 Me quede en la puerta viendo como se alejaba mi antiguo amor y esclava ahora.

Me ocupe de algún otro asunto y siendo casi la hora de comer me dirigí a la casa.

oooOooo

Subí a mi habitación. Llevaba la ropa de Luisa. Esta me estaba esperando y yo quería decirle la propuesta que había pensado.

-Hola –dije- ¿Cómo estás?

-Muy bien –respondió, con un sonrisa-

Deje su ropa en una silla. La miro y su cara denoto la sorpresa de ver allí su ropa. En mi cuarto solo tenía la bata de trabajo.

-Luisa –dije- Como eres una mujer libre, sirviente, pero libre, quiero que seas mi amante. No pienses que este enamorado, solamente es sexo. Te hare mi puta particular. Deseo disfrutar de tu cuerpo todas las veces que me apetezca y que tú también lo disfrutes.

Amo, comenzó a decir pero le hice callar.

-Tienes que elegir entre ser una sirvienta toda tu vida o ser mi puta y tiene que ser ahora. Me voy al comedor. Tienes tu ropa y la bata de trabajo ponte lo que elijas y baja.

Salí sin darle tiempo a decir nada.

En el comedor, me serví un vino y me senté a esperar la comida. Aun era algo temprano para que de la cocina vinieran con las viandas. La mesa estaba preparada para dos.

Alguien llamo a la puerta y esta se abrió.

Era Luisa, se quedo parada, venia vestida con su ropa. Me incorpore.  Le dije que se acercara. Le indique que se sentara y le ofrecí una copa de vino.

-Esperemos a que nos traigan la comida y luego hablamos.

La cocinera se sorprendió mucho cuando entro y vio a la cría sentada en mi mesa y con una copa de vino, pero evidentemente no dijo nada.

Le mande que dejara las bandejas y que saliera, ya nos serviríamos nosotros.

-Si había alguna sospecha sobre ti ahora quedara disipada.

Se puso colorada y yo me reí. Luisa termino por reírse.

Mientras que comíamos, le fui comentando cosas sobre la nueva posición en la que estaba. Que le enseñaría como quería que se comportara incluso en público y que  poco a poco se convertiría en la señora de la casa pero que el respeto del personal se lo tenía que ganar. Le di algunos consejos de cómo tratar a sus antiguos compañeros.

Me comento que su padre igual ponía problemas dado lo humildes que eran y dejar de ingresar un salario no le iba a gustar nada. Eso lo había previsto y pensaba darle una cantidad de dinero para que contentara de perder una hija y una boca a la que alimentar.

Terminamos de comer. Se acerco sentándose en mis rodillas y me dijo:

-Quiero que me des el postre –mientras me besaba-

Me desabrocho el pantalón y tras sacar mi pene se lo introdujo en la boca. Notar como crecía le gustaba y le ponía a tope.

Me hizo una mamada lenta, como sabia que me gustan. Se fue recreando con su lengua a lo largo de mi polla, jugando con el glande. Cuando noto que estaba a punto acelero el ritmo y me corrí en boca. Se lo trago y limpio mi falo sin desperdiciar una gota.

Sabía que esperaba que le diera caña, pero tenía otros planes.

-Prepárate que esta tarde iremos al pueblo –le indique-

La iba a llevar de compras, mi puta debía vestir bien y como yo quisiera.