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Mi historia-iv

en Dominación

Quede en el suelo, en posición fetal. Lloraba, me sentía humillada, usada, violada. Me dolía el ano. Lleve una mano hacia mi culo, no sé muy bien para qué. Oi como la otra chica me hablaba, quería que me acercara, no le hice caso. Al rato fue ella la que se acerco.

-Ven –me dijo-

Me rodeo con sus brazos y me llevo hacia el fondo de la celda. Había una especie de colchoneta. Nos sentamos. Me abrazaba y acariciaba el pelo.

-Tranquila, el dolor pasara, tu culo se acostumbrara a ser penetrado y con el tiempo gozaras de ello. La humillación tardara más en pasar, pero me parece que te gusta sentirte así.

No dije nada, estaba bien así, con su abrazo y sus caricias.

-¿Cómo te llamas? –Prosiguió- Yo soy Cleo.

-Alice –dije entre sollozos-

Me pregunto cómo había llegado allí. Le conté mi historia. Mientras que lo hacía, Cleo, seguía con sus caricias, me besaba el pelo incluso en la cara.  Me fui tranquilizando y al final me dormí en sus brazos.

Cuando desperté seguía entre sus brazos. Al rato entro un hombre, nos dejo un cubo de agua, algo de fruta y otro cubo para las necesidades.

-Cleo –dije- ¿hasta cuándo estaremos en la jaula?

-No se –respondió- Supongo que hasta que el amo quiera, yo llevo tres días.

-¿Por qué estás aquí? –pregunte-

-No lo se muy bien –respondió- Haría alguna cosa que no gusto al amo.

El día pasó sin novedades, salvo que no paramos de hablar y de estar abrazadas. Me sentía protegida en sus brazos. Seguía con las caricias y besos. Yo también la correspondí de la misma manera. Me recomendó que no me masturbara estando sola, que los orgasmos  eran cosa del Amo y que si me sorprendía, desharía no haber nacido.

Nos llevaron algo de comer y agua. Tenía mucha sed y hambre, no deje casi nada a Cleo.

Seria media tarde cuando apareció el Amo. Mi compañera, como un resorte, se puso de rodillas y con la frente tocando el suelo. La imite, supuse que era lo que quería nuestro dueño.

Entro en la celda, me agarro del pelo y me puso de pie, mientras que decía:

-¿Quién te ha dicho que te pongas así?

- He hecho lo que he visto –trate de decir-

-Calla perra.

Me saco de la celda y me ato a una cadena que colgada del techo. Luego cogió varias pinzas que están unidas por un cordel. Empezó a ponérmelas en la axila derecha, siguió poniendo pinzas en mis pechos y pezones. Después me puso en la izquierda, con cada una de ellas sentía como un picotazo que se prolongaba, especialmente con las de los pezones. Continuó poniéndome pizas en ambos costados. Luego se dirigió hacia los labios vaginales, me puso varias y como guinda me pinzo el clítoris. El dolor fue tan intenso que por un momento me hizo olvidar el resto de las pinzas. El hombre se quedo con los extremos del cordel en la mano. ¿Porque me hacia eso? Yo estaba dispuesta hacer lo que fuera para que no me pegaran.

Llamó a Cloe. Esta se arrodillo delante del Amo. Observe como se sacaba el pene y le dijo:

-Chúpame la polla.

La perra comenzó a lamer el tronco del Amo. Al poco comencé a sentir envidia de Cloe más que nada porque no tenía las pinzas. El Amo comenzó a suspirar. Cloe se aplicaba en su trabajo. La condenada lo hacía bien.

Al rato saco la polla de la boca de la sumisa. Acaricio su pelo como signo de gratitud.

-Sigue –la ordeno- haz que me corra y traga mi semen.

Cleo comenzó de nuevo a succionar el pene, no tardo mucho en cumplir la orden, vi al Amo como se convulsionaba y debía comenzar a vaciarse en la boca. Luego no vi nada más durante un rato. Solo sentí como si mil agujas se clavasen en mi cuerpo, especialmente en los pezones y clítoris. Mi Amo, si era mi Amo desde ese instante, no porque me comprara, si no, porque lo sentí como tal, tiro de los cordeles haciendo que saltaran las pinzas. Entendí lo que me esperaba y a pesar de los restos del dolor mi vagina se humedeció.

Mi cara debía ser un poema, ya que oí como ordenaba a Cloe que me  consolara. Esta se acerco y comenzó a acariciarme el pelo y dándome besos por la cara me dijo en voz baja que me tranquilizara que el Amo estaba contento. Luego paso su lengua por los sitios donde estaban las pinzas, fácilmente localizables por el color rojo de mi piel. Observé como el Amo nos miraba y una sonrisa le asomaba en su rostro.

Al rato, ordeno a Cloe parar. Esta se acerco a donde estaba el Amo y se arrodillo.

-Alice –dijo el Amo, mientras que con su mano me acariciaba la mejilla- Te voy a soltar.

-Gracias mi Amo –dije con un hilo de voz-

-Te voy a azotar –prosiguió- Espero no tener que volver a atarte.

No dije nada. El sabría la razón que tenía para azotarme y yo debía acatarlo.

Una vez desatada, me hizo poner las manos detrás de la nuca y separar las piernas. Comenzó con una fusta, el primer golpe me pillo desprevenida, me lo dio en la espalda, me doble hacia adelante pero no grite. Me puse de nuevo en posición en cuanto puede. Dejo pasar unos segundos cuando vino el siguiente azote, este en un muslo, casi me caigo ya que me fallo la pierna. Siguió con fa fusta hasta que empecé a gritar con cada fustazo. Entre uno y otro dejaba un tiempo, cosa que agradecía en silencio. Cleo  nos miraba, de vez en cuando recibía también un fustazo, pero o aguantaba muy bien o eran más flojos que los míos.

Mi Amo se acerco y me acaricio la cara y el pelo. Agradecí la caricia. Luego me paso los dedos por mi sexo, que estaba mojado. Le vi sonreír. Hizo que le limpiara los dedos con mi boca.

Me puso a cuatro patas. Con una paleta de madera comenzó a azotarme las nalgas. Con cada golpe me iba hacia adelante. Fue incrementando la fuerza hasta que cada azote hacia que fuera al suelo y mis manos masajeaban mi culo en un vano intento de calmar el dolor. Volvía a ponerme en posición y el Amo seguía con la azotaina. Lloraba, me dolía todo y estaba como loca pero sus palabras de ánimo hacían que soportara el duro castigo.

Cuando le pareció bien, dejo de azotarme y me tomo las nalgas, las abrió y note como su polla se apoyaba en mi ano. Era evidente lo que iba a suceder, mi segunda enculada. Me estremecí recordando lo dolorosa que fue la primera. Para mi sorpresa casi ni me entere de la penetración, estaba tan dolorida que no note dolor. Comenzó suavemente durante bastante rato, mi ano se acostumbro rápidamente. Luego aumento el ritmo de la follada, eso me fue poniendo, fui excitándome lentamente, aunque sabía que no iba a llegar al orgasmo.

Por descontado que se corrió dentro de mi. Se dejo caer sobre mi cuerpo y fuimos los dos al suelo. Me sentí bien al ver su cara de satisfacción y mejor cuando me dio un beso en la mejilla.

Nos metió en la celda. Yo estaba dolorida pero muy excitada quería correrme, pero el Amo no había consentido en concedérmelo. Me olvide Cleo, quería que se marchara para masturbarme.

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