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Historia de andrea (1)

en Dominación

Siguiendo mi costumbre, me cite con el cliente en una cafetería de su ciudad. Por las características de las prestaciones que ofrecía no quería que se supiera por donde estaban mis instalaciones. Era la segunda vez que nos íbamos a ver. En la primera me hizo su petición de servicios y en esta le iba a decir si me hacía cargo de la gestión y el precio tras estudiar la viabilidad de la operación.

Llegue unos cinco minutos más tarde de la hora convenida. Me gustaba hacerles esperar un rato.

Cuando entre le vi sentado en una discreta mesa del fondo. Vino la camarera y pedí un café. Hablamos de tonterías hasta que me trajeron la comanda.

-He estudiado su caso –comencé a decir una vez que la camarera se marcho-  y es viable.

Le pase un papel doblado en el que estaba el precio de la operación. Por su cara supe que era más alto de lo que esperaba.  El sabía que era innegociable. Se tomo un par de minutos antes de contestar.

-De acuerdo, amigo –dijo- Solo una cosa, ¿el plazo de entrega se puede acortar?

-Como sabe es entre tres y seis meses, pero menos de tres no es viable porque seguramente no quedaría usted satisfecho.

-Me parece correcto esto.

Me paso un sobre donde estaban la mitad de mis honorarios y seguramente algunas instrucciones sobre el particular.

Se puso de pie y me dio la mano mientras que me decía que esperaba mis noticias.

Me quede apurando mi café pensado en el reto, bonito reto que se me presentaba.

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Contare algunos antecedentes para que entendáis a lo que me dedico. Siendo muy joven y viendo las condiciones de vida en mi pueblo, me traslade a una ciudad.

Al poco tiempo entre en contacto con una pequeña banda que se dedicaba a tocar un poco de todo. Desde de robos a tráfico de estupefacientes como al tráfico de mujeres. Todo ello a pequeña escala, aunque teníamos un local para reunirnos. Pasaron varios años, la verdad es que me iba bien. Tenía dinero y con eso las mujeres que me apetecían.

El día de mi 27 cumpleaños nos fuimos a cenar como era costumbre entre mis colegas para celebrarlo. Después tomamos unas copas y a eso de las dos de la madrugada los deje, porque había quedado con una stripper amiga.

Por la mañana la lleve a su casa y aunque no había dormido nada, pensé en pasarme por el bar de la banda.

Me extraño ver la puerta entre abierta. Penetre y me encontré con un desastre. Todos mis compañeros estaban tirados por el suelo. Una noche de vendetta, patrocinada por el jefe local que llevaba cierto tiempo intentado quedarse con nuestro negocio.

Pensé rápido, fui a la oficina y busque el dinero que nuestro jefe guardaba y me largue de la ciudad lo más rápido y lo más lejos que pude.

Aterrice en una ciudad costera del sur, me busque una casa y comencé de nuevo con la pasta que llevaba. Era bastante, pero no interminable. Pero me basto para los inicios, aburridos y como se terminaba el dinero decidí volver al negocio, pero solo de mujeres.

Pasado un tiempo me di cuenta que era más rentable especializarme que buscar chicas y venderlas en los burdeles. Me hice conocido en determinados ambientes que empecé a frecuentar.

Se pagaba mucha pasta por sumisas o esclavas que por putas y además pensé que me iba a divertir mucho.

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Avise a mi rancho de que teníamos un nuevo trabajo y que en dos o tres días volvería con la mercancía.

Hice un rápido estudio de los hábitos de la chica. Era una estudiante de último año de secundaria y precisamente era un profesor suyo el que había hecho el encargo.

Decidí cazarla en la calle. No quería que se diera cuenta de que la secuestraban por lo que opte por usar un narcótico lanzado con una pequeña cerbatana, así caería dormía y despertaría en mi poder. Siempre viajaba con mi equipo de capturas, me ahorraba tiempo y dinero.

Conseguida la pieza regrese en mi todo terreno a la finca.

Fui recibido por mis dos ayudantes. Un tipo algo más joven que yo, no muy inteligente, pero fiel como un buen perro y una joven, que fue uno de los primeros encargos y que no pude entregar. No me importo mucho ya que tenía otras opciones para ofrecerla, pero me di cuenta de que necesitaba una mujer de confianza además de que era una sádica en potencia, pensé que siempre estaba a tiempo de venderla.

Abrí la caja que llevaba en la parte trasera del coche. La pupila seguía dormida. Le puse una mordaza de bola.

Ayudado por John la desnudamos y trasladamos a la zona del dormitorio. Se componía de dos filas de cinco jaulas cada una. Las jaulas median un metro  por metro y medio y una altura de un metro veinte. Las medidas permitían que las ocupantes pudieran estar sentadas y dormir medio tumbadas. Estaban clavadas en el suelo, sin reja en el fondo, es decir dormían directamente sobre la tierra.

Cuando despertara recordaría que iba por un parque y se vería dentro de una jaula, con las manos atadas, desnuda, amordazada. No sabría cómo era posible, se haría un montón de preguntas y emperezaría con el derrumbe sicológico, primera parte del tratamiento para su trasformación.

Después de cenar  informe a Candy de los detalles del encargo. Le gusto mucho porque me solicitó que la follara y al decirla que no, pidió permiso para hacerme una mamada a lo que también dije no. Cansado del viaje deseaba estar en plena forma por la mañana para iniciar el tratamiento de Andrea que así se llamaba la nueva pupila. Además le recordaba a Candy su condición de esclava.

Cuando fuimos a sacar a las esclavas de las jaulas, Andrea pego su cara a la reja, pretendía hablar pero como es natural no salió una sola palabra de su boca.

John abrió la puerta de las jaulas y salieron las tres chicas. Lo primero que hicieron fue besar los pies de John, Candy y los míos. Era una de las rutinas diarias. Luego se sentaron sobre sus talones, con las palmas hacia arriba y apoyadas en los muslos, era la posición de espera.

Me acerque a Andrea, di un fustazo en la jaula para que se separa y aumentara su temor.

Le di los buenos días y le dije que esperaba que hubiera dormido bien.

-Estas aquí porque tu futuro amo  nos ha encargado que te eduquemos adecuadamente como a tus compañeras. Cada una está en un nivel. Te aconsejo que te fijes en ellas y sufrirás menos castigos.

Me acerque a las jóvenes.

-La del pelo corto es Angélica, tiene 19 años, su amo es su tío, hermano de su madre y la quiere para uso domestico por lo que se le está especializando en las tareas del hogar y en cocina, además de la sexuales.

-La rubia es Karen, de 29 años, su amo es su marido. Desea que sea una esclava sexual, y que por su culo entre cualquier cosa que se le ocurra.

-La morena de pelo largo tiene 18 años y se llama Nancy. Su propietario es un vecino y la quiere como esclava y para explotarla como puta.

Andrea lloraba dentro de la jaula. Seguramente no creía lo que estaba oyendo. Me dirigí hacia ella.

-Tu amo es un profesor tuyo, el de lengua concretamente, Quiere regalar a su esposa una mascota y ha pensado que tú serias una buena opción.

Abrí la portezuela de la jaula y salió. Se puso de pie.

-A ver, Andrea,  -le dije- si comprendes tu situación, desde este momento eres una perra, una mascota y debes comportarte como tal. Los animales van a cuatro patas.

No se movió, John le dio un par de fustazos en los muslos. Sus piernas se doblaron y fue al suelo. Candy  y yo aprovechamos para ponerla unas muñequeras en las manos y en los muslos. Luego las unimos con unas cadenas. Quedo tumbada en el suelo, la otra opción que tenía era ponerse de rodillas y andar a cuatro patas. Le puse unos protectores para las rodillas  por petición del cliente que no deseaba que se le dañaran.

Otros dos fustazos de John hicieron que se pusiera de rodillas. La puse un collar de cuero, como los que usan con los perros. Enganche una correa.

-Vamos a empezar con las tareas del día.

Las otras tres pupilas se pusieron de pie y salieron al exterior. Las seguimos. Fueron a la zona de baño para su aseo personal.

Antes, como todos los días, se pusieron firmes, con los brazos en cruz y las piernas separadas. Cada día recibían una tanda de 30 azotes en diferentes zonas de sus cuerpos. Sabían que no era un castigo, si no un ejercicio para endurecer su cuerpo y que soportaran lo que dispusieran  sus amos.

Ate la correa de Andrea a una madera y cada unos de nosotros cogimos un instrumento, Candy una pala, John la fusta y yo un látigo corto.

Dábamos 10 azotes a cada esclava, por lo que al final recibían los 30 azotes. Los gritos iban creciendo a medida de avanzaban los azotes.

De reojo mire a Andrea. Tenía cara de espanto y no dejaba de llorar y de gritar aunque seguía con la mordaza.

Una vez que terminamos, les di unos minutos para que se recuperaran y se me ocurrió una novedad.

Llame a Karen, la de mayor edad. Le dije al oído que tenía que darle 5 fustazos a la nueva y que si no conseguía que gritara y pidiera que parase tendría un castigo especial. Le entregue la fusta, mis colaboradores me miraron desconcertados.

Me acerque a la perra y le dije:

Te voy a quitar la mordaza, pero como hables te vas arrepentir.

Evidentemente no hablo.

Di la orden para que Karen empezara. Con los dos primero golpes solo se quejo, pero con el tercero ya grito y con los dos finales suplicaba que parase.

Llame a Angelica y le dije lo mismo que a Karen, bien porque ya estaba dolorida o porque fue más diligente, la mascota comenzó a gritar desde el primero y a suplicar desde el tercero. Con Nancy desde el primer azote  rogo que parase.

Angelica se aseo y partió acompañada por John para que la pusiera la pomada que usábamos para los verdugones que provocaban los elementos de castigo y a preparar el desayuno. Como su destino era ser una domestica, se ocupaba de las tareas propias.

Las otras dos internas se pusieron la crema una a la otra una vez aseadas.

Andrea estaba en el suelo. Candy la incorporo o sea la puso a cuatro patas, cogió una manguera y comenzó a mojarla. Una vez lavada le puso la pomada, agarro su correa y nos dirigimos a la cocina para desayunar.

La mesa estaba preparada, nos sentamos y la perra a mis pies. Angelica sirvió el café y comenzamos a alimentarnos, todos menos Andrea que no alcanzaba a la mesa.

Una vez que terminamos mis ayudantes se marcharon con las esclavas a sus tareas y entrenamientos.

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