Lidia no entendía nada ni a nadie. Cierto que cuando iba a pasar las vacaciones de verano, sus amigas le comentaron en algunas ocasiones, algunos casos de padres que habían tenido relaciones con sus hijas adolescentes, cosa que también se comentaba de algunos chicos. Pero para ella solo eran rumores, ahora suponía que era una realidad.

La actitud de su hermano tampoco la comprendía, pero quizás influenciado por su padre, actuaba de esa manera.

¿Y su madre? No había hecho nada por ella y tampoco la veía  desde la cena del día de su llegada.

Otra cosa que no entendía era su estado de excitación cuando se masturbo delante de su hermano. Se fue excitando poco a poco, no sabia si fue por que el se lo mando hacer o porque estaba mirándola mientras se hacía un dedo. Pero la gusto, vaya que la gusto, nunca se había corrido de esa manera en su corta vida sexual.

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Estaba adormilada cuando oyó que la puerta se habría. Eran su padre y su hermano. Entraron en la celda y Juan la desato de la cadena.

-Me alegra comprobar que has sido capaz de controlar tus esfínteres, Lidia –comento su padre con una sonrisa- Eso esta bien por que habrá ocasiones en las que solo podrás orinar cuando se te autorice.

No respondió, pero se sintió mal al oír ese comentario.

-Supongo que querrás ducharte –dijo su padre-

-Si papá –respondió Lidia-

Le hizo gesto de que le siguiera, salieron de aquel sótano con apariencia de cárcel o algo parecido. En la otra habitación había un pequeño aseo con ducha

La invitaron a entrar. Su padre le ordeno que podía aliviar su cuerpo si lo precisaba y que se duchara.

Los dos hombres se quedaron en la puerta esperando. Lidia estaba paralizada, no quería hacer “eso” delante de ellos.

Miro suplicante a su padre y comenzó a decir papá...

Su padre levanta un brazo para hacerla callar y la miro fríamente, solo dijo obedece.

La chica supo que no tenía otra opción. Orino sintiendo una inmensa vergüenza, su cara se volvió roja.  Comenzó a ducharse delante de su padre y hermano. Sintió el agua correr sobre su piel y eso fue calmándola pero al mismo tiempo su cuerpo reaccionaba de forma extraña, le complacía saber que sus familiares la estaban mirando.

Cuando termino de asearse, la llevaron de nuevo al despacho de su padre. Allí fue examinada por los hombres, palparon los pechos, los muslos, las nalgas, mientras que comentaban lo que les parecía las zonas tocadas.

-Hija, parece que té estas acomodando bien a tu situación, eso nos complace.

Lidia no dijo nada, no se atrevía, pero tenia mucho que decir y mucho más que preguntar.

Su hermano acudió en su ayuda y le dijo que podía hacer una pregunta, solo una pero que la pensara bien.

-¿Por que me hacéis esto? –Fue lo que pregunto, con un hilo de voz.

-Es como una tradición de la familia –anuncio su padre- Tu eres una esclava, nuestra esclava, como lo es tu madre. Poco a poco iras conociendo toda la historia. No creas que somos muy raros o únicos, tus tíos y primos también  son como nosotros, además de algunos amigos.

Lidia intento hablar de nuevo, pero su hermano le recordó que era solo una pregunta.

-Ahora arrodíllate  –le ordeno su hermano-

De forma automática lo hizo. Parecía derrotada y como si ya hubiera asumido su condición de esclava.

-Mientras que no se te ordene otra cosa –dijo su padre- por casa iras desnuda, sin ningún tipo de ropa. Este quien este, aunque sean los criados, ellos son criados, personas libres y tu una esclava.

Al escuchar esto, comenzó a llorar.

Mientras tanto, su hermano le puso un collar de acero.

-Tu collar de perra.

 No era muy pesado, tenia cuatro anillas y el broche.

Su padre le ordeno que subiera a su dormitorio y que espera allí hasta que fuera requerida su presencia.

Por la tarde, una de las criadas entro en la habitación y la comunico que bajara al sótano, que la esperaban. Le recomendó que antes de entrar pidiera permiso. Así lo hizo.

Una vez dentro vio una escena que la dejo pasmada. Su hermano estaba penetrando a su madre desde atrás, ya que estaba a 4 patas, mientras que estaba lamiendo el pene de su padre.

Sintió como una nausea. Quería salir corriendo de allí, pero parecía pega al suelo.

De repente, su padre, se separo del trío y se acerco a ella. Se puso a su espalda y comenzó a acariciarle. Los pezones se le pusieron duros rápidamente y comenzó a sentir calor en su bajo vientre.

La mano de su progenitor fue bajando hasta su vagina, estaba mojada. Le acaricio los labios y la metió un dedo, no muy afondo ya que sabia que era virgen. Comenzó a jugar con el clítoris y la fue masturbando lentamente, mientras veían como Juan follaba a su madre.

El padre fue regulando la masturbación mientras que le dijo que no podía correrse, que tenia que pedir permiso para llegar al orgasmo.

Oyó a su madre como pedía permiso a llegar y fue su amo y esposo quien se lo dio. Al poco de empezar también exploto Juan.

Lidia estaba tremendamente cachonda, la escena de su madre y hermano, su padre lo hacia bien, muy bien y además sentía su polla restregada contra su culo,  hicieron verter gran cantidad de jugos en su coño.

Su padre se sentó e hizo que Lidia se pusiera a 4 patas delante de él. Le acerco la polla a los labios y le dijo:

-Sabes lo que quiero.

Era mas una afirmación que una pregunta.

Lidia comenzó a tocar la polla, luego, paso la lengua por la polla. Sentía vergüenza, se decía que estaban todos locos, pero la loca era ella, loca de excitación y morbo. Sintió la necesidad de tragar la piruleta que tenia entre las manos y su lengua. Su padre le dijo, ve despacio, aprenderás a chupar pollas y te enseñare como me gusta que me la coman a mi.

Sin verlos, sentía los ojos de su madre y hermano clavados en ella, se pregunto por que la excitaba que la vieran haciendo “esas cosas” si tambien le avergonzaba.

Oyo a su padre decir_

-Perra, ven a comer el coño de tu hija.

Al momento noto como su madre se metía entre sus piernas y lamía su vagina y clítoris.

Estaba a punto de llegar, pero no podía pedir permiso ya que tenia la boca llena de polla y no sabia si seria conveniente dejar de chupar a su padre, decidió acelerar y una vez vaciado, pedir el permiso.

Su padre que sabia o intuía lo que pasaba, le dijo:

-Cuando te tragues mi semen, puedes correrte.

No pasaron ni cinco minutos, cuando Lidia, se derrumbo sobre su madre que no paraba de lamerle el clítoris.

Continuara.