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Cristina

en Dominación

Nos conocíamos desde hace unos dos años, solo de coincidir en el ascensor, ya que nuestras empresas estaban en el mismo edificio y también de coincidir en el bar de la planta baja. Salvo los saludos de rigor no habíamos cambiado palabra salvo en alguna discusión sobre futbol ya que ella era una autentica forofa del equipo de nuestra ciudad.

Aunque me gusta el futbol yo no era forofo ni de ningún equipo en particular, pero me gustaba llevar la contraria a Cristina, que así se llama la chica, me reía mucho a su costa. Cris tiene 26 o 27 años, alta, cara agradable pero sin ser una belleza y supongo que buen cuerpo, ya que no me atrevo a opinar sobre ese tema hasta que  veo a la mujer desnuda.

Llego el partido contra el  máximo rival de la liga, si ganaba el equipo de Cristina, pondría tierra por medio y casi era campeón.

En el bar los comentarios sobre lo que pasaría, los podéis suponer según los colores de cada cual. A alguien se le ocurrió hacer una porra.

El viernes antes del partido baje a desayunar y estaba Cristina.

-¿Has jugado en la porra? –me preguntó-

-No, esas cosas no van conmigo. –respondí-

Empezó a hacerme el artículo para que hiciera una apuesta, yo me negaba. Al final más por aburrimiento que por otra cosa le dije.

-En todo caso haría una apuesta contigo.

Tardo unos segundos en responder.

-¿Qué nos jugamos?

-Tres mil euros a que tu equipo pierde –me lance sin pensarlo y con esperanza de que me dejara en paz-

-Yo no puedo hacer esa apuesta –fue su respuesta-

-Eso es que no te atreves y note fías tanto de tu equipo.

-Si pudiera gastar ese dinero ten por seguro que aceptaría. Estoy segura de que ganaremos.

Me pico la curiosidad. Quería ver hasta donde llegaba.

-Hagamos una cosa -le dije- Si pierdo la apuesta te doy mil euros y si pierdes  me invitas a cenar donde tú quieras. Creo que justo.

Se lo pensó un rato pero contesto afirmativamente.

-¿Puedo invitarte al desayuno? –le pregunte-

-Por supuesto –respondió-

Subimos en el ascensor, ella llego primero.

-Nos vemos el lunes y por cierto trae los mil euros –se marchó riendo-

Me quede pensando en la que me había metido, palmar mil euros por una tontería, ya que lo lógico sería que ganara Cristina.

Llego el lunes y mientras que desayunaba vi en el periódico que yo había ganado la apuesta. Espere pacientemente a que llegara Cristina. Algunas personas se mofaron de ella, pero yo permanecí en silencio mirándola de vez en cuando.

Cuando pudo se me acerco.

-Has ganado –dijo-

Conteste con un lacónico sí. Sin más comentarios.

-Gracias por no reírte.

-No es mi estilo –respondí-

-¿Cuando quieres cobrar la apuesta?

-Pues si te viene bien el viernes próximo creo que sería buen momento.

-De acuerdo –me dijo- nos vemos y quedamos.

Llego el viernes, recogí a Cristina en el portal de su casa. Llevaba un vestido negro por encima de la rodilla, medias finas también negras, ligero maquillaje, nada exagerado. La verdad estaba perfecta.

Me indico el restaurante, eligió uno de moda y la cena no le saldría barata. Por lo menos no trataba de aliviarme con algo de baja categoría.

Durante la cena hablamos de muchas cosas. Yo estaba francamente a gusto. Quería prolongar aquello, en el fondo me apetecía acostarme con ella.

-¿Saldada la deuda? Me inquirió de pronto.

-Saldada –conteste-

-Genial.

¿Te apetece tomar una copa en otro sitio? –le pregunte-

-Vale.

Salimos del restaurante y la lleve a un disco-pub que también estaba de moda. Había bastante gente.

No fue una copa si no tres. Hablamos, bailamos, hablamos y bailamos de nuevo. Llego la hora de irnos. La lleve a su casa.

-Ya hemos llegado –dijo cuándo paré frente al portal-

-Sí.

-Gracias, ha sido una buena noche.

-Gracias a ti, lo he pasado fenomenal.

Llevo su mano a la manivela para abrir la puerta pero se giró  hacia mí y dijo:

-Estaba claro que la apuesta era una cena, pero me ha sorprendido que no intentaras nada, ni siquiera bailando.

La mire a los ojos fijamente, espere un poco en contestar y decidí  atacar con todo.

-Yo no insinúo, Cristina,yo exijo.

-Eso es muy fuerte, así tendrás muchos noes.

-En ese caso a otra cosa mariposa –le respondí-

Se quedó mirándome, interprete que estaba decidiendo si se bajaba del coche o no. Pasado un tiempo prudencial pase a la acción.

-Cristina, quiero que me hagas una mamada.

-Estás loco, en el coche y en la puerta de mi casa.

No le conteste. Le mire con dureza, sin vacilar, hasta que vi que apartaba su mirada de mí. Pasaron unos cuantos segundos, yo estaba  esperando y seguía mirándola. De repente sus manos se dirigieron a mis pantalones. Me comenzó a sobar la polla por encima de la tela. Cristina se acercó e intento besarme. Me aparte y deje que lo hiciera en la cara al tiempo que le indicaba:

-He dicho que me comas la polla, no que me beses.

Su cara mostro sorpresa por mi salida. Desabrocho la correa y la cremallera, saco mi miembro prácticamente en erección completa. Con la mano comprobó la dureza y se volcó para comenzar la mamada. Lo hacía despacio, la verdad es que Cristina sabía lo que debía hacer.

Recorrí sus muslos enfundados en unas magníficas medias y como suponía me encontré que eran pantys.

No tarde mucho en llegar y me hizo gozar bien, por descontado que no la avise cuando me corrí y apreté su cabeza contra mi polla para obligarla a tragarse mi semen.

No dijo nada y yo tampoco, me limite a girarla para que adoptara una posición más cómoda. Introduje la mano por debajo de la falda. Me entretuve acariciándole los muslos. Me encantaba el tacto de sus pantys.

Al pasar la mano por delante de su sexo note humedad. Genial, pensé, además es caliente. Jugué con el borde del elástico y lo baje un poco.

-Cristina cuando salgas conmigo llevaras siempre medias, no quiero tener impedimentos cuando te toque.

-Entendido –dijo mirándome a los ojos-

Comencé a tocar sus pechos, lo hice con suavidad al principio luego se los apreté de vez en cuando y Cristina suspiraba, le gustaba.

Los suspiros se hicieron generalizados cuando acariciaba al mismo tiempo sus senos y los labios de su vagina. Le fui abriendo el coño con cuidado y metí la punta de un dedo. Seguí profundizando hasta que me entro entero, bueno hasta que yo quise meterlo entero, ya que según estaba de mojada no hacía falta precauciones. De vez en cuando gemía bajito.

Saque la mano y le puse el dedo mojado en los labios.

-Lámelo.                  

Una vez que me pareció suficiente, volví a meter la mano en sus bajos, un dedo en su vagina y con otro la fui masturbando, todo muy lento. Su cuerpo se agitaba, abrió todo lo que pudo las piernas, su cara fue cambiando.

Seguí así hasta que note que se iba a correr. Pare en seco. Vi la decepción en su rostro.

Lleve de nuevo el dedo a sus boca y lo lamio hasta que lo dejo limpio.

-Bésame –le ordene-

Se incorporó un poco y comenzó a besarme. Primero con algo de timidez, pero en cuanto sintió mi lengua presionando en sus labios, los abrió y enroscamos las lenguas.  Me gusto el sabor de su flujo en la boca.

La masturbe de nuevo. Rápidamente estaba a tono otra vez, mejor dicho preparada para llegar en cualquier momento. Volví  a parar ya no era decepción lo que se veía en su cara, creo que era ira.

Después de unos segundos volví a masturbarla. Cristina casi inmediatamente comenzó a gemir.

-¿Te quieres correr? –le dije-

-Siiii

-Pídemelo –mientras mis dedos no dejaban de entrar en su vagina y jugaban con su clítoris-

-¿Qué?

-Lo que has oído –le respondí-

-Haz que me corra de una vez –entono con voz de cabreo-

Decidí forzar un poco más la situación.

¿Así se piden las cosas, Cristina?

-Haz que me corra –dudo un poco pero añadió- por favor.

No le conteste, seguí manipulando su sexo. No tardo casi nada en correrse. Comenzó a tensar el cuerpo y se abandonó al placer. La agitación le duro un rato, igual que la respiración entrecortada.

Sin decir nada, me baje del coche, abrí su portezuela y la acompañe hasta el portal.

-Hasta el lunes –me despedí-

-Adiós –dijo, supongo que sin saber que decir más por que no esperaba esto-

Desde el coche vi como entraba en el edificio y espere un poco y averigüe en que piso vivía.

Durante la semana coincidimos como siempre en la cafetería, si ella quería hablar sobre lo sucedido no pudo ya que no había intimidad para ello. El martes le pedí su número de móvil. Espere hasta el jueves para mandarle un mensaje.

“¿Cenamos mañana?

Al rato llego la respuesta, un lacónico OK.

La cena trascurrió tranquila, hablamos de trivialidades, de futbol pero no de lo sucedido en la anterior cita. Cuando salimos del restaurante y ya en el coche le pregunte:

-¿Tomamos una copa?

-Claro –respondió-

-¿Prefieres algún sitio?  –Hice una pausa- o ¿me invitas a la copa en tu casa?

-Donde quieras –respondió-

No hablamos hasta que llegamos a su casa. Ni siquiera en el portal o en el ascensor.

Vivía en un apartamento no muy grande, solo tenía un cuarto de estar, un dormitorio, baño y cocina.

-¿Qué quieres tomar? –me pregunto-

-Si tienes ron me apetece un cuba libre.

Se fue a la cocina, yo curiosee  un poco y puse música tranquila.

Cuando vino y tras un trago la invite a bailar. Se arrimó más de lo necesario, dando a entender por si no lo había dejado claro ya, lo que deseaba.

La bese en el cuello y mientras que bailábamos le pregunte:

-¿Cuántas veces te has masturbado, recordado lo del coche?

Permaneció en silencio mirándome a los ojos.

-Contesta –ordene-

Apoyo la cabeza sobre mi pecho y dijo:

-Dos o tres veces.

-No está mal en una semana.

Alzo los ojos y mirándome añadió:

-Al día, incluso en el trabajo. Es recordarlo y mojarme.

Pues sí que se había impresionado por una simple masturbación.

-Nunca me lo habían hecho así, ni siquiera yo misma, Fue muy intenso.

Era mía. La duda estaba en si Cristina lo sabía ya.

Seguimos bailando hasta que termino la canción que sonaba en ese momento, Aproveche para comprobar lo que le había indicado sobre el vestuario. Había obedecido.

Le fui bajando el vestido. Llevaba un conjunto negro de encaje y medias con ligero. Le acaricie las nalgas y el culo.

Desabroche el sujetador y ella se lo quito. Tenía unos preciosos senos a los que por desgracia les faltaba poco para que comenzaran a caerse, pero estaban muy bien. Luego baje el tanga y con un movimiento de sus pies  lo saco. Pase la mano por su depilado sexo y estaba mojado.

Le baje las medias y se las quite. Con ellas en la mano me senté en el sofá y me quede mirándola. Cristina no sabía qué hacer, si venir o quedarse donde estaba, opto por quedarse.

-Quiero verte bien –le dije- gira lentamente.

Obedeció. En el segundo giro la mande parar.

-Presume de culo. Exhíbelo.

Lo saco un poco y dio otra vuelta, luego que doblo hacia delante y surgió aquella maravilla de la anatomía. Realmente era precioso y lo mejor de su cuerpo. Lógicamente no le dije mi opinión.

-Arrodíllate, quiero ver tu culo en plenitud –no era necesario para admirarlo, pero sí lo era para que fuera metiéndose en su papel de obediente sumisa-

Se puso a cuatro y la verdad era magnifico. No pensé en cómo iba a disfrutarlo ya que no quería que mi pene se pusiera duro del todo.

-Acércate –le dije-

Fue a incorporarse pero se lo impedí.

-Ven como estas.

Me miro con sorpresa pero inicio su camino. Cuando llego la comente:

-Muy bien Cristina, no has dudado, así  debes comportarte.

-No sé porque te hago caso –me respondió-

-¿Quieres que te lo diga o prefieres esperar a descubrirlo por ti misma?

No contesto. La hice girar para que mediera la espalda. Con una de sus medias le ate las manos por detrás. Mientras que se giraba me saque el pene.

Al verlo fue directa a besarlo.

-¿Qué vas hacer?

-Lo que deseas, si no para que te has sacado la polla.

-Tienes que esperar a que te lo ordene, Cristina.

Sin decir más, apoye su cabeza en el sofá y le di cinco azotes con la mano en las nalgas. Cuando termine le dije que así iría aprendiendo. La oí que me llamaba cabrón en voz baja.

-Efectivamente lo soy –le dije- no lo tomo como un insulto y si era un desahogo la próxima vez piénsalo para que no te oiga porque tendré que corregirte.

-Vale –contesto-

Se quedó mirándome, esperando. Me demore a propósito, deseaba que sintiera cierta ansiedad.

-¿Quieres hacerme una mamada? –le pregunte de repente-

-Si –contesto de forma fuerte y audible-

-¿Y por qué no lo preguntas, Cristina?

-Quiero hacerte una mamada, ¿me dejas?

Bien parece que iba comprendiendo lo que deseaba de ella, sabía que era una chica lista.

-Te dejo –le conteste-

Se acercó y comenzó a besarme la polla, desde la punta al final  de tronco, también se ocupó de mis testículos. Se notaba que era la primera vez que no usaba las manos en estos menesteres. Me dio bastante placer, me corrí en su boca y se lo trago sin tener que decirle nada.

La separe y me puse de pie. Incorpore  a Cristina. La abrace desde atrás y comencé a masturbarla. Estaba completamente mojada. Suspiraba yo seguí manipulando el clítoris. Cuando note que su cuerpo se tensaba

-Permiso para correrme –dijo-

-No –le conteste- aguanta.

Afloje un poco la presión sobre su clítoris. Se relajó un poco. Volví a la carga pero no tardó mucho en estar otra vez a tono. Note sus esfuerzos en contenerse. De repente me grito:

-Para o me corro ya.

-Aguanta –le indique mientras que volvía a bajar la intensidad de la masturbación.

Le bese el cuello, ella busco mi boca y nos besamos.

Repetí otra vez y la puse por tercera ocasión al borde del orgasmo. Cristina no decía nada, pero tenso el cuerpo.

-Córrete cuando quieras –le susurre- Córrete para mí.

Fue a decir algo pero no pudo. Su cuerpo empezó como a temblar, se estaba corriendo en mis brazos. La sujete ya que se le doblaban las rodillas. La senté en el sofá para que se recuperara.

Esta noche tampoco la penetre, lo dejaba para la próxima cita.

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