Sin llegar al recuperarse del orgasmo, Lidia,  fue conducida por su hermano a la celda de la otra mazmorra. Fue atada por una anilla de su collar a una corta cadena que colgaba de la pared.

-La has cagado, hermanita –dijo su hermano-

Se marcho.

Paso un tiempo. La postura era incomoda, el collar se le clavaba en el cuello, para aflojar la tensión, se ponía de puntillas y al rato eran sus pies los que protestaban, así que iba alternando.

Tenia miedo por la reacción de su padre. No cumplió con lo ordenado. Su padre no se corrió y ella lo hizo como una perra en celo, sin permiso. Lo que no comprendía era la sonrisa que tenían su padre y su hermano cuando sucedió. El orgasmo había sido brutal, por primera vez su coño fue lamido y comido. Sabia que tendría consecuencias y nada agradables.

No supo cuanto tiempo había transcurrido cuando oyó la puerta. Giro la cabeza todo lo que pudo. Era su padre. Se acerco a reja. Ella comenzó a pedir perdón, perdón, perdón....

-Silencio –dijo su padre.

Su voz sonó fría, enérgica y la joven comenzó a llorar, esperando lo peor.

-¿Qué explicación tienes para lo ocurrido ayer? –pregunto-

Había pasado la noche en esa incomoda postura.

-No se, papá –respondió-  Supongo que al ser la primera vez que otra persona me daba placer, no pude aguantar.

-Eso lo comprendo, Lidia. Te enseñaremos a que sepas controlarte.

-Si papá –respondió-

- Me has decepcionado –prosiguió-  Has fallado y todo fallo tiene su castigo.

La chica no dijo nada. Temía el castigo pero penso que seria mejor no enfadar a su padre.

La desgancho de la pared y la llevo al centro de la habitación. Ato sus muñecas con una cuerda que colgaba del techo. Sus brazos quedaron en alto. Luego se dirigió a una estantería donde había una colección de fustas, látigos, palas y otros instrumentos para azotar. Elijo una fusta intermedia.

Lidia la miro angustiada. No pudo apartar los ojos de la fusta mientras que su padre giraba alrededor de ella. Le iba pasando la punta por su piel. Como acariciándola.

Cuando no lo esperaba recibió el primer fustazo en la espalda. La pico más que dolerle. Su padre, hombre experto en estos asuntos, fue regulando los azotes, tanto en la espalda como en las nalgas y muslos. Algunos si fueron fuertes, que hicieron que Lidia gritara, pero solo al recibir el fustazo. Deseaba decirle que parara, que no la pegara más, pero penso que era mejor callar, temiendo que si decía algo se alargara el castigo.

Noto que su cuerpo reaccionaba. Noto calorcillo en sus partes bajas, se estaba excitando. Pero como era posible, se pregunto. Debía estar loca o algo parecido.

Su padre se acerco y la desato. La abrazo y beso en la frente. Ella también le abrazo. Ese beso la había llegado muy dentro.

-Papá –dijo- perdóname. Intentare que no vuelva a suceder algo así.

Su padre no respondió, le dio un beso en los labios y dijo tu hermano y tu madre nos esperan para desayunar.

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Durante el desayuno no hablaron. Era evidente que sus familiares sabían lo que había pasado en el sótano, además de las marcas en el cuerpo de Lidia. Al poco de comenzar a comer, sintió grandes ganas de ir al baño pero recordó las palabras de su hermano referentes al control de esfínteres y decidió ponerlo en práctica.

Cuando terminaron, su hermano pregunto como había ido por el sótano.

-Bien, hijo –respondió- tu hermana se ha comportado como se espera de una esclava.

Ese comentario la gustó. La mala noche que paso colgada del cuello y los fustazos parecía que sirvieron para algo bueno.

Su padre separo la silla y dirigiéndose a la joven la indico:

-Ahora debes terminar lo que anoche dejastes a medias.

-Si papá –dijo Lidia-

Rápidamente se arrodillo ante su padre. Esté saco su flácido pene.

-Tocalo con la mano –le indico-

Así lo hizo, estaba blando a diferencia del día anterior. Noto como cambiaba con las caricias de sus manos y ganaba dureza.

Su hermano y madre se acercaron para ver como maniobraba. Eso la puso en tensión pero le gusto. Penso que le gustaba que la vieran haciendo esas cosas. Sentía como su vagina se iba mojando al mismo tiempo que el pene de su padre crecía.

-Ahora con tus labios y boca –ordeno su padre-

Inmediatamente comenzó a recorrer la polla con los labios y la punta de la lengua. No sabia debía hacerlo así, pero como no la dijo nada, siguió. Se la introdujo en la boca y empezó a succionar con rapidez ya que deseaba complacerle.

-Lidia –dijo su padre- ve despacio, piensa en el placer que vas a dar, recréate, y disfrútalo.

Ya más despacio con la polla en la boca se le ocurrió tocar los testículos de su padre, le oyó gemir. Eso le gusta, penso, así que prosiguió.

Cuando eyaculo en su boca, se trago el semen. No le desagrado pero tampoco le produjo alguna sensación placentera.

-Ahora tienes que limpiarla .

Se fijó en el pene de su padre, vio restos de semen y supuso que su hermano se debía referir a eso. Con la punta de la lengua recogió todo lo que pudo.

-Padre parece que la perra esta aprendiendo –dijo su hermano- Me gustaría premiarle.

-Ya sabes que puedes hacer lo que te apetezca  con cualquiera de las ellas

-contestó el padre-

Juan se apoyo en la mesa y se bajo los pantalones, saco su mienbro y dijo:

-Lidia ven a por tu premio.

Acudió rápidamente. Estaba contenta por las palabras de su padre, por el regalo que le hacia su hermano. Debían estar locos y ella más loca aun  por la tremenda excitación que sentía.

Notó alguna diferencia entre las pollas de sus “hombres”, la de su hermano era más larga y más fina que la de su padre.

Actúo como le habían enseñado. Aunque su hermano, se movía mientras que ella tenia su polla en la boca. Tardo menos en correrse.

Una vez que habían terminado, su padre dijo que se iban a trabajar, que pasara la mañana con su madre ya que tenían cosas que hacer.

Continuara.