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Judith (2)

en Dominación

Pasaron los días desde  la escapada para conocer a Judith. Cada día nos enviábamos un mensaje por lo menos y casi todas la noches nos veíamos por la cam. Evidentemente seguimos jugando a ama-esclava, pero no es lo mismo ciber que en real.

Faltando una semana para la boda mi joven pupila me hizo una propuesta. Quería despedirse porque era firme su decisión de ser fiel a su futuro marido. Dadas las limitaciones de movimiento que tenía por los últimos preparativos decidí que yo me desplazaría. La verdad era que me apetecía mucho verla. Era un diamante en bruto y así se iba a quedar. Me dijo que el sábado y domingo estaría a mi disposición ya que el novio hacia la despedida de soltero y se marchaban a celebrarla a otra ciudad.

Me aloje en el mismo hotel. La cite a las diez de la mañana del sábado en la cafetería de nuestro primer encuentro.  Yo aparecí un poco después de esa hora, aunque la avise del pequeño retraso. Una vez hecha la presentación en la recepción mande subir mi equipaje y fui al bar.

La vi sentada en la misma mesa. Llevaba puesto un vestido de tirantes, sabía que no debía usar pantalones. Me acerque. En cuanto me vio se puso de pie.

-Buenos días Ama –dijo dándome un beso en la mejilla-

Espero a que me sentara para hacerlo ella. Pedí un café, tras una breve e intrascendental charla sobre mi viaje pase al ataque.

-Ve al baño y quítate las bragas.

Se puso colorada pero no rechisto.

A su vuelta se sentó de nuevo  y yo extendí mi mano.  Me puso la prenda, que por la cantidad de tela intuí que era un tanga.

-Ahora ve y quítate el sujetador.

Mientras que volvía page los café y la espere en la puerta de la cafetería.  Vi como se me acercaba y pensé que estaba guapa, porque sin ser una mujer espectacular, si no más del montón, estaba guapa o me lo parecía.

-Pareces una puta sin llevar ropa interior –le dije-

-Tu puta, ya lo sabes -contesto-

Me dirigí hacia la calle, a dar un paseo quería ver su reacción ante la falta de ropa interior y además exhibirla conmigo por si diera la casualidad de que nos viera alguien comido de Judith.

Note que en un momento dado se entretuvo más de la cuenta viendo un escaparate.

-¿Qué haces?

-Nada, solo veía los artículos.

-No me mientas, tienes la cara colorada.

-No Ama –me susurro- de verdad.

-¿A quién has visto? –decidí forzar-

-A nadie.

No dije nada, pero le mire directamente a los ojos.

No aguanto, bajo su mirada al suelo.

-Estoy esperando.

-Me pareció ver a mi hermana, Ama.

-Parece que te avergüenzas de que te vean conmigo.

-¡¡¡No!!!, de verdad, te lo juro, no es eso.

Imagine que en su plan no entraba la posibilidad de ver a su hermana.

-Está bien, pero me has mentido y has pretendido obviar mi presencia.

-Lo sé. Perdóname, por favor, no debí hacerlo.

Me acerque a darle un beso en la mejilla y le susurre que ya pagaría por esto.

Mire el reloj eran casi las once y media.

-Volvamos al hotel –dije-

Tras cerrar la puerta de la habitación, la bese en la boca, un beso largo, primero suave como de enamoradas, luego metí la lengua a fondo a lo que Judith respondió. Mi mano se perdió debajo del vestido para confirmar algo que sabía.

-Estas empapada, perra.

-Tú me pones así, Ama.

Me separe de ella.

-Desnúdate.

Se sacó la poca ropa rápidamente.

Me acerque y le bese el cuello, le di un pequeño mordisco en el lóbulo, gimió, seguí pasando mis labios hasta llegar a los suyos, después de besarlos suavemente se los mordí con cierta fuerza.

-Estas enfada –dijo cuándo la deje- y tienes razón. No me porte como es debido.

-Lo que estoy es decepcionada, me has negado.

-Cierto mi Ama –contesto mirando al suelo-

-Coge el neceser rojo que está en el suelo y ponte lo que hay dentro –la ordene- Hazlo en el baño.

Obedeció inmediatamente. Quería que se pusiera cosa parecida a un corsé o arnés pero solo hecho con correas, muñequeras y espinilleras y por descontado su collar de perra.

Mientras que salía de una maleta saque algunos artilugios. No tardó mucho, pero las correas no estaban bien puestas y con desagrado vi que no llevaba el collar puesto.

Se arrodillo junto a mí.

-Si no te importa–comenzó a decir- el collar  me gustaría que me lo pusieras tú, mi Ama y Señora.

-Dime el motivo –le conteste-

-No lo tengo claro, pero creo que me lo pongas en un acto de dominación por tu parte y se sometimiento por la mía.

Sin decir nada, se lo puse. Me beso los pies.

La puse de pie de un tirón del pelo. Le coloque adecuadamente las correas del arnés-corsé. Realmente eran solo unas tiras de cuero que triangulaban sobre sus pechos y sexo y por la parte de atrás como un tanga de hilo

Pille una fusta, se la enseñe y vi en sus ojos miedo pero también algo parecido a deseo, no sé muy bien.

Nos miramos a los ojos y no hizo falta usar palabras, entendió que iba a castigarla por lo sucedido por la mañana y lo acepto sin protestar.

Comencé a recorrer su piel con la punta de la fusta, de vez en cuando le daba un fustazo no muy fuerte, era su primer castigo. En esta primera fase fueron más caricias que azotes pero su espalda delataba el tratamiento. La bese en el cuello, le mordí el lóbulo de la oreja y luego bese sus labios.

Inicie la segunda fase con fustazos más fuertes y con menos intervalo de caricias entre uno y otro.No quería dejarla marcas dada la proximidad de su boda por lo que alternaba entre sus muslos, nalgas y espalda. Se le pusieron bien colorados.

Luego tire la fusta en el suelo.

-Ahora tu merecido castigo.

Sin más aviso le agarre los pezones y se los retorcí hasta que grito y se le saltaron las lágrimas, luego le di unas cuantas palmadas en los pechos.

La bese de nuevo y pase mis dedos por su sexo, estaba empapada como nunca. Esta chica era una autentica perra caliente.

Comencé a masturbarla con cierta rapidez, quería que se pusiera al borde del orgasmo rápidamente. Cuando intuí que estaba a punto, pare.

-Ni se te ocurra correrte sin pedir permiso, zorra.

-Si Ama –balbuceo-

Le dije que se arrodillara, cogí una cadena y la enganche al collar, la pasee por la habitación a cuatro patas. Llegamos al pasillo de acceso y la deje allí, fui hacia la cama  tumbándome con las piernas abiertas.

-Ven –ordene-

Lo que vio cuando salió del pasillo era mi sexo abierto, invitándola a que lo lamiera. Se acercó y comenzó a lamerlo con suavidad. Metió dos dedos en la vagina fallándome con lentitud. Llego un punto en que yo misma me movía y me clavaba en los dedos.

Introdujo otro dedo más y me follo fuerte, mientras que su lengua jugaba con mi clítoris.

Al grito de “no pares”, “no pares” me corrí en su boca. Fue muy intenso. Al recuperarme la vi que me miraba con una sonrisa franca y brillo en los ojos. Estaba contenta Judith.

Me puse un arnés doble pero de un grosor un tanto exagerado para ella.

-Eso no me va a entrar –dijo al verlo-

-Ya verás como sí.

Me tumbe junto a Judith, besando y acariciando su cuerpo, como si fuera a hacerle el amor. De vez en cuando pellizcaba los pezones y la perra gemía. Puesta encima de ella fui rozando con el pene de goma el monte de venus, las ingles, los labios en fin todo su sexo.

Judith estaba en el séptimo cielo, gemía acompasadamente. Coloque el consolador en la entrada de su coño y fui  empujando despacio. La verdad es que era algo grueso para su cueva, pero con paciencia entro. Follamos en la clásica posición del misionero. Quería que disfrutara de este polvo.

Una vez acomodada al consolador, Judith comenzó a moverse al ritmo que le marcaba. La intensidad fue subiendo.

-Ama ¿puedo correrme? –oí que decía-

No conteste, al instante repitió la petición.

-Permiso para correrme, por favor.

Me demore unos segundos.

-Correrte todo lo que quieras. Prácticamente comenzó a venirse al momento. Yo no deje de penetrarla. No se cuántos orgasmos gozó pero fueron intensos como el mío.

Me desplome sobre su cuerpo y nos adormilamos entre besos.

Pedí algo de comer al servicio de habitaciones. Estaba algo cansada por el viaje y pensé en dormir una siesta.

La lleve de la cadena, a cuatro patas, hasta la cama. Ate la cadena a una de las patas y le dije:

-Ahora vamos a hacer un rato de siesta.

Me miro con los ojos como platos cuando me acostaba en la cama. Vi que se acurrucaba en el suelo.

Me desperté y Judith seguía acurrucada. Le propine una par de suaves patadas en su culo. Se incorporo aun medio dormida. Le puse los pies cerca de la boca y comenzó a besarlos.

-Ahora lame los dedos.

Con delicadeza lamió  uno a uno los dedos de mis pies. La mantuve así durante un rato. Luego desate la cadena y tirando la fui mostrando el camino de mis piernas. Me lamio especialmente los muslos por su cara interna, eso me pone mucho.

Fui subiéndola hasta que llego a mi sexo que correaba de jugos.

-Me gusta mucho que estés así, Ama.

-Tú que pones, putita.

-Eso sí que me encanta.

Sin decir más se lanzo sobre mi vagina lamiendo todo lo que salía de ella, luego el clítoris fue pasto de su lengua. Introdujo un par dedos. Después de un rato, tire de la cadena y la separe de mí.

-Eres una buena puta –le dije, mientras que iba a mi maleta a coger un consolador-

-Como premio –proseguí- te voy a dejar que folles a tu Ama.

El consolador tenía una correa para ajustarlo y una pequeña goma a modo de mordedor. Se lo metí en la boca y ajuste la correa en su nuca

Me tumbe en la cama con las piernas colgando y muy abiertas. No necesite explicarle lo que tenía que hacer. Se fue acercando hasta que la punta del consolador toco mi sexo. La ayude a meterlo más que nada para que no me hiciera daño y comenzó con el mete saca moviendo el cuello.

Yo quería que durase, ya que follar de esa manera supone un gran esfuerzo para la portadora del consolador y además dolor de cuello. Quería comprobar lo que Judith podía aguantar.

De vez en cuando paraba, tanto para coger aire como para relajar un poco la musculatura del cuello. No fue necesario que le dijera que siguiera.

Me corrí como una autentica perra, ver cómo me penetraba me puso mucho.

Tras descansar un rato comencé a besarla enérgicamente. Saboree sus pechos de la misma manera y los pezones los mordí un poco más fuerte de la cuenta, Judith gemía y se retorcía de placer.

Le introduje tres dedos de golpe. Se estremeció tras un grito. La follaba fuerte, dándole caña. No tardo casi nada en estar al borde del orgasmo.

-Permiso para correrme, Ama –oí que decía-

-No, aguanta.

-Por favor, te lo suplico.

-Calla y obedece.

Aminore la velocidad, no quería que llegara tan pronto. Observe los intentos que hacía para controlarse y lo iba consiguiendo. Esta chica parecía una autentica sumisa y además “muy sumisa”.

Fui aumentando lentamente la velocidad de mis dedos. En un momento dado me pareció oír que repetía por favor varias veces, pero en voz baja.

-Puedes correrte cuando quieras –le susurre al oído-

En menos de dos minutos explotó en un orgasmo largo y brutal. Cuando se recupero me dijo:

-Gracias, gracias, gracias.

-¿Por qué? –Pregunte, aunque sabía la respuesta-

-Por el mejor polvo de mi vida –respondió dándome un beso-

Descansamos un rato y luego nos duchamos y salimos a dar una vuelta y a cenar. La ordene que como ropa interior usara el conjunto que le había llevado.

-Si te atreves quiero que lleves puesto tu collar –yo sabía que no debía obligarla a ello-

-Por supuesto que lo llevare.

De camino al restaurante me dijo que  estábamos cerca de donde viviría a partir de la boda.

Durante la cena hablamos de cosas intrascendentes y en los postres me hizo una propuesta.

-¿Me dejas ir a mi nueva casa  y en un rato vas tu allí?

-¿Y eso?

-Tengo ilusión por una cosa que espero que te sorprenda.

Me explico cómo llegar a la casa y salido rauda para ir. Espere como unos 15 minutos y encamine mis pasos a la dirección que me había dado. La verdad era que estaba bastante cerca. Toque en el telefonillo.

-Sube –contesto

La puerta estaba entre abierta, la empuje y oí como me decía que pasara. El pasillo estaba a oscuras, al fondo salía luz de una habitación, así que me encamine hacia allí. Cuando me asome me quede sin palabras y sorprendida. Estaba Judith, la sumisa, mi sumisa vestida con el traje de novia que en una semana luciría en una iglesia.

-Tómame, Ama –me invito-

-Estás loca –le dije-

-Por ti.

-¿Y si rompe algo?

-No importa.

Fui hacia ella y la bese en la boca con pasión y quizás con algo de cariño. Me di cuenta que ya no era solo sexo, pero era una relación sin futuro así que decidí disfrutar de lo que se me ofrecía.

Con cuidado comencé a intentar quitarle el vestido de novia. Primero sus pechos quedaron al aire, bueno dentro de un sujetador blanco de encaje. Era el de la boda. Eso me encendió más de lo que estaba.

Judith se dio cuenta de mi maniobra.

-Tómame con el vestido puesto –me dijo-

-Lo intentare.

La verdad era un poco dificultoso pero bueno con voluntad todo se consigue.

La joven poco podía hacer ya que la ropa estorbaba mucho, se dejó hacer y yo estaba disfrutando de hacerla gemir con mis tocamientos. Lo más costoso fue lamer su sexo y clítoris, pero conseguí que se corriera. Aulló como nunca lo había hecho estando juntas.

Una vez recuperada, le ordene que se desnudara. Me tumbe en la cama esperando que lo hiciera, cosa que llevo su tiempo. Se acostó a mi lado.

-Me estás dando la mejor de las despedidas de soltera que podía esperar, gracias.

-Eres una putita caliente.

-Tú que me has hecho.

-Que poco uso vas a tener con tu futuro marido. ¡Que desperdicio!

-No sé, supongo que sí.

Decidí hacer que pasar un mal rato.

-Una pena que un tipo como ese te haya desvirgado.

-Desde que te conozco me hubiera gustado que hubiera sido de otra manera.

-Pero no te queda nada virgen –me reí-

-Bueno me queda virgen el culo y me lo ha pedido pero no se lo daré nunca.

Me reí con ganas. Permaneció en silencio un poco.

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