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Cristina (2)

en Dominación

Pasaron unos días, nos veíamos en la cafetería y hablábamos de lo que siempre lo hacíamos con otros clientes. Parecía que teníamos un pacto  de silencio delante de otras personas. Un día coincidimos en el ascensor los dos solos.

-¿Cuántas veces, Cristina?

-Casi igual que la semana pasada, dos o tres al día y otra cuando me acuesto.

-Bien –le dije, mientras le besaba en la mejilla-

El jueves le envié un mensaje:

“Mañana cenamos en tu casa”

Su respuesta fue preguntarme si me apetecía algo en especial, le respondíque al abrirme la puerta tenía que estar desnuda.

Estás loco –respondió-

Cuando abrió la puerta estaba desnuda. Le sonreí y le di un beso en la frete mientras que murmure un “muy bien”.

Durante la cena permaneció desnuda. Tenía que acostumbrarse a que esa sería su “vestimenta” cuando estuviéramos juntos aunque Cristina aun no lo sabía. Terminamos de cenar y recogió la mesa.

-Ponte lo mas sexi que puedas –le dije cuando volvió de la cocina-, que vamos a salir.

Se marcho a su dormitorio.

-No tardes –agregue, mientras me tomaba una copa-

Sobre los quince minutos apareció, Estaba realmente bella y con empaque, pero no sexi según mi concepto. Vestía una blusa semi trasparente que dejaba ver parte de un sujetador blanco, falda negra justo por encima de la rodilla y asomaban unas finas medias negras. Elegante, bella, un punto sexi, pero no suficiente para donde iba a llevarla. Se lo dije.

-Me tendré que ocupar de tu ropa.

-Usare lo que me guste y apetezca -respondió-

Me acerque y le agarre de la cara.

-Cuando vayas conmigo te pondrás lo que yo te diga. ¿Entiendes?

-Si –contesto de forma lacónica-

Le solté y acaricie su pelo y la bese en el cuello, sabía que eso la gustaba.

-Tienes que ser obediente, Cristina –le susurre-

Entonces me beso en la boca. Le deje, incluso nuestras lenguas se entrelazaron. Estaba madura, solo faltaba un par de pasos para que fuera mía totalmente.

Lo primero que hice fue llevarla a un sex-shop. La cara que puso fue de alucinada. Estuvimos viendo diversa ropa y elegí un mini vestido rojo con ropa interior trasparente a juego y medias rojas de red, solo desentonaban los zapatos que eran negros, pero eso no tenia solución. Page y le pedí al vendedor que si podía cambiarse en el baño, evidentemente dijo que sí.

Me acerque a Cristina y le dije que pasara al baño y se pusiera la ropa. Me cogió la bolsa y sin decir nada se encamino al improvisado vestido, pero su cara era de mala leche. Me regocije interiormente de ello.

Cuando salió y la vi, se me acelero el corazón, estaba realmente espectacular. El vestido que era muy corto realzaba sus muslos.

-¿Te gusta? –le pregunte-

-Parezco una puta.

-¿Y lo eres?

-No –dijo secamente-

-¿Estás segura?, mira en tu interior.

No respondió. Salimos de la tienda y ya sin dilaciones la lleve al club.

Antes de entrar le di unas indicaciones.

-Cristina al club al que vamos a entrar es privado, de gente con unos gustos muy concretos. Probablemente vas a ver cosas que solo has visto en algún video o ni siquiera has imaginado.

-De acuerdo.

-Te harás una idea más precisa de lo que me gusta. Si lo que ves hace que se sientas mal y quieres irte, dímelo y nos vamos.

Asintió con la cabeza.

Tras los saludos de rigor con el portero, entramos. Aparentemente era como un pub o club normal, con su barra, mesas, camareros y clientes. Lo único que podía llamar la atención  era en las vestiduras de las personas que allí estaban, era un club de BDSM.

Todo el mundo se quedo mirándonos. Mi acompañante levanto miradas de admiración. Su cara se puso colorada cuando fue consciente de que era el centro de miradas y comentarios. Como dije estaba espectacular con su nueva ropa.

A Cristina le fui dando algunas explicaciones. Pedimos unas copas y seguimos con el tour. Al fondo de la sala había una puerta, le informe que por allí se entraba a la zona de prácticas.

-¿Prácticas? –Pregunto con voz que me pareció llena de curiosidad-

-¿Quieres que demos una vuelta y lo ves?

-Claro, vamos.

La zona reservada se componía de una amplia sala y en su centro había una especie de escenario.

-Aquí se hacen prácticas públicas, cualquiera puede verlas y si el dominante quiere puede hacer participar a algunos de los espectadores.

-Los dominantes son hombres ¿no? –pegunto-

-También hay mujeres pero son menos numerosas.

-Ya entiendo porque me has vestido así.

-No quería que desentonaras con el ambiente –le conteste- Además estas guapísima.

-Ya me he dado cuenta que no me quitaban ojo de encima.

-Y te ha gustado ser el centro de atención –mientras que con mis dedos palpe por encima de su tanga rojo que estaba mojado.

-Debo ser una calentorra –contesto-

-Una puta calentorra  -le corregí-

-Si, una puta.

Se quedo mirando el escenario, había una chica a cuatro patas y un hombre que la azotaba las nalgas con una fusta.

-¿Por qué la pega? –me pregunto-

-Puede ser por varios motivos Cristina. Desde un castigo, para calentarla, por placer…..

-Pero delante de todos –me corto- no lo entiendo.

-Para ella es más humillante si es un castigo. Todo el mundo sabe que ha fallado y es castigada por ello. Normalmente suelen decir el motivo al principio.

Parecía extasiada viendo la escena, con cada azote y el gemido o grito de la sumisa, Cristina daba un pequeño salto. Le deje un par de minutos viendo la azotaina.

-Vamos a seguir.

-Sí, vamos.

Llegamos a una puerta. La abrí, era un pasillo con varias puertas a los lados.

-Esas son estancias para prácticas en privado aunque se puede invitar algún amigo.

Estando en esto, un conocido mío fue a entrar. Me saludo, le presente a Cristina como una amiga y en voz baja me dijo.

-Bonita amiga, ¿iniciándola?

Asentí con la cabeza.

-Estoy con dos sumisas ¿quieres pasar un rato? Y la pruebas más a fondo.

Me acerque a Cristina y le comente la invitación, acepto. Supongo que más que por complacerme por

Acompañamos a mi amigo. Al entrar a la celda vimos a dos mujeres atadas en unas cruces en forma de X. Una debía tener unos 40 años, la otra  no llegaba a los 30. Cristina y yo nos sentamos en un sofá que había, bueno en todas las celdas había uno.

Mi amigo desato a las dos mujeres, cogió una cadena que en cada extremo tenía dos pinzas. Les pinzo los pezones y entrego una fusta a cada una.

-A la que antes se le caiga una pinza pierde y pagara por ello.

Las chicas comenzaron a darse fustazos, no muy fuertes. Cristina fue apretándose a mí. Me agarro del brazo con fuerza. Me fije y sus pezones comenzaron a marcarse en el vestido. Magnifico, pensé. Pase mis dedos por su tanga y estaba húmedo.

A la cuarentona se le soltó una pinza. Pararon en el “juego”. La perdedora se arrodillo y la joven se sentó al pie de una de las cruces con las piernas bien abiertas. Yo ya sabía cuál iba a ser el castigo.

Mire a mi sumisa, porque ya lo era, aunque ella aun no fuera consciente de su condición.

-El castigo –le dije en un susurro- consiste en que la perdedora debe masturbar a la ganadora.

No dijo nada, pero se estremeció. Seguro que le excito la idea, aunque yo no sabía si le gustaban las mujeres.

-Vamos a hacer una variación –dijo mi amigo- si nuestros visitantes no tienen inconveniente me gustaría que el premio lo reciba  la linda mujer que está mirando con los ojos tan abiertos.

Inmediatamente la mire. Cristina ya estaba observándome y negando con la cabeza. No dije nada pero puse una mirada dura.

-Solo si tú quieres –le dije al oído-

-Aún es pronto para eso –me contesto-, pero si lo deseas….

-Querido amigo –comente- prefiero que sigan ellas.

Tenía en mente otra cosa que probaría su sumisión y tal vez sería más dura para Cristina.

-He sido bueno, pero te costara algo y espero que cumplas –le dije a Cristina-

La mujer mayor comenzó a masturbar a la joven y yo a tocar la vagina de Cristina por encima del tanga. Esta no quitaba ojo de lo que sucedía en la sala.

Cuando le metió los dedos en el coño yo se los metí a mi acompañante. Gimió. Estaba muy mojada, más que otras veces.

Luego comenzó a lamerle la vagina y el clítoris. En ese momento le dije a mi amigo:

-¿Te importa?

-Por supuesto que no.

Me acerque a las mujeres con la polla en la mano. La joven se la metió en la boca y comenzó a mamarme la verga.

Al poco mi amigo se sentó junto a Cristina y sacándose la polla y se la ofreció.

Por el rabillo del ojo vi que dudaba, pero se la metió en la boca.

Me corrí en la boca de la sumisa y por descontado que trago mi semen. Luego pidió permiso para correrse y se lo di.

Cristina seguía comiéndole la verga al tipo. Cuando iba a llegar la saco y se vino en la cara de mi amiga. Su cara era un poema, seguro que se había preparado para tragar la lefada pero que lo hiciera en su cara la pillo de sorpresa.

Tras un pequeño descanso lleve a Cristina a una de las cruces y la até. Mi amigo se acercó y le puso unas pinzas en los pezones. Por su gesto supe que no quería eso, que no le agradaba pero de su boca no salió una palabra. Creo que era consciente de la situación en la que estábamos.

Nos pusimos una copa y después de un rato viendo el gesto de dolor en la cara de Cristina,  le dije a la sumisa joven que fuera y le quitara las pinzas. Así lo hizo comenzó a lamerle los pezones.

Luego le ordene a la otra sumisa que la comiera el coño e hiciera que se corriera. Se acercó y poniéndose de rodillas comenzó a acariciar los muslos y el tanga. Lo aparto a un lado y sus dedos se deslizaron en busca de su vagina. Le metió dos dedos y los saco y me los enseño totalmente mojados. Cristina negaba con la cabeza. La joven acaricio los pechos de mi amiga y fue subiendo besando el cuello, la cara, las orejas y finalmente la beso en la boca. Observe que oponía resistencia. La sumisa siguió insistiendo hasta que finalmente Cristina sucumbió y abrió la boca, dejando que las lenguas se juntaran.

No tardó mucho en pedir permiso para correrse, se lo negué. La sumisa que la estaba comiendo no fue misericordiosa y prosiguió al mismo ritmo. Cristina me miraba suplicante y yo le hacía señas con la mano de que aguantara. La verdad es que estaba haciendo muchos esfuerzos para contenerse.

-Puedes correrte–le dije cuando me pareció que no aguantaba más-

No tardo ni treinta segundos en tener el orgasmo. Fue tremendo, se agito todo lo que permitían sus ataduras y sus ojos pasaban de estar en blanco a estar cerrados

Una vez que termino, me levante y desde la puerta indique:

-Aséate y te espero en la barra.

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