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La escuela (5) final

en Dominación

Los siguientes días fueron totalmente rutinarios en cuanto a las actividades habituales por lo que no voy a reiterar lo narrado anteriormente. Personalmente me dio la impresión de que era azotada más que antes pero a cambio se me permitió tener dos orgasmos diarios.

Llego el lunes, día en que terminaba mi contrato de estancia allí. No sé cómo se las apaño pero fue Sara quien me llevo a la zona de recepción.

-La número veinticinco ha terminado su estancia –dijo-

El hombre fue al panel y me dio el sobre. Parecía que no había sido abierto. Mi firma y signos estaban sin violar.

Rasgue el sobre y cogí la llave de la taquilla.

Sara abrió una puerta y vi la sala de las taquillas.

Abrí la mía y de reojo vi que Sara seguía allí. Le hice señas de que esperara. Busque en mi bolso pille un  bolígrafo y un papel, le escribí mi numero de móvil y me acerque a dárselo.

-Llámame –dije en un susurro-

Me vestí y al salir al vestíbulo donde estaba el director.

-Deseo que tu estancia aquí te sirva para el artículo.

-Desde luego que servirá –le conteste-

Me acompaño hasta la puerta.

-Hay un taxi esperándote –dijo- Deseo que hayas aprendido y que lo hayas disfrutado.

No conteste y seguí mi camino hacia la libertad.

Fui a casa, me duche y me acosté. Al día siguiente iría el periódico.

No dormí, mi mente estaba muy activa pensando en todo lo vivido en las dos últimas semanas.

Cuando fui al periódico mi director me pregunto cómo había ido la experiencia. Le conteste que bien y que si no le importaba que quedaría un par de días en casa para preparar el articulo.

Durante esos dos días me dedique a ir escribiendo el artículo. Durante su realización debí detenerme varias veces ya que recordando lo vivido en la escuela me excitaba y llevaba mis dedos a mi húmeda vagina. En una escapada que hice, compre un pene de goma y un consolador anal con lo que mis masturbaciones ganaron en calidad.

El texto lo repase varias veces quitando partes que eran muy intimas y pensaba que la gente podía pensar que las había vivido en realidad y no visto en la escuela.

A las cinco semanas de abandonar la escuela, salió publicado el artículo. Tonta de mí esperaba una llamada del director de la escuela que no se produjo.

Mi vida sexual se hizo mucho más activa pero no encontré a ningún hombre ni mujer que me hicieran gozar como lo hice durante mi internado, solo me compensaban mis masturbaciones en las que yo misma me azotaba con un cinturón y me ponía pinzas.

Sonia no me había llamado, al principio me comía el coco con ello, tampoco la interesaba, me preguntaba, a mi me pareció que le yo le gustaba. Poco a poco fui dejando de pensar en ello, pero el recuerdo era bueno.

Empecé a frecuentar los chat de bdsm con la esperanza de encontrar alguien. Me reuní con un par de tipos en locales de ambiente y con uno de ellos incluso hicimos una pequeña sesión el propio local, pero no eran Amos, solo les interesaba el sexo. Estaba decepcionada.

Sonó mi móvil y vi que era un número desconocido. Conteste y escuche la voz que tanto había deseado, Sonia.

-No tengo mucho tiempo –me dijo- ¿Nos vemos esta noche?

-Por supuesto que sí –conteste-

Quedamos para cenar en un romántico restaurante que conocía. Pase toda la tarde nerviosa. No sabía cómo vestirme. Tras muchas pruebas me decidí por un ligero vestido minifaldero y de bajo solo llevaba un minúsculo tanga. Me puse los zapatos con más tacón que poseía.

Cuando llegue, la vi en la puerta. Llevaba una blusa y unos pantalones vaqueros con zapatos de tacón bajo.

Nos abrazamos y nos besamos en la mejilla. Durante la cena comentamos algunas cosas de mi estancia en la escuela, me dijo que allí todo seguía igual.  Yo le conté mis experiencias en los chats y las decepciones que me lleve.

-Por cierto el articulo quedo bastante bien.

-Gracias, Sara –conteste- me dio bastante curro plasmar lo que quería.

Me agarro de la mano.

-En mi casa o en la tuya, Julia.

-Me da igual –conteste- donde tu prefieras.

-Entonces en la mía.

Vivía en el centro de la ciudad. En una pequeña buhardilla muy coqueta. No necesitaba más ya que casi siempre estaba en la escuela.

Entramos y tras cerrar la puerta me beso apasionadamente. Entre abrí mis labios y las lenguas se anudaron. Me bajo un tirante del vestido quedando un pecho al descubierto. Se quedo mirándolo.

-Eres una calentorra, ya tienes el pezón duro. No sabes lo que me gustan tus tetas, Julia.

-Por eso las castigastes de forma tan salvaje, ¿no?

-No lo dudes.

Durante esta conversación no dejo de acariciarme el pecho.

Fuimos directamente al dormitorio. Le quite la blusa. Llevaba un sujetador de encaje blanco que realzaba su pecho, precioso pecho. Se lo desabroche. Ella termino de desnudarme, me senté en la cama y quede mirándola mientras se quitaba los pantalones.

Vino hacia mí y rodamos por la cama dándonos besos. Estábamos muy excitadas, nuestras vaginas empapadas.

-Tranquila -me dijo- hagamos el amor.

No era la idea que tenia, quería una sesión sádica pero si ella deseaba eso, yo como su futura esclava (esto yo  lo tenía claro) lo aceptaba y puse mi mejor disposición en ello.

Yo había aprendido algunas cosas sobre el sexo con mujeres en la escuela pero como no había tenido experiencias previas decidí seguirla. Lo que Sara me hacía yo inmediatamente empezaba a hacérselo.

Imposible estar tranquila. Tan pronto estaba encima de mí lamiendo mis pechos como me giraba y era yo la que se los lamia. Nos metíamos dos dedos en el coño y con el pulgar masturbábamos el clítoris.

Nos vinimos rápidamente, fue como un orgasmo desesperado. Seguimos un rato besándonos y acariciándonos.

Luego se incorporo y dándome la espalda, me puso su coño en la cara. Recordé cosas de la escuela y me dio un escalofrío de placer. Inmediatamente me puse a lamerle la vagina.

Sara se inclino hacia delante y con la lengua me recorrió los muslos. Sentía un placer raro pero sumamente agradable.

Luego se dedico a los labios vaginales y al clítoris. El famoso 69 pensé. Era genial. Esta vez sí fue reposado y tranquilo. Disfrute cada movimiento de su lengua y supongo que ella lo hacía de los de mi lengua.

Prácticamente nos corrimos juntas. Glorioso, de verdad. Quedamos tendidas en la cama, nuestros cuerpos rozándose y acariciándonos muy lentamente.

-Vamos a hacer la tijera –me dijo de repente-

-¿Qué es eso? –pregunté-

No dijo nada. Me tumbo en la cama y separo mis piernas. Luego ella se puso a los pies de la cama juntando su vagina con la mía. Cruzo mis piernas con las suyas.

-Ahora mueve las caderas.

Comenzamos a movernos. Me costó trabajo adaptarme. Luego ella se incorporo y me abrazo. Sus pechos se rozaban con los míos, incluso los pezones. Por descontado que los labios vaginales también se rozaban entre si y sobre la vulva y los muslos. De vez en cuando los clítoris también se rozaron entre ellos.  La mejor sensación fue cuando los labios vaginales húmedos y calientes resbalaban al frotarse con la vulva o los muslos.

Fue un largo rato de tocarnos tan íntimamente. Explote como nunca lo había hecho en mi vida. Quede agotada.

Cuando me recupere, Sara necesito menos tiempo que yo, le dije:

-Ha estado muy bien, Ama.

-Yo no soy tu Ama –contesto-

-Por favor acéptame como tu esclava, Sara, necesito tener ama, servirla y que me castigue cuando lo desee.

-Lo sabía, por eso no te he llamado antes.

-¿No quieres ser mi dueña?

-Mira Julia, seré completamente sincera, perras tengo las que quiero en el trabajo pero cuando llego a casa quiero olvidarme de ello y necesito otra cosa, una mujer que me quiera como soy y que entienda que también me gusta el sexo sin el componente sado masoquista.

No dije nada, sentía una gran decepción aunque entendía que deseara otra cosa. Sabía que le gustaba, yo no estaba enamorada de ella y creo que ella tampoco, bueno quizás un poco. Vi claro que no iba ser su esclava.

Así nos quedamos dormidas.

Cuando desperté estaba sola en la cama junto con una nota que decía:

Me he tenido que ir a trabajar, quédate todo lo que quieras.

Había café aun caliente, tome uno y me marche.

No me llamó ni yo a ella. Pasaron un par de meses, seguía buscando pero no encontraba nada.

Se me ocurrió una idea. No sé si por desesperación o porque ya me había vuelto completamente loca.

Pedí cita al director de la escuela. Al día siguiente me presente a la hora concertada.

-Buenos días Julia –me saludo- un buen reportaje el que hizo.

-Gracias Sr. Director –conteste-

-¿En qué puedo ayudarle?

-Por unas razones que no vienen al caso –comencé a decir, lo había estado ensayando- desearía volver a ingresar en la escuela.

-Ante los informes que me dieron de tu estancia, deduje que te había gustado ser usada y esclavizada. Luego me lo confirmo tu mirada cuanto te fuiste. No hay problema en ello firmamos el contrato por el periodo que quieras.

-Mire usted –le dije- lo que realmente quiero es que me mantenga aquí hasta que consiga subastarme aun amo.

-¿Estás segura de eso?

-Creo que sí.

-No hay problema, estarás en la escuela hasta que seas vendida.

Escuchar esa palabra hizo que me recorriera un escalofrió por el cuerpo y note como mis jugos comenzaban a mojarme. Menuda perra estaba hecha.

-Una cosa Sr Director, le he dicho vendida a un amo, lo que no quiero es acabar de puta en un burdel ¿sería posible?

-Desde luego que la primera venta si, por que soy yo quien invita a los compradores, pero si posteriormente tu amo decide venderte como prostituta, ya estaría fuera de mi control.

-Lo sé y lo comprendo, pero primero quiero saber lo es ser la esclava de un verdadero amo.

De pronto se abrió la puerta. Entro la portera.

-Acompañe a la Srta. Julia a la zona de recepción.

Ya estaba hecho, mi destino elegido. Me levante y fui tras ella.

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