Desperté aturdida, poco a poco fui tomando conciencia, recordé lo que me había pasado. Estaba en una habitación en la que no había ventana, solo una puerta y una bombilla en el techo. Al ponerme de pie note que tenía atada una cadena en uno de mis tobillos. Me asuste, comencé a gritar, no me respondió nadie, al rato lloraba, tenía miedo, mucho miedo.
No sé cuánto tiempo paso. Cuando se abrió la puerta, entro un tipo viejo, que no conocía, debía tener más de 60 años, con el pelo blanco. Traía una bandeja con comida dos cubos uno de ellos con agua y el otro vacio.
Empecé a preguntarle que quien era, que hacía yo allí y cosas por estilo, no me contesto, dejo la bandeja y los cubos en el suelo. Se acercó a mí y me abofeteo.
-Calla –me dijo- acostúmbrate a hablar solo cuando te pregunte algo, si no lo pasaras mal –mientras que me daba otra bofetada.
-Mentalizate –prosigio- que vas a pasar un tiempo aquí. Hasta que te venda al mejor postor.
-Está loco –dije yo-
Como respuesta recibí un par de bofetones y se marcho. Me quede horrorizada, pensando en lo que me había dicho. Secuestrada y pendiente de venta a no sabía quién.
Fui perdiendo la noción del tiempo, así que no sé cuando volvió el tipo. Cuando lo hizo, portaba un cubo y una bandeja con la misma comida que trajo la vez anterior.
-Veo que has comido y bebido –dijo- Eso está bien puta.
No dije nada ya que no quería que me pegara, solo le miraba.
-La comida no la regalan –prosiguió- así que tendrás que ganártela.
Dejo todo lo que portaba en el suelo. Se saco del pantalón un pene fofo, bueno parecía más un colgajo de carne que una polla.
-Sabes lo que tienes que hacer –preguntó-
-Si –respondí-
-¿Lo vas hacer?
No conteste y no hice nada, me quede quieta donde estaba.
El se giro y no vi lo que hacía. Cuando se acerco a mi llevaba en la mano el cinto, un cinto de cuero. Comencé a gritar en cuanto le vi. Le decía que haría todo lo que quisiera y cosas similares. No hizo caso, me dio muchos correazos por cualquier zona de mi cuerpo, donde caían sin mas. Me ardía el cuerpo, me dolía y me escocían las marcas de los correazos, por más que suplique no paró hasta que yo solo gemía y lloraba.
-Ahora me vas a comer la polla –dijo- Acércate.
Como pude lo hice, estaba dolorida. Observe que ya no era un pedazo de carne su pene, si no que estaba erecto. Me lo metí en la boca. Estaba muy duro, la paliza le había excitado mucho, tanto que no tardo nada en correrse. Me sujeto la cabeza y me obligo a tragarme su semen.
Se marcho dejando el cubo con agua, la comida se la llevo. La verdad no tenía hambre en ese momento.
Me quede en un rincón, llorando, humillada, azotada y con el cuerpo ardiendo. Me moje los correazos y parecía que me aliviaba un poco el escozor.
No tenía forma de saber cuánto había pasado desde los correazos, ya no me escocían pero veía las marcas. Oí el ruido de la puerta al abrirse, mire con miedo. Allí estaba mi carcelero con el cubo y la bandeja.
-¿Tienes hambre? –me preguntó-
- Si –respondí-
Me dio la bandeja y me ordeno que comiera. Lo hice, no quería cabrearle. Una vez que termine me dijo:
-Ahora ya sabes lo que toca.
Afirme con la cabeza mientras que le decía cuando quieras.
-Antes – me dijo- el otro día hiciste algo que tienes prohibido.
No sabía a qué se refería. Debí poner cara de extrañeza porque prosiguió:
-Te lo voy a decir, ya que parece que no sabes a lo que me refiero. Te dije que hablaras solo cuando te preguntara algo y durante un buen rato hablaste mucho sin permiso.
Claro, pensé, cuando le rogaba que no me azotara.
-Esa desobediencia merece un castigo, ¿no crees?
-No se –respondí en voz baja-, supongo que sí.
-Voy a ser bueno ya que parece que te comportas como es debido, solo te voy dar cinco azotes.
Me eche a temblar, cinco correazos más, cuando estaba dispuesta hacer lo que fuera para que no me azotara de nuevo.
-Ponte a cuatro patas, puta –dijo-
Lo hice, no quería cabrearle.
Se acerco, dio un par de vueltas alrededor mío, me fije que el cinto lo tenía puesto. Cuando menos lo esperaba recibí un azote de su mano en mi culo. Di un brinco más por la sorpresa que por dolor. Continuo palmeando mis nalgas, no me hizo mucho daño. Luego se puso frente a mi cabeza, se bajo los pantalones.
-Ya puedes empezar –dijo-
Tenía la polla dura, no tanto como con lo correazos. Comencé a lamérsela, con rapidez, quería terminar lo antes posible. Notaba como le iba creciendo y poniéndose más dura. Al rato me saco el pene de la boca y me hizo poner otra vez a 4 patas. Paso sus dedos por mis labios vaginales.
-Estás mojada, puta –comento- no mucho pero mojada. Te excitas, eres una zorra.
Separo los labios y de un solo empujón me la metió hasta el fondo. Me dolió. Bombeaba con cierta violencia. Aguanto un buen rato, yo con cada envestida me sentía más caliente y confusa. No entendía como podía excitarme así.
De repente se puso de pie, me agarro del pelo y puso mi cara frente a su pene, comenzó a masturbarse hasta que se corrió en mi cara, me lleno de semen los ojos y el pelo. Me ordeno recoger la corrida con los dedos y tragármela. Evidentemente lo hice.
Se fue hacia la puerta y antes de salir me dijo:
-Eres una puta y serás una gran puta.