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La rubia ii

en Dominación

La semana siguiente comenzó normal, cada uno con su trabajo y yo dejando a Alicia tranquila. De vez en cuando nos cruzábamos por algún pasillo, y pensaba en lo perra que era, cosa que me excitaba. Recuerdo que el miércoles, en uno de esos cruces, observe que por encima del pantalón asomaba la cinturilla rosa de sus bragas. Al rato, aburrido de mi trabajo, pensé en ella y se me ocurrió una pequeña broma, pero que quizás podía salir mal, ya que la rubia me había interesado de verdad. Cuando se me presentó la oportunidad, la deje una nota en su mesa. La decía ya sabes quién soy, esto es una prueba para que estés segura que sé quién eres. Si sigues interesada, deseo que me dejes tus bragas rosas, la indicaba el sitio donde debía ponerlas y también quiero que escribas en la parte de atrás "la perra".

 Lo que hubiera dado por ver su cara al leer la nota, pero no podía. Paso delante de mí, camino del sitio que la había indicado. También la vi al regreso. Al rato fui yo y allí estaban las bragas, seguía interesada, pero me cuide de cogerlas. Al salir me tope con Alicia, nos dijimos hola y continúe mi camino, ella entró de nuevo. Pretendía averiguar quién era Amo-Mascara.

 Transcurrió la tarde, salió de la oficina, su horario terminaba una hora  antes que el mío. Antes de irme a casa, recogí las bragas de la rubia. El texto lo había escrito en la parte de abajo. La semana termino sin más novedades.

 El día de la cita le hice esperarme media hora. Hola Alicia, la dije. Estaba resplandeciente, llevaba un bonito vestido, a medio muslo, con una raja en el muslo derecho, escote pronunciado y zapatos de tacón alto, pero sin exagerar.

 -Buenas noches Señor, me respondió. Yo llevaba la máscara puesta.

 -Como comprobaste, te dije la verdad sobre conocerte y además sabes de donde.

 -Si –respondió- no me gusto que fuera del trabajo, pero tu nota me gusto y me excito, no pude resistirme.

 -Parece que te excitas con facilidad.

 -Sí Señor, me gusta el sexo, soy caliente y fácilmente excitable- me dijo.

 -Vamos, Alicia.

 Me dirigí hacia los reservados, me siguió un par de pasos detrás de mí.

 En la estancia, la deje en el centro y me senté en el sofá que tenían todas. Me entretuve mirándola. Sin ser una mujer espectacular, era muy sexi.

 Decidí que era el momento de que supiera quién era, le dije que me iba a quitar la máscara. Como desee Señor, contesto. Cuándo me vio la cara solo dijo, tú!!!. Nunca lo hubiera sospechado.

 Tampoco yo esperaba que tú fueras una sumisa. Que sorpresas!!

 Ahora tienes que decidir si sigues interesada o no.

 Acaso lo dudas Señor –respondió-

 Quítate el vestido, le dije. Debajo solo llevaba un tanga y los zapatos. Ahora exhíbete ante mí.

 Me levante y me acerque a ella.

 A ver qué tal es la mercancía, -comente- comencé a palpar su cuerpo. Tenía las carnes prietas, sobre todo las nalgas, se lo dije.

 Le rompí el tanga, llevaba el sexo rasurado completamente. Eso me agradó, ya dije que es como me gusta que las sumisas lo tengan y ella no lo tenía así.

 -Complaciente –dije-

 -Señor- comento- es como deseas que las sumisas tengan el sexo.

 De unas argollas que había en el techo, colgaban unas cuerdas, le ate las manos y el otro extremo de las cuerdas lo ate en unas argollas de la pared, quedo con los brazos en alto y tocando el suelo con la punta de los dedos de los pies. Prefiero esta postura para azotar ya que da acceso a todo el cuerpo, en la clásica cruz en equis una parte queda a cubierto. Comencé suave con una fusta, tanteándola, subí la fuerza de los azotes pero espaciándolos. Quería probarla pero al mismo tiempo que sintiera dureza. Sus suspiros fueron cambiando a gritos con cada golpe.

 Cuando lleva unos 20 azotes, pare. Pase la mano por sus labios vaginales, estaban mojados, en su cuerpo se apreciaban las marcas rojizas de la fusta. Comencé a masturbarla hasta que gimió.

 Luego con una paleta trate sus nalgas, hasta que se pusieron bien rojas. Volví a su sexo, estaba aun más mojado que antes, seguí masturbándola hasta que vi que la faltaba poco para llegar, no le di oportunidad de pedir permiso para correrse y pare.

 La deje descansar un rato, luego la desate. Me gusta darles un beso o más bien lo que se llama un pico después de un tratamiento, cuando se comportan y Alicia sé estaba comportando, pero ella no lo sabía, así que se sorprendió cuando lo hice.

 Le entregue las bragas rosas, ordenando que se las pusiera y que se arrodillara con el culo en pompa. El texto no quedaba muy bien, lo escribió con las bragas quitadas. Encima de la perra escribí Alicia, es decir, se le leía "Alicia la perra". La puse un collar en el cuello con una cadena.

 Ahora vamos a tomar un refrigerio en la sala.

 -Si Señor- contesto.

 -En tus bragas llevas escrito "Alicia, la perra"-dije-compórtate como tal.

 Note cierto nerviosismo, debía ser la primera vez que la exhibían en público de esta manera.

 Tire de la cadena y salimos de la habitación. Iba a cuatro patas, junto a mí.

 Una vez en la sala, dimos una vuelta, me pare a hablar con algunos conocidos. Cada vez que esto ocurría, la rubia se arrodillaba, apoyando las nalgas sobre los tobillos. Estaba roja como un tomate, agachaba la mirada y debía estar pasando una vergüenza muy grande. Luego continuábamos el recorrido por el local. Siempre a 4 patas, como la perra que era.

 Vi que la barra estaba vacía, me decidí a sentarme allí para tomar algo y así la perra quedaba más a la vista de todos.

 Pedí mi bebida y una especial para Alicia, que estaba sentada en el suelo. Cuando nos sirvieron, puse su plato lleno de leche en el suelo para que bebiera. Dudo, tardo un rato, pero se tomo la leche. Me encontré un amigo que me saludo, comentamos alguna cosa y me dijo bonita perra llevas, me felicitó por mi buen gusto.

 Termine mi copa, a ella aún le quedaba leche.

 -No me gusta esperar –le dije-

 Apuro el plato y me levanté. Comencé a caminar hacia la cueva.

 Lo primero que hice cuando llegamos fue incorpórala, pero de rodillas. Cogí una paleta corta de cuero, divida en dos.

 Extiende las manos, juntas, las palmas hacia arriba –la indique-

 La palmee fuerte, bien fuerte, hasta que lloro. Pare y la abrace para que se tranquilizara.

 -Tu primer castigo, ¿sabes por qué? –pregunte-

 -Por hacerte esperar, Señor –respondió-

 Para que se relajara y volviera a excitarse, ya que estaba dolorida, decidí que me hiciera una lamida de polla. Me senté en el sofá y la llame para que viniera. Lo hizo de rodillas.

 Le indique que sacara mi pene de los pantalones. Quedo esperando, la mire los ojos y parecía que lo deseaba, la dije que se la metiera en su boca. Lo hizo delicadamente, con suavidad. Controle el tiempo y estuvo unos 20 minutos. La ordene parar y que fuera al centro de la sala.

Se disponía de una especie de potro, la ate. Su culo quedo bien expuesto. Me fije en su ano y vi que sin estar abierto, si había sido usado.

 La introduje un dildo en el culo. Use una palmeta en sus nalgas hasta que se pusieron coloradas. Luego pase a su cabeza, le metí la polla en boca y con una fusta, que es más larga, seguí con sus nalgas mientras que me comía.

 Al rato, me separe de ella y fui hacia su trasero. Comencé a mastúrbala mientras que la metía y sacaba el dildo de su ano. Cuando estuvo bien caliente la desate. La lleve a una mesa y la puse boca arriba. La penetre, dejándole el dildo en el culo. La acometía violentamente, pidió permiso para correrse, no se lo di. Aguanto. Deje de penetrarla y continúe masturbándola. De nuevo pidió permiso, se lo denegué.

Saque el dildo y su lugar fue ocupado por mi pene. Me costo trabajo entrar en su ano. Usado pero aun cerradito, sentí mucho placer en ello. Ella suspiraba entre gemidos de placer y pequeños gritos de dolor que fueron espaciándose para dar paso a gemidos placenteros. Entre tanto iba trabajando su clítoris con mis dedos.Explote dentro de ella. Al poco volvió a pedir permiso, ya se lo di. Eso sí que fue una explosión. Cuando recuperamos algo, la lleve al sillón y nos quedamos un rato descansando.

 Solicito ser mi esclava, en exclusiva. Le dije que no, pero insistió. Le indique que lo pensara durante el fin de semana, que ahora estaba loca por el orgasmo y cosas parecidas y que el lunes en la oficina la esperaba sobre las once en la maquina del café.

(continuara)

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