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Secuestrada y esclavizada (1)

en Dominación

Empezó a despertarse y a tomar conciencia. Recordaba que la habían atacado en el parque, mientras que hacia su diaria carrera de cinco kilómetros y que rápidamente perdió el conocimiento.

Estaba en un lugar sin luz de ningún tipo. Noto que sus manos estaban atadas por la espalda. En los tobillos tenía alguna atadura que le permitía cierto movimiento. Se dio cuenta de que tenía “algo” en la boca que la mantenía abierta, muy abierta y que le producía un fuerte dolor y también se dio cuenta de su desnudez.

Oyó golpes por la parte superior y como retiraban una pieza, luego supo que era la tapa del cajón de madera donde estaba metida. Empezó a entrar un poco de mortecina luz.

La dejaron un tiempo así, sin duda, para que sus ojos se acostumbraran a la luz. Cuando la sacaron vio a tres hombres con el rostro descubierto. Malo pensó, no les importa que pueda reconocerlos.

Uno de ellos, sin mediar palabra, la agarro del pelo, como sujetándole la cabeza. Otro comenzó a abofetearla  y el tercero la dio palmadas en las nalgas. En ambos casos no eran muy fuertes las cachetadas, pero si reiterativas por lo que al rato le dolía la cara y el culo. Mientras tanto el que le sujetaba la cabeza le pellizcaba y retorcía los pezones.

Quería decirles que la dejaran en paz, gritar, pero de su garganta solo salían sonidos guturales y babas.

Cuando les pareció bien o se cansaron de azotarla la apoyaron en una mesa. Sus pechos, no demasiado grandes pero bonitos quedaron aplastados contra la madera. De un puntapié le separaron sus fuertes piernas, todo lo que daba la cadena que tenía en sus tobillos.

En ese momento supo que la iban a violar allí mismo. No supo el orden, pero los tres la penetraron sin miramiento, con brutalidad, la dolió. Se tomaron su tiempo, se le hizo eterno.

Al principio intento impedirlo pero se dio cuenta que era imposible por lo que opto a estarse quieta para que aquello acabara lo antes posible y con la esperanza de que la liberan, aunque en el fondo pensó que para violarla sin más, no la habrían secuestrado ni la hubieran llevado en un cajón a una casa.

Los tres se corrieron en su vagina. Afortunadamente además de la píldora anticonceptiva usaba un diu, por lo que el riesgo de embarazo era mínimo.

Cuando terminaron, uno de los hombres, la incorporo agarrándola del pelo. Le dolió el tirón.

Otro le hablo, por fin oyó la voz de uno de ellos.

-De rodillas, perra –le dijo-

Con las manos en la espalda y los pies atados le costaba trabajo, por lo que se impacientaron y de forma violenta la tiraron al suelo y la pusieron de rodillas.

Uno le sujeto la cabeza y el que había hablado, se acerco y le puso en el cuello un collar de perro.

-Ahora sí que parece una perra –oyó que decía uno-

Engancharon una correa en la anilla que colgaba por la parte delantera del collar.

-En pie, Silvia –la ordenaron-

Inmediatamente lo hizo, no sin dificultad. Saben mi nombre pensó, no es secuestro casual o de oportunidad, han ido a por mí.

Tirando de la correa la sacaron de la habitación. Caminaron por un pasillo, al fondo se veía una escalera que bajaron y llegaron al sótano de la casa.

Vio una celda, bueno una parte del sótano estaba cerrada por una reja. Dentro había cuatro chicas. Estaban como ella, collar y ataduras, la única diferencia era que no llevaban la bola en la boca. Recordó de pronto como le dolía la mandíbula.

-Te voy a quitar la mordaza –le dijo el hombre que la había abofeteado antes- Como grites o hables te la pongo de nuevo. ¿Has entendido?

Afirmo con un movimiento de cabeza, le dolía demasiado como para arriesgarse a que no se la quitaran.

El hombre procedió a quitarle la bola. Ella cerró la boca. Por descontado que guardo silencio.

El tipo le masajeo la cara y sintió alivio.

-Portarse bien tiene recompensa –le dijo-

Abrieron la puerta y ella sola entro en la celda. Las otras jóvenes se habían acurrucado al fondo.

Tras cerrar la jaula se marcharon, pero uno de ellos volvió.

-Puedes hablar con tus compañeras, pero sin voces ni gritos o te pondremos la mordaza. Ellas te dirán donde puedes comer, beber y hacer tus necesidades.

Dicho esto abandono la estancia.

Silvia se acurruco en rincón y lloró. Lloró mucho rato, sus compañeras la dejaron. Pensaba en lo que la había pasado, secuestrada, pegad, y violada. Lo peor era que no había terminado, encerrada con otras mujeres, atada, cuál sería su futuro se preguntó.

Poco a poco se fue calmando, vio con una de las chicas se acerco a un especie de boles grandes que había en el suelo, se arrodillo y bebió como una perra. Una tremenda tristeza la invadió, eso soy yo ahora, una perra, con collar y además me lo han llamado ya.

Una de las jovencitas comenzó a llorar y a dar voces, rápidamente otra de las mujeres se acerco a consolarla.

-Tranquila –le dijo- llora en silencio, si no te pondrán la bola y sabes lo que duele la boca.

-No me da la gana, quiero gritar.

-Si no lo haces por ti, hazlo por las demás, igual nos ponen a todas la mordaza –la repuso-

Otra de las chicas se acerco y entre las dos la consolaron y trataron de acariciarla a pesar sus manos atadas a la espalda. Se fue relajando.

El tiempo pasaba lentamente. Silvia no sabía cuántas horas llevaba allí metida. Sus compañeras empezaron a hablar, cada una, contado como habían llegado allí. Ella también lo hizo.

Básicamente el procedimiento fue el mismo, secuestro y despertar en un cajón. Igual procedimiento de golpes y violación, salvo las dos jovencitas, que acabaron confesando que eran vírgenes.

Eso preocupo a Silvia, se pregunto el motivo por el cual las dos jóvenes no habían sido violadas.

Hablando con una rubia de grandes pechos llegaron a la conclusión de que por las jovencitas pensaban sacar una buena tajada de dinero.

Volvió a pensar en la situación. No entendía nada. Dos de las jóvenes que tendrían unos veinte años eran realmente preciosas, buenos pechos, mejor culo y bella cara. Las dos jovencitas también eran preciosas aunque les faltaba madurar un poco pero iban a ser mujeres de impresión, además vírgenes. ¿Y ella?, no encajaba, era demasiado alta para su complexión corporal, era desgarbada. Algo escasa de pechos pero eso si bien formados, piernas fuertes de tanto correr, cara normal lo único que podía competir con el resto era su culo. No sabía que habían visto en ella, su secuestro  no era casual, existía un motivo.

Poco a poco se fueron quedando dormidas y ella también.

Un ruido sobresalto a Silvia, oyó voces y se despertó. Eran sus captores. Esta vez eran cuatro los hombres.

Abrieron la puerta y señalaron a la rubia de pechos grandes.

-Tú, ven aquí – la dijeron-

Salió de la celda. A Silvia le pareció que estaba temblando. Engancharon una cadena al collar de la mujer. El segundo turno le toco a ella. La pusieron detrás de la rubia y la cadena la colgaron de la anilla de su collar y pusieron otra cadena. La tercera fue una de jovencitas, las otras chicas fueron atadas de la misma manera.

Uno de los hombres entro en la celda. Miro los bebederos y el cubo para las inmundicias. Luego salió.

-Veo que casi termináis con la comida y el agua y habéis usado el cubo –dijo- Eso está bien, parece que os comportáis.

-Andando –ordeno otro de los tipos-

Salieron como si fuera una procesión, las cinco en fila y los secuestradores a su lado.

Las llevaron a la cocina de la casa. Allí estaba otro hombre que cuando vio que habían entrado, pregunto:

-¿Cómo se han portado?

Silvia le reconoció, era el que le había quitado la bola.

-Bien –contesto el inspector de la celda- como deben hacerlo.

-Ser obedientes y portarse adecuadamente tiene su recompensa –contesto- Desatarles las manos.

Lo primero que hicieron las mujeres fue frotarse las muñecas. Luego les dieron un tazón de chocolate caliente. A Silvia le gusto, estaba bueno y además tenía hambre.

Cuando terminaron el desayuno las sacaron al exterior, un bonito prado con césped mullido, cosa que sus desnudos pies agradecieron.

Las llevaron a un rincón, junto a la casa.

El que parecía ser el jefe dijo riéndose:

-Ahora el baño.

De pronto sintió un chorro de agua fría sobre el cuerpo. Dos de los tipos con mangueras las estaban “regando”. Por fortuna no tenía demasiada presión. Se lavaron lo que pudieron. Cuando ceso el agua, Silvia, sintió frio.

Las llevaron a una zona donde daba el sol. Agradeció el calorcillo que le daban los rayos solares.

-Bien chicas –dijo el jefe con un látigo en la mano-Ahora a secarse y lo mejor es hacer un poco de ejercicio. A correr.

No se movieron, pero bastó el resonar del látigo en el aire para que la rubia que iba la primera comenzara a correr lo que podía con sus pies trabados. Las demás la siguieron.

Era un trote cochinero. Nada parecido, pensó Silvia, a mi estilo de correr y se sonrió.

Al cabo de un rato las pararon y entraron a la casa. Pasaron a una habitación donde estaba preparada una mesa con diferentes platos.

-¿Tenéis hambre? –Pregunto uno de los tipos-

Ninguna contesto. Entonces el jefe se acerco a un extremo de la reata de mujeres y acariciando la cara con el mango del látigo pregunto:

-¿Tienes hambre?

- Si –contesto la interpelada en un susurro-

De repente la retorció un pezón. La chica comenzó a gritar. Ceso la presión.

-No te he oído contestar a mi pregunta –le dijo-

-Siiiii –dijo gritando- tengo hambre.

-Así está mejor.

Luego preguntó, una a una, al resto. No necesitó retorcer ningún pezón más.

-La comida hay que ganársela –continuó- Desgraciadamente vosotras no tenéis nada que ofrecer a cambio de estos ricos platos.

Una de las jovencitas fue a decir algo, pero la chica que había a su lado se lo impidió. El jefe se dio cuenta.

Se aproximo y la preguntó por lo que iba a decir.

-No se señor –comenzó a decir- tal vez si tenemos algo que ofrecer.

-Dime que puedes ofrecer.

-Hagan lo que quieran –contesto la virginal joven-nuestros cuerpos…

-No te has dado cuenta –la corto- que desde que has llegado a esta casa, has hecho lo que hemos querido, por las buenas o por la malas y que tu cuerpo no es tuyo si no nuestro.

Agacho la cabeza mirando al suelo. Se acababa de dar cuenta de la situación en la que estaba.

-Lo único que podéis hacer es complacernos, tenernos contentos y en ese caso tendréis algunas ventajas.

Después de unos segundos volvió a preguntar si tenían hambre. Todas contestaron que sí.

--De rodillas.

No sin dificultad lo hicieron. No es fácil arrodillarse estando atada por el cuello a otras dos mujeres.

Cada uno de los hombres se puso delante de una de las chicas, se sacaron la verga.

-Ganaros la comida –indico el jefe-

Las dos jovencitas y la rubia se retrasaron. Silvia y la otra joven inmediatamente empezaron a chuparles las pollas. Los secuestradores no dijeron ni hicieron nada. Una de las jóvenes comenzó a comerse el pene que tenia enfrente, poco después las otras dos se unieron al grupo.

Se fueron corriendo los tipos menos a los que estaban siendo “atendidos” por las jovencitas. Se notaba la falta de experiencia de las chicas.

Cuando por fin lo consiguieron, les soltaron las cadenas del cuello. Silvia y María, que así se llamaba la otra joven. Fueron invitadas a sentarse a la mesa junto a sus captores. Comieron como personas y todo lo que quisieron además de tener algún refresco e incluso un poco de vino.

Las dos chicas y la rubia permanecieron de rodillas viendo como comían sus compañeras. La verdad tenía hambre y no entendían por qué no las dejaban alimentarse.

La respuesta se la dieron cuando terminaron de comer. Los restos de comida que había en los platos se los dieron a las otras tres mujeres, mejor dicho se los tiraban para que los cogieran al vuelo o del suelo si no acertaban a cogerlos.

Una vez que terminaron volvieron a poner las cadenas del cuello a las tres mujeres que estaban arrodilladas y así se quedaron.

-Vosotras dos –dijo el jefe- en aquella mesa hay café, servirnos una taza y poneros otra para vosotras.

Lo hicieron rápidamente. Habían comprendido que obedecer rápidamente era mejor para ellas.

Cuando terminaron uno de los tipos habló:

-Creo que estas dos se han ganado una pequeña recompensa.

-¡Sí! Contestaron al unísono.

Dos hombres se pusieron detrás de las jóvenes, las incorporaron y las agarraron por detrás inmovilizándolas.

Se pusieron nerviosas y trataron de soltarse pero sin éxito, claro.

-Tranquila y relajada –le dijo a Silvia, su hombre-

Dos de los tipos comenzaron a acariciarlas por todos los sitios que podían. Poco a poco fueron hacia los pechos. Las besaron y cuando lo hicieron la boca, Silvia, no abrió los labios. Se dio cuenta que pretendían calentarla.  Dedos expertos comenzaron a jugar en su vagina.

Los dos tíos que las tenían abrazadas aflojaron la presión y también comenzaron a acariciarlas.

De vez en cuando miraba de reojo a María ya que la había escuchado suspirar, en una de estas ocasiones vio como respondía muy activamente al beso del tipo.

Es una calentorra, pensó, o quizás el miedo hace que colabore.

Noto como su coño comenzaba a humedecerse. Se enfado consigo misma. Pero sabía que cuando eso ocurría no era capaz de aguantar. Se iba a correr, así que decidió  hacerlo bien y pasarlo mejor. La habían violado nada más llegar y no sintió nada aparte de asco y vergüenza y un orgasmo la vendría bien, o eso creía.

Cuando les pareció, los secuestradores, las pusieron sobre la mesa. Silvia estaba mojada y sabía lo que venía y lo estaba deseando. A diferencia de la primera vez, fue penetrada duramente, pero sin violencia. El tipo estaba bien “armado”. Apretaba hasta tocar el fondo de la vagina y sacaba casi del todo la polla para volver a tocar fondo.

El hombre que la había tenido sujeta se acerco a su cara con la polla en la mano acercándosela a boca.  Antes de que este pudiera hacer o decir algo, giro su cabeza y se la metió en la boca mamándole la verga.

-Está muy cachonda, la putita –dijo-

Al estar girada vio a las tres jóvenes, seguían de rodillas, mirando el espectáculo de sus compañeras. El secuestrador que estaba libre las iba azotando en la espalda con una fusta. Observo gestos de dolor con  otros que la parecieron de deseo.

De pronto, Silvia, se tenso y comenzaron las sensaciones previas al orgasmo. Estaba muy excitada. El hombre que la follaba se dio cuenta y acelero el ritmo. Se corrió entre ruidos guturales de su garganta taponados por el pene que tenía en la boca. El secuestrador freno la velocidad de la penetración hasta que pareció que la joven había terminado con el orgasmo luego aumento otra vez el ritmo.

Nunca había sido follada de esa manera, pensó la joven. Comenzaron de nuevo las sensaciones placenteras de preparación del orgasmo. Silvia comenzó a mover las caderas lo que acelero al hombre y en poco tiempo sintió como la inundaba de semen. Mientras seguía bombeando. La joven estaba otra vez a punto.

El hombre se separo de ella y se cambio con el otro, le metió la verga en la boca mientras que el segundo tipo la penetraba.

Silvia no dejo de moverse cuando se corrió por segunda vez.  El secuestrador seguía follándola en busca de su propio orgasmo. Esto hizo que tuviera un tercer orgasmo o quizás fue encadenado con el anterior.

Cuando el hombre se retiro después de correrse en su coño, Silvia se sintió casi feliz a pesar de su situación. Había sido la mejor follada de su vida. Miro a Maria que ya estaba de pie. Ella se quedo un poco en la mesa para recuperarse.

Las otras tres mujeres seguían de rodillas siendo azotadas entre llantos.

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