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Mi novio y su hermana (4)

en No Consentido

Sara y yo volvimos a nuestro establo, no hablamos, solo nos miramos con caras de perplejidad. Adiós a mi noche de amor con mi novia. Tarde en dormirme pensando en lo que había ocurrido.

Por la mañana Fernando nos sacó al campo de entrenamiento y llevo también a Sara. Tras la primera tanda de ejercicios Lorena estaba agotada. Mi ex no dijo nada en toda la mañana, cuando le pareció nos llevó a la ducha. Simplemente nos roció con la manguera, no se ocupó de cepillarnos  ni de nuestro pelo. Fuimos al establo.

Nos trajo comida y bebida.

-Te voy a quitar la anilla. No quiero ni una palabra –dijo a Lorena-

Permaneció callada. Nos pusimos a comer y Fer se marchó. Sara y yo ignoramos a la otra mujer y procuramos que se diera cuenta de lo muy unidas que estábamos.

Por la noche hicimos el amor de verdad por primera vez  y con las manos libres.No sé si fue conscientemente o no, pero fui más ruidoso que habitualmente.

-Nos va oír –dijo Sara-

-¿Te importa?

-No –respondió-

-Así estará más jodida –y en voz más alta añadí- Te quiero Sara.

-Y yo a ti, mi amor.

Antes de dormirnos la escuchamos llorar.

El día siguiente trascurrió con nuestra normalidad habitual. En la cuadra estábamos sueltas excepto Lorena a la que su hermano dejaba atada en su establo. Habíamos cenado y descansado muy juntitas cuando oímos que Lorena nos llamaba. La ignoramos. Al poco volvió a insistir y no la contestamos. Pero siguió hablando.

-Sé que no quieren nada conmigo, no pueden perdonar lo que les hice ni lo pretendo ni lo pido, pero si lo deseo, aunque suene contradictorio.

Callo como si esperara contestación, pero no la hubo.

Pero pensar –prosiguió- que ahora somos compañeras, somos las esclavas de Fernando y deberíamos estar unidas para luchar contra sus desmanes.

Nos miramos y Sara esbozo una sonrisa, le dije al oído que no fuera mala, no quería que Lorena nos oyera y su sonrisa se amplió. Mi novia comenzó a suspirar y jadear como cuando estábamos en pleno acto sexual. Me hizo señas para que la imitara, así lo hice. Nos mirábamos y nos daba la risa, la verdad era una tontería, pero quizás le hacia algo de daño a Lorena, que pensara que pasábamos de sus argumentos y nos hacíamos el amor.

Fernando seguía con el plan de entrenamiento. En alguna ocasión nos enguachaba al carrito y la verdad con la ayuda de Lorena se llevaba mucho mejor. Nos usaba sexualmente de forma habitual menos a Sara, que seguía con su papel de mascota, y la “muy perra” estaba tan contenta. Mi ano se estaba acostumbrando a ser penetrado y ya solo me dolía al principio.

Pasaron tres días iguales y por la noche nos llamó para que fuéramos a su establo. Ignoramos su aviso. Insistió varias veces, las ultimas ya llorando.

-¿Vamos? Pregunte a Sara.

-Lo que tú quieras, amor –contesto en voz más alta de lo normal-

Nos asomamos a su establo. Su hermano, la verdad, la trataba duramente. Estaba de rodillas apoyada contra la pareced, atada por el cuello a una anilla. Imposible que se pudiera tumbar. Para mortificarla, me arrodille junto a Sara para acariciarla.

-Gracias chicas –fue lo primero que dijo- No puedo seguir así, necesito que me habléis.

Nos quedamos mirándola.

-En vuestra cara se ve el desprecio que sentéis, lo entiendo –prosiguió- pero por favor hablarme aunque solo sean gritos para insultarme, pegarme si os apetece, pero os ruego, os suplico que no paséis de mí.

Nos fuimos sin decir nada. En el fondo disfrutaba de las suplicas de Lorena, verla tan humillada era gratificante.

-¿Crees que debemos ceder ante Lorena? –me pregunto Sara-

-No sé, merece lo que le está pasando –respondí-

Seguimos hablando de ella y pensamos divertirnos un poco a su costa. Volvimos a su cubículo.

 -Habéis vuelto –dijo cuándo nos vio-

 -Calla puta perra –comencé a decir-

 -Gracias –contesto Lorena-

-Te han dicho que te calles, cerda –dijo Sara, mientras que le retorcía un pezón- te vamos hacer una pregunta y solo tiene como respuesta sí o no.

Nos miró con ansia, la verdad se la veía desesperada por empalizar con nosotras.

 -¿Quieres ser nuestra esclava? -le dije-

 Nos miró, no se esperaba aquello. Le di varios segundos pero no contestaba. Cogí de la mano a Sara y comenzamos a caminar hacia la puerta del establo.

 -Si –oímos que decía-

 No esperaba esa respuesta. No sabía que hacer pero Sara parecía que sí.

 -De momento nos llamaras Amas y cuando tu hermano ya no te deje atada empezaras a servirnos.

 -Si amas.

Sara la miro directamente a los ojos, como desafiándola y le dijo:

 -Ahora voy hacer el amor con mi mujer.

Lorena permaneció cayada y miro al suelo.

 Fue un maravilloso polvo, estaba satisfecha de cómo estaba la situación.

 Pasaron unos días pero Fernando seguía dejándola atada por las noches. Sara y yo fuimos trazando planes para su hermana.

 Por fin una noche, mientras cenábamos, la vimos aparecer en nuestro establo. Se arrodillo.

 -Amas –dijo- a vuestro servicio.

 No le contestamos y seguimos cenando. Observe como Sara se manchaba a propósito con la comida yo hice lo mismo. Comenzaba su esclavitud, dentro de lo que podíamos, dada nuestra propia situación. Terminamos nuestra cena.

 -Puta –le llamo Sara- Comiendo me he manchado, límpiame.

 Lorena se acercó a Sara, como tenía las manos inmovilizadas en la cintura, no le quedó otra que usar su lengua para limpiar a Sara.

 -Ya está bien, ahora limpia a tu Ama Estrella.

 Obedientemente se me acerco y realizo la misma operación.

 -Te vamos a dar unas normar –dije yo-

 No contesto y quedo esperando.

 -Te ocuparas de que nuestro establo este limpio, la paja aireada y cómoda para nosotras.

 -Serás nuestro wáter –intervino Sara- como entenderás nuestro cuarto no puede estar sucio ni oler mal.

 -Eso de momento, te puedes ir hasta que te llamemos –la ordene-

 Los primeros días trascurrieron bien, Lorena cumplía y poco a poco, ya que nosotras lo de dijimos nada, nos observaba cuando hacíamos el amor.

 Observe como nos miraba con deseo. Debía ya pasado mas de un mes de su nueva situación y que nosotras supiéramos no había tenido sexo y con sus manos en la cintura no podía masturbarse. Me fije en ella cuando nos miraba y note el brillo en sus labios vaginales, la puta se mojaba.

 Entonces se me ocurrió algo para mortificarla aún más. Lo comente con Sara y aunque al principio se negó al final acepto.

 Después de la cena ya estaba Lorena en su establo y nosotras en el mío. Dado que Sara era una perra no tenía establo, en teoría dormía donde le daba la gana.

-Puta ven aquí –le grite-

-Si ama –me dijo desde la entrada-

-Tengo ganas de orinar.

Lorena se arrodillo y abrió la boca. Me acerque  todo lo que puede a su boca y comencé a evacuar mi vejiga. Una vez que termine y ella cerro la boca.

-No tan deprisa, puta –le dije- Ahoras vas a limpiarme el coño. Lo quiero bien seco y sin restos.

Se puso a la tarea rápidamente. Paso la lengua por todos los sitios a los que llegaba, incluyendo los labios, los separe con mis dedos para ayudarla y no hizo falta que le dijera nada. Comenzó a lamer todo lo profundo que podía. Me calenté y comencé a mojarme. Lorena busco el clítoris y lamio, chupo y mordisqueo.

Sara fue poniendo cara de mala leche aunque sabia y estaba de acuerdo que ocurriera. La llame y abrazándome a su cuerpo la susurre en el oído:

-Solo te quiero a ti, amor. Eres mía y yo tuya.

Se lo repetí varias veces. Solo era venganza. Sara me besaba, fue comprendiendo. Cuando me corrí le dije ahora te toca a ti.

Sara se tumbó en la paja, subido las rodillas, ofreciendo una visión completa de su vagina

-Ven aquí, zorra.

Lorena se volcó sobre mi novia y le hizo una soberana comida de coño. Comprobé que estaba muy mojada y excitada. Cuando termino de correrse, la cara de la puta era un poema. Estaba deseosa de tener un orgasmo.ordene a Lorena que se marchara. Su decepción fue tremenda.

-Dentro de un tiempo –le dije cuando llego a la puerta y para darla alguna esperanza- y si nos tienes muy satisfechas quizás y digo quizás dejaremos que te corras alguna vez.

-Como digáis, amas.

Se marchó a dormir, pero nosotras nos preocupamos de ser ruidosas en nuestra guerra amorosa para que nos pudiera oír bien.

A los pocos días cuando estábamos en el campo de entrenamiento, vi que venía un automóvil. Fernando le hizo señas para que se acercara.

Se apeó un hombre que se saludó efusivamente con Fer. Lo presento como veterinario. Joder, pensé.

¿Estos son tus animales? –pregunto-

-Si, como te dije dos yeguas y una perra.

 -¿Qué es lo que deseas que se les haga?

-Que me ayudes a marcarlas a fuego, como a las reses y que a la perra y a esta yegua –dijo señalando a Lorena- las esterilices. La otra la quiero para criar.

Otra nueva locura que se le había ocurrido, unas esterilizadas y yo para preñar cada vez que lo desease, que destino más triste nos esperaba.

Nos dejaron allí, sin saber qué hacer y ellos se fueron para la casa. Al rato el “veterinario” se marchó.

A los tres días volvió el presunto veterinario. Realmente era médico y amigo de Fernando, según nos informó nuestra esclava. Nos pusimos nerviosas, sobre todo Lorena, no podía creerse que el cabrón de su hermano fuera hacer lo que había dicho.

Por la tarde vinieron al establo. Nos llevaron a la zona de baño y nos ataron a unos postes bajos, lo que obligaba que nuestros culos estuvieran altos y expuestos. Al llegar vimos una hoguera con un hierro de marcar. Sabíamos lo que nos esperaba.

La primera fue Sara, aun me estremezco cuando recuerdo sus gritos al sentir el hierro candente sobre su piel. La siguiente fue Lorena también grito y la verdad sentí cierta pena. Aunque se portó muy mal con nosotras no merecía eso. Finalmente me llego mi turno y por supuesto que grite.

El veterinario nos aplicó una pomada en la quemadura y dijo a Fernando que durante tres o cuatro días nos la aplicara cada doce horas.

Se llevaron a Sara hacia la casa y nos dejaron atadas al poste. No sé cuánto tiempo paso hasta que vinieron a por Lorena. No trajeron a Sara lo que me creo un estado de ansiedad por si le había ocurrido algo durante la esterilización.

La espera se me hizo eterna. Los vi salir y el visitante se marchó. Fernando me desato del poste y me llevo a la casa.

-Tranquila –me dijo- están descansando y recuperándose de la poca anestesia que les hemos puesto.

Me dejo verlas desde la puerta de la habitación, cada una estaba en una cama, atadas.

Pasamos a un cuarto donde estaba preparada una mesa. Me hizo sentar y cenamos. Después de tanto tiempo cenaba como una persona.

Durante la cena me hablo:

-Como sabes te he elegido para criar. No temas, serás la madre de mis hijos.

-¿Por qué yo? –me atreví a preguntar-

 -De las tres eres la única posible. Mi hermana por razones obvias no puede serlo y la perra no me gusta ni como mujer ni como animal, pero no la voy a sacrificar.

 Pero que hijo de puta, pensé.

 -Además sé que es tu amante o quizás tu amor actual.

Yo callaba, no quería que se enfureciera por las consecuencias que podía tener.

Durante unos días me follo varias veces al día, todo lo que sus testículos daban de sí. Tenía prisa de preñarme.

El medico vino a visitar a las esterilizadas una vez a la semana durante un mes. A mí me hizo análisis y la última semana confirmo que estaba embarazada.

Mi estado no me concedió ningún privilegio, salvo que Sara se puso aún más mimosa, parecía ella la embarazada, pero creo que nos unimos más y nuestro vinculo se hizo más fuerte.

Fernando me dijo que cuando naciera nuestro hijo, lo reconocería como tal y yo figuraría como madre para que fuera todo legal.

 Así fue pasando nuestra vidas durante algunos años, hasta que nos pudimos liberal de nuestra condición, salvo Lorena que sigue siendo una esclava, pero esto es una historia para otro relato.

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