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Educando a la administrativa-5-

en Dominación

 

-¿Donde vamos?

-¿Importa? -Conteste-

-No, era por hablar de algo.

-Primero has querido negarte y luego has dudado.

-Ya, supongo que tendrá su castigo.

-No lo dudes, pero será mañana –le conteste- vamos a mi casa.

Sonrió pero no comento nada.

Vivo en una zona de la periferia. Una colonia de chalet adosados. Estacione en la puerta, me baje del auto pero a Laura le dije que esperara.

Del maletero cogí alguna cosa. Abrí la puerta de Laura.

-Póntelo –y le tendí un collar de cuero-

Luego le enganche una correa y cogiéndola de la mano se bajo del coche.

-Quítate el vestido.

-Luis no llevo nada debajo  -dijo-

-Lo sé.

Se quedo con el collar, los zapatos y el vestido en las manos. Le vende los ojos. De un tirón de la correa le indique que caminara. Entramos en el pequeño jardín y de allí al garaje de la casa.

Le deje en el centro de la estancia, previamente le ate las manos por la espalda.

-Espera aquí, sin moverte.

Fui a ponerme cómodo y me fume un cigarrillo para hacer tiempo, debieron ser unos 15 minutos, que esperaba que se le hicieran más largos a Laura.

Volví al garaje sin hacer ruido pero al mismo tiempo quería que la chica se diera cuenta que estaba allí. Espere otros cinco minutos. Cogí un látigo corto. Inesperadamente recibió un latigazo en la espalda, no muy fuerte, no era un castigo. Laura se estremeció y dio un pequeño grito.

Me acerque y le acaricie las nalgas. Luego pase a sus pechos. Le di otro latigazo en los glúteos con el mismo resultado que el anterior. Le bese el cuello. Me separe lo suficiente y sus pechos recibieron la caricia del látigo. Esta vez grito más fuerte. Le bese en los labios. Respondió abriendo su boca y ofreciéndome su lengua. Le bese un rato mientras que le daba palmadas en el culo. Entre besos y beso oía como suspiraba.

Le quite la venda de los ojos. Rápidamente se acostumbro a la luz. Sus ojos escrutaron todo el garaje que estaba convertido en una especie de mazmorra, aunque ese término es demasiado para calificarlo como tal.

-Este es mi centro de operaciones.

-Lo tienes bien montado –dijo la mujer-

-No está mal. Te he traído porque ya hemos jugado lo suficiente y es momento de que des el siguiente paso para ser una sumisa de verdad.

-¿Te puedo preguntar algo?

-Siempre puedes preguntar, pero debes pedir permiso para ello.

-¿Por qué me has azotado, si el castigo será mañana?

-Simplemente porque me apetecía, pero no acostumbres a pedir explicaciones a mis actos, hare lo que quiera con tu cuerpo.

No contesto.

-¿Algo más?

-No, Luis

-Bien, por cierto aquí puedes gritar todo lo que quieras, las paredes están insonorizadas y nadie te oirá.

Le puse unas pinzas en los pezones, apretadas al máximo. Su cara de dolor era muy motivante. Luego le uní unas pesas. La lleve a una plataforma de madera que tenía un metro a altura. Hice que se arrodillara. Con unos arneses metálicos que disponía sujete sus muñecas y tobillos.

Comencé a acariciar sus nalgas y de vez en cuando le daba un azote, cada vez más fuerte. Suspiraba pero muy pronto empezó a gemir.

Mi mano fue bajando, buscando su vagina. Estaba mojada, no húmeda, mojada. Le metí dos dedos en el coño y comencé a follarla con suavidad. Con la mano libre seguía trabajando sus nalgas, pero ya eran más azotes que caricias.

Entre gemido y gemido, Laura gritaba con cada azote. No tardo mucho en pedir permiso para correrse.

-Esta noche tienes permiso para correrte todas las veces que puedas o quieras, puta.

-Gracias –oí que contesto-

No tardo mucho en tener el primer orgasmo. La vi temblar en la posición en la que estaba, inmovilizada, seguro que fue un orgasmo raro pero intenso.

Cuando se recupero me acerque a su cara y sacándome la polla se la puse en los labios. Inmediatamente la engullo. Nunca me había comido la verga de esa manera. Lo hacía de forma salvaje con desesperación. Me separe por que iba a llegar muy pronto y ese no era mi plan.

Le quite los pesos que tenía en los pezones y luego las pinzas, se los masajee con saliva. Vi su cara de alivio. Le di unos minutos de descanso.

La zona de los muslos próxima a su vagina brillaban por el flujo, la zorra seguía excitada.

Tire del pelo para que subiera la cabeza y le bese varias veces mientras que le pellizcaba los pezones.

Al rato, de una mesa cogí un consolador grande, tenía unos 25 cms de largo y el grosor era en consonancia con la largura. Se lo enseñe.

-Eso me va a destrozar –dijo más como afirmación que como pregunta-

Le introduje dos dedos en la vagina, luego otro más, comenzado a meterlos y sacarlos. Su coño parecía una fuente, no dejaba de emanar flujo. Saque los empapados dedos y los pasé por la punta del consolador. Luego comencé a penetrarla con el pene de goma. Despacio, abriéndole el coño como nunca lo había tenido de abierto. La perra gemía.

Cuando ya estaba la mitad dentro de un solo golpe lo metí a fondo. Laura dio un alarido y me llamo cabron. Recibió dos fuertes azotes en el culo, pero me dio la sensación que no le provoco mucha impresión. Lo apreté un poco más y se lo deje puesto.

Le acaricie el pelo y luego le di un beso. De la mesa cogí unas bolas anales vibradoras. Se las enseñe y le obligue a que las mojara. No dijo nada, pero seguro que se imagino para donde eran.

Le separe las nalgas y le puse saliva en el ano. Con un dedo le introduje la saliva y fui masajeando su esfínter.

Eran cuatro bolas unidas que iban incrementando el grosor, esperaba poder llegar hasta la tercera.

La primera entro bien, la segunda fue un poco más difícil, la tercera me costó trabajo. Me excito mucho ver como su esfínter iba extendiéndose para dejar pasar esa tercera bola, cuando entro por fin, de forma automática continúe con la cuarta. Laura paso de los gemidos a gritos, pero con la ultima ya fue tremendo y mi verga, entre ver su culo abriéndose y los gritos, se puso dura como hacía tiempo que no lo hacía.

Le di unos minutos de reposo poniendo en marcha la vibración de las bolas.

-Entiendo que me vas a follar el culo –me dijo-

-No lo dudes perra.

-Espera un poco por favor, necesito mentalizarme.

-Te voy a dar un consejo. Tranquilízate, las primeras veces siempre duele, pero el nivel depende de ti. Relaja el esfínter, déjate hacer, no opongas resistencia y todo irá bien.

-Gracias.

La tenía con un gran consolador en la vagina, unas bolas anales, así que solo quedaba un sitio libre para mi polla.

Se la metí en la boca. Además del placer que me iba a dar sabia que eso la relajaría. Cuando me pareció, bueno estaba a punto de vaciarme, me retire.

Observe su trasero. Los muslos estaban mojados. Decidí darle otro orgasmo. Quería romperla a base de orgasmos.

Le folle con el consolador y con la otra mano movía las bolas de su ano. No tardo nada en comenzar a correrse. Seguí con los movimientos de los juguetes.

-Me matas, me matas. –oí que decía-

 Fueron dos o tres orgasmos encadenados o quizás más, no puedo decirlo. Le quite el consolador y solté sus muñecas y tobillos. Cayó derrengada en la madera.

La cogí en brazos y la lleve a una especie de cama que tenía en mi pequeña mazmorra. Todo el camino fuimos besándonos. La deje con delicadeza, recostada sobre su costado.

-Te voy a sacar las bolas. La primera será la peor.

Con cuidado fui tirando del asa. Cuando hizo tope, dude entre sacarla dando pequeños tirones o de uno solo. Se lo dije, explicándole lo que podría ocurrir.

-No sé que será mejor o peor. Además tú eres el que manda, hazlo como quieras.

-Laura es decidir entre varios momentos dolorosos, de mayor a menor o uno fuerte pero que se pasara antes.

-Confió en ti –contesto-

Me acomode para besarla. Tras varios besos, di un fuerte tirón de las bolas y salieron todas. A pesar de los besos, su grito fue profundo y sus lagrimas muy reales. Seguí besándola.

Se calmo rápido.

-Puedo beber algo, tengo bastante sed.

-Quédate aquí y descansa. La noche no ha terminado.

Fui a la casa y prepare un par de gin-tonic.

-Como sabes lo que me gusta –me dijo cuando vio las copas-

La incorpore para abrazarla y así nos tomamos las bebidas.

Dudaba entre atarla a unas cuerdas que colgaban del techo o  una cruz de madera. Me decidí por la primera opción ya que dejaba todo el cuerpo a mi disposición. Le ate las muñecas y luego a las cuerdas que colgaban. La ice hasta que tocaba el suelo con la punta de los dedos, postura bastante incómoda.

Me acerque a Laura y comencé a recorrer su cuerpo con la punta de fusta. Ella fue retorciéndose y suspirando. Con la mano libre comprobé que estaba otra vez mojada.

Fui a donde estaban los vasos, luego me acerque a ella, le abrí los labios vaginales y le metí un par de dedos.

 -Eres muy perra y caliente, ya estas otra vez empapada.

-Tú tienes la culpa –me contesto-

Introduje un par cubitos de hielos en su coño.

-Joderrrrrrr –fue lo único que dijo-

Aproveche y todos los cubitos que tenia los puse dentro de ella. La fui dando suaves fustazos. Que la doliera por la cantidad y no por la intensidad. Llevo su tiempo. La joven daba suspiros mezclados con grititos.

Después use un cordel que tengo preparado con 23 pizas. Empecé a pinzarla por encima de su pecho derecho con una pinza, otra en el pezón, dos en el seno. Fui bajando hasta llegar a los labios vaginales donde le puse dos. En total fueron 11 pinzas. Continúe por el otro lado en sentido ascendente hasta gaste todas las pinzas, menos una. Se quejo sobre todo con las pinzas de los pezones, pero luego debió  acostumbrarse y dejo las quejas.

Empecé a masturbarla haciendo círculos sobre el clítoris. Se fue entonado y empezó a suspirar, cuando oí el prime gemido pare.

-Aquí abajo te queda una pinza por poner y lo malo es que solo tienes disponible un sitio para ella.

Laura es una chica bastante lista y supo a lo que me refería.

-Luis por favor en el clítoris no, te lo suplico.

No le hice caso y le puse la pinza en el lugar indicado. Dio un desgarrador grito y se le saltaron las lágrimas. Me acerque acariciándole el pelo y dándole besos en la cara.

-No comprendo porque me castigas, si no he hecho nada malo.

-Te dije que no debías pensar y cierto no has hecho nada malo así que imagina el motivo –le respondí-

-Porque te excita hacerlo –me dijo-

-Chica lista. Solo por eso te voy a quitar la pinza del clítoris.

Yo sabía que era la más dolorosa, me lo habían dicho otras mujeres y solían odiarlo. Además si era demasiado tiempo la presión sobre su botoncito podía darse el caso de que durante unos días no pudieran obtener placer. Eso no entraba en mis planes no quiero dejarlas mutiladas aunque fuera temporalmente.

Suspiro de alivio cuando le retire la pinza. Moje un dedo en los restos de su flujo y masajee el maltrecho clítoris.

Deje pasar unos minutos y comencé a jugar con los extremos del cordel. Daba pequeños tirones y se percato de lo que iba a ocurrir.

-No, no, por favor no lo hagas, no, no- decía en voz baja-

Nuestras miradas se cruzaron. La suya era suplicante, la mía debía ser dura.

-Lo sé pero creo que aun no estoy preparada –me dijo cambiando de táctica sabedora de que la suplica no iba a ningún lado-

No conteste y cuando estaba descuidada di un tirón de las dos puntas del cordel. Saltaron todas las pinzas. Fue una maravilla ver como se retorcía, sin poder tocarse para aliviar el dolor. Lloraba desconsoladamente.

La abrace y bese. Con mi mano frote su cuerpo para activar la circulación, dicen que eso alivia.

Cuando se tranquilo la desate y lleve a sillón.

-Ves como estabas preparada, lo has superado perfectamente –todo esto se lo dije entre besos-

Laura solo lloraba pero la rabia contenida hizo que me diera dos o tres golpes en el pecho, sin fuerza. Creo que fue desahogo. No se lo tome en cuenta, ya que no la había preparado adecuadamente porque tenía prisa en que fuera mía de verdad. Quizás fuera un error.

-Ponme la polla dura, perra.

Me miro a los ojos y se metió la verga en la boca. Le acariciaba las nalgas y fui introduciendo un dedo en su ano. Al rato la puse a cuatro patas y prepare un tarro de lubrificante.

La penetre de golpe sin dificultad ya que estaba empapada. La follaba despacio y al mismo tiempo mis dedos jugaban en su ano. La chica cada vez estaba más excitada y no tardó en correrse. Seguí de la misma forma pero ya poniéndole lubrificante en el culo. Volvió a disfrutar de otro largo orgasmo o quizás fueron dos encadenados. Cuando termino cayó agotada.

Aproveche para ponerla de costado y en esa posición apunte mi verga a su ano. Puse bastante lubrificante y comencé a empujar. Use esta postura por que por mi experiencia se que entra mejor que a cuatro patas.

Al principio me costó un poco a pesar de la preparación, no dejaba de ser un ano virgen. Laura suspiraba y daba algún gritito.

-Despacio, despacio –decía en voz no muy alta-

Seguí haciendo presión hasta que entro el glande. Espere unos segundos para que se acostumbrara y proseguí horadando las entrañas de mi perra.

Menudo placer cuando mis huevos tocaron las nalgas de Laura. Ella se dio cuenta porque le oí decir “ya está”.

Comencé a follarla. Despacio me encanta hacerlo así, disfruto de cada envite. Al mismo tiempo la iba masturbando. De vez en cuando sacaba toda la verga y volvía a meterla hasta el fondo. Esto la arrancaba gemidos. En una de estas ocasiones, la puse de nuevo a cuatro patas.

-Ábrete las nalgas –le dije-

Obediente, las separo con sus manos. Una vez dentro de ella le dije:

-Mastúrbate.

Yo le agarre por las caderas y la folle mucho más rápido que antes. Sus gemidos parecían los de una loca, eran fuertes, no trataba de ocultarlos.

Se corrió tres veces que yo notara, pero vete a saber, el último fue tremendo cuando sintió que yo me vaciaba dentro de ella.

Se cayó derrengada, con los ojos semi cerrados y un poco sin sentido. Su respiración era muy rápida.

Se fue recuperando y decidí que por esta noche ya estaba bien y nos fuimos a dormir.

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