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El lado sexy de la Arquitectura 5

en Lésbicos

- No te muevas, quédate así…- murmuró Emma, acercándose hacia Sophia, quien había puesto sus brazos como apoyo al pantry.

 

Emma se arrodilló ante el trasero de Sophia, poniendo su vestido, aquel Monique Lhuillier sobre el suelo para usarlo de amortiguador, y se acercó lentamente. Lo besó y lo mordió un par de veces con suma pasión y delicadeza mientras lo masajeaba suavemente con sus manos y lo separaba para ver los adentros de Sophia.

 

- Emma…¿qué haces?- Sophia estaba un tanto confundida y preocupada, hasta sorprendida.

 

- Abre más tus piernas para mí, ¿si? Si no te gusta, me dices y yo me detengo…

 

Y Sophia, muy obediente, abrió sus piernas, dejándole todo lo íntimo y personal a Emma. Nuestra Arquitecta hundió su cabeza entre aquellas piernas sólo para probar de qué estaba hecha Sophia. A medida que acercaba su cara hacia aquellos labios mayores, el calor aumentaba, las ganas que tenía de probar a Sophia aumentaban más con cada segundo que pasaba. Besó su zona perianal, un lengüetazo lento y jugoso que recorrió desde esa zona hasta donde alcanzó a llegar; antes de su clítoris desgraciadamente pero, aún así, Sophia suspiró un “oh my God” que le dio luz verde a Emma.

 

- Emma, así no, no me gusta verte hincada, no prefieres… ¿acostarte?- sugirió Sophia, dándose la vuelta y levantándola gentilmente con sus manos por su barbilla.

 

- ¿Quieres ir a mi cama?

 

- Pensaba más en un sofá, algo que esté más cerca que tu cama…no puedo esperar tanto- sonrió, haciendo que se parara y tomándola de la mano mientras caminaban hacia el sofá más cercano.

 

Sophia se dejó caer en el sofá, abriendo sus piernas mientras dejaba caer sus Lanvin de golpe sobre el suelo. Emma se colocó sobre ella, besándola como nunca había besado a alguien, saboreando aquellos labios y aquella lengua en su cavidad bucal, desviándose por las mejillas hacia su cuello y hacia detrás de sus orejas. Las manos de Sophia se paseaban suavemente sobre la espalda de Emma o sobre su cuello, le encantaba sentir la suavidad de aquella piel, aquella perfección. Emma bajó lentamente por su cuello hasta su pecho, dándole besos cortos y colocados antes de ocuparse de sus senos. Tomó su seno derecho en su mano y lo acarició suavemente, redondeándolo con sus dedos y rozando su pezón para luego besarlo y rozarlo en círculos con la punta de su lengua. Lo mismo con el otro pezón, Sophia se sentía no sólo mujer, sino también sexy y deseada.

 

El teléfono de Emma sonó pero no le hizo caso, probablemente era número equivocado, después de todo eran las tres y media de la madrugada. Emma siguió bajando por el abdomen, el vientre, con besos y caricias, roces con sus dedos y sus uñas, Sophia arqueaba su espalda, no podía aguantar mucho tiempo antes de rogarle que le liberara esa presión que sentía en su vientre, que hiciera algo respecto a sus palpitaciones en su clítoris.

 

- ¿Cómo te gusta?- preguntó Emma, tomando en cuenta lo que había dicho Sophia hacía un par de horas.

 

- Nunca me han hecho uno…- susurró Sophia, paseando sus dedos por entre su cabello, aflojándose su moño.

 

Emma se sorprendió y en ese momento tuvo miedo de ser la primera persona que en realidad tocaba a Sophia “aunque no puede ser posible, siendo así de hermosa…alguien tiene que haberle robado su inocencia ya, sólo que el muy patán no tuvo dedicación alguna para darle un placer de verdad”. Y Emma decidió tratarla como entre pétalos de rosa, tratarla de acuerdo a lo que su cuerpo merecía. Abrió las piernas de aquella griega y besó la parte interna de sus muslos, desde por sus rodillas hasta su vulva.

 

- Mmm…Licenciada Rialto, debo decirle que quien sea que haya diseñado su aparato reproductor…es un genio- murmuró juguetonamente Emma a ras de su vulva, causándole cosquillas por su tibia exhalación.

 

A pesar de ser la primera vulva que Emma tenía en su cara, que no fuera la suya ante el espejo, la proclamó perfecta, más perfecta que la suya, pues estaba consciente que su cuerpo era un tanto envidiable. Era ajustada, sus labios mayores estaban un tanto hinchados y húmedos por la excitación, eran del mismo color del resto de su piel, un tanto encandecidos por lo mismo, su clítoris y sus labios menores, todo del mismo pigmento, aparecían por entre los labios mayores sin mayor dificultad y con suma discreción, pues eran cómodos y cortos, y su clítoris pequeño pero hinchado. Colocó sus labios sobre su clítoris y empezó a masajearlo con su lengua, mientras esporádicamente pasaba de largo y recogía y saboreaba los jugos de Sophia con su lengua, trayéndolos hacia su boca para saborearlos mejor. Hacía círculos pequeños y con poca presión sobre el clítoris de su Licenciada, mientras que, con sus dedos, acariciaba su vagina, presionándola un poco, sintiéndola estrecha y muy caliente. Sophia no sabía qué hacer con sus manos; se presionaba suavemente sus senos, jugaba con el cabello de Emma, apuñaban el cuero del sofá, jugaban con su propio cabello, en fin, era la locura, el éxtasis de aquel mar de sensaciones que estaba sintiendo.

 

- Sophia Rialto, ¿cómo puedo ayudarle?- contestó Sophia el teléfono de Emma sin que Emma se diera cuenta o dejara de lamer su clítoris. – Permítame un segundo, ahorita se la comunico…es tu mamá- susurró, tapando el micrófono del teléfono.

 

- Mamá, ¿qué se te ofrece? Estoy un poco ocupada- contestó, frotando el clítoris de Sophia con sus dedos para besarlo en cuanto tuviera la oportunidad de no hablar y sólo escuchar.

 

- Emma, ¿estás en la oficina? ¿Qué estás haciendo?¿Qué es ese ruido?

 

- Mamá, estoy trabajando en un proyecto muy importante y muy delicado, estoy comiendo, ¿qué necesitas?- volvió a preguntar, mientras penetraba a Sophia con su dedo y, en cuanto terminó de hablar, succionó suavemente su clítoris, causándole un gemido demasiado fuerte que la mamá de Emma lo escuchó.

 

- Emma, ¿qué fue eso? ¿Quién me contestó tu teléfono?

 

- Era Sophia, mi compañera de trabajo, ella estaba más cerca del teléfono, se le acaba de caer un Binder en el pie, ¿en qué puedo ayudarte?

 

- Alfred me llamó para decirme que habían terminado, que tú lo habías terminado

 

- Madre, ¿es en serio? No quiero ser grosera contigo, pero no tengo tiempo para hablar de Alfred, ahora soy muy feliz, especialmente ahorita que estoy trabajando en el mejor proyecto de toda mi vida… ¿puedo llamarte cuando termine? Te quiero mucho, cuídate, hablamos luego, ciao- colgó, aventando el teléfono a ciegas al otro sofá. - Perdón… ¿en dónde estábamos? Ah, sí…- murmuró, succionando el clítoris de Sophia, quien estaba muerta en risa por el episodio con su “suegra”…”Oh, ¿Pensé suegra? ¿Qué me pasa?”.

 

- Emma…- suspiró Sophia al cabo del tercer lengüetazo de Emma en su clítoris, aferrándose a ella, tomándola de las manos con tal fuerza que le hizo saber a Emma que estaba a punto de tener un orgasmo.

 

Fue como un grito extraño, con un sollozo sin pena, junto con un espasmo lumbar y abdominal que la dejó viendo estrellas por unos segundos. Emma experimentó, por primera vez, qué era que una mujer tuviera un orgasmo sin estar en “mute”. Sophia sentía cómo su vientre se seguía contrayendo, su clítoris palpitando al roce de la barbilla de Emma, quien sonreía de satisfacción y de emoción al ver a Sophia así de descontrolada, respirando agitadamente. Sophia se sentó, volviendo a levantar a Emma con su mano por su barbilla, de manera muy delicada y gentil, y la besó, sintiendo en el fondo un sabor a ella misma.

 

- ¿Qué tal estuvo, Licenciada?- susurró Emma a ras de los labios de Sophia, dándole besos fugaces pero sin dejar de transmitirle lo mucho que le gustaba besarla.

 

- No pudo haber estado mejor, Arquitecta…ahora, dígame una cosa… ¿qué le gusta a usted?- preguntó, recostándola sobre el sofá, con una sonrisa juguetona que se confundía con picardía. -¿Le gusta…que le muerdan su pezones?- y antes de que Emma pudiera desvivirse en un “sí, me encanta”, se derritió en la ausencia de su respuesta al sentir los dientes de Sophia aprisionar su pezón izquierdo. - ¿o que le toquen su clítoris mientras le muerden sus pezones?- preguntó, con suma libidinosidad, rozándole su clítoris con sus dedos y haciendo círculos sobre él, tal y como Emma había hecho en ella.

 

- Don’t stop…don’t stop- murmuraba Emma, sintiendo aquel anhelado calor que yacía de su clítoris para cada rincón de su cuerpo. Esa corriente, esa sensación tan…”deliciosa”.

 

- ¿Le gusta que la penetren con un dedo?- preguntó Sophia, de manera maliciosa, introduciendo un dedo en la vagina de Emma, sintiéndola caliente y haciendo que Emma se deshiciera en placer. -¿O con dos dedos?- y le introdujo su dedo índice, todo sin dejar de succionarle sus pezones alternadamente o de besar su cuello. – Me muero por saber a qué sabe mi Arquitecta- susurró al oído de Emma, mordiendo su cuello y bajando directamente a su entrepierna sin sacar sus dedos de su vagina. - ¿O le gusta que se coman su clítoris mientras la penetran con dos dedos?- preguntó e inmediatamente atacó el clítoris de su Arquitecta, penetrándola a tempo medio, provocándole ahogos repentinos a Emma, gemidos incontenibles y que tenía que expulsarlos en voz alta.

 

Sophia sintió cómo las paredes vaginales de Emma se contraían y apretujaban sus dedos, cómo su clítoris se ponía más caliente y más hinchado, más rígido. Succionó su clítoris y Emma gimió de tal manera que Sophia se desvivió y le murmuró un tiernísimo “qué lindo te corres” mientras Emma intentaba estabilizarse.

 

- Tú tienes algo extraño- dijo Emma, irguiéndose e inclinándose hacia Sophia. – Eres preciosísima pero tienes cierta inocencia que no logro comprender por qué la tienes tan marcada…y tienes unos camanances que dan ganas de comerlos a besos- dijo, atacándola a besos y a abrazos.

 

- ¿Nos dejamos llevar por el momento?- preguntó Sophia sonrojada.

 

- ¿Por qué prefieres dejarte llevar en lugar de aceptar algo y planearlo y diseñarlo a tu gusto?- murmuró Emma, colocándose en medio de las piernas de Sophia y recostándola para darle besos en su cuello y pasar sus manos por sus muslos; desde su trasero hasta sus rodillas.

 

- Porque pienso que alguien como tú…si lo acepta y lo planea y lo diseña, como tú dices, se sentirá culpable o mal por haberse metido con una mujer cuando “reventaba la cama con un hombre”, lo cual se oye demasiado heterosexual…mmm, ahí se siente rico- divagó, tomando a Emma por el cuello y cerrando sus ojos.

 

- La espontaneidad no es “my thing” pero…- succionó un poco su cuello. – si ser espontánea va a meterme en la cama contigo y me va a dejar darte besos y tenerte desnuda y sentirte mía…adoro la espontaneidad contigo…

 

- Dame un último beso y mírame- dijo, en un tono que a Emma le asustó, creyó que quizás no debió haber dicho todo lo anterior, pero no sólo estaba embriagada de Sophia, sino también de todo el Bollinger Blanc de Noirs que le corría por las venas. Levantó su mirada. – No tenemos que hacerlo público, será our own dirty little secret…aunque tengo una mente un poco sucia a veces y quisiera jugar con tu clítoris mientras te tengo acostada sobre tu escritorio en el estudio

 

- Mmm…Licenciada Rialto, qué mente más…maquiavélica- rió, dándole un beso a Sophia en sus labios y poniéndose de pie, alcanzándole la mano a Sophia para que la acompañara.

 

Sophia le dio la mano a Emma y ella la dirigió hacia su habitación, en donde, todavía a oscuras cuatro de la mañana, logró calcular dónde estaba su cama para dejarse caer junto con Sophia encima. Sophia se sentía mejor que nunca, se le había olvidado lo que era sentirse hermosa en los brazos de alguien, se le había olvidado lo que era que alguien le diera placer sexual con tanta delicadeza pues, la única vez que tuvo placer sexual, no hubo placer sexual, sino más bien una brutal borrachera con su único novio; pero esta vez se había sentido diferente, era la reconfirmación de quién era, de que ella estaba hecha para amar a las mujeres y no a todas, sino más bien sólo a la Arquitecta Emma Pavlovic, “aunque no la amo, simplemente me trae loca”.

 

Emma se despertó hasta que su cuerpo la obligó a despertarse; era la primera vez en años que lograba dormir más de diez horas seguidas, quizás era por el cansancio, por la felicidad o por la cantidad de endorfinas que había liberado en la madrugada. Respiró hondo y se estiró a medida que exhalaba su felicidad, dándole gracias a Dios por haberla hecho descansar tan bien y por tanto tiempo, pues no fue necesario ver el reloj para darse cuenta de ello, simplemente lo sabía. Vio hacia su derecha y vio a Sophia dormida, con la expresión más angelical que existió jamás. Tenía el maquillaje un poco corrido pero se veía hermosa, tenía dibujada una leve sonrisa, descansaba en posición fetal, con sus manos juntas entre su cabeza y su almohada. Emma no tenía nada en contra de las rubias, tampoco le parecían las más atractivas, pero Sophia era un caso especial, ver cómo esas ondas caían sobre su hombro de esa desordenada manera, le daban personalidad; era perfecta. Fue entonces cuando Emma consideró que era talla dos y no talla cuatro de pantalón.

 

- Good morning, stranger- saludó Emma a Sophia en cuanto se despertó.

 

- Good morning, beautiful- respondió Sophia, en aquella voz adormitada que hizo que Emma se le lanzara a plantarle un beso. – Eso lo hace una mejor mañana…-sonrió, acercándose a Emma después del beso para abrazarla.

 

- ¿Cómo te sientes?- preguntó Emma, jugando con sus dedos entre el cabello de Sophia.

 

- Demasiado bien, ¿y tú?- jugaba con su dedo en el pecho de Emma, pues las sábanas tapaban sus senos; repasaba su lunar una y otra vez.

 

- ¿Cómo defines tú “hacer el amor”?

 

- ¿Desde un punto de vista heterosexual o desde un punto de vista “tú y yo”?

 

- Bueno, tenemos que definir primero, ¿somos lesbianas?

 

- Creo que debes ponerle nombre si necesitas etiquetarlo, Emma…pero yo lo veo como un simple “Emma me encanta, así como a Natasha le encanta Phillip”.

 

- Entonces definamos “hacer el amor”

 

- Hacer el amor…es una expresión bastante complicada…pero hacer el amor, según mis estándares, empieza con besos como éstos- besó los labios de Emma y se desvió hacia su cuello, arrancándole de paso las sábanas. – y cuando aprecias cada milímetro de lo que besas…y cada lunar- besó su lunar, era un lunar pequeño y sexy, era pícaro en realidad.- y prestarle atención por igual a ambos pezones…

 

- Mh…Sophia… ¿qué haces?- Emma estaba nerviosa pero le encantaba cómo Sophia había decidido no sólo explicarle, sino mostrarle con hechos qué entendía ella por “hacer el amor”.

 

- Shhh…no hables, sólo escucha- rió, mordiendo suavemente su areola derecha y provocándole un ligero ahogo interno a Emma. – Y luego de haber besado ese par de hermosos…¿32C o 34C?...mmm creo que 34C, esos perfectos 34C, bajar con besos como éstos por todo este abdomen…y hacerle cosquillas con mi lengua en su ombligo…- Emma reía, temblaba por lo sensual que Sophia le hablaba. – y que abra sus piernas y le diga “mmm, Emma Pavlovic… ¿puedo probar su clítoris?” para que usted me responda…- dijo, esperando una respuesta de Emma, una respuesta verbal pero no fue lo que consiguió.

 

Emma empujó delicadamente la cabeza de Sophia hacia su vulva y, Sophia, sonriendo, le abrió sus labios mayores para tener un acceso más fácil a su clítoris. Lo atrapó entre sus labios húmedos y lo presionó, a manera de expulsarlo a presión con sus labios para luego lamerlo de arriba abajo, de izquierda a derecha y en círculos.

 

- Parte de hacer el amor- dijo Sophia, mientras recorría la vulva de Emma con sus dedos, desde su clítoris hasta su vagina. – Es que tienes que gemir, no tienes que frenarte a ti misma, sólo expulsa lo que sientes…- levantó las piernas de Emma y admiró el divino paisaje.

 

Le abrió sus piernas y las empujó un poco, topándolas casi a su cadera. Recorrió sus labios mayores con su lengua, despacio; muy despacio, clavándole sus dedos en sus muslos por detener sus piernas, paseó su lengua un poco más profundo y de arriba abajo, arriba y luego abajo, hasta su vagina, en donde, pícaramente, jugueteó un poco con la punta de su lengua, haciéndole círculos pequeños y concentrados en ese agujero que tanto descontrolaba a Emma. Sophia, en su inmensa gula y frenesí, lamió y relamió de nuevo de arriba abajo, llegando, accidentalmente, a un punto en el que ambas tuvieron un corte.

 

- Perdón- dijo Sophia, apenada por haber llegado hasta ese otro agujero, que por culpa de Sophia me da pena mencionar.

 

- ¿Perdón? Fue un accidente, Sophia- sonrió Emma, dejando ver aquella blanca y recta dentadura.

 

- Pues el accidente no me supo nada mal- rió Sophia.

 

- Tampoco se sintió mal- Emma se sonrojó y dibujó una sonrisa tierna de pena. Sophia hizo lo inimaginable, acercó sus labios al agujerito y le dio un beso apasionado que acompañó con un lujurioso “mmm…”. – Sophia, ¿qué haces? it’s smelly and dirty!- se escandalizó Emma, irguiéndose pero manteniendo sus piernas abiertas y en la misma posición para Sophia.

 

- Doesn’t smell like smelly and doesn’t taste like dirty…déjate llevar- parecía que eso de “Déjate llevar” era el motto tras el que Sophia regía su vida.

 

Y Emma volvió a recostar su cabeza sobre aquella Smartpillow, posó su mano derecha sobre la mano izquierda de Sophia que estaba deteniendo su muslo y su mano izquierda sobre la cabeza de Sophia, enterrando sus dedos en sus ondas rubias, sintiéndolas suaves y sedosas. La lengua de la Licenciada Rialto hacía círculos a un lado y hacia el otro, causándole contracciones fugaces a Emma, quién había decidido aceptar lo rico que se sentía; era la combinación de la lengua y los labios de Sophia en esa parte, específicamente en donde nunca se imaginó que podía llegar a darle tanto placer.

 

Sophia se detuvo unos segundos sólo para humedecer los dedos de Emma con tanta pasión que Emma sintió ese típico “click” que sentía cuando estaba próxima a tener un orgasmo. Llevó sus dedos húmedos hacia su clítoris y se estimuló ante Sophia, quien le clavaba la mirada sólo para decirle a Emma “¿ves lo que te provoco?” y, ante Emma estimulándose de tal manera, Sophia retiró su mano derecha, dejando flojo el muslo de Emma pero todavía en la misma posición, y la llevó hacia su entrepierna, siguiendo los movimientos de los dedos de Emma pero en su propio clítoris.

 

Sophia no era muy experimentada en lo que a la auto-estimulación se refería pero, en ese momento, evolucionó a una profesional y comenzó a gemir al ritmo de Emma, no porque Emma la hubiera contagiado, sino porque estaban en la misma página. Emma dio un pequeño respingo que retiró los labios de Sophia de su agujero, dejando sólo sus miradas clavadas una en la otra. Emma suspiró, Sophia besó sus muslos, que ya estaban apoyados por los pies sobre la cama, viendo de reojo cómo Emma se estimulaba cada vez más y más rápido. Nuestra Arquitecta apretó su quijada, dejando salir un gemido violentamente satisfactorio por entre sus dientes, elevando su trasero, no dejando de acariciar su clítoris, cada vez más lento y más superficial.

 

Emma apenas se recuperó, tumbó a Sophia sobre su espalda y se propuso proporcionarle un orgasmo en menos de un minuto. Abrió sus piernas y hundió su lengua en su vagina, acariciando su clítoris con sus dedos; penetraba a Sophia con la punta de su lengua ya rígida pero suave y húmeda, presionando su clítoris por entre sus dedos, acariciándolo de arriba abajo y presionándolo suavemente, tornándolo increíblemente caliente e hinchado. Sophia respiraba alocadamente, Emma veía cómo ese abdomen plano se inflaba y se desinflaba, con la cabeza de Sophia echada hacia atrás, sus manos apuñando las sábanas, gimiendo sensualmente y repetidamente. Y, como propuesto, Emma hizo que Sophia tuviera un orgasmo en menos de un minuto. Emma dio un beso sensual y húmedo al clítoris irritado de Sophia y subió con besos por su abdomen y por en medio de sus senos, sonriendo con cada beso mientras Sophia la tomaba cariñosamente por el cuello.

 

- Entonces…a eso le llamo “hacer el amor”- rió Sophia, abrazando fuertemente a Emma, Emma le plantó un beso tibio y cariñoso a Sophia en sus labios mientras acariciaba sus piernas con la yema de sus dedos. - Parece que no estamos solas, Arquitecta- volvió a reír, viendo que, desde la ventana del edificio que daba a la ventana de la habitación de Emma, había un espectador bastante concentrado e idiotizado por el episodio. Emma se sonrojó pero rió con Sophia.

 

- Saludémoslo, es de mala educación no saludar…o agradecer por haber sido público- bromeó Emma, dándose la vuelta y dijo “hola” con la mano y con una sonrisa, lo que causó que el vecino acosador saliera corriendo de la vergüenza.

 

- Emma…qué pena

 

- Me parece “super cute” que te de pena…es que tú eres “super cute” overall- la besó de nuevo, con un poco de lengua.

 

Sophia se sonrojaba con facilidad, al igual que Emma, pero era algo que creaban entre ellas, pues con la demás gente no era así de fácil.

 

- Tengo hambre- se quejó Sophia al aire, dándole risa a Emma. – Tú te ríes por todo, ¿verdad?

 

- Un poco, sí- rió Emma. – Está haciendo un poco de frío ahí afuera… ¿qué te parece si pedimos algo de comer?

 

- ¿Algo como qué?

 

- You name it, they’ll bring it- guiñó su ojo.

 

- Tengo ganas de un Phillysteak Sandwich con extra onions y unas french fries con curry

 

- ¿Hablas del lugar que está Rock?- Sophia asintió. Emma tomó su teléfono, que de alguna manera siempre se materializaba cerca suyo. – Permítame un segundo, Licenciada Rialto, veré qué puedo hacer- rió. – Good…afternoon, may I speak to Raphael?...Tell him that Emma Pavlovic wants to order some takeout…Yes, I’ll wait a “chill”…- dijo al teléfono. – ¿Desde cuándo “wait a second” se convirtió en “wait a chill”?- ambas rieron, criticando indirectamente a la juventud a la que alguna vez habían pertenecido de manera ciega. – Raphael, how are you?...Yes, sir, I wanted to know if I could order some takeout and maybe have it delivered…yes, at my place…Hmmm…Two Phillies, one with extra onions, the other one without tomatoes, with extra cheese, two orders of French fries covered with curry powder, two Mountain Dews and two Dr. Peppers, please…just charge it to my card and we’re fine, I’ll tip your guy, of course…with a twenty cause it’s Sunday and it’s cold…Thank you very much, Raphael, I appreciate it. Bye-bye- colgó. – Y así es como le consigo los antojos a la Licenciada Rialto.

 

-¿Y cómo puedo pagarte? Nunca me dejas pagar nada, tú siempre invitas, Emma- rezongó Sophia, pellizcándole suavemente la mejilla a Emma.

 

- Oh, you’ll pay me…pero no ahorita- rió de nuevo.

 

En realidad Emma no reía tanto por nada nunca, era Sophia la que le traía esa paz y esa armonía interior, esa felicidad que se difuminaba en el aire.

 

- ¿Qué voy a hacer ahora en la noche que no esté en estas sábanas tan ricas o abrazada contigo?

 

- Mañana es lunes, y nos veremos todos los días por diez horas al día como mínimo en el estudio…puedes quedarte ahora si quieres pero van a sospechar si no llevas tu ropa sino la mía

 

- Creo que necesitas tu espacio también, Emma, he pasado de parásito aquí por dos días…dos días que han sido demasiado lindos, demasiado memorables

 

- Si te vas, me tienes que prometer algo

 

- Lo que sea

 

- Que no te vas después de comer y que, cuando llegue al estudio mañana, me vas a estar esperando con un beso de “buenos días”

 

Sophia sonrió y se sintió bien; no sabía si era la primera vez, pero era algo raro de sentir, saber que alguien quería algo tan simple y tan sano como un beso, o que no se fuera al terminar de comer. Ninguna sabía pero las dos tenían más en común de lo que se imaginaban, no sólo un gusto parecido para los antojos en la comida, o en el tipo de palabras que utilizaban, o en su procedencia, sino también en el pasado tenían cosas en común de las que en algún momento se darían cuenta. 

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