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El lado sexy de la Arquitectura 14

en Lésbicos

- Sólo tengo que hacer una pequeña parada- dijo Emma, no despegando la vista de su iPhone.

- ¿A dónde vamos?- preguntó Sophia, un tanto molesta por ver que Emma sonreía a su teléfono, tal vez se sintió un poco celosa.

- A recoger el bendito paquete donde la señora Davis, me tiene harta con que lo llegue a traer, lo peor es que sube a mi apartamento a acordarme que lo llegue a traer- rió, con cinismo sensual.

- ¿Alguna idea de qué contiene el paquete? Lleva ahí como un mes…o más…no te urge por lo visto- rió Sophia, acomodando su bolso.

- Tú lo dijiste, no me urge, no sé ni qué es, no he pedido nada por internet…que yo me acuerde…si quieres subes a mi apartamento y yo llego en cuanto termine, ¿si?

- Sí, ella no me cae bien- dijo Sophia, acordándose de lo que le había dicho aquella vez, que ella no era digna de Emma. Tomó las llaves de las manos de Emma y, dejando a Emma en el camino, subió a aquel hermoso, amplio y caro apartamento.

Entró y dejó su bolso y su abrigo sobre el sofá del living-room y notó algo distinto, ah, sí, las paredes; las habían pintado de blanco. Tenía desde el fin de semana de no llegar, usualmente sólo llegaba los fines de semana, de viernes a domingo porque Emma y ella habían acordado dormir juntas, dormir del verbo dormir, no del verbo tener relaciones sexuales; un fin de semana donde Emma, el siguiente donde Sophia, aunque dormir y “dormir” iban de la mano, ahora había sido una excepción, era un miércoles que jueves sería feriado y Emma tenía una especie de necesidad extracurricular, simplemente no quería estar sola, quería dormir con Sophia en la comodidad de su cama. Se dirigió a la cocina y, sintiéndose como en su casa pero no del todo, sacó dos vasos altos y se dispuso a prepararle a Emma algo de tomar; viendo que tenía Pellegrino, fresas, gelato de limoncello que olía a aquel licor cítrico y hojas de menta, decidió ceder a sus “Childian skills” refiriéndose a la inigualable, y que en paz descanse, Julia Child. Era ácido y refrescante, perfecto para Emma. Emma subió, con un paquete realmente de tamaño risible y lo puso sobre el suelo a la entrada.

- ¿Qué haces, mi amor?- dijo, acercándose a Sophia por su espalda y abrazándola por la cintura, posando su barbilla en su hombro izquierdo.

- Pruébalo, si no te gusta, por favor no te lo tomes- sonrió, apoyando su frente en la de Emma y alcanzándole el vaso.

- Voy a asumir que es una receta improvisada…¿te parece si vamos a la oficina de patentes y patentamos esta orgásmica bebida?- sonrió, sintiéndose realmente fresca, tanto en su temperatura corporal, a pesar del frío, como una bebida bastante liviana.

- Sabes…desde que David se fue, estás más relajada todo el tiempo- murmuró Sophia, viendo a Emma a los ojos.

- Hadn’t realized it…yet- sonrió, guiñando su ojo y bebiendo hasta el fondo aquella fría bebida, que aún así sintió más tibia que el clima. – ¿Oye, alguna vez te he dado un tour por mi apartamento?- murmuró, un tanto confundida y a la vez sorprendida, pues Sophia sólo conocía, hasta donde ella sabía, la cocina, el clóset principal, el living-room, su habitación y su baño.

- Hadn’t realized that you haven’t…show me around?- sonrió Sophia, tomando la mano de Emma y caminando tras ella.

- Bueno, la cocina la tienes muy familiar- sonrió. – Ya sabes dónde están los vasos y el Grey Goose, que es lo más importante

- Y la granola y el yogurt también…- sonrió, dándole a entender a Emma que eso también era importante.

- Sí, sí, eso también, jaja…bueno, my living-room…oh, no sé si ya te he enseñado esto- dijo, emocionada y sonriente, presionando un botón en la pared, justo al lado de una escultura de piedra de una mujer desnuda pero de terminaciones toscas y gruesas, que posaba con una pierna flexionada, un brazo tras su cabeza y el otro apoyado de su cadera, todo como si estuviera recostada sobre la pared, era una escultura muy interesante, a Sophia le gustaba, más porque no era una estatua cualquiera…Emma la había hecho, y era perfecta, le gustaba imaginar que era Emma misma la mujer de la escultura. Un panel, en medio de la pared, se hundió y se escondió detrás de la pared, revelando una chimenea.

- ¿Tienes una chimenea en tu apartamento? ¿Es legal?- rió, pensando en que jamás se lo hubiera imaginado, no parecía como si hubiera algo ahí.

- Oh, tengo muchas sorpresas, mi amor…y legales- frunció su ceño. ¿A qué se refiere con “legal”?- Ven…- siguió caminando. – Mi habitación ya la conoces, hermosa- guiñó su ojo.

- ¿Qué con tu clóset? ¿No tiene otro panel movible?- sonrió.

- Ven, te muestro lo que sí tiene- y Emma, tomándole la mano a Sophia, la guió a su walk-in-closet, en donde Sophia había estado quizás una vez y no había entrado porque tuvo la sensación de que no debía entrar, era como el lugar zen de Emma, pues una vez se había enojado después de una llamada acalorada y temperamental con David que había terminado en su walk-in-closet paseándose de un lado a otro, y esa fue la única vez que estuvo ahí y que no se atrevió a entrar.

Emma encendió la luz de su walk-in-closet y abrumó a Sophia, era del tamaño de su habitación, rectangular, con built-in closets blancos en toda la pared, alfombra ocre, en medio un diván, blanco como lo demás, con tapiz ocre también. Emma la hizo pasar, mostrándole cada sección: Pantalones y faldas; cincuenta faldas de todo color colgando arriba de cincuenta pantalones de todo color también, sí, Emma daba números exactos, blusas; ciento veinte, ordenadas por textiles, camisas y camisetas; cuarenta y tres, estaban en las gavetas debajo de las blusas, jeans; blancos y negros, veintidós, vestidos; treinta y seis, vestidos de noche; catorce, ropa interior; tres gavetas repletas de paquetes de medias negras, sostenes de todos los colores que estaban ordenados a la perfección, tangas de todos los colores, calcetines al tobillo negros y blancos, la gaveta de arriba era la más accesible pues era la que Emma más utilizaba, sólo tenía sostenes negros, de todas formas y texturas y para diferentes escotes, y tangas negras, la mayoría de encaje, pues era como no andarlas, luego una gaveta de ropa deportiva; shorts, camisas y suéters. Otro built-in-closet con blazers, chaquetas y suéteres, abajo una superficie de gavetas desplegables con maquillaje y joyas.

- Eres una compradora compulsiva, mi amor- bromeó Sophia, dándose cuenta que, exactamente a la mitad del clóset, la ropa dejaba de existir, estaba vacío. - ¿Y eso? ¿Planeas comprar más ropa?

- ¿Por qué lo dices?- dijo Emma, abrazándola por la cintura y besándole su cabeza.

- Digo, la mitad está vacía

- Sí, estos días hice una filtración fashionista y la mitad de mi clóset se fue

- ¿Donaste la ropa? ¿Vas a comprar más?

- No la doné exactamente, aunque sí, puedes decir que sí la doné…planeo comprar ropa…pero creo que la pregunta correcta es la que no me estás haciendo- guiñó su ojo, sonriéndole a Sophia mientras daban la vuelta para salir, viendo todos los zapatos de Emma, sí, eso era lo extraño en ese clóset, que no había visto zapatos, pero ahora sí, de un lado sólo Stilettos y del otro botas, flats/ballerinas, loafers, mocs y, sorpresivamente, cinco pares deportivos, puestos en un dos estantes del lado derecho, en esta perspectiva, de la puerta, que Emma, al ver su asombro, giró una especie de botón y las repisas empezaron a moverse, revelando más zapatos; como una banda sin fin llena de zapatos.

- ¿Por qué vaciaste tu clóset, Emma? ¿Se pasó la temporada?

- Simplemente estoy haciéndote espacio, mi amor- sonrió.

- ¿A qué te refieres?

- Sophia…poco a poco estoy intentando hacerme a la idea que puedo compartir mi espacio contigo. Pensé comenzar por lo más importante.- se encogió de hombros, como disculpándose. ¿Disculpándose por qué? pensó Sophia.

- No hubieras tirado tanta ropa, mi amor…toda mi ropa cabe en una división nada más- sonrió, sonrojada y cabizbaja.

- Eso es porque no te he llevado de compras, hermosa, pronto necesitarás más espacio- rió fuertemente, apagando la luz de su clóset y llevándola de nuevo al pasillo. Sophia se incomodaba cuando Emma le decía esas cosas, le molestaba no pagar nada nunca. – Y aquí está donde la magia se hace- sonrió Emma, abriendo la puerta al cielo de lavandería.

Era una habitación un tanto espaciosa, con una lavadora y una secadora por aparte, tres percheros para planchar con vapor, la plancha de vapor y los ordinarios utensilios de limpieza, más una aspiradora.

- ¿Lavas tu ropa, Emma?- preguntó Sophia en tono sarcástico.

- ¿Tú qué crees?- sonrió Emma un tanto desafiante, Sophia se encogió de hombros. – Sólo las toallas y todo eso…lo demás lo recogen en el Lobby dos veces por semana…ahora, esto no se lo enseño a cualquiera…- suspiró, apoyando su mano en la pared, que hasta ese momento Sophia se daba cuenta que era una puerta invisible en realidad, como el panel de la chimenea.

Sophia se quedó boquiabierta, era simplemente hermoso. Era una habitación espaciosa, con estantes, muchos estantes repletos de libros y, cuando Emma abrió del todo la puerta, Sophia notó un piano de media cola, un hermoso y brillante Steinway negro, con su respectivo banco. Sophia entró a la habitación, era como la habitación de escape de Emma, o así se la imaginó Sophia. Repasó los libros, divididos en literatura inglesa, literatura española, literatura latinoamericana, literatura alemana, literatura italiana, arquitectura, economía, historia del arte, historia universal, diseño de interiores, paisajismo, política, corte, confección, las monarquías y la literatura light; desde Harry Potter hasta El Alquimista. Paseó su mano suavemente sobre la mesa de dibujo de Emma y sobre un sillón que tenía ahí, supuso que para leer su divina colección de literatura pesada, luego se quedó viendo al piano.

- ¿Tocas piano, mi amor?- murmuró, levantando la cajuela de las teclas y tocando las ochenta y ocho teclas con sus dedos.

- Siéntate conmigo- sonrió Emma, sentándose en el banquillo y colocando sus pies en los pedales. - ¿Qué se te antoja escuchar?

- Algo que me diga quién eres- se sonrojó, sabiendo que sonaba cursi, pero era la mejor oportunidad de saberlo.

Emma colocó sus dedos sobre el teclado, se irguió, tomando la postura adecuada, cerró sus ojos y comenzó; una melodía tranquila y hermosa, como de ensueño, le ponía una sonrisa a Sophia en la cara, “si, así es mi Emma” y sonreía más “romántica e intensa, apasionada” y se la imaginaba haciendo el amor en ese estilo, tan tranquila, tan sin preocupaciones, amando. Luego se apresuró la melodía y escaló, como en un caos, en una tristeza, en una confusión, en furia, aquella tranquilidad no existía, como si la vida fuera roja y negra con manchas grises, “¿izquierda o derecha? ¿Bien o mal? ¿Acorralada?” y no era lástima, parecía más bien una pesadilla repetitiva pero, luego de un par de notas repetitivas, como si estuviera convenciéndose de algo, la melodía se calmó de nuevo, llegando a un tono verde menta de nuevo, como si la melodía se hubiera tomado un momento para respirar hondo, “Sí, confundida pero al final sigue a lo que más le gusta” pues eran los mismos acordes violentos pero los hacía sonar sutiles y tranquilos, luego un poco de escalamiento y violencia, pero se calmó de inmediato y terminó en unas tonadas suaves y rendidas, como si estuviera de rodillas, implorando perdón o una emoción más fuerte. Emma abrió lentamente sus ojos, saliendo de ese trance musical, de esa emoción.

- Esa soy yo- suspiró, frotando sus manos una con la otra, calentándolas. - ¿Qué más quieres que toque?- preguntó, volviendo a ver a Sophia, quien la veía con un brillo extraño en sus ojos. Sólo tenía ganas de besarla y de decirle que era sensualmente complicada pero que haría lo que fuera por ella.

- ¿Qué era?- murmuró, parpadeando un par de veces para evitar que le salieran lágrimas.

- Chopin…Tristesse…

- ¿Puedo…decirte lo que pienso?

- ¿Te refieres a…bombardearme con una terapia psicológica no certificada?- Sophia asintió. – Cuando estés lista…

- Agh…-suspiró, poniendo en orden sus palabras, escogiendo las menos hirientes, pues el riesgo siempre existe. – Eres una persona hermosa, dentro y fuera…eres como de otro planeta; tienes valor, tienes el respeto de los demás, tienes autoridad…sabes que puedes lograr cosas increíbles, no tienes preocupaciones económicas, buscas satisfacerme aún cuando tú y yo no somos nada, cuando lo único que nos mantiene unidas, a parte del trabajo, es un lazo imaginario que me gusta llamarle “amor”…así como tú quieres complacerme, darme gustos, comprarme Haute Couture, no me dejas ni pagar la comida…lo haces porque puedes y porque quieres, nadie te dice qué hacer…eres dueña de tu mundo y de tus pensamientos y de tus acciones…it’s like you’re so damn perfect that it should be illegal…dime, ¿tienes miedo?

- Sophia…yo…- hizo una pausa, agachando la cabeza, hundiéndola entre sus hombros y entrelazando sus dedos, rozando con la punta de sus dedos su manicura rosado nácar– Sí…en parte sí…

- Aquí sólo pueden jugar dos tipos de miedo, mi amor…el primero es el miedo al “qué van a pensar de mí” y el segundo es el miedo a fallar…mi amor, siendo tú quien eres creo que no tienes que rendirle cuentas a nadie, lo que tú hagas o dejes de hacer es tu problema, ¿tienes miedo que te juzguen?

- Sophia…sé que estamos en el Siglo XXI…pero poco ha cambiado, aparentemente todos son liberales y sí “apoyemos a los homosexuales” y todo eso pero te ven con asco, como si tuvieras sida…no estoy lista para dejar que abusen de mi integridad emocional por ser homosexual…

- ¿Eso te consideras? ¿Homosexual?- Emma se quedó en silencio. – Emma, mírame…- murmuró Sophia, intentando hacerle ver a Emma uno que otro punto importante. – Emma…mírame, por favor- exhortó, en un tono preocupante y cariñoso, levantando su barbilla con sus dedos y girando su cabeza hacia ella.– Emma…¿cuántas mujeres te han gustado en tu vida? – Se encogió de hombros. – Te diré algo…si vas por la calle y ves a una mujer hermosa, ¿tienes pensamientos acelerados?

- No…- Emma se sentía como cuando su madre la regañaba por haber dejado la ventana abierta en invierno y tener la calefacción encendida.

- ¿Con cuántas mujeres has querido hacer el amor en tu vida?

- Contigo, sólo contigo…

- ¿Eso te hace lesbiana?

- Pues, me atraes tú…y tú eres del otro sexo…por lo tanto lo soy, ¿no?

- Emma, basta de silogismos…¿no entiendes que no está mal lo que sientes? Yo no necesito una relación pública…necesito comodidad y privacidad para darte todo lo que tengo para darte, que no es mucho, pero I try so damn hard…

- Sophia…¿qué va a pensar mi mamá?

- Ah, tu mamá es la que te agobia…Emma, que trabaje en el Vaticano no significa que sea el Papa…no le digas a tu mamá y punto…- Emma permaneció en silencio, ah, eso no se le había ocurrido. – Por otro lado, ¿miedo a fallar? Emma, te aseguro que no hay decisión sin riesgos…¿cómo me fallarías a mí? No se puede, mi amor…estoy totalmente cegada, no me muevo si tú no me dices que me mueva, you’ve bewitched me in every single way…tu miedo es lastimarme, sé que no lo harás porque te han lastimado también, no quieres eso para mí, así como yo no lo quiero para ti, para nadie…

- Sólo he estado en una relación romántica y apasionada…como la que esperas tú que yo te de…y fue cuando más me dolió…

- ¿Prefieres que sea algo físico?

- No es eso…porque siendo tú como eres…lo físico me ha llevado a los sentimientos y ya no los puedo desenredar, y eso me atormenta…- suspiró, llevando sus manos a su cara, o su cara a sus manos.

- Oh, Emma…no necesitas clasificarlo todo…¿qué te dice esto?- murmuró Sophia, poniendo su mano en el pecho de Emma.

- Que te lleve conmigo a Roma para navidad…

- Amor, hay una diferencia entre impulso y deseo…

- Sophia…ya me dejé llevar una vez, te pedí que te mudaras conmigo, aceptaste y luego, sin darme una explicación detallada, me rechazaste la oferta…

- ¿Entonces todo esto es porque te dije que no?¿Estás enojada por eso?- dijo Sophia, tratando de ocultar su frustración y su enojo.

- I’m not angry! Estoy confundida…merda…si me dejo llevar, está mal y si no me dejo llevar, está mal porque debería estarme dejando llevar…

- ¿Quieres que me mude contigo?- Emma la volvió a ver con sus ojos un tanto resistentes al llanto, a un llanto por sentirse acorralada, sin saber qué decir. – Ves, tu silencio habla por sí solo…dime, ¿qué quieres?

- Eso es lo que me enoja, que tengo veintiocho años y que no sé lo que quiero…

- Emma, hay gente que llega a los cien y nunca supo qué quería…si tanto se te dificulta, ¿qué te parece si te pregunto algunas cosas? Son preguntas de sólo “si” o “no”…

- Está bien…no puede ser tan malo, ¿verdad?- sonrió, un tanto cohibida por Sophia, le acordaba un poco a Natasha cuando sabía que algo andaba mal y ella no quería decírselo.

- Toca el piano para mientras…por favor- murmuró. Era para que Emma se distrajera y que contestara con el corazón y no con la mente, pues su concentración estaría en el piano y no en las respuestas.

- ¿Qué quieres que toque?

- Sorpréndeme…

- Sólo pregunta, esta canción te la sabes…- suspiró Emma, tratando de relajarse para poder tocar, de igual forma, prefería ocuparse en el piano, le estaba gustando tocarlo de nuevo. Sophia suspiró también. Emma empezó a tocar, sí, la canción se le hacía conocida, nada más y nada menos que “The Scientist”.

- ¿Te gusta besarme?

- Si

- ¿Te gusta tocarme?

- Si

- ¿Te gusta complacerme?

- Si

- ¿Te gusta estar conmigo?

- Si

- ¿Te gusta mi compañía?

- Si

- ¿Te gusta hacer el amor conmigo?- preguntó, sonrojada, manteniendo su vista fija en las manos de Emma.

- Me encanta

- ¿Te gustaría hacer el amor con un hombre?

- No

- ¿Quieres estar con alguien más que no sea yo?

- No

- ¿Quieres que me mude contigo?

- Si

- ¿Quieres que lo haga este mes?

- Si, si tú quieres…mis puertas están abiertas para ti

- ¿Quieres llevarme de compras y gastar una fortuna en moldearme?

- Si

- Mi amor…¿puedo darte un beso y un abrazo?- murmuró Sophia, viendo las manos de Emma reposar sobre el teclado. Emma volvió a verla y asintió. – I’m not gonna hurt you, I love you- susurró, dándole un beso en su frente y abrazándola con su brazo por sus hombros. – I’d be scared if you weren’t scared... - murmuró Sophia, sonrojada y dándole un beso a Emma en el ángulo de sus labios.

- Tampoco quiero hacerte daño, hermosa- sonrió un momento un tanto falso. – I can’t seem to let you go…- sonrió, mostrando su dentadura y regresando su tranquilidad a sus ojos.

– Me gusta verte tocar piano…pareciera que no tienes ninguna preocupación

- Sabes…me lo regaló Margaret

- Se ve un poco caro…

- Sí, no lo quise tomar al principio…pero insistió…y lo toqué un par de veces para ver la salud de las cuerdas…y no lo había vuelto a tocar hasta ahora…algo bueno me estás haciendo- sonrió, poniéndose de pie y viendo la hora, le incomodaba un poco estar con alguien en más en donde casi nunca estaba.

- ¿Me enseñas?- murmuró Sophia, un tanto apenada, y colocando su mano izquierda sobre la de Emma.

- Siéntate en mis piernas- sonrió. Ah, al fin, la Emma de siempre. Sophia se sentó en sus piernas un tanto del lado para que Emma pudiera ver el teclado. – Tiene tres pedales…el de la derecha se llama “Tre Corda” y sirve para que suene un tanto más fluido, lo amplía…escucha la diferencia en el Do común- y tocó el Do sin y con pedal. Sophia sonreía. – Luego, el del centro se llama “Sostenuto” y sirve para mantener una nota o un acorde por un poco más de tiempo- Tocó el Do y después un Mi sin y con pedal. La sonrisa de Sophia creía cada vez más. – Luego el de la izquierda…si no me equivoco se llama “Una Corda” y hace lo contrario al Tre Corda, acorta la nota o el acorde- volvió a mostrarle con un Do. – Tiene ochenta y ocho teclas…Treinta y seis negras y cincuenta y dos blancas…y el peso de las teclas es importante, porque de eso va a depender qué tan fuerte puedes apretarla…

- ¿Cómo sabes qué pedal usar en qué parte de la canción?

- Sinceramente no lo sé, sólo puedo notar la diferencia cuando lo escucho…por ejemplo con Chopin, se usa bastante el Tre Corda…usualmente no leo las partituras, mi amor- sonrió, apoyando su frente en el antebrazo de Sophia. – Pon tus manos sobre las mías, vamos a tocar algo no tan complicado…no sé si la estaré tocando bien, sólo de oído me la puedo- sonrió.

Comenzó a mover sus manos a lo largo del piano, apretando teclas que parecían estar dispersas para Sophia pero, una vez entendió qué canción era, se dejó llevar por las manos de Emma, que su mano izquierda se movía demasiado y demasiado rápido.

- Honey I’m on fire, I feel it everywhere, nothing scares me anymore…- cantó Emma. – Kiss me hard before you go, Summer time Sadness, I just wanted you to know that baby you’re the best…- cerrando sus ojos y apoyando su frente en el hombro de Sophia.

- Nothing scares you?- interrumpió Sophia, tomando las manos de Emma y retirándolas del piano.

- No ahorita que estoy contigo

Sophia sonrió y se puso de pie. Le alcanzó la mano a Emma, viendo cómo era quizás menor de lo que aparentaba. La observó por un momento mientras Emma cerraba el piano y metía el banquillo debajo del teclado; tenía su cabello suelto y un tanto alocado, pero nada se le salía de lugar bajo una diadema, más bien un listón amarillo pálido que contrastaba con su cabello, un listón de no más de media pulgada, en canaletas, perfectamente ajustado a Emma, dejando que su flequillo cayera fuera de él con gracia; nunca había visto a Emma con un listón, se veía bien, se veía dulce. Vestía una blusa blanca formal y de manga larga, encima de ella un suéter de cachemira de corte en V, delgado pero tibio y sobrio en un tono beige-café y encima un blazer de dos botones, aunque desabotonados, en gris medio, pantalón blanco hasta sus tobillos, en donde empezaban aquellos pies perfectos, sin medias, en unos Stiletto con plataforma, piel de pitón y con una laza café en la punta.

- Ferragamo- interrumpió Emma los pensamientos de Sophia.

- ¿Ferragamo?

- Sí, mis zapatos…son Ferragamo, ¿quieres probártelos? Son muy cómodos aunque no lo parezcan…- Sophia se sonrojó y hundió su cabeza entre sus hombros. Emma se quitó sus Ferragamo y apoyó a Sophia contra el borde del brazo del sillón. Se hincó y le quitó los Louboutin que había usado en su cumpleaños, haciéndole un masaje en sus dedos por unos segundos, pues era normal tenerlos un tanto rojos; eran altos para alguien que no estaba del todo acostumbrado a andar en esas alturas, le puso sus zapatos a Sophia, sintiéndose Sophia, extraña y cursimente, como Cenicienta. – Se te ven bien…me gusta- murmuró Emma, dándole un beso a las rodillas desnudas de Sophia.

- ¿Crees que tengo salvación?- susurró Sophia, cerrando sus ojos y conteniéndose un gemido suave por el beso sensual de Emma en su rótula, le hacía cosquillas, cosquillas ricas.

- ¿A qué te refieres?- dijo Emma entre dientes mientras seguía besando las rodillas de Sophia y acariciaba sus pantorrillas.

- Tú sabes…dejar de usar Banana Republic y Gap…encontrar algo cómodo en lo Haute Couture…

- Mi amor… ¿me estás diciendo que quieres que te enseñe cómo vestirte?- sus manos subían por detrás de las rodillas de Sophia hasta el comienzo de sus muslos. Sophia estaba en problemas, deliciosos problemas.

- Sí, quiero convertirme en una compradora compulsiva con high-standards- sonrió, echando su cabeza hacia atrás y sintiendo las manos de Emma llegar a medio muslo, subiendo un poco su falda negra con sus pulgares.

- Es una propuesta que no puedo rechazar…- suspiró Emma, subiendo con besos por las piernas de Sophia, besando cada parte que se revelaba.

- ¿Cuándo quieres empezar?- dijo, con su voz un tanto quebrada, pues Emma ya la había vuelto loca.

- Talla dos, 34B, siete y medio angosto…- murmuró un tanto pensativa. – El sábado, mi amor- dijo, clavando sus dientes en los muslos de Sophia, levantando su falta casi del todo, acariciando el comienzo de su trasero con sus dedos. – Vamos- dijo Emma, deteniéndose de golpe y poniéndose de pie, tomando a Sophia de las manos.

- ¿A dónde me llevas?- jugueteó Sophia, asumiendo que a la cama.

- Tocaron a la puerta, ¿no escuchaste?- sonrió.

Frustración para Sophia. Emma abrió la puerta y había un hombre muy joven, no muy alto y no muy bajo, con gafas densas y en uniforme anaranjado con blanco y un jeans, de cabello largo. Reposaba sus brazos sobre una carretilla que contenía muchas cajas.

- ¿Miss Pavlovic?- preguntó aquel muchacho nervioso. Emma sonrió. – That’ll be $98.74- murmuró. Emma le hizo una señal de dónde podía dejar las cajas, le apuntó encima del desayunador. El muchacho puso las cajas, eran cuatro en total. Emma sacó un billete de $100 y otro de $50 y se los dio al muchacho. – It’s only 98.74, Miss Pavlovic

- Oh, I know, you can keep the rest- sonrió. – Have a nice day- murmuró, cerrando la puerta después de que el muchacho bajara su cabeza para darle las gracias.

- ¿Das cincuenta dólares de propina?- Emma asintió con una sonrisa. - ¿Por qué?

- Sophia…es mi pedido de Food Emporium, el que está aquí cerca…y entonces tienen que hacerlo manual, no hay auto que los traiga, el esfuerzo se paga, mi amor

- Pero son cincuenta dólares…¿por qué tanto?

- Porque estoy segura que su trabajo no le gusta, es sólo para alegrarle el día- dijo, un tanto incómoda, mientras desempacaba la comida de las cajas.

- No entiendo tu economía de bolsillo, Emma- rió Sophia, ayudando a Emma, notando que el tema le incomodaba un poco, no le gustaba que le discutieran en qué gastaba su dinero.

- Mi economía no está en mi bolsillo…está en el Citi, monitoreado por Phillip- sonrió, dándole a entender que ya no quería hablar del tema.

- Mi novia es bastante pudiente- murmuró.

- ¿Tu novia?- dijo Emma un tanto sorprendida, tanto que se le cayó el paquete de Gnocci que tenía en la mano.

- Perdón, Emma…- murmuró Sophia, sabiendo que esa palabra no la habían establecido todavía. – Perdóname…no te enojes conmigo, por favor- murmuró de nuevo, cerrando sus ojos y bajando su cabeza.

- Hey…mírame- Sophia no levantó su mirada, estaba apenada y tenía miedo de que Emma explotara en discernimiento y lo que “tenían”, que no tenían nada establecido, se terminara. – Sophia…¿por qué me pides perdón?

- Crucé tus límites…tú no eres mi novia…- Y Sophia se sintió acorralada, con ganas de llorar.

- Hey…no llores, por favor…- susurró, abrazando a Sophia, acariciando su cabello y dándole besos en su cabeza. – No soy tu novia, pero si soy tuya…¿quieres que sea tu novia?- murmuró, despegando a Sophia de su pecho y viéndola a esos ojos celestes. Sophia asintió sonrojada, derramando una lágrima por su mejilla izquierda. – Pregúntamelo- sonrió Emma, limpiando aquella lágrima con su pulgar, Sophia se confundió. – Si no me dices o me preguntas lo que quieres de mí, no lo voy a saber…- dio un beso a su frente y luego a su nariz.

- ¿Quieres ser mi novia?- preguntó Sophia en aquella voz temblorosa.

- No, la pregunta está mal formulada, Sophia- susurró, rozando su nariz con la de Sophia.

- ¿Quieres que sea tu novia?- intentó de nuevo.

- Todavía le falta- sonrió, dándole un beso a la punta de su nariz, volviendo a rozarla con la punta de la suya, aferrándose a Sophia con sus brazos por su espalda.

- ¿Quieres que seamos novias?- murmuró, con miedo de equivocarse de nuevo, cerrando sus ojos y contribuyendo al roce de su nariz con la de Emma.

Emma sonrió y le dio un beso en sus labios, un beso cariñoso, que le dio a entender a Sophia la respuesta.

- ¿Ves la diferencia entre sólo “mía”, “tuya” y “nuestras”?- murmuró Emma entre besos, con su aliento agitado. Sophia sonrió y abrazó a Emma, hundiéndose y perdiéndose en los labios de su Arquitecta, la única mujer que podía hacer que la palabra “mierda” sonara tan sensual y tan pura e inocente.

- Pero tú eres mía- susurró Sophia, desviándose por el cuello de Emma, apartando su cabello y besándolo. - ¿Qué te pasó aquí?- preguntó, poniendo sus labios en un rasguño lineal y delgado a lo largo de su cuello.

- Me rasguñé con mi pluma

- ¿Todavía te duele? Se ve un poco inflamado- susurró a su oído.

- Un poco, arde un poco, es de ahora- dijo, sonriente y aferrada a Sophia, sintiéndola al fin de su tamaño, tal vez un poco más alta por estar ella en sus Stilettos y ella sobre el suelo, a nivel del suelo. Sophia besó el rasguño de Emma, medía aproximadamente tres pulgadas, era largo y fino, y luego pasó su lengua suavemente sobre él. – Creo que eso me ayudará mucho- sonrió, notándose en plena confianza con Sophia, sonrió más todavía.

- Me alegra- sonrió Sophia, despegándose de Emma. – Ahora, tú no ordenas comida al supermercado…si nunca tienes nada en tu congelador- rió, mostrando sus dientes y formando sus camanances. - ¿Vas a cocinar?- preguntó, perpleja y boquiabierta. Emma asintió. – Mmm…¿qué vas a hacer?

- Es una sorpresa…es mi especialidad- sonrió. – ¿Te puedo pedir un favor? Si no quieres hacerlo, no te preocupes, sólo dímelo- Sophia asintió. – Puedes traerme ropa cómoda, ¿por favor?

- Mi amor, sabes que sí…- Sophia se dio la vuelta con una sonrisa. ¿Por qué habría de negarse?

- Ponte algo cómodo tú también, Sophie- gritó Emma desde la cocina.

Ahora, ¿dónde está su ropa cómoda? ¿Qué es ropa cómoda para Emma? Oh, holy shitty crap. Sí, el walk-in-closet. Sophia entró a aquella habitación, encendiendo la luz y volviendo a admirarlo, todo tan perfecto, ordenado, clasificado, todo tan Emma. Se paseó lentamente por la ropa de Emma; Prada, Louis Vuitton, Versace, Dolce, Miu Miu, Alexander McQueen, Cavalli, Stella McCartney, Donna Karan, Carolina Herrera, Marc Jacobs, Hermes, Kenzo, Armani, Ellie Saab, Monique Lhuillier, Emilio Pucci, Narciso Rodríguez, Marchesa, Valentino, y otras marcas que no podía pronunciar o que nunca había escuchado. Paseó sus dedos por las secciones vacías mientras un silencioso “quiere mi ropa aquí” le hacía eco en su cabeza. Eran siete secciones, ¿cómo llenaría siete secciones y una de zapatos? Sólo que pusiera diez prendas en cada sección, y Sophia rió, acordándose que Emma no le había mostrado donde estaban sus pijamas. Deslizó un panel y se sorprendió; había fotos de Emma, de Emma y Natasha, de Emma y su mamá pero, sobre todo, había una foto que no tenía marco; una foto de Emma de pequeña, era tierna, sonriente y sin preocupaciones, abrazada por un señor bronceado y de cabello gris oscuro, vestido en traje formal, debía ser su papá. La foto cayó al suelo por accidente, cayendo sobre la impresión y fue cuando Sophia se dio cuenta de una escritura un tanto difícil de comprender: “Le persone commettono errori. Spero che tu possa perdonarmi. Ti ama, Papà.” Sophia se preguntó qué había pasado entre ellos dos, pero no era nadie para meterse.

Abriendo la única gaveta que Emma no había abierto, ahí estaban sus pijamas. Sacó un pantalón gris con una laza blanca, una camisa negra de algodón manga ¾ para Emma y descolgó su bata roja cuadriculada, Burberry quizás. Para ella, sacó un camisón violeta a rayas blancas de botones. Tuvo quizás la mejor de las ideas, se quitó su ropa, tomó unos ganchos de una de las divisiones vacías y colgó su falda, su blazer y dobló su blusa para ponerla debajo de lo colgado. Se quitó su sostén y su bikini para sorprender, tal vez, a Emma, pero después de cenar. Se envolvió en una bata negra que encontró en las puertas del baño y se dirigió a la cocina. Vio a Emma de espaldas, cortando algo, mientras cantaba “Your Song” de Elton John, evocando en Sophia aquella vez en Duane, cuando Emma le cedió su puesto.

- No sabía que cocinaras- bromeó Sophia.

- Soy una cajita llena de sorpresas- guiñó su ojo mientras se lavaba las manos para cambiarse de ropa.

- ¿Me dejas?- murmuró Sophia, refiriéndose a que si podía quitarle ella la ropa. Emma asintió, estando frente a frente.

Tomó el blazer de Emma por las solapas, rozando apenas sus senos, y lo retiró por sus brazos, rozándolos con sus nudillos, doblándola por la mitad y colocándola en el desayunador. Tomó el suéter de Emma por los bordes y lo subió, rozando so sus dedos su cadera y su cintura, subiéndolo por sus senos, por el borde de ellos y deslizándolo hacia afuera, dándole la vuelta para doblarlo y ponerlo de igual manera sobre el desayunador. Emma simplemente se dejaba llevar, se dejaba manipular para dejarse desvestir. Le quitó el cinturón a Emma, un cinturón café y pesado, de hebilla pesada, lo enrolló y lo arrojó con lo demás. Le desabrochó el pantalón a Emma y se hincó ante ella, tomando el pantalón por la cadera, en donde le quedaba perfecto, se veía sexy, y deslizó, accidentalmente, su tanga junto con su pantalón hacia el suelo, haciendo que Emma levantara sus pies para levantarlo y doblarlo. Sophia tomó el pantalón que le había llevado y lo puso a sus pies, haciendo que Emma metiera sus pies en cada pierna y lo subió lentamente, acariciando sus piernas con sus dedos y con la mirada.

Justo cuando iba a dejarlo reposar en las caderas de Emma, le dio un beso húmedo y cariñoso en su monte de Venus, haciendo que Emma diera un respingo inocente y se agarrar de los bordes del counter que estaba atrás de ella. Sophia lo subió como si nada hubiera pasado. Desabrochó las mangas de la camisa de Emma, así como la camisa en sí, colocando sus manos entre la camisa y la piel de Emma, por sus hombros y deslizándola hacia afuera mientras acariciaba sus brazos hasta sus manos, tomándola para doblarla y hacer que se uniera al resto. Le desabrochó el sostén a Emma y también se lo quitó, dándole besos en su cuello y en su hombro derecho, recorriendo aquellas pecas con sus labios. Le puso la camisa y luego la bata encima, sellando aquel momento, en el que Emma se dejó dominar por Sophia, con un beso romántico en los labios. Emma sonrió con dificultad, pues todavía estaba un tanto en aquel beso prohibido e inesperado.

Sophia se retiró a dejar la ropa de Emma a su bolsa de lavandería y, cuando regresó, vio que Emma había cortado champiñones en rodajas, había picado un ajo, y un poco de alguna plantita verde, quizás romero o albahaca. Estaba abriendo una botella de Petrus Pomerol 1998 y tenía una sartén en la que estaba esperando a que un poco de mantequilla se derritiera. Arrojó el ajo y los champiñones a la mantequilla y, habiéndolos salteado, agregó el romero, un chorro generoso de Pomerol, un chorro de otra cosa, y un manojo de granos de pimienta negra. Sacó otra sartén y la puso en la hornilla de la par, Sophia la observaba maravillada, viendo cómo movía sus caderas y su trasero, bailaba algo que sólo en su mente cantaba o recordaba, le gustaba ver a Emma así de despreocupada. Arrojó un poco de aceite y mantequilla en el sartén y, cuando estuvo caliente, colocó suavemente cuatro medallones de steak. Para mientras, se movió hacia una esquina, a una olla de presión, una que no había visto Sophia y la apagó, se puso unos guantes un tanto extraños y metía sus manos en el agua de la olla y sacaba papas perfectamente redondas y las cortaba en sus manos con un cuchillo, arrojándolas en un recipiente blanco. Terminó las papas y les vertió un poco de buttermilk y sal y pimienta, les dio la vuelta a los medallones y los sazonó con pimienta y sal, regresando a lo que sería un puré de papas que mataría a Sophia con sólo ver cómo Emma lo hacía.

Revisó la primera sartén y la volvió a tapar. Sacó una tercera sartén y arrojó un poco de mantequilla y, cuando estuvo caliente, arrojó un paquete de zanahorias cortadas en juliana, largas y un tanto delgadas, y chauchas, salteándolas en mantequilla, sal y pimienta y un poco de almendras en lascas. Sacó dos platos y sirvió una cantidad generosa de puré de papas, la mitad de los vegatles, dos medallones y los bañó en la salsa, alcanzándoselo a Sophia, quien había logrado poner dos copas del mismo Pomerol, servilletas y un tenedor y un cuchillo. Emma se sentó a la par de Sophia una vez había servido su plato, igual que el de Sophia, la misma cantidad de comida.

- Se ve delicioso, mi amor- murmuró Sophia, con una sonrisa tímida mientras chocaba suavemente su copa con la de Emma.

- Buen provecho, Soph…- y empezaron a comer.

Comieron en silencio. Sophia pensaba en lo llena de sorpresas que era Emma, en lo mucho que podía hacer, cuántas cosas podía hacer al mismo tiempo sin estropear una de esas cosas; había trabajado cuatro cosas al mismo tiempo en cuestión de quince o veinte minutos. Emma pensaba en su miedo a la relación que Sophia quería, pero le provocó sonreír cuando se acordó que era la “novia” de Sophia.

- ¿Qué es tan divertido, Emma?

- ¿Verás a tu mamá en navidad? Digo, ¿Vas a Roma?- improvisó.

- No, no tengo el dinero…pasaré la Navidad en Houston con mis tíos

- Oye, si es por dinero y quieres ir a Roma…puedo invitarte, ¿sabes?

- Emma, alguna vez quiero pagarme algo yo, puedo dejar que me compres ropa, pero sólo eso, ropa y comida…un viaje…seguro es en primera clase, conociéndote…no puedo aceptarlo, menos si es para que no pasemos juntas

- Oye, no es ninguna molestia…sólo pensé que quizás te gustaría ver a tu mamá en Navidad…no es necesario que te quedes conmigo, dije que si querías ir a Roma, no a mi casa en Roma…- dijo, un tanto a la defensiva, molesta por el tono áspero de Sophia.

- Perdóname, mi amor…es sólo que me cuesta aceptar que me consientas, yo no puedo consentirte así en reciprocidad- hundió su cabeza y se terminó sus vegetales.

- ¿No extrañas a tu mamá a veces?- preguntó, un tanto fuera del tema, pero Emma siempre lo calcula todo, no era en vano.

- Pues, claro que sí…tengo más de un año de no verla…pero no puedo ir por cuatro o cinco días en Navidad, es demasiado caro, lejos y no vale la pena…- suspiró, tratando de sonar casual.

- Sí, tienes razón- sonrió Emma, cortando su jugoso medallón de steak bañado en aquella salsa de vino y pimienta que no estaba nada mal para ser la primera vez que la hacía. Se va a enojar conmigo, pero ya lo decidí.

- ¿Tú cuándo te vas?

- El dieciséis…regreso el veintiséis, quiero pasar con mamá su cumpleaños

- ¿Cuántos años cumple?

- Cintuenta y seis, Señorita- sonrió, tragando por fin,

- Te voy a extrañar, ¿sabes?

- Oye, yo creí que era un poco atrasada en lo de la tecnología…pero mi teléfono funcionará, y a Italia ya llegó el Skype, ¿sabes?- bromeó, haciendo que Sophia sonriera después de su mal humor de su invitación a Roma.

- Lo sé…pero es el no poder tocarte…ahorita no me haces falta entre la semana porque te veo todos los días frente a mí, y te acaricio las manos, y te doy besos mientras estás toda intelectual tomando nota de los correos de Mrs. Hatcher…pero son diez días que no te tocaré…

- Hey…¿qué te parece si pasamos Año Nuevo juntas?

- ¿Qué haces en Año Nuevo?

- Me emborracho hasta el amanecer, bailo en mesas, fumo marihuana y grito lo mal que me cae Berlusconi- bromeó, estallando en risas, haciendo que Sophia se riera de ella y no con ella. – No, pues…Natasha me invita donde su mamá, ahí pasamos la noche…si nos emborrachamos, pero no bailamos en las mesas ni fumamos marihuana…y este año quisiera bendecirlo de una manera muy especial- sonrió, quitándose el listón de su cabeza y aflojando y alocando su cabello para recogerlo en un moño improvisado para el que no necesitó una banda, simplemente se quedó ahí. Emma se levantó y puso los platos y los sartenes fríos en la lavadora de platos.

- ¿Cómo quisieras “bendecirlo”?- dijo Sophia después de un rato, tratando de deducir por ella misma a qué se refería, pero no lo logró.

- Haciéndole el amor a mi novia con el amanecer de fondo- sonrió, como si fuera un simple “Buenos Días” el que estaba diciendo.

- ¡Emma!- gritó Sophia, escandalizada y sonrojada hasta del pecho.

- ¿Qué? Tú preguntaste…no preguntes cosas de las que no quieres saber la respuesta- bromeó, sacando su lengua y sirviéndose un poco más de Pomerol.

- Me diste calor de la nada- sonrió, quitándose su bata. Nada muy provocador, simplemente realmente tenía calor. – Oye, nunca me dijiste qué tenía el paquete de la Señora Davis- sonrió, tratando de cambiar el tema.

- Mmm…no lo sé, abrámoslo- dijo, poniéndose de pie para ir a traerlo pero Sophia fue más rápido y se lo alcanzó. - ¿Qué te parece si inauguramos mi chimenea con este Pomerol que está un diez?- preguntó, antes de abrir el paquete. Sophia asintió y ambas se movieron al Living-Room, Sophia sentándose en el sofá frente a la chimenea y viendo cómo Emma, con sólo botones encendía aquellos troncos de madera que despedían un aroma bastante relajante. Emma se sentó con Sophia, dándole un trago a su Pomerol para luego abrir el paquete.

- ¿Quién te lo manda?- murmuró Sophia, bebiendo.

- Ugh…- suspiró. – Fred…no lo voy a abrir, no sé qué estupidez me habrá enviado- murmuró, bebiendo toda su copa.

- ¿Por qué no? Igual…tiene más de un mes de estar ahí, todavía eran algo, por así decirlo…¿qué tan malo puede ser?- sonrió Sophia, sosteniendo la copa entre sus manos y dándole aquella mirada a Emma para convencerla.

- Está bien…Señorita Curiosidad- rió. Emma abrió aquel indeseable paquete con sumo cuidado de que no saltara un payaso y la asustara, pues ya le había pasado. Pero no. No era un payaso. Era otra cosa.

- ¿Qué es?- preguntó Sophia, no pudiendo contener su curiosidad.

- Jaja…nada, nada- rió Emma, nervios hasta Boston, quería salir corriendo, o aventar el paquete en la chimenea.

- ¿Tienes pena?

- Jaja no, no es nada, Sophia- sonrió.

- Eres una mala mentirosa, Emma…dame el paquete- y Emma no tuvo más remedio que dárselo.

Oh, holy shit. Sophia levantó la tapa del paquete y había una nota con las iniciales “AW”, “Alfred Weston”. Le dio la vuelta: “Lo podrías usar para tu mal humor, Nena. AW”. Y No entendió. Levantó el nivel del paquete y ahí estaba, una caja negra, muy elegante, pensó que era algún tipo de Cigarrillo de Marihuana caro, pero no, leía “LELO” en legras negras sobre el negro de la caja. Sacó la caja negra del paquete, examinándolo, todo mientras Emma se terminaba la botella de Pomerol. Oh, Emma, tan anticipante. Levantó la tapa de la caja negra y se encontró con un óvalo de silicón negro por fuera y de material sólido, como aluminio plateado por dentro. Tenía tres botones: un “+”, un “-“ y un “o”.

- Sophia…put it down, por favor- murmuró Emma, tratando de sonar casual, pero no podía esconder su nerviosismo.

Sophia no le hizo caso y apretó el “o” y aquel óvalo, pequeño, de no más de tres pulgadas y media de largo, empezó a vibrar. Sophia sonrió con gracia internamente, le divertía ver a Emma querer suicidarse de la vergüenza. Apretó el “+” y la vibración escaló un poco, otra vez y ahora era por lapsos de tres o cuatro segundos, una vibración fuerte e intensa, otra vez y era una vibración fuerte pero pausada, de no más de un segundo. Volvió a apretar el “o” para apagarlo. Bebió su copa hasta el fondo y se recostó sobre su espalda, poniendo sus pies sobre las piernas de Emma.

- Sophia…dámelo, por favor- ordenó Emma. – Lo voy a botar…- suspiró, alcanzándole la mano extendida para que se lo diera.

Pero no, Sophia no quería dárselo. Abrió sus piernas de manera juguetona, su camisón tapaba su sexo, pero Sophia desabotonó los últimos tres botones de su camisón, del camisón de Emma en realidad, y dejó que Emma viera su vulva. Oh Sorpresa. Y Sophia volvió a presionar el “o”, luego dos veces el “+” y lo puso directamente, con mucha delicadeza, sobre sus labios mayores, exactamente donde se encontraba su clítoris pero no directamente sobre su clítoris. Cerró los ojos y empezó a acariciar sus labios mayores con aquel óvalo, al que Emma no le quitaba la vista de encima. Emma quitó las copas de la mesa, viendo aquel fuego arder ante Sophia, viendo a Sophia entrando en la dimensión del placer en frente de ella, this is hot.

Puso sus manos sobre las de Sophia y tomó el vibrador en sus manos, todavía vibrando en su dedo, y tomó a Sophia de sus caderas, moviéndola, acostándola sobre la mesa de café del Living-Room, directamente frente al fuego de la chimenea. Abrió sus piernas y las apoyo de sus pies, haciendo que sus rodillas quedaran elevadas. Se colocó entre las piernas de Sophia y le plantó un beso en sus labios, con aquel sonido de aquella vibración de fondo, aquella vibración sobre la mesa de vidrio, un ruido molesto pero sensual, que levantaba el erotismo entre ellas dos. Emma deshizo los botones de Sophia y abrió su camisón, besando su cuello y sus hombros, no quitándoselo. Tomó el vibrador de nuevo y lo lamió, lo humedeció con su lengua frente a los ojos de Sophia. Era algo bastante sexy, no se veía sucio, sino sexy, era porque Emma tomaba aquel vibrador entre sus dedos y paseaba lentamente su lengua. Y recorrió el cuello de Sophia con aquella vibración húmeda y con su mirada mientras Sophia se aferraba a los bordes de la mesa, sí, estaba excitada.

Emma paseó el vibrador, un elegante vibrador debo decir, por los senos de Sophia, haciendo que sus pezones se erizaran y se pusieran rígidos, tal y como a los labios de Emma le gustaban; besando su pezón izquierdo, mordisqueándolo y lamiéndolo, halándolo un poco entre sus dientes y succionándolo suave y sexymente mientras que el vibrador paseaba por el otro pezón de Sophia, haciendo que respirara no sólo con sus pulmones sino también con su estómago y su vientre. Emma cambió de pezón, estimulando aquel húmedo pezón con el vibrador, haciendo que Sophia jadeara y moviera sus caderas.

- Emma…vas a hacer que me corra- gimió, sintiendo imposible un orgasmo sin haberse tocado su clítoris, sólo Emma coqueteando con sus pezones no podía ser suficiente.

- ¿No te quieres correr?- preguntó Emma luego de haber succionado su pezón y jugueteando con la punta de su lengua..

- Make me cum, please- dijo Sophia entre sus respiraciones cortadas.

Emma mordió un tanto fuerte su pezón sensible y Sophia gritó, no de dolor, sino de no poder contenerse más y hundió la cara de Emma entre sus senos, abrazándola fuertemente mientras se corría, mientras Emma besaba los yacimientos de sus senos y los mordía suavemente. Sophia la soltó, todavía con su corazón en la boca, el que Emma escuchaba acelerado, y escuchaba perfectamente cómo Sophia tenía dificultades para respirar, elevando y hundiendo su cabeza en su abdomen. Emma tomó los senos de Sophia en sus manos y, delicadamente, posicionando sus pulgares en sus pezones, presionándolos un poco, levantó los senos de Sophia, besando por debajo de ellos, besos cortos y húmedos, todo mientras Sophia terminaba de relajarse. Bajó por su abdomen con su lengua, trazando la ruta por la que seguiría también el vibrador. Llegó a su ombligo e introdujo su lengua, haciéndole cosquillas a Sophia y haciendo que se riera y contrajera su abdomen.

- Me fascina cómo hueles…- suspiró Emma, clavando su nariz contra los labios mayores de Sophia, aquellos labios húmedos por su orgasmo e hinchados por la anticipación y la excitación, e inhaló, haciendo que Sophia se sonrojara.

- Emma…- se estremeció Sophia, sonrojándose por cómo Emma había inhalado de sus partes-ya-no-tan-íntimas.

- And you taste like heaven…- murmuró, paseando su lengua entre los labios mayores de Sophia, desde su vagina hasta su monte de Venus, acariciando no sólo su vagina, sino sus labios menores y su clítoris también.

Sophia tuvo una contracción fuerte, que no podía creer que en tan poco tiempo podía generar aquella no-tan-vieja sensación de estarse formando una bomba orgásmica en su vientre. Emma colocó el vibrador en el clítoris de Sophia, haciendo que Sophia gritara un sensual “Ah” que probablemente se oyó en todo Manhattan, mientras succionaba sus labios menores y los acariciaba con su lengua mientras los tenía entre sus labios. Hacía círculos pequeños con aquel óvalo, presionando un poco, no mucho porque sino Sophia perdería la sensibilidad y se irritaría rápido y a Emma simplemente le gustaba ver cómo Sophia se corría. Comenzó a acariciar la vagina de Sophia con su lengua mientras abría sus piernas lo más que podía, jugando con sus jugos, haciendo ruidos sensuales con ellos, saboreándolos al compás de los gemidos de Sophia.

- Make me cum again, please!- jadeó, elevando sus caderas y despegando su trasero del vidrio.

- Soft or hard?- Emma mordió suavemente sus labios menores.

- Fuck…hard!- gritó por esa mordida, aprisionando la cabeza de Emma con sus muslos.

- Agárrate fuerte, mi amor…- murmuró Emma, abriendo las piernas de Sophia y colocándose a un lado de Sophia, metiendo su pulgar en el agujero del vibrador para poder meter dos dedos en Sophia y aún así, estimular su clítoris mientras Emma se encargaba de Sophia, de esos hermosos labios rosados, de recibir el aliento excitado de Sophia en su boca.

Emma presionó la vibración contra el clítoris hinchado de Sophia, penetrándola con sus dedos, pero no entrando y saliendo, sino más bien de arriba abajo, haciendo que sus jugos se escucharan en todo el living-room, a través de la vibración, a través de la madera quemándose. Sus dedos de arriba abajo, sus lengua en los labios de Sophia, Emma presionando constantemente su G-Spot, toda sensación humana concentrada en Sophia, que jadeaba sin cesar en los labios de Emma, arqueó su espalda, despegó su trasero del vidrio y expulsó los dedos de Emma de su vagina, eyaculando suavemente, empapando los dedos de Emma que presionaban su vagina, mordiendo el labio inferior de Emma con fuerza y aferrándose a los bordes de la mesa con impaciencia. Emma intentaba calmarla con besos, con caricias, había apagado el vibrador para no poner más nerviosa a Sophia, besaba lenta y cariñosamente sus labios, abrazándola por su abdomen, su intranquilo abdomen que no lograba recuperar el aliento.

- ¿Por qué te sonrojas, Sophie?- murmuró Emma al ras de la barbilla de Sophia. – Estás hecha un rojo comunismo total…de tus mejillas…- y acarició sus mejillas. – De tu cuello- y paseó sus labios por su cuello. – Y de tu pecho- paseó sus dedos ligeramente sobre él.

- ¿Es algo obvio no crees?- dijo, todavía con su aliento cortado, por fin desprendiéndose de la mesa y paseando sus manos entre el cabello de Emma.

- ¿Te da pena estar desnuda frente a mí? ¿O te da pena correrte en frente de mí?

- I just…peed- murmuró, apenada de aquí hasta su muerte. Emma rió descaradamente en sus labios. – ¿Te parece gracioso que haya ensuciado tu mesa y tu piso?

- Only if it was PEE- dijo, con una sonrisa burlona.

- Bueno, ESO fue…¿o no?- murmuró, hundiendo su nariz en el cabello de Emma y cerrando sus ojos. Oh, se siente bien tenerla cerca.

- No, mi amor…eso se llama eyacular, no hacer pis…y es lubricante lo que expulsaste…- sonrió, apartándose de sus labios y volviendo a colocarse entre las piernas de Sophia. – Si fuera lo que tú piensas…créeme que no te limpiaría como lo voy a hacer ahorita- y paseó su lengua por los labios mayores de Sophia, por el yacimiento de su trasero, la unión entre sus muslos y su trasero, inclusive clavó su lengua en aquella hendidura “prohibida”, pero acarició aquel agujerito con su lengua, sabía bien cubierto en el orgasmo de Sophia.

- Quiero hacer que te corras tú también- dijo Sophia, cerrando sus piernas y aprisionando la cabeza de Emma entre ellas para que no siguiera, estaba un tanto sensible de toda esa área.

- Di el lugar y la hora y la apuntaré en mi agenda…o le diré a Gaby que la apunte por mí- rió, bromeando como siempre. – Sabes, deberías dejar que Gaby lleve el récord de tus reuniones…ya van dos veces que no llegas a tiempo por estar sumergida en otra- sonrió. – Le diré a Gaby que te la lleve- guiñó su ojo, halando a Sophia de los brazos, haciendo que se sentara en el vidrio y la tomó por la cintura, completamente abrazándola, pegada a ella y, con el más o menos máximo esfuerzo, la trajo hacia ella y la levantó para llevarla con ella al sofá que estaba a la par.

- ¿Te masturbas seguido?- preguntó Sophia mientras se salía de su camisón, le estorbaba para estar sentada con Emma, en realidad estaba sentada encima de Emma, con sus muslos encerrando los de ella.

- No, la última vez que me masturbé…- rió.

- Eso fue Face-Time-Sex, mi amor…aunque cuenta como masturbarse.

- No lo hago muy seguido…me da pereza…porque a mí sola me cuesta…tú sabes…- se sonrojó y Sophia sabía pero le dijo que “no” con la cabeza. – Me cuesta mojarme…

- ¿Estás mojadita ahorita?- sonrió, dándose cuenta de lo extraño que sonaban dos “ita” seguidos.

- ¿Tú qué crees?

- Hey, I’m not Sherlock Holmes…

- And I’m not Watson- sonrió Emma.

- Eres imposible, mi amor- rió, recostándola en el sofá y sacándole sus pantalones lentamente mientras veía cada milímetro de piel, viendo cómo los labios mayores de Emma estaban tan juntos como separados y tan hinchados como húmedos.

Sophia se puso de pie, Emma no comprendía mucho, pero ¿cuándo había comprendido del todo a Sophia? Nunca. Sophia tomó el vibrador en su mano y se acercó al brazo del sofá. Emma la veía con ojos de admiración, es que siempre lograba impresionarla con su belleza. Tomó a Emma de sus tobillos y la haló hasta el brazo del sofá, halándola hacia arriba para que su trasero quedara exactamente rozando el brazo completamente, habiendo subido su bata y su camisa por el arrastre.

- ¿Estás cómoda?- murmuró Sophia, encendiendo aquel vibrador del que había sido víctima.

- No sé qué me vas a hacer…no te sabría decir- sonrió Emma, rozando sus pezones con sus dedos índice.

Sophia sonrió y sacó su lengua, rozando la parte negra del vibrador en su lengua, una y otra vez, probándose indirectamente, y no sabía mal, pero le gustaba más cómo sabía Emma. Abrió las piernas de Emma y hundió sus labios en su entrepierna, probando aquellos jugos rather sweet than salty, le fascinaba lo líquido que era el lubricante de Emma, lo hacía todo más fácil, desde saborearlo y tragarlo, hasta para penetrarla. Coqueteó unos momentos con el clítoris de Emma, hinchándolo más, enardeciéndolo y haciendo que se coloreara de un poco más intenso, de un rosado candente y excitado. Luego bajó por toda su hendidura, succionando intensamente sus labios menores, causándole a Emma un ahogo y un respingo instantáneo, del que no había vuelta atrás, de ahí en adelante sólo podía empeorar, podía escalar su deseo. Introdujo su lengua lentamente en su vagina, sólo la punta de ella, una, otra y otra vez mientras Emma se resistía a gritar o a sollozar, prefería ahogar sus gemidos, no les sabría decir por qué, y luego, terminó en aquel agujero con el que accidentalmente una vez se tropezó y que ahora era más un antojo que un accidente, o era un accidente a propósito.

Emma se descontroló, eran demasiadas sensaciones al mismo tiempo, o tal en muy poco tiempo. Oh, pero no eran “demasiadas” de verdad hasta que Sophia paseó el vibrador, en el nivel más intenso, desde su clítoris hasta su vagina mientras disfrutaba del sabor de los lugares prohibidos de toda persona en un nivel social y no sexual, arriba y abajo y de abajo hacia arriba, no sólo placer en clítoris y vagina, sino sintiendo aquel hormigueo en sus labios menores y mayores en cuanto el vibrador pasaba. Haló a Emma de los brazos y la sentó en el brazo del sofá, dejando su trasero en el aire, sosteniéndose sólo con sus muslos. Emma la abrazó por el cuello, dándole un beso en los labios a Sophia mientras ella introducía sus dedos en Emma, manteniendo apretado el vibrador con su pulgar en su clítoris, tal y como Emma lo había hecho con ella. Pero ahora era diferente, Sophia pasó su brazo por la espalda de Emma y agarró su trasero mientras la penetraba un tanto fuerte y rápido. Introdujo su dedo en su hendidura y empezó a acariciar aquel agujerito, sólo haciendo círculos con su dedo, presionándolo pero no penetrándolo, sólo quería enloquecer a su Emma.

- Fuck…- suspiró Emma, sintiéndose al borde de un desmayo orgásmico. – Soy tuya, Sophia- gruñó, entre su voz y su aliento cortado, estando a punto de correrse. Never felt being somebody’s property, only hers.

- ¿Qué tan mía?- preguntó, acariciando su labio inferior con la punta de su lengua mientras lo tenía entre sus dientes.

Y Emma no respondió, simplemente llevó su mano hacia su trasero, en donde estaba la de Sophia y posó su dedo del medio sobre el de Sophia y, lentamente, con cuidado y discreción, empujó en contra de aquel estrecho agujero, introduciendo el dedo de Sophia hasta la mitad mientras intentaba no alarmarse por el dolor, aunque no era dolor, era la molestia de lo desconocido. Sophia enloqueció en su cuello, mordiéndolo suavemente y succionándolo, penetrando a Emma más fuerte y más rápido. Emma se quedó sin aire entre aquel mar de sensación, entregándole su integridad física y moral a Sophia, lo que un dedo podía significar para aquella mujer.

Y se aferró a Sophia, contrayendo sus adentros tan fuerte como nunca, descansando su frente en el hombro de Sophia, jadeando y temblando ante su exquisito orgasmo. Sophia dejó caer el vibrador sobre el sofá y salió de Emma, de ambos lados, con suma delicadeza de no lastimarla y se quedó ahí, parada, rodeada de las piernas y los brazos de Emma. Acarició su cabello mientras se relajaba, de paso acariciaba su espalda suavemente, sintiendo cada vértebra, cada costilla. Sintiendo su cicatriz, que en ese momento se preguntaba cómo se la había hecho, tal vez mas tarde le preguntaría, si es que no se le olvidaba.

- Déjame ayudarte, por favor- murmuró Sophia en cuanto Emma intentaba ponerse de pie. - ¿Baño?- Emma asintió.

Sophia la tomó por la cintura, y Emma pasó su brazo por el hombro de Sophia, caminando en ese modo post-coital. Emma no sabía si era el sueño, el cansancio o la bomba de orgasmo que había tenido no hacía más de cinco minutos. Encendió la luz de su habitación y fueron directo al baño, habiéndose quitado su bata y su camisa en el camino. Emma encendió la ducha y el vapor comenzó a salir, tomó de la mano a Sophia y se metieron bajo la cascada de agua caliente; en un principio ardía, pero luego relajaba. Le pidió las manos a Sophia y las lavó junto con las suyas, tiernamente les quitó el jabón y luego besó sus dedos, especialmente el dedo de en medio de la mano izquierda. Sophia lavó la espalda y las partes previamente victimizadas con sumo cuidado, deteniéndose para darle un beso a Emma en su cicatriz; una cicatriz un tanto violenta y larga, tenía forma cuadrada, como si hubieran tenido que suturarla, era la única imperfección en toda su piel. Salieron de la ducha y, Sophia, sabiendo que Emma estaba un tanto sentimental en ese momento, más después de que besara su cicatriz, decidió secarla lentamente, con cuidado y con cariño, sólo absorbiendo el agua con la toalla seca. Emma le tomó la mano y la dirigió hacia su walk-in-closet.

- ¿Y eso?- preguntó Emma. Ah, al fin habla. Sophia sonrió.

- ¿El qué, mi amor?- murmuró Sophia, viendo a Emma ver perdidamente su ropa colgada en una de las divisiones.

- Tu ropa está colgada en mi closet- sonrió.

- Sí…supuse que…pues…

- ¿Qué, Sophia?

- Que si va a ser mi closet…al menos tiene que tener algo de ropa, ¿no crees?- sonrió.

- Espero que sepas que entrar a mi closet es como entrar aquí- murmuró con una leve sonrisa, tocando su pecho.

- Lo sé…y ya entré a tu closet, ahora poco a poco voy a entrar aquí- repuso, apoyando su cabeza entre los senos desnudos de Sophia.

Emma sonrió sonrojada, pero abrazó a Sophia. El frío empezaba a sentirse. Emma le dio a Sophia una pijama caliente, más un paquete con ropa interior. Sophia abrió el paquete y sacó un Hipster negro, viendo la etiqueta: “$152.00 …¿de qué está hecho? ¿de cuero algodón del Olimpo?”.

- No, Sophia, sólo póntelo- murmuró Emma, halando la etiqueta del Hipster. – Acostúmbrate…

- ¿Qué pasó con los marca pollo que me diste la vez pasada? Esos definitivamente costaban menos de tres dólares…

- ¿Y tú crees que yo voy a dejar que mi novia se ponga una tanga de tres dólares? ¿Tienes idea del valor neto de lo que son tres dólares? Your pussy needs to rest in fine fabrics, Sophie…and so needs mine- dijo, mostrándole su bikini con la etiqueta. “$190.00…mi novia es la compradora compulsiva más cara”.

Sophia hizo caso y se vistió con lo que Emma le alcanzó. Se dirigieron de nuevo hacia el living-room, haciendo antes una breve parada a un built-in-closet en la habitación de Emma; en donde tenía la ropa de cama y las sábanas, y sacó una cobija térmica lo suficientemente grande y gruesa como para protegerlas del frío ante el fuego de la chimenea de Emma, la primera vez que la utilizaba. Aquel sofá en el que habían practicado el arte del coito, ahora era post-coital, y era cómodo, sólo cuando Sophia estaba ahí, Sophia y otra botella de Pomerol, ¿qué podía ser mejor?

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El lado sexy de la Arquitectura (Obligatorio)

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