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El lado sexy de la Arquitectura 32

en Lésbicos

Y bueno, es que he estado nerviosa desde aquella conversación en Roma, pues, es que es el cumpleaños de Sophia, de mi Sophia, y , desde nuestra pequeña plática en el avión de regreso a casa, mis nervios han empeorado en un cien por ciento, si no es porque en un mil por ciento, y creo que es porque no sé qué quiere en realidad. Me dijo que le gustaría pedirme algo, pero que, hasta cierto punto, le da pena y, con sólo ver la información codificada cayendo por detrás de sus celestes pupilas, sé lo que quiere aunque, ahorita que lo pienso, a las seis-veintidós de la mañana del veinticinco de marzo, no es algo tan ligero de pudor, pues en Roma me lo dijo como si nada...y mi error fue decirle, durante el vuelo de regreso, un amable: "Darling, just say it out loud over your birthday dinner and I'll do it". Tal vez no fue un error pero quién sabe con qué revolución sexual/mental/gastronómica/etc. va a resultar, pero bueno: lo que sea por darle a Sophia el cumpleaños que se merece; un cumpleaños perfecto. The perks of being the Studio's Co-owner/Anarchistic Boss/Careless and Fearless Girlfriend? Pues, es fácil, manipulo a mi gusto y a mi gana mi horario de entrada y, con mis amistades, o sea Natasha, lograré distraer a Sophia de llegar temprano a la oficina, o sea, compré tiempo con una falsa asesoría secreta, una petición de una opinión de parte de Natasha para Sophia. Y es por eso que me ha dado la gana no despertarla todavía, que a esta hora ya estamos despiertas, o al menos yo ya lo estoy, porque Sophia tiene la habilidad de la pereza más grave que yo; requiere de tres veces "cinco minutos más", y es por eso que no desayuna, motivo de eterna pacífica discusión, y toma un taxi todos los días, sino llega tarde. El punto es que estoy acostada en mi cama con Sophia, en nuestra cama, rezando por que la madre naturaleza de las feminidades haya decidido abortar su plan de hemorragia y, si me concede ese deseo, donaré los dos mil dólares que le gané a Phillip en la apuesta que hicimos en Mýkonos junto con el resto de mi fondo filantrópico.

 

Después de aquel episodio con Pan, Pan de caja, Pan dulce, Pan duro, Pan de muerto, Pan de Dios, Pan de papa, Pan de mierda, Sophia y yo pudimos resolver nuestras “diferencias” tras unos cuantos Martinis en la barra del hotel en Mýkonos. Me preguntó si estaba enojada por ella haberse ido con Pan de mierda, y no, le dije que no, que era cierto, pues, al principio me ofendí que se fuera con la copia barata de David Beckham, el tal “Jefe de Recolección de Especias Marítimas” y no conmigo, pero después la ofensa se me terminó cuando me puse a pensar, mientras bebía mi segundo Martini, a solas porque Sophia no había llegado, y escuchaba “Funky Martini” en honor a la bebida, que Sophia estaba conmigo, yo era con quien se iba todas las noches a dormir, yo era con quien gritaba con una almohada en la cara cuando estaba estresada por algún cliente incoherente, que me daba risa pero la apoyaba, y, lo mejor de todo, con quien hacía el amor cada vez que se le antojaba. Aunque eso del antojo es engañoso porque “tener ganas” no es sinónimo de “poder”, pues, después de que le expliqué que no estaba enojada y ella me preguntó por qué y le recomendé leer “Emma” de Jane Austen para que me entendiera el por qué, que se resume a mi ego y a lo que acabo de mencionar, intentamos irnos a la cama para reconciliarnos por algo que no teníamos sobre qué reconciliarnos, todo para que, cuando Sophia metiera sus dedos entre mis labios mayores, la madre naturaleza, que con razón es en género femenino, me había hecho el milagro mensual de hacerme saber que no estaba embaraza, pues, ¿cómo carajos voy a estar embarazada estando con Sophia? Anyway, gracias, muchas gracias por la puntualidad…lo detesté en ese momento. Más cuando me di cuenta que me había durado más de mis cuatro reglamentarios días, pues era el día cinco y no se me quitaba, y ahora es día siete y espero que se me haya quitado.

 

Ah, sí, Pan, Pancito, Pan de mierda, fue a buscar a Sophia al hotel al día siguiente, encontrándola en bikini en el área de la piscina, en su hermoso Missoni, que yo, Emma Pavlovic, su novia, le estaba embadurnando la espalda con aceite bronceador, el muy estúpido, que heterosexual sí es, no dejaba de verme el par de curvas que mamá tan graciosamente me heredó vía genética, tal vez era la posición en la que estaba. En fin, llegó a pedirle disculpas a Sophia y como la noche anterior nos habíamos sentado los cuatro a verborrear con dos botellas de vino tinto y Sophia había hecho público lo que Pan de mierda le había dicho, Phillip se acercó a él, sin camisa, todo tonificado con su altísima estatura y su mejor cara de furia, a decirle a Pan de mierda que por favor se retirara, que dejara de molestar a su “hermana”, que fue motivo de polémica, pues Pan de mierda no entendió que era en sentido fraternalmente figurado, y armó un escándalo sin sentido sobre siendo adoptada por la familia de “ese”, o sea Phillip. Pues, yo decidí sentarme a ver el espectáculo de Pan de mierda, lo deberían contratar para hacer el ridículo, y me reía de sus palabras, lo que terminó por molestarle y como que hizo lo que no debía; no sólo le dijo a mi novia que le daba asco que fuera lesbiana, la noche anterior, sino también me gritó y eso no se hace conmigo, pues ni yo me grito, y no me quedó más remedio que callarlo, no con un golpe físico, sino con un golpe visual y emocional al halar a Sophia hacia mí y decirle: “tus gustos de verdad han mejorado” y la besé, no sólo frente a Pan de mierda, sino frente al público espectador, que Sophia me siguió el beso, no sé si porque le gustó o porque quería joderlo igual que yo, que fue cuando Seguridad llegó y lo sacó del hotel. Claro, a nosotros nos pidieron, muy amablemente, que no diéramos muestras de afecto en público.  

 

Tenemos que cambiar lados en la cama porque Sophia duerme sobre su costado derecho y yo sobre mi costado izquierdo, resulta que terminamos dándonos la espalda en algún momento de la noche y quizás se preguntan por qué ya no dormimos abrazadas, y es simplemente porque las dos despedimos inmenso calor y ya está empezando a hacer calor, a pesar de ser primavera, en fin, terminamos buscando un lado frío en la cama, y no me gusta darle la espalda a mi futura esposa, si es que acepta, que, por cierto...no, nada, olvídenlo. Empezamos la noche con un abrazo y luego se deshace. Me doy la vuelta con cuidado de no despertarla y, como cosa rara, está sobre su abdomen y viendo hacia mí, con la almohada abrazada de tal manera que logra darme celos, y su cabello cae de manera demasiado natural sobre su espalda y su hombro derecho, la mitad de su rostro enterrado en la almohada y la otra mitad descansa en paz, hasta un tanto sonriente, y deja ver la mitad de su rostro porque ha pasado su cabello detrás de su oreja, quizás lleva horas infinitas en la misma posición. Todavía no hay sol pero puedo ver que Sophia se ha encargado de enrollar la sábana, que no tengo, en sus piernas, de sus rodillas hacia abajo, lo que me deja verla en su desnudez...porque, desde que Sophia se mudó conmigo, el uso de las pijamas fue disminuyendo poco a poco hasta establecer su uso por temporada, sólo en invierno. Tiene ese bronceado marcado que le sienta demasiado, demasiado, provocador. Su mano izquierda toma su muñeca derecha, y me imagino su dedo anular con dos anillos, y, ¿quién mejor que Harry Winston para adornarlo? Aunque hay un Bvlgari que no se vería mal, digo, por tener un aire de casualidad de consumismo joyero y no de formalidad matrimonial, también hay un Tiffany.

 

- Buenos días, Princesa- susurro, imitando su posición mientras sonrío y veo cómo empieza a crear un MOR, que en su caso es para evitar despertarse. - Feliz cumpleaños- le vuelvo a susurrar, que mi sonrisa es la que le susurra mientras ella respira hondo y empieza a abrir los ojos y me sonríe de regreso con una carga de sueño que me da ternura.

 

- Buenos días- balbucea en esa voz mimada y ronca, pegajosa.

 

Es que mis días son realmente "buenos" desde que Emma me despierta, siempre con esa sonrisa blanca y un tanto torpe por ser la primera del día, con el cabello un tanto esponjado de las horas de sueño profundo en las que raramente entra, porque siempre siento que se mueve, siempre se despierta de tres a cuatro veces, dependiendo de la intensidad del día presente y futuro, y siempre respira hondo, se restriega suavemente los ojos, recorre su nariz, entre su pulgar y su dedo índice, desde el tabique hasta la punta, estira sus brazos sobre su cabeza hasta tocar el nogal del respaldo de la cama con sus palmas y luego se vuelve sobre su costado izquierdo y se duerme mientras mueve rápida e inquietamente su pie derecho sobre el izquierdo. Le hago la típica seña con mi dedo índice para que se acerque, necesito mi beso de "buenos días", se coloca sobre mí mientras me vuelvo sobre mi espalda y me clava un beso profundo mientras se balancea hacia adelante con su cuerpo y roza mi entrepierna con su muslo y mis pezones, que hasta ese momento estaban relajados y suaves, contra los suyos. La tomo por la espalda y la abrazo, cerrando mis brazos alrededor suyo, apretando aquella menudez de cuerpo y halándola hacia mí, pegándola a mí. Puedo hacer lo que quiera, es mi cumpleaños, ese es mi regalo, que más perfecto no puede ser, puedo abusar del control que Emma me ha cedido, control que le sienta mejor a ella, pero es un buen regalo. Mi cumpleaños es el veinticuatro o el veinticinco, según mi mamá nací a las cero-cero-cero-uno del veinticinco, pero el reloj del doctor estaba atrasado dos minutos, cosa que explica la confusión y, aunque legalmente nací el veinticuatro, Emma me pidió celebrarlo el veinticinco, pues "ninguna mamá se equivoca".

 

Emma sabe como a felicidad para mí, me gusta cuando se deja caer completamente sobre mí y siento su piel rozar la mía, es suave y tibia, que me deja recorrerla, con mis manos, o, más meticuloso, con mis dedos, que me encanta acariciar las marcas de su bikini y luego bajar, con una mano acariciar su trasero y con la otra acariciar su cicatriz. No tiene ningún relieve, pero me la puedo de memoria, su forma y a la altura en la que está y sé que Emma se incomoda a veces, más que todo cuando la presiono sin querer, pero no dice nada, simplemente muerde mi labio inferior y escapa un gemido de dolor melancólico y frunce su seño, se ve tierna. Emma se ríe, no sé de qué o por qué, pero su risa acaba en mi garganta y me hace cosquillas entre aquellos besos suaves y tiernos de feliz cumpleaños.

 

- Tengo algo para tí- me susurra un tanto agitada y rozando su nariz contra la mía, que no sé por qué me parece tan romántico. Emma se estira y abre la gaveta de su mesa de noche y saca una bolsa de papel blanco, pues, no es una bolsa ordinaria, podría jurar que Emma ha estado jugando con papel blanco, un bisturí y un par de acuarelas. - No es lo que esperas, quizás, pero, yo que tú, nunca me la quitaría...porque nunca se sabe- sonríe, poniéndolo entre mis manos y esperando a que lo abra.

 

- Es una pulsera- dice extrañada, viéndola sin mayor gusto, mejor dicho con disgusto.

 

- Sip, es una pulsera- le susurro, sabiendo que no tiene nada de grandioso, es una simple Pandora de cuero, pero las mejores cosas son las que no se esperan. - Úsala, yo sé lo que te digo- sonrío, pues la sonrisa es mi única arma que Sophia no ha sabido quitarme. Le pongo la pulsera en su muñeca derecha, dándole las tres vueltas reglamentarias y la cierro con mi risa nerviosa que trato de callar.

 

Beso su mano, viendo que sus uñas no tienen color y me extraña, pero luego me acuerdo que Natasha le dará una "misión" y terminará de rojo o negro, que, en lo personal, no me gustan para mí, pero a Sophia se le ven bien, tanto que, cuando se pone el color que yo me vengo poniendo desde hace cuatro años, la veo rara, como si no fuera ella. Pero bueno, odio que siempre desvarío recién despierta y quizás hasta revelo demasiada información. Mmm...me encanta cuando Sophia me hala hacia ella para que nos besemos, ¿en qué momento me enamoré de ella? Si hubiera sabido que besaba asi de bien, la hubiera besado en aquel momento que me llevó mi té de vainilla a Louis Vuitton en el tercer día de trabajo.

 

Emma, Emma, Emma... ¿qué voy a hacer contigo y con tus excentricidades? Estoy demasiado caliente, en ambos sentidos, y es por la apuesta estúpida que Emma ganó, que fue gracioso, lo admito, pero cuando ganó, ya era momento de pagar la factura mensual, que soy yo la que la termina pagando, y he pasado siete días sin sexo y justamente ayer, después de cenar con Natasha y Phillip, que fue que Phillip le pagó la apuesta en efectivo, veníamos cual tornado. Tal habrá sido la emoción que la ropa voló y nosotros nos quedamos más muertas que un cadáver, todavía con secuelas del jetlag, pues, es que nada de eso pasó, simplemente veníamos tan afectadas por la comida y el alcohol, que nos morimos. Pero ahorita seguro me dan mi dosis de placer, la justa y necesaria, pues me vendría como la "maldición gitana: versión sexual", el que coge lunes, coge toda la semana.

 

- ¿Qué hora es?- me pregunta Sophia, deteniendo abruptamente el beso y el roce, justamente cuando ya empiezo a sentir, en mi muslo, que su entrepierna se calienta cada vez más.

 

- Las tempranitas- murmuro, buscando los labios de Sophia de nuevo, reanudando el roce de mi muslo contra su entrepierna.

 

Al parecer me moví un poco y mi propio roce me excita, pues lo que le hago a Sophia, me lo hago a mí misma pero con su muslo. No quiero ir a trabajar, pero tengo la última reunión con los van De Laar y la primera reunión con el Plaza, porque quieren hacerle unos cambios a los jardines y no sé por qué me buscan a mí si no tengo nada de paisajista, algo sé, pero no mucho. Sophia mete su lengua en mi boca y me da cosquillas, me encanta cuando lo hace, eso es lo bueno de casi nunca hacerlo. Y es de lo mejor, que Sophia mete su mano entre su muslo y mi entrepierna, yo sé que quiere que yo haga lo mismo, pero no puedo cederle todo el control. Me mezo sobre sus dedos, frotando mi clítoris sobre sus dedos que se sienten divinos, mis gemidos los atrapa Sophia en su garganta, literalmente me roba los suspiros y los gemidos, mi roce es cada vez más rápido y más estrecho.

 

- Tú te vienes conmigo, y sólo conmigo- le digo entre dientes mientras gime contra mí, apoyando su frente sobre la mía y tomándome, con una mano, por mi nuca. Eso ha quedado como frase célebre, tanto para mí, como para Natasha y Phillip.

 

 Sé que eso le excita, porque se agita y no deja de mecerse sobre mis dedos, tensiona su mandíbula y se deja llevar. Pero se detiene, no sé qué pasa. Se queda respirando como si el aire le faltara de verdad, pero se queda sobre mi frente, como frustrada. Respira hondo y sonríe, esa sonrisa que me mata porque es perfecta.

 

- Me tengo que ir a trabajar, tengo una reunión a las ocho- murmura, cerrando los ojos y sacudiendo su cabeza, me encanta. - Y tú también. Me voy a bañar, te despierto cuando salga de la ducha- y me sonríe con inocencia, porque está jugando conmigo.

 

Lo hago para dejarla caliente, aunque sé que a mí es a la que más le va a doler, más porque estaba a punto de correrme y lo he detenido sólo para lograr mis objetivos que todavía no conozco, quizás es para que Sophia me viole por la noche; después de la cena y del striptease, porque eso fue lo que me dijo que quería aunque después se retractó, pero yo la conozco. Le doy un beso junto con una caricia en su cuello, y luego beso su cuello para pedirle una disculpa por haberlo detenido todo. Me dirijo al baño, notando que Sophia sonríe mientras intenta volver a dormirse. Me tomo mi tiempo para bañarme, revisando cada rincón de mi entrepierna para corroborar que mi hemorragia femenina ha cesado y así es, donaré ls dos mil dólares a algo de los afectados de Sandy...make it five or ten, pondré a Gaby a trabajar en ello. Podría correrme aquí en la ducha, en silencio, como antes de conocer a Sophia solía correrme, pero no, Sophia es dueña de mis orgasmos.

 

Me pongo de pie, con esa pesadez infinita, que no quiero ir a trabajar, sólo quiero estar con Emma, en la cama, revolcándome, más porque aparentemente sus días femeninos ya terminaron, tal vez por eso quería celebrarlo ahora, como sea. Camino hacia el baño y me apoyo en el marco de la puerta con mi hombro derecho y mi sien y contemplo a Emma bañarse; que el vapor sale por arriba de la puerta de vidrio y empaña el espejo y las ventanas y sólo la parte baja de los vidrios que comprenden la ducha. Me parece un momento sumamente sensual, que Emma encare a la ducha en el mismo ángulo, que el agua le cae directamente en su cabeza y en su rostro, de tal manera que se desliza por su cuerpo y las manos de Emma se detienen tensamente desde su nuca, como si se estuviera estirando. Se eleva de puntillas, acortando la distancia entre la ducha y su cabeza, suelta sus manos y, mientras se posa sobre el suelo lentamente, toma la llave del agua y la gira completamente hacia la derecha y luego la empuja para detener el agua fría. Y su cuerpo queda lleno de gotas provocadoras y que se deslizan en cuanto Emma levanta sus brazos y escurre su cabello, todo con los ojos cerrados todavía, abre la puerta y, a ciegas, alcanza la toalla de turno, hoy es la beige, y se seca el rostro, pasando la toalla por su cabello y escurriéndolo de nuevo, secándose su espalda y luego su pecho, sus senos, que esa es mi parte favorita por como los rodea con la toalla y los levanta un poco y resultan sus pezones rígidos, que se notan por cómo se agacha para secar sus piernas y me da la mejor vista de sus senos, para, por último, ponerse la toalla a la cabeza.

 

Salgo de la ducha y veo a Sophia apoyada en el marco de la puerta, como si la pereza se estuviera deteniendo con la mayor de sus fuerzas. Me sonríe y camina hacia mí y me abraza por la espalda y me da besos en los hombros.

 

- Eres mala- ríe, clavándome la mirada a través del espejo mientras me pongo un poco de crema humectante en los párpados con mis dedos de enmedio.

 

- Te lo compensaré

 

- Me muero por esos Ravioli- susurra sonrientemente a mi oído y se retira, sacudiendo su melena rubia por el aire y dándome una nalgada juguetona que me provoca una risa interna pero, aparentemente, mi risa no es una sonrisa, por lo que Sophia se frustra y baja la mirada. - Lo siento

 

- Es tu cumpleaños, es figuradamente literal que puedes hacerme lo que quieras- sonrío a través del espejo, tomando en mi mano derecha el Chanel no. 5 y lo rocío: uno a cada lado de mi cuello y uno en cada antebrazo.

 

- ¿Cómo Emma Pavlovic podría cederme todo el poder que ella tiene y ejerce?- reí, notando cómo el ego de mi novia se inflaba cual pez globo y se le dibujaba una sonrisa de satisfacción, yo sé que le gusta que sepa cuál es su lugar...porque mi lugar es parte del suyo: inflarle su ego.

 

Y no es que me burle de lo egocéntrica que es, es que no fuera de quien me enamoré, es parte de su personalidad y de su caracter, de su psique y de su alma: respira grandeza porque tiene confianza en sí misma. Y me gusta su ego, más porque ella sabe que tiene un ego demasiado grande, tanto que una vez le pregunté que para qué necesitaba una cama tan grande si antes que yo me mudara sólo ella dormía allí, ella me respondió: "nunca dormí sola, dormía abrazada de mi Ego y a veces me botaba de la cama" y me da risa acordarme de eso mientras me meto a la ducha. Eso que dijo era cierto, pero me gusta pensar que ahora yo soy su Ego, pues duerme abrazada de mí. Me mojo la cabeza y, cuando abro los ojos, Emma ya no está, seguramente ya no la encontraré para cuando salga de aquí.

 

Si se acuerdan bien, Sophia quiere un striptease pero con mi ropa de trabajo, es momento de cruzar los límites que alguna vez en octubre me puse: Emma seria, pero sexy. Antes sólo era egocéntrica, con Sophia me he vuelto narcisista. Tuve la decencia de pedir unas cosas por internet, cosa que casi nunca hago, y, de lo relevante, se reduce a una tanga negra de spandex que tiene, a letras doradas, un juguetón "Touche-moi", y me pongo el garter negro que nunca me he puesto hasta ahora, medias Wolford negras que sostengo del garter, sostén negro pero strapless, falda negra de twill de Carolina Herrera ajustada a mis muslos, camisa blanca Burberry que sólo se delata por las muñecas, pero las cubre mi chaqueta Jill Sander blanca. Me termino de maquillar y peinar, que ahora, más tarde, cuando se seque del todo, lo amarraré de alguna forma porque el clima está criminal para andarlo suelto, un moño bastará. No desayuno y, antes de salir del apartamento, que Sophia se sigue bañando, le dejo otra bolsita de papel sobre su teléfono. Al salir me pongo mis Lanvin y espero por el ascensor.

 

Típico, se los dije, Emma ya se fue. Me deslizo en lo primero que veo, nada complicado, no sé por qué ahora me siento dueña del Mundo, tal vez porque Emma, en su cursilería, me confesó que era su dueña, y ella lo es todo, no sé cómo pero es todo. Y después de un pantalón gris oscuro ajustado a mis piernas, que por primera vez creo que tengo buen trasero, una camisa de algodón azul oscuro y de manga corta, que noto que he bajado de peso, quizás, dos o tres libras, un blazer a juego con el pantalón, sólo para no morir de frío en la oficina, y mis Wu magentas, decido, por primera vez, desayunar, me muero del hambre. Un tazón de obvio Special K y una taza de café, lista para maquillarme a las siete y quince y estar a las madrugadoras siete y media en la oficina de Natasha. Abro la bolsita que me dejó Emma, y es un charm para la pulsera que me dio, es un... ¿una "R"? A veces puede ser un poco rara. "Pon atención" dice el papel en el que viene envuelto. ¿A qué debo ponerle atención? Tomo mi teléfono y mi bolso y voy a por Natasha mientras, en el taxi, le pongo el charm a mi nueva pulsera.

 

Conseguí que Gaby donara lo de la apuesta y mi fondo filantrópico a dos organizaciones que se encargan de darles apoyo a los damnificados de Sandy. Tuve la reunión con el Plaza, se acaba de terminar, y será un placer jugar con su jardín, más por el precio que decidieron pagar, todavía no sé por qué yo, no quisieron decirme por recomendación de quién habían llegado a mí, pues ellos tienen a su paisajista de confianza, supongo, no sé. Quizás fueron los Hatcher o los Mayfair por la proeza de jardín y fachada que les hice. Me tomo mi segunda taza de té de manzanilla y vainilla y recibo el paquete que Natasha se encargó de pedir por mí; nada más y nada menos que el vanilla and cream layered cake de Wolfgang Puck himself, gracias a Margaret Robinson por ser su amiga y confidente...ah, tiene un obsceno y engordante y delicioso baño de chocolate blanco y vainilla, demasiado rico.

 

- Licenciada Rialto, ¿dónde está?- le pregunto al teléfono, viendo que son las nueve y treinta, seguramente ya ha salido de la misión secreta de Natasha, una visita glamurosa para cubrir sus uñas de rojo.

 

- Frente al edificio, mi amor- escucho que va caminando, al fin camina, y me río.

 

- Bien, pase a la sala de reuniones en cuanto llegue- y le cuelgo, tomando mi iPhone y poniéndolo sobre la mesa mientras Volterra, si, Volterra, me ayuda a sacar esa delicia de la caja, que Wolfgang se preocupó por poner el pedestal para la candela blanca y que la cera no cayera sobre el baño.

 

Coloco la candelita, es verde con detalles en blanco, es rara pero bonita, y la enciendo, y al ver la llama salir del encendedor, me desespero, me dan ganas de salir corriendo a fumar un cigarrillo. Pero me coloco enmedio de Volterra y Bellano, y esperamos a que Sophia entre por esa puerta con Gaby. Sophia abre la puerta y le cantamos, infantil y tradicionalmente, un desentonado y coreado "happy birthday" que dibuja en Sophia una sonrisa sonrojada. Nuestras miradas se encuentran y sólo quiero acercarme y darle un beso y un abrazo, pero sacudo mi cabeza para evitar los pensamientos mientras Sophia se colorea más de rojo y no sabe qué hacer más que acercarse y soplar, tomando su cabello en precaución, la candela, y veo cómo cavidad bucal se infla sensualmente y el aire sale por entre sus rosados labios.

 

Emma es a la última a la que abrazo para darle las gracias, pues es la que corta con gracia mi torta cumpleañera. Le susurro un "quiero hacerte el amor" al oído mientras la abrazo y acaricio disimuladamente su trasero en esa falda ajustada, es un crimen.

 

- Suena a que quieres cogerme hasta el amanecer- le susurro a Sophia después de haber recibido el regalo de Volterra, que es mío en realidad.

 

- Adoro cuando me entiendes- sonríe y le da el primer bocado a su...se nota que está rico por cómo enrolla los ojos y se desvive en un gemido sexual de placer gastronómico.

 

Nos acabamos esa delicia entre todos los que trabajamos en el Estudio y todos regresamos a nuestras labores. Sophia se ve radiante en su atuendo conservador, es que más tarde tiene una reunión con Volterra y un cliente que la ha llegado a buscar a ella en especial, Mr. Ravitz es el CEO del St. Regis, que quiere un nuevo look para las suites ejecutivas, Sophia va a hiperventilar de la emoción. Veo que tiene el regalo de Natasha y el de Volterra en su mano derecha y los coloca sobre su escritorio mientras enciende su ordenador y busca su iPhone en su bolso, que tiene la mala costumbre de dejarlo sobre el suelo. La casa de los van De Laar está lista, el viernes que la vi sólo faltaba lo de siempre, lo que suelo hacer por último; los jardines y el montaje del interior, pero todo está comprado y dividido en los salones de la casa, listo para que lo carguen mañana y lo lleven a su destino. Le alcanzo a Sophia otro paquete, este no es un regalo, o sí, pero es una torta pequeña, para que se la coma ella sola. Y me sonríe así como aquella vez en Duane & Reade y me susurra un "Gracias" muy bajo mientras le doy un beso en la cabeza y materializo una cuchara.

 

- ¿Una "A" y una "M"?- me vuelve a ver, abriendo su pulsera para meter los charms en ella. - Andas por todos lados, sé que es obra tuya... ¿Qué voy a hacer con una pulsera que dice "ARM"?- y ríe con incoherencia ajena.

 

- No, sólo me parecieron muy bonitos- le sonrío, abriendo el inventario de la casa de los van De Laar para corroborar que hay seis televisores.

 

- Así te amo- murmura, cayendo de clavado olímpico en la piscina de las cursilerías.

 

- ¿Así me amaste desde el principio?- río, sabiendo que la respuesta es un "no" rotundo.

 

- Pues, hay cosas que se sienten...y esto es, en parte, aprendido

 

- ¿Aprendido?- eso de alguna manera me sorprende.

 

- Sí, hay cosas que no me gustan pero en tí las amo...supongo que aprendí a amarte cuando ya sabía que te amaba...if that makes any sense to you- lavanta sus cejas de una graciosa manera, como si para ella no tuviera sentido lo que para mí sí, y eso me gusta.

 

- Gabriel García Márquez dice en "Crónica de una muerte anunciada"...más bien Pura Vicario se lo dice a Ángela Vicario, que el amor también se aprende- sonrío ante mi desagradable elocuencia sin sentido.

 

- Y también dijo que el amor es tan importante como la comida, pero no alimenta- dice, levantándose de su silla y caminando hacia mí como si estuviera enojada. - Y en "Amor en los tiempos del cólera" dice que sabes más por escarmiento que por experiencia, porque ninguna felicidad llega tan fácil.- gira mi silla y termino por encararla mientras ella se agacha un poco con su espalda y su rostro queda muy cerca del mío. - Pero la verdad...por ahora, en lo único en que pensamos, mi vagina palpitante y yo, es en cuánto te deseamos- y me ataca con un beso un tanto violento y salvaje que logra encenderme, pero se detiene y camina de regreso a su escritorio, a comenzar a comerse su torta. - Creería que llega fácil, mantenerla es difícil...contigo se me hace demasiado fácil- dice, volviendo al tema anterior.

 

El día transcurre con facilidad, con un almuerzo digno de describir: patatas fritas, salteadas en paprika, curry y sal, hamburguesa, 3/4 de cocción, con lechuga, hongos y cebolla salteados, tocino y queso cheddar y una Dr. Pepper para mí y, para Emma, un sandwich de albóndigas, salsa marinara y queso mozzarella, patatas fritas salteadas en paprika y sal y una Mountain Dew. Me encanta ver a Emma comer con las manos, pues nunca lo hace, todo va en tenedor y cuchillo y con la servilleta sobre el regazo. Creo que ahora sufre de inanición porque ha atacado su sandwich casi sin respirar y ha pedido un orden extra de patatas fritas, porque la primera se las comió con la mano y con la servilleta sobre la mesa. De postre, algo sencillo; sliced granny smith apples en salsa de caramelo. Regresamos al estudio a eso de las tres y media, justo a tiempo para que Emma tuviera su reunión con los van De Laar mientras yo terminaba por decidirme sobre ahora por la noche, que ya está en mi bolso porque Natasha me asesoró. Según Emma ella me lo había planeado, pero era mi coartada, lo hice parecer como idea de Natasha, no soy tan estúpida como la mayoría de la gente cree. Después de la cena se lo pediré, ya lo decidí.

 

Son las cinco y media y Sophia entró hace media hora a reunión con Ravitz y Volterra, yo ya no tengo nada que hacer, me marcho al apartamento a prepararle a Sophia sus Ravioli. El Bollinger está perfecto cuando lo reviso, saco la harina, seis huevos y sal y decido hacerlo sin medidas, sólo al ojo. Me quito mi blazer y me pongo mi delantal negro y, sin quitarme nada más, empiezo a hacer pasta fresca. La dejo reposar y, para mientras, hago la famosa mezcla de queso ricotta de mamá; taza y media de ricotta para media de mozzarella, para un octavo parmesano, para tres cucharadas de mascarpone. Lavo mis manos y saco la mantequilla y los limones, raspo un poco de la cáscara y exprimo la mitad de uno en un recipiente. Arrojo harina en la encimera y extiendo la masa, la corto para pasarla por la máquina y la extiendo sobre la raviolera. Una cucharadita de queso en cada espacio, agua en los bordes para que se pegue, cierro la raviolera y listo, veinticuatro ravioles. Pongo agua a hervir. Repito el proceso hasta que el queso se acabe, al final me quedan ochenta y nueve ravioles, que son muchos, pero son ricos. Justo cuando el agua empieza a hervir y le arrojo la sal, Sophia entra con una sonrisa enorme en sus labios. Arrojo unos cuantos ravioles al agua y recibo a mi novia con un beso en sus labios, un beso que me sabe a que tiene el proyecto del St. Regis.

 

Emma en delantal es como un croissant con nutella recién horneado, como una copa de champán despues de una cucharada de gelato de limón, y verla cocinar es como cuando Nadal pierde, simplemente exquisito. Emma me señala el congelador y saca dos copas mientras busco el Bollinger, que no tengo idea de haberlo visto hoy por la mañana, quizás era la prisa. En una cacerola derrite mantequilla y le arroja la cáscara de limón y un poco del jugo y huele delicioso, saca los ravioles y los coloca en la mantequilla, para luego arrojar más en el agua. Mientras saltea en mantequilla los ravioles, abro la botella de Bollinger y la sirvo en las dos copas. Emma se da la vuelta, me toma por la cintura y me planta un beso mientras toma, de mi mano, su copa.

 

- Larga y exitosa vida- brinda Emma, chocando su copa suavemente con la mía y bebiéndola hasta el fondo, la imito.

 

Busco mi bolso mientras Emma coloca los ravioles en los platos y parte una suave baguette en rodajas, un hermoso ataque de carbohidratos, no nos caerían mal un par de libritas más. Saca los ravioles del agua y los coloca en la mantequilla, agitando suavemente la cacerola mientras arroja el resto de ravioles al agua, pero se come uno crudo y parece disfrutarlo, como si un recuerdo de infancia la atacara. No, todavía no es momento de decírselo, mejor cuando estemos en la habitación. Me devuelvo y la analizo, tal y como solía hacerlo antes de que cayeramos en el buen pecado: de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba, viendo sus delgados tobillos en esos Lanvin, piernas cubiertas en esas medias que dan ganas de romperlas sólo para penetrarla por sorpresa. Me encantan sus pantorrillas, más cuando se detiene sólo de una, cómo sus músculos se definen. Su trasero llena con elegancia esa falda, y su camisa blanca está demasiado ajustada a su torso, con las mangas recogidas hasta por los codos, y que las muñecas le suenan por cómo agita suavemente la cacerola, el ruido de su reloj chocando con su pulsera. La abrazo por la cintura y me dedico a inhalar su esencia junto con el de la mantequilla y se estira para alcanzar un plato para poner el pan ya cortado. Sirve los últimos ravioles en cada plato y saca los de la olla para ponerlos aparte.

 

Me quito el delantal y lo he logrado, ni una mancha, ni una quemadura, nada. Beso a Sophia, que no sé por qué cuando cocino entro en estado mudo.

 

- Buen provecho, espero que te gusten, mi amor- le digo a Sophia chocando mi copa con la suya y dándole un beso por el aire.

 

- Buen provecho, Arquitecta- guiña su ojo y luego bebe de su copa.

 

Me junto a Emma con mi hombro, ella me abraza después de haber pasado su tenedor hacia su mano izquierda y me siento bien, entre la comida, la bebida y mi novia, la vida es perfecta. Ah, también el St. Regis. Emma come con una sonrisa perceptible, no necesito verla para saber que sonríe, y a veces hunde el pan en la mantequilla y le pone pimienta y luego un raviole y se lo lleva a la boca, y siento cómo mastica, cómo le gusta. En realidad están muy ricos, no están tan pesados, aunque seguramente a cualquiera le parecerían una carga láctea demasiado grande.

 

- ¿Me vas a decir lo que quieres de cumpleaños? Now's the right moment- Emma me abraza un poco más fuerte mientras le clava el tenedor a los últimos dos ravioles de mi plato y me los da en la boca, los mastico y me doy cuenta de que estoy llena, pero tengo espacio para postre, como siempre. El hecho de que Emma me abrace de esa manera me hace sentir confianza y creo que estoy lista para decirle...o quizás no.

 

- Me da pena- le murmuro, poniendo mi mano en su muslo y acariciando la suavidad de sus medias. Me gusta cuando se pone, me gusta pasear mis manos por sus piernas.

 

- Me tienes que decir...- se levanta y recoge los platos y todo lo empieza a meter a la lavadora, buscando el jabón en el gabinete inferior. - Todavía no sé leer tu mente- y sé que sonríe aunque no la veo, no sé por qué me da la impresión que ya sabe lo que quiero pedirle y sólo está jugando conmigo, tal vez Natasha le dijo, aunque no creo.

 

¿Qué tan obsceno puede ser como para que a Sophia le dé pena decirme? ¿A caso es que quiere hacer un trío? ¿O que le ayude con  algo en el sentido de financiamiento? No se me ocurre otra cosa que pueda darle pena, sólo al trío me negaría, o a algo que involucre a más personas que no seamos ella y yo, en el sentido sexual, pero, por lo demás, lo hago. Veo que Sophia está hundida entre sus manos, creo que está considerando en decirme lo que quiere, pero le doy un minuto para que me lo diga, sino, sigo con mi plan. Me pongo mi blazer y me cruzo de brazos, me apoyo de la encimera que está entre el congelador y la cocina y me le quedo viendo a una Sophia que parece que tiene una lucha de moral contra deseo. Si de verdad lo quiere, me lo dirá.

 

Emma camina hacia mí y me abraza por los hombros, dándome un beso en la cabeza. Su mano se desliza por la mía y hace que me desprenda de mi cara, estoy sonrojada. Ella, como siempre, me sonríe con ternura. Me hala hacia ella y hace que me pare del banquillo del desayunador, me abraza por la cintura y me da un beso que uy, Dios mío, logra idiotizarme y, cuando se detiene, me deja buscando más de sus labios, y no los encuentro. Meto la mano en mi bolso, pero la saco, me acobardo.

 

- Siéntate en el sofá- le digo, y me despego sólo para disminuir un poco la intensidad de las luces y para poner mi iPhone en el puerto del Stereo.

 

No entiendo a Emma a veces, pero el factor sorpresa lo sabe manejar muy bien. No tengo ni idea de qué va a hacer, ni de qué hago aquí sentada, pero hay que esperar a ver con qué sale, es parte de lo que me encanta, creo que está loca, pero sólo a veces, o todo el tiempo, y creo que mi ego, que lo he aprendido de Emma, es que me dice que está muy loca, pero por mí. Me río, en parte por los nervios, que veo que Emma se para frente al ventanal, frente a la noche oscura neoyorquina, y me da la espalda pero sólo se estira. ¿Qué hace? Se da la vuelta y enciende la música. Empiezan unas trompetas y unos tambores, es entre intenso y sensual, es raro, pero me gusta. Emma camina hacia mí y, junto con la voz del cantante, Emma sube un poco su falda y se sienta, con sus piernas abiertas, sobre las mías. Se le ven los elásticos de encaje y el garter, mis manos no dudan en acariciar sus piernas.

 

- Sí, tócame...- susurra mientras empieza a hacer círculos con su cadera y empieza a provocarme con gemidos ahogados al compás de esa música.

 

Las trompetas siguen, y Emma me sigue provocando, más con la sensualidad con la que mueve sus caderas. Se afloja su cabello y cae sobre sus hombros, son unas hondas perfectas, casi lisas. Se pone de pie y, arrojándome su blazer a la cara, comprendo qué es todo esto; tomó muy en serio lo que le dije en Roma, mejor para mí, a lo mejor y me animo. Y, en una nota alta, baja sensualmente la cremallera de su falda y, dándose la vuelta, se la baja, mostrándome sus panties juguetones que dicen un provocador "Touche-moi" y eso es lo que quiero hacer. Jamás me imaginé a Emma en garter, se ve exquisita, con sus infinitas piernas elevadas por quince centímetros, y se vuelve a erguir, contoneándose mientras pasa sus manos por detrás de su camisa y desabrocha su sostén por encima de ella, se da la vuelta y, metiendo su mano entre el cuello de la camisa y su pecho, saca su sostén negro strapless y lo arroja contra mí. Yo estoy hecha un hermoso y potencial orgasmo, más cuando veo que los pezones de Emma se marcan a través de su blusa. Camina hacia mí y coloca su trasero sobre mi regazo, dándome un hermoso y femenino lapdance que, de haber sido hombre, probablemente ahí termino. No puedo contenerme y la tomo por la cintura, recorriéndola hasta sus muslos mientras ella se aferra a mis muslos y roza su trasero contra mi regazo. Y no puedo evitar gemir, de verdad que no puedo, y paso mis manos, con desesperación, hacia el interior de sus muslos, sintiendo el final del encaje de las medias y el comienzo de su piel hasta el comienzo del spandex negro de sus panties y mis dedos van directo a acariciar sus labios mayores, que abre sus piernas para facilitarlo.

 

Mi dedo de enmedio se introduce entre sus labios, por encima del spandex, que se desliza con facilidad, está húmeda, y eso termina por mojarme a mí. Emma se pone de pie y, junto con las últimas notas de aquella sensual canción, desprende su blusa, arrancándole los botones y mostrándome tanto su personalidad como su pechonalidad. ¿Quién hubiera dicho que "Cry Me A River" podría ser tan sexy? Deja caer su blusa sobre el suelo y mi quijada se abre de par en par, más porque Emma cruza sus pies; el derecho frente al izquierdo, y se estira con sus brazos amarrados por sus manos en lo alto. "Silhouettes" empieza a sonar, Emma se vuelve a sentar sobre mis piernas y me abraza por el cuello, busca mis labios y, al ritmo del estribillo, me planta un beso improvisado pero apasionado, que sólo me demuestra lo excitada que está. No sabía que hacerme un striptease podía ponerla así. Mis manos se enloquecen, viajan por su espalda, repasando cada vértebra con mis dedos y acariciando su trasero, pasando mis dedos, desde atrás, para acariciar sus labios mayores con mis dedos.

 

Emma gime en mi garganta, y cómo me gusta robárselos, es como si fuera dueña de su placer. Me gusta respirarla, el Chanel no. 5 que se desprende de su cuello y sus brazos y llegan a mi nariz por alguna corriente de aire imaginaria, inhalar su exhalación, respirar su excitación y los ruidos que nuestros labios hacen al despegarse para volver a unirse, respirar su calor, la suavidad de su piel, las perfecciones de su cuerpo, la inteligencia sensual que fabrica su cerebro y su corazón, y escuchar lo que su boca dice cuando ninguna palabra sale de ella, saber lo que sus manos en mi cuello piensan y sienten, tragar la magnitud de autoridad y ego, entender su personalidad y su caracter, comprender lo que piensa, hace y cree, en lo que cree y en lo que no, la esencia de su cuerpo y su alma; el "por qué" que todos buscan y pocos encuentran, lo que me ayuda a encontrarme a mí misma. Tiene mi cabeza recostada sobre el borde del respaldo de la cama, y es un beso profundo por naturaleza natural y forzada.

 

- ¿Qué quieres de cumpleaños?- me detengo para preguntarle por última vez, si no me lo dice ahora, que calle para siempre...o al menos hasta el otro año.

 

Sophia sonríe un tanto rendida y sacude un poco su cabeza mientras ríe con su garganta y roza su nariz con la mía. Respira hondo y sus manos se detienen en mi cadera y se aferran a ella. Eso significa que me tengo que poner de pie, y así lo hago. Sophia me da un beso corto, fugaz en realidad, y camina hacia su bolso. Busca sus gafas y se las coloca con una mano mientras arroja la funda dentro del bolso de nuevo y saca una especie de cilindro de cuero negro que no deja que sus dedos se junten con su pulgar cuando lo toma. Se da un par de golpes en la frente y suena hueco, pero hay algo dentro, es como si algo se golpeara entre las paredes del cilindro. Se da la vuelta y está de un rojo que nunca había visto, y caigo, sin pensarlo, sentada sobre la mesa de vidrio, y, Dios mío, está frío, pero no me muevo, simplemente me inclino hacia atrás y me detengo con mis manos, brazos estirados, sobre el vidrio, cruzando mi pierna derecha sobre la izquierda, con mis enormes secretos al aire, que no me gusta que sean tan grandes, pero, al parecer, Sophia redescubrió América en ellos. Veo su lucha mental y moral, ¿qué puede haber en un cilindro que parece que guarda algo tan valioso? Sólo a Romeo lo he visto con un cilindro así, y más grueso, porque guarda, en él, una botella de champán de su boda con Margaret. Camina hacia mí y se sienta frente a mí en el sofá que arrastra, a su posición original, a su paso. Pone el cilindro sobre el suelo. Se acerca a mí, y yo me acerco a ella, todavía con mi pierna cruzada, y me da un beso tímido, como si me estuviera pidiendo permiso.

 

- Play with yourself- murmuro, ahogándome en la pena más grande del mundo pero logro mantener mi vista en la de Emma. - For me...

 

Me dan ganas de reírme, no sé si de nervios, pero una risa interna me ataca mientras me acerco a ella y la beso, tomándola del cuello de forma muy delicada, acariciando sus pómulos con mis pulgares extendidos. Sophia me sigue el beso, es un poco incómodo por sus gafas, pero ladeo mi cabeza y la vida se me hace más fácil. Escucho dos "click" simultáneos, y las manos de Sophia que se escabullen bajo mi trasero y lo levantan, haciendo nuevamente otros dos "click", y eso basta para desligar el garter de mis medias, y siento que Sophia toma mis panties, junto con el garter, halándolos hacia afuera, tomando, de paso, los elásticos de encaje de mis medias y arrastrándolas a su paso. Mis Lanvin caen sobre el suelo y Sophia termina por dejarme sin nada más que mi Patek, mi Pandora, mi cadena Cartier y mis aretes Harry Winston. Delicadamente empujo a Sophia hacia atrás, recostándola sobre el respaldo del sofá, y cruza su pierna porque sabe que me gusta verla sentada así, y yo me inclino un poco hacia atrás, sentándome también un poco más al centro de la mesa de vidrio, que doy gracias a mis ocurrencias de comprar un vidrio de siete centímetros de ancho. Subo mis pies y, pasando primero mi mano por mi cabello para peinarlo un poco hacia atrás y quitando el exceso de flequillo de mi rostro hacia tras mis orejas, me apoyo del borde de la mesa con mi mano izquierda, aferrándome, y llevo mis dedos de enmedio de la mano derecha a mi boca para humedecerlos.

 

No sabría decir si es excitante o cosificante, no sé si sentirme muy, muy sexy, como una mujer muy guapa y provocativa o como un vibrador, que da más placer por morbo que por sensación; mi opinión nada más. Pero veo la expresión de Sophia y es indescriptible. Ya me ha visto así, aquella vez por Facetime, pero creo que es distinto por ser frente a frente. Voy directo a mis pezones con mis dedos, en el derecho hago círculos alrededor de mi pezón, y se me ocurre exhalar por la boca, lo que mi pezón agradece de una extraña manera, pues el aire es frío o se enfría en el camino y lo siento en mi pezón, y, carajo, no puedo evitar ahogar un sonido de placer entre mi esternón y mi epiglotis. Cierro mis ojos para realmente dejarme llevar y dejo de ponerle atención visual a la despampanante rubia que me observa, aunque siento lo que hace, como cruzar sus brazos y cambiar de pierna mientras mis dedos pellizcan mi pezón izquierdo y ambos se vuelven pequeños y rígidos. Mi mano viaja hacia el metafórico sur y siento la mano de Sophia detener la mía, abro mis ojos y Sophia está muy cerca de mí y entre mis rodillas, a la misma altura.

 

- Tú mandas...- murmura Emma, sonriendo como siempre y retirando su mano para apoyarla al borde de la mesa, así como su mano izquierda.

 

No es que no me importe, pero quiero un gemido de esos que literalmente hacen que me corra cuando los escucho. Necesito escuchar uno de esos salir desde lo más profundo de las entrañas de Emma. Empieza a sonar una música muy sexy, es un tanto fuerte y pesada, y la voz de la cantante, las cantantes, es muy juguetona, y me pone de buen humor cada vez que las escucho. Y mi pulgar acaricia el punto ese en donde sus labios mayores se separan, y lo tiro hacia arriba, estirando suavemente todo aquello, viendo cómo su clítoris y sus labios menores se dejan ver disimuladamente y están no tan mojados como creí. Emma ha cerrado los ojos y ha echado su cabeza hacia atrás, su cabello roza el vidrio, y veo la sensualidad de la simpleza de su maquillaje; sus pestañas largas, alargadas por una mágica mascara de YSL, delineador que toma en cuenta la curvatura del párpado superior y un rastro disimulado de un perfecto blush aplicado. Llevo mi pulgar y lo rozo contra mi lengua, Emma vuelve en sí y abre los ojos, se le queda viendo a mi pulgar, y, empapada la huella con mi saliva, Emma rastrea mi dedo hasta que hace un contacto lento, de abajo hacia arriba, en su clítoris, y ella recorre el trazo que hace mi dedo pero no logro sacarle un gemido como el que quiero, sino sólo un suspiro que se le corta en la garganta junto con el cierre de sus ojos y no me deja otra opción más que penetrarla con mi dedo de enmedio, de sorpresa golpeada, y ahí si lo logro, frunce su ceño, tensa la quijada y deja salir el gemido en cuando su vagina me deja entrar hasta el fondo. Una vez más y otro gemido.

 

- Continúa...- me susurra, sacando su dedo de mí, que no quería que lo sacara, me ha dejado con esa sensación de querer penetrarme yo sola por mi propio placer, cosa que es rara porque soy más de clítoris.

 

Y esas dos penetraciones me han mojado increíblemente, tanto que, en nanosegundos, tengo mi clítoris ya mojado. Llevo mis dedos de enmedio a mi clítoris, echándome hacia atrás para mayor comodidad visual de Sophia y física mía. Empiezo a jugar con mi clítoris, suave y despacio, a ojos cerrados y cabeza hacia atrás, respirando cada vez menos uniforme, acelerando el roce así como mi respiración. Me apoyo de mi codo, quedo más recostada, todavía con los pies sobre el vidrio, y mis dedos bajan a mi vagina, a hacer círculos en la entrada, y subir de nuevo a mi clítoris, que ya lo encuentro hinchado. Se escuchan esos ruidos de cuando mis dedos viajan por entre mis labios menores, cuando frotan mi clítoris y cuando provocan mi vagina. Reacomodo mi cabeza y le clavo la mirada a Sophia, con una dificultad enorme, entre mis gemidos y mi respiración que es un dulce desastre. Siento ese calor que sólo una mujer puede sentir pero no describir exactamente, aunque es como que si el mundo se detuviera por un segundo y una es lo más importante, el poder que una siente, el orgullo de poder llegar a ese momento, esa impotencia de no poder dejar de tocarse y de explotar en un gemido agudo, que las piernas tiemblan, las caderas dejan de ser controlables, y que el clítoris es la felicidad más grande siendo tan pequeño, las palpitaciones vaginales, las contracciones que no se sabe dónde son, el corazón que corre a mil, que pudiera reventar el pecho, y los gemidos suaves posteriores al magno y principal, que se derivan del frote excesivamente rápido del clítoris. Dicen por ahí que los días después de la impotencia sangrienta son los mejores. Quiero más.

 

- Con ésto también...- murmuro alcanzándole el cilindro, sintiendo mis panties empapadísimos, que cada vez que muevo mis piernas me dan ganas de gemir, pero no puedo.

 

Le hubiera destapado el cilindro, pero me tiemblan las manos de la emoción y no pude. Emma succiona sus dedos, los limpia, es demasiado sexy; los succiona ambos juntos, envolviéndolos con su lengua, retorciéndolos entre su cavidad bucal. Emma destapa el cilindro y le da vuelta sobre su mano, atrapando el dildo en su mano. Lo analiza un momento, girándolo en la palma de su mano y levanta la mirada. Sí, Emma, eso quiero. Tengo que asentir. Emma sonríe y lo lanza al aire y lo atrapa con su mano, inspeccionándolo rápidamente. Es un Lelo Elise 2, en negro, según Natasha muy cómodo y muy placentero. Lo lleva a sus labios y da dos golpecitos contra ellos con él, y sonríe con picardía, acercándose hacia mí. Lo pone sobre el vidrio y sus manos viajan por mis muslos, por encima de mi pantalón, hasta llegar a mi cadera, de donde se detienen. Me pongo de pie, bajándome de mis Stilettos magenta mientras Emma deshace mi cinturón y el botón de mi pantalón, bajándolo hasta el suelo, dejándome en mi tanga roja y mi camisa nada más. Besa debajo de mi ombligo, bajando con besos en línea recta hasta el elástico de mi tanga y pasa de largo, besando por encima de ella hasta donde puede besar. Toma un borde lateral de mi tanga y desliza esa parte hacia el lado izquierdo, descubriendo mi inundación femenina e hinchada. Toma el dildo en su mano derecha, mientras con la izquierda mantiene retirado el algodón y, dándole un beso a la punta del dildo, lo introduce entre mis labios menores, girándolo mientras lo empuja y lo retira, lubricándolo de mí y excitándome todavía más.

 

Vuelve a echarse hacia atrás, sus pies y su mano izquierda como antes, y yo me vuelvo a sentar, me cruzo de piernas para no ceder al autoplacer. Emma coloca la punta del dildo en la entrada de su vagina y, con un gemido que me roba la cordura, introduce lentamente el dildo dentro suyo. Ver su cara de placer hace que me deje de sentir mal por pedirle algo así, ella lo está disfrutando. Me encanta verla así, desinhibida, dándose placer, que lo disfruta sin restricciones entre los gemidos que se provoca ella al ritmo que ella impone al penetrarse. Ahorita es lento y hasta el medio, pero me gusta ver su abdomen contraerse así de cortado. Quiero ser yo quien la penetre, o no sé qué me excitaría más. Y aumenta el ritmo y la profundidad, gimiendo cada vez más fuerte, agudo como me gusta. Me gusta todo, que su piel facial se enrojece, su pecho también, y su ceño fruncido, con las cejas hacia arriba, ojos cerrados, piernas abiertas, el dildo penetrándola a su gusto, el ruido sensual de sus jugos que entran y salen, que ya se mezclaron con los míos.

 

Siento que estoy muy próxima a correrme de nuevo, pero Sophia toma el dildo en su mano derecha y me penetra, me encanta, no me duele, me da placer. Escucho un "click" e inmediatamente, el dildo empieza a vibrar dentro de mí, me hace gritar, no pude evitarlo. Y jamás me había dado tanto placer una vibración así de intensa, no puedo pensar en nada más que no sea en lo rico que se siente. Sophia respira excitada también, el dildo pasa frotando mi GSpot con esa vibración sagrada. Así no puedo correrme, es demasiado intenso, por eso decido raise the bar y tocar mi clítoris como si fuera la última vez que lo tocara. Siento que me elevo al cielo y me quedo ahí mientras gimo fuertemente, contrayéndome como nunca antes, relajándome en un gemido que expulsó el dildo fuera de mí, justo para que yo dejara de frotar mi clítoris y Sophia se dedicara a saborearme, arrojando el dildo a ciegas por el aire. Y sube con besos por mi abdomen intranquilo, besando mis pezones, succionándolos y mordiéndolos suavemente, pero yo siento todo y no siento nada, no me puedo concentrar si en el orgasmo que siento que no termina o en el que empieza por culpa de Sophia. Sube a mi cuello, me relaja eso, sus labios son suaves, succiona suavemente algunas partes de mi cuello y muerde mi lóbulo derecho, atrapando mi arete también. Me toma de la mano y me hala contra ella, atrapándome entre sus brazos.

 

- Gracias, mi amor- susurra a mi oído abrazándome fuertemente y ayudándome a ponerme de pie.

 

Estoy a-no-na-dada, Emma es mi Afrodita, aunque debería ser Venus porque es italiana. Me satisface en todo sentido; visual, sexual, auditivo, amoroso, etc. Me gusta tenerla así, jadeante, es como si fuéramos el soporte de la otra. La tomo de la mano y, entre el tiradero de ropa que quitamos a patadas alocadas, Emma recoge mi teléfono y el suyo en el camino, que calló aquella canción que en alguna parte, o muchas, he escuchado antes. Recoge en su mano izquierda la botella de Bollinger. Emma tararea, "give your heart and soul to me and life will always be la vie en rose" canta calladamente en ese tono sensual que tiene, me gusta cuando canta, que canta igual que yo: espantoso, pero es como si se le olvidara eso y estallara en diversión personal y que no le gusta compartir, fine with me. Apaga las luces en cuanto pasa a la par de la chimenea que ahora pasa abierta porque le he dicho que se ve mejor así, caminamos de la mano hasta la que es ahora "nuestra" habitación.

 

Sophia camina un poco más hacia adelante, yo me detuve a encender la luz, la halo del brazo y resulta como un paso de baile dramático, pues me abraza por el hombro y queda su frente contra la mía después de un leve golpe que nos da risa. Le planto un beso en sus labios y ella toma la botella de Bollinger en su mano derecha, abrazándome entre el beso, topándome lo frío del vidrio a mi omóplato y provocándome goosebumps. Me sacudo de los hombros por lo mismo y ambas reímos nasalmente entre el beso, nuestros labios se despegan, haciendo ese ruido pegajoso que me gusta, no sé por qué, tal vez porque lo que era asqueroso con Fred o Vincent o Marco, es más romántico y lindo con Sophia. Tal vez porque con Sophia todo me parece más delicado, más puro, más real. No sé si me entienden. Sophia retira la botella, pero se retira ella también, lo que me da espacio para poner a cargar al chiste racista de Phillip, nuestros teléfonos, ambos iPhone, pero acusa a Sophia de racista porque el suyo es blanco y el mío es negro. Aplaudo una vez para que el iPod del Stereo de mi habitación se encienda y dos veces para que la música empiece, y gracias a Natasha y a la playlist que me dejó el sábado, suena "Copacabana" de Soviente, no de Barry Manilow, y es una samba electrónica que contagia el ritmo cardíaco. Sophia toma directamente de la botella, antes me molestaba pero creo que es porque yo no era capaz de hacerlo, tiene su simpleza, y jamás me había empinado una botella hasta conocer a Sophia, no todos los cambios son malos.

 

Emma me ve con ese brillo en los ojos que raras veces le veo, es como cuando Phillip ve a Natasha, que se nota que se desvive por ella, que lo idiotiza, ¿eso le hago yo a Emma? Wow. Toma su cabello entre sus manos y lo retuerce hasta convertirlo en un moño a media altura que asegura con la banda elástica que siempre anda en la muñeca izquierda, arriba de su reloj. Deja al desnudo sus hombros, con esas pecas que le dan mil puntos más de sensualidad, y es raro que ella tenga porque no es tan blanca como las personas que suelen tenerlas, es hasta levemente bronceada permanente, como Marisa Miller, pero yo no me quejo, le da un toque especial y único, más porque sólo es en sus hombros y se difuminan hacia su espalda, de su pecho es de piel lisa y suave, sólo esa diminuta peca que invade su seno izquierdo, todas sus pecas me vuelven loca. Se quita su reloj y lo pone a la par de los teléfonos mientras doy otros generosos tragos a mi Bollinger. Se acerca a mí y me besa, emite un "mmm", me imagino que es por el sabor del frío Bollinger que hay en mi boca, y me toma por la camisa, porque eso es, una vil camisa Banana Republic, que parece que Emma quiere arrancarme, pues intenta sacarla pero, en su intento, no se acuerda que tengo la botella de Bollinger en la mano y, cuando la levanto, derramo un poco en mi cuello y en mi hombro por a través del algodón de la camisa. Cambio de mano la botella y quita mi camisa y, en cuestión de un "inmediatamente" y un "ya mismo", recoge los restos de Bollinger con su lengua, provocándome un gemido que no supe contener.

 

Pasa sus brazos alrededor mío y desabrocha lentamente mi sostén negro, que no sé por qué me gusta tanto el negro de un tiempo acá, quizás es por Emma, es raro que ande panties rojos, quizás en mi desvarío matutina los vi negros. Clava sus uñas en mi espalda conforme retira esos extremos del centro de mi espalda y no deja de besarme el cuello, lo muerde y me saca otro gemido que no puedo contener, desliza sus manos por mis hombros, retirando los tirantes y recorriéndolos con sus uñas, yo sólo bebo Bollinger como si fuera jugo de naranja recién exprimido, hasta que me lo acabo y me deja sintiendo las burbujas en la garganta y ese diminuto picante en la nariz. Emma se pega a mí, sus senos se oprimen contra los míos, clava sus rígidos pezones en los míos y gimo.

 

Sophia gime y no le he hecho mayor cosa, le hago lo que usualmente le hago, quizás sólo la tengo muy cerca, así quiero sentirla, su calor, su perfume mezclado con el aroma del Bollinger, los sonidos que se escapan de ella sin que ella quiera. Clavo mis dientes en su clavícula y bajo mis manos por su espalda, sintiendo su piel ceder a mis dedos y a mis uñas, hasta que llego a su trasero y lo acaricio suavemente su trasero, lo masajeo en círculos, separándolo delicadamente con mis manos. Retiro mis manos y le doy una nalgada en cada glúteo y gime, aferrándose a mi cuello y hundiéndome más en su cuello. Otras nalgadas simultáneas y otros gemidos que se transforman en jadeos calientes y sonrojados. Tomo los elásticos en mis manos y los halo hacia arriba, así como Sophia hizo alguna vez conmigo, quiero que sienta ese placer extraño pero hermoso. Y vuelve a gemir, exhalando su excitación en mi oído. Bajo su tanga y ella se encarga de hacerla caer hasta el suelo y salirse de ella. Al fin, Sophia está lista para que la haga gozar, mi parte favorita. La recuesto sobre la cama y me dedico a abusar de sus labios con los míos, saboreo sus labios como si el mundo se acabara, me encantan, son suaves y cálidos, me encanta atrapar su labio inferior entre los míos y acariciarlo con mi lengua, para luego tirar de él y soltarlo para seguir con nuestro beso. Nuestras lenguas juegan suavemente en mi boca mientras mi mano se introduce en la parte interior de sus muslos.

 

She surely knows what she's doing. Abro mis piernas para la mano de Emma y ya sé lo que me espera, nada menos de tres orgasmos, y eso lo sé porque me trae ganas, quiere verme perder el control, regresárselo, ceder y rendirme, y eso, para cualquiera, sería como que yo perdiera y ella ganara, pero si ella gana, yo gano, así funciona ésto, a ella le viene mejor todo ésto, lo sabe manejar mejor, yo abuso de él. With great power comes great responsibility, and I don't need more responsibilities, at least not right now. Sus dedos se introducen entre mis labios mayores y liberan mis jugos con locura, sin ubicación, pasea sus dedos de arriba abajo y, cuando llega a mi vagina, recoge mis jugos a su paso hasta más allá de mi clítoris e interrumpe el beso sólo para saborearme junto con un "mmm-mmm-mmm" y baja su mano nuevamente mientras vuelve a besarme. Es momento de que yo ahogue mis gemidos en ella. Introduce su dedo del medio entre mis labios menores y me acaricia con toda la longitud de su dedo, de arriba abajo. Siento como si me penetrara aunque no lo hace, es todo su dedo atrapado entre mis labios menores, que sube y baja y, al mismo tiempo, entra y sale de mí, y su palma apenas roza mi monte de Venus y no sé por qué me gusta tanto, simplemente me gusta. Lo hace más rápido, removiendo mi clítoris, presionándolo un poco, y acariciando la entrada de mi vagina, atrapando entre su dedo de enmedio y el índice y anular atrapa mis labios menores y roza mis labios mayores.

 

Abro más mis piernas y le cedo a Emma el autocontrol que tenía hasta ahora, me dejo llevar y siento eso que no sé explicar, eso que en segundos calienta hasta el último milímetro de mi cuerpo y siento que me hincha, por dentro y por fuera, ese calor que es insoportable. Emma y yo nos detenemos de nuestras frentes, clavándonos la mirada, mi mano izquierda se detiene de su cuello y, ante el espasmo pre-orgásmico, mi mano derecha la toma por la mejilla. Siento cómo poco a poco mis ojos se cierran, mis gemidos se hacen uno sólo y estallo, ante el roce desesperado de Emma en mi clítoris, en un gemido creciente que aceleró el roce de Emma a un término de "mil por segundo" y mis caderas se elevan mientras Emma me roba el gemido y lo transforma en un beso, en el que le digo que quiero otro, aunque eso ella ya lo decidió por mí, porque cuando yo voy, ella ya fue y regresó unas diez veces. Deja de frotar mi clítoris y lo presiona una última vez, pero deja su dedo ahí y siento las palpitaciones post-orgásmicas rebotar contra él.

 

Sophia se estira y termina sobre su abdomen, me acomodo a ella y beso su hombro derecho y acaricio su brazo. Ella sonríe, sé que lo hace aunque no la veo. Su cabeza reposa sobre su brazo, que dobla para acariciar mi cabeza por encima de su cabeza, su brazo derecho se mueve de mi mano y se mete bajo la almohada. Me deslizo hacia abajo y acaricio su trasero, sin marca alguna de mis previas nalgadas, y, entre caricias y besos, Sophia suspira.

 

- Es mi cumpleaños- le digo, acordándole que puedo reclamar el poder cuando quiera, apenas son las siete y cuarenta y nueve según su reloj digital.

 

- I know- exhala entre mis glúteos, ella ya sabe lo que quiero. - What do you need?- o tal vez no sabe lo que quiero.

 

- My ass- murmuro, cerrando mis ojos al sentir la punta de la nariz de Emma recorrer mi hendidura.

 

- Your ass is beautiful, it's perfect- susurro, admirándolo y dándole besos pequeños en los bordes de su hendidura, acercándome cada vez más a donde quiero llegar.

 

- Please...- suplico, llevando mi mano a mi trasero y abriéndolo un poco. - Don't torture me...please- repito, abriéndolo un poco más, sintiendo su aliento tibio en mi agujerito.

 

- I'm not torturing you, baby...I simply don't know what you want- sonrío, viendo su mano abrir su trasero, que su dedo de enmedio toca los bordes del agujerito que se contrae suavemente a simple vista.

 

- I crave your finger in my ass- digo entre dientes al sentir que sopla mi agujerito.

 

- In your ass?- río, paseando superficialmente mi dedo desde el yacimiento hasta su perineo y veo cómo la mano de Sophia apretuja su glúteo derecho. Yo sé lo que quiere, lo sé desde que se volvió sobre su abdomen, pero estoy jugando, nada más.

 

- Your finger...your lips...your tongue...in my asshole- gimo al sentir su dedo detenerse en mi agujerito y empieza a hacer círculos pequeños alrededor de él.

 

Sus deseos son órdenes, me gusta cuando me dice lo que quiere y cómo lo quiere, aunque ahora no me dice cómo y eso me gusta más. No está mojada, pero sí húmeda, es como si una gotita de sus jugos se hubiera deslizado, por inundación, por su perineo y se hubiera estancado en su agujerito. Saco mi lengua lo más que puedo y la paso de adentro hacia afuera, que Sophia me ayuda al abrirse un poco más y al recoger un poco su pierna, y mi lengua va del centro hacia arriba y del centro hacia abajo, del centro a la izquierda y del centro a la derecha, en todas las direcciones, si a mí me gusta, no sé cuánto le gustará a Sophia, pero creo que mucho por cómo clava sus uñas en su piel y el placer opaca el dolor, que apuña el borde de la cama con todas sus fuerzas, que la veo en cuanto voy hacia arriba, aprieta su mandíbula y cierra los ojos, o quizás no puede abrirlos. Llevo mi dedo a su agujerito y empiezo a presionar alrededor, masajeándolo suavemente, relajándolo y alistándolo, porque yo también quiero, ese calor que necesito sentir en mi dedo, y no puedo evitar acordarme de cuando la lastimé en Roma, pero luego en Venecia lo hice y no lo hice mal, espero no estropearlo todo; porque la amo.

 

- Por favor...- suplico por última vez, que no he terminado de emitir la súplica cuando ya empiezo a sentir su dedo adentrándose en mí.

 

Su dedo sólo llega hasta la mitad, pues ya sus demás dedos contra mis glúteos no la dejan seguir, pero yo lo quiero todo adentro, y quiero el segundo también; creo en algo equitativo y si yo ya abusé doblemente de su rico agujerito, ella debería abusar del mío, probablemente me duela, pero es Emma, lo hará con amor, además tengo curiosidad y es mi cumpleaños, no puede negarse. Me doy la vuelta y su dedo se sale de mí, alcanza una almohada y la coloca bajo mi cadera, me apoyo con mis pies al abrir mis piernas y Emma se coloca sobre sus rodillas y acerca su rostro a mi entrepierna. No sé que hace primero, porque me doy cuenta de uno pero no del otro, pero no sé, es confuso: ataca mi clítoris con su lengua, clavando suavemente sus dientes en mi monte de Venus, y mete su dedo índice en mi agujerito, creando la mejor de las sensaciones. No sé si estoy gimiendo o gritando o simplemente soy un jadeo en aquella cama que se componía de un colchón Kluft Beyond Luxury Palais Royal, sábanas Hugo Boss blancas, como siempre, y un cubrecama SFERRA, ahora es el blanco, hay wisteria y ivory también. Sólo sé que en mis adentros soy una mujer que gime sin parar ante la lengua de Emma y ante sus succiones esporádicas que provocan contracciones no sólo vaginales, que mis sentidos se agudizan y siento que expulso pacíficamente jugos calientes de ella que son los que usa Emma para penetrarme suave y deliciosamente mi ano. ¿Ano? Así se llama, Sophia, pero se escucha mejor "Asshole", menos grotesco supongo.

 

- Otro, por favor- me dice entre un suspiro que corta al morder suavemente su clítoris.

 

- ¿Otro qué?- respiro, presionando su vagina con mi pulgar y me valgo de él para penetrar su agujerito un poco más rápido pero sin lastimarla. Sé que quiere otro orgasmo, sólo quiero que me lo diga.

 

- Otro dedo- y eso me toma por sorpresa, dejo de comer su clítoris y dejo de penetrarla para volver a verla. Levanto la mirada y encuentro dos curiosos y celestes ojos llenos de brillo sexual. - Por favor- sonríe, como si eso me hiciera ceder, y lo hace.

 

Me río suavemente ante la facilidad de corrupción que Sophia tiene conmigo y reanudo mi sesión oral. Saco mi índice del agujerito de Sophia y lo aparto para introducir el de enmedio en su vagina. Libera un gemido que me vuelve a dar ganas de correrme. Introduzco nuevamente mi dedo índice en ella y, lentamente, mientras beso su clítoris, mi dedo de enmedio empieza a empujar el borde del agujerito que está relleno de mi dedo índice. Sophia respira hondo a medida que mi dedo se introduce roza la pared de su conducto, es muy estrecho, y muy caliente, y sé, tan bien como ella, que ésto de dos dedos es demasiado para mí, por lo tanto, no se repetirá ni en ella ni en mí, por mucho que me haya gustado, pero es un tanto destructivo. Los dejo adentro, y siento el agujerito de Sophia contraerse y relajarse, se relaja cuando beso su clítoris, eso alivia el dolor quizás.

 

Mejor no me puedo sentir, Emma me ha dado gusto y la siento muy, muy adentro. No duele, es esa molestia que es soportable, tal vez al principio me dolió un poco, pero da placer, y es placer que voy a aprovechar porque sé que Emma no querrá hacerlo de nuevo, y la entiendo. Tomo la cabeza de mi hermosa novia en mis manos y la presiono contra mi clítoris, no puedo más, no aguanto, no, no...y ¡ah!, Emma saca sus dedos de mi agujerito y puedo elevar mis caderas para correrme fuerte y duradero, hasta que la garganta no expulse más gemidos y quede en un estado de inconsciencia en vida.

 

Limpio mis dedos con mi boca, no saben a nada, sólo están muy calientes. Subo con besos por su inquieto abdomen y me detengo en sus pezones, están rígidos, rosaditos como siempre y, sin quitarle la mirada a la de Sophia de encima y, alternadamente, los acaricio con mi lengua, envolviéndolos con ella y haciendo círculos en la areola, los atrapo entre mis labios y los presiono entre ellos, mordiéndolos suavemente, desde su areola, cerrando la mordida a medida que lo halo delicadamente hacia arriba y termino por morder sus diminutos pezoncitos para, por último, darles un beso húmedo con mis labios y mi lengua. Beso las marcas de bronceado en sus senos y digo: "gracias, Sol griego", subo por su cuello y termino en sus labios, que sonreímos y reímos nasalmente, es ridículo pero no sé a ustedes, pero a mí un orgasmo, mío o suyo, me da risa, me pone feliz, no sé, las endorfinas quizás.

 

¿No hay más? No puede ser que Emma sólo me haya dado dos, dos orgasmos calientes y sensuales que me han hecho muy, muy feliz. Ah, no, me equivoco, aquí viene el tercero: me toma por la nuca y hace que me siente, pero no se despega de mis labios, todavía respiro agitada, pero poco a poco me estoy calmando. Toma mi pierna derecha y se coloca entre mis piernas, pasa su pierna izquierda por encima de mi pierna derecha y entiendo lo que quiere hacer. Me acerco a ella y le planto un beso, le agradezco por complacerme, por un excelente cumpleaños, introduzco lentamente mi lengua en su boca y acaricio la suya, que se entrelazan y se revuelcan delicadamente entre nuestros labios. Emma se acerca más a mí y siento sus labios mayores encajar con mis labios mayores y menores, mi clítoris queda contra uno de sus labios mayores, es una sensación distinta a la de una lengua, unos labios o unos dedos, me gusta. Interrumpimos el beso en cuanto Emma empieza el roce, y sé que no voy a aguantar mucho, me voy a correr rápido, no sé cómo, pero lo sé. Ambas nos detenemos de nuestras manos por detrás de nuestras espaldas, rozándonos en un vaivén sensual y desesperado, sé que esa Arquitecta que no puede abrir los ojos está pronta a correrse también. Y es esa palabra, "Arquitecta", la que me excita más, y ver que sus senos suben y bajan unos milímetros con cada roce.

 

Sé leer cuándo Emma está próxima a correrse: echa la cabeza hacia atrás, dejándome ver su esbelto cuello estirado, presiona sus pies contra la cama, muerde su labio inferior por el lado derecho y respira por la abertura que se construye entre sus dientes y sus labios y sus gemidos salen desde su esternón como con cierto efecto tenístico, como con top-spin. Y eso está sucediendo ahora, lo cual me calienta. Y no me había dado cuenta, pero el roce va al ritmo de la invención de Bob Sinclar sobre Raffaela Carrá, y eso me excita más, tanto que procuraré correrme al mismo tiempo que Emma. "I just wanna fuck" empieza a sonar, la música rara de Emma, que me suena más a Phillip, y Emma suelta sus labios, lo sé aunque no la veo, y empieza a jadear y acelera el ritmo del vaivén, siento que voy a explotar de lo caliente que me siento muy repentinamente. Ayudo a mi jefa con el vaivén y, jo-der, Emma mete su mano entre nosotras y nos frota a ambas, elevándonos más allá del techo de Mrs. Davis.

 

Quedamos sin aire las dos, Sophia todavía tiembla de sus piernas y de su espalda, de sus brazos ya se rindió y se ha dejado caer sobre las almohadas. Me acerco a ella y me acomodo a su cuerpo, acariciándole su abdomen, que se infla y se desinfla cada vez menos constante, se está calmando junto con esa sonrisa que cuesta borrarle.

 

- Gracias- suspiro, volviéndome a Emma, dándole verbalmente las gracias por un perfecto cumpleaños, lleno de orgasmos y comida deliciosa, y Bollinger que me arrepiento de haberme terminado tan rápido, seguramente Emma tiene otra botella en el congelador.

 

Me da un beso en la cabeza, se pone de pie y sale de la habitación entre la oscuridad del pasillo y sin encender una tan sola luz. Me revuelco de tal manera que me logro meter bajo las sábanas, inhalo, exhalo, inhalo de nuevo, exhalo todo el aire que pude guardar, cierro mis ojos y paso mis manos por detrás de mi cabeza mientras dibujo una sonrisa de satisfacción. Creo que Ania ya sabrá que soy Emma y yo somos pareja. Ania es la que se encarga de limpiar del piso ocho al doce, por eso es que Emma nunca mueve un dedo y su apartamento está siempre impecable. Nunca supe de Ania hasta que un día, en enero, tuve que regresar a cambiarme para una reunión y la encontré aspirando la alfombra del walk-in-closet, casi me da el infarto al ver a esa canosa y grande mujer con acento ruso, aunque Emma dice que es polaca. Seguramente Emma recoge la ropa, la que está tirada en el suelo, por la mañana y esconde, lava, incinera, bota el dildo. Ah, Emma se va mañana a los Hamptons a hacer el montaje de la casa de los van De Laar, está entregándoles la casa prácticamente mes y medio antes de lo que el contrato dice. Quizás no venga a dormir, ¿qué voy a hacer? Es primera noche que dormiré aquí sin Emma. Dios, qué dolor.

 

- ¿En qué piensas, mi vida?- murmuro, arrojando la ropa en la bolsa de ropa sucia y colocando el dildo en la gaveta de mi mesa de noche. Pone dos tarros de helado en mi mesa de noche y me alcanza una caja negra, de cuero, con una laza roja. - Pensé que cada gusto tiene un reto- sonríe, tomando el tarro superior de helado y caminando a su lado de la cama. - ¿En qué pensabas?

 

- En que mañana vas a los Hamptons a hacer el montaje y que quizás no regreses hasta el miércoles, en el peor de los casos el jueves- me dice agachando la mirada.

 

- Ven conmigo- susurro, destapando mi tarro de Ben & Jerry's de Peach Cobbler y hundiendo la cuchara en él para darle el primer bocado a mi postre comestible y masticable.

 

- No puedo, tengo reuniones con Mr. Ravitz, que asumo que ya lo sabes porque tú no lo aceptaste y me buscaron a mí- dice, agitando la caja de cuero y haciendo una expresión graciosa por no saber qué es. Deshace la laza y destapa la caja. Sonríe.

 

- No, Licenciada Rialto- balbuceo con la boca llena de helado. - Yo no he trabajado con el St. Regis desde que diseñé las alfombras del Lobby- continuo, viendo que Sophia quita el papel y descubre los Stilettos. - El St. Regis escoge con quién trabaja, no yo

 

- Wow- suspira, sacando el Ferragamo derecho y sosteniéndolo con cuidado.

 

- Tú estás lista para aplanar las calles de Manhattan con unos Stilettos de Animal Print- yo revisé la temporada de Ferragamo, y éstos no estaban. ¿Son de la próxima temporada?

 

- Serás la envidia de todas las que sepan de eso, sólo hay un par de esos en una colección de quince pares- ríe, como si fuera un chiste, porque para ella lo es, ¿cuántos pares de esos quince tiene ella? - Tenía dos pares, ahora sólo uno- dice, respondiendo a mi pregunta.

 

- No puedo aceptarlo, está nuevo- digo, volviendo. Verla mientras escarba minuciosamente en el tarro de helado, como si buscara algo en especial dentro de él.

 

- Suelo regalar cosas usadas, más cuando se trata de zapatos- ríe, levantando su ceja en esa forma sarcástica. - Los compré para tí- guiña su ojo. - Hay más, sigue buscando- dice, llevándose otra cucharada de helado a la boca.

 

- ¿Qué es?- pregunta, viendo fijamente a las cinco mil piezas del rompecabezas que tiene que armar, no por diversión, sino por deber.

 

- Un rompecabezas de cinco mil piezas- sonrío. - Se va a derretir- le digo, apuntándole al tarro de Cinnamon Buns que tiene a la par.

 

- No tiene guía- se altera, y eso me gusta, me da risa.

 

- Sólo son dos colores, no es tan difícil, lo prometo- dice, ahogando su risa en otra cucharada de Peach Cobbler.

 

A veces mi novia es excéntrica, por no decir todo el tiempo. Sacudo mi cabeza mientras guardo los Stilettos en la caja luego de haber sacado la caja de plástico en la que vienen las cinco mil malditas piezas, que son como de fibra de vidrio, un tanto transparentes, y sí, sólo negras y blancas. Coloco las cajas en la mesa de noche y tomo el tarro de helado, lo destapo y le clavo la cuchara. Emma aplaude y la música se apaga. Toma el control remoto y enciende la TV, exactamente en TNT, que al menos están dando algo interesante, "Black Swan". Me junto con Emma y poso mi cabeza sobre su hombro, estamos sentadas y ambas en silencio, comiendo de nuestra gula dulce.

 

- Gracias- me susurra Sophia y yo sólo la abrazo y le doy un beso en su cabeza mientras programo "sleep" de media hora de "Pirates of the Caribbean". No tiene nada que agradecer, porque soy yo la que le debería dar las gracias por estar conmigo pero, antes que pueda decirlo en voz alta, me doy cuenta que Sophia ya está dormida entre mi brazo y mi pecho, recostada sobre mi hombro y una almohada. Cierro mis ojos y me acuerdo que no me he desmaquillado ni me he lavado los dientes, pero no voy a despertar a Sophia porque mi situación de ser obsesivo-compulsiva con eso me esté quitando el sueño. Lo vuelvo a abrir y veo que están, como siempre, en un barco. Cierro mis ojos, imagino un pizarrón en blanco, con una tiza azul dibujo un círculo grande y, con una tiza roja, un noventa y nueve, luego lo borro sin borrar el círculo y dibujo un noventa y ocho y así sucesivamente hta que, antes de saberlo, me quedo dormida antes de las diez de la noche, un récord.

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