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El lado sexy de la Arquitectura 34

en Lésbicos

- El contrato de subcontratación exclusiva se firmará el diez de junio, eso no quiere decir que no vamos a tener proyectos independientes, porque los seguiremos teniendo, mantendremos la misma política de pago de planilla, aunque ahora tendrán un aumento significativo del cien por ciento sobre el salario inactivo mensual cada mes, además de lo que cada proyecto les deje por comisión- dijo Volterra, jugando, por estrés, con su bolígrafo. – El cambio sería interno, en el sentido de infraestructura, pues ampliaríamos el Estudio, cambiaríamos la ambientación, todo de acuerdo a las cláusulas que Trump Organization nos está pidiendo que cumplamos, así como ellos deben cumplir muchas que nosotros hemos colocado

 

- Antes de que se firme el contrato, tienen que saber que el Estudio en sí no tiene el suficiente dinero para invertir en los cambios, pues no lo podemos dejar sin un plan de apoyo, menos ahora, por lo que se necesita de inversionistas, que en este caso, tengo que preguntar, ¿alguien quisiera convertirse en inversionista aparte de los Arquitectos Volterra y Pavlovic?- preguntó Phillip, que estaba de pie, recostado con su espalda de la pared blanca y cruzado de brazos, viendo a todos los rostros incrédulos, marcados con incógnitas, que fue cuando el silencio incómodo invadió la sala. – Trump Organization demanda en el contrato que haya tres firmas legales, siendo las primeras dos la Arquitecta Pavlovic y el Arquitecto Volterra, pues cada proceso, ya sea pago, cobro, o lo que se les ocurra que tenga que ver con Trump, necesita dos firmas, al menos una principal, ¿alguien quiere, voluntariamente, hacer una inversión de doscientos cincuenta mil dólares?- preguntó de nuevo, dejándolos atónitos. – Eso pensé. Hay alguien dispuesto a invertir esa cantidad, que no está en esta sala, y que quisiera permanecer en el anonimato

 

- Eso significaría que pondríamos nuestro trabajo en las manos de un desconocido- interrumpió la Arquitecta Hayek.

 

- No- intervino Volterra. – Esta persona quiere permanecer en el anonimato por el simple hecho de que, en cinco años, vuelva a ver al menos el cincuenta por ciento del dinero que invirtió, pero no tendrá poder para decidir sobre qué proyecto hacemos o no hacemos, sólo es por la cláusula que necesitamos una tercera firma, y Emma y yo estamos dispuestos a tomar el riesgo, pero no un riesgo tan grande, por eso se le estaría dando el veinticinco por ciento nada más, que no involucra propiedad intelectual, aclaro

 

- ¿Y qué pasa con nuestros contratos?- preguntó Sophia, sabiendo que era la mejor pregunta para salir de que realmente, a Natasha, la inversionista fantasma, le importaba un bledo lo que hacían.

 

- El contrato con Trump es por cinco años, prorrogables de cinco en cinco, sus contratos quedarían renovables cada año, como ha sido siempre- dijo Phillip, en aquella postura de sabelotodo y de tener todo el control de la situación.

 

- ¿Y qué pasa si yo no quiero trabajar para Trump?- se escandalizó el Ingeniero Bellano.

 

- Lo siento, Ingeniero, las cláusulas estipulan que mantengamos tres Ingenieros por lo menos, y no puedo quedarme con usted sólo para los proyectos del Estudio, ahora es el momento de decidir si quiere quedarse o salirse- dijo Volterra, enseñándole la ubicación de la puerta.

 

- Me salgo- dijo Bellano, indignado porque el estudio se estaba sometiendo ante Trump Organization.

 

- ¿Alguien más?- preguntó Emma, viendo a todos negarse con la cabeza. – Bueno, además de ustedes, adquiriremos dos Ingenieros más que ya estaban con Trump, tres Arquitectos y un Diseñador micro-Urbano, con los que trabajaremos sólo para los proyectos que involucren a Trump, que se calculan que, en los primeros cinco años, no pasen de Mantenimiento, Restauración, Reconstrucción y no más de dos construcciones en la Tri-State Area, una es cien por ciento seguro que sea en Washington

 

- La Sociedad, ¿cómo estaría distribuida?- preguntó Pennington, sólo por curiosidad.

 

- Cincuenta por ciento Pavlovic, Veinticinco Volterra y el resto al inversionista anónimo- aclaró Phillip.

 

- ¿Qué implicaciones tiene el cambio de porcentaje?- preguntó la Arquitecta Ross.

 

- Que habría que hacer un cambio oficial en el nombre del Estudio, “Volterra-Pavlovic”, que convenientemente se reduce a las mismas iniciales, por lo que no habría problema con el dominio, y se aplicaría, como todo, a partir del comienzo del año fiscal, el primero de julio… Pero, eso no significa que la Arquitecta Pavlovic tome control sobre las decisiones administrativas internas, de eso se seguirá encargando el Arquitecto Volterra

 

- Cuestiones de experiencia- suspiró Volterra, volviendo a ver a Emma, quien repasaba cabizbaja el “Bentley” de su pluma. – Bellano, ¿seguro que quieres irte?- levantó la ceja mientras se rascaba la barba un tanto espesa, la que tanto detestaba Emma verle, que no sabía por qué se la había dejado crecer tanto. Bellano asintió. – Bien, tu contrato termina con el año fiscal, tienes veintiún días para irte

 

- ¿Alguna otra pregunta?- sonrió Phillip.

 

Dios, sí, Dios Santo, Emma tenía tantas cosas en la cabeza, que firmar el contrato, que la boda Civil, que la boda Religiosa, que los vestidos, que cada día Sophia avanzaba con el maldito rompecabezas, que Mrs. Davis había empezado a practicar Ópera a plenas cuatro de la mañana y eso atravesaba el suelo hasta su habitación, pensar en todas las reuniones en las que debía estar presente, tantos papeles que firmar, recoger los regalos de Boda para la Civil y la Religiosa, su dieta líquida por la inhabilidad, por estrés, de ingerir alimentos sólidos, sino terminaría con la cabeza hundida en el inodoro, la maldita ansiedad del hecho de no poder salir corriendo a fumar un cigarrillo, Natasha que había tomado un voto de silencio por toda la semana, por nervios, Margaret que no dejaba de llamarla para corroborar a los testigos; Emma y Julie por Natasha, Adrienne y Patrick por Phillip.

 

- Emma- susurró Phillip. - ¿Estás bien?- y Emma reaccionó, notando que la sala ya estaba vacía y sólo quedaban ellos dos.

 

- ¿Cómo lo haces?- preguntó, y Phillip se encogió de hombros al no entenderle. – Estoy estresada hasta por tu boda, y yo a ti no te veo estresado

 

- No estoy estresado porque sé que todo lo tienen bajo control, estoy emocionado…esperé casi cinco años para poder casarme con Natasha, y ahora que estoy a punto de hacerlo es como irreal

 

- Yo sé que por ti no tengo que preocuparme, pero tengo que decírtelo, más bien acordártelo- sonrió Emma, recomponiendo su espalda en aquella silla. – Si la engañas, te mueres, si la lastimas emocionalmente, te mueres, si la lastimas físicamente, te hago una vagina, le doy de comer tu masculinidad a las palomas de las escaleras del MET y luego te mueres, si no la haces feliz, no te voy a matar

 

- Te prometo que si no la hago feliz, I’ll step back, pero…te diré lo que me dijo Natasha la primera vez que le pedí que se casara conmigo: “Have a little faith in us”

 

- Tengo fe en ustedes- sonrió, pues sabía que la haría feliz, pero era su trabajo, como Dama de Honor y todo eso, acordarle las amenazas.

 

- Además, eres italiana…algún contacto con la Mafia seguramente tienes, y sé que mi cadáver no aparecería nunca y no dejarían evidencia alguna

 

- Así me gusta- rió Emma. - ¿Nos vamos?- Phillip asintió.

 

Era jueves, lo que significaba que dos días para la boda Civil, uno para la supuesta despedida de soltera de Natasha, quien estaba estresada, tanto que había decidido tomar un voto de silencio hasta las once de la mañana del viernes, día en el que sería el brunch, la misma mujer que ese día en la mañana le había llamado a Emma para hacerle saber de su crisis existencial de tipo de: ¿Y qué pasa si todo sale mal? ¿Qué de todo puede salir mal? ¿Y si en vez del Donna Karan me compro el Versace azul? ¿Crees que se me vería mejor? ¿Debería llamar a ‘mini-me’ para asegurarme que todos los invitados tienen reservaciones en los Hamptons? ¿El florista? ¿Cómo controlaré la marea? Esa crisis de nervios que a Emma ya la tenía un tanto desesperada, al punto de decirle a Natasha que no se preocupara, que su “mini-me”, o sea la encargada del evento, que tenía la suficiente experiencia para multiplicarse una vez por cada invitado; doscientas treinta y seis veces, que todo lo tenía jodidamente bajo control. Habían ido, sin Sophia, por cuestiones de trabajo, a William Fioravanti, a que Phillip se midiera por última vez sus dos atuendos, el que usaría en cada Boda. El de la boda Civil era azul marino; pantalón y chaqueta, un poco ajustado de la pierna, camisa hecha a la medida igual que todo lo demás, blanca a rayas rosadas pálidas y muy finas y corbata que habían logrado hacer con la ayuda de la mafiosa de Emma, que le había pedido a Donna que le diera lo que había sobrado de cuando había ajustado el vestido de Natasha, de los tobillos a la rodilla, haciendo así la corbata que complementaría el vestido, otra razón para no cambiar el vestido de Natasha.

 

- Me has dejado sin palabras, Felipe- suspiró Emma al ver que Phillip se deslizaba en su saco de solapa redonda y terminaba por darle los últimos ajustes al corbatín blanco.

 

- Pues, imagíname recién bañado, bien peinado y sonriendo por Natasha- rió, arreglándose las mangas. – El vestido…- murmuró.

 

- No te preocupes- le guiñó el ojo, acercándose a él y repasando las solapas de su saco, y los botones de su chaleco. – Bonito detalle que lo hagas en blanco- sonrió, dándole unas palmadas cariñosas en el pecho.

 

- Sólo me faltan las mancuernillas

 

- Tampoco te preocupes por eso, están muy bien

 

- Emma… ¿puedo preguntarte algo?

 

- ¿De negocios, de Sophia, de Natasha?

 

- No estoy seguro

 

- Pues, adelante

 

- ¿Ya compraste el anillo de Sophia?- cerró sus ojos, esperando un golpe por entrometido.

 

- No, todavía no, tengo problemas para encontrarlo

 

- ¿Por qué?- se quitó su chaqueta con ayuda para que se la guardaran en la funda.

 

- Porque…- se quedó pensativa un segundo mientras veía a Phillip quitarse la camisa y el pantalón para luego meterse en su ropa de trabajo. – Porque es un poco difícil…no puedo darle uno como el que tú le diste a Natasha

 

- La primera vez que se lo pedí, le di una banda, no tenía ningún diamante enorme como el de ahora…y no creo que me pusiera en espera porque el anillo estaba mal

 

- No es por eso

 

- O sea, es porque no puedes darle un anillo como el que le acabo de dar a Natasha, sino le lloverán preguntas, de quien sea, sobre “¿Quién es el novio?”, más en la oficina, ¿o me equivoco?

 

- Si, es por eso…

 

- Y seguramente quieres el anillo perfecto, así como yo lo quería- Emma asintió. – Y estás indecisa porque Sophia no usa anillos, ¿verdad?- volvió a asentir. – ¿A ti te gustan los anillos?

 

- No, en realidad sólo uso el de mi mamá por el valor sentimental, a la larga te acostumbras, supongo

 

- He ahí la respuesta, quizás a Sophia no le gusten así como a ti, pero el valor sentimental te hace querer usarlo…y ya, demasiado sentimentalismo

 

- Tienes razón…- volvió a ver su reloj, casi las seis de la tarde.

 

- A la vuelta de la esquina está Winston y Tiffany- sugirió, metiéndose la camisa dentro del pantalón.

 

- Está bien, pero sólo vamos a ver

 

- Sí, sólo a ver.

 

Y el “sólo a ver” se convirtió en una llamada al banco para autorizar una compra en Tiffany, la compra inmediata de una anillo de platino, con un diamante amarillo de dos punto treinta y un quilates, adornado con diamantes blancos y redondos que le daban tal parecido que no era un anillo de compromiso. Phillip y Emma se despidieron, de beso y abrazo, Emma considerando un rompecabezas ya casi terminado, pero a quién intentaba engañar, si Sophia apenas y llevaba los contornos y los iba rellenando lentamente hacia adentro, hacia el centro, pero Emma ya iba contenta, pues, además, sabía que si Sophia aceptaba, ese anillo pasaría a colgarle del cuello de una cadena que, cuando Phillip se había subido al Taxi para regresar al Financial District, en donde ya había empezado a empacar sus cosas para mandarlas a su nuevo apartamento, Emma había comprado en Tiffany también pero luego de eso; nada muy osado y que escondería delicadamente en la caja fuerte, cosa que Sophia no tenía idea que existía en ese apartamento, pequeño detalle que a Emma se le había olvidado mencionar. No era como que mantuviera tres lingotes de oro y múltiples pasaportes por ser agente de la CIA, no, Emma no compraba oro, y todos sus documentos legales, que todo tenía tres copias, estaban en poder de su mamá en Roma, otra copia la mantenía Romeo, el papá de Natasha, y, la última copia, en una caja de depósito en el CitiBank. Emma subió al apartamento y, corroborando antes que Sophia no estuviera, se dirigió a la habitación del piano y, quitando su colección de Harry Potter, presionó un panel que se deslizó, con su ayuda, hacia arriba, justo para que colocara su pulgar y digitara el código: 4-7-3-2-4-9 y, sonriéndole a la caja por un par de segundos, la colocó entre sus pasaportes y los paquetes a los que llamaba “Plan B”, lo suficiente para “por cualquier cosa”.

 

- Hola- emergió Sophia en la habitación mientras Emma terminaba de cerrar la caja fuerte.

 

- Hola, mi amor- le sonrió poniendo las palmas de sus manos en el panel y lo deslizó hacia abajo. - ¿Todo bien con la reunión?

 

- Si, todo bien…no sabía que tuvieras una caja fuerte aquí

 

- ¿Necesitas guardar algo?- y casi se pega por haber expuesto a la caja de Tiffany.

 

- No…Emma…

 

- Dime- murmuró, colocando de nuevo los siete libros de Harry Potter en su lugar.

 

- Llamaron del banco a tu oficina…

 

- Sí, ya hablé con ellos- sonrió, notando a Sophia dejarse caer en el sofá e inclinándose hacia su rompecabezas.

 

- ¿Qué compraste?- rió, dejando caer sus YSL sobre el suelo de madera.

 

- El regalo para Phillip- improvisó, pues realmente eso lo tenía desde hace mucho.

 

- ¿Cuánto te debo?

 

- Lo arreglaremos luego, lo prometo- sonrió, tomando su cabello y fijándolo en un moño con una banda elástica negra. - ¿Pedimos Thai?- Sophia asintió. - ¿Lo pides tú?

 

- Sólo si me dejas pagar

 

- Pide para Natasha también, no tarda en venir- suspiró, viéndole la mano izquierda a Sophia, su dedo anular que estaría adornado por aquel reluciente diamante, mientras llamaba a aquel restaurante de comida rápida thai.

 

Emma se dirigió a su clóset, desvistiéndose en el camino, que no era muy largo, sacándose la camisa así como se sacudía el estrés, más porque al día siguiente no iría a trabajar, y sólo mandarían a alguien para que firmara unos papeles, papeles con fecha del diez de junio, que no era delito, pero era hacerlo rápido. Sophia había pedido tres órdenes de Red Curry Beef, una de Stir-fried Ginger Pork, y tres órdenes de steamed rice, nada fuera de lo común, lo que siempre comían, más fuera de la caja, que nunca se explicaban cómo no se salía la salsa de cada cartón.  Se quedó pensando en lo de la caja fuerte, imaginándose una glock diecisiete, dos repuestos, los lingotes de oro, más después de ver sus movimientos financieros, probablemente el Rolex que le había visto en una fotografía, la llave de otra caja fuerte escondida, y no, demasiada imaginación, que le causó una risa boba que hasta la llevó a las lágrimas. “¿Un regalo de Tiffany para Phillip? ¿Por qué no sólo me dice que no pudo resistirse y se compró algo tan caro como para que el banco llamara para corroborar el cobro?”.

 

- Hola, familia- llamó Natasha al entrar al apartamento, halando el carro de Lobby hacia el interior del apartamento con ayuda de Hugh.

 

- Pasa adelante- gritó Emma desde el clóset mientras Sophia salía a su recibimiento.

 

- Hola, amor- sonrió, dándole un beso a Natasha en cada mejilla.

 

- Te ves mal, Pia- rió Natasha, señalándole a Hugh dónde colocar las cosas en la habitación de huéspedes.

 

- Ni me lo digas, día abrumador- suspiró, sintiendo los brazos de Emma abrazarla por la cintura.

 

- Bombardeo de información- interrumpió Emma, viendo a Hugh armar un perchero especial para los vestidos de la novia.

 

- ¿Recogiste el anillo en Tiffany?- preguntó Natasha, sabiendo justamente qué hacer y qué decir ante el chisme de Phillip.

 

- ¿El anillo de quién?- preguntó Sophia al sentir que Emma asentía sobre su hombro.

 

- El de Phillip- rió Natasha. - ¿El de quién más?

 

- No sé- se encogió de hombros Sophia, pensando en lo raro que eso le parecía. – Creí que el anillo era Winston

 

- El mío sí, el de Phillip es hecho a la medida y a su gusto en Tiffany, son los únicos que ofrecen ese servicio, con sanación y brillo sin costo adicional

 

- Quién te entiende- rió Emma. – Pagas ocho mil dólares por el anillo de Phillip  pero te rehúsas a pagar mil más por la sanación y brillo

 

- Espera- interrumpió Sophia. - ¿Llamaron del banco por ocho mil dólares?

 

- Llaman por arriba de cinco mil si tú no notificas antes- sonrió Emma, dándose cuenta de lo incómodo que aquello debió haber sido para Hugh, quien escuchaba esas exuberantes cantidades de dinero como si fueran de una cifra, como si se tratara de una Big Mac.

 

- En mi defensa, diré que ocho mil fue el último pago, que luego te lo repondré- sonrió Natasha ante el gesto de Emma de “no te preocupes, sólo deja la conversación que me incomoda”. – Hugh, usted es un pan de Dios, gracias- se volvió hacia Hugh, alcanzándole un billete. – Llévele algo de comer a la familia y lo veo mañana a las diez y media- y se le lanzó en un abrazo que rompía toda barrera entre empleado y empleador. – Buenas noches- sonrió mientras aquel hombre salía por la puerta.

 

- Buenas noches, Miss Roberts. Recuerde que estoy cerca, si necesita algo, no dude en llamarme, por favor- sonrió aquel hombre, siempre en traje formal, de camisa blanca y corbata negra, pero sin quepis.

 

- ¡Argh!- gruñó Natasha al cerrar la puerta del apartamento. – I’m gonna fuck his brains out!- gruñó de nuevo.

 

- ¿A quién? ¿A Hugh?- rió Sophia, sabiendo que era lo que la lógica indicaba en ese momento.

 

- A Phillip, por supuesto- murmuró entre una sonrisa mientras se aflojaba el moño y dejaba que su liso y suave cabello cayera sobre sus hombros. – Bueno, hago la noticia pública- dijo, llamando la atención mientras se quitaba sus zapatillas Blahnik de patrón de leopardo. – Peso ciento trece libras, tres libras menos de lo que tendría que pesar, y una pulgada menos de lo que debería tener…

 

- ¿Esa dieta de silencio, té de apio y pepino y sandía te ha dado resultados?- rió Emma, dirigiéndose a la cocina para sacar un vaso alto y ponerle hielo hasta la mitad del vaso.

 

- Eso y mi entrenador personal que me hace sudar dos horas diarias, cinco días a la semana

 

- ¿Qué clase de crueldad te hace?- Emma sacó una botella de Grey Goose del congelador y una botella de Pellegrino.

 

- Me hace sudar en cinco minutos- murmuró. – Sírvenos a Pia y a mí, no seas egoísta

 

- Eres una dramática, Nate…no creo que sudes tan rápido- dijo Emma, alcanzando dos vasos más y llenándolos de hielo.

 

- Ven conmigo mañana a las cuatro de la mañana y desearás no haber nacido

 

- Suena a apuesta- sonrió Sophia, jugando con aquellas hebras delicadas en el ego de Emma.

 

- Te partiré el culo- rió Emma. – No sabes de lo que soy capaz

 

- A la que le pese más la ropa entonces

 

Y así se cerró la apuesta, Natasha segura de que Emma no aguantaría ni quince minutos antes de pedir el primer descanso para tomarse el primer litro de agua, Emma segura que le patearía el trasero a su mejor amiga, así como en aquellos viejos tiempos de Esgrima, que Natasha le ganaba una de cada diez peleas, todo porque Emma era más ágil, por lo mismo de ser más delgada, pero era más estable sobre sus piernas por cómo se colocaba de pie. Pero tal vez las dos tendrían razón y sus egos, que eran quizás del mismo tamaño, se inflarían o se desinflarían en un cincuenta por ciento. La noche fue divertida, pues, ¿con Vodka quién no se divertía? Y después de aquella comida, que la comieron directamente de las cajas, dos botellas de Grey Goose después, y una tercera mientras veían la peor de las películas de Batman, “Batman & Robin”, de la cual se mofaban con descaro, sobre el Batman homosexualizado que había intentado interpretar George Clooney, un fiasco artístico, y Uma Thurman, otro fiasco, por aparte, pero en conjunto, cuando lo único bueno de la película era George Clooney y Chris O’Donnell, para Natasha, y Alicia Silverstone para Emma y Sophia, quienes admitían que aquella rubia estaba en su apogeo estético en pleno mil novecientos noventa y siete, pero en sí, la película, era un desastre. Sophia, todavía en su ropa de trabajo, sólo con su vestido amarillo brillante Michael Kors, se había quedado dormida al lado de Emma mientras veían aquella aburrida y horrible película, o al menos eso parecía, pues estaba intentando dormir, se esforzaba tanto que, cuando ya estaba por caer, se le escapaba de las manos.

 

- Bellano se fue- suspiró Emma hundiendo sus dedos entre el cabello de Natasha, quien posaba su cabeza sobre su regazo mientras Emma permanecía sentada.

 

- Yo también- murmuró Natasha, odiando la escena de cuando Uma Thurman emerge del suelo.

 

- No, digo, renunció

 

- Yo también, renuncié ahora- se irguió, pues sabía que era la plática que Emma y ella debían tener.

 

- ¿Qué? ¿Por qué?

 

- ¿Te acuerdas en el proyecto en el que estaba trabajando?- Emma asintió con cierto aire de duda, pues Natasha nunca le había explicado realmente en lo que consistía dicho proyecto. – Creo que apunté demasiado alto con ese proyecto…intentaba optimizar las horas de trabajo, en efectividad y en calidad, al, según yo, lograr un balance entre la vida cotidiana y la vida laboral, cosas de respetar, dentro de lo que cabía, las dos vidas que cada persona civil tiene en esta ciudad- Emma emitió su típico “mjm”, que significaba atención al cien por ciento. – Y era básicamente de tratar los temas del “Burn-Out”, para prevenir la inefectividad, y del “Bored-Out”, para prevenir el decaimiento de calidad…y suena como lo más cliché de Recursos Humanos, que se da por sentado que eso hacemos, pero no sé por qué todo fue raro desde el principio

 

- ¿Por qué? Digo, nunca me dijiste que hubieras tenido problemas

 

- Mandaron a una consultora para que me ayudara con el proyecto, ella se enfocaba en diversidad e inclusión y yo en ergonomización e implementación, y para eso nos dieron suficiente dinero y suficientes recursos, todo para hacer desde una simple charla operativa hasta un taller o un seminario, haciéndolo de tal manera que pudieran vender el servicio a través de Lifetime, porque tú sabes que todo tiene que ver con dinero, hasta pensaban en patentar el programa

 

- Hasta ahora suena “maravilloso”, Nate… pero, ¿qué fue exactamente lo que salió mal?

 

- Ayer por la mañana tuvimos la presentación, estábamos los productores ejecutivos, los representantes y asesores legales, los creadores y el equipo de administración financiera…y yo iba preparada para aventarles la bomba desde el punto de vista del “por qué” y del “porque”, en lo que beneficiaría al equipo, al programa y a Lifetime, pero llegamos y dicen que quieren que Kristin, la consultora, dé la presentación, para que sea más ajena y neutral al programa

 

- Oh…déjame adivinar, ¿te lo llevó abajo?- murmuró, tomándola de la mano.

 

- Habló cuarenta y cinco minutos sobre el proyecto, she was so full of shit, cantidades extremas de mierda fue lo que habló, tanta mierda que al final creo que ni ella se entendió y no logró que los ahí presentes no sólo no entendieran, sino que no comprendieran el proyecto…y, lo peor de todo, es que yo creo que ni se dio cuenta que lo estaba explicando como…demasiado esotéricamente- suspiró, intentando no enojarse de nuevo. – Al final de la presentación, como no habían entendido, casi que sólo hicieron las preguntas que se hacen por educación, pero no dieron ningún input, mucho menos un feedback, sólo se fueron…y, bueno, como eso fue al final del día, me fui a meter a la cama en la inmensa frustración y puse mi teléfono en silencio, para que, cuando me despertara, tuviera cincuenta y nueve e-mails de críticas hardcore y feedback que gritaban “su proyecto es una mierda insalvable”, el representante de fondos administrativos para optimizaciones me dijo, literalmente, que estaba decepcionado

 

- Nate, lo siento mucho, de verdad- Emma realmente podía sentir su frustración en la forma en cómo hablaba, era como si una niña de diez años se estuviera excusando de algo que no había hecho pero aún así había tomado la culpa. – Pero no es motivo suficiente para que renuncies

 

- Espera, que no termina aquí, ahora fue un día muy largo…- se aclaró la garganta suavemente para no despertar a una ya casi dormida Sophia. – A la consultora se la comieron viva- sonrió, pues era lo único que la hacía sentir mejor, que sabía que estaba mal, pero no podía negarlo. – Aquí se viene lo peor, dos puntos: para la noche, el CFO y CEO de Lifetime ya sabían que la presentación había estado mal, y que era “lo mismo de siempre pero más caro”, pues nadie tuvo la decencia, de los de administración, de decirme que Lifetime nos estaba auspiciando con veinticinco mil dólares para sacar adelante el proyecto, luego, llego a la oficina, con piernas hechas una gelatina, y me encerraron en la oficina con el CFO y CEO no sólo de Project, sino del canal también, y estuvimos reunidos desde las siete y media hasta las dos de la tarde, y realmente despidieron a la consultora

 

- ¿Cómo se van a meter los jefes del canal y del programa de una vez?- preguntó Emma, sabiendo que había algo ahí que no encajaba del todo.

 

- Funny that you ask… resulta que los e-mails que me mandaban los de Lifetime iban con copia escondida a los de Project y viceversa- rió, como si realmente fuera gracioso, porque no lo era, y le enojaba. – Y como esos proyectos son concebidos con apellido, quedamos “Roberts & Gage” como esotéricas, por culpa de la consultora

 

- Pero la despidieron a ella, no a ti, Nate…no puedes dejar que un momento de ira te haga hacer cosas así de extremas- intentó darle terapia, pero no podía.

 

- Invertí cuatro meses de mi vida en ese proyecto, para que en cuarenta y cinco minutos, en una presentación esotérica, haya sido tachada como una mierda…y ahora mi imagen en Recursos Humanos es débil, perdí credibilidad y autoridad porque el proyecto quedará ahí, como muchos otros de otras áreas, no le darán seguimiento sin realmente saber de qué se trata, dime, Em, ¿cómo se puede acabar lo que les doy en cuarenta y cinco minutos que ni siquiera los pregoné yo? ¿Por qué cuando todo está bien, todo es elogios y adoraciones y aplausos y cuando una cosita no sale bien, me odian?- sus ojos se aguaron de frustración, de real frustración y desmoralización. 

 

- Eso suele suceder cuando todo lo haces bien, cada vez esperan más de ti y tú simplemente llenas su expectativas cada vez más, cada vez más alocadas, y llega un momento en el que esperan un milagro, y tú no eres Dios…es como en el futbol, Nate, la Roma lleva invicto, ganando por tres goles sobre sus contrincantes, pierde contra la Juve, el mejor equipo de la Serie A, y hay unos “fanáticos fieles” que odian al equipo, al entrenador, al árbitro…y hay otros, Nate, que lloran pero que siguen siendo fieles y siguen apoyando- murmuró, con aquel tono comprensivo maternal que sólo sabía sacar cuando había alguien cercano en angustia, miseria, desgracia, pena y/o dolor. - ¿Qué tipo de fanático eres tú? ¿El que da la espalda o el que se mantiene?

 

- Amo lo que hago, podría hacerlo de por vida, me parece más interesante que correr un perfil o analizar comportamientos, eso es mi hobby, no mi profesión…pero no quiero estar rodeada de gente así, gente que no cree en mí, que cuando rogué por una audiencia, porque así le llaman, todos se negaron…es como si hubieran estado esperando este error para quitarme del camino

 

- Error tuyo o no, un error es algo de lo que puedes aprender, y si el argumento de tu renuncia yace en que no quieres gente así alrededor tuyo, te lo valgo, pero si es por baja autoestima laboral, no, ¿qué es?- sonrió, trayendo a Natasha con sus brazos para abrazarla contra su pecho, para consolarla.

 

- Ambas cosas, gente así no me hace sentir bien, porque tú sabes que no me van a “perdonar”

 

- Pues, como mi socia, y ahora casi recién casada y que no huirás de luna de miel hasta agosto, sabes que puedes venir al Estudio cuando quieras, más ahora que comenzaré a reacomodar “Bloom”- sonrió, volviendo a acariciar su cabeza con sus dedos entre su cabello.

 

- Creo que te tomaré la palabra a partir del lunes- sonrió, olvidando el trago amargo de su renuncia.

 

- ¿Phillip ya lo sabe?

 

- Si, lo llamé al salir, después meter mis cosas en la típica caja de las películas, ¿sabes que esas cajas si existen?- rió, viendo que Batman y sus secuaces ya estaban en la cúpula rara con Mr. Freeze, o sea, Arnold Schwarzenegger.

 

- Lo sé, amor…lo sé…oye, quiero enseñarte algo- susurró, poniéndose de pie y alcanzándole la mano. Natasha le tomó la mano y la siguió hasta la habitación del piano, en donde Emma volvió a quitar los libros y volvió a abrir la caja fuerte. – Sé honesta- susurró, alcanzando la caja celeste, abriéndola para luego volcarla sobre la palma de su mano y revelar una cajita de gamuza negra.

 

- ¿Es lo que creo que es?- susurró Natasha de regreso, tomando la cajita entre sus manos. Emma se encogió de hombros y Natasha, sin quitarle la mirada a la de Emma, abrió la cajita y volvió a ver hacia el interior. – Holy. Shit- exhaló pausadamente, tomando el borde inferior de su camiseta con sus dedos pulgar e índice derechos y tomó el anillo, para no ensuciarlo, pues estaba recién pulido y brillaba con grandeza, tanto la banda de platino como los diamantes transparentes, pero no superaban al diamante amarillo, que era un tanto conocido ya, pero seguía siendo especial. – Qué bueno que el Grey Goose no es tan mortal, porque con Absolut no me acordaría para mañana…- sonrió, volviéndolo a enterrar entre las almohadillas que lo sostenían con tanta paciencia. – Está perfecto- murmuró, escuchando el sonido seco del cierre de los bordes de gamuza mientras sus ojos se aguaban de nuevo.

 

- ¿Por qué lloras?- murmuró Emma, encajando la cajita celesta en la negra para guardarla.

 

- Estoy emocionada, por ti, por Sophia, por mí, por Phillip…estoy emocionada nada más- sonrió, batallando inhalatoriamente con su congestión nasal.

 

- Oh- se conmovió la Arquitecta. – Ven, vamos a dormir, que mañana te patearé el trasero- rió, cerrando la caja fuerte.

 

- Te despertaré a las tres y media- sonrió Natasha, limpiándose sus emocionales lágrimas, dándose cuenta que ya las dosis de progesterona habían decidido subir y quedarse en ese nivel.

 

- ¿No pensarás dormir sola, o si?- murmuró, abrazándola fuertemente sobre su hombro, con una sonrisa por la aprobación.

 

Y no, Emma no dejó que Natasha durmiera sola, pero ella tampoco dormiría sin Sophia, por lo que terminaron las tres en la cama de Emma, ella al centro por supuesto, abrazando a una ya muerta Sophia, abrazándola sobre su vestido de encaje, inhalando aquella fragancia que sólo a ella le podía quedar bien, más cuando dejaba su cuello al descubierto, como aquella noche, pues se había dormido con su moño muy bien hecho, improvisado pero con estilo, que Emma no quiso deshacer por no despertarla. Fue la noche, desde hacía una semana, que Natasha logró dormir bien, sin despertarse entre la ansiedad de la Boda, de las Bodas, sin la ansiedad que la hacía llorar descontroladamente, sintió protección y calor, que no había sentido desde que había dejado de dormir con Phillip para los días de su sangrienta incapacidad mensual, parte por la incapacidad femenina y parte por el estrés del ahora fallido proyecto. Quizás, después de todo, renunciar había sido lo mejor, acercarse a Emma nuevamente porque Emma, a diferencia de Natasha, era prácticamente dueña de su trabajo, era literalmente dueña del Estudio y podía hacer lo que se le antojaba, además, era socia de Emma, que no tenía ningún valor más que en papel, pues financieramente no lo era, y nadie iba a saber, sólo Phillip y Sophia. Quizás podía aprender algo de lo que Emma hacía, algo más, porque ya había aprendido del proceso cuando Emma ambientó su apartamento de Kips Bay, apartamento que estaba ya vacío y pintado de blanco, listo para que Romeo, su papá, lo volviera a rentar, así como antes de que Natasha viviera ahí. Sophia, por el otro lado, se había empezado a obsesionar con el rompecabezas, hasta soñaba una estrategia para armarlo más rápido, pues todavía sólo veía negro en él, y apenas había podido rellenar las esquinas, con Emma que se rehusaba a ayudarle, y con injusta razón que Sophia no entendía, hasta soñó con el enojo fugaz que tuvo al ver que Emma había enmarcado el afiche de Uncle Sam y lo había colgado en el pasillo, sacando de coherencia toda la decoración del apartamento.

 

- ¿De verdad crees que con tus zapatitos Stella McCartney vas a poder hacer algo?- bromeó Natasha mientras se colocaba sus Asics GEL-Sustain con sus pies descalzos y Emma enfundaba sus perfectos pedicurados pies en unos calcetines negros al tobillo para luego meterse en sus siempre amarradas zapatillas Adidas.

 

- Con lo que aquí lugar de tortura parece, igual te patearé el trasero- rió, sacando dos botellas con agua, y abrió una para verterle potasio saborizado, porque sabía que lo necesitaría en aquel lugar que parecía cámara de tortura de la Segunda Guerra Mundial.

 

- Miss Roberts- se acercó Henri, el francés que estaba al mando de aquella sala de tortura. – Veo que trae compañía- guiñó su ojo a Emma, viéndole las manos para ver si era casada y no, no lo era. – Mucho gusto, Henri Martin, el entrenador- le alcanzó la mano.

 

- Emma- sonrió, tomándole la mano, que hizo lo que más detestaba, pues se la besó en vez de estrechársela; odiaba la saliva ajena, la que no fuera de Sophia o Natasha, a veces la de Phillip no le importaba.

 

- A memorizar, Señoritas- sonrió entre sus cejas depiladas y su no-natural rubia cabellera. – Cien abdominales al aire, cien ganchos, cien sentadillas frontales, cien laterales, veinticinco patadas izquierdas, veinticinco derechas, veinticinco upper-cuts izquierdos y veinticinco derechos, media hora de trote y diez minutos corriendo en la banda sin fin, cinco minutos en la máquina de remo en nivel tres y, por último, cien pechadas, ¿entendido?- Emma no entendió de abdominales al aire y de ganchos, del resto sí, ya le era familiar. Natasha asintió.

 

- La que termine de último, ¿qué pierde?- murmuró Emma, viendo las abdominales al aire que Garçon, perdón, Henri, demostraba para otra mujer.

 

- Trust me, baby, lo único que vas a desear es vomitar o resignarte, no ha habido ni una vez en el mes que tengo de venir que haya logrado terminar el circuito- sonrió, recogiendo su cabello en un moño tenso mientras veía a Emma ponerse los guantes que había comprado en la tienda local.

 

- Ahora verás cómo lo termino, amor- y le lanzó un beso al aire, un beso cínico y juguetón mientras tomaba dos pesas de diez libras en cada mano.

 

Ambas tenían una estrategia distinta, Natasha haría veinticinco de cada ejercicio, dejando por último el remo y la banda sin fin, claro, las pechadas iban, por ley de Henri, por último, Emma no, haría los cien de cada uno. Y empezaron, para que, quince minutos después, Emma ya estaba por la mitad de las cien sentadillas laterales habiendo hecho las frontales, y Natasha apenas estuviera en la bolsa de boxeo, ambas sudando de igual forma, Emma todavía no jadeando, Natasha sí, pero a Emma ya le dolían los brazos, pero nunca cedería, ni por orgullo ni por competitividad. Emma se movió a la bolsa de boxeo luego de haberse tomado la cuarta parte de agua y la cuarta parte de solución de Potasio, siendo impulsada por su música para hacer ejercicio, lista musical que casi nunca utilizaba, y nada mejor que “Rattle” de Bingo Players para llenarla de más adrenalina. Natasha ya iba por la mitad de todo. Cuarenta y cinco minutos desde el comienzo y las gotas de sudor corrían por la frente de Emma al ir por la veinteava abdominal sobre el aire, que sólo se impulsaba con sus pies, detenidos en una armazón de esponja y metal, y que tenía que, al bajar, tocar el suelo con sus manos, haciendo un arco total. Natasha terminaba las sentadillas. Emma pasaba a los ganchos, que no eran nada más que una barra a dos metros y diez centímetros sobre la superficie, a colgarse de ella y a impulsarse para que los pies, simultáneamente, subieran a la altura de la barra. Natasha un breve descanso y una barra de granola, medio litro de agua y de regreso a terminar las abdominales, mientras Emma ya se movía a la máquina de remo.

 

- Por el coño de Atenea- jadeó Natasha al llegar a la máquina de remo que estaba al lado de la de Emma. – Estoy muerta ya

 

- No me diga nada que quiero llorar- rió, impulsándose con sus brazos y sus piernas, viendo su cronómetro para darse cuenta que le faltaban dos minutos todavía.

 

- Ríndete ya- rió Natasha notando que Emma si se cansaba, que era mortal, y se ahogó en una risa personal.

 

- Nunca…- jadeó, inhalando su congestión nasal, deteniendo la máquina para limpiar su rostro con la manga de su camisa.

 

- El orgullo nos va a matar

 

- ¿Qué perderemos?- preguntó Emma, escuchando que Natasha alcanzaba a escuchar su placer pecaminoso: Nicki Minaj y su “Pound The Alarm”.

 

- La que pierda paga el masaje- jadeó Natasha, sintiendo sus brazos ya demasiado débiles.

 

- Hecho

 

- Mierda, ¿ahora es el brunch?

 

- Mierda…- rió Emma, sabiendo que eso no iba a ser nada bueno. – Mañana, menos mal que es en TOMS, porque Stilettos ni que me paguen me pondría

 

- Mierda, mañana me caso- la histeria de Natasha le dio fuerzas. – Ojalá y ese vestido no me quede flojo

 

- Joder contigo, que muy gorda primero y luego que muy flaca- suspiró Emma, haciendo esfuerzo para mantener el cronómetro corriendo pues, de detenerse, el desgraciado se detenía también. – Acuérdame de no rebajar para mi boda

 

- Tú no tienes que rebajar, siempre pesas lo mismo, así comas un cerdo entero o no, pesas ciento quince, yo tengo que luchar con mi sobrepeso- gruñó, intentando empujar y halar al mismo tiempo para hacer que el cronómetro no se detuviera.

 

- Sigo siendo talla cuatro, como tú- rió, notando ya sólo veintitrés segundos, que tiró con más ganas.

 

- Sophia entonces, ella es talla dos y nunca engorda

 

- Sophia así es, así es su constitución física, tú eres delgada también, no te quejes- pujó, dándole a los últimos diez segundos de la máquina del demonio, sintiendo sudor correrle por donde nunca antes le había. – Además, Sophia tiene una cara muy joven todavía, nosotras ya vamos, con gracia, hacia los treinta físicamente

 

-  Pues, si quieres saber cómo será tu novia en treinta años o más, tienes a Camilla, a tu suegra, que son idénticas- pujó, viendo a Emma detenerse con una sonrisa y limpiándose el rostro con su camisa, dejando al desnudo su abdomen.

 

- Oye…eso es cruel- rió entre sus respiraciones cortadas. – No quería imaginarme con mi suegra en la cama

 

- Ay, Emma- se detuvo. – Esa es tu culpa…además, quizás los genes paternos le peguen violentamente a medida que envejezca

 

- Genes paternos…- murmuró para sí misma.

 

- ¿En qué piensa, Arqui?

 

-¿Aparte de que esto puede irse al carajo?- dijo, rodeando la sala de la tortura con su dedo. – En que Sophia es igual a Camilla, es la copia exacta, claro, más delgada y más joven nada más

 

- Tiene que tener algo del papá, Emma, es imposible que sea tan igual…

 

- Tú misma lo dijiste, Nate, es “idéntica”- rió, poniéndose de pie y agachándose con su espalda, viendo sus piernas bañadas en sudor, para recoger su botella de agua con Potasio, que la bebió hasta el fondo.

 

- Yo no he visto al papá de Sophia- dijo, reanudando su marcha.

 

- Yo tampoco- interrumpió Emma la idea de la Psicóloga.

 

- ¿Ni en una fotografía?

 

- Ni en una fotografía, Nate, sólo lo ha mencionado un par de veces, pero de fotografías, videos o material audiovisual, cero, niente…bueno, si había una fotografía, cuando busqué su nombre en la página web del PASOK…pero no me acuerdo de su cara, aparte, era una fotografía muy, muy, muy vieja, casi antigua…

 

- Entonces algo de carácter tiene que tener, ¿no?

 

- Si de carácter se tratara, te diría estúpidamente que es hija de Volterra entonces- rió Emma a carcajadas, siendo atacada por una tos inestable.

 

- Tienes razón, “estúpidamente”- remarcó entre pujidos de esfuerzo extremo.

 

- A Talos es como que nunca lo haya visto, y, si no supiera que es hija de él, te juro que encontraría hasta la más mínima semejanza entre Sophia y Volterra

 

- ¿Como cuáles?

 

- Está bien, no tengo similitudes físicas, y no conozco tanto a Volterra como para hacerle un análisis psicológico, esa eres tú…pero tiene esos ademanes que me exasperan a veces, en Volterra, porque en Sophia no

 

- Si te das cuenta que tu teoría no tiene base ni argumento, y que tu conjetura, la que según tú sostiene paupérrimamente tu teoría, es que tienen los mismos ademanes, ¿verdad?

 

- Sí, lo sé, por eso no he hecho la declaración…

 

- Además, Sophia te diría si Volterra fuera su papá- Emma asintió con duda, que terminó en un tambaleo de cabeza de inseguridad total. – Así como te dijo que él no era su tío, sino que era amigo de su mamá… ¿no crees que te hubiera dicho “soy su hija”?- rió, volviendo a ver el cronómetro y alegrándose por los cuarenta y un segundos que faltaban.

 

- Pero me dijo que Volterra y Camilla habían sido novios, desde el colegio hasta casi por graduarse de la universidad, porque Camilla no terminó la universidad y se casó con Talos

 

- Eso no te da la suficiente base para hacer such a statement, Em- sonrió, concentrándose en su agitada respiración y en cómo Emma ya había normalizado la suya.

 

- Pero cuando se casó con Talos ya estaba embarazada- sonrió, con aquel “mhm” afroamericano, haciendo un movimiento circular con su cuello y echando su mano hacia atrás.

 

- Ten cuidado, vas a terminar por decirle “suegro” a Volterra- rió, deteniendo la máquina justo un segundo después de marcar los cinco minutos.

 

- Pregunta- dijo, alcanzándole la botella de agua a Natasha. – Si yo le voy a proponer a Sophia que se case conmigo, ¿debería pedirle permiso a su mamá primero?

 

- Es una pregunta engañosa, con millones de respuestas más engañosas todavía…- dio un trago que parecieron mil. – Si eres como Phillip, que siempre respetó las reglas que le puse y que buscaba mantener a mis papás contentos, le pedirías permiso…

 

- ¿Pero?- sonrió, alcanzándole la mano a Natasha para ayudarla a ponerse de pie.

 

- Pero es el Siglo XXI- pujó, impulsándose con sus pies y tirando del brazo cansado de Emma para ponerse de pie. – Y tu relación no comenzó precisamente con un cortejo sacado de un libro de Jane Austen, ni siquiera de la época de tus papás, podrías informarle a Camilla en ese caso, o que Sophia le endulce la noticia y ya, o simplemente no le dices y se casan en secreto…o le pides permiso- rió, caminando hacia las bandas sin fin, siguiendo a Emma.

 

- No puedo casarme en secreto, al menos no tan en secreto…Sophia le contaría a Volterra, el Mister puede llegar a ser un dolor en el culo cuando persuade, y Camilla se daría cuenta…es más, yo no sé si decirle a mi mamá de mis planes o no…seguro se muere- suspiró, encendiendo la banda y empezando, con un salto, a trotar suavemente, siendo imitada por Natasha.

 

- Tu mamá es una persona que me costó descifrarla- rió, viendo el gesto de “¿por qué?” de Emma. – ¿Segura que quieres saber?

 

- No te censures, Nathaniel

 

- Tu mamá viene de buena familia, no hablo sólo de familia adinerada, sino que también de dinero sanamente habido, familia conservadora, fue a un colegio privado y caro, que estoy casi segura que su colegio fue un internado católico ortodoxo, estudió en la Sapienza, como tú, y estudió algo con historia del arte, renacimiento me atrevería a decir, y algo con religión, para que tu abuelo no se asustara, y luego, por no querer trabajar en la empresa de la familia, que me arriesgo a decir que eran viñedos, porque la familia de tu mamá no es de Roma, siguió en la universidad y tuvo que haber estudiado algo como arqueología, porque no creo que en esa época haya existido la carrera de curación…¿voy bien?

 

- Opus Dei en Florencia, viñedos cerca de San Gimignano y eran de la familia de mi abuela, estudió en la Sapienza porque mis abuelos se fueron de Florencia a Roma porque a mi abuelo lo contrató la Roma, y sí, estudio Historia del Arte, Antropología y Religión y luego Ciencias de la Arqueología y Bellas Artes- jadeó, siguiendo con el trote monótono, sintiendo que los pies le ardían. – Pero ambos fueron grados, no tiene Máster

 

- Conoció a tu papá por algo de la universidad, pero, lo que no logro encajar es por qué se casó con él si sabía cómo era

 

- Porque la relación de mis papás nunca existió, fue más bien que mi papá la cortejó a lo Jane Austen, a través de mis abuelos, y fue casi que matrimonio a la fuerza, porque mi papá tenía un futuro prometedor y venía de una buena familia, como que era realmente en un libro de Jane Austen, casi que, al que diera el cerdo más gordo y más grande por mi mamá, a ese le iban a dar permiso de que se casara con ella

 

- Ahora sí encaja en mi teoría, porque pasaron un par de años antes de que tu mamá se embarazara, y se embarazó porque tus abuelos querían nietos, porque tu mamá es hija única, pero tu abuela quería nieta, se embarazó de nuevo, y de nuevo para que tu abuela no se escandalizara al pedirle el divorcio a tu papá, pero tu abuelo ya había muerto, entre tu hermano y tú, y tu abuela murió muchísimo después de que naciera tu hermana, y tu mamá sabía lo que tu papá te hacía, aunque tú no le dijeras, sabía lo que te hacía, pero no tenía manera de comprobarlo porque tú nunca le dijiste y nunca te dejaste ver, además, tu tío era un abogado de ligas mayores, por lo que llevaba las de perder con ustedes, y sabía que tu hermano era igual a tu papá, por eso no intentó hacer que se quedara con ella, y tu hermana siempre fue la consentida de tu papá, junto con tu hermano, porque eran los más afectados del divorcio

 

- ¿Qué tiene que ver todo eso con que no sé si decirle a mi mamá?- jadeó Emma, intentando no ceder ante las emociones encontradas, en realidad intentaba callar a Natasha, pues había traído el tema más sensible.

 

- Tiene que ver por esto, y digo dos puntos: la protección que no te pudo dar cuando estaba casada con tu papá, porque quizás a ella también le rebotaron un par de golpes, te la dio desde el divorcio, y no te consintió como tu papá consentía a tu hermana, sino que se preocupó por ti, era de las que te preparaba la comida para el colegio, de las que personalmente te iba a traer, de las que buscaba conocerte mientras que a tu hermana le importaba más ser amable con tu papá por los beneficios económicos, porque tu mamá no es partidaria de consentir materialmente y por eso tú si eres así con Sophia, y es por esa misma búsqueda de conocerte y de comprenderte que a tu mamá lo único que le interesa es que seas feliz, y si ser feliz es casarte con Sophia, por muy ajena y repelente que la idea le suene, porque algo de conservadora tiene todavía, lo va a aceptar- sonrió, volviendo a ver a Emma, no sabiendo si la había escuchado a través de la voz aguda de Asaf Avidan que salía del audífono que colgaba de su oreja pero no de su oído.

 

- Lo meditaré- murmuró, colocándose el audífono en el oído para sacudir los pensamientos negativos en el parcial silencio que Daft Punk le proveía.

 

Y trotó, trotó hasta que se dio cuenta que había sudado tanto que su ahogo emocional y psicológico no tenía agua para salir como lágrimas, y fue cuando se dio por vencida y lo dejó ir, que sintió como si un enorme peso fuera removido de sus hombros, como si dejara de cargar con un peso que ella misma definió, en ese momento, como la esencia de su forma de existencialismo, y sintió su cuerpo trotar con una mejor postura, sintiéndose más ligera y más ágil, como con más ganas de esto y de aquello, con más ganas de todo. Dibujó una sonrisa mientras sentía aquel peso ser arrancado de sus hombros, que había echado raíces en su espalda, arrancándole aquel ardor psicológico de aquella única cicatriz, ardor que revivía y que vivía con una sonrisa, como si ese ardor le alegraba, pues así era, era la última vez que sentiría dolor por eso, simplemente se había cansado y había decidido, inconscientemente, un “ya no más” que había excusado con la deshidratación. Y siguió trotando, escuchando en el fondo el ruido de aquella samba amorfa, cuyo nombre quedaba perfecto, pues se llamaba “Happy”, escuchando más cerca sólo su respiración, tosca, marcada, agitada, que cada paso era inhalar, el siguiente exhalar, que sus brazos se movían inversamente coordinados, flexionados ortogonalmente, a la altura de su cintura, con sus puños entrecerrados y los pulgares hacia arriba. Siguió trotando hasta que se encontró corriendo, pues la configuración de la banda sin fin había sido puesta automáticamente para subir de rapidez, y, respirando por la nariz, dio los últimos diez minutos de aquel penúltimo y agotador ejercicio, con una mezcla de Jennifer Lopez, Earth, Wind & Fire y Bodybangers, fue disminuyendo la velocidad, quedándose ya casi sin aliento, la falta de costumbre.

 

- ¿Todavía quieres seguir con las pechadas?- jadeó ahogada Emma, a una semejante Natasha que, mientras ella ponía sus manos a la cadera y se estiraba hacia atrás para estirarse un poco, ella se detenía con sus manos de sus rodillas y miraba hacia el suelo.

 

- Vamos a dormir un rato, mejor- dijo, inhalando profundamente a medida que se erguía.

 

- Roger that- gimió graciosamente al bajarse de la banda e intentaba caminar, con molestias por supuesto, hasta su bolso, en donde se quitó, en vista pública, la camiseta completamente sudada y la metió en una bolsa ziploc para secarse con una de las toallas que tenía Garçon, perdón, Henri, a la disposición de sus clientas-obsesivas-con-su-peso , mostrando su Supernova Racerback amarillo para luego meterse una camiseta amarilla y se sentó, a terminarse el agua mientras se quitaba sus zapatos, así como Natasha, sólo que ella se metía en sus TOMS que ya había arruinado al aplastar la parte del talón, y Emma se deslizaba, con dolor, sus flip flops Tory Burch.

 

Salieron de aquella sala de tortura, abrazándose mutuamente en desconsolado consuelo, tratando de apoyarse una en la otra para poder caminar, que realmente Emma daba gracias a Dios que el invento no interferiría muscularmente en tener que ponerse Stilettos para la Boda del día siguiente, pues, como era en la playa, sobre la arena, la Wedding-Planner, se había tomado la pagada molestia de saber la talla de zapato de cada invitado para entregarles un par de TOMS, aunque Emma llevaría los inmaculados color champán cubiertos de brillantina, los que había comprado especial y únicamente para la boda. Y, a pesar de sólo estar a cinco calles y dos avenidas del apartamento de Emma, detuvieron un Taxi y pagaron generosamente por el milagro de que las hubiera recogido. Emma llamó a al Spa de su nuevo Socio y reservó dos Synergy Massages con Parafina y Piedras Calientes, para ella y para Natasha, y otro Synergy con Piedras Calientes y Aceite aromático para Sophia, cita a las cuatro de la tarde, habiendo calculado que el brunch no pasaría de las dos de la tarde, porque más allá de esa hora era porque habría algún muerto, corrección; alguna muerta. Emma se arrojó a la ducha como pudo, apenas eran las seis de la mañana, se lavó el cabello, sintiendo que la fuerza en sus manos se había desvanecido por completo, salió de la ducha y se tragó, con la bebida de Potasio, el par de pastillas que Natasha le había dejado sobre el mármol del baño, justo para encomendarse al dios del cabello para que, sin secarse el cabello, se quedara manejable cuando se despertara a las diez para ir al brunch que ella le había organizado a Natasha. Se acostó, sólo en toalla ante la inhabilidad de moverse más de la cuenta, y sólo puso la cabeza sobre la almohada y se quedó dormida al lado de aquella rubia que parecía no haberse movido, por cansancio rezagado, ni un centímetro.

 

- Mmm…- se quejó Emma al sentir una molestia que era más bien un ardor indescriptible, pero no sabía dónde la sentía. – Mmm…- se fue despertando poco a poco, abrió los ojos y se encontró con una sonriente Sophia, recién bañada, con su cabello empapado y goteando agua sobre su brazo, fuente del ardor, pues caía como agua fría.

 

- Buenos días- sonrió serenamente, mostrando su impecable sonrisa que era encerrada por sus carismáticos camanances, le tomó la mano y la besó. - ¿Adolorida?

 

- “Adolorida” es subestimar la sensación real que implica el término- balbuceó en su voz un tanto atascada mientras intentaba sentarse, sintiendo su espalda hecha polvo, quizás de las abdominales aéreas, pero se quedó acostada, notando que su toalla todavía la acogía.

 

- Son las nueve y media, puedes dormir un poco todavía- murmuró, acariciando sus nudillos con su pulgar. – Natasha está igual o peor que tú

 

- Ese lugar…acuérdame de llevarte- rió, con dolor muscular en su abdomen, en sus caderas, en dónde no le dolía.

 

- Se me saldría el tampón de tanto esfuerzo- se carcajeó Sophia, colocando la mano de Emma sobre su abdomen para ponerse de pie.

 

- ¿A dónde vas?

 

- A secarme el cabello- al parecer era un día sonriente para Sophia. - ¿Por qué?

 

- Sólo preguntaba- flexionó sus rodillas, notando el ardor en sus muslos al tensionarlos, y abrió su toalla.

 

- Ya veo- se sonrojó, pero todavía con aquella sabrosa sonrisa. - Ahora no, hasta mañana- deshizo su toalla y la dejó caer al suelo mientras se mordía, juguetonamente, su dedo índice para jugar la carta sensual. - Me habría gustado que me dijeras que tenías otros planes para mí

 

- Diséñame un placer con forma de Chaise Lounge a nivel de suelo- levantó la ceja derecha. Sophia no pudo evitar reírse.

 

- ¿Te lo diseño en base de hierro, para usar el soplete?- sonrió, acercándose a la cama y empezando a gatear sobre ella hasta llegar a la entrepierna de Emma. – ¿O en madera para martillar?- levantó la ceja derecha para causarle una risa a Emma.

 

- Sophia- rió nasalmente Emma, con una risa dolorosa pero nerviosa.

 

- Me gusta cuando dices mi nombre- sonrió, llegando por fin a la entrepierna de Emma, viendo sus labios mayores relajados, tersos y que, al Emma abrir un poco más sus piernas, se abrieron un poco y dejaron ver su clítoris.

 

Antes de que pudiera Emma decir algo, se lanzó directamente a atrapar el clítoris de Emma, que Emma emitió un quejido gracioso por el aliento extremadamente fresco, a Listerine, de Sophia, que se agudizó más cuando Sophia sopló suavemente para calmar el leve ardor mentolado, ambas riéndose pero volviendo a la acción. Sophia envolvió el clítoris con su lengua, tirando y relajando los labios menores de la Arquitecta, de su jefa, pues ya era oficial. Y esa sensación de saber que su egocéntrica y orgullosa jefa cediera tanto de su autocontrol por un par de lengüetazos húmedos, que terminaban por provocar secreción natural de lubricante de su vagina, le daba una risa interna, una risa macabra quizás que delataba el punto débil de aquella eminencia de mujer, en el único caso que Emma era controlable, pero no domable, situación en la que Emma estaba consciente que el génesis del placer estaba en dejarse ir, en entregarse a Sophia, en hacerle saber que era mortal, y ese día más, pues era su semejante, sin armadura, sin dolores emocionales, pues dolores musculares si tenía, y era igual de humana y frágil que cualquier otra persona. Sophia tomó a Emma por el reverso de sus rodillas y, con quejidos incluidos, Emma se dejó flexionar las piernas para que Sophia martillara en ella, pero con su lengua, rígida y profunda en su vagina, que entraba cual martillazo rápido y acariciaba aquel túnel de placer al moverse dentro de él, y que Sophia abría su boca para encerrar toda su vulva, desde el yacimiento de su clítoris hasta su perineo, y cerrar la mordida labial para saborear los jugos de Emma, para luego concentrarse en su clítoris, atrapándolo entre sus labios, tirando de él cuando ya estaba hinchado, succionarlo cada vez más fuerte, Emma gimiendo, enterrando sus pies en las sábanas, apuñando sin éxito la almohada, sin poder abrir los ojos, dejando que Sophia la hiciera suya en todo sentido.

 

Sophia, sin despegarse de su clítoris, sólo para succionar sus tensos labios menores y mordisquear suavemente los labios mayores y luego llenarlos de besos, paseó su dedo índice por su vagina, acariciando suavemente la entrada de ésta con la punta de su dedo, en un movimiento circular y superficial que a Emma le daba cosquillas picantes, y que palpitaba sin control cuando Sophia presionaba levemente y su dedo apenas se adentraba en aquel agujero, dejándolo con antojo de más, de sentirlo más adentro, de sentirlo hasta el fondo, de sentirlo presionar aquel botoncito que un ginecólogo alemán, Dr. Ernst Gräfenberg, había descubierto, el que actuaba para la eyaculación femenina, aquella zona erógena con la capacidad de expulsar cantidades mayores de lubricante. Pero no. Sophia no satisfacía aquel antojo a pesar de los gemidos musicales de Emma, tan genuinos, tan femeninos. Emma, en su intento de hacerle saber a Sophia lo obvio, se estiró hacia su derecha, abriendo la gaveta de la mesa de noche de Sophia, en donde descansaba, a la espera de su uso, aquel dildo negro.

 

- Te juro, por Dios, que si no me penetras, te saco el tampón y te penetro con esto- sonrió entre sus jadeos, mostrándole el dildo, emitiendo aquella amenaza que cualquiera desobedecería por que se convirtiera en realidad.

 

- Uy, qué miedo- rió Sophia, tomando el dildo en su mano izquierda, que no hacía nada más que acariciar el vientre de Emma al abrazar su muslo.

 

Se despegó de la entrepierna de su adolorida novia y, clavándole la mirada en la suya, lasciva y juguetona, abrió sus labios y atrapó un poco más de dos centímetros de longitud entre ellos, paseando su húmedo y ondulado flequillo por su oreja, cerrando sus ojos por un repentino pudor que la invadió. Emma, atónitamente excitada al ver a Sophia practicar una pacífica y lenta falsa felación, que cada vez iba más profunda, a más profundidad, mayor sensualidad, siempre con sus labios abrazando el látex, su lengua, que Emma no podía ver, se enrollaba alrededor del acomodado cilindro. Era raro para Emma, porque, a pesar de ser una literal pero figurada felación, no quiso ser hombre para que Sophia le practicara algo así, sino más bien le dio ternura, ver la delicadeza y la timidez con la que Sophia tomaba el dildo en ambas manos, y no quería abrir sus ojos porque sino se moriría de vergüenza, y ver la timidez de su subir y bajar por la longitud, simplemente era lindo, supuso Emma, y sensual. Emma se irguió y, con su dedo índice derecho, elevó el rostro de Sophia, obligándola a cesar la plástica felación y a abrir sus ojos para que Emma reclamara los labios de su novia, proclamando psicológicamente en ambas que sus labios nunca debieron ni deberían, ni estarían, en un miembro masculino. Le robó un beso que trajo hacia la horizontalidad de la cama, Sophia sobre ella, deteniéndose con dildo en mano izquierda de la cama, con la derecha acariciaba el cuello y el hombro izquierdo de Emma.

 

El beso era suave, hasta podría describirlo como puro e inocente, como un juego de labios muy suave, ambas con sus ojos cerrados, Emma succionando apenas el labio superior de Sophia y Sophia el labio inferior de Emma, abriendo y cerrando el beso, sin lengua, para que Sophia, poco a poco, se fuera desviando, por la barbilla de Emma, con un camino de besos cariñosos, y una mordida suave, hacia su cuello, poniéndole una pausa al orgasmo de Emma, sólo besando su cuello, sin aroma, pero igual delicioso, transmitiéndole su devoción, su cariño, su respeto, todo lo que ella sentía por Emma, aquella sonrisa con la que de la nada sintió correcta tener, que le salía natural. Besó su hombro, por donde sus sensuales pequitas se esparcían, la parte que a Sophia más sensual le parecía, más interesante, y se regresó a su cuello, bajando hasta mordisquear su clavícula y bajar con besos a su pecho, besos que terminaron, como siempre, en sus pezones, sólo trabajo labial, nada de succión, nada de mordiscos, ni lengüetazos, sólo besos, besos y más besos, que bajaron por su abdomen, creando una alivio muscular psicológico. “Esto es hacer el amor”. Sophia volvió a llegar a la entrepierna de su novia, y reanudó las caricias linguales en su clítoris, Emma abriendo más sus piernas, más bien desplomándose de par en par, abriéndose para la lengua de Sophia, que ahora lamía rápidamente su perineo para tomarlo como punto de partida, para que, el punto final, fuera su clítoris de nuevo y, habiendo hecho eso, Sophia se despegó y frotó, suavemente, la longitud del dildo entre los labios mayores de Emma, girándolo sobre su eje para lubricarlo bien, y luego, con besos en su monte de Venus, lo colocó en la entrada de su vagina, en donde empujó lenta y tortuosamente aquel dildo, llevándolo hasta donde la vagina de su novia se lo permitiera, y lo soltó, lo dejó ahí dentro.

 

- Ten piedad, no me hagas eyacular- jadeó Emma al suponer que eso era lo que Sophia tramaba.

 

Sophia rió, empujando su dedo índice en el otro agujerito de Emma, sacándole la mejor definición de “placer sexual” en un sonoro y sensual gemido, que se escapó por entre los dientes superiores y el labio inferior de Emma. Sophia encendió el vibrador, dejándolo estático, pues sólo movería su lengua por su clítoris y penetraría suavemente su ano; adentro, caricias giratorias, afuera, y así sucesivamente, mientras que, en su clítoris, era lamer de abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo a tempo medio, pues la sonrisa no daba para más velocidad. Emma, cuando Sophia introducía su dedo, se sentía repleta, con una sensación de gloriosa plenitud femenina en la que intentaba respirar con normalidad, intentaba no anudar más sus músculos abdominales, pero no podía, todo se contraía celestialmente y le robaba el oxígeno, a tal punto que respiró hondo, contuvo el aire en sus pulmones, y lo soltó poco a poco, acompañándolo todo con un gemido agudo y creciente, potencial grito, sintiendo la hipersensibilidad que se generaba en su clítoris mientras aquel orgasmo se intensificaba por intentar triturar el vibrante dildo.

 

- No saques tu dedo- rió Emma entre sus jadeos, pues si Sophia lo sacaba, eso no terminaría bien, o más bien quedaría muerta.

 

- Aplaude dos veces- murmuró, haciéndole caso a Emma. Y una música del género de “nada que ver” empezó a sonar. – Hopped out the bed, turned my swag on, took a look in the mirror, said “what’s up? What’s up? What’s up?”- rapeó Sophia, llevando a Emma a una dolorosa pero divertida risa.

 

- You’ve got swag, Sophie- rió Emma, emitiendo un quejido al Sophia sacar lentamente su dedo para sacar el dildo.

 

- Italians do it better…- sonrió, sacando el dildo y apagándolo.

 

- You prove us wrong

 

- You do it better- guiñó su ojo, inclinándose hacia Emma para darle un beso, acción que Emma agradeció profundamente pero aplaudió dos veces más para apagar el sistema de sonido. – Cierto, Natasha duerme todavía

 

- ¿No sabes si ya se bañó?- Sophia se encogió de hombros y supo que era momento de ponerse de pie y ver cómo carajos arreglaba su cabello. – Mierda- suspiró, tomando los extremos de su toalla para envolverse en ella, sólo para no ir en total desnudez a despertar a Natasha. – Nate- llamó a la puerta, golpeándola con sus nudillos tres veces. – Natasha- llamó de nuevo, y no obtuvo respuesta, por lo que abrió la puerta. – Nate- susurró, inclinándose sobre el cadáver de su mejor amiga y peinó su castaño cabello. – A bañarse

 

- Mmm…- se quejó, obviando a Emma.

 

- Levántate o te meto a la ducha con agua fría- la amenazó, no bromeando en ningún momento, pero Natasha le mostró aquella educada seña con su dedo del medio.  

 

El brunch: momento apoteósico en el que se celebraba, de manera civilizada, sin Strippers y sin mucho alcohol, sólo el suficiente para soportar a sus primas, hijas de su tío Manuel, hermano de Romeo, Consuelo de treinta y tres, la mayor de todos los primos; la versión joven y delgada de Susana Dosamantes, Olivia de treinta, casada ya, con hermosas gemelas de diez años y, Violet, de veinticinco, quien se había demorado en absolver su Bachelor, tanto como los cien años desde el hundimiento del Titanic. Eran las primas de Natasha, que Natasha realmente no odiaba, pero no las toleraba, y, de haber sido por ella, ni a la boda las hubiera invitado, pues sabía que no había nada de sano en eso, sólo en Olivia, pues se llevaba relativamente bien con ella y con sus hijas, pero Natasha estaba muy consciente, gracias a su perfilación de hobby, que Consuelo era una patada en el culo todo el tiempo, siempre le había tenido celos, o envidia, pues Natasha no sólo era hija única y no había tenido que compartir con dos hermanas que fácilmente pasaban por ogros, y a Natasha siempre le habían dado lo que quería, siempre, para los abuelos, todo era “Ella, beautiful Ella”, porque era la más tranquila, la más cariñosa de todas, la que jugaba con cualquiera por el mismo hecho de no tener a nadie con quién jugar en casa. Y ahora, ahora que se casaba, y se casaba bien, en el sentido de amor y dinero, que había una parte que a Natasha le importaba un comino, Consuelo la envidiaba más, pues, ¿qué había hecho Natasha para que todo le saliera bien? Mas no sabía que toda Diva tiene sus malos días.

 

Lo que más le molestaba a Consuelo era lo perfecta que se veía su vida, lo perfecta que se veía su boda, cómo sus tíos le asolapaban cada capricho insensato como pagar hospedaje para todos los invitados en los Hamptons al día siguiente, y no sólo de sábado a domingo, sino de viernes a sábado también, cómo habían logrado casarse en St. Patrick’s Cathedral, las invitaciones a ambas bodas, muy únicas, tan personalizadas que hasta preguntaban, en la tarjeta de R.S.V.P. si iban a querer platillo de carne roja o de carne blanca o vegetariano, para ambas bodas, y ni siquiera había que mandarlas de regreso, pues siempre había un encargado de preguntar si ya estaba lista la respuesta e iba a traer no sólo la tarjeta de R.S.V.P., sino que, si llamaban para que fuera a traer el regalo, lo iba a traer. Consuelo era de Relaciones Públicas, como Natasha, pero ella no había llegado tan lejos como Natasha, se había quedado trabajando para TV Guide, a paga estándar por no decir mala, y siempre veía a Natasha en PageSix, ya fuera con Phillip, en una demostración de afecto en público, o con Emma, y con Sophia, pues, desde que Katherine se encargó de anunciarle la boda a PageSix, siempre había una que otra fotografía de Natasha con sus dos secuaces, de un sábado o un domingo, saliendo de alguna tienda de la Quinta Avenida con infinidad de bolsas. No se explicaba cómo alguien podía tener tanta suerte, pues no sólo tenía dinero, pues sus papás nunca le habían dado rienda suelta a su cuenta bancaria, de la cual no vería ni un centavo hasta que ambos se murieran, y que para eso faltaba mucho, sino también tenía el físico, el carácter y la personalidad que todo el mundo amaba.

 

Sabrina y Beatrix eran primas de Phillip, prácticamente sus hermanas, aparte de Adrienne, pues eran hijas del tío Bertrand, quien había ido a la guerra con el papá de Phillip, pero él no tuvo tanta suerte como su papá y quedó en el campo de batalla, por lo que Katherine y Phillip, los papás del novio en cuestión, se habían hecho cargo de ambas, de su crecimiento y de su educación, a tal grado que Beatrix se casó con un francés que vivía ahí mismo en Corpus Cristi, donde vivían los papás de Phillip, y tenía dos hermosas hijas: Anabelle y Arielle, quienes, en ese momento, cuyas edades sumaban siete años, sentaban al tío Phillip a tomar el té mientras Natasha tenía su brunch, y Sabrina, madre de dos terribles destructores gemelos de siete años y de una princesa de cuatro, quien realmente residía en París junto a su esposo, sobrino, por otro lado, de Katherine, por lo que no tenía ningún grado de fantasioso incesto. Adrienne emergió, entre sus gafas oscuras oversized Barton Perreira, con una resaca más grande que el Met, pues había salido al típico clubbing con otra de sus primas y su mejor amiga, que estaba invitada por default a las dos bodas, y con los primos sexuales de Natasha; Matthew, Greg y Eric, que nadie quería saber en qué condiciones había terminado aquello, ni en dónde, pero algo era cierto, Matthew no se metía con nadie que tuviera que ver con su prima, sino ya sabía que lo iban a matar a golpes, más probable Phillip. Entre Margaritas, pláticas mezcladas, una que otra anécdota de una Natasha universitaria, en típicas fiestas de “college”, otras carcajadas, un brindis molesto de Consuelo, que iba con todo el odio indiscreto del mundo, en el que le dijo lo siguiente:

 

“Ella, querida primita, la que antes se revolcaba en el lodo y hasta se lo comía, que odiaba que la bañaran y que le tenía miedo a Pinocchio…ahora vas por la vida bajo el nombre de ‘Natasha’, creándote una nueva imagen, que es muy distinta a la de la Ella que la familia conoce, que los abuelos Angus y June tanto añoran que regrese, que estarán felices de verte caminar hacia el altar, así que no los mates todavía…como sea, sólo quiero decirte que te deseo una gran felicidad, que ojalá y sepas aprovecharla porque tú y yo sabemos que ninguna felicidad dura tanto, y te felicito por el buen dinero con el que te casas, siempre piensas en cómo agrandar el caudal monetario de tu familia, y te felicito por todos los preparativos de tu boda, que no dejan de sorprenderme, más en este lugar tan…’pintoresco’ que has escogido para hacer tu despedida de soltera, que todas sabemos que en la noche habrá diversión alocada, como la típica Ella lo haría…Salud, porque en una semana logres que el vestido de novia te quede”.

 

- What the fuck’s wrong with your cousin?- rió Julie cuando ya solo quedaban Natasha, Emma, Sophia y ella en aquel restaurante.

 

- No le dan pene- rió Natasha, viendo cómo el mesero le ponía un plato con tres tacos enfrente.

 

- ¿Y quién va a querer darle pene así como es de satánica?

 

- Vagina satánica- rió Emma a carcajadas, firmando el voucher de pago. – That’s some crazy shit

 

- Una vagina es un arma letal- dijo Natasha antes de darle un mordisco a su taco. – Aunque es más mortal un pene

 

- ¿Por qué?- rió Julie, encendiendo un cigarrillo.

 

- Una vagina no duele, un pene sí- explicó Emma, viendo a Sophia levantarse y bordear la mesa para llegar donde ella.

 

- Un pene no duele- dijo Julie, exhalando el humo de su cigarrillo.

 

- Anal sex seguro que sí- Emma se echó sobre su silla, tomando su jugo de tomate, por el potasio, y lo mezcló con el apio que invadía aquel enorme vaso.

 

- ¡Bah! Ya lo hice y cosquillas hace- sonrió Julie, tomando un poco más de su Margarita.

 

- What?- canturreó Natasha en su voz aguda, intentando esconder una risa pudorosa mientras Sophia se le pegaba a Emma por la espalda, deteniéndose de la mesa con su brazo izquierdo y pasando su mano derecha por entre la silla de Emma y Julie para alcanzar su bolso, pero Emma recostó su cabeza sobre el hombro de Sophia y acarició su antebrazo izquierdo con su mano.

 

- Necesito ir al baño- susurró Sophia a su oído, pero todas pudieron escuchar, que Emma sonrió mientras asentía y la soltó, pues se había acordado que Sophia andaba en sus días.

 

- ¿Qué fue eso?- preguntó Julie al marcharse Sophia.

 

- ¿Qué fue qué?- sonrió Emma, todavía con el olor de Sophia en su olfato.

 

- Esa muestra de cariño con tu subordinada- rió Julie, ofreciéndole cigarrillo a Emma, que se negó con la palma de la mano.

 

- No es mi subordinada

 

- No, eso ya lo noté- dijo, viendo a Natasha comerse con pasión aquellos tacos.

 

- Sophia es…- suspiró. – Es una diseñadora de Interiores, que su éxito más grande es ser diseñadora de muebles…ha hecho la mayoría de los muebles del Penthouse de Natasha…es…

 

- Perfecta- la completó Natasha. – Sophia es perfecta…es una mujer guapa, graciosa, inteligente…

 

- ¿Y de dónde salió esa mujer tan perfecta?

 

- Sophia es mitad griega y mitad italiana…acaba de cumplir los veintiocho… - suspiró Emma.

 

- ¿En dónde vive?- inhaló de su cigarrillo.

 

- Conmigo

 

- ¿Estás en problemas financieros, Em?- se preocupó Julie, no entiendo por qué Emma compartía su vivienda con alguien.

 

- Emma no tiene ningún problema- rió Natasha. – Menos financiero

 

- ¿Entonces?

 

- Nos llevamos bien y no me gustaba ni dónde ni cómo vivía Sophia- respondió Emma, sabiendo que Julie iba por buen camino.

 

- Y qué, ¿es tu protegida? Porque sabes…yo ya me aburrí de vivir en Chelsea- bromeó Julie.

 

- Es mi novia- dijo, a secas, volviéndose a Julie sólo con su rostro. – No sé desde cuándo es mi novia, pero es mi novia- sintió otro peso quitársele de encima.

 

- I didn’t see that one coming – murmuró Julie, frunciendo su ceño y apagando su cigarrillo. – ¿Es tu novia de así como James y yo?

 

- Un poco diferente….porque Sophia y yo compartimos baño, cama, clóset, oficina…

 

- ¿Qué tan serio es?

 

- Tan serio como que Emma quiere proponerle matrimonio- interrumpió Natasha, agrandándole los ojos a Julie.

 

- ¿Y qué pasa con tener hijos y todo eso?- espetó Julie, levantando un poco la voz.

 

- No está en mis prioridades…- sonrió al ver que Sophia salía del baño. – Y ni una palabra a Sophia de lo de proponerle, ¿de acuerdo?- y una mirada matadora atravesó a Julie.

 

- Sólo quiero que sepas que no soy homofóbica- susurró, sonriéndole las tres a Sophia mientras ella se acercaba con expresión extrañada.

 

- Cuéntale a James si quieres…pero no quiero que se salga de proporción

 

- ¿Qué pasó? ¿Por qué me ven así?- rió Sophia, sentándose de nuevo frente a Emma.

 

- Ya nos tenemos que ir, sólo terminamos de comer y nos vamos- rió Natasha, robándole un taco a Emma.

 

El masaje, oh, el masaje, era el cielo en la tierra, doloroso al principio, tanto para Emma como para Natasha, hasta emitían quejidos y gritos esporádicos cuando las masajistas enterraban sus dedos en sus espaldas para relajarlas, que ellas sentían que enterraban sus dedos, pero sólo las acariciaban, Sophia, en la camilla de enmedio, sólo se reía, pues el suyo estaba demasiado relajante, a tal punto y tal profesionalismo, que se quedó dormida por cinco minutos que sintió que habían sido más de tres días. Fue el día en el que a Sophia no le importó que la vieran en su entera desnudez, siendo Natasha y las masajistas, pues dejó de tener vergüenza sólo para tener un masaje totalmente relajante, pues, pobres las otras dos, que aún caricias en los dedos les dolían, y Sophia se reía. El masaje concluyó con una Sophia dormida, nuevamente, y una Natasha y una Emma casi sin dolor muscular, que envidiaron a Sophia por estar tan cómodamente dormida.

 

- Ese rompecabezas va lento, Pia- molestó Natasha.

 

- Quiero que Emma me ayude- guiñó su ojo, pues Natasha no era más que su cómplice, más porque Natasha ya sabía del anillo, pero Sophia no.

 

- Olvídenlo, no tiene gracia si yo lo armo porque ya sé lo que es…

 

- Pero yo quiero armarlo contigo- Sophia no iba a dejar de insistir.

 

- No, Sophie… no te voy a ayudar- golpeó el paquete de Breadsticks precocidos contra una encimera. 

 

- Bueno, a ti te gusta ponerme retos, como el rompecabezas ese… yo te pondré uno- sonrió Sophia, viendo a Emma cortar la masa de dos en dos secciones.

 

- Cuéntame sobre ese reto, mi amor- rió, sacando la mantequilla derretida del microondas para esparcirlo sobre la masa.

 

- Si tú logras hacer mis tres Cubos Rubik para antes de las diez de la noche, o sea en cuatro horas, armo el rompecabezas sin tu ayuda

 

- ¿De cuánto son tus cubos?

 

- De dos, de cuatro y de cinco- sonrió, sabiendo que el de cuatro y el de dos eran  los más engañosos en realidad.

 

- Y si no los resuelvo, te ayudo a armar el rompecabezas, ¿cierto?- Sophia asintió, Natasha sonreía. – Tráelos- sacudió la cabeza, terminando de esparcir la mantequilla sobre la masa y empezando a colocar un poco de queso mozzarella ahumado y tomate deshidratado en el centro de la masa para luego envolverlos y meterlos al horno por quince minutos, en lo que hacía la salsa. – I’m gonna kill you- le dijo a Natasha en cuanto Sophia se fue.

 

- It wasn’t me, it’s all Sophia’s…

 

- Sabes, lo peor es que va a tener que armar el rompecabezas sola

 

- Tú nunca has resuelto uno de esos cubos, ¿o si?

 

- No es si los he resuelto o no, con algoritmos los resolveré, tuve bastante de eso en la universidad, y he armado de tres, de cuatro y de cinco, pero nunca de dos…el punto es que el rompecabezas es fucking important- siseó, viendo a Sophia salir con sus manos encerrando los cubos.

 

- Ayúdame a revolverlos- le dijo a Natasha, dándole el de dos por dos mientras ella desordenaba el de cuatro por cuatro.

 

- ¿Alguien quiere un poco de Grey Goose?- ambas levantaron la mano, Emma rió, pues eran unas niñas queriendo revolver cada una su cubo.

 

Sacó tres vasos, llenándolos hasta la mitad con hielo. Al suyo le exprimió medio limón y le dejó ir la cáscara exprimida, medio vaso de Grey Goose, un tercio de Pellegrino, al de Sophia un poco de esencia de vainilla y almendra, un tercio de Grey Goose y el resto de Pellegrino, al de Natasha nada, simplemente un cuarto de Pellegrino y el resto de Grey Goose. Natasha se encargó de que el cubo de dos por dos estuviera lo mejor revuelto posible, con colores distintos en cada cara del cubo, pero no sería suficiente. Emma lo tomó en cuanto Natasha lo puso sobre la barra del desayunador y, sabiendo que el rojo tenía al amarillo del otro lado, y que el verde tenía al blanco, comenzó a girar las caras del cubo, deteniéndose para acordarse visualizar los algoritmos que alguna vez tuvo que saber para su carrera en una materia que no se acordaba, o quizás sólo había sido Leo Perlotta, el hijo del Arquitecto Perlotta, quien le había enseñado, pues su papá tenía fijación con los cubos Rubik desde su época de colegio. Y, entre que lo resolvía y metía los Breadsticks al horno, y arrojaba, en una olla pequeña, pimientos rojos deshidratados y el resto de tomates deshidratados que no había utilizado en los Breadsticks, y los acompañó con un poco de salsa marinara hasta que llegaran al punto de ebullición.

 

- Next- sonrió Emma, poniéndole el cubo ya resuelto, a Sophia, sobre la barra. Ella le alcanzó el de cuatro por cuatro, y Emma, con el mismo método de los algoritmos, que dejó a un lado por un momento, sólo para resolver los centros, resolvió el cubo, pero le tomó tiempo, pues estaba al pendiente de la salsa. – Natasha, lánzate al estrellato y termina la salsa- sonrió, alcanzándole una Immersion Blender para que licuara los trozos de pimientos y tomate con la salsa marinara.

 

- Oye, una pregunta, ¿qué se hace en la noche de bodas de la boda civil?- preguntó Sophia, intentando revolver más los colores del cubo de cinco por cinco.

 

- Pues yo no sé, nosotros, como te podrás dar cuenta, no vamos a dormir juntos hasta la de la Boda religiosa… por idiotas, supongo, porque es el Siglo XXI, supongo que cualquiera tiene una noche de sexo salvaje y extremo, pero nosotros no, por respetar la tradición, para que nuestros papás no nos caguen el matrimonio desde el principio

 

- Es una movida inteligente, diría yo- dijo Emma, completando las cuatro piezas del centro de cada cara del cubo. – Los papás de Phillip son muy conservadores

 

- Katherine más que Phillip… creo que, como la mayoría de las mujeres, Katherine se concentra mucho en las apariencias, le importa demasiado cómo se vean las cosas, el qué dirán…mi suegro es la persona más suave del mundo, es hasta demasiado relajado, todo le importa un bledo, siempre dice: “lo único complicado en esta vida es una guerra”, está traumado con la guerra, y quién no…- rió, sumergiendo la licuadora en la olla. – No es que yo sea su persona favorita, pero nos llevamos bien…Katherine está más que convencida que soy una Gold-Digger…

 

- ¿Te hizo firmar un acuerdo prenupcial?- se asombró Sophia, pues le parecía estúpido, Phillip y Natasha tenían dinero los dos, ¿qué tanto podían perder si sus fortunas se juntaban?

 

- Sí, todo es de bienes separados, sólo el apartamento en el que vamos a vivir está a nombre de los dos… una clausula de que si uno de los dos le es infiel al otro, le tiene que pagar cierta cantidad de dinero al otro… y básicamente ese es mi acuerdo prenupcial

 

- That bitch is crazy- rió Emma. – Mi suegra nunca me haría firmar un acuerdo prenupcial, ¿o sí?- Natasha y Emma volvieron a ver a Sophia, quien ya estaba sonrojada.

 

- Creería más bien que mi suegra insistiría en que yo firmara uno… yo no tengo nada que perder, tú sí- respondió, sintiendo su corazón latir muy rápido.

 

- A mi mamá esas cosas no le importan… es más, cuando se divorció de mi papá, y que mi papá, según él, la dejara sin un centavo, le pareció absurdo que la dejara sin nada aún cuando mi mamá había invertido tiempo y dinero ahí…además, no creo que Phillip deje que me roben mis centavos- sonrió, equivocándose en un algoritmo. – Anyway… ¿qué hay para la noche de bodas?- continuó con el tema, evitando el tema del matrimonio que tuviera que ver con ella, pues era demasiado peligroso.

 

- ¿Lencería sensual?- preguntó Sophia, con una sonrisa de picardía, acordándose de cuando Natasha la había llevado a La Petite Coquette antes del cumpleaños de Emma.

 

- Para la civil, pues nada…emborracharnos…ay, qué fiesta la que nos espera mañana- rió. – Mi mamá no ha estado de acuerdo con la música, sólo con la comida, que ha tenido riñas con Katherine por eso…pero no importa, es la ventaja de dejar que se metan en la boda, así no se metían tanto en la religiosa, que esa es, de pies a cabeza, mi gusto y mi gana

 

- Yo creo que Katherine, el problema que tiene, es que Phillip se le está saliendo de control, un control que nunca tuvo sobre él- opinó Emma, sonriendo ante el casi logro de resolver el cubo.

 

- ¿A qué te refieres?- murmuró Sophia, viendo la rapidez con la que Emma movía las manos y deslizaba las caras con sus dedos, definitivamente iba a perder.

 

- Phillip creció sin sus papás prácticamente- dijo Natasha. – Katherine se hizo cargo del negocio de su familia, que fue por eso que se mudaron a Corpus Cristi…pero Phillip se quedó aquí, y dice Phillip que no intentaron convencerlo ni nada, simplemente lo dejaron en el colegio, le compraron un apartamento, el apartamento donde ha vivido desde antes que lo conociera, y le contrataron a personas de servicio para que lo terminaran de criar…y es algo que nunca voy a entender, y tampoco me toca entender…simplemente así pasó, y Phillip dice lo mismo

 

- Supongo que la relación entre Phillip y sus papás no es la mejor del mundo, no así como tú con los tuyos- dijo Sophia, atajando el cubo que Emma le arrojaba a las manos.

 

- No es mala, es un poco distante…pero bromea con su papá y respeta mucho a su mamá…creo que esa es la razón por la que Phillip me respeta mucho, porque su papá siempre respetó a su mamá y porque él mismo respeta muchísimo a Katherine

 

- Pues, supongo que ser hijo de militar es muy distinto a ser hijo de político- suspiró Sophia, arrojándole suavemente el último cubo a Emma.

 

- ¿Por qué lo dices?- preguntó Emma, tocándole el hombro a Natasha, no sólo para que dejara de licuar la salsa sino también para que escuchara.

 

- Tú sabes, Emma…

 

- Franco está en la política pero no es político, tiene que haber una diferencia- la corrigió Emma, intentando indagar sobre Talos.

 

- Puede ser…aunque, pensándolo bien, no creo que la profesión u oficio sea lo que determine la actitud de un papá hacia su hijo- murmuró.

 

- Tienes razón, quizás no es determinante, pero sí influye…no sé, en estilo de educación- dijo Natasha, volviéndose sólo para sacar la licuadora de la olla.

 

- Tampoco creo eso- dijo Emma. – Porque si por eso fuera, ten cuidado, que Phillip puede ser un…con tus hijos- censuró la palabra.

 

- Buen punto, teoría llena de agujeros- sonrió Natasha. - ¿Tú te llevas bien con tus papás?- se dirigió a Sophia. Ella se encogió de hombros, como en una cierta incomodidad.

 

- Con mi mamá me llevo súper…es un cliché, pero es la mejor mamá del mundo…

 

- ¿Y tu papá? ¿Cómo es que se llama?- preguntó Natasha.

 

- Talos Artemus Papazoglakis, y si quieres el apellido de soltera, de mi abuela, es Tsartis…

 

- Ya creía yo que era tipo “Papastatatopopoulus”- rió Natasha, intentando traer una carcajada, que logró arrancársela a Sophia.

 

- Quizás quisiste decir “Papadopoulos” – rió Sophia.

 

- ¿Y qué dije?- y las tres rieron, Sophia llorando de risa. – Pero, bueno, volviendo al tema… diría que tú te llevas bien con tu papá también, ¿no?

 

- Yo con él no tengo mayor problema, me enojan ciertas actitudes que tiene, o tenía…

 

- Ah, ¿no mantienes contacto con él?- murmuró Natasha, quitándose del camino de Emma para que pudiera sacar los Breadsticks del horno.

 

- Mi papá es un poco rarito- rió. – Te podría decir que quiere muchísimo más a mi hermana, pero eso sería victimizarme…yo creo que simplemente no teníamos química… él era un poco distante conmigo, yo con él también, quizás por celos por cómo trataba de bien a mi hermana, o por cómo trataba de mal a mi mamá, o simplemente porque su trabajo no me parecía muy honesto…

 

- ¿Trataba mal a tu mamá?- Emma se volvió hacia Sophia con la lata y la colocó en la encimera bajo la barra a la que se sentaba Sophia.

 

- No la maltrataba, no eran de los que peleaban, no se gritaban barbaridades…simplemente eran como indiferentes entre sí…mi papá no la dejaba trabajar, porque decía que eso no era digno de una señora de una buena familia, que su trabajo era cuidar a sus hijas, y también la tenía como adiestrada, que si yo decía algún comentario realista sobre la política que se ejercía en el PASOK, mi mamá no me regañaba, me daba la razón, pero me decía que no hablara así de mi papá…cosas así…y luego lo de la secretaria

 

- ¿Se metió con la secretaria?- rió Natasha, el chisme estaba jugoso definitivamente.

 

- Sí, mi mamá se dio cuenta, le pidió el divorcio, y el resto es historia…

 

- Y cuando te quitaste el apellido, ¿qué te dijo?- pregunta inteligente de parte de Natasha.

 

- Nada, supongo que no le importó- rió un tanto melancólica. – Claro, yo me lo quité sin saber el señor problema que era cambiar todo, los títulos de la universidad, los pasaportes, todo…

 

- Menudo relajo- susurró Emma, volviendo a su cubo mientras Natasha vertía la salsa en un recipiente de vidrio.

 

- Me parece muy lindo que tu papá te llame “cariño”- le dijo a Natasha.

 

- ¿Por qué?

 

- Pues- rió, poniéndose de pie para sacar su iPhone de su bolsillo. – Siempre me llamó por mi nombre, ni cuando mi mamá me llamaba “Pia”, ni cuando mi hermana me llamaba “Supi” porque no podía decir “Sophie”…

 

- Muy clásico tu señor padre- rió Emma. – Es mejor a que te llame “tesorino”- hizo una expresión de asco.

 

- Tu mamá te llama “Tesoro” y no le dices nada- bromeó Natasha, tomando el recipiente entre sus manos y colocándolo sobre la barra, listo para que empezaran a comer, en lo que esperaban a que la Lasagna estuviera lista; Lasagna preparada por Vika, la cocinera de los Roberts.

 

- “Tesoro” es como “Darling”…pero que tu papá te llame “Tesorino”…uhm…simplemente no, más cuando es un….- hizo una pausa en la que gritó mentalmente todos los insultos, en especial “asesino”, por haber matado a Piccolo. – Un señor muy violento…la violencia y las cursilerías no se llevan bien, fin de la discusión

 

- ¿Quieren ver a mi papá?- murmuró Sophia, buscando algo en su iPhone, y eso era la iluminación para las otras dos, quienes asintieron emocionadas.

 

- Se parece a Michael Douglas- dijo Natasha, volviendo a ver a Sophia y luego a la fotografía, y así repetidamente.

 

- Ya sé, ya sé que no me parezco en nada…me lo dice todo el mundo, más porque mi hermana tiene su toquecito de gen Papazoglakis, y bien fuerte…pero, pues, mejor que me parezca más a mi mamá- rió. – Soy más femenina

 

- Es sólo que Michael Douglas es como un gen bastante neutral- murmuró Emma, sumergiendo un Breadstick en la salsa. – Me ovaciono, me quedó rico- rió, hablando de la salsa y de los Breadsticks.

 

- Oye, Sophia…tu novia es Ego con piernas- rió Natasha, intentando olvidar el tema del papá de Sophia, pues era cierto, Emma tenía razón, un físico así era muy neutral, no tenía mucho por heredar, y tampoco era como que Irene se pareciera muchísimo a él, simplemente, si se esmeraban en buscar algún parecido, eventualmente lo encontrarían.

 

- Lo hace porque puede- murmuró, sumergiendo un Breadstick en la salsa. Esas palabras eran las que Emma le había dicho en los Hamptons, en una de las pláticas que habían tenido la primera vez que habían ido a los Hamptons juntas, en realidad la única vez, a mediados de noviembre, la semana antes de Thanksgiving, la semana después de su cumpleaños.

 

- Un segundo- sonrió, escuchando su teléfono sonar a lo lejos, quizás en su bolso o en su habitación, y se dirigió hacia el sonido.

 

- ¿Por qué tanto interés en mi papá?- preguntó Sophia, tomando el  cubo de dos por dos en sus manos. – No creas que no lo noté…

 

- No lo sé, quizás porque nunca hablas de él…

 

- Emma tampoco habla del suyo

 

- Pero a esa joya ya la conocemos- rió Natasha, abriendo el horno para ver la Lasagna.

 

- Bueno, ahora ya lo conocen- sonrió, escuchando a Emma reírse a carcajadas al teléfono. – Tengo una pregunta…

 

- Dime

 

- Desde el punto de vista de una psicóloga, claro

 

- Está bien… haré lo que pueda, aunque no soy psicóloga clínica

 

- Algo sabes…- Natasha tambaleó su cabeza, como diciendo “sí, algo de eso sé”. - ¿Qué tanto puede durar lo mío con Emma?

 

- ¿A qué te refieres?- y escuchaban a Emma reírse más y más.

 

- Siempre le dije a Emma que catalogarse como heterosexual u homosexual era irrelevante…

 

- ¿Y has llegado al punto en el que ves la necesidad de hacerlo?

 

- Uhm…sí

 

- A Emma le gustas tú, y sólo tú…y para que a Emma le guste alguien… - suspiró. – Es porque tiene cuerpo, alma y cerebro enganchado en ese alguien…- de psicología clínica eso no tenía nada, era su amiga hablando, su hermana, que iba en contra del reglamento ético de la psicología clínica. 

 

- I’m like…really, really, really in love

 

- ¿Tienes miedo de que te deje?- rió nasalmente, al mismo tiempo que Emma rió a carcajadas en su habitación. Sophia tambaleó su cabeza. – Confía en mí, no te va a lastimar… ella también está así… creo que es la primera vez que lo siente realmente

 

- Es sólo que todo ha pasado muy rápido, no es normal, supongo

 

- ¿Normal?- resopló, acordándole de Emma a Sophia. - ¿Qué es normal? Digo, quizás la manera en la que su relación se dio no fue de lo más común, pero, ¿quién dijo que lo común es lo normal?

 

- Ay, eres igual a Emma…

 

- Pensamos igual, que es diferente- sonrió, volviéndose al horno, pues el Timer ya había dado los minutos de la Lasagna.

 

- ¿Te confieso algo?- murmuró, sonriendo ante el estrepitoso ruido de las carcajadas de Emma en el fondo, Natasha asintió. – Emma es la primera persona que ha logrado muchas primeras veces en mí

 

- ¿A qué te refieres?

 

- A que Emma es la primera persona que me ha interesado en un sentido no sólo sexual, que era la primera también, sino también en el sentido amoroso, de esas personas que ves y dices “if I only meant something more to her”…”If she only considered me…but she doesn’t”… y que me provocó sonrisas estúpidas sin decirme siquiera un halago, con sólo que me dirigiera la mirada ya me tenía sonriendo…y que llegó un momento en el que temblaba si mi mano rozaba la suya al alcanzarle algo, en el que se me olvidaba el tiempo, lo correcto y lo incorrecto…

 

- Eso, Sophia…se llama, cursimente, “amor a primera vista”… pregúntale a Phillip sobre eso, he sure does know- sonrió, tomando el envoltorio de aluminio de aquella Lasagna. – They say “life is not measured by the number of breaths we take, but by the moments that take our breath away” – Sophia rió. - ¿Qué te parece tan gracioso de mi cita?

 

- No me digas que un orgasmo no te consume los suspiros- sonrió amplia y pícaramente.

 

- Y pensé que yo era la sexual en la historia

 

- De ese privilegio no gozas exclusivamente, mi amor- rió, llamándola, por primera vez, “mi amor”.

 

- Nate, es mi mamá- sonrió Emma, emergiendo de la nada en la cocina, con una sonrisa como nunca, aguantándose la risa, le alcanzó su iPhone. – Yo sirvo la Lasagna, don’t worry- Natasha se apartó, llevándose a Sara al oído mientras caminaba hacia la habitación de huéspedes

 

-¿Y?- murmuró Sophia, levantándose para alcanzar los platos.

 

- Mi mamá, que quiere desearle muchos éxitos a Natasha…

 

- ¿Y las risas?

 

- Mi mamá ha estado dando un Seminario sobre restauración y curación de lo barroco y dice que uno de los alumnos, un niño de no más de veinte años, la invitó a salir, en una cita- Sophia rió, entendiendo las carcajadas de Emma. - ¿Estás bien?

 

- Si, ¿por qué?

 

- No sé, sólo pregunto- murmuró, tomándola de la cintura y buscando sus labios con los suyos; haciendo que encajaran en un perfecto y tierno beso. – Quisiera besar tus labios…- susurró al soltar su labio inferior de entre sus dientes.

 

- Realmente espero que te refieras a los de abajo

 

- Iba a decir “todo el día”… pero tu idea está muchísimo mejor…- sonrió, tomándola de su trasero para levantarla y sentarla sobre la barra. – La Lasagna puede esperar

 

- Espera, espera- rió incómodamente al Emma meter su mano por debajo de su falda James Perse gris. – Natasha va a regresar…

 

- Sólo quiero tocarte… un poquito- susurró a ras de su cuello, para luego besarlo e introducir su mano por entre el encaje de su tanga.

 

- This can only end badly- resopló, sintiendo los dedos de Emma recorrerla de arriba abajo, desde su clítoris hasta su vagina.

 

- ¿Te has cambiado el tampón?- susurró a su oído, mordiendo su lóbulo y haciendo círculos sobre el clítoris de Sophia.

 

- Después de cenar- suspiró, culpando a los labios de Emma que besaban detrás de su oreja izquierda, y amando a sus dedos tibios que coqueteaban con su clítoris.

 

- Mmm…- tarareó, rozando sus labios y su nariz contra su mejilla. - ¿Por qué no ya?- susurró, atrapando sus labios en los suyos y, con un movimiento rápido y ágil, tomó el cordón de aquella invención y lo tiró lenta y gentilmente hacia afuera.

 

- Oye- rió Sophia. –Voy a ponerme uno limpio, gracias por hacerme el milagro de sacarlo sin tener que mover un dedo- se intentó bajar de la encimera, pero Emma la detuvo.

 

- No te enojes- murmuró Emma.

 

- ¿Por qué me enojaría?- preguntó con su respiración entrecortada al sentir nuevamente los dedos de Emma en su clítoris, que había pasado el tampón, que iban a mantener en el anonimato, a su mano izquierda. – Oh… fuck…- gimió entre dientes al sentir que Emma metía dos dedos dentro de ella. – Sácalos, por favor

 

- ¿De verdad quieres que los saque?- y movió sus dedos dentro de ella, frotando su GSpot, sacándole un gemido agudo y callado a Sophia, que intentó ahogar pero falló.

 

- Dos puntos- suspiró, deteniéndose del cuello de Emma, escuchando a Natasha muy en el fondo, que todavía hablaba con Sara. – Es injusto… ¿por qué tú puedes y yo no?, y, segundo, te ensuciaste tus dedos… y bastante

 

- Tengo demasiadas ganas de hacerte el amor- dijo, mordiendo su labio inferior. – Demasiadas ganas- repitió por todo capricho.

 

- ¿Qué tantas ganas tienes?- Emma hizo lo impensable para Sophia, sacó sus dedos de su vagina y, elevándolos hasta un punto en el que ambas pudieran verlos, pintados de rojo, Emma los introdujo a su boca y los limpió, los succionó frente a Sophia. – You did not just do that…

 

- Si lo hice, mi amor… ¿ducha antes de dormir?

 

- Sí, sí, suena demasiado bien… ¿en qué mundo pensé que iría a la cama sin un orgasmo?

 

- En uno muy retorcido- sonrió, dándole un beso fugaz en sus labios mientras se bajaba de la encimera. – Esto es tuyo- rió, alcanzándole el tampón que lo tomaba por el cordón.

 

- ¿Quién eres y qué hiciste con mi novia?- rió Sophia, tomándolo antes de que Natasha lo viera.

 

- I’m Mrs. Hornyness, and I have your girlfriend- rió, sonando como un secuestro. – ¿Harías algo por mí?

 

- Lo que sea

 

- ¿Segura?- rió a carcajadas en pleno descaro.

 

- Claro, tu mente no es tan retorcida…

 

- Come out wearing your shirt and your thong, no bra, no bottoms- sonrió, levantando la ceja.

 

- Lo que la Princesa quiera- sacó su lengua y se retiró por el pasillo, cruzándose con Natasha en el camino, que ambas se guiñaron el ojo. Oh, algo tramaban.

 

- Buenos deseos los que te deseó mi mamá- rió Emma, tomando el iPhone de la mano de Natasha para seguir cortando la Lasagna.

 

- I like your mom, pero me gustas más tú- sonrió, dándole un beso en la mejilla.

 

- ¿Y ese beso?

 

- ¿Ya no te puedo dar un beso?

 

- Tienes un buen rato de no darme uno

 

- Em, tengo miedo

 

- ¿De qué?

 

- Call me crazy, pero tengo miedo de que, al casarme con Phillip, tú y yo no seamos las mismas

 

- Nate, tú y yo… no hay nada que pueda separarnos, creo yo… no puede ser un hombre, que suele ser la causa más común- la abrazó y le dio un beso en la cabeza. – Lo de nosotros es un verdadero matrimonio, pero no le digas a nadie- susurró, dándole otro beso.

 

- It’ll be our own dirty Little secret- susurró de regreso Natasha, abrazándola por la cintura, pues a Emma no le gustaba que la abrazaran por encima de los hombres, sólo Sophia podía hacer eso. – Gracias

 

- ¿Por qué?- no dejaba de abrazarla, no la soltaría por nada en el mundo, tal vez sí en ese momento, pero no había poder humano que pudiera quitarle a su mejor amiga.

 

- Porque estuviste ahí para “Eso”, para todo lo de Phillip, para lo de mamá, porque has estado siempre para mí, te lo pidiera o no, siempre me has apoyado en todo, te has alegrado por lo que he logrado, me has levantado cuando me he caído, siempre, siempre has estado para mí, y me has escuchado, no me has juzgado, me has hecho entrar en razón en los momentos más críticos, me has dado tranquilidad en los momentos más desesperantes, me has consentido por mucho tiempo, me has cuidado cuando he necesitado que me cuiden, me dejaste manchar tu chaqueta IRO…- la voz se le quebró un poco, pero Emma simplemente la abrazó más fuerte.

 

- Todavía tengo esa chaqueta- rió. – Me acuerda que estuve ahí para ti…- le dio un beso en su cabeza mientras acariciaba su castaño cabello, liso y largo, hasta media espalda, todo un cuidado profesional para las Bodas, que luego lo cortaría a su largo usual, pero no lo volvería a teñir. – Nate… we’re best friends… y digamos que las mejores relaciones, que tengo, son las que no han empezado de manera muy común… tú, Phillip y Sophia son lo mejor que tengo, what I treasure… no sé quién sería yo, o qué sería de mí si no te hubiera conocido, bendigo a Alfred infinitamente por habernos presentado indirectamente en aquella fiesta, lo bendigo también por haber activado lo que tengo con Sophia- paseaba su mano, enterrando sus dedos por entre su cabello, y apoyaba su mejilla contra el pómulo de Natasha, que ambas estaban descalzas. – Y siempre voy a estar para ti, sea bueno o malo, fácil o difícil, no te voy a dar la espalda… y quizás ya no me necesites tanto como antes, pero siempre voy a tener ganas y tiempo para lo que tenga que ver contigo… que soy toda oídos para tus problemas, toda ojos para las excentricidades que hemos pasado- rió, acordándose de un particular episodio. – Para lo que necesites, aquí estaré…más cerca que nunca… para celebrar tus aniversarios, porque sé que serán muchos, para celebrar tus embarazos correctamente, para meterme a St. Patrick’s Cathedral para los bautizos de tus hijos, para acompañarte en el duelo, hasta para reprender a Felipe si la situación lo amerita… aquí tienes comida, cama, todo. Y, te repito, yo no soy Phillip, y sé que eres feliz con él, y que los vas a ser, pero, el día que no te sientas feliz, puedes ser feliz conmigo, o con nosotras… y sabes que siempre voy a estar para ti, pase lo que pase, las cosas sean buenas o malas, difíciles o imposibles… I’ll be there, always and forever- y no pudo evitar quebrarse en un par de lágrimas que Natasha le limpió mientras la veía a los ojos y la detenía por sus mejillas.

 

- Don’t you dare to leave me… you can’t

 

- Well, I guess we’re stuck with each other then… I a’int going nowhere, you ain’t going nowhere either- guiñó su ojo y le dio un último abrazo.

 

- A mutilar a esa perra- rió, refiriéndose a la Lasagna.

 

Al poco tiempo apareció Sophia, en tanga negra, cuidando que el cordón de aquella invención quedara dentro de los límites de la tela, y en una camiseta desmangada gris, complaciendo a Emma, que Emma no creía que lo hiciera. Cenaron entre risas, Natasha contándoles sobre su época de capitana del equipo de Lacrosse en el colegio, de cómo, en su histeria, le había pegado a una de las del equipo rival con el crosse y la había hecho desmayar del golpe, motivo de su salida del equipo de Lacrosse. Emma terminó el cubo entre la cena, entre que Natasha contaba sobre su prima Consuelo, y Sophia tuvo que resignarse a armar aquel maldito rompecabezas ella sola. Y, entre Grey Goose y Grey Goose, que terminaron bebiendo tres botellas, Sophia hablando con acento ruso por el Vodka, luego con acento francés cuando Natasha le dijo que Grey Goose era francés, Emma y Natasha enseñándole, a Sophia, literalmente “how to Dougie” y luego “Let Me Clear My Throat”, se fueron a dormir, entre la ebriedad, todas a la cama de Emma, Emma y Sophia olvidándose de su cita en la ducha, más bien sólo posponiéndola. Pero durmieron bien, profunda y pacíficamente, no se acostaron tarde, sólo muy ebrias, para recordar, o no recordar, el último día de Natasha como “no-casada”, pues no pudieron encontrar un término que lo describiera; no era soltera, legalmente sí, pero de corazón no. Hugh las estaría esperando a las diez de la mañana para llevarlas hasta la casa de los Hamptons de los Roberts, en donde se llevaría a cabo la Boda Civil a las cinco de la tarde en punto. Emma se levantó primero, como cosa no muy rara, y fue a la cocina a meter un paquete de PopTarts de Canela al tostador. Se sirvió un vaso con leche y esperó el minuto a que aquellas cosas, porque no sabía qué eran en realidad, saltaran del tostador, un desayuno nada saludable, pero al menos estaba comiendo. Era un día perfecto, cielo azul, ni una nube, sol invadiendo cada rincón que pudiera alcanzar, era un hermoso día de verano, día que se volvió más perfecto en cuanto vio a su Afrodita salir de su habitación, con su melena rubia alborotada en sus rizos flojos y anchos que eran más unas ondas, se rascaba los ojos.

 

- Buenos días, Licenciada- sonrió, y, pues, la llamó así porque así se saludaban en la oficina.

 

- Buenos días, Arquitecta- bostezó mientras se estiraba con sus brazos entrelazados, así como sus manos, y levantaba un poco su camiseta, que, al estar en puntillas y con los brazos intentando alcanzar el cielo, se deslizaba hasta por su ombligo.

 

- ¿Café o té?

 

- Creo que café para la resaca- rió suavemente, sentándose en la encimera, al lado del plato en el que Emma había colocado la mitad de su PopTart, pues ya había comido uno y medio.

 

- ¿Qué tal dormiste?- preguntó, tomando el Portafilter y rellenándolo de café con la palanca que traía hacia ella.

 

- Bien, aunque no me acuerdo en qué momento me morí… porque eso no fue dormir, eso fue morir- rió, moviendo sus pies colgantes mientras Emma aplacaba y comprimía el café en el Portafilter y luego lo encajó con el Group head.

 

- Pero, ¿descansaste?- sacó una de las tazas de Sophia, la de “Wasn’t Me”, y la colocó bajo el portafilter.

 

- Sí, ¿y tú?- Emma apretó el botón y el café empezó a caer en la taza.

 

- Sí, muy bien- sonrió, sacando la leche y vertiendo un poco en la jarra de aluminio para luego vaporizarla.

 

- ¿Te sientes bien?

 

- Sí, ¿por qué?- guardó la leche.

 

- No lo sé…

 

- ¿Algo que me quieras decir, mi amor?- sonrió, empezando a vaporizar la leche, no sin antes haber dejado ir un poco de vapor para limpiarlo. Sophia se negó con su cabeza. – Por favor, si no me dices, no sabré qué hacer

 

- Te puede sonar muy raro, hasta infantil…

 

- ¿Quieres algo de Barney?- Sophia se negó con una sonrisa. – Entonces no puede ser infantil

 

- Está bien…- suspiró. – Siempre nos vamos juntas a la cama, a veces sólo a dormir, a veces hacemos el amor, pero siempre nos vamos juntas a la cama… y siempre nos despertamos juntas…- Emma apagó el vaporizador y le dio un par de golpes a la jarra contra la encimera, sólo para aplacar la espuma, sacudió la leche y le dio otro golpe. – Bueno, tú te despiertas primero, pero siempre que me despierto estás ahí, conmigo… si es fin de semana, simplemente me abrazas hasta que se me quite la pereza, si es cualquier otro día, me despiertas y luego te vas a bañar, pero siempre me despierto contigo… y ahora…- se encogió de hombros. Emma la veía a los ojos, veía algo en su mirada, como si algo estuviera roto, o mal. – Ahora que me desperté… suena tonto, yo sé, pero no estabas…- Emma sonrió y tomó la taza en su mano. – Quizás lo has hecho otras veces, pero ahora se sintió raro…diferente…

 

- Mi amor…- se acercó a ella con la jarra y la taza. – Lo siento mucho- sonrió, vertiendo la leche en la taza. – Tienes razón… no me gusta dejarte sola, no me gusta irme sin darte un beso…- dibujó un círculo, paró, un círculo más pequeño que empujaba el anterior y lo hacía una media luna, paró, otro más pequeño que hacía lo mismo, paró, agitó la leche mientras caía a la taza y la deslizó por el medio. – Sé que una flor no arregla una tristeza, pero quizás una flor y un beso sí- sonrió, alcanzándole su Latte con la flor barista y le dio un beso en sus labios.

 

- Eres muy detallista conmigo- se sonrojó, tomando la taza en sus manos. – Gracias

 

- No me des las gracias, mi amor… - guiñó su ojo. - ¿Quieres algo de comer? – la vio un poco pensativa, sonriéndole a su flor entre sus manos.

 

- Me comeré una manzana- sonrió, hablando muy bajo, casi tan bajo que Emma no le escuchó. - ¿Cómo es que sabes hacer estas cosas? Nunca te pregunté y nunca me lo dijiste

 

- ¿Mis habilidades de Barista?- rió Emma, abriendo el congelador y buscando una manzana para cortarla.

 

- Tú no tomas café, pero sabes hacerlo, ¿por qué no tomas café?

 

- Tomo café, pero es muy rara la vez que lo tome, sólo con Bourbon… con una generosa porción de Tiramisú, neutraliza un poco las cosas- sonrió. – Pues, es que no me gusta lo amargo del café, es ácido y amargo a la vez, indeciso y confuso- cortó la manzana en sus cuatro caras, cortándola en gajos también, gajos accesibles y los colocó en un recipiente mientras veía a Sophia tomar su café, que cada vez era más raro que le pidiera un café. – Y, lo de Barista… mi mamá, como buena italiana, piensa que todo italiano debe ser capaz de hacer un buen café- arrojó un poco de canela en polvo sobre los gajos de manzana verde. – Y, cuando le dije que no me gustaba el café… me metió a un curso intensivo; desde cómo hacer un café, hasta cómo presentarlo…- exprimió medio limón sobre los gajos. – Hacer café no es sólo poner agua y café molido a hervir, tiene su arte- dijo con cinismo, pues a Emma le daba igual todo aquello, vertió una cucharada de azúcar moreno y a mezclarlo.

 

- There’s so much more to you than meets the eye- sonrió, tomando el recipiente de las manos de Emma. – Gracias

 

- Buen provecho, mi amor- cerró sus ojos en ternura, volviendo a su leche y a su PopTart, que sabía que eso no la iba a llenar.

 

- Buen provecho a ti también…mmm…están buenísimas- rió al morder el primer gajo de manzana.

 

Emma le alcanzó un poco de agua, para cuando terminara su café, pues Emma insistía en que tomar agua, tras una taza de café, era lo mejor, aunque realmente creía haber leído en algún lugar, en Vogue quizás, que, por cada taza de café, había que tomarse, por lo menos, un litro de agua, pero Sophia llenaba la cuota de los cuatro litros diarios, pues en la oficina, después del café o del té, sólo había agua, y bebía mucha, porque el aire acondicionado le resecaba la garganta. Lavó rápidamente los platos, con la ayuda de Sophia los secó, pues no le gustaba tener platos escurriendo, no sabía por qué, pero no le gustaba, quizás por el desorden del agua, no sabía, pero Sophia los secaba, pues eran demasiado pocos para lavarlos en la lavadora de platos. Emma vio el reloj, eran apenas las ocho y media, Natasha todavía no despertaba, y la novia necesitaba “Beauty Sleep”, por lo que la dejaron descansar media hora más mientras ellas sacaban sus respectivos vestidos: Emma su J. Mendel blanco, de encaje y manga corta pero más larga de lo habitual, la falda era entre su rodilla y medio muslo, con bolsillos invisibles y cómodos, con una pequeña abertura en el torso, nada revelador, con clase, y con un listón de seda que marcaba la cintura, Sophia un Givenchy de un hombro, un Blouson, que tenía que cuidarse muchísimo por ser blanco. Emma empacó sus TOMS y los de Sophia, ambos color marfil, los de Emma de Grosgrain, los de Sophia de Crochet. Empacaron también un poco de ropa cómoda, pues se regresarían a la mañana siguiente, quizás sin dormir, quizás con un poco de sueño encima, pues Natasha no quería estar muy cerca de sus familiares, había decretado que tenía que tener paz y tranquilidad para evitar sorpresas arrugativas antes de la Boda religiosa, nada que no cupiera en la Duffel Bag de Emma, aquella Louis Vuitton que la había acompañado en su llegada. Sacaron el Donna Karan de Natasha, cuya diseñadora, obviamente, estaría presente en la Boda, no sólo en la civil, sino también en la religiosa, así como Donatella, pero sólo en la religiosa, empacaron las zapatillas Alexander McQueen que usaría aquella tarde, junto con sus joyas, y apenas las ocho y cuarenta y cinco.

 

- ¿Eso es todo?- preguntó Sophia luego de meter los perfumes en la Duffel Bag, junto con las respectivas joyas y los bolsos compactos.

 

- Eso es todo- sonrió Emma, tomándola de la mano y trayéndola a ella por su cintura. - ¿Ducha?-

 

Sophia asintió lentamente, pasando sus manos por el cuello de Emma. Sophia dio un salto, quedando a horcajadas con Emma, por su cadera, Emma deteniéndola con sus brazos, pesaba, pero no tanto, eran las ciento catorce libras más livianas. Se movieron en silencio para no despertar a Natasha, Sophia se bajó al entrar al baño y cerró la puerta, o al menos eso creyó. Emma encendió la ducha, creando un baño de vapor para aquel remoto calor que traspasaba las paredes de su apartamento, viendo Central Park hacia la derecha, al borde de donde estaría, en algún momento, una bañera, tal y como Sophia se lo había pedido una vez. Sophia se desvistió, arrojando la ropa en el cesto de la ropa sucia, como todas las veces, Emma también, y quedaron desnudas, una frente a la otra, con una sonrisa sincera. Sophia desvió la mirada, un tanto sonrojada, no sabía por qué, o quizás sí, pero no lo quiso compartir conmigo, aunque yo todo lo sé. Emma abrió la puerta de la ducha para regular el agua, agua un poco fría, más fría que tibia, relajante y refrescante, le alcanzó la mano a Sophia para darle paso a la ducha, que pasara primero. Ella sacudió la cabeza.

 

- ¿No?- Sophia sacudió nuevamente la cabeza. - ¿Qué pasa?- Sophia levantó su ceja derecha, desvió su mirada hacia abajo y le mostró a Emma que, en la palma de su mano, descansaba el cordón celeste. - ¿De verdad?- resopló Emma un poco incrédula. Sophia asintió. - ¿Estás segura?- volvió a asentir. – Agáchate- sonrió, agachándose con ella y llevando su mano a su entrepierna para tomar el cordón en su mano. Lo tomó entre su dedo índice y medio, lo retorció alrededor de ellos para asegurarlo. – Respira hondo- Sophia lo hizo, y Emma tiró suavemente del cordón hasta que salió aquello de Sophia.

 

- ¿Feliz?- sonrió, poniéndose de pie y tomando aquella cosa de la mano de Emma.

 

- Ha sido un honor para mí, Licenciada- sonrió, mientras Sophia hacía que aquel artefacto desapareciera. – Ahora sí, ¿ducha?- Sophia asintió y le tomó la mano a Emma.

 

- Me acuerdo de la primera vez que me duché contigo- sonrió bajo el agua, que Emma también se empapaba, pues el agua caía desde el techo, en un riel que iba a lo largo, en forma rectangular, que hacía que cincuenta y seis chorros en distintas direcciones, todos apuntando, de alguna manera, hacia el centro, cayeran de techo a suelo, con la propulsión que se deseara, hasta se podía jugar con la dirección de los choros con un control remoto, aunque también se podía usar la cascada convencional, la que caía de la pared frontal de la ducha, pues la otra sólo la utilizaban cuando se duchaban las dos juntas, para no esperar tanto tiempo, aunque servía de hidromasaje también. – En la ducha miniatura de mi apartamento- rió, acordándose de aquel desastre, que la ducha había terminado sin cortina.

 

- Ese fin de semana, ¿de verdad te divertiste?- rió Emma, vaciando un poco de su shampoo , que había cambiado de marca, a un Alterina Anti-Envejecimiento, mientras Sophia utilizaba el equivalente pero para cabello rubio.

 

- Después de esa cápsula sobre la Cobra, que es la serpiente venenosa más larga de todas, con un largo de hasta cinco metros y medio, después de subirnos a los camellos, de darle de comer a las focas y a los pingüinos, y de una gloriosa y exagerada comida, después de comprar esas cosas que parecían consoladores- rió. – Sí, me reí demasiado ese día, entre tus cápsulas de nula sabiduría sobre los osos polares, los chistes sobre pingüinos o monjas extremadamente malos, y que el pingüino no aceptara tu pescado, sí, me reí- rió de nuevo, lavándose el cabello mientras Emma sólo la escuchaba, pues hacía lo mismo. – Me acuerdo de tu cara cuando empezó a llover, y sin paraguas, tan típico… y, sí, luego la ducha caliente para no enfermarnos, y le dije adiós a la cortina de mi ducha

 

- Oye, es que esa ducha…- sacudió la cabeza mientras se enjuagaba el cabello. – Si apenas cabíamos… además, se compré una cortina nueva muy bonita, no te quejes- rió, sacándole la lengua, pero Sophia no vio.

 

- No me quejo, sólo me da risa- escurrió su cabello y volvió a tomar el shampoo para una segunda ronda, igual que Emma, pues Oskar llevaría la belleza hasta los Hamptons, que no era cortesía de Bergdorf Goodman a pesar de que Margaret y Natasha eran miembros Platino.

 

- ¿Te he dicho alguna vez que me encanta tu risa?- murmuró entre la espuma de su cabello, Sophia sólo rió nasalmente, pues estaba sonrojada y no sabía qué decir. –Es que me gusta que, cuando te ríes, sonríes también

 

- ¿No se supone que eso es lo que suele suceder?

 

- Hay gente que sólo abre la boca… como Clark- y ambas rieron a carcajadas, acordándose de la vez que lo habían visto reírse, pues no lo habían escuchado, el Ingeniero no emitía ninguna risa, sólo abría la boca, era extraño, demasiado extraño, y gracioso para segundos y terceros, pues no sabían cómo la Arquitecta Ross había podido aguantarse tremenda carcajada.

 

- Touché- jadeó Sophia ante el dolor de abdomen que le había provocado aquella risa. – Gracias… por el halago- sonrió, escurriendo nuevamente su cabello, sintiéndolo limpio, viendo a Emma hacer lo mismo, luego tomando el acondicionador, que usaban un Ojon restaurador, Emma vertió un poco en la mano de Sophia y luego en la suya, peinando sus cabellos con sus dedos a medida que mezclaban el acondicionador con el cabello para alisarlo todo, que Emma se hacía un moño por unos minutos para dejarlo hacer efecto, Sophia simplemente seguía peinándolo para quitar todo aquel jodido cabello que no debía estar incrustado en su cuero cabelludo. Terminaron por enjuagarse el acondicionador.

 

- ¿La espalda?- murmuró Emma, destapando el tarro de jabón exfoliante. – Sophia asintió y apagó la ducha desde la llave, no sólo la interrumpió. – Sabes… - dijo en voz baja mientras empezaba a exfoliar la espalda de aquella rubia. – Tengo un tiempo de estar sintiendo algo…

 

- ¿Físico?- dijo, deteniéndose de la pared frontal con ambas manos, en posición de registro físico policíaco.

 

- Más allá que físico… siempre lo siento, es fuerte, aunque hay días, como ahora, que lo siento más… o quizás no “más”, pero lo siento frágil- subía y bajaba por su espalda, exfoliando sus hombros, sus omóplatos, su cintura y sus caderas. – Y ahora se intensificó cuando me dijiste lo de que no te gustaba despertarte sin mí…- detuvo la exfoliación y la abrazó por la cintura, Sophia se irguió. – Te amo… - le susurró al oído, suave y tiernamente, simplemente teniéndola en sus brazos. – Y no quiero que te sientas así otra vez… nunca… breaks my heart saber que puedo hacerte sentir así- Sophia se volvió hacia Emma y se aferró a ella, besando sus hombros y su cuello, libre de cabello, pues estaba en el moño que se había vuelto a hacer al quitarse el acondicionador.

 

- No fue grave- susurró, topando su mejilla izquierda a la de Emma.

 

- Te diré algo… es un secreto- susurró. – Never thought that love could feel like this, and you changed my world with just one kiss, how can it be that you’re right here with me?- susurró, aferrándose a Sophia todavía más. – You’re an angel, it was a miracle- Sophia resoplaba conmovida, sonrojada, solo descansando su mejilla contra la de Emma. - Your love is like a river, peaceful and deep, your soul is like a secret that I never could keep, when I look into your eyes I know that it’s true… God must have spent…- susurró, haciendo una breve pausa para besar su pómulo. – A little more time on you

 

- Te dire un secreto yo- susurró Sophia, acariciando el cuello de su Arquitecta con sus dedos. – In all of creations, all things great and small, you’re the one that surpasses them all… more precious than any diamond or Pearl…- aquellas dos mujeres, abrazadas, en pleno eco de ducha y baño, mejilla contra mejilla, ambas con sus ojos cerrados, derramando, en cantidades industriales, cursilería tras cursilería, pero se sentía bien. – They broke the mold when you came in this world- sonrió, dando un paso, y luego otro, creando un círculo de pasos. – And I’m trying hard to figure out, just how I ever did without you, the warmth of your smile, the heart of a child…

 

- That’s deep inside… makes me purified- completó Emma, quitando su mejilla de la de Sophia para apoyar su frente contra la suya y rozar su nariz con la suya. – Te amo- susurró, encajando sus labios con los de Sophia, tan sensual, tan romántico, tan perfecto.

 

Y, mientras Sophia separaba sus labios para besar el labio superior de Emma, Emma lo hacía para con el inferior de Sophia, ambas apoyándose en la fuerte ternura del beso. Suave. Cariñoso. Rudo pero suave, cargado de amor, feroz pero tranquilo, como un nanosegundo pero también para siempre, y fue como una explosión de paz y serenidad que las invadió, que no era melancolía, sino el verdadero significado de lo que tenían entre ellas, que quizás sólo ellas podían entender y comprender en su totalidad, que sabían que el amor no alimentaba, pero daba calor cuando había frío, y daba más significado a todo en la vida, que Emma era más que un Ego, que una limitada omnipotencia, y que Sophia era más que una imprescindible sonrisa, más que una sentimiento desaforado hacia Emma, pues Emma era el Alfa y el Omega, el principio y el fin, el orden y el caos, Sophia no era ni su Sidekick ni su Profeta, era su Ambiance Enhancer, la que le daba forma y sentido, la que potencializaba y maniobraba todo aquello, creando una complementariedad cruda y natural, la interdependencia física, mental y emocional, una simple fusión que se llamaba “perfeição”, dicho en el idioma más sensual que existió jamás, en el más considerado de todos, no era intenso, ni tosco, ni romántico, era la mezcla justa entre la delicadeza y la gracia, entre el chiste y el canto pausado.

 

- Te amo, te amo, te amo, te amo…- suspiró Sophia, encendiendo la ducha nuevamente y empujando a Emma contra la pared mientras la seguía besando y Emma enjuagaba su espalda.

 

Clavó sus labios en el cuello de su novia, aferrándose a ella con sus manos por entre la pared y la piel, recorriendo, a besos, desde su cuello hasta sus hombros, degustando sus deliciosas y elegantes pecas, Emma no sabía qué estaba pasando, simplemente se sentía entre las manos de Sophia, con el gusto que aquello le daba, fuera del placer sexual y emocional, era feliz, y era razón suficiente para hacer cada locura injustificada y justificada. Emma detuvo a Sophia por su cuello y sus mejillas, volviendo su rostro hacia el suyo, sólo para besarla, besarla infinitamente, después de todo, eso era lo único que siempre quiso hacer, besarla. Y Sophia terminó contra la pared, suavemente, apoyada erguidamente contra ella, Emma apoyando su frente contra la suya. Algunos chorros minúsculos caían sobre la espalda de Emma, sobre sus hombros, que hacían que se corrieran hacia abajo, por efectos de la gravedad y la atracción, y se volvieron a besar corta pero cariñosamente, Emma rozó su nariz con la de Sophia mientras la tomaba de sus manos, entrelazando sus dedos, ambas abrieron sus ojos y encontraron sus miradas reflejadas en la otra; verde contra celeste, y Emma llevó su mano al sexo de Sophia, Sophia al de Emma y, sin despegar sus frentes o sus narices, viéndose a los ojos, se tocaron de tal manera que no era una masturbación mutua, era hacerse el amor mutuamente en aquella ducha. Ambas jadeaban suavemente, gemían aguda pero calladamente, lo suficientemente fuerte como para que la otra escuchara a través del uniforme ruido del agua caer, se veían a los ojos sólo para darse cuenta de cómo la otra se adueñaba de su mente, que la enredaba cariñosamente en sus deseos amorosamente carnales. Era aquello de que, mientras más se hacían el amor, mientras más fuerte era la tensión entre ellas, que jadeaban y tensaban las quijadas, inhalaban y exhalaban placer romántico, más ganas se tenían. Que sus dedos las recorrían mutuamente, cada par de dedos a su manera, desatando la locura en la respiración, en las sensaciones que las volvía agudas, más agudas que nunca, que hasta lo más íntimo perdía la cordura. Aquella parte que se acariciaban mutuamente ardía, era una dulce y placentera agonía.

 

- I love you- susurró Sophia con esfuerzo sobrenatural en su respiración entrecortada, y tomó a Emma por el cuello y la besó, dejando que la locura invadiera sus entrañas, haciendo que el deseo de Emma se desbordara, ocasionando un gemido mutuo en aquel beso, el fuego que provocaba el roce y el beso. Y ambas perdieron totalmente la cordura, se la cedieron mutuamente, y acariciaron sus clítoris más rápido, se dejaron de besar, y fusionaron sus alientos entre la frescura de la humedad que aquella cascada proveía. Y no había tales de secretos, ni de respiraciones tranquilas y pacíficas, sólo Sophia aferrada a Emma por su cuello, Emma aferrada a Sophia por el antebrazo que la atraía hacia ella, y abrieron los ojos, sólo para reencontrarse, besarse de nuevo, entendiendo por qué aquello no había sucedido la noche anterior, por qué hasta entonces. Se volvieron a abrazar, olvidándose del tiempo, del glamour, de la Haute Couture, de todo lo que tenía y no tenía sentido, lo que pasó y pasaría, ahí, en ese momento, sólo estaban ellas dos, haciendo, de esa imagen, que era momentánea y pasajera, una fotografía, para recordarla siempre, así como la visita al Zoológico, así como su primer beso, así como todo lo que vendría, que ni Emma ni Sophia sabían con certeza, pero podía venir lo que fuera, y no importaría en lo absoluto.

 

- I’m head over heels for you…- susurró a su oído, tal y como había empezado aquello, con aquel secreto. Se desvió a besar su cuello, cariñosamente, sólo para adorarla ese momento, para amarla, para hacerla sentir lo importante que era.

 

- Stiletto Heels?-  sonrió Sophia junto con una risa nasal.

 

- De dieciséis centímetros y Louboutins- rió.

 

- Es muy alto…- alcanzó el jabón de almendra y se lo mostró a Emma. – Y…será que…¿puedo hacer tu sueño realidad si te bajas de esos Stilettos?- rió, colocándole el bote de jabón líquido en la mano.

 

- Esto significa que, si yo lo hago, tendré que dejarte luego, ¿cierto?

 

- Es decisión de cada quién…- suspiró, abriendo nuevamente sus piernas. – Esta soy yo, dejando que me consientas al cien por ciento, desde un shampoo de Caviar hasta que me laves…- tomó la mano de Emma junto con el bote de jabón, se lo quitó delicadamente, volteó su mano sobre su dorso y, abriendo la boquilla, vertió un poco de aquel amarillento y transparente jabón líquido en la palma de su mano. – Esta soy yo, entregándome al cien por ciento, tras mi definición- guiñó su ojo y levantó su ceja. - ¿Me lavas o no?

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