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El lado sexy de la Arquitectura 35

en Lésbicos

- That’s it!- gimió Emma aquel jueves por la noche. – Ya no puedo esperar más…- suspiró, poniéndose de pie, impulsándose con ambos brazos de la encimera.

 

- What?- murmuró Natasha, viéndola con ojos sorprendidos.

 

- I’m gonna ask her!- murmuró mientras se alejaba por el pasillo.

 

- ¡Emma!- la llamó, hundiendo su rostro entre sus manos. Y la risa la atacó.

 

- Nada de “Emma”- susurró para ella misma, imitando el tono de Natasha, y presionó  aquella puerta, la de la habitación del piano, y la haló con fuerza para abrirla de par en par, asustando a Sophia, quien estaba sumergida en su rompecabezas.

 

- Esa sí que fue una entrada- rió aquella rubia, levantando su ceja en pleno sarcasmo pero volviendo al rompecabezas.

 

- Sophia, hay algo que quiero decirte- murmuró Emma, acercándose a ella.

 

- Me lo pude imaginar por esa súper entrada- rió un tanto indiferente, ensamblando un bloque de tres piezas. - ¿Qué pasó?- murmuró sin quitarle la vista a las piezas, pero notó que Emma se arrodillaba sobre su rodilla derecha. - ¿Qué… pasó?- Emma le tomó las manos, botándole las piezas sobre la mesa.

 

- Mi amor, Sophia Rialto… por el carajo más grande que existe, ¿podrías dejar de armar esa cosa y venir a cenar?- Sophia se quedó perpleja. – Deja de armarlo, no me importa si no lo armas, te diré lo que era, lo armaré contigo si quieres… pero ven a comer, por favor

 

- Ah… uhm… claro- sonrió. - ¿No quieres que lo siga armando?

 

- No, esa cosa te está consumiendo más que el jueguito ese del cocodrilo en tu iPhone… te estoy perdiendo en un rompecabezas- sacudió su cabeza dramáticamente. – Eso no puede ser

 

- Eres tan…- hizo una pausa y entrecerró los ojos. – Dramática…- suspiró con una risa ridícula.

 

- Lo sé… y, por lo mismo, si no dejas de armar esta cosa… te llevarás la decepción más grande del mundo y te vas a enojar conmigo- Emma se levantó, tomando a Sophia en su manos y halándola hacia ella por su cintura. – Era un signo de interrogación- sonrió, abrazándola completamente y empezando a besar su cuello.

 

- Tienes razón, me hubiera enojado si lo hubiera terminado… pero no significa que no esté molesta- suspiró ante el mordisco de Emma. – Te perdono si me das otro- y Emma sonrió y rió nasalmente a ras de su cuello mientras la mordía suavemente en su nuca. – ¿Qué hay de cena?

 

- Acaban de traer Kebaps

 

- ¿Por qué no me dijiste eso antes?- rió, despegando a Emma de su cuello y halándola por el pasillo con una sonrisa extrema.

 

- Ay, al fin vienen, yo ya tengo hambre- rió Natasha, sacando tres vasos. - Un Kebap, con extra salsa, extra picante, sin tomate y extra pepino para mi cuñada- le alcanzó el paquete cubierto de papel aluminio, que Sophia lo volcó, tiró al papel hacia los lados y luego lo abrió hacia arriba y hacia abajo, sacando aquel humeante Kebap. - Uno con poca salsa, extra picante y queso para la Princesa- le arrojó el paquete a Emma.

 

- Y uno sólo de lechuga y carne para la Señora Noltenius- rió Emma. – You’re such a pussy

 

- I have a juicy pussy, que es muy distinto- rió Natasha, abriendo una lata de Mountain Dew para Emma. Sophia casi se asfixia con el enorme bocado que intentaba masticar, ese comentario había estado muy bien puesto, a veces se seguía sorprendiendo por cómo Natasaha, o Emma, podían jugar y tergiversar las palabras.

 

- ¿Y cuándo vas a poner a trabajar a la vagina jugosa?- Emma bromeaba, pues sabía que hasta el domingo por la madrugada o por mañana, dependiendo de a qué hora se terminara la boda.

 

- La pongo a trabajar a diario y ni cuenta te das- guiñó su ojo.

 

- Ni voy a preguntar- resopló Sophia, deteniendo el Kebap en la mano izquierda mientras que, con la derecha, abría su lata de Sierra Mist.

 

- Pues, es como que preguntes- le lanzó un beso aéreo Natasha a Sophia. – Me masturbo to-dos los días – rió, sacando la mostaza del congelador de Emma y poniéndole un poco a cada bocado de Kebap.

 

- Con que eso era lo que se escuchaba ahora que salí a la oficina- se carcajeó Sophia.

 

- Sí que eres exagerada, Pia…- se sonrojó. – Sólo toco mi clítoris

 

- Y…esta conversación se acaba de poner incómoda- canturreó Emma, totalmente incómoda y evitando hacer contacto visual con cualquiera de las otras dos.

 

- Incómoda nada, cuéntanos- sonrió Sophia. Oh, Sophia y Natasha sólo iban a molestar a Emma un poquito, que digo un “poquito”, iban a push her limits, pero tenían una buena razón: ganar tiempo. Sophia consiguió una mirada de “¿es en serio?” pero que ignoró de manera muy profesional.

 

- Ay, pues tú sabes… tú sabes cómo son dos semanas sin sexo, ¿no?- Sophia asintió, Emma simplemente intentaba comer rápidamente su Kebap para salir huyendo de ahí, pues no le gustaba comer en otro lugar que no fuera la cocina, en realidad, la mesa del comedor, no la había usado nunca, sólo para que Sophia la acostara el día del cumpleaños de Phillip, y se rió ante el recuerdo. – Necesito relajarme… y tanto masaje tampoco me cae muy bien, además, ayuda al “Beauty Sleep”

 

- ¿No se supone que el Beauty Sleep es la noche anterior?- rió Emma irónicamente.

 

- Pues el mío dura una semana entera- rió, vertiendo otro poco de mostaza sobre el Kebap.

 

- Nate, es que el Kebap no se come con mostaza- frunció Emma su ceño, viendo la aberración que aquella mujer, recién casada, próximamente también ante Dios, hacía.

 

- Se supone que tampoco tengo permiso de comer estas cosas de la calle, según mi mamá, y aún así lo hago…- sacó su lengua y dio la mordida, sintiendo el picante y ácido de la mostaza, esa mezcla perfecta, con la grasa de la carne del Kebap, que nunca se había atrevido a preguntar de qué era, pues no estaba segura si quería saber, y lo crujiente de la lechuga fresca aunque ya un poco tibia, era demasiado para su paladar, Margaret no sabía de lo que se perdía, eso era un buen platillo, aunque, claro, Natasha no tenía el mejor paladar del mundo, al menos no el más fino. – En fin, Sophia, como te decía- se volvió a ella, evadiendo a Emma. – Quiero sentir a Phillip así como cuando supongo que Emma te penetra con sus dedos cuando no lo ha hecho por mucho tiempo- sonrió, Emma casi se muere.

 

- Con la diferencia que yo no dejo que pase tanto tiempo…- dijo Emma, muy a la defensiva, pero gracioso. - ¿Podemos dejar de discutir abiertamente nuestras vidas sexuales o la falta de? ¿Por favor?- gimió en un suspiro incómodo.

 

- Ay, mi niña, pudorosa como siempre- rió Natasha, lanzándole un beso por el aire. – Pero, está bien, ¿qué hora es?

 

- Las siete y cincuenta y tres- murmuró Sophia, y la mirada de Natasha y Sophia se abrieron.

 

- No crean que no me di cuenta- dijo Emma, viéndolas a ambas alternadamente. - ¿Qué se traen entre manos?

 

- Quería preguntarte algo- dijo Natasha, todavía con un poco de comida en la boca, pero cada segundo contaba. Emma emitió aquel “mjm”. - ¿Habría problema si duermo contigo y con Sophia por estos días que faltan, o sea sólo hoy y mañana?

 

- Si prometes no masturbarte- rió, no entendiendo realmente qué pasaba.

 

- Oye, no seas mala, yo no te estoy pidiendo que dejes de “tú sabes” a Sophia- sonrió.

 

- Eres bienvenida- guiñó Sophia su ojo izquierdo y levantó la ceja derecha.

 

- Bueno… supongo que si a mi novia no le importa, a mi tampoco- murmuró. – Pero, ¿por qué quieres dormir con nosotras?

 

- Le tengo miedo a la oscuridad- improvisó infantilmente.

 

- Y yo me chupo el dedo- rió Emma, evocando aquel momento, aquella plática entre ella y Natasha, el día decisivo.

 

- Pues… de que te lo chupas, te lo chupas- guiñó su ojo. – No, es sólo que me siento sola en esa gran cama- sonrió, pero no logró ruborizarse, por lo que era, al igual que la excusa anterior, una mentira.

 

- Esfuérzate un poco más

 

- Sophia y yo queremos hacer un trío contigo- sonrió, y esta vez sí se ruborizó. Emma volvió a ver a Sophia con desconcierto, luego a Natasha, dejó de masticar. – Busted!- rió, Sophia estalló en una carcajada y dio un doble High-Five a Natasha.

 

- Ahora ya puedo ir al baño tranquila- suspiró.

 

- Did you make a tiny shit?- rió Natasha, arrojándosele encima con un beso en la mejilla.

 

- I felt sick- murmuró. – Esa clase de  bromas… wow…- suspiró, guardando el poco de Kebap que le quedaba, pues se le había quitado el hambre. – Not cool- sacudió la cabeza, arrojando la bola de papel aluminio en la bolsa de papel en la que habían llegado los Kebaps. – No fue gracioso...

 

- Perdón- murmuró Sophia.

 

- Sí, perdón, se nos pasó la mano- murmuró Natasha.

 

- Who’s the bitch now?- rió Emma un tanto tarareado. Y todo estaba bien, eran simples bromas. – Aunque, si debería hacer un trío… supongo que lo haría contigo, Nate… pero estás casada, entonces no- sonrió, guiñando su ojo.

 

- Pia tiene una política muy estricta sobre los tríos- dijo Natasha.

 

- ¿Ah, sí?- Emma las miró escépticamente a ambas, que tenían la sonrisa cómplice más estúpida y para nada discreta de la historia.

 

- Sí- murmuró Sophia. – Lo consideraría con Natasha, como tú dices, pero por dos cosas queda descartada, y me permito decir dos puntos: una vez estás con una mujer, no hay otra alternativa, pobre de Pipe- Emma asintió.

 

- Te puedo dar mi testimonio sobre esa razón- rió Emma, todavía asintiendo.

 

- Y, la segunda, es porque estás casada…- concluyó.

 

- ¿Entonces, si no estuviera casada, ni estuviera con Phillip, hicieran un trío conmigo?

 

- No- corearon las dos con una sonrisa.

 

- ¿Por qué? – Sophia le dio la palabra a Emma.

 

- ¿De verdad quieres saber?- Natasha asintió. - ¿Con censura o sin censura?

 

- La que te salga mejor, Señorita Pudor- bromeó.

 

- Porque yo te puedo comer, Sophia me puede estar comiendo a mí, pero en ese trío, las únicas que tenemos una conexión ilustre, en lo que a la sexualidad se refiere, somos Sophia y yo, porque tú y yo nunca hemos tenido un roce sexual, y tampoco tú con Sophia, espero… probablemente funcionaría, pero siempre terminaría siendo entre Sophia y yo, sin ofender

 

- Realmente no me imagino en un trío… menos con ustedes- rió. – Sin ofender, claro…

 

- None taken- corearon las dos.

 

- Es que apenas y sé qué hacer con Phillip… no sé qué haría con una mujer, mucho menos con dos… digo, habría tres pares de estás- dijo, levantando su busto con ambas manos. -Tres vaginas… demasiado estrógeno, demasiados pezones, demasiados clítoris, demasiado lubricante, eso no puede salir exactamente bien- rió.

 

- Menos con tres vaginas poderosas- añadió Sophia, creando un coro de “oh” ridículo y chocaron las palmas de sus manos.

 

- Amen, sister- rió Emma, levantando su vaso con aquel líquido verde, que se veía muy, pero muy natural. Y se volvieron a reír, nadie entendía qué les pasaba, ni siquiera ellas, pero estaban bien, pues, entre risas y comentarios como esos, ¿quién no?

 

- En fin, cambiando de tema…- dijo Natasha. - ¿No vas a comer más?- le preguntó a Emma, pues no había vuelto a abrir el Kebap.

 

- No, no… voy a comer un poco de fruta- dijo como con un poco es asco.

 

- ¿Todo bien?

 

- Sí, sí… es sólo que estoy un poco estresada y me di cuenta que, si me acababa ese Kebap, no iba a tener una buena mañana, iba a terminar como mi novia, en Duane comprando Dramamine

 

- Una pregunta, eso que están haciendo en el estudio, ¿cuenta como de mergers and acquisitions?- Natasha seguía poniéndole un poco de mostaza a cada bocado. Sophia devoraba aquel Kebap en silencio, le encantaba.

 

- Pues, es que Trump no nos está comprando, nos está subcontratando… lo que significa que estamos juntos pero separados, Trump trabaja con nosotros de manera exclusiva y nosotros con él, pero son exclusividades distintas. Trump sólo puede trabajar con nosotros, para diseñar, construir, mantener, restaurar y demoler, todo lo que una construcción implique, esté ya hecha o no, nosotros sólo podemos trabajar con Trump en el sentido exclusivo de organización, no podemos irnos a trabajar con otras compañías de Real Estate, como The NYBuilding Company o The Clever RE, podemos trabajar particularmente con clientes que entran bajo la categoría de “civiles y personales”, puede ser una persona como tú, que quiere que construyamos su casa, o puede ser NBC que quiere que ambientemos el set de algún programa, hay clausulas y estipulaciones, oficiales que se están en el contrato, y otras que no saldrán a la luz del diario oficial

 

- ¿No es como que un poco ilegal eso?- murmuró Natasha.

 

- Es un tipo de protección… en el diario oficial se hace constar que, si Trump Organization rompe con la exclusividad, en cualquier sentido, en los primeros cinco años, tienen que pagarle al Estudio lo mismo que ganó el Estudio en los últimos cinco años, en los diez años, lo que se ganó en los últimos diez años…y así sucesivamente, y, que si nosotros rompemos con la exclusividad, en el momento que sea, por ser subcontratación imperativa, les tenemos que pagar veinticinco millones… que los tenemos, pero, por año, lo que se estaría ganando con Trump, aumentaría en el doble, en un sentido colectivo, de flujo al Estudio, porque cada quien gana por separado, con esto ganas por separado por cada proyecto que haces, pero ganas por el Estudio… y, lo que no se está diciendo en el diario oficial, pero que sigue siendo un contrato, a puerta cerrada, es que, si Trump viola la exclusividad, a cada trabajador le tiene que pagar lo que ganó en los últimos cinco años, o en los últimos diez, y así, y, si nosotros rompemos con la exclusividad, iremos a juicio, que lo peor que puede pasar es que, además de que tenemos que pagarles veinticinco millones, es que tengamos que entregarles los fondos del seguro financiero, que son alrededor de cinco millones, y tendríamos que cerrar el Estudio…

 

- Es un poco fatalista, ¿no te parece?- rió Natasha, viendo su reloj, que en cualquier momento llamarían a la puerta.

 

- Pues, sí… pero son, por lo menos, cinco años de trabajo seguro, ¿quién no quiere trabajo seguro?- sonrió, terminándose su Mountain Dew y volviéndose al congelador para sacar un paquete de fresas.

 

- Pues, claro, todos queremos algo así, más con la buena paga

 

- Mejor aún- dijo, enjuagando las fresas en agua mientras sacaba una tabla de uno de los gabinetes superiores. – Poder darle a tu novia una oficina, como se la merece- sonrió.

 

- ¿Estás sacando a Sophia de tu oficina?- suspiró con una expresión dramática, Sophia sólo rió nasalmente.

 

- Sí y no… es que es un poco incómodo tener reuniones en la sala de reuniones, o que me tenga que salir de la oficina de Emma cuando ella tiene algún cliente, pues, por discreción… le pedí mi propia oficina, al lado suyo, frente al escritorio de Gaby- dijo Sophia antes de que Emma pudiera responder. Emma sonrió, alcanzando un cuchillo para cortar sus fresas. – Es divertido invadirle el espacio personal a Emma, pero creo que es hora de devolverle la totalidad del espacio

 

- Sí, y es una de las clausulas, que cada integrante tenga su oficina… entonces, técnicamente, no la estoy sacando de mi oficina, se va porque quiere y porque tiene que irse- rió Emma. – Además, van a reestructurarlo todo; todo va como en agrupaciones, en las oficinas nuevas van a estar los Ingenieros, en lo que ahorita es el Estudio nos quedamos los Arquitectos, el diseñador micro-urbano y Sophia, pero hasta el final, entonces la oficina de Hayek y Ross es la de Sophia, la de Fox es la del micro-urbanista, la de los Ingenieros es la de Volterra, la de la sala de impresiones es la de Fox, la sala de reuniones la de Hayek, la de Volterra desaparece porque es parte del pasillo, y así sucesivamente…

 

- ¿Y cómo harán para estar juntas? Digo, van a estar a la distancia de una puerta, pero divididas por paredes- dijo dramáticamente.

 

- Últimamente, y de ahora en adelante, necesito una segunda opinión sobre mis diseños- rió Emma, terminando de cortar las fresas por mitades y poniéndolas en un recipiente hermético.

 

- Además… yo creo que Gaby sospecha algo- dijo Sophia, atrayendo la atención de ambas. – Vamos, no es como que Gaby es sorda, o ciega…o estúpida…

 

- Gaby siempre me pareció que tenía voz de cama sensual- susurró Natasha, como si pensaba en voz alta.

 

- What?- rieron las dos.

 

- Sí, esa voz sensual postcoital… como si fuera de alguna HotLine- se encogió de brazos, viendo a Emma arrojar una cucharada de azúcar moreno, pareciéndole un poco raro. – Anyway… ¿tú de verdad crees que Gaby sospecha?

 

- Yo creo que no- dijo Emma, vaciándole un chorro de vinagre balsámico a las fresas. Rara.

 

- La paranoia no es lo mío… no me da vergüenza que se den cuenta de que me beso con mi jefa- dijo Sophia, volviendo a ver a Emma con hambre de besos. – Quizás Gaby sepa, quizás sospeche…quizás no sepa… pero sabe que Emma me trata diferente a los demás, que es hasta protectora conmigo- y una pizca de pimienta recién molida a aquella mezcla rara de fresas. – Emma, cuando no está Moses, no deja que Gaby me prepare mi té o mi café, sino que me lo hace ella… y, cuando es café, siempre estamos platicando mientras me lo hace, y siempre da lugar a la cápsula cultural del día- rió, Emma vertió un chorro de vainilla y tapó aquel recipiente, lo agitó para mezclar todo aquello.

 

- Soy un poco obvia… ¿y qué?- dijo Emma a la defensiva. – No me avergüenzo de que Sophia sea mi novia… se merece que la trate como tal, en público y en privado, y, al que no le guste, pues… soy la dueña del Estudio- rió. – Y me aseguré de que la homosexualidad no sea un tema de peligro, ni para Trump, ni para Volterra-Pensabene

 

- Volterra-Pavlovic- dijo Sophia, dándose un High-Five con Natasha. – Aunque realmente creo que debería ir el Pavlovic primero, porque tienes el cincuenta por ciento, ¿no?

 

- Tiene más que el cincuenta por ciento- murmuró Natasha.

 

- ¿A qué te refieres?- Sophia estaba un tanto confundida. – ¿No se supone que Emma tiene el cincuenta, Volterra el veinticinco y tú el veinticinco restante?

 

- Así es- intervino Emma, pues Sophia no sabía que Emma tenía en realidad el setenta y cinco por ciento, no el cincuenta, y que Natasha era sólo un nombre. – Tengo el cincuenta, pero tengo más que el cincuenta porque te tengo a ti- fue lo mejor que se le pudo ocurrir, y logró ruborizar a Sophia.

 

- Mírate…- suspiró Natasha, tomándola de la mejilla mientras Emma enterraba el tenedor en sus fresas, que olían excepcionalmente bien. – Toda cursi… pro-homosexualidad… falta el feminismo- rió.

 

- No impulso la homosexualidad, pues, sólo creo que hay naturaleza en todo tipo de preferencias… es una reacción química, es como el C4, estable pero inestable… - dijo Emma entre sus fresas, que vio que Natasha iba a robarle un par, pero le retiró el recipiente de las narices, como diciendo “si quieres fresas, háztelas tú”. – Respeto los gustos y las decisiones… nada más.

 

- Pues, para los gustos están los colores- sonrió Natasha, viendo a Emma sonreírle con la mirada a Sophia.

 

- Es correcto, Señora Noltenius- dijo Sophia. – Y, para Emma está el amarillo- dijo, acercándose a Emma y tomándola por la cintura. – Porque significa que aporta felicidad, que está feliz, que es brillante, en iluminación y en intelectualidad, que no es más que la capacidad del juicio justo…- y le plantó un beso en los labios, que sabía a fresas, un beso suave y tierno, corto.

 

- Y también significa “Advertencia”- sonrió Natasha.

 

- Pues, claro, a Emma Pavlovic hay que tenerle cuidado- guiñó su ojo la dueña de aquel nombre mientras abrazaba a Sophia.

 

- Porque te enamora- sonrió Sophia, dándole otro beso, fugaz y luego la abrazó.

 

- ¿Por qué siento que ustedes están cada día más…”cursi”?- resopló Natasha.

 

- Porque podemos- dijeron las dos al mismo tiempo, volviéndola a ver, luego ahogándose en una risa egocéntrica.

 

- Buena respuesta… lo admito, ahora, Emma, ¿me das de tus fresas?

 

- Sure…- sonrió, alcanzándoselas mientras le daba un beso en la frente a Sophia. – Creo que es momento para salirme de la ropa de oficina, ya los pies me están matando- sonrió de nuevo, despegándose de Sophia y empezando a caminar sobre sus Ferragamo de gamuza negra, con aquella laza elegante en la punta, rompiendo el viento en su Skinny Jeans azul gastado y traspasando aquel viendo entre las capas de su Kaftan Blouse roja Cavalli. Pero llamaron a la puerta en cuanto Emma recién la pasaba, y Sophia y Natasha se volvieron a ver, era hora. Emma se volvió a la puerta, intentando no dañar el piso con la aguja de su Stiletto y, tirando la perilla para abajo, haló la puerta, pero se petrificó. Y aquella mujer, que ahora era veinticinco centímetros más pequeña que Emma, sólo levantó la ceja derecha y sonrió. Emma volvió a ver a Natasha y a Sophia hacia la cocina, que ambas sonreían, y se volvió hacia su mamá. - ¡Mami!- se le arrojó en un abrazo encorvado, con una sonrisa de sorpresa.

 

- Sorpresa, Tesoro- susurró, dejando caer su bolso sobre la alfombra del pasillo para responderle el abrazo.

 

- Por favor, pasa adelante- sonrió emocionada, pues Sara no era fanática de Nueva York, sólo había ido una vez desde que Emma vivía ahí, el primer año, que Emma no podía salir del país por cuestiones migratorias, trámites de visa aquello era, y no había regresado hasta ahora. Tomó su bolso y la dejó pasar, atrás de Sara venía Phillip, que cargaba una Duffel Bag y una funda alta y negra. – Hola, Pipe- y le dio un beso en ambas mejillas, luego cerró la puerta.

 

- ¡Ay!- canturreó Natasha, caminando con los brazos alzados hacia Sara. - ¡Qué alegre que esté aquí!- y le dio un abrazo a Sara, que se tambaleaban de lado a lado, con amor y cariño.

 

- No me lo perdería- sonrió, respondiéndole el abrazo, para que Natasha se despegara de ella. – Sophia, Tesoro- sonrió, encajando un abrazo con Sophia, un abrazo sonriente.

 

- ¿Qué tal? ¿Cómo está?- murmuró Sophia entre aquel abrazo. Emma, entre su sorpresa, que era cincuenta por ciento por la llegada de Sara y cincuenta por ciento por el afecto entre Sara y Natasha y Sara y Sophia, simplemente se quedó de pie, observando la escena.

 

- Muy, muy bien, más ahora que ya llegué- sonrió, volviendo a ver a Emma.

 

- ¿Quieres algo de comer? ¿Algo de tomar?- reaccionó Emma, Sara asintió. - ¿Te gustaría salir a comer algo? ¿Te preparo algo?

 

- Primero déjame terminar de llegar, Tesoro- sonrió Sara, viendo a Phillip emerger por entre el pasillo.

 

- Buenas noches, familia- sonrió Phillip, inclinándose hacia Sophia para darle un beso en la cabeza, como siempre, y luego para abrazar a Natasha por la cintura, por la espalda, dándole un beso en su sien izquierda. - ¿Podríamos hablar un momento?- susurró al oído de Natasha, quien asintió. - Em, ¿me prestas tu habitación un momento?

 

- Claro, claro… si salimos, ¿les aviso?- ambos asintieron, y Phillip se llevó a Natasha de la mano hacia la habitación.

 

- Espero que no sea nada malo- murmuró Sara.

 

- No te preocupes, no lo será- sonrió Emma. – Estás aquí- resopló, abrazándola de nuevo. A Sophia cómo le encantaba ver a Emma así de feliz, y no se sentía mal por no poder darle esa felicidad, pues era la felicidad que sólo una mamá podía darle.

 

- Es una venganza muy dulce, de parte de Sophia- dijo Sara, y Emma volvió a ver a Sophia con una sonrisa.

 

- Cobrándome la de mi mamá en Navidad- sonrió. – Les daré un momento a solas… iré a guardar el rompecabezas- dijo, pasando de largo, pues no quería importunar, pero Emma la detuvo de la mano y la trajo hacia ella.

 

- Gracias- le susurró, dándole un beso corto, muy corto, apenas roce, en sus labios, haciéndola ruborizarse. Sonrió, y rió nasalmente pero muy callada, y no pudo ver a Sara a los ojos de la incomodidad, soltó la mano de Emma y desapareció por el pasillo. – Ahora sí- sonrió para Sara. - ¿Quieres ir a comer o quieres que te prepare algo?

 

- Si quieres esperemos a que Natasha y Phillip terminen, porque no quiero que cocines, ya es un poco tarde, debes estar cansada, Tesoro

 

- Cansada debes estar tú- sonrió, acariciando su hombro y viéndola con ternura a los ojos. - ¿Cómo estuvo el vuelo?

 

- Considero visitarte más a menudo, estuvo muy cómodo el vuelo, largo, pero cómodo- sonrió, sentándose en el sillón de cuero ocre, Emma en el sofá frente a ella. – Y, antes de que preguntes, no te enojes, Sophia si pagó mi boleto- Emma sólo respiró hondo. – Y aguántate, porque lo hizo con buenas intenciones… le dije que podía pagarlo yo, que ese no sería problema, pero, ante la invitación de Natasha y Phillip a su boda, pensé en que podía hacer felices a todos sólo con aceptar

 

- ¿Cuánto tiempo te quedas?

 

- Me voy el sábado de la otra semana, Sophia y Natasha pensaron que te gustaría tenerme aquí, aunque yo sé que, con Sophia aquí, no es tu idea favorita- sonrió un tanto divertida.

 

- No, no, no te preocupes, me encantaría que te quedaras, de verdad- sonrió, levantando sus cejas. – Es sólo que todavía no me creo que estés aquí…- inhaló profundamente, y exhaló lentamente aquel aire.

 

- Tesoro, sabes que siempre puedo quedarme en un hotel, lo que sea por tu comodidad

 

- Mami, tú no eres ningún inconveniente… mi casa es tu casa- sonrió resoplando, pues, claro que lo era. – No voy a dejar que vayas a un hotel… además, el Plaza está lleno, tan lleno que ni Natasha logró la Suite Matrimonial, hay otra boda ese día, bueno, varias, pero los dos salones principales están reservados, Natasha ha tenido que meter a gente en el Ritz y en el Waldorf, hasta en el Trump…

 

- Está bien, pero sabes que sólo tienes que decirlo, no lo pienses ni dos veces… ¿si?- acarició su mejilla mientras sostenía sus manos en su mano derecha.

 

- Mi amor, te ves tan guapo- suspiró Natasha, besándolo ya con sus labios rojos, que se habían regalado, arrebatado y arrancado los besos, se besaban en la cama de Emma, sin vergüenza, pues a Emma no le importaba, Natasha sobre Phillip, simplemente extrañándolo.

 

- El matrimonio me sienta bien- rió Phillip, tomando a Natasha por la cintura y tumbándola suavemente a su lado.

 

- Mi amor…- resopló Natasha, volviendo a besarlo. – Creí que te habías arrepentido- suspiró, arrancándole más besos, deteniendo sus mejillas, sin barba, con ambas manos.

 

- No, no…- dijo entre besos. – Me moría por verte, por besarte…por saber que estás bien, que no tienes nervios medievales- sonrió, hundiendo sus labios en el cuello de Natasha.

 

- Quiero que me hagas el amor, que me hagas el amor, una y otra, y otra vez, sin parar, sin restricciones y sin miedo- susurró, enterrando sus manos entre el cabello negro de su esposo.

 

- No tendré placer más grande, nunca, que se compare a deshacer cada botón de tu vestido… que dicen las malas lenguas que son cincuenta y dos- rió, soplando exhalación sobre su cuello, dándole cosquillas.

 

- Son sólo treinta y dos- rió Natasha un tanto fuerte.

 

- Sólo- repitió Phillip un tanto divertido. – Oye… te quería dar algo

 

- ¿Si?- sonrió, siendo halada suavemente por Phillip hasta traerla a sentarse.

 

- Lo consulté con las personas que debía consultarlo…- respiró hondo. – Con Emma y con tu mamá…- sonrió. – Y…- buscó una caja de cuero rojo, muy delgada, no muy larga, pero tampoco muy corta. – Mamá me dio esto el lunes…- abrió la caja, revelando un broche brillante, en forma de “S” estirada verticalmente hasta hacerla parecer el logo de Sephora. – Ha estado en la familia por muchas generaciones… el abuelo de mamá se lo regaló a su abuela el día antes de la boda, y, en mi familia, con este broche, la tradición dicta que lo pasan al primer hijo que se case… primero lo llevó Eleanor, mi bisabuela, luego lo llevó mi abuela, Elizabeth, luego lo llevó mamá, y ahora…

 

- Phillip…- susurró viéndolo a los ojos. – No sé qué decir…

 

- No puedo obligarte a que lo lleves… eso lo sabes, nunca te obligaría a nada, nunca

 

- Mi amor… lo llevaré con todo el honor de mi vida- sonrió, acariciándole la mejilla izquierda. – Y, el día que nuestra Elena, o nuestro Christopher, o el hijo que se nos case primero, le contaremos juntos la misma historia, para que lo cuide y lo guarde así como lo haré yo - sonrió, dándole otro beso en sus labios.

 

- Gracias, mi amor, de verdad, muchísimas gracias- susurró, cerrando aquella caja y poniéndola en manos de Natasha.

 

- Gracias a ti… por confiar en mí…- tomó la caja y volvió a besar a Phillip.

 

- I’ve always trusted you…- sonrió. – Tengo otra cosa para ti, que sé que tu mamá va a detestar…

 

- Esas son las cosas que más te gustan, ¿no?- rió, Phillip asintió, sacando un cordón de lana blanca de su bolsillo delantero, al mismo tiempo sacó unas llaves, junto con una Victorinox Tomo en blanco.

 

- ¿Te acuerdas cómo una vez te dije que eras dueña de lo que fuera que hubiera entre nosotros?- susurró, tomándole su muñeca izquierda, en donde tenía un cordón de lana roja. Natasha asintió. – ¿Y te acuerdas que cada tres meses te decía lo mismo y te volvía a poner la misma lana roja?- Natasha volvió a asentir. – No es que no confíe en que Su-Gran-Eminencia-Arzobispo-De-Nueva-York-Timothy-Michael-Dolan haga mal su trabajo- dijo risiblemente mientras intentaba recuperar el aliento tras decir aquel título que representaba al jefe de la Arquidiócesis Neoyorquina, y cortó la lana roja de la muñeca de Natasha, fue suave, con ayuda de la pequeña tijera que sacó de la Victorinox. – Pero creo que mi método también funciona- sonrió, y pasó aquella lana alrededor de la muñeca de Natasha. – Ya no es “lo que sea que tenemos”- rió, empezando a anudar aquel cordón. – Pero sigo confiando en que sabrás llevar nuestro matrimonio igual que como supiste llevar todo aquello…- sonrió, cortando el exceso de cordón y depositando ambas cosas en la mano de Natasha, el exceso y la Victorinox.

 

- Y tú… ¿te acuerdas que, cada mes que cambiabas la lana roja, yo te decía que yo sólo quería ser feliz contigo?- dijo, cortando la lana roja de la muñeca de Phillip, de su muñeca izquierda, y enrollando la lana blanca alrededor de ella. – Ser feliz contigo, por estos cuatro años y medio, en realidad más, y tú lo sabes, es lo mejor que me ha pasado- anudó aquella lana blanca. – Y juré no volver a hacerte pasar por aquello… porque te amo, desde tu reclamo insensato por creer que yo te iba a quitar la camisa para recaudar aquel millón de dólares para combatir la Inanición en África- sonrió, volviéndolo a ver a los ojos, colocándole las llaves en su mano. – Porque eres tú el que decide, ahora sin insistirme, Guapo- entrecerró sus ojos y le dio un beso suave y tranquilo.

 

- Las llaves son tuyas…- susurró, atrapando luego el labio inferior de Natasha con sus dientes.

 

- ¿Llaves de qué son?

 

- De mi proyecto secreto con Emma… está instalado en nuestro nuevo apartamento… y Emma no te dirá por más que la tortures- rió. – Así que no lo intentes, mi amor

 

- No lo intentaré, lo prometo- le dio otro beso, y es que no podía resistirse, tenía desde el domingo de no verlo, sólo de hablar con él por teléfono, de ni siquiera poder ser capaz de tener Phonesex, así como alguna vez lo tuvieron. – ¿Te veré mañana?

 

- Creo que tu día con Emma, Sophia, Sara y tu mamá estará bastante ajetreado… escuché que van a ir a darse el mejor de los tratamientos de esos de mujeres- rió, no sabiendo de qué hablaba. – Pero hoy… hoy me tienes aquí, todo para ti

 

- Quédate a dormir

 

- Pero…- susurró, pero Natasha lo detuvo, poniéndole su dedo índice en sus labios.

 

- La cama es suficientemente grande, no creo que importe, Emma no puede negarme nada- sonrió. – Y, es mejor…

 

- ¿Ah, sí?

 

- Sí… así nos aseguramos de que no te voy a violar… porque, en este momento, I so wanna fuck your brains out, Guapo- suspiró.

 

- Bueno…- sonrió. – Te iba a decir que me quedaba si a Emma no le importaba… pero que primero vamos a llevar a Sara a comer algo, ¿te parece?

 

- Buena idea, mi amor…- le dio un último beso, que terminó en ambos acostados, Natasha sobre él, un beso profundo, Natasha acariciando suavemente su cavidad bucal con su lengua. – Sólo déjame llevarles zapatos cómodos a Emma y a Sophia, que un segundo más en Stilettos y se van a morir- se puso de pie y buscó las zapatillas Reed Krakoff en base color crema para Emma y unos TOMS rojos para Sophia, de paso, tomó una camisa blanca, sin mangas, para Emma, y, para Sophia, una negra.

 

- ¿Qué se te antoja comer?- murmuró Emma, viendo a Sophia salir del pasillo con la caja del rompecabezas y deslizar el panel de la pared, el que descubría la chimenea. Qué bélica.

 

- No tengo mucha hambre, pero quizás, en lo que llegamos al lugar, sí tendré, sólo quiero comer- Sophia volvió a cerrar el panel, pues no podía quemar las piezas de aquel rompecabezas, simplemente no podía, pues eran plásticas. Las botaría en algún basurero cuando salieran.

 

- ¿Quieres ir a Times Square? ¿Al Plaza que queda cerca?

 

- A donde me quieras llevar, Tesoro… es tu ciudad, no la mía- sonrió.

 

- Creo que deberíamos descartar la comida italiana en un radio de cinco avenidas y diez calles- opinó Sophia, y con justa razón. – Pues, no creo que quiera comer italiano- rió.

 

- Oh, no, créeme que no, Sophia- dijo sonriendo mientras sacudía suavemente su cabeza de lado a lado.

 

- ¿Se te antoja un poco de sushi?- y aquella simple palabra les abrió el apetito a las tres, hasta a Phillip y a Natasha, que apenas se incorporaban.

 

- ¿Alguien dijo sushi?- murmuró Natasha, alcanzándole los zapatos a Sophia, junto con la camisa negra, que Sophia se retiró hacia la oscuridad del pasillo. – Podríamos ir a Sushiden, en la sexta y cuarenta y nueve…- le alcanzó las cosas a Emma, quien decidió por acompañar a Sophia, entre el hueco que hacía el closet de la entrada y la puerta de la alacena.

 

- Son veinte, veinticinco minutos caminando- sonrió Phillip.

 

- Suena bien, ¿las esperamos abajo?- dijo Sara, tomando su bolso y siguiendo a Phillip y a Natasha, quienes iban tomados de la mano.

 

- Sí, sí… ya bajamos- dijo Emma, dándole la espalda a Sophia para que le ayudara a bajarle la cremallera de su blusa.

 

- Sara…- escucharon decir a Natasha mientras abría la puerta. - ¿Todo bien con el vuelo?- y la voz se desvaneció en cuanto la puerta se cerró.

 

- Oye, ven aquí- susurró Sophia, halando a Emma por su cintura con sus manos y abrazándola, dejándola sentir el encaje de su sostén en las partes desnudas de su espalda. – Desabróchate el jeans, por favor

 

- Bromeas, ¿cierto?- rió Emma, sintiendo los besos en el cuello que Sophia le daba.

 

- Por favor…- Emma lo hizo, desabrochó su jeans y sintió las manos de Sophia acariciar su abdomen, bajando a su vientre, introduciéndose entre su piel y el algodón de su tanga. – Me encanta verte así de feliz…- susurró, acariciando el clítoris de Emma con sus dedos, estaba húmedo, Emma estaba ovulando, sí Señor, y la otra mano de Sophia haló la copa izquierda del sostén de Emma, la haló hacia abajo, liberando aquel seno, con su pezón relajado y dilatado, pequeño y suave, perfecto al tacto de los dedos de Sophia. – Verte sonreír de esa manera…

 

- Mmm… Sophie…- suspiraba Emma ante el coqueteo de Sophia, un sensual y rico coqueteo táctil.

 

- Me hace tan feliz verte feliz…- susurró a su oído, mordiendo a continuación su lóbulo, pues Emma tenía su cabello recogido en un moño trenzado. – Eres tan especial para mí… todo lo contrario a lo que conozco…- sentía cómo aquel clítoris se empezaba a mojar por el trayecto que su dedo trazaba, circular y suave, sentía el pezón de Emma ceder entre sus dedos, que sólo lo había aprisionado entre su dedo medio y anular, presionándolo un poco por los lados. – Edición limitada… fuera de serie… única…- y Emma gimió, colocando sus manos sobre las de Sophia.

 

- Me estás mojando, mi amor…

 

- ¿No te gusta mojarte?

 

- Me encanta…- dijo, ahogando un gemido. – Me encanta que tú me mojes…

 

- ¿Y te gusta que te excite?- susurró, mordiendo su cuello y sus hombros, sintiendo cómo Emma apretaba su mano para que Sophia apretara su seno, que lo hiciera gentilmente. Emma emitió un “mjm” tan sensual que Sophia misma se mojó; agudo y tembloroso, lleno de placer. – Me encanta cuando haces eso- mordió hacia el exterior del hombro, besando el trayecto de regreso hasta su cuello. – Me encantas toda… y me encantas así de excitada…

 

- Faster…- suspiró, utilizando su mano sobre la de Sophia, marcándole el paso, círculos rápidos y con un poco de presión.

 

- Me fascina que lo más pequeño es lo que te pone una sonrisa…- comenzó a morder el lado izquierdo de su cuello, no dejando de tocarla, llevando su mano izquierda a meterla entre la copa y la piel de Emma, a tomar su seno derecho. – Mi Emma…- susurró, besando sus pecas, sus sensuales y elegantes pecas. Y Emma resopló entre su gemido suave, casi mudo. – Mi Arquitecta…

 

- Make me cum…- gimoteó, no pudiendo abrir sus ojos. Aquello había escalado rápido, rápido pero delicioso, de eso daba testimonio Emma, de eso también. – Please- le rogó entre un suspiro.

 

- Sólo mía…- y sintió a Emma tensar su cuerpo, la vio llevar sus manos a sus senos, a ambos, deteniéndolos y apretujándolo mientras ella no dejaba de abusar de su clítoris.

 

- Mi amor…- balbuceó en aquella vocecita sexualmente aguda, esa que sólo es posible sacar cuando se está próxima a un sabroso orgasmo, que hasta la mujer más ronca, de voz más profunda puede hacer, y hace. – Fuck- pujó, sacudiéndose entera, desde su cadera hasta sus hombros, encogiéndose, estirándose y apretujándose, tanto con sus manos en sus senos como en sus adentros, cerrando las piernas de un pequeño salto, atrapando la mano de Sophia entre ellas. – Sólo tuya- resopló. – Sólo tuya- saboreó aquel momento fugaz, que quizás se había corrido por la presión de que las esperaban en el Lobby, porque ahí estaba Sara, algo psicológico.

 

- ¿Estuvo rico?- sonrió Sophia, ayudándole a darse la vuelta, sacando su mano de entre sus labios mayores y rozando su nariz con la suya.

 

- Muy, muy rico… - sonrió.

 

- ¿Ves cómo las cosas pequeñas te ponen esa sonrisa?- llevó su dedo a sus labios, abrió sus labios y, estando lista para saborear a Emma, Emma le arrebató aquel dedo y lo succionó ella, limpiándolo con su lengua, quitándole aquel característico suave olor que definía a Emma. - ¿Qué dices si nos duchamos antes de dormir y…?

 

- … ¿Y te limpio con mi lengua?- sonrió Emma, dándole un beso corto de agradecimiento, pues la había relajado, aquel orgasmo había sido mágico, como muchos y como pocos.

 

- Me gusta más tu idea- sonrió, arreglándole el sostén a Emma, no sin antes darle un beso húmedo al pezón que veía aquel rincón.

 

- Te amo- susurró, acortándose quince centímetros sobre el suelo, quedando de la misma estatura de Sophia, pues por eso mordía su cuello, Sophia estaba sobre el suelo, Emma sobre sus Stilettos.

 

- Yo a ti, mi Emma- sonrió, robándole tímidamente un beso que sólo fue de labios, de labios topar.

 

- Gracias por lo de mi mamá- dijo, descolgando la camisa blanca de la perilla de la puerta de la alacena y metiéndose en ella.

 

- Lo que sea por ponerte una sonrisa de esa calidad, mi amor…- tomó la camisa del suelo y, mientras se erguía, se metió en ella.- Pero también me gusta dejarte sin palabras, como ahora

 

- Un día…un día no muy lejano…- sonrió, metiéndose en sus zapatillas. – Haré algo que te deje sin palabras

 

- No te tengo miedo…- dijo, empujando a Emma suavemente, colocándola contra la encimera, pasando su brazo de largo para alcanzar una servilleta, pues, estaba a la mano, y la introdujo entre el algodón de su tanga y su piel, limpiando aquella mezcla de lubricante y orgasmo, sintiendo como aquello se deslizaba, que tenía que sacar y doblar para seguir intentando absorber aquello, todo mientras Emma deshacía su moño.

 

- Deberías- susurró divertidamente, levantando sus índices a la altura de sus orejas y sacudiéndolos de adelante hacia atrás.

 

- We’ll see about that- guiñó su ojo y arrojó aquella servilleta en el interior de la caja del rompecabezas.

 

- ¿Qué me darías si te dejo sin palabras, Sophia?- recogió la ropa del suelo mientras Sophia recogía los zapatos.

 

- ¿Qué quieres que te dé?- tomó su bolso y colocó los zapatos al borde del sillón de la sala de estar, en donde Emma colocó las blusas sobre el respaldo.

 

- No sé, ¿qué estarías dispuesta a darme?- salieron del apartamento a esperar a por el ascensor.

 

- ¿Qué es lo que más quieres y no tienes?

 

- Mmm…- Emma frunció su ceño y sus labios, mordiendo la parte interior de su labio inferior, por el lado izquierdo. – Es más bien… lo que no he hecho y quiero hacer…

 

- ¿Y se necesitan dos para hacerlo?- rió, tomándola de la mano, entrelazando sus dedos. Emma asintió. 

 

- No, en realidad no… pero supongo que vale más la pena si se hace entre dos

 

- ¿Por qué no lo has hecho con Natasha? Digo, es como que todo lo habido y por haber lo han hecho juntas, ¿no?

 

- Bueno…sí y no… Natasha… no es fanática de las alturas…- Sophia tragó duro y grueso.

 

- Vivió en el piso treinta y dos por mucho tiempo, ¿eso es tenerle miedo a las alturas?- Emma tambaleó su cabeza de lado a lado mientras reía nasalmente. - ¿A qué altura le tiene miedo Natasha?

 

- Bueno…- rió. – A una…un poco…bueno, quizás, todo es relativo…

 

- ¿De qué tan alto estamos hablando?

 

- Paracaidismo- Sophia se rió histéricamente.

 

- Pues… la entiendo- se abrió la puerta del ascensor y salieron de él.

 

- Es eso o… conozco a alguien en Boston, trabaja para el acuario… y me dijo que cuando quisiera nadar con los tiburones, que lo podía hacer- sonrió.

 

- Paracaidismo será- rió Sophia, trayendo a Emma a una risa conjunta mientras se abrazaban por los costados, como si bromearan, escena que vieron los Señores Noltenius y Sara desde afuera, que los tres pensaron en lo “lindo” que aquello se veía, pero no lo tuvieron que comentar.

 

- Compartan el chiste- sonrió Natasha, viendo a Emma abrazar a su mamá por el hombro pero sin soltarle la mano a Sophia.

 

- Parece ser que, algún día, no muy lejano, voy a hacer paracaidismo- dijo Sophia.

 

- Espero que sea una apuesta justa- comentó Phillip mientras sacudía su cabeza.

 

- Pues… más o menos- rió Sophia.

 

Caminaron hasta Sushiden, en donde Emma realmente comió, pues aquel orgasmo le había consumido la mitad de Kebap que se había comido, y el poco de fresas, que se le había olvidado refrigerar, y Sophia, en su inanición progresiva, porque no había ni desayunado ni almorzado, que Emma ni se enterara, porque un Kebap no le había ni hecho cosquillas, y no se diga Natasha, quien, a pesar de estar en dietas, estaba segura, al cien por ciento, que ese vestido cerraría, y Phillip, que si no era por Natasha no comía, terminaron por comerse una generosa cantidad de rollos y nigiri, entre risas, porque eran una compañía agradable entre ellos, Sara que estaba encantada de ver que aquella relación que había visto en Roma era natural y real, que no sólo había sido, hasta cierto punto, actuada, porque no lo había sido, simplemente se llevaban bien entre ellos, quién sabe por qué razón, ni cómo, ni por qué, simplemente así era. Y le dieron en feedback de la Boda Civil, que se resumía a lo siguiente, dos puntos:

I. Oskar, el asesor de imagen, había decidido hacer el moño de Emma a su gusto y a su gana, no como Emma decía, por lo que para Emma, desde ese momento, y para siempre, entraría en su lista negra; en las personas que no podían ni siquiera dignarse a verla… bueno, tan así no, pero Emma no quería a Oskar tocando su cabello nunca más, el cabello de una mujer era algo sagrado, no era sólo cabello, era parte de la personalidad y de la presencia de cada mujer, y Emma quería el moño así, y sólo así, porque así lo demandaba el J.Mendel que vestiría, para no robarle protagonismo y tampoco arruinarlo, para que fuera un complemento y completara, al mismo tiempo, el look en general. En cambio, al no obtener el moño que quería, y al estar contra el reloj, dejó que su cabello cayera, sobre sus hombros, en las mejores ondas que la humanidad vio en esa Boda, y tenía razón, ese vestido era para un moño, no para cabello suelto, pero ella no llevaría el moño ácido y torcido que Oskar inventó hacerle, era una simple aberración, pues un moño Hepburn no era lo mismo que un moño Kelly, no Señor, no era lo mismo. Igual, Emma se veía despampanante.

II. La ceremonia había durado quince minutos exactos, ni un segundo más, ni un segundo menos, con todo y la firma de los testigos y los padres; Emma, Julie, Margaret y Romeo, y Adrienne, Patrick, Phillip y Katherine, la firma del notario, el mejor amigo de Romeo, y las firmas de los novios. Habían comido delicioso, en las porciones exactas, la mezcla de los mejores sabores, pues claro, no había mejor dúo que un teórico y un práctico en la culinaria, el excelentísimo Wolfgang Puck con la dirección de “Food-Culture” herself. Aquella temprana cena había sido interrumpida por un discurso de media hora, un discurso dado por el tío de Natasha, el papá de Consuelo, Manuel, que había sido el discurso más gris, aburrido, patético y ridículo, al que nadie le prestó atención, pero, para desgracia de Consuelo, hizo público el regalo secreto que tenía para los novios; un terreno en East Hampton, para que la feliz pareja pudiera construir una casa de verano, y entonces, sólo entonces, sí le aplaudieron. Y sirvieron “late-night-snacks” a eso de la media noche; entre Cheese Quesadillas con Guacamole fresco, Chicken Chunks o Chicken Wings, Sliders, Beignets y Lemon-Verbena Bavarians. Y, a las cuatro de la mañana, volvieron a atacar con más comida, y eso que ninguna mesa, en la que hubiera gente todavía, quedó nunca sin la selección de Dips, entre lo típico: salmón, menta y puerro, el favorito de Phillip; pesto, Philadelphia condimentado y pasta de tomates deshidratados al horno y, el de Natasha; de cangrejo.

 

III. La música, como Natasha había prometido, había sido lo mejor, sin lugar a dudas, pues resultaba ser un sexteto de cuerdas, que empezó suave, con un par de covers de canciones actuales pero, llegadas las ocho y media de la noche, se les unió el resto, que tocaron música disco, la favorita de Natasha, que, luego de la media noche, cuando la pista de baile fue invadida por toda música, de buena calidad, que hubo de todo, desde Charleston, que Natasha sabía bailar demasiado bien por ser el género favorito de Margaret y Romeo, hasta Samba hasta aquellos géneros que pocas canciones eran de calidad, las que Emma y Natasha solían bailar, ebrias y sobrias, desde “Cuero Na Ma” hasta “Hollywood Swinging”, desde Kool & The Gang hasta Earth, Wind & Fire, cubriendo todo tipo de música y baile que era impulsado por las cantidades torrenciales e inimaginables de cualquier bebida, pura o en Cocktail, de cualquier denominación; que se terminaron consumiendo, para doscientos treinta y ocho presentes, contando ya a los novios, a sus padres y a los amigos cercanos, ciento veintitrés botellas de champán, sobrando sólo diecinueve.

IV. La resaca. ¿Tendría que explicar algo de eso? Pues, no es mucho en realidad. La música en vivo se retiró a las cinco de la mañana, hora a la que Natasha puso su iPod, pues sólo quedaban los amigos más cercanos, y fue cuando aquellas aberraciones musicales empezaron a sonar; desde Backstreet Boys hasta el desgraciado Gangnam Style, que no era música para bailar, sino para cantar y reír en ebriedad, aunque, claro, ¿quién no podía bailar el famoso Gangnam Style? Aquello que era ridículo pero divertido hacer, todo porque quizás nadie se acordaría más tarde, pues el alcohol no dejaba de fluir. Y no fue hasta las ocho de la mañana, hasta que ya sólo los-ahora-Señores-Noltenius quedaban en compañía de Emma y Sophia, milagrosamente de Adrienne también, que decidieron irse a dormir, aunque Adrienne se quedó durmiendo en aquella casa, y Phillip con ella mientras las otras tres féminas se dirigieron, escoltadas y llevadas por Hugh, de regreso a Manhattan, a dormir hasta que el sueño se les quitara, que Natasha no despertó hasta las diez de la mañana del lunes, Sophia y Emma, por el trabajo, despertaron el mismo domingo. Pero algo era cierto: la resaca les duró, a las tres, por lo menos, hasta el martes por la tarde, que pudieron comer con normalidad y que lograron deshacerse de aquel dolor de cabeza que les punzaba las sienes. Emma casi muere entre las cuatro reuniones que había tenido sólo el lunes, pues se firmaba el contrato de manera oficial, y no se diga las otras dos que tuvo el martes, que dejó a cargo a Volterra para la tercera porque dejó el estómago en el inodoro. Natasha, a pesar de que había pasado tirada en la cama, y sólo iba al baño a vomitar, o a tirarse a la ducha, esperando, sin perder la fe, en que algún día se le quitaría todo aquello, le duró lo mismo, pues el martes la habían obligado a ir a desayunar con la familia, que también dejó más que el estómago con el primer bocado sólido. Sophia era la que tenía más suerte, pues había entregado el St. Regis y no tenía mucho por hacer, sólo aprender a dormir con los ojos abiertos mientras daban, por lo menos, las tres de la tarde para irse a la comodidad de la cama de Emma. Pero claro, ninguna emitió aquella aseveración, ni en su mente ni en voz alta, aquella que hasta yo he dicho alguna vez: “nunca más vuelvo a ingerir bebidas alcohólicas”.

 

Regresaron al apartamento, Sara se retiró a descansar, pues realmente estaba cansada, padecía del mismo mal de Emma, que no podía dormir en los aviones, ni porque se podía recostar completamente, simplemente no lograba conciliar el sueño. Phillip se disfrazaría, quizás, de Emma, pues, Emma y Sophia votaron a favor de que Phillip se quedara a dormir, así se aseguraban de que Natasha no cometiera el error de fornicarle hasta los sesos, y se aseguraban, también, de que, el día antes de la Boda, no tuvieran aquella impaciencia por verse, que la tendrían, pero no tan intensa. Se acostaron los cuatro a ver televisión, pues, eran apenas las once pasadas, y nadie iría a trabajar al día siguiente, Emma porque era su propia jefe, Sophia porque, aparentemente, se había tomado un día personal, que ni Volterra ni Emma escribían en el record de asistencias, eran un poco corruptos en ese sentido, Natasha no tenía trabajo por el cual preocuparse, sino habría trabajado de lunes a jueves, y Phillip, que había decidido tomarse sus días personales desde que lo habían nombrado Junior Partner, y ya era Senior Partner. Veían lo más interesante que pudieron encontrar en aquellos ciento quince canales a la disposición de Emma, que era un paquete exclusivo, que sólo proveía deportes, películas, cuatro noticieros, y los canales culturales, y, como tenía AppleTV, tenía Netflix, pero, en aquella ocasión, veían cómo habían construido el acuario de París, desde su diseño y construcción, que era interesante para Emma y para Sophia, tomando en cuenta los fondos financieros y el transporte de las especies, que era de interés para Phillip, hasta las tácticas de mercadeo y publicidad, que era adecuado para Natasha; en fin, los cuatro muy profundos y embobados por el documental, ¿o reportaje?

 

- ¿Alguna de ustedes dos sabe hacer una pecera?- preguntó Phillip al finalizar el documental, pues estaba tan impresionado y maravillado que quería una.

 

- Pues… supongo que sí- dijo Emma mientras jugaba con el cabello de Sophia, ella estaba recostada sobre las almohadas, Sophia sobre su abdomen, acurrucada, relajándose ante las caricias de Emma.

 

- Podríamos pensar en una manera un tanto alternativa de poner una pecera en el Penthouse…- murmuró Sophia, volviendo a ver a Phillip hacia arriba, pues estaba sentado pero con Natasha entre sus piernas.

 

- ¿A qué te refieres?

 

- Que no creo que quieras el típico paralelepípedo que estorbe y agarre polvo en el pasillo- dijo Sophia.

 

- Creo que, a lo que Sophia se refiere, es a que puedes usar la pecera como base de una mesa, o un tipo de decoración fuera de lo común… ¿Qué tipos de peces quieres?- Emma seguía acariciando la longitud de los cabellos rubios de su novia, pensando, latente e inconscientemente, cómo le propondría que se casara con ella ahora que había mandado al carajo el rompecabezas, que realmente sólo era una incógnita, que se lo había dicho expresamente cuando le preguntó qué era, un simple “?”. Algo se le ocurriría, después de todo, no podía ser tan difícil diseñar una propuesta de matrimonio si había diseñado casas y múltiples caprichos para distintas mentes, ¿o sí?

 

- Quiero algo raro…

 

- Ay, mi amor, yo no quiero algo que me coma la mano cuando tenga que darle de comer- rió Natasha.

 

- Hermano Felipe, yo te entiendo, yo también quiero un tiburón- rió Emma.

 

- Son interesantes… pero no son muy human-friendly, yo te entiendo, Natasha- guiñó Sophia su ojo para la Señora Noltenius.

 

- Dije algo “raro”, no que comiera humanos… además, ¿cómo voy a meter a un tiburón en mi apartamento?- dijo con un tono de voz que gritaba “tampoco soy tan imbécil…o tal vez un poco”.

 

- ¿Quieres un Nemo?- rió Emma.

 

- Para eso necesitaríamos una anémona- dijo Natasha. – Y yo no quiero un arrecife en mi apartamento…

 

- Una medusa- dijo Phillip.

 

- ¿Me quieres matar?- rió Natasha.

 

- No es fácil cuidar de una medusa- dijo Emma. – No me acuerdo por qué ya he escuchado que alguien quiere una medusa

 

- Hay tanques especiales para medusas, si es que me acuerdo bien- interrumpió Sophia.

 

- Te escucho, Pia- sonrió Phillip, omitiendo a Emma y a Natasha.

 

- Cuando estaba en la universidad, el primer año creo yo, no me acuerdo quién le regaló un tanque con medusas al alcalde… creo que fue el decano de la facultad de diseño artesanal… la cosa es que era una novedad el tal tanque, caro, pero podías meter a medusas ahí

 

- ¡Ah!- exclamó Emma. – Cuando me fui a Brasil, a arreglarle a Batista su casa vacacional, una de las cosas que quería, era un tanque de medusas… y hay una compañía que vende todo, desde las medusas hasta las cosas para limpiar el tanque… te venden los caracoles o los cangrejos para que limpien un poco el tanque, la comida, la sal para el agua, todo… es caro pero no es feo

 

- ¿No es un poco peligroso darle de comer a una medusa?- Natasha estaba un tanto alarmada.

 

- No creo que lo vendieran abiertamente si fuera un peligro total, supongo que cuidado tienes que tener…porque me acuerdo que traía un gotero o algo así, de plástico, para dejarles ir la comida en el agua… si quieren puedo revisar el lunes, en el archivo de Batista, para saber la marca y todo eso- Natasha y Phillip se volvieron a ver, tenían que debatirlo, pues Phillip no iba a cuidar a las medusas, eso lo sabía Natasha, pero las quería, Natasha sólo quería saber qué iba a ganar ella con cuidar a los Celentéreos esos. – I’m gonna take a shower now…- suspiró, dándole unas palmadas suaves y cariñosas a Sophia en su espalda, para que se quitara y para darle a entender que la acompañara. - ¿Me platicas mientras me baño?- rió Emma para Sophia.

 

- Sure…- se puso de pie y se dirigió al closet. – Te alcanzo en un momento- Emma agachó la cabeza en aprobación y se dirigió al baño mientras Sophia registraba los cajones en busca de una camiseta grande para Phillip, que Emma tenía que tener alguna, pues no sabía en realidad si quería que Phillip durmiera, en su cama, con el pecho desnudo, y, bingo, una camiseta lo suficientemente grande, pero no se la podía dar, porque había sido la camiseta que Emma había comprado aquella vez que necesitaban ropa seca luego de que la lluvia las atrapara en el zoológico del Bronx, y, ni modo, que durmiera semi-en-pelotas aquel hombre. Sonrió ante el recuerdo y dobló aquella camiseta para volverla a guardar. Sacó dos Shorties, más bien Maison Culottes, uno azul grisáceo y el otro en negro, idénticos de no ser por los colores, y una Tunic negra de Kiki de Montparnasse para Emma y una camiseta desmangada negra para ella.

 

- Have fun- susurró Phillip para Sophia cuando pasaba hacia el baño.

 

- Pipe, no tengo idea de qué hablas- sonrió con una expresión de “sólo voy a platicarle, ¿no escuchaste?”

 

- La omisión de la verdad es un pecado, porque es mentira- dijo con un guiño de ojo.

 

- No estoy omitiendo la verdad, estoy omitiendo tu comentario- sacudió la cabeza en burla y se metió al baño.

 

- ¿Por qué no sólo dicen que van a hacer el amor?- preguntó Phillip a Natasha.

 

- Guapo…- respiró hondo, como si aquellas palabras la mojaran automáticamente, porque lo hacían. - ¿Nos metemos a la cama?

 

- No había pensado en la pijama…- susurró.

 

- Sólo quítate el jeans y los calcetines… y te metes a la cama, ¿si?- sonrió, irguiéndose para dirigirse al closet de Emma, en donde ya había dejado sus cosas desde la tarde.

 

- Oh, perdón, perdón…- dijo Sophia, cerrando los ojos y tapándose los oídos.

 

- Ya terminé- rió fuertemente, lo que hizo sonreír a Phillip y Natasha, pues se podía escuchar un poco aquella carcajada.

 

- Se me olvida que mi novia también tiene que evacuar la vejiga- rió Sophia, colocando las cosas en los percheros que estaban pegados a la columna en la que se detenía la puerta al abrirse. Emma sólo sonrió, dejando ir la cadena. – Es raro, nunca te había visto con los pantalones abajo- rió, Emma sólo levantó la ceja en escepticismo y se salió de su pantalón y de su tanga. – Pues, tú sabes… taking a leak

 

- No soy una fanática de que me veas haciendo mis necesidades naturales- dijo con un tono erudito y ceremonioso ante aquella terminología no tan profesional. – Pero tampoco me molesta- sonrió, sacándose la camiseta, quedando sólo en aquel sostén negro que Sophia hacía algunas pocas horas había invadido, que había querido romperlo en realidad.

 

- Igual- sonrió, bajándose con aquel típico mover de caderas el pantalón y la tanga al mismo tiempo. – Tienes que tener privacidad ciertos momentos al día, ¿no crees?

 

- Hace mucho que dejé de creer que eras una invasión a mi privacidad, Sophie…- logró que Sophia se ruborizara, el doble cuando removió su sostén mientras se acercaba a su lavabo para remojar un algodón en el removedor de maquillaje para los párpados, por el típico delineador negro y la mascara. – En realidad, nunca fuiste una invasión a mi privacidad… porque tú no escogiste invadir mi oficina, esa fue culpa de Volterra, y tú no decidiste invadir mi closet, ni aquí- sonrió a través del espejo mientras señalaba  con su índice al centro de su pecho.

 

- Me alegra saber eso- sonrió, quitándose su sostén para quedar en las mismas que Emma, para hacer lo mismo que Emma, sólo que, a diferencia de Emma, Sophia utilizaba Clarins y no Lancôme.

 

- Quería preguntarte algo… y quiero que me lo respondas con toda sinceridad, no te censures, por favor- le dio vuelta a aquella rueda de algodón, ya sucia de un lado, y la pasó suavemente por su párpado izquierdo.

 

- Está bien

 

- ¿Qué piensas de mi mamá?- esa era una pregunta que Sophia realmente no se esperaba.

 

- ¿En qué sentido?

 

- En todo sentido

 

- Bueno…- suspiró, limpiando su párpado derecho. – Me voy a tardar en llegar al punto que quiero llegar… pero necesito que me escuches para que me entiendas- Emma asintió, viéndose al espejo para corroborar que ya estaba libre de maquillaje. – No me gustaría tener a Margaret como mamá, aclaro, no es que me caiga mal, porque hasta cierto punto me da igual, la respeto muchísimo como “Food-Culture”, pero, como siempre, creo que su relación con Natasha puede ser más estrecha… no es posible que sean tan distantes si viven tan cerca, digo, no es posible que tú tengas una mejor relación con tu mamá y las separa un océano, o yo, y eso que tú y yo competimos con hermanos, Natasha no… Margaret se ve como de esas señoras de “mi hija es la razón por la que me hice un Facelift”, tal vez sólo es mi percepción, tú la conoces mejor, tú debes saber…- suspiró, tomando el paño húmedo, que Emma le alcanzaba, para limpiar el resto del rostro y quitar el maquillaje removido. – Es como que le importa tanto lo que Natasha hace, pero no sabe cómo demostrar que le importa porque tiene que mantener esa imagen de mujer, mamá, y profesional, de seriedad y dureza, de autoridad…- Emma rió nasalmente, dándole la razón a Sophia. – A la mamá de Phillip la he visto dos veces, en la fiesta de Año Nuevo y en la Boda Civil, porque es demasiado exquisita para haber llegado al brunch de su nuera… y me parece la mujer más aburrida que he conocido en mi vida

 

- ¿Por qué?- rió Emma, dándole también la razón por eso.

 

- Es recta, plana, con esa rectitud dorsal, tiene postura de suricata- Emma lanzó una carcajada, una buena carcajada, tan genuina y tan graciosa que Phillip tuvo que comentarle a Natasha que, en efecto, no estaban haciendo el amor, y Natasha sólo le dijo que “shhh…”, por esas tres palabras. – Te ríes porque es cierto… es como estirada, seria, tosca…la mujer, pobre, sólo a Phillip sabe sonreírle, ni siquiera al esposo le sonríe, y siempre está regañando a Adrienne con la mirada… y esa mirada penetrante… parece que te estuviera comiendo viva, criticándote, despellejándote, como si lo disfrutara… aunque, debo admitir, la señora está guapa, mil veces más que Margaret, aunque Margaret se arregla mejor- desvarió, recibiendo, en la palma de su mano, un poco de jabón exfoliador para el rostro. – No sé, me parece elegante, menos Avant-garde que Margaret, que no tiene ni una arruga en su ropa ni en su rostro…y, aún así, me parece una mujer fría, como si le doliera mostrar una pizca de felicidad, es como si fuera tan fría que, en vez de…tú sabes, evacuar el intestino como todos los demás, evacuara hielo- Emma reía nasalmente, pues Sophia tenía razón, cada palabra que decía no podía ser más cierta. – Mi mamá es otra historia, es cálida, es compañía y apoyo, no lo que Margaret o Katherine tienen, definitivamente no lo tiene, pero, lo que sí tiene es que te regala confianza, te regala su apoyo, y es porque está tan atormentada por cosas que hizo en el pasado, que cree que, al ayudarme a mí, o a quien sea, va a poder redimirse con ella misma… es como si mi mamá tuviera un peso muy grande con el que logra lidiar al darnos toda su atención y su cariño, es como si estuviera en deuda con nosotros…digo, con mi hermana y conmigo, y eso no me gusta…

 

- Tu mamá no puede haber hecho cosas malas, Sophie… no lo suficientes como para sentirse tan culpable que tiene que redimirse a través de terceros- susurró, encendiendo el agua caliente del lavabo para agregarle la fría y empozar aquel lavabo alto, blanco y redondo, como un cuenco enorme.

 

- No sé si las ha hecho, pero se siente como que sí, todo lo que hace, es por enmendar lo que hizo… no sé qué hizo, o qué no hizo, pero así parece… y, a veces, eso me parte el corazón… porque yo creo que las cosas del pasado se deberían quedar en el pasado… sino no puedes vivir tranquilamente tu presente ni puedes pensar en tu futuro- dijo, imitando a Emma pero en su lavabo. – Claro, hay cosas más difíciles de superar, y cada quien lo hace a su paso… hay cosas que yo no he logrado superar, que ni siquiera sé si quiero volver a abrir esas cajas que tengo en lo más oscuro de mi cerebro…

 

- Tú sabes que estoy para lo que necesites, ¿verdad?- Sophia asintió. – Digo, yo no soy psicóloga…

 

- Yo tampoco, y tú te abriste conmigo… creo que es justo que yo lo haga contigo, ¿no crees?

 

- No se trata de si es justo o no… yo me tomé todo el tiempo del mundo para hablar de mis cosas, tú estás en todo tu derecho también… yo sólo me aseguraré de estar ahí el día en el que tengas ganas de hablar de esas cosas que dices

 

- Gracias… son cosas que ya te he contado, pero algún día me desahogaré un poco más- sonrió minúsculamente, llevando un poco de agua entre sus manos para remover aquel jabón de su rostro. – En fin… ahora, tu mamá es otra historia, es como tú… es diferente, por así decirlo

 

- Y… ¿diferente es bueno o es malo?

 

- Es diferente, simplemente diferente… porque, Emma, se acaba de tirar una cena con los amigos de su hija, con la novia de su hija, y tu mamá era una risa infalible… y no es la típica mamá que cuenta las historias de Little-Emma para avergonzarte- rió. – Bueno, tal vez una que otra, esa manía no la quitas tan fácil… pero tu mamá no le tiene repulsión a muchas cosas que mi mamá, sí, quizás es porque ha visto más cosas, ha vivido más cosas, ha vivido más tiempo libre… acuérdate que mi mamá apenas va a tener dos años de haber salido del régimen de mi papá…

 

- A ver… más despacio, por favor, que no te estoy entendiendo muy bien

 

- Es por lo que te dije, es como si tuviera esa carga tan grande, que no sé qué es, quizás es sólo mi imaginación, quizás sea que se arrepiente de haberle aguantado tanto a mi papá, y por nada… no lo sé, pero es como si muy en el fondo se sintiera miserable, como que no se merece las cosas…

 

- ¿Por qué dices eso, mi amor?

 

- Cuando mis papás estaban casados, que mi papá le daba todo y no le daba nada, mi mamá tenía lujos, muy buenos lujos, lujos más grandes que los que yo tenía, porque a mí me daba igual casi todo, yo dormía en un colchón inflable entre aserrín y sierras si así se me antojaba… mi mamá se vestía de Armani, de Dolce, Chanel, conducía un BMW que nunca tenía más de tres años de estar en uso porque el gobierno lo cambiaba, tenía su Rolex, cosas así, superficiales si así lo quieres poner, pero, desde que se divorciaron, es como si buscara sentirse miserable, y, como te digo… it breaks my heart

 

- ¿Por qué buscaría sentirse así? Tu mamá no es una mala persona, y la mía tampoco es una santa

 

- Pero me fascina de tu mamá que no se sienta así, que irradie seguridad y regocijo en todo lo que hace, habla, come, etc. Y mi mamá, al contrario de la tuya, es como si se castigara por algo… al punto de que, cuando regresó a Roma, trabajó en una panadería hasta que algo le cayó del cielo, que yo juraría que fue Volterra , pero no lo sé, no sé cómo consiguió el trabajo en la Sapienza… pero es como si hubiera ese “algo”, que no es sólo una cosa, sino varias… como si le pesara, dentro de todo, no haber terminado la universidad, haber salido embarazada, haberse casado con mi papá, haberle aguantado tanto, estar de regreso y terminar peor de cómo empezó… y no sé, ahora, si me enoja, me frustra o qué- hundió su rostro en sus manos, no por alguna razón en particular, simplemente para escurrir su rostro.

 

- Mi mamá no está exenta de errores, nadie lo está, mi amor… pero los errores que cometemos, a veces creemos que tenemos que pagar por ellos, pero nunca sabemos cuándo es suficiente, y nos seguimos castigando por eso… pero esa carga que tú crees que tiene tu mamá, no es tu carga, no es para que tú la lleves, tú tienes otras cosas con las que tienes que lidiar, cosas con las que estoy segura que nadie más que tú tiene que lidiar… llegará un momento en el que tu mamá deje de castigarse por lo que sea que haya hecho, porque eso de sentirse miserable cansa también, te come lentamente, te tortura… y no puedes tener tanta empatía por alguien, no es sano, no a ese nivel, no al punto en el que te sientas miserable por alguien más… no sabes por qué, ni siquiera saber si es cierto… lo que puedes hacer es hablar con ella…

 

- ¿Tú crees que mi mamá me diría?

 

- No pierdes nada con intentarlo… además, yo creo que si ella ve que a ti te afecta, o que es demasiado ya, o demasiado extremista, lo va a meditar y, eventualmente, lo va a dejar de hacer…

 

- ¿A ti también te pasa que tienes tantas preguntas, tantas cosas que no tienen sentido en tu cabeza, que sabes que tienen algo raro, algo que no las deja encajar, pero que tienes miedo de preguntar porque tienes miedo de la respuesta?

 

- Sí, también me pasa… y he llegado a ambos extremos: a que es mejor preguntar que quedarse con la duda… o a que prefiero conformarme con lo que sé, porque lo que no sé es más doloroso que lo que ya sé- sonrió, trayéndola a ella en un abrazo. – Pregúntate si “quieres” o “necesitas” respuestas… eso suele ser el factor determinante- le dio un beso en su cabeza, Sophia la abrazaba también, se aferraba a ella.

 

- A veces dices unas cosas que son tan ciertas…- suspiró, quedándose en aquella posición, apoyando su sien contra la quijada de Emma, estaba un poco recostada.

 

- ¿Y las veces que no?

 

- Es porque no estás hablando…- sonrió, despegándose de ella y tomándola de la mano para halarla hacia la ducha, que hacía calor, era verano.

 

- No todo lo que digo es cierto… es simplemente lo que creo

 

- No hablas sólo porque tienes boca…- sonrió, regulando el agua desde la cascada que salía de la pared y no del techo. Emma simplemente sonrió y la abrazó por la cintura, empezó a besar sus hombros, libres de cabellos rubios. – Oye…uhm…tengo muchísimas ganas de que me hagas el amor… de que me toques…- susurró, dándose la vuelta hacia Emma y tomándola por las mejillas con ambas manos.

 

- Pero…

 

- No te voy a mentir… entre que estoy muy cansada y Phillip está en la cama…no contaba con su presencia y…- hizo una expresión graciosa, que estiro ambos labios, más el inferior, y sacudió lentamente su cabeza. – Como que no me siento muy cómoda…

 

- ¿Estás cómoda con él durmiendo en la cama?

 

- No es como que nos va a violar- rió, metiéndose con Emma entre aquellas dos paredes de vidrio y dos de azulejo. – Es sólo raro que un hombre duerma en nuestra cama

 

- Sólo pude escuchar “nuestra cama”- sonrió Emma, dejando ir sus labios al encuentro de los de Sophia.

 

- Tenía razón, tienes audición selectiva- pero aquel beso siguió, no se salió de tono, ni estaba diseñado para salirse de tono, simplemente era suave y tierno, un beso dulce y eterno, un juego de labios tímidos mientras el agua, un poco fría, por el calor, mojaba aquel abrazo de los hombros hacia abajo, lo que tenía que mojarse…con agua. – Oye…- resopló, retirando sus labios de los de Emma, mordiéndose su labio inferior y viendo hacia abajo. – ¿Qué pasó el viernes pasado?

 

- Aparte de esa mutilación de piernas que no sé siquiera cómo salí caminando de ese lugar, de cómo explotaste un orgasmo hermoso en mí, de la prima envidiosa de Natasha y de haber terminado muerta en la cama… nada, ¿por qué?

 

- Te ves diferente… te siento diferente…

 

- ¿Diferente en el buen sentido o en el mal sentido?- alcanzó el jabón de almendras y vertió un poco en su mano para que, en el abrazo, poder enjuagar la espalda de su rubia favorita.

 

- Estás más cursi, más relajada, bueno, dentro de lo que se puede…porque sí que has estado tensa con lo de los contratos

 

- Lo siento, a veces puedo ser un poco grosera cuando estoy muy tensa- introdujo suavemente su mano en la hendidura trasera de su novia, quien le abrazaba por el cuello y se dejaba de ella, de sus cuidados y sus caricias, algo que creyó que nunca iba a disfrutar tanto, así si le gustaba que la consintieran, porque no era un cuidado de “inversión”, como Emma le llamaba, sino un cuidado de “cariño”.

 

- No has sido grosera, al menos nos conmigo, o con Natasha… has estado tensa pero no reactiva ni efervescente, has estado de buen humor

 

- Me vas a dar un premio por eso, ¿verdad?- rió, enjuagando sus manos para verter un poco más de jabón entre ellas.

 

- También me gustas cuando estás un poquito de mal humor, cuando sé que no es conmigo, obviamente- sonrió, dándose la vuelta, rozando los senos de Emma con su enjabonada espalda para que pudiera lavar su parte frontal. – Me gusta cuando te quejas

 

- Tienes unos gustos bastante peculiares- rió a su oído, enjabonándole su abdomen, subiendo y bajando por él, subiendo de largo hasta enjabonar sus senos con delicadeza, que aquella sensación provocaba una particular reacción en los pezones de Sophia, que eran invisibles por la espuma pero tan rígidos al tacto.

 

- Creo que es porque estoy profunda…- Emma bajó sus manos por el vientre de Sophia, a tomarla por el yacimiento de sus muslos. – Loca…y perdidamente enamorada- y la mano derecha de Emma se encargó de su entrepierna, sintiendo aquella mezcla de jabón con lubricante natural, el que había quedado atrapado desde hacía algunas horas. – Tan grave es mi situación que he accedido a hacer paracaidismo

 

- No tienes que hacerlo

 

- Fue un trato

 

- Entonces, que sea justo… ¿qué quieres tú que no tengas?- empujó suavemente a Sophia bajo la cascada para enjuagarla.

 

- Quiero quitar el diván del closet y poner otro mueble, una isla de gavetas… creo que un par de gavetas extras no nos vendrían mal- sonrió, alcanzando el jabón para hacer lo que Emma le había hecho, y, para eso, la colocó de espaldas a ella.

 

- Pero eso lo puedes hacer en cualquier momento, mi amor… hazlo cuando quieras, mañana si quieres

 

- Por eso me gusta negociar contigo- rió. – Siempre salgo ganando- deslizaba sus manos por sus senos, tomándolos suavemente, masajeándolos, atrapando “accidentalmente” sus pezones entre sus dedos, que estaban rígidos porque el agua se había tornado un poco fría.

 

- Eso se intenta… ¿qué más quieres?

 

- Quiero ver todas las obras de Broadway

 

- Sólo si “Sister Act” es la primera y todas en fila “J”

 

- Trato hecho

 

- Ha sido un placer hacer negocios contigo- sonrió Emma con sus ojos cerrados, pues le gustaba sentir a Sophia recorrerla de esa cariñosa y suave manera, que lavaba sus labios mayores y menores con delicadeza.

 

- Hay una cosa más, pero es fuera del trato

 

- Tú dirás…

 

- La otra semana tengo cita en el ginecólogo, y me gustaría que me acompañaras

 

- ¿Está todo bien?- Sophia pasó sus manos a la espalda de Emma, vertiendo un poco más de jabón entre sus manos, masajeando su cuello y sus hombros.

 

- Sí… es sólo que no me gustan los doctores y ya tengo que hacerme el chequeo general

 

- I’ll tell you what…- susurró, sintiendo los labios de Sophia en su cicatriz, que ahora le hizo cosquillas y sacudió sus hombros por los nervios, reacción que nunca antes había tenido. – Yo me haré uno también… mamografía y toda cosa  

 

- Gracias, es que no me gustan, de verdad que no me gustan- introdujo su mano en la hendidura de Emma, así como Emma lo había hecho, y Emma no había dicho nada, y Sophia lo hizo rápido, pues era mejor decir que lo había logrado a decir que no había podido terminar, de lavar, claro.

 

- I’ll hold your hand, I promise- y Sophia la empujó delicadamente hacia el agua para quitarle los restos de jabón.

 

Salieron de aquella ducha, secándose Emma con su toalla blanca, Sophia con su toalla roja, y, un poco de tónico y cinco gotas de Le Soin Noir, Emma y Sophia humectaron sus respectivos cuerpos con un poco de Argan Oil y se deslizaron en sus pijamas, para, por último, luego de haber colgado las toallas, lavaran sus dientes, que últimamente habían cambiado la canción de duración, pues, como cosa rara, Emma había confesado que tarareaba el Happy Birthday en su cabeza, y eso se tardaba en lavarse los dientes, ahora era “One Little Indian” pero tarareada en voz alta, una noche por Sophia, una noche por Emma, lo que siempre las llevaba a una eventual risa, pues, ¿a quién se le ocurre tal cosa? Sorpresivamente sólo habían tardado un poco más de media hora, entre tanta plática y tanto cuidado de la piel, que no solía haber ducha nocturna, sólo para encontrar a Phillip y a Natasha ya rendidos ante Morfeo mientras, asumieron, Phillip veía BBC. Natasha, acurrucada y abrazando a Phillip por su pecho, Phillip envolviéndola con su brazo, era la que estaba más cerca del centro, que, tras una riña de “Rock, Paper, Scissors”, estaría al lado de Emma, pues Emma no era precisamente fanática de dormir entre dos personas, menos cuando, indirectamente, el calor de Phillip invadiría también la cama, y ni hablar con estar al lado de Natasha, pues eran como micro hornos, y ahora harían combustión. Emma, contra su voluntad y su regocijo, se metió bajo las sábanas, asegurándose antes de haber colocado el aire acondicionado a veintitrés grados centígrados, y abrazó a Sophia, acurrucándose ambas en dirección a la ventana, tomadas de la mano, dedos entrelazados y llevados contra el pecho de Sophia. Y eran las dos de la madrugada, apenas había podido dormir una hora, Emma se despertó entre tanto calor, estaba sudando, lo que tampoco le gustaba. Pero intentó, con todas sus fuerzas, volver a dormirse, cerró sus ojos, aplicó la técnica que Alastor Thaddeus alguna vez le dio, y llegó al cero en el conteo y no se había dormido. Pensó en la historia de nunca acabar, y probablemente la terminó, y apenas las dos y veinticinco…y el calor sólo aumentaba.

 

- Mi amor…- susurró en una voz muy baja, dándole besos a aquel cadáver que no se había movido ni un milímetro. – Sophia…

 

- Mmm…- se quejó entre un suspiro, como si estuviera soñando.

 

- Necesito salirme de la cama- y Sophia respiró hondo, bostezó y, lentamente, se sentó y se puso de pie y, Emma, tomando dos almohadas, la tomó de la mano mientras se quedaba parada y simplemente atrapaba su segundo bostezo en su puño derecho. - ¿Vienes a dormir conmigo al sofá?- Sophia, sin haberla escuchado realmente, asintió por automaticidad, y simplemente se dejó arrastrar, a pasos torpes, por Emma, quien, a pesar de que caminaba en plena oscuridad, sabía de memoria las dimensiones de su apartamento; sabía que eran cuatro pasos para llegar a los pies de la cama, seis para llegar al closet de donde sacó una cobija, uno hacia la izquierda para abrir la puerta, dos para entrar al pasillo, cruzar a la izquierda, cerrar la puerta, siete pasos para llegar a la sala de estar, cuatro para llegar a los muebles, hacia la derecha, y, dos hacia el noroeste para llegar al sofá que, llegando al centro y agachándose para tirar de una manilla, aquel sofá de cuero ocre, se convertía en un futón, sofacama pues, en donde colocó las almohadas, nunca dándole los pies a la puerta, y dejó que Sophia cayera acostada mientras ella encendía el aire acondicionado y lo colocaba precisamente a veinte grados, pues el calor era simplemente demasiado.

 

- ¿Está todo bien?- susurró Sophia al sentir que Emma la abrazaba por debajo de la cobija, encarando ambas a lo que era a veces una chimenea, dándole la espalda a la cocina y al comedor.

 

- Mucho calor, nada más…

 

- ¿Nada de pesadillas?

 

- No, mi amor, nada de pesadillas… sólo mucho calor- Sophia se giró hacia Emma, abrazándola así como Natasha abrazaba a Phillip, volviendo a tomar su mano.

 

- Mmm…- balbuceó, acercándose más a Emma. – Me encanta que siempre estás tibia, con lo que te gusta dormir en congelador- sonrió, restregando su mejilla contra el algodón de la camisa de Emma, sintiendo aquella protuberancia 34C bajo ella.

 

- I’ll keep you warm- susurró, dándole un beso a su cabeza. – Duerme…

 

- Te amo

 

- Yo a ti, mi Sophie…- susurró de nuevo, con sus ojos cerrados, manteniendo a Sophia abrazada para mantenerla tibia, pues Sophia era un tanto más friolenta que ella.

 

- Loving you… de Minnie Ripperton… así me siento- susurró ya dormida, Emma sonrió y se tarareó mentalmente aquella canción, una y otra, y otra vez, hasta que se quedó dormida.

 

Y, por primera vez, Emma durmió en paz, no soñó absolutamente nada, al menos que ella se diera cuenta o se acordara, pues, últimamente, sabía que estaba soñando, hasta se encargaba de decirlo en su sueño, expresamente, a cada persona que en su sueño aparecía. Pero no, ahora fue todo blanco o todo negro, plano, nada, ausente, lo que le permitió dormir profundamente, sin moverse, sin despertarse, cómodamente abrazando a Sophia, quien se movía minúsculamente; sólo para reacomodar su rostro sobre el pecho de Emma, o su mano, pero no para moverse de lugar, ni volcarse completamente, y sus respiraciones eran tranquilas, livianas, mudas. Habían logrado entrar en una sintonía de sueño profundo tan grande que no sintieron cuando Phillip se fue del apartamento a las madrugadoras seis y media de la mañana, que ya había un poco de luz; primero se sintió culpable, y se disculparía con Emma por haberla sacado de la cama, pues habían despertado en toda la cama, pero luego le dio ternura, nunca se imaginó ver a Emma así, no dejaba de sorprenderle, ver que amaba y se dejaba amar. Tampoco se despertaron contra las siete y media, que Sara salió de la habitación, ya bañada y lista para comenzar el día, con intenciones de hacerse un café pero, al ver a su hija en la sala, durmiendo con tanta tranquilidad, simplemente se devolvió a la habitación, a esperar unos minutos más, a darles tiempo de que se despertaran, pues no quería despertarlas, no cuando le habían provocado una verdadera y despreocupada sonrisa de completa aprobación.

 

Y regresó cuando escuchó a Natasha salir de la habitación, creyendo que Emma y Sophia también se habían despertado ya, pero no, seguían en carácter de cadáver, que no se habían movido, y que se veían en inmensa inocencia, siendo inofensivas, a tal punto que para Sara era increíble que Emma pudiera verse así, cosa que no había notado la noche anterior, quizás por su propio cansancio o quizás porque Emma no había terminado de ceder. Natasha había salido en su típica pijama, importándole un bledo y medio lo que Sara pensara, pues salió sólo en camiseta desmangada y aquella típica tanga negra, que se lograba escabullir por lo corta, o de largo normal, que era la camisa. Y a Natasha tampoco le importaba abrir el congelador si Emma estaba dormida ahí, sabía que sacar un poco de jugo de naranja no la despertaría, y no la despertó, y Sara y Natasha bebían su jugo de naranja, admirando con asombro aquella imagen extraordinaria de paz, acosándolas con la mirada, Natasha no explicándose qué hacían durmiendo en el sofá o por qué estaban vestidas si se habían salido para hacer el amor, Sara simplemente contemplaba, hasta que Emma se despertó, que ambas se quedaron inmóviles porque creyeron que habían sido ellas quienes habían despertado a Emma.

 

Emma simplemente abrió los ojos, poco a poco, pues la luz empezaba a molestar, y no le importó analizar su alrededor, simplemente sonrió ante aquella mujer que descansaba sobre su pecho, hasta le veía una disimulada sonrisa. Se movió un poco, Sophia también, Natasha y Sara creyeron que era para seguir durmiendo, pero no. Emma buscó los relajados labios de Sophia con los suyos, pues no quería que aquello se repitiera, no quería que despertara sola, y Sophia, lentamente, comenzó a responder su beso entre suspiros pesados de recién despertar. Llegó a tal punto que Emma se colocó sobre Sophia, entre sus piernas, que Sophia las había abierto para ella, y la siguió besando, no era algo que Natasha no hubiera visto ya, había visto cosas más intensas pero, en su estado zombificado, no tuvo la capacidad de detener aquello, que para Sara debía ser difícil, o quizás no, pero incómodo probablemente si era, aunque el beso era tierno, de “buenos días”. Pero dejo de ser de esa inocente connotación, pues aún bajo la cobija se podía distinguir el roce de la pelvis de Emma contra el pubis de Sophia, y todavía fue más intenso cuando Sophia tomó la mano izquierda de Emma y la llevó a que, por favor, tocara su seno. Y eso fue suficiente, Natasha se aclaró la garganta.

 

- Eu não sabia que vocês estavam aqui- murmuró en cuanto las volvió a ver, que las veían a ambas, Sophia sólo quería que la Tierra se la tragara.

 

- Eu falo português também, Emma Marie- sonrió Sara.

 

- ¿Buenos días?- sonrió con expresión de “yo no fui”.

 

- Buenos días, Tesoro, buenos días, Sophia- rió Sara, levantando su vaso con jugo de naranja para brindar fantasmagóricamente por aquella demostración de amor.

 

- Buenos días, Sara- sonrió Sophia ruborizada de todo el cuerpo mientras Emma se ponía de pie para ir a la cocina, que no estaba a más de diez pasos. – Buenos días, Señora Noltenius

 

- Buenos días- susurró Emma, luego dándole un beso en la cabeza a Natasha, y luego abrazando a su mamá. – No pienso disculparme

 

- No pensaba que lo hicieras- rió Sara, viendo a Sophia doblar la cobija con suma maestría. – Porque yo tampoco me voy a disculpar- ¿así, o más iguales? Juzguen ustedes.

 

- ¿Café?- y aquellas tres cabezas asintieron al mismo tiempo, al mismo ritmo. Emma llenó los dos Portafilters de café recién molido, que liberaba aquel aroma que a ella le daba igual, no le notaba la suprema maravilla, y, colocando tres tasas bajo LaCimbali M24 Plus, dejó que el café cayera en aquellas tazas mientras vaporizaba la leche para Natasha y para Sophia, pues a Sara nada de Latte, un Espresso. - ¿Qué tal dormiste mamá? ¿Todo bien con tu habitación?

 

- Sí, todo muy bien, una cama muy cómoda… todo perfecto, y tú, ¿qué tal dormiste?- Emma le alcanzó su Espresso.

 

- Bien, con calor- dijo, volviendo a ver a Natasha con mirada de “me las voz a cobrar de alguna manera, no te preocupes”. Le dio un par de golpes a la jarra de aluminio, el procedimiento estándar, y empezó a prepararle un Latte sencillo a Natasha, sólo con leche, ningún detalle, ningún dibujo.

 

- Yo dormí de maravilla, por si te importa- le dijo a Emma con una sonrisa mordida.

 

- Me asustaría si no hubieras dormido como Princesa…- resopló, sacudiendo la cabeza en burla mientras le preparaba a Sophia su Latte, con una simple “Rosetta”, pero al menos tenía detalle.

 

- Gracias- murmuró Sophia, tomando la taza de las manos de Emma.

 

- Oye, ¿por qué Sophia tiene una plantita y yo no tengo ni un punto?- dijo indignada Natasha. Sara observaba aquella riña, que no era riña en realidad, era una simple broma.

 

- Porque Sophia no me saca de mi cama…

 

- ¿Y yo sí?

 

- ¿Quién quiere desayuno?- canturreó Sophia, evitando que Sara presenciara una de esas peleas sin sentido, que eran más por burlarse una de la otra que por pelearse, pues nunca se enojaban en realidad.

 

- Mamá me recogerá a las nueve para ir a desayunar con mis primas… Arquitecta, ¡sálveme!- gimió, juntando sus manos en imploración y casi arrodillándose sobre el suelo.

 

- ¿Qué quieres que haga, que les diga que tienes diarrea o algo parecido?

 

- Pensaba en algo más sutil como que las tres me acompañaran- sonrió. – Así pueden decidir si se quedan para el Spa o salen huyendo

 

- Yo creo que no vamos a tener poder de decisión- susurró Sophia a ras de su Latte, haciendo que Sara riera fuertemente.

 

- Yo, por mí, te acompaño, porque no hay nada en el mundo que quiera hacer más que aguantar a tu prima Consuelo… intenta convencer a mi mamá mientras Sophia y yo nos duchamos- dijo, olvidando, rápidamente que Sara estaba presente. – En baños separados- aclaró, aunque nadie le había pedido aclaración, y salió de aquella cocina tan rápido como pudo, halando a Sophia de la mano, que aquella rubia de melena estática cuidaba que su Latte no se derramara sobre el suelo. Y sólo se escuchó un “Sara…¿le gustaría…” y llegaron a la habitación.

 

- Qué rico… es la mezcla perfecta- rió Sophia mientras Emma sacaba ropa y la colocaba sobre el diván. – Un English Muffin de salchicha, queso cheddar y poached egg, y una jarra de esa limonada de Vodka con Eneldo… ¡y la compañía de la prima Consuelo!- rió a carcajadas. – Está satánicamente diseñado para que el desayuno te caiga pesado

 

- Shit just got Funny- rió Emma, girando el cilindro de los Stilettos para sacar sus Zanotti, que entraban en la categoría de Sandalias, pero en altura de doce centímetros. – Al menos hay buena comida… porque no planeo dejar de comer porque Consuelo me dice cuántas calorías tiene lo que me estoy comiendo

 

- A Consuelo le faltan los cuatro placeres más grandes de la vida- opinó Sophia, entrando al closet para sacar ella su ropa, pues sabía que Emma se iría a bañar a la ducha de la habitación de huéspedes.

 

- ¿Cuáles son esos?

 

- Comer, dormir, amar y coger

 

- ¿Y… cuál es el que sí tiene?- rió Emma.

 

- Tú sabes… si la mujer está compungida todo el tiempo

 

- Sí, tiene expresión de dolor físico- rió. – Pero, todavía así, no sé a qué te refieres

 

- Ay, parece que todo el tiempo se está cagando- y ambas estallaron en una risa estrepitosa, que Emma terminó sentada en el piso, sosteniéndose el abdomen.

 

- Pobre mujer- jadeó Emma, intentando no reírse más, pero Sophia sólo la hacía reír.

 

Aquello terminó en cuanto tuvieron que meterse a la ducha, pues Margaret llegaría en cualquier momento, luego de Sophia, que se bañaba relativamente rápido, se metería Natasha a la ducha. Y todo estaba listo a las diez en punto, que justo llegó Hugh, como siempre en el Mercedes negro, a por las cuatro féminas, pues Margaret tenía demasiada pereza de ir al apartamento de Emma sólo a recogerlas, además, con Sara de manera adicional, no cabrían en el auto. Aquel desayuno fue eterno para las tres horas que duró, que era más bien un brunch, Consuelo le calculó siete mil calorías a Sophia, pues se había comido dos Muffins y había bebido cuatro de aquel Cocktail, pero a Sophia no le importaba, pues tenía los cinco placeres bajo control, al menos el que Consuelo parecía no tener muy controlado, pues a veces entrecerraba los ojos como si hiciera un sobrehumano esfuerzo por apretar el colón para no dejar que aquello saliera, que ni siquiera se asomara. Y Emma tuvo la indiscreción de compartir su teoría con Sophia, en un secreto indiscreto, pero que nadie escuchó, “Yo creo que no evacúa porque cree que Natasha no evacúa”, y Sophia hizo hasta lo imposible por no reírse a carcajadas, pues, ¿qué clase de conversaciones eran esas? Pero el secreto estaba en lo que Phillip y Natasha alguna vez dijeron: “Imagínatelo cagando… a ver si lo sigues amando”, y otra carcajada que Sophia y Emma intentaban ahogar en sus gargantas, haciendo de aquella potencial carcajada un resoplido que se detenía en la epiglotis. Nadie supo nunca de qué reían, sólo Natasha, cuando tuvieron que invadir el baño en manada, como era de femenina costumbre. Sara y Margaret, oh, eso si había sido extraño; tan distintas pero habían compaginado tan bien, pues Margaret podía sacar su conocimiento sobre el renacimiento italiano y discutirlo con alguien que lo vivía, históricamente, de cerca, y era simplemente perfecto; entre la cocina y el arte, parecía que las dos tenían años de conocerse, que Natasha y Emma no sabían si podía ser peor, porque aquello era malo, o que mejor era imposible, pues aquello era perfecto. Margaret hasta se maravillo por las zapatillas Manolo Blahnik que Sara llevaba con tanta facilidad, pues eran de patrón de leopardo, y más con aquel pantalón blanco, y, oh, aquella blusa negra Dolce & Gabbana, y Sara, que Margaret tenía el mejor gusto en zapatos, y, ah, qué aburrido, bostezos, vamos al Spa, a que nos duerman, hasta que llegaron a la noche, luego de una cena con Margaret…¿un día entero con Margaret Robinson? Eso sí había estado de mal gusto, hasta para Natasha, pues le resonaba el tono de voz de su mamá, Natasha aquí, Natasha allá, no se te olvide esto, no hagas lo otro, no comas aquello, duerme bastante, tómate una pastilla para dormir bastante, y simplemente NO.

 

- ¿Qué hora es?- susurró Natasha en aquella oscuridad que invadía la habitación de Emma.

 

- Las putas tres de la mañana…- gruñó Emma.

 

- No sé a qué hora voy a dormir… tengo demasiada hambre

 

- Ya somos dos- dijo Sophia, con la cara hundida en una almohada.

 

- ¿Qué hay abierto a esta hora? Porque eso nos hace tres- rió Emma.

 

- Sólo hay un lugar que está abierto a esta hora… que no es sano y que está cerca- dijo Sophia, levantando su rostro, con expresión de estar drogada, pues le faltaba el oxígeno por estar jugando a dormir así, o a intentar dormir así.

 

- ¿Están pensando lo que yo estoy pensando?- susurró Natasha.

 

- No tengo idea de qué piensas, Nate… pero, vamos, a vestirse y a salir con los zapatos en la mano para no despertar a mamá…- y aquellas tres mujeres de casi treinta años salieron cuales adolescentes, a escondidas de Sara, entre risitas estúpidas y siseos para que hicieran silencio, uno que otro quejido ahogado por golpearse el pie o por ponerse en el camino de una esquina que no habían considerado.

 

- Mmm…- gimió Natasha. – Esto si es comida- rió con sus ojos cerrados y su boca llena, sostenía, en su mano izquierda, un Honey Mustard Snack Wrap, en su boca un McNugget, y, en su mano derecha, una quesoburguesa sin pepinillos, sin ketchup, pero con mostaza.

 

- Mhm- gimió Emma en un tono afroamericano. – Best shit ever- con su boca llena de Grilled Onion Cheddar Burger.

 

- Amen- añadió Sophia, deshaciéndose ante sus tres McChickens. – Qué rico es provocarme arterioesclerosis e hipertensión- suspiró, sumergiendo unas patatas en mostaza, otra amante de la mostaza.

 

- Mom is so gonna kill me- rió, dándole una doble mordida a su Wrap, Dios, aquella mujer sí que tenía hambre.

 

- Maggie no tiene por qué enterarse- susurró Emma, arrancándole otra mordida a su hamburguesa. – Yo no lo voy a decir- sonrió. – ¿Y tú, Sophia?

 

- ¿Decirle qué?- rió, llevando su coca cola a sus labios.

 

- ¿Ves? Nadie le dirá a mamita que no hiciste caso- dijo Emma, casi ahogada por no masticar. – Pero más te vale que ese vestido cierre, Ella Natasha… porque hago que te cierre…- dijo en aquel tono, imitando a Margaret, que las tres se rieron a carcajadas, alborotando el ambiente de aquel McDonald’s de la cincuenta y ocho y tercera.

 

- Ella Natasha, tú tienes una semana de estar en dieta líquida, ¿verdad?- imitó Natasha.

 

- ¡Que no!- rió Sophia.

 

- Te voy a hacer vomitar hasta que te quede, Ella Natasha- dijo Emma.

 

- Dios mío… es tan predecible mi mamá… y tan intimidante…- suspiró entre lapsos de masticaciones. – La peor parte es que no se da cuenta por qué no quería estar con ella en el Penthouse…but she sure does trust “oh, Emma, Darling…”- rió, burlándose de cómo saludaba Margaret a Emma.

 

- Pues, claro, desde que me conoces, no ha tenido que recurrir al Botox de nuevo- sonrió Emma, abriendo sus Fish Bites, arrojándole la salsa tártara a Natasha, pues le encantaba con las patatas.

 

- Esta arruga fue de cuando Ella Natasha se dislocó la clavícula, esta otra fue de cuando Ella Natasha le dijo “calvo” a su abuelo, esta de aquí es de cuando Ella Natasha comió en Pizza Hut- Natasha sólo quería sacarlo todo, canalizar todo aquello que tanto le molestaba a través de una imitación, pues no era como que la estuviera ofendiendo, pero sólo quería hacerlo.

 

- Seguro ahora se le arruga la cara entera- rió Sophia.

 

- No sólo la cara, sino todo… partes que ni quiero imaginarme- murmuró Natasha, tomando más patatas entre sus dedos. – Y por eso le gusta la comida, porque es la responsabilidad de alguien, siempre tiene autor, y la comida no desobedece, no puede salir mal si sigues los pasos correctos y en el orden correcto… yo no soy comida, motivo de su “sobrepeso” y del un-tanto-descontrolado-uso-del-Botox que tiene… - y Natasha se quebró, arrancándole las mordidas a sus patatas, comiéndose casi los dedos.

 

- Déjalo salir- sonrió Emma, tomándole la mano por encima de la mesa. – I’m right here- y le tomó la mano a Sophia, bajo la mesa, dándole a entender que, lo que fuera que estuviera a punto de escuchar y/o presenciar, que no lo podía comentar nunca, con nadie, que tenía que hacer que se le olvidara.

 

- ¿Cómo es posible que sea mi Boda y me deje invitar sólo a veinte personas y a Phillip veinte? No es como que conozco a cincuenta, no de la manera que quisiera como para invitarlos a mi Boda… pero restringirme todo a veinte personas… está loca… son seiscientos invitados, que hay unos que en mi puta vida he conocido, ni siquiera escuchado, ¿cómo puedes conocer a tantas personas en tu vida? Yo no quería una Boda grande, no así, me quería casar en St. Patrick’s Cathedral, con apenas tres bancas llenas de cada lado, sólo a los que les importa realmente que me esté casando, los que quieren estar conmigo, con Phillip… y sí, me quería casar en el Plaza, pero no en el salón principal, sino en la Champagne Suite, y quería que Donna o Donatella diseñara mi vestido, no Vera…- respiró hondo, limpió sus lágrimas, volvió a respirar hondo. – Al menos las tengo a ustedes- suspiró, llevando más patatas a su boca. – Y ahora Phillip se fue, sin decirme adiós, cómo odio que haga eso- Sophia volvió a ver a Emma, sólo por el cliché de la situación. – Tengo una vida entera de estar durmiendo con él, hasta he dormido con él los días que no he podido o no he querido dormir con él, y Katherine que no nos quiere juntos, me odia, le estoy robando a su niño… y me hizo firmar un papel en el que se hacía constar que Phillip y yo no nos podíamos ver por dos semanas antes de la boda, porque si mi embarazo databa en esas dos semanas, el matrimonio se anulaba

 

- ¿Embarazo? ¿Qué carajos?- siseó Emma, apretando la mano de Sophia.

 

- Primero creyó que Phillip se casaba conmigo porque yo estaba embarazada, que no tenía sentido, si Phillip me lo propuso, de manera oficial, en diciembre, y la Boda es en junio, ¿en qué puta cabeza cabe que me voy a casar a los seis o siete meses de embarazo? Es estúpido…- suspiró, metiendo más patatas a su boca. – Luego, que con el Prenup, es en bienes separados… pero tiene un pequeño agujerito, del que no se dio cuenta… y dice el Prenup que si a mí se me ocurre parir un hijo antes del primer año de matrimonio, yo puedo divorciarme de lo más fácil, ganarle la Patria Potestad a Phillip y quitarle la mitad de su dinero… y se dio cuenta hace un mes, que me llevó al ginecólogo de su confianza y le dijo que yo estaba en tratamiento, que ahí no había nada raro, ninguna enfermedad de transmisión sexual, ninguna enfermedad degenerativa en el record de la familia, toda mierda existente e inexistente, pero también le dijo que mi tratamiento terminaba hace dos semanas, y no es que voy a ser fértil el día en el que se me acabe la dosis, esa mierda toma tiempo en regularse, y por eso me hizo firmar ese documento, que si mi embarazo data antes de la Boda: I, Ella Natasha Roberts, am fucking screwed… porque se anula el matrimonio y, cuando se me ocurra parir, se lo tengo que entregar a Phillip…

 

- That bitch is fucking crazy- resopló Sophia.

 

- Gracias por decirlo… porque yo no puedo decirle así a la abuela de mis hijos, que no tengo ni en calidad de cigoto- gruñó. – El hecho de que sea una ninfómana con hipersexualidad adictiva- dijo, sabiendo que era una triple redundancia. – Y que su hijo me quite las ganas- rió, porque era divertido, pues eso no se lo imaginaba Katherine. – No significa que voy tras su dinero, ni a embarazarme sólo por Hobby…- sacudió la cabeza en indignación. – Y, por si fuera poco, Phillip y yo no íbamos a decir votos, porque hay que ser honestos, nadie se acuerda de los votos, nadie les presta atención y sólo alargan la misa… y Phillip y yo queremos que la noche se acabe cuanto antes, no hacerla eterna… pero no, Katherine no, ella insistió hasta que me hizo ceder que los íbamos a hacer, como si un par de palabras probaran mi amor por Phillip

 

- Claramente ella cree que vivimos en la Edad Media… déjala…de todas maneras, el día de hoy, tú y sólo tú importas, pues, con Phillip, pero no es la Boda de tu mamá, ni la de Katherine, Phillip es su hijo pero es tu esposo…- sonrió Emma.

 

- Con el tiempo te aceptará completamente…- murmuró Sophia. – Quizás sólo es lo que tú dijiste, que siente que le estás robando a su niño… pero al niño lo perdió hace mucho, y el niño ya no es niño, ya está en la tercera década, no es como que Phillip necesite que su mamita lo proteja

 

- Esperen a que me vean entrar a la Iglesia sin velo… mi mamá y mi suegra se van a morir- dijo, como si no hubiera escuchado nada, aunque si lo había escuchado, y sabía que ambas tenían razón. – De virgen no tengo ni la intención- rió.

 

- Ya habíamos discutido que el velo quedaba descartado, Ella Natasha- rió Emma en aquel tono que implicaba las palabras de Margaret. – Arruinaría tu peinado y las argollas Tiffany no se verían, tienes la aprobación de Emma, my Darling- sonrió.

 

Regresaron así como se fueron, en silencio, con los zapatos en la mano para no despertar a Sara, esta vez alumbrando con la mejor linterna; el iPhone. Y, con el olor a McDonald’s impregnado en sus ropas, con estómago lleno y corazón contento y desahogado, cayeron en un delicioso sueño, sueño que, de no ser porque Margaret llamó a Natasha a las doce del medio día, no se hubieran despertado, quizás nunca. Y nadie supo nunca qué le dijo al teléfono, pero, desde ese minuto, Natasha entró en un modo de nerviosismo infinito, que temblaba aún estando acostada, que había empezado a sudar y a despedir calor corporal como si hubieran encendido la olla de presión, a tal punto de que, estando ya maquillada y peinada, salió corriendo, como una histérica, al Plaza, que menos mal quedaba a tres segundos del apartamento de Emma, y regresó veinte minutos después, con su maquillaje intacto, justo a las cuatro y veinticinco, para que Oskar le diera los últimos retoques, pues todo debía ser perfecto en aquel moño Wittstock, en el que, en donde su cabello se recogía realmente el moño, resaltaban aquellas curvaturas brillantes que abrazaban cierta cantidad de cabellos. Emma, ayudando a la novia, como toda buena Matron of Honor, le ayudó a rociarse el Neroli Portofino antes de meterse en el vestido, ayudándole con los aretes, unas orquídeas Cartier que sólo le daban el toque perfecto de elegancia y glamour. Sara y Sophia ya habían sido recogidas por Hugh, que Sara vestía un Caftan Gown Naeem Khan en cian, muy elegante y conservador para su edad, que a Emma le acordaba mucho a la Reina Noor de Jordania, y Sophia vestía un Donna Karan, al igual que Emma, pero ella, al ser una Dama de Honor, que sólo eran cuatro, más Emma, la Matron of Honor, iba de magenta, de chiffon, escotado al punto perfecto, de escote traslapado, de que, de su cintura, se marcaba un cinturón de color plata, repleto de detalles transparentes en cian, magenta y gris, y caía con fluidez hasta el suelo, en donde la forma, de la cintura hacia abajo, era perfectamente al primer grado en lo bombacho, lo más mínimo, desmangado pero de soporte grueso, para que aquel chiffon cayera con el peso adecuado, para darle el movimiento óptimo.

 

Sí, a las cinco y quince, un Bentley clásico, de aquellos “Silent Sports Cars”, en un modelo que se registró en mil novecientos treinta y nueve, año en el que empezó la Segunda Guerra Mundial, pero que había sido renovado catorce veces, en un azul marino con blanco, conducido y maniobrado por Hugh, el fiel chofer de Ella Natasha Roberts, se detuvo frente a St. Patrick’s Cathedral. Se bajó del auto y lo rodeó, viéndose muy bien en el tuxedo negro, abrió la puerta trasera hacia la izquierda y tendió su mano para que aquella Arquitecta se bajara del auto, en su vestido Donna Karan, y limpiado por Vera Wang, el peor de los trabajos para venerar a aquel único vestido color rosa cosmético grisáceo, en chiffon, en cascadas y traslapes de chiffon que se sostenía, sin esfuerzo alguno, del hombro derecho de Emma, en donde una ráfaga de perlas blancas alineadas lo forraba, abrazando aquella tela, aquel tirante, que se desencadenaba a media espalda desnuda, subiendo en un presuntuoso y elegante bustier, sólo para la forma, acentuando, con los traslapes plisados de aquella tela, la cintura y la cadera de la Matron of Honor, haciendo que cayera, desde las caderas, hasta el suelo, en una especie de selva alocada, pero ordenada, de los fines de las telas que habían sido traslapadas y cosidas con tanta pericia, que, por su longitud y volumen, que no opacarían al vestido de la novia, en lo absoluto, pero que era, sin duda alguna, majestuoso y memorable, lo adornaban unos Stilettos Valentino, cubiertos en una especie de joyería zapatera. Y Emma no llevaba un moño, sino en una coleta estilizada, la Beckinsale Ponytail, un éxito seguro.

 

Y, con ayuda de Emma, su mano derecha, su mejor amiga, su hermana, su confidente, y Hugh, Ella Natasha Roberts, tomando sus manos, se impulsó para salir de aquel asiento, siendo invadida, desde lo lejos, por los constantes relámpagos fotográficos. Se irguió completamente, con la sonrisa más tímida y nerviosa que existió en su vida, todo mientras Emma se agachaba levemente para arreglarle aquel magnífico vestido de encaje, qué logro hacer que Vera Wang trabajara todo el vestido en encaje. Reveló sus Manolos azul grisáceos, de seda, que la hacía ver diez centímetros más alta, lo suficiente para poder ver, relativamente, a Phillip al mismo nivel. Y no era sólo eso, era que, de aquel vestido que decoraba su figura, la hacía ver más esbelta y definida, que no había tenido problema alguno para deslizarse en él, llevaba un listón de seda blanca por cinturón, que, en el centro, bajo su busto, se plagaba de orquídeas blancas muy pequeñas. Y ni hablar de su Bolero Jacket, que parecía nacer de la espalda, a sus tres cuartos, y se ajustaba perfectamente sobre el busto del vestido, que era simplemente tul de seda blanco con aplicaciones en encaje.

 

- ¿Estás lista, mi amor?- susurró Emma, tomándola de la mano derecha, caminando ella, por primera vez, cómodamente a su lado derecho, encaminándola hacia el nivel de las puertas, en donde Margaret y Romeo la esperaban con una sonrisa, Margaret en un Versace Atelier, diseño único, sencillo, en negro, pero elegante, pulcro, con autoridad y presencia.

 

- Estoy ca.ga.da de los nervios- se volvió a Emma mientras subía escalón por escalón, que no eran muchos, pero parecían eternos.

 

- Estaré al lado tuyo… respira hondo, por favor- susurró, llevándola hasta sus papás. – Cuando estés lista, ¿de acuerdo?

 

- ¿Cómo se ve?- susurró, viendo hacia el suelo, sintiendo la mano de Romeo acariciarle el hombro derecho.

 

- Se ve como el hombre con el que te vas a terminar de casar, guapo, muy guapo, Nate- sonrió, levantándole la mirada con su dedo índice.

 

- Ella Natasha, ¿y el velo?

 

- Se fue de vacaciones junto con tu sentido maternal y tu empatía- sonrió, volviéndola a ver.

 

- Esa es la Ella que yo conozco- rió Margaret. – Estás perfecta- dijo, con el primer indicio realmente maternal, hasta le acariciaba la mejilla, con cuidado, claro, por el maquillaje.

 

- Voy a llamar a “Mini-Me” para que traiga tu bouquet y organice la entrada, ¿está bien?- sonrió Emma, soltándole la mano a Natasha, viendo cómo el pavor invadía su sistema, aunque logró asentir.

 

- Cariño, estás hermosísima- sonrió Romeo, otorgándole un paternal abrazo, como aquellos que solía darle cada saludo y cada despedida, pero este, este en especial, se sintió diferente. Aquel señor de un poco más de sesenta años, con su cabello corto, destellos canosos y otros negros, con la mirada comprensiva y empática, vestido de Armani, como siempre, pero ahora en calidad de Tuxedo de chaleco.

 

- Gracias, mamá, gracias, papá- sonrió Natasha, rehusándose a ver hacia el Altar, pues todavía no quería ver a Phillip, ni sabía si estaba ahí, viendo hacia uno de los costados, por donde se acercaba “Mini-Me”, que se llamaba Jo, sólo Jo, y era la Wedding Planner, la mejor que existía, y lo había demostrado con la de los Hamptons.

 

- Mrs. Noltenius, su bouquet- sonrió, alcanzándole aquella creación que era, inesperadamente, diseño y confección de una de las invitadas, una mezcla de orquídeas verdes y violetas, en un abultamiento discreto y liviano. – No tiene idea de lo hermosa que se ve- la halagó, quizás era su trabajo, o quizás decía la verdad. – Las Damas de Honor vienen en camino junto con los Padrinos, en cuanto usted nos diga traemos a sus sobrinas para empezar- que se refería a las hijas de Sabrina y Beatrix. Natasha tragó con dificultad, se le nubló la vista y dejó de escuchar todo sonido existente e inexistente, y volvió a ver su muñeca, en donde el hilo blanco estaba amarrado, y lo acarició, era como su amuleto de relajación, su protección y su sanación.

 

- Nate…- suspiró Julie, en su Blouson Cavalli azul marino de sólo un hombro. – I’m Speechless- sonrió, abrazándola con cuidado de no despeinarla.

 

- Cuñada, no podría usted verse mejor- sonrió Adrienne en su vestido Armani negro, o azul muy oscuro, que sólo le acordaba a Anjelica Huston, como Morticia Addams.

 

- Gracias…- sonrió forzadamente, intentando relajarse al acariciar aquella lana en su muñeca. Buscó la mirada de Emma, y la encontró, era reconfortante, suave y cálida, que le decía “Come on, you can do this”. – Let’s do this- resopló.

 

Y aquella operación empezó, realmente empezó. Mini-Me empezó a dictar órdenes por la manga de su vestido manga larga, que a Natasha le acordaba a ella misma, en la época en la que se “ganaba la vida” haciendo ese tipo de cosas, de eventos, aunque nunca tuvo una Boda, tal vez eso estaba fuera de su alcance en aquella época, pero no podía ser muy distinto. Emma tomó del brazo a Patrick, caminando, como debía ser por Protocolo, no por su gusto, a su izquierda, Julie, imitando a Emma, tomó del brazo a Stephan, otro de los amigos cercanos de Phillip, médico internista, Sophia tomó del brazo a Maurice, el esposo de Beatrix, Adrienne a Paul-Henri, el esposo de Sabrina; se formaron cada pareja detrás de la otra, encarando al altar, en donde Phillip esperaba ya de pie, al lado derecho de él; sin barba, con el cabello arreglado, corto de los costados, un poco largo del medio, peinado como a Natasha le gustaba, direccionado hacia atrás pero hacia la derecha, con su corbatín blanco, alto, ancho y elegante, con sus John Lobb de cuero negro, de sólo una hebilla, y el resto era perfecto; los botones de su camisa eran negros y forrados de cachemira negra, las mancuernillas que Natasha le había regalado de Boda Civil, de platino y hematita tan negra como la noche. Natasha asintió, tomó a Romeo del brazo, siguiendo con el Protocolo, respiró hondo, apretujó su brazo y, aquel conjunto de cuerdas, empezó aquella obra de Pachelbel, ninguna marcha nupcial cliché, y las cuatro parejas, ante los invitados de pie, que eran de-ma-sia-dos, con de-ma-sia-das miradas direccionados hacia el fondo del pasillo, pues todos, o todas, querían ver a la novia. Phillip estaba nervioso, pues no alcanzaba a ver a Natasha, hasta que pasaron las dos sobrinas de Natasha, Arielle y Anabelle, por entre aquel pasillo que estaba forrado con orquídeas blancas, que regaban más pétalos de orquídeas por la alfombra roja de aquella Catedral, y el corazón de ambos se detuvo al verse a lo lejos.

 

Phillip casi se muere, Natasha también, pero ya había comenzado a caminar, lenta y seguramente, hacia el altar, en donde aquel Guapo la esperaba, quien volvía a ver a Emma con nerviosismo, y ella sólo le sonreía con calma, con serenidad, y eso lo reconfortaba. Se veía hermosa. Emma tomó el bouquet de Natasha para que Romeo pudiera darle aquel beso de despedida, estrecharle la mano a Phillip en aprobación, y Phillip tomó a Natasha con ambas manos, ayudándola a subir los últimos tres escalones, en donde aquel evento se llevaría a cabo; no más de cuarenta minutos, esa había sido la condición, pues el tiempo del Obispo era demasiado importante para la humanidad neoyorquina. Phillip tomó de la mano a Natasha, encarando al Obispo, sonriéndole de vez en cuando, desviándose de su concentración, dibujándole con los labios incontables “you look outstandingly gorgeous”. Emma se sentó al lado de Margaret, junto con Sophia a su lado, Sara en la tercera banca, pues las primeras dos eran solamente para la familia y las madrinas y padrinos. Y hubo algo que a Emma le alcanzó a tocar aquellas fibras oscuras: Consuelo, de blanco, en la boda religiosa de su prima; imperdonable, qué falta de educación, qué descaro, qué bajo nivel de pensamiento. Y aquel sermón, aquella ceremonia que provocaba bostezos, sólo porque el Obispo no era exactamente el más entretenido, se pasó lento y eterno para Emma y Sophia, entre poniéndose de pie y sentándose cuando aquel hombre lo indicaba, escuchando nuevamente sus palabras, el canto espectacular del Coro de Nueva York, acompañado por el conjunto de cuerdas.

 

- Mr. Noltenius- sonrió Natasha, elevando su mirada, envolviéndolo con ojos de cristalina ternura, un momento de él y ella y de ella y él, los invitados eran inexistentes, que a cualquiera le hubiera parecido distante el hecho que lo llamara “Mr. Noltenius” y no algo más cariñoso, pero era por el valor de memoria sentimental que aquel título y apellido tenían para ambos, el Obispo, por supuesto, manteniendo el micrófono muy cerca para que toda la Catedral escuchara aquellas palabras. – Cuando lo conocí, hubiera apostado todo lo que tenía a que no pasaba de una sonrisa esporádica, pero me equivoqué y aquí estamos, sin poder pensar en un mejor resultado, por ahora, de la amistad y del amor que hemos desarrollado a lo largo de los años. Creí que nunca iba a decirlo, pero usted no sólo es mi mejor amigo, sino también el amor de mi vida, en quien puedo confiar ciegamente porque sé que me apoyará hasta en la más alocada ocurrencia que tenga. – su voz se quebró y tuvo que hacer una pausa para respirar profundamente, para no ceder ante el ahogo emocional, Phillip apretó más fuerte sus manos y, cuando Natasha cerró sus ojos al exhalar, una lágrima se escapó de su lagrimal derecho, y Phillip sólo soltó su mano derecha para poder limpiarla con su pulgar, con la mayor de las delicadezas para no arruinarle el maquillaje. – Mi amor, no te prometo aprender a cocinar, eso lo tenemos que negociar todavía, pero hay cosas que si te puedo prometer; como que voy a ser la mejor esposa que pueda ser y, cuando el momento venga, la mejor mamá que pueda ser.

 

- Emma, dime que no está embarazada- susurró Margaret a su oído, que Emma sacudió suavemente su cabeza para la tranquilidad y realidad de Margaret Robinson.

 

- Prometo respetarte y apoyarte, y apreciar profundamente tus atenciones y tus muestras de cariño- rió levemente al ver que Phillip sonreía ampliamente. – Te prometo que te voy a amar cuando sea fácil y cuando sea difícil, cuando seas difícil y cuando yo sea difícil. Prometo confiar en ti, en darte siempre la mayor expresión de honestidad y lealtad, así como he sido hasta ahora, así seré siempre, porque no hay hombre que pueda tolerarme y hacerme reír como tú, ni hombre tan guapo, ni tan hecho para mí como tú, pero, más importante, es que prometo que esto será por el resto de mi vida: en recesión, en inflación, en dólares o en euros. Estoy muy orgullosa del hombre que eres, y estoy agradecida porque tú estás en mi vida. Lo amo, Mr. Noltenius- sonrió, finalizando aquel discurso que había tenido que aprenderse por obligación, por requisito de Katherine, su suegra, y que sabía que era una movida estratégica para, por última vez, intentar humillar a Natasha, pues siempre creyó que Natasha era de corazón tirano y sentimientos fríos, teoría que se le desplomó con ese discurso.

 

- Natasha, Nate, mi amor- comenzó, limpiando nuevamente la lágrima que se salía de control por el sector derecho. – Si consideras la probabilidad de encontrar a alguien como tú, diseñada de pies a cabeza, de adentro hacia afuera, para mí, es tan remota; seis punto veinticuatro por diez a la potencia menos diez si no me equivoco, te defino como un milagro. Quiero que sepas que te respeto, que siempre te he respetado, porque me complementas en todo sentido, me pones en balance, me alientas y me retas, eres la única persona que me ha tenido más fe que yo en mi mismo, y amo que seas tan joven de corazón, y amo cómo lograste salvarme de crecer demasiado rápido. Eres hermosa, inteligente, bondadosa, ambiciosa, dedicada, paciente y comprensiva, el paquete asesino e irresistible, y no dudo que seas la mejor esposa y la mejor mamá, por eso te prometo no ser la figura proveedora, sino la figura que se involucra en todo, un esposo entrometido y un papá presente cuando el momento llegue. Contigo me siento protegido y seguro, amado y apreciado, que no importa qué hagamos o hacia dónde vayamos, seré feliz porque estarás conmigo, y, si no estás conmigo, prometo insistirte y acosarte, dentro de los márgenes legales, como siempre lo hice, hasta convencerte- Natasha rió y sacudió su cabeza en medio de su estado sonrojado, a Emma también le dio risa, pues era una referencia al génesis de aquella relación. – Prometo amarte en la riqueza, en la pobreza, aún en la pobreza extrema después de que ataques la Quinta Avenida, ya sea que hagas perfilaciones criminales para la CIA, o organices un evento o que intentes ergonomizar el ambiente de trabajo, será un placer acompañarte. Prometo estar presente para ti, para cuando necesites lo que sea y Emma no esté para dártelo- ambos rieron, Emma también, qué inadecuado. -  Gracias por ser como eres, mi amor- besó sus manos y se vieron a los ojos, sabiendo que quedaba poco tiempo para dejar de resistirse mutuamente a lanzarse en un beso. 

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