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El lado sexy de la Arquitectura 9

en Lésbicos

“Don’t wake me up up up up up up” sonó desde el teléfono de Sophia, hacienda que ambas se retorcieran de un dolor de desvelo entre aquellas sábanas tibias. “I don’t wanna fall unless I’m falling for you” continuó sonando mientras Sophia y Emma buscaban a ciegas ese iPhone, Sophia molesta, Emma molesta pero divertida porque la canción era totalmente acertada.

 

- ¡Lo tengo!- gritó Emma, levantando aquel teléfono como si fuera trofeo o invención.

 

- Perdón, Arquitecta- murmuró Sophia, abrazando a Emma; estaba tibia, perfecta para las manos de Sophia.

 

- Si esa cosa no suena, creo que no me despierto, Licenciada- rió Emma, recostándose de nuevo, tratando de ganar tiempo. – My God…it’s only Tuesday…- suspiró, vencida y cansada, tal vez era ese pequeño malestar de esa mini resaca de Dom Perignon.

 

- Son las cinco y media de la mañana, te puedo prestar ropa si quieres; ropa que todavía no me han visto en el Estudio…y te bañas aquí…conmigo…y te compenso lo de anoche- murmuró Sophia, tomando a Emma de la mano, entrelazando sus dedos y besándolos; uno por uno.

 

- Tentadora propuesta…pero creo que tus pantalones no me quedan, tus blusas tampoco- rió, peinando a Sophia todavía en la oscuridad. – Pasaré comprando algo camino al trabajo

 

- Momento, ¿comprarás ropa?

 

- Es correcto, mi amor…ahora, ¿dónde están esos labios?- preguntó Emma, con hambre de Sophia, sólo quería quedarse ahí así, no quería ir a ver a Segrate; con quien iba a revisar el plano de la cocina de los Hatcher.

 

- Aquí- susurró Sophia, llevando la mano de Emma a su entrepierna. Y le dio sus labios, tanto sus labios vaginales como sus labios bucales.

 

Emma se volvió un poco hacia Sophia, poniéndose sobre su costado, besando sus labios mientras jugaba con sus labios mayores con sus dedos. A Emma le costaba concentrarse; era el olor de Sophia, un olor a L`Air de Nina Ricci con un poco de sueño, el sabor de sus labios, la textura de su vulva, era demasiado para sus sentidos. Sophia abrió sus piernas para los dedos de Emma, que la recorrían desde su vagina hasta su clítoris; presionando su vagina pero no introduciéndose para luego recorrer aquella cavidad húmeda hasta su clítoris, separando sus dedos para acariciarlo a cada lado y presionarlo entre ellos.

 

- Hazme tuya…demuéstrame que quieres hacerme lo que quieras- murmuró Sophia entre besos y gemidos suaves.

 

- Súbete- ordenó Emma, dejando a Sophia si saber qué hacer. – Quiero ese clítoris aquí- dijo, señalando con su mano por encima de su cabeza para tocar sus labios.

 

- ¿Estás segura?- preguntó Sophia, extrañada.

 

Emma asintió y se recostó sobre su espalda, quitando un par de almohadas para no quedar muy arriba y que Sophia se pudiera hincar sobre su cabeza. Con su clítoris sobre los labios de Emma, sus muslos abrazando su cabeza  y sus manos apoyadas sólo con la punta de sus dedos de la pared que había tras el respaldo de la cama. Emma abrazó a Sophia por sus muslos y la haló un poco hacia abajo para no tener que esforzarse mucho, después de todo eran las cinco y media de la mañana y la pereza era parte del proceso. ¿Lo excitante para Sophia? Era sencillo; ver la cara de Emma mientras se la comía toda, ver cómo le clavaba la mirada en la suya como queriendo decir “¿ves lo que te hago?” y escuchar, de primera mano, aquellos ahogos de Emma, esos ahogos sensuales que sonaban más bien a gemidos.

 

Emma, sin tener experiencia alguna más que la del fin de semana, usó cada uno de los componentes de su boca; sus labios, sus dientes y su lengua, para lograr que su Sophia se “corriera” o se “viniera”, verbos que Sophia utilizaba y que a Emma le parecían un tanto obscenos y a veces grotescos pero que tenían cierto aire sensual y juguetón. La lengua de Emma era especial, un tanto larga y ancha, y aún así, lograba tener la forma óptima para lamer desde la vagina de Sophia hasta su clítoris. Primero lamió por encima, sólo sus labios mayores, hinchándolos a su paso, humedeciéndolos con la mezcla de su saliva y sus jugos, que esa mañana en particular sabían al mejor desayuno para la pizca de resaca que había en Emma. Con sus manos jugaba con el trasero de Sophia, lo apretaba suavemente, lo separaba y rozaba su ranura, sólo apenas, para subir por ahí y acariciar su espalda y bajar por sus caderas hasta sus muslos y de nuevo.

 

Sophia era otra historia, en su cabeza sólo pasaban las sensaciones más exquisitas y pervertidas que alguna vez le pasaron; era el momento pues estando ella realmente sentada en el rostro de la Arquitecta le parecía obsceno, sucio y de mal gusto, but she felt quite sexy being that dirty. Sonreía hasta donde podía si no era porque Emma le provocaba un gemido repentino por una succión de sus labios menores o el roce de la punta de su lengua en la punta de aquel clítoris hinchado. La barbilla de Emma se había llenado de los jugos de Sophia, así de empapada estaría, los alrededores de su boca también, pero Emma disfrutaba de una Sophia así, empapada hasta más allá de su vulva, que Emma aprovechó para recoger un poco con sus dedos y acariciar el ano de Sophia con aquellos jugos tibios, sólo a estimularlo, cobrándose el accidente de Sophia durante el fin de semana.

 

Y sí, Sophia ya no sabía dónde sentía qué, sólo sabía que estaba inundada de placer y que, cuando Emma besaba su clítoris, su necesidad biológica de correrse, se acercaba cada vez más. Y cuando Emma le clavó sus dientes en su monte de Venus, que debo acordarles que era depilada, que Sophia sintió que era algo demasiado bueno lo que se venía; un ataque a “Warp-Speed”  a su clítoris con la punta de su lengua, tan rápido que Sophia, automáticamente, llevó sus manos a sus senos y los apretujó con fuerza, echando su cabeza hacia atrás, gimiéndole al techo, mordiéndose su labio inferior por el lado izquierdo, excitación: nivel noventa y nueve.

 

- I’m burning through the skies, yeah, two hundred degrees: that’s why they call you Mrs. Fahrenheit, you’ve got me traveling at the speed of light- cantó Sophia entre gemidos, no sabiendo exactamente de dónde había salido eso, pero a Emma le dio risa y fue su aliento tibio junto con una última succión en el clítoris de Sophia que hizo que Sophia diera ese respingo, deteniéndose del respaldo de la cama y sosteniéndose en el aire sobre Emma mientras Emma intentaba halarla de regreso por sus muslos para probar ese orgasmo, esos jugos calientes, esas palpitaciones.

 

“Don’t wake me up up up up up up” sonó de nuevo, ambas rieron, más después de que Sophia gritara un hermoso, sensual y malhablado “Siri, you bitch” mientras apagaba su alarma.

 

- Ugh, ya es tarde, son las seis- se quejó Emma, tapándose hasta la cabeza con las sábanas.

 

- Amor, ¿qué has decidido? ¿Te duchas conmigo o vas a tu apartamento a hacerlo?

 

- Quisiera ducharme contigo, pero se me olvidó que tengo que estar a las ocho a más tardar en el estudio, tengo una reunión a las ocho y media y todas las tiendas las abren hasta las ocho;  en media hora no escojo nada…

 

- Pero te debo una

 

- Veamos si podemos solucionarlo por la noche…espera, no, hoy en la noche no puedo; me voy a ver con James y Natasha y ellos…

 

- Bueno, bueno…¿me robarán a mi novia y no me piden permiso? How rude- rió, sabiendo que debía darle su espacio, no podía quererla sólo para ella.

 

- Puedes venir si quieres, te encantarán todos

 

- I’m gonna feel like an outsider

 

- I promise you won’t, we’re very nice people

 

- You’re flawless to the point where it’s not fair- sonrió Sophia, dándole un beso a Emma en sus labios, probablemente de despedida, sí, fue de despedida.

 

Sophia se metió en la ducha, no esperando que Emma se metiera con ella, Emma queriendo meterse pero sabiendo que el olfato de Segrate las delataría con un simple: “Huelen al mismo jabón”. Se vistió con la mejor de las sonrisas, le escribió una nota a Sophia que decía “No desayunes, yo te llevo desayuno, mi amor. Besos, E.” Usualmente firmaba “Emma” o “Em” pero una letra era suficiente para poner un poco más de cariño en la primera nota que dejaba en toda su vida. Llamó un Taxi, siendo antes vista con picardía por el doorman del edificio de Sophia, pero no le importó, después de todo, ¿quién pudiera imaginárselo? Se duchó como siempre, todo como siempre, manteniendo la decisión de dejar a la “Emma seria” a un lado; pantalón hasta los tobillos ajustado, de cuero azul marino; un Roberto Cavalli que le había regalado Natasha y que nunca había considerado ponerse por ser “too rockstar” pero ahora, con una Kaftan-blouse de chiffon en leopard print del mismo Cavalli, No Prive Slingback Louboutins negros, el mismo YSL Hobo de ayer, su Akris Punto tweed coat y su bufanda Lanvin ocre, recibió más halagos callejeros que Linda Evangelista en su mejor época.

 

Hizo una breve parada en “Ess-a-bagel” en Lexington y 54, comprando sándwiches para todos en el estudio, pues sabía que todos tendían a la anorexia: dos sundried tomato cream cheese, dos herb cream cheese, dos cheddar cream cheese, dos american cheese sándwiches, cinco mozzarella sándwiches, un Apple cinamon cream cheese para ella, un eggs and three cheeses para Sophia y vació el estante de Snapples, saliendo con ayudante hacia el Taxi que había dejado esperando por ella en la entrada. Deseó “Buenos días” a todos en el Estudio, poniendo la bolsa con sándwiches en el escritorio y anunciando que había para todos, tomando antes el suyo y el de Sophia, junto con dos Half n’ Half Snapples y dos Pink Lemonade Snapples para las dos.

 

- ¿Ahora resulta que traes desayuno?- dijo, incrédulo el Ingeniero Segrate.

 

- Si no te gusta pues no te lo comas

 

- Ah, pero a la Licenciada Rialto le trae especial- rió.

 

- Mira, David, no sé qué intentas decirme…pero estoy al borde de hacer que te despidan sólo para no tener que verte la cara nunca más- Emma estaba molesta, colapsando en histeria violenta; con ganas infinitas de pegarle.

 

- No tienes el poder para despedirme- rió cínicamente aquel hombre, dándole una mordida al uno de los sándwiches que había llevado Emma.

 

- No me tiente, Ingeniero, que ganas de despedirlo no me faltan…

 

- Arquitecta, no sea una ilusa, el único que tiene poder para despedirme es Volterra, el dueño de este Estudio

 

- Ah, ¿entonces usted quiere decirme que el dueño del Estudio puede despedirlo?- estaba a punto de reventar, era como una olla de presión, soltando humo por los oídos; tratando de calmarse para que los demás no se dieran cuenta.

 

- Así es…y como tú, hermosa fiera, no eres la dueña, no puedes despedirme ni hacer que me despidan- rió a carcajadas. – No seas una ilusa…

 

- ¿Cómo defines tú ser “dueño” en este Estudio?

 

- Emma, vamos, tú y yo sabemos que sólo el que invierte es Volterra, todos sabemos que es un riesgo invertir en este infierno, hasta tú lo sabes

 

- Y si lo sé, ¿por qué invertí en este “Infierno” que le da de comer, Ingeniero?- Emma sonrió, sólo le faltaba un tridente y crecer un par de metros para ver muy de menos a David.

 

- ¿In…invertiste?- tartamudeó, no creyéndole a Emma.

 

- Espero que esté a tiempo y con mejor actitud para revisar los planos, Ingeniero Segrate. Si me disculpa, tengo mejores cosas que hacer a parte de tratar con un…- hizo una pausa, pensando en todo insulto en todo idioma que podía. – Con usted.- concluyó, dándose la vuelta con una sonrisa y dejando a David al borde del colapso, pues Emma sí tenía autoridad para despedirlo si era que había invertido más de un cuarto del capital inicial del Estudio en el año. – Gaby, ¿me podrías poner a la asistente de Meryl en la dos por favor? – cerró la puerta de su oficina, esperando ver a Sophia ya ahí, pero no, eso la enojó más y no sabía por qué.

 

El teléfono sonó, que Gaby ya tenía a la asistente de Meryl en la línea. Planearon la reunión para el viernes de esa misma semana, pues aparentemente ella estaría en Nueva York. Eso le gustaba a Emma de su trabajo, conocía a todo tipo de gente; desde a los congresistas, hasta a Meryl Streep o Glenn Close, en el mejor de los casos, a uno que otro Jeque árabe que quería una decoración en un apartamento en la 5ta. Avenida en el que nunca estaría; y era con los proyectos que más se divertía, pues no tenía un presupuesto tan miserable como cuando se trataba de Project, por ejemplo. Dejó el sándwich de Sophia en su escritorio y salió del edificio con el suyo, se dirigió a St. Patrick’s cathedral y se sentó en las gradas a comerse su desayuno, que lo acompañó con un Half n’ Half y, de postre, dos cigarrillos que la lograron calmar. En su camino de regreso, compró una cajetilla de Marlboro Gold, para poder compartirlos a gusto con Sophia pero, de alguna manera seguía molesta con ella, pero “es estúpido…no puedo enojarme sólo porque no estaba”, hasta se sintió culpable.

 

- No, David, quiero una pared de concreto aquí, y sólo aquí, y hasta aquí- señaló Emma en el plano, marcándole a los doce metros exactos una pared de concreto ortogonal de ochenta centímetros de ancho, cuatro metros de largo y dos de alto.

 

- Emma, vamos, ¿por qué no sólo pones madera ahí y me ahorras medir eso? Es más fácil cortar madera que construir una pared de esas dimensiones

 

- Creo que no me has entendido, la pared va cubierta de madera de cedro, ¿sabes lo difícil que sería cortar esa dimensión de cedro? ¿O lo enorme que tendría que ser para sacarlo en una sola pieza? David, quiero mi pared de concreto ahí sí o sí

 

- Emma, no voy a levantar una pared de concreto sólo porque quieres, consigue más madera y listo

 

- Ingeniero Segrate, creo que no ha entendido; el cliente tiene un presupuesto- interrumpió Volterra.

 

- ¡¿Ahora usted la defiende?! Volterra, ¿qué le ha hecho?

 

- David, tranquilícese, sólo quiero que entienda que, por una parte, es más barato recubrir una pared de concreto con madera de cedro que hacer un bloque de madera de cedro y, por otra parte, sería una instalación y no una construcción, que si la madera se…pudre, por así decirlo, no tiene el mismo costo reponerla a que si es recubrimiento

 

- ¿Entonces qué? ¿Tengo que rendirle cuentas a Emma también?

 

- No, David…yo sólo soy su compañera de trabajo, el jefe es Volterra siempre, y le ruego que considere hacer esa pared, sino le pediré que no haga la pared, que es parte de su trabajo en realidad, y contrataré a alguien que lo haga…y de buen modo- dijo Emma, molesta. Enrolló los planos y los puso bajo su brazo. – Voy a estar en mi oficina, creo que la “reunión” se acabó, con su permiso- se retiró, con un poco de enojo por la escenita de Segrate, pero feliz de que al fin Segrate iba a respetarla un poco más, aunque le pesara.

 

- Mi amor, ¿qué pasó?- preguntó Sophia, viendo cómo Emma arrojaba los planos sobre la mesa de dibujo y se dejaba caer sobre su silla. Emma levantó la mano a manera de decirle “no quiero hablar” y se dio la vuelta, viendo hacia la ventana, viendo aquellas nubes colmar el cielo. – Háblame, no te enojes tú sola, descárgate conmigo, ¿si?- se acercó Sophia, poniendo su mano sobre el hombro de Emma.

 

- Sophia…ahorita no, ¿sí?- suspiró, intentando no sonar mal.

 

- Bueno, voy al salón de Davidson Avenue que ya llevaron la madera y hoy empiezo a cortar…si quieres buscarme cuando se te pase el mal humor, ya sabes dónde encontrarme, sino, nos vemos mañana…que te vaya bien con tus amigos- dijo Sophia desde la puerta, cerrándola y yéndose.

 

Sophia salió del Estudio molesta también, pues no entendía el mal humor de Emma pero, al entrar al ascensor, se dio cuenta que dos enojadas no servía de nada más que para complicar las cosas y eso era algo para lo que Emma tendría el día entero para pensarlo a solas. Cuando salió del edificio vio algo bastante curioso, una cabellera bastante peculiar agitándose mientras hablaba por el teléfono. Sophia se quedó ahí parada, viendo con sumo interés a aquella mujer, sabía que la conocía de algún lado. La mujer se dio la vuelta y ambas se reconocieron.

 

- ¡Sophia! ¿Cómo estás?- gritó Natasha, colgando su teléfono de una buena vez.

 

- Natasha- sonrió, sin saber por qué. - ¿Cómo estás?

 

- Excelente, ¿y tú?- le dio dos besos, uno en cada mejilla.

 

- Bien, muy bien…¿vienes a ver a Emma?

 

- No, sólo vine a dejar los planos que me pidió, tengo día libre ahora…bueno, me tomé un día libre- rió. - ¿tú a dónde vas?

 

- A carpintería a cortar madera

 

- ¿Tú cortas madera?

 

- Sí- rió Sophia, pensando en lo poco común que eso era.

 

- ¿Puedo ver tu trabajo? Bueno, es que no tengo nada que hacer y Emma ha de estar ocupada

 

- Ocupada no creo, enojada sí- rió.

 

- No te preocupes, ya se le pasará, de seguro tuvo algo que ver ese David, es la única persona que la sabe enojar

 

- Por un momento me lo tomé un poco personal

 

- Te acompaño y platicamos- dijo Natasha, sabiendo que eso iba a estar demasiado interesante. – ¿Cigarrillo?- ofreció Natasha, alcanzándole una cajetilla de Marlboro Gold.

 

- Gracias, ya me hacía falta uno de éstos- sonrió, poniéndolo entre sus labios y poniendo su mano sobre él para romper el viento y que la llama del encendedor de Natasha no se apagara.

 

- Con Emma tienes que aprender a fumar de los rojos- sonrió, abriendo la puerta de un auto negro para que Sophia se metiera. – Súbete, te llevo donde vayas, después de todo voy de intrusa- guiñó su ojo igual que Emma.

 

- Gracias, qué amable…Davidson Avenue y 182, por favor- dijo Sophia al conductor mientras Natasha se metía al auto y cerraba la puerta. – Oye, nunca te agradecí por haberme invitado a la fiesta de tu mamá…he leído todas sus críticas

 

- Cuando quieras te la presento detenidamente, seguramente esa noche no le prestó atención a nadie más que a ella misma y al nombre que le puso Emma a su columna- rió. Pero bueno, cuéntame, ¿cómo te va trabajando con Emma?

 

- Bien, es increíble todo lo que sabe y cómo asegura los proyectos y cómo lleva cuatro o cinco proyectos a la vez

 

- ¿A qué te refieres?

 

- Pues, la semana pasada, entregó Louis Vuitton antes de tiempo, concretó Meryl Streep, tomó lo tuyo, sigue trabajando en Boston y está trabajando en la restauración de Prada de Soho y está a un pelo de firmar contrato para una casa en los Hamptons

 

- Sí, Emma es bastante capaz

 

- Se sabe todos los tricks de los clientes, qué quieren y qué buscan y cómo hacerlos cambiar de parecer, no sé, tiene mucha experiencia

 

- Es la primera vez que Emma trabaja con alguien tan cerca como contigo, ¿sabías?

 

- Sí, Volterra me lo dijo y, de paso, me dijo que no era de las que trabajaba bien en equipo, que prefería tomar pocos proyectos pero hacerse cargo ella sola a tener a alguien de quién depender para ciertas cosas…y que seguramente que invadiera su oficina no la haría muy feliz

 

- Pero creo que le agrada tenerte en su oficina, no he tenido ningún comentario negativo en todo lo que llevas trabajando ahí, sólo positivos

 

- ¿Como cuáles? – preguntó Sophia, llena de curiosidad.

 

- Pues que eres muy buena diseñando muebles, que no estorbas, que eres muy callada…y que dejas que Emma ponga su música mientras está trabajando

 

- Ustedes se cuentan todo, ¿verdad?

 

- Pretty much

 

- Bueno, entonces la pregunta correcta sería: ¿Qué sabes de Emma y yo?- Natasha se quedó petrificada, creía que ella estaba guiando la conversación y no Sophia.

 

- Bueno, eso, que se llevan bien en el trabajo

 

- Necesito saber cómo penetrar la armadura de Emma- confesó, sabiendo que era arma de doble filo pues Natasha podía contarle o podía decirle cómo.

 

- Emma es una persona complicada

 

- Lo sé y tiene muchas cosas que no comprendo, tal vez tú puedas ayudarme a entender, a saber cómo tengo te deal with her

 

- Si voy a hacer esto, necesito seguridad, que no me vas a delatar…porque Emma me cuenta cosas en suma confidencialidad y estoy a punto de abrirte el mundo de Emma Pavlovic…

 

- Lo que sea que me cuentes lo guardaré con mi vida, y lo trataré de la mejor manera posible…

 

- Necesito seguridad, no puedo perder a mi mejor amiga, ¿me entiendes?

 

- Le dije que la amaba

 

- Fair enough, let’s do this. – se animó Natasha, frotándose las manos y pasándolas por su rostro para relajarse.

 

- I promise, no la vas a perder, yo tampoco quiero perderla

 

Natasha tomó aire, profunda y lentamente, llenando sus pulmones, y tronando sus dedos, dejando que Sophia viera dos anillos en su dedo anular de la mano derecha que, de haber estado en la mano izquierda, pasarían por anillos de compromiso.

 

- Bueno, ¿qué quisieras saber? No voy a revelarte más de lo que quieras saber, y “todo” no es una respuesta aceptable, pues no creo que sea sano que yo te cuente de Emma cuando la tienes que conocer, sino no es una relación, no puedes esperar una relación si ya la conoces y desde mi punto de vista…tienes que formarte una idea propia de Emma

 

- Emma es perfecta

 

- That was quick- rió.

 

- Primero, quiero saber qué hace Emma aquí en realidad

 

- ¿Qué hace de qué?

 

- Digo, tiene mucho dinero aparentemente

 

- Ah, eso. Bueno, el 25% de donde trabajas…es de Emma, para empezar, así que Emma no sólo es tu compañera de trabajo, sino también tu jefe. Pero le ha dejado la administración a Volterra porque administrar el Estudio le da pereza y él tiene más experiencia, por eso es que Emma no se entera de muchas cosas administrativas; como cuando no se enteró que tú ibas a llegar, pues son decisiones que toma Volterra él solo…so, you’re basically screwing your boss- sonrió Natasha, viendo cómo Sophia se quedaba un tanto boquiabierta.

 

- Pero, digo, ¿de dónde sale el dinero? No creo que Emma tenga un cerdito que defeque billetes- Natasha rió a carcajadas, esa expresión nunca la había escuchado.

 

- Qué diplomática…pues Emma ya tenía dinero antes de venir, de la herencia de sus abuelos, su papá consultor financiero del gobierno, su mamá curadora en el Vaticano…bueno, imagínate la cantidad de dinero que tienen como para que Laura esté permanentemente de vacaciones…

 

- Pero, ¿tanto?

 

- Digamos que Emma vive de los intereses de la herencia de sus abuelos, más lo que gana con Volterra…

 

- ¿Cuánto gana con Volterra?

 

- Depende del proyecto, pero Project le pagaría veinte, sé que Meryl está invirtiendo doscientos veinticinco en todo, un tercio es para Emma porque sólo es ella diseñando y decorando, los Hatcher tienen un presupuesto de dieciocho, no sé cuánto exactamente le quedará a Emma de eso, pero Emma es muy buena en lo que hace, eso tú ya lo sabes

 

- Entonces debo asimilar que Emma gana miles de dólares por cada proyecto nada más, perfecto. Eso explica sus lujos y su ropa de diseñador…

 

- La compra de ropa si, el gusto es adquirido, Sophia… ¿nunca te has preguntado por qué Emma nunca se ve mal en lo que se pone?  Podría ser hasta la blusa más fea que hayas visto en una pasarela pero a Emma se le ve bien…

 

- Bueno, me imagino que lee mucho Vogue o Marie Claire o Harper’s…

 

- Eso o que en la ISAD también hizo diseño de modas pero nunca lo absolvió

 

- Eso no lo sabía…no lo mencionó nunca

 

- Emma piensa que si no lo absolvió es como no haberlo estudiado…Emma así es, Sophia, pero tranquila, es menos complicada de lo que parece, ¿qué más quieres saber?

 

- ¿Qué le gusta?

 

- ¿Qué le gusta de qué?

 

- No sé, de todo- rió, sabiendo que era algo que no debía decir pero que era lo más cercano a lo que quería expresar.

 

- Le gusta mucho el sushi, los mariscos en general, antes íbamos a un lugar en Brooklyn, casi tres veces por semana sólo a comer sushi o a probar uno de cada uno, probamos el menú entero como cuatro o cinco veces, le gustan las fiestas tranquilas, en las que se puede platicar, pero si va a fiestas neoyorquinas, con música electrónica de fondo, que no le molesta, creo que su iPod tiene bastante música para poner una buena fiesta, le gusta el bossa nova, Britney Spears, Madonna, las Spice Girls, Laura Pausini, le encanta la música, es como una adicta a estos programas que buscan cantantes, le fascinan, sólo tiene música original, si quieres regalarle música, cómprale el CD, ah, le fascinan los masajes…¿quieres contentar a Emma? Sol, arena y mar…sino, un steak con french fries de Ben & Jack’s…le gusta hacer spinning, le gusta el champán, le gusta ir a Broadway a ver alguna obra de vez en cuando…

 

- Su cumpleaños es ya casi... ¿qué le puedo regalar?

 

- Regalarle algo a Emma…eso sí es complicado, Sophia…

 

- Quiero darle algo que disfrute, algo que lo pueda usar, algo bonito y no tan caro…pues yo no tengo un cerdito que defeca dinero

 

- Vas con Emma a Boston, ¿verdad?

 

- Sí

 

- Pues de ser así…déjame ayudarte. ¿Qué dices si vamos de compras tú y yo después de que estés en carpintería?

 

- Natasha, ¿qué planeas?

 

- Un pequeño viaje al mundo de “La Petite Coquette”…en donde podrás encontrar tu envoltorio, pues no hay mejor regalo que tú misma…te lo digo, yo lo hice con Phillip este año que cumplió treinta e inmediatamente me pidió que nos casáramos…le conté a Emma y me dijo “ojalá y eso me pasara a mí”

 

- Perdón, ¿qué es “La Petite Coquette”?

 

- Ay, amor, es en donde con doscientos dólares vas a lograr verte sexy para Emma…there’s no greater birthday gift than passionate sex, que viendo tu expresión entiendo que lo han intentado pero siempre sucede algo y no han podido disfrutarse…

 

- Emma y tú son de otro planeta… ¡no sé cómo hacen para leerme!

 

- Soy psicóloga, amor…do you want an advice?

 

-  Claro que sí, te sabes a Emma de todas maneras

 

- Well, spice up your sex life…ever heard of phone sex?

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