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El lado sexy de la Arquitectura 22

en Lésbicos

- Mi amor…- susurró Emma al oído de Sophia. – Vamos a casa- dio un beso a la cabeza de Sophia y arregló su cabello en cuanto Sophia se erguía para volver a la vida de manera parcial.

 

- ¿Qué hora es?- murmuró, deteniéndose la cabeza entre sus manos, qué dolor más molesto el que sentía.

 

- Hora de que te lleve a casa, necesitas descansar- dijo Emma mientras recogía el abrigo de Sophia del perchero y le ponía su bolso en su escritorio.

 

- Estoy bien, sólo estaba descansando la vista- suspiró, intentando no quedarse dormida de nuevo.

 

- Vamos, amor, de pie…

 

Sophia se puso de pie, tambaleándose en sus Stilettos, Emma la detuvo por sus brazos, cayendo Sophia en un abrazo sobre el hombro de su novia, de esa novia que la detenía con preocupación, no era normal que un simple desmayo la desgastara tanto, además, no podía estar cansada; se habían dormido temprano; relativamente temprano los días anteriores, habían descansado bastante porque Emma estaba en sus cuatro-cinco días en los que se comprobaba que era una mujer mortal, literalmente sólo se habían levantado de la cama para cuando la gente de Natasha había llevado, sorpresivamente, todas las cosas de Sophia al apartamento de Emma; todas empacadas en cajas rotuladas, cajas que, la mayoría, seguían sin ser desempacadas y estorbaban en el pasillo principal.

 

- Arquitecta, ¿todo bien?- interrumpió Gaby, viendo aquella escena de Sophia reposando su cabeza en el hombro de Emma y Emma abrazándola con fuerzas. Emma: modo improvisación: encendido.

 

- Gaby, qué bueno que vienes, no me puedo mover, alcánzame un Prismacolor de esa gaveta, por favor- dijo, apuntándole con los labios y la mirada la gaveta a la que se refería. – Rápido que la Licenciada pesa- rió, sabiendo que no era cierto y, mientras Gaby, con manos temblorosas, buscaba un Prismacolor, Emma inhaló el L’Air del cuello de Sophia, y lo acompañó con un beso pequeño e inocente, discreto. – Desenróscale la parte gruesa- exhortó, con tono de estarla apurando. – Dale la vuelta y pásaselo cerca de la nariz- Gaby la vio con cara de desconcierto. – Hazlo, que de verdad pesa- y Gaby paseó el dispensador de tinta cerca de su nariz. Emma rogó al cielo y a todos los Santos y a todos los equivalentes de Dios en todas las religiones e idiomas habidos y por haber por que Sophia no reaccionara con un “mi amor” o algo parecido.

 

- Qué apesta esa cosa- murmuró, despegándose lentamente de Emma.

 

- Licenciada, creo que la llevaré a su casa, voy de salida- dijo Emma, dándole gracias a toda entidad espiritual superior y dándole gracias hasta al Papa por lo que sea que hubiera hecho.

 

- Prefiero ir al doctor, Arquitecta- musitó, irguiéndose e intentando enfocar bien la distancia entre ella y su abrigo.

 

- Gaby, consígueme un Taxi para hace cinco minutos, por favor- Gaby asintió pero, en su intento de salir de la oficina, el teléfono sonó y ella se detuvo a contestarlo. – Gaby, ¡el taxi, por Dios!- ordenó Emma, pensando “¿qué tan difícil puede ser llamar a recepción y decir que paren un Taxi?”. Emma le puso el abrigo a Sophia, se quitó su bufanda y se la enrolló alrededor del cuello mientras tomaba su bolso y el de ella, los planos de Meryl y la carpeta de los van De Laar en su brazo izquierdo y a Sophia por el hombro con su brazo derecho. – Llama a Mr. Noltenius que me he atrasado quince minutos- dijo el primer nombre que se le ocurrió, después de todo, Gaby no tenía idea de quién era Noltenius y eso le daría una buena coartada, y Phillip la cubriría.

 

- No tengo su teléfono, Arquitecta- murmuró Gaby, asustada porque temió que su trabajo estuviera colgando de un hilo.

 

- Nueve-Diecisiete-Veinticinco-Cuarenta-Cero-Doce, ahorita- Gaby asintió, tratando de pulsar los números en el teléfono tan rápido como Emma los dictaba, pero se atrasó y no alcanzó a escuchar si era un “Dos” o un “Doce”, lo cual para cualquiera, en otra circunstancia de relación total, hubiera sido fácil deducir que era un Doce por la cantidad de números.

 

Salieron del edificio en aquel frío que a Emma le congeló el alma por entrar de golpe y mal abrigada, pero, gracias a Gaby, un taxi las esperaba y fueron directo, a unas cuantas calles, al apartamento de Emma, que, cuando el Taxi se detuvo, Emma arrojó un billete de $20 a pesar de ser menos de haber sido $8.65 y salió del brazo con una Sophia casi desmayada de nuevo.

 

- ¡Deténgalo!- gritó aquella voz aguda. “Lo último que me faltaba”.

 

- Señora Davis, un gusto en verla- saludó Emma, con la sonrisa más falsa que nunca.

 

- Emma, buenas tardes- sonrió, igualmente de falsa, viendo que Sophia estaba, desde su punto de vista, drogada. - ¿Todo bien con tu amiga?

 

- ¿Conoce a algún buen doctor que pueda venir de emergencia?- preguntó, implorándole una respuesta positiva.

 

- ¿Qué tiene?- dijo, volviéndose y retirando el flequillo de Sophia de su cara. Sophia movió su brazo para quitarle su mano, emitió un quejido.

 

- No sé, se desmayó en la oficina y no se ha repuesto del todo- dijo Emma, poniendo su mano sobre la mejilla de Sophia.

 

El ascensor se detuvo en el onceavo piso y la Señora Davis, viendo que Emma arrastraba a Sophia por el pasillo, le ayudó a meterla al apartamento hasta acostarla en su cama. Emma, por primera vez, dio gracias a Dios por esa mujer, más después de que le dijo que buscaría el número de un doctor y que se lo pasaría dejando en cuanto lo tuviera, aunque nunca lo hizo porque se entretuvo en su visita fugaz con Mr. Kramer, el del octavo piso.

Emma regresó a ver a Sophia, estaba un tanto consciente, se tapaba los ojos con su brazo, como si la poca luz que había le molestaba. Pasó de largo hacia el closet a buscar ropa para Sophia y, mientras lo hacía, hacía su llamada 911.

 

- ¡Nate!- suspiró Emma mientras buscaba una camisa manga larga para Sophia.

 

- Amor, ¿qué tienes?

 

- Creo que Sophia está enferma

 

- ¿Qué tiene?- dijo, levantando sus gafas y viendo su reloj: 4:24 p.m.

 

- A decir verdad…no fucking clue

 

- ¿Estás en tu apartamento?

 

- Sí

 

- Llego en media hora, te enviaré al doctor de mamá, tenemos que hablar

 

- Lo sé, aquí te espero, gracias- colgó, tomando la ropa y dirigiéndose a la habitación, para ver a Sophia moverse un poco, que le bajó la preocupación en un 1%. – Mi amor, necesito que me ayudes con esto, ¿si?- susurró, besando la mano de Sophia mientras ella asentía y trataba de sentarse. - ¿Qué sientes?- le quitó el abrigo y le bajó la cremallera de su chaqueta.

 

- Me duele la cabeza y los ojos…

 

- ¿Tienes náuseas?- deslizó la chaqueta hacia afuera y le desabrochó su sostén, quitándoselo sin la más mínima de intención de propasarse.

 

- No, no creo…I feel weak, though…- murmuró, mientras Emma le metía la camisa por la cabeza e intentaba meterle los brazos en las mangas para luego hacer lo mismo con el suéter.

 

- ¿Te duele algo?- preguntó, recostándola sobre la cama y metiendo sus manos por su trasero para bajar la cremallera y deslizarle la falda hacia afuera, deteniéndose para quitarle los zapatos y luego terminar.

 

- Mi integridad como mujer- intentó reír.

 

- Sophie…- susurró Emma mientras le deslizaba un pantalón. – Necesito saber qué tienes, estoy preocupada- la besó en sus labios mientras la acomodaba sobre las almohadas.

 

- Abrázame, ¿si?- y algo tan sencillo como eso se le dificultaba a Emma negarle.

 

Se acostó a la par de su novia, abrazándola con una cobija que había comprado, sin saber por qué, en aquella aventura de locura en “Bed, Bath and Beyond”, pero ahora sabía por qué la había comprado. Sophia se enrolló en aquella cobija y abrazó a Emma como una niña pequeña, Emma, todavía en su atuendo de oficina, logró quitarse su Stilettos sin hacer ruido, pues no sabía si Sophia estaba dormida o sólo con los ojos cerrados, pero no quería despertarla. Después de un rato, en el que Emma sólo había abrazado a Sophia y le había dado besos en su cabeza, tocaron a la puerta y, con el mayor de los esfuerzos por no incomodar a Sophia, se levantó y fue a abrir.

 

- ¿Emma Pavlovic?- preguntó aquel hombre de cabello blanco, tenía un parecido a David Lynch, pero un poco más joven, no bajaba de los cincuenta y cinco, tampoco pasaba de los sesenta, vestido en un traje mal tallado pero llevando un maletín de cuero negro como los que a Emma le gustaban. Emma asintió. – Leo Berkowtiz- se presentó, alcanzándole la mano para saludarla.

 

- Mucho gusto, por aquí- dijo, pasándolo al interior de su apartamento mientras él se veía a su alrededor y se daba cuenta que no estaba en cualquier lugar. – Sophia…- murmuró, acariciando el brazo de Sophia. – El Doctor Berkowitz está aquí- y Sophia abrió los ojos, con demasiado esfuerzo. – Lo espero afuera- sonrió para el doctor, saliendo de la habitación y cerrando la puerta detrás de ella.

 

Se dirigió a la cocina a servirse una copa de Newton del 2005 y, mientras bebía aquello que la relajaba un poco, revisaba el proyecto de los van De Laar, que en realidad le gustó, al parecer le daban mucha libertad. Analizó las notas de los clientes sobre lo que querían de la casa nueva y, la verdad, no era nada de otro mundo, y le daban demasiado dinero para jugar con él, claro, no lo gastaría todo, siempre le gustaba dejar ese factor con un plus, a los clientes les gustaba.

 

- Em- saludó Natasha con una sonrisa, Emma no se explicaba por qué la sola presencia de Natasha la tranquilizaba tanto. - ¿Cómo estás?

 

- Bien, un poco preocupada, pero bien…¿qué traes ahí?- dijo, señalando a las manos de Natasha que traía dos bolsas.

 

- ¿Qué tal está Sophia?- preguntó, obviando la pregunta de Emma mientras le daba un sorbo a la copa de Emma y viendo los papeles regados sobre el desayunador.

 

- Está con tu doctor ahorita…llevan como quince minutos ahí

 

- Estará bien, está en buenas manos, sino mamá no le tuviera tanta confianza- sonrió, tomando a Emma de la mano. – Tenemos que hablar…- respiró hondo.

 

- Lo sé…¿tú sabías?- preguntó Emma viendo a Natasha a los ojos.

 

- Phillip me contó y me hizo prometer que no te diría nada…como que sabía que lo ibas a matar, lo siento mucho

 

- Conmigo no te disculpes, hazlo con Sophia que es la víctima aquí…aunque no te corresponde a ti disculparte en nombre de…de ese…- suspiró, pensando en todos los insultos que cabían en aquella ocasión.

 

- Me avergüenza esa rama de mi familia…más porque sé que ha estado all over you cada vez que te ve…- Natasha sintió la cabeza de Emma reposar sobre su hombro, y ella la abrazó por el costado. – Phillip me llamó extasiado dos veces en el día- rió, apretujando a su mejor amiga.

 

- ¿Ah, si?

 

- La primera fue antes de almuerzo, que Patrick, el amigo que trabaja en Lenox, había atendido a Matt y dijo que “some sexy-straight-up bitch” lo había maltratado, y dice Phillip que hasta ahora entiende por qué no lo mató, que era para que tú le partieras el culo a tu gusto…- ambas rieron por la expresión vulgar de Natasha. – Me llamó muerto en risa porque sabía que habías sido tú…y la segunda vez, hace rato, que tu secretaria le había llamado con los nervios a flor de piel, desviviéndose en perdones y no sé qué más porque te habías atrasado quince minutos…y quiere saber por qué, pero ya entendí por qué…

 

- Pobre de Gaby, es que yo también estaba nerviosa, más porque…ugh…ahora Volterra me dijo que ya sabe que Sophia y yo tenemos “algo” y sabe que vivimos juntas…es un acosador- rió. – Y she walked on us dos veces ahora, casi dejo el corazón en la primera, en la segunda peor…

 

- ¿Por qué? Cuéntame bien que andas por todos lados

 

- Es que tuvimos una pequeña discusión- rió. – No logra captar que, cuando me enojo, sonrío…

 

- Es un poco raro, en eso tiene razón…pero acuérdate que te conoció hace poco, es cuestión de que se acostumbre…pero, ¿por qué te enojaste?

 

- Sacó el tema de su mamá cuando le dije que Volterra ya sabía…porque Camilla le dijo…y bueno, pelea sin sentido, le pedí perdón…de rodillas- murmuró, como si se avergonzara de ello, porque era vergonzoso, Emma Pavlovic jamás pidiendo perdón, menos de rodillas. Natasha se quedó boquiabierta. – Cierra el hocico que se te está secando- bromeó, cerrándole la boca a Natasha.

 

- ¿Hocico?- se carcajeó Natasha.

 

- Shhh…te estoy contando- rió. – Y me estaba acariciando la mejilla- suspiró, paseando su mano por su mejilla, como si estuviera recordando su tacto. – ¡Bam! Gaby que entra en ese momento- Natasha no pudo evitar reírse. – Le jugué ahí la carta de “aquí no pasa nada”, así como la que le haces a tu mamá…y luego, ya nos íbamos cuando Sophia, no sé qué le pasó, pero estaba como tirada sobre mi hombro y yo la tenía abrazada y ¡Bam! Gaby de nuevo…- Natasha era una risa de abdomen adolorido, llorando a lágrimas.

 

- Emma Pavlovic infraganti- rió. - Definitivamente hoy no ha sido día para ninguna de las dos, de las tres…

 

- Ha habido cosas buenas- sonrió, guiñando su ojo.

 

- Beat the crap out of my cousin, I suppose- rió, haciendo silencio rápidamente viendo que el doctor salía de la habitación y retirándose hacia la alacena.

 

- ¿Qué tiene?- preguntó Emma, bebiendo luego toda su copa de vino, como preparándose para la peor de las noticias.

 

- Tiene baja la presión, nada de qué preocuparse- sonrió, pero Emma lo veía sin comprender mucho sobre el “nada de qué preocuparse”. - Su hermana estará bien, Señorita Pavlovic- volvió a sonreír. – Ahorita lo más probable es que duerma un par de horas, si pasa algo, no dude en llamarme, a la hora que sea- dijo, alcanzándole una tarjeta de contacto que, como cosa extraña, era blanca y rectangular.

 

- ¿Sus honorarios?- interrumpió Emma, esperando a que le diera  por lo menos cuatro cifras.

 

- Ha sido un placer atender a su hermana- dijo, con una sonrisa. Emma lo acompañó hasta la puerta y le volvió a agradecer.

 

- Acabo de sentir un poco de lo que siente Sophia- rió.

 

- ¿Por qué?- Natasha registraba la alacena de Emma.

 

- Tú pagaste- dijo en un tono de “obviamente”.

 

- No, yo no le pagué…- volvió a verla. – Te ganaron, amor- sonrió. – No le des importancia…no necesita que le reclames por algo así- le advirtió, con un dedo al aire. Emma asintió en resignación. – Bueno, cariño, Sophia está dormida, la vas a ver en un rato. Care for dinner?- sonrió, alcanzando una botella de Piña Colada Bacardi un tanto empolvada.

 

- Esa cosa tiene dos años de estar ahí- rió.

 

- Mejor, añeja y más dañina de lo que ya es- sacó su lengua.

 

Natasha sacó varios empaques herméticos de una de las bolsas de papel que llevaba; sacando comfort-food, la que alguna vez comió con Emma cuando la habían despedido de aquella empresa de RRPP: Buffalo Wings, Mozzarella Sticks, French Fries y una Cheeseburger sólo con lechuga y cebolla salteada que estaba cortada a la mitad, sí, por eso buscaba algo tan “de mal gusto” como una botella de Ready-to-Serve Piña Colada, peor aún, Bacardi, que a Natasha eso la ponía en los cielos en menos de dos copas por ser el equivalente al Gorbachev en el Vodka; para eso mejor beberse una botella de Alcohol Antiséptico. Y, cierto, Natasha estaba, después de 500ml, tan ebria como después de dos botellas de Dom Perignon.

 

- La otra bolsa- dijo, en ese tono de ebriedad eminente y falló al tomar la bolsa por los agarraderos, no una ni dos veces, sino tres, para que luego la tomara como pudiera y se la alcanzara a Emma.

 

- Nate, estás mal- rió, tomando la bolsa y dándose cuenta que era de Saks.

 

- Tuve un día, que si tuviera que clasificarlo en el mundo de la pornografía… no te sabría decir si anal o hardcore…o gangbang…ábrela- dijo, viendo que Emma metía la mano, con un poco de miedo pero divertida por su comparación. – Ponme atención, amor- Emma la volvió a ver mientras sacaba una caja un tanto pesada. – Vienen cuatro, enciéndelas, las pones en las mesas de noche y apagas la luz- dijo mientras Emma abría la caja y sacaba los cuatro tarros de Jo Malone, candelas, sí, con olor a pino y a eucalipto. – Ese es aceite corporal para relajarse…te traje dos por cualquier cosa- “Natasha, ¿qué insinúas?”. – Y esas…son Frette…the most soft towels I’ve ever put on my naked body- sonrió, como si las palabras “cuerpo desnudo” le recordaran algo, o le hicieran sentir algo.

 

- ¿Qué hago con todo esto?- dijo Emma, llena de las cosas de Natasha en sus manos y sosteniéndolas al aire.

 

- Con las toallas puedes arropar a los patos de Central Park, y con el aceite Clarins puedes freír papas- la volvió a ver con una mirada de querer matarla. – Dale un masaje a Sophia, seguramente está estresada y/o tensa por haber visto al desgraciado de mi primo…- sonrió, sentándose a la par de Emma.- Mañana a las once en punto vienen de Tricomi para hacerles mani y pedi- murmuró, alcanzando el vaso de Piña Colada de Emma para beberlo hasta el fondo.

 

- Eres una alcohólica- rió, dándole gracias a Dios que Natasha se había tomado prácticamente toda la botella y ella podía estar sobria a las casi ocho de la noche, en las condiciones óptimas para cuidar a Sophia toda la noche, así fuera que no durmiera.

 

- Quizás, pero soy tu mejor amiga y así me adoras- guiñó su ojo, sabiendo tanto ella como Emma que era cierto. – Además, el alcohol me ayuda a dormir…dormir bien- suspiró, paseando su mano por su rostro.

 

- ¿Grumpiness?- murmuró, abrazando a Natasha, pues sabía que eso era lo que necesitaba. Natasha no asintió, pero tampoco lo negó, simplemente tragó como si le costara mucho trabajo. – Ven aquí, dame un abrazo- susurró Emma, halando a Natasha por su ahora delgada y raquítica cintura y la sentó en su regazo, abrazándola por su cintura, mientras que Natasha se aferraba a la Arquitecta y dejaba descansar su frente sobre su hombro. - ¿Phillip ya lo sabe?- Natasha emitió un “no” desde lo más profundo de su consciencia. – Amor…mírame, por favor- murmuró, peinando aquel ondulado cabello castaño con sus dedos. – Puedes dormir aquí si así lo quieres…

 

- No quiero incomodarte- intentó sonreír mientras Emma limpiaba sus lágrimas.

 

- No serás una incomodidad, nunca lo has sido…sabes que este es tu Panic-Room, ¿verdad?

 

- Lo sé…es sólo que…ahora está Sophia…

 

- Ella tendrá que entender o acostumbrarse…si quieres dormir con nosotras, adelante, Nate…la cama es lo suficientemente grande…

 

- Suena tentador…pero es que extraño a Phillip…

 

- Amor, hora de despertar y ponerse los zapatos de la realidad…en exactamente cinco meses y cuatro días se va a firmar un papel en el que dice que, ante la ley del Estado de Nueva York y de los Estados Unidos de América, Phillip Charles Noltenius III y Ella Natasha Roberts, serán un matrimonio y, una semana después, lo serán ante la Iglesia Católica…y, desde ese momento, tendrán el permiso de Dios y del Papa para compartir una cama…y no podrás salir huyendo cada vez que eso te suceda…yo te recibiré, pero creo que tienes que decirle a Phillip…

 

- ¿Cómo le digo a Phillip?

 

- Ponme atención…llegas a su apartamento, o lo citas en el tuyo…si quieres te regalo la otra botella de Bacardi que hay ahí y te la tomas antes, despacio y pensando bien…pero básicamente le dices: “Mi amor, tengo que decirte algo…” y él te dirá, muy nervioso, que se lo digas…y tú simplemente le dices: “Soy una mujer normal y Belcebú me posee cuatro días al mes…”- Natasha rió, soltando su aliento ebrio sobre el cuello de Emma, haciéndole cosquillas.

 

- ¿Cómo haces para sacarme una risa cuando estoy así?- sonrió, dándole otro abrazo de agradecimiento. – No sabes, no hay día en el que no le agradezca a Dios por haberte puesto en aquella fiesta en Bungalow

 

- No me cambies el tema, prométeme que se lo dirás

 

- Ahorita mismo se lo diré, creo que, por primera vez, quiero que Phillip me sobe el vientre

 

- Y estoy segura de que hará un magnífico trabajo- rió Emma, dándole un beso a Natasha en su hombro. – Tu problema le pasa a todas las mujeres…no es como que Phillip no lo sepa

 

- We’re the same twenty-three-yearl-old stupid girls…

 

- Nadie dijo que uno madura con la edad- y ambas lanzaron una carcajada que callaron pronto para no despertar a Sophia. - ¿Vas a estar bien?- preguntó Emma, aferrándose de nuevo a Natasha.

 

- Sí, amor- sonrió, dándole un beso en su cabeza.

 

- Tú sabes que te adoro, ¿verdad?- y aquella declaración de amor amistoso les demostró a ambas que Emma era, realmente, más persona, así como Volterra lo había planteado.

 

- Y yo a tí- sonrió, dándole un cabezazo suave. – Vas a estar bien, ¿verdad? Sabes que puedes llamarme a toda hora- murmuró, levantándose del regazo de Emma y, entre tambaleos en zig-zag, logró ponerse sus Fendi negras hasta el tobillo, todavía logró ponerse su abrigo encima mientras que, con su bolso en su codo, intentaba ponerse sus guantes y su bufanda al mismo tiempo. – Que descanses- dijo, para luego darle dos besos a Emma y un abrazo repentino, de aquellos abrazos melancólicos que a veces necesitaban una de la otra.

 

- Buenas noches, Nate- lanzó un par de besos al aire. – Saludos a Phillip

 

- Un abrazo a Sophia y me disculpas en nombre de ya-tu-sabes- gritó desde el ascensor mientras lo esperaba.

 

Emma esperó a que Natasha se arrojara hacia el interior del ascensor, de verdad que el Bacardi le caía peor que la sobredosis de Año Nuevo. “Natasha y sus problemas existenciales” rió Emma mientras cerraba la puerta, pensando en que no le había dicho a Phillip que se ponía de malas cuando estaba en aquellos días reglamentariamente femeninos, algo que Phillip ya debía saber. Se asomó por la puerta de la habitación y ahí seguía Sophia, dormida como una bebé, enrollada en la cobija, con sus cabellos rubios recogidos en un moño ya casi inexistente, con sus manos bajo su mejilla; se veía mejor, demasiado mejor. Emma se dirigió a la cocina a guardar los papeles de los van De Laar y a pensar qué podía hacerle de comer a Sophia, algo que no fuera caliente por si no estaba despierta, algo que se pudiera comer frío, pero algo que la hiciera sentir mejor. Registró su congelador y no encontró más que lo típico: Mozzarella, Ricotta, Parmesano y Romano y una ziploc con Albahaca rescatablemente fresca, nada como un poco de Farfalle con, “ni modo”, salsa marinara de un bote, y cuatro quesos.

 

- Sophie, mi vida…despierta- susurró, peinando a Sophia y acariciando su mejilla. Sophia emitió un quejido de querer seguir durmiendo. – Te voy a dejar dormir, sólo necesito que comas, por favor- murmuró, en aquel tono cariñoso que hasta a mí me derrite. Sophia abrió lentamente sus ojos, dándose cuenta que podía enfocar los ojos verdes de su Emma casi al 100% y, con una sonrisa, se sentó sobre la cama. – Despacio…- murmuró Emma, indicándole que eso de acostarse, sentarse y pararse muy rápido no era bueno.

 

- ¿Cuánto tiempo dormí?- preguntó, en aquella voz amodorrada mientras se deshacía su moño y aflojaba alocadamente su cabello.

 

- No lo suficiente, sólo quiero que comas algo, aunque sea un poquito…- sonrió, dándole un beso a Sophia en su hombro y sentándose más al centro de la cama. – Lo hice para ti- sonrió, alcanzándole el plato negro a Sophia, causándole una sonrisa, tanto por la atención como por el plato negro. – Aquí viene el avioncito…- jugueteó, haciendo aquella jugada maternal que alguna vez hicieron con todos nosotros. – Yum…-  rió, Sophia también, pero tuvo que abrir un poco la boca porque estaba un tanto caliente, aunque no se quemó.

 

- ¿Hay algo que no puedas hacer?- preguntó, viendo cómo Emma soplaba suavemente el siguiente bocado.

 

- Sí…- dijo, dándole el bocado a Sophia, un hermoso bocado que Sophia sintió cómo esa comida la devolvía a la vida y viendo a Emma, esperó por una respuesta. – I can’t whistle- sonrió, haciendo que Sophia se riera mientras masticaba.

 

- Cómo sobrevives sin poder hacer eso, no lo sé- rió, pidiéndole más.

 

- Tampoco puedo estornudar con los ojos abiertos…

 

- Nunca te he escuchado estornudar- sonrió, tomando el siguiente bocado.

 

- No puedo creer que te hayas perdido de ese increíble evento- rió, lanzándole un beso ajustado por el aire. – Tampoco puedo hacerme cosquillas yo sola

 

- ¿Emma Pavlovic tiene cosquillas?- Emma asintió, dándole otro bocado a Sophia, esta vez un poco más lleno. -  Wo-ow…- murmuró con la boca llena.

 

- Te ves mejor, ¿cómo te sientes?

 

- Realmente muchísimo mejor, ¿qué tan mal me veía?

 

- Lo suficiente como para que yo no te haya podido traer sola a la cama…

 

- ¿Cómo hiciste?- preguntó, asombrada, pues no se acordaba de eso.

 

- Tu mejor amiga, la Señora Davis me ayudó- sonrió, metiéndole otro poco de comida en la boca en cuanto abrió la boca para decir algo. – Natasha vino…te dejó un gran abrazo y una gran disculpa en nombre de…tú sabes

 

- Qué linda- sonrió, una sonrisa sincera. – Tengo sed- dijo, aclarándose la garganta mientras Emma le alcanzaba un vaso con, sorpresivamente, Coca Cola.

 

Sophia se terminó aquel plato como si nunca hubiera comido para que luego Emma se retirara un segundo hacia la cocina, luego pasar de largo al baño y traerse un vaso con agua, un recipiente y su cepillo de dientes.

 

- ¿Quieres que me lave los dientes así? Vamos, Emma…puedo caminar hasta el baño- murmuró, con una mirada un tanto aburrida.

 

- No, necesitas descansar, vamos…- le puso el cepillo en la mano mientras le sostenía el recipiente con ambas manos a la altura de su pecho. Emma levantó su ceja y Sophia accedió, no muy contenta, pero riéndose por dentro.

 

Emma, al igual que unos minutos atrás, se dirigió al baño y, lavándose los dientes ella, se paseó por el closet mientras se desabotonaba su blusa y se quitaba el pantalón, dejando un boyshort azul marino a la vista de Sophia y un sostén a juego. Se volvió a pasear hasta el baño para cambiar de lavarse los dientes a desmaquillarse, para volver al clóset y ponerse su pijama. Sophia la observaba con una sonrisa pero, no fue hasta que Emma salió en pantalón negro y una camisa blanca que más bien podía llevarla a la oficina y se vería en un lugar adecuado, pero era una camisa por debajo de la cadera, con las mangas hasta por encima de los codos, de cuello y con un cuello en V que terminaba exactamente más allá del escote natural de Emma, que Sophia tuvo ganas de comerse a Emma entera, de pies a cabeza y quitarle prenda por prenda. La vio salir de la habitación y, apagando las luces del apartamento, volvió a entrar a la habitación, cerrando la puerta delicadamente con su talón, pues traía las manos llenas de lo que Natasha le había llevado.  

 

- ¿Y eso?- preguntó Sophia, haciéndole saber a Emma que estaba ahí todavía.

 

- Natasha lo trajo- sonrió, sin dar mayor explicación y colocándolo en el cajón debajo de uno de los lavabos del baño

 

Sí, tenía dos, y nunca se explicó para qué quería dos hasta que Sophia era quien debía apoderarse del otro, y eran tan distintos: el de Emma estaba rodeado de recipientes con suplementos para el cuidado del rostro, de su perfecta dentadura, sus típicas fragancias; su típico e inagotable Chanel no. 5, el casual de todos los días, el CH, el de no salir de casa y el Guerlain Insolence, el de Black Tie, y el de Sophia era básicamente su set para desmaquillarse, su cepillo de dientes y su perfume L’Air de Nina Ricci, pero eso no quiere decir que Sophia no le robe a Emma sus cosas. Emma apagó la luz del baño y del clóset y cerró las respectivas puertas, pues le molestaba que estuvieran abiertas y no sabía exactamente por qué. Deshizo la cama, haciendo que Sophia se moviera lo menos posible y se acostó a la par suya, abrazándola por la espalda y tomando sus manos mientras Sophia las tomaba en las suyas y las acercaba a su pecho.

 

- Rough day, huh?- murmuró Sophia, dándole besos a las manos de Emma.

 

- Rough?- rió, acordándose de la expresión de Natasha. – Rough sería softcore porn, esto fue hardcore- y ambas rieron, Sophia sintiendo el abdomen de Emma vibrar en su espalda cuando se reía.

 

- Me encanta tu risa- murmuró un tanto sonrojada, dándose la vuelta para quedar frente a frente con Emma y encontrar su mirada que

 

- Sophie…me fascinan tus ojos, más cuando me ves así, con esa pena…que no sólo tú te sonrojas, sino tus ojos también…son tan sinceros…siempre sé lo que estás pensando, cómo te sientes…- Sophia se sonrojó aún más, ahogando una sonrisa nerviosa, sabiendo que era cierto, que Emma sabía leerla y cerró sus ojos para sentir sus dedos hundirse entre su cabello. – Sabes, en Roma…hice que mamá comprara el terreno en ese lugar porque las noches ahí eran con el cielo limpio, casi sin una nube, y podías ver las estrellas y era realmente relajante sentarte en la terraza por las noches y quedarte dormida ahí, en un chaise lounge, o aún, en la noche más fría del invierno, podías ver las estrellas…y esa misma perfección la podías apreciar en el amanecer, con esos colores tan puros, tan perfectos…y nunca había vuelto a ver algo así de perfecto hasta que te vi a los ojos…son como la puerta a lo que hay aquí- murmuró, poniendo su mano en el pecho de su novia.

 

- Tú quizás no lo ves…-susurró, viendo a Emma a los ojos y tomando su mano en la suya, entrelazó sus dedos. – Pero tus ojos son rígidos, los has entrenado para que no te delaten, pero yo puedo ver también así como tú conmigo… sé que han visto muchas cosas, malas y feas como también hermosas y buenas…y, cuando me ves…- dijo, besando sus nudillos y repasando con su dedo cada dedo de Emma. – Sé que han pasado por mucho, por demasiado, para que estés aquí y ahora…y, ahorita que los veo, sé que, por esa barbaridad de cosas que han visto y vivido, no tienen veintiocho años…- Emma intentó no cerrar sus ojos y tragó con dificultad, cosa que Sophia no pudo ver pero si pudo sentir. – Representan a una mujer perfecta de veintiocho años que, sin saberlo, tiene la madurez de alguien mayor pero, detrás de esos ojos, hubo alguien con mucho miedo alguna vez…ese miedo que brilló se vio tan vivo la noche que me contaste lo de tu cicatriz y, ahora que los veo, ese brillo se ha ido apagando, ya no tienes miedo…

 

- Ya no tanto- susurró, pegando su frente a la de Sophia y cerrando sus ojos, abrazando no sólo a Sophia sino también al momento más cursi de toda su existencia, que alguna vez creyó que lo cursi no iba con ella pero, ahora, con Sophia, era simplemente perfecto.

 

- ¿He sido de ayuda alguna?

 

- ¿Bromeas? Es obra tuya- sonrió, todavía sin abrir los ojos, pero sintiendo que Sophia se acomodaba a ella y se recostaba sobre su pecho, trazando líneas sin sentido sobre su abdomen.

 

- Me alegra estar ayudando y no estorbando- susurró, levantando su mirada para encontrar aquellos ojos verdes, un tanto cansados y sufriendo de una pizca de Bacardi.

 

- ¿Estorbando?- rió. – Eso creí que ibas a hacer en mi oficina…fuiste una Bitch Slap del destino, mi amor- rozó su nariz con la de Sophia y se fundieron en un beso estático, en el que sólo hicieron que sus labios encajaran entre sí, beso que dejaron así, respirándose suavemente una sobre la otra, hasta quedarse dormidas.

 

Los sueños de aquellas mujeres hermosas y perfectas, en su propio sentido, eran tan diferentes como los colores de sus ojos; mientras Emma soñaba algo diferente a lo de las demás veces que se acordaba de lo que soñaba, ahora sobre una recreación de aquel concierto en el O2-Arena, en el que había cantado, en realidad gritado, todas las canciones con Natasha, no en primera fila, pero sí en tercera, viendo aquel espectáculo del que sólo supo enamorarse, no sólo de la música sino también de una Natasha más ebria que una botella de Gran Centenario Leyenda, no se diga de ella misma, lo que se resumía en una buena noche, en un buen recuerdo (hasta donde el alcohol la dejaba acordarse), Sophia simplemente soñaba absolutamente nada: blanco y plano, crónico y eterno.

 

- Sophia, ¿qué haces?- preguntó Emma, sentándose de golpe sobre la cama y viendo a Sophia correr mientras intentaba meterse en sus botines Jimmy Choo.

 

- I’m so fucking late!- gritó desde el closet.

 

- Sophia, ¿a dónde vas?- dijo Emma, molesta mientras veía su reloj y eran apenas las seis de la mañana, exactamente las seis y trece.

 

- A darle de comer a los patos de Central Park- “¡Sarcasmo!”.

 

- Sophia, regresa a la cama

 

- La diferencia entre tú y yo es que tú eres dueña del Estudio, yo soy una empleada más…tengo que avanzar en lo de Petrovsky si quiero comer este mes

 

- Sophia, no lo voy a repetir…- exhortó, halando el cobertor de la cama para que Sophia se volviera a acostar. – Tienes que descansar

 

- ¿Y tú no piensas ir a trabajar?

 

- Tú lo dijiste, soy la dueña- sonrió, dándole unas palmadas a la cama para que Sophia se acostara de una buena vez. Sophia respiró hondo.

 

- ¿Feliz? – murmuró, sentándose al borde de la cama mientras se quitaba sus botines. Emma sonrió, bajando su cabeza para que se metiera del todo. - ¿Y ahora?- suspiró, acomodándose entre las sábanas. Emma tambaleó su cabeza. - ¿Qué?

 

- Hay algo que me molesta- susurró, inclinándose hacia Sophia y viéndola a los ojos. “Fuck, she’s pissed?” pensó Sophia. Preguntó un “¿Qué te molesta?” con la mirada. – La ropa del trabajo es para el trabajo- murmuró, desabotonando la blusa de Sophia mientras ella intentaba controlarse. Al abrir la camisa, Emma se encontró con un Sticky-Bra, como el que ella había usado el día de su cumpleaños. Sophia llevó sus manos a los bordes de aquel material y lo despegó lentamente. - ¿Qué haces, mi amor?

 

- Te necesito…- suspiró, viendo a Emma a los ojos, sonrojándose hasta por el pecho mientras jugaba con sus pezones.

 

- No, mi amor, no se puede- dijo Emma, besando su frente y cerrándole su camisa.

 

- Your period?- susurró Sophia, rozando sus clavículas con sus dedos, haciendo que Emma se detuviera y dudara por un segundo. – Porque si es eso, tienes un hermoso bidet en tu baño…que en la Universidad alguna vez sirvió para enfriar cervezas, pero ahorita sirve para que tú te sientes ahí y, con mi ayuda, sacarte tu tampón, limpiarte y comerte por la Santa inanición sexual que tengo…

 

- Sophia…- suspiró un tanto nerviosa. “She didn’t just say that”. – No es eso, es que estás…con-va-le-cien-te- sonrió, dándole un beso sobre su camisa.

 

- Emma, te lo ruego…o me voy a trabajar- sonrió, ajustándose sus senos para volver a ponerse su Sticky-Bra, para presionar.

 

- ¿Me estás chantajeando?

 

- Puedes llamarlo así- rió, intentando pegarse de nuevo aquellos silicones y alistándose para salir de la cama.

 

- Está bien- murmuró, viendo la sonrisa de Sophia dibujarse y, alrededor de ella, el par de asesinos camanances. – Pero juguemos a algo…si yo gano, te quedas en cama y descansas, si tú ganas…- dijo, acercándose a su oído. – Haré que te corras hasta elevarte hasta el techo- susurró con lascivia, haciendo que Sophia riera de nervios y se mojara en ese instante.

 

- Bring it on…- sonrió, acobijándose bien y pensando en la clase de juego retorcido que Emma había pensado y se arrepintió, pues no sabía del juego y había aceptado, seguramente perdería y “Fuck my life”. - ¿De qué trata tu jueguito?

 

- Eso es algo que se pregunta antes, ¿no crees?- rió burlonamente mientras se ponía de pie y se dirigía a su clóset. – Me voy a vestir, tienes tres intentos para descifrar la marca de cada prenda…

 

- ¡Eso es injusto!- se quejó, sabiendo desde ese momento que no tendría ni la “s” de la palabra “sexo” en todo el día.

 

- Lo sé y, por lo mismo, necesito que descanses…por las buenas o por las obligadas- dijo, perdida en el clóset mientras se desvestía y se arrojaba cualquier cosa encima.

 

- Te voy a ganar y te vas a arrepentir…te voy a…- calló, pensando en toda clase de perversiones románticas que podía ejercer sobre su novia, tal vez un poquito de control le vendría bien, sonrió.

 

- Whatever you say, Sophia…this is the clash of the Titans- rió a carcajadas mientras se ponía el par de zapatos más rebuscados, sabiendo que los zapatos eran lo más fácil de descifrar.

 

- ¿Cuántas vidas tengo?

 

- Si tienes tres intentos para cada prenda…¿crees que te daré “vidas”?- rió, saliendo del clóset mientras se ponía una bufanda.

 

- Tienes más ropa puesta que el armario de abrigos en la fiesta de Año Nuevo donde Margaret- rió Sophia. – Es injusto- Emma sólo asintió, pues si lo era. Sophia se irguió, sentándose sobre la cama. – El abrigo…- dijo, viéndolo bien, tweed beige y de cuello negro adornado por un botón, bolsas escondidas, ajustado a la cintura- Burberry- dijo, estando más que segura. Emma sacudió su cabeza, Sophia empezó a sentir los nervios. – Donna Karan- otro intento fallido mientras que la sonrisa de Emma se dibujaba más ancha.

 

- Piensa, no adivines- dijo, metiendo las manos a los bolsillos, algo que no debió hacer, pues fue su primer comentario cuando lo vio en Bergdorf’s.

 

- Armani- y las sonrisas se cambiaron; Sophia sonreía y Emma se quitaba el abrigo con derrota. – La bufanda…- esa era fácil. – Missoni- y Emma se la quitó, arrojándola a la cama junto con el abrigo. – El pantalón, date la vuelta- ordenó, viendo las costuras de las bolsas trasera pero, oops, no tenía bolsas traseras.

 

- El pantalón, Sophia…- sonrió Emma, sabiendo que le costaría.

 

- No, mejor tu blazer…

 

- No, Sophia, aquí como en el ajedrez “pieza tocada, pieza movida”- sonrió, volviendo a tener el control del juego.

 

- Tory- suspiró, sabiendo que tenía que ganar, sus panties ya no soportaban tanto lubricante. Emma sacudió la cabeza. – Belstaff- y tampoco. – Vamos, Sophia- se animó a sí misma, dándole risa a Emma, quien cruzaba sus brazos y empezaba a hacer que su pierna temblara. – Stella McCartney- sonrió, Emma frustrada, “No puede ser que me gane” pensó mientras se quitaba el pantalón sin quitarse los zapatos. – El blazer…es Burberry porque es Burberry- y Emma, con más peso, se lo quitó, quedándole sólo su blusa y sus zapatos, pues no tenía sostén con el cual combatir y sus panties gritaban “Carine Gilson”.

 

- Te cuidado con lo que queda, Sophia, se puso difícil- sonrió, sabiendo que la blusa era relativamente fácil, pero los zapatos eran su salvación.

 

- Emilio…Pucci- dijo, con una sonrisa victoriosa, acordándose de cuando Emma había gritado un “Oh my God, isn’t it gorgeous!” en cuanto Oskar se la había mostrado como lo último. – Estoy a un paso de que Emma Pavlovic me coja - una sonrisa maléfica salió de sus entrañas, imaginándose lo que le haría, en el instante que saliera el nombre del diseñador de los zapatos de Emma, a esos pezones rígidos y erectos por la frustración. ¿O era excitación? – Ferragamo- vomitó, con una sonrisa que creyó que había ganado.

 

- Te quedan dos- “No me puede ganar”.

 

- Prada- dijo, diciéndose “tonta” porque Ferragamo nunca trabajaría con cian, amarillo y púrpura en el mismo zapato, menos en gamusa.

 

- Uy, Sophia, cuidado y pierdes- rió, aflojando su cuello con sus manos.

 

- ¿Atwood?- murmuró, cerrando los ojos de los nervios. Emma se quitó sus tacones y caminó hacia Sophia con ellos en las manos, se los alcanzó.

 

- Me voy a meter a la ducha y si no estás descansando para cuando salga, juro que te doy tres días más de incapacidad- dijo, en tono serio y dándole un beso en la cabeza a Sophia.

 

Sophia volvió a ver el interior de uno de los zapatos y vio, escrito en plateado, un diminuto “Giuseppe Zanotti” y volvió a ver a Emma, que cerraba la puerta del baño tras ella y la dejaba con la peor de las calenturas, no una por enfermedad, sino una de simple excitación. Maldito sea Zanotti. Emma retiró aquella barrera que se interponía entre ella y Sophia en cuanto al sexo se refería y, viendo que había salido inmaculado, se metió a la ducha, como siempre con agua casi hirviendo, era lo único que podía quitarle cualquier dolor o quitar cualquier pensamiento, así fuera le ardieran los pies o la espalda, o las rodillas al salirse de la ducha. Sophia, por el otro lado, caprichosamente frustrada, guardó la ropa con la que Emma había logrado derrotarla y, con mala cara, guardó los Stilettos que habían sido los decisivos.

 

Emma procuró tomarse el menor tiempo posible, pues tenía que vigilar a su inquieta novia, pero se dejó llevar por la relajación del agua más de lo planeado; dándole tiempo a Sophia para arreglar la cama y “descansar”, todavía con su camisa negra abierta, sin el Sticky-Bra y con la falda ajustada, con las medias puestas. Sophia tomó el iPod de Emma, se colocó los audífonos y así, con música de fondo, se recostó de nuevo en la cama mientras desabotonaba sus muñecas y las enrollaba hasta por debajo de sus codos. Y, al ritmo de Mary J. Blige y la canción más adecuada para lo que Sophia estaba a punto de hacer “I’m Goin’ Down”, la Licenciada Rialto cerró sus ojos, olvidándose del mundo y de su novia que no había querido complacerla pero no le resentía nada. Comenzó a pasear sus delgados dedos por su cuello, siguiendo el contorno de la abertura de su camisa por en medio de sus senos y, abriendo su camisa de par en par, tomó suavemente sus senos, firmes y de tamaño respetable, y los acarició por un momento, para luego bajar con su mano por el centro de su verticalidad, desviándola hacia su cadera izquierda para bajar la cremallera y regresarla hacia el centro pero debajo de su G-String de seda amarilla.

 

Y con el primer “I’m goin’ down, I’m goin’ down, ‘cause you ain’t around baby” Sophia introdujo su dedo entre sus labios mayors y rozó su clítoris mientras que, con los dedos de su otra mano, jugaba con sus pezones, haciéndoles círculos, excitándolos más de lo que ya estaban. Y no gemía, simplemente ahogaba uno que otro pujido, pero sus caderas se empezaban a mover por el deseo de sentir placer, un deseo que nunca antes había sentido. Emma pasó de largo a su clóset, no dándose cuenta de lo que hacía Sophia, simplemente se dio cuenta que estaba acostada y, sumergida en sus pensamientos, en un bombardeo fugaz de un diseño para los van De Laar, se vistió y no fue hasta que apagó la luz del clóset que escuchó un gemido de Sophia y la volvió a ver ahí, en su cama, dándose placer ella sola, que no supo si enojarse por no estar descansando o por hacerlo sola o excitarse de ver a su novia mordiendo su labio inferior mientras contraía su abdomen y movía sus cadera sin control alguno. La mejor de las ideas.

 

- ¿Qué crees que estás haciendo?- murmuró Emma quitándole el audífono a Sophia, asustándola.

 

- Ah…uh…mmm…hola- sonrió, sonrojada y nerviosa, sacando su mano de su G-String y retirando su mano de sus senos.

 

- Hola, preciosa…¿qué haces?- repitió, sonriéndole a Sophia con picardía.

 

- Yo…bueno…

 

- Tú…¿qué?- Emma simplemente estaba dándole una difícil.

 

- ¿Perdón?- sonrió, tratando de librarse de esa.

 

- Ponte de pie- dijo y, Sophia, para evitarse problemas, se puso de pie lo más rápido que pudo mientras apagaba el iPod de Emma.

 

Emma colocó la toalla Frette más grande sobre la cama, extendiéndola verticalmente, luego poniendo dos candelas Jo Malone en cada mesa de noche, encendiéndolas a su paso, cerró las cortinas y las puertas, dejando aquella habitación únicamente iluminada por la luz de las candelas. Se acercó a Sophia y le deslizó la camisa hacia afuera, bajó su falda y sus medias, dejándole en el G-String que sería la tortura de Emma, pues el trasero de Sophia se veía mejor que nunca.

 

- Acuéstate sobre tu abdomen- murmuró. Sophia se acostó tal y como Emma le indicó y, abrazando una almohada bajo su cabeza, se recostó sobre ella. - ¿Qué hacías?

 

- Me estaba masturbando…- susurró, apenada hasta cierto punto.

 

- ¿Por qué?

 

- Porque quería correrme- sonrió, sabiendo que la palabra “correr” era, para Emma, un tanto incómoda aunque intentara utilizarla…aunque a Emma le parecía sexy cuando Sophia era así de “libre” para decir esas cosas.

 

Emma se colocó encima de Sophia sin pantalón, pues no quería ensuciarlo, abrazando su trasero con sus muslos desnudos y, tomando un poco del aceite, lo frotó entre sus manos para calentarlo; recorrió la espalda de Sophia, desde casi por su trasero hasta sus omóplatos, retirando sus manos por sus hombros. Sophia emitió un gemido, no de placer, o quizás sí, pero las manos de Emma, deslizándose de esa manera, se sentían demasiado bien, más el calor de su entrepierna frotar su trasero, Sophia estaba en el cielo, o al menos en un lugar parecido. Los dedos de Emma se hundían en su piel, a veces dolía, pero era por los espasmos musculares que tenía, con el tiempo dejó de doler y se empezó a sentir realmente relajante con su espalda embadurnada de aceite. Recorría también sus antebrazos, notando el relieve que tenían sus músculos antagónicos, terminando en sus brazos y por tomar sus dedos, apretujándolos entre los suyos.

 

- ¿Cómo te sientes?- murmuró Emma, masajeando suavemente la nuca de su novia.

 

- Mmmm…- expulsó Sophia, deshecha en relajación, pues no sé si era un gemido, un pujido o qué.

 

Emma se corrió un tanto hacia atrás, abrazando los pies de Sophia con sus muslos, Sophia ya no podía sentir el calor de la entrepierna de su novia. Emma volvió a frotar sus manos y comenzó a masajear sus pantorrillas en círculos y luego a lo largo, de arriba abajo para, la estar abajo, masajear sus pies y eso se sentía tan bien, que deshicieran la tensión de los no menos de ocho centímetros, y hacía cosquillas, pero cosquillas raras. Trabajó su camino hacia sus muslos, masajeando primordialmente aquella parte en la que sus muslos y su trasero se fusionaban, subiendo a su trasero, masajeándolo al pasar sus manos por debajo de los elásticos amarillos, separando los glúteos de su novia, viendo que la única desgraciada y tortuosa barrera entre ella y el agujerito de su novia era esa angosta franja de seda amarilla; la que tapaba exactamente el agujerito, pero Emma paseaba sus dedos de manera provocadora en el interior de los glúteos, rozando, “accidentalmente”, los bordes de aquel agujerito que hacía salivar a nuestra Arquitecta; de Sophia qué decir, había optado por apuñar la almohada en ambas manos y por morderla, a bocado lleno, sintiendo aquellas oleadas de excitación recorrerle como radiación, viendo cómo Emma la castigaba…”castigaba”.

 

- Date la vuelta- susurró Emma, cortando las respiraciones agitadas de Sophia y viendo ese rostro lleno de deseo, de excitación incontenible, esos ojos que gritaban “hazme tuya”.

 

Ahora Sophia no tenía dónde ahogar sus gemidos y, peor, intentó pasar sus manos por detrás de su cabeza, debajo de la almohada, para no verse tentada a tocarse, pero Emma no la dejó, le indicó que los brazos relajados y a sus costados. La mezcla de los olores jugaba a favor de Emma, también de Sophia, era como si estuviera high en la más sana de las drogas, las relajaba a ambas, la luz, era lo que más excitaba a Sophia pues, a esa baja luz, pudo apreciar y entender por qué era que la entrepierna de Emma la sentía tan caliente y era, nada más y nada menos, porque se había puesto un Hipster Kiki de Montparnasse, éste era negro, al menos sus elásticos, porque a lo que el cuerpo de la tanga se refería, era 100% transparente, probablemente tul del Olimpo, en el que se veía no sólo los labios mayores de Emma, sino que se veía cómo el lubricante natural de Emma era detenido por aquella tela.

 

Emma subió, igualmente masajeando, como si no se hubiera dado cuenta que Sophia le había hecho el amor en tres segundos, desde sus pies hasta sus rodillas, luego a sus muslos y, cuidadosamente, y de manera escabrosa, el pliegue entre su órgano reproductor exterior y sus muslos, haciendo que Sophia tosiera para disimular su excitación, que ya era un tanto visible pues, cuando Emma masajeaba aquella frontera, su G-String tenía a moverse un poco y podía notarse lo empapados que estaban sus labios mayores. Subió por sus caderas, masajeando alrededor de sus huesos con sus pulgares, calentaba otro poco de aceite entre sus manos y seguía por su abdomen, sin presionar muy fuerte para no lastimarla, subiendo, peligrosamente, hasta sus senos, a los que les dio atención especial, pues tuvo que correrse hacia adelante para abrazar a Sophia por sus caderas de nuevo, acercando aquella imagen visual de la tela transparente que pretendía esconder los labios de aquella vulva que volvía loca a Sophia. Los masajeó con sus palmas del centro hacia afuera, en círculo, tomándose el tiempo de masajear suavemente el costado de sus senos, por debajo de sus brazos, donde un leve dolor siempre aparece. Volvió a sus senos y, masajeándolos de abajo hacia arriba, levantándolos delicadamente, pasó presionando sus pezones entre sus aceitosos dedos, logrando en Sophia el primer gemido sin poder esconder.

 

Emma, por reflejo, encontró la mirada de Sophia, quien, de un movimiento un tanto brusco, tomó a su novia por las mangas de su camisa, apuñándolas, halándola hacia ella para devorar sus labios que, en el acto, saltaron los senos de Emma en plena libertad, haciendo que Emma, también por reflejo, apretujara un tanto fuerte su senos que hizo que recibiera un gemido en su garganta mientras Sophia sacaba su deseo desde lo más profundo de su libido. Sophia flexionó sus piernas, dándole soporte al trasero de Emma, sintiéndolo ardiente mientras ella también tomaba fuertemente los senos de su Arquitecta y, sin piedad, los llevó a su boca, sacándole un gemido musical a Emma. Mordía un tanto fuerte sus senos mientras pellizcaba sus pezones con sus dedos, haciendo que Emma se detuviera del respaldo de la cama con una mano y tomando la cabeza del amor de su vida con la otra, presionándola contra su seno izquierdo, sintiendo esa mordida gloriosa como una cosquilla de placer.

 

- Acepto los tres días de incapacidad si te quedas conmigo- murmuró Sophia, ahogada entre los senos de Emma, no sabiendo qué hacer con tanta delicia, no sabiendo a dónde ir con tanto que degustar. Emma simplemente se detuvo y se despegó de los labios de Sophia para verla a los ojos.

 

- Tú…no me tientes…

 

 Y, con una sonrisa enamorada, besó a Sophia como aquella noche que la recuperó después de su Faux-Pas, como si la hubiera perdido; acariciando sus labios con los suyos mientras Sophia tomaba su trasero en ambas manos, por debajo de la tela, apretujándolo sin pasarse de doloroso, separándolo y luego juntándolo, recorriendo su espalda con leves aruñones, sus labios se entrelazaban entre sí, se succionaban entre respiraciones pesadas, entre risas ahogadas en gemidos, las manos de Sophia volvieron a tomar su tanga y, tomándola por los elásticos de los glúteos y, con todas sus fuerzas, tiró en direcciones opuestas aquel tul.

 

- Oops!- gimió Sophia con sarcasmo entre los labios de Emma, que, por venganza, introdujo su lengua y la hizo callar; estaba molesta, pues había roto algo que sólo esa vez se había puesto, pero estaba excitada, así que se opacaba.

 

Sophia acercó a Emma con esfuerzo hasta que quedara con su entrepierna sobre su rostro y sí, en ese momento, Sophia tuvo el control total de la situación por primera vez desde Octubre y era precisamente eso, las ganas de robarle todo control a Emma, físico, emocional y material, hacerla que cayera en la corriente de la lujuria y del placer y sin ninguna orilla de la cual agarrarse…hasta que Emma se ahogó en aquella corriente, más bien se dejó ahogar, pues Sophia tuvo un romance con sus labios mayores, los besó como si fueran los bucales; entrelazándolos, acariciando su yacimiento con la punta de su lengua, tragando la excitación de Emma así como le fascinaba consumir su saliva. Emma se detuvo del respaldo de la cama, cediéndole el control a Sophia, dejándose llevar por la lengua de Sophia que se rehusaba a darle atención a su clítoris. La Arquitecta se sacó su hipster por los hombros, así de destrozado lo habrá dejado Sophia y, al haber hecho eso, Sophia dirigió sus manos al trasero de Emma y empezó a estimular aquel agujerito mientras se decidía, por fin, a comerse aquel botoncito que era capaz de hacer metástasis en Emma.

 

Emma se inclinó un poco hacia atrás con el único objetivo de estimular a Sophia mientras ella la estimulaba y, metiendo su mano en aquella tela amarilla, se dio cuenta de lo mucho que podía excitar a Sophia; sus jugos simplemente rodearon sus dedos, rebalsaban su sexo, empapaban todo el satín y, explorando un poco con sus dedos, se dio cuenta que no sólo su agujerito, sino también el comienzo de su trasero y hasta la Frette. Emma resolvió estimularla en círculos, de la misma manera que Sophia abusaba de ella pero con su lengua.

 

- Córrete en mi boca, por favor- dijo Sophia, dándole besos torpes a su clítoris. Emma gimió como si nunca antes hubiera conocido ese placer.

 

- Make me- jadeó como retándola, sintiendo que estaba a punto de empezar a construir aquella pirámide de sensaciones.

 

Sophia se tomó en serio el reto y, sintiendo que los dedos de Emma la iban a hacer llegar al clímax en demasiado poco tiempo, apresuró su lengua y, presionando un poco su otro agujerito, entre gemidos y jadeos, Emma gritó mientras sus caderas se salían de control y ese grito, junto con sus dedos, ahogaron a Sophia en una succión involuntaria, alargando el orgasmo de su novia y viviendo el suyo al mismo tiempo que su Arquitecta.

 

– Eres hermosa- susurró, viendo a Emma acostarse sobre su costado y viendo a Sophia.

 

- Y tú eres una paciente muy difícil- rió, dándole un beso inestable en su frente, Sophia sonrió sonrojada, pues era cierto. - ¿Suficiente o la princesa quiere otro?- murmuró, acariciando los senos de Sophia con sus nudillos y, cuando atrapó uno de sus pezones entre sus nudillos, Sophia gimió. – ¿Cómo quieres que lo haga?

 

- Sorpréndeme- sonrió, viendo los dedos de Emma caminar provocadoramente hacia su G-String.

 

Emma se levantó, sacándole aquel estorbo y, tomándolo por los delgados elásticos, lo rompió en venganza por su Kiki de Montparnasse con una mirada de “oops”, haciendo que Sophia se retorciera de disgusto burlón, de igual manera Emma había pagado por él. Le indicó a Sophia que se diera la vuelta y la haló por los tobillos hasta el borde de la cama, haciendo que se pusiera a gatas pero con los pies sobre el suelo. Sophia atrapó sus senos en sus manos, tal vez era para que no estuviera simplemente presionados contra la cama y Emma, oh, Emma. Jugó unos segundos con sus jugos, embadurnando sus largos dedos con ellos y, sin más ni menos, introdujo lentamente su dedo del medio adentro de Sophia, sacándole un gemido entre dientes, volviendo a calentarla de manera sobre natural.

 

Sin sacar su dedo, le indicó que se diera la vuelta y, apoyando sus pies al borde de la cama, abierta para Emma y casi corriéndose de la sensación de haber rodeado el dedo de Emma mientras se giraba, Emma comenzó a penetrarla despacio, no sacando mucho su dedo, haciéndolo profundo. Retorció su dedo para tener la palma de su mano viendo hacia el suelo, para no estar tan incómodo a la hora de empezar a comerse su clítoris; ya estaba hinchado y, junto con sus labios mayores, hacían de las succiones de Emma un efecto de gritos, no de gemidos, en Sophia, quien se había logrado detener por sus tobillos para que no se deslizaran por la cama.

 

Sin sacar su dedo del agujerito de Sophia, Emma introdujo el dedo medio de su otra mano en la vagina de Sophia, haciendo que Sophia jadeara un sobrevalorado y excitado “gamó”, nada más y nada menos que un fuck en griego, y, junto con ese jadeo, una contracción interna de hizo cargo de apretujar los dedos de Emma dentro de Sophia, elevando a Sophia en un grito indiscreto a plenas siete y cuatro de la mañana, justo para que todo el edificio escuchara. Todavía no les fue suficiente, Emma aceleró sus succiones en los labios menores de Sophia, mordiendo suavemente sus labios mayores y succionándolo todo, mientras introducía un segundo dedo en la vagina de Sophia que, con la mayor de las dificultades, but she knew it was going to pay off, la penetró en ambos agujeros hasta que su novia sollozara una “skatá” que llenó no sólo la habitación sino también el apartamento, sobrepasando la barrera del sonido, mientras elevaba sus caderas y hacía que los dientes de Emma, accidentalmente, se deslizaran de su clítoris y sus dedos se salieran de ella.

 

Mientras terminaba de reponerse, soltándose sus tobillos, Emma acariciándolos al ver que había dejado sus dedos marcados en ellos, más por el esfuerzo de no soltarse cuando se estaba corriendo, porque de hacerlo habría sido Nagasaki. Sophia todavía intentaba regular su respiración cuando Emma bajó sus pies y los hizo tocar el suelo y ella se recostó sobre Sophia, más bien sobre su pecho con su oído, escuchando lo rápido que latía su corazón mientras Sophia la abrazaba.

 

- Con que eso es “elevarme hasta el techo”- suspiró Sophia, entrando en un ataque de risa que hacía que Emma se riera junto a ella.

 

- ¿Lo logré?-  tomó a Sophia por su cintura con su brazo y la empujó hasta el centro de la cama.

 

- Traspasé el Penthouse de Mrs. Davis- rió, volviendo a ver a Emma que estaba recostada sobre su costado, apoyando su cabeza con su puño. - ¿Qué me ves?- preguntó, sonrojada y bajando la mirada.

 

- ¿Cómo te verás saliendo del mar en un bikini?- divagó, pensando en sus próximas vacaciones, en el famoso Spring-Break, ¿a dónde irían? ¿Irían con Natasha y Phillip como de costumbre?

 

- Supongo que igual que como me veo en panties y sostén- rió, acercándose más a Emma y recostándose sobre su brazo para que la abrazara.

 

- Es diferente…tiene otro tono- murmuró, abrazando a Sophia y dándole besos en su cabeza. – Qué prefieres, ¿Europa o América?

 

- Depende…¿para qué?

 

- Tenemos que empezar a planear las vacaciones de primavera, mi amor…- sonrió, halando una almohada y colocándola bajo sus cabezas.

 

- No sé- besó su pecho con una sonrisa, colocándose encima de Emma.

 

- Dime a dónde quieres ir, quiero complacerte

 

- Te digo a dónde si me dejas pagar algo

 

- Mmmm…- pensó por unos momentos. – el 10% del gasto del hotel

 

- Más- exigió, besando el lunar de su escote.

 

- 15%

 

- 30%- sonrió.

 

- 20%, no más, Sophia

 

- 25% o me voy a trabajar

 

- 25% será, chantajista- dijo, halando a Sophia por el cuello para dirigirla a sus labios. - ¿A dónde quieres ir?

 

- Al mejor lugar del mundo

 

- Ya estamos en mi cama- rió entre broma y en serio.

 

- Será el Paraíso si estamos en la cama y en ese lugar

 

- Please don’t say Ibiza…or Marbella- suplicó.

 

- Mýkonos- y se volvieron a fundir en un beso que las dejó exhaustas hasta que tuvieron que levantarse porque habían llegado de Tricomi a hacerles “mani” y “pedi”, cortesía de Miss Roberts, quien había tenido la plática más humana con Phillip en cuanto a su problema de mal humor a causa de sus días femeninos, que habían terminado en la ducha disfrutando de un nuevo placer. 

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