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El lado sexy de la Arquitectura 37

en Lésbicos

Lunes veinticuatro de junio, 2013.

- Oh my God!- gimió Natasha al ver a Emma, que se le lanzó en un abrazo.

 

- Hola, Cariño- sonrió, abrazándola de regreso, abrazándola como si no la hubiera visto en años. – Qué gusto verte- murmuró a su oído. Y, ah, qué bien se sentía tener a Natasha entre sus brazos, qué bien se sentía tener a Emma entre los suyos, qué sonrientes ambas, hasta me hicieron sonreír a mí.

 

- I missed you so much- pero no se despegaban, estaban prácticamente fundidas, dando una escena de afecto público a la orilla del Pond de Central Park.

 

- Ha sido apenas una semana… pero una semana muy larga en tu ausencia- sonrió. – Me tenías preocupada, amor

 

- Lo siento mucho- suspiró, despegándose de Emma para volver a abrazarla.

 

- No te preocupes… supuse que necesitarías tiempo para descansar, para asimilarlo todo, para recuperarte del estrés, tú sabes…

 

- Creo que hablaste con Phillip- Emma asintió.

 

- También estaba preocupado… no te enojes con él…

 

- ¿Qué te dijo exactamente?

 

- No importa lo que me haya dicho… lo importante es que estás aquí, afuera… y que me llamaste

 

- No me digas esas cosas, por favor… suena a como si me tuvieras lástima…- se despegó de Emma y la vio a los ojos con la peor de las sensaciones.

 

- No te tengo lástima, Nate… estoy preocupada, estamos preocupados… y quiero que sepas que si necesitas hablar, a la hora que sea, sabes que puedes hablar conmigo… yo no le voy a contar ni a Sophia

 

- No es que no confíe en ti, eso lo sabes…

 

- ¿Pero?- murmuró Emma, viendo a Natasha volverse a los patos, que tenía una bolsa de pan que no era fresco pero tampoco viejo.

 

- I feel awkward

 

- ¿Por Phillip o con Phillip?- preguntó, volviendo a ponerse sus gafas oscuras a los ojos y arrojando su hermoso bolso sobre la banca que estaba al otro lado del angosto camino de cemento, la banca que quedaba frente a Natasha, más bien a espaldas de ella, pues ambas encaraban el Pond. Natasha sólo la volvió a ver y Emma supo que era más complicado que eso. – Soy toda oídos…

 

- A mal paso darle prisa- dijo rápidamente entre su exhalación. – No me siento cómoda conmigo misma- y, antes de que Emma pudiera preguntar “¿por qué?”, Natasha levantó la palma de su mano para evitar la pregunta. – El domingo… hicimos el amor, tuvimos sexo tosco y rudo, volvimos a hacer el amor… ordeñé a Phillip, me dejó muerta, sobre toda superficie del apartamento, posiciones nuevas, posiciones viejas… gritos, gemidos, jadeos, de todo… sexo oral, vaginal… y, por supuesto, para terminar, a eso de las ocho de la noche, en la última ronda, apareció por primera vez el condón

 

- I thought you’d never use it again- murmuró Emma, pues tuvo que bajar la voz ante los peatones que se acercaban.

 

- I’m no anal-sex expert, you know?- murmuró Natasha de regreso, haciendo que Emma dibujara un “Oh” con sus labios, que, de haber visto sus ojos, habría visto la totalidad de una expresión de sorpresa, pues, muy en el fondo, Emma no creía que Natasha fuera, literalmente, a regalarle su trasero a Phillip. – Anyway… aquello es historia

 

- No me puedes dejar así… ¿te gustó?

 

- No sé si me gustó o no… lo que si te puedo decir es que eso de que no duele es mentira… yo sentí que me estaba taladrando hasta el cerebro- se sonrojó. – Y no es que me haya dejado parapléjica, pues tampoco fueron tres metros los que me metió… pero, en fin, no es algo que voy a hacer ni siquiera una vez al mes…

 

- En escala del uno al diez, ¿qué tanto te dolió?

 

- Sólo me acordé de cuando me disloqué la clavícula en la final del campeonato de Lacrosse en el colegio… creí que me estaba incendiando, aquello me quemaba, me ardía, me dolía, me sentía floja pero apretada, vista nublada, náuseas

 

- Nate, si te das cuenta que acabas de describir, de manera literal, la expresión: “Pain in the ass”, ¿verdad?- Emma logró provocar una carcajada en Natasha, quizás la primera en toda la semana que no la había visto, que no la había visto desde la Boda.

 

- El punto es que, después de eso, caí dormida… como si me hubieran dormido con cloroformo y, antes de eso, me hubieran dado dos pastillas para tranquilizar a un Elefante… no me desperté hasta que Phillip regresó de la oficina el lunes a las seis y algo de la tarde…

 

- ¿Te asusta eso?

 

- No, no esa vez en particular… se lo atribuí a que estaba cansada, que era el cansancio acumulado- Emma le hizo una expresión manual de “continúa, por favor”. – Llegó el lunes y me preguntó qué había hecho, le dije que dormir, porque eso había hecho…luego, lo que te voy a decir, se repitió de martes a viernes- Emma asintió. – Se despertó, como siempre, a las cinco y media, me dio un beso y se retiró a hacer ejercicio, a las seis y media se metió a la ducha, yo no me metí a la ducha con él, ni porque sabía que no lo vería hasta doce o trece horas después, se vistió, me dio un beso de despedida a las siete de la mañana y se fue a trabajar… me quedé tirada en la cama, que sólo me levanté para ir al baño, a veces a sufrir- dijo con una expresión de “sufrir por tú sabes qué, que no lo vamos a discutir ni ahora ni nunca”. – Para dejar entrar al del delivery, y nada más… la cosa es que me dio vergüenza que ya eran casi las seis y media de la tarde, hora en la que usualmente Phillip sale de la oficina, y me bañé aunque no quería bañarme, arreglé la cama porque Agnieszka no llegó en toda la semana, llegó Phillip justo cuando terminaba de arreglar la cama, me abrazó por la espalda y me preguntó: “¿Qué hiciste ahora?”

 

- ¿Y?

 

- No tengo cara para decirle “nada, mi amor, he estado en estado vegetativo, intentando hacer fotosíntesis desde la oscuridad de nuestra habitación”…

 

- ¿Y qué te preocupa?- murmuró Emma, cayendo sobre su trasero en la banca, pues siempre era así, Emma se sentaba en la banca, cruzando su pierna derecha sobre la izquierda, siempre en sus Stilettos, con sus brazos estirados paralelamente al borde del respaldo de la banca, y la veía a través de sus gafas Chanel, de tinte apenas marrón, pues no le agradaban los de tinte negro.

 

- He tenido unos meses un poco intensos… que terminaron en cuestión de ocho días, y ha pasado una semana desde la boda y me siento exhausta

 

- Pues, es lógico, ¿no crees? Digo, los últimos días son catalizadores, supongo que tienes cansancio acumulado, ¿desde cuándo no tienes la presión de no llegar a cierta hora a la oficina, Nate?

 

- Tú crees que tiene mucho que ver con mi salida de Project, ¿verdad?

 

- Acuérdate de cómo fue cuando te saliste de Public Relations, pasaste una semana dormida, que sólo te levantabas para pagarle al del Delivery, o al baño, pasaste, vergonzosamente, dos días sin bañarte… ¿esperas que sea algo diferente?- Natasha se encogió de hombros. – Aquella vez trabajaste por menos de un año y pasaste en ese estado una semana días, has trabajado en Project… ¿qué? ¿Tres o cuatro años?

 

- Cinco años, Emma… cinco años en los que derramé todo mi amor en optimizar ese desastre…

 

- Oye… ven, siéntate- murmuró, halándola suavemente por la cadera y sentándola a su lado. – Háblame, por favor

 

- Me siento inútil- suspiró, hundiendo sus manos en su rostro, sintiendo un abrazo de Emma, al menos un roce por su espalda.

 

- Necesitabas un descanso, amor, está bien no hacer nada… en italiano lo conocemos como “Dolce far niente”… que significa: “El placer de no hacer nada”… quizás sea una diferencia cultural la que te voy a plantear, pero aquí la cultura es hacer, hacer, hacer y hacer más, y es precisamente lo que lleva a la gente a lo que tú tratabas de hacer en Project… tú intentabas separar la vida laboral de la natural, intentabas prevenir el Burn Out y el Bored Out… if you take a break, you won’t get bored, and you won’t get burned…

 

- No quiero ser una ama de casa, no quiero ser de las potenciales “New York’s Wives” o como sea que se llame el Reality Show ese…

 

- ¿Te sientes ama de casa porque no has hecho nada una semana?- resopló Emma, consiguiendo un “sí” mudo de parte de Natasha. – I called you, why didn’t you call back?

 

- Estabas con tu mamá, no quería arruinarte tu tiempo de oro con mis estupideces

 

- ¿Tienes alguna idea de lo que una semana sin ti significa para mí? Yo ni siquiera sé qué voy a hacer cuando Phillip y tú se vayan de Honeymoon

 

- ¿Por qué no llegaste al apartamento?

 

- Porque creí que necesitabas tiempo, espacio, o como sea que se llame eso… supongo que un poco de privacidad no le cae mal a nadie, pero sólo de vez en cuando- sonrió. – Además, consideré que quizás querrías involucrar a Felipe un poco más ahora que… tú sabes…

 

- Cuando te avergüenzas de ti misma no es muy fácil compartirlo con alguien más

 

- Nate… lo que no entiendo es por qué te avergüenzas, ¿es por lo que pasó el domingo o qué?

 

- No, eso fue un poco satánico nada más… es sólo que me siento inútil, no tengo nada que hacer, no tengo trabajo, ¿qué se supone que haré?

 

- ¿Has pensado en buscar un trabajo como todo mortal?- rió Emma, pues era la pregunta más adecuada.

 

- No hay mucho que pueda hacer, o que me llame la atención- se encogió de hombros, arrojándoles un pedazo de pan a los patos. - ¿Y Sophia?- dijo, cambiando drásticamente el tema, pues Emma estaba excavando en el núcleo de su consciencia.

 

- Tenía una reunión, que una de las amigas de Lilly Hatcher se enteró de la casa de muñecas que había hecho para Penelope y quiere que Sophia le haga algo parecido pero en una habitación entera… como una ciudad o algo así… en fin, cuéntame de tu matrimonio- sonrió Emma, siguiéndole el juego, pues a ella tampoco le gustaba presionar a Natasha, no buscaba peleas, ni discusiones, ni nada que se pudiera evitar con algo tan sencillo como eso.

 

- Igual que mi noviazgo- sonrió. – Eso es lo que me mantiene de pie, creo yo… saber que no ha cambiado nada en ese aspecto, ni con él, ni contigo… me quita un peso de los hombros

 

- Deja de ser Atlas, ¿sí? Deja de cargar al Mundo en tu espalda

 

- Por ahora me considero existencialista, cargando con mi propio peso- rió, cayendo en un abrazo con Emma, sobre su hombro, abrazándola por la cintura, sobre el algodón de su camisa desmangada amarilla.

 

- Camus estaría tan orgulloso- rió Emma, acariciándole el cabello a aquella neoyorquina aturdida, extranjera para sí misma. - ¿Qué tal estuvo el regalo de Bodas?

 

- Increíble, lloré de la emoción- rió, retomando su Hobby. – Gracias

 

- ¿Por qué me lo agradeces? Fue idea de Phillip

 

- Independientemente, gracias… gracias por estar aquí conmigo, ahora, y por no haber hecho ningún comentario de mi Hobby

 

- Supuse que, eventualmente, o tú o yo desistiríamos de tratar tu Hobby de caninizar a los patos…

 

- ¿Caninizar?

 

- No lo sé, me acabo de inventar el término, neologismo… “volverlo can”- rió.

 

- Eso es lo que hace el amor verdadero- rió, la segunda carcajada de la tarde, y eso que ya llevaban media hora de estar alimentando a los patos. – Pero, bueno…basta ya, ¿qué tal estuvo todo con tu mamá?

 

- Agárrate… mi mamá tiene novio- Natasha sólo rió nasalmente y le hizo una seña, a Emma, de que continuara. – Es once años menor que ella

 

- Oh, now you’re talking- rió. - ¿Qué más?

 

- Dos hijos… él está divorciado…

 

- ¿Y cómo te sientes al respecto?

 

- Oye, no me vengas con tu psicología- le advirtió Emma. – Pero me siento normal, es justo, ¿no? Si mamá no dice nada de mi relación con Sophia, yo no tengo derecho a opinar sobre su relación con Bruno

 

- Buen punto, muy buena conclusión debo decir, digna de admirar, ovacionar y aplaudir… ¿cuánto tiempo tienen de estar saliendo?

 

- Dos meses y medio o dos, lo transfirieron hace poco de Florencia

 

- Eso quiere decir que empezaron a salir después de que llegamos- suspiró. - ¿Está contenta tu mamá?

 

- Supongo que sí… y yo que pensaba presentársela a Volterra- rió.

 

- Volterra es de tu suegra, o tu suegra de Volterra

 

- Speaking of which…- dijo Emma, quitándose las gafas para rascarse los ojos. – Algo de eso hablé con Sophia… y me dijo que dejara de pensar que eso era como en “The Notebook”… y no entendí la referencia, ¿me podrías ayudar?

 

- Bueno, sólo he visto la película, no sé qué tan distinta sea al libro

 

- Al grano, Natasha

 

- Está bien, Emma… trata sobre una pareja, que la mujer se va del pueblo con la familia porque el hombre era mala influencia según los papás, y la mujer conoce a otro hombre en la ciudad, la mamá le intercepta las cartas del hombre del pueblo, la mujer se va a casar con el otro hombre pero regresa al pueblo y se reencuentra con el otro…

 

- Ah, ah…- suspiró. – Ahora entiendo

 

- Supongo que lo que te quiso decir es que Volterra no es como el hombre del pueblo, que se termina casando con la mujer aun después de haberse comprometido con el otro; que si lo piensas románticamente, era entendible, porque la mamá le interceptó las cartas, pero a Camilla nadie la obligó a irse con Talos, y tampoco es como que Camilla regresó a Volterra, ¿o sí?

 

- Yo qué sé, Nate… pero Sophia habla de que Camilla está en una etapa en la que se está castigando a ella misma, o que al menos así la siente- dijo, hundiéndose entre sus hombros. – Y tiene sentido… pues, la manera en cómo Sophia me planteó la situación, no creo que Volterra sea su papá…

 

- Vuelvo a lo mismo, Em, si Volterra fuera su papá, ¿no estaría tratándola como un papá? Digo, no que la interrogue sobre su relación contigo, sino que la llamara “hija” y cosas así

 

- Hay algo que no encaja, ni considerando la posibilidad de que sea su papá…

 

- ¿Qué es lo que no encaja, Arquitecta?

 

- ¿Por qué te complicarías la existencia? Digo, Volterra trajo a Sophia, la mantuvo aquí hasta que se completara su visa de trabajo, no fue como lo hizo conmigo

 

- Fue parte de un favor que le hizo a Camilla, supongo, no lo sé

 

- Sí, pero igual, Sophia mencionó que el Estudio le pagaba la renta del apartamento en Chelsea… yo nunca autoricé un pago para ningún apartamento… eso salió de la bolsa de Volterra… y, además, si te complicas por una persona, ¿por qué no complicarte por tres? Digo, “go big or go home”, si Volterra hubiera querido ayudar a Camilla, ¿no hubiera traído a Camilla y a Irene también?

 

- Tal vez era Camilla la que no quería nada con él, e Irene vivía con Talos, ¿no?

 

- Sí, pero el objetivo era Sophia, no era Irene, no era Camilla… Sophia dice que es porque Camilla no está familiarizada con la cultura, que a Talos no le cae bien Volterra… Volterra les podría haber dado una vida de Upper East Side para que les sobrara, a las tres…

 

- Creo que simplemente le has intentado encontrar esquinas a lo que no tiene, deja de pensar en eso…

 

- Ponte en los zapatos de Sophia, si mi teoría fuera cierta, ¿no te gustaría saber que el hombre, al que en tus sueños lo acusas de corrupto, no es tu papá sino que es una persona honesta, con un trabajo honesto?¿No te gustaría comprender por qué tu mamá se castiga tanto cuando ya acabó todo? ¿No crees que tienes derecho a saber la verdad?

 

- Sí, pero eso es si tu teoría es cierta… pero, ¿y si no lo es? ¿Y si es sólo una serie de coincidencias? ¿Has considerado la posibilidad de que, dentro de lo que debes saber como verdad, no tienes que saberlo? Digo, ponte tú en los zapatos de Sophia, ¿realmente quisieras que tu vida se cayera después de veintitantos años, casi treinta? Em, el ignorante vive más feliz porque no conoce la verdad “absoluta”

 

- Tienes razón, tienes razón… supongo que sólo he materializado conexiones donde no las hay- suspiró, volviendo a ponerse sus gafas. – I’ll just drop it right here

 

- O puedes preguntarle a Volterra- susurró Natasha, como si aquello nunca sucedió.

 

- ¿Por qué me diría a mí la verdad cuando no se la ha dicho a Sophia?

 

- And you are 100% sure that Sophia believes that Talos isn’t her father but her “father figure”?

 

- Por favor, lo llama “papá”… lo que yo daría por que mi mamá me dijera que Franco no es mi papá, sino sólo un idiota que se le cruzó en el camino…

 

- Piensa bien la respuesta a la pregunta que te voy a hacer, ¿está bien?- Emma asintió. - ¿Esto es por Sophia o por ti? ¿Para quién tendría más significado que Volterra fuera su papá, para ti, o para Sophia?  Porque si es porque tú no quieres a tu papá, puedes querer al mío como tuyo… estaría encantado de que lo llamaras “papá”

 

- Ya superé eso… pero no puedo dejar de quererlo, no puedo odiarlo tampoco, no puedo perdonarlo, tampoco puedo dejarlo pasar…

 

- ¿Y tú le llamas a eso “superarlo”?

 

- Superé mi parte, el hecho de no decir nada, de no dejar que hicieran algo, de no hacer algo yo, me perdoné… él no me da miedo, ya no más, crea en mí una especie de repulsión, pero estoy segura que, el día en el que ese hombre se muera, voy a llorarlo… lo que hizo no puedo perdonarlo, no puedo deshumanizarme, tampoco puedo santificarme… no puedo perdonarlo porque no puedo olvidarlo, no puedo olvidarlo porque no puedo perdonarlo

 

- Algún día se dará cuenta de lo que perdió- sonrió Natasha. – No sé qué es perderte… y acabo de sonar bastante lesbiana- rió.

 

- Algo se te pasa- rió cínicamente Emma. – Lo hago por mí… no puedo dejar que mi egocentrismo traspase la barrera al egoísmo, no sabiendo que, lo que es ganancia para mí, puede ser pérdida para Sophia… no puedo ser tan egoísta

 

- Entonces… este pedazo de pan- dijo, alcanzándole un trozo que cortaba con sus dedos. – Simboliza la incógnita de si Volterra es el papá de Sophia o no, acaba con esa incógnita- y lo colocó en la palma de su mano, que Emma lo arrojó a los patos, viendo cómo lo devoraban, cómo devoraban aquella incógnita.

 

- Te diré lo que vamos a hacer- suspiró Emma, envolviendo la mano de Natasha alrededor del trozo de pan que sostenía en ella. – Si aquello simbolizaba mi incógnita, éste representa tu “inutilidad”, ¿sí?- sonrió, viendo a Natasha arrojarlo a los patos, viendo también cómo lo devoraban, y ya no más pan, pues ya no había. - ¿Quieres venir a cenar a mi apartamento? Sophia tiene preparados croissants sólo para cortarlos, rellenarlos  Provolone o Mozzarella ahumado, y jamón de York o jamón de pavo y enrollarlos…

 

- ¿Comida hecha en casa? Ni pensarlo dos veces- rió. – Creo que estoy a punto de enfermarme entre desayunar McDonald’s, almorzar del Plaza y cenar lo que a Phillip se le antoje comer…

 

- ¿Y qué piensa Margaret Anne Robinson de eso?- sonrió Emma, poniéndose de pie, tomando su bolso Balenciaga negro.

 

- Quiere que Agnieszka no sea sólo de limpieza, sino que la convierta en ama de llaves… está preocupada por mi colesterol- rió en una carcajada, tomando su enorme bolso de la banca y abrazando a Emma por la cintura, por la espalda. – Dice que tengo dos opciones: comer menos dañino o hacer ejercicio… y hacer ejercicio, si no es para meterme en mi vestido de novia, jamás… me pone de mal humor, no quiero condenar mi matrimonio, no cuando mis días femeninos no lo han condenado ya

 

- Adivino: ¿“Ella Natasha, empezarán a crecer hacia los lados”?

 

- Es correcto, Emma Marie…

 

- ¿Qué piensa Phillip?

 

- Le da igual- rió. – Igual, Agnieszka empieza el miércoles… lo arreglé con la agencia…

 

- La fortuna que pagarás- rió Emma, pasando su brazo por el hombro de Natasha.

 

- Phillip es el que hizo los números, dice que Agnieszka gana dieciocho dólares la hora, y el horario sería de seis de la mañana a nueve de la noche, de lunes a domingo, cada dos semanas tiene derecho a salir todo el fin de semana… son doscientos setenta al día, mil trescientos cincuenta por días hábiles, sólo a la semana, lo que significa que, al mes, Agnieszka gana seis mil quinientos, por impuestos le quitan quinientos, la agencia cobra mil quinientos dólares por comisión de ama de llaves, lo que deja a Agnieszka ganando sólo cuatro mil… Phillip quiere que Agnieszka gane lo que trabajó, y dijo que le iba a completar, mensualmente, de manera “off-the-record”…

 

- Agnieszka es como tu mamá- rió. – Además, entre satisfacer tus necesidades de lavandería, de limpiar ese Penthouse, ir de compras para abastecer el supremo congelador que te puse… creo que Phillip tiene razón

 

- No digo que no la tenga… y odié que no llegara la semana pasada

 

- ¿Por qué no llegó?

 

- Una de las hijas se enfermó y pidió sus días personales con la agencia, me llamaron para saber si quería que mandaran a alguien que la cubriera, dije que no- rió, saliendo de Central Park, caminando al borde de él, pues estaban demasiado cerca del apartamento de Emma. – Sino, créeme que me hubiera levantado de esa cama, aunque sea para mover el culo hasta el sofá y dejar que CNN me durmiera

 

- Perdón que te cambie un poco el tema… pero… para que muevas tu culo un poco más, para que recuperes tu dignidad y tus ganas de volver a la realidad subjetiva- sonrió, viendo a Natasha colocar un cigarrillo en sus labios. – You should quit- murmuró Emma, tomando el cigarrillo de los labios de Natasha y quebrándolo por la mitad. – Ahora que estás relajada, que no tienes estrés ni de boda, ni de trabajo, ni de nada, intenta dejarlo ahora… por favor

 

- ¿Por qué?

 

- Mira, yo sé que no ha pasado tanto tiempo desde que lo dejé… pero siento la diferencia… y no te niego que no he querido fumar la cajetilla entera de una sola vez, meter los veinte cigarrillos en mi boca e inhalarlos todos al mismo tiempo… pero realmente se siente mejor

 

- Está bien, está bien… lo intentaré- rezongó, enrollando sus ojos a lo niña caprichosa.

 

- Gracias, por el bien tuyo y de quien sea… un fumador menos ya es algo- sonrió. – En fin… lo que te quería decir… me aprobaron la ambientación de “Prestige”, el nuevo restaurante de la cuarenta, y tengo que ir de compras mañana… ¿me harías el honor de acompañarme?

 

- ¿A dónde irás?

 

- Tengo que ir a “Mood”, a Brooklyn, a este local que vende iluminación, a comprar la pintura, las plantas, y a hacer el encargo de la cocina, los baños y el bar

 

- ¿A qué hora?

 

- A las ocho salgo a “Mood”…

 

- Me tendrás a las siete y media en tu apartamento… gracias

 

- ¿Por qué me agradeces?

 

- Porque estás aquí, ahora, y me estás ayudando

 

- Amor, Phillip hizo un voto por mí y ni cuenta te diste: “para cuando Emma no esté para dártelo”

 

- ¿Tú le ayudaste a escribir sus votos?

 

- Vocación de escritora no tengo, Darling, pero él pensó que estaría bien… aunque PageSix lo llamó “de mal gusto”

 

- Están celosos que “soltero” número cuatro ya no está soltero… y saben que me hizo el amor sobre cada superficie del apartamento

 

- Nate, ¿te hizo el amor?- resopló.

 

- It might have been a little bit rough, I fucked his brains out, and he sure fucked me harder than ever… pero nadie sabe la satisfacción que tuve al no ver, ni sentir, ni siquiera acordarme del tal condón… bueno, me duró poco por lo otro, pero igual, no es algo que lo voy a hacer todos los días

 

- Pero tú me dijiste una vez que era una de sus fantasías…

 

- Su fantasía era meterme el dedo, no que le triturara su “Lethal Weapon” con el culo

 

- ¡Natasha!- se quejó Emma. – Come on… ¿no puede ser un poco más delicada con tus palabras?

 

- ¿Y qué quieres que diga? Si realmente le estaba triturando su “pene” con mi “ano”…

 

- Suena crudo, pero mejor, al menos más correcto… menos grotesco

 

- Emma, no entiendo cómo puedes no referirte a algo así con esas palabras… how do you call your pussy?

 

- Vulva

 

- Aceptable, lo acepto… ¿a tu culo?

 

- Pues, culo es culo, no lo niego, aunque también se le llama trasero, nalga, como sea, pero a lo que tú te referiste con “culo”, yo me refiero a él como “ano”… es sólo que si tienen un nombre, ¿por qué no usarlo? Es como que te llames Natasha pero yo te llame Claire

 

- Está bien, Miss Fancy Words… oye, ¿cómo va lo de la propuesta de matrimonio?

 

- Después de haber querido jugar a “National Treasure meets Formal Logic” con Sophia… lo mantendré sencillo, simplemente me voy a valer de algo cotidiano para hacerlo especial… y me pican las manos por pedírselo ya…

 

- ¿Por qué la prisa? ¿No me dijiste que querías esperar hasta después del verano, entrado el otoño?- suspiró Natasha, sacando su iPhone de su bolsillo para responderle a Phillip el iMessage de “Voy a casa, ¿qué compro de cena?”

 

- Le conté a mamá…- Natasha levantó la mirada, dejando de escribirle a Phillip un “Ven a donde Emma”. – Me dijo que si era lo que quería hacer… que lo hiciera… que ella no podía vivir mi vida por mí y que no iba a interferir en mis decisiones, porque interferir en ellas sería como privarme de ciertas libertades que les ha dejado a mis hermanos…

 

- Sea como sea que se lo pidas, será especial…se acordará de eso toda su vida… además, no será un cliché como que se lo pidieras en Valentine’s o algo así- rió, viendo a Emma saludar a Józef, para luego dirigirse a uno de los ascensores.

 

- ¿Valentine’s?- repitió para sí misma. – Ya pasó… y no voy a esperar al siguiente…

 

- ¿En qué estás pensando?

 

- You know…just “stuff”- guiñó su ojo, entrando al ascensor y sacando su iPhone. – Oye, ¿alguna vez has pensado en volver a las Relaciones Públicas?

 

- Me gustaba, pero creo que ya no estoy para desvelarme tantas noches a la semana, eso sí sería sacrificar mi matrimonio, acabarlo antes de empezarlo… Phillip no me conoció en esa época

 

- En teoría sí se conocían, pero no eran novios

 

- Como sea, Em… yo no quiero volver a eso, no así, te consume… todo lo bueno que ese mundo me pudo dar, ya me lo dio, ahora corro peligro de que, si vuelvo a él, me quite lo que me dio

 

- So… what do you want to do for a living? I mean… volviendo a que no quieres estar en tu apartamento todo el día…- pero, ay, ay, ay. – Mrs. Davis- sonrió Emma. - ¿De visita de nuevo en el octavo piso?

 

- Emma- sonrió. – Estaba viendo si Mr. Kramer sabía algo de fontanería, aparentemente tengo una fuga en el grifo de mi cocina… pero no sabe nada de fontanería

 

- ¿De dónde se le está saliendo el agua? ¿Del grifo, del sifón o de la succión?

 

- No tengo ni idea de lo que me estás preguntando, Emma- rió, que el ascensor se detuvo en el onceavo piso.

 

- Si quiere puedo ayudarle- dijo Emma.

 

- No te preocupes, no quisiera quitarte tu tiempo- sonrió un tanto frustrada, pues, no era que Emma no fuera de su agrado, porque lo era, pero era aquello de que, el hecho de ser lesbiana, peor que no lo disimulara, le restaba agrado, aunque, como todo humano, de manera hipócrita le sonreía y la veía a los ojos a pesar de ella creer que Emma no se lo merecía.

 

- Nada de eso, Mrs. Davis… es parte de lo que me da de comer- sonrió Emma al detenerse el ascensor en el onceavo piso.

 

- No, Emma, no te preocupes, veo que tienes invitados… ya Richard llamó a un fontanero

 

- Bueno, si en algo puedo ayudarle, estoy para lo que sea- sonrió, tomando a Natasha de la mano, sin intención alguna de provocarle pensamientos negativos a Mrs. Davis, simplemente era normal para ella. – Que tenga un buen día- murmuró, abrazando a Natasha al salir del ascensor para luego darle un beso en la cabeza.

 

- Si sabes que esa mujer es un poquito homofóbica, ¿verdad?- dijo Natasha, guardando su iPhone en su bolsillo.

 

- Pues, no espero que todos acepten… pero, ¿cómo sabes?

 

- Entra con cara de estar en proceso de parto al ascensor, te dice que ha ido a decirle a tu vecino que tiene una fuga, ¿te dice todo lo que hace?, la cara que trae es porque el vecino no tiene ni idea, tú le dices que le puedes ayudar, te dice que no, que ya el vecino le ha llamado un fontanero, ¿por qué no lo dijo desde el principio?

 

- No sé, tienes razón… antes de que Sophia se apareciera, en general, casi que me adoptaba- rió entre su exageración. – No me importa si no me “acepta”, no tiene por qué hacerlo y tampoco me voy a morir si no lo hace

 

- Sólo decía…- murmuró, entrando al apartamento de aquella mujer que era más que su mejor amiga. – Perdón… es sólo que estoy un poco de mal humor

 

- Ya me había dado cuenta… no sería la primera vez que trato con una Natasha así… - la tomó de la mano obligándola a dejar su bolso sobre el suelo, y la llevó hacia la habitación del piano, en donde ya alguna vez la había logrado calmar. -¿De qué quieres hablar?

 

- De tu proposal- sonrió, cayendo sobre el banquillo al lado izquierdo de Emma mientras ella descubría el teclado. Emma sólo respiró hondo y sacudió su cabeza con una sonrisa ridícula que se transformó en una risa nasal. – No seas así… comparte tus pensamientos con tu mejor amiga- sonrió ampliamente, así como sería catalogado el equivalente a aquella expresión facial del Gato con Botas.

 

- I ran out of ideas… I have to think of something- murmuró, empezando a presionar ciertas teclas, inundando a Natasha con una sonrisa, para lo que le gustaba Adele.

 

- ¿Alguna vez te conté, en detalle, lo que me había dicho Phillip?- Emma sacudió la cabeza, recreando la imparable voz de aquella británica con las mismas teclas, que mantenía con los pedales y con su mano derecha mientras mantenía la melodía con la izquierda, ayudándose de la izquierda, cómo le gustaba estar al piano últimamente, y a Natasha cómo le gustaba esa canción en especial. – Justo cuando están cantando “supercalifragilisticexpialidocious”, se acercó a mi oído…

 

- ¿Algún día te vas a aburrir de esta historia?- le preguntó Phillip, quien sabía que a Natasha le estorbaba que le hablaran durante su obra favorita, durante Mary Poppins.

 

- No, es perfecta- le respondió aquella mujer el martes veinticinco de diciembre en el Amsterdam Theater, era alrededor de las nueve menos diez de la noche. – She’s practically Perfect

 

- Yo pienso que tú eres perfecta también, más perfecta que ella, porque ella es un personaje ficticio… - Natasha lo volvió a ver con expresión de “¿podemos seguir viendo la obra y luego me halagas?”, pero Phillip no cedió. – Creo que eres perfecta en el magno sentido de la palabra, que eres gentil y bondadosa, cosa que no te toca ser sino que escoges serlo…

 

- Phillip, mi amor… eres muy lindo, de verdad, pero… ¿podemos continuar la plática al finalizar?- sonrió, volviendo su rostro hacia el escenario, que hacían ese bailecito que tanto le gustaba.

 

- Yo sólo quiero una historia perfecta con la mujer perfecta- sonrió, colocándole, entre las manos, el bolso miniatura de Mary Poppins, de tamaño de monedero. – Quiero un bolso sin fondo para depositar la grandeza de la historia perfecta con la mujer perfecta- murmuró, dándole un beso en la mejilla y volviendo totalmente a ser un espectador más de aquella obra que, sin exagerar, había visto no menos de veinticinco veces en los últimos cinco años, todas y cada una con Natasha, pues no podía negarle hora y media de sonrisa eterna, de aplausos como si fueran la primera vez que la impresionaran de esa manera, y que cada vez que cambiaban a alguien del reparto, Natasha entraba al Backstage, porque podía, y hacía que cada uno de los protagonistas autografiaran la fotografía colectiva, pues tenía la que Margaret y Romeo le habían regalado, autografiada por el reparto de la película, para su vigésimo primer cumpleaños. – Pero ese bolso, es tan pequeño que es tan infinito y concentrado…

 

- ¿Estás drogado?- resopló, no entendiendo nada de lo que Phillip decía. Phillip sólo resopló y siguió clavado en la obra, que era buen actor, pues era un sacrificio total, nada cambiaba, sólo el reparto y los asientos, pero la historia era la misma, y no lograba comprender por qué Natasha debía verla tantas veces, pero, como ya dije, era por ver a Natasha feliz. - ¿Te sientes bien? Porque si no te sientes bien podemos irnos- dijo a su oído, apretujando el monedero y sintiendo que había algo dentro, algo que parecía haber sido metido por obligación.

 

- I feel perfectly fine- sonrió, viendo, de reojo, que Natasha abría el monedero y sacaba aquel brazalete que era alusivo a Mary Poppins, del que colgaba un charm del bolso mismo, el paraguas, el sombrero, la bota, el retrato de la sombra, un “Practically Perfect” y algo que no era parte de los charms; aquel Attraction Engagement Ring by Harry Winston.

 

- Oh my…- suspiró, volviéndolo a ver, que él ya la veía con ojos de ternura y conmoción.

 

- Ya cumpliste los veintiocho reglamentarios, ahora estás cumpliendo los veintiocho que nosotros queremos que tú cumplas- sonrió, tomando el brazalete de sus manos y sacando el anillo de él. – Tengo el permiso de tus papás, St. Patrick’s Cathedral y El Plaza para que todo sea perfecto- susurró, deslizándole el anillo por el dedo anular izquierdo. – Sólo falta que me des la respuesta

 

- Sí, sí, sí…- susurró rápidamente entre los besos que le daba a Phillip en sus labios. – Con o sin permiso de mis papás, con o sin St. Patrick’s Cathedral, con o sin El Plaza… sí, sí, sí, al fin mil veces sí- y no dejó de atacarlo a besos hasta que, los de la fila de atrás, les dijeron que había menores presentes y que, en el peor de los casos, trasladaran la escena de amor a un hotel.

 

- Y luego hicieron el amor, sin condón porque había que celebrar, y te hiciste los tatuajes- sonrió Emma.

 

- Exacto, mi queridísima amiga- dijo, recostando su cabeza sobre el hombro de Emma. - ¿Piensas planearlo?

 

-No lo sé- sonrió. – Las cosas que no planeo son las que, a veces, me salen mejor que las que planeo… como Sophia- suspiró, cerrando sus ojos y reanudando sus dedos sobre las teclas del piano y, olvidándose de los gustos de Natasha, se dejó llevar, improvisando, aquella otra pieza de Chopin que tanto le gustaba,  Op. 9, No. 1. – Pero algo tengo que planear para que me salga bien, ¿no?

 

- ¿Tienes ideas?

 

- Tenía… pero era demasiado complicada hasta para mí, hasta para que yo lograra que Sophia se diera cuenta de lo que estaba pidiéndole

 

- ¿Por qué no sólo se lo dices?- Emma se encogió de hombros entre sus intranquilos dedos y no los tranquilizó, sino que cerró los dedos y se dejó llevar por la memoria de aquellas partituras que había guardado en lo más oscuro de su cerebro, en aquella caja que no había querido abrir, ni siquiera buscar. – Háblame, que tu vida es más interesante y coherente que la mía

 

- Hay tantas maneras de hacerlo… puedes decirlo, preguntarlo, insinuarlo… y, sin ofender, si Sophia me dice lo que tú le dijiste a Phillip, al principio… quiero decir, respeto a Phillip por tener paciencia y madurez para aceptar una respuesta como la tuya… si Sophia me dice que sí pero que no en un momento pronto, creo que me muero

 

- Lo importante es que te diga que sí, ¿no?

 

- La semana pasada me atacaron los “what if…”, ¿sabes?- sonrió un tanto sonrojada, abriendo los ojos y deteniendo la melodía, volviéndose a Natasha, quien la veía con desconcierto. – What if I die tomorrow? What if I’m wasting my time thinking of stupid ways to propose instead of just doing it? What if that time I lost is time I’ll regret? No sabes lo mucho que odio los finales… y pensar que lo mío con Sophia puede tener un final… simplemente me aterra

 

- Finales siempre hay, Em… pero no tiene nada de malo empezar algo “antes de tiempo” para ganar tiempo… “Carpe Diem”- sonrió Natasha, dándole un beso en su mejilla. – Quizás te suene un poco raro pero, ¿tienes algún bolso con forro interno a cremallera?

 

- Sí, una Delvaux y una Zagliani

 

- ¿Cuál es la que es más floja?

 

- La Zagliani, mil veces, ¿por qué?

 

- Mete el anillo dentro del forro y, cuando sientas que el momento es el adecuado, lo sacas y se lo propones- sonrió de nuevo, llevando las manos de Emma nuevamente a las teclas, pues no podía negar que le gustaba que Emma tocara el piano, más cuando era para ella, canciones más “pop”.

 

- ¿Y andarlo llevando todo el tiempo?- Natasha asintió. – Son cien mil razones para no andarlo en el bolso

 

- Nunca te han robado

 

- Por lo mismo, Querida… la Ley de Murphy- resopló Emma, continuando con aquella canción, ahora de origen brasileño, muy emotiva, muy profunda, fuerte y marcada, llenando no sólo la habitación con aquella melodía, sino todo el apartamento, pues no habían cerrado la puerta y Emma presionaba las teclas con mayor fuerza.

 

- Sólo hazlo porque, de no hacerlo, te vas a encontrar en un momento en el que dirás “Carajo, este era el momento perfecto” y no tendrás el anillo para hacerlo… y va a haber otros momentos así, los que sean indicados, pero tendrás que esperar a que vuelva a surgir uno de esos

 

- Tienes razón- susurró bajo el nivel de los sonidos que sus dedos provocaban. – Pero tendré cien mil razones para cuidarlo

 

- Te dirá que sí, ya lo verás- Sophia apenas entraba al apartamento y notó el bolso de Natasha, y era imposible obviar aquellas tonadas que la conmovían.

 

- Si voy a proponérselo también tengo que estar lista para escuchar un “no”, ¿no crees?- dijo, mientras Sophia caminaba por el pasillo, taconeando sobre sus Yves Saint Laurent Tribtoo de patrón de cebra, ah, lo orgullosa que había estado Emma al ver cómo se los compraba la semana anterior y, todavía más, cuando se los había visto por lo mañana, pues, como siempre, Sophia llegaba diez o quince minutos después que Emma.

 

- Puedes estar lista, pero tienes que creer en la respuesta que quieres escuchar, no porque te hará feliz sólo a ti sino porque sería para las dos- y Natasha casi revela todo aquello, aquello que estaba siendo guardado cual secreto de Estado, pues todos sabían menos Sophia, bueno, casi todos, y Sophia no era una persona que gastaba sus energías en descifrar lo obvio, pues Emma, luego de haber quitado, tras un comentario actuado de Sara, el afiche de Uncle Sam, no había mucho que pensar, y Sophia se había dado cuenta que si Emma quería jugar con ella, que jugara en la cama pero no con enigmas tan grandes como ese, y se paró a la puerta, viendo a aquellas dos mujeres, a su novia con los ojos cerrados, tocando aquella pieza que le estaba gustando y que se le hacía conocida, no quiso hacer ningún ruido, pues aquella escena era para apreciarla en su totalidad, pues no sólo veía a su novia sonreír mientras se movía al ritmo de sus dedos, sino también veía que Natasha estaba viva y sin nada alrededor de sus muñecas, pues hasta eso se había imaginado.

 

- Serás la primera en saberlo- resopló con sus ojos cerrados, aunque ya sabía que Sophia estaba ahí, y no sabía cómo sabía, simplemente se sentía observada y, hasta cierto punto, invadida, pero no dejó de tocar la canción y dejó que Natasha reposara su cabeza sobre su hombro hasta el final de su interpretación.

 

- Veo que las dos se sienten mejor- resopló Sophia al conseguir silencio en aquella habitación. Estaba recostada contra el marco de la puerta con su antebrazo izquierdo mientras se aflojaba su melena con su mano derecha, en donde se le marcaba aquel pequeño músculo.

 

- ¡Pia!- sonrió Natasha, volviéndola a ver muy sensual en su camisa desmangada roja y en su pantalón negro, coronándose con aquellos Stilettos de patrón de cebra que estaban di-vi-nos, según Natasha y Emma.

 

- Estás viva- sonrió, caminando hacia ella para abrazarla y darle dos besos, uno en cada mejilla.

 

- Mala hierba nunca muere- murmuró Emma, burlándose descaradamente de Natasha.

 

- Somos inmortales, entonces- se defendió Natasha, viendo cómo Sophia pasaba hacia Emma y la tomaba por las mejillas para plantarle un beso en sus labios. Un beso totalmente inesperado pero rico, de aquellos que a Emma la hacían brillar y a Natasha enternecerse.

 

- Mmm…- suspiró Emma guturalmente ante aquel beso. - ¿Y eso?

 

- La gente está loca…- susurró, volviendo a unir sus labios con los de Emma. – Cincuenta mil dólares por armar una habitación para Barbies…

 

- ¿Qué?- interrumpió Natasha.

 

- Traduzco- rió Emma, habiendo mordido brevemente el labio inferior de Sophia. – Le van a pagar eso, neto, por armar un montón de casas para Barbies- resopló.

 

- ¿Eso es un trabajo?- ambas asintieron. - ¿Y pagan tanto por eso?

 

- Son tres casas, un supermercado, una Boutique, un restaurante y dos piscinas… que, gracias a Emma, será muy fácil hacerlo- sonrió. – Yo no me quejo de la paga

 

- Te mataría si te quejaras- dijo Natasha, notando el amor con el que Sophia veía a Emma, hasta le daba empacho, y Natasha sabía que Sophia le diría a Emma que sí, y Phillip también lo sabía, pues Sophia ya le había comentado algo al respecto, no sobre Emma y sus planes, sino algo de la idea del matrimonio en general, que todo lo puedo reducir a “Soy adicta a Emma, quisiera ponerle un anillo para que nadie se le acercara, para que actuara como repelente contra hombres y mujeres, para que todos sepan que ella es mía y sólo mía”.

 

Martes, segundo día del mes de Julio, 2013; segundo día del año fiscal.

Eran las seis de la mañana, el sol ya empezaba a salir, empezaba a escabullirse por entre las cortinas de la habitación de Emma, iluminando parte del final de la cama, la esquina en donde la puerta de aquella habitación se encontraba, parte del mueble, a cajones y puertecillas, en las que Emma guardaba todo lo que tenía que ver con la ropa de cama, toallas que se necesitaban únicamente en el baño, y todas las reservas de los utensilios de aseo personal, pues Emma compraba por docenas para no estar comprando cada corto tiempo. La luz apenas les iluminaba los pies a mi pareja favorita, aunque sí, Phillip y Natasha también son mi pareja favorita, pero están en categorías distintas, y aquellos pies estaban hermosamente entrelazados, que, con sólo verlos, aquello me daba una vaga idea de lo pacíficamente que descansaban, de lo profundamente que dormían, y, conforme mis ojos se desviaban hacia la derecha, veía las piernas de ambas, que pantorrillas se convertían en muslos, las rodilla de Sophia bajo la pantorrilla izquierda de Emma, que terminaban por revelarme el trasero y la espalda de Emma. Me conmovió que fuera Sophia quien abrazaba a Emma, que la sostenía entre sus brazos mientras descansaba su cabeza entre su quijada, su hombro y su brazo. A Emma la despertó su reloj biológico, y se vio envuelta entre los brazos de Sophia, se sintió bien, realmente se sintió bien. Volvió a cerrar los ojos y respiró profundamente, evitando estirarse o hacer demasiado ruido al respirar para no despertar a Sophia, y se quedó allí, no se quiso mover, lo tenía todo, no le faltaba nada. Bueno, quizás sólo una ducha, pero, por lo demás, no le faltaba absolutamente nada. Sólo se acomodó, con sus ojos cerrados, y, ante una cabeza fría y relajada, vaya que sí estaba relajada, se dejó ir, sin ninguna técnica, sin ningún esfuerzo, se entregó a lo que yo llamo “sueño”.

 

Pero aquello no duraría mucho, al menos no tanto, o tal vez sí. Sophia se despertó asustada, pues, ¿a quién no le asustaba “Pulp Fiction” a plenas siete y media de la mañana? Bueno, era ya tarde, y ni Emma ni Sophia se habían asomado por la oficina, Emma por elección, porque podía, y Sophia porque podía dormir el tiempo que la dejaran dormir, vaya don, vaya vocación, vaya pasión, qué envidia. “Pulp Fiction” era cuando Gaby llamaba, “The Godfather” cuando era Volterra mismo quien llamaba, para Irene tenía “Mah Na Mah Na”, risible y ridículo pero acertado, para Camilla tenía “Twisted Nerve”, aquella canción de silbidos que terminó por hacerse famosa tras Kill Bill, para Natasha tenía “Four To The Floor” de Starsailor aunque sólo tenía los primeros veinte segundos, alargados en instrumental, porque era poderoso e intenso, para Phillip tenía el tema principal de James Bond y, para Emma, con mucho cariño, elegancia, ridiculez, burla, amor y respeto, le tenía el tema principal de “Sex & The City”. Pero Sophia sólo calló su teléfono y siguió durmiendo al ver que Emma dormía angelicalmente entre sus brazos, hasta le parecía que sonreía. Jamás había logrado dormir así, Sophia quería tomarse un poco de crédito por tenerla así de muerta, pero la verdad era que le alegraba que Emma pudiera dormir tanto, pues no había sentido que se moviera en toda la noche, aparentemente no lo había hecho, pues estaba en la misma posición en la que se había dormido al Sophia estarle dando besos en su cabeza y paseando sus dedos entre su cabello. Se reacomodó, escuchando la suave vibración de su iPhone sobre la alfombra, pues hasta para eso había sido un tanto inútil, o había sido a propósito, arrojarlo sobre el suelo para que no vibrara sobre la madera de la mesa de noche.

 

- Gaby- llamó Volterra nuevamente, por novena vez desde las siete y media. - ¿Ya vino Emma?

 

- No, Arquitecto, todavía no- le respondió, viendo la hora en el monitor de su ordenador, las ocho y media, Emma ya tenía una hora y media de retraso, Sophia una hora y quince minutos. Volterra suspiró en inmensa frustración, pues aquello le asustaba, Emma nunca llegaba tarde y, siempre que no llegaría a trabajar o se atrasaba, llamaba a Gaby para que mantuviera al tanto a quien fuera por si preguntaban por ella, ¡y Sophia! ¿Estaría tan enojado con él que había decidido tomarse el día libre? ¿Estaría contemplando la renuncia? Saludemos a un Alec Volterra en una etapa, de su día y de su vida, a la que llamaremos: Frustración y Angustia Suprema.

 

- ¿Y Sophia?

 

- Tampoco

 

- Gaby, si en media hora, Emma no aparece…- suspiró de nuevo, sabiendo que aquello estaba mal, mal en ambos sentidos, tanto por Emma como por él. – Tengo una reunión y no puedo hacerlo personalmente- dijo, y se le notaba nervioso, Volterra no era de los que no terminaba una idea para empezar otra.

 

- Dígame, Arquitecto, ¿qué puedo hacer por usted? – abrió su libreta de apuntes, aquella que cambiaba cada tres meses por todo lo que apuntaba para hacer, de todo lo que Emma le pedía que hiciera.

 

- Si en media hora Emma no aparece, quiero que vayas a su apartamento y la busques…

 

- No tengo la dirección, Arquitecto

 

- Sesenta y Uno y Madison, el edificio 680 y el apartamento es el once… once “B”- titubeó, sabiendo que era el peor de los errores, pues, el solo hecho de mandar a Gaby a donde Emma, era como mandarla donde Sophia, en donde probablemente estarían las dos y, de cualquier forma, se daría cuenta que Emma y Sophia vivían juntas, y ahora, su Arquitecta estrella y la hija de su-alguna-vez-y-hace-años-novia-y-amor-de-su-vida quedarían cuestionadas ante la potencial homosexualidad. Bueno, ¿y a él que le importaba? Le importaba mucho. – Media hora

 

- Está bien, Arquitecto

 

- Mientras tanto sigue intentando localizar a Emma, por favor… y a Sophia también, por favor- Gaby simplemente pensó que Volterra estaba urgido por contactar a Emma por alguna cosa de trabajo, que Emma lo rescatara de algún error en algún plano, o que le ayudara a dimensionar alguna pared o alguna tubería de la “cosa religiosa” que tenía a cargo, proyecto que Emma tuvo que pasar por el simple hecho de que no quería nada religioso en su portafolio, no era su especialidad y tampoco quería verse involucrada en eso, no de manera profesional. Y realmente a Gaby le pareció más importante Emma, pues no le había dicho que fuera donde Sophia, que ni idea tenía de donde estaba viviendo Sophia, con que ni sabía dónde vivía Emma y tenía más de tres años de trabajar con ella; era algo que no consideraba nunca, aunque tuvo que admitir que le había impresionado que viviera en el Upper East Side, tan cerca de Central Park y de la oficina. – Toma un Taxi, te lo reembolsaré luego- y colgó, considerando hablarle a Camilla para decirle lo que había pasado entre él y Sophia, la razón por la que temía su renuncia o su supremo e histórico enojo, pero no pudo, pues su cliente llegó a interceptarlo, dándole luz verde a Emma y a Sophia.

 

- Buenos días, Arquitecta- sonrió Sophia al abrir los ojos y notar que Emma la veía con su mirada adormitada, todavía intentando enfocar la iluminación y las dimensiones. Las ocho y cincuenta y nueve. Era tarde. No. Tardísimo.

 

- Buenos días, Licenciada- dijo entre su voz pegajosa. - ¿Ya viste la hora?

 

- Llegaremos tarde a la oficina- resopló Sophia, abrazando más fuerte a Emma, y Emma que se dejó.

 

- I’m the boss- rió Emma, abrazándola a ella también. – Y no es como que tenga reunión con alguien… es más, no tengo ni proyecto particular, ¿y tú?

 

- Tenía una reunión pero la cancelé ayer para acompañarte a Teterboro- sonrió. – Sólo tengo que ensamblar y pegar las piezas de las cosas de Barbie…

 

- Me encantan tus manos- dijo Emma, como si no hubiera escuchado lo que Sophia le acababa de decir, y besó sus dedos. – Pobres dedos… dejados en el microtapizado de los muebles a escala…- y succionó, a lo largo, su dedo de enmedio. – Mmm… you still taste of me- susurró al sacar su dedo de su boca.

 

- Me alegra que Belinda y Nicole estén a cargo del edificio en Washington…- aquella plática mañanera no era la más coherente.

 

- Rebecca también está, pero de consultora… he dormido tan bien- resopló, dibujando un alocado trayecto superficial sobre el abdomen plano de Sophia, introduciendo su dedo en su ombligo cuando tenía que pasar sobre él.

 

- Has dormido tan bien que no tienes un hilo coherente- rió, rozando su piel contra la de Emma, qué rico, tibio durmiente, su temperatura favorita.

 

- Gracias- susurró, llegando con sus dedos hasta acariciar su pezón derecho, haciendo círculos suaves, un verdadero roce ligero, le encantaba cuando estaba dilatado, pues podía apreciar cada segundo que aquel pezón se tomaba en volverse rígido, en encogerse.

 

- Las que tú tienes, mi amor- le dio un beso en su cabeza. - ¿Cómo estás?- le preguntó antes de que pudiera responderle a su genérico y trillado comentario.

 

- Migraña obsoleta… gracias a ti- sonrió, reacomodándose para colocarse sobre Sophia, abrazando su cadera con sus rodillas y sus muslos.

 

- Gracias a ti, en realidad- susurró, colocando sus manos suavemente sobre las caderas de Emma, las huesudas caderas, que le sentaban femeninamente bien, no eran anchas, tampoco angostas, eran proporcionales a sus hombros, tomando en cuenta que su cintura no era marcada, pues, no tanto, porque sí tenía cintura notable, tenía más que ella, ella apenas tenía una leve curvatura, ninguna de las dos tenía cintura de Claudia Romani, pero quizás el cuerpo de Emma tenía más parecido al cuerpo de aquella modelo, pero sólo de frente.

 

- ¿Por qué?

 

- Porque me dejaste tocarte todo lo que se me dio la gana- susurró casi bajo el nivel del volumen promedio de un susurro, deslizando sus manos por su cintura, hacia el centro para subir por su abdomen, por en medio de sus senos hasta rodear sus senos, que esa mañana se veían mejor que nunca.

 

- ¿Te diste gusto?- Sophia tambaleó su cabeza, intentando decirle que le faltó, y tomó suavemente sus senos mientras se erguía para quitarse el supuesto ayuno, pues prefería comerse los pezones de Emma que comer algo de comida de verdad, y asintió entre sus besos, que iban específicamente a encerrar su pezón, no su areola, sólo su pezón. – Suck it, please…- susurró, tomando a Sophia por la cabeza para enterrarla en su seno izquierdo, y le gustaba que su nariz, tan rígida de la punta, se enterrara también, pues su exhalación le daba cosquillas.

 

- Me encanta cuando me pides que te haga algo- murmuró, tumbándola gentilmente sobre su espalda sobre las almohadas para colocarse ella sobre Emma, para poder succionar a su gusto aquellos pezones.

 

- Tócame, por favor- Sophia no sabía qué tenía aquel “por favor” que la corrompía tanto, que la hacía ceder de inmediato. – Mójame, por favor- ahí estaba de nuevo, aquellas dos palabras mágicas que se resumían a una. – Hazme el amor, por favor- dijo entre un jadeo soplado por aquella leve succión que se convertía, poco a poco, pero muy rápido, en un tirón suave.

 

- Those wishes are my commands- sonrió, volviendo a atrapar aquel ya rígido pezón entre sus labios y sus dientes, y Emma volvió a jadear de la misma manera.

 

- Only those?

 

- I’m a free soul- dijo, mordiendo su areola, cerrando la mordida hasta morder sólo su pezón y tirar suavemente de él con sus dientes. – Under your spell

 

- I’m not a witch- murmuró. – Sometimes a bitch

 

- A Hot…- lamió el rígido pezón. – Sensitive…- una succión. – Smart…Intelligent- otra succión, y sin quitarle los ojos de los suyos. – And Unique Wizardess, then- resopló. – You’re no bitch… you’re an amazing Architect- lamió su otro pezón. – An amazing designer- un beso. – A wonderful friend- otro beso. – An even more wonderful girlfriend…- mordió suavemente su pezón y tiró de él, haciendo que Emma gimiera al compás del abrirse del ascensor, de donde salía Gaby en ese momento y empezaba a caminar hacia la puerta del apartamento. – A bedazzling woman… my woman- guiñó su ojo al tomar aquel pezón entre sus labios, succionándolo fuertemente y tirando de él hasta estirar un poco la piel de su seno, no dolía, parecía doloroso, pero a Emma le gustaba.

 

- Completamente tuya- dijo entre dientes ante aquella mirada que se cerraba en lujuria total mientras mantenía succionado su pezón y se arreglaba el flequillo derecho tras su oreja. “By God, she’s mesmerizingly stunning”. Y soltó aquel pezón, con aquel sonido labial que decoró con una sonrisa juguetona y seductora, y, ¡oh, no!, llamaron a la puerta. - ¡Dios!- gruñó Emma entre una risa, cortando todo aquel momento. – Seguro Józef dejó subir a alguien de un Courier porque no nos vio salir- suspiró con una risa de frustración.

 

- Yo iré si prometes que vas a dejar que me coma…- dijo, acercándose a su oído. – Your tight little asshole- susurró, que a Emma casi se le sale el corazón por la boca, casi le sale corriendo en tremendo caos, y sólo sonrió, viendo a Sophia retirarse de encima de ella de un movimiento totalmente magistral, que tomó su bata del suelo y salió de la habitación, cerrando, tras ella, la puerta, y colocándose la bata al cuerpo, sólo para darse cuenta que no tenía correa alguna, ah, era la bata de Emma, que no sabía si podía calificarse como bata o como un simple cobertor adulterado, pero Emma no logró esperarse a que Sophia llegara, por lo que se puso de pie para tomar una bata del baño, pues la bata de Sophia no era tan apropiada para recibir al del Courier. Error número-ya-perdí-la-cuenta, abrir la puerta sin preguntar quién es.

 

- ¿Licenciada?- se asustó Gaby, intentando, aunque no pudiendo, ver que Sophia estaba en calidad de recién despertada y semidesnuda, pues se notaba que, bajo esa bata negra, no había nada más que piel y vergüenza ante el momento.

 

- Gaby- siseó, tratando de guardar la calma.

 

- Perdón… estoy buscando a la Arquitecta Pavlovic- dijo rápidamente, viendo que, al pie del sillón, tras Sophia, reposaban dos bolsos, y uno era de Emma. – Creo que el Arquitecto Volterra me dio mal la dirección, se ha de haber equivocado…- sonrió, sabiendo lo que pasaba pero no queriendo hacerse a la idea. - ¿Podría darme la dirección del apartamento de la Arquitecta, por favor?- dijo, materializando una libreta, pero Sophia no era capaz de pensar, sólo de intentar respirar, tampoco era tan policrónica, no cuando estaba nerviosa, y Emma salió de la habitación, amarrándose la correa de la bata, y era lo malo de andar descalza, que Sophia no escuchaba sus pasos.

 

- Mi amor… sólo firma de recibido y regresa a la cama, por…- dijo, viendo a Gaby a la puerta. – Favor…- concluyó, queriendo que la tierra se la tragara. – Gaby- siseó, igual que Sophia hacía unos segundos. Y Gaby las vio, primero a Sophia y luego a Emma, a Sophia de nuevo, luego a Emma, aquello era más avanzado de lo que ya sabía, y sólo supo maldecir a Volterra por haberla llevado al lugar en donde su mente se corrompería, donde se imaginaría a su Jefa y a la sobrina de Volterra, involucradas sexualmente, pues no sabía si sentimentalmente también. ¿Lo sabía Volterra? Qué importaba, Gaby no diría nada, por respeto y deuda a Emma, y porque no era su secreto para compartir, más no sabía que Volterra ya sabía, y que había varias personas que ya sabían. Pero ahora se explicaba el por qué de muchas cosas, y supo calcular el génesis de aquella asumida relación.

 

- Arquitec…ta…- suspiró en asombro, pues tampoco era actriz para disimular y tomar aquello a la ligera.

 

- ¿Qué haces aquí?- dijo, acercándose más a la puerta, acariciando el hombro de Sophia para dejarle saber que tenía que seguir respirando.

 

- El Arquitecto Volterra me mandó para saber si estaba viva, porque le urge hablar con usted- dijo, desviando su mirada hacia el suelo, viendo aquel par de pies que eran tan perfectos como sus pantorrillas, sus rodillas, sus muslos, sí, Gaby las recorrió a ambas, era inevitable ante el morbo de la simple idea. – Creo que es algo de lo de la iglesia que está diseñando- pero la mirada perpleja era imborrable. – También ha estado preguntando por usted, Licenciada Rialto

 

- Gaby, necesito que me hagas un favor- dijo Emma, notando, por su mano, cómo Sophia lograba recuperar el aliento con el tan solo escuchar de las hermosas palabras de respeto: “Licenciada Rialto”. – Dile a Volterra que se acuerde que le dije que no le iba a ayudar con esos planos, porque no me gusta meterme con los religiosos… y que se acuerde que tengo que recoger a mi papá en Teterboro, que se olvide que voy a llegar, al menos no hasta el día después de mañana…que deje de ser tan paranoico, que mi ausencia no tiene nada que ver con lo que pasó ayer- sonrió. – Pero díselo así como te lo he dicho… o dame esa libreta y el bolígrafo y se lo escribiré yo- rió, creando, con esa risa, una atmósfera más relajada, bueno, menos tensa, menos de sorpresa.

 

- ¿Licenciada?- murmuró, viendo a Emma apoyar la libreta en el hombro de Sophia para escribir rápidamente aquello.

 

- Agrégale que el enojo ya se me pasó, por favor, mi amor- aquello era tan obvio, siempre fue obvio, tan obvio que casi nadie lo notó, bueno, nadie lo notó, y ese “mi amor” era tan cursi y cariñoso que a Gaby le robaron la concentración al ver cómo se trataban a puertas cerradas. – Que llegaré mañana, y que espero que podamos tener un almuerzo con ambiente suizo- Emma sólo asentía y seguía escribiendo en aquella letra ligera y rápida, era su letra normal, no la de Arquitecto, y era un tanto inentendible, pues la “q” y la “g” eran iguales, a veces las palabras eran una sola línea que se doblaba para no dejar ningún espacio entre las letras, y todas las mayúsculas eran de imprenta, el resto, de no ser por las “b” y las “p”, eran cursivas, pero no separaba las letras; escribía recto y pequeño, y lo coronó con aquella firma corta.

 

- Aquí tienes, Gaby- sonrió Emma. – Y puse también que tienes el resto del día libre- dijo, alcanzándole la libreta y el bolígrafo, Gaby asintió en modo mudo. 

 

¿Qué pasó ayer? No, esto no es la película, es más bien una realidad ficticia, y era lo mismo que se preguntaba Gaby en cuanto a las dos, ¿qué habría hecho Volterra para que ninguna de las dos quisieran ir a trabajar? Pues, dejando a un lado que estaban terminando de hacer el amor, quizás a media acción o encaminándose a una hermosa acción. También Sophia se preguntaba qué había pasado entre Emma y Volterra, cosa que no pasaba recíprocamente para Emma entre Sophia y Volterra, porque ya lo sabía. Y, ¿qué pasó? Bueno, esto:

 

Lunes, primer día del mes de Julio, 2013; primer día del año fiscal.

- Por el “Estudio de Diseño y Construcción Volterra-Pavlovic”- dijo la Arquitecta Fox, que todos levantaron, a plenas ocho de la mañana, sus copas llenas, hasta la mitad, con Moët Ice Impérial frío. - ¡Salud!- y aquellas dos botellas de Champán se desvanecieron en las gargantas de todos los integrantes, qué buen día, un día totalmente distinto para todos, lleno de confianza, que seguramente Segrate habría visto con escepticismo y Bellano con repugnancia.

 

- Jefa- sonrió la Arquitecta Hayek para Emma.

 

- No, Belinda… sigo siendo Emma, nada de “Jefa”, por favor- rió avergonzada, apenas pudiendo disimular sus mejillas sonrojadas. – El “Jefe” sigue siendo Volterra

 

- ¿Por qué lo dejas ser el jefe cuando yo sé que tú fuiste la que movió cielo, mar y tierra para tenernos repletos con Trump?- Emma se encogió de hombros ante dicho comentario, pues era cierto, pero ella no tenía materia de ser la autoridad suprema a pesar de que le gustaba serlo. - ¿Quién hubiera dicho que aquella niña, que vino hace casi seis años, no estaría asegurando trabajo, dinero y prestigio ahora?- Emma no sabía cómo responder a los halagos, suponemos ella y yo que son cosas que vienen en la configuración femenina. – Sólo quiero que sepas que es un placer trabajar para ti

 

- No trabajas para mí, trabajas conmigo- sonrió, viendo a Sophia de reojo, quien platicaba con Volterra, se hablaban en italiano, eso lo notaba Emma por la cantidad exagerada de gestos que aquellas palabras llevaban por defecto, ¿por qué estaba Sophia tan enojada? ¿O era Volterra el enojado? – Discúlpame un momento, por favor- dijo, volviéndose completamente hacia aquella acalorada pero susurrada discusión, que ambos se detuvieron al sentir que los observaban, y sólo alcanzó a leer, de los labios de Volterra, un absurdo: “No tienes idea de lo que has hecho”. Sophia simplemente respiró hondo, cerró los ojos y sacudió su cabeza para sacudirse el enojo, sí, Sophia era la enojada, ¿qué le había dicho Volterra? y caminó hacia su silla, dejándose caer al lado izquierdo de la silla de Emma, pues, a Emma le gustaba tenerla cerca en todo momento, más entonces porque habían dejado de compartir oficina.

 

- Será breve, lo prometo- dijo Volterra con su tosca voz, elevándola para que todos escucharan y tomaran asiento, en cuenta Emma, al lado izquierdo de Volterra, quien se sentaba a la cabeza de la mesa, frente a ella se sentaba la Arquitecta Hayek, a su lado derecho la Arquitecta Fox, la Arquitecta Ross al lado de Sophia. – El año pasado, Bergman fue invitado a la Universidad de Londres para dar ciertos Seminarios y Talleres, pero, al parecer, la Universidad no está satisfecha con la presencia que aquel material dejó en las memorias de sus alumnos…- dijo, aclarándose la garganta mientras Sophia se relajaba al sentir la mano de Emma tomarle la suya por debajo de la mesa, pues frente a Volterra no les gustaba ser cariñosas en lo absoluto, por Camilla y porque era realmente incómodo. – Este año han acudido a nosotros para hacer lo que los de Bergman no pudieron hacer

 

- ¿De qué son los Seminarios y los Talleres?- preguntó el Ingeniero Pennington desde el otro lado de la mesa, de punta a punta.

 

- Son cinco Seminarios de Arquitectura, uno de Ingeniería y dos talleres de Diseño- dijo como breve descripción de las categorías. – El de Ingeniería, para el que había pensado que fueras tú- dijo, refiriéndose a Pennington. – Es de “Ambiente de Construcción”… el de “Técnicas de Dibujo Conceptual” lo había pensado para Ross, el de “Luz e Iluminación” para Fox, “Cultura Visual y Material” para Pavlovic, “Planeación, Diseño y Desarrollo” para Hayek, “Planeación Espacial”, el primer taller, para Rialto, “Análisis y Visualización Espacial”, el segundo taller que es el complemento del anterior, para Pavlovic y Rialto, y, para mí, me he quedado con “Historia Arquitectónica”- sonrió. - ¿Quién está de acuerdo con lo que va a tratar?- todos levantaron la mano, qué lindos, parecían alumnos de colegio.

 

- ¿Cuánto tiempo es y cuándo es?- preguntó la Arquitecta Hayek, pues era la única que tenía hijos de los que trabajaban en el Estudio. Ross tenía treinta y un años y apenas experimentaba su primer embarazo, ya de cinco semanas, Fox tenía veinticinco, conocida por tener al mismo novio desde cuarto grado del colegio, Hayek, por el contrario, tenía treinta y nueve, casada con Joshua, un ortodoncista desde hacía quince años, con quien había tenido tres hijos; Nathan de quince, Wilhelmina de doce y Alexa de nueve.

 

- Es en tres semanas, por una semana, del veintidós al veintiséis de Julio, el currículum de cada Seminario y de cada Taller lo tendrán antes del medio día en sus oficinas, ¿alguien quiere retirarse?- dijo, viendo a Sophia, quien le negaba una mirada por respuesta, pues sólo veía hacia abajo; su mano con la de Emma, que el pulgar la acariciaba delicadamente, como si le estuviera sonriendo con el sólo roce. – Pues, en vista que todos están accediendo, los detalles de la paga y del viaje se los mandaré por correo electrónico- dijo, viendo a Emma, quien lo veía a los ojos con enojo, “¿Qué carajo le hiciste a Sophia que le arruinaste el humor?”, sí, eso era lo que gritaba esa mirada seca y fría. – Eso era todo- sonrió, volviendo a ver el resto de rostros mañaneros. - ¿Algo más que alguien quisiera agregar?- todos se negaron con la cabeza, todos menos Sophia, pues ni eso se merecía Volterra en su inmenso enojo. – Bueno, pueden regresar a… a…a lo que sea que tengan que hacer- dijo un tanto frustrado, viendo cómo Sophia se levantaba de primero, en silencio, sin volver a verlo, sólo recogiendo su agenda y su pluma estilográfica roja, la que Emma le había regalado en Navidad, y se retiró suavemente, a paso glacial, como si se deslizara sobre el suelo con la facilidad y la ligereza con la que marcaba sus pasos, y Emma le clavó la mirada a Volterra, esa mirada de haber lastimado a lo que era suyo, esa mirada salvaje y protectora.

 

- ¿Qué le dijiste?- dijo, a secas, hirientemente para cualquiera, hasta para mí, ya todos se habían retirado.

 

- Te lo diré de la mejor manera que conozco- suspiró Volterra. – No te metas en esto- suspiró con aire grosero.

 

- Te pregunté “¿qué le dijiste?”, no que me dijeras si podía meterme o no

 

- Emma, no te metas, esto es entre Sophia y yo- repuso cortantemente ante la corrección de Emma.

 

- Te lo diré una vez, Alec, y sólo una vez te lo voy a decir- dijo con una sonrisa. Eso era la clara señal de que Emma estaba hirviendo por dentro. – Tú puedes hacer lo que quieras contigo, con Camilla, con quien tú quieras… pero si te metes con Sophia, es como que te metas conmigo

 

- Arquitecta Pavlovic, esto no es el colegio- dijo en tono burlón, riendo nasalmente y poniéndose de pie, dándole instantáneamente la espalda a Emma.

 

- Tú no entiendes- dijo, viendo que Volterra caminaba hacia la puerta de salida sin darle la cara. – Al menos dame la cara cuando te estoy hablando

 

- ¿Y qué quieres que te diga? ¿Quieres que te repita que no te metas?- gruñó, volviéndose hacia ella con enojo.

 

- Odio ser la que te de la noticia, Alec… pero yo vivo con Sophia, y Sophia es mi novia, tú no vas a aguantar su enojo todo el día y toda la noche, esa seré yo, y necesito saber qué pasa para poder estar para ella- dijo, en tono sincero, pues tenía razón, y le decía la razón por la cual quería saber, pues no era mera curiosidad, sino para saber con qué trataba.

 

- Ese es tu problema, entonces, no el mío- repuso, volviendo a darle la espalda. Ah, cuánto odiaba eso Emma, le acordaba a su papá.

 

- Está bien, es mi problema, pero deja de causarme problemas tú a mí…- dijo, por fin, qué bien se sentía aquello. – Date cuenta de que tú eres su jefe, el novio que alguna vez tuvo Camilla Rialto… lo único que estás logrando, con lo que sea que estás haciendo, es que Sophia deje de hablar con Camilla y deje de confiarte cosas a ti, y sé que no apruebas del todo mi relación con ella, no sé si eres tú o Camilla, no me importa lo que tú o ella o los dos piensen de lo que tenemos… porque no lo conocen… y, con lo que estás haciendo, lo único que haces, es empujarla más lejos

 

- ¿Por qué pienso que tú le has estado trabajando la cabeza a Sophia para que sea grosera con Camilla?- dijo, volviéndose nuevamente hacia Emma.

 

- ¿Grosera?- preguntó Emma. – No tengo ni la más mínima idea de qué estás hablando

 

- No pretendas estar fuera del plano, Emma- gruñó, caminando hacia ella.

 

- Yo no sé quién crees que soy o qué crees que hago con Sophia… pero te aseguro que, lo que sea que pasa entre Sophia y Camilla es fruto de la relación que mantienen, yo respeto la relación que ellas tienen, respeto la exótica relación que tienes con Sophia… yo no digo nada

 

- ¿Relación exótica?

 

- Sí, ese complejo de papá que has adquirido con Sophia…

 

- ¿Complejo de papá?- repitió un tanto asombrado. - ¿De qué hablas?

 

- Ay, Alec… vamos, yo no soy estúpida, pareces suegro celoso- siseó, intentando contenerse la risa, pues aquel enojo se le convertía en risa cuando veía las expresiones de su atacante. – Tú puedes seguir jugando a ser su protector y su papá y todo lo que quieras, pero espero que, así como yo respeto eso, me dejes estar para Sophia, ¿o vas a estar con ella toda la noche?

 

- ¿De qué hablas?

 

- ¿Tú qué crees?- murmuró frustrada, consiguiendo que Volterra se preocupara y se encogiera de hombros. – Lo que sea que le dijiste sólo tiene dos maneras de tranquilizarse y ambas terminan en llanto hasta que se duerme, y definitivamente, lo que le dijiste, no era ni en el lugar ni en el momento adecuado

 

- ¿Llorar?- repitió, sacando a Emma de su enorme autocontrol, pues eso de repetir las palabras en forma de pregunta, le estaba empezando a desesperar.

 

- Sí, llorar- afirmó. – El hecho de que Sophia tenga veintiocho años no significa que no llora, Alec… y seré muy honesta contigo- dijo, aclarándose la garganta y tomando su agenda, su pluma y su iPhone de la mesa. – Siento que algo en mí se muere cada vez que la veo llorando… y esa sensación no se la deseo a nadie, así de fea es- se puso de pie y deslizó la silla bajo la mesa. – Y, lo peor de todo es que no te das cuenta de la ventaja que tienes conmigo… porque, a pesar de que yo no sé a qué estás jugando, ni con quién, yo puedo ayudarte…

 

- ¿Qué te hace pensar que necesito ayuda?- preguntó justo cuando Emma pasaba al lado suyo.

 

- Sento l’odore della paura- respondió con una sonrisa. – La vostra e la di Camilla… insieme

 

- No sé de qué hablas…

 

- Alec… creo que todavía no sabes con quién estás hablando, con quién estás tratando- dijo, respirando profundamente para medir sus palabras y el tono de ellas.

 

- Está bien- se resignó. – Sophia le dijo a Camilla que dejara de ser la víctima, que dejara de jugar a castigarse todo el tiempo… que si quería arreglar las cosas, por las que se siente culpable, que las arregle… porque eso la haría orgullosa, no que ahora, en este momento, le tiene lástima, porque a las víctimas se les ve con esos ojos, con ojos de lástima

 

- ¿Y tú qué le dijiste a Sophia?

 

- Que no fuera así con su mamá, que la respetara

 

- ¿Te das cuenta de lo que has hecho?- Volterra se negó con la cabeza. – No sólo te metiste en una discusión entre madre e hija, sino que la acusaste de irrespetuosa

 

- No la acusé de irrespetuosa, eso es

 

- No, eso es algo que no entiendes… dime, a quién respetarías más: ¿a la persona que se victimiza y se castiga nostálgicamente todo el tiempo o a la persona que supera eso y hace algo al respecto?- Volterra la vio con confusión, pues entendía a lo que Emma iba, pero así no lo había visto él. – Y ahora, que tú te hayas metido, no sólo la confianza, que había entre tú y Sophia y Sophia y Camilla, ha caído, sino que realmente cruzaste la línea paternal…

 

- ¿A qué te refieres?

 

- Con el mayor de los respetos que usted se merece, Arquitecto Volterra… usted actuó como su papá y, hasta donde yo tengo entendido, Sophia tuvo un papá, que se llamaba Talos Papazoglakis, a quien desconoció como papá y dejó de tenerlo… y no es justo para ella que usted esté jugando a asumir el rol de papá… más cuando se supone que usted es su Jefe y no es, ni siquiera, la pareja de su mamá… Sophia, a sus veintiocho años no necesita que su Jefe juegue a ser la figura paterna por efecto y defecto de una situación nostálgica que tiene que ver con su mamá, ¿me explico?- Volterra frunció su ceño, inhaló profundamente y cerró sus ojos.  

 

- Ayúdame

 

- ¿Qué pretendes que yo haga? ¿Qué vaya corriendo y me disculpe por ti? ¿Qué le diga que le pida perdón a Camilla?- Volterra la vio pensativamente por unos segundos, dudando si asentir o sacudir su cabeza. - ¿Tienes la más remota idea de lo que a Sophia le duele esa autovictimización en la que vive Camilla? ¿De lo inentendible que es eso para ella? ¿Lo doloroso que es no tener respuestas porque nadie se las quiere dar, porque nadie se las puede dar?

 

- ¡Soy un ogro!- siseó, como si estuviera pensando en voz alta.

 

- Tú también sufres de lo mismo que Camilla… deja de culparte y haz algo al respecto, dale a Sophia su espacio porque, mientras no seas su papá, padrastro o figura paterna por adición a Camilla Rialto, no puedes cruzar esa frontera… cuando lo seas, quizás los tengas…

 

- ¿Qué te hace pensar que algún día voy a ser algo con Camilla?

 

- Alec…- resopló. – Sophia le dice eso a Camilla y Camilla corre a ti para contártelo, ¿qué es eso?

 

- Todo un malentendido- dijo, poniendo su mano sobre el hombro de Emma.

 

- Entonces dejen de hacer cosas buenas que parecen malas, por la salud del hígado y de los lagrimales de Sophia, ¿sí?- Volterra sólo asintió en silencio, Emma no sabiendo que Volterra, por dentro, sólo quería retroceder en el tiempo, y no exactamente en el momento en el que Camilla fue suya, sino hacía veinte minutos, para no decirle a Sophia lo que a Emma no le había dicho, pero que se enteraría, “Tu mamá es una mujer perfecta, actúa como su hija, sino no te la mereces como mamá”. ¿En qué momento de furia se lo dijo? ¿Qué lo había poseído? ¿Cómo hablarle así a Sophia? ¿Por qué hablarle así? – Tómate un café, te ayudará a distraerte- sonrió Emma, dándole unas palmadas en la espalda. – Estaré en mi oficina, revisando los documentos para la ventana de Londres, porque, si tú y yo vamos a ir, tenemos que arreglar todo para que Natasha no tenga ningún problema, tenemos que dejar todo firmado y sellado, con cobros programados hasta para luego de Londres

 

- Deja eso… lo haré yo, no te preocupes…- la vio con ojos de “Would you please clean my mess?”, y Emma asintió, retirándose de aquella sala de reuniones, dejando a aquel hombre apoyado en el respaldo de la silla donde se había sentado Sophia.

 

Salió, cerrando la puerta tras ella, pues estaba acostumbrada a cerrar esa puerta al ser la última que salía, siempre, pero también lo hacía por costumbre general, pues, en su casa, puerta que se abría era puerta que se cerraba, y esa regla iba junto con que, si una puerta estaba cerrada, se tenía que llamar antes, pues por algo estaba cerrada la puerta, pero, al vivir sola por cinco años, aquella costumbre se había ido olvidando y sólo se le olvidaba cerrar la puerta de su propia habitación. Vio el ya reambientado espacio que la rodeaba, no le molestaba, no le incomodaba, pero tampoco le fascinaba, simplemente era irrelevante, o a Emma le parecía ridículo el mínimo cambio, pues todo era por asimilación de Trump Organization, y, lo peor de todo, era que la sala de reuniones quedaba hasta lo que Emma llamaba “la octava Avenida del Infierno”, pues estaba de punta a punta con su oficina al estar del lado nuevo del Estudio. Taconeó sobre sus Fendi negros, sintiendo cómo sus dedos, al tener agarrada la agenda y la pluma, rozaban con el denim de su jeans J. Brand y la seda de su blusa de patrón de leopardo; desmangada, muy fina y nada densa, hasta un tanto transparente, nada que un sostén del mismo color de su piel no pudiera solucionar, y no se diga de lo estilizada que se veía con su moño improvisado, que se lo había hecho mientras caminaba hacia el Estudio al haber salido tarde por estarse sintiendo mal, mal en el sentido físico, de salud, pues tenía dos o tres días de estarse sintiendo sumamente cansada, con una maldita migraña que se burlaba de ella cada vez que se levantaba o se sentaba, que era peor cuando se acostaba, pues era simplemente su recuperación de un resfriado sin gracia que había tenido la semana anterior.  

 

- Arquitecta, tiene dos mensajes- dijo Gaby, interceptando a Emma en el camino a su oficina de siempre. – Uno es de su hermano y el otro es de su hermana, los dos pidieron que por favor los llamara cuanto antes, es urgente- aquello no sonaba nada bien, pues si Marco había llamado no podía ser nada bueno, en lo absoluto. Volvió a ver a Sophia, que estaba atrapada al teléfono mientras revisaba su agenda con sus nuevas gafas Carolina Herrera, pues sus Vogue habían sufrido un terrible asistente en cuanto Phillip la había tumbado sobre el sofá y se había acostado encima de ella hacía una semana, Sophia riéndose a carcajadas Sophia, pues le daba cosquillas tener ciento ochenta y cinco libras encima, y no sabía por qué, y sus gafas volaron de una misteriosa manera y Natasha, por quitarle a Phillip de encima, los había arrojado, de una accidental patada, contra la pared y los había quebrado. Se veía hermosa, aunque enojada, pero Emma no podía resistirse a verla con tanto cariño, se sacudió en un escalofrío y se sintió realmente mal. – Arquitecta, ¿se siente bien?

 

- Sí, sí…- balbuceó, desviando la mirada de su novia.

 

- Está muy pálida

 

- Me siento bien, Gaby- sonrió forzadamente. - ¿Algo más?

 

- No, Arquitecta

 

Emma sólo asintió y entró a su oficina, no cerrando la puerta por desubicación repentina, pues se mareó abruptamente y sólo supo llegar a su silla para postrarse débilmente sobre ella, cosas de la migraña. Respiró hondo, intentando recuperar sus múltiples sentidos al masajearse sus mejillas, sus pómulos y suavemente sus ojos para despertarse, pues creía que tenía un turbo desvelo; no había podido dormir muy bien por el mismo. Levantó la vista y logró enfocar, sí, seguramente era el desvelo, y alcanzó su iPhone para iniciar una llamada por Face-Time con Laura, su hermana menor. Esperó a que le contestara y no obtuvo respuesta, intentó de nuevo y tampoco. Estuvo a punto de intentar al temido, o tal vez no temido, pero si incómodo, al número de Marco, ah, las ventajas de tener todos un iPhone.

 

- Ciao- murmuró Emma, viendo a su hermana, por primera vez, desde hacía cuatro años. Eran parecidas, pero nunca iguales, al menos no físicamente, ambas parecían haber sido diseñadas por la mente de la Santa Belleza Universal y parecían haber sido cinceladas y coloreadas por la mano de la Santa Precisión y el inevitable Pecado del Deseo. Laura era de rostro más largo y menos ancho, tenía una frente un poco más amplia, pero que se la disimulaba con el flequillo, ojos más pequeños y del color de un Tequila Reposado por naturaleza, las cejas eran menos anchas, y no bajaban en una disimulada curva, sino en una remota esquina, era de nariz respingada aunque un tanto redonda de la punta, los labios eran lisos y de una sola curva, no en estilo coseno como los de Emma, la sonrisa no era exactamente recta, sólo la dentadura superior, pues la corrección de la dentadura inferior se la había quitado antes de tiempo, pero no le impedía que fuera blanca, reluciente como la de sus hermanos y la de su mamá. A pesar de tener sólo veinticinco, parecía mayor de lo que era, quizás por las repercusiones de tanto sol, pues tenía unas cuantas superficiales arrugas en los ojos y en la sonrisa, que Emma tenía las de la sonrisa también, pero sólo esas, y Laura tenía muy marcado el ceño, aparentemente lo fruncía mucho.

 

- Suora Emma- resopló Laura, viendo que Emma tenía cara de “al grano, por favor”. - ¿Cómo estás?- dijo en aquella voz rasposa, como la de Emma, pero ya con un acento de un acostumbrado griego flojo y haragán, pues ya no vivía en Tripoli, ya Libia no era para ninguno de los dos, y se habían mudado a Creta nuevamente.

 

- Bien, ¿y tú?

 

- Bien, también- sonrió, y a Emma le dio una terrible envidia, de la nostálgica, pues Laura se movió y alcanzó a notar aquella playa paradisíaca en el fondo. – Espera un segundo, voy a ir por Marco

 

- ¿Marco está contigo?- murmuró Emma, colocando horizontalmente su iPhone sobre el escritorio, reposando su barbilla sobre sus manos, sobre el escritorio, qué cansada estaba.

 

- Sí, aquí está con Lucia- sonrió. – Lucia es la novia, por cierto… porque supongo que no has hablado con Marco desde hace mucho

 

- Estás en lo cierto…- murmuró incómodamente, pues no estaba muy lista para ver a Marco ese día, nunca lo había estado, no en los últimos cinco años, casi seis, pero ese día en especial, no era bueno para volver a verlo. Vio a Laura llamarlo y, en cuanto menos supo, aquella cara de ángel hipócrita había aparecido en la pantalla también.

 

- Hola, hermanita- le sonrió. Se veía diferente, al menos no tenía esa vibra de arrogante que tenía hace cinco años, casi seis.

 

- ¿Cómo estás?- intentó sonreír, pero no pudo, no porque no quisiera, sino porque no tenía fuerzas para sonreír, hasta hacía demasiado con no ceder al cansancio y a la migraña.

 

- Muy bien, ¿y tú? ¿Te sientes bien?

 

- Sí, estoy bien- sonrió con lo único que pudo, con la mirada, pues los labios no le servían para estirarlos mucho. – Estoy un poco ocupada, ¿cuál es la urgencia?

 

- Bueno… - dijo Marco, y suspiraron los tres al mismo tiempo. – Es papá

 

- ¿Qué con papá?- preguntó Emma, logrando abrir los ojos.

 

- ¿No has visto las noticias?- Emma sacudió la cabeza. - ¿No te ha dicho mamá?

 

- ¿Por qué no me dicen ustedes en vez de estar preguntándome si lo sé? Porque está claro que no lo sé- dijo Emma, a secas, intentando hacer aquel momento incómodo y cansado lo más corto posible.

 

- Papá está en el hospital- Emma logró despertarse y erguirse.

 

- ¿Qué tiene? ¿Qué le pasó?- y se preocupó, sí, sería inhumano que no lo hiciera.

 

- Le dispararon- dijo Laura, sintiendo las primeras ganas de llorar al respecto.

 

- A él y a otros seis consultores- añadió Marco, completando la información.

 

- ¿En dónde está? ¿Cómo está?

 

- Está aquí, en Creta, en el hospital

 

- ¿Qué carajo hace en Creta?- gruñó Emma.

 

- Pasó en Atenas… - dijo Marco, aquel hombre fornido, de rizos rubios y flojos, que se complementaban con una barba espesa que le robaba la inocencia que su rostro emanaba.

 

- ¿Y qué carajo hace en Creta si pasó en Atenas?

 

- Es más barato- respondió Marco.

 

- Ustedes sí que no piensan, ¿verdad?- dijo, elevando la voz. – Papá trabaja para el gobierno, ¿por qué mierda no lo regresaron a Roma?- ambos se quedaron callados. - ¡Respóndanme!- y, sí, Emma gritando, gritando por el hombre que le solía gritar, enojada porque no lo trataban como un papá, sino que, aparentemente, pensaban más en ellos. – Es increíble- suspiró en enojo. - ¿En qué estado está?

 

- Inconsciente, ha perdido mucha sangre…- dijo Marco con la voz quebrada, pues aquella mujer, la que le gritaba, le daba miedo, por primera vez, Emma le daba miedo, pues tenía la autoridad para dar miedo, para infundirlo, y sería tan grande que lograba transmitirlo a través de un teléfono.

 

- La bala, o las balas- dijo, poniéndose de pie, sintiendo todos sus huesos quemarle los músculos, o los músculos los huesos, simplemente le dolía todo. - ¿En dónde están?

 

- Una en la pierna, le atravesó la pantorrilla, la otra en la columna

 

- ¿Qué tan bueno es el servicio? Sean honestos, por favor- dijo Emma, caminando por su oficina, necesitaba respirar aire puro, no, no, necesitaba una cajetilla de cigarrillos, fumarlos todos de una vez, pero, en vez de eso, se empinó una botella de agua, sin gas.

 

- No es malo- dijo Laura.

 

- ¿No es malo? ¡Eso no me sirve de nada!- gruñó, conteniéndose las ganas de arrojar el teléfono contra la pared.

 

- No podemos costear otra cosa, y no podemos contactar a mamá, no sabemos por qué…

 

- Mamá está en Barcelona, no la metan en esto…- suspiró. - ¿Qué tan estable está?

 

- Pues, está en coma, ¿no me escuchaste?- gruñó Marco, y Emma vio el mismo rasgo violento de Franco en él, y vio el mismo rasgo sumiso de ella en Laura al intentarlo calmarlo.

 

- No me hables así- le exigió Emma.

 

- No se peleen, por favor- murmuró Laura. – Esto es por papá, no por nosotros

 

- De ser por papá, Emma dejaría que se muriera- se carcajeó Marco, recibiendo una palmada incómoda de Laura sobre su hombro.

 

- No lo creo, sino no hubieran acudido a mí… porque ustedes no quieren que papá se muera- dijo a secas, bajando el teléfono, dándoles un vistazo de lo que era su oficina. – Me importa un carajo lo que piensen o quieran, aquí se va a hacer lo que yo digo, y punto, ¿entendido?- ambos hermanos se vieron en estado mudo. – Averigüen qué necesita papá para ser trasladado a Roma o a Nueva York, costos de todo… y quiero lo mejor, el mejor servicio que exista, ¿de acuerdo? Y lo quiero para ayer

 

- Yo no soy un empleado tuyo- gritó Marco justo cuando Sophia entraba a la oficina de Emma.

 

- Perfecto, entonces deja que se muera y adiós a tus comodidades- sonrió Emma, viendo a Sophia a los ojos, indicándole que entrara y cerrara la puerta.

 

- Te llamaremos en cuanto tengamos todo listo, aunque es preferible que vaya a Nueva York- sonrió Laura.

 

- ¿Por qué?- Sophia sólo escuchaba aquella voz, que era muy parecida a la de Emma.

 

- Es un escándalo en Roma, no puede ir ahí… seguramente lo matan si no se muere

 

- ¿Saben qué?- gruñó. – Averigüen todo para que lo traigan a Nueva York, yo veré lo legal y todo lo que tenga que ver con él aquí…- suspiró. – Yo sí lo voy a cuidar bien, aunque no lo merezca de mi parte- y colgó, cayendo sentada sobre uno de los sillones que tenía en la pequeña sala de estar.

 

- ¿Qué pasó?- murmuró Sophia, acercándose lentamente hacia Emma para sentarse sobre sus piernas.

 

- Es mi papá- suspiró, abrazando a Sophia por su cintura.

 

- ¿Te hizo algo?

 

- No, está en el hospital

 

- ¿Y piensas traerlo aquí?

 

- Es mi papá, sobre todas las cosas es mi papá, y se merece el mejor trato…

 

- Me encantas- sonrió Sophia entre su susurro, sintiendo los labios de Emma unirse con los suyos. Eso era reconfortante para Emma, para las dos, para el enojo y para la aflicción, y era la debilidad colectiva, a tal punto de que Sophia tomaba a Emma por las mejillas para aferrarse a ella, así como Emma lo hacía por su cintura, por debajo de su blusa Etro. – Right now… you’re the only one that I want, the only one that I truly love… the one I care most- se volvieron a unir en un beso cariñoso, de esos que las hacían un potencial llanto nostálgico y romántico, y las manos de Emma subían hasta los hombros de Sophia, todavía por debajo de su blusa, acariciaban toda su piel, pues Dios era tan grande que había dejado inventar el Latex Bra para no tener ni un tan solo impedimento en su espalda, no para acariciar aquella perfecta y tibia piel, notar las marcas de sus vertebras.

 

- Licenciada Rialto- irrumpió sorpresivamente Gaby en la oficina de Emma, encontrándolas in fraganti, en pleno beso, que yo no supe saber quién era la más sorprendida entre las tres. – Perdón, perdón- murmuró, volviéndose a la puerta, ruborizada totalmente.

 

- Gaby, espera- balbuceó Sophia, haciendo que Gaby se diera la vuelta y la viera todavía sentada sobre el regazo de Emma. – Dime- sonrió, pasando su brazo por el hombro de Emma.

 

- Ya vino Mrs. Madrid- dijo totalmente nerviosa.

 

- Mi amor… creo que tengo que retirarme… - murmuró para Emma, plantándole, frente a Gaby, un beso corto pero significativo, en sus labios. – Nos vemos para almorzar

 

- A las dos en punto, mi amor- dijo, reteniendo la tos que no sacaría por dolor torácico que le había dejado aquel resfriado, y sacó las manos de la blusa de Sophia y la vio salir de su oficina. – Gaby, espera

 

- No se preocupe, Arquitecta- murmuró. – Yo no diré nada

 

- No, no es sobre eso…

 

- Le juro que no voy a decir nada- repitió.

 

- Tranquila, Gaby… sólo quiero que me pongas a Romeo Roberts al teléfono- sonrió.

 

- ¿Algo más?

 

- Sí, tranquilízate, por favor… y si tienes preguntas o comentarios que quieras hacer sobre lo que viste, adelante, ahora es el momento adecuado

 

- No, no, no…- dijo rápidamente. – Es su vida privada, Arquitecta- sonrió. - ¿Algo más?

 

- Sólo a Romeo Roberts, dile que es urgente- Gaby agachó su cabeza y se retiró, intentando quitarse aquella imagen de la Arquitecta y la Licenciada en plena demostración de afecto.

 

Había demasiadas cosas buenas sobre los Roberts, no sólo Natasha, que era la mejor del conjunto de la Baza que tenían, pero también era que conocían a todos los que se debían conocer, a todos los que se podían conocer, y eran capaces de mover sus influencias en un simple restaurante hasta en la oficina de migración para obtener los permisos necesarios, algo un tanto ilegal, o quizás alterado, pues, para el final del día, Emma ya tenía permisos migratorios para una estadía indefinida, que había sido aprobado no sólo por la autoridad de migración, sino también acotejado por Lenox Hill, para que, al aterrizar Franco Pavlovic en Teterboro, el helicóptero del hospital lo trasladara hasta ahí y lo pudieran tratar de inmediato. Y, en todo aquello, en aquel ajetreado día, lleno de malestar, mucho trabajo, pues la carpeta del Seminario y el Taller que tenía que preparar con Sophia, terminó por llegar, muerta en cansancio, a las siete de la noche a su apartamento, en donde se arrojó en la cama, sin quitarse los zapatos, ni nada, simplemente se arrojó.

 

- Mi amor… tienes que comer, por favor- murmuró Sophia, haciendo que Emma abriera los ojos después de haberse quedado instantáneamente dormida.

 

- No tengo hambre- balbuceó, sólo queriendo llorar del dolor, pues realmente sentía morirse, o eso quería.

 

- Por favor- susurró, acariciando su espalda por sobre la camisa, que ya le había quitado los Stilettos y Emma ni había sentido en qué momento, así de cansada estaba. – I made you a Mozzarella, Cheddar and Monterrey Jack, with some scallions and mint, Grilled Sandwich

 

- Sounds delicious… but I’m not hungry- balbuceó de nuevo sin abrir los ojos, sólo quedándose ahí.

 

- No te dejaré ir a trabajar mañana si no comes- y santo remedio, Emma hizo todo el esfuerzo por sentarse sobre la cama, y fue cuando abrió los ojos y vio a lo mejor que podía ver, a su novia, que no sabía en qué momento se había vuelto tan cursi y se había enamorado tanto de aquella rubia que, a pesar de estar enojada, sonreía el noventa y nueve por ciento del tiempo, pues ese uno por ciento no sonreía porque estaba dormida. - ¿Qué?- sonrió sonrojada al ver cómo Emma la veía.

 

- You’re so beautiful- susurró, abriendo la boca para morder el sandwich que Sophia le alcanzaba.

 

- And you’re so not okay- resopló. - ¿Qué sientes?

 

-¿Mi novia jugando a ser doctora?- resopló en respuesta Emma, viendo que Sophia vestía únicamente la bata Carine Gilson negra, que era transparente menos de los bordes y de los cordones, y podía ver todo su cuerpo. Nadie entiende cómo o por qué ponerse algo transparente, pues, yo tampoco lo entiendo, más cuando se trata de estar desnudo bajo una tela transparente, pero era la confianza de la desnudez dentro de la ropa, que podía jugar el papel de provocador o de timidez.

 

- Nunca- rió. – But you look like shit

 

- Ese es uno de los mejores halagos que me ha dado, Licenciada Rialto- sonrió, notando que la migraña ya no era tan fuerte.

 

- No soy especialista en poesía- dijo, introduciendo nuevamente el sandwich en su boca. – Pero hago el intento

 

- Gracias…

 

- Las que tú tienes, mi amor- rió nasalmente, mordiéndose la lengua. Ah, era ese humor el que a Emma le gustaba, que todo podía estar terriblemente mal, pero Sophia sabía cómo suavizar las cosas, al menos distractora era. – Come on… eat

 

- Está muy rico- dijo, dándole dos mordidas al sandwich y acabándoselo, bueno, la mitad, pero eso era suficiente, al menos para Sophia.

 

- Buen provecho- sonrió. – Son las ocho y media, ¿quieres dormir ya?

 

- Tengo un poco de calor… ¿me acompañarías a una ducha?

 

- ¿Qué te parece si te doy un masaje y luego una ducha? Así duermes de lo más relajado que se pueda

 

- Me gusta cómo piensas, mi amor- sonrió, sacándose su blusa y quedando en su sostén, que Sophia se lo arrancó suavemente, sólo para ver sus senos antes de retirarse a recoger una toalla y el aceite Clarins que tenía una eternidad de estar ahí, desde que Emma le dio aquel masaje cuando era Sophia la que estaba enferma. – Should I lay on my back?- preguntó en cuanto Sophia extendió la toalla blanca sobre la cama.

 

- On your belly- sonrió, y Emma le hizo caso. – Espera aquí un segundo- se puso de pie y se dirigió hacia el gabinete de las sábanas, toallas y cobijas, de donde sacó dos toallas grandes y las enrolló, colocándolas bajo el vientre de Emma, para que su trasero quedara elevado, las intenciones eran claras, hasta Emma lo sabía.

 

- Licenciada, ¿está planeando violarme?- susurró Emma, colocando su rostro sobre la toalla, sobre su mejilla derecha.

 

- Jamás- resopló sarcásticamente. – No pudimos hablar mucho en el almuerzo- dijo, colocándose, de rodillas, al lado derecho de Emma, encarando su espalda ortogonalmente, sólo para ver su cara, no le gustaba hablarle a la espalda de Emma.

 

- ¿Me vas a contar lo que pasó con tu mamá y Volterra?- suspiró, sintiendo el aceite caerle a lo largo de su columna vertebral.

 

- Si tú quieres…- susurró, enterrando suavemente sus dedos alrededor de los omóplatos de Emma.

 

- Cuéntame si quieres que sepa

 

- Quizás te suene infantil

 

- Creo que nunca te he juzgado… no creo que sea momento para empezar a hacerlo

 

- Pues, te conté que ayer llamó Nene, ¿no?- dijo, refiriéndose a Irene, su hermana.

 

- Sí, que quería hacer el curso de química orgánica y latín, ¿verdad?

 

- Sí, pues, la cosa era que los cursos los da la Sapienza pero, por ser fuera de matrícula, los tiene que pagar, en total eran seiscientos euros creo, un poco más o un poco menos, algo así… le dijo a mi mamá que costaba la mitad porque ella tenía la otra mitad, pues, para que mi mamá no gastara tanto, pero mi Nene no consideró que tenía que comprar cuatro libros, su propio equipo de laboratorio, que igual lo tendría que comprar en un futuro

 

- ¿Qué equipo?- las manos de Sophia se deslizaban deliciosamente sobre aquella espalda, deshaciendo suave y lentamente cada espasmo muscular, que tenían nombre y apellido.

 

- Su propia pinza de metal, un set de bisturís, un mortero y un pistilo, y no sé qué más… la cosa es que, al final, le faltaban otros cuatrocientos euros, casi quinientos… le preguntó a mi mamá si tenía dinero, le dijo que sólo tenía cien euros más… para no hacerlo tan largo, me llamó para preguntarme si le podía dar el resto, yo le pregunté por qué no me había dicho desde el principio, que eso yo se lo daba todo para que no tuviera que gastar ella de sus ahorros ni que mi mamá tuviera que gastar

 

- ¿Qué dijo?- suspiró en cuanto Sophia se concentró en sus hombros, que estaban rígidos, como una roca.

 

- Me dijo que no se le había ocurrido, que hasta se había sentido bien al pagarlo todo sin tanta ayuda de mi mamá, porque sabe que a mi mamá no le sobra el dinero… pero, lo que me asustó es que me dijo que mi mamá, a partir de eso, había dejado de comer, que estaba, literalmente, a pan y agua- y suspiró frustradamente. – Me levanté en la madrugada para llamarle a mi mamá y preguntarle qué pasaba… y me dijo que ella le estaba dando todo lo que tenía a mi hermana, me enojé y le dije que por qué no me había dicho que estaba corta de dinero, me dijo que ese no era mi trabajo, le dije que mi trabajo podía pagar más cosas, y que ella era importante también… y me dijo lo más doloroso que he escuchado: “el ayuno me lo merezco desde hace tiempo”, entonces todo terminó con que le dije que se dejara de castigar por alguna estupidez del pasado, que deje el pasado ir, porque ya pasó  no puede hacer nada por cambiarlo… pero, que si quiere hacer algo, que lo arregle en la medida de lo posible, que con castigarse no va a hacer que las cosas cambien por arte de magia, y que a mí, lo que una víctima me inspira es lástima, y yo no quiero tenerle lástima a mi mamá, porque eso sería perderle el respeto… y que yo no iba a dejar que ella misma me hiciera perderle el respeto, entonces que hiciera algo y me hiciera sentir orgullosa

 

- ¿Y dónde está Volterra en todo esto?- murmuró Emma entre quejidos por los dedos de Sophia que se deslizaban con tanta facilidad por el aceite, y ahora, que se encontraban en su cuello y en su nuca, la migraña se le estaba empezando a disipar todavía más.

 

- Llego a la oficina, dejo mi bolso y Volterra me intercepta, para reclamarme que por qué había irrespetado a mi mamá… y que me diera cuenta de la excelente mujer que era mi mamá, que era perfecta… y que, si yo no podía lidiar con eso, que si no podía respetarla, que no la merecía como mamá

 

- ¡¿Qué?!- espetó Emma.

 

- Le dije que tuviera cuidado con lo que me decía… porque, de cada historia, hay dos lados, y él sólo conoce el que le apetece escuchar, y que a mí me importa un carajo si sigue queriendo a mi mamá, si le debe algo mi mamá a él, si él a ella, pero que las cosas entre mi mamá y yo, son entre ella y yo y que, la próxima vez que hable con mi mamá, que le diga que no sólo le estoy perdiendo el respeto, sino también la confianza… porque eso de correr a Volterra para quejarse, o yo qué sé, está bastante infantil

 

- Por eso no me dijiste nada- susurró Emma.

 

- Pues, claro… te tengo muchísima confianza, pero en ese momento estaba enojada con mi mamá, y cuando estoy enojada digo cosas de las que me arrepiento, aunque no me arrepiento de lo que le dije a ella… - se deslizó al trasero de Emma, a masajearlo suavemente, pero le encantaba separarlo con sus manos y que él se resbalara de sus dedos para unirse de nuevo, le encantaba ver su discreto agujerito, que, entre aquella revivida cólera, se le antojó saborearlo.

 

- ¿Cómo te sientes?- balbuceó, cambiando de mejilla y subiendo sus brazos a la altura de su rostro.

 

- No sé qué le pasa a mi mamá y tampoco sé qué le picó a Volterra… me regañó como si fuera mi papá, ¡ni siquiera mi papá me regañó así, nunca!- siseó entre su inmenso asombro. – Luego pasó por mi oficina y me pidió disculpas… sólo le dije que, por favor, no se le olvidara que es mi jefe, no mi papá, ni el novio de mi mamá, que si quisiera tener el más mínimo de los derechos, que al menos fuera el novio de mi mamá… I just think we had a bad day

 

- Had?- susurró. – That’s simple past… the day isn’t over… yet- sonrió, y, aunque Sophia no pudiera verlo, lo supo. - ¿Qué quieres hacer para que el día mejore antes de irnos a dormir?

 

- I want to forget… I want us to forget the many obstacules…

 

- ¿Y qué tienes en mente?

 

- No es lo que tengo en mente… es lo que tengo entre las manos- resopló, apretujando suavemente su trasero, pues sus manos se deslizaban alrededor de él.

 

- ¿Cómo es que puedes estar tan enojada y, al mismo tiempo, tener el mejor humor del mundo?- las manos de Sophia se deslizaron por el interior de sus muslos que, con los meñiques, rozaba aquella fusión que era tan sensible en Emma, que le daba cosquillas, que la hacía temblar internamente y la hacía intentar retener sus jadeos, o sus pujidos de placer.

 

- Hay varias razones- sonrió, volviendo a acariciar la parte interna de sus muslos. – Y diré dos puntos- Emma sonrió ante aquella expresión, que había sido adecuadamente aprendida y empleada. – El enojo causa arrugas, me llevaría al potencial descontrolado uso de Botox y Colágeno- rió. – Además, estaría creando un desbalance de glucosa e insulina en mi sangre… que, de igual forma, creo que es sinónimo  de un pronto envejecimiento físico y químico… y no quiero flacideces, ni arrugas, ni algo que me puedo evitar, o posponer lo más que se pueda…- sus manos iban desde el interior de su hendidura trasera hasta el interior de sus muslos, sólo jugando a desesperar a Emma. – Y, por último, el enojo no es contigo… el enojo es con Volterra, la frustración es con mi mamá y la preocupación es con mi hermana

 

- ¿Y conmigo?- susurró, contrayendo sus entrañas ante el roce de los pulgares de Sophia, que presionaban sus labios mayores y se deslizaban hasta su trasero para presionarlo.

 

- La demencia- rió, y Emma también. Es que Sophia tenía ese poder, esa habilidad para poder balancear sus dolores con sus risas, sí, ella, alrededor de Sophia, sólo sentía paz que, bueno, no le llamaba “paz” porque no sabía que eso era en realidad, pero sabía y entendía que, cuando Sophia no estaba, algo le faltaba, y no era precisamente el sexo, a pesar de que estaban sexualizadas al máximo por todo lo que no habían practicado desde que perdieron sus respectivas virginidades, sino era esa voz mimada con las palabras arrastradas y flojas que eran la influencia de un griego inconsciente que era parte de la profundidad y la base de su inglés pero no de su italiano, ni del supuesto “baile” que le hacía al español.

 

- La demencia le sienta muy bien, Licenciada Rialto- exhaló Emma, sintiendo cómo Sophia canalizaba sus emociones “negativas” y las guiaba a sus dedos para contribuir a su relajación, y se preguntó por qué no le había pedido un masaje antes, o por qué no se había dejado tocar tanto antes, y, claro, era porque prefería tocar a ser tocada, quizás por Franco, quizás por manía adquirida o inventada, pero lo cierto era que no le gustaba que la tocaran tanto, por eso odiaba los masajes y sólo se sometía a uno cuando realmente lo necesitaba, que no pasaban de uno al año, a veces cero al año, pero, ahora, con Sophia, que la tocara todos los días por treinta horas si quería.

 

- Arquitecta, es que usted no sabe la mano tan buena que tiene mi novia- resopló, apenas acariciando los bordes de su agujerito trasero, viendo cómo Emma se contraía tiernamente ante la lisa caricia que el aceite le daba. “She’s a Killer”.

 

- Creo que tiene las dos manos buenas- rió Emma, frustrándose ante las manos de Sophia, que subían por su espalda baja hasta sus hombros, y quiso decirle que no, que por favor bajara sus manos a donde las tenía antes, que por favor las dejara ahí, que ahí tenía todo su estrés, o que ahí quería tenerlo, pero el matrimonio de su Ego y su Orgullo no se lo permitió. – Porque cada día te veo más atractiva

 

- ¿Y eso es malo?- murmuró, colocándose sobre Emma, abrazando sus muslos con los suyos, dejando que los bordes de seda de su bata le rozaran la piel, pero el sentido del tacto de Emma estaba tan agudo como su sentido de la vista, que, a pesar de que no veía, sabía cómo Sophia la veía, con qué intención mental la acariciaba a pesar de que aquello era una obvia provocación, y sabía que Sophia no dejaba de ver su trasero, vaya fijación, y era una que ambas compartían. Su pubis, cubierto por nada más que piel, se unía con el yacimiento de su trasero, y Emma lo sentía.

 

- I’m loving it- y separó un poco sus piernas dentro de lo que los muslos de Sophia le permitían, invitando todavía más a la mirada de Sophia, quien deslizó nuevamente sus manos hasta su elevado trasero, pues, no estaba tan elevado, pero sí le daba un mejor ángulo visual. – Y, en realidad, debo decir que usted, Licenciada Rialto, tiene el mejor par de manos que conozco…

 

- ¿Por qué lo dice, Arquitecta?

 

- Porque, la manera en que usted me está tocando… me provocan las ganas de pedirle que me toque más- resopló, embistiendo suavemente, con su trasero, el pubis tibio de Sophia. – Aunque creo que estoy un poco…

 

- Aroused?- susurró, colocándose al lado izquierdo de Emma y acercándose a su oído.

 

- Oh yeah

 

- Time for payback - sonrió a su oído, introduciendo, intempestivamente, su dedo medio y anular derechos en su vagina, provocándole un gemido genuino a Emma.

 

- Payback?- preguntó entre dientes, saboreando los dedos de Sophia en sus adentros.

 

- Sí… por las veces que me has provocado y no he podido quitarme las ganas, por la vez que me prohibiste correrme- y sus dedos iban cada vez más profundo. – Por haberme hecho olvidar mi nombre…por no haber aparecido antes en mi vida… por haber mantenido mi vagina en tremenda espera- rió mientras movía sus dedos dentro de Emma. – Pero…- dijo, irguiéndose y sacando sus dedos de la vagina de Emma, quien acompañó la acción con un quejido, no por dolor sino porque los estaba sacando cuando se sentía demasiado bien dentro de ella. – Tú tienes ese dolor de cabeza… y tienes que descansar…

 

- No me puedes dejar así- rezongó al abrir sus ojos. – No es justo

 

- Payback…- sonrió, dándole una nalgada demasiado sabrosa, que sonrojó a Emma del placer que sintió.

 

- En mi vida te vuelvo a negar un orgasmo, sola o acompañada

 

- ¿Lección aprendida?- levantó su ceja, así como Emma la levantaba.

 

- Tengo a la mejor profesora, Licenciada Rialto- sonrió, colocándose sobre su espalda para erguirse lentamente, notando que el dolor de cabeza todavía estaba ahí, omnipresente, pero que era cada vez más débil.

 

- Así me gusta- guiñó su ojo. - ¿Ducha?

 

- Sólo si me dejas… tú sabes…- sonrió, ladeando su cabeza hacia un lado, con aquella sonrisa juguetona y seductora.

 

- ¿No vas a dejar que me corra? – Sophia se negó con la cabeza. – Entonces no hay ducha

 

- Como quieras- rió, halando la toalla y arrojándola, a ciegas, por la habitación. - ¿HBO?

 

- Abrázame

 

- Now we’re talking

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