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Antecedentes y Sucesiones 14

en Lésbicos

- ¡Emma, Tesoro!- gritó burlonamente al abrir la puerta de par en par. A Emma se le fueron los colores luego de que los colores del arcoíris le pasaran por su cara, no por miedo sino por vergüenza.

 

- Arquitecta, perdón- se escabulló Gaby entre los brazos extendidos de aquel hombre que simulaba algún tipo de grandeza bíblica con ellos.

 

- Señora der Bosse- sonrió Emma avergonzada. - ¿Me disculpa un momento?

 

- Claro- dijo con las huellas de aquel sobresalto.

 

- Si gusta, puede hojear los portafolios para encontrar un estilo que se acerque a lo que le interesa- sonrió de nuevo, abriéndole las dos carpetas rojas. Ella sólo asintió mientras veía su reloj, algo que, en el mundo de Emma, no era nada bueno. Emma se puso de pie y, con un sobresalto vuelto perfecto enojo, no enojo de verlo sino enojo por esa entrada de campeonato, como si se tratara de Pedro por su casa luego de la Guerra caminó hacia él. – Tú- gruñó, y lo tomó del brazo para sacarlo de su espacio laboral y cerrar la puerta tras ella. - ¿Qué demonios haces aquí?

 

- Tesoro- sonrió grandiosamente. - ¿Cómo estás?- la tomó de las manos y estuvo a punto de besarlas, pero Emma jamás, ¡jamás!, se dejaría besar por él, por esa cosa.

 

- De pie- espetó. - ¿Qué buscas aquí, David?

 

- Arquitecta, ¿quisiera que llame a Seguridad?- preguntó Gaby en una pequeña vocecita de no saber si hacía lo correcto o no, no por Emma sino por él, pues nunca le cayó bien y nunca la había tratado bien, más que todo porque siempre se refirió a ella como La Secretaria: “Secretaria, comunícame con Emma.”

 

- Gabriela- espetó él, y ambas, Gaby y Emma, espetaron un “Gabrielle” en sus mentes. – Sólo será un minuto

 

- Mi paciencia está a punto de terminarse, David. Así que te pregunto de nuevo…- dijo entre un suspiro.

 

- Ya sé, ya sé- la interrumpió, y cómo odiaba eso Emma. – “Qué hago aquí”- murmuró como para sí mismo. – Sólo vine a avisarte, personalmente, que estoy muy alegre que estaremos trabajando juntos de nuevo- Emma sólo respiro hondo, con una pesadez que tenía nombre: “Volterra”. – Pues, en el mismo aire, al menos- sonrió. - ¿No me das un abrazo de bienvenida?

 

- Escúchame bien- se acercó a su rostro con furia. – Aquí las cosas ya no funcionan como cuando te fuiste, aquí las cosas funcionan como yo digo. Aquí la que manda soy yo, así que no me interesa cómo es tu contrato pero date por informado que, con la primera cagada, por más mínima que sea, conmigo, con algún proyecto o con cualquiera en el Estudio, no voy a dudar ni un segundo en sacarte de nuevo, ¿me entendiste?

 

- Capisco, preciosa- sonrió. – Allora, ¿qué dices si, cuando termines con tu cliente, vienes conmigo a celebrar con unas copas?

 

- Y la cagada cuenta en mi vida fuera del trabajo también

 

- Sabes que no puedes despedirme por una cuestión personal; ya dos veces sería abusar

 

- No cuando es sexual harrassment, porque la segunda ya sería más difícil de sacudir- sonrió, y David se dio por enterado que no estaba jugando. – Además, será mi palabra contra la tuya, así que ten cuidado- él levantó las manos para librarse de una anticipada culpa.

 

- En ese caso, Arquitecta Pavlovic, la veré el lunes a primera hora, ¿verdad?- sonrió, que intentó ser el altanero de siempre, pero hoy ya no tenía cómo escudarse en nadie, ni siquiera en Bellano porque ya no estaba.

 

- Gaby, que el Ingeniero Segrate vea la salida del edificio hasta el lunes por la mañana- dijo suavemente sin quitarle la mirada desafiante de la suya.

 

- Ingeniero- dijo Gaby. – ¿Sería tan amable de acompañarme?

 

- Con todo gusto, Gabriela- asintió de esa manera que era evidente para el agrado de Emma y él y sus protuberantes entradas de denso cabello negro, cabello al que Emma alguna vez lo vio parecido al cabello de un Ken que alguna vez tuvo su hermana, le dieron la espalda y se alejaron por el pasillo.

 

- Disculpe la molestia, Señora der Bosse- se disculpó sinceramente ante la mujer de cabello rubio-blancuzco y de ojos penetrantemente celestes, más que los de Sophia, y se asustó al ver que no había tocado ningún portafolio y la esperaba con mirada tensa, espalda rígida y pierna cruzada sobre la cual reposaban sus manos. - ¿Encontró algo que le guste? – ella sólo frunció sus labios por el lado izquierdo y empujó sus perfectas gafas Tiffany.

 

- ¿Su… novio?- preguntó con un poco de indiferencia, pero fue la pregunta la que le pareció extraña a Emma.

 

- Compañero de trabajo- sonrió, volviendo a la hoja de apuntes en donde tenía únicamente el nombre de aquella mujer en tinta azul de su pluma fuente: “Victoria Genevieve der Bosse”, y el tipo de vivienda a remodelar y ambientar: “Condo”. Ni dirección, ni número de habitaciones, ni presupuesto, sólo a esa mujer que, de ponerle un sombrero, podría pasar por Victoria, Duchess of Whatever-the-place-would-be.

 

- ¿Su novio?- repitió, y Emma entendió que la respuesta que le había dado no era adecuada para lo que quería saber.

 

- No- sonrió con paciencia, y la mirada de aquella rígida mujer, tres niveles más que Katherine y con, quizás, cien millones de razones más, se dirigió a las manos de Emma. – Tampoco es mi prometido- y qué le importa, resopló.

 

- Tampoco está casada- ¿a dónde va esto?

 

- No- sacudió sus dedos para reafirmarle aquello.

 

- ¿Más o menos cuánto se tarda en entregar su trabajo?

 

- Bueno, eso dependerá de los ajustes que se acuerden para la remodelación, que es lo más tardado. La parte de ambientación y decor toma más o menos diez días si invadimos

 

- ¿Un estimado?

 

- ¿La remodelación incluye derribar una que otra pared?

 

- Quizás

 

- ¿La cocina y/o los baños deben ser modificados?

 

- Sí

 

- En escala del uno al diez, siendo diez bastante, ¿qué tanto considera usted que se tenga que remodelar?

 

- Siete

 

- Dependiendo de su presupuesto, mínimo seis semanas- sonrió con la seguridad que necesitaba aquella mujer.

 

- ¿Por qué debería escogerla a usted y no a los de Bergman?- sonrió de regreso.

 

- Señora der Bosse- suspiró Emma con una disimulada impaciencia. – Yo no le voy a decir que soy su mejor opción por dos razones- y se ahorró el “y digo dos puntos”. – La primera es que no conozco a los Ambientadores de Bergman, la competencia no es algo que me apasiona, ni para saber quiénes son y para saber cómo superarlos, ni para boicotearlos; prefiero jugar limpio y bajo mi propio estilo y mis principios. La segunda es que no puedo darle una opinión acertada cuando no sé si su Condo es parte de una casa, tipo Townhouse, o si es parte de un edificio como un apartamento, penthouse o no. Tampoco sé qué estilo le gustaría para su comodidad, y no sé si puedo darle lo que quiere con el presupuesto que tenga- sonrió.

 

- Piso treinta y ocho y treinta y nueve del 515- dijo con una mirada más relajada y suave.

 

- Lenox Hill, ¿cierto?- destapó su pluma fuente y empezó a anotar todas las especificaciones.

 

- Cinco habitaciones, cuatro punto cinco baños, sala de estar, comedor, cocina, cuarto de lavandería y Servidumbre- asintió.

 

- ¿Chimenea?

 

- ¿Quiero o tiene?

 

- ¿Tiene?

 

- No

 

- ¿Quiere?

 

- No estaría mal- sonrió, y Emma, con la misma sonrisa, asintió mientras apuntaba aquello en la página del lado derecho, en donde se apuntaban los deseos del cliente, pues, en la de la izquierda, eran datos generales.

 

- ¿Más o menos cuántos metros cuadrados?

 

- Doscientos cincuenta, quizás

 

- ¿Algo en especial que quiera que se cotice con anterioridad?

 

- No tengo prisa- suspiró, sumergiendo su mano en su impecable Birkin Bag negra para sacar una memoria USB. – Aquí están los planos y fotografías de cómo era mi Condominio anterior

 

- ¿Le gustaría algo similar a su Condominio anterior?

 

- Estoy abierta a estilos nuevos, pero los colores me gustaría preservarlos

 

- Entiendo- sonrió y elevó la mirada al terminar de apuntar aquello. - ¿Cambio de piso, alfombrado, cambio de azulejo, cambio de superficies, cambio de escaleras?

 

- Me gustaría quitar todas las molduras, me gustan las paredes lisas

 

- Señora der Bosse, tendré que darle un vistazo a las cláusulas del contrato de compra o arrendamiento del Condominio, pues, usted entenderá que se tiene que jugar bajo las reglas de la administración de cada edificio, más cuando es arrendado

 

- Mi esposo es el dueño del Condominio, pero supongo que puedo darle una copia del anexo de mantenimiento

 

- Eso será más que suficiente

 

- ¿Eso significa que sí hará la remodelación?

 

- Yo le puedo decir que sí, pero no sé si usted quiera adquirir mis servicios

 

- Si es por el precio no se preocupe- murmuró, volviendo a ver su reloj con un poco de impaciencia.

 

- ¿Quisiera una cotización antes de establecer los parámetros del contrato por el proyecto?

 

- ¿Hay variaciones de precio?

 

- Sí

 

- ¿Es primera vez que busca a un ambientador, verdad?

 

- Unos amigos nos dieron el contacto de ustedes y nos dijeron que habían trabajado muy bien y muy rápido, mi esposo sólo sabía de Bergman y, como somos nuevos en la ciudad, mejor buscar una segunda opinión también

 

- ¿De dónde viene, Señora der Bosse?- le preguntó con amabilidad mientras insertaba la memoria USB en su iMac.

 

- Chicago, a mi esposo lo van a transferir en unos meses. Trabajará en éste edificio

 

- Ah, ¿General Electric? 

 

- Sí

 

- Me imagino que no es primera vez que viene a la ciudad

 

- No como turista

 

- ¿Le gusta para vivir?

 

- Es igual de ajetreado que Chicago sólo que con menos viento- sonrió.

 

- Nunca he estado en Chicago- suspiró, volviéndose a la pantalla para copiar los archivos a una carpeta roja. Pero estoy al tanto del vibrador gigante llamado “Cloud Gate”, pervertidos.

 

- ¿Tiene mucho tiempo viviendo aquí?

 

- Mmm… un poco más de seis años

 

- Pero usted no es de por aquí, ¿verdad? – Emma sacudió su cabeza con una sonrisa. - ¿Inglesa?

 

- Italiana- resopló.

 

- Ah, disculpe, es que el acento

 

- Fue el acento que aprendí de pequeña- sonrió. – Señora der Bosse- le alcanzó la memoria USB. – Yo no pretendo aprovecharme de usted y no sé si tiene más opciones o si buscará más opciones, o si tomará en cuenta a Bergman también. Le recomiendo que vayamos por partes hasta que sepa con seguridad si quiere que le haga el trabajo; primero una cotización junto con uno o varios diseños preliminares, luego las modificaciones, luego la remodelación y, por último, la ambientación

 

- ¿Y qué necesitaría para la cotización?

 

- Tomar medidas extras, que me diga lo que quiere y cómo lo quiere, qué pared quiere que derribemos, etc.

 

- ¿Cuándo tiene tiempo?

 

- ¿Le parece bien lunes o martes?- sonrió, alcanzando el teléfono para llamar a Gaby.

 

- Estaré fuera de Manhattan, regreso el veintitrés. El veinticuatro estaría bien si es por la mañana

 

- Gaby, ¿qué tengo a partir del veintitrés de este mes?...- vio la hora en su reloj y sólo supo sonreír. - ¿Y por la mañana?...- y cubrió el teléfono con su mano. - ¿Le parece bien a las nueve de la mañana el viernes veinticuatro?- le preguntó a la Señora der Bosse, quien asintió. – Gaby anótame a la Señora der Bosse a esa hora, por favor. Gracias- y colgó. – Para ese entonces ya habré visto los planos y tendré una que otra idea de lo que usted quiere, una vez vea el espacio físico será más fácil, supongo

 

- ¿Cómo le entrego el anexo del contrato?

 

- Si gusta puede enviármelo de manera digital a mi correo electrónico o tenerlo físico - dijo, alcanzándole una tarjeta de presentación. – O, si gusta me hace saber, por correo electrónico o por teléfono, en dónde dejará la copia para que la recojan de aquí del Estudio

 

- Entonces…- murmuró mientras leía aquella tarjeta. - ¿El viernes veinticuatro a las nueve en el Condominio? – preguntó, poniéndose de pie y llevando su bolso a su brazo.

 

- ¿Le gustaría que le acordáramos con anterioridad? - dijo luego de asentir mientras se ponía de pie.

 

- Estaría muy bien

 

- ¿Con dos días de anticipación estaría bien?

 

- Estaría perfecto- sonrió.

 

- Cualquier cosa que necesite, o que se le ocurra, por favor, no dude en llamarme o en escribirme

 

- Muchas gracias, Arquitecta- le tendió la mano y Emma, con una sonrisa, se la estrechó como si le hubiera acordado un poco a su mamá.

 

- Lo que sea que necesite- dijo con ese gesto que era demasiado de Emma, ese aplanamiento de aire con sus manos mientras sostenía la pluma fuente entre su pulgar y su índice derecho. La encaminó hacia la salida y le abrió la puerta. – Por cierto, Señora der Bosse, ¿puedo saber quién la refirió?

 

- Los Hatcher tienen una casa muy bonita- sonrió y siguió su camino, Emma sólo supo sonreír y se aplaudió mentalmente. Claro que tenían una casa hermosa, ¿quién la había diseñado? ¿Quién sino ella?

 

- Qué tenga un buen día- le dijo a aquella espalda con hombreras que cada vez se alejaba más por el pasillo, que parecía estar desfilando por una pasarela infinita. Bajó su cabeza y, con la misma pensativa sonrisa, cerró la puerta de madera y se dirigió a su escritorio, o esa intención tuvo, pues  se quedó de pie mientras veía el diluvio inundar su pereza.

 

- Arquitecta- la llamó Gaby al Emma no atender al llamado a la puerta. - ¿Arquitecta?- se acercó lentamente hacia donde estaba frente a la ventana, y lo hizo con cautela, pues creyó que estaba enojada. – Arquitecta, ¿está bien?- le tocó el hombro y sintió cómo reaccionaba aquella mujer.

 

- Gaby- sacudió su cabeza mientras pestañeaba de esa manera que delataba su viaje al remoto vacío y, para la sorpresa de Gaby, Emma la abrazó por sus hombros, como si fueran amigas de toda la vida. – Tuve un lapso de perdición- resopló, no sabiendo exactamente por qué le explicaba eso. - ¿Me decías algo?

 

- Sólo quería disculparme de nuevo por la interrupción del Ingeniero- dijo sonrojada. Emma entendió que era por el abrazo, WTF, y, con la sonrisa de “no te preocupes” junto con una sacudida de cabeza, puso el abrazo incómodo en el pasado.

 

- ¿Sophia ya salió?

 

- Sigue en reunión- Emma frunció sus labios y respiró muy hondo, estaba aburrida.

 

- Necesito que imprimas lo que hay en la carpeta roja, dos copias - dijo, idiotizada nuevamente por la vista.

 

- ¿Algo más?

 

- Dile a Volterra que quiero hablar con él, ya sea que él venga a mi oficina o que yo vaya a la suya- Gaby asintió como si tomara nota mental. – Necesito que, en el momento en el que Sophia salga de esa sala, a lo que sea, que la interceptes y le preguntes si tiene ganas de cocinar, por favor. Y, por favor, un poco de agua- Gaby asintió una última vez y, en silencio, se retiró junto con la mirada acosadora de Emma, que sólo sonreía ante la satisfacción de que Gaby tuviera buen gusto para comprar un tacón. Tomó el teléfono y, sin llevarlo a su oreja, marcó el número tres para luego dejarse caer en su silla mientras llevaba el teléfono a su oreja. Y esperó un tono, dos, tres. Cuatro.

 

- ¡Aló!- jadeó Natasha del otro lado.

 

- Oh, do please tell me I didn’t interrupt any procreation process- resopló un tanto sonrojada, pues aquel jadeo era tan familiar y conocido desde que supo cómo era que Phillip y Natasha buscaban preservar la especie a pesar de que no la preservaran en ese momento.

 

- Estoy con Thomas- gruñó, y se escuchó cómo pujaba y dejaba caer algo pesado sobre el suelo. - Fuck- suspiró, todavía agitada. – What’s up?

 

- Besides from the ceiling…- resopló. - ¿En qué andas?

 

- Ando en Reebok- bromeó. – Estoy haciendo lo que Jõao llama “brazilian butt lift”… un tipo de cardio que me dio risa todo el tiempo porque era de sacar y meter el culo y, ahora, básicamente levantar pesas con el culo- rio.

 

- ¿No será con las piernas?

 

- Con los muslos, casi culo, es lo mismo- inhaló la típica congestión nasal que la atacaba cuando sudaba más de lo que se catalogaba como “sexy”. – Estoy por terminar

 

- ¿Thomas está haciendo lo mismo?

 

- No- tosió sin aire. – Está intentando conquistar a la tercera candidata en la banda sin fin- resopló. – Esta sí le ha hecho caso, ahí lo tiene hablando de lo mucho que le gusta Bruno Mars

 

- Y me imagino que a Thomas le encanta y ya están planeando ir a verlo en concierto y todo eso

 

- Y te imaginas bien, seguramente al rato se le pasa la mano y le dan la tercera bofetada metafórica de la tarde

 

- Pobre, dile que digo yo que le doy un diez por esfuerzo y perseverancia, pero que está más que claro que no está buscando en el lugar adecuado

 

- Déjalo soñar- resopló, sentándose contra la pared mientras abría una botella de Vitamin Water Revive. Viva el potasio. – Dice que si Phillip pudo conmigo, y cito textualmente lo que piensa de mí: “una mujer con complejo de mírame y ni se te ocurra mirarme más, mucho menos acercarte, peor tocarme y mimada hasta del culo”- Emma resopló. – Que si él pudo conmigo, con esta gorgeously-perfect-conceited-arrogant-overblown-vain-snooty-bitch- respiró hondo al quedar sin aliento. – Él puede, en sus palabras, con “cualquiera”

 

- Si te das cuenta que cinco o seis de esos adjetivos que te atribuiste son explícitamente sinónimos de “fatuo”, ¿verdad?

 

- Y ese no era el punto, cariño- rio. – El punto era que si Phillip pudo conmigo, él puede con cualquiera

 

- Se le olvida el punto clave

 

- ¿Y ese cuál sería?

 

- Que Phillip sólo tenía que mirarte, así, de reojo, para que tú suspiraras muchas mariposas y glitter y todo lo mawkish que se te ocurra

 

- Oh, Shakespeare, por favor, aclárame el término “mawkish” que esta pobre y analfabeta mortal no ha comprendido- dijo en tono melodramático. 

 

- Aclaremos algo primero- rio. – “Pobre” ni de pobreza ni de desdicha, “analfabeta” no eres porque sabes leer y escribir

 

- Ah, pero “analfabeta” también implica las siguientes variaciones, y digo dos puntos: ignorante. Sin Cultura, mejor conocido como el término “inculto”. Profana en alguna disciplina

 

- Y es por eso, Ella Natasha, que, con esa definición de diccionario, no cabes en la tasa de analfabetismo- rio.

 

- Touché, touché. Pero, ¿qué es “mawkish”?

 

- Cheesy, corny, marica… - sólo escuchó que lanzó una carcajada descarada que la contagiaba.

 

- Sabes- dijo entre su risa en decrescendo. – Ya te extrañaba

 

- Is that so?- dijo en ese tono juguetón, como si no fueran amigas sino algo más, pero no era más que una broma.

 

- Muchísimo, amor- sonrió, y pudo sentir cómo mordía su labio inferior por la misma burla del momento.

 

- ¿Tienes ganas de verme?

 

- Si te veo no respondo- dijo con esa “r” enrollada que implicaba erotismo.

 

- ¿Qué me vas a hacer cuando me veas?- rio, siguiéndole la broma.

 

- La pregunta es “¿qué no te voy a hacer?”- resopló, y, por primera vez, bebió de aquel líquido violetamente granate.

 

- ¿Tienes planes para hoy por la tarde-que-noche?

 

- Mmm- se saboreó el líquido, pero Emma estaba aguantándose la risa al imaginarse cómo todo aquello sonaría. - ¿Qué planes me tienes? – preguntó con un susurro lascivo, así como si estuviera a punto de tener phonesex, cosa que ya había tenido en múltiples ocasiones pero sólo con Phillip porque sabía Dios qué glándula o qué botón le había oprimido para colocarla en modo sexual-activo desde que se acostaron la primera vez.

 

- ¡Uf!- siseó con una sonrisa divertida. – Cena romántica, unas copas, un par de risas cómplices… quién sabe en qué termine

 

- ¡Emma!- gimió calladamente como si estuviera en el apogeo de un inventado y ridículo clímax. - ¿Qué te llevo de postre?

 

- Now you’re talking- rio.

 

- ¿Qué vamos a cenar?

 

- Es sorpresa, Darling

 

- ¿Y cómo voy a saber qué llevarte de postre?

 

- ¿Qué tienes ganas de comer de postre, Nathaniel?- suspiró, que se llevó un sobresalto al Sophia abrir la puerta de golpe, pero sólo sonrió para su sonrisa de “justo a quien quería ver”.

 

- Ahora estoy en el gimnasio, y creo que, por lo mismo, se me antoja todo lo que sea más dulce que aquella torta que te hizo vomitar de tan dulce que era

 

- Siempre tan linda que me acuerdas de mis malos ratos- resopló, no quitándole la vista de encima a Sophia, quien se dejaba caer en su silla para estirarse únicamente de sus brazos y, ya más relajada, quitarse sus gafas para limpiarlas así como siempre las limpió, así como a Emma le daba un minúsculo paro cardíaco por verla demasiado parecida a Volterra.

 

- ¿Qué te parecen unos éclairs de Veniero’s?

 

- No creo que quieras comer algún tipo de crema- resopló.

 

- ¿Me vas a dar algo picante? Porque sabes que para eso soy un poco marica, más conociéndote, que no me sacas tabasco o un jalapeñito, sino que, sólo por atentar contra mi colon, me sacas un Trinidad Moruga Escorpión

 

- Para eso mejor te esperas a mañana, que sale la columna de tu mamá- rio.

 

- Ha-ha, very funny. ¿Me vas a dar algo picante?

 

- Quizás picante no, condimentado sí- Natasha sólo se quedó en silencio. – Y allá va la diarrea mental

 

- ¿Podrías ser un poco menos asquerosa?

 

- Bueno: “y allá van los problemas gastro-intestinales agudos”- rio con burla extrema, haciendo que Sophia se riera nasalmente a pesar de no saber de qué hablaban exactamente.

 

- Está bien, mi querida matapasiones- resopló. – Ya entendí

 

- Oye, yo con eufemismos no merezco que me trates con disfemismos

 

- Como sea, ¿qué te parece un cinnamon pull-apart bread?

 

- Esa es la actitud que esperaba de alguien tan grandioso como tú, oh, gran Nathaniel- dijo burlonamente.

 

- Emmanuelle, te diré lo que siempre he querido decirte: “las mejores amistades están basadas en la impertinencia, la inadecuación y el sarcasmo”

 

- Pues, Natalia, supongo que nuestra amistad está con la base más sólida que pueda existir- se carcajeó.

 

- I love you, Em

 

- I love you, too- sonrió sonrojada mientras escondía su mirada entre sus uñas. Sophia no sintió celos, simplemente le nació una sonrisa de ternura y de alegría sana al saber que Emma le podía decir a su mejor amiga eso que no sabía cómo traducirlo: “yo también te amo” o “yo también te quiero”, maldito inglés y su sencillez, pero, fuera amor o profundo cariño, sinónimo de “te quiero”, también tenía derecho a sentirlo por alguien más que no sólo fuera ella, más cuando se trataba de alguien como Natasha, que era como su otro pulmón, la mitad de su consciencia y un cuarto de su tranquilidad. – And I mean it

 

- Y me has hecho la mujer más feliz en éste gimnasio- susurró con una risita de chiste colegial.

 

- Eso no me dice nada bueno

 

- ¿Por qué no?

 

- Porque no hay lugar más estresante y descompensado, a nivel hormonal, emocional y físico, que un gimnasio

 

- Cierto- resopló. – Pero, como sea, I love you, you idiot

 

- Los insultos son necesarios para el perfecto mantenimiento de nuestra amistad, ¿no?

 

- Pero así me adoras

 

- Eso es cierto, Dah-ling

 

- Entonces- dijo, antes de que el silencio incómodo entrara a la escena. - ¿A qué hora me quieres para nuestra cena romántica?

 

- Seis… pues, para ejercitar un poco la lengua- resopló, como si no les hubiera bastado todo lo que habían acribillado en Los Ángeles.

 

- ¿Es cosa de infieles, de trío masculino, de trío femenino o de cuarteto-o-sea-orgía?- rio.

 

- Orgía, orgía- dijo en ese tono de aclaración pero no se dio cuenta de cómo eso sonaba de mal, tan mal y extraño, y extraviado, que Sophia ensanchó la mirada y la volvió a ver.

 

- Perfecto, entonces estaré ahí a las seis-y-media-siete, con un cinnamon pull-apart bread y con mi señor esposo

 

- Ahí te esperaremos, cariño- sonrió y, sin decirse adiós o algo parecido, ambas colgaron.

 

- Creo que me perdí de algo- dijo Sophia, que Emma sonrió para Gaby, que por fin entraba con su agua.

 

- Gaby, eres una caridad del cielo- le agradeció Emma, llevando el vaso con agua a sus labios y, con su dedo índice levantado, le pidió que se esperara un momento.

 

- Licenciada Rialto, ¿quisiera algo de beber?

 

- Un café, si eres tan amable, Gaby- sonrió, dejando caer sus hombros como si le estuviera pidiendo en forma de plegaria. – Por favor

 

- Claro que sí, Licenciada. ¿Con leche?- sonrió de regreso, Sophia asintió, y se volvió a Emma, quien terminaba su agua y le alcanzaba el vaso. - ¿Más?

 

- Por favor- asintió con los ojos vidriosos por el gas de aquella recién abierta botella de Pellegrino.

 

- Enseguida- y se retiró por donde entró.

 

- Invité a Natasha a cenar, y me estaba preguntando, a su manera, si era infidelidad, trío u orgía- murmuró, girándose sobre su silla para terminar en el escritorio de Sophia.

 

- Swingers, entonces- sonrió, pues ella también podía jugar a eso.

 

- Fair point well made, Signorina Rialto- guiñó su ojo derecho. Eso derretía a cualquiera. - ¿Café?

 

- Estoy que me duermo- suspiró con una sonrisa, cruzando sus brazos sobre el escritorio e inclinándose sobre él con su torso para acercarse a Emma.

 

- Pero, ¿un café?- resopló burlonamente.

 

- Sí, agua sucia- susurró juguetonamente. – Porque eso hace la cafetera que trajo Volterra, ya se acostumbró demasiado al café local

 

- Pero usted, Licenciada Rialto- adoptó la misma posición que Sophia y se acercó a su rostro con el suyo. – Usted quiere un Latte, ¿no?

 

- Primero quiero ahorcar a Alec por haber querido jugar a ser Barista y haber terminado jodiendo la Cimbali- dijo una suave risa nasal y esofágica que lograba enamorar a Emma, más por cómo gesticulaba aquello, como si quisiera morderle los labios, que esa era la intención. – Y, sí, me hace falta mi Latte… el café se me congela de lo asqueroso que sabe, parece una decantación asquerosa, es como si le pudieras sentir las partículas de café entre el agua. Agua sucia

 

- ¿Y te conformas con agua sucia?

 

- Es lo que hay: cafeína o no cafeína, créeme que funciono mejor con cafeína, más en un día como éste- sonrió minúsculamente, lo suficiente como para mostrarle una pizca de la blancura de su dentadura. – Pero no creo que Alec quiera volver a escuchar algún comentario alusivo a la cafetera- resopló, acordándose de la reunión que habían tenido el día anterior, que había explotado en enojo al sentirse agredido después de los inofensivos comentarios de la avería de la Cimbali, de la adorada Cimbali, a quien le llamaban “Doña Cimbali” porque se merecía respeto histórico por hacer el mejor café matutino, que Rebecca y Nicole bebían un Capuccino, Sophia y Volterra un Latte, aunque Volterra era más de café con leche alla americana, y, el resto, o un americano, que era en realidad un Lungo. – No quiero que me acribille así como lo hizo con Clark

 

- ¿Quieres un Latte?

 

- No le voy a decir a Gaby que corra a Starbuck’s a que me compre uno

 

- Yo podría ir a comprártelo

 

- No, no

 

- Sólo tengo que salir y ya estoy casi que haciendo fila- sonrió con esa sonrisa que decía “si tanto se te antoja un Latte, te juro que contrato a alguien para que sólo se encargue de subírtelo”.

 

- Cafeína, eso es todo- rozó la punta de su nariz contra la de Emma, y Gaby tuvo que llamar a la puerta, a pesar de estar abierta, para no interrumpir nada que cayera en la categoría de “para mayores de veintiún años”. – Gaby, eres un ángel- sonrió con la misma caída de hombros, y es que no puedo explicar cómo o qué denotaba o connotaba. – Gracias- suspiró, tomando la taza como siempre la tomaba; con su dedo medio y anular en la oreja, su dedo índice sobre ella, su meñique bajo ella, su pulgar abrazando el resto. Era la taza que Phillip le había regalado “sólo porque sí”, pues había pensado en ella en cuanto la vio: era básicamente un beaker con capacidad de medir trescientos cincuenta mililitros de líquido y que, contra líquido oscuro, o sea café, se dibujaba la molécula de cafeína.

 

- Gracias, Gaby- asintió Emma, tomando el vaso en su mano.

 

- ¿Necesitan algo más?

 

- Yo no, gracias- sacudió Sophia su cabeza a ras de la taza y luego bebió aquello que sabía a un cuarto de lo que un Latte podía saber.

 

- ¿Arquitecta?- sólo para asegurarse.

 

- Gaby, tú que todo lo sabes- se volvió a ella completamente de frente con una sonrisa que, o daba miedo, o daba risa. - ¿Cuál es la súper máquina para hacer café que tienen los del piso de arriba?

 

- No tengo idea, Arquitecta- dijo con miedo de que reventara con ella. – Pero puedo averiguar

 

- No, no te preocupes- suspiró. – Sólo quiero que busques alguna máquina para hacer café, que haga Capuccino y Latte sin mayor problema

 

- ¿Así como Doña Cimbali o como las de Starbuck’s?

 

- ¿Cómo son las de Starbuck’s?

 

- Pues, hay unas que vienen para hacerlo de Pods y no de café recién molido como Doña Cimbali

 

- ¿Has probado los de Pods? – Gaby asintió. - Entre Pods y café recién molido, ¿qué prefieres?

 

- Em, yo creo que no hay nada como café recién molido- intervino Sophia al ver que Gaby se ahogaba en el intento, todo porque sabía que de su respuesta dependería lo que haría la compulsiva de Emma.

 

- Yo no bebo café, por eso pregunto- sonrió para Gaby. - ¿Es mejor el café recién molido?

 

- Y supongo que más barato también- asintió.

 

- Búscame otra Doña Cimbali, entonces, y que la vengan a instalar y con mantenimiento, igual que la anterior y, por la gracia de Dios, inclúyele una garantía de más de un año, por favor

 

- ¿Quiere que la compre?

 

- La donaré a los consumistas de café- sonrió.

 

- Ah, ¿con su cuenta? – Emma asintió. – Como usted diga, Arquitecta. ¿Algo más?

 

- Sólo lo de Alec, por favor- suspiró, y Gaby, con una leve sonrisa, se retiró, cerrando tras ella la puerta. – So, los días de agua sucia están contados, mi guapísima Licenciada Rialto- sonrió en voz baja al acercarse a ella.

 

- Todo lo haces ver tan fácil- dijo como si todavía no terminara de comprender la profundidad de las superficialidades de las decisiones de Emma, esas decisiones que no consideraban todas las variables, sólo un “la compro de Pods o compro La Cimbali”, ese era el dilema.

 

- Porque lo es- susurró con esa sonrisa estúpida que no podía lograr quitarse. – Además, sé cuánto te gusta el Latte y, si en mis manos… - Sophia entrecerró la mirada mientras bebía un sorbo generoso que le calentaba las entrañas. – Y, si en mi bolsillo está- se corrigió con una sonrisa y Sophia se lo agradeció. – Poder darte un Latte como te gusta, ¿por qué no?

 

- How can I not love you?- susurró, volviendo a cruzarse de brazos y acercando su rostro al de Emma.

 

- I know- mordió su labio inferior y vio angelical pero pícaramente hacia arriba. – I’m fucking irresistible- dirigió su mirada, ahora picante y seductora, quizás por la ceja arqueada, a la mirada de Sophia.

 

- The fuck you are- susurró más bajo y se acercó lo suficiente para unir sus labios a los de Emma.

 

- No sabes cómo quisiera subirte aquí- dio unas palmadas a su escritorio. – Bajarte ese pantalón que tanto me está estorbando- dijo contra sus labios y, con el roce de su pantorrilla desnuda en la pantorrilla cubierta de Sophia, logró hacer que cerrara los ojos. - ¿Qué tienes bajo el pantalón?- le preguntó casi inaudiblemente, que sus labios rozaban los suyos al gesticular.

 

- Adivina- la provocó, paseando sus dientes por sus labios, pues cómo quería arrancarle besos y demás. – Y adivina el color también

 

- Sino, ¿qué? – sonrió, devolviéndole las incompletas mordidas.

 

- ¿Me estás retando?- resopló.

 

- Eso es precisamente lo que estoy haciendo

 

- Mmm…- suspiró pesadamente, como si quisiera tragarse sus palabras y simplemente arrojársele en un beso. Era demasiado intenso para ella, intenso para los cinco días que llevaba sin que Emma la tocara porque, para su desgraciada sorpresa, sus días femeninos habían decidido adelantarse y no para bien, no con el mismo modus operandi de asesinar dentro de los límites de la mutilación, pues aquello había parecido un cierto tipo de hemorragia por genocidio uterino. - ¿Qué quieres si tú ganas?

 

- Te lo diré luego

 

- No, ya

 

- Bossy- murmuró para sí misma. – Me gusta cuando te pones así

 

- Ah, ¿a Emma Pavlovic, a la fiera indomable, le gusta cuando la dirigen y le exhortan?

 

- Me gusta cuando me dices “no” con esa seriedad que sólo sabes poner en ese momento, o cuando me dices “tócate”- dijo, y empezó a darle besos cortos sobre sus labios. – Me parece muy sexy- dijo en tono de voz normal y se despegó de ella para tomar su vaso con agua.

 

- ¿Eso quieres si ganas?

 

- Eso es lo que quiero- asintió. – Y, si ganas tú, ¿qué quieres?- y llevó el agua a su garganta.

 

- I so wanna ride your face- Emma se ahogó con aquel agua, entre risa y un “fuck” sonriente que era culpa de lo naughty que eso sonaba. Y Sophia que no pudo contenerse la risa burlona por el ahogo de sorpresa.

 

- Eso puedes hacerlo cuando quieras- tosió, aunque quiso decirle “hazlo aunque gane, porque voy a ganar”.

 

- Y también puedo decirte que “no” cuando quiera- repuso con la sonrisa maquiavélica que personificaba a su ego. Ego, “ego”, con “e” minúscula. – Pero esto es un acuerdo

 

- ¿Cuántos intentos tengo?

 

- Tres

 

-  Tres para color y tres para tipo, ¿verdad?

 

- No, sólo tres para los dos, ¿para qué quieres más?- resopló.

 

- No es muy justo, quieres ganar

 

- Está bien, te doy cinco características

 

- ¿Encaje?- Sophia llevó la taza a sus labios y asintió suavemente. - ¿Menos de dos colores?- sacudió la cabeza. - ¿Dos colores?- asintió pero con su dedo índice. - ¿Colores primarios oscuros?- sacudió su cabeza. – En escala del uno al diez, ¿qué tan cómodo le sienta a tu…?- respiró hondo, considerando la palabra “trasero” un poco fuera de suavidad.

 

- ¿A mi…?

 

- Tú sabes

 

- I don’t know if you’re talking about my pussy or about my ass

 

- Your behind- sonrió.

 

- Mmm…- bebió de su agua y, ante el llamado a la puerta, dejó caer su cabeza en un “fuck this moment”, y lo quiso hacer doble al ver que era Volterra.

 

- ¿Se puede?

 

- Pasa adelante, por favor- le dijo Emma, que, si le pedía un segundo con Sophia, seguramente ardería Troya. – Tiene que ser Kiki de Montparnasse- le dijo a Sophia, que se ponía de pie para dejarlos a solas. – Y así- introdujo su dedo índice derecho entre su índice y dedo del medio de la mano izquierda: tanga. Ella sólo rio.

 

- No quiero ser inoportuno- dijo Volterra, no entendiendo de qué hablaban, pues no debía entender. – Puedo regresar luego si están trabajando

 

- No, yo voy a llenar mi taza con más café nada más- sonrió Sophia, pero Emma le lanzó la telepática mirada de “regresas, por favor”.

 

- Me dijo Gaby que querías hablar conmigo- le dijo Volterra con sus manos en sus bolsillos, como si le hubieran succionado toda la autoridad o jefatura con el cruzar la puerta.

 

- Siéntate, por favor- frunció su ceño y apartó su vaso con agua.

 

- Gracias- haló la butaca en la que aquella Señora se había sentado con anterioridad y se dejó caer con suavidad. - ¿De qué querías hablar conmigo?

 

- Primero te quiero decir que voy a donar una Doña Cimbali al Estudio

 

- ¿Está bien?- dijo entre afirmación y pregunta, ¿qué se suponía que debía responder a eso?

 

- Sólo para que estés al tanto de que no estoy utilizando fondos de VP

 

- Supongo que nos alcanza para una cafetera, ¿no? Digo, no creo que haya necesidad de que la pagues de tu bolsillo si debemos tener suficiente para una

 

- Que se siga utilizando para el café en sí, que tampoco es lo más barato del mundo

 

- Como tú digas, eso es de hablarlo con Moses. Por cierto, ¿en dónde está? No lo he visto en todo el día

 

- Está recogiendo unos planos para Belinda y para Rebecca

 

- Ah, ya veo- suspiró, y dio las típicas palmadas a sus rodillas. Señal de incomodidad.

 

- Ayer en la reunión dijiste que, a raíz de lo de TO y Washington, que los Ingenieros iban a tener las manos llenas- comenzó diciendo.

 

- Puedo explicarlo- la interrumpió.

 

- Por favor- tomó el vaso en su mano y, recostándose sobre el respaldo de la silla, se dedicó a escucharlo.

 

- David sólo tiene un contrato temporal para ayudarme a mí, son cuatro meses nada más y por cuatro meses le he dado el contrato, sólo cuatro meses- sí, ya entendí que sólo por cuatro meses. – Me cayó una casa en los Hamptons y no veo por qué molestar a los Ingenieros cuando ya tienen suficiente trabajo

 

- Y, dentro de todos los Ingenieros habidos y por haber en esta ciudad, David Segrate fue tu elección

 

- Ya he trabajado con él, conocemos cómo trabajamos, y sólo serán cuatro meses… o mientras la construcción se termine

 

- Yo sólo quiero que sepas que, así como se lo dije a David, a la primera cagada, por muy mínima que sea, yo no voy a dudar ni un segundo en sacarlo de planilla

 

- Emma, pero es un buen Ingeniero

 

- Y no lo dudo, pero hay algo que va más allá de lo que pueda saber hacer- Sophia emergió en silencio y Emma, siguiéndola con la mirada para saber si podía confirmar sus sospechas de tanga, la vio sentarse con un poco de incomodidad. – Pero yo no lo quiero alrededor mío, ni laboralmente ni personalmente, que ya le dejé claro que no tengo ningún problema con decirle a Romeo que me ayude a ponerle una demanda por acoso

 

- No te atreverías- suspiró con una suave sonrisa.

 

- Cuando me dijiste el año pasado si podías contratar a Segrate de nuevo, te dije que prefería darle fuego a su salario a pagárselo, y no porque sea un mal Ingeniero, porque no lo es, pero mi paciencia como mujer tiene sus límites y él los sobrepasó quizás antes de tiempo

 

- Lo despediste por una razón personal, no por una razón profesional- intentó razonar lo irrazonable.

 

- Revisa tus parámetros de profesionalismo intralaboral

 

- Revisa los tuyos también- contraatacó, y se sabía que se refería a aquel episodio que nunca debió pasar pero pasó.

 

- Alec, no es nada personal… pero si lo quieres hacer personal, créeme que también puedo hacerlo personal

 

- No quise decirlo así- dijo defensivamente, pues ya veía su futuro en esa conversación, más con la sonrisa que empezaba a crecer en Emma. Ya le sonaba un “el pecado es que me metí con tu hija, eso es lo que te tiene ardido”, pero esas no eran ni las palabras ni las intenciones de Emma.

 

- Sólo quiero que le dejes claro a Segrate, como quien lo contrató, que es tu proyecto nada más, que no crea que lo vamos a contratar de nuevo… y pregúntale por qué lo sacaron de Bergman- sonrió. – Tal vez así te desanimas

 

- Ya le pregunté y dijo que fue un malentendido

 

- Así como con lo mío- asintió. – Pídeles una recomendación a los de Bergman y date cuenta de qué hizo… y pesará en tus hombros si lo hace aquí también

 

- No sé de qué estás hablando

 

- El hombre tiene que comer- sonrió, y, gracias al cielo, le sonó el teléfono. – Un momento- y recogió el teléfono para contestarlo, pues era una llamada que no podía perderse, llamada de trabajo.

 

- Hola, Sophia- se volvió a ella.

 

- Hola- sonrió un tanto incómoda.

 

- ¿Cómo te fue en Los Ángeles? – susurró, cambiándose de butaca para quedar más cercano a ella.

 

- Bien, bien… ¿por qué?

 

- Ah, pues, pregunta, ganas de saber- Sophia arqueó sus cejas y, con un resoplido, llevó su taza de café, que era el mismo de hacía rato, a sus labios para darle un trago generoso. Asco. - ¿Puedo saber a qué fueron?

 

- A una reunión de trabajo- respondió, pues no quiso hacerlo de manera irrespetuosa o responder con ese tono de “¿no es obvio?”, y todo porque el tono de Volterra fue como de una curiosidad disfrazada. Y él como si lo hubieran regañado; cabizbajo y mudo. – Junior quiere que ambiente lo que va a diseñar Emma

 

- ¿Las dos torres?

 

- Pues, todavía no sé si serán dos o más

 

- Creí que ya lo habían hablado eso- frunció su ceño. – Digo, esos eran los planos que vi

 

- No hay planos de eso todavía- susurró, y fue entonces que comprendió. – Junior quiere dos hoteles

 

- Ah, eso no lo sabía

 

- A eso fuimos

 

- ¿Y se los dieron? – asintió. – Felicidades- sonrió él, incomodándose de nuevo.

 

- Y… ¿cómo estás? – la mirada se le iluminó de regocijo. - ¿Qué hiciste para Navidad y Año Nuevo?

 

- Nada en especial, sólo Napoli con mi hermana

 

- ¿Tienes hermana?- siseó sorprendida.

 

- Elsa, y mi cuñado se llama Ariosto

 

- ¿Sobrinos?- ¿primos?

 

- Giordano, Mariano, Rossana y Cassandra

 

- ¡Cuatro!- siseó con una sonrisa, y le alegró saber que, al menos, tenía cuatro primos a pesar de que no los conocía, pues Helena y Melania no habían querido hablarle desde que, supuestamente, desconoció a Talos como su papá.

 

- Casa llena

 

- Mi mamá nunca me dijo que tenías una hermana

 

- Es mucho menor que yo, casi diez años, creo que nunca la conoció- Sophia dibujó una “o” con sus labios y no supo qué más decir.

 

- Perdón por la interrupción, Alec- dijo Emma, relajando a Sophia al rescatarle de aquella incomodidad. – Como te decía… ¿qué era lo que te estaba diciendo?

 

- No sé, pero ya averiguaré bien sobre David y no te preocupes por él, ¿de acuerdo?

 

- Confío en ti que no pasará nada- él asintió y, con un impulso de brazos, se puso de pie.

 

- Bien. Uhm… yo voy a ir a mi oficina que tengo cosas que hacer

 

- Yo en un rato me voy a ir- le dijo Emma, sólo para informarle que saldría a las cuatro y treinta.

 

- Acuérdense de mañana- Emma sólo asintió y lo vio retirarse y cerrar la puerta tras él.

 

- ¿Qué hay mañana?

 

- No sé qué número de cumpleaños sería el de Flavio Pensabene- suspiró. – Para mí es vacación- se volvió a ella con su ceja arqueada hasta el cielo. – Entonces… es tanga y es negra

 

- No- sonrió, tomando su taza de café para darle el último asqueroso sorbo.

 

- Culotte y negro- frunció su ceño, ¿en qué momento se le ocurrió que era Culotte? Sophia sacudió su cabeza. – Commando- susurró.

 

- Creo que perdiste- sonrió al tragar.

 

- No puede ser, tiene que ser trampa

 

- No- sacudió su cabeza con una sonrisa triunfal. – Nada de trampa, simplemente no ganaste

 

- ¿Es azul marino?

 

- No

 

- Pero es tanga

 

- No- sacudió su cabeza una tan sola vez y se puso de pie.

 

- ¿A dónde vas?

 

- A ninguna parte- resopló, quitándose su cárdigan amatista y lo arrojó sobre el respaldo de su silla. Llevó su mano al primer broche del pantalón, que era una lengua que cubría el botón, y, desabotonándoselo y bajando la cremallera, se dio la vuelta y dejó que Emma viera aquello.

 

- ¿Garter?

 

- Yo sé que sabes que no es Garter- dijo, subiendo su pantalón para abrocharlo cuanto antes.

 

- Pero sí era negro- argumentó como si no hubiera escuchado lo último. – Eso es la mitad correcto- Sophia se dio la vuelta y, con travesura en la mirada, se apoyó sobre su escritorio con sus brazos y sus manos, dejando que su rubia cabellera cayera sobre sus hombros forrados de blanco.

 

- ¿Y eso qué significa, Arquitecta?- susurró lascivamente.

 

- No sé- balbuceó, dándole atención visual al escote de Sophia, que no era prominente, en lo absoluto, simplemente tenía un botón que ya dejaba poco menos a la imaginación. – Yo no puse las reglas del juego, pero están inconclusas- murmuró, introduciendo su dedo en aquel botón que no la dejaba apreciar completamente su escote y, de un tirón, liberó el botón. Gruñó al ver el sostén negro que abrazaba con tanto cariño aquellos abultados senos, que no eran sinónimo de ningún Wonderbra sino de un buen sostén.

 

- ¿Cincuenta y cincuenta?- juntó sus brazos para juntar sus senos y Emma dejó caer la quijada hasta el Lobby; treinta y ocho pisos.

 

- S-sure- balbuceó sin concentrarse en aquello al tener toda su concentración en el ajustado y abultado escote de su novia.

 

- ¿Qué ves?- lo apretó todavía más.

 

- El comienzo del Paraíso- susurró, llevando su dedo índice a aquella piel para rozarla. – Como te iba diciendo…- suspiró, introduciendo apenas su dedo entre el sostén y su piel. – Subirte a tu escritorio, bajarte el pantalón, inspeccionar como-se-llame-lo-que-tengas-bajo-él, y comerte

 

- Del uno al diez, ¿qué tantas ganas tienes de comerme?

 

- Cien- susurró para sí misma, pues estaba desconcentrada, y era culpa de su dedo, el cual se introducía lentamente hacia adentro de la copa y ya alcanzaba a rozar cierta piel de especial textura. – Mil… un millón

 

- Sí sabes que después de mis días soy de correrme muy rápido, ¿verdad?

 

- Sí sabes que después de tus días estoy que asesino por comerte, ¿verdad? - rio con su garganta y, ante la risa, Sophia se irguió y se volvió a abotonar la barrera que bloqueaba la imaginación de Emma.

 

- No- gimió como si estuviera en medio de un berrinche. - ¿A dónde vas?

 

- Al baño- sacudió sus hombros ante un escalofrío y tomó su cárdigan; era culpa del frío.

 

- Feliz evacuación urinaria- sonrió desde lejos.

 

- ¿Quién dijo que iba a eso?- mordió su lengua por fuera y Emma, con un gruñido que no logró sacar, se dio cuenta que aquello no había sido totalmente justo, ¿a qué había aceptado con cincuenta-cincuenta?

 

Tomó su agua y, viendo cómo se reventaban las burbujas al salir a la superficie, se acordó de cuando Sophia le había insinuado que lo de ellas era una burbuja y que eventually, it’d pop. Respiró hondo ante el amargo sabor que aquello le dejaba, o quizás sólo era el sabor escondido del agua gasificada. “It would pop” susurró mentalmente entre los tragos de agua, ¿por qué estaba tan sedienta? Bueno, ese no era el punto. “Would” fue lo que le llamó la atención. “It” stands for “bubble”, “pop” is a verb, hence an action: to burst, to explode, to break open; eso estaba claro. “Would” es subjunctive imperfect: “se rompería”, pero también es past tense “se rompió”. ¿O había dicho “it could eventually pop” y ella lo había transformado a “it would”? Porque, de ser “could” significaría que “podría romperse” pero no era un hecho. “Could”≠ “Would”. Posibilidad ≠ Hecho seguro. Bueno, pero Pellegrino estaba diseñado para que las burbujas reventaran en la superficie, era el viaje del fondo a la superficie lo que le tomaba tiempo a cada burbuja, y siempre era un viaje de distinta duración, pues había unas que iban suicidamente hacia la superficie, como si les urgiera, como si fuera competencia, pero había otras, no se sabía si inteligentes o cobardes, que se aferraban al vaso  y no era hasta que la superficie las alcanzaba y las hacía reventar. Colocó el vaso sobre la mesa y, con el golpe, vio cómo las burbujas que estaban aferradas a las paredes del vaso, se desprendían y se reventaban en la superficie. Frunció su ceño y sus labios para sólo saber cruzarse de brazos al ver aquel atentado terrorista.

 

- Jamás te vi tan interesada en el agua- dijo con una leve risa al entrar nuevamente a la oficina. Emma sólo sonrió. - ¿En qué piensas?

 

- Sólo me estaba poniendo en el lugar de las burbujas- respondió, notando, de ipso facto, que aquella respuesta sonaba o muy filosófica o bajo el efecto de alguna droga. – Pues, que hay unas que se aferran al vaso y hay otras que se dejan ir

 

- Todas son burbujas, ¿por qué las diferencias?

 

- Porque hay unas que tardan más en reventarse

 

- Pues, eso es lo que hace una burbuja, ¿no?- sonrió cariñosamente y sin ganas de ofenderla. – Se infla para desinflarse: todo lo que sube tiene que bajar

 

- Sí, eventualmente todas se revientan, es sólo que hay unas que van directo a reventarse y otras que no, que, a menos que hagas que la superficie llegue a ellas, se revientan

 

- Y el hecho de que se revienten es algo malo, supongo, por cómo lo dices

 

- Dejan de ser burbujas, pierden la forma… explotan

 

- Mmm… míralo así- sonrió, acercándose con su silla más al interior de su escritorio para tener su teclado más cerca. – La burbuja sube a la superficie porque oxígeno pertenece con oxígeno, hidrógeno con hidrógeno, y digamos que hablamos a un nivel de completa sencillez

 

- Dejando el lado químico-reactivo a un lado, eso es como que digas que la burbuja se revienta por voluntad propia porque necesita estar con los de su clase

 

- No es porque “necesita estar con los de su clase”, es porque… imagínate cómo es estar bajo el agua, ¿no te ahogas? Pues, por eso subes a la superficie, para tomar aire, ¿no?

 

- Still, it explodes

 

- Cuando dices que te pones en el lugar de las burbujas, ¿estás dentro de una o tú eres la burbuja?

 

- ¿Cuál sería la diferencia?

 

- Si estás dentro de la burbuja, siempre puedes nadar- dijo mientras abría el archivo que había llevado luego de su reunión, el mismo que Emma empezaría con la Señora der Bosse, y Emma, sabiendo que Sophia no sabía exactamente por qué el tema con las burbujas, se sintió más tranquila, pues eso era cierto: podía nadar. – Cambiando el tema, ¿cómo te fue con Mrs. der Bosse?

 

- Es de esos clientes que no sabes si son bipolares o simplemente son extraños- resopló, halando los portafolios, que seguían abiertos, y los cerró para colocarlos nuevamente sobre el estante.

 

- ¿De los que te desesperan?

 

- De los que medio me desesperan

 

- Buena suerte- resopló, presionando un claro “enter” en el teclado y se escuchó el impresor en trabajo.

 

- ¿Y tú?

 

- Para el catorce de febrero, a las seis de la tarde, tengo que haber parido un Penthouse entero

 

- Scusi?- sollozó sorprendida.

 

- 15 Central Park West

 

- ¡Mierda!- canturreó en un susurro. – Ese es de Triple Mint

 

- ¿Eso qué significa?

 

- ¿Que son enormes?

 

- Cinco habitaciones, cinco baños completos, doce espacios… sí, es un monstruo- resopló.

 

- ¿Y qué quiere?

 

- La esposa se enamoró de una sala de estar, así que alrededor de eso voy a hacerlo todo. Me ha dado completa libertad para hacer lo que se me ocurra, claro, después de que me apruebe el diseño inicial

 

- ¿Cuándo tienes que entregárselo?

 

- Hasta el lunes voy a poder ir al penthouse porque ese día se va la esposa de viaje con la hija, entonces una semana después como máximo, ¿por qué?

 

- Suena a que es bastante trabajo

 

- Me dijo, como si no entendiera por qué, que había ido a dos ambientadores más antes de venir aquí y que le habían dicho que era imposible, que con tan poco tiempo no podían hacerlo. Dijo que el dinero no agilizaba las cosas tanto como creía

 

- Seguramente fue a consultar con particulares o de fracciones pequeñas, no con un Estudio

 

- Me dijo los nombres pero no eran de ninguna fracción

 

- Hence, aquí si funciona porque tenemos a Aaron, a Chris y a Jack, que ambos son expansibles

 

- ¿Tú necesitas a Aaron?

 

- Depende de la Señora der Bosse, pero tómalo que es por orden de llegada- sonrió.

 

- Es que si lo necesitas convoco a Jack

 

- Empieza tú con Aaron, y, si me sale lo de la Señora der Bosse, voy a necesitarlo pero para remodelar, que ese grupo de trabajadores no lo utilizarás tú, ¿o sí?

 

- No, yo sólo imagen, no espacio

 

- ¿Ves? Cuando tú estés saliendo de lo tuyo, yo estaré empezando quizás o estaré remodelando- Sophia tomó el teléfono y presionó el primer botón de la columna. – Toma a Aaron, que sé que te gusta trabajar con él- y bajó el teléfono.

 

- Arquitecta, es usted muy amable- sonrió, escuchando el llamado a la puerta.

 

- Los planos se están terminando de imprimir, Arquitecta- irrumpió Gaby, creyendo que por eso la llamaba Emma.

 

- Gracias, pero no era yo, ella- señaló Emma a Sophia para Gaby.

 

- Dígame, Licenciada

 

- ¿Aaron está libre?

 

- Sí- y sacó la libreta, ya sabía. – Necesito a Aaron y a Marcel, que me acompañen el lunes a las diez y media a la ochenta y tres y Park, al quince. Necesito tomar medidas extras. Que me vean en la entrada, en el Lobby, y que sea en punto. Diles que la fecha es el catorce de febrero al mediodía, por favor- sonrió.

 

- ¿Algo más?

 

- Sólo averíguame si hay mármol negro y a qué precio lo tienen

 

- ¿Sino granito negro?

 

- Exactamente- sonrió.

 

- ¿Eso es todo?

 

- Gracias, Gaby- asintió.

 

- So, estaba pensando… si quieres te puedo ayudar- se volvió Emma a Sophia.

 

- ¿No tienes mucho trabajo?

 

- La próxima semana la tengo sin nada

 

- ¿Sin nada?- sonrió traviesamente por el doble sentido de aquello.

 

- Absolutamente sin nada- respondió con lascivia. – Pues, tengo que revisar los planos de la Señora der Bosse e inventarme alguna cosa, que casi igual que tu cliente, la Doña quiere conservar los colores de su antiguo Condo pero está abierta a nuevos diseños

 

- Sí sabes que eso es sinónimo de muchas cosas, ¿verdad?

 

- De “quiero que sea idéntico”, de “no sé qué quiero”, de “diseñe cien cosas y le voy a decir que no a todas porque lo quiero idéntico”, de “quiero diseñarlo yo pero no puedo dibujar y no tengo el conocimiento de contactos y proveedores”, etc., etc., etc.- Sophia sólo rio y se dirigió al impresor. – Si me dio los planos y las fotografías de su Condominio anterior, eso debe contar para algo

 

- ¿Era bonito?

 

- Es claco pero con cierto toque actual; colores tierra, un azul marino por aquí, un granate por allá, un ocre… no hay nada blanco, ni los muebles, y los muebles son de esquinas suavizadas, de madera lisa y tinte uniforme, podría pasar por nogal pero es demasiado sólido el color… no era feo, era habitable, pero demasiado oscuro para mi gusto

 

- Y el Condo de aquí, ¿tiene más iluminación natural?

 

- Y una vista impresionante- resopló. – En Lenox, pisos treinta y ocho y treinta y nueve. Son dos Condos en esos dos pisos, arriba el Penthouse que es más pequeño

 

- Tengo la leve impresión que ya has trabajado en ese edificio

 

- Cuando vine, al principio, Alec estaba remodelando el Penthouse

 

- Interesante- dijo por no saber qué más decir. – Entonces, Arquitecta Pavlovic, ¿cuánto me costará su ayuda?

 

- ¿Cuánto es su presupuesto?

 

- Le di Hourly Flatrate

 

- Ah- rio. – Te gustó mi tarifa, ¿verdad?

 

Y explico: el proceso de cómo Emma estimaba su ganancia (Diseño de Interiores).

0. Iniciación del proyecto: cotización y diseños primarios tenían una tarifa base de, siempre, quince mil dólares.

1. Flatrate per Item: por un proyecto que excedía un presupuesto inicial de cincuenta mil dólares, en especial los que eran de cartera abierta, fuera con buen o mal gusto, se le cobraba el 45% de comisión por todo lo comprado y adquirido, y no necesariamente compraba lo más caro, le gustaba más la calidad. Ese era el precio de lo que estaba en la lista de servicios, pues, cosas como las horas extras, teniendo una base de ocho de la mañana a cinco de la tarde, costaban seiscientos dólares por sobre la base. Eso más lo que se llamaba Manpower Rate, que variaba por la cantidad de hombres que se necesitaban y el tiempo, pero sólo cobraba el 75%, el resto lo ponía ella de su ganancia. Y lo hacía así por si el cliente tenía su propia mano de obra.

2. Hourly Flatrate: trabajaba en base a horas, siempre de ocho de la mañana a cinco de la tarde, sólo que ya por mil dólares dentro de ese margen de tiempo, todo porque caía en los siguientes parámetros: con licencia y acreditación nacional, había tenido ya tres publicaciones, se acomodaba completamente al estilo y al tipo de proyecto y había caído bajo el estatus de “Premium” por haber trabajado con una que otra personalidad de uno que otro gremio, porque era miembro ad libitum de ElleDecor y porque pertenecía a TO. Y mil dólares era hasta poco para Manhattan y para sus parámetros. Las horas extras se marcaban por mil cien. Eso más el 75% del Manpower Rate

3. Area Rate: exclusivamente para espacios comerciales, así como lo hacía con la TO, y cobraba, por pie cuadrado, quince dólares. En asuntos comerciales no se incluía la mano de obra porque la ponían los clientes; una preocupación menos.

El proceso de cómo Emma estimaba su ganancia (Arquitectura).

Aquí no me voy a meter mucho porque se ajustaba para cada cliente, pues estaba la cotización inicial, la misma que para Diseño de Interiores, pero a eso se le agregaba el precio de cada plano y el precio del modelo a escala en caso que el cliente lo necesitara. Luego, no solía estimarlo por una tarifa por hora, pues entonces cobraría mil setecientos como mínimo aunque había clientes que así lo preferían, sino solía hacerlo sobre un porcentaje, y el porcentaje se estimaba a partir del valor del proyecto, de la época del año, del tiempo invertido, etc. Era una tabla que Flavio Pensabene había diseñado, y funcionaba con amabilidad para ambas partes, pues se trataba de una oscilación entre el 5% y el 65%.

 

- Le sale más barato pagarme por hora que pagar por ítem si todo es nuevo- resopló.

 

- Entonces, Licenciada, ¿de cuánto es su presupuesto?

 

- De…- suspiró y llevó su mano a su cabello.

 

- ¿Cuánto le estás cobrando por hora?

 

- Quinientos

 

- ¿Cuántas horas por día laboral?

 

- Diez; de ocho a seis

 

- Eso es…- vio hacia arriba con su ojo izquierdo cerrado con fuerza y sus labios fruncidos y tirados hacia el lado izquierdo: la típica muestra de la calculadora mental de Emma. – Ciento veinticinco mil

 

- Y creo que voy a tener que trabajar los sábados también

 

- ¿A cuánto los das?

 

- A seiscientos cincuenta, igual diez horas

 

- Ciento cincuenta y un mil- suspiró. A Sophia le dio risa, risa nerviosa, pues el cálculo no lo había hecho. - ¿Y si cobraras por área?

 

- Son cinco mil seiscientos pies cuadrados

 

- ¿Y tu tarifa por pie cuadrado es…?

 

- Nueve

 

- ¡Pf!- rio. – Por un Extreme Makeover no vas a cobrar cincuenta mil, menos por lo compacto del tiempo y lo monstruoso del área- sacudió su cabeza. – Quédate con la que tienes, así me invitas a un  Kebap- guiñó su ojo.

 

- Te invito cuando quieras, mi amor- sonrió, formando aquellos camanances to die for. - ¿Cuánto me cobras por ayuda en la primera semana?

 

- Bueno, eso se resume a los diseños y a un presupuesto bastante vago, ¿verdad?- ella asintió mientras le daba los golpes a las páginas que tenía entre las manos para alinearlas y, así, poderlas perforar para incluirlas al archivo de Preston Emmett Carter III. – Mmm…

 

- Vamos, Arquitecta- rio sin verla. – Póngase precio

 

- ¿Tienes ganas de cocinar?- sonrió.

 

- ¿Hoy?

 

- Sí, la cena

 

- ¿Y qué estaré cocinando?- se apoyó del escritorio así como se había apoyado hacía unos minutos y sonrió. - ¿Qué se le antoja a mi Emma?

 

- Se me antoja una venganza

 

- Pero la venganza es dulce, y escuché que Natasha lleva el postre

 

- Pero la venganza también se sirve fría- sonrió.

 

- ¿Desde cuándo el helado es sinónimo de venganza?- ambas se carcajearon, una porque se dio cuenta de lo estúpido que era lo que recién decía y la otra porque la analogía estaba demasiado acertada. – Anyhow, ¿qué quieres que cocine?

 

- Arquitecta, disculpe- dijo Gaby al compás del llamado a la puerta, pues había quedado abierta.

 

- Pasa adelante, Gaby- sonrió.

 

- ¿En dónde quisiera que los guardara?- venía con los planos en las manos, así como a Emma le gustaba que los trataran, y era una de las cosas que hacían que apreciara a Gaby por sobre Liz, la Secretaria/Asistente de Volterra, pues ella solía dejarle marcas de pliegues ligeros a los planos.

 

- Me voy a llevar un set- dijo, estirando su brazo para alcanzar uno de los tubos; escogió el de cuero negro. - ¿Puedes guardar el otro?

 

- ¿En el armario, en la pared o ahí?- preguntó, señalándole el mueble donde tenía ya unos cuantos enrollados y verticales.

 

- Ahí está bien- sonrió, recibiendo de Gaby el set de cuatro planos para enrollarlos y dejarlos ir en el tubo. – Gracias

 

- Licenciada, ya hablé con Aaron y Marcel

 

- ¿Dijeron que sí?

 

- Sí, sólo que Aaron me dijo que sólo tenía a catorce hombres, y Marcel dijo que ya había llegado su Walnut Dowel y que si necesitaba el taller que lo tenían libre

 

- Gracias- balbuceó, intentando no sudar ni ponerse muy nerviosa para que Emma no le preguntara sobre el Dowel. – Entonces, ¿qué?- se volvió a Emma.

 

- ¿Qué de qué?

 

- No sé, no me dijiste qué querías

 

- Ah- resopló. – Tengo ganas de comer pan

 

- ¿Pan?- Emma asintió. – Pero si comes pan casi todos los días, ¿cuál es la ocasión tan especial?

 

- No, no pan de pan- dijo con esa movida de cabeza para marcar el término. – Knedlíky

 

- Ah, sí- rio burlonamente mientras daba un click para apagar su iMac. - ¿Sabes en dónde lo venden?

 

- Aparte de que lo venden en cada esquina y con cada comida que se te ocurra en la República Checa… no

 

- Creí que eras Eslovaca, no Checa

 

- Bueno, Checos-lovaquia- rio, y Gaby, notando cómo era el trato entre ellas dos, tan normal y tan de amigas, rio nasalmente y dejó ir el plano, pues se tardaba en enrollarlos por no tener la destreza de Emma. – Hasta hace veintiún años era lo mismo

 

- Bene, bene. Entonces, ¿Qué es un Kennedy?- rio, sabiendo muy bien lo que decía, y Emma que, junto con el dolor mental de aquello, se unió a su carcajada, que no fue por eso que Gaby salió de aquella oficina sino porque ya no tenía nada que hacer ahí.

 

- Knedlíky- pronunció lentamente.

 

- ¿Y qué dije?- mordió su lengua por fuera.

 

- You wanna ride my face- guiñó su ojo y, viendo que la pantalla de su iMac se apagaba, se puso de pie y metió la silla en el escritorio.

 

- ¡Mi amor!- siseó sonrojada y se sacudió de hombros ante el escalofrío que la recorrió de sólo imaginarse, fugazmente, en aquella acción. Emma sólo sonrió, tomó su teléfono y lo arrojó a su bolso.

 

- ¿Nos vamos?- asintió. – Un Knedlíky es un dumpling checo

 

- ¿Diferente al dumpling que se conoce como “dumpling”?- preguntó, caminando hacia el perchero en donde Emma la esperaba con su abrigo abierto y listo para que sólo colocara sus brazos hacia atrás y ella poder deslizárselo.

 

- Es un pan hervido, al vapor, como quieras verlo

 

- Suena lógico y racional- murmuró, deteniendo las mangas de su cárdigan con la punta de sus dedos para que no se le subieran al enfundarse las mangas del perfecto Ralph Lauren negro. – Pero presiento un “pero”

 

- Tradicionalmente arrojan la masa al agua, pero queda un poco viscoso por fuera

 

- Y no te gusta- murmuró, dejado que Emma le colocara el abrigo y aplanara las minúsculas hombreras.

 

- No

 

- Eso supongo que se puede arreglar- suspiró, sacando su cabello del abrigo, el que había quedado atrapado y se dio la vuelta.

 

- ¿De verdad?

 

- Lo envuelves en Saran Wrap, you poke it un par de veces y lo arrojas al agua; asumo que tendrá el mismo efecto- sonrió, viendo cómo Emma se abrochaba el blazer negro al botón que estaba justamente bajo su seno izquierdo y dejaba ver, por entre el triángulo que se formaba, únicamente una porción del detalle negro que se esparcía por el ajustado algodón azul marino que cubría su torso. No vamos a llamarle camisa, ni blusa, ni corset, pues era otra cosa, quizás una elegante y estilizada camisa muy ajustada. Tomó su bufanda, de casualidad negra, la extendió y unió puntas opuestas para crear un triángulo largo y pesado, el cual llevó a su cuello y terminó por enrollar sus puntas en sentidos opuestos. - ¿Se hace de la misma manera que un pan normal?

 

- Asumiría que sí, pues; harina que es tres cuartos semolina y un cuarto cake flour, huevo, un splash de buttermilk, agua y levadura… y, si es tradicionalísimo, envuelves pan en trozos con la masa

 

- ¿Pan-inception?- resopló, observando la destreza de Emma para enrollarse las cosas, tenderse otras, enfundarse en un Lanvin que ya era segundo invierno que la protegía del frío, y mantener la compostura de sus manos y sus muñecas.

 

- Exactamente, Licenciada Rialto

 

- Pues, lo que usted quiera, Arquitecta… no prometo que me quede como probablemente lo comía en casa de su abuelo pero haré el intento- dijo mientras se enrollaba su bufanda, de manera literal, al cuello, pues a ella no le importaba tanto la estética, o quizás Emma la había enrollado así para cubrirse el pecho.

 

- Todavía no me has dado algo de comer que no tenga buen sabor, no veo cómo un pan hervido puede ganarte

 

- Las cosas más sencillas son las que más cuesta que salgan bien… o algo así dijo el que nos daba clases- rio, tomando su bolso y esperando a que Emma terminara de abrocharse su abrigo.

 

- No me imagino cómo un pan hervido puede salir mal

 

- Bueno, es cierto, no se te puede quemar, pero sí se te puede overcook supongo

 

- Quizás, pero sé que lo vas a hacer bien- sonrió, tomando su bolso y el tubo con los planos. Se acercó a Sophia y, tomándola torpemente por la cintura, la trajo hacia ella. – Te he extrañado- susurró, y le clavó un beso de aquellos que hacían gruñir de lo rico que se sentía, de aquellos suaves pero con pinceladas de sexualidad adormitada pero activa.

 

- Yo también, pero si me vuelves a besar así I swear to God que no me hago responsable- susurró, y simplemente le dio un beso corto pero estratégicamente aplicado para dejarla queriendo más para luego abrir la puerta y salir hacia su camino a casa.

 

- Gaby, yo creo que si no tienes nada más que hacer puedes irte- sonrió Emma mientras pasaba por su escritorio en el pasillo.

 

- Gracias- asintió. – Que tengan buen día

 

- Igualmente- suspiró Sophia, buscando su teléfono, que sonaba al compás de lo que representaba musicalmente a la creación de Ian Flemming.

 

- Nos vemos el lunes- le dijo Emma con una sonrisa.

 

- ¿El lunes?

 

- Sí, no me acordaba que teníamos libre- arqueó sus cejas. – Como sea, seguramente a Peter le agradará que estés en casa

 

- Muchas gracias, Arquitecta- sonrió, no sabiendo exactamente por qué pero que no le gustaría trabajar en ningún otro lugar que no fuera el Estudio, más bien para ninguna otra persona que no fuera Emma. – Aunque tengo que venir porque va a venir Aaron a instalar la Ultra Latch a las diez

 

- Pregúntale si no puede hacerlo el lunes antes de que vaya con Sophia a donde sea que tengan que ir, sino hasta el martes. No me urge que la ponga- Gaby asintió. - ¿Taxi, por favor?- preguntó con una sonrisa imploradora, Gaby sonrió y llevó su teléfono a su oído, marcando el botón azul, para llamar al Lobby y, así, que le tuvieran listo un Taxi a su jefa. – Nos vemos el lunes- Gaby sólo volvió a asentir con una sonrisa, pues ya estaba en lo del Taxi.

 

- ¿Mañana a las cinco?- dijo Sophia al teléfono con expresión de “mierda, no puede ser”, y Emma la abrazó por sus hombros para empezar a caminar por el pasillo, que sólo se despidió de Belinda y de lejos por estar ella al teléfono, pues Nicole y Rebecca brillaban por su ausencia en esa área pero aburrían a los Ingenieros. – No, no hay ningún problema- resopló. – De cualquier modo, hablamos de esto en un rato que te espero para cenar y no me preguntes qué te voy a dar de comer porque ni yo sé- dijo antes de que Phillip pudiera preguntarle porque cuando se trataba de algo que tuviera que ver con pimientos enteros o atún prefería hacer una pequeña escala en el McDonald’s del Flatiron District por one Bacon & Cheese Quarter Pound no onions, no ketchup, no pickles. – Sí, sí, sí…- dijo como si la estuviera regañando, así como se solía responder de adolescente, pero no era por regaño, era actuación. – Te veo cuando tu mujer te lleve- mordió su lengua, cosa que Phillip pudo sentir y colgó.

 

- ¿Qué hay mañana a las cinco?- le preguntó mientras esperaban por uno de los cuatro ascensores.

 

- Voy a acompañar a Phillip a escoger un par de zapatos- suspiró, arrojando el teléfono en el interior de su bolso.

 

- Sabes, desde que conozco a Phillip, siempre lo he visto en los mismos zapatos- resopló. – Ralph Lauren para trabajar, Tom Ford para semiformal, Ferragamo o John Lobb en Black Tie y Varvatos para casual medio serio

 

- Y, aparte, está su Nacho Figueras-look

 

- Creo que en el tiempo que tengo de conocerlo nunca lo he visto jugar polo o en su Nacho Figueras-look- dieron un paso hacia el interior del ascensor. - ¿Tú sí?

 

- Fotografías en su oficina

 

- No suelo ir a su oficina- sonrió. – Queda donde el aire da la vuelta

 

- Tan exagerada- le tomó la mano y recostó su sien sobre su hombro.

 

- Todo lo que queda después de Soho ya se me hace lejos

 

- Para caminar no, eso está claro… te tardarías como una hora y media o dos, dependiendo de tu suerte con los semáforos y de la velocidad que lleves

 

- Caminando es una eternidad y, en Taxi, me parece una aberración pagar veintiocho dólares por ir a donde los hombres deciden los precios hasta del aire que estoy respirando en este momento

 

- Metafórico pero cierto. Cambiando el tema- Emma emitió su típico “mjm”. – No tenía idea que David había regresado

 

- Sí, regresó por cuatro meses- rio.

 

- ¿Puedo saber qué es lo que no te agrada de él? Es que no creo que sea porque manchó el piso de los Hatcher o porque te dijo lo que te dijo

 

- No, con imbéciles se trabaja día con día

 

- Entonces, ¿por qué lo odias tanto?

 

- No lo odio, simplemente quisiera que su papá hubiera utilizado condón- sonrió al mismo tiempo que la puerta se abría y Sophia se ahogaba en una carcajada interna.

 

- Definitivamente no es nada personal

 

- No me gusta él como persona, me acuerda a alguien

 

- ¿A quién?

 

- A Marco

 

- ¿Tu hermano?

 

- No, el otro- Sophia no dijo nada, sólo ahogó un “oh”. – Y no sé, me incomoda muchísimo su actitud conmigo

 

- Sé que la primera impresión fue muy mala de acuerdo a tus parámetros, yo me habría reído en su cara, pero, ¿no crees que es su manera de ser chistosamente idiota?

 

- No sé si lo hace por molestarme, porque sabe que me enoja, o si lo hace porque realmente quiere llevarme a la cama. Además, tengo la leve impresión de que no ha de ser buen amante

 

- ¿Que lo tiene pequeño?

 

- O que no sabe usarlo, no importa cuál de las dos o si es las dos- resopló, saliendo al aire frío que le cayó como patada a los pulmones. Cómo extrañaba el cigarrillo en aquella época. – No sé si lo leí en alguna parte, si lo escuché como comentario o lo pienso de manera personal, pero siempre he creído que el hombre que más se jacta es el que menos puede hacer o sabe hacer

 

- Skatá- gruñó. – Qué frío- se echó el bolso al hombro e introdujo sus manos a los bolsillos de su abrigo.

 

- Ven aquí- la abrazó con su brazo por la espalda para darle una pizca de calor corporal mientras se acercaban al Taxi. – Además, pienso que tú tienes demasiado uno perfecto y lo sabes usar perfectamente bien- susurró lascivamente a su oído.

 

- ¡Mi amor!- rio sonrojada, que se confundía por la patada del frío, pero también eran los nervios.

 

- Y, lo mejor de todo, es que no lo tienes colgando entre las piernas y no tengo que hacer magia para que sirva- sonrió. – Me gusta que no lo tengas y que te lo puedas poner y quitar…

 

- Sólo una vez lo he usado, no hables como si fuera cosa de todos los días

 

- No me quejo si lo usas, pero debo decir que disfruto más cuando…- se acercó a su oído mientras abría la puerta trasera del Taxi. – Frotas tu clítoris contra el mío- Sophia detuvo la puerta por la parte superior con ambas manos, sólo porque necesitaba apuñar algo, y gruñó sin aire. Casi llegaba al orgasmo. Emma rio, arrojando el tubo sobre el asiento para meterse. – Setenta y nueve y primera- le dijo al taxista mientras Sophia dejaba caer su nerviosismo sobre el asiento y cerraba la puerta. - ¿En qué piensa, Licenciada Rialto?- susurró, tomándola de la mano y acariciando sus dedos con su pulgar. Le gustaba verle el anillo en su dedo, y era algo que nunca le había entendido a Natasha o a Phillip, pero era simplemente hermoso, más cuando sabía que Sophia no era de cargarse las manos; como mucho la primera pulsera que le había regalado, aquella rosada que tenía un charm de un corazón, su reloj y una eventual banda elástica. La otra pulsera la tenía como una especie de trofeo, o recuerdo, de cuando Emma se la había completado: “Marry your passions”, y le había dado un charm de un Converse, un reloj despertador, una taza, una vespa y un crucero, y sólo ellas sabían qué tenía que ver cada uno con lo de la frase, pues había unos que se sobreentendían y había otros que no. - ¿Todo bien?- Sophia sólo deslizó su mano y colocó la mano de Emma sobre el interior de su muslo izquierdo.

 

- Todo bien…- colocó su mano sobre la de Emma y, lentamente, la desapareció por debajo de la parte de abrigo que caía sobre su regazo. – Pero…- la arrastró hasta su entrepierna. – Va a estar mejor

 

- Rush hour- suspiró frustrado el taxista al ver que todo Park Avenue estaba lleno de vehículos amarillos y uno que otro que se salía de contexto entre las luces rojas de los semáforos.

 

- Try over third- le dijo como si él no lo hubiera considerado ya, porque no lo había considerado luego de un día demasiado largo y de turistas que le pedían que los llevara a un lugar como si no existieran dos o tres con el mismo nombre en la ciudad, así como el que le dijo “Lléveme a McDonald’s”, ¿a cuál de todos si había alrededor de ochenta y sólo en Manhattan? – And, if I’m not mistaken, you can turn to the right on the 70th- y lo sabía porque Hugh solía tomar esa ruta.

 

- You’re the boss- y le hizo caso.

 

- Te tengo demasiadas ganas- le susurró al oído y apartó su mano de su entrepierna para abrazarla por sus hombros pero, para no dejarla sola, colocó su mano izquierda en aquel lugar. – Y desde hace rato- exhaló contra su cuello, que había apartado su cabello con su nariz.

 

- No tienes idea de cuántas ganas te he tenido todos estos días- cerró sus ojos y recostó su cabeza contra el bajo cabezal de aquel Crown Victoria.

 

- ¿Qué tienes ganas de que te haga?- le comenzó a dar besos suaves sin importarle lo que el taxista pudiera pensar; no estaba haciendo nada malo. – Pide gustos

 

- Ya te dije

 

- ¿Y aparte de jugar a que mi boca es toro salvaje?- resopló, ocasionándole un escalofrío que la sacudió graciosamente.

 

- No quiero que sea toro salvaje, sólo quiero grind it… tampoco me interesa ahogarte

 

- ¿Y cómo planeas grind it?

 

- Como se supone que se hace: meciéndome de adelante hacia atrás- resopló, sintiendo ya que los dedos de Emma la recorrían de arriba abajo por encima de aquel pantalón de lana.

 

- ¿De frente o de espalda?

 

- Mmm…- resopló guturalmente. – ¿Quieres que lo haga de espalda?

 

- Lo que usted quiera, Licenciada Rialto

 

- Nunca lo he hecho de espalda

 

- En teoría sí

 

- ¿Cuándo?

 

- Cuando comprobamos que el sessantanove es un fraude- rio, tomándole su entrepierna con fuerza, que si no es porque Sophia sabía controlarse, habría gemido. – Año Nuevo del año pasado

 

- Cierto, pero no es tan fraudulento, simplemente no es equitativo

 

- Concéntrate en lo importante, Sophia- llevó su frente a su sien.

 

- ¿Que puse mi trasero en tu cara?- rio, sabiendo que eso no sonaba nada romántico ni sensual.

 

- Ajá, y que me gustó tenerlo tan cerca, y que te gustó lo que te hacía

 

- Arquitecta- se volvió a ella con una leve sonrisa mientras el taxista se incorporaba a la tercera avenida. - ¿Me está usted insinuando que quiere un sesenta y nueve? – Emma sólo sonrió y Sophia ahogó un gruñido que se traducía a un “la sola idea me vuelve loca en este momento”, pues sabía que, con el paso del tiempo, aquello podía variar y podía terminar siendo sobre la mesa del comedor. – Pero tengo una imagen…

 

- Descríbela- reanudó el roce de sus dedos.

 

- Es que me gusta sostenerte- se sonrojó, y, por esa reacción, se ganó un beso de Emma en su mejilla.

 

- ¿Y mis manos dónde están?

 

- Emma…- sacudió su cabeza. – Es demasiado intenso

 

-¿No puedes?- le dio otro beso en su mejilla. Sonó a reto.

 

- No estoy segura de dónde están

 

- ¿Cuáles son las posibilidades?

 

- Que estén aquí- dijo y, disimuladamente, apretujó sus senos. – Pero fuerte, así como si te estuvieras deteniendo- Emma suspiró por no gruñir, por no ceder a sus ganas de violarla en ese momento. No sería el primer Taxi. – O en mi espalda baja y mi trasero… quizás deslices un dedo en mí- Emma apretujó su entrepierna por reflejo. – No sé si lo dejarías dentro o lo sacarías para volver a deslizarlo- apretujó su entrepierna todavía más. – O quizás sólo me abraces por los muslos, así como sueles hacerlo- dijo rápidamente y en tono regular, como para matar la intensidad.

 

- ¿Por qué no me dijiste de la magnitud de ganas que tenías?

 

- Es un mal necesario- Emma le formó la expresión fisionómica de “¿Cómo va a ser eso un mal necesario?” – Es como cuando inflas un globo, lo anudas; le haces un minúsculo agujero y puedes dejar que salga un poco de aire, que sea constante durante los cinco días, o puedes reventarlo

 

- I’m so getting raped tonight!- celebró con expresión de Sharapova cuando ganaba un quiebre, y el taxista, ante esa enunciación, que “rape” y la celebración no concordaban, casi se ahoga de la sorpresa.

 

- Easy there, Tiger- la tranquilizó con la voz más dulce que el taxista alguna vez había escuchado, y tomó su mano de su entrepierna, pues la estaba asesinando lenta y tortuosamente. Emma se sonrojó y sonrió un tanto avergonzada. – Estás de muy buen humor- le susurró, no criticándola sino reconociéndoselo y recalcándoselo.

 

- ¿He estado de mal humor?- murmuró con preocupación.

 

- No, es sólo que estás de buen humor a pesar de lo de David- Emma asintió. - ¿Te pone de buen humor saber que te tengo demasiadas ganas?

 

- Sí y no. No es el hecho de que me vas a violar sino el hecho de que quieres violarme; eso significa que me ves atractiva- sonrió. – Me gusta ser atractiva para ti

 

- ¿Eleva tu ego? – resopló.

 

- No. Mantiene mi autoestima y la satisfacción conmigo misma de que, a quien yo quiero, me quiere de regreso… pues, “querer”, desde cariño y amor hasta hacer cosas de adultos- rio. Sophia recostó su cabeza sobre su hombro y sonrió, pues ella sentía lo mismo. Emma Pavlovic: humana. – No es tanto la parte del sexo lo que me gusta de estar contigo, eso es un plus, un muy buen y muy grande plus, pero podría pasar días enteros sólo observándote o conversando contigo; sobre tu Celebrity Fuck-List o sobre lo poco que sé de Fórmula 1

 

- ¿Celebrity Fuck-List?- rio. – Por favor de eso no hablemos que me va a dar un ataque de celos

 

- Y no se hable más de eso, que es primera vez que me pongo mi blazer- sonrió. Sophia rio con su abdomen y, en su plan de distraerse, sino sería escoltada en el asiento trasero de un Crown Victoria pero del NYPD por disturbios públicos de tipo “pornografía”, metió la mano en su bolso y sacó su divierta y distracción de siempre; el Rubik de 5x5. - ¿Aburrida o nerviosa?

 

- A punto de hacer combustión nada más- sonrió, desordenando los colores, que no importaba qué tanto esfuerzo le pusiera a aquello, nunca se demoraba más de setenta y cinco segundos en resolverlo si era eso lo único que hacía en ese momento. – Es imposible aburrirse contigo

 

- ¿Nunca te has aburrido?

 

- Ni cuando te consumió “Berlin Noir”- resopló, levantando su mirada para encontrar la de Emma y ver, de reojo, que ya se incorporaban a la primera avenida. – Me gustaba verte leer

 

- ¿Por qué?

 

- Te ves… como si estuvieras en lo que estás leyendo, así como si estuvieras en medio de lo que está pasando; como cuando Gatsby dice “I’m Gatsby... “, y no es Nick Carraway el que se asusta y dice “What?” o el que le implora una disculpa, “I thought you knew, Old Sport. I’m afraid I’m not a very good host.” y tienes una expresión facial y emocional como si fuera a ti a quien te lo está diciendo, como si te ha disculpado en nombre de Nick Carraway…

 

- ¿Tanto me absorbe?

 

- No tiene por qué ser malo, es algo que yo no puedo hacer… pues, me lo tienen que estar describiendo milímetro a milímetro, pero entonces eso sería como los rollos perdidos de Alejandría- rio. – Tu conceptualización es tal que, si yo te digo que dibujes una escena, lo puedes hacer; son más que simples instrucciones o una vaga idea

 

- Pero eso me pasa con pocos libros, pues, con los que realmente te absorben

 

- ¿Y qué libro no ha logrado absorber a mi novia?- arqueó su ceja izquierda y, de manera inconsciente, Emma asoció la ceja izquierda con Camilla y la vio demasiado idéntica, pues Sophia solía arquear la derecha, así como ella, y no la arqueaba tanto ni tantas veces como ella, pero bajaba la izquierda y subía la derecha; entre escepticismo y burla.

 

- ¿Qué libros no ves entre los que tengo?

 

- Mmm…- el taxi redujo la velocidad para que Emma le dijera por dónde quería que la dejara.

 

- Agata & Valentina, please- interrumpió los pensamientos de Sophia. $15,48 en el taxímetro, el taxista se orilló, logrando un estratégico puesto y gracias a Dios. – Keep it running- suspiró, tomando el tubo en sus manos mientras Sophia, todavía pensando, abría la puerta para salir huyendo hacia el interior del local, que huía del frío. – Cazzo…- se sacudió de frío al salir y expulsar vapor de su nariz y su boca. – No es mentira que está demasiado frío- abrazó a Sophia y caminaron hacia el interior de aquel paraíso culinario.

 

- ¡Twilight!- exclamó al entrar. – No tienes esos libros

 

- Muy observadora- sonrió, echándose el tubo y el bolso al hombro, igual que Sophia, para tomar una canasta cada una. – No me gustó el primer libro y le regalé la trilogía a Gaby

 

- Tampoco tienes “50 Shades of Grey”

 

- Ah, pero las películas sí que las voy a ver, así como hice con Twilight- rio.

 

- ¿Por qué no lees antes los libros? No es como que te tardes una eternidad leyendo algo tan ligero- dejó ir una bolsa de levadura y una de cada harina necesaria en su canasta mientras Emma tomaba una bolsa de pan del estante.

 

- Porque ya Natasha se encargó de contármelos, en desorden pero me los contó… y no soy muy fanática de leer cómo el Señorito beats the living shit out of la Señorita

 

- Pero en la película lo verás

 

- Es gráfico, y asumo que Hollywood tampoco va a permitir algo tan gráfico por tanto tiempo; vas a saber que está pasando pero no lo vas a ver con tanto detalle… y, por si es demasiado, tengo el recurso de taparme los ojos- sonrió, caminando hacia el mostrador de carnes para buscar lo que se le antojaba. ¿Entraña como siempre? No. – Six of those- dijo, señalando con su dedo índice a aquellas pieles blancuzcas que albergaban carne roja. – Mi imaginación es mi peor enemiga

 

- La de cualquiera, mi amor- recostó su quijada sobre su hombro e inhaló su perfume. - ¿Cómo vas a querer que lo prepare?

 

- ¿Cómo lo prepararías tú?

 

- Sellado del lado de la piel, luego al horno… claro, crispy but juicy and tender

 

- Nunca voy a entender cómo logras darme algo que no esté seco- rio, recostando suavemente su cabeza sobre la de Sophia.

 

- Voy a ir a traer lo que necesite, porque asumo que vas a querer una salsa

 

- ¿Sería mucho pedir?

 

- En lo absoluto- le dio un beso en su pómulo. - ¿Tenemos Pomerol?

 

- Sí, pero no sé si hay frío- que sólo mantenían frío porque lo utilizaban para cocinar.

 

- No será problema- le volvió a dar un beso y pasó de largo.

 

Emma tomó la bolsa que le alcanzaban y, con una sonrisa de agradecimiento, pasó de largo a traer unas cervezas para Phillip y un par de latas de mezcla de Bellini, pues iría en contra de lo que la tradición dictaba; que el Prosecco sólo se bebía en Primavera, pero ella tenía tres botellas de Valdobbiadene Superiore di Cartizze. Además, le había entrado un antojo por un Bellini, algo raro en ella. Quizás le ofrecería Bellinis a Natasha, que le encantaban, aunque a ella le gustaba casi todo lo que fuera alcohol gracias a sus antecedentes de Sorority Sister en la KAΘ (Kappa Alpha Theta), le gustaba todo menos el Sambuca y los cocteles que fueran cremosos, con excepción de la piña colada. Recogió seis paquetes de semillas; dos de caju, uno de almendras, dos de pistacho y uno de piñón. Tomó unos bocadillos de cheddar y un frasco de salsa arrabbiata. Se reunió con Sophia para pagar, $188,36 y digno de pedirle a American Express que lo pagara por ella, se dirigieron a casa, pero ahora MasterCard le hizo el favor de pagar $29,31.

 

- Te traje- murmuró sin verla, mostrándole el par de TOMS, que originalmente debían ser para hombres pero a Sophia le habían gustado, que llevaba entre sus dedos y, cuando levantó la mirada, frunció su ceño. – Creí que íbamos a cocinar comida, ¿o es el ingrediente secreto?- rio al ver que Sophia mezclaba, en una cubeta transparente, aquel líquido denso, más denso que la pintura cruda, como si fuera flúor dental en gel. Y Emma sabía qué era pero no entendía por qué.

 

- No, es que necesito hacer una prueba- sonrió, agregándole más del ingrediente seco al líquido y volviendo a encender el taladro, su taladro, pues Sophia tenía un set de herramientas que sólo ella utilizaba, se volvió a la mezcla. – Gracias por los zapatos, ya me los cambiaré

 

- Allow me- se agachó y, suavemente, levantó el pie derecho de Sophia para quitarle el Ferragamo de escamas morning rose y lo colocó cobre el suelo de madera fría. Levantó el pie izquierdo, de la misma forma, y, antes de dejar que lo pusiera sobre la madera, lo presionó en varios puntos, como si le estuviera dando un masaje. Aquello se convirtió en caricia; sus manos se pasearon por su tobillo, decidieron subir por debajo del pantalón para acariciar su pierna y, mientras subían hacia su rodilla, subía el pantalón con el doblez de sus muñecas. Dio unos cuántos besos a aquella pantorrilla mientras le ponía la zapatilla, y repitió el proceso con su otro pie. – Listo- murmuró, poniéndose de pie que, mientras lo hacía, llevó sus manos cada vez más hacia el interior de las piernas de Sophia, siempre por detrás de ella. Acarició su trasero y sintió los elásticos de aquella cosa que no era ni tanga, ni bikini, ni garter, ¿qué carajos era? - ¿Quieres algo de beber, her-mo-sa?- sonrió contra su oído y acordándole de aquellas veces, graciosas y juguetonas veces, en las que se llamaron así.

 

- Mete tu mano- susurró, sacando el mezclador del taladro y colocando el taladro sobre la el dorso para no hacer ningún desorden de mala sanidad.

 

- Con gusto- llevó su mano por su cintura, acariciándola lentamente para torturarse a sí misma.

 

- No, no ahí- sonrió en cuanto Emma iba a por el interior de su pantalón. – Aquí- le señaló la cubeta con una sonrisa sonrojada. – Sólo mójatela antes de meterla- y ambas rieron por el doble sentido de aquello, pero Emma, en su infinita risa interna de “that’s what she said”, mojó su mano con el agua que salía del grifo junto a ella. – Separa tus dedos así- le mostró cómo antes de que Emma la metiera a la cubeta. – No muevas los dedos por cinco minutos- sonrió y le dio un beso en su mejilla.

 

- ¿Me vas a dejar anclada aquí?- resopló.

 

- Sólo son cinco minutos- sonrió, abriendo el grifo para lavarse las manos y arrojarse un delantal encima. - ¿Quieres algo de beber? – Emma asintió con una sonrisa que Sophia sabía muy bien lo que quería de beber. – Eso más tarde, ¿sí?- se acercó a ella y, tomándola por las mejillas con amas manos, húmedas y frías, la trajo a un beso sano y sin intenciones de que escalara a algo más. – Yo también quisiera servirte eso en éste momento- murmuró contra sus labios. - ¿Quieres un Martini? – ella sólo asintió.

 

- So… ¿qué es lo que estás haciendo conmigo?

 

- Sólo quiero saber si éste es más rápido que el otro, pues de cinco a diez minutos

 

- ¿Alginate?

 

- Sí, pero se supone que ese se seca en la mitad del tiempo; es nueva fórmula

 

- Se ve más denso

 

- Es que no sé qué me dio la vez pasada por hacerlo todo con yeso… me tardé una eternidad haciendo una réplica

 

- Y me imagino que era algo que podías meter en alginate

 

- Sí- Emma escuchó que el hielo caía en el mixer.

 

- Esa es un desventaja del alginate, supongo, que no es que puedes arrojar la cubeta contra la pared para sacarle el molde… o tampoco puedes meter la silla para recrear el acabado que tiene el asiento

 

- Para eso necesitaría una piscina llena de alginate- rio, vertiendo el dash de vermouth y luego la generosa y justa cantidad de gin. - ¿No tienes frío?- le preguntó en cuanto se detuvo a verla: falda negra Oscar de la Renta y blusa azul marino muy ajustada, como si fuera de algodón y spándex; al menos era de manga tres cuartos. Y estaba descalza.

 

- No- sacudió su cabeza y llevó su mano derecha a su vista para inspeccionarse el ya tan necesitado manicure. El ruido del hielo dentro del mixer atacó el ambiente y, en cuestión de veinte segundos, Emma ya tenía un Martini en su mano derecha mientras Sophia se amarraba el delantal negro que decía un tan-Emma: “Homo Sapiens: luchó por estar en la cúspide de la cadena alimenticia para ser vegetariano.”. Humor ácido decía Natasha, ah, no, es que Margaret le había regalado ese delantal a Sophia en cuanto se dio cuenta que cocinaba y que, en realidad, la Tarta Tatin de pera en vino tinto, que le había horneado a Natasha cuando estaba en aquella faceta, había sido la mejor que se había comido en toda su vida, aunque una bola de helado de vainilla había sido lo único que le faltaba, que no era culpa de Sophia sino de sus gustos. - ¿Tú?

 

- Un poco

 

- Ya encendí la calefacción- se terminó su Martini. Qué poco duraba aquello.

 

- A ver… tu pan- suspiró, sacando un recipiente de vidrio en donde vertió las medidas de harinas necesaria y al cálculo, pues ya sabía las medidas en base a su mano; una de las primeras cosas que les habían enseñado en las clases de cocina. ¿En qué momento se le ocurrió aprender a cocinar? Ah, sí, cuando se cansó de comer lo mismo y tenía tiempo de sobra. – ¿Es pan normal?

 

- Sí

 

- ¿Es Brioche, Baguette, Flatbread?- un poco de levadura.

 

- Es como un Baguette

 

- Ajá, ¿y el pan?

 

- Yo te ayudaré con eso, no te preocupes- sonrió, y Sophia, con una risa nasal, dejó ir un poco de sal y una pizca de baking soda. – Creo que, de los placeres más grandes de mi vida, es verte cocinar

 

- ¿Ah, sí?- resopló, quebrando un huevo con una mano luego de haberlo golpeado contra el granito de la encimera.

 

- No sé por qué pero me gusta- quizás era el delantal, quizás era el hecho de que podía cocinar algo que no fuera pasta, carne o pescado, o pancakes.

 

- ¿Me veo sexy?

 

- Demasiado- Sophia aplaudió dos veces. – “Playlist: Sophia…”- le dio espacio para que escogiera ella, pero ella sólo rio y no dijo nada.

 

- Ah, esa canción me gusta- rio, ensuciándose las manos con aquella masa.

 

- ¿Cuál es?

 

- “Coffee & TV”… es de Blur

 

- Me suena el grupo- dijo al escuchar el nombre, pero la guitarra de la canción no le decía nada, menos cuando empezó a cantar aquella voz que no padecía de vibrato. – Pero no es nueva la canción, ¿o sí?

 

- Uy, no- sacudió su cabeza. – Es como del noventa y ocho o noventa y nueve- a Emma le dio el ataque de risa ese de “estoy un poco mayor”. – En realidad, la canción no me gustaba… me llegó a gustar por el video. Creo que ha sido de los pocos videos de los que me acuerdo… pues, cuando MTV era Music Television y no esos programas que ponen, a la que se embarace más rápido o al que haga el mayor ridículo

 

- Toda la razón- rio, pues Emma también había notado el cambio polar que había tenido aquel canal y reconocía que, MTV Europe tenía mejor programación que la cede “Americana”. – Pero, ¿de qué trataba el video?

 

- Es de una leche

 

- ¿Una leche?

 

- Sí, un empaque de leche; la cajita. Es de una familia que el hijo ha desaparecido y han puesto el anuncio en las cajas de leche, entonces ésta cajita de leche en especial quiere animar a los papás porque el hijo nada que aparece, pero no lo logra entonces se va a la ciudad a buscar al tipo. En su travesía, aparte de que casi lo matan como diez veces, se enamora de una caja de leche de fresa… pues, la ve al otro lado de la calle y están ahí haciéndose los imbéciles como por media hora y, cuando la leche decide cruzar la calle, a la leche de fresa le ponen un pie encima y la matan; y sale la leche rosada como que es sangre y la leche simple sale corriendo hasta que llega a un callejón oscuro y están todas las latas y los empaques del Guetto. De casualidad encuentra al tipo, que no es que se ha perdido sino que está ensayando la canción con su grupo, ve la caja de leche y se da cuenta que lo están buscando entonces se va a su casa. Llega a la casa y, justamente antes de entrar, se bebe la leche- rio. – Y ves que la leche todavía le queda un poquito de vida y saluda a los papás y está contento porque encontró al fulano, se muere, le salen alas, asciende al cielo y se encuentra con la leche de fresa- Emma se carcajeó. – Creería que está entre los cincuenta mejores videos de todos los tiempos

 

- ¿A quién se le ocurre lo de la leche?

 

- Hay videos de videos- se encogió entre sus hombros. – Desde Coldplay y “The Scientist” hasta Lady Gaga y “Telephone”, desde Nirvana y “Heart Shaped Box” hasta Blink182 y “All The Small Things”

 

- Y tu video favorito, ¿cuál es?

 

- Ay- sonrió de reojo. – Obviamente que “Call On Me” de Eric Prydz- rio, y Emma sólo se acordó de aquello tan es-pan-to-so. – Probablemente es ese- señaló hacia arriba. - ¿Y el tuyo? ¿Vogue?

 

- No- rascó sus labios, asombrándose de la destreza que tenían los dedos de Sophia para algo que no fuera de muebles o vaginal, pues trataban aquella masa con el sonido perfecto de una masa perfectamente hecha; con esa elasticidad. – “Runaway”… aunque no es mi favorito, no tengo uno que pueda catalogar como “favorito”

 

- ¿Kanye?

 

- Sí. Me gusta el contraste de todo

 

- Me gusta más cuando la tocas en piano, es más tranquila, es más tú

 

- ¿Tú me consideras tranquila?

 

- No eres hiperactiva; eres normal, supongo… ahora estás un poco intensa pero es entendible- resopló. – Yo también quisiera que me bajaras el pantalón aquí, ahora, que me hicieras dejar la masa a un lado y que deslizaras un dedo… o dos, ¿qué prefieres?- la volvió a ver con una sonrisa burlona, y Emma gruñó. – Tienes razón- asintió ante el gruñido. – Mejor subo una pierna y tú te agachas

 

- ¡Argh!- gruñó muy fuerte y quiso acercarse a ella, pero la cubeta la detuvo por el peso relativo. – Sophia…- suspiró con sus ojos cerrados.

 

- Esta es la encimera del treinta y uno- rio suavemente y guio su mirada hacia la masa nuevamente. – We’ve fucked where we eat

 

- Y en donde dormimos, en donde nos duchamos, en donde nos vestimos, en donde lavamos las toallas… y en cada sofá que tengo

 

- Y en la oficina- sonrió.

 

- ¿Alguna vez que sea tu favorita?- intentó mover los dedos dentro de aquella composición que ya se había endurecido; definitivamente era más rápida que la versión anterior.

 

- Cualquier tipo de celebración, festividad o evento, sea cumpleaños de una de nosotras o de alguien más, sea Navidad, cuatro de Julio o la cena anual de Margaret para el comité gastronómico…- se quedó en silencio al acordarse de la primera vez de todas; y fue como sentir a Emma como aquella vez en esa cocina: hincada y con su lengua sobre sus labios mayores, su nariz que había rozado su perineo, y, ¡Dios mío, suyo y vuestro! – Mierda… todas esas son intensas, aunque, entre esas y el resto, no sabría escoger una favorita; todas han sido especiales a su modo y en todas me he corrido rico- Emma sólo tragó saliva, mucha saliva, que quiso tener un litro de agua para tener más qué tragar. - ¿Tú tienes una favorita?

 

- No, sólo tengo una que no me ha gustado mucho

 

- ¿Cuál?

 

- En Roma- frunció su ceño, acordándose de aquel accidente. Y logró sacar la mano. Sin preguntarle a Sophia, tomó el release agent y, teniendo cuidado de no contaminar demasiado el ambiente culinario, roció donde había sacado su mano para luego, verterle el líquido amarillento al transparente, mezclarlo con unas batidas y verterlo en el interior de aquella forma que había creado su mano. – Literalmente fue por mí y no por ti- se acercó al grifo y se lavó las manos.

 

- Pero me cuidaste rico también- sonrió, dejando la masa en paz y, cubriéndola con una manta, la guardó en el gabinete inferior.

 

“A Little Party Never Killed Nobody” comenzó a sonar en el fondo, que esa era la imagen que Sophia tenía con aquella parte de “The Great Gatsby”, esa parte que a Emma la tenía tan decepcionada del remake cinematográfico más reciente, esa en la que había participado “El Alquimista”, así como le llamaba Emma a Leonardo DiCaprio. ¿Por qué? Porque, según ella, todo lo que tocaba, o lo hacía oro como en “The Departed”, o lo arruinaba como en “The Great Gatsby”. Ryan Gosling era físicamente apto para ser Jay Gatsby, y Amanda Seyfried una verdadera Daisy Buchanan. O quizás era que la película, toda su composición, era demasiado nueva e innovadora que se habían perdido en el tiempo de la manera más absurda, como si estuvieran en el presente pero atrapados en un ambiente post-Primera Guerra Mundial. A mucha gente le gustó, pero a ella no. Sólo la música, o esa canción, le había gustado.

 

- ¿En qué te ayudo?- le preguntó Emma, viendo cómo Sophia colocaba su venganza sobre una tabla de madera y, con minuciosa destreza, hacía incisiones superficiales sobre la piel.

 

- ¿Prefieres ajo y cebolla o romero, eneldo y thyme?- rio, sabiendo desde ya la respuesta.

 

- Si me das un traje de esos que usan los de control de radioactividad, entonces sí me aventuraré a la cebolla- dijo al ver que era una cebolla morada, que era la que la convertía en la mujer más susceptible hasta hacerla llorar lo que no tenía por llorar.

 

- Lo sabía- le alcanzó otra tabla de madera y el cuchillo con el que varias veces soñó asesinar a la Señora Davis a las cuatro de la mañana cuando se disponía a calentar su garganta de Ópera.

 

- ¿Por qué lo secas?- le preguntó al ver que secaba su venganza-mejor-dicho-broma con papel de cocina.

 

- Porque si no lo secas hay más vapor de por medio, si lo secas tienes un hermoso dorado crocante- sonrió. – Que supongo que es lo que quieres

 

- Supones bien… ¿cómo cuánto tiempo se va a tardar?

 

- ¿Lo quieres bien cocido o tres cuartos?

 

- ¿No me va a matar la salmonella si me lo como medio crudo?

 

- No, esto no es pollo- rio. – Puede quedar un poco crudo

 

- ¿Cómo te gusta a ti?

 

- Es tu venganza, ¿cómo la quieres, bien cocida o medio cruda?- dijo con ese tono burlón pero que reflejaba mucho de lo que la venganza se trataba. Broma, venganza, como sea.

 

- Medio cruda- sonrió.

 

- Media hora, más o menos, entonces

 

- Ah, no es tanto- frunció su ceño y dejó de picar el romero para encender el agua caliente del grifo, así llenar una olla para su pan, y la colocó sobre la hornilla más grande, la que tenía mayor potencia. – Por cierto, tenemos que hablar sobre dos cosas- Sophia se volvió a ella con esa mirada de “tenemos que hablar” no se dice a menos de que sea realmente malo. – Sobre Springbreak y sobre tu cumpleaños

 

- ¿No falta mucho para las dos cosas?- resopló, volviendo su vista a la cebolla que estaba a punto de ser finamente mutilada.

 

- El tiempo vuela, y entre trabajo y boda, ¿no crees que es mejor que lo planifiquemos con suficiente tiempo?

 

- Eso será en el caso de Springbreak, mi cumpleaños se puede improvisar

 

- Hablemos de Springbreak, ¿a dónde quisieras ir?

 

- ¿No vienen Phillip y Natasha?

 

- Será de preguntarles, pero, ¿a dónde quieres ir?

 

- El año pasado escogí yo, ¿por qué no escoges tú?

 

- Porque yo escogí Bora Bora- sonrió.

 

- Y no me quejo, en lo absoluto- dijo, terminando de hacer las incisiones verticales para empezar a cortar. – Pero yo malversé las del año pasado, así que, en compensación, escoge tú

 

- Y si te dijera que quiero ir a Las Vegas, ¿aceptarías?

 

- Sí, aunque sé que no quieres ir- sonrió, y no supo en qué momento la música le entró a las venas pero empezó a marcar el ritmo con su cabeza y con el cuchillo.

 

- You’re so pop- suspiró bromeando mientras terminaba de picar el romero.

 

- Tú sabes que mi playlist es como la de una Sorority- rio, indicándole que dejara ir todo; el romero, el eneldo y el tomillo en un recipiente que tenía en una esquina. – Voy desde “¡tienes que escuchar esta canción!” hasta “por favor, no me juzgues”- rio. - ¿Así te quieres casar conmigo?

 

- ¿De qué hablas?

 

- Digo, a sabiendas de que escucho desde eso- apuntó con su cuchillo hacia el techo para referirse a la todavía retumbante y pegajosa canción. – Hasta Justin Bieber

 

- Sólo tienes una canción del niño ese- rio. – Y es Will.I.Am con él, no él con Will.I.Am. Además, como toda buena sobreviviente con uso de plena razón de los 90’s y principios del segundo milenio; me gusta Britney Spears, *N Sync, Backstreet Boys… supongo que tienes permiso de que te guste Bieber

 

- Corrección: me quedo con la canción, nada más… al niño se lo dejo a Julie que tiene esa fijación con que se lo quiere coger- rio, y Emma se ahogó al acordarse de aquel comentario de Julie: “ese niño, el Justin que no es el original, el canadiense caprichoso, el que trae locas a las niñas… si me dice: ‘Julia, quiero cogerrrrte’, se me cae la ropa y le abro las piernas en ese segundo. ¡Qué puberto para estar tan lindo!”. – A mí háblame más del Justin original, del one and only, de Mr. Suit & Tie

 

- Ah, ¿a ese sí le abrirías las piernas?

 

- Lo secuestraría para que me cantara y me bailara- rio. – Para coger… bueno, quizás secuestro a la esposa también para que le haga el favor- Emma sonrió y se acercó a la mejilla de Sophia para darle un beso. – Only you can fuck me- susurró.

 

- Fuck…- suspiró, poyando su frente contra la sien de Sophia.

 

- Sí, “fuck”- pero no era eso a lo que Emma se refería.

 

- Se oye tan… mal- susurró. – Pero tan sexy al mismo tiempo

 

- Es sólo una palabra- se volvió a ella. – Si la usas bien o mal es decisión tuya… - le dio un beso en la punta de su nariz y, con un suspiro de autocontrol sobrehumano, se volvió hacia su fabulosa cebolla. – Versión pornográfica de “Oh, fuck! Please, fuck my pussy!”- gimió ridículamente, provocando una risa tanto en ella como en Emma. – “Yes! Yes! Yes, yes, yes! Fuck it harder!”- y todavía más risa. – O puede ser la versión que yo conozco: “Fuck me”- susurró lascivamente, transportando a Emma a esa vez que se lo había dicho en una combinación de susurro, gemido, balbuceo, jadeo, en esa voz que sólo el sexo podía ponerle a una mujer a la que le estaban frotando su clítoris mientras le besaban los labios. Los ovarios de Emma explotaron, así como aquella vez, que se acordaba tan bien de la posición en la que estaba en ese momento; entre sábanas blancas, sobre el lado derecho de Sophia y con sus piernas entrelazadas para mantener sus piernas abiertas, se acordaba del cabello rubio de Sophia; alborotado por las horas de sueño y por ya un orgasmo que Emma le había arrancado. Sexo mañanero de las diez y media y en altamar, ¿mejor que eso? Casi imposible. – Creo que de actriz porno me muero de hambre… o de actriz en general

 

- Y allá llegaron los bomberos a apagarme los ovarios- rio, dejando caer su cabeza en frustración. Ah, ese juego las iba a matar.

 

- Esa era la intención- sonrió, terminando de mutilar la cebolla y retirándose para colocar, sobre otra hornilla, la sartén más grande que Emma podía tener. Y era grande.

 

- ¿Por qué me estás torturando?- se quejó calladamente, que Sophia vertía un poco de sal en el recipiente donde Emma había dejado ir las otras especias, y luego le dejó ir un poco de pimienta.

 

- Es que si dejo que me toques… - tarareó mientras revolvía aquella mezcla y la esparcía sobre la piel de aquella broma con sabor a venganza, o venganza con sabor a broma. Broma en general y en realidad. – Se me quema el agua de tanto que quiero que me des

 

- ¿Por eso la pierna cruzada?- resopló. Jugando con fuego. Y se quemó, pues Sophia sólo arqueó su ceja y sonrió. - ¡Es un Peek-a-boo!

 

- Pero Kiki de Montparnasse

 

- Sea de la marca que sea, es un Peek-a-boo

 

- Es Kiki de Montparnasse- dijo con esa mirada que significaba algo que sólo una repetición.

 

- No es un Peek-a-boo normal, entonces

 

- No, no lo es- repuso, terminando de esparcirle la mezcla a aquella piel. Sacó un recipiente rectangular de vidrio y encendió el horno. – Ajá, entonces… tu pan- tomó el pan que habían comprado y lo llevó a la tabla en la que Emma había picado aquellas especias. - ¿Qué tanto pan se le pone?

 

- No tengo idea- rio. – Va envuelto, es lo único que sé

 

- ¿Envuelto entre o envuelto en medio de?

 

- Entre- supuso.

 

- Eres una consentida- resopló, sacando cinco rebanadas para quitarles las orillas, pues ya sabía que Emma le diría un: “mi amor… ¿podrías quitarle las orillas?”. – Pon las bromas sobre la piel- le apuntó la sartén, que ya debía estar caliente, pues el error principal de toda carne era que no se colocaba sobre algo realmente caliente.

 

- ¿Aceite o algo?

 

- Si quieres tener arterioesclerosis de verdad, ponle… pero no necesita- y qué sonido el de aquellas venganzas al caer sobre el acero inoxidable, y del aroma ni se diga. – Marca cinco minutos y déjalos ahí, ayúdame con una Baker grande y una que le quepa dentro

 

- Entonces, Licenciada- dijo al asentir ante la sensual orden que le sabía a orden sexual. - ¿A dónde iremos en Springbreak?

 

- No sé, pero quiero ir a una playa- sonrió, sabiendo que a Emma eso era lo que le gustaba, y a ella que no le importaba salir o no salir, del país o de la cama. – Si no me falla la neurona que se encarga de esa conversación… ¿no querías ir a Lençóis Maranhenses? ¿O era Fernando de Noronha?

 

- A Lençóis no, por favor no- rio, pues le encontraba la belleza pero no el entretenimiento, y tampoco le encontraba comodidad como le gustaba. - ¿Dónde queda Fernando de Noronha?

 

- Brasil también… y, mierda, no era ninguno de esos dos lugares, entonces- rio. - ¿A dónde era que querías ir?

 

- ¿A Mýkonos?

 

- No, es que nombraste una playa

 

- Ah, “Jericoacoara”, pero para Springbreak se llena demasiado… ¿qué hay de Fernando de Noronha?

 

- En la universidad tuve una compañera que toda su vida giraba alrededor de ese lugar; le llamaba “Paraíso Terrenal”. Iba todas las vacaciones… creo que su familia tenía un hotel allí, o ella era de allí, no sé, no me acuerdo- terminó de cortar el pan en pequeños cuadros, aunque no le habían quedado tan perfectos como si hubiera decidido usar el cuchillo correcto, pero no valía la pena si igual nadie iba a ver el pan. – Google it para ver qué hay- suspiró, sacando aquella masa de aquel gabinete, que sabía que no había crecido casi nada, pero igual lo iba a desinflar.

 

- Lo veo luego- se irguió, colocando ambos bakers sobre una encimera. - ¿Qué hago con estas dos?

 

- Coloca la pequeña dentro de la grande y rellena el contorno libre con agua y un poco de hielo.

 

- Creí que ibas a cocinarlo, no a enfriarlo- resopló, llenando el Baker más grande con un poco de agua para luego dejarle caer el pequeño dentro.

 

- Es para que no pierda tanto jugo. Si tienes agua, va a haber más vapor, o sea menos probabilidad de que la carne se seque

 

- Interesante

 

- Quieres steam it, no cook it. Así como funciona el método de vaporizar la leche cuando haces un Latte; la leche tiene que estar fría

 

- Nunca lo había visto- rio. – Pues, no en Iron Chef al menos

 

- Química en el colegio no era como crees- polveó la encimera con un poco de harina y dejó caer la masa. – Era más práctico que aprender de orbitales s, p, d, f- estiró la masa como si fuera a convertirla en pizza y, en el centro, colocó los trozos de pan. ¿Sentido común? No había manera de equivocarse, no en esa etapa, pues la mayor parte de errores ocurrían al momento de los ingredientes secos y los líquidos, en donde el orden de los sumandos si afectaba el total, y era por eso que existían las tortas que se hundían; en especial el cheesecake. – Pero, el profesor era extremadamente agradable, creo que por eso no deserté el primer año e hice los tres de química

 

- ¿Tres años de química avanzada?

 

- Lo puedes ver así o como una clase de cómo hacer tus propias cosas- rio. – Pues, aprendimos a hacer un perfume, a hacer jabones, a cómo hacer un soufflé perfecto porque a la esposa del profesor le encantaban y era su cumpleaños; que ahí fue que aprendimos lo del agua y nos explicó por qué… aunque, claro, a veces sí teníamos clases teóricas, pero también jugábamos con láminas de magnesio y mecheros Bunzen, o jugábamos a arrojar un poco de Sodio al agua, que gracias a eso fue que el último día de colegio decidimos arrojar media libra a la piscina

 

- Y con honores- rio. – Debes hacer un soufflé excelente

 

- Nadie se ha quejado todavía- guiñó su ojo. – Y como sé que no eres fanática del chocolate, o de lo dulce en general, no te ofrezco hacerte uno

 

- ¿No puedes hacerme uno de vainilla?

 

- As the matter of fact, I can- sonrió. - ¿Quieres uno de desayuno?

 

- Mejor para la cena de mañana, si no es mucho pedir- sonrió, y Sophia sacudió su cabeza. – ¿Tienes todo lo que necesitas?

 

- Revisa si hay vainilla

 

- Hay beans, pasta, azúcar y extracto- dijo al abrir el gabinete de las especias.

 

- Entonces sí- sonrió, reanudando su tarea de envolver pan entre masa de pan y Emma volvió a lo suyo, a lo del hielo. - ¿Cuánto falta para los cinco minutos?

 

- Ya casi

 

- Déjalos dos minutos en lo más alto- y Emma giró la perilla de la hornilla. – Quiérelos- sonrió alcanzándole lo que había sobrado de la mezcla de especias.

 

- Los querré más cuando los coma- rio y, con una sonrisa que no se podía explicar, roció aquellas hierbas sobre lo que se veía realmente apetitoso. No existía Fergie, ni Blur, ni Bieber, sino una voz que nunca había escuchado antes; mujer, definitivamente afroamericana, pero le ponía cierta vibra extraña al ambiente, que no por ser extraña estaba mal.

 

- But I gotta believe that this ain’t the end of the road, it’s all a bad dream until you believe…- tarareó calladamente aquella rubia que no sabía si lo que hacía estaba bien hecho, pero lo seguía haciendo. Eso era. El ritmo no era sexy pero tenía algo que sabía a noches de invierno de Pomerol y chimenea, con cobija y desnudez; sabía a los besos post-coitales. – And you gotta know, the story is still to be told, just breathe… remember to breathe

 

- Nunca había escuchado esa canción- interrumpió su modo de cantante.

 

- No es tan vieja, es como del dos mil ocho o nueve. La canta “Lalah Hathaway”

 

- Es un poco… sexy- rio, notando los dos minutos que debía esperar y, por instinto o sentido común, que para Emma no era tan común en otras personas, bajón la intensidad nuevamente a dos y les dio la vuelta.

 

- Si no le prestas atención a la letra- dijo de cerca, pues se había acercado para sacar el Saran Wrap. – Pero tienes razón, omitiendo la letra, es como para gemirte al oído

 

- ¡Sophia!- rio nerviosamente.

 

- Y estoy orgullosa de mi nombre- bromeó. – Colócalos sobre la piel en el Baker pequeño y al horno

 

- ¿Así de rápido?

 

- Sólo es para sellar, seguramente ya están sellados del otro lado también- Emma sólo lo consintió e hizo lo que Sophia decía, después de todo, Sophia era la que sabía. – Marca media hora en el cronómetro de la cocina- dijo, acercándose a ella con la cebolla y dos ajos para prensarlos inmediatamente.

 

- Eso huele bien- suspiró entre el sonido de la cebolla freírse entre la grasa que había despedido aquella venganza.

 

- ¿La quieres un poco plana para contrarrestar lo condimentado de la carne o lo quieres un poco refrescante?

 

- Como quieras- inhaló ya el olor del ajo entre la cebolla. Orgasmo olfativo. – Huele demasiado bien

 

- Espero que tenga un sabor decente- rio, dejándole ir un generoso chorro de pomerol y un dash de harina.

 

- ¿Dudas de tus habilidades?

 

- No, nunca. De tu paladar- rio, alcanzándole una paleta de madera para que empezara a revolver aquello y bajó la intensidad a uno, pues, por mientras, ella picaría las cuatro hojas de menta que llevaba el paquete.

 

- ¿Qué tiene mi paladar?

 

- It’s so picky

 

- Pero así me quieres- sonrió con inocencia pero reconociendo que tenía razón al decir aquello.

 

- Te quiero, sí- se acercó y arrojó la menta a lo que ya empezaba a verse más espeso. – Te quiero de “te amo” y te quiero de “te quiero subir la falda y abusar totalmente de tu integridad física”- murmuró, y notó cómo Emma apretujaba la paleta de madera entre sus dedos. – Pero serás tú quien gima con la canción sexy en el fondo…

 

- ¿Qué te voy a gemir?- preguntó como si no le afectara tanto, pero sí que lo hacía; de eso era testigo el algodón que arropaba su entrepierna.

 

- ¿No lo sabes?- Emma sacudió la cabeza, pero Sophia pasó sus manos por si cintura hasta abrazarla y guio una mano a su entrepierna, provocándole a la torturada Arquitecta un gruñido que sabía a gemido también. – Precisamente eso vas a gemir- rio suavemente a su oído y la soltó para regresar al pan, que ya sólo tenía que enrollarlo en el plástico.

 

- Me estás matando- se volvió a ella, desatendiendo la salsa, y sólo supo apreciar la silueta de su rubia tortura momentánea. Cuántas ganas le sobraban para quitarle ese delantal y dejar que el mundo se quemara entre el horno y las hornillas. Cuántas ganas le sobraban para adorarla con la voz de Diana Krall en el fondo. Cada “Cry Me A River” era distinto. - ¿Qué te hice para que me estés matando así de lento?- se acercó a ella por su espalda y la abrazó por la cintura hasta envolverla completamente entre sus brazos. – Porque podría jurar que te divierte- susurró a su oído y llevó sus labios a su hombro derecho para darle besos sobre la tela de su camisa.

 

- No me has hecho nada- susurró. – Y tampoco me divierte porque yo también estoy un poco mojada

 

- No me digas esas cosas- resopló, siguiendo con su vista a las manos de Sophia que enrollaban el segundo pan. – Que yo también puedo jugar

 

- Eso hemos estado haciendo desde hace como dos horas, mi amor… hemos estado jugando con fuego

 

- Y me estoy quemando viva a pesar de que estoy hecha un océano

 

- Ah, pero eso es hambre- rio. – Es por el olor de la comida. La salivación es una reacción natural ante el hambre y el estímulo visual y olfativo

 

- Tienes razón- sonrió traviesamente y se dirigió a la salsa para quitarla de la hornilla. - ¿Quieres probar la salsa?

 

- Sure- pero lo que no vio es que Emma, traviesamente, metió su mano en su pantalón y alcanzó a corroborar lo que ya sabía cierto. - ¿El agua está hirviendo ya?

 

- Sí- se acercó a la olla y, con cuidado, dejó ir ambos proyectiles de carbohidratos en el agua y volvió a tapar la olla.

 

- Abre- le dijo Emma y ella, con una sonrisa, abrió sus labios y dejó que Emma burlara sus expectativas al estar esperando salsa y no su sabor.

 

- Fuck…- gruñó, y rápidamente tomó la mano de Emma entre las suyas; no quería dejar ir ese dedo, no hasta quitarle todo su sabor. – Felicitaciones a la cocinera- sonrió al ya no sentir ningún sabor. – En escala del uno al diez, quedó “Oh My God!” de rico

 

- Me alegra que te guste- guiñó su ojo y llevó la paleta de madera sobre su mano para darle de probar la salsa de verdad. - ¿Te gusta?

 

- Sabe bien, pero eso no significa que me guste- frunció su ceño.

 

- ¿Le falta algo?

 

- No, está bien así… es sólo que me borró el otro sabor- se sonrojó. Llamaron a la puerta. – Dios te ama, Emma- rio mientras se retiraba hacia la puerta.

 

- Eso ya lo sabía- sonrió. – Pero, ¿por qué lo dices?

 

- “Salvada por la campana”, literalmente… que te iba a violar

 

- ¡No!- gritó caprichosamente hermoso.

 

- Por favor, pasen adelante- rio Sophia al abrir la puerta, que Phillip y Natasha no sabían de qué se reía pero seguramente tenía que ver con Emma, literalmente con Emma, pues era una risa un tanto burlona.

 

- Pia- sonrió Phillip, alegrándose por su sonrisa, pero dejó pasar primero a su esposa como todo buen caballero.

 

- Hello, Darling- sonrió Natasha y, deteniéndose para darle un beso en cada mejilla, pasó a la cocina para dejar el postre que venía empacado alla Margaret Roberts’ house para mantenerlo caliente.

 

- ¿Cómo estás?- murmuró, recibiendo un beso en la frente por parte de Phillip y tomando el paquete que venía envuelto en papel de empaque; seguramente helado de vainilla para los gustos de Natasha, parecidos a los de su mamá y en pleno invierno, o quizás era el glaseado.

 

- Cansado, he tenido tres días demasiado fuck my job- dijo, quitándose su gorro y su bufanda para colocarlos sobre el respaldo del sillón que le daba la espalda a la puerta principal. - ¿Y tú?

 

- Cansada, también- resopló, cruzándose de brazos por frío y por estarlo esperando a que se quitara el abrigo Massimo Alba. – He estado a base de café todo el día

 

- Bienvenida a mi mundo, Pia

 

- No, tú no entiendes- rio. – Café… café americano, café de diez partes de agua para una de café

 

- Ah- sonrió, quitándose su saco también y arrojándolo sobre el respaldo.

 

- Sólo hoy bebí como cuatro tazas, y eso no es normal… usualmente un Latte, máximo dos, cumplen con los requisitos

 

- Estás mal, Pia, pero, por lo demás, ¿todo bien?

 

- Ya tengo la mano… pero no la he sacado del molde y no sé cómo sacarla para mañana porque no vamos a ir a la oficina

 

- No te preocupes, dámela y yo me la llevo- la abrazó por los hombros y empezaron a caminar hacia la cocina mientras le daba un beso en la cabeza. – ¡Madre de Dios! ¡Aquí huele a comida!- suspiró con inanición.

 

- Y me asustaría si la cocina oliera a otra cosa- rio Emma, acercándose a él para pasarle los brazos por el cuello y dejarse dar un abrazo.

 

- Emma María- sonrió. – Freddy Krueger me llamó- y Natasha sólo le dejó ir un manotazo de “ni se te ocurra ese comentario”.

 

- Sí, a mí también me llamó- rio. – Dijo que quería su cara de regreso- las tres mujeres se carcajearon e intercambiaron high-5’s. Buena movida para el tiro que le había salido por la culata. – Papito, cuando tú vas, yo ya fui y regresé diez veces y me estoy bebiendo mi tercer Martini- guiñó su ojo mientras le daba unas palmadas en su pecho.

 

- Mujeres- sacudió su cabeza. – Inteligentes y emocionales: combinación mortal

 

- Ay- resopló Natasha, abrazándolo como si fuera una niña de tres años y Phillip su gigante oso de felpa. – Dicen que todo lo peligroso es triplemente más atractivo que lo seguro

 

- Muy cierto- sonrió, agachando su cabeza porque le gustaba que Natasha se la tocara; ya tenía un poco más de cabello pero seguía expuesto al clima. – No me digan que eso es lo que vamos a comer- rio, viendo la cubeta con aquel vomitivo color. Pepto-Bismol. Ese era el color.

 

- No- rio Sophia. – Es una prueba que estaba haciendo

 

- Ah, ¿y qué es?

 

- Un molde

 

- ¿De qué?

 

- Ah, Phillip- rio Natasha. – Se me había olvidado decirte- volvió a verlo con mirada seria a pesar de que Emma y Sophia ya sabían que estaba a punto de asustarlo o de perturbarlo. – Es que, bueno, tú sabes… Emma y Sophia son mujeres

 

- Lo sé- asintió.

 

- Bueno, y…

 

- ¡No!- suspiró. - ¿El pene de quién tienen ahí?- rio fuertemente.

 

- No, ahí está mi mano- le dijo Emma. – Sophia estaba haciendo una prueba… de que no tiene daños secundarios para la piel- Sophia sólo se dirigió a la cubeta para fruncir sus labios ante la inhabilidad de no poder no reírse.

 

- Y, uhm…- murmuró Natasha. – Querían saber si, de regalo de bodas, les podías regalar…- el rostro de Phillip se volvió más blanco que de costumbre, sus ojos perdieron ubicación y sintió que la faltó el aire.

 

- ¿Y tú estás de acuerdo con eso?- balbuceó, que fue cuando Emma no pudo más y estalló en la carcajada, contagiando así a las otras dos mujeres. - ¿Almorzaron diablito hoy?- suspiró aliviado de que era broma.

 

- Oh, come on- lo molestó Emma, volviéndose a la sartén de la salsa para verterla en un recipiente que había sacado previamente. – Acepta que salió bien

 

- Maestras de la improvisación- las acreditó. – Casi me matan

 

- Es un poco perturbador saber que eres capaz de creer que te pediríamos algo así- rio Emma.

 

- Yo creo que, de querer uno, mi amor, no te lo pedirían a ti porque sería como estar cogiendo contigo- dijo Natasha.

 

- ¡Por favor! ¡Cambiemos el tema!

 

- ¿Qué? ¿No te halaga la idea de que quisiéramos el tuyo por sobre el de cualquier otro?- rio Emma. ¿Qué le pasaba? Estaba con ganas de molestar, de bromear. Ah, era su manera de canalizar su frustración sexual.

 

- Gracias por considerarlo bonito, al menos- dijo con sus cejas arqueadas. – Muy amables- sonrió. – Pero el tema se clausura as of this moment

 

- Como tú digas- corearon Natasha y Emma.

 

- Ahora sí, en son de paz, ¿quieren algo de beber?- sonrió Emma, viendo a Sophia sacar la masa de color que albergaba el molde de su mano. – Tengo Whisky y cerveza para el caballero y, para la distinguida dama, puedo ofrecerle todo lo que no le ofrecí a su esposo. Tengo para hacer Bellini

 

- Bellini será- sonrió Natasha mientras Emma caminaba hacia el bar para sacar tres copas.

 

- By all means, Felipe, estás en tu casa- bromeó al ver que abría el congelador.

 

- Gracias, Emma María- guiñó su ojo y sacó una cerveza.

 

- ¿Me sirves uno también?- murmuró Sophia mientras alcanzaba, de su bolso, la caja de sus gafas, de donde no sacó sus gafas sino un bisturí. Emma asintió. – Pipe, ¿me ayudas?

 

- Será un placer- dijo en su burbujeante voz de cerveza.

 

- Y yo, ¿en qué me hago útil?- balbuceó Natasha, sumergiendo su dedo en la salsa. Estaba para matar y luego morirse. - ¿Todo a la lavadora de platos?- sonrió, que eso sí le gustaba hacer.

 

- Estás en tu casa, Darling- le dijo Emma, que vertía la mezcla del Bellini en cada copa para luego abrir la botella de Prosecco. – Por cierto, Springbreak- dijo nada más, y Sophia notó cómo, tanto Natasha como Phillip, reaccionaron con una sonrisa.

 

- ¿Vamos a ir los cuatro siempre?- sonrió Phillip, provocándole ternura a todas.

 

- Si ustedes no tienen algo planeado, pues, si no van a ir sólo ustedes dos… second Honeymoon, yo qué sé- dijo Sophia, clavándole el bisturí a la goma que se había formado alrededor del molde. – Son libres de unirse

 

- ¿Qué planes hay, Em?- preguntó Natasha mientras enjuagaba el sartén.

 

- No sabemos todavía. ¿Cuánto tiempo de vacación tienen?

 

- Lo mío es abierto- dijo Phillip.

 

- A mí no me vean que no tengo trabajo- añadió Natasha. - ¿Cuánto tiempo tienen ustedes?

 

- Diez días laborales, como siempre- sonrió Emma, deteniendo el corcho del Prosecco a tiempo, sino terminaría contra el techo, contra su hermoso y blanco techo. – Que nos podemos tomar a partir del dieciocho de marzo, pero seguramente no habrá problema si nos tomamos trece días laborales- sonrió, alcanzándole una copa a Natasha.

 

- Dueñas de su propio tiempo, excitante- rio Phillip, arrancando lo que Sophia había cortado con cuidado de no arruinar la mano. - ¿A dónde iremos, familia? ¿En dónde celebraremos los veintiún años de Sophia?- le dio un cabezazo suave por broma.

 

- Nada de rifas malversadas, por favor- les advirtió Emma.

 

- ¿Múltiples destinos o sólo uno? – preguntó Sophia.

 

- Supongo que tendrá mucho que ver los lugares a los que queramos ir- dijo Natasha. - ¿A dónde quieres ir, Sophia?

 

- Yo sólo sé que no quiero cruzarme el Atlántico por un par de días- sacudió su cabeza. - ¿Y tú?- le preguntó a Natasha.

 

- Es invierno, necesito sol, arena y mar… mar al que me pueda meter

 

- Quizás sería bueno que no fueran a un lugar al que ya fueron- comentó Sophia.

 

- Tailandia, Punta Cana, Las Bahamas, Playa Mujeres, Roma, Mýkonos…- contó Emma.

 

- ¡Y el fraude de Venecia!- espetó Natasha, que todavía seguía arrepentida.

 

- Entonces, ¿qué? ¿Dejamos fuera República Dominicana, Las Bahamas y México?- dijo Phillip.

 

- En dado caso, las Bahamas sí o sí; el mar es relativamente frío, ¿te acuerdas?- dijo Natasha.

 

- ¿Qué hay de Cayo Largo, Cuba?- murmuró Emma.

 

- Mmm…- sacudió Natasha su cabeza. – Cuba es demasiado complicado para nosotros por ser americans… además, según me estaba diciendo mi papá, hay unas regulaciones relativamente raras; eso de “sedentarismo supremo” no puede ser, aparte que me estaba diciendo que casi no aceptan tarjetas de crédito o débito entonces debes llevar cash… y que no puedes traer ni habanos ni ron- rio.

 

- Ah, si no se puede importar ron, ¡¿para qué?!- rio Sophia, contagiando a Phillip.

 

- Pia, se nos cayó el negocio del ron- bromeó él.

 

- Cuba queda descartado- sacudió él su cabeza.

 

- Más por el “dolce far niente” literal que por tu contrabando de ron- rio Emma.

 

- Emma, ¿el año pasado no dijiste algo de Brasil?- se volvió como si hubiera tenido una brillante idea.

 

- No tiene nada que ver conmigo- le dijo Sophia, pues eso se prestaba a que estuvieran, nuevamente, trabajando juntos.

 

- Cierto, Jericoacoara, Em- sonrió Natasha, cerrando la lavadora de platos al haberlo metido todo ya.

 

- Sólo nombré el lugar por poner un ejemplo- explicó. – Pero Sophia me ha dicho de “Fernando de Noronha”, ¿qué sabes sobre ese lugar?

 

- Dame cinco minutos y lo sabré todo- rio, sacando su iPhone de su bolsillo. – I so wanna go there- dijo al cabo de diez segundos con tan sólo ver la primera imagen y se la enseñó a Emma.

 

- Fuck…- suspiró, y sólo se escuchó un gruñido de Sophia en el fondo. – Felipe, Sophia, ¿Fernando de Noronha?- les mostró aquella fotografía.

 

- Yo voy a donde me lleven- sonrió Phillip.

 

- Yo también… que haya cama y/o hamaca y comida y allá voy- agregó Sophia.

 

- Ah, issue- dijo Emma de repente. – Ustedes dos necesitarían visa si no me equivoco

 

- No sería ningún problema, sólo se saca y ya, y no dudo que mi mamá conozca a alguien en el consulado- dijo Natasha.

 

- Entonces… ¿Fernando de Noronha?- preguntó Sophia sólo por confirmar, y todos asintieron. – Suena perfecto

 

- El lunes le diré a Gaby que busque todo lo necesario- dijo Emma, acercándose a la olla para darle vuelta a sus panes, que ya tenían apariencia de como eran en la casa de su abuelo.

 

- ¿Qué es eso? – le preguntó Natasha al ver aquello tan raro, flotando.

 

- Carbohidratos, para que engordes un poquito… que estás demasiado flaca- le susurró con la lengua de fuera, y se lo susurró para que no saliera el tema a nivel público.

 

- Sigo siendo talla cuatro

 

- ¿Y estás pesando…?

 

- Ciento catorce libras- agachó la mirada, pero Emma, en vez de regañarla, la abrazó por los hombros y recostó su cabeza contra la suya. – Mi mamá insiste en que visite a Alastor

 

- ¿Por qué no me habías contado?

 

- Porque me lo dijo hoy por la mañana que me vio- sacudió su cabeza. – Odio cuando llega de la nada y entra como Pedro por su puta casa

 

- Y asumo que estabas en ropas menores o sin ropa como para que digas algo así

 

- Sabes, en mi casa siempre me dijeron que una puerta cerrada permanecía siempre cerrada a no ser de que se llamara y me dieran permiso para entrar; así funciona todavía cuando yo voy a donde mis papás. Phillip tiene ya unas semanas de estarse yendo a eso de las siete y media al trabajo para llegar a las ocho, eso significa que, a esa hora, todavía no me he duchado y sigo intentando revivir; que ese tema ya lo vamos a tocar, y resulta que hoy mi mamá decide llegar a las ocho en punto porque, como si había despertado a las cuatro de la mañana para terminar de escribir la columna de la otra semana, ya tenía hambre y estaba aburrida. Entra como Pedro por su puta casa, independientemente de que el ascensor abre directamente en el interior del apartamento, pero la puerta de mi habitación se mantiene cerrada, por Agnieszka, desde el momento en el que tenemos la intención de dormirnos hasta el momento en el que ya salgo duchada y lista para que el mundo me vea- resopló. – Pues no, hoy mi llega mi mamá y abre la puerta de mi habitación, ve que me estoy bañando y decide sentarse a esperar, pero no se sienta en la sala como la gente normal, no, ella decide sentarse en el diván del clóset. Y, claro, yo duchándome como si me estuviera esterilizando, no vi que estaba ahí por el vapor… y sólo salí de la ducha y me dijo un muy suyo: “Ella Natasha- sacudió su cabeza y bajó sus gafas para verme sobre ellas como con desaprobación- estás demasiado flaca, ya no te ves saludable”. Hasta se me cayó la toalla del susto

 

- ¿Y qué piensas sobre lo de que “no te ves saludable”?

 

- ¿Me veo saludable?

 

- Sí- asintió. – Delgada pero saludable, además, sé que estás comiendo como siempre… menos, pero lo de siempre

 

- Pues, después de que me dijo eso, ¿qué hambre iba a tener? Lastimó mi autoestima- dijo con su mirada de arrogancia elaborada. – Y de ahí salió con que debería ir con Alastor

 

- ¿Con qué propósito?- resopló. – Si Alastor lo que hace es… yo ni siquiera sé lo que hace el hombre, sólo sé que me cobra por que le cuente mis problemas

 

- Problemas tenemos todos. ¿Tú crees que debería ir?

 

- Te lo voy a poner así, y digo dos puntos: si hay cosas que no puedes hablar con Phillip, con tus papás o conmigo, o con alguien de tu confianza, si son cosas que no puedes, no quieres o crees que no debes hablarlas con los previamente mencionados… creo que valdría la pena

 

- ¿Por eso fuiste donde Alastor la primera vez? I mean, ¿porque no podías/querías/creías-que-no-debías hablar cosas conmigo o con tu mamá?

 

- Necesitaba que alguien ajeno a mi vida me dijera que no estaba mal lo que estaba sintiendo

 

- Yo te lo podría haber dicho, porque eso pensaba y lo sigo pensando

 

- Lo sé, pero es algo que habría percibido como que me estabas diciendo lo que quería escuchar, o el apoyo incondicional por ser mi amiga; supongo que no puedo explicarlo, pero se siente diferente… es como si el mundo te está diciendo las cosas, el mundo que no se reduce a los que te rodeamos a diario

 

- No, no, creo que te entiendo- frunció su ceño. – Es lógico

 

- Yo sé que el hecho de que tu mamá te haya dicho que fueras con un psicólogo no te agrada cuando eres tú quien tiene un minor en Clinical Forensic Psychology, es como que si a mí me remitieran a un Arquitecto para que analice y critique mi trabajo… no tiene nada de malo con ir a un psicólogo y eso lo sabes… si te remiten a un psiquiatra… pues, eso ya es otra cosa, significaría que estás bien- sonrió suavemente.

 

- Hay cosas de las que no quiero hablar porque siento como si volviera a abrir la caja

 

- A veces es mejor abrir la caja, ver qué hay dentro y conocer lo que hay dentro para saber qué hacer si la caja se cae y, por accidente, se abre y sale todo eso rodando por el suelo. Y tú, mejor que nadie, sabes que el psicólogo no te soluciona los problemas, simplemente te guía- Natasha sólo asintió. – ¿Lo has hablado con Phillip?

 

- Va a pensar que estoy loca- rio, viéndolo de reojo. Lo vio muy guapo, aunque echaba de menos su cabello largamente corto.

 

- ¿Loca?- resopló. – Loca cuando le arrojas un zapato a un cristiano, loca cuando pagas sesenta mil dólares para prevenir que el hombre que te gusta no quede casi-en-pelotas, loca cuando, con una botella de ron encima, decidiste hacer un mortal y casi te fracturas hasta el…- le hizo la mirada de “ya tú sabes qué”. – De igual forma, háblalo con él si quieres, si no quieres tampoco te voy a obligar… pero, hagas lo que hagas, I’ll be there for you

 

- No te digo- resopló. – Por eso te adoro

 

- Yo sé, yo me adoraría también- guiñó su ojo y recibió un “duh” mental de Natasha. – Ahora, siguiente tema… ¿qué con tus resurrecciones matutinas?

 

- Ah, otro de los temas salieron sobre el desayuno- rio. – Mi mamá, vergonzosa e incómodamente para mí, no sé para ella, me empezó a preguntar de mi vida sexual… pues, de la falta de

 

- ¿Fue antes o después de lo de la comida?

 

- Después, pero me volvió a decir lo de Alastor cuando le insinué que no cuento como persona activa en estos momentos

 

- ¿Todavía no?

 

- Estaba en mis días los días anteriores, que creo que ya recuperé el ciclo de veintisiete días- sonrió placenteramente. – Ayer intentamos de nuevo y me volvió a pasar lo mismo, es frustrante… es más frustrante el hecho de que lo dejo con blue balls porque no me deja hacer algo al respecto

 

- Make love, don’t fuck

 

- Con la emoción que me pone la anticipación y la expectativa- sacudió su cabeza. – Es difícil poder bajarle el tono; sólo quiero fuck his brains out- volvió a verlo y sonrió al ver cómo le ayudaba a Sophia mientras hablaban sabía Dios qué.

 

- Yo también- suspiró con la sonrisa idiota. – Digo, yo a Sophia- sacudió su cabeza al comprender por qué Natasha la veía de la manera en la veía. – Hemos estado jugando con fuego desde hace rato ya

 

- ¿Todavía no se han quemado?

 

- Ya nos quemamos, varias veces, pero no nos hemos curado- sonrió.

 

- Te envidio tanto… no sabes cuánto- suspiró.

 

- No tienes nada que envidiarme, Nate- golpeó su copa contra la suya y se vieron a los ojos por la amenaza mundial de “mala suerte” pero que ellas lo habían traducido a “un mes de mal sexo” a pesar de que eran siete años en realidad. – Volverás a lanzarte al estrellato- sonrió, refiriéndose clara y vulgarmente a la pornografía.

 

- Ojalá, que ya me estoy desesperando

 

- ¿Qué hay de oral sex?

 

- Creo que no me escuchaste- rio y bebió de su Bellini. – Prefiere quedarse con blue balls a que le dé uno

 

- Pero, como te dije antes, no sería primera vez que le das uno

 

- “Todo o nada”- dijo nada más.

 

- Goloso, pero respetuoso, supongo- se hundió entre sus hombros. – Pero me refería a que si vas a ir poco a poco… what the fuck would I know, tal vez que él te lo haga a ti; tal vez te relaja

 

- Me da pánico tenerlo así de cerca entre las piernas

 

- Con la luz apagada, eso soluciona casi todos los problemas de una mujer- rio.

 

- Le tengo pánico a correrme también- agachó la mirada, pero alcanzó a ver que Phillip molestaba a Sophia, o al revés, pues Sophia se había encargado de enseñarle un poco de griego, pero sólo lo que toda persona quisiera saber en otro idioma: cómo rebalsarse en palabras obscenas y soeces. – Siento que se me va a venir hasta el esófago. Y, por favor, no me digas que vaya a un consejero sexual

 

- No, no te iba a decir eso- resopló. – Te iba a decir que, la solución que le veo, es que o superas tú sola tu miedo o con Phillip, que podrías emborracharte para estar más relajada también

 

- ¿Ves? ¿Para qué necesito un consejero sexual?- rio. - ¿Esa es tu mano?- se acercó a Phillip y a Sophia al ver la blanca mano que desmoldaban.

 

- Replica exacta- respondió Emma.

 

- Demasiado exacta- se asombró Natasha.

 

- Te sorprenderías de lo que se puede hacer con alginate- le dijo Sophia. – Desde piel hasta segmentos de pared de concreto

 

- Ese mundo que no conozco- resopló Natasha. - ¿Y qué van a hacer con tu mano?- se volvió a Emma, y todos entendieron a lo que se refería.

 

- Nada, sólo era una prueba- sonrió Sophia. – ¿O la quieres tú?

 

- No sé para qué la querría- resopló.

 

- Supongo que puedes hacerme el favor de pasar por el basurero para botarla, ¿verdad?- sonrió Emma.

 

- Sure- sonrió Natasha, y Phillip casi se le arroja encima en un abrazo de agradecimiento, pues le estaba haciendo la vida más fácil y sin saberlo.

 

- Por cierto- rio Phillip. – Están muy pop- señaló hacia el techo para referirse a la música.

 

- ¡Ay!- refunfuñó Sophia y aplaudió tres veces. – “Playlist: Emma”- no dijo artista ni canción porque no se le ocurrió nada.

 

- “Club des Belugas: The Beat Is The Rhythm”- añadió Emma, y pasó de ser “Cry Me A River” de Timberlake a ser de aquel ritmo relajante pero sensual, como si actuara directamente en el libido de cada uno para con su recíproca pareja. Qué rico ese ritmo.

 

- ¿Cuánto tiempo le falta a la comida?- murmuró Natasha, pues el olor ya la había cautivado.

 

- Diez minutos- suspiró Sophia.

 

Y diez minutos pasaron; pan cortado en rebanadas de tres cuartos de pulgada, carne rebanada en media pulgada, salsa sobre la carne. Sólo carne, salsa y pan. Fuera los vegetales. Bueno, de vegetales sólo el ciboulette finamente cortado para agregarle color.

 

- Fuck me- gruñó Natasha. - ¡Está tan rico!- parecía que nunca había comido en toda su vida.

 

- ¿Te gusta?- rio Emma, tomando una rebanada de su adorado pan y, contra todo lo que toda persona pudo haber creído, lo sumergió en la salsa y le dio un glorioso mordisco que le supo a infancia.

 

- ¿Qué es?- preguntó Phillip.

 

- Es del clan de los amigos de tu esposa en Central Park- sonrió Emma y llevó su Bellini a sus labios. Natasha sólo dejó caer su tenedor y su cuchillo y tragó sin masticar.

 

- Dime que no es el pato que arruinó tu Balmain- balbuceó con la mirada hacia el infinito, acordándose de las amenazas de muerte de Emma para con el pato-asesino-de-pantalones.

 

- Está bien, te diré que “no”- sonrió.

 

- ¿Cómo me das de comer un pato al que le he dado de comer?

 

- Supongo que eso te convierte en una versión de la bruja de Hansel y Gretel, y a los patos… pues, eso, los convierte en Hansel y Gretel- rio maquiavélicamente.

 

- Estás trastornada, Emma- dijo con asombro, pero Emma sólo supo carcajearse.

 

- Vamos, que los compré en Agata y Valentina- dijo entre su carcajada, trayendo a Phillip y a Sophia a una risa. – Tómalo como mi venganza por april fools’- sonrió.

 

- Bromanza de mal gusto- dijo, haciendo un neologismo de broma y venganza. – Además, eso fue hace demasiado tiempo, supéralo

 

- Por favor, ¡ilumínennos!- rio Phillip.

 

- ¿De qué april fool’s están hablando?- resopló Sophia, dándole el primer mordisco al famoso pan de Emma, y tenía que aceptar que tenía su encanto, demasiado encanto.

 

- April fools’ dos mil once: resulta ser viernes; día en el que todo el Estudio Volterra-Pensabene decide tener una reunión de tres horas y tu novia me deja colgada sobre el almuerzo. Tu novia tiene que comer, no se alimentará del aire- dijo Natasha.

 

- Y, entonces, Ella Natasha, muy amablemente, me dice que no me preocupe, que me va a enviar algo de comida con Hugh porque ella ya estaba almorzando. Pues estábamos hablando sobre la restauración del Radio City, si no me equivoco, y entra una docena de Drag Queens a dejarme un maldito sándwich en frente de todos y me bailaron “New York, New York” pero la versión de Liza Minnelli- Sophia y Phillip rieron a carcajadas, Phillip casi muere por ahogo. - ¿Así o más vergonzoso?

 

- En el dos mil ocho, Project hizo un episodio sobre diseñarles los Stage Costumes a unas Drag Queens… todavía tenía un par de teléfonos y, por un módico precio, avergoncé a mi mejor amiga- sonrió. – Acéptenlo, mi broma fue mejor que la de Emma- Phillip y Sophia se volvieron a ver y prefirieron no tomar parte en eso.

 

- Yo sólo quiero saber qué dijo mi papá- rio Sophia, que todos se petrificaron al escuchar aquello, no porque no lo supieran porque lo sabían perfectamente bien, sino que nunca se imaginaron escuchar aquello. Hasta Sophia se extrañó de sí misma, wtf, pero todos encontraron cierto consuelo en distintas cosas; Phillip en el poco de Prosecco, Natasha en su rostro cansado, Emma en la falta de un buen Latte, Sophia en todas las anteriores más en la distracción sexual que tenía a su lado.

 

- Bueno, imagínate la escena- rio Emma, omitiendo el “mi papá” por la salud de su noche sexual y de la conversación en sí. – Doce Drag Queens; me acuerdo de Mrs. Templeton, de Charlamange, de Miss Devine Monroe y de La’Niqua Johnson- resopló, acordándose de aquella imagen. – Entraron como si no estuviéramos en reunión, y entraron porque nadie quiso detener a doce de ellos, entraron con una Boom Box con la canción, y empezaron a cantarla. Me pusieron el sándwich en frente y, entre que arrojaron confetti y glitter, me dieron la respectiva serenata. De la vergüenza no pude ver a nadie más, lo único que sé es que Belinda casi se hace de la risa y Bellano que creyó que lo llegaban a buscar a él porque se había acostado con una Stripper y creyó que eran las amigas o qué se yo, no sé- se carcajeó. – Pero del tema no se volvió a hablar en el Estudio

 

- Emma en su primer momento de “por favor, Dios, separa la tierra para que me trague”- rio Natasha.

 

- Y fue ese año que acordamos no bromear nunca más para April Fools’- se volvió Emma a su mejor amiga. – Pero la venganza quedó latente

 

- Dale tres años a esta broma- le dijo Phillip a su esposa. – Te dará risa

 

- Sabias palabras, Felipe Carlos- añadió Emma. – Vamos, Nathaniel, don’t be so bitter about it… acepta que te la creíste y que, si te la creíste, es porque fue buena

 

- No fue buena, fue cruel- sonrió. – Pero estuvo bien pensada

 

- Tú sabes que lo único que me detiene de asesinar al pato que arruinó mi pantalón es tu amor por los de su especie

 

- No serías capaz- se burló Natasha, llevando la mitad de un trozo de pato a su boca. Si tan sólo no lo sintiera como pecado, así como estarse comiendo a alguien de su familia, pero estaba demasiado rico; la mezcla perfecta entre lo crocante del exterior con lo tierno y jugoso del interior, ¡y la salsa! – Puede ser que no los soportes con sus graznidos

 

- Es sólo que no entiendo cómo hay gente que les da de comer aun cuando ven que hay un rótulo que dice “Do NOT feed the ducks” y es como que les digas “Por favor, amado ciudadano y/o turista, alimente a los patos mil veces al día”. Además, parte de tus impuestos municipales van para el mantenimiento de Central Park y tengo entendido que también es para darle de comer a los patos; para darles de comer lo que comen y no pan

 

- Es una obra de caridad la que se hace, que a mí no me consta que les den de comer adecuadamente- refunfuñó Natasha.

 

- Compra menos pan y dales de comer lo que comen ellos, no pan

 

- Son aves, ¿qué puede tener de malo darles pan?

 

- Como que nunca me has escuchado cuando te digo que es como que le des chips a un niño los tres tiempos de comida- rio. – Así de dañino es. El pato no se trata como ave convencional a la hora de darle de comer, así como el pingüino, ¿o también les vas a dar pan a los pingüinos?

 

- Entonces, ¿qué? ¿Los estoy matando?

 

- A veces les das whole wheat- suspiró. – Supongo que no será tan malo…

 

- Entonces, ¿cuál es el problema?

 

- Son como las malditas palomas, ¡son una plaga! Pero, como sea- pasó su mano por su rostro para cambiar de tema. – Me han ofrecido dos sillas adicionales para Carolina Herrera, el siete de febrero a las diez de la mañana, ¿te interesa ir?

 

- ¿Puedo saber cómo lograste entrar?

 

- Citaré a tu esposo: “Conozco a gente que conoce gente”- rio. – Y tengo tres adicionales para Monique Lhuillier el ocho de febrero a las nueve de la mañana, ambos son en Theater

 

- Yo sí voy- dijo con una sonrisa. – A los dos

 

- Felipe, al de Lhuilier te puedo invitar si quieres ir- sonrió. – Digo, de cumpleaños

 

- Amable tu invitación, pero creo que a mi suegra le vendría mejor- sonrió él, sacudiéndose la invitación por no lograr comprender a veinticinco-que-treinta-y-cinco-mujeres-caminando-veinte-metros.

 

- A mamá seguramente la invitaron hace meses- suspiró Natasha.

 

- Anyhow, sino daré el asiento a alguien más- dijo Emma, llevando su Bellini a sus labios para beberlo completo. – Hablando de cumpleaños, Felipe, ¿cuántos es que cumples?

 

- Treinta y dos bien vividos años- rio.

 

- ¿Qué quieres que te regale?- le preguntó entre su habilidad de mezclar un nuevo Bellini de ambos líquidos simultáneamente.

 

- ¿Va un regalo individual o un regalo de la familia Pavlovic-Rialto?- sonrió con bromista inocencia.

 

- Aw, Felipe- se desplomó Sophia y le soltó un suave golpe con su mirada al tenerlo demasiado lejos, pues, frente a ella. - ¿Quieres uno o dos regalos?

 

- Lo dejaré a discreción de la familia Pavlovic-Rialto

 

- Suena bonito- dijo Natasha. - ¿No?- Emma y Sophia se volvieron a ver y sólo pudieron sonreírse y sonrojarse. - Lo voy a tomar como un “sí”

 

- Sounds perfect- susurró Sophia, y tanto a Emma como a Natasha se les agujeró algo parecido; a Natasha el corazón, a Emma el cerebro, pero en el buen sentido, en ese sentido que derretía.

 

- Por cierto- dijo Natasha. – ¿Cuándo pueden reunirse con Helena?

 

- ¿Y esa quién es?- espetó Emma, viendo la mirada de sus tres acompañantes, esa mirada de “vaya manera de preguntar”.

 

- ¿La persona que va a hacer que ustedes sean legales?

 

- Ah- rio Emma. – No sabía que así se llamaba. ¿Para qué necesitamos reunirnos?

 

- Para discutir sobre el prenup y, claro, que le den fotocopias de todo lo legal que necesite… que no sé qué es lo que necesita en realidad al ser ustedes non-US citizens

 

- Yo creo que la otra semana sale bien- dijo Sophia. – Que sólo se deje llegar al Estudio, ¿no?- se volvió a Emma.

 

- Si sale bien contigo, claro- sonrió.

 

- Ya hablaron sobre eso, ¿verdad?- preguntó Natasha con escepticismo.

 

- Claro- asintió Sophia. – Ya eso está más que aclarado

 

- Perfecto

 

- Anyhow- se aclaró Emma su garganta. – Treinta y dos- se volvió a Phillip. - ¿Qué quieres hacer para tu cumpleaños? ¿Lo de siempre?

 

- No- dijo Natasha, hablando por él al él tener demasiado pato en su boca. – En realidad no hemos hablado de eso, pero Phillip hizo esa señal con sus dedos que involucraba a los que estaban presentes.

 

- Nosotros, Thomas, James y Julie, Patrick y Erin- dijo después de tragar prematuramente. – Harry Cipriani, supongo

 

- Tu cumpleaños es sábado- le dijo Emma. – ¿Lo celebramos viernes o sábado?

 

- Si van a ir a lo de Lhuilier el sábado por la mañana, mejor el sábado por la noche, así no tienen que madrugar ni nada para no perdérselo

 

- Ah, Felipe, ¿estás pensando en un desorden?- rio Emma.

 

- Tocan los treinta y dos tequilas- añadió Sophia.

 

- Cuarenta y ocho onzas- suspiró Natasha.

 

- Dos botellas de 1800, siete limas y treinta y dos dashes de sal- concluyó Emma con el cálculo. – I’m so looking forward to it- rio.

 

- Sólo quiero que hayan descansado bien, en especial tú que me imagino que vas a tener prueba de vestido luego de la pasarela, ¿no?

 

- Very thoughtful of you, Felipe, pero es tu cumpleaños y tú decides

 

- El sábado por la noche- sonrió. – Eso es lo que quiero… no quiero que vayan destilando tequila a donde estarán todas las personas que se adornan con YSL hasta donde no les da nunca el sol. Y fin de la discusión; lo quiero sábado

 

- Y sábado lo tendrás- rio Natasha como queriendo calmar a un niño en medio de su berrinche.

 

- Nate- le dijo Sophia, de las pocas y raras veces que se dirigía a ella por su nombre en su presencia.

 

- ¿Sí, Sophie?- sonrió ella con regocijo.

 

- Mientras a Emma le ajustan el ochenta-y-nueve-sesenta-y-uno-ochenta-y-nueve, ¿irías conmigo en un shopping crawl?

 

- Sure thing, ¿qué vamos a comprar? Digo, para hacer mis apropiadas investigaciones con anterioridad

 

- Un vestido

 

- ¿Un vestido o el vestido?

 

- La robe- dijo Emma en esa “r” que le desabotonó la camisa a Sophia por completo. – Elle ne voulait pas que je vois la robe jusqu’à ce qu’elle l’a acheté

 

- Je ne parle pas français- dijo Sophia en un perfecto acento. – Pero supongo que te está diciendo que no quiero que vea el vestido hasta que lo compre

 

- Para que no lo hables…- rio Natasha, y Emma que sólo sonreía cabizbaja mientras le ensartaba el tenedor a su ya-no-tan-graciosa-broma porque ya había pasado. - ¿Por qué no quieres que lo vea?

 

- Porque no sé- se encogió entre sus hombros.

 

- Bueno, con gusto te ayudaré- sonrió la única mujer de cabello oscuro, que sonreía más por la canción del fondo, un clásico y que le sabía a Emma de principio a fin. – Nunca la había escuchado en italiano… no es Laura Pausini, ¿verdad?

 

- No, no- resopló Emma mientras sacudía su cabeza. – Giorgia

 

- ¿Y ella quién es?- preguntó Phillip, pues a él que no le hablaran de música porque de eso sabía lo mismo que de cocina: nada. Él sólo escuchaba la música de Natasha porque no le molestaba, y la de Natasha tenía una petrificante base en los 90’s para luego convertirse mayormente en música electrónica porque era lo que le levantaba la adrenalina en el gimnasio, en especial “Turn Up The Night” de Enrique Iglesias; sexy, él, la canción y así la hacía sentir a pesar de que estaba sudando lo que era insudable. - ¿Hermana de Laura Pausini?

 

- No- rieron Sophia y Emma.

 

- Las dos empezaron prácticamente con el Festival di Sanremo- dijo Sophia.

 

- O “Festival della canzione italiana di Sanremo”, si así lo prefieres y con mayor precisión- añadió Emma. – Ahí empezó Andrea Bocelli también

 

- Y Eros Ramazzotti

 

- Dentro de Italia, siendo italiano y habiendo vivido los noventas como niño o adolescente, tienes que conocer a Giorgia, a Eros y a Laura Pausini. Quizás la Pausini ha tenido mayor éxito por haberse lanzado a otro tipo de mercado, uno más pop y en inglés y en español- explicó Emma.

 

- Pero, lo que a ti te puede interesar- se volvió Sophia a Phillip. – Es que fuera todo el mundo, fuera de Italia y de los pocos afortunados que saben buscar bien en Google o en YouTube, todos creen que Laura Pausini canta esa canción

 

- Pero Laura Pausini la habría cantado mejor- sonrió Emma con un poco de sobrevaloración para su cantante favorita.

 

- ¿Canta mejor?- preguntó Phillip.

 

- Ni Giorgia misma puede cantar sus propias canciones como Laura Pausini las canta

 

- ¿Laura canta mejor las canciones de Giorgia que Giorgia?- frunció su ceño con confusión, ¿cómo podía ser eso?

 

- Esa es la opinión de Emma nada más, Pipe- resopló Sophia. – Emma está enamorada de Laura Pausini

 

- Corrección: enamorada de su voz- arqueó su ceja y llevó más pan a su boca; lo único que se atrevía a tomar con las manos para comer por no ser grasoso y dejar nulo olor. - Y sólo como cantante… porque conozco una voz que me vuelve cien veces más loca- se volvió a Sophia, quien sabía exactamente a qué se refería. – Y prefiero escuchar esa voz que escuchar la de Laura Pausini- sonrió para Sophia, quien estaba más sonrojada que nunca y sólo podía llenarse la boca con todo lo que pudiera.

 

Y así, entre broma y broma, un tanto grosera o muy ligera, se les pasaron las rebanadas de ese pan que seguramente repetirían con mucha hambre o por gula, el pato se evaporó gracias a Phillip, que parecía como si en su casa nunca le dieran de comer por las ganas con las que había decidido, determinantemente, a terminar con aquella ave que podía dejarse un tanto cruda y sin correr peligro de entablar una amistad caótica con la salmonella, bacteria a la que Emma y Natasha le tenían pavor por culpa de James, quien les había hablado alguna vez sobre la mala cocción de un pollo en la ICE, lo cual había provocado un brote de dicha bacteria y muchos en el hospital, que lo único que les había dado pánico era el síntoma más extremista, sí, ese, sí, el que tenía que ver con sangre donde no debía haber.

 

Me acuerdo que todos hicieron la misma expresión y emitieron el mismo sonido gutural de placer sexual-gastronómico al unir aquel postre con el helado de vainilla. Me dio risa pero también se me antojó, y eso que no soy de comer cosas dulces. Fue sorprendente ver que Emma no sólo se repitió una vez, ni dos, sino terminó comiéndose cuatro rebanadas para dos bolas de helado, pues con el frío no le venía tan bien. Quizás era el mismo invierno, aburrido y frío, el que le daba tanta hambre… o gula, pero Emma sabía que no podía engordar tanto, no por estética sino porque sabía, basándose en experiencia propia, que lo primero que iba a crecer no sería ni su trasero ni su abdomen sino sus senos, y, en sus propias palabras: “quiero que se me hagan más pequeñas, no más grandes” y fruncía sus labios con el sólo pensamiento. En fin, lo sudaría a la mañana siguiente en la banda sin fin mientras Sophia acompañaba a Phillip en su búsqueda por el supuesto par de zapatos.

 

- Gracias por la cena y por la amable compañía, Señoritas- sonrió Phillip mientras se despedía de Emma con un beso en la frente y un abrazo que Emma, muy cariñosamente, le correspondía.

 

- Siempre es un placer, Felipe- lo apretujó hasta hacerlo pujar por falta de aire. – Nate, estás en completa libertad de dejarte caer mañana si quieres

 

- Te llamaré, que mi mamá quiere que la acompañe al doctor- repuso, viendo a Phillip despedirse de un amoroso abrazo de Sophia.

 

- Te veo mañana a las cinco en la entrada de Bergdorf, ¿verdad?- le dijo Phillip a Sophia.

 

- Sure thing- sonrió. – No se te olvide- le alcanzó la cubeta con el molde y la réplica de la mano de Emma.

 

- No te preocupes- guiñó su ojo rápidamente, tan rápido que pareció que pestañeaba con ambos ojos, y tomó la cubeta para deshacerse de ella en el camino pero para conservar la mano. – Buenas noches, Pavlovic-Rialto- sonrió, cruzando la puerta hacia el exterior del apartamento y le tomaba la mano a Natasha.

 

- Buenas noches- murmuraron las dos; Emma apoyada de la puerta con su mejilla y su pómulo mientras mantenía sus manos en las manijas, y Sophia apoyada del marco de la puerta.

 

- A-ay – suspiró Sophia junto con un bostezo de notable cansancio y se retiró del marco de la puerta en cuanto vio a los Noltenius desaparecer en el interior del ascensor y, así, Emma pudiera cerrar la puerta. – Comí demasiado- rio graciosamente al estarse estirando con sus brazos hacia arriba, como si quisiera tocar el techo, como si quisiera aniquilar a la Señora Davis para que no la despertara en nueve horas.

 

- Ya somos dos- murmuró Emma, viendo cómo bajaba sus brazos y se retiraba a la cocina quién sabía a qué si Natasha y Phillip les habían ayudado a limpiar y a ordenar y ya la lavadora de platos estaba haciendo de las suyas. – Mi amor- la alcanzó a tomar de la mano y la haló hacia ella como en un paso de baile relativamente intenso, pues Sophia se detuvo de su antebrazo y sus rostros quedaron a corta distancia. Ella sonrió, y se empezó a mover suavemente mientras la abrazaba por la cintura; contoneo un tanto bajo y flexionado y hacia la derecha, hacia la izquierda. Sophia pasó sus manos a su cuello y sólo siguió el ritmo que ella le marcaba.

 

- Dime- susurró, sintiendo las manos de Emma bajar por su espalda pero que nunca terminaban de llegar a su trasero.

 

- Estoy sobria- le dijo, apoyando su frente contra la suya y dejaba que Bittersweet Faith se terminara para darle espacio a una canción aleatoria.

 

- Tú no bailas sobria- cerró sus ojos al escuchar el comienzo de una de tantas canciones que nunca le había escuchado a Emma, pero era una canción muy versátil; podía servir para una escena pornográfica, para un anuncio de lencería, o de un perfume, o de un lascivo chocolate, quizás hasta de un cigarrillo, o podía ser utilizado para la relajación auditiva de Emma, pero todo era muy sexy. “Lisa”.

 

- Sí, contigo- sonrió, acortando más la distancia entre sus cuerpos al entrelazar la coordinación de sus pies.

 

Podía parecer muy tonto desde el punto de vista de alguien ajeno a lo que estaba sucediendo en ese momento y sólo entre ellas; Sophia que se dejaba llevar a ciegas porque no le interesaba ver nada con los ojos, prefería conocerlo todo a través de lo que Emma le enseñaba, del minúsculo y pausado vaivén horizontal de sus caderas, así como si estuviera dibujando una curva de coseno, pero le gustaba la mezcla de la música, de la respiración tranquila de Emma, del calor con el que la envolvía con sus brazos, del olor que se desprendía del cuello de Emma. Fue entonces cuando se dio cuenta que había extrañado ese olor, ese aroma que era tan Emma pero que había pasado mucho tiempo sin sentirlo, quizás por eso era que la encontraba tan completa, tan ella, tan Emma. Inhaló aquella fragancia que ya costaba apreciar por el pasar del tiempo y del trabajo.

 

- Te amo- susurró entre el silencio que ahondaba entre canción y canción, que ya “Coffee To Go” sonaba, como si las dos anteriores no fueran suficientes ni suficientemente sexy. – Te amo tanto- le dijo en ese tono de “no te imaginas cuánto”.

 

- Yo no sé cuánto te amo- murmuró, y eso no sonaba tan bien, pero Emma sabía muy bien lo que decía. – No puedo estimarlo en dinero. No puedo pesarlo, ni en Kilo-Newtons ni en Toneladas, no puedo medirlo en ninguna kilométrica dimensión; no puedo estimar ni área ni volumen, ni puedo calcular con cuántas candelas you light my darkest moments…- se acercó a su cuello, Sophia mantuvo sus ojos cerrados. – El precio que le ponga, lo que le otorgue de masa, lo que calcule por peso, lo que determine en medidas; área y volumen, lo que mida en intensidad lumínica…- le clavó un beso que pareció besarla toda, un beso cariñoso y con todas las escalaciones de amor, un beso lleno de sensación de hogar. – Será muy poco para lo que eres en realidad- murmuró, y le clavó otro beso igual. – No sé cuánto te amo porque no conozco esos números, esas dimensiones, esas magnitudes- cambió de lado y le colocó otro beso que la hizo suspirar. – Y, por primera vez en mi vida, tengo algo que no se puede resolver con dinero, con una fórmula, con una ecuación, con Pantone o con una costura, con una tela, con un estilo…- la abrazó completamente, haciendo que Sophia la abrazara por su cabeza como si no quisiera soltarla nunca, porque así era. – Y me disculpo por no poder ponerle ni precio, ni peso, ni medidas, ni un color, ni una textura… pero espero que lo que haga el resto de mi vida te demuestre eso que no sé cómo poner en palabras

 

- Den me afínoun… - susurró aireadamente, como si se estuviera consolando a sí misma y, de paso, a Emma también. Emma se irguió y la vio a los ojos, ¿cómo o por qué pensaría que tenía la capacidad para dejarla? Emma sabía que si tenía la capacidad para amarla también tenía la capacidad para lastimarla, pero nunca para dejarla. – Poté

 

- No- susurró.

 

Con mucha delicadeza, logró encajar sus labios con los de Sophia; no para arrancarle el beso sino para simplemente ver hacia donde la llevaba Sophia. Pero ella sólo correspondió la incertidumbre con un poco de tranquilidad, como si no quisiera ir a ningún lado más que más profundo entre los labios de Emma. Cómo le gustaban a Emma esos besos que, después de uno largo, quedaban como pequeñas y húmedas resacas. Sólo se abrazaron, Emma dejó caer su frente contra su hombro derecho mientras la envolvía completamente entre sus brazos, Sophia abrazó el momento como algo verdaderamente perfecto porque no había mayor confianza que la de un abrazo, que la de uno que había nacido de Emma en especial, de ese que no parecía terminar.

 

- Me gusta cuando me dejas abrazarte- le dijo mientras le acariciaba la cabeza, pasando sus dedos por entre su cabello, y le daba besos esporádicos.

 

- ¿Cómo no dejarme?- volvió su rostro hacia su cuello y reanudó sus besos. El problema con los abrazos era que tendía a sentirse atrapada, y así no podía con su tranquilidad; iba más allá de lo que podía impacientarla, pero le gustaba abrazar, más si la otra persona no lo correspondía. Pero Sophia sabía que, el noventa por ciento del tiempo que Emma dejaba que la abrazara, era porque necesitaba uno. – Mmm…- exhaló contra su cuello al presenciar el hermoso bostezo de Sophia. – Ven- se irguió y la tomó de la mano. – Vamos a la cama- le dio un beso a sus nudillos y, de un paso, se estiró para apagar las luces de la cocina y el comedor.

 

- Hueles diferente…- murmuró mientras se dejaba guiar por el pasillo.

 

- ¿A qué huelo?

 

- A Chanel No. 5- dijo ya en el interior de la habitación.

 

- No me logré acostumbrar a ningún otro- susurró, volviendo a atraparla entre sus brazos.

 

- No me estoy quejando… es sólo que huele a muchas cosas

 

- ¿Sí?- sonrió, quitando su cabello de su cuello para volver a besarla, y ella asintió. - ¿A qué huele?

 

- Huele a aquella mañana en Duane & Reade- suspiró. – A tu cumpleaños… al Bronx Zoo- se ahogó y la tomó por la nuca. – A los Hamptons… huele a todas las noches que abracé mis almohadas en el apartamento de Chelsea y a todas las mañanas que me veías con ganas de asesinarme por ser impuntual- atrapó el cabello que cubría su nuca en su puño pero sin lastimarla. – Y a todas las mañanas que me despertabas recién duchada… huele a right now- inhaló profundamente y llenó su nariz de ese momento. Emma escabulló sus manos por debajo del cárdigan y la blusa de Sophia para acariciar su piel, para abrazarla directamente a ella y no a dos capas de Burberry.

 

- Sono gocce di memoria queste lacrime nuove, siamo anime in una storia incancillabile- murmuró contra su cuello, que era la canción que sonaba en el fondo. Definitivamente su iPod se estaba poniendo a su favor. – Le infinite volte che mi verrai a cercare nelle mie stanze vuote

 

- Inestimabile e inafferrabile, la tua assenza che mi appartiene. Siamo indivisibili, siamo uguali e fragili… siamo già così lontani- murmuró de regreso, que ni sabía que conocía con tanta precisión la letra de esa canción porque no le gustaba Giorgia, ella era “Team Laura”, y, con el paso al coro, ese cambio de melodía, de menos a más en intensidad, Emma le dio le vuelta a Sophia para abrazarla por la espalda, todavía con sus manos dentro de su blusa y que acariciaban únicamente su abdomen. Sophia mantuvo su mano izquierda tras su cuello para aferrarse de la nuca de Emma, quien en ese momento de “e dimi como posso fare per raggiungerti adesso” alcanzaba sus labios con un beso inocente e inofensivo, ajeno a la intensidad de la canción. – Te amo- susurró, que Emma tuvo que volver a darle la vuelta para encararla pero Sophia ya había llevado sus manos a su cárdigan y lo estaba retirando. Suficiente sufrimiento, suficiente espera, demasiado calor.

 

- Yo a ti, mi amor- sonrió, llevando su mano a la mejilla de Sophia para acariciarla, para ahuecarla, y a Sophia que le gustaba esa caricia y no sabía exactamente por qué. Llevó sus manos a la mano de Emma y, disfrutando de su tacto, la tomó y la llevó a sus labios para besarla. - ¿Puedo?- murmuró, llevando su mano libre a los botones de su blanca blusa.

 

Sophia asintió y soltó su mano para dejar que la desvistiera como sólo ella sabía; sin prisas, despacio, botón a botón, con retiros suaves y despreocupados, pacientes, con sus labios para besar sus hombros desnudos mientras sus dedos retiraban los tirantes de su sostén para poder descubrir completamente los hombros. Sophia acariciaba su espalda al caer entre sus brazos, paseaba sus manos como si la conociera a través de sus dedos y a través del ajustado algodón de la blusa de Emma, que al tacto era más bien cachemira. Sin despegar sus labios de su cuello o sus hombros, la abrazó completamente para desabrochar el Josephine de Odile de Changy y, sin quitárselo, acarició la zona de la que debía ajustarse para alegrarse ante la inexistencia de marcas en su piel; señal de un buen sostén y de una buena talla. A Sophia le gustaba que, cuando Emma quitaba su sostén, su vista no iba directamente a sus senos, sino se quedaba en sus ojos, pues sus manos iban, a ciegas pero con conocimiento topográfico, hacia su pantalón, y lo dejó caer hasta el suelo, que Sophia se salió de él al mismo tiempo que se quitaba sus TOMS.

 

- ¿Puedo ver cómo te desvistes?- le susurró al oído con un rubor demasiado lindo en sus mejillas y en su pecho.

 

- L’amore poi cos’è, dammi una definizione- cantó a dueto con Ramazzotti mientras Sophia daba pasos hacia atrás para sentarse sobre la cama.

 

- Combinazione chimica o è fisica attrazione, mi sai dire tu cos’è- resopondió.

 

- Se ti innamorai sarà un incrocio di emozioni- se llevó las manos a un costado de su falda y empezó a bajar la cremallera. – Inevitabile, non ci sono spiegazioni e non pe chiaro neanche a me- la terminó de bajar y empezó a bajarla.

 

- Si dice amore quando si accende che più rovente non c’è, sbatterci contro pe inevitabile, sta capitando proprio a me- sonrió, viendo a Emma erguirse con una sonrisa.

 

- Si dice amore se tutto prende, ma non ti importa perchè, tanto lo sai che è inevitabile ed è successo anche a me, come a te- la señaló y le sacó una risa abdominal y nasal, pues le gustaba cuando Emma se ponía así de juguetona, así de jovial. – Inevitabile- sacudió al ritmo sus caderas con pasos estáticos. – Anche se ti chiudi dentro

 

- Nascondersi non serve, è questione sai di tempo, ti sorprende prima o poi, prima o poi

 

- Questo è l’amore che fa cambiare in ogni parte di te, finirci dentro è inevitabile, sta capitando proprio a me- llevó sus manos al borde de su blusa y, de un rápido movimiento, la estiró hacia arriba para quitársela. – Questo pe l’amore che fa dannare e uscire fuori di te, viverlo in pieno è inevitabile ed è successo anche a me, come a te- y, en vez de señalarla, Sophia se puso de pie y le tendió la mano, Emma se la tomó y se dejó llevar hasta la cama, en donde quedó de pie entre las piernas de Sophia.

 

- Si dice amore quando si accende che più rovente non c’è, sbatterci contro è inevitabile, sta capitando proprio per me- cantó mientras acariciaba su abdomen con el corto borde de sus uñas mientras Emma se desabrochaba su Andres Sarda de copa completa y lo hacía desaparecer en silencio para escucharla cantar aquello que habían discutido en Londres el año anterior.

 

- Si dice amore se tutto prende, ma non ti importa perchè, tanto lo sai che è inevitabile ed è successo anche a me, come a te- sonrió, elevando su rostro con una caricia en su mentón para que se pusiera de pie, y “Irresistible Bliss” empezó a inundar la habitación, pero Emma sólo aplaudió para que la música se apagara.

 

- ¿Demasiado porno?- resopló a ras de sus labios con una sonrisa.

 

- Sólo quiero escucharte a ti- la cargó con su brazo derecho hasta recostarla sobre la cama, que con ayuda de sus rodillas la llevó hasta las almohadas.

 

- Está fría- susurró, refiriéndose a la cama.

 

- ¿Mucho?- le preguntó, pasando su flequillo tras su oreja y viéndola con esa mirada y sonriéndole como eso que se traducía a “God, you’re so beautiful”.

 

Sophia no contestó, sólo elevó su cabeza para halar a Emma con un beso. Pacífico, ciego pero conocedor, tibio al roce acomodador de sus pieles, ruidosamente húmedo pero no asqueroso, no nefasto, un beso que, a través de su sonido, se podía saber que estaba siendo dado y recibido recíprocamente con algo más que ganas de lo que venían anticipando toda la tarde, un beso que era pausado, dado y no arrancado ni succionado, sino regalado. Era superficial a nivel lingüístico pero era más profundo a nivel emocional, pues por muy “simple” que fuera el beso, por mucho que implicara en cinco minutos, por muy seco pero húmedo que fuera, simplemente estaba más allá de mi propio entendimiento. Ah, es que esos besos no eran como los que se daban de saludo, de despedida, de “me muero por besarte”, no, era más como lo que las aislaba del mundo, era el beso que era tan suyo, y sólo suyo, que sólo podía nacerles en la privacidad del silencio y de sus comodidades, de esos besos que nunca nadie sería testigo, pues cualquiera podía presenciar un beso de “te amo” pero nunca un beso de “te…amo” que se generaba entre un gruñido, un jadeo, un susurro, un abrazo, que nacía en esos momentos de soledad en pareja. Un beso sin intenciones lascivas, sin tacto que incitara al erotismo que sabían que tenían a punto de estallar. Había un momento para todo y, si habían esperado cinco días y toda la tarde, ¿acaso no podían darle espacio a un beso como ese? Sí, sí podían. Y era de las cosas más ricas, en sabor y en valor, que habían conocido entre ellas y para con ellas; sólo el ruido de sus labios, sin gemidos, sin embestidas, sin respiraciones pesadas. Sólo. Sólo. Hasta los ruidos de sus labios se tomaban su tiempo.

 

Luego, a esos minutos de besos lentos, le siguió un suspiro de Sophia, pero fue un suspiro ligero y fue porque Emma dejó sus labios para volver a su cuello mientras se dejaba caer un poco sobre Sophia. Otra sesión de besos lentos y cariñosos, de esos que Emma colocaba y que Sophia le sostenía y le abrazaba con sus manos por su cuello. En otra ocasión le habría dado uno que otro corto lengüetazo por la reacción que eso provocaba en Sophia, ese suspiro corto y rápido, pero sólo se encargó de besar cada lado de su cuello hasta llegar a la fusión de sus clavículas, en donde ya el juego cambiaba únicamente de dirección pero no de tono, pues ya empezaba a bajar lenta y verticalmente hasta encontrarse con el dilema inmediato: ¿seguir verticalmente o desviarse de manera horizontal? Difícil, difícil. Bajó por su abdomen, dándole besos a un lado y a otro de su eje de simetría, que no fue que se olvidara de lo que había pasado de largo, simplemente podía esperar. Llegó al elástico de aquello que conocía únicamente por ser Kiki de Montparnasse, que sólo podía significar algo en su conocimiento: lencería sensualmente atrevida o sensualmente conservadora. Besó desde su cadera izquierda hasta su cadera derecha y, con una suave caricia, hizo que Sophia se volcara sobre su abdomen.

 

Infarto cerebral, respiratorio y cardíaco: Kiki de Montparnasse que se resumía en un negro voyeur welcome back panty. ¿En qué momento lo había comprado Sophia que no se había dado cuenta Emma? Lo que de frente podía pasar por Culotte o por tanga, de atrás tenía únicamente el contorno de un Culotte al ser vacío del centro, lo que revelaba toda su hendidura entre los elásticos negros pero que, juguetona y sensualmente, le sentaba bien, aunque, ¿quién se ponía eso en un día de trabajo? Ah, sólo alguien que tenía intenciones secundarias y que no tendría tiempo para cambiarse. Admiró su trasero con cercanía, esparciendo su exhalación sobre su glúteo izquierdo a medida que le daba besos de respeto y preservación de esa parte del cuerpo de Sophia, pues cómo le gustaba su trasero; parte que se iba a Tie Break con su vulva y que sólo eran superados por la sonrisa tan sincera y tan perfecta, y en la sonrisa se incluían los ojos que no podían mentir. Le colocó besos superficiales sobre su hendidura, de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba para seguir por toda su columna hasta llegar a su desnuda nuca. A eso lo conozco yo como “adoración”.

 

- Sophie…- susurró a su oído como si la estuviera despertando de algún largo sueño, que Sophia rio nasalmente con un rubor exagerado al ser rubor de la caricia de su nombre de cariño y el rubor de los mil besos que Emma le pudo haber colocado. Ella sólo se dio la vuelta entre los brazos de Emma y, con una sonrisa de recién-besado-cuerpo, suspiró mientras pasaba sus manos por sus costados para sentir su tibieza. – You are so beautiful- dijo en ese tono de “es increíble lo hermosa que eres” y flexionó sus brazos para hacer llegar sus labios a la frente de aquella rubia y mejorada Afrodita.

 

- Gracias- murmuró con doble exagerado rubor. – You’re not so bad yourself- le dijo con un guiño de ojo izquierdo en cuanto la vio a los ojos.

- Yo sé que derrito todo lo que toco- sonrió tirado hacia el lado derecho. – Pero, ¿sabes tú lo hermosa que eres?- arqueó su ceja y acarició su mejilla, ahuecándola como a Sophia le gustaba, y a ella le gustaba por cómo cerraba sus ojos y se dejaba ahuecar.

 

- ¡Emma!- resopló calladamente y cerró sus ojos.

 

- Hermosa, inteligente, buena persona; sólo con eso ya eres un arma de fuego- sonrió. – Cariñosa, juguetona y salaz; y con eso te conviertes en arma de destrucción masiva- susurró, repasando sus labios con su pulgar para saber su suavidad.

 

- Emma- la detuvo con su dedo sobre sus labios y la volcó sobre su espalda para estar ella encima.

 

- Dimmi- susurró, pero Sophia no supo qué contestar y Emma supo qué hacer; sólo tomarla suavemente por las mejillas para traerla a la reanudación de los besos para luego agregarles lascivas intenciones.

 

La palabra “dimmi”, semplicemente una composizione del verbo “dire” e del pronome reflessivo di “io”, in altre parole “mi”, era una de las palabras más sencillas pero que más le gustaban a Sophia de Emma y todo porque se le salía la agudeza vocal y una sonrisa a lo “Beatrice Stanhope” en cuanto Ursula le dice que ya no va a casarse con “Lyle van de Groot”, pero arqueaba su ceja derecha y la mirada era un tanto burlona, como si la respuesta que esperaba era totalmente para reírse, aunque sólo era la potencial reacción a la ternura o al regocijo de la respuesta, no para burlarse, pues sólo con Sophia lanzaba ese “dimmi”.  

 

Emma se irguió con su torso, manteniendo a Sophia abrazada por la cintura, y se dedicó a darles la atención, que les había prometido, a los dilatados pezones de la rubia que se entregaba más allá que sólo en cuerpo, sino en tiempo y en espacio también, pues las emociones ya las tenía Emma en su posesión. Hasta eso cambiaba, la manera en cómo se encargaba de ellos; no los mordisqueaba, no los succionaba, simplemente los atrapaba entre sus labios para darles besos y más besos, un ocasional y minúsculo lengüetazo con ojos cerrados, no con la mirada concupiscente y penetrante que solía clavarle en la suya cuando se adueñaba de sus pezones. Las respiraciones bucales de Sophia empezaron, así como su temperatura corporal empezó a subir a tal punto que la cama ya no le pareció tan fría. Lentamente la recostó sobre la cama, pero siempre mantuvo sus labios abrazando al ya erecto pezón derecho. Sophia se dejó relajar, y la muestra de eso era la posición de sus brazos, que los dejaba reposar sobre su cabeza como en un quinta posición pero floja y más afilada en esquinas, o codos, que la original. La mano derecha de Emma la recorría por su costado, desde su cintura hasta su muslo para que, como escala, se detuviera para acariciar el respectivo glúteo.

 

Si había algo que a Sophia la mataba era la sensación de los pezones rígidos de Emma al rozarle su piel; le daba cosquillas y la invadían las ganas de sentirlos con sus manos y con sus labios, más sólo sentir su rigidez contra las palmas de sus manos. Tal vez apretujarlos un poco. Pues, sí, ella era más fanática de esos C que Emma de sus B, aunque Sophia era fanática de lo que abrazaba la Le Fleur Thong de esa ocasión y del resto de piel que conformaba a Emma; sí, era su fan número uno. Thomas y James alguna vez, ah, sí, para el cumpleaños de Emma, se dedicaron a hablar de “pezones de la farándula”, y determinaron el top10; ubicando a Lindsay Lohan en el puesto número siete, Julianne Moore en la cuarta posición, Constance Jablonski en segundo lugar y, coronada como la mujer de los pezones más apetecibles según ellos, estaba Joanna Krupa. Y, ante una investigación inmediata para que los presentes aceptaran su top10, Sophia corroboró que estaban más equivocados que Santa Claus en Semana Santa, pues los pezones perfectos estaban casi siempre en un sostén negro, La Perla o Kiki de Montparnasse y los tenía realmente bajo sus narices; los de Emma.

 

La Arquitecta Pavlovic calculó rápida y mentalmente el lugar perfecto para colocar cada beso al empezar a bajar, que ahora cada beso era precedido por un mordisco, y se tomó su tiempo, torturando a Sophia, para llegar nuevamente al borde del Kiki de Montparnasse, en donde no se detuvo y decidió besarlo hasta hundirse entre las piernas de Sophia. Sólo tuvo que rozar sus labios contra la seda para saber por qué Sophia había sido muy constante en lo de cruzar su pierna. Estaba empapada; de vista, de humedad atmosférica y de estado físico. Emma besó exactamente donde sabía que estaba su clítoris y, con el roce de aquello, sus labios se alcanzaron a humedecer con lo que había provocado en Sophia a lo largo de las horas de tortuosos jugueteos. Sophia recogió sus piernas y tomó a Emma por sus mejillas mientras recibía besos que los sentía directamente a pesar de casi no sentirlos, y casi se muere en un ahogo de esos sensuales cuando Emma paseó sus dedos de arriba hacia abajo por sus labios mayores, los cuales también estaban empapados. Fue entonces cuando Emma se dio cuenta que la parte frontal dejaba de existir exactamente en el punto estratégico del medio del perineo y no logró resistirse. Y así, Sophia con sus piernas recogidas, sintió la nariz de Emma recorrerla desde su clítoris hasta su vagina, en donde se detuvo con intenciones de unir ese aroma tan de Sophia que le sabía al contraste perfecto entre dulce y la pizca de salado necesario para que le gustara. Sacó su lengua y, bendiciendo en tres segundos al genio que había inventado aquella tanga y a Kiki de Montparnasse por haberla sacado al atrevido mercado, la rozó contra su agujerito, que no la tomó por sorpresa, pero le sacó un gemido sensual, agudo y mimado como si hubiera sido sacado de “Lujon”. Voyeur back panty, rio mentalmente, pues claro, para eso era. Repitió el lengüetazo una, y otra, y otra vez hasta que ya no pudo sólo conformarse con lengüetazos verticales y decidió saborearlo como se debía; así como le gustaba a ambas: con besos, caricias de labios, de suaves penetraciones y cariños con la lengua.

 

No sé cómo supo Sophia o cómo le dijo Emma, el hecho es que Sophia terminó sobre sus rodillas y sus piernas un tanto abiertas sobre la cama, no con Emma entre ellas así como lo habían hablado hacía unas horas; eso venía luego porque a ninguna de las dos se les había olvidado. Emma llevó sus labios a aquel agujerito que, ya sin vergüenza y sin pudor, agradecía las atenciones y se rendía ante la avidez que quería poseerla. Sophia dejó caer su torso sobre la cama, no porque no le gustara mantenerse rígida en postura sino porque no tenía fuerzas para sostenerse; si no podían temblarle las rodillas eran los codos. No había nada que a Emma le gustara más que esa sensación de rechazo, sí, esa que el agujerito le daba a su lengua en cuanto la invadía sin profundidad alguna; era divertido… y rico. Y ya, Sophia ya no aguantaba más; estaba sensible, excitada y con las más colosales ganas de correrse que ni ella podía comprender dicha magnitud, y fue por eso que simplemente se dejó caer sobre la cama y se volcó sobre su espalda. Reveló lo enrojecida que estaba, ese calor que ya no soportaba ni por ser invierno, y Emma sabía exactamente lo que quería, y ella también quería. Llevó sus manos al elástico de la Kiki de Montparnasse y, dándole besos en sus rodillas y en el interior de sus muslos, la retiró de la manera que más podía matarla, pues Sophia juntó sus piernas y recogió ligeramente sus piernas, lo cual actuaba cual compresión de labios mayores, para luego abrir sus piernas y revelar lo brillante que estaba.

 

Admiró el panorama; la ligera sonrisa sonrojada, los celestes ojos entreabiertos, las ondas rubias ya un tanto desubicadas de los revolcones previos, su mano derecha sobre las ya un poco desordenadas sábanas, su mano izquierda sobre su muslo, sus piernas abiertas pero no recogidas, su entrepierna ya encandecida, más encandecida de su clítoris, el cual ya se hacía visible al estar hinchado y probablemente un tanto rígido, sus labios mayores igualmente hinchados hasta el punto de ser relativamente carnosos pero todavía dentro de su delgadez, sus labios menores estaban tensos y no proveían mayor cobertura, al igual que sus labios mayores, a su vagina, la cual se veía apetitosamente estrecha.

 

Emma se tumbó a su lado, con su cabeza sobre las almohadas, y Sophia comprendió de qué se trataba aquello. Como si a Phillip le hubieran ofrecido Profiteroles, con esa misma sonrisa, con esa misma emoción, en vez de correr al ofrecimiento, se colocó sobre Emma, dándole primero un beso en sus labios, un beso con sabor a “gracias por consentirme”, se colocó exactamente sobre sus labios, dejando que sus hombros descansaran sobre la cama al atraparlos entre sus rodillas abiertas, la tomó por la cabeza para sostenerla. Emma la abrazó por sus muslos, así como si la estuviera halando hacia abajo, hacia ella, pues quería que la promesa fuera literal, ¿quería cabalgar sus labios? Que los cabalgara. ¿Quería mecerse y frotarse contra ellos? Que así lo hiciera. Sophia se empezó a mover en longitudes verticales milimétricas, un vaivén corto y sensual que pretendía ahogar a Emma con la cantidad exagerada de ganas que había secretado en las horas anteriores. Quizás eran los días los que hacían de ese sabor algo concentrado y rico en pinceladas, quizás eran las horas de secreción, quizás sólo era que Emma era extranjera después de cinco-cortos-pero-eternos-días de no probarlo. Y lo bebía como si fuera a dejar de existir. Sophia había empezado a gemir muy bajo, eso que se traducía a sensualidad gutural y que todavía dejaba la sensación de “Lujon”, como si no pudiera existir algo más sensual, fantástico e irreal, pero tan verdadero como que Emma, cada vez que abría sus ojos y veía hacia arriba, pensaba “oh, Dio! Lei è bellissima! Bellissima come in superlativo assoluto di perfettamente bella”.

 

Se acordó de la imagen que visualizaba Sophia, qué mente para tener sus momentos sensualmente retorcidos, y subió sus manos hasta sus senos, tomándola por sorpresa al ella tener sus ojos cerrados por la inhabilidad de poder abrirlos, pues el placer se los cerraba. Los apretujó así como Sophia le había descrito, así como si se estuviera deteniendo, aunque más bien la halaba hacia abajo también, y eso sólo hacía que Sophia se sintiera extremadamente sensual dentro de la lujuria y el erotismo que la envolvía, ese que ya incrementaba un par de milímetros en su vaivén y que elevaba el volumen de sus gemidos guturales. Emma tuvo que aceptar que, con el perdón de quien fuera en este momento y del que sea en este, le había gustado apretujar de esa manera tan sin escrúpulos; quizás fue el gruñido que se originó en el clítoris de Sophia pero que tomó de sus senos la fuerza que necesitaba para salir de su garganta, o quizás fue el hecho de lo duro dentro de lo suave y sensual. Duro no era sinónimo de rudo o cruel, nota mental. Sophia se empezó a perder, a diluir entre gemidos rezagados, y Emma que sólo notaba un “todavía no, que está demasiado…rico”, y por eso no cedía a sus ganas de succionar lo que quería, que ya había calculado qué, cómo y cuándo según la forma del movimiento, la velocidad del mismo, la presión y la dirección.

 

Fue todavía más picante cuando Emma soltó sus senos para llevarlos nuevamente a sus muslos, o esa era la intención, pues se detuvieron en su trasero por rendirle homenaje a la imagen que Sophia había construido en su cabeza. Lo acarició con una mano en cada glúteo, suave y sólo jugando a sentir el movimiento muscular de su vaivén, ese que relajaba y tensaba sus glúteos. Llevó sus dedos a su hendidura y, con suprema lentitud, dejó que se escabulleran hacia el interior y alcanzaron a rozar el húmedo agujerito que resguardaba esa proeza de ajustado trasero. Sophia se contrajo ante el roce y, por reacción, clavó más a Emma contra sus labios mayores y aplicó más fuerza, pero tuvo cuidado de no ahogarla, pues eso de la Necrofilia no era lo suyo y no pretendía enviudar antes de tiempo. Suspiró en cuanto Emma empezó a masajear el agujerito con uno de sus dedos, que asumió que era el de en medio de la mano derecha porque podía sentir el anillo heredado en la cercanía. Con todo y la estimulación, eso de deslizar media huella dactilar, la humedad pareció consumirse y fue entonces cuando Emma entró en pánico porque no sabía cómo recoger lubricante de Sophia o saliva suya para volver a lubricarlo, pues quería deslizarlo completamente, así como Sophia gritaba subliminalmente entre sus sensuales ahogos.

 

Dejó de estimularlo para hacer lo único que se le ocurrió, para recurrir al plan XYZ. Llevó su mano izquierda al interior de su Le Fleur, pues con la derecha iba a hacerle más cosas a su vagina, y, con la intención de sólo lubricar su dedo, no pudo resistirse y decidió lubricarlo junto con un poco de su propio placer al frotar su clítoris. Lo único malo de aquello era que Emma era inútil para hacerse correr si estaba así de inundada, a ella eso de la mano izquierda y la más mínima fricción no le funcionaba mucho; prefería humedad y no inundación y la mano derecha. Pero, entre el ahogo de Sophia y la casi nula fricción de sus dedos al frotar su clítoris, gimió, y gimió porque era un potencial orgasmo bajo esas circunstancias si no dejaba de jugar con su clítoris. Con sobrehumana fuerza de voluntad, pues no sé de dónde la sacó, retiró su mano y la regresó al trasero de Sophia, en donde pudo empezar a deslizar su dedo de en medio en su interior mientras Sophia gruñía de genuino placer y soltaba su cabeza para aferrarse al respaldo de la cama. Y, como si Sophia gritara un obsceno “gáma lígo maláka mou, parakaló!” entre sus placenteros gemidos, su dedo se deslizaba hacia afuera y hacia adentro con asesina lentitud, no porque así lo quería hacer sino porque era la mano izquierda y no era tan ágil. Tenía que entrenarlo para ocasiones como esas.

 

Llegó el momento de ahora o nunca. Emma succionó al paso del vaivén para que Sophia misma tirara de sus labios menores, mayores y su clítoris, hacia atrás y hacia adelante para luego soltarlos y volver a succionarla. Se necesitaron cuatro de esas succiones y un gemido largo y cortado, en voz y en movimiento físico, poseyó a la mujer que, de haber existido durante el Gobierno de JFK, podría haber detenido la crisis con esa sonrisa que se le empezaba a dibujar con cada corte muscular, esa sonrisa que borraba la tensión y daba rienda suelta al libre albedrío. Se tomó unos sonrientes segundos para recuperarse mientras Emma sacaba su dedo y se encargaba de darle besos a lo que sabía que tenía mayor flujo sanguíneo que su carótida en ese momento. Dejó caer su cabeza su cabeza sobre las almohadas al ver que Sophia dejaba caer su quijada hasta su pecho, señal de recuperación, y, con cierto salto de rodillas, se tumbó al lado de Emma, en realidad se tumbó al lado en el que Emma solía dormir y, llevando su mano a su frente mientras terminaba de reírse abdominalmente, Emma se volvió a ella y la abrazo ligeramente.

 

- Licenciada…- susurró Emma, apartándole el flequillo del rostro con sus dedos. Sophia la volvió a ver con una sonrisa sonrojada post orgásmica que valía la pena guardar en un recuerdo perfecto. – No tiene ni la más remota idea de lo hermosa que se ve en éste momento- logró sonrojarla todavía más, pero Sophia volcó a Emma sobre su espalda y se colocó sobre su costado.

 

- ¿Estuvo rico?- susurró, recogiendo los restos de la mezcla de lubricante y orgasmo que Emma tenía sin limpiar alrededor de sus labios.

 

- Eso te lo debería estar preguntando yo a ti- sonrió, ahogándose al ver que Sophia, lo que había recogido, lo limpiaba de sus dedos con su propia lengua.

 

- No sabe mal- guiñó su ojo.

 

- No, sabe perfecto- se sonrojó. – Pero, ¿estuvo bien?

 

- Estuvo perfecto- susurró, acercándose a sus labios para agradecerle sus ocurrencias con un beso sencillamente de labios y de rostros ladeados. – Enséñame tus dedos- sonrió, empujando la punta de su nariz hacia arriba con la suya. – Mmm…- los inspeccionó con un poco de lejanía y terminó por darle un beso a cada dedo. – La otra mano

 

- ¿Qué esperas encontrar?- le alcanzó la otra mano, la que no tenía anillo, sólo reloj.

 

- Esto- balbuceó, llegando a los dedos que había utilizado para lubricarla nuevamente. – Éste sabe a mí- susurró, introduciendo todo el dedo del medio en su boca, y Emma asintió con el corazón y los pulmones en la boca. – Éste sabe diferente- dijo al limpiar el anular. – Y éste sabe igual al anterior- suspiró al limpiar su dedo índice. Emma la vio con confusión. – No saben a mí

 

- ¿No?

 

- Saben a ti- sacudió su cabeza con una sonrisa y se deslizó hasta la cadera de Emma para poder ella admirar el paisaje también, que le encantaba ver que Emma, aun acostada, tenía la capacidad de conservar la circular y abultada forma que un par de C podían tener por rigidez. – Gemiste…- sonrió, llevando sus manos a los elásticos de la tanga que dejaba que Emma no se rebalsara aunque, al ser de encaje de tul, aquello era básicamente imposible. Emma asintió. - ¿Por qué?- y vio lo impensable: un rubor rojo-carmín que la invadió en menos de un segundo. Sophia sólo rio nasalmente y retiró el tul de su camino, que tuvo que suspirar al impresionarse con lo empapada que estaban los labios mayores de su futura esposa, hasta de su ingle por rebalse. Se acercó con una sonrisa a su entrepierna, Emma sólo la siguió con la mirada, con esa mirada que gritaba el “Parakaló” que Sophia había transpirado. Sophia alcanzó el tul de nuevo y lo paseó por aquella inundación para drenarla dentro de lo que las capacidades textiles le permitían. - ¿Te estabas masturbando?- le preguntó, volviéndola a ver mientras acariciaba sus labios mayores con su dedo índice y medio; separados y uno en cada labio mayor, y de arriba hacia abajo.

 

- Necesitaba lubricarte- se sacudió levemente ante la caricia. 

 

- ¿Te masturbaste?- reformuló la pregunta y llevó fue como si hubiera activado sus dedos en modo “retroceso”, pues acarició sus labios mayores, de la misma manera, pero son el filo suavizado de sus manicuradas uñas. Emma asintió. Sophia rio nasalmente y se acercó a su entrepierna y, como si la estuviera torturando realmente, le dio un beso al origen superior de sus labios mayores. – Mastúrbate- sonrió, que Emma ensanchó la mirada, arqueó su ceja y sonrió ante lo “bossy” que le gustaba de Sophia. – Para mí, ¿por favor?- sonrió kilométricamente. Así, ¿quién no? Emma llevó su mano derecha a su entrepierna y, con un suspiro para sacudirse el poco pudor que podía tener, introdujo su dedo medio y anular entre sus labios mayores para empezar a frotar su clítoris. – Más despacio…- murmuró, y Emma bajó la velocidad de su frote. – No…- tomó sus dedos de su clítoris y los irguió para darles un beso que luego se volvió en succión y lubricación completa. – Así- los colocó sobre su clítoris y, mostrándole el ritmo; un ritmo lento que duraba dos segundos en completar el frote circular, así de lento, Emma suspiró y dejó salir el primer ahogo verdaderamente suyo.

 

- Shit…- suspiró sin saber cómo se le había escapado eso del cerebro, quizás había huido por tanta presión, quizás necesitaba ser libre. Eso era intenso.

 

- Detente- murmuró Sophia, y Emma se sintió un tanto aliviada, hasta agradecida. – No dije que quitaras tus dedos- sonrió. Emma los volvió a posar sobre su clítoris. – Ábrelos un poco- Emma así lo hizo; los abrió lo suficiente hasta atraparlo entre ellos, y Sophia, viendo aquello con lascivia, y que le divertía por alguna razón, se acercó con sus labios y empezó a darle besos y lengüetazos, haciendo que Emma se ahogara una que otra vez, pues estaba dándole toda la atención al descubierto glande de su clítoris. – Continúa- sonrió después del primer gemido. Oh, Dio! Emma volvió a unir sus dedos y reanudó su frote. Se sentía diferente, quizás porque su clítoris estaba más hinchado, o quizás sólo estaba más rígido, o quizás sólo estaba más sensible. – Más lento- le ordenó. – Y más presión

 

- Fuck…- gimió. Eso era intenso, demasiado intenso, no sólo para Emma sino para la situación misma.

- Fuck?- resopló Sophia. Emma solo asintió minúsculamente con esa mirada de excitación que derretía a Sophia. – Detente- dijo de nuevo, y la Arquitecta Pavlovic, abusando de su sentido común, abrió sus dedos para atrapar su clítoris entre ellos de nuevo. – Así me gusta- sonrió, y llevó su dedo índice izquierdo al interior de sus labios menores. Lo paseó de abajo hacia arriba, desde su perineo hasta el final del glande de su clítoris y de regreso, y otra vez, y una vez más. Emma que se ahogaba entre temblores que no quería librar porque no quería perderse ni un milímetro del roce del dedo de Sophia. Su dedo llegó nuevamente a su clítoris y, con todas las malas intenciones, lo frotó horizontal y rápidamente, causándole a Emma un sollozo de tortuoso placer. Se detuvo y lo presionó con un poco más presión de la acostumbrada y, al soltarlo, le dio uno, dos, tres, cuatro golpes suaves, que, con cada golpe, Emma gemía calladamente y daba un respingo que en realidad era como si el golpe la tirara contra el respaldo de la cama y las almohadas y la fricción de las sábanas la mantuvieran en el mismo lugar.

 

- Fuck- suspiró temblorosamente.

 

- Sí…- susurró Sophia mientras bajaba su dedo a su vagina. – Fuck- y deslizó su dedo, toda su longitud, en la estrecha vagina de Emma. – Continúa, por favor- Emma volvió a obedecer. Tenía que aceptar que, por muy intenso y cruel que fuera eso, de cruel no tenía mucho sino era más bien placentero… y le estaba gustando. – Más rápido- exhortó cariñosamente, que fue cuando se empezaron a escuchar cómo los jugos de Emma quedaban atrapados en el frote anterior y creaban el sonido húmedamente sensual que acompañaba a sus ahogos agudos. Sophia sólo presionaba esporádicamente su GSpot. – Más rápido- repitió, y aquello ya era tempo un-nivel-más-alto-que-normal y, con ese tempo, así incrementaron las presiones en su GSpot. – Más rápido

 

- Fuck!- jadeó, arqueando su espalda y contrayendo todo en una etapa preorgásmica.

 

- Detente

 

Y sabrá Dios y Emma de dónde sacó las fuerzas para detenerse si estaba tan cerca del orgasmo. Emma estaba respirando ya agitadamente, su rostro y su pecho se habían coloreado de ese rojo de esfuerzo y excitación, y placer, que sólo Emma podía colorear para sí misma. Sophia sacó su dedo de la vagina de Emma y lo llevó a su clítoris; estaba lo más hinchado y caliente que podía estar, ya no era el mismo rosado sino de un rosado que se incendiaba por origen espontáneo pero focalizado, tan caliente estaría que Sophia podría jurar que por eso no parecía estar lubricado; por evaporación. Acarició su clítoris con la empapada punta de su dedo, en círculos pequeños y lentos y sin presión alguna. Tomó los dedos de Emma y los guio a su vagina. Primero obligó su dedo anular hacia el interior y lo sacó, luego lo mismo con su dedo medio para estar los dos sumamente lubricados. Los regresó a su clítoris y, mientras Emma esperaba con ansias el “continúa”, Sophia llevó su dedo al agujerito que también gritaba por atención. Era increíble ver cómo la excitación de Emma había llegado, sin esfuerzo y sin eyaculación, hasta las sábanas, lo cual era bueno, pues Sophia provocó aquel agujerito y, junto con el “continúa” que tanto había esperado Emma, introdujo su dedo en su ano.

 

- Holy fuck…- gruñó.

 

Y esta vez Sophia lo tomó literal, pues empezó a penetrarla, pero era una penetración especial; deslizaba su dedo hasta ya no tener más longitud visible, lo hacía desaparecer, lo dejaba dentro, estático, luego movía la punta sólo de arriba hacia abajo, lo volvía a dejar estático y, por último, lo sacaba por completo para volver a repetir el proceso. Eso de detenerse y continuar era, para Emma, como cuando estaba en un bar, así como solía ser en Bungalow 8, que los bartenders se encargaban de tardarse cinco minutos en hacerle un maldito Martini, con todos sus trucos y demás. Era esa ansiedad que crecía con cada etapa, esa ansiedad de “esta vez sí me lo da” y no se lo daba porque sacaba otro truco de donde no vamos a mencionar. Sophia sí sabía lo que hacía, y Emma también, pero Sophia estaba idiotizada al ver aquella elegante mano darse placer, y ni hablar de la mano izquierda que había encontrado lugar de dónde aferrarse al acordarse de que tenía un par de hermosos y redondos senos para ello.

 

- Detente- dijo con la intención de que fuera la última vez, pues luego se la comería como si nunca antes lo hubiese hecho. Pero Emma no se detuvo, simplemente siguió frotando su clítoris. – Detente- repitió.

 

- No-no… puedo- sollozó. Guerra nuclear en los ovarios de Sophia.

 

- ¿Te vas a correr?- fue una pregunta con respuesta un tanto evidente, aunque sabía que a Emma le gustaba más el proceso de placer que el orgasmo en sí, aunque el orgasmo nunca lo negaba, simplemente lo postergaba lo más que podía.

 

- Mhm- gimió agudamente. El mejor “mhm” que Emma alguna vez pudo exteriorizar con sus cuerdas vocales. Situación en los ovarios de Sophia: Armagedón.

 

De repente todo se tornó como si Emma quisiera salir huyendo, así era su descontrol, sus ganas de huir de su propia mano, de la intensidad que ella misma se provocaba por orgasmo. Sophia observaba extasiada, probablemente así como presenció la media libra de sodio en la piscina de su colegio, con ese brillo en sus celestes ojos; maravillada, en el cielo. Luchó contra todas las contracciones de Emma, esas que le estrujaban su dedo, y luchó también contra el descontrol de sus caderas, esas que estaban poseídas por lo que parecían ser cien orgasmos en uno solo. Emma se dejó de frotar, atrapó aire en su diafragma y, con un gemido de alivio y la reanudación del frote, ahora ya más ligero por estar su clítoris tan rígido como nunca, sucedió aquello que a Sophia tanto la había impresionado. Una calmada pero abundante eyaculación se encargó de representar a su más placentero momento en los últimos cinco o seis días, ya había perdido la cuenta, una eyaculación que, sin saber cómo, el dedo de Sophia ya no tuvo espacio y terminó saliendo de una muy placentera manera.

 

Se quedó ahí, sentada frente a Sophia mientras la velocidad de su frote disminuía así como los espasmos. Esos espasmos… a Sophia la volvían triplemente loca, más en ese momento.

 

- Perdón- murmuró, abriendo sus ojos y, creyendo lo contrario, se encontró con una sonrisa de genuina felicidad y verdadero entretenimiento alla Rialto.

 

- ¿Por qué?- ladeó su cabeza hacia el lado izquierdo. La sonrisa no se le borraría, quizás, en toda su vida, aunque tendría que quitarla para no parecer una loca.

 

- No pude detenerme

 

- No me pidas perdón por eso- resopló, acercándose a ella con su ceño adecuado para la ridiculización de la preocupación. - ¿Estuvo rico? – sonrió, irguiéndose y colocándose tras ella para llevar sus manos a sus hombros.

 

- Mi libido está muy contento- se sonrojó sobre lo que parecía ya estarse desvaneciendo. Las eyaculaciones cómo solían colorearla hasta de los brazos. - ¿El tuyo?

 

- Mmm…- dijo de manera gutural mientras apartaba el cabello de Emma y lo pasaba hacia su pecho. – Está contento también- susurró a su oído y llevó sus labios a las pecas que tanto le gustaban. ¿Acaso había algo que no le gustara de ella? Hasta lo que no le gustaba le terminaba gustando.

 

- ¿Pero?

 

- Quisiera postre- mordisqueó su hombro izquierdo.

 

- ¿Quisieras o quieres? Hay una diferencia

 

- Quiero… pero no sé si me lo vas a querer cocinar- resopló y pasó su cabello hacia el hombro que recién dejaba, pues se dedicaría a besar y a mordisquear el otro.

 

- ¿Qué se le antoja, Licenciada?- resopló, inclinando su cabeza hacia la izquierda para darle espacio a Sophia.

 

- ¿Me harías eyacular… por favor?

 

- ¿Cuántos platillos tiene una cena casual dentro de la etiqueta, Licenciada?

 

- Tres- resopló un tanto confundida, ¿a qué venía eso? Ah…oh. - ¿Qué te parece si el segundo platillo lo dejamos en manos de…?- mordisqueó un tanto fuerte su hombro y rio.

 

- ¿En manos de…?- se volvió hacia ella con su cabeza.

 

- De quien pueda comérselo- sonrió con sus labios un tanto fruncidos y arqueó su ceja. Así, así, ¡así se veía impecable y perfectamente bellísima!

 

- Mmm…- sonrió Emma y sonrió de la misma manera que su hermosa rival. - ¿Por qué me suena tan a reto, Signorina Rialto?

 

- No, no es un reto- sacudió su cabeza con sus ojos cerrados y su ceño fruncido mientras batía su dedo índice de lado a lado. Daba cierta risa pero no de burla. – Cuando a Emma Pavlovic le dan un reto…- suspiró, halando a Emma de los hombros para recostarla sobre las almohadas. – Se sabe que el rival nunca fue rival porque perdió antes de siquiera pestañear- resopló, colocándose sobre Emma, con sus rodillas abrazando sus caderas.

 

- No siempre gano- sonrió muy consciente de la verdad de esa declaración y colocó sus manos sobre los muslos de Sophia.

 

- Ah, pero eso es sólo el uno por ciento de las veces que se trata de perder o ganar y se debe a las diversas variables aleatorias que puedan influenciar el reto- tomó las manos de Emma de sus muslos y entrelazó sus dedos entre los suyos. Emma se sentía, así y por muy extraño que suene o parezca, segura; ese fenómeno de las manos nunca se lo había podido explicar, pero eso de sostenerse las manos era increíble. – Así que, en esta ocasión, no lo llamaremos “reto

 

- Ah, porque entonces lo habría ganado desde ya, ¿no?- mordió su labio inferior, como si se burlara respetuosamente de las palabras de su Sophia.

 

- Por eso y porque no se trata de ganar

 

- ¿Y de qué trata entonces?- recogió sus piernas y dejó que Sophia apoyara su trasero contra ellas.

 

- Es que ya perdiste- Emma rio como si hubiera Coco Chanel la hubiera poseído en ese momento; con esa gracia, con ese carisma, esa diversión un tanto elegante pero altanera. Sophia se acercó a su rostro con el suyo, acortando toda lejanía y reduciéndola a cercanía, a esa cercanía que Emma sólo a Sophia le permitía por ser un juego suave y cariñoso de narices.

 

- Te amo- murmuró, arrebatándole las palabras de los labios y recorriéndole los antebrazos con ambas manos. – Te amo- murmuró de nuevo y le dio un beso en sus labios. – Te amo- otro beso. – Te amo- y otro. – Te amo, te amo, te amo, te amo, te amo- susurró, volviendo a jugar con su nariz.

 

- Mi amor…- rio ligeramente sonrojada. – Yo también te amo- sonrió, repasando el labio inferior de Emma con su pulgar al tenerla tomada por su mejilla.

 

- ¿Te casarías conmigo?- le preguntó con ese brillo especial en sus ojos, ese brillo que sólo saltaba cuando la pregunta era verbalizada, pues era como si buscara reconfirmación dentro de lo que ya sabía que era cierto, o quizás sólo le gustaba escuchar el “sí”.

 

- Sí- sonrió, tomándola por ambas mejillas y jugando con su nariz de lado a lado. – Sí, sí, sí… siempre sí- terminó por darle un beso que sabía a “sí”… y a ella misma también.

 

- Ya sé qué quiero de regalo de bodas- sonrió, y sonrió como si hubiera tenido una epifanía.

 

- ¿De verdad?- ensanchó Sophia su mirada y logró sonreír de satisfacción, pues no había algo que le pudiera emocionar más que saber que le podía regalar algo a la mujer que lo tenía todo, aunque, para Emma, “todo” se resumía en un nombre: Sophia Rialto. Emma asintió. – Dime, ¿o tengo que adivinar?

 

- No, pero es algo que me puedes regalar en este momento- y eso, para Sophia, no sonaba tan satisfactorio, pues seguramente era algo que no caía bajo su definición de regalo.

 

- Nómbralo y yo haré que suceda- sonrió, citando a la mismísima Emma Pavlovic ante los clientes de cartera abierta; sus favoritos, y con justa razón.

 

- Dime lo hermosa que eres- acarició su mejilla. ¿Eso contaba como regalo?

 

- Algo tengo que tener como para que la mujer más hermosa, o sea tú- colocó rápidamente su dedo sobre la punta de su nariz. – Se fije en mí

 

- Mi amor… por favor- sonrió seductoramente, y no en el sentido sexual, sino en el sentido de persuasión, esa sonrisa que podía conseguir permisos de modificación estructural, sonrisa o escote pero Emma prefería sonrisa porque era para un Objetivo unisex, y era la misma sonrisa que dibujaba cuando se salía con la suya.

 

- Soy hermosa- se sonrojó.

 

- Not good enough

 

- Soy muy hermosa

 

- Not quite there yet- sacudió su cabeza. Sophia se irguió y se cruzó de brazos como una niña pequeña a punto de empezar un berrinche. – Dime lo hermosa que eres

 

- Soy la mujer más hermosa- dijo con ese juego de cejas que era la mezcla perfecta entre narcisismo falsificado y razón absoluta de ser.

 

- Vas por buen camino- sonrió.

 

- Soy la mujer más hermosa de tu vida

 

- La mia vita, la tua vita… la nostra vita… la loro vita- se encogió entre sus hombros y arqueó ambas cejas.

 

- Soy la mujer más hermosa del mundo- intentó no sonreír, ni reír, pues todo era causa del narcisismo obligado. Pero se sentía bien.

 

- No te lo creo- sonrió.

 

- Soy la mujer más hermosa del mundo- repitió, pero Emma frunció risiblemente sus labios y sacudió su cabeza. – Soy la mujer más hermosa del mundo- elevó su voz y Emma se quedó pensativa un momento pero sacudió nuevamente su cabeza. – Soy la mujer más hermosa del mundo- elevó todavía más su voz, logrando que Emma tambaleara su cabeza. - Sono la donna più bella del mondo!- gritó, alzando sus brazos al cielo como si eso le diera fuerzas para gritar algo tan narcisista. Emma sonrió y se irguió con su torso para abrazar a Sophia. – Yo soy la mujer más hermosa del mundo- susurró sonrientemente ante una cariñosa y abrazadora Emma.

 

- Sí, lo eres- murmuró, elevando su rostro a medida que daba besos en el trayecto, todo para encontrarse con la mirada de Sophia. 

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