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El lado sexy de la Arquitectura 29

en Lésbicos

- ¿Y Sophia e Irene?- preguntó Natasha, haciéndose un moño rápido por segunda vez, pues la primera vez había tomado los elásticos de su bikini también.

 

- Se estaban bañando cuando salí, de seguro ya vienen

 

- Sí, sí, estoy en vacaciones, pero cualquier cosa me avisan- sonrió Phillip, poniéndose de pie para recibir a Natasha y a Emma que se acercaban a la mesa para sentarse. – Buenos días, Emma María- sonrió, dándole un beso en la frente

 

- Buenos días, Felipe… ¿tan temprano y fumando y tomando? Te va a dar algo algún día

 

- A ti te va a dar algo de tanto estar con Sophia en la cama- rió, tentando la línea de la confianza tras una mirada matadora de Natasha que le advertía un regaño.

 

- ¿Celoso?- lanzó la carcajada más ruidosa y descarada de la historia, haciendo que Phillip se sonrojada y aceptara la derrota. – Como sea- dijo, respirando después de haberse reído hasta llorar, haciendo reír a Natasha también; que sólo se habían calmado porque el mesero había llegado a tomarles la orden. – Un tazón de fresas, durazno y manzana verde, granola aparte sin pasas y yogurt simple, y una taza grande de té de manzanilla, por favor- le dictó, colocándose sus gafas a los ojos. – Ah, y unos huevos benedictinos con salmón y con la salsa aparte, y un batido de naranja y fresa, por favor- sonrió, viendo la cara del mesero que la tachaba de “golosa”, aunque lo segundo era para Sophia.

 

- Un americano de huevos fritos y, en vez de pancetta, tocino, si pudiera ponerle patatas fritas, mejor y un café grande, por favor- sonrió Natasha, viendo que Phillip recorría el menú con desconcierto.

 

- Un omelette de jamón y queso cheddar, por favor, asegúrese que sea cheddar, patatas fritas si se puede, tocino y el panini de milanesa picante, y un café, por favor- rió Phillip ante los ojos anchos de Emma y Natasha.

 

- Aquí como que te murieras de hambre, ciento ochenta libras…- bromeó Emma, notando que Sophia e Irene venían a lo lejos, riéndose como las hermanas que eran; físicamente distintas, muy distintas, pero eran parecidas en el carácter.

 

- Buenos días- saludó Phillip, volviendo a ponerse de pie para saludar a Sophia con un abrazo y un beso en la frente, luego a Irene con un abrazo que la dejó un tanto ida en sus deseos.

 

- Buenos días- sonrió Sophia, dándole a Emma un beso en su cabeza mientras le acariciaba sus hombros sobre su Kaftan de Les Copains. 

 

- Buenos días, Licenciada- sonrió, levantando sus gafas y guiñándole el ojo derecho, se le escapó una leve risa por el recuerdo de la noche anterior. - ¿Qué tal durmió?- rió nuevamente por su nariz.

 

- Como una roca, aunque me siento un poco débil- se sonrojó, viendo que Emma le daba los “buenos días” a Irene también.

 

- Te pedí unos benedictinos con salmón, salsa aparte y un batido de naranja y fresa…no sabía qué querías Irene, cuando venga el mesero se lo pides

 

- Pia, ¿por qué te sientes débil?- bromeó Phillip con una sonrisa mientras se quitaba sus gafas oscuras y tomaba su camisa por los bordes y la subía para sacarla, dejando su torso a la vista de sus tres acompañantes. - ¿Qué?- preguntó ante las miradas acosadoras de aquellas féminas.

 

- Bonitos pechos- rió Emma para molestarlo, sabiendo que le dolería, en realidad sólo quería olvidar el tema de la “debilidad” de Sophia.

 

- Igualmente- rió, recibiendo un golpe de Natasha en el hombro mientras el mesero llegaba con las bebidas. - ¿Y mi café?- preguntó Phillip, viendo una taza muy pequeña frente a él. – No, yo pedí un café grande- dijo, haciendo un gesto de “grande” con sus manos.

 

- Esa es una taza grande, Felipe- murmuró Emma, bajando sus gafas oscuras y abriendo “Angry Birds” en su iPhone.

 

- En América esto es un espresso- se quejó. – Quiero una taza más grande, por favor- ordenó, haciendo que el mesero tomara la taza y la retirara con una reverencia de disculpa.

 

- ¿Para qué necesitas más café que eso?- preguntó Sophia un tanto extrañada, viendo que Natasha tenía una taza un poco grande y no se quejaba.

 

- Pedí una taza “grande” de café, esperaba una taza “grande”, no esa tacita…me gusta el café, y tiene que ser más grande que la de Natasha

 

- Ah, ese es tu error, pediste un café “grande”, hubieras pedido sólo un café, como Natasha, y te dan uno normal- intervino Emma, sin volverlo a ver, paseando su dedo por sus muslos, recogiendo los cordones del Kaftan, halándolos suavemente; como si pensara algo profundamente o recordara algo no tan de buen gusto. Natasha la observó. 

 

- Pero todos los días me tomo un Venti en Starbuck’s antes de irme al trabajo, bueno, en el camino al trabajo

 

- ¿Venti?- rió Emma a través de su nariz. – “Venti” es “veinte” en italiano…o sea, ¿veinte onzas de café?

 

- Y también el número de venas que se te colorean en los ojos después de tomarte veinte onzas de café- rió Irene, tapándose la boca ante la broma, haciendo que Natasha intentara contenerse la risa.

 

- Dios, si yo me tomara uno de esos…me sirve desde el desayuno hasta diciembre- se carcajeó Emma, dando una palmada graciosa a la mesa, riéndose de su propio chiste.

 

- Mi amor, diles la verdad, tienes como dos meses de estarte comprando el “Trenta”- sonrió Natasha, poniéndole más leña al fuego.

 

- ¿Trenta? Supongo que son treinta onzas de café… ¿cuánto cuesta eso?- preguntó Sophia, asombrada que alguien pudiera tomar tanto café.

 

- Cuatro dólares o algo así- respondió Phillip, viendo que el mesero le traía una taza como la de Natasha y una jarra de café, sonrió.

 

- Es un bajo precio para no volver a pestañear en tu vida- se carcajeó Sophia, contagiando la carcajada entre las féminas alrededor.

 

Desayunaron a gusto, entre risas y burlas para Phillip por ingerir tanto café como le fuera servido, pues se había acabado la jarra de café cuando al principio se había “quejado” que era demasiado. El desayuno se hizo almuerzo, al menos hora de almuerzo, lo que le sirvió a Phillip para tener una excusa para pedir una pizza funghi y su bendito segundo Whisky.

 

- Qué mierda de ciudad…- suspiró Natasha, viendo hacia la laguna, viendo los vaporettos navegar por ahí y por allá, el agua turbia, que le habían vendido como cristalina, se revolvía entre ondas que chocaban con frecuencia, la Plaza San Marco al fondo, nada despampanante.

 

- Deja de quejarte y disfruta del sol- rió Emma mientras se quitaba sus Walnut Aviatior y los ponía sobre el Chaise Lounge para quitarse su Kaftan y revelar un simple bikini negro que se amarraba al cuello y que cubría sus senos de una manera decente. – Ven aquí, ¿me pones?- le dijo, golpeando suavemente su hombro con el bote de aceite bronceadora.

 

- Wo-ow, Arqui…- rió, echando su cabeza hacia atrás por la risa fingidamente exagerada. – Sophia sí que tiene buena mano- se carcajeó, tomando el bote de Hawaiian Tropic y, abriéndolo, vertió un poco del aceite en su mano.

 

- ¿A qué te refieres, Psico?- sonrió, tomando su cabello en un moño mientras Natasha le esparcía el aceite por la espalda. Con “Psico” se refería tanto al título como a las múltiples enfermedades que la palabra pudiera implicar.

 

- Estás guapísima, seguro dejarás a muchos con esguinces de cuello por aquí- rió, vertiendo un poco más de aceite en su mano para esparcirlo por su espalda baja. Emma se sonrojó, aunque fue algo que Natasha no pudo ver. – Em, te noto más relajada- murmuró, intentando llevar la conversación a su gusto. – Pero hay algo que te está atormentando, ¿verdad?

 

- No me atormenta…- dijo, dándose la vuelta mientras Natasha la volvía a ver a los ojos a través de aquellos Lanvin, cuya estructura estaba forrada de piel de pitón cristalizada y dejaba los vidrios al desprotegido. – Estoy pensando en…- disminuyó el tono de su voz, viendo alrededor suyo para ubicar a Phillip fumando un cigarrillo con un Whisky en las rocas en la mano y hablando por teléfono mientras leía el periódico, a Sophia y a Irene platicando en una esquina de la piscina.  

 

- ¿En?- una sonrisa se dibujó de par en par en el rostro de Natasha. Emma asintió. – No. Puede. Ser- suspiró boquiabierta. – ¿Tú?- sonrió incrédula, viendo a Emma sonrojarse como nunca antes. – Oye, yo no me he casado todavía…pero supongo que es un paso bastante grande e importante

 

- Sí, y para nosotras no es lo mejor quizás…pero, ¿tiene algo de malo?

 

- Pues, ya viven juntas…- sonrió, esparciendo el aceite sobre el abdomen de su mejor amiga. – Sólo quiero preguntarte algo, y no quiere decir que no te apoye, sólo quiero que lo pienses bien y todo eso…

 

- Dime, Nate- suspiró, sintiendo una corriente de nervios que la ahogaban, de esos nervios malos, pero las manos de Natasha la relajaban.

 

- Conoces a Sophia desde, ¿qué? ¿Octubre?- Emma asintió. – Eso significa que la conociste hace cinco meses, tres meses de vivir junto a ella… ¿estás segura?

 

- A mí no me concibieron para casarme, no es algo con lo que siempre soñé, no como tú…yo nunca planeé mi boda desde los cinco, ni con quién, ni nada...y…bueno, antes que nada, sólo quería preguntarte por qué te estás casando con Phillip

 

- Porque Phillip y yo tenemos algo especial juntos, no cada quien por aparte que resulta que tienen unas cuantas cosas en común…por una parte, porque sé que no hay mejor hombre que él por ahí para mí, al menos es el único que me soporta- sonrió, divertida aunque apenada, pues sabía, como toda mujer, lo insoportables que podemos llegar a ser. – También quiero que me den “permiso” de poder dormir con él, así como lo pusiste tú la vez pasada, que no tendrá nada de “malo”…y, por otra parte, quiero poder tener sexo despreocupado sin condón o sin la maldita inyección…y, hablando más en serio, Phillip y yo nos entendemos, casi no peleamos- Emma levantó su ceja. – Tienes razón, no peleamos en lo absoluto…y sé que cuando peleemos lo vamos a resolver fácilmente. Confianza, tolerancia y comunicación, la mejor de las combinaciones, la clave para el éxito en la cama y fuera de ella…y he cambiado desde que estoy con Phillip

 

- Eso lo transpiras, amor- sonrió Emma ante las manos de Natasha pasearse por su pecho, con respeto.

 

- ¿Tú sientes que has cambiado desde que estás con Sophia?- Emma asintió sonrojada. – Lo sabes, más bien… ¿en qué has cambiado o cómo te ha cambiado Sophia?- Emma levantó su ceja y se colocó los Balenciaga a los ojos. – Vamos, vomita las cursilerías, no me reiré- sonrió, quitándose su túnica JPG.

 

- Odio lo que me haces decir…- Emma respiró hondo, tronó sus nudillos y sus muñecas y vertió aceite en la espalda de Natasha mientras ella se arreglaba la parte de abajo de su Bikini Shoshanna. – Creí que ser fuerte era ser dura, creí que ser independiente era no necesitar a alguien…- y su voz se empezaba a quebrar mientras esparcía el aceite sobre los hombros de Natasha. – Dios…- suspiró, tratando de calmarse, era doloroso darse a conocer sin tantas evasivas. – Sólo me ha enseñado a que entre más vulnerable y más suave seas, más permites que las personas entren en tu vida…y sólo así eres feliz, tienes más valor para las demás personas porque las dejas entrar…no sé, es sólo que Sophia me ha puesto el mundo de cabeza, mostrándome que no me debe importar lo que la gente piensa, que estoy trabajando en eso todavía; soy honesta, pero me ha demostrado que la persona que soy…es perfectamente suficiente y que no tengo que pretender ser alguien que no soy

 

- Em…- murmuró Natasha, dándose la vuelta y abrazándola como a Emma le gustaba; brazo derecho por la cintura y brazo izquierdo sobre el hombro derecho. – Bienvenida al amor- sonrió, dándole un beso en la cabeza. – Bueno, bueno, basta ya…mucho amor tampoco- ambas rieron y se despegaron. Natasha vio a Sophia de reojo, viéndolas con desconcierto, pues sabía que algo estaba pasando, pero prefirió asumir que era cosa de Natasha y no de Emma.

 

- Supi, ¿por qué nace esto?- preguntó Irene de nuevo a Sophia, salpicándole un poco de agua sobre el rostro.

 

- Porque ahora estoy en la disposición económica de dártelo, tómalo o déjalo; así de fácil- sonrió, viendo que Emma venía, por la orilla de la piscina, hacia ellas.

 

- Lo tomo

 

- ¿Estás segura? Porque le tendrás que decir a papá, y pronto, mamá ya sabe, sólo espera que le des una respuesta

 

- Supi, ¿qué te pasa? Es como ver la luz al final del túnel… sabes que papá me ha preguntado mil veces que de dónde había sacado el dinero para venir a Venecia

 

- ¿Qué le dijiste?- preguntó, viendo a Emma cada vez más cerca, antojándosele los cigarrillos que llevaba en la mano.

 

- Que tú lo habías pagado, le hubieras visto la cara…en fin, sí lo tomo- sonrió Irene, viendo la mirada perdida de Sophia que seguía las infinitas piernas de Emma, que las recorría de abajo hacia arriba para luego admirar aquellas curvas que terminaban en aquellas pecas que coronaban una inmaculada sonrisa. – Cierra la boca, Supi…qué descaro- rió Irene

 

- Señoritas Papazoglakis- sonrió Emma, sentándose a la orilla de la piscina, metiendo sus pies al agua y dándole la espalda al sol.

 

- Rialto- la corrigió Irene, guiñándole el ojo a Sophia.

 

- Excelente noticia- sonrió Emma, sacando un cigarrillo y ofreciéndoles uno a las hermanas.

 

- No, gracias, no fumo…y ustedes tampoco deberían fumar- dijo Irene, viéndolas alternadamente a los ojos mientras encendían sus cigarrillos.

 

- Creí que si fumabas- le dijo Sophia, acariciando disimuladamente el pie de Emma bajo el agua.

 

- No desde que supe que las cosas saben mejor cuando no se fuma- sonrió. – Tomen mi consejo, les irá mejor en la cama- rió, hundiéndose inmediatamente bajo el agua para evitar el imparable “¡Irene!” de Sophia, más sólo las había dejado con mirada cuadrada mientras la veían nadar bajo el agua y salir al otro extremo de la piscina, justo a la par de la escalera para salir, no sin antes volviéndose para guiñarles su ojo izquierdo en burlona aprobación.

 

- Coño- murmuró Sophia, volviendo a ver a Emma, viendo que Emma apagaba el cigarrillo sin dudarlo. – No tengo idea de cómo se dio cuenta, lo juro

 

- Dame eso- siseó, arrebatándole el cigarrillo a Sophia y apagándolo también. – Ahóguense, malditos mata-sabores- condenó a la cajetilla casi completa de Marlboro Light, ahogándola de manera literal en la piscina.

 

- Amor, ¿qué haces?- murmuró Natasha, viéndola desde arriba. Levantaba sus gafas de sol, la veía con desconcierto, como si le hubieran matado una parte de su corazón, más bien ahogado.

 

- Recuperando la salud de mi paladar- sonrió, viendo a Sophia ver atónita a Natasha.

 

- ¿Qué?- Natasha se encogió de hombros ante la respuesta de Emma y ante la mirada acosadora de Sophia.

 

- ¿Qué tienes ahí?- sonrió Sophia, acercándose mientras Natasha se sentaba a la par de Emma y Sophia se colocaba entre sus piernas. – Aquí- señaló una marca en su vientre que apenas se salía de lo que tapaba la tela del bikini.

 

- Ah, es un “infinito”- dijo, halando hacia abajo el bikini, tal vez un poco demasiado, pues Sophia pudo apreciar la franja delgada de vellos cortos que tenía Natasha, le sentaba muy sensual. – Phillip me lo dibujó después de su proposal- sonrió. Era un símbolo en tinta blanca, muy discreto y, hasta cierto punto, bonito. – Tengo otro, aquí- dijo, metiéndose a la piscina y enseñándole detrás de su oreja izquierda; también en tinta blanca, Mary Poppins. – Me lo pidió durante “Mary Poppins”- rió sonrojada, pues nunca había contado cómo había sido eso.

 

- Si tu mamá se entera, te quita esos pedazos de piel- sonrió Emma, metiéndose a la piscina, pues el sol ya estaba insoportable sobre su espalda.

 

- Ya los vio- rió, viendo a Phillip cargar a Irene y tirarla a la piscina para luego tirarse él. – Casi se muere, pero me aplaudió que no se vieran tanto

 

- Irene ya sabe, ¿ustedes le dijeron algo?- Emma frunció sus labios.

 

- No, es sólo que ustedes juran que no se les nota

 

- Cu.ña.di.ta- rió Irene, abrazando a Emma por la espalda y abrazándola con las piernas por su abdomen mientras la tomaba por los hombros, haciendo que Emma se incomodara pero la tolerara. Emma agradeció a Dios por Phillip, quien interrumpió antes de que tuviera que contestarle algo a Irene, pues no sabía cómo contestar a eso.

 

- ¿Planes para ahora en un rato?- preguntó Phillip, tomando a Natasha por la cintura y besando sus hombros. Sophia le lanzó una mirada, no de celos, sino de “bájate” a Irene, que ella comprendió y Emma respiró de alivio.

 

- No creo que hayamos venido a Venecia para estar en una piscina y tirados en esas deliciosas camas- rió Sophia, dándole un poco de positivismo a la situación.

 

- ¿Murano?- propuso Irene en tono desinteresado, pues sabía que ni Emma ni Natasha eran de comprar en Murano, al menos no Natasha con ese anillo con el que podrían alimentar a Namibia.

 

- Murano suena bien, ¿y mañana?- Natasha sentía esos besos de Phillip en donde realmente no los estaba dando.

 

- Yo voy a salir ahora en la noche con unas amigas- interrumpió Irene. – Con Pippa y Nicola, mis amigas de….como sea, conmigo quizás cuenten hasta mañana por la tarde

 

- Podríamos ir a un poco de vida nocturna- sonrió Sophia, sólo por molestar a Irene, típico de hermana mayor. – Te acompañamos

 

- No seas mala, Pia- rió Phillip, salpicándole un poco de agua. – Tú ve tranquila, nosotros iremos a cenar a “Do Leoni”

 

Y, después de un rato bajo el sol abrazador de Venecia, salieron de la piscina, Phillip nuevamente con hambre, pidiendo que le llevaran un platillo de penne a la albahaca y al limón con una generosa porción de salmón ahumado. Emma, que no se había mojado el cabello, simplemente se dedicó a embadurnarse de crema humectante para que el sol no tuviera efectos secundarios y, deslizándose en un vestido Akris Punto anaranjado que se complementaba deliciosamente con sus Gucci de cuero y sus respectivos accesorios para parecer de película junto a su perfecta y hermosa novia en un vestido blanco que resaltaba el bronceado acelerado de Sophia, el cual coronaba una cabellera rubia.

 

- Feliz navidad y feliz cumpleaños, de parte de las dos- sonrió Emma, alcanzándole a Irene una caja envuelta en un papel que tenía una impresión de piel de pitón negra y una laza blanca. – Esperamos que te guste- y Emma abrazaba a Sophia por su cintura, viendo a una frenética Irene abrir su regalo. – Ábrelo bien- Sophia se mecía de lado a lado, al compás de Emma, con una sonrisa,  viendo a su hermanita abrir un regalo como si nunca le hubieran dado uno.

 

- ¡Gracias!- saltó hacia Sophia, abrazando, a través de ella, a Emma también al ver la cartera Prada junto con los cinco vales de cien euros cada uno en Zara, para que reabasteciera su jovial vestimenta ahora que empezaba una nueva vida en Roma y al lado de su madre, todo para convertirse en una intachable Rialto.

 

- Me alegra que te guste- murmuró Sophia, intentando librarse de aquel sándwich entre Emma y su hermana, que sentía no respirar y no en el mejor de los sentidos.

 

- No, no me gusta- rió, despegándose y dándole aire a Sophia, todo para buscar su cartera y hacer el cambio inmediato, pasando tus identificaciones y demás, y los veinte euros que tenía. – ¡Me encanta!- gritó de emoción.

 

- Ya, ya…tranquila- rió Sophia, intentando que no gritara más porque sentía en la atmósfera la incomodidad de Emma; sacó dos billetes; uno morado y otro amarillo. – Ten, no quiero que andes sólo con veinte- dijo, alcanzándole los billetes y viendo los ojos de su hermana cambiar. – Tómalos, para tu gelato

 

- Espera- intervino Emma, sacando billetes azules, anaranjados y verdes. – Cien…Doscientos…Trescientos- en billetes anaranjados. – Trescientos…Cuatrocientos- en billetes verdes. - Quinientos…- concluyó, en billetes azules, quitándole el billete morado. – Es más fácil que te acepten uno de esos, además, no quieras llamar mucho la atención, cu-ña-di-ta – sonrió Emma, sintiendo la aprobación de Sophia, tanto como ella la había sentido por ella en el momento en el que había sacado dinero para darle a Irene.

 

- Ni voy a preguntar en qué clase de narcotráfico te has metido- bromeó Irene en voz baja mientras Emma atendía el teléfono de la habitación, era Natasha para saber si ya estaban listas para ir a Murano.

 

- Se llama trabajo honesto, arduo y complicado- sonrió, viéndola a través del espejo mientras se maquillaba; más bien como Emma: mascara, delineador y brillo labial.

 

- ¿Y Emma? Ella sí debe ser narcotraficante- rió, viendo a Emma de reojo verse las manos, los dedos, de manera extraña.

 

- Tampoco, Emma trabaja más del triple de lo que yo, Sirenita…

 

- ¿Sirenita?- rió, volviendo a verla a través del espejo. – Tienes años de no llamarme así

 

- Eso es porque no habías dicho nada incoherente- sonrió, volviéndose a Irene para darle una sonrisa de frente. – Te acostumbras- guiñó su ojo, dándole a entender a Irene que era “todo un proceso por el cual ambas partes debían ceder eventualmente.”

 

El sol de las cuatro y media ya no era tan abrazador, habían llegado a la lejana isla de “Murano”, en donde, lo primero que hizo Phillip y Sophia, fue asaltar la gelatería de enfrente de la parada del Vaporetto, saliendo ambos contentos mientras lamían sus refrescantes gelatos. Caminaron por la principal de la isla, viendo, tanto a izquierda como a derecha, la misma tienda repetida sinfín de veces, que vendían lo mismo; en los mismos colores, en el mismo diseño, en donde Emma encontró algo perfecto: un lugar donde sentarse en la sombra mientras Natasha veía cada vitrina sin comprar nada y Phillip, siempre con una sonrisa, preguntándole “¿lo quieres?”, y la historia se repetía.

 

- ¿Quién es Pippa y Nicola?- preguntó Emma a Irene mientras esperaban a que un alma bondadosa les sirviera su gelato y veía a Sophia esperar su turno para ir al baño. “Le dije que fuera al baño antes de salir”.

 

- ¿Me estás controlando?- sonrió Irene, respondiendo de mala gana, como si no le gustara, pues a quién le gusta.

 

- Sólo trato de entablar conversación, no soy tu mamá…God…- suspiró, viendo con una sonrisa al alma bondadosamente “LENTO” para servir gelatos.

 

- No estás acostumbrada a lidiar con menores, ¿verdad?

 

- No

 

- Se nota que te desespero, a veces

 

- No me desesperas…

 

- ¿No te desespero porque no lo hago o porque soy la hermana de tu novia?- preguntó, realmente desesperando a Emma.

 

- Así soy con la gente nueva, sino pregúntale a tu hermana- sonrió, intentando escabullirse de la pregunta con la mayor de las cautelas.

 

- ¿Tiendes a estar siempre tan a la defensiva? Digo, ¿no te gusta la gente o qué?- Y Emma se sentía acosada de la manera más tortuosa que conoció jamás, teniendo ganas de gritarle al que servía los gelatos para poder meterle a Irene el suyo a la boca y callarla.

 

- Dudo que no me guste la gente, sino no tuviera amigos, ni novia- sonrió de nuevo, dándole un billete de cinco euros al alma lenta y tomando su gelato de fresa y limón para atacarlo con odio.

 

- ¿Cuándo supiste que eras lesbiana?- preguntó, casi gritando y ocasionándole un ahogo al muchacho que cobrara los dos gelatos, incomodando a Emma, pues la etiqueta nunca le gustó, pero aceptaba que, por Sophia, era lesbiana.

 

- Cuando tu hermana casi me vomita los zapatos- rió, recordando aquel día.

 

- Asumo que eran unas chanclas- rió a carcajadas, viendo a Emma fruncir el ceño con incomodidad, decidió dejar de molestarla. - ¿Nunca has estado con otra mujer entonces?- Emma sacudió la cabeza ante la inhabilidad educativa de hablar con la boca llena. – ¿Cuántos novios has tenido?

 

- Dos- murmuró, pensando en que ni Sophia le había preguntado eso, jamás. - ¿Tú tienes novio?- preguntó Emma, intentando recuperar el control de la conversación, pues no veía cómo o por qué cedérselo a Irene.

 

- No- sonrió de aquella manera que gritaba “si”.

 

- Linda sonrisa, ¿cómo se llama?

 

- No te diré porque le dirás a mi hermana- dijo, sacándole la lengua. Dios, a Emma le desesperaba ciertas cosas, pero en ese momento sí estaba desesperada. –Alex

 

- ¿Alexandre o Alejandro o Alessandro?- sonrió Emma, sabiendo que algo no estaba del todo bien.

 

- Pero también me gusta Adrianos, es compañero mío en economía- dijo, evadiendo la pregunta de Emma; venganza.

 

- ¿Y Alex de dónde es?

 

- Es de Roma pero la veré ahora en la noche tam…- y se quedó callada, con la mirada cuadrada, viendo a Emma a los ojos con miedo, como diciéndole “no digas nada”.

 

- Sophia no sabe, ¿o me equivoco?- levantó su ceja y abrió sus ojos verdes. Irene sacudió su cabeza sonrojada. - ¿De verdad te gusta Adrianos?

 

- Sí, me gustan los dos…hay que mantener las opciones abiertas, soy al revés que tú- respondió sin poder verla a los ojos. – Pero Alex…

 

- ¿Cómo se llama? ¿Cuántos años tiene? Vamos, dame información…- sonrió Emma ante su posición de poder y control, hasta le daba risa ver cómo se apenaba.

 

- Alessandra, tiene diecinueve, estudia economía y derecho, la conocí cuando llegó de intercambio a la escuela hace cuatro años, yo le gusto…eso me dijo…no le digas a mi hermana, por favor

 

- ¿Te apena?

 

- No…es sólo que la molestaba porque le gustaban las mujeres

 

- A tu hermana no le gustan las mujeres- sonrió Emma, guiñándole el ojo y viendo que Sophia venía por la salida.

 

- Esto de evacuar el sistema es placentero- suspiró, buscando algo en su bolso.

 

- Seguro que hay cosas más placenteras- rió Irene, tomando marcha rápida para evitar comentarios.

 

- Tu hermana es de decirlas corto punzante- rió Emma en derrota y abrazando a Sophia por el hombro mientras le ofrecía de su gelato y ella felizmente lo lamía. – Sophia…- murmuró, tomándola de la mano y devolviendo el gelato hacia su boca para devorarlo mientras el sol ya penetraba las gafas oscuras. – Te amo- y apretó su mano.

 

- Es la primera vez que me lo dices así- sonrió, tapándose del sol con la mano sobre su frente y volviéndola a ver con su ceño fruncido, el sol molestaba a pesar de tener gafas oscuras puestas.

 

- ¿Así…cómo?

 

- De la nada- y pasó su mano por la cintura de Emma para tomarla por ahí, Emma la tomó por su hombro. – Te amo- y la abrazó con una sonrisa.

 

Natasha les hizo el milagro de por fin rendirse y regresar al hotel, aunque sólo Irene regresó, pues ellos tenían reservaciones en el restaurante a las seis y media. Después de una indignación de cantidad de comida por un alto precio pero de degustación de un buen vino, se fueron en busca de una comida de verdad, llenadora y relativamente barata, pues tampoco iban a caminar tanto por comida, no quedó más que atrás de la Plaza San Marco en el único lugar que tenía el milagro del aire acondicionado: eran los únicos turistas que querían comer adentro y no afuera. Y después de más vino, más pizza y un “all-you-can-eat” de rigatoni al pomodoro con cantidades exageradas de queso y albahaca, tal y como a Doña Carmen le gustaban si bien Emma recordaba, todavía después de una degustación de Zeppole, de todas las formas, colores y sabores que tenían en aquel minúsculo restaurante en aquel callejón, fueron a parar a “Bar Ducale”, en donde siguieron la gula por los Martini para las damas y el Whisky para el caballero, que en algún momento se convirtieron en Lemon Champagne Cocktails, luego en Sgroppinos y, por último, en nada más y nada menos que chupitos de tequila.

 

- Ay- rió Sophia, tropezando con todo a su paso mientras intentaba llegar a su cama al menos, tropezaba hasta con ella misma. Se tambaleaba de lado a lado mientras halaba a Emma de la mano y hacía que se riera también.

 

- Sophia… ¿a dónde me llevas?- preguntaba Emma cada dos segundos en aquella voz amodorrada, tranquilizada por el alcohol, ridículamente risible.

 

- Shhh…- la callaba, tropezándose con algo imaginario y riéndose al mismo tiempo, tocando la pared para calcular el arco. – Bienvenida… al paraíso- dijo Sophia en extrema ebriedad, encendiendo la luz y abriendo sus brazos, abrazando a Emma con torpeza y tirándose de espaldas sobre la cama.

 

- ¿Más alcohol? – rió Emma, cayendo en el cuello de Sophia, escuchando el torpe “no-o” que emitía Sophia con su garganta. Emma bajó la cremallera del vestido de Sophia, por suerte estaba al frente, hasta por su abdomen, en donde la cremallera terminaba; para encontrarse con aquel sticky-bra, debía ser su noche de suerte. – Ah…Sophia…estás tan…rica- rió Emma, por lo mismo del alcohol, mientras arrancaba lentamente el silicón de los senos de Sophia, para luego hundirse entre ellos y besar sus pezones.

 

Sophia bajó la cremallera de Emma mientras acariciaba su espalda que, cuando Emma se irguió, ambas lucharon contra el alcohol para poder quitarse aquellos vestidos ajustados a sus esculturales cuerpos, pero lo lograron. Emma siguió besando sus pezones, mordiendo la areola; cerrando la mordida hasta llegar a su pezón, para luego deslizar sus dientes a lo largo, tirando un poco de él, para, por último, succionarlo y besarlo, paseándole su lengua para sentir la rigidez de aquel ahora enrojecido pezoncito.

 

- I’m cold…- murmuró Sophia, haciendo que Emma la empujara con su brazo, ayudada por las piernas de Sophia, hasta el extremo de la cama para acostarla sobre las almohadas y así poder cubrirla con las sábanas que permanecían dobladas al extremo contrario de la cama.

 

Emma se recostó, bajo las sábanas, junto a Sophia, notando que la habitación ya empezaba a girar y a distorsionarse. Se estiró para apagar la luz, que dio gracias al arquitecto de aquel hermoso hotel por haber puesto un interruptor a la par de la cama, y se devolvió a abrazar a Sophia, colocándose entre su brazo y su pecho, acariciándole sus enrojecidos pezones con sus dedos, no dándose cuenta en qué no-tan-erótico-momento habían caído ambas como para quedar muertas antes de poder siquiera propiciarse un orgasmo mutuamente.

 

La luz era imparable ya, se manifestaba en cada rincón de la Suite, molestando, por fin, a Emma, quien comenzaba a despertarse en medio de aquel dolor de cabeza y malestar estomacal, de aquellos que realmente molestaban. Abrió los ojos y decidió cerrarlos mejor, la luz la enfermaba y la habitación le daba vueltas aún más rápidas que las de la madrugada. Intentó dormirse de nuevo y no pudo, era ese dolor de cabeza que atravesaba sus sienes y aniquilaba sus ojos, y esas patadas al estómago, aquella acidez. Abrió de nuevo los ojos y se vio en una posición bastante incómoda, pues Sophia la abrazaba por la espalda, se aferraba a ella con su brazo por su cintura, tomándola por su seno derecho, el que estaba en contacto con la cama, y, su brazo derecho, era lo que Emma utilizaba para tener algo en su cuello. Le incomodaba porque no le agradaba que la abrazaran, los abrazos no le gustaban mucho, pero prefería abrazar a que la abrazaran y, en esa ocasión, permitió ceder a que Sophia la abrazara, después de todo era su novia, y se acomodó a ella un poco más, sintiendo la respiración alcohólica de Sophia mezclarse con la suya.

 

Pero no pudo más, por más rico que eso se sintiera dentro de toda su incomodidad, se tuvo que levantar. Se dirigió al bar de la Suite y tomó un vaso y los sobres de sal que había en un recipiente. Se dirigió al baño, vació casi todos los sobres de sal en el vaso, le vertió agua del lavabo, lo mezcló, se hincó ante el inodoro, se hizo rápidamente un moño, respiró hondo y pretendió beber aquella solución salina hasta el fondo, mas no pudo, se quedó a medio camino y evacuó oralmente aquel malestar estomacal en dos tantos, causando un tercero por asco propio. Con una risa de “no puedo creer que a los veintiocho esto me esté pasando todavía” dejó ir la cadena junto con el resto de aquella maravillosa solución salina. Todavía quedaba el dolor de cabeza, pero había disminuido con gracia y, parada frente al lavabo se vio al espejo, viéndose burlonamente a sí misma mientras se lavaba los dientes de manera exhaustiva. Vio su muñeca y la hora; las dos y cuarenta y tres, y le dio más risa. Se arrojó a la ducha, desviando el agua hacia la pared para poder sentarse contra ella y que el agua le bajara el dolor de cabeza, las únicas veces que Emma dejaba el agua fría. Levantó la mirada ante el abrir de Sophia de la puerta y le sonrió, con el cabello mojado y pegado a su espalda, peinado hacia atrás, totalmente mojada, con sus codos apoyados de sus rodillas, piernas flexionadas. Sophia se bajó su tanga marrón y se metió a la ducha con Emma, sentándose entre sus piernas, no sin antes recibir un regaderazo más frío que el agua de los Alpes.

 

- Esto si que está helado…co…ñoooo- se quejó Sophia, queriendo levantarse de aquella ducha, que sentía congelarse, tanto por la piel fría de Emma contra su espalda como por el agua que corría por el suelo, congelándole sus partes más sensibles.

 

- ¿Cómo estás de las consecuencias?- rió Emma en una voz pegajosa, eran las primeras palabras que emitía.

 

- Del alcohol, todo bien- y recostó su cabeza sobre el hombro de Emma, apoyando sus brazos sobre las rodillas de Emma, Emma pasando sus brazos por la cintura de Sophia para abrazarla. – Quiero pedirte un favor- susurró, encontrando su sonrisa con la quijada de Emma y sus ojos con su cuello.

 

- Si es de retomar el cigarrillo, olvídalo, mi amor- dijo Emma en tono serio, meneando su dedo índice derecho de izquierda a derecha en negación rotunda.

 

- Eso lo dejaste muy claro ya…

 

- ¿Entonces?- susurró, viendo las manos de Sophia posarse sobre las suyas, descansando sobre su abdomen, moviéndolas, la izquierda hacia sus senos y la derecha hacia su entrepierna.

 

- Finger me- suspiró ante el roce de los dedos de Emma en sus labios mayores.

 

- Yo sí hablo inglés- sonrió Emma, yendo directamente a su clítoris con sus dedos del medio para trazar círculos con presión, no eran círculos anchos, eran básicamente sobre el mismo punto, sobre el mismo sabroso punto, más bien la punta de su clítoris, trayendo a Sophia, en cuestión de segundos, a unos gemidos suaves al oído de Emma.

 

- Espera, no

 

- ¿Qué pasó?- Emma dejó de trazar aquellos sabrosos círculos sobre su clítoris.

 

- Tengo ganas de ir al baño

 

- Estamos en el baño- rió Emma, jugando a lo que Sophia solía jugar.

 

- Digo, ganas de ir al inodoro, pues…

 

- ¿Tienes ganas de vomitar?

 

- No…mmm…de evacuar la vejiga- sonrió sonrojada, que Emma nunca había sentido lo caliente del rostro de Sophia al sonrojarse.

 

- No te voy a dejar ir por eso

 

- Emma, te juro que me estoy haciendo, siento que tu tacto me afloja- rió Sophia por sus palabras, que según ella no tenían sentido.

 

- No quiero soltarte

 

- ¡Emma!- siseó, apoyándose de sus rodillas para impulsarse hacia arriba.

 

- Hazlo aquí- sonrió Emma, deteniéndola por la cintura para que no se levantara.

 

- No lo voy a hacer frente a ti - rió, como si Emma realmente bromeara.

 

- A mí no me molesta…igual, el agua fluye hacia allá- dijo, sin borrar su sonrisa y apuntando con su dedo al desagüe en la esquina izquierda que estaba al otro extremo.

 

- No, ya te dije que no lo voy a hacer frente a ti…

 

- ¿Y si lo haces conmigo?- rió Emma a carcajadas, sabiendo que no tenía ni las más mínimas ganas.

 

- ¿Es en serio?- se sonrojó Sophia, casi ahogándose por el agua que caía.

 

- No tengo ganas, pero no quiero que te vayas…al menos no saldrás de esta ducha hasta que te corras

 

- I really need to pee- susurró, viéndola a los ojos con plegaria.

 

- ¿Por qué no has salido? No tengo un arma de fuego apuntando a tu cabeza…eso lo tomaré como que quieres y no quieres hacerlo- Emma sólo estaba jugando con fuego pero sin pasarse de lista.

 

- Temo que si salgo…no me dejes volver a entrar

 

- No soy un ogro, mi amor, me cubriré los ojos- dijo, señalando al inodoro que estaba a la par de la ducha, que de igual manera la iba a ver.

 

Sophia se puso de pie y abrió la puerta de vidrio, notando a Emma quedarse ahí sentada, volviendo a apoyar sus codos sobre sus rodillas y entrelazar sus brazos para apoyar su frente sobre ellos. Escuchó a Sophia levantar la tapa pero, por el agua de la ducha, no escuchó a Sophia hacer lo que quería hacer. Sophia le tocó el vidrio con sus nudillos y Emma levantó la mirada y se volvió hacia la izquierda, viendo a su novia sentada, de piernas cruzadas, quizás “evacuando” o quizás no, pero era el beso que daba al vidrio. Emma se irguió completamente y, sobre sus rodillas, le correspondió el beso a través del vidrio, algo ridículo y risible, tal vez era que ambas todavía tenían alcohol en sus respectivos sistemas. Abrió los ojos para ver a Sophia sonreír de placer, sí, al fin estaba evacuando, qué risa, y le pareció lindo que lo hiciera con sus piernas cruzadas, como intentando mantener lo “señorita”. Sophia cortó aquel beso indirecto y, poniéndose de pie tras haberse limpiado, se metió de nuevo a la ducha, redirigiendo el agua y poniéndola un poco más tibia.

 

- ¿Más tranquila?- murmuró Emma con una sonrisa.

 

Sophia se sentó bajo el agua, encarándola y abriendo sus piernas, enseñándole aquella apetecible vulva, de la que podía apreciar sus labios menores y su clítoris a simple vista porque sus labios mayores no llegaban a rozarse, y estaban al natural, nada hinchados. Sophia asintió, no viéndola a los ojos, sino alcanzando el jabón de la jabonera y se lo alcanzó con una sonrisa. Emma tomó el jabón en sus manos e imitó a Sophia, abriendo sus piernas, encarándola; verde y café claro contra celeste y rubio. Paseó el jabón sobre sus labios mayores una y otra vez, subiendo el jabón en línea recta por en medio de ese par de 34C que ya tenían una ligera delineación de bronceado que era moldeado por el bikini al cuello. Y Sophia supo qué era lo quería realmente para su cumpleaños, nada interesantemente caro, nada más y nada menos que ver a Emma masturbándose. “I’m such a perv”.

 

- Era para que me lo hicieras a mí- sonrió, no dándose cuenta que ella también se tocaba. – Y no lo pienses que mi hermana se va a despertar en cualquier momento

 

Emma enjuagó el jabón de su cuerpo y se lanzó sobre sus rodillas hasta tumbar suavemente a Sophia sobre la baldosa fría, haciendo de un quejido colectivo por la frialdad de la atmósfera. La Arquitecta Pavlovic, orgullosa del Arquitecto desconocido, agradeció por las dimensiones de la ducha al estirar su brazo para aumentar la cantidad de agua pero no la temperatura, hasta la puso más fría mientras veía y sentía a Sophia tocarle los senos con ambas manos, sus pezones ya rígidos, lograron superarse en rigidez ante las manos congeladas de aquella rubia; cuya melena empezaba a desprenderse del moño de la ajetreada noche anterior. Emma llevó la barra de jabón, tamaño hotel, y la deslizó delicadamente a lo largo de su vulva, deteniéndose con su brazo izquierdo al lado de la cabeza de Sophia, manteniéndose elevada sobre Sophia, clavándole la mirada mientras Sophia enrollaba su cabello con su dedo y lo fijaba en un moño que le costó más de un gemido.

 

- Nunca me imaginé estar acostada en una ducha- rió Sophia, notando que el alcohol todavía estaba presente, pues había hablado más rápido de lo que había pensado.

 

- Le quitas todo el erotismo a esto- rió Emma de regreso, enjuagando a Sophia de su entre pierna y soltando el jabón, tirándolo hacia un costado a ciegas.

 

- Quiero que te corras al mismo tiempo que yo- y la mirada de Emma se hizo plana, de asombro.

 

Sophia acostó a Emma sobre la baldosa fría, haciéndola sufrir tal y como a ella la había hecho sufrir, pues a Emma la mataba lo frío en la espalda. Colocó la pierna derecha de Emma sobre su hombro y se acomodó para rozar sus fuentes de placer, pues aparatos reproductores no lo eran, menos en ese momento. Sophia acomodó los relieves de ambas con delicadeza, no sin antes revisar si Emma estaba, redundante y distintamente mojada al agua, y en efecto, lo que le sirvió para lubricar totalmente no sólo a Emma sino a ella también. Agradeciendo la flexibilidad y lubricación de Emma, Sophia respiró hondamente con excitación, rozando su rosado pezón contra la pierna levantada de Emma, y la empezó a embestir sensual, lenta y apasionadamente. Aquella ducha se inundó de respiraciones pesadas y cortadas, como si era competencia, pues no podían gemir por el eco que despertaría, eventualmente, no sólo a Irene, sino también se escucharían en el baño de la par, pues en cierto momento habían escuchado lo del otro baño.

 

Emma adoraba aquella escena de Sophia embistiéndola, sintiendo sus senos ir de arriba hacia abajo con cada embestida que cada vez era más marcada y tajante, adoraba ver el agua caer sobre la nuca de Sophia, esparciéndose por sus hombros y bajando por sus senos, sintiendo el agua en su pie también, viendo el rostro de Sophia, con ojos cerrados y quijada apretada por la lujuria, respirando por entre su blanca dentadura, que se aferraba con ambas manos de su pie sobre su hombro. Emma decidió dejarse llevar, quedándose con aquella imagen mental de su excitada futura esposa, si es que aceptaba.

 

Sintió un cambio en Sophia, así como en ella, que el agua fría ya se calentaba al llegar a sus intimidades, hervía, se evaporaba. Y Sophia, de un movimiento, soltó la pantorrilla de Emma y se aferró fuertemente a los senos de aquella italiana sobre la que tenía el control, las pocas veces habían sido triunfantes para Sophia y muy, muy ricas. Emma gimió un tanto fuerte, pues le había gustado la ferocidad de aquel tacto, que la estrujaba sin piedad, con emoción, clavándole levemente sus uñas, erizando sus pezones contra las palmas de sus manos. Emma se detuvo de la pared tras ella, pues con cada embestida se acercaban más. Y sintió aquel orgasmo inesperadamente esperado empezar a hervirle en la sangre, aquella ola de calor que tenía, por epicentro, su clítoris.

 

- ¡Me voy a correr!- gimió Emma agudamente, creando en Sophia una sonrisa de ojos cerrados, una ternura con sus camanances.

 

- Shhh…- rió Sophia, acelerando las embestidas, haciendo de aquel roce como el momento antes de una erupción volcánica.

 

Estrujó más sus senos, ayudada por Emma y dejó salir un gruño junto con Emma mientras las caderas de Emma iban de arriba abajo y rebotaban entre la baldosa y el clítoris de Sophia, Sophia de lado a lado, rebotando entre el aire y la pierna de Emma. En ese momento, Sophia no pudo dejarse caer sobre Emma como cuando estaban en una cama, sino que se dejó caer sobre su trasero, descansando su espalda sobre la pared del otro extremo, viendo a Emma todavía sobre su espalda sobre la baldosa, con sus rodillas contra sí mismas, todavía respirando agitadamente. Sophia se puso de pie y le alcanzó sus manos para ayudarla a ponerse de pie.

 

- ¿Habrá algún lugar en el que no hemos hecho cosas placenteras?- sonrió Sophia, levantando su ceja y dándole un beso tierno a Emma en sus manos. – Digo, la ducha, la cama, el sofá, la mesa del comedor, la mesa de la sala…

 

- No te olvides de la oficina, mi amor- sonrió Emma, tomándola por la cintura y empujándola hacia el agua y estirándose para alcanzar la manija de la temperatura y, paulatinamente, hacerla tibia y luego caliente, tal y como solía ser el agua en la ducha.

 

- Falta la cocina y una piscina o un jacuzzi o una bañera

 

Se hundieron en un beso sonriente que les aceleró el corazón a ambas, y así, abrazadas, estuvieron bajo el agua unos minutos, besándose de la manera más sincera que conocían, a ojos cerrados, Sophia con sus brazos entre su pecho y el de Emma, apenas tomando a Emma con sus manos por su cuello de manera delicada y Emma la mantenía presionada contra ella. Se despegaron para lavarse el cabello, tenía aquel típico e irresistible olor a cigarrillo que ya no querían sentir cerca nunca más.

 

- Dime que ahora no haremos nada

 

- Quizás sólo postrarnos en la piscina o en el jacuzzi…comer…y dormir, porque tenemos que estar en el aeropuerto a las diez- sonrió Emma, dándole una nalgada cariñosa a Sophia.

 

- Qué rica nalgadita- le sonrió, guiñándole el ojo. – Al fin nos vamos de este inundado infierno…

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