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El lado sexy de la Arquitectura 31

en Lésbicos

- No es posible que tengas hambre, Emma- rió Sophia, sintiendo el estómago de Emma rugir por inanición severa, como si no hubiera comido tanto en las últimas cuatro horas.   

 

- Quiero comerte a besos- Sophia se rió a carcajadas por lo cursi, quizás hasta por raro del comentario. – Pidamos algo de comer, pero lo comemos aquí- y silbó fuertemente para llamar a uno de los meseros del bar, que uno llegó corriendo ya listo para tomar la orden. - Dýo pítes, éna arní kempáp, kai dýo pago̱méno tsái- ordenó, manteniendo sus dedos en el aire; mostrándole un “dos”.

 

- Lemóni í rodákino?- preguntó aquel mesero, apuntando todo en una libreta arrugada y descuidada.

 

-Rodákino- respondió Sophia, volviéndose a Emma para obtener la sonrisa de apreciación de “me alegra que sepas que me gusta más el melocotón y no el limón”.

 

El mesero se retiró sumamente nervioso, como si fueran sus primeros clientes o su primer día de trabajo, se retiró corriendo, botando la charola sobre la arena y recibiendo una mirada de desaprobación de su, presuntamente, jefe. Sophia y Emma volvieron a lo suyo, a su abrazo frío mientras contemplaban, en silencio, la oscuridad de la noche, con el agua tibia ya apenas llegándoles a los pies; la marea baja empezaba a notarse junto con la baja de brisa.

 

- No entiendo por qué, cuando el sol se va, la gente se va también, como si el mar, de noche, les diera miedo- murmuró Emma indignada ante la remota cantidad de gente que quedaba sobre aquella playa.

 

- Quizás están cansados, o tienen hambre- los excusó Sophia, notando la falta descontento en Emma.

 

- No, digo, sí…pero la playa no sólo “sirve” cuando hay sol

 

- ¿A qué te refieres?- susurró Sophia, paseando sus dedos por los muslos de Emma, que estaban cubiertos de un poco de arena, sacudiéndolos suavemente y dejándolos suaves como siempre.

 

- Digo, aquí puedes comer, nadie te está sacando a patadas

 

- Muy cierto, mi amor…care for a swim after dinner? El agua está tibia- sonrió, reacomodándose y retirándose del pecho de Emma, haciendo que Emma se estremeciera por la brisa marina, ese pequeño frío al despegarse de ella.

 

- Sure- y posó su frente contra la de Sophia, escuchando a lo lejos el trote torpe del mesero, quien se acercaba hacia ellas, tambaleándose entre las dunas miniaturas de arena floja- Ekeí- murmuró Emma, poniéndose de pie y sacudiendo la arena de su trasero con su mano izquierda mientras, con la derecha, le apuntaba la mesa que dividía los chaise lounge donde se sentarían a comer.

 

Devoraron aquellas pitas y aquellos kebabs de cordero como si realmente nunca hubieran comido, las dos, sonriendo en la plena oscuridad, pues había un par de reflectores que iluminaban, por partes, la playa y un poco del mar.

 

- Oye…- interrumpió Sophia aquel silencio remoto que era interferido por el ruido suave del choque final con la arena de las pequeñas olas. Emma levantó la mirada, encontrando la de Sophia. – Te amo…- sonrió, como si no hubiera sido lo que tenía en mente decirle, pero la improvisación no estaba tan fuera de lugar.

 

- Yo también te amo, mi amor- repuso Emma con aquella inmensa cursilería interna pero en tono plano y casual.

 

- Se te escucha muy bonito- ensanchó Sophia su sonrisa mientras se arreglaba el cabello, ahora un tanto sucio y tieso por el agua salada ya seca, haciendo que Emma se sonrojara que, aún en la oscuridad, Sophia podía notarlo hasta con sus ojos cerrados. - ¿Nunca te lo dijeron?

 

- No, en realidad no le digo “te amo” a cualquiera…eres a la primera que se lo digo así

 

- Pues, se te escucha muy bonito, aparte que, cuando me lo dices, I feel like one step closer to your heart

 

- But you’re already there…you’re already in it- Emma se hincó sobre la arena, colocándose entre las rodillas de Sophia, acariciando sus muslos con sus manos y estirando su cuello hacia el rostro de Sophia, que la esperaba inclinada hacia ella para unirse en un beso cálido y tierno como sólo los más enamorados pueden dar. – Swim?

 

- Thought you’d never ask- susurró, rozando su nariz con la de Emma mientras la sostenía con ambas manos por su quijada.

 

Se dirigieron a la orilla, para ver la luz de los reflectores penetrar aquel agua cristalina y haciéndola ver más llamativa de lo que probablemente era, denotando crudamente las áreas que tenían rocas y las áreas que no. No era que los reflectores alumbraran directamente al agua, era parte del reflejo, pero alumbraban, más que todo, el área de los chaise lounge y el conjunto de mesas que estaban apiñadas en una esquina y que eran parte del restaurante en el que habían almorzado. Desde donde estaban podían ver lo vacía que estaba ya la playa, lo desértico que se veía mientras empezaban a guardar los colchones de los chaise lounge y los doblaban por mitad como en una operación fugaz y desesperada por terminar, que hasta donde estaban Emma y Sophia terminaron por desmantelar pero dejando sus pertenencias sobre la mesa.

 

- ¿Cómo te sientes?- preguntó Emma a Sophia, tomándola por la cintura y trayéndola hacia ella.

 

- Muy bien- susurró, dejándose atraer.

 

- ¿Por qué?

 

- Porque estoy contigo- se sonrojó, hundiéndose un poco entre sus hombros pero dejándose besar por Emma, uniéndose en aquel beso, haciéndose una, calentándose los cuerpos y reviviendo las ganas por estar más juntas que en ese momento.

 

Contemplaron cómo apagaban los reflectores del área de descanso, poniendo a oscuras parte de la playa, la parte en la que se encontraban Emma y Sophia para ser exacta, obligándolas a salir, pues ya ni la lejana luz del bar de la playa les alumbraba. Debido a que había un par de rocas a la orilla de la playa, pero aún sumergidas en agua, nadaron lenta y suavemente hasta la orilla, saliendo a gatas del agua pues no supieron en qué momento llegaron a la orilla, gateando sobre la arena, en donde Emma tomó a Sophia por su tobillo, halándola hacia atrás, tumbándola juguetonamente sobre la arena y, con agilidad, se colocó encima de ella, goteando sobre ella, viéndola fijamente a los ojos, cosa que la luna llena se hacía cargo de proveerles.

 

- ¿Qué haces?- rió Sophia, viéndola a los ojos y abrazándola con sus piernas alrededor de su cadera y tomándola con sus manos  por sus mejillas, viéndola sonreírle.

 

- Quiero hacerte el amor- dijo, como si estuviera diciendo “Hola, ¿qué tal?”, así de sencillo, así de natural, así de fresca.

 

- Subamos- tragó Sophia con un poco de dificultad, como si aquellas palabras le dificultaran desde la respiración hasta el bombeo de sangre.

 

- No, no quiero subir

 

- You’re like so into Voyeurism- rió burlonamente, halándola suavemente y trayéndola a sus labios para saborear los suyos.

 

- Perhaps…- exhaló a ras de sus labios, como si una ferocidad la invadiera, pues, habiendo dicho eso, mordió el labio inferior de Sophia con una sensualidad salvaje que hizo que Sophia se lubricara.

 

- ¿Por qué?- murmuró entre su agitación por el beso acalorado que Emma le colocaba e intentaba, contra toda interrupción del universo, como la de Sophia en ese momento, arrancarle los besos, robárselos y quién sabe qué más.

 

- Porque me da la gana- sonrió, dándolo a conocer como única explicación, como queriendo encogerse de hombros entre la inocencia de su ego, pues no había otra explicación para eso, para luego  volver a besarla y, dejando caer, poco a poco, su peso sobre el torso de Sophia, hizo que bajara sus piernas y las apoyara, con sus pies, sobre la arena.

 

Y Sophia, entre la sonrisa divertida por el ego de Emma, que tenía que aceptar que le encantaba, recibió y contestó el beso de Emma que, a pesar de que había un remoto frío de dieciséis grados centígrados y una ligera brisa marina que les erizaba la piel, calentaba sus cuerpos de adentro hacia afuera. Sentían las olas llegarles a los pies, que los ruidos de sus besos se disipaban entre el rompimiento de las múltiples olas, los gemidos casi mudos se ahogaban en sus gargantas. Sophia deshacía el nudo del bikini, el que estaba a su cuello, mientras que Emma, sin dejar de besarla, deshacía el nudo de la cadera derecha del bikini de Sophia.

 

Emma, sin rodeos, introdujo de golpe dos dedos en Sophia y sintió aquella respiración; en la que la inhalación no dejaba de ser más que una simple y cavernícola traducción de “oh my God” y la exhalación en un alivio calenturientamente nasal que se expandía por la mejilla izquierda de Emma, y las lenguas se entrelazaban dentro de la cavidad bucal de la Licenciada Rialto, sin empujar, sin forzar, simplemente se acariciaban mientras los dedos de Emma acariciaban los labios menores de Sophia; de arriba abajo, llegando, abajo, a la entrada de su vagina, en donde hacía círculos pequeños, provocándola al no introducirlos y subir para acariciar igual, circularmente, su clítoris, atrapando sus gemidos en su garganta, tal y como a Sophia le gustaba.  Los rígidos pezones de Emma rozaban la piel descubierta de Sophia al ritmo que los besos y las embestidas suaves y sensuales que ejercía Emma al compás de sus dedos abusando del clítoris de su jadeante novia. Sophia succionó, repentinamente, el labio inferior de Emma entre los suyos mientras le clavaba sus cortas e indefensas uñas en su espalda y ahogaba un gemido orgásmico en su garganta.

 

- Basta de exfoliarme la espalda- rió Sophia demasiado divertida mientras recuperaba el aliento y veía a Emma succionar sus dedos con supremo gusto.

 

- La mejor exfoliación de rodillas- dijo Emma, dándole un beso fugaz a Sophia para luego erguirse y, sin arreglarse su bikini; mostrándole sus hermosos y redondos senos a la playa inhabitada de Elia, y llevar sus manos a la cadera de Sophia para rehacer el nudo de sus panties en plena oscuridad.

 

- Quiero otro- sonrió, levantando el bikini de Emma y llevando sus manos hacia su cuello mientras se erguía y hacía un nudo un tanto torpe.

 

- Nympho- gritó burlonamente al aire, riéndose irónicamente, tarareando el insulto cariñoso, pues no era insulto.

 

- I know…and you love it- susurró en aquella voz sensual que sólo invitaba a querer darle placer para escucharla gemir, y gemir, y correrse una y otra, y otra vez. Se pusieron de pie con aquellas sonrisas cómplices e ilícitas que nadie podía notarles más que ellas mismas y entre la densidad de la oscuridad que era opacada por la luna blanca y reluciente. – Mierda, tengo arena hasta en los lugares más remotos- rió Sophia, intentando sacar, cuidadosamente, arena de su hendidura trasera.

 

- Una ducha lo solucionará- guiñó su ojo, tomando su enorme bolso floreado Stella McCartney después de haberse arrojado su delgado vestido y habiéndose puesto, apenas, sus sandalias, sólo para ver a Sophia con una sonrisa de gula sexual, digamos que dos pecados capitales en combo.

 

La tomó de la mano y, sintiendo el roce de aquella típica textura de arena y agua de mar ya seca, se dirigieron sonrientemente hacia el hotel, en donde Phillip y Natasha eran, nada más y nada menos, que unas conscientes e inocentes víctimas de su propia ingenuidad y suposición, pues gozaban del mismo placer, pero desde un punto de vista más heterosexual, y quizás esa no era la única diferencia, que era realmente insignificante, sino que, a pesar de estar en la privacidad de la Suite Familiar, a pesar de no ser exactamente familia, se habían desinhibido en la libertad de la sala de estar, cuya desinhibición salvaje y apasionada, como si aquella acción futura y no tan lejana del matrimonio fuera a aniquilar el presunto ancho y profundo apetito sexual. El problema fue que Phillip y Natasha asumieron, de humana manera, que Sophia y Emma se quedarían cenando a la orilla de la piscina para luego continuar su remoje, que tenía por base una fijación con el agua en volúmenes exuberantes, y fue por eso que, después de una ducha fugaz, Phillip consintió la espalda de Natasha al humectarla para evitar complejos de serpiente, terminaron, de alguna manera, en el sofá cian; Phillip abrazando a Natasha, ambos acostados sobre su costado izquierdo, frente al televisor, Phillip sosteniéndose, por debajo del cuello de Natasha, de su seno izquierdo, Natasha estimulándose a sí misma mientras Phillip la penetraba desde atrás y mantenía levantada la pierna derecha de su prometida, y ambos se deshacían en gemidos de placer desencadenado, gruñidos de la desesperación por poder tener lo mismo sin el molesto látex que era por doble protección. Y si no hubiera sido porque ambos gruñeron al mismo tiempo; Phillip por el orgasmo que se avecinaba, Natasha por el orgasmo que vivía y que alargaba porque Phillip se salía de ella para colocarse entre sus piernas y, mágicamente, desaparecer aquel Trojan Bareskin para que Natasha se encargara de liberar la masculinidad de su futuro esposo jadeante sobre su vientre y su entrepierna, hubieran escuchado, más bien visto, cuando Sophia abrió la puerta de par en par y se paralizó ante la imagen de la eyaculación de Phillip.

 

- Fuck!- jadeó Phillip entre su sorpresa mientras rápidamente se dejaba caer sobre Natasha para taparla a ella también, más que todo a él, pues era una vergüenza andar mostrando esas cosas frente a las Señoritas.

 

- Sorry- murmuró aquella rubia Licenciada, tapando la vista con su mano y pasando de largo, igual que Emma, quien le daba un “Perdón” con los labios a Natasha, quien era la que contemplaba la escena con desconcierto, como si no supiera qué pasaba.

 

- Mi amor… ¿estás bien?- susurró Emma, contemplando a Sophia a través del reflejo del espejo del baño mientras Sophia se veía a través de él y enjuagaba sus manos sólo con agua y a ciegas.

 

- Veinte centímetros de Phillip que no quería ver- sonrió, sacudiendo su cabeza para deshacerse de la imagen para luego frotar sus mojadas manos por su rostro, como para relajarse.

 

- Dieciocho- rió Emma, colocando sus manos sobre los hombros de Sophia y los masajeó suavemente con sus ásperas manos por la arena, intentando darle tranquilidad vibratoria a Sophia, pues a ella no le perturbaba la escena; no era la primera vez que los veía, al menos ya habían terminado, o estaban terminando.

 

- Señoritas, perdonen nuestra impertinencia voyerista, por favor- irrumpió Phillip en el baño, ya vestido del torso hacia abajo, con bermudas azul marino desgastado a propósito, muy Abercrombie, descalzo, desnudo del pecho, mientras se arreglaba el cabello hacia atrás.

 

- Oye, lánzate al estrellato- bromeó Emma un tanto incómoda.

 

- Pia, discúlpanos, por favor- suplicó, obviando a Emma, pues sabía que Emma no era la primera vez que los encontraba en acción y, seguramente, no sería la última.

 

- Tranquilo, no pasa nada- sonrió Sophia a través del espejo, viéndolo con comprensión.

 

- ¿Ves, Emma María? “No pasa nada”- recapituló Phillip para Emma, sonriéndole en un “no seas una exagerada”.

 

- Perdón, perdón- interrumpió Natasha, amarrándose a una bata blanca. – No era nuestra intención

 

- Ni la de nosotros- murmuró Sophia, apoyándose del lavabo y dándose cuenta que la escena se llevaba a cabo en un baño, los cuatro en el mismo baño y de manera extraña.

 

- Por mí, por ti, no hay problema- rió Emma, dándole una palmada amistosa en la espalda a Natasha.

 

- ¿Y por mí?- dijo Phillip, un tanto escandalizado.

 

- No- rió. – Yo sé que eres incapaz de no tocar a Natasha por más de cinco horas- sonrió. Natasha se río, pensando en lo cierto que era eso, pues, pero era de los dos lados, tanto ella como él.

 

- Si puedo- balbuceó Phillip, un tanto herido por la aclaración severa de Emma. – Eres tú la que no puede quitarle la manos de encima a Sophia

 

- Si puedo, eres tú el que no puedo

 

- Oh, come on…you’re acting childish!- siseó Natasha. – Da igual, es una pelea estúpida que han materializado de la nada.

 

- Te apuesto a que eres tú la que no puede resistirse- retó Phillip a Emma.

 

- ¿Qué apostamos?- sonrió, juntando las palmas de sus manos una con la otra y frotándolas por la emoción de un gane seguro.

 

- Te apuesto mil dólares a que tú no te aguantas- Phillip levantó su ceja, dejando a Sophia boquiabierta, pues Emma no era de las que rechazaba una oferta así. “No puede ser…no sex?”

 

- Dos mil- sonrió, alcanzándole la mano.

 

- Caerás, Emma María-rió a carcajadas sarcásticas, apretujándole la mano.

 

- Son un par de idiotas…- Natasha le dio una palmada iracunda en la espalda a Phillip y una mirada de odio a Emma, se retiró en medio de sus pasos histéricos y neuróticos.

 

- Emma, tenemos que hablar- dijo Sophia, viendo que Phillip salía tras Natasha. - ¿Tu ego es tan grande?- murmuró, con expresión de disgusto.

 

- I’ll just pay him, it’s just a joke- se excusó, elevando sus manos al aire en plan de librarse de toda culpa.

 

- Es un chiste muy, muy, pero muy, caro- Sophia frunció su ceño y se cruzó de brazos. – Mañana voy a Santorini, ojalá y quieras venir, pero yo voy, vengas o no…y ahorita me voy a bañar- dijo, quitándose con pesadez su vestido y encendiendo la ducha.

 

- No te enojes, Sophia, por favor, al final no va a llegar a tanto…me baño contigo

 

- ¿Tú de verdad esperas que crea que vas a aceptar perder? Eso no existe contigo, a no ser que hayas intentado ganar…y no, me voy a bañar, espera tu turno.

 

Sophia tenía razón, y Emma lo sabía, pero sabía que, de pagarle a Phillip por el chiste tan caro, que seguramente Natasha la odiaba, y a Phillip también. Sería compartir el sofá con Phillip. Emma salió del baño y se dirigió a la sala de estar, en donde vio a Phillip, de espaldas, fumando un cigarrillo a la orilla de la piscina privada. Caminó hacia él, se paró a su lado. Phillip le alcanzó el cigarrillo encendido, sin decir una palabra, y Emma sacudió su cabeza con la mayor de las frustraciones, pues en ese momento le sentaría bien uno, pero se enojó ante el potencial enojo de Sophia en caso de que lo tomara.

 

- ¿Se enojó mucho?- murmuró Emma.

 

- Me dijo que no fuera a Santorini, que la dejara respirar… ¿somos tan brutos?

 

- Yo soy una egocéntrica, tú sólo vives para provocarme- rió, sintiendo el brazo de Phillip abrazarla por el hombro. 

 

Phillip era más alto que Emma, once centímetros para ser exactos, y pesaba una libra por centímetro, o sea ciento ochenta y cinco libras, de pecho fuerte, brazos tonificados, un six-pack un tanto delineado. Sus piernas eran tonificadas también, muslos y pantorrillas, y tenía una que otra leve pincelada de vello corporal, menos de donde Natasha era parte de la diversión. Del pecho le colgaba una cadena y dos placas militares, una de su papá y la otra de su mejor amigo; que su papá era Veterano de la guerra de Vietnam y su mejor amigo, Christopher, había muerto en una intervención militar en Afganistán.

 

- Yo soy un pendejo, estoy demasiado nervioso por la boda- exhaló, inhalando de su cigarrillo y casi exhalándolo al mismo tiempo, vaya forma de disfrutarlo.

 

- Todo va a salir bien, Noltenius, ¿qué te preocupa?

 

- Que la palabra sea muy pesada y sea que nos estamos apresurando a algo que no es necesario

 

- Ustedes ya son un matrimonio, no te preocupes, sólo necesitan permiso social, religioso y legal para ejercerlo…para no vivir en pecado- rió Emma ante la enunciación religiosa.

 

- ¿Y tú? ¿Necesitas permiso?

 

- ¿De qué hablas?

 

- Digo, con Sophia

 

- Como sé que ni el Papa me va a dar permiso, no voy a intentar conseguirlo

 

- Creí que tenías planes, grandes de hecho, con Sophia

 

- Los tengo, pero no para ahorita, déjame respirar- rió, dándole unas palmadas en la espalda. – Sólo tengo que contentarla, antes que nada

 

- Oye, ¿qué harás con los dos mil dólares?

 

- ¿Me estás diciendo que gano?- rió. Fue más fácil.

 

- No, no he tocado a Natasha y no creo que la toque ahora, que me deje, tú sabes

 

- ¿Entonces?

 

- Sólo quiero saber

 

- Lo donaría

 

- A dónde y por qué

 

- Son dos mil dólares que no necesito, pues no los tenía y no me hacían falta, seguramente a otras personas sí, ¿y tú?

 

- Te lo daré a ti si gano, para que hagas con él eso que quieres hacer si tú ganas

 

- ¿Qué piensas hacer con Natasha?- preguntó, sentándose a la orilla de la piscina, metiendo sus pies en el agua.

 

- Voy a dormir en el sofá ahora, darle su espacio, y rogarle por que me deje ir a Santorini- Emma se sacó su vestido y se deslizó en el agua. - ¿Tú con Sophia?

 

- Tal vez lo mismo…pero…

 

- Tú no le ruegas a nadie por nada- guiñó su ojo, tambaleando su cabeza de lado a lado, sabiendo que eran las palabras que saldrían de su boca. – Es tu novia, deja el orgullo a un lado

 

- Soy muy literal, me hicieron para seguir órdenes- le respondió el guiño, encogiéndose de hombros.

 

- Si fueras economista, te diera trabajo en la consultora para que ladraras y mordieras a la competencia

 

- Eso ya lo hago en el estudio, Volterra-Pavlovic

 

- No me habías contado nada- sonrió. – Felicidades. ¿Cuándo entra en vigencia?

 

- Tengo que firmar unos papeles todavía, pero entra a principio del año fiscal del estudio, tú sabes, legalidades y formalidades

 

- ¿Sophia lo sabe?

 

- Sophia no sabe muchas cosas, es lo malo de tenerla en el trabajo, la línea entre relación jefe-empleado y pareja es muy fina pero a la vez muy crítica…planeaba decírselo un día de éstos, pero los días pasan rápido y no he encontrado el momento adecuado, te prohíbo decírselo, boca floja- le advirtió, pues sabía del mal que padecía Phillip, de esas personas que no pueden contenerse la información confidencial ni un segundo.

 

- Separa el trabajo de tu relación y las haces una sola…no sé, sólo digo…si la has dejado entrar a tu oficina y a tu casa, ¿por qué no hacerla parte de tu trabajo al cien por ciento?

 

- No lo sé, estoy intentando averiguarlo y lidiar con ello

 

- Házlo, los secretos estuvieran bien si Sophia no trabajara contigo, pero da la casualidad que sí, entonces cuéntale, no creo que eso te traiga problemas, de igual forma ya eras dueña del estudio, ahora va cincuenta y cincuenta con Volterra, y un cambio de nombre, que de Pensabene a Pavlovic sólo cambian las letras después de la “P”, mayor cambio no hay, y tú no pierdes nada, sólo un poco de dinero en inversión, ¿y qué? Te sobra…

 

- Oye, no me sobra- rió, indignada por cómo lo había puesto.

 

- Pues no te hace falta…a veces se te olvida que te manejo tus cuentas, Emma María, y te sobran un par de cifras

 

- ¿Por qué hablamos de mi dinero?- frunció su ceño entre aquella rara conversación.

 

- Sophia no sabe todo lo que tú tienes

 

- ¿Y tiene que saberlo?

 

- Sophia sabe que tienes mucho dinero, pero su definición de “mucho” creo que no concuerda con el “mucho” verdadero

 

- ¿Qué sugieres? ¿Que le de un estado de cuenta?- rió a carcajadas, inhalando el aire invadido de humo de cigarrillo.

 

- Puedes hacerlo, puedo tenerlo para ti en cuanto regresemos

 

- ¿Y para qué tengo que mostrárselo?- preguntó Emma con desconcierto.

 

- Confianza- sonrió.

 

- Ya está libre el baño- interrumpió Sophia, secándose el cabello con la toalla blanca, sacudiendo sus ondas rubias.

 

- Gracias, mi amor- dijo Emma, acercándose lentamente a la orilla de la piscina para salirse.

 

- De nada, Emma- y la vio salir, goteando el suelo, saltando sobre su pie derecho y ladeando su cabeza para sacar el agua de su oído.

 

- Pia, qué guapo el bronceado que tienes- la halagó Phillip, notando la tensión entre ella y Emma, siendo ninguneado por Sophia, pues le lanzó una mirada de desprecio, porque tenía culpa en la falta de sexo.

 

- Iré al bar a tomarme una copa, le dices a Emma- dijo, peinándose con sus dedos.

 

- ¿Te puedo acompañar?- preguntó, implorándole con la mirada que le dijera que sí.

 

- ¿Me queda de otra?- uy, qué genio.

 

- Si no quieres no, easy, Pia

 

- Ven, compénsame mi noche sin sexo, mala mano

 

Bajaron al restaurante, a sentarse a la barra, Sophia y Phillip a compartir una botella de Whisky, para que, cuando Emma saliera del baño, se diera cuenta que estaba en ausencia de novia y de amiguito con quien pasar la noche. Pues, viendo cómo estaba la situación y estando dispuesta a pagarle los dos mil dólares a Phillip, se deslizó en la pijama que había querido utilizar en Roma y en Venecia pero que no había podido utilizar por A o por B motivo; un Wrap de Kiki de Montparnasse, de seda negra, muy, pero muy escotado, que apenas tapaba sus pezones por los tirantes, de espalda muy baja, con unos pantaloncillos incluidos muy, muy, cortos, pues apenas tapaban su entrepierna. Fue en busca de Natasha, pero la encontró muerta en la cama, por lo que se tiró en la cama a esperar a Sophia, tirada sobre el cubrecama, con sus brazos cruzados bajo su cabeza, descansando sobre ellos, con sus piernas cruzadas, al estilo “doce vida na Grécia”, mientras escuchaba “Candy” de Paolo Nutini.

 

Sophia y Phillip diluyeron sus diferencias, más bien Sophia logró superar el enojo sin fundamento que tenía en cuanto a Phillip, y comieron, junto con la botella de Johnnie Walker Black Label, pues era lo único que tenían en botella para vender, y Sophia, no queriendo irse por un Martini, como le había aprendido a Emma y a Natasha, que nunca le habían gustado pero que eran sabrosos si se sabía disfrutarlos, le estaba gustando porque se estaba emborrachando junto a un sandwich de sardinas marinadas y salteadas en ajo, mantequilla, limón y pimientos, y una ensalada de aguacate y retoños de soya. Cuando Sophia regresó a la habitación, Emma estaba más deseable que nunca, con la pijama que se le había movido, dejando sus senos al aire, pues, al menos sus pezones, al estar sobre su costado, cosa que se le antojó a Sophia como postre, pero no la tocaría porque, entre su borrachera, había entendido que Emma podía hacer una apuesta, sólo era una apuesta, pero se iba a divertir con ello.

 

Consideró todavía en irse a dormir con Phillip al sofá, pues lo de Phillip y Natasha si había sido algo más serio, quizás eran los nervios por aparte, de cada uno, que, al unirse, explotaban y de mala manera, un respiro no les iba mal tampoco, además, Sophia consideró que no estaría tan bien el hecho de dormir con Phillip, no porque le pareciera que a Emma le dieran celos, que nunca le había visto sufrir por eso, ni por irrespeto a Natasha, pues era como poner a un pez y a una bicicleta en el mismo lugar, no pasaría nada, simplemente no le pareció correcto y se acostó con Emma entre sus mareos etílicos, besando sus pezones hasta que Emma se movió un poco y dejó de abusar del sueño de su novia, era trampa, pero nadie se daría cuenta, además, Emma no podía tocarla a ella, pero ella a Emma sí. Sophia simplemente se acomodó a Emma, Emma se despertó y sonrió ante la compañía de su novia, la abrazó y se fundieron juntas en un profundo sueño que no las dejó despertarse hasta las gloriosas siete y media de la mañana.

 

Y después de un incómodo desayuno, en el que sólo intercambiaban palabras, unos entre otros, para pedir el pan, o la sal, o más agua, Phillip logró que Natasha accediera a que fueran juntos a Santorini. Emma simplemente, callada, se mantuvo al lado de Sophia y la acompañó, sabiendo que no quería ir, pero ahogaría sus pensamientos de disgusto y pondría la mejor cara. Y pensar que podrían haberse quedado, durmiendo y haciendo el amor todo el día, pero no, no y no, era la apuesta egoísta, egocéntrica y orgullosa. A Sophia le había dejado de importar, pero la indiferencia que mostraba para con Emma era realmente graciosa, pues Emma se desvivía por las pocas sonrisas o palabras que Sophia le dirigía.  Y, pues, después de dos horas y media en el ferri hacia Santorini, con el sol, el calor y el caminar y caminar más y caminar todavía más, tuvieron que caminar de nuevo para encontrar aquel lugar al que Sophia y Natasha, por capricho selectivo y sobreactuado, habían decidido que tenía comida comestible y de buena calidad, todo para torturar a sus parejas en aquel adoquinado y cementado suelo, en el que sentían dejar la suela de los zapatos con cada pisada.

 

Luego de una comida un tanto menos incómoda, pues Sophia y Natasha hablaban sin parar, cual “play” en un iPod, Phillip y Emma se encargaban de intercambiar miradas cómplices de dolor por estar ahí, se dirigieron al puerto para tomar el ferri de regreso a Mýkonos, pues no habían encontrado nada muy interesante más que dos discusiones entre Phillip y Natasha por culpa de una tienda de souvenirs, que tenían de todo y no tenían nada, pues Natasha quería comprar algo, sólo porque sí y no llenaban las expectativas de la Diva Roberts. Ante esos dos eventos, y me refiero a las discusiones estúpidas que tuvo el futuro matrimonio, hubo daños colaterales en ambas partes; por un lado, en Emma y Sophia, pues nunca los habían visto pelear y Sophia se dio cuenta que el enojo sin fundamento era estúpido, Emma se asombró que se hubieran ido a la cama enojados y que siguieran enojados, ahí había algo más que nervios de boda y apuesta estúpida, pero las hizo recapacitar un poco, y, por el otro lado, en Natasha y Phillip, sólo incrementaba la tensión sexual entre ellos, Phillip queriendo arrancarle el diminuto vestido Diane von Furstenberg a Natasha y arreglarlo todo con el riesgo de un miembro desprotegido para mayor satisfacción de su prometida, en la posición que más le gustaba: ella en cuatro sólo para la introducción del miembro de su futuro esposo para luego erguirse y que Phillip gruña a su oído mientras la embiste y la toma de sus senos y estimula su clítoris.

 

Llegaron a Mýkonos justo cuando el sol estaba por salir de la escena y fue cuando se bajaron del ferri que pasó lo que pasó, lo que nadie nunca se imaginó que pasaría, por los nuncas de los nuncas, nunca, nunca, nunca. Caminaban en dirección al hotel, pero Natasha tenía que ir al baño de manera urgente, por lo que se detuvieron en una tienda de souvenirs para que Natasha pudiera rogarle al vendedor de usar el baño, pues en realidad no se aguantaba y después de cincuenta euros en un souvenir que Emma tuvo a bien, humorísticamente, llamarle, por el resto de su vida como “La Mentira”, pues no podía ser verdad que fuera tan feo. Y ahí, en esa tienda de souvenirs, mientras Emma veía las postales más aburridas y monótonas de su vida, con unos colores que daban ganas de matarse y unos efectos peores, vio a un griego rubio, de cabello largo, pues, hasta los hombros, liso y que se detenía de una banda elástica, que se acercaba a su novia por la espalda, quien veía con aburrimiento las figuritas de las casas sobre un estante.

 

- Disculpe, Señorita, ¿un autógrafo?- le dijo aquella voz grave al oído, asustándola, causándole un grito y luego una sonrisa que terminó en un abrazo.

 

- ¡Pan!- gritó Sophia, dándole un beso en cada mejilla a aquel rubio y viéndolo con una sonrisa como nunca en el día. - ¡Qué gusto verte!- siseó, cruzándose de brazos y manteniendo la mirada en sus celestes ojos que se perdían entre la bronceada piel de aquel rubio.

 

- ¿Qué haces aquí? ¿Vives aquí?- preguntó, llamando la atención de Phillip que pagaba el souvenir más caro de la historia, también llamó la atención de Emma, que lo veía con desconcierto. “¿Y ese?”.

 

- No, no, estoy en vacaciones del trabajo- sonrió, sonrojándose, buscando a Emma con la mirada, pero no la encontró.

 

- ¿Sigues en Italia? Pues, es lo último que supe de ti- la voz y el tono de aquel hombre, que tenía brazos fuertes, o al menos así parecían porque se le saltaban muchas venas en sus bronceados brazos y en sus enormes manos.

 

- No, no, ahora trabajo en Nueva York, en un estudio- Sophia seguía sonriendo, era como si recordaba muchas cosas, muy buenas, muy, muy buenas y también malas, o no tan buenas, depende del punto de vista. - ¿Y tú? Tengo años de no saber de ti- suspiró, acariciándole el brazo derecho con su mano izquierda.

 

- Pues, aquí trabajo- se encogió de brazos.

 

- Oye, Sophia, te esperamos afuera- dijo Emma, interrumpiendo aquella conversación extraña con aquel extraño, y lo analizó y lo aborreció, no sólo por sus sandalias arenosas, sino también por las bermudas flojas, supuestamente blancas, y sucias que llevaba puestas, y la camisa menos cuidada, hasta rota del cuello y las mangas, de Deadmau5 en negro y fondo rojo, peor ya muy maltratado.

 

- Emma, él es Pan…Pan, Emma- los presentó, y sólo ahí, Emma supo quién era: el ex–novio griego de Sophia.

 

- Pan…- rió Emma, alcanzándole la mano por educación. “O se llama Pan, Pancratius, Panos o Panteleimon…pero qué nombres que no me gustan”. – Mucho gusto

 

- El gusto es mío, Panagiotis- dijo su nombre porque vio en Emma la risa interna, y le pareció muy guapa, pero seguía gustando muchísimo de Sophia, tal vez porque había sido aquel amor de colegio, el primer amor.

 

- Un gusto en conocerte, Panagiotis…- murmuró, con la misma sonrisa irónica, pues se sentía incómoda, como con celos, sí, eso, con celos, más porque vio la mirada de aquel tipo introducirse en el escote del Nanette Lepore color coral que llevaba por encima del bikini negro. – Te esperamos afuera- guiñó su ojo derecho para Sophia.

 

Salió sólo para suspirar un “El tipo es la versión más patética de un David Beckham chamuscado por el sol…y es el ex de Sophia”, que hizo que Natasha y Phillip, que se besaban sobre la cerámica quebrada de La Mentira, perdón, el jarrón más feo y caro de la historia.

 

- Te debo dos mil dólares a partir de cuando lleguemos al hotel- suspiró Phillip, dejando a Natasha con una sonrisa boba de deseo sexual.

 

- ¿El ex?- rió Natasha. - ¿Y qué te preocupa? ¿Que se acueste con ese surfer?

 

- Be nice- dijo Emma, refiriéndose a lo que implicaba sexo, pues eso le había dado el peor de los tragos salivales de su vida, que le había dolido el pecho y le había faltado el aire por unos segundos. – We’ll be fine- sonrió, sabiendo que los celos, algo que no conocía, se apoderaban de su razón.

 

- Pues, olía a pescado seco- rió Phillip. – No te preocupes

 

- Ah, aquí están todavía- dijo Sophia, estando de la mano con Pan, pues, eran amigos, habían terminado en buenos términos.

 

- Pues, quería pedirles permiso de secuestrar por la cena a Sophia, entiendo que tenían planes juntos, por eso pido permiso- sonrió aquel rubio, con una inmaculada sonrisa recta, como si era el arma secreta para conseguir a cualquier mujer.

 

- Pues…contigo se va, pero conmigo se viene- repuso Emma, causando una carcajada en Phillip y en Natasha pero no en Pan, quien no había entendido el chiste. Sophia si lo entendió, y le enojó, o tal vez no, pues era ver, por vez única, a Emma poseída por los celos y reclamando lo que era suyo, aunque eso, para Pan, era inentendible. – Aquí está la llave de la habitación, Sophia- le alcanzó la llave, sabiendo que Phillip tenía una extra. – Nos vemos más tarde- guiñó su ojo. – Un placer, Pan- y la pesadez, el tono grosero que aplicó sobre el “Pan” fue tanto que hasta él sintió la tensión entre Emma y Sophia, que sólo venía de parte de la Arquitecta.

 

- Pan- dijo Natasha, siguiendo a Emma, quien caminaba diez pasos adelante. – Sophia- se despidió, diciéndole con la mirada que Emma ya había ganado, y Sophia se sintió culpable, de algún modo, pero era el turno de Emma estar enojada, estaba en todo su derecho, quizás.

 

- Oye, Pia, preséntame a tu amigo- sonrió Phillip. – Bueno, a falta de educación, soy Phillip

 

- Mucho gusto, Phillip- dijo Pan, entre un quejido, pues el apretón de manos había sido un tanto brusco, sólo para hacerle saber que si le hacía algo a Sophia, pues, iba a tener problemas.

 

- Qué buen bronceado, yo quiero uno así- dijo, refiriéndose al bronceado perfecto de Pan.

 

- Cosas del trabajo, no creo que lo quisieras

 

- ¿En qué trabajas?- preguntó, y era eso lo que quería saber, por eso la pregunta un tanto homosexual de su parte.

 

- Jefe de Recolección de Especies Marinas- sonrió, asustado de la supuesta homosexualidad de Phillip.

 

- Ah, ¿eres como Biólogo Marino?

 

- Pues…no, sólo recolecto mercancía para los restaurantes y los hoteles

 

Phillip se carcajeó internamente y se las arregló para salir rápidamente e ileso de esa conversación para alcanzar a Emma y a Natasha, quienes hablaban de los celos de Emma con la mayor de las naturalidades. Lo único que le dijo Phillip a Sophia, cuando se despedían de un abrazo, fue un callado “cualquier cosa llámame”, pues al tal Pan se le notaba las revividas ganas de gozar a Sophia como aquella única noche en la que la había hecho suya para siempre, pues le había arrancado la virginidad de una desesperada y heterosexual manera, en la que la hizo gemir, según el de placer cuando en realidad era de dolor y disgusto sexual.

 

- Hablemos de lo que nos interesa- dijo Phillip en cuanto llevaban Lokmas a la mesa, algo de comida reconfortante para una dolida Emma que sólo quería que Sophia llegara para hacerla suya, para hacerle saber que tenía miedo de perderla. – El tipo es un pescador

 

- ¿Qué tiene que sea un pescador?- Natasha se molestó por lo snobbish que eso había sonado.

 

- Pues, que no me dijo que era pescador, sino “Jefe de Recolección de Especies Marinas”

 

- Eso es como un Biólogo Marino, Felipe- rió Emma ante el placer que le daba morder los Lokmas.

 

- Eso pensé, pero no, me dijo que “recolectaba mercancía para los hoteles y restaurantes”, es pescador…he doesn’t stand a chance, Emma María, relájate

 

- No me preocupa- sonrió, haciéndole la seña al mesero más atento para que llevara la cuenta.

 

No muy lejos de ahí, Sophia disfrutaba de un platillo de mariscos, de los mariscos más frescos de toda la isla, pues eran pescados a diario y por las manos de Pan, quien la veía comer con tanta elegancia y juicio que Margaret Robinson estaría muy orgullosa.

 

- Has cambiado- murmuró Pan.

 

- No esperabas que fuera la misma niña ingenua y tonta, ¿o si?- dijo, tomando la copa de vino en su mano y respirando el aroma de aquella bebida que sabía demasiado bien con el manjar de mariscos.

 

- No digo que el cambio sea malo, sólo te ves diferente…

 

- ¿Diferente?

 

- En aquel entonces eras muy sencilla, querías conquistar el mundo del Diseño de Interiores, tenías metas muy grandes que podías lograr…

 

- Soy la misma rubia, sencilla y ambiciosa niña que conociste hace años…

 

- Esos amigos tuyos son como de los que solíamos reírnos; altaneros y separatistas, ¿eres uno de ellos?

 

- No nos reíamos por gusto, y no los juzgues si no los conoces

 

- El tal Phillip- dijo, viéndolo de menos. - ¿Es tu novio?

 

- No, él es mi amigo

 

- ¿Eso significa que puedo arriesgarme a una segunda oportunidad contigo?

 

- Nada de segundas oportunidades, Pan…no te la di en aquel entonces, no te la daré ahora que he conocido más el mundo y a otras personas…

 

- Pero no tienes novio, ¿cuál es el problema?- se quejó, viendo a Sophia beber la copa de vino hasta dejarla seca y ponerla en la mesa.

 

- No hay ningún problema, es sólo que no eres mi tipo

 

- Oye, la pasábamos muy bien juntos

 

- Hace años, hablando de cómo meter un huevo en una botella de vidrio, eso ya pasó…

 

- ¿Y la vez que la pasamos más que bien juntos?

 

- Quedó en el pasado, Pan, intenta superarlo…consíguete una novia, seguro a muchas les gustas, sigues siendo muy guapo- sonrió, sacando su cartera del bolso.

 

- Te parezco guapo todavía, todavía soy tu tipo

 

- No, no lo eres…y yo no soy para ti

 

- ¿Por qué te niegas rotundamente a intentarlo?- preguntó, alcanzando a ver que, del compartimiento que Sophia sacaba un billete de cincuenta euros, había más de lo que él ganaba por semana.

 

- Primero, yo no vivo en Grecia, no voy a dejar mi trabajo, segundo, no eres mi tipo, tercero, no me gusta vivir en el pasado- dijo, cerrando su cartera y metiéndola en su bolso.

 

- ¿Cómo es tu tipo? Puedo transformarme en quien quieras- insistió, tomándola de la mano.

 

- Mi tipo es muy diferente al que tú crees- rió, poniéndose de pie y colocándose el bolso al hombro.

 

- Adinerado, seguramente…si has cambiado, Sophia…- bajó la mirada mientras se ponía de pie.

 

- No sé qué frustraciones tengas, pero tú sabes que el dinero no lo es todo, al menos no para mí…y mi tipo se reduce a una persona nada más

 

- Pero me dijiste que no tenías novio- se quejó, como un niño de cinco años que estaba a punto de convertirse en un capricho.

 

- El que no cambia eres tú, siempre con la actitud de “quejas profesionales” que tanto me irritaba, y me sigue irritando

 

- El problema es que tú me confundes, me dijiste que no tenías novio pero me acabas de insinuar que sí

 

- Ese es el problema, que te equivocaste en el género…

 

- ¿De qué hablas?- murmuró, siguiendo a Sophia hasta la puerta del restaurante.

 

- Emma no es sólo mi compañera de trabajo como te dije hace unos momentos, es más que mi compañera de vivienda

 

- No entiendo, Sophia…

 

- No es que no entiendas, es que no quieres entender…madura, guapo, tienes toda la vida por delante para encontrar a una mujer que valga la pena para ti, yo no soy para ti

 

- Cualquier mujer tan guapa como tú, que los años te han sentado de maravilla, es para mí

 

- Panagiotis Bourousis, Emma es mi tipo, ¿entiendes?- gruñó ya desesperada, de un momento a otro se acordó por qué había decidido terminarlo, porque la desesperaba.

 

- Estuviste conmigo, te besaste con Nikolaos muchas veces…lo de ser lesbiana no te lo creo

 

- Ay…- suspiró, sacando su iPhone de su bolso y colocando la clave “3662”, algo un tanto romántico, si es que saben a lo que me refiero, y buscó, entre las fotos, una foto que Natasha había tomado en Nápoles con su respectivo iPhone, y la foto constaba de Emma y Sophia, ambas sentadas en unas gradas con un gelato en la mano mientras Emma le robaba un beso a Sophia que ella conducía. – Es en vano que lo intentes- vio la mirada de Pan, la mirada de asco y decepción, y comprendió que el que no había crecido, ni como persona ni como profesional, había sido él y no ella, y que los cambios eran, a veces, también buenos. – Fue un gusto verte de nuevo, Pan- dijo, acercándose a su mejilla para darle un beso, pero Pan dio un paso hacia atrás.

 

- Igualmente, Sophia Papazoglakis, buena suerte en su nueva vida- era como si la inmadurez hablara a través de él.

 

- Rialto, no Papazoglakis- lo corrigió, dándole espacio para el comentario más hiriente que había recibido de alguien.

 

- Claro, hasta a tu papá lo has decepcionado, tanto como a mí…

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