miprimita.com

Antecedentes y Sucesiones - 13

en Lésbicos

- ¿Personal?- intentó no tartamudear, pero esas cosas sí lograban impresionarla, que sí lograban privarla de habla.

 

- Usted es libre de escoger a su equipo, sabemos, por experiencia, que un Arquitecto, en su caso Arquitecta, suele traer consigo a uno o dos Arquitectos o Arquitectas adicionales. Claro, si usted prefiere trabajar sola, nosotros no tenemos ningún problema siempre y cuando el proyecto salga a tiempo y la cotización sea cariñosa. Sólo tiene que revisar el proyecto- y le deslizó un folder a través de la mesa. – Todas las especificaciones están ahí dentro. En cuanto a usted, Licenciada Rialto- se volvió a Sophia, quien llevaba su copa de vino de regreso a la mesa, y le alcanzó otro folder. – Lo mismo; usted estaría a cargo de la ambientación y puede hacerlo sola o con alguien más, que puede escogerlo entre nuestros diseñadores o, más inmediato, con su compañera de trabajo- le señaló a Emma. – Ustedes estarían a cargo de todo menos de la construcción, pero, para el resto, tienen al equipo de TO West Coast a su disposición: Ingenieros, Paisajistas, Diseñadores, etc., sin costo alguno… pero eso es algo que va en las especificaciones- sonrió.

 

- Una pregunta un tanto ilógica, supongo- frunció Emma su ceño. - ¿Por qué no hacerlo a través del Estudio? Sería más barato

 

- Y se tardaría más- sonrió. – Tienen suficientes proyectos como para no entrar de lleno a éste, y, por lo que tengo entendido, usted tiene pendientes en Providence, Newport y Malibú con nosotros, pero son proyectos que ya no le quitan tanto el sueño… además, creo que la repartición del cobro no sería igual- sonrió, sabiendo exactamente que, de hacerlo a través del Estudio, todos ganarían básicamente por igual. – Y están basados en Nueva York, mover un Estudio entero no se puede; es más fácil mover sólo a unos cuantos- sonrió. - Por otro lado, Licenciada Rialto, usted no está tan cargada de trabajo tampoco, y su parte sería más profunda por ser más extensa porque entregaría hasta muchísimo después de su compañera- Emma y Sophia se volvieron a ver. – Bueno, ¿creen que para el lunes podríamos tener una respuesta sencilla de “sí” o “no”?- la telepatía no les funcionaba tan bien en ese momento. – Tomen el fin de semana para pensarlo, para leer las especificaciones, lo que necesiten

 

- Pregunta; si la Arquitecta Pavlovic no acepta el proyecto, ¿eso significa que no lo aceptamos las dos?- murmuró Sophia.

 

- No, vamos, claro que no- sonrió él.

 

- Bueno, en ese caso, revisaré las especificaciones en estos días pero, de entrada, le podría decir que sí- sonrió la rubia, que Emma la volvió a ver con su ceja levantada, como si aquello no le hubiera gustado.

 

- Me alegra escuchar eso, Licenciada Rialto- sonrió, llevó su vaso con agua a su garganta y se puso de pie. – Ahora debo irme- y ambas mujeres se pusieron de pie, por respeto quizás. – Pero el lunes, a la misma hora y aquí- ladeó su cabeza hacia el lado derecho mientras veía a Emma con la sonrisa carismática.

 

- Aquí estaremos- repuso Emma, alcanzándole la mano para cerrar la reunión con una simple formalidad que no fuera el vino tinto.

 

- Siempre es un placer, Arquitecta- le estrechó la mano pero colocó su mano izquierda sobre la suya también, algo que a Emma le molestaba porque tenía las manos demasiado calientes. – Licenciada Rialto- sonrió para ella, reciclando el apretón de manos como con Emma. – Que tengan un buen fin de semana

 

- Igualmente- corearon las dos, y vieron cuando él sólo sonrió, asintió y, educadamente, abrochó su saco, se dio la vuelta y desapareció por entre las puertas de Catch, restaurante del hotel donde Emma y Sophia se hospedaban.

 

Emma sólo firmó la cuenta de la comida y la bebida, que no había sido gran cosa, nada que unas copas de vino para ellas y una Bruschetta para él no hicieran. En silencio se dirigieron al ascensor, en un silencio intenso y tenso.

 

- ¿Qué fue eso?- espetó Emma, indignada por la movida de Sophia, casi apuñalada en la espalda.

 

- ¿Qué fue qué?- sonrió, recostando su espalda contra la pared del ascensor y soplándose aire con el folder entre su mano derecha.

 

- ¿Qué fue qué?- preguntó Emma como si no pudiera creer el cinismo que no existía.

 

- Whatever it is, I’m not following- resopló Sophia.

 

- ¿En dónde quedó la palabra teamwork?- murmuró, cruzando sus brazos y llevando sus dedos índices a las cutículas de sus dedos pulgares. – There’s no “I” in “teamwork”, isn’t it?- añadió con lastimada seriedad.

 

- There is no teamwork, Emma- repuso, dando el primer paso hacia adelante en cuanto la puerta del ascensor se abrió en el piso en el que se hospedaban. – Si yo te pido que seas parte de mi séquito de Ambientadores auxiliares, entonces sí hablaremos de “teamwork”… para empezar, de “team”- sonrió.

 

- ¿Y qué si no trabajo contigo?- llevó sus puños a su cadera, así como alguna vez su abuela la había regañado.

 

- ¿Qué?- se encogió entre sus hombros. - ¿Se va a acabar el mundo? ¿Vamos a vivir un híbrido de “Deep Impact” y “Armaggedon”? – sacó la llave y, en cortos segundos, empujó la puerta para abrirla.

 

- ¿Cuál es tu problema?- susurró, arrojando el folder sobre el sillón y escuchando luego la puerta cerrarse automáticamente.

 

-  ¿Mi problema?- se volvió a Emma antes de caer sentada en el sofá y sólo arrojó su folder a la mesa lateral. - ¿Tú me preguntas a mí cuál es mi problema?- se apuntó con su dedo índice derecho a su pecho y su mirada se entrecerró; claramente la indignación más grande era la de Sophia

 

- Pues no veo a otra Sophia aquí- siseó, y sin sonrisa. – Yo no acepto nada sin antes consultarlo contigo

 

- ¿No?- abrió sus brazos y vio hacia arriba, aquella jugada cínica pero enojada. – Refréscame la memoria, por favor, pues, con Providence, con Newport, con Malibú, que yo me acuerdo que tu consulta fue más bien un “Es un proyecto interesante, lo tomé”, ¿o me equivoco?

 

- ¿Ahí empieza tu problema conmigo?- ensanchó la mirada y llevó sus dedos a enterrarlos entre su cabello para peinarlo hacia atrás, que no importaba, pues luego se le acomodaría con una división por su lado derecho y caería casi con las mismas ondas nuevamente.

 

- Bueno, sabes, mi problema empieza con tu mal humor- dijo, paseando sus dedos por entre su cabello. – Te alteras porque las cosas no salen como las planeaste tú para ti, si algo no tiene sentido, tu mundo se vuelve un cataclismo de proporciones bíblicas, y Dios nos libre a todos los seres humanos alrededor tuyo cuando algo no sale de acuerdo a tu plan. ¿En dónde queda la flexibilidad, Arquitec…ta?- remedó al uniformado del vuelo de hacía un par de horas. – Yo entiendo que todo gire alrededor suyo, porque así es, porque así he dejado yo que sea- y en eso tenía razón; Emma podía creer que tenía el control pero, desde el momento en el que Sophia le admitía: “sí, Emma, tú tienes el control”, era porque ella lo tenía, pues, ¿quién no iba a tener el control sino el que le hacía creer al otro que lo tenía? – A mí no me importa si asesinas a una aeromoza que sólo hace lo que le dicen, a mí no me importa si asesinas a un niño que no deja de llorar en todo el vuelo, pero, lo que me importa es que dejes que un imbécil te coquetee descaradamente y tú no lo detengas desde el principio, o en el medio, o en el final, sino que ahí lo tienes por me-importa-un-carajo-cuántas-horas, que te está hablando mierda y tú sólo te sigues el juego como colegiala, como si te gustara…- Emma cambió su expresión facial, de alguien enojado y con razón de estarlo a un regaño como nunca en su vida. – Nunca creí decir esto- suspiró. – Pero ahora entiendo a mi mamá con mi papá- ¿Talos o Volterra? – Es preferible no saberlo, porque, si lo sabes, es como que te estén matando lentamente… peor cuando lo hacen frente a ti

 

- Estás celosa…- susurró anonadada.

 

- No shit, Sherlock!- siseó. – Y no sólo eso- sacudió su cabeza. – Estoy furiosa… mi trabajo no es propiedad tuya, que si yo no estuviera contigo, de ninguna manera, yo estuviera comiendo mierda, ¡eso lo reconozco! Y gracias por el empujón tan cariñoso, pero yo no soy sinónimo tuyo, yo no me voy a mover porque tú te moviste y no me voy a detener porque a ti se te dio la gana detenerte; no en un proyecto. ¿Qué hubieras hecho si Junior se hubiera acercado sólo a mí y no a ti también?- levantó las manos. - ¿Acaso no puedo trabajar con otros Arquitectos? ¿Acaso no puedo trabajar fuera de lo que tenga que ver contigo?- estaba roja del rostro, roja del poco pecho que mostraba entre los botones abiertos de su camisa blanca, estaba furiosa, furiosísima.

 

- Sophia…- se acercó con pasos cautelosos hacia ella.

 

- ¡No! ¡Nada de Sophia!- imitó su tono, acercándose a ella y provocándole pasos en retroceso por las cosquillas de miedo que le tenía a esa mirada.

 

- Sophia, sólo tomemos las cosas con calma… vamos a tranquilizarnos…- dijo con sus manos como si quisiera poner distancia entre la fiera y ella a falta de látigo y protección, pero se encontró acorralada entre la rubia, hermosa e iracunda fiera y la pared. Analizó sus rutas de escape y, como si por chiste fuera, hasta la puerta la ventana le quedaba lejos. - ¿Sophia?- murmuró al ver que ella no se detenía.

 

- Nada de Sophia- repitió en un susurro colérico.

 

- Just… take it easy- balbuceó, pero Sophia le cayó con sus manos a la pared para encerrar su cabeza entre ellas. – Yo sé que estás enojada, Sophie- y Sophia simplemente le arrancó un beso que no se esperaba, un beso que la tomó por los muslos en cuanto liberó su cabeza. Sus manos recogieron sus piernas hasta hacerlas abrazar su cadera entre aquel violento beso del que Sophia tenía el control, un beso mordido y tirado que enrojeció los labios de Emma en un dos-por-tres mientras la presionaba más contra la pared como si fuera a tumbarla con la espalda de la única persona a la que había celado en toda su vida, porque hasta para eso era perfecta Emma, hasta la hacía sentir insegura. – Mi amor…- gimió entre asustada y confundida.

 

- Ése es mi nombre- gruñó, bajándose de sus Stilettos y la volvió a besar, sólo para escuchar que Emma dejaba caer sus Stilettos al suelo de madera. – Mi amor- jadeó contra su cuello para luego mordisquearlo un tanto fuerte. Hizo que Emma gruñera. – Mía, mía… mía, y de nadie más- la embistió contra la pared, pelvis contra pubis hasta donde la falda la dejara. – Mía- repitió, volviendo a embestirla y recogiendo su falda entre sus dedos para empujarla hacia su cadera para poder embestirla con más cercanía. – Sólo mía- la despegó de la pared logró caer sentada en el sofá en el que había pretendido sentarse hacía unos segundos. – Mine- gruñó como si estuviera asesinando al Mayor Osborne con aquella palabra, con aquel pronombre posesivo.

 

- Mi amor…- la detuvo Emma por las mejillas con ambas manos. – Mi amor, no Sophia- susurró, paseando su pulgar por el labio inferior de su novia. – Ti amo- le dijo mientras la veía a los ojos. – Ti voglio bene… solo a te, solo a te- se acercó lentamente a sus labios hasta rozarlos con los suyos. –Unicamente… solamente… puramente a te- y fue incrustándole el beso a medida que iba de menos a más, un beso para calmarla, para anestesiarla, para… bueno, Sophia llevó sus manos a su falda y, con la furia que no podía desatar, tomó aquella abertura que se materializaba en la parte trasera de esta, la tomó entre ambas manos y dejó que Emma la besara como sólo sabía besarla a ella, así, con esa mano que la envolvía desde la nuca hasta la mejilla mientras el pulgar le acariciaba el pómulo. Sophia tiró de aquella abertura en direcciones apuestas, ocasionando un provocado accidente de ruptura textil, un asesinato de una falda Dolce & Gabbana; el primer asesinato, el que le daría pie a convertirse en asesina en serie, pues, el requisito para serlo, eran tres muertes como mínimo y con el mismo modus operandi. - Si può fare quello che vuoi con me…- susurró sin el menor indicio de enojo, sino inundada de cariño y ternura, ternura que quizás nadie podía explicarse. – Sono tua

 

- Mia- repuso, tirando nuevamente de la falda hasta llegar romperla hasta a la banda que abrazaba la cintura de Emma.

 

- Solo tua…- jadeó, dándole besos a su labio inferior mientras peinaba su rubio flequillo hacia su oreja y la veía con esa mirada de adoración y veneración, como si estuviera viendo algo perfecto; lo único perfecto. – E non da chiunque altro…né da chiunque altra

 

- Non si può essere- la pizca de desesperación era notable, esa pizca de “no” era todavía más. – Io ti appartengono- gimió entre dientes, pero no era un gemido de excitación, sino de esos que salían por enojo y frustración.

 

- E io a te, e io a te- murmuró con intenciones de que entendiera que no tenía por qué estar celosa, que no tenía que dudar de nada. – Perdón- le dio un beso en la frente. – Perdón- besó su entrecejo. – Perdón- su tabique y, así, beso a beso, por la punta de su nariz, su labio superior, su labio inferior, su mentón y de regreso a sus labios. – Perdón

 

- Ya…- susurró, colocándole el dedo índice sobre sus labios para que, por un carajo y la mitad del otro, así como decía Natasha y pensaba Emma, cállate la boca. Agresiva, pero linda, sensible y susceptible, humana; la calló porque el perdón le dolía y le enojaba más que los celos, y le enojaba más porque si le estaba pidiendo perdón era porque lo decía en serio, y lo pidió varias veces, o sea varios dolores y varios enojos, ¿cómo pudo tenerle celos al uniformado si era ella quien tenía a Emma? - ¿Por qué andas commando?- paseó sus manos por su desnudo trasero, por aquel trasero que debía estar cubierto por la lana de la ahora difunta falda.

 

- Estética…- se ahogó ante una nalgada que no esperaba. – Textil- recibió otra pero en su glúteo izquierdo. - ¿Te gusta?- mezcló un gemido con un gruñido ante la tercera nalgada, nalgada que había sido más fuerte que la anterior y, definitivamente, doblemente más fuerte que la primera.

 

- Me gustas tú- la vio a los ojos, Emma todavía con su mano a la mejilla de quien le regalaba una cuarta nalgada. Gruñó. – Me fascinas- la quinta nalgada y ya se acercó al límite de aquello intangible, y ella lo sabía. – Me gustas más sin ropa- azotó por sexta vez, sacándole a Emma un gemido muy marcado y relativamente fuerte, de esos gemidos que ya se escapaban de lo sabroso y caían en manos del dolor. Emma llevó sus manos a su chaqueta y, rápidamente, la hizo desaparecer de su torso, quedándose sólo envuelta en aquella blusa que fácilmente pudo haberla cubierta únicamente en encaje hasta las muñecas, pero no, sólo el frente de su torso era sólido. - ¿Donna Karan?- susurró, subiendo sus manos por su espalda para acariciarla a través del encaje. Emma sacudió la cabeza. – Tú no usas Michael Kors… eso es para nosotros los mortales- entrecerró la mirada y dibujó una sonrisa tanto en su rostro como en el de Emma. Paseó sus manos a su abdomen para sentir esa mezcla negra de algodón, spándex y poliamida, acarició su abdomen, al menos lo que la banda del esqueleto de la falda le permitía, subió sus manos hasta sus senos, todavía cubiertos en sólido y los apretujó suavemente. - ¿Carolina Herrera?- sonrió, sabiendo que había acertado aun sin Emma haber respondido, pues el encaje del pecho se lo dijo, más el borde que no llegaba a sus clavículas.

 

- Sí, es Carolina…- y calló ante la acción de Sophia: tomó la blusa del cuello y, con fuerza bruta, pero no de bruta, la tiró hacia abajo para liberar el torso de Emma. Segundo asesinato. – Era- se corrigió pero sin enojo a pesar de que era primera vez que se ponía aquella blusa, la primera y la única. – Rompiste mi falda y mi blusa- susurró con una sonrisa que revelaba su diversión.

 

- Rompiste mi paciencia y mi estado invicto de nunca tener celos- dijo, tomando aquel sostén adherido a ella. – Y arruinaste el bolígrafo que me robé del Plaza- sonrió, rompiendo aquellas copas de silicón. – Escribía rico

 

- ¿Estamos a mano?- resopló, viéndose obligada a abrazar a Sophia por su cabeza al ella traer su pezón izquierdo a sus labios. Sophia succionó su areola, que se tradujo a un “no, no todavía” y, con su mano derecha, le dejó ir la última nalgada, la que sabía que era para plantarse al borde del colapso; estaba jugando con fuego y con los límites, era venganza un tanto maquiavélica pero que se podía ver desde ambos puntos de vista y que no necesariamente eran “bueno y malo”, sino que eran: tentar los límites de Emma para que supiera cómo se estaba sintiendo ella, así de lastimada, así de ardida, o empujarla hasta su límite pero mostrándole que sabía dónde estaba dicho límite, señal de que le importaba y la respetaba. O simplemente, quizás, tenía ganas de darle nalgadas, kinky side y de ambas. Emma gimió, ahora sí de excitación pero con ardor en su glúteo izquierdo. - ¿Estás lista después de que alegabas que era como andar el infierno entre las piernas?- resopló, bajando la cremallera trasera de la banda que envolvía su cintura, que ahora, la presunta falda, pendía, literalmente, de un hilo, hilo que Sophia, muy salvajemente, rompió.

 

- Era Dolce- sonrió con la boca llena, mostrándole a Emma los restos de aquella falda entre su puño.

 

Y no respondió la pregunta, pues, así como le había dicho Emma por la mañana, “con ese cuerpower, ¿quién no se recupera rápido?”. San Replens y San Ibuprofeno, que ya luego lidiarían con las consecuencias en el hígado. La tomó por la cintura, la abrazó fuertemente y, con la furia que no podía sacar más que consigo misma, por insegura, se puso de pie para llevar a Emma hasta la cama. La tumbó entre aquella comodidad que pareció abrazarla con un perfecto amortiguamiento y ella, colocándose sobre Emma, quien ya se había quitado su blusa y estaba totalmente desnuda y vulnerable, pero sensual, ante sus ojos, tomó cada solapa de su camisa por los botones que no estaban abrochados y, con la misma técnica rompe-faldas, tiró de ella hasta hacer que los botones salieran cual explosión de M&M’s; asesina en serie. A Emma se le iluminó la mirada, así como cuando le ponían la versión en vivo de “Strani Amori” o de “E Poi”, pero la versión de Laura Pausini. Se irguió hasta sentarse y detuvo a Sophia, que tenía prisa por quitarse la camisa, pero no, Emma no tenía prisa, no para lo que no tenía planeado. Le tomó las manos y, con una leve sonrisa, vio aquel dedo anular con aquel anillo; lo acarició y lo besó, así como se solía, y se suele, besar al anillo Papal, luego pasó a besar cada uno de sus nudillos, de las yemas de sus dedos, de sus palmas. Eran las manos perfectas; eran hasta perfectas para pegarle, eran las únicas manos que podían pegarle, de las únicas que manos que podían violentarla con cariño. Y ella estaba entre esas manos. ¿Control? Eso ya se lo había aclarado a Irene: no lo tenía, y no lo tuvo desde que Sophia casi le vomitaba los Chiarana Louboutin en Duane & Reade, no desde aquel moribundo tarareo de “Your Song”.

 

¿Demagogia? Quizás sí, pues entre el carisma que trazaban sus dedos al rozar sus clavículas y la retórica que utilizaban sus ojos, podía mover masas, pero, a falta de masas, sólo quiso mantener a Sophia así, hincada y estando sobre ella, como debía ser, todo para abrazarla con su brazo izquierdo mientras recorría su piel y empezaba a instalarle besos por donde su dedo había pasado. No era un momento de docere, delectare, movere, no. No era una estrategia que repetiría cada vez que a Sophia le dieran celos porque se estaba prometiendo agudizar sus sentidos para no dejar que aquello sucediera de nuevo, al menos que no se diera por ella no darse cuenta de lo que realmente pasaba. ¿Por qué no se dio cuenta? Quizás porque el mal humor le había nublado la alarma, quizás porque, al estar con Sophia, nada de lo que le dijeran podía seducirla. Sólo tenía ojos para Sophia. Tomó aquella tarjeta sólo por educación y no porque tenía intenciones de llamarlo, y en ese momento se había incomodado, por lo cual había decidido ir al baño sin necesidad de hacerlo, en donde dejó ir la tarjeta que recién le daban en el basurero. No quiso ser grosera con el hombre que le había dado su asiento. Diplomática.

 

La abrazó con ambos brazos por su cintura, por debajo de aquella camisa Ralph Lauren y besó sus senos o al menos hasta donde el sostén rosado pálido, el cual, por motivos de diseño, era tan inocente y virginal como provocador; puramente spándex en donde no fueran las copas, pues ahí todo se resumía a encaje pero a dos tiempos, los cuales se dividían por una diagonal que viajaba como bisectriz del segundo al cuarto cuadrante en un plano cartesiano, todo lo que estaba bajo la diagonal era de encaje sólido y, todo lo que estaba sobre ella era de encaje transparente: la diagonal cortaba visualmente su casi invisible areola pero dejaba su erecto pezón en lo transparente. Era como para ahogarse de la mezcla de nervios y tentación, pero todo tenía solución en la vida de Emma; lo que no se solucionaba con un vilipendio, ni con una risa, ni con dinero, se solucionaba con el uso de razón intricado de nivel dos: en este caso aprovechar el encaje ligero.

No le interesó quitar nada de su camino, sino que se dedicó a besar y a mordisquear, a lamer y a succionar por encima del encaje mientras sus manos viajaban por toda la espalda de Sophia y repasaban cada vértebra, se deslizaban hasta su cintura para sentir la ligera femineidad de aquellas minúsculas pero marcadas curvas, se escabullían más hacia el sur hasta acariciar su trasero. No era que Emma estaba reclamando lo que era suyo, porque suyo no era nada, sino todo era de Sophia, todo, todo, todo, hasta ese momento en el que alguna faceta de la misma Emma podía haber jurado y perjurado que lo era, pero no era más que la veneración y la adoración que Sophia, sin pedirlo, obtenía. Sophia era dueña de todo, de toda Emma, y era tan importante y trascendental que podía decirle a Emma que saltara y Emma no la cuestionaría, simplemente le preguntaría: “¿De qué edificio quieres que salte, mi amor?”. Así.

 

- Cos’è che vuoi?- dijo entre los besos que le colocaba entre aquellos B’s.

 

- Quisiera tener una de esas cosas que usan para marcar el ganado vacuno- resopló, y rio ante la expresión de Emma. – Para marcar lo que es mío de por vida

 

- Perdón, ¿qué es lo que vas a marcar?- siseó incrédula pero sorprendida y la volcó sobre su espalda.

 

- La tua figa- rio. – Quisiera ponerle un “Propietà di Sophia Rialto Stroppiana”

 

- ¿De verdad?- Sophia asintió con una sonrisa por estar viendo la escéptica mirada de Emma. – Mmm…- musitó y se retiró de la cama, que Sophia se irguió sólo con sus codos para seguirla con la mirada.

 

- O sea, es una metáfora

 

- Si tuvieras ese hierro medieval…- dijo, sumergiendo su mano en el maletín en el que todavía estaba su accidentado y obsoleto pantalón The Row junto con sus desgraciados Louboutin, pues, como toda buena Diseñadora de Interiores, llevaba un pequeño recurso de Prismacolor de colores primarios y secundarios, pero no era eso lo que buscaba, sino su recurso de Sharpie de doble punta en negro para las notas, en rojo para las correcciones, en azul para las adiciones. – Me dejaría

 

- ¿Por qué?- frunció su ceño, pues ahora la confundida era ella.

 

- Porque es tuya- sonrió, logrando sacar aquel Sharpie negro. – Ten- se lo alcanzó y se tumbó a su lado con sus piernas abiertas.

 

- Podemos decirle a Natasha que nos traiga nuestro dildo- rio, no sabiendo qué hacer con aquel Sharpie, pues lo único que se le ocurría era lo que su comentario implicaba pero, para eso, estaban sus dedos.

 

- Puedes decirle si quieres o podemos comprar uno aquí, como sea tu voluntad- sonrió, tomando el Sharpie en sus manos sólo para destaparlo y colocar la tapa en la punta contraria. – Márcame- se lo volvió a alcanzar, que Sophia lo tomó y frunció su ceño. – A falta de hierro…- le señaló su pubis.

 

- ¿Quieres un autógrafo?- sonrió, colocándose entre sus piernas para marcar su territorio.

 

- El autógrafo luego… por favor, Licenciada Rialto, le pido que tome posesión, por escrito, de lo que le pertenece- dijo en un tono ceremonioso.

 

- Pro…- comenzó a escribir, pero Emma empezó a carcajearse por las cosquillas que aquel marcador le provocaban. – Quieta, Arquitecta… sino habrá castigo

 

- ¿Qué tipo de castigo?- resopló intrigada.

 

- I’ll fuck the living daylights out of you- sonrió como si hubiera dicho que π era un número infinito, y Emma que sólo supo tragar la saliva hasta del siguiente año. – Ahora, quieta- repitió, reanudando aquella declaración de patrimonio. – Propie…- y empezó la risa de nuevo pero no movió las piernas, simplemente apuñó las sábanas. – Propietà di…- bajó al siguiente renglón imaginario, el cual ya quedaba interrumpido por el yacimiento de los labios mayores de Emma. – Sophia…- utilizó el yacimiento como espacio. – Rialto- pero no se detuvo, simplemente siguió escribiendo pero ya no leía.

 

- El testamento lo podemos hacer en un papel aparte, mi amor- resopló Emma al sentir la tinta ya hasta su muslo y que Sophia no se detenía.

 

- ¿Es legal si yo digo en mi testamento que, de morirme yo antes que tú, que no puedas estar con alguien más?- preguntó mientras seguía escribiendo. – Pues, en un sentido sexual

 

- ¿Es legal si yo digo en el mío, de morirme yo antes que tú, que tienes la obligación de ser feliz así sea que estés con otra persona?- frunció su ceño, pues lo que le interesaba era la felicidad de Sophia. Con los celos lidiaría en el más allá.

 

- Me tomo un coctel de arsénico y Ouzo si te mueres antes que yo- sonrió, marcando el punto final de aquella declaración. - ¿Así o más Shakespeare?

 

- ¿Qué dice?

 

- Propietà di Sophia Rialto. Futura esposa de la dueña del presunto y ya señalado aparato reproductor femenino. Mía, toda mía- sonrió y subió a sus senos, que, sin preguntar, firmó cada uno de ellos: el derecho por arriba de la areola, el izquierdo por debajo de esta.

 

- ¿Qué más quieres declarar como tuyo?- sonrió cosquillosamente mientras Sophia terminaba de firmar su seno izquierdo.

 

- Date la vuelta- y Emma, muy obediente, se volcó sobre su abdomen, pues ya sabía que eso también iría con firma. – Mmm…- suspiró a ras de aquella piel.

 

- ¿Está rojo?

 

- Tampoco soy tan mala- rio, pasando a su glúteo derecho. – Sí sabes que no se te va a quitar con la primera pasada de jabón que te des en la ducha, ¿verdad?

 

- Sí sabes que no tengo la intención de borrarlo, ¿verdad?- sonrió, sintiendo el punto que Sophia dibujaba, el punto que siempre iba sobre el “Rialto” pero nunca sobre el “Sophia”.

 

- Listo- le informó, dándole un beso rápido a cada rosado glúteo. Rosado y no rojo. Emma se dio la vuelta con una sonrisa y le alzó los brazos, así como Irene le alzaba los brazos para que la cargara cuando tenía menos de un año.

 

- ¿Algo más?

 

- Sí- murmuró, arrojando el Sharpie a ciegas.

 

- Tú dirás- pero Sophia no contestó, simplemente le clavó un beso suave y apasionado que se encargó de recorrer cada esquina y curvatura del interior de su boca. – Mi amor- rio nasalmente con una sonrisa, atrapándola entre sus brazos para acortar la proxémica a cero. – God… you’re so beautiful- susurró en ese tono en el que siempre se lo había susurrado, con la misma mirada, con el mismo gesto de recoger su flequillo tras su oreja. - ¿Cómo quieres que me fije en alguien más si contigo lo tengo todo?

 

- ¿No te falta nada?

 

- Absolutamente nada; lo tengo todo contigo. Tengo un hogar al que me gusta llegar, por el que me desespero por llegar todos los días, tengo una hermosa novia con quien voy a la cama todas las noches para dormir y despertarme junto a ella, con ella entre mis brazos o yo entre los suyos, tengo comida, tengo bebida, tengo dinero, tengo como mil canciones de Laura Pausini en mi iPod… ¿qué me puede faltar? – Sophia sonrió y sacudió su cabeza, ¿cómo era posible que le quitara todo su enojo tan rápido? ¿Cómo hacía para evaporarlo y ponerle sonrisas y risas? Y, ¿Laura Pausini? Emma é italianissima. – Mi amor…- sonrió, volcándola sobre su espalda para colocarse sobre ella.

 

- Suena mejor que “Sophia”- pensó en voz alta.

 

- Pero tu nombre me gusta- frunció su ceño. – Quizás tenga más significado para mí que sólo su significado en griego… en griego- recalcó con una sonrisa.

 

- ¿Ah, sí?- Emma asintió. - ¿Qué más significa para ti?

 

- La primera Vogue que tuve en mis manos fue una en la Sophia Loren estaba en la portada. No era la gran cosa como para que te llamara la atención, pero era Sophia Loren y en una portada de Vogue US… creo que es de las pocas portadas de las que me acuerdo con tanta exactitud; la fotografía era básicamente como un busto como en una escultura, en fondo blanco y con ella con su bronceado salvaje y que se notaba que la habían maquillado con más dorado que lo que su cuello tenía porque, al cuello, tenía un… no sé si a eso puedes llamarle “collar”- resopló. – Pero todo era en dorado, hasta las letras de la portada eran como en un dorado-olivo, era excesivo. A lo que voy es a que esa sensación que tuve al lograr tener la revista en mis manos- y sonrió con nostalgia. – Estaba en inglés porque era la versión estadounidense, y era cara, me costó la mitad de mi mesada: casi catorce mil liras. Pero jamás me sentí tan intrigada, tan emocionada, tan satisfecha y es, quizás, de las cosas de las que mejor y con más cariño me acuerdo… y me ha gustado el nombre “Sophia” desde entonces- sonrió. – Quizás porque lo vi más grande que sólo como un sinónimo de la actriz mejor pagada y más reconocida de Italia, quizás porque lo vi importante al estar en la portada de algo de otro país… y creo que era por eso que yo no podía tener una conversación civilizada con Sophia Napolitani en el colegio, o que nunca me terminó de emocionar mi clase de “Planificazione del territorio e del paesaggio I” con la tal Sofia Rossi… tuve que cambiarme a la clase de Manuela Ricci, que era a las ocho de la mañana, para que me gustara- rio. – Y me acabo de dar cuenta que soy la persona más rara que conozco- se sonrojó, pues aquello nunca lo había dicho en voz alta.

 

- Eres un poco rara- resopló, repasando las pecas de los hombros de Emma con sus dedos. – Pero es lo que te hace interesante- sonrió.

 

- Sophia Rialto, mi amor…- hizo una pausa al sacudirse entre los escalofríos cosquillosos que Sophia le provisionaba con su roce. – Vuoi sposarmi?

 

- ¿Todavía quieres que me case contigo?

 

- ¿Por qué? ¿No debería quererlo?

 

- Digo, ¿después de este ataque de celos?- se sonrojó. - ¿Después de que asesiné tu ropa?

 

- Te lo dije en Roma, cuando estábamos en la ducha: puedes quebrar, romper, arruinar cualquier cosa

 

- Pero no lo más caro y preciado que tengo- completó aquella cita.

 

- No me importa si incendias mi clóset con todo adentro… eso no disminuye lo que yo siento por ti ni lo que siento cuando estoy contigo- así, ¿quién no? – ¿Te casarías conmigo?

 

- Hoy mismo en el Ayuntamiento- sonrió con esa sonrisa que daban ganas de comérsela a besos, esa sonrisa que era más bien una mordida sonriente de su labio inferior.

 

- ¿Sí?- levantó la ceja derecha y analizó su alrededor para ubicar aquel Sharpie, el cual estaba, gracias a la loca y confundida fuerza de Sophia, a su alcance.

 

- Sí- asintió, deteniendo a Emma, más bien a su pereza de no querer ponerse de pie para alcanzar el marcador.

 

- Bueno…- sonrió, mostrándole el Sharpie. – Cásate conmigo

 

- What?- espetó sin enojo pero con confusión mientras tomaba el Sharpie de la mano de Emma.

 

- Sí, cásate conmigo… ya mismo si quieres

 

- ¿Y qué hay de la boda?

 

- Será una formalidad muy bonita- sonrió.

 

- Pero no tenemos un abogado

 

- Ay, ¿pero quién está pensando en eso?- rio burlonamente, pues Sophia era quien quería correr a Las Vegas por hacerlo en ese momento.

 

- No molestes- bromeó.

 

- Las que nos vamos a casar somos tú y yo, indirectamente con nuestras familias políticas pero eso es un efecto secundario- resopló. – No nos estamos casando ni con Belinda, ni con los Noltenius, ni con los Roberts, ni con nadie que no seamos nosotras mismas… so, ¿cuál es el problema? Lo que yo necesito es un papel que diga que eres mi esposa para que el mundo de asuma y te absorba como tal, yo no necesito de ese papel para yo saberte mi esposa

 

- Skatá- suspiró.

 

- Mmm… Licenciada Rialto, ¿con esa boca besa a su madre?- resopló, acariciando su labio inferior con su pulgar.

 

- Con la misma con la que te beso aquí- colocó su índice sobre sus labios sonrientes. – Con la misma con la que te beso aquí y aquí- murmuró, deslizando su mano hasta llegar a sus senos. – Exactamente con la misma con la que te beso aquí- acarició suavemente su entrepierna. – Ma, suprattutto, Architetta Pavlovic, con la que la beso- sonrió traviesamente. – Aquí- alcanzó a rozar aquel agujerito que se contrajo ante ello. – Así que, sí, con la misma boca con la que te beso a ti, con la misma boca con la que me rebalso en obscenidades, con esa misma boca beso a la mia mamma, no una, sino dos veces- rio burlonamente. - ¿Te quieres casar con esta boca tan… soez y obscena?- Emma se acercó a su oído izquierdo y, permitiéndose inhalar aquella fragancia a té verde de sus rubias ondas, dio un beso a su cuello, en donde alcanzaba a saborear nasalmente el Violet Blonde que tan bien le sentaba.

 

- Absolutamente- susurró a su oído, y Sophia sólo materializó un gruñido que se convirtió en risa nerviosa. – Cásate conmigo- sonrió ya dándole la sonrisa y la mirada de frente.

 

- Emma María- resopló, irguiéndose con su torso para sentarse sobre la cama y para obligar a Emma a quedar sobre sus rodillas, así como ella había estado antes. – Arquitecta Pavlovic- tomó su dedo anular izquierdo y, mordiendo la tapa de la punta fina del Sharpie, tiró de él para empezar a dibujar. – Mi amante, mi cómplice y mi modelo de Victoria’s Secret- rio nasalmente, remedando al uniformado mientras dibujaba dos líneas paralelas que simulaban un anillo. – Soy su mayor admiradora, su compañía y su teammate- empezó a rellenar aquel espacio con manchas que parecían ser un patrón de cebra. – Prometo ser celosa, impuntual y mantener my clumsy sass que tanto le divierte- levantó la palma de su mano y, en el reverso de su dedo anular, empezó a escribir algo que, aparentemente, sólo ella sabía lo que decía. – Porque te amo, Em- sonrió al terminar de escribir aquello y le dio un beso en la punta de su dedo.

 

- Licenciada Rialto- sonrió, tomando el Sharpie de la mano de Sophia y tomando su mano izquierda para empujar su anillo de compromiso hacia abajo, así podría dibujar. – También conocida como “la intrusa más guapa y más perfecta”- resopló, trazando las mismas líneas que había trazado Sophia pero con una mínima mayor distancia. – Usted es mi todo- dibujó un círculo en el centro y llenó de círculos más pequeños los alrededores. – Quiero ser lo que te vuelva loca, tu egocentrismo y to egoísmo, tu jefa y tu esclava. Quiero ser, para ti, lo que desconozco que conozco y lo que sé que no sé. Porque haces que me sienta bien conmigo misma, me haces sentir que soy una buena persona- Sophia se ahogó en ternura. 

 

- Reclámalo- susurró llena del rojo favorito de Emma, de ese rojo vermillion que tanto le gustaba nombrar para exagerar el tono.

 

- No me gusta pedir perdón porque significa que me equivoqué- suspiró, levantando la palma de Sophia para escribirle, probablemente, lo mismo que ella le había escrito. – Y no me gusta equivocarme, al menos no contigo porque sé que te lastima… eso es todo- explicó. – Pero reconozco cuando me equivoco, y hoy me equivoqué. Lo siento mucho, mi amor

 

- Shhh… it’s ok…- susurró.

 

- Soy tuya- sonrió, que sonrió doble por haber terminado de dibujar y por lo que había dicho. Levantó la mirada y se encontró con la sonrisa que más le gustaba, la sonrisa de Sophia. – Te amo- imitó el beso en su dedo mientras deslizaba el anillo de compromiso a su posición original.

 

- Yo también te amo- sonrió ladeadamente y se lanzó en un beso que la llevó hasta recostarla sobre la cama.

 

- Me gusta mi anillo de H&M- sonrió.

 

- No es de H&M, es de Forever21- resopló burlonamente.

 

- Mejor, más de aquí- rio, y vio el interior de su dedo. - ¿Son trazos al azar o significa algo en especial?

 

- Sophia- sonrió. – Es mi dedo, es mi esposa, ¿no?

 

- ¿En qué idioma está?- frunció su ceño.

 

- Hebreo

 

- ¿Y desde cuándo sabes hebreo?

 

- Tranquila, sólo sé escribir mi nombre en varias escrituras- sonrió, viendo ella el interior de su dedo. – Hablando de escrituras- rio al ver lo que había escrito.

 

- Para que me lleves contigo a donde quiera que vayas- sonrió tiernamente.

 

- ¿Por qué en sánscrito?

 

- Porque me gusta la impresión que me diste para mi cumpleaños- sonrió.

 

- Me costó los dedos hacer esa placa y las pestañas encontrar el preciso color, más te vale que te guste- le advirtió serena y divertidamente.

 

- ¿Por qué crees que sé cómo se escribe mi nombre en sánscrito?- levantó su ceja. – Y ese malachite Green te quedó perfecto

 

- Uy, Arquitecta- rio nasalmente. – Sabe, yo no podría estar con alguien que no reconociera los colores por su nombre

 

- ¿Es algo que le excita, Licenciada?- Sophia asintió. - Gamboge yellow- sonrió. – Razzmatazz pink, Arsenic gray, Caput Mortuum violet- dijo en ese tono seductor que daba risa.

 

- ¡Ah!- jadeó aireadamente con una leve risa de por medio. – Orgasmo cromático de Diseñador de Interiores- se sacudió juguetonamente. Emma rio con una carcajada que no era más que un sinónimo de alivio al notar que a Sophia ya se le había evaporado aquella furia. Ojalá y no regresara nunca. Ojalá y nunca le diera pie a eso.

 

- ¿Qué pasa?- murmuró, extrañada de que Sophia se había quedado sin palabras o con la palabra en la boca y no la podía sacar. - ¿Estás bien?

 

- ¿Qué quieres que te regale el treinta de mayo?

 

- Eso me acuerda, tú no me has dicho qué quieres que te regale tampoco- frunció su ceño, y Sophia que terminó tumbada a su lado, sobre su espalda, y riéndose hasta casi llorar. – Bueno, ¿quieres compartir el chiste?

 

- ¿De verdad quieres saber?

 

- Sino te voy a dar algo que no quieras o que no te interese tener- frunció su ceño.

 

- Bene, bene- se acercó a su oído y, tan bajo como pudo, le dijo exactamente lo que quería, paso a paso, minuto a minuto, todo, se lo dijo todo, y me dio vergüenza preguntarles luego qué había sido porque no había podido escuchar. Emma se fue coloreando de rojo y fue dibujando una sonrisa de anticipantes y actuales nervios, ¿qué podría ser?- ¿Qué dices?- rio. - ¿Se puede o no se puede?

 

- De que se puede, se puede, mi amor- rio, cubriéndose los ojos con sus manos.

 

- ¿Quieres?- pero Emma se desplomó en una carcajada histérica e inestable que, de un movimiento risible y ridículo, terminó en el suelo y riéndose todavía más, de lo que quería Sophia y de su caída triunfal. - ¿Estás bien?- rio, intentando no reírse por la caída, pero no pudo contenerse la risa al ver que Emma lloraba a causa de la misma.  

 

- Fuck…- se quejó entre su risa, frotándose el antebrazo izquierdo, pues había caído sobre él. Sophia se bajó de la cama y se colocó sobre Emma para acariciarle ella su antebrazo.

 

- Sana, sana… que sino, San Ibuprofeno mañana- resopló, dándole besos suaves.

 

- Gracias, mucho mejor- sonrió. – Ahora, volviendo al tema anterior… ¿de verdad quieres eso?

 

- Sometimes you wonder, and ask yourself the question. I know the answer, but I’m asking you the question- murmuró sin quitarle sus celestes ojos de los suyos verdes.

 

- Sabes que no puedo negarte algo así

 

- Yo sólo te estoy dando la opción de acceder o negarte, que, hagas lo que hagas, yo no me voy a enojar, ¿entendido?- Emma asintió. – Piénsalo… que tienes hasta el treinta de mayo para pensarlo… pero tick-tick-tick, el tiempo corre- rio.

 

- Y, en caso de que me niegue, ¿qué te regalo?

 

- Ya dije, lo que sea menos joyas- sonrió.

 

- Bene, bene- la volcó sobre su espalda y se recostó sobre su costado, apoyando su cabeza con su mano. – Lo pensaré, ¿de acuerdo?

 

- Pero no me digas nada

 

- ¿No?

 

- No, no quiero saber si me lo vas a regalar o no- Emma asintió. – Ahora, ¿qué quieres tú?

 

- Pongamos las cosas sobre la mesa- suspiró, y se quedó viendo al vacío.

 

- ¿Qué?

 

- Necesito un papel- dijo todavía con la mirada perdida.

 

- ¿Para?

 

- Notas y un sketch del hotel- murmuró, volcándose sobre su abdomen para ponerse de pie, que no supo por qué no sólo se sentó y se puso de pie.

 

- Oye, oye, oye- la detuvo del brazo. – No le huyas a tu regalo de bodas- frunció su ceño.

 

- No le estoy huyendo, es sólo que se me va a olvidar lo que se me ha ocurrido- hizo una expresión graciosa con sus labios.

 

- Espera- sonrió, alcanzando el siempre presente Sharpie. – Ten, dibuja

 

- No tengo papel

 

- ¿Necesitas?- se volcó sobre su espalda y retiró las solapas de su camisa de su abdomen.

 

- ¿Es en serio?

 

- ¿O prefieres mi espalda?- sonrió.

 

- Lo que sea- balbuceó rápidamente, y se colocó entre sus piernas con la punta fina del Sharpie lista para victimizar el abdomen de Sophia.

 

- Ahora: tu regalo

 

- Ya dije que pongamos las cosas sobre la mesa- empezó a dibujar las líneas rectas con las que siempre empezaba en completo Coup d’état con el punto de fuga.

 

- Yo pago el Plaza

 

- Yo el viaje a Bora Bora

 

- Y la boda- añadió.

 

- Y la boda- sonrió, viendo a Sophia que se acomodaba, feliz de la vida, con sus brazos tras su cabeza.

 

- ¿Qué quieres que te regale, entonces? ¿Quieres una colección de Louboutin?

 

- Bienes mancomunados… bueno, lo mío es tuyo, que puedes quitarme lo que quieras- resopló. – Yo te aseguro que no voy a quitarte nada de lo que te pertenece

 

- Pero eso ya lo habíamos acordado- frunció su ceño.

 

- Y habíamos acordado que iba a tener firma pero que iba a necesitar autorización tuya para cada movimiento mayor a “x” cantidad

 

- Olvida la autorización, a eso me refiero…

 

- No me siento muy cómoda sabiendo que puedo hacer lo que quiera con algo que no es mío

 

- Te lo doy para que lo uses a tu gusto- sonrió. – No me importa si lo usas para comprar tampones o si lo usas para comprarte un auto, eso es tuyo y lo usas para lo que quieras… para darle fuego si quieres

 

- No voy a darle fuego- susurró. – Es sólo que no me siento cómoda… pero, si eso es lo que quieres que te regale, lo haré

 

- Confío en que tampoco me vas a dejar en la calle… y, no sé, es como para compartir todo lo que es mío contigo, todo, todo

 

- Lo firmaré, mi amor, pero no me parece que sea proporcional

 

- Hay algo más- sonrió, y, claro que había algo más. – Como será tu dinero, por favor, hazte cargo totalmente de la tranquilidad y de la comodidad de tu mamá y tu hermana

 

- ¿Con tu dinero?

 

- Nuestro dinero- la corrigió. – Y quiero que tu mamá y tu hermana estén cómodas, sin preocupaciones de nada, viviendo en una buena zona y viviendo bien… porque sé que eso te va a dar tranquilidad

 

- Pero se supone que es un regalo para ti, no para mí

 

- Y para mí es un regalo verte tranquila, ¿sí?

 

- Perdón que me poseyó el diablo…- susurró.

 

- Me gusta cuando estás enojada… pero no conmigo- susurró de regreso. – Pero hoy, no sé, te viste linda- sonrió. – Y supongo que me lo merecía

 

- Sólo necesito que me respondas una cosa

 

- Las que quieras

 

- ¿Te diste cuenta de que te estaba coqueteando?

 

- No le estaba prestando atención, pero sí me di cuenta cuando me dio su tarjeta… por eso me puse de pie y fui al baño, cosa que hice sólo porque no supe qué más hacer, y, cuando regresé, tú estabas reventándote los oídos con Robbie Williams y parecías estar dormida. Ahora, si te preguntas por qué no le dije que me dejara en paz, o no le dije que estaba contigo, fue simplemente porque es la táctica que sé que no funciona con un hombre, no cuando es así como él… de haberlo hecho, habríamos terminado siendo dueñas de sus mayores fantasías sexuales

 

- ¿Cómo puede estar tan segura?

 

- Porque hay estudios que demuestran que el ochenta por ciento de hombres heterosexuales, o sea ocho de cada diez, tienen alguna fantasía que involucra a dos mujeres. De esos ocho hombres, por lo menos tres tienen una mayor susceptibilidad si se trata de una pareja ya existente de mujeres

 

- Y esos datos, ¿te los acabas de inventar o existen de verdad?

 

- A mí háblame de inventarme un edificio, no una cifra estadística- sonrió. – Estaba en el último artículo de la edición de Vogue de Mayo pasado

 

- ¿Cómo es que te acuerdas de lo que había en la edición de Vogue del Mayo pasado?

 

- Porque estaba todo sobre la horrible película de “The Great Gatsby”- sonrió de nuevo. – Carey Mulligan, o Daisy Buchanan, estaba en la portada, en un vestido Prada de terciopelo yellow-green… I didn’t like the cover… maybe because I don’t like her- resopló.

 

- ¿Porque arruinó a Daisy Buchanan?

 

- No arruinó al personaje, simplemente Mia Farrow hizo un mejor trabajo, bueno, a ella la dirigieron mejor quizás, o simplemente era mejor actriz, quién sabe… pero no sé, igual de fastidiosa que Scarlett Johansson y Jessica Alba… hasta Lindsay Lohan es más entretenida

 

- Quizás porque no le dan papeles tan trascendentales para tus gustos

 

- Cierto, aunque su mejor papel ha sido el de Hermione Granger en SNL hace como diez años- levantó la mirada con sorpresa. – Fuck, estoy vieja- rio.

 

- ¿Cómo era Emma hace una década?

 

- Irresistible, como siempre. Adicta a los cigarrillos… creo que ese fue el año que fumé dos cajetillas de cigarrillos en un día mientras reproducía el modelo de la Torre pendente di Pisa. En Converse blancos casi todo el tiempo, jeans Armani porque eran los únicos que estaban diseñados, por la posición de los bolsillos traseros, para esconder una tanga o para recogerte y asegurarte el trasero si se te ocurría no ponerte ni siquiera eso. Camisas Benetton en su mayoría, todo lo que fuera para el frío debía ser Versace porque Armani me hacía ver sin cintura, cosa que tú sabes que no tengo tanta- resopló. – Pluma fuente Tibaldi, regalo de graduación de colegio de mi mamá, y con tinta azul porque la tinta negra me ponía de mal humor, y una fanática devota de Laura Pausini- guiñó su ojo.

 

- ¿Por qué te pone de mal humor la tinta negra? Es algo que no he logrado entender

 

- Son varias cosas- sonrió entre su concentrada mirada, la cual seguía sus trazos cortos sobre el vientre de Sophia.

 

- Tenemos tiempo, ¿tienes ganas?

 

- Mis hermanos no se graduaron de mi mismo colegio, ellos fueron al Britannia

 

- ¿Alguna razón en especial?

 

- I wasn’t that much of a talker- dijo con un suspiro. – Llegué a los tres años no en completa omisión de la verbalización conceptual porque sí hablaba pero no decía más que lo necesario

 

- ¿Alguna razón en especial?- repitió ya más atenta.

 

- No te sabría decir- retiró el marcador y, sosteniéndolo entre sus dedos como si fuera un cigarrillo, retiró el flequillo que le obstruía su memoria y su vista. – En el Britannia no me aceptaron porque, a falta de habla hasta por los codos como todo niño de tres años y el inicio de sus preguntas de “por qué”, la superestrella de la psicóloga que estaba, supongo yo que en el examen de admisión, me diagnosticó lento aprendizaje, me rechazaron la admisión porque ellos no tenían ningún tipo de “educación especial”- resopló. – Al mismo tiempo hice el examen de admisión en la AOS y ellos sí me aceptaron, claro, vieron que yo no era tan apasionada con el habla y simplemente le dijeron a mi mamá que, bueno… por la plata baila el mono- rio. – Si pagaba el año completo en el primer pago, que no iban a tener ningún problema para aceptarme aunque ellos se reservaban el derecho de asesorarme dejar Pre-Kinder o de aprobármelo…

 

- ¿Todo porque no hablabas?

 

- O sea, sí hablaba- rio. – Es sólo que… no sé, no sé por qué no me gustaba hablar

 

- ¿Te gusta hablar ahora?

 

- No me voy a morir si no hablo- sonrió. – Puedo estar mucho tiempo en silencio, me gusta el silencio, aunque no es el silencio en sí sino los sonidos… si son un mismo sonido, un ritmo, no me importa; así como si es el de un taladro o el de un martillo, pero cuando un niño llora… me desespera, esos ruidos que fluctúan en tono… no sé

 

- ¿Y la música?

 

- Contradictoriamente me hace colocar mi mente en blanco… soy rara, ya te lo he dicho, pero, volviendo al tema de la tinta negra- rio.

 

- No, no, sólo dime si te aprobaron Pre-Kinder al menos- mordió su labio inferior, entre burla y ternura.

 

- Dice mi mamá que, como dos semanas después de que ya había pagado como veinticinco mil Liras- rio, pues era demasiado dinero, aun en conversión a euros, peor a dólares. – Íbamos camino a donde mis abuelos paternos, en auto, travesía total, y que yo no pude cerrar la boca en todo el camino- Sophia estalló en una carcajada que obligó a Emma a dejar de dibujar. – Doce horas sin parar

 

- ¿Sin parar de hablar o de conducir?

 

- Pues, no dejaron de conducir para hacer que mi verborrea durara menos- rio, y Sophia que sólo pudo incrementar su carcajada. – Dice mi mamá que me decía: “Emma, juguemos de estar callados, gana el que se quede callado más tiempo”- y Sophia reía más, y más, y más. – Y dice que le decía: “Ay, mami, ya perdí” y seguía hablando

 

- ¿Qué tanto podías decir?

 

- Todo lo que no había dicho, supongo- rio. – No me acuerdo de eso- su mirada se apagó, cerró los ojos y sacudió la cabeza.

 

- Pero sí te acuerdas de ese día, ¿verdad?- asintió. – Bueno, cuéntame de la tinta negra, mejor

 

- Entonces- suspiró, reanudando sus trazos pero con la punta fina del marcador. – Cuando estábamos aprendiendo a escribir utilizábamos lápices, a partir de primer grado comenzabas a utilizar pluma fuente para detener el trazo que, si utilizabas bolígrafo…

 

- Se deslizaba y terminabas con una “fatal caligrafía”- concluyó Sophia, pues ella también había tenido ese método.

 

- Conmigo eso no funcionó mucho- rio. – El punto es que todos escribíamos con tinta azul porque era la que vendían en el colegio por si se te acababan los repuestos, y yo me acostumbré al azul. A partir de quinto grado ya podías abortar la pluma fuente y podías pasar a ser un niño grande que escribía con bolígrafo. Yo me quedé con la pluma fuente, no por efectos de la caligrafía sino por cómo escribía en el papel. Mi hermano solía jugarme la broma de que le colocaba un repuesto de tinta negra en vez de una azul… travesura, broma, no sé, pero ese azul sucio que quedaba luego… opté por comprar pluma fuente Lamy, y muchas, así, por cada travesura cíclica de mi hermano, yo podía seguir escribiendo con tinta azul mientras lavaba y limpiaba la que había sido víctima suya

 

- ¿Él utilizaba tinta negra?

 

- La utilizaba porque papá la utilizaba para firmarle los reportes de calificaciones- ladeó su cabeza y le gustó lo que vio a pesar de no estar ni remotamente terminado. – El día que mis papás firmaron el divorcio, mi papá tomó mi pluma fuente para firmarlo porque su bolígrafo no tenía tinta

 

- No creo que sea que la tinta negra no te guste, simplemente te gusta más la tinta azul

 

- Probablemente- sonrió como si tuviera cierto recuerdo que le pasaba cual película ante sus verdes ojos, así como si se hubiera transportado a aquel momento, ¿por qué habían estado ella y sus hermanos presentes? Ah, ya se acordaba por qué. – Y la tinta negra me gusta sólo en los bolígrafos porque, cuando es azul, es un dolor de ovarios conseguir dos del mismo tono de azul si son de distintas marcas- pero suspiró y se quedó atrapada en el tiempo de su memoria; eso sí era input de Franco.

 

- ¿En qué piensas?- susurró con una leve sonrisa y unos superficiales camanances que la adornaban. - ¿Em?- ladeó su cabeza y la tomó por la mejilla al no conseguir respuesta.

 

- Como te decía- resopló, sacudiendo su cabeza suavemente y cerrando sus ojos mientras fruncía su ceño y sus labios. - ¿Qué era lo que te estaba diciendo?

 

- ¿Te sientes bien?

 

- Sí- asintió, pero era ese “sí” que le daba sólo por decirle que sí. Sophia sólo sonrió y se volvió e recostar para que Emma pudiera seguir dibujando.

 

- Tengo una pregunta para ti

 

- ¿De respuesta elaborada?- resopló, acordándose de aquellos principios de bromas pero verdades.

 

- No estoy segura

 

- Bueno, adelante

 

- ¿En dónde te ves en diez años?

 

- ¿En qué aspecto?- Sophia sólo levantó las manos. – ¿Quieres una respuesta a lo Miss Rhode Island en “Miss Congeniality” o una respuesta improvisada?

 

- La que te venga mejor

 

- Son las…- murmuró, elevando su muñeca izquierda para leer la hora del reloj que Margaret y Romeo le habían regalado de Navidad, que el de ella era en fondo negro y el de Sophia era blanco-grisáceo, ambos ediciones especiales y de treinta y cuatro milímetros de diámetro. – Dos y cincuenta y cuatro minutos, hora los Ángeles… eso es, en hora Nueva York, las cinco y cincuenta y cuatro minutos- suspiró y se quedó en silencio unos segundos.

 

- Phillip y Natasha ya estarán en el aeropuerto- comentó abruptamente.

 

- Seguramente sus traseros vendrán en Primera Clase- dijo con un poco de cinismo. – Y tu oportunidad de pedirle a Natasha que nos trajera nuestro dildo se ha esfumado

 

- Estoy segura que Los Ángeles tendrá su gracia también- sacó su lengua. – Pero ese no era el tema… aparte, yo no quiero ver un dildo any time soon

 

- ¿Qué tanto es “any time soon”, una semana, un mes?

 

- Por lo menos mientras estemos aquí- sonrió, y Emma rio. – Como sea, ¿en diez años a las cinco y cincuenta y cuatro hora Nueva York?

 

- Ah, sí- asintió, irguiéndose un poco para ver un poco más de lejos el dibujo. – En diez años… será martes, ¿en dónde te ves tú un martes en diez años?

 

- Yo te lo pregunté primero

 

- Y yo luego, ¿qué diferencia hace?- rio.

 

- No sé si quiero mi propia marca de muebles, pero no quiero dejarlo, prefiero dejar el Diseño de Interiores y no el Diseño de Muebles

 

- ¿Qué más?

 

- Quiero estar en casa, que eso no significa que no voy a estar trabajando, dependerá de la hora que sea, supongo. Hogar… cómoda, feliz… ¿y tú?

 

- Te podría decir que estaría entrando al apartamento, que arrojaría la bufanda sobre el respaldo del sillón que le da la espalda a la puerta principal, te llamaría sólo para que emergieras con esa sonrisa que tanto me mata y con un Martini en cada mano; uno para ti y uno para mí, te lo agradecería con una sonrisa y con un beso, pero te diera dos besos porque uno es para saludarte y el otro para agradecerte, brindaría quién-sabe-por-qué o quizás sólo en silencio, y lo bebería rápido de cuatro tragos. Me quitarías la copa, me quitaría el abrigo, te preguntaría si tienes hambre; si tienes ganas de que cocine, de que cocinemos, de cocinar o de que alguien más cocine; alguien como Smith & Wollensky- sonrió. – Cenaríamos como todas las noches, en la barra, yo a tu izquierda. Quizás usaríamos la chimenea, sólo para no tener frío, y beberíamos una copa de vino mientras hablamos quién-sabe-de-qué. Me gustaría hacerte el amor hasta que el silencio nos inunde y sólo veamos el contraste del fuego y la nieve, y quedarnos en el sofá, con cobijas y la botella de vino hasta quedarnos dormidas hasta el día siguiente- Sophia dibujó una sonrisa que intentó comprimir entre sus labios, una sonrisa de la enorme represión de ganas de arrojársele para comérsela a besos, para querer estar en ese momento que, por más que sólo fueran palabras cortadas, sonaba perfecto. – O podría decirte que eres tú quien llega a casa, y yo te recibo con una copa de Bollinger sólo porque sí, o podría decirte que llegamos juntas y cada quien se sirve lo que quiere beber, o podría decirte que estaríamos cenando donde los Noltenius, quizás y no sólo estaríamos cuatro sentados a la mesa, quizás y seríamos cinco, seis, o siete, quién sabe- se encogió entre hombros. – O podría decirte que estaría en cama por un resfriado fuera de serie, o quizás esté sola, sentada en un sillón en un hotel… yo no sé dónde voy a estar en diez años- sonrió dubitativamente. – Pero no me importa si es A, B, C, y las letras que existen hasta llegar a la Z, tomando en cuenta las letras que ya no pertenecen al alfabeto, y no me importa porque lo que sí quiero saber, en ese momento, es que no me faltas, que sea donde sea que esté, contigo o sin ti, que no voy a estar sin ti… no sé si me explico

 

- Mi amor…- resopló sonrojada, y quizás resopló para enmascarar su conmoción.

 

- No sé en dónde voy a estar en diez años, no sé si voy a estar en esta habitación y recordando este momento, no sé si voy a estar haciéndote el amor en nuestra cama… que nuestra cama puede estar en Nueva York, en Florencia, en Roma, en el Lago Como, en Atenas, en Mýkonos… no sé en dónde estaré, pero sé que mi denominador común eres tú; en todo lo que haga y a donde sea que vaya

 

- Para no hablar, para que no te guste hablar, hablas demasiado perfecto- sacudió lentamente su cabeza con cierto regocijo, como si aquello le fascinara, porque así era.

 

- Es que, para no tener nada bueno o relevante que decir, mejor cerrar el pico- sonrió de esa picante manera, que era la sonrisa tirada más hacia su derecha al mismo tiempo que elevaba la ceja del mismo lado. – Pues, si quieres que te hable estupideces… get me drunk

 

- ¿Quién te ha dicho que hablas estupideces cuando estás ebria?- ladeó su cabeza con una sonrisita divertida e inocente.

 

- Bueno, es que no estoy segura si se ríen de mí o se ríen conmigo- rio nasalmente, como si lo encontrara divertido.

 

- No hablas estupideces, simplemente… creería que, por lo menos, el noventa por ciento de las cosas te da risa, y te pones muy, muy, muy caliente

 

- ¿Caliente en temperatura corporal o caliente de “caliente”?

 

- Supongo que por estar caliente es que te pones caliente, ¿no?- Emma tambaleó su cabeza, pero terminó por darle la razón. – Y te entra tu dancing mood

 

- Eso sí, yo no bailaría sobria, jamás

 

- ¿Por qué no? No bailas mal

 

- Yo sé que no bailo mal- guiñó su ojo, Sophia sólo gruñó graciosamente ante lo sensual de su ego, Ego. – Problemas de autoestima, supongo

 

- ¿Emma Pavlovic tiene problemas de autoestima?- resopló. – No me lo creo, ni tú te lo crees

 

- No me divierte bailar si no estoy un poco happy

 

- Y no hay nada como verte bailar Footloose con Thomas, o verte en plena coreografía de Single Ladies con Natasha y Julie- resopló.

 

- Prefiero bailar Flight Attendant contigo

 

- Con esa terminamos en el pasillo. Qué pérdida de porte y elegancia- rio.

 

- No dije que era sinónimo de seguridad, de preservación de integridad física- sonrió, y se retiró para ver su bosquejo desde más lejos. – Es una canción que excita, supongo

 

- Aunque, en teoría, “Bolero” de Ravel es la canción, si así quieres llamarla, que hace que una mujer se excite más rápido

 

- Y, aun así, tú lograste, no sé cómo, excitarme con Orff… y tampoco sé cómo no me mataste del susto

 

- Si mis intenciones hubieran sido matarte… te habría puesto un poco de Leona Lewis

 

- Me conoces bien- se acercó nuevamente y retocó aquella parte que casi rozaba el sostén de Sophia. Mierda, necesitaba más espacio. Debió calcular mejor.

 

- ¿Qué tanto espacio te hace falta?- le preguntó al leerlo de sus ojos.

 

- Dos-que-tres pulgadas, quizás menos… pero lo completaré luego, no pasa nada

 

- Se te va a olvidar- resopló, irguiéndose con cuidado para no rozar su piel contra la punta del marcador, se quitó la camisa y, acto seguido, hizo desaparecer su sostén. – Sigue dibujando- se volvió a recostar y llevó sus brazos tras su cabeza para tirar sus senos hacia arriba.

 

- ¿Segura?

 

- No veo por qué no- rio, que su risa escaló a carcajada incoherente hasta encogerla en posición fetal.

 

- Comparte el chiste, que también quiero reírme

 

- Paint me like one of your french girls- dijo entre su risa. – No tiene sentido ni referencia, yo sé, sólo me dio risa

 

- Las francesas no son mis favoritas, tuve un par de compañeras en el colegio y en la universidad, más en Milán… quizás es porque no me gusta el francés para empezar- sonrió. – Pero con gusto pinto a mi griega favorita. ¿Puedo quitarte el pantalón? No quiero mancharlo- Sophia asintió todavía con su risita mal puesta y, dejando que Emma desabrochara ambos invisibles botones, levantó su trasero para que se lo sacara, pero Emma también retiró el seamless Culotte de encaje, pues no quería mancharlo ni por roce.

 

- ¿Estás con el de Santa Mónica o con el de Beverly Hills?

 

- Beverly Hills. Para el de aquí tendría que ver todos los hoteles que dan a la playa para no hacer algo remotamente parecido y que sea diferente…

 

- ¿Qué piensas para el de Beverly Hills? ¿Lounge o minimalista?

 

- Le viene mejor un lounge creería yo, pero es de retocarlo todo y de que nos acepten la propuesta inicial

 

- Mi amor- dijo, viendo hacia el techo, que siempre se había preguntado por qué siempre debía ser blanco.

 

- Dime- murmuró entre su concentración al estar ya dibujando sobre sus senos.

 

- ¿Me perdonas?

 

- ¿Por?

 

- Por lo que hice con Junior, fue un poco traicionero de mi parte

 

- No, no lo fue- suspiró, frunciendo su ceño ante el siguiente trazo, ese trazo que tenía mucho tiempo de no experimentar, ese trazo que dudaba, ¿por qué? Ah, es que no estaba dentro de su ritual: ella sentada sobre el Safco, pierna izquierda sobre la derecha, que su Stiletto quedaba exactamente atrapado en la barra que rodeaba el banquillo a media altura, rectamente inclinada sobre la Alvin Craftmaster modificada, su mano izquierda deteniendo el papel y algún tipo de instrumento de precisión gráfica, pues, con su mano derecha, y con el Ambition Faber Castell de madera de coco, trazaba las líneas que ahora trazaba al tembloroso cálculo por ser sobre Sophia, pues no quería ensartarle la punta de aquel marcador, y, de fondo, quizás no tendría a Mozart, o a Beethoven, ni a Chopin, sino algo con más sabor, algo más lounge, algo que sonara chic, de eso que se metiera bajo la piel y que se sublimara de alguna extraña manera, “Early Daiquiris” de Maxim Illion, sí. – Tienes razón, yo no soy dueña de tu trabajo

 

- Pero pasa que me gusta trabajar contigo

 

- Licenciada Rialto- resopló un tanto divertida, que casi se tira del balcón al haber trazado lo que no le convencía, que no era el trazo en sí sino la falsedad de él sobre la perfecta piel de su Sophia. – No me diga que quiere que trabajemos juntas

 

- La diferencia entre Providence, Newport y Malibú, y éste proyecto, o proyectos, no sé, es que esos tres te los dieron a ti y no tienen nada que ver conmigo, pero, en este caso, Beverly Hills y Santa Mónica sí, es como con la casa de los Hatcher… mi pregunta es: si estás haciendo un boceto del hotel, ¿eso significa que sí lo tomarás?

 

- Te lo pongo así como funciona una agencia de modelos- murmuró seriamente. – Ellos administran y representan a las modelos hasta cierto punto, pues, la que tiene la última palabra es la modelo: ella dará su cara por la marca, lo que significa que no cualquiera puede contratarla. Transformemos el proceso a nuestro gremio- sonrió. – El Estudio nos administra a pesar de ser relativamente independientes, si el cliente llega al Estudio, entonces el proyecto se le arroja a cualquiera que esté libre a menos de que el cliente sepa con quién quiere, en ese caso, si el proyecto llega a mí, yo estoy en todo mi derecho de negarme a trabajar con el cliente; como en el caso del primo de Natasha. Aquí nada de proxenetas y prostitutas- resopló. – El hecho de que trabaje con los Roberts no le da acceso directo a Blair, o el hecho de que haya trabajado con los Hatcher no significa que, automáticamente, voy a aceptar un proyecto con algún familiar. Ahora, si hablamos de la Señora Gummer, del Señor Trump, de la Señora Close… no es porque son ellos, porque son grandes, sino porque sé que no me van a hacer ninguna estupidez que me haga tropezar en el camino; sé cómo trabajan, sé cómo piensan, sé cómo les gustan las cosas. Entonces, si Junior se levanta con una idea como la de su papá, una idea de “remodelemos todo”, lo haría si las condiciones laborales me lo permiten, porque tampoco voy a tomar doce proyectos… esas mierdas se caen si tengo demasiado, y llevo treinta y nueve proyectos exitosos en mi récord, cinco que están pendientes, no necesito que se me caiga una casa

 

- Entonces, ¿ni te había ofrecido el proyecto y ya lo habías aceptado?- murmuró.

 

- Claro, en mi cabeza sí, porque me gusta trabajar con ellos, es como que no tengas límites para nada- suspiró. – Pero, sin ofender porque probablemente suene raro o grosero, la diferencia entre tú y yo, no sólo es una sino varias

 

- ¿Cuáles son?

 

- Digo dos puntos: primero, tú vas a tomar tu punto de partida a partir de lo que yo decida hacer con la infraestructura, tú dependes de mí en un setenta por ciento, el treinta restante es donde se vuelve negociable pero yo no dependo de ti. Segundo, tú no puedes ser parte de mi equipo en el caso que decidiera tener un apoyo, pero yo sí puedo ser parte del tuyo; esas dos diferencias se resumen en un desbalance… y, tercero, es un proyecto que nos va a tomar un año, año y medio si se cae el mundo- rio. – Yo tengo los tres proyectos ya mencionados a mi cargo y tengo la asistencia con Volterra para la TO, nos vamos a casar en abril, tiempo para el que sé que sólo Providence estará terminado, para mayo estará Newport, y luego queda Malibú que va para octubre marzo del otro año, la TO poco a poco y para terminarlo antes de la temporada alta, o sea abril, mayo a más tardar, dependiendo del movimiento que tengan ellos, y, si tomo este proyecto, que son dos en uno y no son simplemente casas sino edificios que no pueden ser ni parecidos al de Malibú ni similares entre sí, lo tiramos para marzo del dos mil dieciocho, lo cual asegura trabajo hasta esa fecha pero también asegura estrés y todo lo que eso implica. Lo había aceptado, pero quería consultarlo contigo, pues, sólo exponerte los casos… y no porque quiera que sólo trabajes conmigo, sino porque quería saber qué pensabas al respecto

 

- Fuck- suspiró con arrepentimiento.

 

- Pues, quería preguntarte si te parecía conveniente que me hiciera cargo de lo que me ofrecen o si te gustaría que fuera parte de tu equipo; básicamente a eso se reducía

 

- Yo sí te quiero en mi equipo, pero es decisión tuya si aceptas estar a cargo o no y si aceptas, encima de eso, estar en mi equipo

 

- Si acepto estar en tu equipo, que también me gustaría mucho, tendría que recurrir a apoyo, que no me molesta en lo absoluto…

 

- ¿Volterra?

 

- Pensaba más en Belinda, quizás y Nicole también para repartir la carga de trabajo, así me quedaría más espacio para trabajar más de cerca contigo, ¿te gustaría eso?

 

- ¿De verdad harías eso?

 

- ¿Por qué no?

 

- Porque sé que no te gusta trabajar tanto en equipo

 

- No soy fanática, pero con Belinda ya he trabajado varias veces, y Nicole, entre Belinda y yo, no tiene mayor opción más que la de no cuestionarnos y hacer lo que le decimos- rio. – Además, contigo sí me gusta trabajar

 

- Por eso dije “tanto”- tosió entre un bostezo y un estiramiento de brazos y piernas al ver que Emma ya tapaba el marcador y se ponía de pie para verlo desde arriba. - ¿Por qué no Volterra?

 

- Se reserva sólo para la otra costa, además, es una manera de no involucrarte con él por tanto tiempo

 

- De no ser por eso, ¿lo escogerías a él?

 

- Probablemente no- resopló, dándole la mano para ayudarle a ponerse de pie. – No le gustan los edificios, se estresa demasiado

 

- Sólo no quiero que por mí hagas esas cosas, tampoco es como que no lo puedo ver ni en pintura… le ha bajado la intensidad

 

- No lo hago por ti, lo hago por la salud mental de todos; ¿Volterra y dos edificios? Sálvese quien pueda- Sophia rio. - ¿Le puedo tomar una fotografía al dibujo?

 

- Había dado por sentado que lo harías- sonrió. - ¿Me quieres de pie o acostada?

 

- Acuéstate- murmuró, yendo en dirección a su bolso para sacar su teléfono.

 

- Entonces, ¿qué será; serás parte de mi equipo?

 

- It would be a great honour- sonrió, subiéndose a la cama para terminar con aquello.

 

- ¿Vas a hacerte cargo del proyecto?

 

- Sí, y voy a ver con Belinda y Nicole, con Pennington y Clark también- sonrió, enfocando aquel boceto. – Mmm…

 

- ¿Qué pasó?

 

- No logro que sólo salga el dibujo

 

- ¿Salen mis pezones?

 

- Y otras partes también- rio.

 

- Pues, si son para tu uso personal, ¿por qué no?

 

- ¿Es en serio?

 

- Confío en ti- sonrió, halando una almohada hasta colocársela bajo la cabeza. Más cómoda. – Puedes tomarme todas las fotografías que quieras

 

- Parecería que quieres que te las tome

 

- Me gustaría más enseñártelo en vivo y en directo cada vez pero, si es algo que tú quieres, ¿por qué no?

 

- Creo que es una agradable oferta para cualquier otra persona que no sea yo- sonrió. – No te preocupes, censuraré tus partes de las fotografías y luego me desharé de ellas, ¡puf! Como si nunca existieron. Prefiero quitarte la ropa- sonrió, y arrojó el teléfono sobre la cama para arrodillarse sobre ella. – Hablando de ropa…- se colocó exactamente con sus piernas entre las suyas y reposó su frente contra la suya. Sophia cerró los ojos, así como si Emma tuviera la intención de regañarla. – No vas a incendiar mi clóset, ¿verdad?

 

- No, eso implicaría incendiar mi ropa también- bromeó todavía con sus ojos cerrados, Emma sólo rio nasalmente y dejó caer un poco más de su peso sobre ella. – Tengo una pregunta

 

- Mjm…- murmuró guturalmente mientras se encargaba de darle besos en su mejilla derecha, que el trayecto estaba diseñado hacia sus labios.

 

- ¿Puedo acompañarte mañana?

 

- ¿A lo del vestido?

 

- Sí

 

- ¿Por qué no?

 

- ¿No es como que de mala suerte?

 

- No estoy segura porque eso sólo lo he escuchado cuando hay un vestido blanco implicado

 

- Y tú no eres ni virgen y el blanco no te gusta en los vestidos…

 

- Exacto- rio, y mordisqueó su quijada. – Mi vestido no sé si será negro…

 

- Phillip y yo tenemos cosas que hacer

 

- No quieren acompañarnos, eso es, ¿verdad?

 

- No, no es eso- resopló. – Aunque, si encuentro un vestido que me guste aquí, no veo por qué no comprarlo, ¿no crees?

 

- Y, ¿en qué has pensado, mi amor? ¿Vas por la línea de la psicología del color o simplemente por la estética?

 

- Esperaba que me ayudaras tú… porque quiero verme bien para ti

 

- Siempre te ves bien para mí- sonrió, llevando su nariz a la suya para rozarla contra ella.

 

- No, pero quiero verme especialmente bien

 

- Quiero verte cómoda y feliz, el vestido que pueda contribuir a eso es el acertado… porque me gustaría verte sin ropa, aunque no sé qué tan apto para todo público eso sea- rio.

 

- Quiero que me quieras arrancar el vestido- susurró y, de manera inconsciente, abrió un poco más sus piernas. – Quiero que me quieras hasta la desesperación

 

- Siempre me desespero por tenerte- besó su cuello y llevó su mano derecha a aquella entrepierna que tanto quería su atención.

 

- Puedes tenerme donde quieras y cuando quieras, eso ya lo sabes- se ahogó ante la suave y superficial caricia circular que los dedos de Emma hacían sobre sus labios mayores que, al ejercer un poco de presión, llegaban a su clítoris. – En tu oficina, en tu escritorio para ser más específica…

 

- Si me acuerdo bien- susurró a su oído. – Ambas veces fueron porque tú querías

 

- ¿Qué te puedo decir? Tu oficina tiene algo que me pone mal- suspiró hacia adentro al Emma rozar directamente su clítoris.

 

- ¿Arde todavía?

 

- Be gentle

 

*

 

- Hey…- murmuró con una sonrisa al salir al mismo balcón en el que había tenido la última plática con el respetable Señor Matthew Blair, o, como Phillip solía llamarlo, “Mateo”. – Te estaba buscando

 

- ¿Para qué soy bueno?- sonrió, dejando salir el humo del cigarrillo por entre sus dientes. Era la pregunta que siempre le hacía, y la respuesta era siempre la misma: una sonrisa y risa pulmonar, una sacudida horizontal de cabeza y nunca una respuesta verbal. - ¿Estás segura que no quieres uno?- le mostró nuevamente la cajetilla.

 

- Totalmente, gracias- sonrió, apoyándose de la baranda con sus manos.

 

- ¿Cuándo lo dejaste?

 

- Hace como un año

 

- ¿Por qué lo dejaste, por salud? O… ¿te levantaste un día y lo decidiste?

 

- No, no sé exactamente por qué lo dejé…al principio creí que era por el sabor de la comida…aunque creo que sólo necesitaba la excusa para dejarlo. A veces me dan ganas de fumar, y de fumar una cajetilla entera, de fumarme hasta el cartoncillo de la cajetilla- resopló.

 

- No sé si admirarte por tener fuerza de voluntad para no hacerlo o si preguntarte lo obvio

 

- ¿Qué sería lo obvio?

 

- ¿Por qué no lo has hecho?- Emma rio nasalmente y asintió dos veces, sí que era obvio.

 

- Las arrugas- respondió con una risa interna al acordarse de la verdadera razón.

 

- No has cambiado mucho- sonrió, acordándose de aquella vez que estaban sentados bajo el sol de verano en la Plaza España mientras se comían un gelato con Andrea, su hermano menor y a quien Emma solía cuidar, que Emma se cubría el rostro del sol con la capucha de su sudadera entre aquel calor, todo porque no quería acelerar las arrugas que empezaban a ahondársele. Emma no respondió, sólo vio sus uñas, algo que solía hacer en un momento de incomodidad total. – Entonces… te casaste- asintió en silencio y con pausas alargadas de por medio. – Nunca creí que cambiarías de parecer…- Emma lo volvió a ver con una mirada escéptica pero desconcertada. – Me acuerdo cuando me dijiste que nunca te casarías porque no creías en el matrimonio, ¿no te acuerdas tú?

 

- Parco di Colle Oppio- murmuró, acordándose de aquella noche en la que, muy ebria, de las pocas veces que se había embriagado como estudiante en Roma, había estallado en lo que ahora Natasha le había enseñado a nombrar como: “C2H6O” y no simplemente “alcohol”, pues la fórmula química ya decía mucho de la seriedad del asunto. – Después del final de Scienza delle Costruzioni- añadió.

 

Se vio de pie sobre aquel césped verde perfecto, que tenía una botella de Grey Goose en la mano izquierda, la cual sostenía sin la menor pizca de etiqueta al tomarla por el tallo y con el puño y por estarla bebiendo directamente de la boquilla, y, en la mano derecha, la mitad del cigarrillo que fumaba sin piedad al darle la espalda al iluminado Coliseo y darle la frustrada y enfurecida frente a Luca, quien estaba tendido sobre el césped y la veía como si fuera su entretenimiento personal, que quizás era la combinación de aquella desinhibición y la Topvar que Franco le había traído a Emma de Bratislava pero que ella se la había regalado a él porque ella no bebía cerveza. Después de mucho Prosecco de mala calidad, de calidad de estudiante de segundo semestre, que la mitad de aquella bebida había sido absorbida por su cabello, por su camisa a cuadros y por sus típicos Converse blancos, después de muchos cigarrillos y la fiesta en la que había gozado como nunca en su vida, algo de lo que ya se sentía culpable, había terminado en el parque con Luca porque él no se acordaba dónde había dejado su auto; así de tóxico había sido aquello. Estaba en algo a lo que Luca le llamaba “trance”, pues, con el Coliseo iluminado y la transición de noche al amanecer, Emma se había desinhibido en la molestia del matrimonio fallido de sus papás y de las mentiras que rodeaban hasta el divorcio porque cada parte se protegía de la contraria pero también la protegían. ¿Cómo creer en algo que no podía funcionar con normalidad, como algo que funcionara como un negocio? ¿Cómo creer en algo en lo que había visto ser disfuncional en todo sentido? ¿Cómo seguir los mismos pasos de sus papás?

 

- Pero una Emma de dieciocho-diecinueve años no es la misma de hoy- sonrió él, viéndola como con nostalgia. – Sabes… a Sophia nunca la conocí por más que nuestros papás fueran amigos- suspiró. – No es ni tema de conversación cuando Camilla llega a almorzar o a cenar a casa de mis papás… y tampoco sabía que era… bueno, tú sabes- sonrió avergonzado por el término que parecía no poder verbalizar. – Nunca imaginé que preferías a las rubias- la molestó con un codazo suave. – Tiene la personalidad de Donatella Torri, eso sí lo sabes, ¿verdad?

 

- ¿De la que nos daba Física I, II y III?- rio.

 

- The one and only. Me acuerdo cómo te gustaba ir a esas clases, y eso que eran a las ocho de la mañana los lunes

 

- Sí, las clases a las que no llegabas y, si llegabas, era como una hora tarde

 

- Y quizás por eso me tardé tanto en terminar la carrera- rio.

 

- Tampoco te urgía terminarla- sonrió.

 

- A ti tampoco, pero hiciste cuatro años y medio en tres, con laboratorios, semestre fuera y prácticas

 

- Y ahora dura tres- resopló. – Irónico

 

- Lo harías en dos años, quizás

 

- Pero no me dejarían tomar Física II al mismo tiempo de la I- rio. – Ya Santonelli no es el decano y mi papá no puede enamorarlo con una sesión de Whisky, golf y un excelente servicio de te…- lanzó la carcajada antes de terminar aquella expresión tan de ellos, tan vulgar y tan ordinaria, tan obscena. Y luego vino el silencio. Además, había sido el semestre en Bratislava el que le había ayudado a sacar todas las materias que no se llevaban en la Sapienza hasta el tercer año, o sea “Elementi di restauro”, “Scienza delle Costruzioni”, “Progettazione urbanistica II” e “Processo edilizio e tecnologie realizzative”, clases que tuvo que tomar porque sí pero que sólo iba por firmar la asistencia, pues, el examen, lo tendría por pan comido.

 

- Pav…- murmuró, colocando su mano sobre su hombro desnudo mientras hacía desaparecer la colilla del cigarrillo. – Sé que las condolencias no te van bien, pero siento mucho lo del Doctor- dijo, refiriéndose a Franco como si en realidad lo lamentara a pesar de que no. “Doctor”, buen apodo aunque no era más que su título. – Quise llamar… pero supuse que no querías que te lloviera sobre mojado

 

- No fue nada

 

- La intención es la que cuenta- sonrió comprimidamente como si quisiera sacudirse esa mala pasada de las manos. - Es que no sabía cómo contactarte, y, si lo hacía, no sabía qué te diría

 

- ¿No sabías cómo contactarme?- resopló, apoyándose con ambas manos de la baranda y dejando caer su rostro hacia el suelo.

 

- No encontré la manera, no se me ocurrió nada

 

- Sabes- sacudió su cabeza. – Hablo con tu papá, por lo menos, dos veces al año: para su cumpleaños el veinte de julio y para Navidad. Hablo con tu hermano para su cumpleaños el nueve de agosto y para Navidad, que, para Navidad, es la misma llamada para los dos porque llamo a tu casa, casa en la que sé que sigues viviendo porque siempre le pregunto a tu papá cómo estás, porque por eso es que, año con año, no hay tarjeta de Año Nuevo que no falte, así como solíamos dárnoslas cuando estábamos en la Universidad. Te felicito para tu cumpleaños, el nueve de noviembre, porque nunca se me olvida que es un día después de mi cumpleaños, porque nunca se me va a olvidar la confusión del “9/11”- resopló. – Para ti es tu cumpleaños, para los habitantes de esta ciudad, y de éste país, es otra cosa porque leen raro la fecha. Te felicito por e-mail, así te he felicitado desde que me acuerdo, desde que se lo pedí a tu papá. Pero, después de todo, supongo que la intención cuenta todavía más- sonrió, y, por primera vez, Emma supo lo que era el verdadero resentimiento.

 

- Estaba enojado, lo siento- se disculpó sinceramente, con toda la sinceridad que podía tener en su confundida cabeza. – Y aquí estoy- sonrió, intentando buscar su mirada. – El día de tu Apocalipsis, por así decirlo- resopló.

 

- No, el Apocalipsis ya pasó… y no estabas ahí- lo volvió a ver con comprensión a pesar de la falta que le había hecho en ese momento.

 

- Sabes, me enteré muy tarde de que te habías venido a trabajar aquí- suspiró. – Mi papá me lo contó como una cosa más, ni siquiera me lo contó sino me lo comentó. Todo fue tan… de repente- frunció su ceño. – Y fui a tu casa pero nadie me abrió, supuse que tu mamá estaría trabajando, y la busqué en el Vaticano

 

- Sí, me lo dijo

 

- Me dijo que no estabas bien, que habías tenido un problemita y que la pasantía con Alec te había caído como del cielo… me insinuó que necesitabas espacio, de tiempo y de espacio físico, por eso no te busqué más, más porque me dijo que sólo era por unos meses y que regresarías porque estabas pensando en hacer los exámenes en Milán, los últimos tres que te faltaban, y luego volverías a la Sapienza a estudiar el Magistrale  en Arquitectura del Paisaje… te esperé y te quedaste aquí, ¿por qué no regresaste?

 

- ¿Para qué iba a regresar?- se encogió entre sus pecosos hombros. – No tenía nada que me atara más que del cuello para ahorcarme

 

- ¿Qué hay de tu mamá?

 

- Fue hora de crecer- sonrió. – Y aquí, por lo menos, hacía lo que me gustaba… y estaba lejos de lo que no me gustaba

 

- Y has crecido bien, Pav- la abrazó con su brazo, así como solía hacerlo cuando eran amigos. - ¿Estás bien?

 

- Mejor que nunca- apoyó su sien sobre el hombro de aquel hombre del que ya era de su estatura. – Gracias por venir… bonita sorpresa

 

- Siento mucho que me haya tomado demasiado tiempo

 

- Mejor tarde que nunca

 

- Y siento mucho no haber estado para ti por algo que hasta hoy no entendí

 

- ¿Qué se supone que significa eso?- resopló.

 

- Cuando me dijiste lo que me dijiste- dijo, refiriéndose a cuando Emma lo había detenido sin previo aviso al él, literalmente, confesarle su amor. – No entendí por qué… y me enojó lo que me dijiste, fue como la respuesta más famosa para evadir a alguien, es el típico “no eres tú, soy yo”, pero realmente no sabía de qué hablabas, creí que era por Ferrazzano- el Marco que no era su hermano. – Que era porque, no sé, que todavía pensabas en él, y me enojaba no saber por qué él era mejor que yo, qué tenía él para tener tu atención, qué tenía él que no tenía yo- rio nasalmente y sacudió su cabeza. - Sólo habría querido que me lo dijeras- rio. – Me tomó un poco mal parado esto de Sophia y tú

 

- Lo de Ferrazzano es un poco tabú en mi vida- suspiró. – Y, te lo dije en esa ocasión, que eras un buen hombre, que eras muy bueno, y que te quería muchísimo… pero que yo no era para ti, que eso no iba a funcionar por mí

 

- Por eso, habría sido más fácil que me dijeras “por qué” y no sólo que no eras para mí… toda mi frustración no habría sucedido y tú y yo no habríamos tenido ningún problema

 

- Yo no tengo ningún problema contigo- rio. – Sólo te resiento la omisión, pero aquí estás… entonces se compensa

 

- ¿Por qué no me dijiste que no era yo el problema sino los hombres en general?

 

- Porque no son un problema- rio. – No tengo ningún problema con tu género, tengo problema con la gente en general

 

- Pero estás con una mujer, algo tiene que carecer un hombre… que no sea longitud porque está difícil que con una mujer lo logres- bromeó, aunque, si de longitud se trataba, Sophia le daba los orgasmos más largos que podía experimentar, y eso ya era longitud.

 

- Pero no porque tenga un problema con el género contrario- rio de nuevo. – Ni porque tengan… pues… pene pequeño, tú sabes- dijo como si no hablaran de nada extraño.

 

- ¿Sigues llamando las cosas por sus nombres?

 

- La mayor parte del tiempo, sí- se encogió entre sus hombros.

 

- Bueno, llamemos las cosas alla Pavlovic y preguntemos las cosas como son: ¿por qué no me dijiste que eras lesbiana?

 

- ¿Porque no lo sabía?- resopló.

 

- Vamos, Pav, ¿a los veintitantos y no sabías? Eso ni Ricky Martin se lo cree

 

- Me gustan los hombres

 

- Pero de lejos- completó su idea.

 

- Exacto- asintió. – Esto es lo más cerca que un hombre logra conmigo desde hace ya un buen tiempo- dijo, refiriéndose al semiabrazo que recibía.

 

- ¿Y mujeres?

 

- Sólo Sophia

 

- ¿Qué te da Sophia?

 

- Lo que necesito; ella me entiende a un nivel que ni siquiera yo me entiendo- sonrió para sí misma.

 

- Sabes, creo que nunca te vi tan feliz como cuando te estaban sacando del mercado- dijo entre su metáfora. – Me alegro que exista ese alguien que pueda conocerte sin conocerte y que pueda comprenderte sin conocerte- le dio un beso en su frente y la dejó de abrazar. – Realmente te deseo lo mejor

 

- Gracias

 

- No hay de qué- resopló. – Pero, a lo que viniste… mejor dicho, ¿qué haces aquí? ¿No deberías estar adentro con Sophia y tus amigos? Esos amigos que se ven a distancia de brazo pero que te conocen más que yo

 

- Debería, pero la vejiga de una mujer también tiene sus manías- sonrió. – Y no digas eso de mis amigos, que tú también puedes conocerme… conocerme de nuevo, así como yo a ti, porque no sé quién eres

 

- Luca Perlotta, socio en “Perlotta e Trentini”… sólo Arquitecto, soltero, vivo con mis papás todavía… y me gusta beber Topvar porque me acuerda a una de las personas que marcó mis vida, me gusta sentarme en las escaleras de la Plaza España mientras me como un gelato; due limone, y veo cómo los turistas arrojan sus monedas a la fuente, me detengo a ver las vitrinas de Dolce & Gabbana y sonrío ante el suspiro o el gruñido que saldría de la persona que se vería contra el reflejo de la vitrina para saber cómo se le vería tal blusa o tal falda, no me gusta el café porque me gusta el té de durazno y vainilla, y suelo reírme cuando estoy pidiendo el scontrino y escucho a los turistas decir “un café”, porque sólo me acuerdo de cuando tú, un tanto ebria, hiciste la aclaración de que “un café” no significaba nada más que una aberración de la traducción, porque en Italia no existe simplemente “un café”, porque eso es agua sucia, como la que beben aquí, porque en Italia se pide el café como es: “un latte”, “un espresso”. Y me enoja cuando la Roma le gana a la Lazio, pero me da risa cuando escucho a los hinchas cantar el himno de la Roma… y no Alfa Romeo que no vea con nostalgia, o Martini al que no le saque la aceituna, o vez que llame “Fumicio” al “Fiumicino”, o canción de Laura Pausini que no me haga recordar a una poseída mujer que cantaba cada canción con los pulmones en las manos y el corazón en la boca; en especial “Strani Amori”, “La Solitudine”, “La Mia Banda Suona Il Rock” e “Le Cose Che Vivi”… pero, aparte de eso, tú sabes: cenas románticas, trabajo comunitario y largos paseos por la playa- dijo con tono de moderador de Concurso de Belleza. – Ah, y no puedo evitar decir que Nek canta “Almeno Travolta” gracias a ti- ambos se carcajearon como solían hacerlo.

 

- No he cambiado mucho

 

- Ahora eres Arquitecta Emma Pavlovic, ya no simplemente “Pav” o “Pavlovicini”- resopló, que el segundo era cómo le canturreaba él desde la puerta de su casa para que supiera que ya había llegado por ella. “Pavló-vi-cinii”. – Socia en “Volterra-Pavlovic” porque ni Flavio Pensabene pudo contigo, ni siquiera muerto- bromeó. – Tienes un aura que te resume a la música que ponían en “Black Label”; muy chic, elegante y pulcra, lounge, subida en agujas de metal, uñas y bronceado perfecto, cabello de envidia, sonrisa asesina, futones blancos y luces verdes, violetas y azules, una blanca entre ellas para poder verte con precisión: diva- Emma no supo qué hacer más que carcajearse. – Inalcanzable para todo pobre mortal espectador que vea la suavidad con la que te mueves, porque flotas, y pareciera que, quien te está haciendo reír, no te saca una risa de medio-risa, sino que sólo genera más intriga porque lo seduce. Pero quien te hace reír es una mujer, que cualquiera pensaría que es tu mejor amiga por la cercanía física, pero es por la iluminación que no se distingue la cercanía visual, y es entonces cuando ambas se convierten en la pesadilla de las fantasías y los desvaríos que son inevitables abrazar por mayor intento de racionalización

 

- ¿Estás seguro que fumabas tabaco y no lo que estaban fumando en casa de Giuliana?- rio, acordándose de aquella nube densa que le había afectado hasta a ella y que era por esa vez que había descubierto que podía alojar seis quesoburguesas del McDonald’s en su estómago, eso más la bebida más grande, que debía ser agua con gas, y el respectivo McFlurry, ah, y las papatinas enormes.

 

- Una vez vi una mujer así en un Lounge en Londres, y ahora te veo a ti en esa posición- sonrió. – Con la diferencia de que sé que no eres fanática de los clubes y de que te veo completa y no vacía como a aquella mujer, y te veo feliz, esa risa de risa llena y sonrisa, y casada- sonrió de nuevo. – Como sea, Pav- sacudió su cabeza. – Si quieres intentar tener una amistad, porque eso es lo que puedes darme, considérame presente y, por efecto inmediato, con llamadas para el cumpleaños y para Navidad la tarjeta

 

- Tienes que conocerme de nuevo, saber que hay cosas a las que les doy más importancia y a otras a las que no, que tengo otras costumbres y otro modus operandi

 

- Suena justo- sonrió. – Ahora, dime que, entre todas las mujeres accesibles y proporcionales a mi edad que están en ese salón, hay por lo menos una soltera

 

- ¿Irene?- rio. – La hermana de Sophia

 

- No soy tu amigo ese que anda buscando en las incubadoras de Maternidad a su futura novia- rio.

 

- Entonces no, no hay solteras creo yo

 

- Con Irene será

 

- Bien- asintió y despegó sus manos de la baranda. – Por cierto, grandísimo sucio y pervertido- rio como si le divirtiera llamarlo así. – No creas que no me di cuenta cómo estabas maquinando una película pornográfica en tu cabeza cuando nos estaban molestando- le dio un golpe con el dorso de su mano y, con una sonrisa, entró al espacio cerrado y ventilado.

 

- Me tomaron por sorpresa, no había modificado mis ajustes de Software, no pude evitarlo, perdón- se encogió entre sus hombros.

 

- Descarado- rio con su abdomen y sacudió su cabeza.

 

- Dejaría de ser yo si no fuera tan descarado

 

- Eres el descaro con piernas

 

- Y otras cosas más

 

- ¡Ah!- gruñó con asco. – Por favor, dejemos a tu pene fuera de la conversación

 

- ¿Ves cómo sigues siendo tú la sucia?- rio, dándole el típico codazo.

 

- ¿Yo?- resopló con cinismo divertido y no tuvo que sacudir la cabeza para obtener la reverencia de su amigo.

 

- Entonces… Señora Pavlovic, ¿qué puede decir en su defensa?

 

- Tengo personalidades múltiples

 

- Pav- suspiró graciosamente. – Ni me digas que estallo en lo que no te gustaría

 

- Nada que ver- frunció su ceño. – No he tenido nada con Sophia todavía

 

- ¿Te casaste con alguien con quien nunca has…?- se plantó a medio pasillo.

 

- En realidad, aparte de que fui al baño, salí a avisarte que la comida ya estaba por ser servida- resopló, dándole unas palmadas cariñosas en su hombro izquierdo.

 

- Pav, yo te conté de cuando la mujer de inglés me violó- y aquel recuerdo voló por la memoria de Emma, provocándole una risa al abrir la puerta ese día por la noche, noche en la que Elizabeth Arthur, la que impartía el curso de inglés para no-tan-de-nivel-medio durante el primer año, había, literalmente, ordeñado al joven en cuestión.

 

- Materia que aprobaste porque dejaste que te violara a su gusto todo el segundo semestre- rio. Materia que Emma no tuvo que llevar nunca durante toda la carrera a pesar de que sí hacía exámenes.

 

- Y así me enseñó a hablar inglés

 

- Y así hablo yo un poco más de griego- murmuró mientras abría la puerta y lo dejaba en estado de potencial explosión masculina al saberlo cierto. Así eran varias de las pláticas que tenían cuando jóvenes; graciosas, de insinuaciones, bastante sexuales sólo por hobby, por ser inmaduros o porque el tema les gustaba. Todos sabemos cómo es eso. 

Mas de EllieInsider

Antecedentes y Sucesiones - 28

Antecedentes y Sucesiones - 27

Antecedentes y Sucesiones - 26

Antecedentes y Sucesiones - 25

Antecedentes y Sucesiones - 24

Antecedentes y Sucesiones - 23

Antecedentes y Sucesiones - 22

Antecedentes y Sucesiones - 21

Antecedentes y Sucesiones - 20

Antecedentes y Sucesiones - 19

Antecedentes y Sucesiones - 18

Antecedentes y Sucesiones - 17

Antecedentes y Sucesiones - 16

Antecedentes y Sucesiones - 15

Antecedentes y Sucesiones 14

Antecedentes y Sucesiones - 12

Antecedentes y Sucesiones - 11

Antecedentes y Sucesiones - 10

Antecedentes y Sucesiones - 9

Antecedentes y Sucesiones - 8

Antecedentes y Sucesiones - 7

Antecedentes y Sucesiones - 6

Antecedentes y Sucesiones - 5

Antecedentes y Sucesiones - 4

El lado sexy de la Arquitectura (Obligatorio)

Antecedentes y Sucesiones - 3

Antecedentes y Sucesiones - 2

Antecedentes y Sucesiones - 1

El lado sexy de la Arquitectura 40

El lado sexy de la Arquitectura 39

El lado sexy de la Arquitectura 38

El lado sexy de la Arquitectura 37

El lado sexy de la Arquitectura 36

El lado sexy de la Arquitectura 35

El lado sexy de la Arquitectura 34

El lado sexy de la Arquitectura 33

El lado sexy de la Arquitectura 32

El lado sexy de la Arquitectura 31

El lado sexy de la Arquitectura 30

El lado sexy de la Arquitectura 29

El lado sexy de la Arquitectura 28

El lado sexy de la Arquitectura 27

El lado sexy de la Arquitectura 26

El lado sexy de la Arquitectura 25

El lado sexy de la Arquitectura 24

El lado sexy de la Arquitectura 23

El lado sexy de la Arquitectura 22

El lado sexy de la Arquitectura 21

El lado sexy de la Arquitectura 20

El lado sexy de la Arquitectura 19

El lado sexy de la Arquitectura 18

El lado sexy de la Arquitectura 17

El lado sexy de la Arquitectura 16

El lado sexy de la Arquitectura 15

El lado sexy de la Arquitectura 14

El lado sexy de la Arquitectura 13

El lado sexy de la Arquitectura 11

El lado sexy de la Arquitectura 12

El lado sexy de la Arquitectura 10

El lado sexy de la Arquitectura 9

El lado sexy de la Arquitectura 8

El lado sexy de la Arquitectura 7

El lado sexy de la Arquitectura 6

El lado sexy de la Arquitectura 5

El lado sexy de la Arquitectura 4

El lado sexy de la Arquitectura 3

El lado sexy de la Arquitectura 2

El lado sexy de la Arquitectura 1