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El lado sexy de la Arquitectura 33

en Lésbicos

- Buenas tardes- sonrió Volterra al entrar a su oficina, tras él venía un hombre de quizás treinta y cinco años, de buen parecido aunque daba pereza.

 

- Alec- sonrió Emma, poniéndose de pie, dejando a medias un diseño en SketchUp. – Buenas tardes

 

- Volterra- sonrió Sophia, dejando de hacer su creación en AutoCad.

 

- Vengo a presentarles a Clark Windham, el nuevo Ingeniero- sonrió, haciéndose a un lado para que Emma y Sophia vieran al distraído hombre tras él.

 

- Arquitecto Volterra, tiene una llamada urgente- se asomó Larissa, su secretaria.

 

- Conózcanse, relaciónense- murmuró. –Vuelvo en un minuto, sino, Emma o Sophia, por favor, relaciónenlo con el resto

 

- Como usted diga, Jefe- rió Sophia. – Mucho gusto, Sophia, Diseñadora de Interiores y muebles- sonrió, alcanzándole la mano a Clark.

 

- Mucho gusto, Sophia, Clark- sonrió nerviosamente, tratando de no verla a los ojos. – Ingeniero estructural y ambiental

 

– Bienvenido a bordo, y mucha suerte- sonrió Sophia.

 

-Sí, eso de la suerte la voy a necesitar- dijo.

 

- No es un mal ambiente de trabajo- rió Sophia. – Es muy relajado y flexible, ¿verdad, Arquitecta?- Emma asintió, quedándose de brazos cruzados, pues el tipo ese estaba un tanto distraído en analizar a Sophia de manera lasciva.

 

- Pero tengo referencias de que es muy difícil lidiar con la tal Arquitecta Pavlovic, que mi vida será difícil si llego a cuestionarla, ¿algún consejo para llevarme bien con ella?- sonrió, volviéndose a Emma con una sonrisa torpe. Sophia simplemente se rió nasalmente, aguantándose las ganas de reírse en su cara. – Perdón, qué grosero, mucho gusto- le alcanzó la mano a Emma.

 

- Emma Pavlovic- rió, sacudiendo su cabeza burlonamente mientras le estrechaba la mano, viendo al nuevo Ingeniero perder el color facial y toda fuerza de piernas. – Vienes de Bergman

 

- Perdón, de verdad, perdón- murmuró tartamudamente y se ruborizó.

 

- David Segrate no es la mejor fuente- sonrió, acordándose de que Phillip le había comentado algo sobre aquel estudio, acercándose a “Watch Group”, consultora para la que Phillip trabajaba, para que hicieran la misma intervención de reforma fiscal interna, la misma que habían hecho en Volterra-Pensabene, y fue algo por lo que Phillip tuvo que rechazar la oferta de trabajo, además, era una malísima paga, pues estaban en los suelos.

 

- Perdóneme, Arquitecta, de verdad- repitió.

 

- Ah, veo que ya conociste a mi Socia- sonrió Volterra, tomando a Clark por el hombro, Emma no borró su sonrisa burlona. – Bueno, creo que te presentaré al resto del Estudio, ya que conociste a mi sobrina- y le señaló a Sophia, pues lo hizo sólo por si se había interesado físicamente en ella, para hacerle saber que ella estaba fuera de su alcance. – Y a tu otra jefa…dime, ¿qué te ha parecido hasta ahora todo?- preguntó mientras se alejaba y cerraba la puerta tras él.

 

- Oye, ven aquí- dijo Sophia, caminando hacia Emma, bordeando su escritorio y la empujó delicadamente sobre su silla. – Gaby, cero llamadas y cero visitas, por favor- dijo Sophia por el intercomunicador. Se colocó sobre Emma, en su silla, que los rodos desplazaban la silla.

 

- ¿Qué haces?- murmuró Emma, viendo a Sophia abrirse su camisa mientras ella la tomaba por su trasero.

 

- Make me cum- sonrió, revelando su sostén negro strapless y el leve bronceado extra que todavía le quedaba después de las vacaciones.

 

- Aquí no, hay mucha gente- Sophia bajó su sostén y subió su falda, mostrándole a Emma una diminuta porción de encaje negro mientras su trasero era abusado por las caricias de su novia. – Eres irresistible- susurró, abrazándola por su diminuta cintura y trayéndola hacia ella, clavándose los pezones de Sophia entre sus labios, entre sus dientes, Sophia deteniéndola por la cabeza, apretando su mandíbula, como si eso iba a detener sus gemidos.

 

Y, succionando sus pezones suavemente, sintiendo la suavidad de ellos entre sus labios, masajeándolos con su lengua, hundiéndolos suavemente con ella, presionándolos, para luego succionarlos de nuevo, coqueteándoles con la punta de su nariz, excitándolos no sólo con su tacto, sino también con su tibia exhalación nasal, con sus lengüetazos verticales y los jugueteos circulares que a Sophia tanto le encantaban, y se notaba por la rigidez de sus ambos rosados pezones. Se despegó de sus pezones, siguiendo en la misma área, besando sus senos completamente, mordisqueándolos suavemente, simplemente inhalando su calor al abrazarla un poco más fuerte y, en una inyección de fuerza brutal, levantó a Sophia y, Sophia a ciegas apartando el teclado del ordenador para caer con gracia y firmeza sobre el escritorio, Emma hundiéndose en su cuello, embistiéndola suavemente de manera muy viril y masculina, besando sus labios, saboreando el recién aplicado lipstick, ese típico sabor espeso y aceitoso, con olor a maquillaje, un olor muy térreo.

 

- ¿Quieres correrte? ¿Aquí?- murmuró Emma, deteniendo sus embestidas y el beso.

 

- Por favor- suspiró, tomando a Emma por la cabeza y empujándola para que encontrara sus labios de nuevo.

 

Volvió a juguetear con los labios de Sophia, mordiendo suavemente el labio inferior, tirándolo entre sus dientes y soltándolo para luego besarla de nuevo, introducir suavemente su lengua en su cavidad bucal, acariciando suavemente su lengua mientras su mano derecha subía todavía más la falda de su novia, dejándosela a la cadera, todo para acariciar lentamente su muslo izquierdo, por el exterior y luego por el interior, por la parte inferior, ambas empezando a gemir mudamente a base de exhalaciones. Emma llevó sus manos sus manos a las caderas de Sophia y, alocada y desesperadamente, buscó los elásticos de su tanga, deslizándola por sus muslos, retirándose sólo para sacárselos del todo. Volvió a juntar el dénim de sus jeans con la entrepierna de Sophia, rozándola con aquella tela mientras trazaba un camino de besos por su cuello, mordisqueándolo a su paso, besando enmedio de sus senos y desviándose hacia los lados para retomar su labor con sus pezones, succionándolos suavemente y besando aquellos cortos y pequeñitos pezones, tratándolos con ternura mientras Sophia estaba ya al borde del colapso orgásmico por el roce de la tela del pantalón de Emma. Bajó por su abdomen, con besos y caricias con la punta de su nariz; mordisqueando aquella falta de grasa abdominal, todo hasta llegar a su vientre, en donde tomó las piernas de Sophia y, colocando sus manos, al reverso de sus rodillas, abrió sus piernas y las empujó en dirección al torso de Sophia, viendo los labios mayores de aquella Licenciada tan hinchados como nunca, bueno, del hinchado que le gustaba. Se acercó lentamente a su entrepierna y lamió su labio mayor izquierdo, luego el derecho, muy lento, de abajo hacia arriba, provocativa y lujuriosa, trayendo a Sophia a otro país, otro idioma, otra cultura, algo que sólo gritaba “sexo, orgasmo y placer”.

 

Acarició la línea divisoria de aquellos hinchados labios con la punta de su lengua, y Sophia empujó la cabeza de la Arquitecta para que se dejara de rodeos y se la comiera todita. Y Emma exhaló, por diversión, ante aquel empuje, acariciando con sus labios y su lengua los labios menores de su novia, que estaban de alguna manera empacados entre sus labios mayores, algo no muy común en ella, pues sus labios menores se asomaban con disimulo por entre sus labios mayores. Y los succionó, así como a ella le gustaba, saborearlos entre sus labios, acariciarlos con su lengua mientras los tenía atrapados,  y sólo los soltó para succionar su empapado clítoris que, al soltarlo, lo rozó con la punta de su nariz, inhalando el olor de aquella divinidad de jugos, el calor, su textura, haciendo que Sophia diera un brinco de sorpresa y de excitación, llevando a su boca un lápiz, el cual mordería para no gemir, o eso creía ella, pues sabía que no debía gemir, a veces las paredes escuchaban. Emma soltó sus piernas y se dedicó, sentada sobre su silla, con sus piernas cruzadas para no liberar sus jugos, a lamer y relamer, coquetear lingualmente con el clítoris hinchado de la única Licenciada a la que soportaba, a la que amaba con todo su ser, a la única persona que dejaría que jugara así con el día de trabajo, en un espacio laboralmente público; corriendo el mayor de los peligros. Introdujo su dedo del medio en Sophia, rozando a su paso su GSpot, provocándole un gemido suave a Sophia, quien detenía sus piernas en lo alto, así como Emma las había sostenido hacía un rato.

 

- Otro…- suspiró, expulsando antes el lápiz de entre sus dientes con ayuda de su lengua.

 

Y, como para Emma los deseos de Sophia eran órdenes, introdujo su dedo anular hasta lo más profundo que pudiera alcanzar, haciendo de Sophia un suspiro eterno y constante con piernas, jadeante ante cada penetración. Emma no era ninguna Santa y, si de hacer las cosas mal se trataba, había que hacerlas realmente mal, y realmente el “bien” y el “mal”, para aquella Arquitecta, era simplemente relativo y se confundía fácilmente, todo tenía que ver con la perspectiva que se escogía. Y, penetrándola sensual y profundamente, rozando su GSpot, haciendo que las caderas de Sophia se empezaran a descontrolar, haciendo el mismo movimiento circular que su lengua en su clítoris. Sophia gimió calladamente desde lo más profundo de sus entrañas y Emma bajó sus labios a su vagina, en donde sus dedos ya sólo se movían de arriba hacia abajo dentro de ella, para que, dos segundos después, Sophia intentara erguirse, un tanto sudada y roja de su pecho y su rostro, por el esfuerzo, mientras expulsaba una minúscula cantidad de lubricante directamente en los labios de Emma; quien los bebió con muchísimas más ganas que su habitual Pellegrino. Emma se recostó sobre la jadeante Afrodita que intentaba relajarse sobre su escritorio de nogal, y se dedicó a darle besos cortos y cariñosos a su vaporizada piel, acariciándola con el dorso de sus dedos, ah, lo que uno par de centímetros sobre el suelo podían hacer en esa ocasión.

 

- Arquitecta, aquí está Miss Roberts- dijo al teléfono. - ¿Puede entrar?

 

- Dame un momento- le respondió Emma, con una risa vergonzosa. – Vístete- sonrió para Sophia, irguiéndose junto con ella para ayudarle a vestirse.

 

- No tengo tanto tiempo para esperar- irrumpió Natasha en la oficina, sorprendiendo a Sophia, con el trasero desnudo, apoyado sobre la madera curada, Emma con sus manos en el pecho de Sophia mientras Sophia se arreglaba el cabello. – Woah, perdón- rió.

 

- Cállate y cierra la puerta- le gruñó Emma en tono cariñoso, Sophia sonrojada totalmente, no queriendo volverse.

 

- Ay, en serio, perdón- se sonrojó, Emma estallando en una risa y Sophia, por contagio, también. – Sexo en la oficina…- murmuró para sí misma. – Felicidades, han pasado el examen- rió, Emma y Sophia rieron apenadas, terminando de abotonar la camisa de la Licenciada.

 

- Quedamos a la cinco y media- sonrió Emma, ayudando a Sophia a bajarse del escritorio, mostrándole a Natasha aquella perfección de trasero desnudo.

 

- Son las cinco y media- repuso Natasha, no pudiendo evitar ver cómo Emma besaba a Sophia y la tomaba por su trasero, separando sus glúteos y mostrándole un poco más de intimidad que sólo algo que fácilmente podía imaginarse cuando se usaba bikini; que luego de separarlo un poco, por los restos de la lujuria y el cariñoso momento, bajó la falda de su novia, lentamente, sin despegar sus labios de los de la Licenciada.

 

- Pues, vámonos- sonrió, ayudándole a Sophia a meterle la camisa dentro de la falda.

 

- ¿No vas a ponerte nada abajo?- rió Natasha, refiriéndose a Sophia, apuntándole encima del ordenador, de donde colgaba su tanga.

 

- A eso voy

 

Sophia se colocó su tanga en el lugar en el que correspondía, con la incomodidad aprendida de caminar no sólo mojada, sino corrida, más porque sus labios menores se rozaban mutuamente con cada paso, pero intentó que no le afectara y salió junto a Emma y a Natasha, con bolso y teléfono en mano, en un desfile de competencia a la mejor vestida, Natasha molestando a Emma con la mirada, Emma sonrojándose, Natasha intentando borrar aquella imagen de las limpias profundidades de Sophia, que, por indiscreción o confidencia de Emma, sabía que ya Emma había irrumpido en ese agujero, no sólo con un dedo, sino con dos, que Emma no se dio cuenta en qué momento se lo confesó a Natasha; quizás fue cuando Natasha estaba considerando el sexo anal con Phillip, pues, su regalo de bodas, irónicamente el de la boda Religiosa, y, al escuchar que a Sophia, quien le parecía a veces que era un tanto mimada, demasiado. Se subieron al auto con el chofer de Natasha, como todos los días últimamente, pues, desde que Emma trabajaba casi a diario en el apartamento de los futuros Noltenius, que casi que ella misma pintaba las paredes y curaba los pisos de madera o colocaba las alfombras de aquel Penthouse, solían cenar los cuatro juntos, considerando ya la idea para cuando vivieran a no menos de ochocientos metros de distancia. Se dirigieron al lugar más temido por Natasha y por todas las novias de todos los tiempos: a la última prueba del vestido de novia; que debía ser blanco aunque Natasha siempre dijo que se casaría de celeste muy pálido o de beige, pero Margaret y Katherine, su futura suegra, habían insistido en ello.

 

- Bienvenida Miss Roberts- sonrió la recepcionista del Vera Wang Atelier. – Pase adelante, Shoshana ya está esperándola- y le indicó que pasara al probador. – Miss Pavlovic y Miss Rialto, sus vestidos ya están listos, se los entregaré al finalizar la prueba, están en planchado todavía, pasen adelante, por favor- y las dirigió a la misma sala que a Natasha.

 

- ¿Estás bien?- susurró Emma para Sophia mientras caminaban por el pasillo hacia la sala de prueba.

 

- Si es por lo de Natasha, estoy bien, al final, creo que me agradó que fuera ella y no Volterra o alguien más, Arquitecta- resopló, acordándose del imbécil de Clark.

 

- No sé si la oficina sea el mejor lugar para eso

 

- Perdón, sólo no me aguanté las ganas- murmuró, llegando a la sala y viendo a Natasha sonreírle a su teléfono.

 

- No me pidas perdón por eso, me importa más que tú estés bien- y se contuvo las ganas para darle un beso en la frente y abrazarla para reconfortarla, aunque no se sentía mal, según lo que Sophia le había dicho.

 

- Miss Roberts- sonrió Shoshana, empujando el perchero con aquel vestido blanco que seguramente haría que PageSix reventara en críticas; en envidiosas y en aduladoras. – ¿Lista para sorprendernos?

 

Emma y Sophia se sentaron en aquel cómodo sofá de cuero blanco, Emma recostando su cabeza sobre el regazo de Sophia mientras ella jugaba con su cabello y Emma se encargaba de retirar sus Sergio Rossi de piel de pitón negra del cuero blanco para no ensuciarlo. Veían a Natasha desvestirse sin pudor, retirar su pantalón Alexandre Plokhov de cuero negro luego de haberse quitado sus Louboutin Aborina, para quitarse su chaqueta gris Isabel Marant y su camisa blanca, quedándose únicamente en un G-String turquesa y en su sostén blanco; ninguna ciencia elitista en lo estético en ese ámbito, pues su ropa interior la tomaba a ciegas y recién despierta, más porque estaba ordenada por colores. Entre Shoshana y una más, bajaron aquel vestido lleno de encaje blanco, con una minúscula cola que daría mucho material sobre qué hablar, pues quizás dirían que no era ni lo suficientemente larga para ser cola, ni lo suficientemente corta para no serlo, y, con ayuda de aquellas dos mujeres se metió en él, quitando su sostén para no revelarles más de lo que ya habían visto, y colocarse el busto del vestido en su lugar. Emma se tuvo que sentar, pues, aún sin cerrarlo, sin maquillaje, sin peinado y sin St. Patrick’s Cathedral, aún sin las joyas de la familia, se veía espectacular. Natasha se subió a la plataforma junto con Shoshana, quien comenzó a subirle la cremallera lateral.

 

- Miss Roberts, disculpe la pregunta pero, ¿está embarazada?- murmuró Shoshana, haciendo que Sophia y Emma se volvieran a ver en sorpresa y luego vieran a Natasha. “¿Embarazada?” le preguntó Emma con la mirada.

 

- No, no estoy embarazada, Shoshana, ¿por qué?- espetó, frunciendo su seño.

 

- Está gordita, Miss Roberts- sonrió, palpándole el abdomen inflado.

 

- ¿Gordita?- resopló Natasha, incrédula.

 

- Pues, usted sabe, pasada de peso, rebalsando, gorda- y ese “gorda” fue tan eterno como una clase de “Psicoanálisis en los Medios Interactivos”, la “o” en especial, eterna, la “r” tosca, como si fuera rusa, y la “a”, como si tuviera una “h” que le seguía, con vulgaridad, con asco.

 

- Yo no estoy gorda- siseó enojada. – Suba la mierda esa ya- exhortó, refiriéndose a la cremallera, la cual, tras Natasha respirar hondo y aplanar el abdomen, cerró. – Gorda…ahí está su gorda- dijo, indignada hasta los huesos, levantándose su vestido para subirse a sus Manolo Blahnik Swan azul marino con un tremendo detalle en cristales de Swarovski.

 

- Ella, Darling- entró Vera a la sala. – Te ves preciosa- sonrió, dándole dos besos, uno en cada mejilla. – Tienes muy buen gusto- dijo, bajando sus gafas y extendiendo una chaqueta de encaje que iría por encima del vestido.

 

- ¿Estoy gorda?- le preguntó Natasha a Vera.

 

- Quizás quieras bajar un poquito de pesa, tienes tiempo todavía, querida Ella- sonrió, poniéndole la chaqueta encima. – Es la mejor explosión de encaje que he hecho, tiene estilo y clase, tienes buen gusto- rió.

 

- Si, ¿verdad?- siseó, viéndose en el espejo. – Ya, sáquenme de esta cosa- refunfuñó enojada, bajándose ella misma la cremallera y al mismo tiempo saliéndose de su chaqueta. – Que me cobren los cinco mil que me faltaban, ahorita- exhortó, vaya genio.- No, no, yo puedo sola- le dijo a Shoshana, haciendo que saliera de la sala. - ¿Gorda? ¿Yo? ¿Que está ciega la tal Chochana? ¿Me ven gorda?- refunfuñó. - ¿Estoy gorda? ¿Me veo gorda?

 

- No, Natasha, no estás gorda- dijo Emma, intentando no reírse, acercándose a ella para ayudarle con el vestido.

 

- Nate, estás bien, esas quieren que estés “Starving-to-death-skinny”, te ves preciosa en tu vestido

 

- ¡Gorda…Gorda ella, gorda su madre, gorda su abuela!- gruñó, casi saltándosele la vena de la frente del enojo. - ¡Gorda toda su puta estirpe! ¡Yo no estoy gorda!

 

- Ya, Nicole Richie- bromeó, haciendo alusión a un nivel de famosa anorexia notable. – No estás gorda, estás muy bien

 

- Vera me dijo que podía rebajar más- sollozó, con sus ojos ya llenos de lágrimas, sollozando con el pecho desnudo, quejándose de las injusticias de la vida bascular.

 

- Amor- dijo Sophia, sentándose a la par de una parcialmente desnuda Natasha. – Estás como Dios manda…mira a Vera: petisa, pie pequeño, nada guapa…

 

- Tú estás para que Phillip se chupe los dedos- sonrió Emma, poniéndole el sostén en su lugar para abrochárselo por la espalda.

 

- La puta ciega esa me vio gorda- rezongó de nuevo, con ademanes furiosos.

 

- Pues, por eso te dijo así, porque está ciega- sonrió Sophia, dándole un beso en el hombro. – Yo diría que estás hasta muy flaca, amor- murmuró, ayudándola a ponerse de pie.

 

- Y pensar que les estoy pagando miles de dólares…

 

- Claramente no les pagas para que te adulen- rió Emma, dándole un beso en su cabeza y alcanzándole su camisa.

 

- ¡Vera!- llamó, metiéndose en su camisa a la manera furiosa, estirándola del cuello más de lo que ya estaba y tomando su pantalón de las manos de Emma.

 

- Dime, Ella, ¿decidiste algo sobre el velo?- emergió Vera de un sorpresivo segundo.

 

- No, ningún velo, te quería pedir que lo redujeras una pulgada más- sonrió, metiéndose en el pantalón y buscando con la mirada sus Stilettos.

 

- ¿Estás segura? ¿Vas a poder bajar cinco libras más?- preguntó, volviendo a ver a Emma y a Sophia, quienes se sonreían mutuamente.

 

- Sólo hazlo, ¿si?- dijo, tomando sus Stilettos por las agujas, su bolso y su chaqueta. – Que carguen los me-importa-un-bledo-cuántos-miles a mi cuenta- dijo, retirándose por el pasillo.

 

- Creo que está teniendo un día femenino- dijo Vera, enrollando sus ojos. – Ya me había impresionado lo inofensiva que era, nunca he tenido una novia tan tranquila, era mi primera vez- sonrió, quitándose sus gafas de nuevo para limpiarlas con la cachemira de su típico suéter negro, luego se las volvió a poner. – Y todavía ha sido la más respetuosa- rió.

 

- Una disculpa ajena no está nunca de más- rió Emma. – Muchas gracias, Vera- guiñó su ojo, estrechándole la mano. – Vamos tras la fiera, Princesa- le murmuró a Sophia, todavía en presencia de Vera.

 

- Buena suerte, Madrina de Honor

 

El chofer de Natasha recogía los vestidos de Emma y Sophia, enfundados en una bolsa de cuero sintético negro, que, fuera del Atelier, estaba Natasha, fumando compulsivamente, de un cigarrillo en cada mano, que de disfrutarlos no había ni la más mínima de las señales, que sólo inhalaba por inhalar, y exhalaba sin disfrutar. Esa vena no se relajaba. Emma se demoró por estar pagando la última cuota de su vestido, Sophia pagaba el suyo por aparte; pues, de un tiempo acá, Sophia ya tenía más libertad de gastos personales, Emma le daba más espacio, además, Sophia, de diciembre hacia mayo, mes presente, no había habido un mes en el que no tuviera al menos un trabajo, ya podía darse lujos por su cuenta, ayudar con las últimas dos cuotas del apartamento de Emma, que el apartamento de Emma, con razón Emma lo había comprado, estaba en el corazón de Manhattan, y no Times Square, sino que: Central Park, The Plaza, la Quinta Avenida y Barneys y Bergdorf Goodman a sus alrededores, y ahora podía comprarse sus cosas con su dinero, quizás no tantas como Emma, que salía con cuatro o cinco bolsas cada vez, pero sí las que le gustaban; y, según Emma y Oskar, y Natasha también por adición, el gusto de Sophia por fin había madurado y estaba en su apogeo estilístico.

 

- Yo sabía que no debía irme con Vera y su séquito de ciegas- renegaba Natasha al teléfono. – Primero, me dice que soy dueña de mi vestido y blah, blah, blah, luego que no, que ella no hace encaje, me cobra diez mil dólares porque la tela la trae de España, que costaba quinientos dólares el metro, que fácilmente la podía traer yo, pero no, simplemente no- continuaba, parecía que hablaba sola, como en un estado de pre-locura. – Me cobra cinco mil dólares por cada prueba que me hago, sólo en eso son veinte mil dólares, porque cinco minutos para tomarme las medidas así de caro es, más el precio de corte y confección, más el precio de la funda y tintorería, y ahora me quiere cobrar tres mil dólares más porque le dije que lo ajustara todavía una pulgada más porque me dijo gorda, ¡Mamá, no estoy gorda!- gritó llamando la atención de todo peatón a su alrededor. – Y, por su fuera poco, me llama Ella, ¿tú sabes cuánto odio eso?... Si me hubiera ido con Donna o con Donatella, nada de esto me hubiera pasado, y me lo hubieran hecho…¡sin decirme que estoy gorda!- gruñó.

 

- Natasha, cálmate, por Dios- suspiró Margaret, al teléfono. – Estás bien, hasta demasiado delgada, ve y dile que no lo ajuste esa pulgada y ya, ¿entendido?

 

- No me voy a retractar ahorita, Santa Madre- se burló, en una risa histérica que no mostraba más que su descontento psicológico y acomplejado. 

 

- ¿Quieres que la llame yo?- espetó, haciendo que Natasha se asustara.

 

- No, rebajaré, tengo unos días todavía…además, si quieres llamarle, llámale para decirle que me llame “Natasha”, así como Donna y Donatella

 

- Olvídalo, no la llamaré para eso- rió sarcásticamente. – Ya entendí que no estás contenta con tu supuesto sobrepeso…

 

- ¿Y qué sugieres que haga? ¿Qué compre fuegos artificiales para celebrar que no me han dicho anoréxica?- terminó de fumar sus cigarrillos y buscó otro en la cajetilla pero, oh, sorpresa, no tenía más.

 

- Natasha, supéralo de una buena vez, que gorda no estás- dijo Margaret, en aquel tono en el que sólo una mamá desesperada puede hacer. – Puedes hacerte una liposucción si eso te hace sentir mejor- sugirió, con el mismo tono cínico.

 

- ¿Sanaría para la boda?- preguntó, considerando la idea como posible procedimiento, el primero de índole quirúrgica.

 

- Eat some french fries and get over the fact that, according to your outrageous and ridiculous self-awareness, that you’re obese…because you’re not, ok?- la regañó, típico de una mamá. Emma y Sophia salieron del Atelier, justo para encontrarse a una Natasha más relajada después del regaño de Margaret.

 

- Está bien- murmuró, admitiendo su derrota. – Lo haré

 

- Bien, cálmate y rebaja esas libras que tienes de más- rió, molestándola y colgó antes de que Natasha pudiera explotarle a ella.

 

- ¿McDonald’s?- sonrió Natasha, volviendo a ver al par de mujeres, con mirada de frustración hambrienta. – No me miren así, yo invito

 

- Cualquiera de nosotras puede pagar tu botella de agua y la manzana- rió Emma, notando en Natasha una mirada de potencial asesinato.

 

- No para la cantidad de Chicken McBites y unas enormes french fries y mi Angus Mushroom and Swiss…y no me vean así, no estoy loca, es el antojo, ha de ser porque estoy en completo desangramiento femenino- suspiró, cayendo con su frente sobre el hombro de Emma.

 

- Tú no estás gorda- rió Sophia a carcajadas.

 

- Oye, Sophia, no hablemos más de eso, por favor- sonrió Emma, con aquella sonrisa de “no toques las finas hebras de un complejo femenino de esa manera tan escueta”.

 

- No, digo, tú no estás gorda, estás hinchada por tu “desangramiento femenino”- dijo, citándola y riéndose al mismo tiempo.

 

- Oh…- murmuró Emma. – Eso tiene sentido, Natalia- rió, elevando rápidamente su hombro para que se irguiera.

 

- Sophia, eres una genio

 

- Ya lo sé- sonrió egocéntricamente, haciendo que Emma simplemente quisiera arrojarse sobre ella y besarla y hacerle el amor en plena vista pública. – Y, como soy tan genio y McDonald’s no es mi lugar favorito para comer…

 

- ¿Ah, no?- corearon las otras dos, abriendo anchamente los ojos.

 

- Pues, tal vez podríamos cocinar algo- sugirió Sophia.

 

- ¿Cocinar?- se preguntó Natasha. – Sophia, amor, yo sólo sé hervir agua para hacer alguna sopa instantánea o pasta

 

- ¿Quieres cocinar? – murmuró Emma, tomándola de la mano.

 

- Pues, podríamos comprar un poco de pan, Provolone, rib-eye, cebollas y green bell peppers y hacer Philly Cheese Steak Sandwiches- y, a medida que Sophia decía todo eso, las glándulas salivales de Emma y Natasha se aflojaban y las hacían salivar como nunca antes.

 

- ¡Hugh!- llamó Natasha, sin quitarle la vista de encima a Sophia.

 

- Miss Roberts- se acercó, pues había estado parado frente a la puerta trasera de aquel Mercedes, esperando a que las tres Señoritas se quisieran subir al auto. - ¿Qué puedo hacer por usted?

 

- Caminaremos hasta Kips Bay- murmuró.

 

- Pero, Miss Roberts, se tardaría una hora, quizás más, yo la llevo- sonrió preocupadamente aquel hombre de cuarenta y tres años.

 

- Entonces iremos a donde Emma- sonrió, volviéndose a él por fin. – Necesito que vaya a Agata and Valentina, sobre la primera y setenta y ocho, y compre seis libras de Rib-Eye Steak para Philly Cheese, dos libras de Provolone, ocho Italian Hero que estén frescos, dos cebollas, dos pimientos verdes, una bolsa de patatas hervidas, una cajita de Porcini y dos six packs de Urqell, por favor- y le alcanzó sólo tres billetes. – Y Ben & Jerry’s, por favor, Cookie Dough, Peach Cobbler, Cinnamon Buns y el Caramel Chunk, creo que con lo que le dí, bastaría, y, pues, con lo que sobre, cómprese lo que guste de comer, por favor- y se acercó a él para darle un beso rápido en la mejilla. – Gracias

 

- Eres una consentida- rió Emma, esperando a que Hugh se metiera al auto. - ¿Seis libras? Con eso alimentamos a África- bromeó.

 

- Ah, pero es que Natasha ya alimentó a África cuando Phillip se quitó la camisa- rió Sophia, sintiendo la mano de Emma tomar la suya, en plena Madison Avenue, sintió que le faltó el aire, todavía tuvo que agachar la mirada para corroborar con sus ojos lo que su mano sentía.

 

- Ay, bueno, a mi hombre no lo iban a ver sin pantalones- se justificó, colocándose su mascada Armand Diradourian amarilla alrededor de su cuello, con pereza, apenas para no andarla en la mano, pues la había sacado para pescar su iPhone y su  cajetilla de cigarrillos.

 

- Corrección, no era tu hombre….todavía- rió Emma, entrelazando sus dedos con los de Sophia. – Y pensar que lo hizo por amor

 

- ¿Amor a quién?- rió Sophia.

 

- Pues, obviamente que a la filantropía- se carcajeó Natasha, imitando el acento británico de Emma.

 

- Al menos no tuve a un tipo acosándome, no te burles- dijo Emma, afianzando su mano a la de Sophia.

 

- Acosador o no, en menos de dos semanas será mi esposo ante la ley y en menos de tres ante Dios…y no tiene disfunción eréctil- se burló, descarada y abiertamente, dándole a Sophia un poco de material nuevo.

 

- ¿Quién tenía disfunción eréctil?- preguntó, sintiendo el pulgar de Emma acariciando el suyo.

 

- El mismo hijueputa con complejo de Edipo que sufría de Hifefilia- rió Natasha nuevamente a carcajadas.

 

- ¿Complejo de Edipo? ¿Hifefilia?- murmuró Sophia, no notando ningún cambio en Emma.

 

- El complejo de Edipo está claro- dijo Emma, volviendo a ver a Natasha por delante de Sophia, pues caminaban las tres en la misma línea. - ¿Hifefilia?

 

- Tipo de Fetiche en el que una persona obtiene excitación al poseer un objeto ajeno, en este caso, las tangas de tu novia

 

- ¿Tus tangas?- tartamudeó, volviendo a ver a Emma, viéndola asentir y sintiendo a Natasha asentir tras ella. – Supongo que hablamos de Fred, ¿no?

 

- Sólo de él vale la pena hablar…- susurró Natasha.

 

- Ni de él- la corrigió Emma, entrando en un momento de ansiedad enorme en el que tuvo que soltar a Sophia. – Y ya que estamos en conversación incómoda- dijo, dibujando una sonrisa. - ¿Por qué no hablamos sobre tu ex?

 

- ¿Tu ex?- preguntó Sophia. – ¿Who the fuck es tu ex?

 

- Pues si vamos a hablar de mi ex, hablemos de tu ex-ex, ¿cómo la ves, Emma?- dijo Natasha, deteniendo el paso y encarándola totalmente, omitiendo la presencia de Sophia.

 

- Entonces hablemos de pecado puro, Ella Natasha- gruñó Emma, haciendo ese particular ademán demandante con su mano derecha por el aire, empujándola hacia adelante, obviamente ese “Ella Natasha” era de ira profunda.

 

- ¿Cómo me llamaste, Emmanuelle?- gruñó Natasha de regreso, con sus ojos entreabiertos.

 

- Cálmense- murmuró Sophia, obteniendo dos miradas aniquiladoras que sintió como si le atravesaran el cuerpo, como si quisieran matarla, que decían “cállate”.

 

- Tú empezaste- dijo, elevando la voz, algo que no era usual en Emma, algo que simplemente no sucedía. – Tú trajiste a Fred, tú trajiste al otro imbécil

 

- Sí, y tú a mi ex y a eso- repuso, acercándose físicamente a Emma.

 

- ¿Eso? ¿Qué es eso?- susurró Sophia, algo le decía que “eso” no era nada bueno.

 

- Odio cuando estás en tus días, que te sientas tan miserable que tengas que sacarme mis únicos dos defectos que no han sido mi culpa- dijo Emma, en ese acento tosco y seco, sonaba a regaño.

 

- Tuviste tanta culpa como yo con los míos- explotó, dibujando un “perra” con sus labios.

 

- ¿Cómo me dijiste?- siseó Emma, entrecerrando sus ojos y acercando su rostro al de ella.

 

- Tú leíste mis labios, o ¿estás tan ciega?

 

- Ciega estás tú, tremenda…- se burló, haciendo referencia al Atelier, dibujando un “obesa” con sus labios.

 

- ¡Perra!- gritó Natasha.

 

- ¡Perra pero no obesa!- gritó Emma de regreso.

 

- Enough!- estalló Sophia, dejándolas en estado mudo y con sus miradas asombradas en la suya. – Las dos, ¡ya basta!- gritó de nuevo. - ¡Parecen niñas!- gruñó. – Me importa un bledo quién sea tu ex-ex, o Fred, o tu ex, Natasha, o “eso”, supérenlo ya, superen el hecho de que una sea perra- y vio a Emma. – Y la otra obesa- vio a Natasha. – Emma, pídele perdón

 

- ¿Yo?- murmuró.

 

- No conozco a otra Emma en este trío- gruñó, haciendo con sus manos un gesto de estrangulación humana.

 

- Emma Pavlovic no pide perdón, porque su ego es demasiado grande- rió Natasha.

 

- Y Natasha Roberts tampoco pide perdón, porque nunca hace algo malo- rió Emma.

 

- Ay, ¿saben qué?- gruñó Sophia, afianzándose de su bolso. – Son unas come mierda, y si no conocen el término, pues búsquenlo en la puta Wikipedia- y dio un paso hacia adelante. – Y me voy a la mierda, búsquenlo por si tampoco saben la gravedad de mi cabreo, ¡con las dos!- y siguió caminando, taconeando en sus Aborina Louboutin negros, con sus manos aferradas en cólera al cuero de su bolso.

 

- ¿Bottega?- murmuró Natasha, refiriéndose al bolso.

 

- Zagliani- susurró Emma.

 

- Muy bonito bolso, ¿gusto tuyo?

 

- No, yo no visto a Sophia, ella se compra su propia ropa, ella sola se viste

 

- Fashion Improvement al máximo- sonrió Natasha. – Oye…¿de verdad piensas que no hago cosas malas?

 

- No haces cosas malas, te pasan cosas malas nada más- sonrió, acariciándole el hombro, viéndola ya con ternura, como si ese regaño de Sophia les hubiera servido como golpe en la cabeza.

 

- Tú si pides perdón…- murmuró Natasha, bajando la cabeza. – Me has pedido perdón dos veces, o tres…y sólo en lo que va del año

 

- Ojalá y Sophia se hubiera quedado, para que fuera testigo de cómo nosotras nos pedimos perdón…

 

- ¿Qué vamos a hacer con ella?

 

- ¿Vamos? Tú no duermes con ella…- rió Emma, abrazándola por el hombro, viendo a una Sophia caminar ya muy lejos, a punto de cruzar hacia la izquierda, pero antes, Emma vio cómo Sophia se detuvo, paseó su mano por el cuello y lo aflojó de lado a lado sin quitar su mano. – Sabes…a veces creo que Sophia se junta demasiado con Volterra

 

- ¿Por qué lo dices?- murmuró Natasha, reanudando la marcha.

 

- Se le contagian los ademanes- sonrió. – Anyway…tengo que ver cómo contentar a Sophia, seguro la cólera no se le pasa de aquí a ocho cuadras

 

- Son catorce- rió Natasha, buscando un cigarrillo en su bolso, que no encontró.

 

- Wow, como si seis cuadras más le van a dar tranquilidad

 

- We really messed it up, didn’t we?

 

- Oh yeah

 

- Sabes, quizás no ayude en nada, pero quizás podríamos darle un small feedback sobre…pues, sobre lo que peleábamos

 

- O quizás Phillip  puede ayudar- sonrió Emma, deteniendo a Natasha, pues el semáforo peatonal había dado rojo. - ¡Phillip!- siseó, buscando su iPhone en su bolso.

 

- ¿Qué pasó con mi hombre?

 

- Necesito saber si encontró lo que le pedí

 

- ¿Qué le pediste? Oye, esas complicidades secretas que ustedes se traen a veces, me asustan- sonrió, viendo que no venía auto alguno y haló a Emma para cruzar la calle; como todo neoyorquino, como todo humano.

 

- Que le regalara a Sophia un libro de “Willpower”- y marcó el número de Phillip, esperando a que le contestara, caminando apresuradamente  calle a calle, pero sin pasarse a Madison Avenue, que nunca se podían explicar por qué les gustaba más Park que Madison entre la ochenta y la setenta, cosas traumáticas imaginadas y sin resolver. – Felipe, soy yo

 

- ¿Quién yo?- bromeó, sabiendo obviamente que era Emma, pues al iPhone ya sólo le faltaba crear un holograma de la persona.

 

- Felipe, no tengo ni tiempo ni paciencia, ¿tienes el libro?

 

- Sí, Arquitecta…sólo que tengo un problema, es un buen libro, no sé por qué se lo quieres dar a Sophia, pero el título es raro, pues, creo que está mal escrito

 

- ¿Por qué? ¿Qué tiene?

 

- Dice “Will” todo grandototote y está separado por un guión, y abajito dice “power” todo pequeñito

 

- Eso no importa, hermano, lo que importa es que sea sobre Willpower

 

- Ay, que a veces no te entiendo, tremenda loca

 

- Oye, no me digas algo que ya sé…cena en mi apartamento en una hora

 

- Ya estoy aquí, esperando a algún alma caritativa que conozca me abra la puerta de tu aposento

 

- Sophia ya va a llegar, tranquilo

 

- ¿Sophia no está contigo?

 

- No, sólo voy con tu histérica mujer, Sophia se enojó con nosotras y se adelantó

 

- No te preocupes, yo la amansaré- rió Phillip, aflojándose su corbata azul a diminutos puntos blancos sobre aquella camisa color lavanda envuelta en su traje Ralph Lauren gris carbón y que se adornaba de los zapatos Ermenegildo Zegna que Natasha le había insistido que comprara, más bien, que los tenía porque Natasha lo había convencido, a través del sexo, de que se los comprara.

 

- Oye, más respeto, que Sophia no es animal

 

- Lo siento- se sonrojó, pues no le gustaba tratar mal a Sophia, no soportaba la idea de irrespetarla, simplemente la adoraba. – Por cierto, traje lo otro que me pediste

 

- Gracias, te veo en unos minutos- colgó. – Por cierto- le dijo a Natasha, quien no estaba a su lado. Cuando se volvió, la vio comprando una cajetilla de cigarrillos, tratando de quitarles el empaque plástico, abriendo la cajetilla y sacando un cigarrillo, el cual, por tener las manos ocupadas, el vendedor tuvo que encendérselo. – Tienes un serio problema de ansiedad- le dijo en cuanto Natasha la alcanzó, viendo que sacaba los cigarrillos de la cajetilla y pasándolos a la cajetilla que le había regalado Phillip para Valentine’s Day; algo que Emma había diseñado pero que él había armado: era una estructura de lego, pues a Phillip le encantaban los legos, y, al ver que a Natasha siempre se le arruinaban cajetillas completas por la variedad de cosas que rodaban en el interior de su bolso, que le pidió ayuda a Emma, que le diseñara una cajetilla en el que cupieran los veinte cigarrillos, que se pudiera cerrar, y que tuviera un compartimiento para el encendedor; porque Natasha se tardaba más buscando el encendedor que fumando el bendito cigarrillo.

 

- Lo sé, son los nervios de la boda- dijo, colocando cada cigarrillo con suma precaución en aquella estructura blanca con rojo que era muy similar a una cajetilla de Marlboro Rojo.

 

- Por cierto, ¿qué has pensado de tu despedida de soltera?

 

- Je pensé que c’est stupide

 

- ¿Por qué?- rió Emma, viendo a Natasha batallar con su cigarrillo entre sus labios y con sus manos llenas, por estar colocando los cigarrillos en la otra cajetilla, uno por uno, y se compadeció, pues le tomó el cigarrillo de los labios para que pudiera respirar aquel puro aire neoyorquino.

 

- Pues, es una despedida de soltera, ¿no deberían hacer antes de tener novio? Digo, soltera no estuve- rió.

 

- Pues, tienes un buen punto, lo admito, pero, mi pregunta implicaba, ¿qué quieres hacer? No que me dieras una explicación etimológica- y le alcanzó el cigarrillo para que volviera a inhalar, pues no se lo dejaría entre los labios, le daba demasiada risa cuando Natasha intentaba hablar con un cigarrillo en los labios. - ¿Quieres que invite a Julie, a Adrienne, a Vanessa, a quiénes?

 

- Creo que esta cultura tiene ese agujero, el concepto de la despedida esa, yo no quiero un Stripper, tampoco jello shots en forma de pene…mucho menos una torta con forma de pene

 

- Tú sabes que mi gusto no es tan…ordinario, digámoslo así

 

- No lo es, por eso quisiera sólo quizás hacer un brunch con todas ellas, pero sólo para que no se resientan conmigo

 

- ¿Qué quieres y dónde?

 

- Bottomless Margarita Brunch para que no gastes mucho en la misma gente que me va a criticar al día siguiente, a las once…

 

- Pues, dime a quiénes quieres que invite- rió, volviendo a ponerle el cigarrillo en los labios y entrando a la calle sesenta y nueve.

 

- Pues Sophia y tú, si ustedes no llegan, me quedo emborrachándome en tu apartamento…y luego a Julie y a Vanessa, sino rodará mi cabeza antes de que pueda bajarme del Bentley frente a St. Patrick’s Cathedral, y luego Adrienne, las dos primas de Phillip; Sabrina y Beatrix, Alexis quizás, la Junior de Recursos Humanos

 

- Sí, por la que me cambiaste- rió Emma, volviéndole a poner el cigarrillo.

 

- Dramática…

 

- Ay, el burro hablando de orejas- se carcajeó Emma.

 

- Ya, ya, no volvamos al tema

 

- ¿Quién más?

 

- Las sobrinas de papá, Olivia, Violet y Consuelo

 

- O sea tus primas- rió Emma, sabiendo exactamente por qué Natasha hacía la distinción.

 

- Sobrinas de papá nada más- repuso, cerrando la cajetilla por fin y arrojándola en lo profundo de su bolso, arrojando la cajetilla de Marlboro Light a la basura de la esquina, alistándose para incorporarse a Madison de nuevo.

 

- ¿Y por la noche?

 

- Emborracharme contigo y con Sophia, no quiero a nadie más, sólo la tres, con Grey Goose, comida chatarra, tú sabes

 

- Sin ofenderte, no quieres engordar tanto, acuérdate que le dijiste a Vera que le diera todavía una pulgada menos

 

- Pues, claro, lo sé, pero como si el vestido me quedó bien con mi hinchazón, sin ella me quedará bien, no me sentía incómoda ni nada, lo juro

 

- Está bien, Nate, como tú digas

 

Y caminaron hasta la sesenta y dos, en donde entraron por la parte de atrás al edificio de Emma, que la entrada principal era en la sesenta y uno, pero a Emma le gustaba entrar más por atrás, pues siempre había fotógrafos debido a que había un rumor que Jerry Seinfeld vivía en el edificio, aunque, hasta donde Emma sabía, no vivía ahí y los primeros dos pisos eran oficinas, luego, cuatro apartamentos por piso, que en el tercer piso sólo había dos; el de Marjorie, que trabajaba en “Chicago”, y el de Christian, que vivía con otro compañero, que ambos bailaban en “Jersey Boys”, luego, los próximos cuatro pisos eran de banqueros, luego en el que vivía Mr. Kramer, un judío que se había retirado a los cuarenta años de quién sabe qué profesión que lo dejaba vivir como rey, con el piso para él solo, pues en el octavo piso estaba el área de gimnasio común, sauna y jacuzzi, que nadie nunca utilizaba, luego un piso de abogados, en el décimo piso Mr. Smith, otro banquero, y Mrs. Brock, que tenía un apartamento para vivir y el otro como clínica de Psicología y Psiquiatría, luego, en el onceavo piso, el apartamento de Emma y el de Maureen Dowd, columnista del New York Times, y, en el Penthouse, Mrs. Davis, quien era cantante de ópera, o así decía ella, pero se había retirado tras las trágicas secuelas del sobrepeso del divorcio.

 

- Por cierto, ¿sexo en la oficina?- murmuró Natasha, terminándose su segundo cigarrillo frente a la puerta trasera.

 

- It just happened- se excusó Emma, buscando a Józef con la mirada.

 

- Si sabes que eso es ilegal, ¿no?

 

- Habla la experiencia- rió Emma, encontrando a Józef. – Józef, buenas noches- sonrió, caminando hacia él.

 

- Buenas noches, Señorita Pavlovic- dijo, en aquel acento polaco muy marcado, pero que le daba cierta ternura a Emma, pues Józef no tenía ni veinticinco años, había empezado a los veinte como suplente de Ramy, el otro portero, y, a partir de junio, Józef sería el asistente del conserje del edificio. - ¿Se le ofrece algo?

 

- Quería saber si Sophia ya vino, por favor

 

- Por aquí no ha entrado, Señorita Pavlovic, pero déjeme confirmar con Sergei en la otra puerta- sonrió, volviéndose al escritorio principal para llamar a Sergei. Natasha apagó el cigarrillo en la arena del basurero y caminó hacia Emma, tomándola por los hombros con ambas manos y reposando su mejilla izquierda sobre su hombro izquierdo. – Señorita Pavlovic, Sergei dice que sí, que su novia ya subió, y que subió con el Señor Noltenius- dijo, sonriendo para Natasha, pues ya sabía, por deducción, que Natasha y él eran algo, pues, no había mucho que deducir si siempre se besaban en los ascensores, por lo mismo que sabía de Emma y Sophia.

 

- Muchísimas gracias, Józef- sonrió Emma, alcanzándole un billete de cincuenta dólares. – Come algo, por favor, te ves muy flaco- y Józef le tomó el billete en medio de estado ruborizado.

 

- Muchas gracias, Arquitecta

 

- Buenas noches, Józef…– sonrió, empezando a caminar.

 

Józef agachó la cabeza, todavía ruborizado, porque Emma, la mujer más guapa de todo el edificio y que él conocía de su existencia, le había dicho que estaba muy flaco, y también porque no le gustaba tomar dinero de los propietarios, por algo pagaban mensualmente una cuota de mantenimiento y seguridad, pero Emma ya le había logrado ganar, pues, una vez, hacía unos dos años, quizás menos, le había querido dar propina por haberle ayudado a subir un enorme paquete, y él se había rehusado a aceptar aquel único billete de diez dólares que Emma tenía en líquido para darle, y, por ser época Navideña, Emma, en su incapacidad de que le rechazaran algo de buena fe, le dio un sobre con cien dólares, que Józef le regresó, por lo que esos cien se hicieron doscientos, luego trescientos junto con una amenaza de: “Cada vez que me lo devuelvas, le pondré cien dólares más”, que fue cuando Józef los tomó, y, desde entonces, Emma le daba dinero, ocasionalmente, por ayudarle a subir algo al apartamento, ya fuera un insignificante paquete de DHL o las cubetas de pintura, o, cuando estaba de muy buen humor, que últimamente era muy común, que le daba dinero para comer o para lo que fuera.

 

- Lo siento, no hay Whisky ahora, ¿quieres otra cosa?- le dijo Sophia a un Phillip apoyado con sus codos y sus antebrazos de la barra del desayunador.

 

- Agua estará bien- sonrió, caminando hacia la mesa del comedor, en donde había un regadero de las piezas del rompecabezas que Sophia intentaba armar. - ¿Qué es eso?

 

- Lo empecé ayer en la noche, no podía dormir

 

- ¿Qué figura es?

 

- No tengo ni la menor idea, Emma me lo regaló para mi cumpleaños- rió, alcanzándole el vaso con agua fría a Phillip, para enseguida quitarse, por las agujas, sus zapatos.

 

- Ah, eso me acuerda algo- suspiró, buscando su Serapian negro, abriendo el primer compartimiento y sacó su portátil, que no era lo que buscaba, por lo que lo volvió a meter para cerrar el compartimiento y abrir el otro. - ¿No te dijo qué figura era?- preguntó, metiendo la mano, a ciegas, en otro compartimiento.

 

- No, sólo hay piezas negras, blancas y blancas con negro, y sólo he podido encontrar los bordes, que todos son negros- rió, viendo a Phillip ver dentro del compartimiento.

 

- No soy muy bueno para rompecabezas, Emma sí, pero asumo que no te va a ayudar…yo te puedo ayudar- sonrió, sacando un folder negro que tenía el logo de “Watch Group”, el cual abrió para sacar un libro de él.

 

- Gracias, me ayudarías a avanzar, no entiendo por qué tengo que armarlo

 

- No tienes que hacerlo- rió Phillip, cerrando el folder y colocándolo en la mesa de la entrada.

 

- Quiero…no me gusta que Emma piense que no puedo

 

-Sophia, una relación no es una competencia, no creo que a Emma le importe si lo armas o no- sonrió.

 

- Si me lo regaló es porque espera que lo arme, ¿no?

 

- En ese caso, si tú quieres, te ayudo- se acercó a la mesa del comedor de nuevo. – La vez pasada…uhm... estaba en Barnes, buscando el Architecture Fallingwater…y, dándome una vuelta por ahí en lo que buscaban el paquete en la bodega, vi este libro, no quiero ofenderte, no lo tomes a mal, pero pues, lo hojeé y pensé en ti- sonrió, alcanzándole el paquete envuelto en el típico papel verde con letras doradas de “Barnes & Noble Bookstore”.

 

- Gracias- sonrió Sophia, dándole la vuelta para arrancarle el papel y ver qué era.

 

- Mi amor- sonrió Natasha al Emma abrir la puerta, y se arrojó encima de Phillip, él cargándola con sus piernas alrededor de sus caderas.

 

- Hola- murmuró Emma, un tanto cabizbaja, como si era perro regañado, pues, así se sentía.

 

- Dame un beso- sonrió Sophia, ah, es que ya se le había pasado la cólera. Emma sonrió y, no queriendo imitar a aquel par de enamorados de sí mismos y de lo que una mezcla de ellos podía hacer, tomó a Sophia por la cintura y le dio un beso, un beso de “perdóname, tú sabes que sí pido perdón”. - ¿Beso sin mordida?- le reclamó Sophia, llamando la atención de Phillip y Natasha. - ¿Qué sigue? ¿Cereal sin leche?- bromeó, haciendo que sus tres acompañantes estallaran en una risa histérica, tanto que Natasha quedo llorando de la risa. Y Emma le dio un beso risible pero mordió su labio inferior al final, sonriendo con tranquilidad. – Así está mejor

 

- Yo no sé ustedes, pero yo me estoy muriendo del hambre- dijo Phillip quitándose el saco y deshaciendo el nudo de su corbata.

 

- Ay, si quieres te quitas los zapatos también- bromeó Emma ante el striptease.

 

- No me tientes- bromeó, levantando su ceja.

 

- Uy, qué sexy cuando haces eso, mi amor- y Natasha lo volvió a atacar a besos.

 

- Discúlpame- murmuró Emma, evitando la mirada de aquella rubia Afrodita.

 

- Mírame y todo está olvidado- susurró Sophia, acariciando la mejilla de Emma, quien reía nasalmente mientras, con el paso de los nanosegundos, se sonrojaba cada vez más. Tocaron a la puerta, y eran los componentes de la cena.

 

- Muchas gracias- dijo Natasha, siendo asistida por Phillip. – Regresaré a casa en Taxi, no se preocupe- sonrió a su chofer. – Buenas noches, Hugh, gracias por todo, como siempre- y dio un paso adelante y le dio un beso en su mejilla, cosa que a Phillip no le provocaba nada, pues el tal Señor Chofer había sido desde niñera hasta guardaespaldas de Natasha desde que probablemente Natasha tenía memoria, era parte de la familia.

 

- Pia, ¿ya te diste cuenta que son de doble cara las piezas del rompecabezas?- dijo Phillip, ensamblando un par de piezas.

 

- Natasha y yo haremos la cena- rió Emma, viendo que Sophia se iba con Phillip.

 

Y, mientras Sophia y Phillip, entre risas e insultos cariñosos, avanzaban con aquella imagen desconocida, que a Emma y a Natasha les daba risa cómo se veían, tan tranquilos, tan entretenidos, como si no mataran ni a una mosca; y la carne a la cacerola y el pan al horno, Emma cortando la cebolla y los pimientos verdes, Natasha llevándoles cerveza a su futuro marido y a su cuñada, por cariño, otra cacerola con mantequilla, papel aluminio extendido, sacar el pan del horno, envolverlo con flojera en el papel aluminio y de regreso al horno, la cebolla a la cacerola con mantequilla para caramelizarla, Natasha encargada de remover la cebolla, una pizca de sal, otra de pimienta, Emma sazonando la carne, un poco de cerveza a la carne, sal, pimienta y eneldo, arrojar el pimiento verde, Natasha agregando los Porcini a la cebolla ya caramelizada, Sophia y Phillip terminando un cateto de aquel rectángulo, Phillip muriendo de hambre pero distrayéndose por diversión y por cerveza, Emma sacando el pan del horno, haciéndole aquella perfecta incisión con el cuchillo correcto, algo que aprendió Natasha, abriendo cada pan y poniéndole doble rebanada de Provolone, cerrar el aluminio, de vuelta al horno por un minuto, un poco de ajo en polvo a la carne, apartando la cacerola de la carne para que se asentara el sabor, Natasha cortando las papas a su manera, Emma tomando la cebolla caramelizada y los hongos para ponerlos en un recipiente de vidrio, agregando otro poco de mantequilla a esa misma cacerola, arrojando las papas, un poco de sal, pimienta, paprika, eneldo, romero, esperando a que tomaran los sabores, apagando las hornillas y:

 

- Niños, a comer- llamó Emma, sacando nuevamente el pan del horno mientras Natasha sacaba los platos.

 

- Huele rico, mamá- bromeó Phillip colocando la botella vacía de cerveza en una de las encimeras y tomando otra.

 

- Very funny- siseó Emma, poniendo el pan en cada plato y sirviendo la carne entre aquel crujiente pero suave pan, pan de verdad, pan de comer, no Pan de mierda.

 

 – Cebolla y hongos al gusto- dijo Natasha, alcanzándole un plato a Phillip con patatas y otro a Sophia.

 

- Veamos qué tal le quedó a Sophia- rió Emma.

 

- Yo no te vi cocinando, Pia- sonrió Phillip, poniéndole una generosa cantidad de cebolla y hongos a su sandwich.

 

-¿Ves cómo hago magia, Pipe?- repuso Sophia, alcanzándole un tenedor a Phillip.

 

- ¿Pipe?- corearon los tres.

 

- Phillip no tiene diminutivo, y “Phil” no me gusta, aclaro…tú me dices “Pia”, yo te digo “Pipe”, por “Felipe”- explicó, recogiendo unas cuantas patatas con su tenedor y metiéndolas a su boca.

 

- Pipe…- murmuró Phillip. – Suena bien- rió. – Tiene estilo

 

- Pues, si lo dices en inglés, significa “tubería”- se carcajeó Emma.

 

- Speaking of which- dijo Sophia. – Emma tiene algo que compartir con ustedes

 

- ¿Qué?- susurró.

 

- Tú sabes, lo de la oficina

 

- Ay, bueno- sonrió, clavándole el tenedor a una patatas mientras el resto devoraba sus respectivos sándwiches. – Supongo que es para que Phillip se entere por nosotras y no por Natasha

 

- Hey…- rezongó Natasha, dándole un codazo amistoso en la cadera.

 

- Pues, Pipe, Sophia y yo tuvimos sexo en la oficina

 

- ¿Que ustedes qué?- se ahogó Phillip, con un “¡Emma!” en el fondo, un siseo indignado de parte de Sophia.

 

- ¿Qué? ¿No era eso a lo que te referías?- Emma estaba confundida. – Es lo único que Natasha sabe

 

- Y ahora Phillip- dijo en seco Sophia.

 

- Ay, cómo que si no le iba a contar a la que le dan Truth Serum por consecuencia sexual- se defendió Emma.

 

- Emma, se llama semen, no serum- bromeó Natasha. – Y no, no me lo dan

 

- Hay algo que se llama “condón”, pero claro, no creo que sea un término que conozcas- intervino Phillip, levantando su ceja mientras mordía de nuevo su sandwich.

 

- No es un término, es un producto- repuso Emma, con aquel aire de sabiduría erudita.

 

- Como sea, lo de Clark- dijo Sophia, intentando sacudirse el tema de encima, pues sabía que, de seguir en el tema, algo sobre “sexo en la oficina” volvería a salir a la luz.

 

- Ah, eso- rió Emma, dándole una mordida a su sandwich y luego destapando una cerveza. – Tenemos un ingeniero nuevo, Clark Windham, el tipo es excelente, he visto su trabajo

 

- ¿O sea que ya sabías que él venía a trabajar al Estudio?- interrumpió Sophia.

 

- Pues, claro… Lo contratamos el lunes, apenas

 

- ¿”Lo contratamos”?- repitió, haciendo énfasis en el plural: “nosotros”.

 

- Sí, Alec y yo

 

- Creí que no tenías nada que ver en contrataciones- murmuró Sophia, luego de haberle dado un trago a su cerveza, un trago que parecieron tres.

 

- Pues, tomando en cuenta que yo despedí a Segrate y quería asegurarme que no iba a tener a otro imbécil en mi Estudio, pues, me tomé el tiempo de ver su portfolio al menos, que no pude ir a la reunión porque estaba en una reunión más importante, tú sabes, con el Plaza

 

- ¿En tu Estudio?

 

- Está bien, está bien…uhm…Phillip, ayúdame- dijo Emma, refiriéndose a las cosas del Estudio, a darle una explicación más detallada a Sophia.

 

- Claro que sí, Emma María…- dijo, aclarándose la garganta. – Pues, no sé si tú sabes que el año fiscal del Estudio no es de enero a diciembre, como la mayoría de instituciones, empresas y corporaciones, sino que éste va del primero de Julio al treinta de Junio del siguiente año

 

- Al grano, Pipe- exhortó Sophia.

 

- Emma tenía el veinticinco por ciento de la sociedad al darle un seguro económico al Estudio, es un proceso complicado que hizo hace tiempo, muchísimo antes de que tú llegaras, Pia

 

- Pero, ahora, estamos apuntando alto con Alec- interrumpió Emma. – No puedes decir nada, ni una palabra, ¿entendido?- Sophia asintió con curiosidad, Natasha comía en silencio, obviando esas aburridas pláticas de dinero y negocios mientras ella satisfacía su inexistente gordura. – Estamos a un mes, un poquito más de que el año fiscal termine, a partir del siguiente año fiscal, o sea, primero de Julio, “Volterra-Pensabene” no será más una sociedad parcialmente fantasma, pues, como sabrás, Flavio Pensabene está más muerto que Elvis Presley

 

- No entiendo, explícate- exigió Sophia, destapando otra cerveza y empinándosela.

 

- Al estudio hay que hacerle una inversión bastante…densa, digámoslo así, y Alec no tenía el dinero suficiente

 

- ¿Entonces tú se lo prestaste?- preguntó Sophia, frunciendo su ceño.

 

- Emma te puede prestar a ti dinero, pero no a Volterra, al menos no de manera oficial- intervino Phillip, viendo a Natasha caminar hacia el congelador y sacar un bote Grey Poupon y una cuchara, todo para ponerle una cucharada de mostaza a cada mordisco de su sandwich, que se tenía que comer con los ojos cerrados, pues le daba enorme placer el hecho de comérselo así, era la combinación de sabores perfectos.

 

- Entonces “Volterra-Pavlovic” y eres, oficialmente, dueña de la mitad estudio con Volterra…- murmuró Sophia, tratando de procesarlo todo, frotando rápidamente sus pulgares con sus dedos índices y medios de cada mano, definitivamente Sophia tenía que dejar de estar tanto tiempo con Volterra.

 

- No exactamente- sonrió Phillip.

 

- Como sea, supongo que es complicado, pues, ni siquiera entiendo por qué no han dicho nada

 

- Sencillo, para que nadie nos boicotee nuestros planes, ni del interior ni del exterior- explicó Emma, aunque no diciendo exactamente a qué apuntaban. – Te explicaré detalladamente cuando termines ese rompecabezas, revises la correspondencia, etc. – sonrió.

 

- ¿Ves cómo si espera que lo arme, Pipe?- se volvió a él, quien ya se estaba riendo mudamente mientras Natasha se servía dos sándwiches más y más patatas, sólo para alcanzarle uno de esos sándwiches a Phillip.

 

- Larga vida- brindó, dándose cuenta que estaban los cuatro de pie, comiendo sobre las encimeras, los cuatro con sonrisas por diferentes motivos. Y fue cuando entendió a Emma y a la maldita fuerza de voluntad que tanto quería que Sophia leyera. 

 

Pues, así eran las cenas últimamente, torpes, graciosas, Emma dándole terapia psicológica a Natasha, ahora Sophia y Phillip intentando poner cada piececita del rompecabezas en su lugar, Emma y Natasha repasando los últimos detalles del apartamento de Phillip y Natasha, que estaba a una semana de entregárselos, lo que más se había tardado era tramitar el permiso de modificación vacía de estructura; alterar un pasillo, perforar el techo sin hacer que el edificio entero explotara, levantar nuevas paredes divisorias, alterar la distribución sin realmente botar ninguna pared, pues había todo tipo de cableado, soporte y tubería que no se podía romper, cosa de la que Emma no era muy fanática, quitar el piso, ponerlo uno nuevo, optimizar la cocina, cambiar desde inodoros hasta acabados pequeños acabados, como los de las puertas, las ventanas, la polarización automática de los vidrios, y, por último, todos los detalles que tenían “muebles” por nombre, algunos diseñados por Sophia, otros comprados, otros restaurados. Era quizás el mejor proyecto para Emma, en los que más libertad le habían dado, tanto económica como de gusto, Phillip simplemente le había dicho “spend away but make us feel home”, y eso era lo que Emma había hecho, había encontrado el punto medio entre los gustos de ambos, apegándose a lo acogedor de lo clásico pero con un toque postmoderno, en donde todo debía tener accesibilidad y movilidad, sobre todo discreción, como en el minimalismo en el que Phillip vivía en ese momento.

 

- Tú no compraste sólo el veinticinco por cierto… ¿verdad?- murmuró Natasha en el balcón de la habitación del piano.

 

- Es mucho dinero el que hay que invertir- respondió Emma, tomando su cabello y retorciéndolo para hacerse un moño mientras que, con los dientes, detenía su botella de cerveza.

 

- ¿A qué apuntan?

 

- ¿No te ha dicho Phillip?- se sorprendió, sonriendo burlona e incrédulamente.

 

- Phillip y yo hablamos de ti como persona, no como cliente…llámalo “juramento hipocrático” si quieres, pero es algo que nos respetamos mucho, hay que saber trazar la línea

 

- Le compré el cincuenta por ciento a Volterra

 

- Lo que lo deja de minoritario, ¿qué planean?

 

- Hay alguien que quiere que seamos la sede de Nueva York para sus cosas de ingeniería, arquitectura y ambientación, nosotros no vamos a perder el nombre, es como subcontratación…y hay muchas cláusulas que tenemos que respetar, así como requisitos que tenemos que llenar, y ellos los nuestros, llegamos a un acuerdo, bastante loco, debo decir, pero funcionará

 

- ¿Para qué necesitas el setenta y cinco por ciento si con el veinticinco puedes hacer muchas cosas?

 

- Una de las cláusulas se refiere a la estabilidad de socios, que cada emisión de cobro o contrato deba ir con dos firmas

 

- Pues, por eso, Volterra y tú, ¿no?

 

- Piensa, Nate, ¿qué pasaría si yo estoy en Boston y no puedo firmar el cobro o el contrato? Volterra no puede falsificar mi firma, eso es fraude

 

- You’re shitting me, right?- rió, sacando un cigarrillo de aquella meticulosa cajetilla.

 

- Es arriesgado, pero vale la pena

 

- ¿Cuándo planeas decirle?

 

- No, no…- suspiró, bebiendo el resto de su cerveza y volviéndose a Natasha. – Ese es el problema, ahorita no puedo decirle…y no es suyo…

 

- ¿Entonces?

 

- Phillip no puede ser mi socio, porque hay conflicto de intereses, es mi asesor financiero y el del estudio, no puede involucrarse, no es ético…

 

- ¿De esto me querías hablar el lunes?- sonrió, alcanzándole el resto de su cerveza a Emma.

 

- Si

 

- ¿Y qué implica?

 

- Pues, nada, yo lo pago, tú no pierdes ni un centavo

 

- Sólo te estaría prestando mi nombre entonces- repuso Natasha, sacudiendo las cenizas de su cigarrillo  mientras veía lo que parecía ser Central Park a su izquierda.

 

- Pues, tienes que firmar papeles de que estás “comprando” el veinticinco por ciento y nada más, y tiene que ser para comenzar el año fiscal, nos ahorramos muchos dólares y muchos papeleos

 

- ¿Qué piensa Volterra de que yo entre?

 

- Pues, nada, igual sólo estás prestando tu nombre, no tienes voz ni voto ahí, permanecerás en anonimato para el Estudio, sólo serás conocida para los que nos estarán contratando- sonrió, apretando su mandíbula para no decirle quiénes eran los interesados.

 

- ¿Por cuánto tiempo será?

 

- Un año, como máximo

 

- ¿Y si se da la situación de que tengo que firmar algo porque tú no estás, o Volterra no está?

 

- Por mi cuenta corre que no tendrás que firmar muchas cosas, eso ya lo hablé con Phillip y con Volterra, siempre seremos Volterra y yo, no tomaré ningún proyecto fuera de Manhattan

 

- ¿Por un año?

 

- Créeme, tendré suficiente trabajo por el próximo año, todo concentrado en Manhattan, y Volterra no irá más lejos de Philadelphia…nos tendrán forrados de trabajo, es prometedor

 

- ¿Quiénes son?

 

- No puedo decirte, Nate, tenemos que cuidarnos las espaldas de los de Bergman o Connelly porque nos pueden boicotear, hasta es estrategia contratar al nuevo ingeniero porque viene de Bergman

 

- Soy tu socia- dijo, tomando la botella de cerveza de las manos de Emma, quien no había bebido nada y sólo la estaba calentando. – Salud- brindó, levantando la botella un poco y dándole un trago.

 

- Es el dueño de un turbo imperio de bienes y raíces- rió, poniéndose un poco nerviosa, pues necesitaba un cigarrillo, o al menos eso sentía.

 

- ¿Es un sesentón con combover?

 

- Es correcto- guiñó su ojo, sonriendo, pues no había tenido que decirle. – Pero, por favor, suma discreción, al menos hasta el primero de julio…que todo entre en vigencia

 

- ¿Por qué sólo un año? Digo, yo no sé nada del negocio, ¿no sería mejor que Sophia lo tuviera?

 

- Sí, es que eso estoy pensando…tú sabes…regalárselo- murmuró, sabiendo que Natasha la bombardearía con demasiadas preguntas, que así fue.

 

- ¿Regalárselo?- dijo, sacando el humo por su nariz. - ¿No es un poco caro el regalo?

 

- No si es regalo de bodas- tarareó, elevando sus cejas mientras se recogía las mangas de su camisa.

 

- Hablemos de esto, ¿si?- Emma asintió. – Confío en que te dirá que sí, pero, ¿y si no?

 

- Después de que parezca que tú me has vendido tu parte, yo le venderé el quince por ciento a Belinda

 

- ¿A Hayek?

 

- A ella, pues, no le caería mal un poco de dinero extra sólo por ser dueña de algo intangible

 

- ¿No es como que un poco ilegal lo que planeas hacer? Digo, no habría flujo de dinero ahí, sólo llevarías las de ganar si Sophia dice que no

 

- Y digo dos puntos- se aclaró la garganta, levantando su pulgar para empezar a enumerar. – Primero, no es ilegal, es como si tú lo compraras y yo te lo comprara luego, sólo que yo lo compraría todo desde el principio y, luego, tú dices que me lo vas a vender, y nunca me cobras porque yo ya pagué por eso- sonrió, levantando su dedo índice. – Segundo, ¿qué tendría que perder si Sophia me dice que sí? Ni todo el dinero del mundo podría pagar ese momento

 

- Muy cierto, Em, muy cierto…bueno, ¿cuándo piensas proponérselo?- Emma sólo sonrió. – Ya es mayo, me dijiste que cada mes podía preguntar por más detalles- sonrió Natasha, apagando el cigarrillo contra el fondo de la botella de su ya vacía cerveza.

 

- Sophia se lo está proponiendo sola, prácticamente…y no se ha dado cuenta

 

- ¿Qué me estoy proponiendo?- interrumpió Sophia en aquel balcón, casi ahogando a Natasha en el último poco de humo que había guardado en sus pulmones, sorprendiéndola literalmente con las manos en la masa, a ella y a Emma, quizás todo se venía abajo.

 

- Le contaba a Natasha de cuánto has mejorado en tus diseños- sonrió, improvisando al máximo pero guardando la calma. – Lo del St. Regis va por buen camino- Sophia sonrió un tanto sonrojada.

 

- Nate, no es que te quiera sacar del apartamento, pero creo que Phillip está muy cansado- sugirió Sophia, con aquella sonrisa decorada con los perfectos camanances que a Emma tanto le encantaban.

 

- ¿Me consigues un Taxi?- se volvió a Emma, guiñándole su ojo para reconfirmar la complicidad.

 

- Claro que sí- dijo, tomando a Sophia de la mano y entrando de nuevo al apartamento. – ¿Cuándo tienes tiempo?- le preguntó a Natasha mientras le sonreía a Phillip en señal de que ya todo estaba arreglado.

 

- Cuando esté listo- respondió, guardando la corbata de Phillip en su bolso mientras él se ponía su saco.

 

- Paso mañana por tu oficina- dijo, señalando a Phillip. – Y luego por la tuya- se volvió a Natasha.

 

- Sure, sólo déjate caer, amor- murmuró Natasha, abrazando a Emma y dándola un beso cariñoso y reconciliador. – Buenas noches- sonrió, abrazando a Sophia y dándole un beso, así como con Emma.

 

- Buenas noches, distinguidas Damas- rió Phillip, dándole un beso en la frente a cada una. – Emma, te espero mañana a las nueve- dijo, siendo halado por Natasha por el pasillo. – Gracias por la comida- elevó la voz, pues cada vez se alejaba más.

 

- Sergei, buenas noches, podría conseguir un Taxi, ¿por favor?- dijo Emma por el intercomunicador, para luego soltar el botón y escuchar un “Con mucho gusto, Señorita Pavlovic”. – Gracias, Sergei, buenas noches- obteniendo un “Buenas noches a usted”.

 

- ¿Qué tal una copa de vino tinto para terminar de llegar a casa?- susurró Sophia, abrazando a Emma por la cintura y recostándose sobre su hombro mientras veían a Phillip y a Natasha esperar por el ascensor, tomados de la mano, Natasha cargando con su bolso de la mano derecha y Phillip su portafolio de su mano izquierda, no sabría decir si, por protocolo, la posición de los géneros estaba bien, pero era más fácil para ellos, pues Phillip era zurdo y Natasha derecha.

 

- Suena bien- sonrió, levantando la mano para despedirse de aquellos dos. – Oye, hazme un favor y revisa tu correspondencia- susurró, apuntando con la mirada, al cerrar la puerta, hacia la mesa de café, en donde encima de toda la correspondencia de Sophia, estaba el folder de “Watch Group”,  aquel que Phillip había colocado allí, y no creía Sophia que era por equivocación.

 

- ¿Y esto?- dijo, refiriéndose al folder.

 

- Míralo con tranquilidad, si tienes preguntas, estoy para respondértelas- sonrió, caminando de largo hacia la cocina, quitándose sus Stilettos y dejándolos tirados en el suelo.

 

Sophia tomó aquellos sobres, el folder, un tubo  y una caja relativamente pequeña que jamás hubiera adivinado que eran de DHL. Los colocó en la barra del desayunador y, mientras Emma guardaba los platos y las cacerolas ya frías en la lavadora de platos, Sophia se encargaba de descorchar una botella de Pomerol. Luego, sirvió las dos copas que había sacado mientras Emma colocaba el jabón dentro de la lavadora de platos. Si se preguntaban cómo era el congelador de ese apartamento, porque dicen por ahí que hay dos maneras de conocer a una persona; por su baño y por su congelador, el de Emma, por la importancia que le daba a la comida en sí, más por sabor que por necesidad de comer, pues a veces comía por gula, uy, qué pecado, pues, el famoso refrigerador era de dos puertas, la de la derecha con un vidrio, por lo que Emma sólo mantenía bebidas que no eran vino blanco o champán, pues esas botellas iban bajo la encimera al lado del congelador en un congelador especial, y, volviendo al congelador, en los primeros dos estantes, de abajo hacia arriba, mantenía apiladas, horizontalmente, sólo botellas de Pellegrino, y, en el tercer estante, latas de Aranciata y Limonata y Pompelmo. En la otra puerta, sin vidrio, guardaba el yogurt, simple o de vainilla, las fresas, siempre diez quesos: gouda, mozzarella, mozzarella ahumado, ricotta, cheddar, pecorino, feta, parmiggiano reggiano, queso crema, aunque claro, en cantidades pequeñas porque odiaba que se le arruinaran, huevos, los eventuales recipientes herméticos, como ahora, las típicas salsa que se guardan a la puerta, jugo de manzana, jugo de naranja y jugo de tomate, leche semi-descremada por Emma y descremada por Sophia, leche de almendras porque a Emma le iba bien con eso cuando no podía dormir, más cuando los acompañaba con los PopTarts de canela recién salidos del tostador por un minuto. Y, en las gavetas congeladoras, mantenía comida ya preparada, bolsas de Cheese Sticks, Chicken Wings, Waffles, Tostadas a la francesa, Pancakes, un par de salchichas de pavo, ribeye steak, Crab Sticks, filetes de trucha y, lo más importante, el Grey Goose, que iba en la otra gaveta, allí lo mantenía todo el tiempo, de seis a ocho botellas “por cualquier cosa”.

 

- Mamá me mandó algo por mi cumpleaños- sonrió Sophia, poniendo su copa sobre le encimera y tomando asiento en uno de los banquillos.

 

- ¿Ves? Si hubieras revisado antes…- rió Emma, empezando a limpiar la cocina, pues detestaba que quedara sucia, muy raras veces la dejaba sucia.

 

- Yo sé, yo sé…- tarareó, intentando no molestarse ante las bromas de su novia mientras abría el sobre. – Es un charm para mi Pandora…

 

- ¿Qué es?- preguntó Emma, petrificándose.

 

- Es una “Y”- rió. – What the fuck?

 

- ¿Qué pasó, Sophia?- Emma se volvió, dejando de pasear el paño húmedo por la superficie de las hornillas.

 

- Ahora mi pulsera dice “Mary”, que no me llamo así, o “Army”- rió. – Que nunca estuve en el ejército…y no creas que no sé que estás atrás de esto- sonrió, quitándose su pulsera de la mano derecha para introducir la letra al final, y, como la había dejado diciendo “Arm”, ahora decía “Army”.

 

- Oye, no me culpes de todos los regalos que recibes- rió, levantando los brazos en “yo no soy culpable”.

 

- Sólo tú me das regalos raros

 

- ¿Raros?

 

- Sí, tú sabes…que no son normales

 

- Vea, pues…- suspiró, intentando no reírse. - ¿Qué es normal?

 

- Normal es que te regalen una camisa, un vale para ir a un masaje, yo no sé…

 

- Revisemos su teoría, Licenciada Rialto- sonrió Emma, volviéndose con su copa en la mano. – Para usted, “normal”, es que le regalen una camisa que probablemente no le va a quedar o no le va a gustar, eso de regalar ropa es “fácil”, pero no es acertado, mucho menos normal si se fija en que, la gente que regala ropa, no conoce muy bien su gusto, lo que significa que es, según su definición, “anormal”, pues quizás haya algo implícito con regalar ropa, tal vez cambiar su estilo, o un intento de agradar, o quién sabe…¿un masaje?- dijo, notando a Sophia reírse pero intentando esconderlo al morder sus labios. - ¿Qué de normal tiene que le pague unas manos extrañas para que toquen su cuerpo? Si quiere un masaje, pues avíseme para tomar un curso intensivo sobre masajes, teórico y práctico, porque, como usted entenderá, sólo yo puedo tocarla- levantó su ceja, así como cuando le había dicho que si le gustaban los pescadores, que aprendería a pescar.

 

- Está bien- rió a carcajadas.

 

- Lo que sí le puedo decir, Licenciada Rialto, es que todo regalo tiene su propósito…espere, eso ya se lo dije

 

- ¿Y cuál es el propósito de ese rompecabezas? ¿O de esta pulsera?- preguntó, levantando su ceja con escepticismo.

 

- El propósito de un rompecabezas es simple, como lo dice la palabra, “romperse la cabeza”…y, de la pulsera, pues, que juegues con los charms que te regalen- sonrió, levantando su copa en modo de “salud” y bebió de ella.

 

- No sé si tus evasivas me enojan o me divierten, mi amor- dijo, tomando otro sobre para informarse sobre absolutamente nada de AT&T.

 

- No son evasivas- guiñó su ojo, dándose la vuelta para seguir fregando la cocina.

 

- Entonces, a ver si me entiendes- suspiró, tomando la caja de DHL. – Digamos que el propósito es la meta, ¿no?- y Emma emitió aquel característico “mjm” de cuando estaba prestando atención. - ¿Qué sería el punto de partida? ¿Por qué el hecho de llegar a la meta?

 

- Digamos, en el caso de la camisa, porque quizás te ven con las mismas camisas todo el tiempo, o se te ven mal, o simplemente no saben qué regalarte y creen que regalar ropa es lo más fácil cuando es lo más comprometedor y en lo que se tiende a lo que se conoce como “cagarla”, y si no lo entiendes, búscalo en la Wikipedia- rió, trayendo a Sophia a una ruborización extrema al remedarla. – Esa estuvo muy bien, debo decir- rió de nuevo, sacudiendo su cabeza como cuando uno no puede creer algo.

 

- No te desvíes del tema- dijo, abriendo la caja y sacando papel protector de burbujas, reventando un par de burbujas.

 

- Pues, un masaje sería porque te ven muy tensa

 

- ¿Y en el caso de tu rompecabezas y de tu pulsera?- sacó el marco de foto que estaba dentro de la caja, que había sido colocado al revés.

 

- La pulsera es porque ibas a tener diversión al jugar con tus charms, poder armar palabras graciosas, como “Army” o “Mary”- rió, escuchando a Sophia empezar a reírse de nuevo. – Y el rompecabezas, para que pases menos pegada a tu teléfono y más tiempo poniendo a trabajar los sesos

 

- ¿Y qué me dices de esto?- dijo, riendo nasalmente, colocando el marco de fotografía sobre la barra, encarando a Emma. – Quiero razón y propósito- Emma no pudo hacer nada más que reírse a carcajadas. – Dime, no te rías, ¿qué carajo debo pensar de eso?- rió.

 

- Ay, yo no mandé eso- rió Emma, deteniéndose el abdomen.

 

- Toda la razón, Natasha sí, pero, again, pienso que tienes mucho que ver en que me haya mandado una foto tuya

 

- A ver, déjame pensar- musitó, intentando recuperar el aliento. – ¿La razón?...Mmm…quizás es la misma que el propósito

 

- ¿Que sería qué?

 

- Que nunca me olvides- sonrió, no dándose cuenta de lo cursi que eso sonaba. El marco era de caoba, simplemente verticalmente rectangular, que guardaba una fotografía de Emma en lo que parecía ser la cama de Natasha, acostada sobre su abdomen, apoyada de sus codos y encarando a la cámara, con sus ondas divididas por un caminillo al medio, algunas sobre su espalda, otras sobre sus hombros, deteniendo su flequillo por un listón negro, sonriendo ampliamente, con la ceja derecha un poco más arriba que la izquierda, sus manos juntas: simplemente perfecta.

 

- ¿Por qué te olvidaría?- susurró, frunciendo su ceño y sus labios, tomando el tubo y retorciéndolo en dirección contraria para abrirlo.

 

- Sólo digo- se encogió de hombros y bebió de su copa, yendo por la botella para servirse un poco más.

 

- ¿Y de éste qué me dices?- murmuró Sophia, extendiendo un afiche de Uncle Sam.

 

- Wow…tal vez “Army” y Uncle Sam tengan algo que ver- rió Emma. – Aunque quizás debas analizar la caricatura un poco mejor, no tiene mensaje ni nada, sólo es Uncle Sam, ¿quién te mandó eso?

 

- Tú- respondió, sabiendo que, aunque dijera “Phillip Charles Noltenius”, decía “Emma Pavlovic” por todo el empaque. – Y tienes buen gusto, ¿sabes?- murmuró, viendo a Emma caminar hacia ella y servirle un poco de vino.

 

- Explícate- sonrió, poniendo la botella sobre la barra y llevando sus manos a los hombros de Sophia para masajearlos

 

- Te gusto, eso es suficiente- murmuró sonrientemente, con sus ojos cerrados, empezando a sentir los dedos de Emma enterrarse suavemente entre sus músculos, tan tensos como la pelea que se tenían Emma y Natasha hacía unas horas.

 

- Toda la razón, soy como tú, con gusto impecable- replicó, escuchando en Sophia un suspiro pesado. – Ay, Sophia, por cierto, te estás juntando mucho con Volterra creo yo

 

- ¿De qué hablas?- murmuró, sintiendo los dedos de Emma, psicológicamente, en otro lado.

 

- Te está contagiando sus ademanes

 

- Nada que ver, mi amor

 

- Sí, acabas de suspirar como él cuando está estresado…

 

- Es porque estoy estresada

 

- Y quitas el kleenex de la caja igual que él, violentamente, para limpiar tus gafas, y las limpias igual que él, hasta las ves a contra luz tres veces

 

- Pero así lo he hecho toda mi vida…sabes, he usado gafas desde los doce, ya son dieciséis años de ritual- rió, ladeando su cabeza de lado a lado para aflojar su cuello y paseando su mano por él.

 

- ¿Y eso de pasear la mano por el cuello? ¿De qué estás dudando?

 

- ¿Cómo sabes que estoy dudando algo?- dijo Sophia, volviendo en sí y despegándose de Emma para volverse a ella.

 

- No sé, Volterra suele hacer eso cuando tiene que decidir entre dos cosas y no sabe cuál y termina decidiendo, normalmente, lo correcto

 

- Está bien, dejaré de juntarme con él- rió. – Tampoco quiero que me contagie todo

 

- No es malo, Volterra es una buena persona

 

- Yo sé que lo es- dijo, bebiendo su copa hasta el fondo. – Pero no sé, a veces me regaña raro, o me da consejos que nada que ver

 

- ¿A qué te refieres?

 

- Pues, desde que mamá le dijo que estoy contigo, siempre me pregunta si me tratas bien, si estoy bien, si no tiene que salir con una escopeta recortada para que te asustes…no sé, como que fuera el suegro celoso y tú el nuero indefenso- rió, sabiendo que o era yerno o era nuera.

 

- Ay, Sophia, sólo se preocupa por ti, ni que fuera tu papá, eso se lo tienes que hacer saber…pero creo que, en lo que a mí se refiere, no me molesta…Volterra no conoce mucho mi soft-side, supongo que se imagina que te trato así como trato a los demás, como con distancia…no sé

 

- Puede ser, pero todos los lunes que me llama a la oficina me lo acuerda

 

- Supongo que tu mamá tiene algo que ver, Volterra es la única persona que puede decirle la verdad en cuanto a nosotras, ¿no crees?- sonrió, paseando su mano por aquella rubia cabellera.

 

- Tienes razón… ¿estás enojada porque no te había dicho eso de Volterra?- preguntó, cerrando un ojo como si le doliera que esas palabras salieran de su boca.

 

- No, yo en tu relación con Volterra no me meto- guiñó su ojo, esperando reciprocidad en cuanto a la relación entre ella y él.

 

- Gracias…- sonrió, un poco del lado, pues no era una sonrisa completa, era más bien apenada, o quizás porque pensaba que a Emma no le importaba lo que Sophia anduviera haciendo, aunque eso es de locos, obviamente sí, le acababa de decir que no le regalaría un masaje, eso había sonado a celos de que alguien, que no fuera ella, hombre o mujer, la tocara, quién sabía por dónde habían pasado antes esas manos.

 

- You’re welcome- sonrió Emma, bebiendo todo su vino y tomando la copa de Sophia. - ¿Quieres más?- Sophia sacudió la cabeza.

 

- ¿Puedo preguntarte algo?- murmuró, enrollando el afiche de Uncle Sam, pensando en que lo llevaría a enmarcar sólo por diversión, o quizás ella le haría un marco, pues podía usar esa técnica para distraerse de la tensión del St. Regis. Y Emma, con su típico “mjm”, tapó la botella de vino tinto y la recostó, para luego lavar las copas, a mano. - ¿Qué es el rompecabezas?- Emma se volvió, con esa mirada lógica de “Pues, el rompecabezas es un juego de mesa”. – Digo, me corrijo, ¿qué imagen es?

 

- Es una muy buena pregunta… es una incógnita total, ¿no?- rió.

 

- Pues, sí, por eso te pregunto…

 

- No quieres armarlo, ¿verdad?

 

- No es eso, es sólo que si supiera qué figura es, fuera más fácil…son cinco mil piezas, ¿sabes?- susurró, tomando el folder de “Watch Group” en sus manos, pues se le había olvidado ver eso.

 

- Lo sé…sé que son cinco mil piezas, así lo pedí…

 

- ¿Por qué?- preguntó, casi ni prestándole atención, intentando descifrar qué decían los papeles, pues sólo veía números y más números.

 

- Porque estoy jugando a la búsqueda del tesoro contigo- rió.

 

- Be serious, please

 

- Quizás ahorita no entiendas, pero tú sabes que no haría que te quebraras la cabeza por gusto…y, realmente, te recomiendo que lo armes- sonrió, apagando la llave del agua y sacudiendo sus manos sobre el lavabo, llevándolas a la toalla que colgaba, como en toda casa, de la barra del horno.

 

- Oye…- murmuró, frunciendo su ceño ante los papeles que veía. - ¿Para qué me das esto?

 

- Para que sepas lo que tengo y lo que no, para que tengas una idea más real- sonrió, sacando una cuchara de una de las gavetas y abriendo la puerta del congelador superior, en el que sólo mantenía el helado.

 

- ¿Lo que no tienes?- rió sarcásticamente. – No sé qué podrá ser eso, porque con todo lo que hay aquí, puedes tenerlo todo

 

- No lo tengo todo, Sophia, eso que tienes en tus manos no lo es todo

 

- Seguramente que no, pero pregúntale a cualquiera lo que haría con lo que ganas por año por el plazo fijo, y seguramente todos tienen una solución para que sea su “todo” y más…

 

- Página nueve- sonrió, clavándole la cuchara al típico Peach Cobbler, al que le daba máximo diez cucharadas por noche, por costumbre, y luego lo volvía a guardar, si no es porque se lo comía todo.

 

- Wow…- suspiró, cerrando el folder. – No sé qué decir…

 

- Por algún lado se empieza- guiñó su ojo, llevándose una cucharada de helado a la boca.

 

- Aparentemente sí…- sonrió, caminando hacia Emma. – Sabes, Phillip me regaló un libro sobre la fuerza de voluntad, ¿no tienes nada que ver en eso, verdad?

 

- En tu mente de Pentágono Paranoico a lo Post-Nine-Eleven, creo que sí, ¿o me equivoco?- sonrió, y Sophia asintió. – Deberías leerlo, yo también ya lo leí, Phillip me lo regaló hace unos años, es muy bueno

 

- Está bien- sonrió, abrazándola por la cintura y abriéndole la boca para que le diera un poco de su helado. – Ahora dime algo, ¿si?- dijo, atacando la cuchara. – Con todo lo que tienes y das, ¿qué te falta?

 

- Cereal con leche- sonrió, tapando el helado y volviéndolo a meter al congelador.

 

- You’ve got plenty of that- susurró, acercándose a su rostro y dándole un beso tierno y frío, que poco a poco se hizo tibio, con sabor a vino tinto y Peach Cobbler por ambos lados. – ¿Tienes que trabajar mañana?

 

- Tengo que ir a la oficina de Phillip y a la de Natasha nada más, por lo demás, creo que sólo trabajar en el Plaza y en las invitaciones para la despedida de soltera de Natasha, ¿por qué?

 

- De la nada me he sentido muy mal, ¿sabes?

 

- ¿Ah, sí?- sonrió Emma, rozando su nariz con la de Sophia. Se estaban susurrando, con sus miradas clavadas mutuamente, Sophia deteniendo a Emma por su cintura, Emma a Sophia por sus antebrazos. – Creo que la reunión con Phillip durará toda la mañana

 

- Qué mala suerte, Arquitecta- suspiró Sophia, cerrando su mandíbula en una mordida sonora.

 

- ¿Verdad que sí?- Emma la había empezado a empujar suavemente hacia atrás, en dirección a su habitación.

 

- Me imagino que esas reuniones pueden tomar el día entero

 

- Uy, sí…no se imagina, Licenciada Rialto

 

- Auch, qué dolor…-sonrió Sophia, dejándose guiar por Emma, que todavía seguía pegada a su nariz.

 

- ¿Qué le duele, Licenciada?

 

- No estoy segura…

 

- ¿Qué es lo que siente? ¿Dolor?- bromeó, apagando las luces de la cocina y de la sala de estar, caminando lentamente por el comienzo del pasillo.

 

- Siento…congestión…palpitaciones…fiebre…- susurró llena de respiraciones cortadas, provocando a Emma, cosa que no era necesaria.

 

- ¿En dónde son las palpitaciones, Licenciada Rialto?- giró a Sophia hacia la derecha para entrar a la habitación.

 

- En donde quiero que usted, Arquitecta, use…- susurró, cerrando sus ojos y haciendo una dolorosa pero sensual pausa. – El dildo…- Emma gruñó sexualmente, ese gruñido de excitación y sorpresa, de deseo.

 

- Do you even know how sexy that sounded?- sonrió, recostando a Sophia sobre la cama y colocándose sobre ella.  

 

- Yo sé muchas cosas, y, la que sé de memoria, es que tú eres sexy- susurró, apuñando su camisa y trayéndola hacia ella para besarla.

 

Corrió sus manos hacia el centro, desabotonando la Olatz azul marino sin despegar sus labios de los de Emma, sintiendo su lengua acariciar suavemente su cavidad bucal, sólo siguiéndole la corriente a Emma, dejándose llevar, dejándose guiar y, cuando desabotonó todo, recorrió a Emma, desde sus caderas, desde donde empezaba su jeans, hasta su espalda alta, volviendo a bajar para pasear el reverse de sus manos contra su abdomen, acariciar sus senos por encima de su Full-Cup negro que realmente la hacía ver menos voluptuosa de lo que era, tal vez era un complejo inverso, digo, cualquiera quisiera un busto grande pero manejable, pero a Emma le incomodaba, hasta había considerado la reducción, vaya locura. Sophia volcó a Emma luego de que se quitara la camisa, a besar su cuello, aquel flaco punto detrás de sus orejas, Emma imitando a Sophia al desabotonarle su camisa y retirársela lo más rápido que pudo su motricidad fina hacerlo. Desabrochó el sostén de Sophia y, con una mirada, Sophia comprendió que debía deslizarse un poco más hacia adelante, pues a Emma se le antojaban sus pezones.

 

- Me estás matando…- suspiró Sophia en aquel tono mimado, que lo tenía natural, pero, en ese estado, solía hacerlo sensual, y también era natural.

 

- Tráelo- sonrió Emma, no sin antes succionar un tanto fuerte su pezón derecho. Sophia sonrió y se volvió, sobre sus rodillas, hacia su mesa de noche para buscar el famoso implicado. –No te muevas, quédate así- susurró Emma, viendo el trasero de Sophia siendo apretado por su falda negra Givenchy.

 

- La última vez que me dijiste eso…- suspiró, sintiendo las manos de Emma recorrer sus muslos por encima de su falda, recorriendo su trasero suavemente, deslizando su dedo, algún dedo, quizás el índice o el de enmedio por la locación de su hendidura pero todavía por encima de la tela, de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba hasta llegar a la cremallera.

 

- ¿Si?- susurró Emma, haciendo que el ruido de bajar la cremallera fuera más fuerte que su susurro.

 

- No te dejé que me lo hicieras así…- balbuceó, alcanzando el dildo y sintiendo a Emma retirar su falda, que para su sorpresa, la tanga venía en el mismo movimiento.

 

- Es muy cierto, Licenciada…- Sophia levantó una rodilla y luego la otra para que Emma retirara su falda, dejándola totalmente desnuda. – Pero hay una diferencia entre esa vez y esta- sonrió a ras de sus glúteos, haciendo que su exhalación exaltara cada poro de la piel de su novia.

 

- ¿Y esa cuál es?- colocó su mano entre sus piernas, sólo para alcanzarle el dildo a Emma.

 

- Que ahora sé lo que te gusta y cómo te gusta- dio besos a sus glúteos, besos ruidosos y pausados, húmedos, lentos, a veces lengüetazos convertidos en besos, besos que le gustaban a Sophia. 

 

Y Sophia ni había dicho aquellas dos palabras cuando Emma ya la había complacido, un “spank me”, que Emma se la dio en su glúteo derecho, tomándolo con su mano al momento del contacto y separándolo del medio, revelando la humedad de Sophia y aquel agujerito que según Emma era “turbo apetitoso”, y, justo cuando le dio una nalgada con su mano izquierda, sin soltar su glúteo derecho, separó total pero delicadamente aquellos glúteos e introdujo su lengua dentro del agujerito de Sophia, provocándole un sincero gemido de aguda sorpresa. Los jadeos empezaron en cuanto Emma mordía los bordes de sus glúteos y luego paseaba su lengua en círculos sobre aquel agujerito, que hundía su cara sin restricción, sin pudor, simplemente gozaba del delicado sabor de aquel agujerito, tan pequeño a la vista, tan inocente, tan puro, pero tan ganoso, que era como si tuviera una conexión directa con las cuerdas vocales de Sophia, que pedía más, y más, y más, que la penetrara más, que la besara más, que coqueteara más con él. Emma quitó sus manos de sus glúteos y quedó con su nariz y su lengua en medio de ellos, respirando profundo, haciéndole cosquillas a Sophia con sus ahogos consentidos, mientras que, con su mano izquierda, se apoyaba de la cama, pues, con la mano derecha, tomó el dildo y lo frotó suavemente contra los empapados labios mayores y menores de su novia, todo a ciegas, sólo al cálculo. El propósito de aquel frote, o roce, depende de cómo lo vean, era para lubricar el látex de aquel dildo negro, que a Emma nunca se le habría ocurrido comprar un dildo negro, quizás uno rojo, o azul, o verde, pero nunca negro, pero ahora pensaba el por qué; porque el negro era elegante y complementaba a aquel vibrador que habían puesto en la gaveta del olvido, es decir en la segunda gaveta de la mesa de noche de Sophia.

 

- Oh. My. God- gimió Sophia al sentir que Emma empujaba lentamente el dildo dentro de ella, que iba tan lento que era más una tortura, un juego muy maligno, pues, aquella dimensión en aquel agujero al que, como máximo, le introducían dos dedos, ahora tenía un curvo cilindro que llenaba su vagina de manera uniforme y que aplanaba su GSpot.

 

- ¿Cómo lo quieres?- susurró Emma, despegándose de su agujerito, para tomar aire y para lanzar esa engañosa pregunta que tenía muchísimas engañosas respuestas.

 

- Como tú lo usarías contigo- jadeó.

 

Y Emma volviendo a su agujerito, topó el dildo a su barbilla para tener un soporte, y, mientras trabajaba aquel suculento agujerito, que cada vez se calentaba más y se contraía de una hermosa manera, aprisionando su lengua dentro de él, comenzó a penetrar a Sophia, aquel dildo entraba y salía de su vagina sólo un poco al principio, sólo para frotar aquel suprimido GSpot, y luego, el trayecto de penetración, se fue haciendo, paulatinamente, más largo, hasta que llegó a ser una penetración suave pero profunda, en el que Sophia logró perder la voluntad de sus brazos para rendirse de cara a la cama, con sus brazos pegados a sus antebrazos mientras sus manos apuñaban aquel edredón color crema y sus dientes lo mordían, por los mismo por los que salían sus gemidos y hasta posibles y potenciales gritos de delicioso y malévolo placer. Emma rozaba el dildo contra su barbilla, ahora la penetración era más rápida y no tan profunda, pues no quería llegar a disturbar aquel punto de una vagina en el que empezaba a quizás no doler pero sí incomodar. Sophia llevó su mano derecha a su entrepierna y comenzó a acariciar su clítoris lentamente, intentando hacer, de aquel orgasmo, una nueva definición del mismo. Emma apretó aquel botoncito casi invisible y Sophia gimió agudamente, un sollozo tierno y placentero para ambas, que se convirtió en un jadeo pesado que se hizo tan constante como las vibraciones penetrantes de aquel dildo sobre su GSpot.

 

- ¡Me corro, me corro, me corro!- gimió rápidamente y soltó un gruñido con una baja de caderas que sólo hizo que aquel dildo se incrustara hasta lo más profundo de su vagina, dejando únicamente lo que debía ser el agarradero fuera de ella. Emma soltó aquel vibrante dildo y subió a besar el cuello de su novia, para quien no encuentro otro término más que “estaba en la luna” y sólo jadeaba calladamente y sonreía ante los besos de Emma en sus hombros.

 

- ¿Otro?- susurró lascivamente Emma a su oído, ocasionándole una risa maléfica. Sophia sacudió su cabeza, sintiendo la tela del sostén de Emma rozarle la espalda baja. -¿Y qué quiere hacer, Licenciada?

 

- Quiero hacer que te corras- respondió por fin, dándose la vuelta, cayendo sobre su espalda y sacando el dildo para apagarlo. - ¿Querías usarlo?- sonrió, levantando disimuladamente el dildo, pero Emma se negó con la cabeza. - ¿Cómo quieres correrte?- susurró, todavía un poco jadeante, que a veces todavía le faltaba el aire después de uno o dos minutos, como si se le confundieran las corrientes de oxígeno y dióxido de carbono en el proceso. - ¿Quieres que te coma?- y le desabotonó el jeans a Emma, tomándolo por los bordes para deslizarlo hacia afuera. - ¿Que te penetre?- y el jeans fuera. – ¿Scissors?- y subió con besos hasta sus senos, en donde Emma ya había quitado su sostén. - ¿Qué te masturbe?- murmuró entre los besos que le daba a aquella pequita que le daba sensualidad al yacimiento del seno izquierdo de su Arquitecta.

 

- No puedo ni pensar- susurró Emma, viendo a Sophia cómo besaba únicamente su pezón, ya rígido y bien definido, cómo sus labios lo abrazaban cálida y húmedamente.

 

- Mi amor…- pasó al otro pezón. - ¿Sólo quieres correrte?- y levantó la mirada, para encontrar una sonrojada mirada mientras Emma asentía. – Ponte de pie al borde de la cama- susurró. – De espaldas- Y Emma obedeció.

 

Era tal lo que se le ocurrió a Sophia, que dio gracias a Sara por haberle dado piernas largas a Emma, pues quedaba de tal manera que Sophia, al poner su nuca al borde de la cama y levantar un poco su cabeza, tenía la entrepierna de Emma a la distancia óptima para un terrible y delicatessen sexo oral. Emma no preguntaba, igual que Sophia, simplemente acataban las órdenes de la otra, pero sólo en la cama, pues era imposible tener una mala idea si al hecho de obtener placer se refería. Y Sophia así lo hizo, se escabulló entre las extendidas piernas de Emma, quien las había abierto para que la posición improvisada sucediera y, pensando en la comodidad de Sophia, sostuvo su cabeza con ambas manos, acercándola un poco más a su entrepierna pero para que su nuca no se cansara, sino, ya se imaginaba los resultados: “Carajo, qué dolor de cuello” y, para verla recorrer su cuello como Volterra y ser el apagón sexual más grande de la historia, simplemente no, gracias. La lengua de Sophia se hundió entre sus labios mayores y menores, sus manos jugando por ahí, jugando a ser peatones de espalda, de trasero, hasta de esa zona que a Sophia tanto le encantaba acariciar, el ápice de los muslos, en donde se fundían con su trasero, simplemente le encantaba el cambio de altura, tan marcado.

 

El clítoris de Emma estaba demasiado hinchado, pero sabía que, de correrse, terminaría de bruces, comiendo alfombra, y no quería eso, pero fue culpa del placer, todo la culpa la tiene el desgraciado placer, pues no pudo detener a Sophia en cuanto sintió que estaba a punto de correrse y se dejó llevar por un orgasmo que quizás había esperado todo el día, o al menos desde aquel episodio en su oficina y, cuando empezó a sentir aquellas contracciones pre-orgásmicas, se aferró todavía más a la cabeza de Sophia y se corrió, con un grito de esfuerzo por no flexionar sus rodillas, sino desnucaría a Sophia, y por mantenerse de pie, sino terminaría en la alfombra, no sin antes haber pasado por la esquina del mueble del televisor con su frente. Y ese esfuerzo sólo hizo que se corriera más fuerte, pues era como resistirse a lo inevitable, y bastaron tres gritos en total para exorcizarla, tres gritos de simple y detallado placer. Sophia se escabulló de regreso a la cama, por completo quiero decir, y Emma se tumbó a su lado.

 

- Sobra decir que estuvo…¡Uf!- sonrió Sophia, volviéndose sobre su costado para ver a Emma, quien estaba sobre su espalda, todavía un poco agitada por el orgasmo.

 

- ¡Uf!- repitió con una risa. - ¿Sueño?

 

- En lo absoluto, ¿y tú?

 

- Tampoco- Emma pasó su brazo por el hombro de Sophia, recostándola sobre su pecho, cayendo con su mano sobre su abdomen.

 

- ¿Segunda ronda?- suspiró, viéndola a los ojos. Y ambas sacudieron la cabeza, seguidas por un ataque de risa. - ¿Me ayudas con mi rompecabezas?

 

- No puedo, yo ya sé qué es, ¿recuerdas?- sonrió, dándole un beso en su frente. – Pero…podríamos mudar el rompecabezas a la mesa de la otra habitación y nos hacemos compañía…

 

- ¿Qué vas a hacer? ¿Trabajar en lo del Plaza?- Emma sacudió la cabeza. – Vas a leer

 

- No, quizás pueda contribuirte con un poco de piano

 

- ¿Tienes ganas de tocar piano?- Sophia se asombró, irguiéndose un poco con su espalda mientras Emma asentía. - Está bien, mudaré el rompecabezas a la mesa…¿segura que va a caber?

 

- Esa mesa es de dos por dos, el rompecabezas mide uno por uno cincuenta

 

- ¡Eso! Al menos ya tengo dimensiones- rió Sophia.

 

- Hey, that’s not fair!

 

- No, se llama astucia- rió Sophia, sacándole la lengua y poniéndose de pie. – Come on, put some clothes on and wash your hands

 

- Acuérdame de poner cortinas en esa habitación- dijo Emma, poniéndose de pie para unirse a Sophia en el baño para lavarse las manos y quizás los dientes no, pues le darían muerte a aquella botella de Pomerol y quizás a otra. Sophia se metió en una camiseta desmangada negra y en los primeros panties que encontrara, encima, una simple bata blanca que era más bien un cobertor, pues de calentar nada. Emma, por el contrario, simplemente se colocó su Carine Gilson de seda, una bata de color violeta oscuro.

 

- Ponte algo abajo también

 

- ¿Por qué?- Emma se encogió de hombros.

 

- Porque no creo que quieras que tu trasero roce el cuero del banquillo de tu Steinway- rió Sophia.

 

- Después de todo, es mi culo, Sophia- rió Emma, pero le hizo caso mientras Sophia se encargaba de mudar lo que ya llevaba armado del rompecabezas con la ayuda de Emma.

 

Sophia siguió con su rompecabezas, que apenas y seguía intentando armar los bordes, pues era lógico que era el primer paso, y era lo que temía, que todos los bordes fueran negros, en realidad había muy pocas piezas blancas, lo que se le dificultaba, pues al menos el noventa por ciento de las piezas eran negras. Emma llevó la botella de Pomerol y dos copas, distintas a las que había lavado unos minutos antes, pues apenas eran las diez y diez. Y, cada una con su copa, se sentó a lo que se debía sentar, Emma a deleitar a Sophia con todo tipo de música, algunas divertidas, sacadas de películas para niños, algunas las cantaba completas, otras sólo algunas partes, pero divertía a Sophia, y realmente a Sophia se le hacía menos difícil armar aquella misión imposible, desde Disney hasta Mariah Carey, desde Chopin hasta Seu Jorge, desde Snow Patrol hasta Laura Pausini.

 

- ¿Esperamos a alguien?- dijo Sophia ante el toque del timbre del apartamento.

 

- No que yo sepa- se encogió Emma de brazos.

 

- Iré a ver, sigue tocando- sonrió Sophia, levantándose y caminando, descalza, hasta la puerta. – Mrs. Davis, buenas noches- sonrió extrañada Sophia.

 

- Disculpa que te moleste tan tarde, ¿estabas dormida?- preguntó, con una sonrisa como nunca antes con Sophia.

 

- No, no, ¿quiere pasar?- dijo por cortesía.

 

- Sí, gracias

 

- ¿Quisiera algo de tomar? ¿Vino, agua, cerveza, jugo de algo?

 

- ¿Vino tinto?- murmuró, viendo a su alrededor, notando la peculiaridad de apartamento, la vez que había metido a Sophia no se había podido detener a evaluar la calidad de vida de Emma.

 

- Pomerol del ochenta y seis

 

- Está bien, muchas gracias- sonrió.

 

- Por favor, siéntese si quiere

 

- ¿Qué música escuchas?- preguntó, escuchando el sonido de una simple tecla que era presionada cuatro veces, luego otra cuatro veces, luego otra tres, y luego estallando en una melodía que pretendía ser de amor, cuando en realidad, la canción original, era rap, pero sonaba hermoso.

 

- ¿El piano?- murmuró, Mrs. Davis asintió. – Es Emma tocando

 

- No sabía que tocara piano- y escuchó el piano cesar.

 

- Sí- murmuró, sintiendo la incomodidad de la visita, ¿qué hacía allí de todas maneras?

 

- ¿Mrs. Davis?- emergió Emma.

 

- ¡Emma!- se puso de pie, saludándola efusivamente con un beso en la mejilla.

 

- ¿Está todo bien?- preguntó, levantando sus manos para poner la copa de Sophia y la suya en la barra del desayunador.

 

- No creerás lo que me pasó- rió. – Estaba arriba cuando se me ocurrió bajar a traer mi correspondencia y no traje la llave del Penthouse, mucho menos la llave del elevador para que me lleve hasta el Penthouse, pero ya le dije a Sergei y me dijo que vienen en camino

 

- No se preocupe, Mrs. Davis, quédese el tiempo que sea necesario- sonrió Emma, viendo que Sophia le alcanzaba una copa de Pomerol a Mrs. Davis.

 

- Gracias…- murmuró.

 

- Sophia, me llamo Sophia- dijo, para terminar con la incertidumbre de su nombre.

 

- ¡Ah!- gimió graciosamente Mrs. Davis. – Tú eres Sophia Rialto entonces- sonrió, materializando una revista de la nada. – Esto estaba en mi correspondencia, seguro se equivocaron al depositarlo en el casillero- sonrió de nuevo, alcanzándosela.

 

- Gracias, Mrs. Davis- sonrió Sophia, viendo que era la edición mensual de “Interior Design and Digital Innovations”, con una nota de renovación de suscripción semestral que al mismo tiempo era una felicitación de cumpleaños, personalizada diría Sophia, pues tenía una “R” en grande, que asumió que era por “Rialto”, pues no creía que se tomaran el tiempo de escribir “Sophia Rialto” en la tarjeta, bonito detalle, pero no renovaría la suscripción, pues ya no había mucha novedad en dicha revista.

 

- Gail Davis, por favor- dijo, revelando no sólo su nombre por primera vez, sino también su procedencia y ascendencia; una total eminencia, todo mientras Sophia arrancaba la nota de la suscripción y le dibujaba a Emma con los labios “marcador de libros improvisado”, y Emma sonrió.

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