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El lado sexy de la Arquitectura 23

en Lésbicos

- Yo no sé hablar griego- rió Natasha ante la propuesta de Emma y Sophia de pasar Springbreak en Mýkonos.

 

- Yo no hablo tailandés y me llevaste a Tailandia- sonrió Emma, tratando de defender el lugar, todo por querer complacer a Sophia.

 

- Ya, ya, no se peleen- intervino Phillip, ofreciéndoles un Martini. – La solución es simple- ambas los volvieron a ver con expresión de confusión, ¿desde cuándo Phillip tenía voz y voto en ese tipo de planes?- Emma y Sophia tienen dos semanas de vacaciones, yo tengo diez días laborales, que es lo mismo, y tú, pues...- dijo, viendo a Natasha.- Depende de lo que decidas hacer con tu trabajo, creo que podrías pedir para completar y, en ese caso, creo que más de una semana postrados en Grecia…

 

- Phillip tiene razón- dijo Sophia mientras se secaba las manos en su falda, viendo que Emma la veía con sorpresa, pero no supo si era por su intervención o por darle la razón a Phillip o por estarse secando las manos en su falda. – Mýkonos basta con tres o cuatro días- sonrió, tomando el Martini que quedaba en el desayunador de la cocina de Emma.

 

- Em, es un sabotaje- rió Natasha a carcajadas, chiste que sólo Emma y ella entendieron. – Está bien, pero yo no voy a volar quince horas a Europa para estar tres días nada más

 

- Nate, a lo que se refieren es a algo que se llama “múltiples destinos”- Emma volvió a verla con expresión “no cabe duda que eres especial”.

 

- ¡Exacto!- exclamó Phillip. – Hagámoslo en múltiplos de tres porque somos cuatro

 

- Eres tan inteligente, Phillip- rió Emma con sarcasmo. – Entonces qué, ¿cada quien escoge una ciudad o pueblo o lo que sea?

 

- Yo quiero ir a Venecia- dijo Natasha, haciendo que todas las miradas se volvieran a ella. - ¿Qué?

 

- Se nota que Hollywood te lo sembró y te crecieron raíces- sonrió Emma. – Es…feo y lleno de turistas- murmuró.

 

- Entonces vamos a Islandia, ahí no hay ni un fucking turista- rió Natasha. A Sophia le pareció que la conversación se estaba volviendo un tanto intensa y acalorada, que terminaría en una “bitch fight” pero no, esa era la naturaleza de discutir las cosas.

 

- ¿De verdad quieres ir a Venecia?- preguntó Sophia, viendo de reojo a Phillip, algo que hasta ahorita comprendo que estaba planeado.

 

- Sí, además... tu tatara-tatara-tatara-uuuu-buelo construyó el puente de Rialto, ¿no?- preguntó Natasha.

 

- No- rió Sophia. – Se llama así por la zona en la que está, pero lo construyó Barattieri y lo reconstruyó no-sé-quién…pero ese ancestro, que tú mencionas, era el dueño del Comercio de Rialto

 

- Oh…- suspiró Natasha, sabiendo que la ficha de Project decía otra cosa, aunque claro, podía estar equivocada, después de todo, era sólo un nombre, quizás por asociación errada.

 

- Emma, ¿a dónde quieres ir tú?- preguntó Phillip, haciendo más Martinis para sus mujeres, las únicas a las que amaba, pasaría por otra cosa de no ser un semental comprometido con Natasha.

 

- Responde tú primero- le dijo, con una mirada divertida.

 

- Pues, yo quiero ir a Roma, sería una bonita oportunidad de conocer a tu mamá y a la mamá de Sophia- dijo, sonriente, y sí, Sophia y Phillip lo habían hablado en secreto, al igual que como Sophia le había sacado a Emma en qué auto quería Natasha que la llevaran a la Iglesia.

 

-¡Amor, eres un genio!- gritó Natasha, considerándolo como tal, pues la idea era realmente interesante, menos para Emma, pues en Roma no sólo estaba su mamá, sino Franco…erm…perdón, su papá.

 

- Roma, Venecia y Mýkonos- hizo Sophia el recuento, anotándolos en un pedazo de servilleta. - ¿Emma?

 

- ¿No puedo agregar mis tres días en una de las ciudades que ya escogieron?- preguntó, intentando agregar su tiempo a Mýkonos, la idea de una playa y sol veraniego le apetecía más que Venecia; el olor a agua estancada y a turistas asiáticos tomando fotos, las atrocidades Haute Couture que vendían los africanos en los puentes y en las calles más oscuras, que sólo estaba la Plaza San Marcos, los cuatro puentes importantes y Murano, Burano y Torcello, y ¡Roma! Por Dios, eso le daba escalofríos de sólo pensarlo y no era que se avergonzara de su mamá, pues mamá era la mejor, pero era ya darles paso a que conocieran los antecedentes de la personalidad y el carácter de Emma, y cómo olvidarse de con qué cara ver a Camilla, a su suegra.

 

- Yo creo que sí- dijo Phillip, llenando las copas de nuevo. – Pero tendrían que ser al azar, ¿verdad?- preguntó, viendo a Natasha y a Sophia, que Sophia sabía exactamente a qué se refería Phillip y, en ese momento, escribió tres papeles que decían “Roma”, era fraude, pero Emma no tenía por qué enterarse, más cuando Sophia ya estaba emocionada de que hubiera aceptado Roma.

 

- Eso no es justo- murmuró Emma.

 

- Nada, al azar o nos dices qué lugar quieres tú, pero no puedes sólo alargar la estadía en un lugar que ya escogimos- sonrió Natasha, captando el juego de los otros dos y volviéndose su cómplice sin que se lo hubieran pedido.

 

- Si les digo que quiero ir a Jericoacora no vale, ¿verdad?

 

- ¿Dónde carajos queda eso?- rió Phillip.

 

- En Brasil- corearon las tres.

 

- Pues no, quedémonos en Europa, por cuestiones financieras también…podemos hacer un Southamerican tour en Summer- sonrió Phillip sin quitarle la mirada a Sophia mientras le daba la copa en su mano, preguntándole con la mirada si ya había cometido el fraude, a lo que Sophia parpadeó para decirle que sí.

 

- Creí que en Summer ustedes tendrían su luna de miel- dijo, un tanto asombrada.

 

- Sí, pero no podemos romper con la tradición de pasar el verano juntos, ¿o sí, Emma María?- bromeó Phillip mientras se servía un Whisky en las rocas.

 

- No es como que necesitemos tanto de luna de miel, si hemos pasado de luna de miel desde que nos acostamos- irrumpió Natasha, haciendo que Phillip, por primera vez, se sonrojara y riera de los nervios, haciendo que Emma y Sophia estallaran en una risa infalible.

 

- Entonces, mi amor- dijo Sophia, llamándola así, por primera vez, en frente de otras personas, y a ambas les gustó. - ¿Al azar o nos dices algo en Europa?- sonrió, empezando a cortar los pedazos de servilleta y a hacerlos una bolita mientras Emma lo pensaba.

 

- Bueno…confiando en que la probabilidad de que salga Mýkonos es del 33.33%, al azar- dijo, no estando tan segura, pero el destino ya se lo habían dictado sin que ella lo supiera.

 

- Bueno, bueno…saca una bolita entonces- sonrió Phillip mientras Sophia le extendía la mano con las tres bolitas, teniendo en la otra los nombres completos “Mýkonos”, “Roma” y “Venecia”.

 

- No, Sophia, tómala tú- dijo, mostrándole a Sophia la confianza que le tenía y Sophia se sintió mal y sabía que, en algún momento, tendría que decirle a Emma la jugarreta que le estaban jugando.

 

- Toma la del centro- dijo Sophia, haciendo que Emma la tomara y la empezara a desdoblar. – Me lleva…- suspiró un tanto molesta.

 

- ¿En dónde moraremos seis días?- preguntó Phillip mientras se dirigía a la puerta para abrirla y recibir la comida. Emma levantó la mirada como si hubiera visto un fantasma, una mirada vacía e incómoda.

 

- Roma…- murmuró Natasha.

 

- Son $170.25- dijo aquel chico de Blockheads que, mientras Phillip tomaba la comida y la ponía en la cocina, Sophia saltaba para pagarle, teniendo éxito por primera vez. ¿Qué tan incómoda habrá estado Emma que no le hizo ninguna cara a Sophia?

 

- Phillip, te juro que me va a matar- susurró Sophia mientras ayudaba a Phillip a desempacar aquellas barbaridades de comida.

 

- Si no es así, no es de ninguna manera, Sophia, tranquila…- susurró, viendo que Natasha se acercaba a Emma y le susurraba algo, pero no sabía qué porque estaba de espaldas a él y tampoco podía ver la reacción de Emma porque Natasha la tapaba.

 

- Háblame- dijo Natasha.- No estás nada contenta

 

- No, no lo estoy…pero sorpresivamente tampoco estoy enojada- dijo, levantando una ceja como para sí misma.

 

- Oye, si no quieres ir a Roma, sólo lo hablamos y ya- como si eso fuera una opción.

 

- No, es sólo que intento imaginarme a mamá lidiando con Sophia, no creo que le haga gracia

 

- No es que nos vamos a quedar en tu casa, amor- sonrió comprensivamente mientras la tomaba por el hombro.

 

- Me gustaría que se quedaran en casa

 

- Entonces aguántate- rió, y Emma también, pues ya qué, al final era lo mismo, al menos les daría un tour exclusivo por Roma, que lo conocía mejor que cualquier guía turístico.

 

La tomó de la mano y la arrastró a la cocina, en donde, como muchas veces, habían devorado algo sin sentarse; en esta ocasión era un plato de quesadillas variadas con una que otra guarnición y, para coronarlo, cervezas frías, cometiendo todos los pecados habidos y por haber de una buena vez y, entre el chile, las cervezas y la comida mexicana, se vieron como amigos todos, como una compañía más que agradable, algo que nunca habían podido hacer con James o Thomas, pues entre ellos siempre se terminaban peleando o siempre traían algún problema a la mesa que era posible evitar.

 

- ¿Cuál será nuestro primer destino?- preguntó Natasha.

 

- Pues tenemos dos opciones, o empezamos o terminamos en Roma, no vamos a ir de Italia a Grecia para regresar a Italia- sonrió aquella Testosterona sin barba, limpiándole un poco de guacamol a Natasha de los labios con su pulgar.

 

- Yo creo que Roma al principio mejor, así me relajo en Mýkonos- rió Emma, sabiendo que así debía ser, hasta se preguntó por qué Roma, dudó de la ética de elección y asumió fraude, pero no le importó, después le preguntaría a Sophia para confirmar sus sospechas y la “castigaría” con un orgasmo “violento” a media noche…o quizás no.

 

- Roma será- sonrió Phillip viendo a Sophia en un tono de “Misión cumplida.” – Ahora, Emma, ¿no nos quieres contar algo?- sonrió maquiavélicamente.

 

- Aparte de los números…- murmuró, extrañada porque no tenía nada que contar. – No, nada

 

- ¿Estás segura?- preguntó, caminando hacia su Attaché. Emma emitió un “no” mientras bebía su cerveza hasta el fondo. - ¿Architectural Digest?- rió, Emma se sonrojó.

 

- ¿De qué hablas, mi amor?- susurró Natasha.

 

- Déjame leer- dijo, aclarándose la garganta. Emma supo que Sophia la había delatado, pero le daba igual, sólo supo sonrojarse.

 

“Hay muchas maneras de vivir en Manhattan. Se puede vivir a lo grande, en la 5ta. Avenida como una estrella de cine, en la Avenida más cara del mundo, en edificios lujosos pre-Segunda Guerra Mundial, edificios cuyas fachadas han sido declaradas patrimonio cultural, pinturas originales de Picaso o de Matisse y muebles demasiado caros, importantes y antiguos como para sentarse en ellos. O se puede vivir como Emma Pavlovic, cómodamente en el onceavo piso de un edificio construido en 1968, de alguna forma modesta y grandiosamente en Madison con vista a Central Park desde la sala de estar, en donde nos invita a sentarnos, a un café que ella misma prepara en el momento al estilo italiano, en su sofá de cuero ocre; con un chaise lounge incorporado, y enfrente una mesa vidrio grueso y de base de piedra; enfrente una chimenea y fotos y un florero en una repisa sobre ésta.

 

Trabajando para el Estudio “Volterra-Pensabene”, se espera, en un futuro, que haya un cambio de nombre a “Volterra-Pavlovic” según Alec Volterra, Presidente y dueño del Estudio, socio y compañero de trabajo de la Arquitecta Pavlovic. Habiendo trabajado para una que otra estrella de cine; Meryl Streep, Glenn Close y Jack Nicholson, entre otros, y para personalidades como Eike Batista, de quien se ha convertido no sólo su Arquitecta de confianza sino también su decoradora personal, pues Emma Pavlovic no sólo es Arquitecta, sino también diseñadora de interiores; profesiones y pasiones que se dan a conocer con facilidad en cuanto se cruza la puerta de su apartamento, logra abrirse camino en el negocio de la Arquitectura y Diseño número cuatro.

 

“El apartamento tenía fluidez lógica en cuanto a la distribución”, dice la Arquitecta, “Pero tuve que darle fluidez espacial, es decir, un cierto tipo de accesibilidad”.

 

Con estas palabras, la Arquitecto desnuda la estética de su Apartamento en una fusión sobria de Minimalismo y Loft en colores principalmente tierra para hacerle énfasis a las distintas decoraciones tímidas en lo que al tamaño se refiere. Fuera de lo común, para una vida ajetreada en Manhattan, más alrededor de la agobiante 5ta. Avenida, incluye una cocina con encimeras de granito blanco, probablemente del tamaño de un Studio-Apartment, lo que da a conocer la importancia que la Arquitecta le da a lo que un Neoyorquino usualmente no. La propiedad consta de una sala de estar, dos clósets, cocina, dos dormitorios, un cuarto de lavandería, walk-in-closet, dos baños completos y una habitación extra en la que se define como una biblioteca acompañada por un Steinway A.

“Tengo mi propio estilo y eso se lo planteo siempre a mis clientes, pero siempre me acomodo a sus gustos,” dice la Arquitecta. “El cliente tiene una visión relativamente clara de lo que quiere, tiene una idea que es, a veces, incorruptible, y es cuando intento darle otro punto de vista si pienso que, lo que el cliente quiere, no funcionaría, pero siempre respeto la decisión del cliente. He trabajado con todo tipo de clientes.”

 

“La ética de trabajo siempre es la misma, es un principio que cualquier profesional debe seguir, lo que cambia es el proceso”, dice en cuanto se le pregunta qué la diferencia de los demás Arquitectos, “amo mi trabajo, me apasiona, y me gusta más cuando el cliente tiene una visión distinta a la mía; es como un reto para mí, pero pienso que con profesionalidad, respeto y responsabilidad, todo se puede lograr”.

 

Nacida y criada en la cuna de la arquitectura, se graduó con honores de ambas profesiones, considerando que eran complementarias entre sí, tras el sueño de diseñar, en todo sentido, su propia casa, que logró en Roma pero ahora, residiendo en Nueva York, ha modificado su sueño y le ha diseñado y entregado a sus clientes las casas de sus sueños.

“La clave es sencilla: si tú no conoces a tu cliente, es prácticamente imposible entregarle algo que se le acomode, es por eso que me gusta sumergirme en cada cliente y hacerle hasta la pregunta más molesta sobre el color de la madera; que a algunos les da igual”, dice Emma, en cuanto entra más en confianza a través de un café en la sala de estar de su apartamento después de haberle preguntado qué piensa de tratar con los asistentes de los clientes.

 

- ¿Qué tan lejos crees que tus diseños te han llevado?

Mis diseños no son fuera de este mundo, lo más extravagante que he tenido que diseñar ha sido la vitrina de Halloween de Louis Vuitton, pero es entendible. Busco siempre diseños simples dentro de cada estilo, me siento más cómoda entre el Minimalismo y el Clásico, aunque ya he tenido que verme envuelta en el Retro, con el que me divertí mucho, y también con el Lounge. No hay mejor manera de aprender que involucrarse en lo desconocido. En mi caso, el diseño inicial es una visión borrosa de la final, pues el diseño inicial sale de mí para el cliente, pero el cliente siempre pide ajustes, que a veces le sientan mejor, a veces no, pero siempre busco la manera de hacer que esos ajustes se vean bien, para eso me pagan.

 

- ¿Has considerado alguna corriente alternativa?

He tenido uno que otro proyecto que se sale de lo rutinario, en los que me han pedido hacerlo de materiales reciclados o con fuentes de energía natural, y eso sí ha sido un reto. Aquí en Manhattan no me han pedido que haga algo así, creo que es por lo mismo del caos en el que vivimos, que todo lo queremos rápido, que no me molesta.

 

- ¿Por qué crees que te deberían contratar a ti siendo tan joven y no a otros siendo mayores?

En este negocio puedes ver la edad como sinónimo de experiencia, eso es algo que pienso yo que juega en mi contra, pero creo que cada cliente tiene que tomar en cuenta qué tipo de experiencia es la que busca. Habrá muchos arquitectos que ofrezcan diseños mucho mejores que los míos, pero pienso que, por lo mismo de la edad, tengo la posibilidad de dar una propuesta más fresca, pues puedo tomar algo de la historia y proponer algo más conservador y anticuado, o puedo pararme en el presente y proponer lo actual, que es algo que a la mayoría nos cuesta comprender, cosa que pueden hacer muchos arquitectos, no digo que sea la única, pero creo que la mayoría de mis clientes quedan satisfechos, sino no me recomendarían.

 

- ¿Qué papel juegas tú y qué papel juega tu equipo en un proyecto?

Me gusta reunir mi propio equipo dependiendo del proyecto; si es arquitectónico, tengo a mi equipo de constructores de siempre, trabajamos bien juntos, si es para decorar un espacio, puedo hacerlo yo sola o le pregunto al cliente si quiere a otro diseñador en el proceso o sólo a mí. Pero, de un tiempo acá, tengo la posibilidad de ofrecerles a mis clientes algo “nuevo”, por así decirlo; trabajo de la mano con otra diseñadora de interiores, que tiene un enfoque distinto al mío, pero también es diseñadora de muebles, que es algo que a mis clientes les llama la atención. Volviendo a tu pregunta, creo que si tengo la mejor de las ideas, la más fantástica, no la puedo hacer sin mi equipo. Yo les planteo el marco de trabajo, cómo se van a hacer las cosas, ellos hacen que las cosas sucedan, los dos somos importantes, igualmente importantes.

 

- ¿Has tenido que sacrificar algo para ser quien eres ahora?

El que no sacrifica algo es porque no lo quiere, ¿no crees? De igual forma, cada sacrificio es compensado de alguna manera si sabes lidiar con la palabra “sacrificio”.

 

- ¿Qué has tenido que sacrificar y cómo te lo han recompensado?

Tuve que sacrificar Roma, me lo compensaron con Nueva York, tuve que sacrificar a mi familia, me lo compensaron con mis amigos; tengo buenas personas a mi alrededor, muy especiales para mí, que me ayudan a mi crecimiento profesional también.

 

Si caminan por el apartamento de la Arquitecto, no apreciarán ningún Picaso ni ningún Matisse, más bien esculturas de pared, o instalaciones que la misma Arquitecto ha creado a su gusto para decorar su hogar. De lo más impresionante es, sin duda alguna, su walk-in-closet, el sueño de cualquier mujer; diseñado y acomodado por ella misma, hace de la pieza más sobria y cómoda del apartamento junto con su baño y su habitación; en donde claramente la Arquitecto se siente más cómoda. “Es fácil hacer que algo se vea bien, incluso elegante”, dice Emma, “el reto es darle lógica estética al espacio total, de darle un uso correcto a cada habitación”. “

 

- Siento como si Carolina Herrera estuviera dando una entrevista…aunque dudo que ella haga café- bromeó Phillip mientras cerraba la revista y la ponía sobre el desayunador para que le quedara una copia a Emma, que seguramente ya tenía.

 

- ¿Por qué no me habías contado?- molestó Natasha, dándole unas palmadas en su espalda, exactamente sobre su cicatriz, haciendo que Emma se sintiera incómoda.

 

- La dio porque nadie lee la revista- dijo Sophia, halando a Emma para librarla de la mano de Natasha, cosa que Emma agradeció.

 

- ¿Tú crees que esta Arquitecto pueda decorar nuestro nuevo hogar?- preguntó Phillip a Natasha. – Se ve que es muy capaz- sonrió.

 

- ¿Nuevo…ho-hogar?- tartamudeó.

 

- Ah, no me digas que no sabías que vas a vivir aquí a la vuelta- rió Emma, clavándole el cuchillo de regreso a Phillip, quien lo aceptó como una venganza pasiva.

 

En ese momento, Natasha gritó de la emoción y se aventó encima de Phillip a besarlo sin cesar, subiéndose a sus caderas y besándolo con lujuria. No era el hecho de que Emma decorara el apartamento, al fin y al cabo era obligación de Emma hacerlo, o iba por voluntad propia o la contrataba, así de fácil, pero su hombre era perfecto.

 

- ¿Qué tienes para mañana?- preguntó Sophia mientras se metía a la cama.

 

- Sólo trabajar en lo de los van De Laar, los planos ya los tengo listos para enseñárselos pero me gustaría darles un avance en el concepto de la casa- dijo, estirándose para apagar la lámpara de su mesa de noche. - ¿Y tú?- la abrazó por su abdomen y puso su nariz para inhalar su perfume de todo el día.

 

- Mañana entrego los muebles que me habían pedido, por lo demás…nada- suspiró, aferrándose a Emma.

 

- Todos los papeles decían “Roma”, ¿verdad?

 

- Sí…¿estás enojada?- murmuró, dándose la vuelta y tomando a Emma por sus mejillas con ambas manos para encontrar su mirada en la oscuridad.

 

- No, sólo quisiera saber por qué no me dijiste que querías conocer a mamá- dijo, besando las manos de Sophia y acercándose más hacia su novia.

 

- Quizás decías que no

 

- ¿Quieres conocer a Papá también?- susurró, dejando de besarle las manos.

 

- Mmm…

 

- La verdad, por favor, nada de rifas manipuladas

 

- No, me daría rabia- susurró, despegándose de Emma y encendiendo la luz de la lámpara. – Siéntate, por favor- y Emma la miro con confusión pero hizo lo que le pidió.

 

Sophia se arrodilló detrás de Emma y levantó lentamente su suéter hasta casi su cuello. Se inclinó hacia su espalda baja y besó aquella cicatriz, que no era saltada ni nada por el estilo, sólo era una marca blanca. Al contacto con los labios de Sophia, Emma se sacudió de nervios, pero Sophia intentó calmarla al pasear su dedo; dibujando el trayecto de aquella cicatriz para luego darle besos pequeños y cortos.

 

- Sé qué no te gustó que Natasha te tocara ahí…¿te molesta que yo lo haga?- susurró, bajando su suéter y sentándose a la par de Emma.

 

- No…¿podrías volverlo a hacer, por favor?- murmuró, volviendo a ver a Sophia con los ojos un tanto brillosos, algo a lo que Sophia no podía negarse y, levantando de nuevo su suéter, volvió a besar, así como hacía unos segundos, así como antes, así como la primera vez que la vio y sin saber su historia la había besado.

 

- ¿Tienes más?- preguntó, esperando tener un “no” por respuesta, sino pediría la historia de cada una, aunque se acordó que Emma le dijo que era la única que tenía, pero, ¿y las que no se veían a simple vista? Eso destrozó a Sophia.

 

- No, sólo esa me dejó- dijo, quebrando su voz y acordándose por qué se había entregado a Sophia de la manera que lo había hecho, pues nadie le había besado nunca su cicatriz.

 

- No digas nada, sólo intenta entender- murmuró, retirando el suéter de Emma de la escena y tomando el cabello ondulado de en su mano y retorciéndolo para librar su cuello de cabello.

 

Besó sus hombros, desviviéndose con los ojos cerrados en aquellas sensuales pecas que se esparcían con elegancia, siguiendo su memoria geográfica con sus labios, marcando cada beso como un nuevo comienzo, al menos esa era la intención. Y besó de sus hombros hacia su cuello, deteniéndose en la nuca y subiendo por su cabeza, llenándola de besos; no hubo ni un tan sólo rincón que dejara sin besar y bajó por su rostro, por su cuello, por su pecho, deteniéndose en dónde latía aceleradamente su corazón, y ahí se detuvo unos minutos, besando, sólo eso, besando. Le quitó su pantalón junto con su tanga y la colocó sobre su abdomen.

 

- ¿Cuántas veces?- murmuró Sophia.

 

- Una por cada sílaba- gimoteó, cerrando sus ojos ante el recuerdo de la Piazza Vittorio cuando tenía ocho años y su bola de gelato cayó al suelo. Franco le dio una nalgada por cada diez centavos que valía la bola pero a Emma se le ocurrió preguntarle “Papi, ¿por qué me pegas? A eso de la tercera nalgada, sabiendo que le faltaban tres más, y Papá respondió “Por.que.te.es.toy.e.du.can.do” y fue una nalgada por el resto de los treinta centavos más una nalgada por sílaba de aquella frase, y a Emma le arde el recuerdo, tan vivo lo tenía que era un ardor físico también.

 

- Te- murmuró Sophia, dándole un beso en su glúteo izquierdo. – A- un beso exactamente a la par. – Mo- concluyó, creando una línea de besos mientras repetía aquel mantra “Te.A.Mo” hasta llenar el trasero de Emma con sus besos. - ¿En dónde más?- preguntó, viendo el reloj, apenas las diez y siete. Emma sacudió su cabeza. – Date la vuelta, por favor- su voz era suave, cariñosa y consternada, más cuando notó que Emma pasaba la palma de su mano por su rostro, todavía el doble cuando vio aquellas pupilas verdes rodeadas de rojo.

 

Emma se irguió y besó a Sophia, transmitiéndole su agradecimiento en aquel beso que sustituía las palabras que no lograba emitir. Fue como una fusión; se hicieron una sola, y la ropa de Sophia voló por la habitación sin el mayor de los frenesíes, quebrando, con el arrojamiento olímpico de su suéter, la lámpara de la mesa de noche de su lado, dejando la habitación completamente a oscuras. Sophia Rialto y Emma Pavlovic no tuvieron ningún tipo de sexo, ni oral, ni vaginal, ni anal, simplemente se besaban con pasión en la mayor expresión de su desnudez, rozando piel con piel, expresándose su amor entre gemidos que iban más allá del placer, quizás esa era la definición de “hacer el amor” que sólo aquellas dos mujeres lograban comprender.

 

-¡Dios, mátame!- se quejó Emma, hundiendo su cara entre sus brazos sobre su escritorio.

 

- ¿Por qué?- murmuró Sophia mientras jugaba con su bebida, es decir, había ensamblado un popote muy largo; de tres en realidad, y, recostada su cabeza sobre la mesa, así como Emma, jugaba a contar en cuántos tragos sus ojos le empezaban a llorar.

 

- Necesito que me caiga algo del cielo, estoy aburrida- dijo, casi inentendible por la acústica que creaban sus brazos alrededor de su voz.

 

- ¿Sabes qué es lo mejor?- sonrió Sophia entre dientes para no soltar su popote. Emma pregunté “¿qué?” con la garganta mientras hundía sus dedos en su cabello. – Que apenas son las dos de la tarde- rió Sophia con sarcasmo, haciendo que Emma se hundiera en un quejido lloroso.

 

- No debí haber venido tan temprano- se regañó a ella misma.

 

- Sí, no debiste haberme dejado sola…tú qué sabes lo que pude haber hecho- sonrió, haciendo que Emma levantara la mirada.

 

- Eres una ninfómana- rió, viendo que Gaby se asomaba a la puerta y la tocaba. – Dime, Gaby- dijo con una sonrisa por su comentario previo.

 

- Volterra nos ha sacado temprano, si no se les ofrece nada, me retiro

 

- No, yo estoy esperando una llamada, yo cierro- dijo Sophia. - ¿Volterra ya se fue?- Gaby asintió. – Bueno, nos vemos mañana entonces- sonrió, y Emma también, aunque ella se puso de pie y caminó al perchero a empezar a tapizarse de invierno. - ¿A dónde vas?- le preguntó a Emma.

 

- Pues, a dormir a mi cama, a comer un poco de comida chatarra y a ver alguna película mala- rió, enrollándose la bufanda alrededor del cuello.

 

- Espérate a que Gaby se vaya, quiero mostrarte algo

 

- ¿Qué tiene que esperar a que Gaby se vaya?- sonrió, acercándose a Sophia y viéndola a los ojos.

 

- Espérame un segundo, lo iré a traer- dijo, levantándose y saliendo de la oficina de Emma, sólo para ir a revisar que de verdad la oficina estuviera vacía, más porque Gaby había salido más rápido que una bala de aquel Estudio.

 

- ¿Qué me querías enseñar?- preguntó Emma viendo que Sophia cerraba la puerta.

 

- Esto- sonrió, levantando su falda para mostrarle que no llevaba panties.

 

- Ugh…Sophia- suspiró nerviosamente, caminando hacia ella, empujándola contra la puerta con sus pasos. – Siempre me sacas algo nuevo- sonrió, topándola a la puerta y robándole un beso feroz, con mordiscos incluidos, mientras sus dedos se encargaban de acariciar el clítoris de aquella provocadora rubia con su dedo.

 

Sophia le arrancó la bufanda, arrojándola sobre la alfombra para luego quitarle su blazer y abrir su camisa mientras Emma abusaba de su cuello y de su clítoris con sus dedos; recorriéndolos en círculos y de arriba abajo, cada vez más llenos de sus jugos. Emma, con su camisa abierta y mostrando aquel sostén blanco de encaje que la hacía ver inmaculada e inocentemente pura, se arrodilló ante Sophia y, abriendo sus piernas, probó sus jugos mientras Sophia intentaba mantenerse de pie en sus Manolos azul marino e intentaba, al mismo tiempo, mantener su falda arrugada a la altura de su cadera para no molestar a Emma, todo esto mientras deshacía cada botón de su camisa con suma dificultad.

 

- Shit! I’m gonna cum!- jadeó Sophia, flexionando un poco sus rodillas y presionando la cabeza de Emma contra su clítoris hinchado.

 

Emma tomó a Sophia por su trasero y lo acarició mientras sus labios hacían lo que nunca fallaba: succionar el clítoris de su novia para que ésta alcanzara un glorioso clímax y así fue, en realidad la tomó por su trasero para evitar que se fuera de bruces al suelo, y mantuvo sus labios en posición durante los trece segundos de orgasmo al estilo Rialto para seguir perturbando a su Sophie. Emma se puso de pie y Sophia la atacó con un beso, limpiándole con sus labios los restos de sus propios jugos, que le encantaban cuando venían de las entrañas de aquella impecable Arquitecta. La empujó contra su escritorio y, a ciegas, literalmente a ciegas, movió todo lo del lado izquierdo hacia más a la izquierda; que algunas cosas quedaron suspendidas, otras en el escritorio de Sophia y otras en el suelo, como el teléfono. Emma movió el teclado de su ordenador para que Sophia, de un movimiento, deshiciera el botón de su pantalón y, halándolo hacia afuera, junto con su típica tanga negra, pero sin quitarlos del todo, se logró escabullir entre las piernas de Emma al sentarla sobre su escritorio de olmo.

 

Fue directo al grano, perdón, directo al clítoris y, sin lubricar sus dedos, los introdujo en Emma, dos de una vez, provocando en Emma un gemido y no de dolor, pues sus jugos abrazaron los dedos de Sophia, más bien gimió de sorpresa. Y ahí estaban, Emma sin sus pantalones al suelo, con las piernas al aire, apoyada del borde del escritorio con sus codos mientras jugaba con sus pezones y echaba hacia atrás la cabeza, gimiendo de una excitación extrema, tal vez porque era en la oficina. Sophia penetró rápidamente a Emma, pudiendo escuchar aquellos exquisitos y perfectos sonidos de la penetración en aquel ambiente tan agradable, Emma sintiéndose sensual por todavía tener puestos sus Louboutin color granate. Y Sophia, siguiendo el ejemplo de su jefa, porque técnicamente “she was screwing her boss”, mordió a Emma, pero no su clítoris, sino sus labios mayores, ocasionando en Emma el espasmo previo al orgasmo, cuando ese ardor se junta con cada latido del corazón que recorre a una mujer de cabeza a pies, y, con una avidez lingüística, Sophia elevó a Emma hasta el piso setenta y uno de aquel edificio,  el Helipuerto. Sophia se recostó unos segundos entre las piernas de Emma, sintiendo el peso muerto de sus zapatos y su pantalón en su espalda.

 

- Así que eres ninfómana…- rió Emma, pidiéndole a Sophia que se retirara para poder vestirse.

 

- No creo, sólo tengo mis días- guiñó su ojo mientras le alcanzaba una caja de Kleenex a Emma aunque Emma sólo intentaba destrabar su pantalón del tacón. – Tranquila- murmuró, agachándose para destrabarlo y, cuando subió, limpió el sexo de su hermosa Arquitecta, quien la veía confundida. – Sé que no te gusta andar mojada, menos cuando tienes que caminar- sonrió, pasándole otro Kleenex por sus labios mayores para asegurarse que estuviera seca.

 

- Me conoces bien- sonrió, haciendo que Sophia se pusiera de pie y bajando su falda.

 

- Te quería pedir algo…si no quieres no lo hagas, sólo quiero saber…y sé que si lo pido corro el riesgo de hacerte sentir mal o de enojarte…

 

- Quieres conocer a Papá, ¿verdad?

 

- No- sonrió un tanto sonrojada, deteniendo la mano de Emma en su trasero. - ¿Me podrías dar una nalgadita cariñosa?- murmuró, bajando la mirada para evitar ver la reacción de Emma.

 

- Nalgadita cariñosa…- se repitió a sí misma, como si estuviera analizando qué parte de cariñoso tenía una nalgada.

 

- No me voy a morir si no me la das, mi amor- dijo, levantando su mirada y viendo que Emma tenía una sonrisa que la confundió. Emma retiró su mano del trasero de Sophia y, tomando un poco de impulso, le dio la “nalgadita cariñosa” en su glúteo izquierdo con su mano derecha, acercándola más hacia ella y dándole un beso en sus labios mientras sacaba un Kleenex con su mano izquierda. – Ves…no todas las nalgadas duelen, ni son malas…pero ya mi gusto está cumplido, no me tienes que dar otra- murmuró entre los labios de Emma.

 

- ¿Te gustan las nalgadas?- dijo en voz baja, paseando el Kleenex por la entrepierna de Sophia.

 

- Sólo las cariñosas y pequeñas y que me las des tú…- sonrió un tanto nerviosa, pues había rozado su clítoris con sus jugos.

 

- Del uno al diez, ¿qué tanto te gustan?

 

- Cinco, no es como que me gusta que me den nalgadas todas las veces, ¿sabes?

 

- Si de complacerte se trata, te daré una, pero sólo una, y sólo cuando me la pidas…porque tienes un ass de los dioses que no puede deformarse- rió, abrazándola, Sophia acomodándose entre sus brazos mientras veía por la ventana aquella nube gris colmar el cielo. 

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