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Antecedentes y Sucesiones - 11

en Lésbicos

- Qui nessuno mi conosce- rio Sara al micrófono, pero todos los que no sabían quién era asumieron que era la mamá de Emma, la mamá de la gran Arquitecta Pavlovic, la de apellido difícil de recordar y/o pronunciar. – Por la cara que tiene Emma, supongo que no sabía que iba a estar aquí- todos volvieron a ver a Emma y, en efecto, tenía cara de susto. – Seré breve y concisa para ahorrarte el estrés- los compañeros de trabajo de Emma y sus amigos, que se resumían a todos los invitados que la acosaban con la mirada, rieron al verla, por primera vez, sumergida en un estrés del que apenas podía patalear para salir a la superficie. – Para mí es un honor estar aquí, y lo es porque nunca creí que un día como este llegaría a ser parte de tu vida- le hablaba directamente a Emma. – Y es un honor que lo hayas decidido compartir conmigo y con tus amigos, porque sólo así podemos tener una idea de quién es Emma bajo el ala de la Arquitecta Pavlovic. Signora e Architetta Pavlovic, ora sei una moglie e senza dubbio vi sarà la moglie perfetta, accanto una donna che è riuscita a stupire- sonrió para Sophia. – Arquitecta Pavlovic, usted es la hija que todo papá espera tener, la hija que, como mamá, soñé aspirar para criarla- Emma respiró hondo, así como si quisiera succionar todo el oxígeno del salón, no quería llorar. – Licenciada Rialto. Sophia. Mi nuera. Creo que usted es lo que todo papá espera para que su hija conozca y se enamore por el resto de su vida. No sólo se ha ganado el corazón de mi hija sino el mío también- Sophia volvió a ver a Emma y sólo le tomó la mano. Emma estaba muy sentimental, y Sophia podía ver cómo intentaba aguantar la secreción líquida de sus lagrimales sobre sus córneas. – Me alegra haber sido testigo del desarrollo de su relación, una relación que no me preocupa, sino me gusta: es sana, divertida y se apoyan mutuamente. Y, ahora, me gustaría darles siete palabras que espero que ambas recuerden siempre: Mia kardiá pou agapá eínai pánta néa. – Sara no levantó su copa, pues no era el brindis principal, pero brindó con su hija y con su nuera desde lo lejos y fue directo a darles un abrazo. Fotografías y más fotografías.

 

- Para los que no hablan griego- rio Phillip al micrófono, mientras se acercaba a Emma y a Sophia. - Significa que Emma y Sophia serán siempre jóvenes- sonrió. – Pues, perdón que no me he presentado. No sé cuántos aquí me conocen y cuántos no. Yo soy Pipe para Pia, Felipe para Emma María, pero me llamo Phillip. Y yo voy a hablar por las dos- sonrió para ambas y le acarició el hombro a Emma. – A Emma la conocí en modo “mujer de negocios” antes de que otra cosa sucediera y, de no ser por mi esposa… a quien no veo en este momento- la buscó con la mirada para no encontrarla. – No habría entablado una amistad como la que tengo hoy contigo- se dirigió directamente a Emma, olvidándose del resto. – Emma, te admiro- le dijo con una mirada sincera. – Eres hermosa, no más hermosa que mi esposa- dijo con una expresión de “me va a matar si digo que es la más hermosa del mundo”. – Tienes una vida interesante, llena de Louboutin y Monique Lhuillier, llena de Minimalismos y Clasicismos, de diseños y distribuciones, de Roma y Nueva York, llena de Chopin y de amor. Eres una persona a la que yo considero que tiene una vida realmente Vogue, y considero que la tienes desde el ocho te octubre del dos mil doce- sonrió para Sophia. – Día en el que… ¡pam, pam, pam!- hizo sus típicos efectos especiales. – La Licenciada Sophia Rialto usurpó tu espacio laboral: invadió tu oficina con escritorio incluido para robarte tu oxígeno de oro- todos los del Estudio rieron, pues se acordaban de cuando Emma había sido la primera en casi cometer suicidio ante la noticia de una diseñadora de muebles. – Sophia- se volvió a ella. – Pia- sonrió con cariño. – Me acuerdo cuando te conocí. No te conocí como a Emma, no entre dinero y finanzas, sino en una fiesta, así como Emma conoció a Natasha, ¿ironía? No creo. Te he visto terminar de crecer. Te he visto entrar a Bergdorf’s para salir sin nada, y te he visto entrar a Bergdorf’s con una bolsa que contiene unos Stilettos que gritan “Emma” entre el patrón de leopardo. Te he visto amar a Emma, y te he visto pedirle perdón, así como he visto a Emma regañar a su Ego y a su Orgullo cuando algo tiene que ver contigo. Nunca pensé, ni en mis más locas ocurrencias, que ustedes dos serían tan disparejas, tan diferentes, que eso las haría ser completamente compatibles. Nunca creí que a alguien le pareciera sexy el Ego de Emma, y tampoco creí estar en el momento en el que Emma se hiciera humana por celos. Ustedes son las dueñas de mis “nunca creí”, a ustedes les debo un cambio de mentalidad, y se los agradezco. Y les agradezco que, gracias a ustedes, conocí la vida más allá del apoyo mutuo y de la familia. Emma, eres mi familia y la de mi esposa, eres mi cuñada y mi hermana. Sophia, eres mi familia, mi hermana. Las quiero mucho a las dos, y sé que van a ser muy felices, más de lo que ya lo eran hace media hora. Ahora, en honor a lo que alguna vez vivimos juntos- sonrió mientras se retiraba y le daba la mano a Irene y a Camilla. – No podemos olvidar quiénes son- Natasha emergió y se llevó a Emma, pues Emma era parte de eso. Sophia no entendía. – No podemos olvidar quién eres, Pia. Ni de dónde vienes, ni qué te describe. Esto es con amor y para que, probablemente, te mueras de la vergüenza- sonrió, y le alcanzó el micrófono a uno de los meseros que llevaba una bandeja repleta de Ouzo.

 

Eran grupos de tres, eran tres, pero uno sólo era de dos. Emma estaba entre Camilla e Irene, como buena familia recién formada. Natasha tenía a Clark, sólo porque le fascinaba bailar y estaba más que encantado de poder hacerlo, y tenía a Volterra. Phillip tenía a Sara. La guitarra empezó y Sophia se carcajeó, sólo necesito un segundo para reconocerlo. Se carcajeaba sin cesar. ¿En qué momento habían decidido bailar Syrtaki? Ah, qué risa. Todos coordinados, así como si hubieran decidido ensayar por meses. Todo buen griego lo conocía y lo sabía bailar, sino no era griego. Todavía era lento, lentísimo, y casi nadie entendía, bueno, nadie entendía, sólo veían a Sophia reírse y cubrirse el rostro ante la exacta ridícula vergüenza de la que Phillip había hablado. Le gustaba ver a Emma, tan elegante y bailando Syrtaki, ¡qué ridículo! Y la cara de Phillip, como si le gustara bailarlo, porque le había gustado demasiado aprenderlo. Culpa de Irene, idea de Phillip y Emma entre una estupenda loquera y borrachera remota, una broma que se había enseriado. Justo cuando empezó a acelerarse el ritmo, Sophia se puso de pie y se unió al baile, pues le acordaba a su época del colegio, a cuando no tenía idea de que un día como ese llegaría a su vida, y se colocó entre Phillip y Sara. Sabían sólo ellos, los que bailaban, lo que eso significaba. Ni un cabello se les movió de lugar, sólo eran risas, pasos, rodillas flexionadas, y ahora un círculo. Una ridiculización pero una sensación de hogar como nunca antes, algo tan suyo, algo tan de ella, algo para ella.

 

- Si fueran todos tan amables de tomar su Ouzo y el plato que tienen enfrente- dijo Natasha un poco agitada por el baile. – Les pido que, por favor, se unan con nosotros a la pista- meseros llevaron platos para los que no habían llevado, para los que habían bailado, y un shot de Ouzo, un shot doble para empezar la noche.

 

Eran platos de porcelana, finos, diseñados y comprados sólo para lo que vendría a continuación. Eran blancos del centro, azul marino de las gruesas orillas y, en un extremo, tenían el “Emma” en dorado, y, en el otro, “Sophia” también en dorado. El que Emma sostenía decía “Sophia” en el centro, el de Sophia decía “Emma”, eran únicos.

 

- ¿En serio? ¿Syrtaki?- rio Sophia para Emma, quien sólo guiñó su ojo para ella con esa sonrisa de complicidad. – Gracias- se sonrojó, recibiendo los platos cada una y el shot de Ouzo en la mano derecha. - ¿Ouzo?- uno de los meseros colocó una caja de fibra de vidrio frente a Emma y a Sophia, una caja un poco profunda que estaba recubierta de tela azul marino.

 

- Bienvenida a casa- sonrió Emma.

 

- Porque mi hermana y mi mejor amiga, Emma, sea feliz con la mejor mujer que puede existir, junto con Emma y conmigo- dijo con el mismo Ego de Emma. – Por Sophia y por Emma, porque sean felices- levantó Natasha el shot de Ouzo.

 

- Evíva, se mas - levantó Sophia su shot.

 

- Se séna- sonrió Emma, que chocó suavemente los vidrios y bebieron aquel etanol que Dios mío, qué fuerte.

 

- Evíva!- corearon los que sabían, y las imitaron. Emma tomó a Sophia de la cintura, la acercó a ella y, entonces sí, la besó en sus labios en pleno público mientras el flash de la cámara empezaba a caer como una ráfaga, y ambas arrojaron el plato, entre su beso, a la caja. – Opa!- corearon de nuevo, y las imitaron pero por sobre la superficie recubierta de la pista de baile mientras Emma y Sophia se seguían besando, momento Kodak de verdad.

 

- ¿Compraste una vajilla de porcelana sólo para quebrarla?- rio Sophia a ras de sus labios.

 

- Era una vajilla especial- sonrió, envolviéndola entre sus brazos. – El mundo está tan loco, tan trastornado, que un poco de tradición no nos vendría mal- y le dio un beso en su cabeza.

 

- Eso se quiebra en la puerta de la casa

 

- Lo sé, pero prefiero ahuyentar todo lo malo entre los que nos rodean- guiñó su ojo. – Además, una vajilla rota- recibió un plato de uno de los meseros, el único que había sobrado, y le mostró que sus nombres estaban separados. – Significa una vajilla nueva…

 

- ¿Y tenías que quebrar una para comprar otra?- bromeó.

 

- Tenía que quebrar la separación entre nosotras- quebró el plato junto con el resto, no en la caja, y susurró un “Opa!” que se me hace imposible describirlo de tan cariñoso y sensual que se escuchó. Sophia sólo entrecerró sus ojos y rio nasalmente. - ¿Qué?- resopló al entregarle los shots vacíos a un mesero que se les acercó.

 

- I just married- la señaló con su dedo índice y la punzó en su hombro desnudo. – You- susurró. Emma frunció su ceño, no entendiendo qué significaba eso en realidad. Sophia llevó sus manos a su nuca y desató la cadena de la que pendía el anillo de compromiso. Lo sacó y lo vio por unos segundos. Emma se asustó, y se asustó más al ver que sacaba su anillo de matrimonio, el que acababa de deslizarle.

 

- ¿Qué piensas? - preguntó con miedo.

 

- Es surreal- Emma pudo respirar tranquila al ver que sólo lo había sacado para ponerse el anillo de compromiso antes que el de matrimonio. Sophia sonrió, le gustaba cómo se veía aquello: primero compromiso y luego matrimonio. Doble compromiso: evolución, proceso, desarrollo. – Se siente diferente

 

- ¿Sabes por qué?- sonrió, llamando a un mesero, que colocaba un plato nuevo sobre cada puesto. Sophia sacudió la cabeza. – Porque ya no somos “Emma” y “Sophia”- tomó uno de los platos que el mesero tenía en su bandeja y le agradeció con la cabeza. – Somos “Emma y Sophia”- y le mostró que, en los platos nuevos, platos blancos con un anillo azul marino que dividía la base de la orilla y un anillo que recorría el contorno, sus nombres estaban juntos y entrelazados en el centro en Sverige Decorado y en dorado, que se la “E” de su nombre se entrelazaba con la “p” de su esposa. – Estábamos en punto cero, por eso te besé, porque fue lo único que une los antecedentes a las sucesiones: antes y después de la vajilla rota.

 

- Detallista nivel “Emma Pavlovic”- tomó el plato en sus manos y acarició los nombres.

 

- Ven. Annie probablemente tiene que irse pronto- la tomó de la mano y le devolvió el plato al mesero que tan diligentemente la esperaba. – Un par de fotografías y todos felices… y tienen que limpiar los platos rotos- rio.

 

- ¿Por qué los nuestros están en cajas?

 

- Porque esos platos son nuestros- sonrió.

 

*

 

- Adelante- dijo Emma ante el llamado de la puerta, que bajó el volumen de su música, de su “Tunnel Vision”, pues estaba en pleno desborde de inspiración y terminaba de diseñarse el vestido que creía perfecto: serio e interesante y que cayera en la categoría de “elegancia” pero que no fuera difícil de arrancar si pensaba más en algo post-recepción-de-boda.

 

- ¿Estás ocupada?- le preguntó Camilla desde la puerta.

 

- No, pase adelante, por favor- sonrió, poniéndose de pie de su silla de cuero para apagar la luz de la lámpara. – Creí que se iban a tardar más

 

- Sophia me dio la llave, ella e Irene se quedaron- dijo, que se sentó donde Emma le señalaba. – Creo que si veía un zapato más, pierdo la cabeza- se detuvo la frente y sacudió la cabeza.

 

- Qué bueno que no estoy usando zapatos- resopló Emma. Se sentó a su lado. – Camilla- suspiró. – No sé de qué quiere hablarme pero, entre más pronto lo hagamos, mejor… que no me gusta picarme la curiosidad porque sin hígado nadie vive y a usted le urge tener respuestas- Camilla ensanchó la mirada.

 

- Hay varias cosas que quisiera hablar contigo

 

- Soy toda oídos, y deberíamos aprovechar que Sophia no está para que no se estrese- sonrió.

 

- Sé que sabes que Alessandro es el papá de Sophia- lo dijo como una afirmación, no como una pregunta.

 

- Y tiene que saber que, así como se lo dije a él en su debido momento, yo no voy a decirle nada a Sophia. No me corresponde a mí decirle algo así

 

- No es eso lo que yo quiero pedirte

 

- ¿No?

 

- Creo que, en este momento, tú conoces a Sophia muchísimo mejor que yo- suspiró. – La manera en cómo hemos intentado tapar el sol con un dedo ha sido simplemente… un fracaso- Emma quiso no asentir, pero asintió. – Sophia ya no me cuenta la misma cantidad de cosas que antes, y sé que es porque prefiere ahorrarse lo que implica contármelo y, al no poder hablarle con la verdad, con el único que puedo hablar es con Alessandro, y él conmigo

 

- Sophia ya no está en edad para aguantarse regaños de todos los “adultos” en la habitación cuando sabe, soprattutto, que hay un elefante enorme y que es rosado en la misma habitación que comparte con usted y Volterra- le dijo Emma con una ceja hacia el cielo. – Y no son los regaños en sí los que le molestan, sino cómo juegan con la información y cómo deciden lidiar con ella

 

- No te entiendo

 

- Todo lo que Sophia haga con usted, Volterra lo sabe. Todo lo que Sophia haga con Volterra, usted lo sabe. No tiene privacidad con su jefe porque va directo a contarle a su mamá. No tiene privacidad con su mamá porque su jefe lo sabe. Y ese es el problema. Con el debido respeto, Camilla, el hecho de que Volterra esté estúpidamente enamorado de usted, y viceversa, no le da más derecho a sentirse más papá… usted le puede contar hasta al Papa si quiere, Volterra también, porque el Papa se ve bastante amable, pero Volterra no puede jugar a ser Papá cuando es Jefe: se ve mal y lastima a Sophia, y la lastima porque siente como si usted mandara a Volterra a arreglar cualquier disgusto. Se toma atribuciones que, socialmente y ante los ojos de Sophia, no le corresponden

 

- Eso no lo sabía, no me lo dice

 

- Sophia está un poco cansada ya, y mejor prueba de eso no hay sino que renunció

 

- Alessandro me dijo lo que había pasado- dijo, acordándose de las palabras de aquel hombre: “Mi hija… en una mesa, ¡teniendo relaciones sexuales en el trabajo!”.

 

- ¿Le dijo por qué había renunciado Sophia?

 

- Porque le gritó… y no lo culpo, sé lo que hicieron

 

- Y ese es el problema, Camilla- suspiró. – Si hubiera sido yo y alguien más, alguien que no fuera Sophia, Alec no hubiera puesto el grito en PageSix. Alec me trata diferente a los demás trabajadores porque soy su socia, no por otra cosa, pero Sophia es una más si él no encuentra las pelotas para decirle a Sophia por qué se toma tantas atribuciones. Lo que Alec hace se llama “nepotismo”, y eso, aquí y probablemente en todo el mundo, si Sophia quiere y Alec no se tranquiliza, Sophia puede, feliz de la vida, alegar acoso…

 

- Pero no renunció porque Alessandro la acosa, ¿o sí?

 

- No exactamente- sonrió. – Renunció porque se cansó de que Volterra se sintiera con más derecho sobre ella, como si fuera su papá, que ni su papá le hablaba así, hablando de Talos. El problema fue que Volterra reaccionó como papá, porque le juro que si hubiera sido otra persona del Estudio, que me consta que ha habido, sólo llama la atención y ya porque, para empezar, no era en horas de trabajo y la “evidencia” podíamos usarla ambas partes a favor nuestro. La clara muestra es que conmigo no se enojó, y no se enojó porque, con el perdón del francés, soy dueña de su trasero y hasta más… pero Sophia es su hija, y por mucho que supiera o no que está conmigo, y a qué nivel lo está, eso fue lo que lo hizo perder la cordura, y no lo culpo, no ha de ser fácil ver a su hija en esas cosas… además, Camilla- suspiró. – En el video sólo se veía lo suficiente para entender lo que estaba pasando, no es como que hicimos una película pornográfica

 

- Es culpa de Alessandro, entonces- suspiró con alivio, que Emma frunció su ceño en desaprobación.

 

- La culpa no es de Volterra- le dijo con el ceño todavía más fruncido, pues la culpa la tenían todos, hasta ella. – Todo fuera más fácil si Sophia supiera la verdad- aunque ya la sabe.

 

- ¿Qué pasa si nos da la espalda?

 

- Con el debido respeto, Camilla- resopló. – Sophia ya está grande y puede tragarse una noticia así. A la larga, si Talos o Alec es su papá, da igual… y Volterra no me cree cuando se lo digo, pero le dará vergüenza el día en el que Sophia se dé cuenta por sí misma, porque entonces quedará de mentiroso y de cobarde, que para Sophia, eso es peor- Camilla se quedó en silencio, y es que sabía que estaba sumergida en algo de lo que no sabía cómo salir. Además, Emma tenía razón, y Volterra no era el único a quién culpar. – Yo sólo quiero que Sophia tenga lo que se merece, y quiero que tenga una mamá y un papá, así sea que siga llamando “papá” a Talos o lo cambie por Volterra… nadie tiene por qué perder si las cosas se dicen de frente, pero todo a su tiempo y cuando se arme de valor

 

- Te debo una disculpa, te juzgué mal

 

- No se preocupe, yo sólo quiero lo mejor para Sophia, y sé que, lo mejor, es cuando usted está en buenos términos con ella- sonrió.

 

- No, no es por eso

 

- ¿Por qué?- ensanchó la mirada.

 

- Creí que no ibas muy en serio con Sophia- dijo en su pequeñísima voz. – Creí que era tu experimento

 

- Soy maquiavélica pero no tanto- resopló.

 

- Lo siento

 

- ¿Hice algo mal?

 

- Creo que eres exactamente lo que necesitaba para encontrarse, y por eso te respeto y te he tomado cariño a pesar de que no tenemos un trato directo o constante…

 

- Camilla, sé que hice mal al no pedirle permiso para proponerle a Sophia que se casara conmigo, sé que no he actuado de la mejor manera entre que he acaparado a Sophia en mi vida y en mi mundo y que he dejado que Sophia ceda a lo que me rodea… pero tiene que saber que mis intenciones, para con Sophia, son las más sinceras y las más sanas- sonrió. – No sé si para usted todo ha sucedido muy rápido, y me disculpo por eso, es sólo que estoy segura, y podría jurarlo sobre la Biblia, que Sophia es con quien yo quiero estar porque me hace feliz, muy, muy feliz, y, lo que me da Sophia, yo lo respondo con respeto, con protección y con amor, yo no tengo intenciones de lastimar a Sophia porque no tengo corazón para verla descompuesta. Eso ya lo hice una vez y es algo que sólo una vez quiero ver en los días conscientes que me quedan

 

- ¿Es necesario que se casen?- preguntó, pues eso era algo que no entendía. – Digo, ¿no podrían sólo seguir viviendo juntas?

 

- ¿Le molesta que nos casemos? Porque, de ser así, no lo hago- dijo un tanto frustrada y adolorida. – No quiero que haya alguien en desacuerdo, no alguien tan importante para Sophia

 

- No, es sólo que quiero entender por qué quieres casarte si Sophia…- y calló.

 

- No cabe duda que Sophia es igual a usted- rio divertida. – Quizás sea sólo un papel lo que nos una, porque, más allá de eso, no podemos hacer nada y, aunque pudiera, no lo hiciera, porque no me interesa eso, me interesa gozar de los beneficios que eso trae

 

- ¿Beneficios?

 

- Va más que todo en términos de salud- sonrió. – Dios no lo quiera pero si a mí me llega a pasar algo no quiero que todo lo que tengo se vaya a ninguna parte, me gustaría asegurar a Sophia. De la misma manera en que si a Sophia o a mí nos pasa algo y estamos en el Hospital, Sophia y yo no somos familia, no podemos tomar una decisión sobre la otra, no se hable de algo tan sencillo como las visitas cuando sólo dejan entrar a los familiares. Legalmente nos facilita la existencia…

 

- Bueno, en eso tienes razón

 

- Además, ni Sophia ni yo tenemos por qué escondernos en estas cuatro paredes- dijo, haciendo un recuadro imaginario con su dedo índice. – Yo quiero una relación normal, y creo que Sophia se merece una también… creo que el mundo está demasiado alterado y acelerado, un poco de convencionalidad no le viene mal a nadie

 

- ¿Firmarán un acuerdo prenupcial?

 

- Sólo uno en el que se haga constar que todo lo mío es de Sophia también… todo lo que tengo… no sé cómo comérmelo yo sola- sonrió. – Quiero compartirlo todo con ella- se sonrojó. – Desde mi clóset hasta mi cuenta bancaria, desde mi oxígeno hasta mi mano- Camilla sólo sonrió. – Y me gustaría muchísimo que ustedes aceptaran que las traiga para la Boda, así como todo lo que ustedes necesiten; desde un viaje en vacaciones hasta una cuenta de teléfono, desde un auto y gasolina hasta algo hospitalario… lo que sea para que Sophia esté tranquila a sabiendas de que ustedes están perfectamente bien y con el apoyo que necesiten

 

- ¿Sophia está al tanto de eso?

 

- Ella me ha dicho que haga la Boda como quiera- rio, omitiendo la parte de Las Vegas. – Así que, yo quisiera traerla a usted y a Irene, así como voy a traer a mi mamá

 

- Me refiero a lo otro

 

- No estoy segura- sonrió ampliamente para librarse de toda culpa. – Pero ya lo hablaremos

 

- ¿Han escogido fecha?

 

- El treinta de mayo. Es viernes…

 

- ¿Es por algo en especial?

 

- El clima nada más- rio, sabiendo que era porque ninguna de ellas dos estaría siendo víctima de un asesino en serie. – Es algo semi-formal, por la tarde-noche, pero creo que Sophia les hablará más de eso en un par de semanas

 

- ¿Qué te gustaría que les regalara?- sonrió, que con eso les daba la completa bendición.

 

- En realidad, no quiero regalos- sonrió de regreso. – Quiero que me ayude a regalarle algo

 

- Está bien…- murmuró. - ¿Quieres contarme?

 

- Quiero que tenga parte del Estudio- la mirada de Camilla se perdió en tiempo y espacio.

 

- Tengo entendido que eso, con lo de Trump, es carísimo

 

- Obviemos el dinero, por favor- se sonrojó, pues le incomodaba aquel tema, más cuando no estaba segura si Camilla sabía cuánto tenía en su cuenta bancaria. – Tengo el setenta y cinco por ciento, Alec tiene el resto… en teoría, dos partes son mías, una de Natasha, pero en la práctica son tres mías, ella sólo es un plan de apoyo, y me gustaría poder dirigir el Estudio en varias direcciones, más en la rama en la que Sophia no suele explotar, la cual creo que tiene mucho potencial para ser una nueva etapa. El diseño de muebles tiene un futuro prometedor porque es personalizado

 

- Me imagino que Sophia no sabe nada de esto, ¿verdad?

 

- No, me pidió que no le regalara joyas nada más- rio. – Pero mi regalo viene desde antes, lo compré pensando en ella… porque creo en ella

 

- ¿Qué necesitas que haga?

 

- Necesito que le regale un número cinco

 

- ¿Un cinco?

 

- Sí, ya sea en papel, en metal, en lo que sea… sólo un cinco. Yo le daré un cuatro, mi mamá le dará un seis, Natasha un ocho, Phillip un tres, Volterra un nueve, Margaret y Romeo le regalarán un seis e Irene un ocho

 

- Entonces, ¿un cinco y un ocho?

 

- Sí

 

- ¿Qué significa?

 

- Sophia lo sabrá- sonrió.

 

- ¿Han hablado de qué harán después de la Boda?

 

- ¿De una luna de miel?

 

- Sí

 

- No, pero me gustaría llevarla lejos de todo- se sonrojó. – Para desconectarnos totalmente y poder estar juntas- y no se dio cuenta de que eso sonaba a “sexo”. – Una playa, para poder descansar también, que se nos vienen unos meses ajetreados… quizás Bora Bora y el Four Seasons

 

- ¿No es muy caro eso?

 

- Sophia se merece lo mejor

 

- Tú no conoces límites, ¿verdad?- rio Camilla muy encantada.

 

- No tengo- guiñó su ojo. – Mucho menos cuando se trata de Sophia, de su comodidad y de su relajación

 

*

 

- ¿Quieres quitar esa cara, por favor?- ladró Camilla junto con un puntapié bajo la mesa.

 

- Es la única que tengo, acostúmbrate- gruñó. – Emma me debe una buena explicación y una norme disculpa- se cruzó de brazos como un niño pequeño.

 

- ¿Qué te hace pensar que Emma le dijo?

 

- ¡Es la única que sabía!- y gruñó letras, consonantes y vocales entre sus dientes, con sus puños cerrados, así como José Mourinho reaccionó en el juego del Real Madrid contra la Real Sociedad. 

 

- Te juro, Alessandro, que si les arruinas la noche… te va a ir mal, muy mal- le advirtió con esa mirada que sólo una mamá podía poner. – Cambia esa cara YA- Volterra sólo gruñó calladamente. – Lo digo en serio

 

- ¿Por qué no reaccionas ante lo que acaba de pasar?- refunfuñó.

 

- Porque Sophia iba a saberlo de mí- Volterra dejó caer la quijada.

 

- ¿Y no se te ocurrió decirme?

 

- ¿Para que me dijeras que “no, ¿y si se enoja?”?- rio. – La que se lo ocultó fui yo, tú eres una cosa colateral nada más. Si se va a enojar, que se enoje conmigo

 

- Soy su papá

 

- Entonces empieza a actuar como uno- levantó su ceja. Volterra la vio penetrantemente y se levantó de golpe. - ¿A dónde crees que vas?

 

- A hablar con Emma

 

- No, tú no vas a ninguna parte- ladró, deteniéndolo de la mano, pero él se la arrebató. – ¡Alessandro!- le siseó a una espalda ya distante y que caminaba hacia donde estaba Emma y Sophia con Margaret, que se sacaban un par de fotografías, literalmente para el recuerdo, mientras los meseros empezaban a servir comida y bebidas.

 

- I’ll see myself out after the guest’s takes- le dijo Annie a Emma.

 

- Do please have something to drink and eat, anything you want or need- sonrió Emma, extendiéndole la mano. – Your transportation should be waiting for you to take you to the airport, and your name should be on the list for any flight of your choice with American Airlines

 

- I wish you both the very best- sonrió, estrechándole la mano. – I should be delivering the takes within a week or two

 

- Take all the time you need- resopló Emma, viendo que Volterra se acercaba con cara de querer asesinarla. Margaret se robó a Annie y la hizo desaparecer de su vista, que, de no ser por el flash de la cámara, no hubiera sabido si seguía ahí o no. – No se ve muy contento- susurró Emma para Sophia, quien le tomaba la mano y le besaba los nudillos. Sophia sólo se encogió entre sus hombros y no le dio importancia alguna.

 

- Emma- gruñó Volterra. - ¿Podría robarte a tu esposa por un momento?

 

- Ya regreso- sonrió Sophia y le dio un beso corto y rápido en sus labios para el enojo de Volterra. – Ajá, Alessandro- sonrió, tomándolo del brazo con el suyo mientras se dejaba guiar por él hacia donde sea que la llevaba. - ¿Qué se te ofrece?

 

- ¿Bailarías conmigo?- murmuró ya más relajado.

 

- No hay música- Volterra la empujó suavemente y la volvió a atrapar entre sus brazos, ya en la posición de baile.

 

- Paupérrima excusa para no bailar conmigo. Muévete- sonrió.

 

- Guíame- rio, pues no debía guiar ella sino él, y Volterra se empezó a mover, que no era un buen bailarín, sino un buen bailador. - ¿Con quién estoy bailando; con mi jefe, con el ex-novio de mi mamá, con mi “tío” o con mi papá?

 

- Tengo ese síndrome de personalidades múltiples- sonrió. – Pero estás bailando con el ex-novio de tu mamá, a quien alguna vez conociste fuera de todo esto y llamaste “tío”, y luego fui tu papá, por último tu jefe. Supongo que es una síntesis de todo… y espero no haber arruinado las fotografías con mi cara de asombro- sonrió incómodamente.

 

- Te mata Natasha… o Margaret, que le salió caro que Leibovitz tomara las fotografías

 

- Nunca entendí cómo es que hacen esas cosas

 

- ¿Cuáles?

 

- ¿No te parece todo muy “over the top”?

 

- ¿Todo qué?

 

- Todo, tu vida, la vida que llevas con Emma

 

- ¿Escoges el día de mi boda para decirme que tengo un Alterego Consumista y que mi vida es superficial y materialista y no exactamente en el sentido filosófico de la palabra?

 

- Te casas en el Plaza, tienes a un ultra Chef cocinando para menos de cincuenta personas, el mismo que cocina para los Oscares, te casa la misma mujer que divorció y casó a Donald Trump y a todos los Trump, tienes una vajilla sólo para quebrarla, Vanity Fair te toma fotografías, creo que lo que tienes encima, en ropa, zapatos y joyas… ¿no te parece demasiado?

 

- Vamos por pasos- sonrió resentidamente. – Se llaman “Oscars”, no “Oscares”, y ni así, son los Premios de la Academia, y se llama “Wolfgang Puck” y no está cocinando allá atrás. Vanity Fair no tomó las fotografías- rio. – Leibovitz fue regalo de Margaret, Helena fue recomendación de Romeo… what the fuck, no sé por qué te tengo que dar explicaciones de cómo gasto mi dinero o de los regalos que me dan…- frunció su ceño. – Ahora bien- sonrió para intentar relajarse. – Es mi boda, mi esposa está sola, estoy bailando sin música como idiota con el hombre que, a pesar de que ya le dije que sé que es mi papá, no me dice nada y, por si eso fuera poco, me está criticando mi boda… quite disrispectful diría yo. Así que, yo voy a ir a disfrutar mi noche, mi matrimonio, y a mi esposa con mis amigos y mi familia, si quieres ser parte de mis amigos o mi familia, que al menos se quedan sus críticas para sí mismos, eres más que bienvenido para quedarte pero, si no te consideras parte de mi familia o capaz de mantenerte esas cosas para ti, pues, hay varias puertas por las que puedes salir- auch. Le dio un beso en cada mejilla, lo tomó por los hombros y le sonrió. – Gracias por el baile- se despegó de él con la misma frustrante sonrisa, y, al darse la vuelta, se dio cuenta que todos la veían dejar a su papá solo, que todos sabían, no porque Emma o Sophia lo hicieran evidente sino porque era más que obvio desde el momento en el que la contrató de la nada, más cuando usó al fracaso de Harris para cubrir la pronta contratación de Sophia cuando el mercado no estaba preparado para diseño de muebles a tan alto nivel.

 

*

 

- Buenos días- sonrió mientras veía saltar las rodajas de pan integral de la tostadora.

 

- Tú no duermes, ¿verdad?- resopló Irene en su adormitada voz alrededor de su alborotado cabello. Emma sólo guiñó su ojo.

 

- ¿Qué te puedo ofrecer de desayuno?- Irene sólo bostezó y sacudió su cabeza. – Bueno, no es tanto desayuno si son las once de la mañana… así que…- sonrió, colocando ambas rodajas de pan en un plato pequeño para luego esparcirle una generosa capa de mermelada de fresa sobre una mísera capa de mantequilla. – Puedo ofrecerte un par de Toast o un Panino con Pomodoro, Mozzarella e Funghi

 

- Una Pizzetta?- resopló.

 

- ¿Quieres una?

 

- Bueno- frunció su ceño. – Supongo que sí- murmuró con extrañeza y vio a Emma sacar un paquete de rodajas de queso y un tarro con una especie de pasta roja. – Pasta de tomate seco- sonrió. - ¿Champiñones?

 

- Sí, gracias- sonrió, notando cómo sacaba sólo dos de uno de los cajones.

 

- ¿Dormiste bien?

 

- No sé qué tiene esa cama que me hace dormir demasiado bien, ¿y tú? ¿Tu cama no es lo suficientemente…cómoda?- rio nasalmente con la picardía de un sentido alternativo, que podía ser cualquier cosa relacionada con Sophia. ¿Relacionada? Jaja, sí.

 

- Mi cama, querida cuñada- resopló, alcanzando la bolsa de papel que tenía enfrente mientras encendía el horno. – Es perfectamente cómoda

 

- ¿Cómo es que no duermes, entonces?

 

- Estoy acostumbrada a dormir poco

 

- ¿Cosas de la perturbada consciencia?

 

- ¿Perturbada? No- sacudió la cabeza con aquella expresión de burla.

 

- ¿Mucho sexo?- rio.

 

- Irene… nunca me ha gustado que me den un consejo cuando no lo he pedido, es una de las tres cosas que odio en realidad, pero voy a escupir hacia arriba y voy a dejar que mi odio hable

 

- Me vas a dar un consejo

 

- Consejo…no, advertencia mejor- sonrió, esparciendo la pasta de tomate sobre la rodaja inferior de pan. – La curiosidad, conmigo, no tiene límites

 

- ¿A qué te refieres?

 

- Lo que sea que me preguntes, sea por travesura, por curiosidad o simplemente porque te pongo nerviosa, porque sé que lo hago- sonrió. – Pero, lo que sea que me preguntes, te lo voy a responder… así que piensa bien en lo que me vas a preguntar, porque voy a seguirte el juego

 

- ¿Cuáles son las otras dos cosas que odias? ¿Semana sin sexo y tener a tu suegra al otro lado del pasillo?

 

- Dos preguntas: ¿por qué Sophia y tú creen que mi familia política es algo que me preocupa? Y, ¿por qué todo tiene que ver con sexo?

 

- ¿Qué es lo que no tiene que ver con sexo?- sonrió. – Todo en esta vida tiene que ver con sexo: la comida, la bebida, la risa, todo tiene que ver con sexo

 

- No, tiene que ver con placer, no con sexo. Y, la familia política, ¿quién no lo odiaría? Yo sé que yo sí lo odiaría, hasta lo evitaría

 

- Odio cuando me insisten, cuando me quieren convertir o me quieren obligar a hacerme cambiar de opinión- la volvió a ver mientras, con destreza, cortaba los champiñones en rodajas para colocarlo sobre la pasta de tomate. – Y odio cuando tu hermana no está feliz

 

- ¿Es feliz?- murmuró, mostrándole la primera mirada de preocupación por su hermana. - ¿Tú la haces feliz?

 

- No sé si soy yo, no sé si yo sea el factor especial, pero sí es feliz

 

- ¿Lo eres tú?

 

- ¿Alguna vez soñaste con algo perfecto?- sonrió, volviéndose al otro champiñón. - ¿Alguna vez creíste que puedes tener algo perfecto, algo que puedes describir únicamente como “perfecto”?

 

- La perfección no existe- susurró. – Todo tiene defectos

 

- ¿Qué te hace pensar que los defectos no son parte de la perfección?

 

- ¿Tú crees que tu vida es perfecta?

 

- Nunca ha estado tan bien, está como lo que conozco bajo “perfecta”: tengo una familia, tengo amigos, tengo trabajo, tengo salud… tengo a tu hermana, ¿qué más puedo querer de la vida? ¿Qué más puedo esperar de mi vida? Lo tengo todo, hasta más

 

- Debes odiar la pregunta, yo sé que mi hermana la detesta- suspiró, abriendo la puerta del congelador para sacar el jugo de naranja. - ¿Qué hay de tener hijos? Yo quiero tenerlos algún día

 

- Y me alegra el hecho de que quieras tenerlos, de verdad- sonrió. – Pero aquí estamos con tu hermana; ella que cree en la naturaleza de las cosas, y se lo respeto

 

- Y tú, ¿qué hay de lo que tú quieres, de lo que tú crees?

 

- No puedo tener hijos- se volvió a ella y dejó de rebanar.

 

- Vamos, todo papá ha dicho eso en algún momento, todos se han preguntado si serán o no buenos, si serán ellos o sus hijos los que sean una Santa Cagada… pero eso no significa que hay que tenerle miedo

 

- ¿Qué te hace pensar que le tengo miedo a ser una Santa Cagada?

 

- Todos le tienen miedo a eso, pero, al final, todos son buenos y todos adoramos a nuestros papás, hagan lo que hagan, la caguen cero, una o mil veces. Es el miedo a la responsabilidad

 

- No le tengo miedo a la responsabilidad, tengo varias responsabilidades muy grandes en mi vida y creo que he logrado llevarlas sin mucho problema

 

- ¿Responsabilidades como cuáles?- sonrió desafiantemente. ¿Quiere guerra? Guerra tendrá, carajo.

 

- Tengo responsabilidades en el trabajo: ser eficiente, innovadora, mi responsabilidad es ser responsable y ser creativa. En casa tengo que pagar cuentas, en la familia estoy al pendiente de todos, hasta de ti cuando, en realidad, no tengo ninguna obligación para contigo, y tengo responsabilidades con tu hermana

 

- Y, aun así, ninguna es tan grande como criar a un hijo… ¿por qué estás tan a la defensiva con la idea? Ni mi hermana se pone así

 

- Bueno, tú lo pediste- suspiró, sacando la bandeja del horno para colocar el Panino, o Pizzetta con tapadera, sobre ella. – No puedo tener hijos porque soy estéril. Eso es en el ámbito biológico, clínico, físico, como quieras llamarle. No quiero tener hijos porque no voy a arriesgarme a convertirme en el ser abusador que era mi papá, no le voy a dar pie a eso, eso termina conmigo: ámbito psicológico, mental, emocional. No necesito tener hijos porque no me siento vacía, porque no es obligación, porque no está escrito en piedra que cada mujer debe ser mamá, o que cada matrimonio debe tener hijos… y eso, Irene, es en la parte social

 

- Emma, lo siento- susurró con su mirada perdida. – Yo no sabía

 

- Aprendes a vivir con tu naturaleza, así como tu hermana dice. No puedes forzarla: el mundo está como está porque jugamos a ser omnipotentes, jugamos con las leyes de la naturaleza… y no me voy a morir si el cliché no se cumple. Además, si pudiera tener un hijo, sería tenerlo de tu hermana

 

- Pero eso no se puede

 

- Y me alegra que me entendieras- sonrió.

 

- Pero, ¿no quieres niños a los cuales cantarles el Happy Birthday, a los que hay que cambiarles pañales y darles de comer papilla?

 

- Por eso seré la mejor tía que pueda existir. Para eso tengo a Natasha, tengo a mi hermana que no tarda en salir embarazada al paso que va, y te tengo a ti… en tiempo eventual. Que no sean mis hijos no significa que no me gusten los niños

 

- Y, entonces, cuando te cases con mi hermana, ¿qué va a pasar?

 

- ¿A qué te refieres con “qué va a pasar”?

 

- ¿Qué van a esperar? ¿Qué van a desear?

 

- Todavía no te entiendo con claridad

 

- ¿No va a haber ningún cambio? Digo, ¿se van a apegar a la rutina?

 

- ¿Tendría que cambiar? – resopló.

 

- ¿Se van a casar y van a seguir igual?

 

- Por eso, Irene, ¿qué tiene que cambiar?- suspiró. - ¿Tiene que cambiar algo en general?

 

- No lo sé, es sólo que me parece un poco aburrido, como si no fueran a empezar desde cero- se encogió entre sus brazos.

 

- Ese es el problema- sonrió, doblando una de sus ya frías tostadas para llevarla a su boca. – El único que se aburre es el que no sabe divertirse con lo que tiene, y el único que necesita empezar desde cero es el que ha sido víctima de la única moraleja de Esopo que vale la pena contar: Don’t shit where you eat- rio, no sabiendo en realidad si tenía algo que ver con Esopo o con alguna de sus camisetas obscenas.

 

- No creo que te estoy entendiendo

 

- ¿Por qué voy a empezar desde cero si quiero darle seguimiento a lo que ya tengo?

 

- Entonces, ¿no hay nada que quieras cambiar?

 

- ¿Es tan difícil creer que no, que todo está bien?

 

- ¿Ni para mejorar?

 

- Todo es perfecto, Irene- sonrió. – No hay nada que quiera cambiar, de verdad

 

- Realmente tengo un poco de envidia- se sonrojó.

 

- ¿Todo bien con tu vida amorosa?

 

- No tengo una- balbuceó suavemente.

 

- Uno reconoce a los de su clase, así como un Payaso reconoce a otro Payaso

 

- De verdad, no tengo una vida amorosa

 

- ¿Cómo se llama? – Irene sólo rio nasalmente y sacudió su cabeza. – El hecho de que no tengas una vida amorosa no significa que no haya una persona de interés, so, ¿cómo se llama? – volvió a sacudir la cabeza. - Asumo que tu mamá no sabe y tu hermana tampoco, ¿verdad?

 

- No

 

- ¿Por qué no?

 

- ¿Por qué sí?

 

- Es cómodo cuando puedes ser quien eres con tu familia

 

- ¿Tú hablas con tu familia de Sophia?

 

- Con mi mamá, sí. Mis hermanos y yo no tenemos la cercanía que tienes tú con tu hermana… por eso cuento con Natasha y con Phillip; ellos también son mi familia

 

- Todavía no estoy lista para decirle a mi mamá

 

- ¿Crees que no va a entender?

 

- ¿Tú logras entender que me gustan ambos?

 

- No veo por qué no, no tiene nada de complicado

 

- ¿No lo ves como una indecisión o una confusión?- Emma sólo sacudió la cabeza. – Es que pienso que es difícil, mi hermana es lesbiana, sólo le gustan las mujeres

 

- Sin embargo, estuvo con Pan de Mierda- sonrió.

 

- A lo que voy es que ella puede categorizarse como “homosexual”, así como Natasha puede categorizarse “heterosexual”…

 

- Mmm… ya veo- sonrió de nuevo. – ¿No te parece normal que te gusten los dos?

 

- No te pueden gustar los dos, tiene que gustarte uno más que el otro, ¿no?- Irene asintió suavemente. – No todo es blanco y negro, Irene

 

- ¿Tú te consideras bisexual, entonces?

 

- Te lo puedo plantear así: fui heterosexual porque me acostaba con hombres pero no porque me gustara estar con ellos, era bisexual porque pasé de estar con un hombre a estar con una mujer, soy lesbiana porque estoy con tu hermana y me voy a casar con ella. Si eso me hace lesbiana, bisexual, o confundida, pues eso soy. No tiene nada de malo porque no es que no sepas qué te gusta y qué no, eso sí lo sabes, te gustan ambos pero pesa más quién es y no su género

 

- ¿Cómo le explicas a tu mamá que te puede gustar cualquiera, hombre o mujer? ¿Cómo haces que entienda que no ves hacia la derecha sino también hacia la izquierda?

 

- ¿Es difícil explicarlo o aceptarlo?- murmuró, doblando la otra tostada para comerla.

 

- Pero yo sé que me gustan ambos

 

- Saber no es lo mismo que aceptarlo- sonrió.

 

- ¿Tú le dijiste a tu mamá quién eras?

 

- No salí realmente del clóset- suspiró. – Pero sí le dije quién era tu hermana, y no le he mantenido nada importante en secreto

 

- ¿Nada importante?

 

- No- sonrió de nuevo. – Nada… hasta en el sentido sexual

 

- ¿Cómo puedes hacer eso?- siseó con sorpresa. - ¿Cómo puedes hablar de sexo con tu mamá?

 

- ¿Tengo algo de qué avergonzarme?

 

- Le cuentas de tus experiencias sexuales, eso no es normal- susurró. - ¿No te da algo cuando le estás contando?

 

- No es como que le cuento que me gusta hacer que tu hermana pierda el control ante éstos - sonrió con picardía y levantó su dedo índice y medio de la mano derecha, que Irene dejó caer su quijada. – Le cuento lo suficiente como para que sepa por qué estoy bien o por qué estoy mal, le cuento para que sepa que mi relación con tu hermana es sana

 

- Tu mamá es más cool que la mía, de eso doy fe

 

- ¿Y eso por qué es?

 

- La vez que conocí a tu mamá, no sé- rio.

 

- ¿Qué hizo?- preguntó un tanto avergonzada en anticipación con su mano sobre sus ojos para esconderse de su misma vergüenza.

 

- Nada, es sólo que me dio esa impresión

 

- Tu mamá también es bastante afable, inspira confianza… yo se la tengo

 

- Es irónico que tú se la tengas y sus hijas no

 

- No estoy en posición de opinar sobre la naturaleza de la relación que hay entre su mamá y ustedes dos- dijo, sacudiéndose las migajas y el problema de las manos.

 

- Al menos mi hermana tiene buenas razones para no confiar tanto en ella, yo no gozo de ese lujo

 

- Eso me suena a excusa, a que necesitas algo para no confiar en ella, para no contarle

 

- Es realidad

 

- ¿A qué te refieres, entonces?

 

- Hablo de Volterra y mi hermana- se acercó a ella con susurros mientras veía de reojo hacia el pasillo para asegurarse que nadie viniera.

 

- ¿De las peleítas en la oficina?

 

- Yo sé que tú sabes que no es eso a lo que me refiero… yo sé que tú sabes que mi hermana y yo no compartimos el mismo…- volvió a ver sobre su hombro y agachó la mirada. – El mismo papá

 

- ¿Y tú cómo sabes eso?

 

- Mi papá me lo dijo cuando se dio cuenta que mi hermana estaba trabajando con él - rio nasalmente. – Eso no cambia la forma en cómo veo yo a mi hermana, o en cómo aprecio a mi mamá… es sólo que mi hermana, que no sé si sabe pero sé que tú sí, tiene la excusa perfecta para no contarle las cosas a mi mamá con el mantra ese de “don’t lie to those who trust you, don’t trust those who lie to you”

 

- Entonces, ¿tú quieres contarle pero también quieres una excusa para no contarle?

 

- Quisiera no tener que contarle- la corrigió.

 

- Pero no tienes que contarle a nadie, creí que le querías contar para sentirte aliviada

 

- No, eso es algo que tú trajiste a la mesa- sonrió, confundiéndonos a las dos. Era buena. – En fin, me parece admirable que puedas contarle muchas cosas a tu mamá, más cosas así de íntimas

 

- Te vas a cansar de mentir, de inventar excusas para poder estar con esa persona, de hacer planes maestros para que no descubra nada, pero vas a estar perdiendo el tiempo porque ningún papá es tonto; siempre han sabido y siempre sabrán…

 

- Son cosas que todavía no entiendo a profundidad, ¿tú cómo hiciste para entender lo que te pasaba?

 

- Tuve que ceder… más bien tuve que aprender a ceder

 

- ¿A qué te refieres?

 

- Me gusta el control, nada puede salir mal si todo está bajo control, y siempre he tenido control sobre las cosas que hago, sólo las veces en las que me he equivocado es cuando no he sabido controlar todo lo que suelo controlar. Con “control” me refiero al control de todo, pues si pudiera controlar el clima, hasta eso controlaría. Control de espacio, control de situación, control de emociones, todo prácticamente racional. Y, de la nada, llega tu hermana

 

- ¿Y cuál es el problema con mi hermana?

 

- Yo era la única Diseñadora de Interiores en el Estudio y, de la nada, llega tu hermana, o sea… ¿qué carajos? Ese fue el primer problema, la pérdida de control sobre todo trabajo que tuviera que ver con Ambientación. Egoísta, yo sé, pero así es el trabajo, nadie quiere que le roben cuota ni de broma. Luego, tengo que ceder espacio en mi oficina para que tu hermana pueda tener un espacio también, y eso es pérdida de control laboral casi total, sólo me faltaba darle un porcentaje de mi salario y ya era absoluto. Digamos que en el trabajo ya no tenía control más que en lo que aterrizaba en mi regazo… y, no sé, perder el control me enoja, me frustra, necesito tener el control para tener tranquilidad, porque lo único que tengo seguro es mi trabajo, mi nombre en el gremio, lo demás es fluctuante y no es constante. En fin, eso cambió porque ningún cambio me había sentado tan bien: menos carga laboral al tener con quién compartir proyectos, alguien con quién platicar sin tener que salir de mi oficina, alguien con quién platicar en italiano y alguien con quién consultar mis ideas. Me molestó cuando empecé a perder el control de lo que no era el trabajo

 

- ¿Emociones, sentimientos?

 

- Hasta fui al Psicólogo- sonrió, como si aquello fuera problema o fuera gracioso.

 

- ¿Fuiste porque estaba atentando contra el control que te gusta tener sobre tu racionalidad o porque era mujer?

 

- Punto clave: una mujer me estaba llevando a hacer combustión- sonrió. – Y voy a ser tan honesta como fui con tu hermana… me metí con tu hermana porque me dio curiosidad, porque tenía ganas, porque, de tan incorrecto que sonaba, sonaba correcto. Claro, cuesta darte cuenta de lo que está pasando cuando lo único que puedes ver es que alguien te está robando todo tu control, cuando ves que alguien te hace contarle cosas de tu vida que no le has contado a nadie, cuando te das cuenta de que tu control tiene fallas por las que sólo alguien tan inteligente como tu hermana puede meterse, que es que se mete en esas fallas y las va haciendo más grandes hasta que hace que tu control explote y ya no tengas más de eso. Empiezas a dejarte llevar por algo que no conoces, que por no conocerlo lo catalogas como peligroso, de eso que te hace caer sobre tus rodillas ante sus pies cuando antes pretendías que un par de centímetros en un Stiletto hicieran la diferencia de un Ego en desesperación por autopreservación. Entendí lo que me estaba pasando cuando todo lo que hacía tenía que ver con tu hermana, y terminé de comprenderlo cuando se enojó conmigo. Ha sido de las cosas que más me han dolido en mi vida, que me han marcado a tal grado que no quiero que nunca más se enoje conmigo de esa manera…

 

- No entiendo mucho

 

- Sólo alguien a quien quieres de esa manera, con esa intensidad, puede lastimarte tanto

 

- ¿Te lastimó y sigues con ella?- siseó sorprendida.

 

- Y yo a ella, pero eso se llama “perdón”, que es algo que también aprendí a pedirle a un “extraño”

 

- Entonces, mi hermana te quitó todo tu autocontrol y así es como entendiste lo que te pasaba

 

- Sé que tu hermana es la persona indicada para mí porque es la única que sabe devolverme el control, que me deja tener el control, alguien a quien le gusta como soy y que me quiere como soy, porque intentó cambiarme y yo a ella y eso no nos llevó a nada bueno. Aprendimos a convivir, no a vivir con la otra nada más. Y te digo todo esto porque tu hermana es alguien de quien vale la pena alardear

 

- ¿Alardear?

 

- Me cansé de quererla en secreto, me cansé de inventar excusas para poder estar con ella, me cansé de llevar una doble vida… y no es justo para tu hermana, que siendo quién es para mí, no tenga el lugar que se merece en mi vida y en la suya. Llegué al punto en el que no me interesa dejar de vivir por cuidar algo tan privado, algo de lo que la gente no tiene por qué opinar porque no conoce, sino me interesa tener sólo una vida, una mezcla de vida privada y vida pública, que sepan que Sophia es mi novia pero que no tienen que saber qué es lo que pasa a puerta cerrada, así como cualquier otra pareja en cualquier parte del mundo

 

- Pero tú haces eso porque puedes

 

- Sí, porque me doy el lujo de poder querer hacerlo, y, porque quiero, puedo- sonrió, abriendo el horno para sacar la comida de Irene. – Eso no significa que voy a gritarlo por un megáfono por toda la Octava y la Quinta Avenida- suspiró, como si aquello naciera en el fondo de sus entrañas.

 

- Pero fácilmente podrías ahorrarte todos esos comentarios ignorantes

 

- Siempre van a haber comentarios ignorantes, Irene, seas así o asá, no importa lo que hagas, siempre están. Es sólo que no quiero tener que estar en mi casa para poder tomar a tu hermana de la mano, para poder abrazarla por la cintura, para poder darle un beso…

 

- Pero, para eso, no necesitas el permiso de la gente, Emma, ¿o sí?

 

- No, no tú no lo necesitas, aunque, probablemente, la gente piensa que sí, no lo sé… es cuestión de apreciación de las cosas

 

- ¿Cómo?

 

- No es lo mismo que te acepten a que te den permiso de desinhibirte porque, como todo humano, la desinhibición corre a distintos niveles; desde pasividad hasta locura extrema. Pero, por pasos, si tú no te aceptas y no te entiendes, si tú no te comprendes, ¿cómo esperas que los demás lo hagan? Es lo mismo con el respeto. Y quizás no necesitas el permiso de la gente, pero la sensación de tenerlo creo que te facilita tu existencia- sonrió. – Date permiso de hacer las cosas como los demás pero con el respeto que los ajenos a tu vida se merecen

 

- Me hablas como en código

 

- No puedes esperar que todos reaccionen positivamente ante quién eres, pero si tú respetas el ambiente es más probable que te toleren, que eso es lo que ha pasado en la oficina… apenas y mi Asistente sabía, junto con Volterra, pero nunca incomodamos al resto y tampoco pretendemos darles un vistazo a nuestra vida privada, algo no más allá que un beso o una mirada no afecte

 

- Entonces tengo que conocerme para que me conozcan, en pocas palabras, ¿no?

 

- Sí…y, créeme, Irene, la vida sin mentiras es más fácil. Además, tu mamá no ha tenido una mala reacción en cuanto a tu hermana, ¿por qué la tendría contigo?

 

- Porque yo no soy parte de ningún error al que tiene que compensarle todo- se encogió entre sus hombros.

 

- Ni Sophia ni tú son un error, y tu mamá no creo que le esté compensando algo a tu hermana. Ella va a entender, o va a intentar entender en el mejor de los casos…

 

- ¿Tú crees?

 

- Lo poco que conozco a tu mamá, creo que no es una persona a la que un enojo se le puede ver con claridad- sonrió. – No me la imagino enojada, mucho menos por algo que no es tu culpa

 

- En eso tienes razón…

 

- Siempre la tengo- sonrió kilométricamente con un poco de burla. – Pero, bueno, ¿cómo se llama?

 

- Clarissa

 

- ¿Y?

 

- Nada, sólo estamos saliendo, nada grave, nada serio

 

- ¿Qué estudia? ¿Cuántos años tiene?

 

- Química y Farmacia, tiene veintidós

 

- ¿Lo has hablado con tu hermana? – ella sacudió su cabeza. - ¿Por qué no?

 

- Por lo mismo que te dije la vez pasada- suspiró con frustración. – Pasé mucho tiempo burlándome de mi hermana porque le gustaban las mujeres

 

- Don’t shit where you eat- rio Emma, abriendo la lavadora de platos para colocar su plato y su vaso en ella.

 

- Por eso vengo a ti

 

- Te agradezco mucho la confianza, Irene, de verdad… pero creo que son cosas que a tu hermana le gustaría saber, así como ella alguna vez te dijo que le gustaban las mujeres

 

- Me gusta hablar contigo- se sonrojó, pero no por atracción sexual, sino por algo que no sabía qué nombre darle. – Pues, no es como que hablemos mucho pero me gusta- Emma sólo rio nasalmente con una sonrisa y sintió cómo su nerviosismo se materializaba en sus venas.

 

- ¿Por qué?- susurró con la resaca de su sorpresa.

 

- Porque creo que no cualquiera logra arrancarte una conversación- elevó sus cejas y sacudió su cabeza, como si no entendiera que Emma no entendía. - ¿Puedo preguntarte algo?

 

- La pregunta debe ser bastante excéntrica como para que me estés preguntando si puedes  

 

- Me da vergüenza preguntarlo

 

- ¿Por qué no se lo preguntas a tu hermana, entonces?

 

- Porque eso implica doble vergüenza

 

- Oh… bueno, adelante

 

- ¿Qué tanta diferencia hay entre un hombre y una mujer?

 

- Oltre al fatto che l’uomo ha un pene e la donna ha una vagina…- se carcajeó, haciendo su respectiva mirada de “yo sé a qué te refieres, pero ríete de la vida”. – È molto semplice

 

- Semplice?

 

- Sì- sonrió. – Mi piace di più con la tua suorella, quindi una donna

 

- ¿De verdad?- suspiró con la boca llena de Panino.

 

- Bueno, es que depende a qué te refieras…- Irene sólo ensanchó la mirada y Emma comprendió. - ¿Ya has estado con un hombre?- ella sacudió la cabeza pero luego asintió. - ¿Sí o no?

 

- Olvídalo- sacudió su cabeza sonrojada. – Mal tema de conversación

 

- Sexo anal, entiendo- resopló sólo para provocarla.

 

- ¡No!- siseó escandalizada y tan roja como el suéter que llevaba Emma esa nublada y nevada mañana. - ¡Ahhh! ¡Asco!- gruñó, sacudiéndose de la espalda mientras se tapaba el enrojecido rostro entre sus manos, que Emma sólo supo reírse con una carcajada que procuró mantener muda.

 

- Cálmate- dijo todavía con su risa de por medio. – Sólo bromeaba- la tranquilizó con su mano sobre su hombro, que era la primera vez que la tocaba por voluntad propia si no era para saludarla de beso. – Cuéntame, que no te dé vergüenza… que yo tampoco he sido Santa

 

- Sólo fue… tú sabes… él a mí, yo a él

 

- ¿Felación y Cunnilingus?

 

- Mi hermana me dijo algo de que eras un poco rígida con las palabras- murmuró como para sí misma.

 

- Me corrijo: ¿sexo oral?- Irene asintió. - ¿Te gustó?

 

- Esa es una pregunta un poco personal, ¿no te parece?- se sonrojó con la mirada cuadrada.

 

- Tiene su objetivo

 

- No soy fanática de chuparlo- Emma sólo consiguió reprimir su reacción de asesinato auditivo ante el verbo “chupar”, pues no sabía por qué pero le sonaba raramente sucio, y kinky.

 

- No era la respuesta que buscaba, pero no necesito la respuesta, ya no- rio. – Sólo piensa que cuando estás con una mujer, el setenta u ochenta por ciento del tiempo es Cunnilingus y las posiciones son menos, todo el tiempo utilizas las manos… la resistencia es distinta

 

- ¿Resistencia? Suena a deporte

 

- Es, quizás, una disciplina que debería ser considerada para los Juegos Olímpicos- sonrió burlonamente. – Y me refiero a que los movimientos son distintos…la mayor parte del tiempo, dependiendo qué tipo de relación estés teniendo, supongo

 

- ¿De qué hablas?

 

- Tú no cabalgas a una mujer, eso es básicamente imposible si es natural…

 

- ¿Natural?

 

- Creo que esto mejor lo discutes con tu hermana- dijo ya incómodamente, pues eran demasiados detalles y no sabía cómo explicar para no darle una idea de cómo era su vida en la cama.

 

- El día que mi hermana y yo hablemos de sexo… va a nevar en Venecia- Emma sólo lanzó otra graciosa carcajada y sacudió la cabeza. – Y buscarlo en Google es un tanto vergonzoso, prefiero avergonzarme contigo

 

- Es que hablarte de eso es como hablarte de lo que hago yo- susurró con un poco de pudor.

 

- Ah, todavía logro incomodarte- rio.

 

- Ni una palabra a tu hermana, ¿de acuerdo?- dijo ante el reto, que había caído en la trampa de Irene.

 

- Lo prometo

 

- Penetrar- levantó su dedo índice de la mano derecha. – O Penetrar- resopló, levantando su dedo del medio también. – Penetrar- hizo el mismo movimiento que el verbo implicaba. – O Eyacular- repitió, sólo que ahora era la mímica para lo que se sobreentendía. – Clítoris- cerró su mano en puño y señaló uno de sus nudillos, sólo para agregarle sentido figurado. – Frotar- lo hizo circularmente. – O Frotar- cambió el movimiento a uno vertical y luego horizontal. – Clítoris- repitió. – Lamer, succionar, mordisquear, ojo, mordisquear, no morder. Besar- Irene asintió con su sonrisa sonrojada. – Eso último aplica para todo lo que hay alrededor y para…- señaló sus propios senos con sus dedos índices. – Orgasmo clitorial: por sexo oral- susurró. – Por masturbación

 

- ¿Para qué me voy a masturbar si estoy con alguien?- susurró de regreso mientras ambas veían sobre sus hombros.

 

- Ella a ti o tú a ella- y asintió. – Por roce- separó su dedo índice del medio, creando un dos americano y frotó la coyuntura contra su dedo índice izquierdo. – O por roce- resopló, creando aquella entrelazada posición con ambos pares de dedos.

 

- ¿Qué más?- preguntó al ver que Emma se quedaba como si ya no tuviera información.

 

- Eso es lo básico, no es tanta ciencia… es como de sentido común, en realidad…

 

- Yo carezco de sentido común- gimió caprichosamente.

 

- Mira un poco de pornografía, qué se yo, amplía el conocimiento- dijo en su tono desesperado, pero Irene sólo se sonrojó. - Esto es verdaderamente incómodo porque ya dejo de hablar de mí- suspiró. – Pero, lo que nos funciona a nosotras es que nos hablamos

 

- ¿Sobre qué?- Emma sólo llevó su mano a su frente y se dio un golpe, pues creyó que aquello era evidente. - ¿Sobre Vogue?

 

- Sobre “más a la izquierda” o “más fuerte” o “más rápido”… o, bueno… tú me entiendes- sonrió.

 

- Es un poco perturbador saber que o tú estás abajo o mi hermana está abajo…- se sacudió.

 

- La diferencia fundamental- dijo, aclarándose la garganta ante la incomodidad del asunto. – Es si te gusta o no

 

- ¿A ti te gusta?

 

- Siempre me consideré una persona relativamente asexual, o quizás con muy poco apetito sexual… pero, cuando llegué a tu hermana…- rio nasalmente y sacudió lentamente la cabeza. – Realmente se me antoja

 

- Incómodo- rio.

 

- A lo que me refiero es a que me siento más cómoda conmigo misma y con alguien más si es una mujer, pues, tu hermana…pero para generalizarlo- sonrió nerviosamente. – Ya no me imagino estando con un hombre

 

- ¿Por qué?

 

- ¿De verdad quieres saber?- Irene asintió. – Porque me gusta el cuerpo de una mujer y no lo sabía- sonrió. – Y, hablando lo que es y cómo es, con los verbos que encajan en la situación, ¿de acuerdo?

 

- Por favor

 

- Me gusta el cuerpo de tu hermana; es delicado, esculpido, fino. Es suave, liviano, justo para poder apreciarlo y acariciarlo… es digno de adorarlo. Me gusta sostenerlo y detenerlo, me enloquece hacerlo temblar y me gusta protegerlo, porque eso se merece; se merece respeto. Porque con tu hermana conocí el respeto en la cama, nunca me ha hecho algo que no me guste, y es muy justa. Tiene olor y sabor a mujer, y me gusta que se ve como una, una que me encanta aunque quizás no pueda hablar con propiedad por ser la única mujer con la que he estado, pero no quisiera estar con nadie más, ni hombre ni mujer, porque es como la Heroína: una vez la probé y me volví una adicta. No puedo detenerme, no puedo no tocarla, no puedo no besarla, no puedo no darle amor- se sonrojó.

 

- ¿No será que ves a mi hermana perfecta porque estás estúpidamente enamorada de ella?

 

- Puede ser, pero eso no tiene nada de malo- sonrió. – Lo que te estoy diciendo es que adoro el cuerpo de tu hermana, y amo a tu hermana, es como la combinación perfecta… no necesito más

 

- Suena a como si se dan caña todos los días y un par de veces al día

 

- Por sorprendente que te parezca- resopló. – No

 

- Entonces, ¿qué? ¿Quieres que piense que ven alguna película por las noches y se abrazan hasta dormirse?

 

- Eso, o hablamos de cualquier cosa… ni tu hermana ni yo somos fanáticas de la televisión- sonrió. – Y no todos los días tenemos ganas, tampoco somos hornos

 

- Si te gusta el control… ¿Christian Grey?- pero Emma sólo rio. - ¿Sí?

 

- Y el “Red Room of Pain” es la habitación en la que ustedes duermen, y nuestra safeword es “Apples”- sonrió.

 

- Lo siento, no quise insinuar que…

 

- No te preocupes. Es una pregunta justa… y la respuesta real es que no. Me gusta el control pero ya no lo tengo

 

- ¿Ya no lo tienes?

 

- No, ya no soy sólo yo y mis decisiones afectan a tu hermana también, sólo lo que tenga que ver conmigo, y por ningún lado con tu hermana, sólo en esas cosas me gusta tener el control

 

- Tu Ego no es tan grande por lo visto- resopló.

 

- ¿Qué te hace pensar eso?

 

- Piensas en mi hermana, la tomas en cuenta

 

- Ah, es que soy Egocéntrica, no Egoísta… yo soy el centro de todo acontecimiento pero no soy sólo

 

- ¿Eso te funciona?- Emma no entendió y sólo entrecerró los ojos entre su ceño fruncido y una ceja elevada. Una expresión bastante compleja. – Lo del Ego, ¿es sexy?

 

- En realidad, lo de mi Ego es relativamente nuevo, no siempre fui así

 

- ¿Cómo empezó?

 

- En una pelea con mi hermano, en el dos mil cinco- sonrió, no con nostalgia sino con orgullo. – Él estaba enojado y me dijo que me fuera a follar con lo más patético que tenía, mi grandioso y sensual Ego

 

- Entonces, ¿es un inside joke?

 

- Algo así

 

- Y te lo creíste

 

- Lo que no mata- sonrió, notando a Sophia emerger del pasillo.

 

- ¿Engorda?- rio Irene, tanto por su referencia como por la mirada idiotizada que Emma había instalado para Sophia.

 

- Algo así- repitió en un susurro.

 

- ¿Y mi mamá?- preguntó Sophia en su sensual y mimada voz, que se acercaba a pasos pequeños en una bata violeta que cubría lo mismo de siempre y en el color de siempre, todo mientras peinaba su cabello ya seco después de una ronda de secado a calor. Recién bañada. Con una sonrisa.

 

- Dormida, todavía- sonrió Emma, pero eso sólo logró ponerle una sonrisa amplia y blanca que la hizo dar dos o tres pasos rápidos y, de un salto, caer con sus piernas alrededor de la cadera de Emma. Linda. Con esa sonrisa y ese suave y corto grito de emocionado amor. – Buenos días, mi amor- canturreó en un susurro, lo cual fue el punto de partida para el beso que Sophia le daba.

 

- Buenos días- susurró Sophia de regreso a ras de sus labios. – Y buenos días a ti también, Sirenita- resopló, volviéndose a ella mientras su mejilla quedaba al roce de los labios de Emma, quien la seguía besando mientras la bajaba para ponerla de pie.

 

- Veo que dormiste bien- sonrió Irene.

 

- No mejor que mi mamá- resopló.

 

- Mi amor, ¿quisieras algo para desayunar?- interrumpió Emma, tomándole la mano para besársela.

 

- Y esa es mi señal- canturreó Irene, levantando los brazos para librarse de la situación. – Me voy a ir a bañar

 

- Sería bueno, que no sé cómo mi mamá puede dormir con ese perfume con olor a destilación

 

- ¿Tanto se me nota?

 

- No se te nota, se te huele- rio Sophia con una carcajada. – Ve a ducharte, luego veremos qué vamos a hacer, pues, cuando mi mamá se despierte- Irene sólo asintió y se retiró. – Hola- sonrió para Emma.

 

- Hola, mi amor- la tomó por la cadera y la subió a la encimera. - ¿Qué tal amaneciste?

 

- Muy bien, ¿y tú?

 

- Mmm…amanecí sin ropa- se acercó a ella todavía más al Sophia abrir sus piernas, y Sophia que la abrazaba por el cuello con sus muñecas mientras le sonreía. - Recostada sobre tu pecho… que lo primero que vi, ¿sabes qué fue?

 

- Mmm… déjame adivinar… ¿circulares?

 

- Mjm…- canturreó suavemente mientras quitaba su cabello de su camino para poder besar su cuello.

 

- ¿Protuberantes?

 

- Mjm…

 

- ¿Pequeños?

 

- Mjm…- rio nasalmente mientras sus labios seguían su camino como si tuvieran vida propia y sus manos desataban la laza que amarraba su bata a su torso.

 

- ¿Hermosos?

 

- Perfectos- susurró con una sonrisa y mordisqueó su lóbulo izquierdo.

 

- ¡Mis hermosos ojos azules!- siseó con una risa de cosquillas.

 

- Son hermosos, sí, pero estaban cerrados

 

- My dimples?

 

- Estabas sonriendo un poco, sí, eso es cierto- sonrió, subiendo sus manos por su torso para deslizar suavemente la bata hacia afuera y, así, deslizarse con sus labios hacia sus hombros. - ¿Sueños húmedos?

 

- Húmedos…- suspiró. – ¿Con “húmedos” es suficiente como para estarme muriendo de ganas por masturbarme?

 

- ¿Masturbarte?- ensanchó la mirada y se la clavó directamente a la suya.

 

- ¿Qué fue lo primero que viste?- le preguntó con la mejor de las evasivas.

 

- ¡No me hagas esto!- siseó con una risa. - ¿Quieres masturbarte?

 

- ¿Qué fue lo primero que viste?- repitió. Emma sólo tomó los elásticos de su sostén y, abruptamente, los tiró hacia abajo hasta sacar sus senos al frío aire de invierno que no era opacado por la calefacción central.

 

- Estos- sonrió sin quitarle la vista de la suya mientras acariciaba suavemente sus areolas con sus dedos; dibujaba círculos.

 

- ¿Qué tenías ganas de hacerles?

 

- ¿Quieres masturbarte?- sonrió traviesamente, dándole a entender que era un flujo de información recíproca.

 

- ¿Qué me dijeras si te digo que ya me masturbé?

 

- Te pediría permiso para almorzar

 

- ¿Almorzar?- resopló.

 

- Corrida

 

- Mmm…- suspiró y sacudió la cabeza. – No vas a encontrar una corrida

 

- Entonces no te has masturbado

 

- Nop- sacudió juguetonamente la cabeza. – Bueno, no me he corrido, que es otra cosa. ¿Qué tenías ganas de hacerles?- repitió con la misma sonrisa, que cerró los ojos al debilitarse en cuanto Emma pellizcó sus pezones. – Fuck…- gimió hermosamente al Emma aplicar más fuerza y tirar un poco de ellos.

 

- ¿Duele?

 

- Me gusta- se sonrojó.

 

- ¿Sigo?

 

- ¿Eso querías hacerme?

 

- No, quería besarlos- los soltó y Sophia gimió ante la sensación de picante hormigueo que nacía en sus pezones, que realmente sus pezones se habían tornado un tanto rojos de donde Emma los había tomado.

 

- Mmm…- sonrió en ese tono provocador. Llevó sus manos a sus senos para tomarlos con erotismo, entre sus dedos índice y medio atrapó su pezón. – Is that so?- Emma sacó su lengua con una sonrisa en la mirada y, con lentitud, se acercó a su pezón izquierdo para darle un lengüetazo puntiagudo sólo al pezón por entre sus dedos. – Emma…- suspiró, aplicando presión ella misma a su pezón con sus dedos mientras Emma hacía de las suyas con lengüetazos rápidos y despiadados.

 

- Dígame, Licenciada Rialto

 

- Ya sé qué quiero de regalo de bodas- susurró.

 

- Lo que usted quiera

 

- Te diré el otro año- guiñó su ojo. ¿Doce horas más? Claro que aguantaría.

 

- ¿Quieres masturbarte o quieres que te lleve a la cama y te haga gritar?

 

- ¿Quieres que me masturbe?

 

- Nunca me quejo cuando tienes ganas de masturbarte, mucho menos cuando es frente a mí- y atacó sus labios con los suyos sólo para saciarse la sed. Llevó su mano derecha a su entrepierna y, con paciencia y malas pero buenas intenciones, deslizó su tanga hacia un lado e introdujo sus dedos entre sus labios mayores para acariciar su clítoris. Estaba demasiado mojada, parecía mentira. Llevó sus empapados dedos a su pezón izquierdo, que se encargó de limpiarlos en él, o quizás era para lubricarlo. Sophia se concentró en ver los dedos de Emma, en cómo le hacía ese masaje suave, pausado y erótico, que eso le excitaba todavía más y sólo acrecentaba sus ganas de tocarse o de que la tocara Emma, pero algo tenía que pasar, sino haría combustión. - ¿Qué quieres que te haga?- sonrió, todavía esparciendo su lubricante por su pezón y que ya lo empezaba a absorber.

 

- ¿Quieres que me masturbe?- repitió calladamente a su oído.

 

Emma sólo rio nasalmente y se sonrojó, pero Sophia sonrió, le dio un beso en la punta de su nariz y llevó su mano a su entrepierna para empezar a masturbarse. Emma llevó sus labios a los pezones de Sophia, y, de pronto, cada quien estaba obteniendo lo que quería a pesar de que estaban en la cocina y corriendo peligro de que Camilla o Irene las encontraran in fraganti, pero no les importaba, simplemente estaban en completa libertad. No siendo conocida por conformarse con poco, Emma llevó nuevamente sus dedos a la entrepierna de Sophia en donde colocó sus dedos sobre los suyos para conocer el movimiento que le generaba tanto placer junto a las succiones en sus pezones. Era raro pero sexy, o así lo consideraban ambas y por distintas y evidentes razones, ¿por qué querría Sophia masturbarse y no dejar que Emma lo hiciera? ¿Por qué masturbarse cuando podía pedirle a Emma que la llevara a la cama y le hiciera el amor? No, pero es que no quería hacer el amor, ella sólo quería correrse gracias a su perturbador pero hermoso sueño, sueño en el que su regalo de bodas se había revelado. En realidad, a Sophia, lo que le gustaba y le excitaba, era que sabía que a Emma le gustaba saber que se estaba masturbando, cosa que no entendía por qué no le daba ciertos celos que no le regalara su placer y quisiera hacerlo sola. Quizás porque no lo estaba haciendo sola ni a escondidas, sino con ella presente y en completo deleite. Emma no se conformó sólo con conocer el movimiento circular rápido que Sophia ejercía sobre su clítoris, ese movimiento tan sencillo pero que le sacaba hasta la última gota de sus gemidos más femeninos. Llevó sus dedos, dejando atrás a los de Sophia, y, sin previo aviso, los introdujo en su vagina con un poco de dificultad por la posición en la que estaba sentada; nada que reclinarse un poco hacia atrás no arreglaba. Y ahí estaban las dos, Sophia masturbándose, Emma penetrándola con dos dedos mientras hacía un hermoso rosado de los pezones de su prometida.

 

- You’re gonna make me squirt…- susurró entre sus jadeos mientras tomaba a Emma de su nuca, que Emma se despegó de sus pezones y llegó a sus labios al halar a Sophia todavía más al borde de la encimera para poder seguirla penetrando y besando al mismo tiempo.

 

- Squirt on me- mordisqueó su labio inferior, lo tiró y lo soltó, sólo para besarla de nuevo mientras Sophia ya la abrazaba con sus piernas por su cadera y la penetración se hacía más difícil pero más rica al ser hacia arriba y sin interrumpir su autoestimulación. – You’re so beautiful…- suspiró mientras Sophia se encargaba de retrasar su orgasmo sólo porque le encantaba ese momento de completa inflamación por excitación, ese momento exactamente previo al clímax; sus labios mayores esponjados e inflamados, sus labios menores muy tensos, su clítoris rígido, y los dedos de Emma que hacían de su vagina, y del mínimo roce con su GSpot, una verdadera fantasía de placer. Se frotó todavía más rápido, proporcional al mordisco que Emma le daba entre el beso que compartían, y con los dedos de Emma hasta donde pudieran alcanzar, que ya se empezaban a mover dentro de ella  hacia adelante y hacia atrás, se aferró fuertemente del cuello de Emma, dejándola de besar para poder adoptar una mejor posición, frente contra frente era cómodo para ambas, y era más cómodo con la mano de Emma dándole soporte a la suya. Demasiado bueno. Demasiado rico. - ¿Rico?

 

- No te detengas- suspiró, y eso sólo sirvió para que Emma acelerara su movimiento, recíproco al del frote extremo de sus dedos, tensó la mandíbula, gruñó tan fuerte como su próximo orgasmo, no, orgasmo no, eyaculación extrema. - ¡Emma!- gimió, poniéndole nombre a la eyaculación que la hacía temblar y mecerse de adelante hacia atrás, de arriba abajo, y llenaba y rebalsaba la concavidad de la mano de Emma con el orgasmo que no cesaba por el simple hecho de que todavía frotaba rápidamente su clítoris porque no tenía razón para dejar de hacerlo, no sabía cómo detenerse y tampoco sabía por qué lo haría si se sentía demasiado bien, quizás porque Emma la detenía con fuerzas mientras todo se venía abajo pero en el buen sentido de la sensación, o quizás porque Emma no le había dejado de susurrar sinfines “te amo”, o quizás era la combinación de ambas cosas.

 

- Sophie…- susurró agitada, no sólo escuchando el descontrol en su pesada y jadeante respiración, sino sintiéndola con su mano en su espalda. – Respira, mi amor- resopló calladamente mientras le daba besos en su cabello y Sophia intentaba pescar un poco de oxígeno.

 

- ¿Me das un abrazo?- jadeó con sus ojos cerrados, sacando su mano de su entrepierna para impulsarse hacia el interior de la encimera donde estaba sentada, que Emma también retiró su mano y dejó que Sophia se deslizara por el granito; se deslizó con facilidad al estar empapada totalmente de su entrepierna, un poco de sus muslos y de su trasero.

 

- ¿Estás bien?- murmuró, dándole un abrazo verdadero, tal y como se lo había pedido, aunque odiaba que se lo tenía que pedir. Ella asintió. - ¿Bajón hormonal?

 

- No sé

 

- Háblame- dijo en ese tono preocupado que sólo reflejaba un corazón roto por la clara caída emocional.

 

- No sé qué me está pasando

 

- ¿De qué hablas, mi amor?- le preguntó mientras alcanzaba una servilleta y la humedecía con el poco de agua que quedaba en la botella de Pellegrino que se había bebido durante la madrugada para no amanecer con resaca.

 

- Tengo demasiadas ganas

 

- ¿De hacer el amor?- preguntó, paseando la servilleta por sus pezones para limpiarlos. – Porque puedo llevarte a la cama y complacerte cada orgasmo que quieras tener, el número que necesites, mi amor

 

- ¿Por qué necesito tantos?

 

- Estás ovulando, eso lo sé, pero…- devolvió las copas del sostén a su lugar y, con gentileza, regresó los elásticos a sus hombros y, con una sonrisa, arregló sus senos dentro del sostén. - ¿No estarás demasiado estresada?

 

- ¿Por mi mamá?

 

- Puede ser… pero, no sé, me siento como si me hubiera tomado un frasco entero de Viagra

 

- ¿Así de caliente?

 

- Demasiado, ¿no te parece?

 

- ¿Te da vergüenza?

 

- Es sólo que no sé por qué estoy tan necesitada, ¿alguna vez te has sentido así?- le abrió más las piernas, pues la intención de Emma no era otra más que limpiarla con la servilleta en vista de que no podía hacerlo con su lengua.

 

- ¿Insaciable?- Sophia asintió. – Sí

 

- ¿Conmigo?

 

- Sí

 

- ¿Por qué nunca me dijiste?

 

- ¿En el crucero?- elevó la ceja, tomando la decisión de quitarle la tanga a Sophia por estar demasiado mojada. – Creí que se había sobreentendido

 

- ¿Entre alcohol y desnudez cómo se supone que voy a identificar qué noche o qué día?

 

- Precisamente, mi amor- sonrió, abrazándola por la cintura para bajarla de la encimera.

 

- ¿Todas?

 

- Todas. Así que, si tienes ganas de más, o de hacer algo en especial…lo hacemos, yo encantada

 

- ¿No es algo malo?

 

- ¿Malo? No- sonrió. - ¿Por qué sería malo?

 

- Si tienes ganas, ¿no es porque no soy lo suficientemente hábil como para complacerte?

 

- Eso significaría que yo también soy ineficiente- resopló.

 

- Eso es imposible

 

- Yo quisiera no irritarme y no cansarme nunca para hacer el amor todo el día

 

- Se van mañana- sonrió, tomándola de la mano para llevarla a la habitación, pero Emma se detuvo al arrojar la servilleta al suelo, pues sólo quería limpiar los restos de eyaculación.

 

- ¿Power hour?- sugirió con una sonrisa mientras se agachaba para recoger la servilleta.

 

- ¿Eso no es un shot de cerveza por cada minuto?

 

- Power day, entonces- sonrió. – Un orgasmo cada hora, o en su proporción

 

- ¿Doce y doce o veinticuatro y veinticuatro?

 

- Comencemos con doce y doce, se escucha más humano, ¿no crees?

 

- ¿Este cuenta?

 

- Licenciada Rialto- resopló, dejándose guiar a su habitación por la vista de las piernas desnudas de Sophia, más bien su parte frontal, pues Sophia caminaba hacia atrás y dejaba que viera su desnuda entrepierna. – En escala del uno al diez, ¿qué tantas ganas tiene?

 

- Mil- sonrió. – Me estoy quemando por dentro

 

- ¿Qué carajos comiste o bebiste?- rio, cerrando la puerta mientras Sophia caía sobre la cama y abría sus piernas.

 

- No lo sé

 

- No, en serio- sonrió, colocándose sobre ella, abrazándola por la cintura para empujarla hasta las almohadas. – Viagra

 

- ¿Existe para las mujeres?

 

- Allegedly- abrió la bata de Sophia, que no era que estuviera cerrada, simplemente quería descubrirla. – Realmente parece que estás bajo el efecto de un poco de Viagra- dijo al acariciar su entrepierna con sus dedos.

 

- ¿Por qué lo dices?

 

- Clítoris rígido todavía, labios mayores hinchados, labios menores tensos, no dejas de mojarte… supongo que debe ser el equivalente a una erección fálica, por fea que se escuche la comparación

 

- Pero lo único que tomo son vitaminas

 

- ¿Desde cuándo tomas vitaminas?- preguntó asombrada, pues nunca la había visto tomarlas, no que ella supiera.

 

- Desde que… no sé, mi hermana insiste en que las tome, dice que blah-blah-blah, el sol, el calcio, la nieve, no sé… no le presté atención porque te estaba viendo el trasero- sonrió. – Guilty!- se declaró.

 

- ¿Dónde están?- Sophia sólo volvió a ver su mesa de noche para señalarle el frasco negro. Emma lo tomó y empezó a leer los componentes de cada cápsula mientras Sophia le quitaba el suéter y empezaba a besar su pecho. – Sophia- rio.

 

- ¿Qué?

 

- ¿Qué dice aquí?- le señaló con el pulgar el nombre de un componente.

 

- Citrato di Sildenafil, ¿qué es eso?- Emma lanzó la carcajada del Siglo, la que delataba la picardía de Irene. - ¿100 miligramos de eso? ¿Eso es bastante?

 

- Son 100 miligramos de Viagra- rio. – Has sido víctima de tu hermana

 

- ¿Cómo va a ser efectivo el Viagra en una mujer?- frunció su ceño con escepticismo.

 

- Supongo que sólo hay una manera de saberlo- sonrió, y abrió el frasco para depositar dos cápsulas en su mano y beberlas con el agua que tenía Sophia a la mano. – Ojalá y entremos en sintonía

 

- Te acabas de tomar 200 miligramos de eso- rio.

 

- Y, si el Viagra tiene efecto alguno en la mujer, pues arderé en el infierno

 

- Mejor entre mis piernas, ¿no te parece?

 

- ¿Piernas entre piernas?

 

- Y con roce- añadió positivamente. – Digo, para “hacer combustión”

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