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Antecedentes y Sucesiones - 10

en Lésbicos

Había sido un día largo, un día de doce horas laborales, casi que de sol a sol y un poco más. Había empezado a las siete en punto, como siempre y, apenas a las nueve de la noche, se dignaba a regresar a su casa, a su adorada casa en donde la esperaba su adorada cama y su adorada futura esposa, que ya era oficial dado a que Natasha y Phillip ya sabían, pues no sé si ya lo dije pero habían tomado la decisión de que el mundo lo supiera hasta después de ellos por el momento por el que pasaban, pues no podían estar tan alegres cuando ellos estaban en un agujero del que no veían salida pronta, pero sí la vieron y, ahora, las familias sabían, hasta Margaret y Romeo, que habían tenido la delicadeza de mandarles una botella de champán del año en el que se habían casado para que celebraran un matrimonio con otro. Volterra sabía, no porque Sophia o Emma le hubieran dicho, sino porque Camilla se lo contó entre gritos histéricos de felicidad, que Volterra había tenido que sentarse y había ido a parar al hospital por un ataque de ansiedad severo. Aunque, claro, ambas se acercaron a él y le dijeron lo que planeaban, así como lo hicieron con los que eran únicamente del Estudio Volterra-Pensabene, perdón, Volterra-Pavlovic, y Gaby y Moses habían sido los que más se habían alegrado, que no significaba que hubieran recibido rechazos. Cero secretos, y todo lo que tuviera que ver con besos, caricias y demás, ocurría a puerta cerrada o en la privacidad de sus vidas, no en los pasillos o en el ojo público laboral, pues comprendían que era una falta de respeto.

 

Las locuras suceden sin mayores avisos, así como ese día, que el Presidente de Trump Organization, o sea Donald Trump Sr., se había despertado con la idea más intempestiva e irracional de la historia: “Remodelemos y Reambientemos el Hotel”. El muy desgraciado había enviado un e-mail a las cuatro y cuarenta y nueve de la mañana, en el que les pedía su asistencia en su oficina a primera hora. Y llegaron los dos, como perros, con las lenguas por fuera por haber salido en literal carrera, que Emma se había terminado de vestir y maquillar en el Taxi y no había desayunado. Así fue que Sophia no pudo disfrutar de su Arquitecta, ni en casa ni en la oficina, pues Emma estuvo todo el día escuchando las aberraciones que salían de aquella boca, que quería paredes aquí y allá, que derribaran paredes allí y acá, colores, texturas, ¡todo! Doce largas horas de estar escuchando aquello, que lo que se agradecía era la paga y la comida, pues eso sí tenía de bueno.

 

Emma sólo respiró hondo y sonrió en cuanto el ascensor la dejó en el onceavo piso. Metió la mano a su bolso, lo sacudió y no escuchó sus llaves. “A la mierda”, enrolló sus ojos en frustración y lo inspeccionó detenidamente mientras se apoyaba con la rodilla de una pared para crear una superficie de apoyo. No estaban allí. Tocó los bolsillos de su pantalón azul marino, los bolsillos de su Blazer gris, el bolsillo de su camisa color crema, los bolsillos de su Trenchcoat beige, y no, simplemente las llaves no estaban. Seguramente las había dejado donde Trump. “A la mierda”. Respiró hondo nuevamente, sólo porque estaba a punto de correr en dirección a la pared para estrellarse y quedar simplemente inconsciente, pero, en vez de eso, sacó su iPhone del bolsillo delantero derecho de su pantalón y le envió un WhatsApp a Sophia de “No tengo llaves, me abres, ¿por favor?” y sólo tuvo que esperar menos de diez segundos para que la puerta se abriera.

 

- Buenas noches, Arquitecta- levantó la ceja aquella rubia.

 

- Perdón, ¿nos conocemos?- bromeó, un tanto nerviosa, pues su rubia favorita vestía, homenajeando al cumpleaños pasado, un corset de cuero negro mate, garter que detenía sus medias en perfecta posición. Llevaba unos Giuseppe Zanotti de quince centímetros, que el empeine lo recorrían triángulos dorados para darle un poco de color al atuendo asesino.

 

- Soy tu regalo de cumpleaños- sonrió, acercándose a ella, que todavía estaba a un paso del interior del apartamento.

 

- Si mi prometida te ve, te juro que se pone celosa- sonrió mientras Sophia la halaba hacia el interior de su hogar.

 

- ¿No te da miedo que nos descubra?- murmuró lascivamente mientras le quitaba su Trenchcoat y su Blazer al mismo tiempo.

 

- No le tengo miedo- guiñó su ojo.

 

- Deberías- siseó sensualmente.

 

- ¿Por qué?- rió nerviosamente al sentir una nalgada sorpresiva que hizo que diera un respingo. Sophia la empujó contra la puerta, la acorraló entre sus brazos, los cuales la mantenían frente a ella y rodeaban su cabeza rectamente.

 

- Porque si me llamó a mí es porque es peligrosa- dijo a su oído y luego mordió su lóbulo.

 

- No te ves peligrosa- la trajo por la cintura hacia ella y le robó un beso. – Feliz cumpleaños para mí- rió con ansiedad, pues, por el momento, le estaba gustando, y todo el día de estar con Trump no era tan malo cuando algo así le abría la puerta.

 

- Cumpleaños de gemidos y muchos, muchos orgasmos es lo que te espera- tomó a Emma por sus muslos y la levantó hasta cargarla, hasta tener sus piernas alrededor de su cadera.

 

- Cuando hablas así… no sabes cómo me gusta- se exaltó al sentir otra nalgada de Sophia, que había sido fuerte pero hermosamente rica.

 

- Te gusta que te diga que voy a hacer que te corras tanto que vas a necesitar terapia psicológica después, que planeo hacerte eyacular hasta que me aburra de probarla al salir de tu vagina, y que voy a darte el mejor sexo oral de toda tu vida… ¿eso es lo que te gusta escuchar?- sonrió, soltándole otra nalgada pero en su otro glúteo. Emma asintió ya con su rostro enrojecido de la creciente excitación. – Que tengo enormes ganas de comerme tu ano…- paseó sus manos por todo su trasero hasta llegar a aquella zona erógena que estaba ya sensible aun por encima de la tela del pantalón y de la tanga que no tenía, pues había salido con tal prisa que hasta eso se le había olvidado. – De penetrarlo con mi dedo- y paseó únicamente su dedo por la ranura haciendo que Emma suspirara con acento de sexo. – Con la lengua si quieres- Emma gruñó, aunque no sabía qué tenía aquello de sensual con exactitud. – Y planeo cogerte… y cogerte… y cogerte… y cogerte otra vez… en todas las posiciones que sé que te gustan y en otras que quizás no hayas hecho conmigo- ¿qué podría ser todo aquello? Joder.

 

- Hazlo ya, por favor- jadeó, sintiendo cómo su vagina ya secretaba un poco de calientes jugos que terminaban por embadurnarse contra el pantalón.

 

- No será fácil para ti- la bajó. –Eso te lo advierto

 

- Por favor, sólo…  hazlo- y no se dijo más, Sophia la llevó de la mano a la habitación, que, cuando se abrió la puerta, el ambiente más erótico gritó; iluminado a base de velas rojas que despedían olor a canela.

 

- ¿Confías en mí?- murmuró antes de que Emma entrara a la habitación.

 

- Te confío mi vida, mi amor

 

- Si algo no te gusta, sólo dilo

 

- What’s not to like?- resopló, pero Sophia simplemente la tumbó sobre la cama al mismo tiempo que cerraba la puerta de golpe. - ¿Mi amor?- murmuró sorprendida, pues no comprendía del todo.

 

- Aplaude- le dijo, suprimiendo el “por favor” que Sophia, la risueña Sophia, habría agregado por automaticidad.

 

Emma así lo hizo, y Chopin empezó a inundar la habitación, sólo piano, algo suave y tranquilo. Sophia había pasado planeando aquello desde que Emma le había dicho aquello de “supérate”, y lo había planeado así como Emma lo hubiera planeado, cuidando cada detalle, sabiendo sus exactas movidas al tiempo correcto, con puntualidad de juego, pues eso iban a hacer, iban a jugar, y conocía su movidas tan bien como Emma conocía las suyas a la hora de combinar Loro Piana con Versace, Ferragamo y Roberto Cavalli. La lista de canciones eran la guía del tono de aquel cumpleaños, pues sí, era ocho de noviembre, viernes, el vigésimo noveno cumpleaños de la Arquitecta Emma Pavlovic. Sophia la abrazó por la cintura y la empujó hasta el centro de la cama y, al ritmo de “Opus 9 No. 3”, la besó como si estuviera decidida a hacerle el amor y sólo el amor, un beso apasionado y tierno, sencillo y pulcro. Emma recorría el cuerpo de su rubia griega con lentitud, al mismo ritmo que Sophia la besaba, y su piel se erizaba cuando Sophia rozaba su entrepierna con su rodilla, o cuando le respiraba en el cuello al besarla. Sí, ¿a quién no le gustaría tener todo eso?

 

- ¿Confías en mí?- le susurró cariñosamente al oído.

 

- Te confío mi vida, mi amor- le repitió mientras escuchaba los últimos acordes de una de sus piezas favoritas.

 

- Siéntate- dijo, volviendo al mismo tono de “aplaude”, uno muy diferente al que había tenido hacía un comentario. Sophia materializó aquella bufanda Hermès negra, aquella con la que Emma la había vendado alguna vez, y, sin preguntarle si podía hacerlo, la vendó suavemente mientras Ravel empezaba a sonar con su Bolero. La tomó de la cintura y la recostó sobre las almohadas. Dejó caer sus Stilettos con mucho ruido para que Emma escuchara que se empezaba a desvestir. Emma seguía con sus Stilettos. - ¿Ves algo?

 

Emma sacudió la cabeza y no pudo ver a Sophia sonreír con picardía. Se colocó sobre Emma, abrazando sus caderas con sus rodillas, tomó sus manos y se recorrió con ellas, haciendo que Emma la tocara al ritmo que ella le marcaba y con el tono con el que se lo marcaba. Comenzó por su cuello, luego por sus hombros, por su pecho, por sus senos cubiertos por la seda del corset, y ahí se detuvo un momento, pues tenía que jugar con sus senos: levantarlos, apretujarlos, redondearlos, volverlos a apretujar, levantarlos de nuevo. Se deslizó por su cintura y su abdomen, Emma sintiendo los detalles de la seda en el encaje que rodeaba aquella zona, e intentaba hacer la distinción entre el sonido del roce, el sonido de ambas respiraciones, el Bolero de Ravel, todo. Recorrió sus muslos sobre las medias del cuarenta por ciento, suaves y tersos, su trasero que estaba atrapado minúsculamente en una tanga, o al menos así se sentía. Llevó las manos de Emma al garter y logró que desabrochara las dos correas que unían el garter con el corset. Las llevó nuevamente a su abdomen y consiguió que sus dedos encontraran las pequeñas correas que ajustaban aquel corset, luego las llevó al centro vertical y logró que Emma tomara la cremallera, que no tuvo que indicarle que la bajara, pues lo hizo por sentido común. Con la ayuda de las manos de su futura esposa se sacó aquel corset que tenía complejo de chaleco y lo arrojó al suelo con fuerza, para, luego, volver a recorrer su torso ya desnudo.

 

- No- le dijo en tono plano y tosco en cuanto Emma quiso erguirse para llevar sus pezones a su boca, y volvió a caer recostada de golpe. – Si quieres algo, lo tienes que pedir… y ya veré yo si te lo concedo

 

Oh. Oh. Oh. Oh. De eso iban a jugar. Ten cuidado Sophia. Hizo que Emma encontrara los elásticos de su tanga para retirarla, y luego hizo que le quitara las medias. Estaba completamente desnuda, y Emma lo sabía pero no podía admirar aquello que tanto le gustaba. Se volvió a recorrer, se dio una nalgada con la mano de Emma y gimió genuinamente, pues aquello a ella también le excitaba a pesar de que sólo sucedería una vez, y eso lo tenía muy claro. Llevó sus manos hacia la parte frontal y, con toda la intención, se masturbó por unos segundos con los dedos de Emma, que hasta hizo que la penetrara suavemente con un dedo, dedo que Sophia después succionó de tal manera que a Emma se le escapó un gemido, y, de haberlo estado viendo, se habría corrido. Ravel terminó su juguetón Bolero y Orff se encargó de propiciarle un sobresalto a Emma con su “Carmina Burana”, pieza que Emma conocía pero que casi le da un infarto al corazón al no esperársela. Con el comienzo de la canción no hizo nada pero, cuando empezaron a cantar “Semper crescis aut decrecsis”, Sophia tomó una de las manos de Emma y, con una seda igual de suave como la que le vendaba los ojos, la ató al respaldo de la cama, que nunca le había encontrado función al tubo de madera que era parte de él, no hasta ese día, y lo mismo con la otra mano.

 

- Dije que no sería fácil- le susurró al oído con una sonrisa.

 

Emma no le respondió, simplemente tiró de sus manos para saber los límites, y no era tan generoso como habría esperado. No era que no le gustaba, simplemente aquello era extraño, más cuando Sophia, con aquella tenebrosa pieza de fondo, empezó a desvestirla. Bueno, ahí si le empezó a gustar, le empezó a encontrar la gracia y la diversión a aquel juego, pues no sólo no ver y no tocar le aceleraban el corazón, sino la pieza también, y de los besos que Sophia le daba conforme iba abriendo su camisa poco a poco, o los besos y los mordiscos que le daba en sus senos al simplemente deslizar hacia arriba su sostén, pues le interesaba que sintiera que no estaba completamente desnuda. Se tomó su tiempo para quitarle el pantalón, que simplemente rió nasalmente al ver que no llevaba ningún tipo de panty. Piernas desnudas, torso no tanto. Se acercó al borde de la cama, del lado que ella solía dormir y trajo la hielera portátil, la que parecía mixer de cocktails. La hizo sonar al oído de Emma y ella se sacudió en un escalofrío sensual que erizó sus pezones.

 

- Mi amor- jadeó Emma al sentir que Sophia introducía sus dos dedos en su vagina, que estaban fríos por haber tomado la hielera portátil, que era de aluminio. Dejó ir un hielo de tal manera que quedará entre la palma de su mano y el clítoris de Emma, pues no la iba a penetrar, sólo la iba a hacer eyacular. – Cazzo!- gimió al sentir el hielo. – Fa freddo!

 

- Lo so- resopló a ras de su pezón derecho, el cual succionó al mismo tiempo que empezaba a trabajar en aquella eyaculación.

 

- Mierda, mierda, mierda, mierda, mierda…- gimió Emma tan rápido como pudo. Sophia dejó su pezón tranquilo y se colocó entre sus piernas, que sacó el hielo y siguió moviendo sus dedos rápidamente, sólo para que, cuando llevara su cálida cavidad bucal a encontrar aquel congelado clítoris, Emma gritara como nunca antes y expulsara una generosa cantidad de lubricante, el cual Sophia atrapó con maestría en su garganta. – Mierda- rió agitadísima, halando sus manos pero siendo retenida por las bufandas.

 

- Qué malhablada te has vuelto- murmuró Sophia, que volvía a introducir sus dedos en Emma para hacerla eyacular de nuevo.

 

- Sin hielo, por favor- frunció su ceño tiernamente, como si le tuviera miedo al hielo, pero Sophia no tenía ninguna intención de hacerlo de nuevo, sólo era para que ahora sintiera más lo cálido de su lengua conforme su orgasmo se construía en base a gemidos. – Dios mío- jadeó al cabo de treinta segundos. – No, no, no, no…- atrapó el aire en sus pulmones, tiró de sus manos y, con un gruñido feroz, empezó a temblar de todas partes: del cuerpo, del alma, de la voz, del corazón, de la mente, hasta del aura.

 

- Ese “no” pareció “sí”- le dio un golpe suave en su clítoris mientras se limpiaba las pocas gotas que no había bebido de aquella máxima expresión de mujer. Y ese simple golpecito le sacó un gemido agudo que a Sophia casi le provoca un orgasmo, aunque creo que se corrió auditivamente.

 

- Más- rió temblorosamente.

 

- En eso estamos de acuerdo, her-mo-sa – sonrió y volvió a llevar sus labios al clítoris de aquella mujer que se estaba dejando más de lo que ella habría creído.

 

Con su dedo acariciaba aquel agujerito, y Emma estaba tan fuera de órbita que le abría las piernas, de tal manera, para invitarla a entrar. Se le antojaba demasiado, aunque “demasiado” era demasiado poco para su antojo. Había resuelto juntar sus manos sobre su cabeza, pues era demasiado incómodo tenerlas colgando, si las juntaba caían sobre las almohadas sobre su cabeza. Gemía por impotencia, por lujuria, por placer, pues el mismo sonido de un gemido le excitaba, era como una autoexcitación, y funcionaba bien, pues, aparte de las eyaculaciones, estaba más mojada que todo el agua del planeta, tanto habrá sido que la lengua de Sophia le sacaba aquellos sonidos empapados, su dedo, que sólo acariciaba su palpitante ano, le sacaba sonidos húmedos. Y mordisqueaba sus labios mayores, succionaba su clítoris junto a sus labios menores, apenas provocaba su ano con la punta de su dedo, que Emma ya quería que lo introdujera todo, ¿qué tenía esa zona que eran tan prohibida pero tan placentera? Sophia, eso era lo que tenía, o, más bien, su dedo, que se había introducido con parsimonia. Ahogó lo que la mezcla de un gruñido, un gemido y un jadeo hubieran hecho en seis idiomas diferentes, y se contrajo por su propia gana de sentirse estrecha para gozar de aquel dedo y de aquella tensión muscular que ella se provocaba, hasta tiró de las bufandas para tener más fuerza de tensión. El cielo en su cama.

 

Sophia la acariciaba con su mano izquierda mientras trabajaba con gusto en su clítoris, en su casi rojo clítoris, pues estaba tan hinchado y excitado que era simplemente imposible no pasar por alto el color y el tamaño del que se había vuelto, que no era inmenso, ni grande, pero era del tamaño perfecto para que Sophia lo atrapara tensamente entre sus labios, como si le estuviera dando un beso, y jugaba con su lengua dentro de los límites que sus propios labios marcaban. Y nada como acelerar las penetraciones, o hacerlas despacio y profundas, pero nunca rápidas y profundas, pues tampoco quería lastimar esas latitudes. Emma se contraía para relajarse y volverse a contraer con impulso, y lo hacía de tan sabrosa manera que se sentía etérea, así como cuando, lo primero que veía en el día, era el rostro dormido de la mujer que ahora la hacía sentir cosas que nunca había sentido tan agudas, el inocente rostro de la mujer que le enseñaba, en ese momento, a pensar en otras maneras de verla: verla con sus audición, con su olfato y con su tacto, verla a través de la resequedad que inundaba su boca de tanto gemir.

 

- Dos- gimió.

 

- ¿Dos qué?

 

- Dos dedos, por favor- “Is she for real?” Sí, lo decía muy en serio, quería otro dedo, y no sabía por qué, simplemente lo sabía, pues se acordó de que se había sentido bien.

 

- Feliz cumpleaños- le deseó, aunque realmente no quería hacerlo porque sabía que la lastimaría, aunque ganas no le faltaban, pues aquella vez había sido la única vez. Y eso lo dijo ella, y lo dijo Emma, y lo dije yo. Pero supongo que toda “única vez” se hace “únicas dos veces”.

 

- Oh. My. God! – gruñó al tener ambos dedos en aquel agujerito. – Ni se te ocurra sacarlos- le advirtió con un ahogo de aliento, que Sophia los sacó un poco pero sólo para penetrarla, sacándole así un grito sexualmente sensual de placer y molestia, y otra vez, pero, para distraerla de la molestia, succionaba suavemente aquel hinchado botoncito, y lo succionaba como succionaba sus pezones, ah, los pezones estaban totalmente en el olvido. – Muérdelo- gruñó con “A Girl Like You” de fondo, que estaba segura que ese era el punto de la canción. Sophia lo mordió y, con un respingo agitado, se contrajo de cada músculo, triturando los dedos de Sophia, que supo que era momento de sacarlos para intensificar su orgasmo, logrando así sacarle un “Oh, Mon Dieu!” y ahogarlo en una risa histéricamente orgásmica. - Más- rió con la típica sonrisa de niño pequeño, así como la que le ponía al Tío Salvatore cuando la tomaba y la lanzaba por el aire.

 

- ¡Ninfómana!- gritó fuertemente, haciendo que Emma se riera y gimiera por estar todavía bajo el efecto del orgasmo. Si le hubiera quitado la bufanda de los ojos, quizás se habría confundido con la mirada pos-marihuana menos lo rojo.

 

- Sigo esperando a que me cojas- sonrió, no sabiendo en dónde estaba Sophia realmente, pues no la sentía en la cama, hasta que sintió que liberaba sus muñecas de ambas bufandas de seda.

 

- ¿Cómo lo quieres?

 

- Sorpréndeme- sonrió.

 

- Quítate la de los ojos- y Emma se la arrancó, siendo cegada por la baja luz de las velas pero viendo a Sophia a un lado de la cama, sosteniendo un dildo en su mano.

 

- ¿No era negro nuestro dildo?- preguntó, sentándose para quitarse la camisa y el sostén. – Oh- suspiró al ver que no era cualquier dildo. - ¿Eso cómo se usa?- rió.

 

- Esto va en mí- dijo, señalando la parte corta. – Esto te lo meto yo a ti- rió, pues aquello sonaba demasiado cruel. – Déjame arreglar eso que se escuchó espantoso- sí, por favor. – Con esta parte te voy a coger- dijo, y ambas volvieron a reír, pues aquello no había sonado nada mejor. - ¿Quieres probarlo?

 

- Pero, antes, quiero comerte- levantó la ceja, librándose por fin de su sostén.

 

- Luego me comes- se subió a la cama y se arrodilló frente a las piernas abiertas de Emma. – Ahora, debo decir que yo no soy hombre, por lo tanto no tengo este don- suspiró al empezar a introducir aquella parte en su vagina. Pues, sí, era como un arnés pero sin arnés. Era la forma de una “L” amorfa, bueno, era un Feeldoe, y era rojo.  

 

- Si supieras lo sensual que te ves haciendo eso- susurró Emma, que era un pensamiento que debía quedar sólo en su mente pero quizás los orgasmos habían estropeado aquella conexión. Y es que Sophia lubricaba aquella parte con sus propios jugos y luego empezaba a introducirlo, suspirando y cerrando sus ojos, deteniéndose por sus labios mayores, atrapando aquel grosor de látex entre sus dedos índice y medio de la mano izquierda, pues con la derecha lo introducía.

 

- Dios mío- resopló al introducirlo todo, que era corto en comparación al falo inofensivo, quizás la mitad de la longitud.

 

- ¿Rico?

 

- Ya me dirás tú- sonrió, acercándose a Emma, tomando sus piernas en sus brazos para acomodarla. Lo tomó en su mano derecha y lo lubricó un poco al frotarlo contra la humedad excesiva que definía la entrepierna de la Arquitecta Pavlovic.

 

Y sólo tuvo que introducirlo lentamente para sacarle aquel gemido a Emma, el gemido que le había sacado el día de su cumpleaños con un poco de saliva y su pulgar, ese gemido que daban ganas de embotellarlo y venderlo, que daban ganas de grabarlo y hacer una canción de veinticuatro horas con él. Se inclinó sobre la cumpleañera, cuyo cumpleaños era ese día pero lo celebrarían, de manera pública, al día siguiente, y, estando sobre ella, arremetió lentamente aquel artefacto en ella, todo, todo, provocándose, a ambas, un gemido en la misma tonada. Escucharon sus respiraciones excitadas y agitadas, más bien alientos, Sophia se detuvo un momento para juntar todo el coraje que tenía, pues para ella no era fácil sentirse tan masculina, mucho menos hacer los movimientos de un macho, y le estaba dando tiempo a Emma para que se diera cuenta de aquello; las dos en la misma página, pero la curiosidad podía más. La Licenciada tomó un hielo, que ya habían empezado a ser cada vez más pequeños por el calor que inundaba aquella habitación con las veintinueve velas y los dos cuerpos, le quitó el exceso de agua con sus labios y luego lo colocó en los labios de Emma, que estaban tan ardientes que, instantáneamente, el hielo empezó a derretirse doblemente rápido. Emma estiró su brazo y alcanzó otro hielo, pues el que Sophia le había puesto lo había utilizado para la saciedad de su sed.

 

Empezó a penetrarla lentamente y no muy profundo, tampoco en mucha longitud, ambas gemían, pues aquel artefacto era tan perfecto que daba placer en ambos GSpots. Emma colocó el hielo en el cuello de Sophia, empezó a derretirse, y recorrió sus hombros, sus clavículas, su pecho, sus pezones. Ah, sus pezones respondían positivamente al hielo, se tornaron rígidos y aun más pequeños con el contacto, que mientras Emma los provocaba, el hielo se derretía y las gotas caían directamente sobre su pecho, algunas fuera del área al estar Sophia penetrándola suavemente. El hielo se derritió completamente, Sophia se dejó caer sobre Emma y se decidió a penetrarla más rápido mientras la abrazaba y la besaba en su cuello, que gran parte del tiempo sólo le respiraba por cansancio. Emma simplemente la abrazaba y se dejaba, literalmente, coger, pero esta vez no le importaba, hasta le gustaba, pues era Sophia quien lo hacía, y lo hacía para su placer y no el de ella, además, un falo de látex no le molestaba tanto a su vista, ni en su vagina. La rubia se irguió y subió las piernas de Emma a sus hombros para poder penetrarla mejor. Las caderas le empezaban a molestar, terrible movimiento al que no estaba acostumbrada y ya sabía que prefería la mano acalambrada que la cadera adolorida.

 

No había nada mejor que ver a Emma tan perdida y desubicada en tiempo, espacio y volumen, que sólo tomaba a Sophia por la cadera para que le diera más. Ambas habían comenzado a sudar como si fuera verano y hubieran estado tres horas bajo el sol del medio día, tanto por sudor como por lo enrojecido de sus rostros y sus pechos, que a Emma le terminaba en el yacimiento de sus senos, a Sophia también pero se le escabullía por entre sus senos y se le coloreaba parte de su abdomen, sí, tanto esfuerzo era sinónimo de rojo, y ni hablar de sus antebrazos y sus hombros. Divina. Divinas. Sophia tomó a Emma de sus tobillos para, de manera psicológica, poder darle más, que era lo que le pedía entre gemidos y jadeos, y, por si eso no bastara, había una señal que ella había aprendido de primera mano: las manos de una mujer decían mucho, si se posicionaban en la parte frontal de la cadera significaba que bajara el ritmo o que le dolía, pero Emma la tomaba casi por su trasero, quizás era la bendición de tener brazos largos, o quizás era la posición comprimida en la que estaban, y eso significaba que le diera más.

 

- Tócate- gruñó Sophia, pues aquello era digno de una ovación; ver a Emma tocándose no tenía precio, era lo más sensual que había visto, bueno, Emma y todo lo que hacía y decía y pensaba y comía y bebía y etc. era sensual.

 

Emma dejó su mano izquierda en la cadera de Sophia y llevó su mano derecha a su entrepierna, que no sabía lo empapada que estaba hasta que su dedo se deslizó sin ella poder frenarlo. Eso, para algunas mujeres, era realmente bueno, para Emma también, pero no cuando se refería a autoestimularse, pues con tanto desliz no tenía tanta puntería y/o precisión para frotar aquel punto clave, o débil, o que la debilitaba. ¿Alguna vez escucharon “Future Sex Love Sounds”? Digo, la canción. Si la han escuchado, pues pónganla en el fondo de la escena, a Sophia penetrando a Emma con ese ritmo, y que le cante “Just tell me which way you like that, do you like it like this? Do you like it like that? Just tell me which way you like that”, porque esa canción sonaba. Y, justo cuando sonaba “I think she’s ready to blow, must be my future sex love sound and when it goes down, Baby, all you gotta do is…” Emma se corrrrió, sí, con cuádruple “r” porque así de intenso fue. Quizás porque era la versión en vivo en Madison Square de hacía tantos años y se escuchaban los gritos y los aplausos y eso le daba una pincelada de voyeurismo de parte del público inexistente hacia ellas y de exhibicionismo de ellas hacia el público inexistente.  

 

- ¿Otro?- rió Sophia, limpiándose el sudor de la frente con su brazo.

 

- No te tengo miedo- levantó la ceja mientras se acariciaba el abdomen, como si eso la calmaría.

 

- Deberías- repitió, sacando aquel artefacto empapado, lo cual era raro, pues Emma tendía a reducir su lubricación tras el segundo orgasmo, pero ninguna de las dos se quejaba si daba para más. – Oh, look- sonrió, mostrándole el inofensivo falo. – Ya veo que no fingiste- rió.

 

- Nunca he tenido que fingir un orgasmo contigo- se sorprendió, y doble, pues Sophia paseó su dedo por aquella sustancia que no era lubricante, sino su orgasmo, y lo llevó a su boca, haciendo el típico sonido de “mmm-mmm-mmm, qué rico” mientras lo succionaba. - ¿Tú conmigo sí?

 

- Créeme, sabrías si lo hubiera hecho… soy pésima actriz- sonrió, dibujando sus camanances sonrojados, no por esfuerzo, sino por timidez y vergüenza. – Y ahora que quería ser un poco… no sé cómo decirlo

 

- ¿Un poco… como una “dominatrix”?- se sentó y la abrazó mientras le colocaba besos suaves en su hombro derecho.

 

- Sí, un poco así… no lo logré del todo… no puedo tratarte así- suspiró, siendo tumbada sobre la cama.

 

- Al principio te salió bien, y no me molestó, me gustó… pero…- se colocó sobre ella, con sus rodillas encerrando su cadera, sintiendo aquel falo rondar por su trasero, que le daba cosquillas. – Sea de la forma que sea, mi amor, te prefiero a ti… hasta para la violencia te prefiero a ti… prefiero que me pegues tú a que me pegue alguien más- murmuró y luego mordisqueó su mentón.

 

- Non voglio farti del male- susurró, viendo a Emma a los ojos mientras ella se erguía y Tolerância sonaba en el fondo, canción que Sophia podía entender un poco por ser parecido al español, porque castellano no hablaba.

 

- Non lo farai- guiñó su ojo y volvió su mirada hacia el falo, que ya lo había ajustado hasta que estuviera frente a ella, más cerca de su vagina que de su trasero, pues, a pesar de que dos dedos podían empezar a contar como sexo anal completo, no era lo mismo a tener algo tan largo y uniformemente grueso, no Señor. – Esta cosa se seca demasiado rápido- rió al tomar el Feeldoe en su mano.

 

- Ni se te ocurra- le advirtió con tono serio, y lo decía con toda la seriedad que tenía en su sistema. Se estiró y abrió el cajón de su mesa de noche. – Ten…

 

- ¿Lubricante? ¿En serio?- lo tomó en su mano.

 

- Estaba en promoción, yo qué culpa- levantó las manos en tono de “yo no fui”. – No creas que lo compré por aparte

 

- No he dicho nada- rió, vertiendo un poco de aquella cosa transparente, porque tan líquido no era, en su mano para luego arrojar el botecito a ciegas, que se notaba que era de promoción porque era del tamaño del desinfectante de bolsillo, y lubricó aquella longitud para, muy despacio, volver a introducirla en su vagina, con el mismo gemido, con la misma expresión facial.

 

- ¿Rico?- sonrió, dándole las dos manos a Emma para que tuviera de qué sostenerse para cuando se penetrara ella sola.

 

- Lo que tú tengas que ver con mi vagina…- suspiró, tomando las manos de Sophia y cayendo suavemente sobre ella, dejando una corta distancia entre ambos rostros. – Siempre me resulta rico- ahogó un gemido al empezar a cabalgar suavemente, sólo con su trasero, manteniendo las manos de Sophia en las suyas y a los lados de la rubia cabellera suelta.

 

- Dios mío- jadeó.

 

- ¿Qué pasa, mi amor?

 

- Se siente tan rico- resopló. Y, explico por qué, dos puntos: la forma de un Feeldoe, esa “L” amorfa, tenía mucho que ver, más que todo porque cuando Emma subía, tiraba la parte que estaba dentro de Sophia hacia arriba también, lo que provocaba un jadeo al presionar su GSpot, cuando Emma bajaba, bajaba la parte dentro de Sophia también, entonces, en Sophia, se creaba el mismo efecto que como si Emma estuviera penetrándola con dos de sus dedos, de arriba abajo, para hacerla eyacular.

 

- Dímelo a mí- susurró.  

 

Continuó penetrándose sensualmente, así como le gustaba que algo tan grande como un falo entrara en su vagina: suave, despacio y con delicadeza. Cabalgaba a Sophia al ritmo de la sensual música, que gracias a Dios no era “One More Time” de Daft Punk, pues habría sido la follada del Siglo y de los siguientes tres, pero no, gracias a Dios que era “La Solitudine”, que había salido porque la lista de canciones llegaba hasta Tolerância, pero había caído una buena canción, tranquila y conmovedora, más cuando era en vivo. Me gustaba que nada, nunca, iba de acuerdo al plan, pues en el plan no estaba que Sophia se resistiera a ser flexible y suave con Emma, tampoco estaba que terminarían haciendo el amor como en ese momento, o que Emma le robaría el control que tenía por automaticidad desde que nació, bueno, es que a Sophia le gustaba que Emma tuviera el control, porque así la Arquitecta se sentía más cómoda y ella también.

 

- Me voy a correr- gimió Sophia al sentir aquello tan propio del orgasmo femenino, y que no sabía si era sólo orgasmo u orgasmo eyaculatorio.

 

Emma se derritió ante el gemido rubio, griego, italiano, hermoso, perfecto y lujurioso de Sophia, y nunca entendió el verdadero motivo del Harlem Shake hasta ese momento, casi un año después, pues el ritmo, luego de “Con los terroristas”, encontró el ritmo de la penetración, que la hizo más marcada y un poco más rápido mientras apretujaba las manos de Sophia en las suyas y se fundía en un beso para robarle cada gemido, cada suspiro, cada gruñido, cada grito. Nada más sensual que el gemido agudo que se escapó por la nariz de aquella Licenciada en Perfección, el que indicaba, nada más y nada menos, que un orgasmo intenso y duradero, que no era sólo un orgasmo, sino una eyaculación que apenas y lograba salir por los bordes del artefacto hasta mojar la cama, y esa eyaculación no la habría notado Emma si no hubiera sido porque Sophia empezó a temblar sin control y se deshacía en respiraciones profundas y pesadas.

 

- You’re so beautiful- susurró a su oído y luego le dio un beso, y otro, y otro, y la llenó de besos suaves y cariñosos, besos de agradecimiento, por todo su rostro, por su cuello, pero siempre terminando por besar sus labios.

 

- Feliz cumpleaños- sonrió suavemente, todavía sintiendo aquellos espasmos vaginales y en su clítoris, espasmos en todos lados. - ¿Me superé?

 

- Mmm… me suena a que se ofendió, Licenciada- se irguió, tirando hacia abajo el Feeldoe en la vagina de Sophia, quien se sacudió al sentir aquello.

 

- No, es sólo que cuesta impresionarla, Arquitecta- se sacudió de nuevo al Emma sacarse aquel artefacto, pues tiró de él hacia arriba y volvió a presionar su sensible GSpot.

 

- No hay ni un tan sólo día en el que usted, Licenciada Rialto, no me impresione- retiró completamente la cosa esa de la vagina de Sophia y se tumbó entre sus piernas. – Todas las mañanas me impresiona la serenidad que tiene cuando duerme- se acomodó justo para estar en su entrepierna. – Y que esa misma serenidad es la que lleva al trabajo, eso es impresionante- abrió sus piernas un poco más e hizo que las flexionara bien. – Me impresiona la manera en la que sonríe sin importar cuán estresado o pesado sea el ambiente que la rodea- comenzó a darle besos en su pubis, besos que se sentían demasiado bien. – Usted, en general, me impresiona- y se hundió entre sus labios mayores, succionando todo el sabor que caracterizaba a la R.I.D (Rubia Impresión Diaria). – Y me impresiona que cada día me sepa mejor

 

Pues, sí. Al fin le había tocado a Emma, y cómo le encantaba hacerlo. Jamás se imaginó que practicarle sexo oral a una mujer iba a gustarle infinitas veces más que a un hombre, porque a un hombre nunca le gustó, simplemente lo hacía por obligación, y la obligación se le había vuelto costumbre, porque eso era lo que a Marco, aquel ****, le gustaba. Y no era el sexo oral a cualquier mujer, no, era a Sophia, porque Sophia la “había convertido”, así como Thomas le decía, que la había convertido homosexual a través del sexo. Y quizás tenía razón, quizás fue a través del sexo, pero no le podía negar la parte en la que el amor se había vuelto más grande que el sexo, algo que Thomas creía conocer, algo que todos creemos conocer y no sabemos que no lo conocemos hasta que lo conocemos. Elevó las piernas de Sophia con sus manos, las empujó hacia adelante con un solo objetivo: poder pasear su lengua sin restricciones, desde su vagina, acariciar su perineo, y terminar en aquel agujerito en el que se concentraría con gentileza y con cariño, que la verdad nunca vi que esa acción, viniendo de cualquiera de las dos para la otra, se viera sucia, quizás porque no era una inundación de saliva y gemidos y locura, no, era delicado, besado, acariciado, era apasionado, sí, pero con respeto, tanto para Sophia como para el agujerito.

 

No sé, había algo de sensual, no sólo la acción, sino que era la música, no sé, no sé cómo explicar lo que inundaba aquella habitación, aparte del olor a canela y a sexo, y de los gemidos de Sophia, y los ruidos que Emma hacía al besar su agujerito, era la melodía que salía por los disimulados parlantes de la habitación, que eran seis y se encontraban en el techo, sí, era también la cooperación de Bach y su concierto para dos violines en D menor, que no era ninguna filarmónica, ni ninguna sinfónica, sino que Itzhak Perlman e Isaac Stern se encargaban de contribuir a aquel sexo oral que, quizás, los hubiera hecho cometer el suicidio al saber que acompañaban algo así con una pieza tan hermosa. Bueno, al menos no era Gusttavo Lima y su Balada Boa, que no tenía nada de malo, sólo un portugués muy básico y la jerga del Tchê tcherere, pero al menos se tenía un gusto más refinado, dejando a un lado a Baauer y a su Harlem Shake, claro está. Pues, no sé, yo creí que era sexy. Emma se cobró la del agujerito y, con gentileza, le introdujo el dedo, y lo penetraba suavemente mientras se volvía a su clítoris para hacerla temblar nuevamente, que no necesitó de mucho, pues, sin previo aviso, Sophia la ahogó contra su entrepierna al traerla hacia ella con sus manos mientras se empezaba a reír por el orgasmo cosquilloso que le proporcionaba su prometida.

 

- ¿Feliz cumpleaños para mí o para ti?- rió Sophia, tapándose el rostro de la vergüenza, pues ella no debía correrse; el plan era que, de tantas ganas que se había guardado, la asaltaría a la mañana siguiente.

 

- ¿Te urge tener veintinueve?- resopló Emma, cayendo a su lado pero volviéndose hacia ella para tener la típica conversación post-coital.

 

- Quizás- se volvió hacia ella, más bien sobre ella, cayendo entre sus piernas, así como le gustaba estar.

 

- Deberías haber nacido un par de meses antes, entonces- rió en burla suprema, trayendo a Sophia a una digamos-que-ofendida-carcajada.

 

- No, la vetustez te sienta mejor a ti que a mí- le regresó la jugada.

 

- ¿Vetu-qué?

 

- Vetustez: de vetusto, o sea “extremadamente viejo y anticuado”- ambas rieron a carcajadas como si nunca se hubieran reído en sus vidas.

 

- Te amo, Sophia- le dijo con la sonrisa ladeada hacia la derecha.

 

- ¿Aunque te haya dicho Tutankhamun?- se mordió el labio inferior.

 

- ¡Pf! Eres rubia, y hasta por eso te amo- imitó su gesto, y Sophia le reconoció que había sido una buena jugada.

 

- Yo también te amo- rió, restregando rápidamente su nariz contra su vientre, causándole cosquillas infantiles. – Me acaba de surgir una pregunta un poco extraña

 

- ¿Una pregunta como cuando me preguntaste que por qué “dos más dos es cinco” o una pregunta como cuando me preguntaste sobre la construcción de Central Park?

 

- No tengo idea- rió.

 

- Una nueva categoría- aplaudió, que, sin querer, apagó la música. De todas maneras no importaba, INXS podía esperar otra vida.

 

- ¿Te pudiste depilar con láser?

 

- Oh- rió con una expresión que Sophia jamás le había visto. – Tú quieres saber si soy rubia- asintió con burla pero con respeto por la forma de preguntar.

 

- ¿Lo eras?- dijo, y lo dijo en pretérito porque ya no lo era, al menos no tenía más piel de la que saliera más rubio que no fuera de su cabeza, y eso que el rubio, ahí, no abundaba tanto.

 

- No, era como café… supongo- rió, tratando de acordarse del color exacto. – Era como del color del barro cuando se está trabajando. – Y usted, Licenciada, ¿se lo pudo hacer con láser o tuvo que recurrir a la electrólisis?

 

- Con láser- dijo un tanto ofendida, pero falsamente ofendida. – Tan rubia no era

 

- ¿A qué edad?

 

- Dieciocho, me lo vine a hacer aquí- rió. - ¿Y tú?

 

- Quattordici

 

- Emma, ¿qué tanto puede tener una niña de catorce?- rió.

 

- Es lo que la niña de catorce no quería tener- guiñó su ojo. – Además, si tenía que lidiar con algo como con la menstruación, ¿por qué iba a lidiar con la naturaleza púbica?

 

- Yo a los catorce era como soy ahora- se burló descaradamente mientras deshacía sus manos y se dedicaba a besar el vientre de Emma.  

 

- Peor, te quedan más menstruaciones que a mí- rió Emma.

 

- Ni me lo acuerdes… que ya me tiene que estar visitando en estos días

 

- Te quería preguntar algo- tembló ante los besos de Sophia. Cosquillas y no sabía qué más. - ¿Qué haremos para Navidad y Año Nuevo?

 

- ¿Haremos?- respiró pesadamente contra su vientre, acordándose de aquella pelea hacía un poco menos de un año.

 

- ¿Quieres ir a Roma a ver a tu mamá y a tu hermana?

 

- ¿Por qué me suena a que tú vas por tu lado y yo por el mío?- frunció su ceño al elevar su mirada para encontrar la de Emma.

 

- Yo no voy a ir a Roma- sonrió un tanto avergonzada.

 

- ¿Por qué no? ¿Qué hay de tu mamá?

 

- Me gustaría quedarme, no tengo ganas de ir a Roma

 

- A ver…- se irguió hasta sentarse. - ¿Por qué no quieres ir? ¿Pasó algo con tu mamá?

 

- No- resopló. – Todo está bien con mi mamá… es sólo que no quiero ir

 

- ¿Y esperas que crea que no tienes ganas de ir cuando pasas todo el año esperando el momento para ir?- sonrió, cayendo al lado de Emma para abrazarla.

 

- Son dos cosas, y digo dos puntos: no estoy lista para Roma, porque ir a Roma sería hacer el ritual fúnebre, o sea ver a mis tíos y eso…- se quedó en silencio y simplemente sacudió la cabeza como con asco. – Y también implica que tengo que conocer a Bruno

 

- ¿Quién es ese?- Emma se carcajeó y la llenó de besos cosquillosos y sonoros mientras Sophia se reía también. – Ya me acordé- dijo con la resaca de la risa. – Eventualmente lo vas a conocer

 

- Y “eventualmente” no tiene que ser en Navidad…

 

- Entonces,  ¿te quedas con Natasha?- Emma asintió y se puso de pie para apagar las velas, todo porque la distraían y el olor a canela con sexo ya empezaba a ser demasiado picante. - ¿Hay un espacio más para mí?

 

- ¿No quieres ir a Roma?

 

- Roma no va a ninguna parte- rió. – Y la Navidad, a mí, si me gusta… aunque no sé si sea por las razones que deberían gustarme

 

- ¿Por qué te gusta?

 

- ¡La comida!- suspiró con sus ojos cerrados y se tomó el abdomen.

 

- Nunca he pasado una Navidad con los Roberts, así que no sé qué clase de comida sirven

 

- Comida navideña es comida navideña

 

- Buen punto… asumo que también te gusta Thanksgiving- resopló.

 

- Me gusta más Navidad- sonrió, viendo la espalda de Emma, un tanto huesuda pero no anoréxica, y todavía con aquella cicatriz que no podía evitar ver.

 

- Podemos traer a tu mamá y a tu hermana para Navidad y Año Nuevo, para que valga la pena la aplanada de trasero en el avión

 

- ¿Y tu mamá?

 

- Hablé con mi hermana- Sophia se asombró. – Y con mi mamá también, así que no me pongas esa cara- rió. – Mi hermana llegará con Aristóteles a pasar la Navidad con ella

 

- ¿Y el Año Nuevo?

 

- Bruno… y ahórrate los comentarios sexuales, por favor- le advirtió, pues Emma todavía tenía aquello de no lograr entender que su mamá tenía necesidades sexuales también, quería creer que la edad marchitaba ese tipo de necesidades. Sophia hizo el gesto de la cremallera en sus labios y se puso de pie para unirse a Emma en el baño, la ducha más bien. – Entonces, ¿traemos a tu mamá y a tu hermana?

 

- Will it make you Happy?

 

- Te pregunto a ti si quieres traerlas

 

- ¿Qué te parece si les pregunto?

 

- Está bien…- la abrazó para traerla bajo el agua caliente, que no les importó mojarse el cabello, pues aquello era correr peligro de resfriado, más para Emma.

 

- Si dicen que sí…- murmuró Sophia con su cabeza recostada en el hombro izquierdo de Emma. – Regálame eso de Navidad- Emma rió nasalmente y acarició su cabeza ante el comentario. – No bromeo, Primera Clase

 

- ¿Y qué más?

 

- Una cena en Serendipity… una Cheddarburger con Tocino y Chili- canturreó ridículamente como si pudiera saborearlo en su boca.

 

- Un Footlong Hot Dog con chili y cebolla- le hizo la competencia. – Me gusta cómo piensas

 

- Es que tengo hambre- rió, alcanzando el jabón para pasearlo por la espalda de Emma.

 

- Ya somos dos

 

- ¿No has comido?

 

- Y si hubiera comido estaría igual después de lo que me hiciste- rió, robándole un beso que terminó llevando a Sophia a estar contra la pared. – Is it ok if I give you something else for Christmas?

 

- Lo que quieras- susurró a ras de sus labios, que paseaba el jabón por su trasero y le provocaba una sonrisa idílica al sentirlo tan suyo. – Y yo, ¿qué te regalo?

 

- Unas Pascalare de cuero, siete y medio

 

- ¿Qué más?

 

- Necesito algo para mi iPhone

 

- ¿”Algo” entiéndase “un protector”?- Emma asintió.

 

*

 

- ¿Qué tal una fotografía con mis papás?- sonrió Sophia, tomando a Camilla y a Volterra entre los brazos para posar para algo improvisado, y antes de que los dos pudieran poner la cara de “What the fuck?” salió la fotografía perfecta, con la sonrisa perfecta. – Si tendría que dar un premio para el secreto peor guardado, se los daría a ustedes sin pensarlo dos veces- rió, y desapareció de la escena para hacer la típica movida de Irene: arrojar una granada y salir corriendo.

 

- Pavlovic, ¿podemos hablar?- se acercó Luca de nuevo a Emma al terminar de tomarse una fotografía con Sara, que ya se había tomado con todos, igual que Sophia, sólo por darle el gusto a Natasha, no porque, la única fotografía que realmente les importaba era la obvia.

 

- ¿Ya te vas?- juntó sus manos y empezó a jugar sus dedos, la típica señal de que Emma estaba un tanto incómoda por la situación pero sin saber exactamente por qué.

 

- Te debo una disculpa

 

- ¿Por qué?

 

- Porque me lo tomé muy personal- se sonrojó, pero Emma le hizo el gesto de “no entiendo”. – Yo no sabía que te gustaban las mujeres- susurró, como si fuera algo malo. – De haberlo sabido no hubiera actuado como un niño inmaduro… no sabía que, por más que te esperara, no ibas a llegar…

 

- Eres un buen hombre- dijo, notando lo cliché de esa frase. – Hay mujeres que te van a corresponder- doble cliché. – Y no estoy enojada, ni resentida con lo que pasó… agradezco que hayas venido a mi boda, eso ya muestra que lo has puesto todo atrás, ¿no?

 

- No sabía que te ibas a casar con una mujer- susurró con una risa nasal.

 

- ¿Y qué piensas de eso?

 

- Te veo muy feliz- le abrazó con el cuidado de no estropearle el peinado. – Y espero que lo seas, siendo o no mi amiga

 

- ¿Eso quiere decir que te quedas a cenar, al menos?- sonrió.

 

- Credo di sì- sonrió. – Pero hay algo que quiero decirte antes

 

- Dime

 

- Estás guapísima- suspiró, sabiendo que Emma entendería que todavía le atraía. – Y Andrea todavía se acuerda de ti- dijo rápidamente, hablando de su hermano menor, aquel al que Emma había cuidado en sus años de Universidad, hacía nueve años. Andrea debía tener trece ya. – Estaba igual que yo, celoso del hombre con el que te ibas a casar- rió.

 

- ¿Todavía no lees bien las cosas?- rió Emma, acordándole de aquel examen de Física II en el que Luca no había respondido toda la última parte al no haber leído que había una segunda parte en el reverso de la última página.

 

- Creo que nunca aprendí en realidad- le acarició la mejilla y, suavemente, le dio un beso en la frente. – Ve a disfrutar de tu boda- sonrió.

 

- No te vayas sin despedirte- le advirtió con aquella mirada superior que siempre tuvo, y que era por eso que Luca Perlotta la adoraba tanto, porque era una mujer fuerte y grande, una mujer especial.

 

- No lo haré- sonrió con sus manos en los bolsillos del pantalón mientras la veía retirarse con pasos hacia atrás con una sonrisa. La vio reunirse con su ahora-cuñada, que se abrazaron, y Luca confirmó que Emma ya no era la de antes, pues la Emma de antes odiaba los abrazos.

 

*

 

Emma se despertó de golpe y llevó sus manos a su rostro para masajearlo bruscamente ante el doloroso hecho de estar despierta. Respiró hondo y se volvió, sólo con su cuello, hacia la derecha, pues no sabía ni qué hora era ni si Sophia seguía muerta a su lado. Y sí, ahí estaba todavía, con la ligera sonrisa de todas las mañanas, ¿sería que nunca soñaba algo feo? Su cabello rubio estaba un tanto alborotado al no ser la persona más tranquila para dormir si no dormía abrazada a Emma, que no era que no hubieran dormido abrazadas, pues el frío lo ameritaba, pero Emma se había levantado al baño en plena madrugada y Sophia se había movido: malo para volver a abrazarla. Era lo único bueno de despertarse después de haber estado durmiendo tan bien, ver a Sophia todavía dormida no tenía precio ni descripción de sentimiento. Sus brazos estaban por encima de las cobijas y estaban recogidos de tal manera que recogía, de paso, su busto, haciendo que, por entre el escote del misaki babydoll, su pezón derecho se saliera de los límites que marcaba el encaje. Emma resopló por sus pensamientos, pues, para estar recién despierta, estaba bastante lúcida en cuanto a no quitarle la mirada de encima a aquella areola que cualquiera hubiera pasado por algo por ser casi del mismo tono cromático del resto de su piel. Se volvió hacia la izquierda para tomar su iPhone, sólo para ver la hora, las dos y cuarenta de la tarde. Estaba nublado, podrían haber sido las seis de la mañana. Seguramente nevaba.

 

- Buenos días, Licenciada- susurró frente a ella, sólo viéndola, nada de propasarse. No tuvo respuesta. – Buenos días, mi amor- volvió a susurrar y le acarició suavemente la mejilla con su pulgar y la palma de su mano, pues el resto de sus dedos caían por su cuello. – Sophie- sonrió al ver que ya se despertaba poco a poco, y se acercó a su rostro para instalarle un beso inundado de ganas de seguir besando a pesar de que Sophia no reaccionara tan rápido.

 

- Tienes el mejor timing de todos- sonrió, trayendo a Emma encima suyo, que Emma haló las sábanas para quedar ambas soterradas en ellas.

 

- ¿Por qué?- se colocó entre sus piernas y la siguió besando.

 

- ¿Por qué crees?- dijo entre un beso, que llevó su mano al interior de su tanga y sus dedos al interior de sus labios mayores para acariciar su empapado clítoris.

 

- È un’emergenza d’amore?- murmuró juguetonamente.

 

- E no, non si chiede perché- colocó sus dedos lubricados en los labios de Emma, quien rió nasalmente ante el aroma y la viscosidad de aquello, y los introdujo a su boca; los succionó con verdadero deleite. – I’m so horny- suspiró, sintiendo a Emma empezar a embestirla suavemente, directamente su pubis contra su entrepierna.

 

Cómo le encantaba a Emma la cara que tenía Sophia cuando se despertaba así, que no era muy común, pero, cuando lo hacía, se le derretían hasta los ovarios por la mirada excitada que la dominaba. Y ni hablar de la sensibilidad o hipersensibilidad que el despertarse así le daba, pues el más mínimo roce la hacía ahogar un gemido que gritaba “make me cum”. No tuvo mayor problema para, con su nariz y sus labios, retirar el escote de encaje para mordisquear y besar aquellos pálidos pezones que se volvían más pequeños con cada caricia. Sophia se frotaba su clítoris mientras Emma la penetraba suavemente con dos dedos. Qué ganas de correrse. Los gemidos se le escapaban y se le salían de control, y era de esos orgasmos que no quería alcanzar porque las caricias se sentían demasiado bien: el calor que salía en forma de vapor a través de sus alientos y que inundaba aquella cueva que formaba la sábana en la que Emma las había encerrado, la mezcla de los sonidos era digna de adorar; los besos y las succiones de los labios de Emma a los pezones de Sophia, la inundación vaginal de la Licenciada; tanto por la penetración como por el frote, dos ruidos distintos, el aliento y los gemidos de Sophia, el aroma; aroma a mujer excitada. Sa-bro-so. Alargó todo aquello hasta que no pudo más y tuvo que dejarse ir en un temblor general mientras sacudía y agitaba su cadera, penetrándose suavemente con los dedos estáticos de Emma. Doblemente Sa-bro-so.

 

- ¿Café?- sonrió Emma.

 

- Dime que ya te libraste de Quentin Tarantino- rió, haciendo una breve alusión a los días femeninos de Emma.

 

- Mañana, pero sabes que puedes hacerme lo que quieras- le regresó el escote a su puesto. – Todo lo que tienes que hacer es obviar el tampón o sacarlo

 

- ¿Qué quiere Emma Pavlovic?- preguntó con una sonrisa sonrojada al Emma sacar los dedos de su vagina.

 

- Lo que Sophia Rialto quiera- sonrió, llevando sus dedos a los labios de Sophia, que en algún momento pensó que eso se veía mal y era de mal gusto, pero podía más el gusto de ver a Sophia succionando sus dedos llenos de ella misma.

 

- Sabes que odio que me hagas eso- dijo, terminando de limpiar el dedo índice de Emma.

 

- Y tú sabes que puedes hacerme lo que quieras, que no tengo que querer o tener ganas, sólo lo haces o me dices y ya

 

- ¿Qué hay de mi dedo en tu…?- rió.

 

- En escala del uno al diez, ¿qué tanto te gusta mi…?

 

- Claramente tengo una fijación- rió.

 

- ¿Desde el punto de vista de Freud o desde el punto de vista de Rialto?

 

- Desde que vi que te gusta y desde que sé lo que te provoca y desde que me gusta su sabor, su textura y su calidad

 

- Entonces, ¿tu dedo?- Sophia asintió un tanto divertida. – Cuando quieras, mi amor- se acercó a su rostro y la empezó a besar en tono de “buenos días”. – Feliz Navidad

 

- Feliz Navidad, Arquitecta- sonrió, volviendo a besarla y paseando sus manos por la espalda cálida de Emma.

 

- ¿Café?

 

- Café- afirmó Sophia, irguiéndose y dándola una nalgada a Emma, qué ganas le tenía. - ¿A cuánto estamos?- preguntó, pues, en invierno, Emma acostumbraba a revisar, antes que nada, el clima en su teléfono. 

 

- A menos dos- dijo Emma, regresando el teléfono a la mesa de noche y dándole la espalda a Sophia para cargarla. – Tú abres la puerta, ¿de acuerdo?

 

- Como usted diga, Arquitecta- rió, asegurándose a su cadera con sus piernas mientras Emma al aseguraba con sus brazos. - ¿Qué tienes ganas de desayunar?

 

- ¿Vas a cocinar?

 

- ¿No quieres que cocine?- abrieron la puerta y sintieron el frío del invierno neoyorquino.

 

- ¿Qué me vas a cocinar?

 

- Lo que tú quieras- Sophia sólo gruñó y decidió reírse. – Pan con Nutella será- rió.

 

- No creo que haya comprado pan- la bajó antes de entrar a la piscina, dándose cuenta de que, realmente, hacer lista de supermercado era necesario.

 

- Creo que hay un tubo todavía, sino crepas serán- caminó hacia el congelador pero Emma no la soltó, la abrazó por la cintura.

 

- Crepas suenan mejor. ¿Te ayudo?

 

- ¿Puedes derretir seis cucharadas de mantequilla? – Emma asintió y recibió el paquete de mantequilla simple en su mano derecha y Sophia sacó la leche y tres huevos. – Seis cucharadas son tres onzas- le dijo, pues Emma no era tan diestra en eso de las medidas, por eso los postres nunca le quedaban perfectos, todo era al cálculo.

 

- Si no habrías sido tan grande en el Diseño de Interiores… creo que podrías haber llegado lejos en la cocina

 

- No me gusta mucho cocinar… o sea, si me gusta pero no me muero si no cocino- rió, vertiendo dos tazas de leche en un recipiente para luego, con una mano, quebrar cada huevo. – En cambio, si no estoy diseñando, me desespero

 

- Pero te quedan bien las cosas, eso es lo que importa

 

- Me quedan bien porque respeto las medidas- bromeó. – En realidad respeto la receta y el orden de las cosas, supongo que por eso me quedan bien… aunque a ti te quedan bien, también

 

- Cocinar carne o pasta no es ninguna ciencia, Sophia... tampoco un Tiramisú o un Panino de chocolate con queso

 

- A cualquiera que le digas eso último seguro vomita- rió, viendo a Emma meter, en un recipiente, la mantequilla al microondas.

 

- Pero no me interesa cualquiera, sino tú- la volvió a abrazar por la cintura mientras batía la leche y los huevos mientras vertía un poco de agua a la mezcla. – Oye, ¿estás segura que a Irene le gustará lo que le compramos?

 

- Y si no le gusta tiene dos opciones, dos puntos: aguantarse o cambiarlo- Emma se despegó de ella para alcanzarle la mantequilla ya derretida y para poner la crepera, una de las mejores compras en el último mes. – No es obligación que tú le regales algo, tampoco yo, pero es un gesto nada más

 

- Está bien, está bien- renegó falsamente en tono infantil.

 

- Por cierto, ¿hay código de vestimenta?

 

- Casual

 

- ¿Casual a lo mortal o Casual a lo Natasha?

 

- ¿De qué hablas?- se carcajeó Emma mientras vertía un poco de aceite en un recipiente para esparcirla con una brocha sobre la crepera.

 

- Cuando Natasha dice “casual, como yo”, no es casual

 

- ¿Por qué no?

 

- Casual, para Natasha, es de Stilettos y maquillaje y no sé qué más

 

- Entonces, el término que buscas es Casual, o sea “Natasha en decadencia”

 

- ¿Qué te vas a poner tú?

 

- ¿Por qué siento como si le siguieras teniendo miedo a Margaret?

 

- ¿Porque la asocio con Margaret Thatcher?- rió, llevando el recipiente de la mezcla a la encimera al lado de la crepera. – No, hablando en serio… no sé- sacó un cucharón y vertió la futura primera crepa mientras Emma sacaba la Nutella de uno de los gabinetes superiores.

 

- Sí lo sabes- le arrancó la etiqueta a la jarra de Nutella, manía que tenía, y empezó a llenar el lavabo con agua caliente para suavizar aquella crema.

 

- ¿Alguna vez has leído una de sus críticas?

 

- Algunas, sí

 

- Me intimida que cuando me ve, en su cabeza, construye una crítica así como la que le escribió a Ramayan, que sus días se terminaron apenas dos semanas después de que Margaret comió allí

 

- Me parece gracioso que te intimide la mamá de Natasha y no la mía

 

- Ah, no… la tuya…- rió nasalmente al sacudir lentamente su cabeza.

 

- ¿Le tienes miedo?

 

- Miedo no… pero intimida, también

 

- Pero, Sophia…- rió, sacando un plato grande de un gabinete. – Mi mamá es la persona menos complicada que existe, hasta su cara te invita a creer que es amable

 

- Sí, pero tu mamá es como tú… o tú como ella, son tan perfectas que dan miedo

 

- ¿Te doy miedo?

 

- ¡Ay!- le golpeó su hombro con el suyo. – Al principio intimidas, y yo sé que te gusta, no me digas que no

 

- Que no soy payaso, carajo… obviamente que no me gusta que se me acerquen como que fuera atracción de parque de diversiones… y tampoco soy perfecta, Sophia… mi mamá tampoco

 

- No estoy acostumbrada a que mi mamá se lleve a sí misma con esa seguridad, es intimidante pero interesante, no sé si me explico

 

- A mí tu mamá me cae muy bien, no me da miedo…

 

- ¿Y si mi mamá fuera como Margaret?

 

- Está bien, entiendo tu punto… mírale el lado bueno, mi amor, mi mamá vive del otro lado del mundo

 

- Es que no sé cómo explicártelo, ya me confundí yo también- sacó la primera crepa y la colocó sobre la encimera y no sobre el plato para que Emma le esparciera un poco de la Nutella ya suavizada y la doblara a su gusto. – Tu mamá se parece a mi profesora de cocina en la personalidad, pero es algo que tiene que ver con cómo te manejas en el espacio que sabes que no es cualquier persona… es como ver dos cosas totalmente distintas, como contigo

 

- ¿Conmigo?

 

- Sí, no es lo mismo tu ropa y tu postura de lunes a viernes en época de trabajo a tu ropa y tu postura de fin de semana o de vacaciones… cinco días a la semana, el que te vea en la calle, sabe que eres alguien, el fin de semana no

 

- ¿Y cómo te gusto más: Alguien o Nadie?

 

- Me gusta trabajar con Alguien, me encanta… pero me gusta vivir con Nadie, porque es la parte cálida de Alguien

 

- Sabes que sólo tienes que decir si algo no te gusta, ¿cierto?

 

- Pero me gustas así porque te conozco… en cambio, dejando a un lado a tu mamá, que padece del mismo fenómeno tuyo de Alguien y Nadie, Margaret es Alguien todo el tiempo

 

- She comes across as cold and shallow, yes… pero acuérdate de las bodas, era otra persona totalmente

 

- Muy cierto- le dio la vuelta a la segunda crepa mientras Emma doblaba la primera por la mitad para luego enrollarla y comerla, compartida, a mordiscos vulgares.

 

- Y no puede ser tan mala si nos mandó, de su puño y letra, aquella nota de felicitación, ¿verdad?

 

- Exacto… - susurró.

 

- Aunque, en realidad, pienso que estás así porque tu hermana te pone nerviosa y estás cruzando los dedos y hasta la vagina para que no haga alguna pasada a lo Venecia

 

- Eso y que mi mamá se dé cuenta de la verdadera ostentosidad que me rodea

 

- ¿Por qué debería ser eso algo malo?

 

- Porque absorbe, y me gusta que me absorba- rió. - ¿A quién no le gusta vestirse bien y tener cosas como tu closet?

 

- No tienes idea de las ganas que tengo de hacerte el amor por eso que acabas de decir- sonrió contra su cuello y le ofreció el rollo de crepa, al que Sophia le dio dos mordidas. - ¿Le has enseñado nuestro closet?

 

- Apenas vino ayer… que, por cierto, qué raro que siga dormida… y mi hermana más

 

- Déjalas, será el Jetlag

 

- ¿Cuántas más te vas a comer?- Emma le mostró un dos con sus dedos porque estaba ocupada devorando la primera, y Sophia sacó la segunda crepa para colocarla sobre la encimera.

 

- Sabes, no es lo mismo ser ostentoso y arrogante, un verdadero snob extravagante, así como Oskar a pesar de que no tiene mucho de qué alardear, a ser un ostentoso con un pie en la tierra, así como los Roberts… no creo que los Roberts, ninguno de los dos, incomode a tu mamá de alguna manera… de los que debes tener un poco de cuidado es de los Noltenius

 

- ¿Por qué?- frunció su ceño, pues para ella eso no tenía sentido.

 

- Porque Katherine si tiende a ser más como tú ves a Margaret, sólo que elevada a alguna exagerada potencia

 

- Pero, mi amor, mi mamá no va a conocer a Katherine

 

- ¿Ah, no?

 

- ¿En dónde estabas cuando Phillip estaba contando eso?

 

- ¿Cuándo?

 

- Hace como un mes- rió. – Ah… no- se carcajeó. – Fue el día de tu cumpleaños, pues, el día que fuimos a celebrar tu cumpleaños con tus amigos, que al final quedábamos sólo los cuatro y brindamos veintinueve shots de Tequila a tu salud

 

- Sí, y antes de los ocho shots que me tocaban a mí, me tomé como cinco Martinis y cuatro copas de Champán- susurró un tanto avergonzada. – Con razón no me acuerdo de nada- rió.

 

- Jamás te había visto tan ebria

 

- Ya, ya- se sonrojó. - ¿Qué pasó con Katherine?

 

- Buenos días- sonrió Camilla al emerger por el pasillo. – Feliz Navidad

 

- Buenos días- sonrió Emma, volviéndose a ella y la saludó con un beso en cada mejilla.

 

- Buenos días, mamá- murmuró Sophia sin despegarse de la crepera, recibió un beso de Camilla. - ¿Qué tal dormiste?

 

- Bien, de maravilla

 

- Camilla, ¿un café, un té?

 

- Lo que sea que tú tomes- sonrió, y Emma, acordándose del Latte de Sophia, se encargó de sacar las tres tazas para preparar cada bebida. - ¿Qué tal durmieron?

 

- Bien- rió Sophia, sacando la tercera crepa. - ¿Crepa con Nutella?

 

- Está bien. ¿A qué hora regresaron?

 

- Como a las dos de la madrugada- sonrió Emma, dejando salir agua hirviendo de la cafetera para que cayera en la taza de Camilla, que ya tenía la bolsa de té dentro. - ¿No tuvieron mucho frío?

 

- No, para nada… aunque aquí afuera sí hace un poco de frío- se abrazó por sobre la bata blanca que Sophia le había dejado en su habitación la noche anterior.

 

- Ya va a calentar un poco- dijo Emma al apretar unos botones en un panel electrónico en la pared.

 

- ¿Y mi hermana?- preguntó Sophia mientras engrasaba la crepera.

 

- Sigue dormida… tú sabes que tu hermana, si no la despiertas, es capaz de dormir todo el día

 

- Ah, mal de hermanas- rió Emma, volviendo a recibir un golpe suave de hombro de parte de Sophia. – Aquí tiene- le alcanzó el té con un reloj de arena, que indicaba el tiempo exacto de fusión. - ¿Latte, mi amor?

 

- Por favor- respondió un tanto sonrojada, pues no estaba acostumbrada a ser llamada así frente a su mamá. – Le estaba contando a Emma que la familia de Phillip no va a venir

 

- ¿Por qué?- preguntó Emma mientras vertía un poco de Nutella en la crepa para esperar a que el café terminara de refinarse, sin ruido alguno, en el interior de la cafetera.

 

- Katherine no tomó muy bien la noticia del aborto de Natasha, se dijeron un par de cosas y Phillip se enojó con ella… hasta arruinó el teléfono

 

- Por eso es que tiene uno nuevo, entonces- rió Emma.

 

- ¿Natasha tuvo un aborto?- interrumpió Camilla, y ambas asintieron mientras le daban la espalda.

 

- Fue natural- dijo Emma.

 

- Pero es tema delicado, mamá… así que ni condolencias ni comentarios alusivos, por favor

 

- Entendido- sonrió. – Voy a ir a despertar a tu hermana, sino se va a desfasar en el sueño- se levantó y se retiró.

 

- ¿Cómo no me enteré de eso?- murmuró Emma, colocando las Crepas en el plato grande que había colocado sobre la hornilla para mantenerlas calientes.

 

- Sí te enteraste, lo que pasa es que tenías tanto alcohol en el cerebro que se te olvidó- rió.

 

- ¿Qué fue lo que le dijo Katherine con exactitud?

 

- Le dijo que a Natasha le debería dar vergüenza no poder darle, ni siquiera, un nieto prematuro… que seguramente tenía alguna enfermedad o algo que hacía que “no se le pudiera pegar bien”

 

- Che cagna!- suspiraron las dos, pues era lo mismo que Emma había dicho la primera vez.

 

- Bueno, entonces no tienes nada de qué preocuparte- sonrió Emma, tratando de poner el tema en el olvido.

 

- Dame un beso

 

- ¿Sólo uno?- rió Emma, recibiendo la crepa en la encimera mientras Sophia engrasaba nuevamente la crepera.

 

- Los que quieras y donde quieras- susurró, llevando su rostro hacia el de Emma para poder besarla en esa posición tan incómoda. – Te amo

 

- Will you marry me?- susurró con una mirada imploradora que daban ganas de abrazar y consentir.

 

- I’m taken- sonrió, levantando su mano izquierda para mostrarle el anillo en su dedo anular.

 

- Qué celosa estoy- y volvió a darle un beso, de esos duraderos y de mala suerte al ser pillado por Camilla y por Irene.

 

Todavía veinticuatro de diciembre de dos mil trece, nueve y catorce de la noche, tremenda nevada.

 

Emma y Sophia caminaban de la mano, Emma le tomaba la mano izquierda a Sophia, ambas sin guantes al estar acostumbradas a ese tipo de frío. Caminaban desde la sesenta y dos hasta la setenta y nueve a lo largo de la Quinta Avenida. Emma en suéter de cachemira blanco por debajo de su chaqueta azul marino, en un jeans azul gastado, botas café hasta por debajo de la rodilla y sin tacón, encima un abrigo azul marino Carolina Herrera que le daba toda la comodidad de flexibilidad anatómica hasta por debajo de la rodilla y que combinaba, con la misma perfección, con su bufanda rojo sandía de cachemira, muy abrigada al igual que su novia y futura esposa, quien, a diferencia de ella, llevaba un abrigo gris carbón de cuello alto para protegerla de que se le congelada la parte trasera de éste cuando no llevara bufanda, pero en esta ocasión sí llevaba bufanda, era negra y de cachemira. Su abrigo la cubría hasta por arriba de las rodillas, y cubría su camisa blanca por debajo del suéter de lana violeta que caía con escote triangular, y era por eso que se había puesto la bufanda. Llevaba sus legendarios Converse de cuero café, que daban un bonito tono al pantalón blanco. No llevaban bolso, simplemente las llaves del apartamento, un poco de dinero, sus identificaciones y una tarjeta de débito o crédito cada una, sólo por cualquier cosa.

 

Tras ellas venían las Rialto muertas en frío, más Irene que Camilla, pues Irene, por necedad, había decidido no aceptar el abrigo que Emma le había ofrecido, y que le hubiera servido. Irene como si la hubieran sacado del catálogo de Abercrombie & Fitch sólo que con el abrigo más chic que pudo tomar prestado del closet de la entrada, uno de esos abrigos que no calentaban a nadie ni a nada, y Camilla, siempre muy conservadora, caminaba con sus manos en los bolsillos de su buen abrigo Armani negro, el que encapsulaba la perfecta manera de vestir de aquella mujer, la que siempre vestía pantalón y nunca falda, tan Sophia a pesar de que ella ya había cedido varias veces, y camisa de botones manga larga con cárdigan con coderas, y unos Proenza Schouler negros de cuña. Tanto Irene como Camilla se asombraron del interior del edificio donde vivían los Roberts en el Penthouse, aquel edificio donde Natasha alguna vez vivió también. Se asombraron por la cortesía del Botones de la puerta y el del ascensor, que les desearon Feliz Navidad con una sonrisa y saludaron a Emma con un sencillo “Señorita Pavlovic”, pues no era primera vez que iba. Desde que Phillip había regresado a trabajar y Natasha se encargaba de su boda, si Sophia tenía más trabajo que ella, Emma iba a casa de los Roberts para estar con Natasha y para discutir los gustos de la boda, hasta ya habían empezado a trabajar con Margaret en el menú, a veces Emma salía antes con tal de no estar de florero en su propia oficina mientras Sophia estaba hasta el tope de cosas por hacer, y se iba a pasar la tarde con ambas Robinson, o Roberts en presencia de Romeo.

 

El Penthouse se abría directamente en una amplia sala de estar que era, al mismo tiempo y de alguna manera, comedor. Pisos y paredes de madera, la pintura de Van Gogh sobre la chimenea, los muebles de cuero marrón, floreros atestados de pascuas blancas y rojas, un árbol navideño muy elaborado en una esquina, las ventanas que daban a Central Park y a la nieve que lo invadía, las típicas alfombras rojas, daba un sabor a Ambientación Clásica con una pincelada de Vintage. Dejaron sus abrigos y sus bufandas en el closet de la entrada y, con un abrazo de Romeo, fueron recibidas con una copa de Bollinger, la favorita de Margaret porque acompañaba cualquier cosa y cualquier ocasión.

 

- Entonces, ¿usted es la mamá de Sophia?- sonrió Margaret, totalmente una mujer distinta a la de hacía un año para Año Nuevo, pues llevaba maquillaje y un peinado perfecto, así como siempre y todos los días, y vestía muy parecido a Camilla, sólo que pantalón de pierna ancha que cubría sus Stilettos de gamuza negra y, sobre la camisa verde esmeralda, llevaba una chaqueta dorada. - ¿Es primera vez que viene a Nueva York?- le preguntó al Camilla haber asentido.

 

- No, vine el año pasado también

 

-  ¿Y por qué no la conocí el año pasado?- sonrió con travesura, pues así eran todas sus sonrisas, que nunca se sabía si era sonrisa honesta o sonrisa burlona.

 

- Pasé Navidad con Sophia donde unos amigos muy cercanos

 

- Pero usted también es de Roma, ¿no?- Camilla asintió un tanto incómoda, es que Margaret y su voz monótona e indiferente la intimidaban. – Pues, cuando quiera venir, y no quiera incomodar a Emma y a Sophia, sabe que tiene un lugar dónde quedarse- le acarició el antebrazo.

 

- Muchísimas gracias, igual si usted va a Roma algún día- dijo por educación, pues sabía que Margaret era de las que se quedaba en el hotel más caro y más cerca de todo, aunque, en dado caso, prefería quedarse en casa de Sara y no de Camilla porque no la conocía mucho, aunque le parecía conocible.

 

- Muchas gracias- sonrió Margaret de regreso. – Cuénteme… ¿usted en qué trabaja?- y se la llevó Dios sabe dónde para platicar, pues ya estaba harta de los amigos de Romeo que sólo tenían tres temas en la boca: dinero, leyes y golf.

 

- Tranquila, Sophia- sonrió Natasha, que estaba sentada sobre las piernas de Phillip. – Mi mamá anda de buen humor ahora

 

- ¿Alguna razón en especial?- bromeó Emma.

 

- Se va a ir de viaje con mi papá… a Aruba o a un lugar así

 

- Creí que tus papás no viajaban- dijo Emma, tomando a Sophia de la cintura para que no se sentara al lado de Phillip sino que imitara a Natasha.

 

- They don’t, mamá odia volar… pero nada que con un par de joyas y un par de Paloma Cocktails no solucionen… Tequila, Toronja y agua con gas, antes de que pregunten

 

- Dime que habrá de esos más tarde- suspiró Sophia, pues estaba nerviosa por Irene, que había desaparecido igual que su mamá, y porque Matt llegaría en algún momento.

 

- Hay de esos, Sangría de fresa y albahaca, Mojito de toronja y champán, Shirley Temple, Pink Lemonade Margaritas y, a las doce, van a servir Champagne Floats… y hay Whisky, mucho Whisky y mucho, mucho Vodka

 

- ¿Cuál es el más criminal?- preguntó Emma, pues era la señal clave para hacerle saber a Sophia que no bebería de esos.

 

- Creo que los Paloma, no estoy segura- respondió Natasha llevando su Margarita a sus labios.

 

- Ya sabemos cual no vas a beber- rió Emma, dándole un sorbo a su vaso de Grey Goose.

 

- Mrs.-soon-to-be-Pavlovic – rió Phillip, refiriéndose claramente a Sophia. - ¿Qué dices si me acompañas a buscar esos pinchos de entraña que andaban paseando por ahí?- Sophia rió y le dio la razón, y es que ellos eran los más comelones. – Deberías relajarte un poco- le dijo al oído.

 

- Por alguna extraña razón no lo logro

 

- ¿Es por tu mamá y Margaret o por tu hermana o por el-que-no-debe-ser-nombrado?

 

- Fuck- suspiró. – Ahora sí estoy estresada

 

- Well, that bitch ain’t comin’- dijo en su tono de Lashonda y chasqueó sus dedos tres veces, haciendo que Sophia soltara una carcajada histérica, pues no había nada más gracioso que eso. – Lo dejé amarrado a una silla- guiñó su ojo.

 

- No te creo

 

- No, no soy capaz de hacer algo así, pero soy capaz de dejarlo estéril y, por esa misma razón, lo visité en su lugar de trabajo para ofrecerle un negocio que no podía rechazar

 

- ¿Ese trabaja?

 

- Y tú tienes Doctorado en Microbiología- sonrió. – Sólo averigüé su estado financiero, que no fue difícil con mi fuente fidedigna- resopló, tirando la mirada hacia donde Natasha y Emma hablaban de alguna cosa interesante, tan interesante que Emma ensanchaba la mirada ante lo que Natasha efusivamente le contaba, pero no hablaban de ningún conflicto, sólo de que había sobornado al Comité de Filántropos de Nueva York para que le cedieran el salón que ella quería para la fecha estipulada: nadie le iba a robar la perfección, así le costara un cheque de seis cifras para contribuir con alguna mierda de Central Park. – Sólo hice que, por alguna razón, se ganara un viaje de diez días a Las Vegas, viaje para dos personas y estadía en el Wynn

 

- No debiste, suena a demasiado dinero

 

- No gasté ni un centavo, Pia- la abrazó mientras le acercaba un pincho a la boca. – Me deben favores en CitiTourism

 

-Gracias, Pipe- mordió el pincho, terminó por sacar lo que el sabor podía hacerle a su boca y le dio un beso en la mejilla, el cual él recibió con una sonrisa tierna y cosquillosa. - ¿Cómo estás?

 

- Sabes, estoy bien, mejor de lo que esperaba- mordió el pincho y colocó el palillo en un recipiente de aluminio que estaba un tanto escondido. – Es primera Navidad en la que Natasha y yo nos vemos en ese dilema de si ir a Corpus Cristi o quedarnos aquí, porque no sólo por lo que ha pasado es que no podemos separarnos como cuando éramos novios. Le agradezco a Natasha que haya querido interceder por mi familia y que quería ir a Corpus Cristi para Navidad si pasábamos Año Nuevo aquí, así como todos los años. Y le tengo respeto- tragó con dificultad y alcanzó otro pincho, que Sophia lo empujó un poco hacia un lado porque había alguien más que quería tomar uno y ellos se habían apoderado de la bandeja. – Ella sabe lo que mi mamá me dijo, y, ni así, con todo el enojo y frustración que sé que tiene adentro, se deshizo en insultos y ofensas hacia mi mamá. Pero ya no quiero ser un Mama’s Boy. Si mis papás me dejaron aquí cuando tenía quince, aquí está mi casa, aquí trabajo, aquí tengo a mi esposa, aquí vivo con mi esposa, ¿por qué carajos me voy a ir a meter a Corpus Cristi con gente de la que no sé nada en todo el año y, en el momento en el que me ven, me preguntan si puedo ayudarles con un financiamiento? Lo peor de todo, Pia, que no sé si es peor, es que Margaret y Romeo, que se supone que me tendrían que dar guerra, se han portado más como papás conmigo que mis propios papás: mi papá que le regaló las pelotas a mi mamá y ella que las usa de pendientes. Estoy un poco harto, y, aunque no lo creas, sufrí un ataque de éxtasis cuando supe que Emma y tú se quedaban… porque ustedes son mi familia, la familia que tengo con Natasha

 

- ¿Qué te puedo decir, Pipe?- suspiró. – Mis papás tampoco son para alardear, pero no dejan de ser mis papás, pero sí te doy la razón… después de un tiempo, tu percepción de “familia” cambia totalmente. Mi familia es más disfuncional que las Kardashians

 

- No es por cortesía, pero yo creo que tu mamá es una mujer muy dulce, muy maternal también, me agrada a pesar de que casi no la conozco, y, aunque no pueda decir nada de tu papá porque no lo conozco, diría que debe haber sido un buen hombre y un buen papá como para que hayas resultado lo que eres, ¿no crees?

 

- Can you keep a secret?

 

- Fo’ sho, babe- volvió a decir en su acento de Lashonda.

 

- Tú sí conoces a mi papá

 

- Bueno, bueno, he leído sobre el Congresista Papazoglakis pero nunca he tenido el placer de hablar con él así como lo he hecho con tu mamá

 

- No, has hecho negocios con mi papá- resopló, tomando unos Puffs de mozzarella y albahaca de una de las bandejas. – Llevo los genes de Volterra

 

- Fuck me- dijo sorprendido. - ¿En serio?

 

- Es lo malo de cuando mi teléfono es igual al de él- rió. – Me dio una reacción alérgica en Londres, aparentemente soy alérgica a los cacahuates y yo ni enterada, quizás porque no me gustan, pero como confundimos teléfonos, mi mamá le decía a Volterra, en un vil WhatsApp, que si yo tenía esa reacción, lo más seguro era que él también, porque esa alergia es genética

 

- Linda, hermosa manera de darte cuenta, ¿o ya sabías?

 

- La veía venir con bastante posibilidad desde que un poco después de su boda, que fue que me dijo algo como que: “si yo fuera tu papá” y me regañó por algo de la oficina, no me acuerdo bien, pero se puso todo nervioso y me dijo como diez veces “pero no lo soy, no soy tu papá”

 

- ¿Emma sabe?

 

- Sí, sabe pero no porque yo se lo dijera… y no sé si Natasha sabe

 

- No creo que sepa, esa noticia habría volado, ¿no crees?- rió. – Comemos del mismo plato

 

- Cierto- ambos volvieron a ver a sus respectivas mujeres, que seguían en la misma intensa plática, pero habían empezado a hablar de otra cosa, algo con colores. – Oye, yo no sé cómo funciona exactamente, pero… ¿quisieras ser Testigo en mi boda?

 

- Será un honor, Sophia- le hizo una reverencia medieval que le provocó más risa que “honor”. - ¿Quién será mi acompañante? Supongo que Natasha está más que para Emma

 

- Si por Emma fuera, Natasha oficiaría la cosa- rió. – Pero mi hermana

 

- ¿No quisieras que fueran tu hermana y tu mamá? Digo, no es compromiso, para nada

 

- Es complicado explicarlo, pero mi mamá siempre será mi mamá

 

- Está bien, pero, si cambias de parecer, me lo dices, ¿de acuerdo?

 

- Claro que sí- sonrió. – Por cierto, no sé si Emma ya le dijo a Natasha o como sea, que el dos de enero nos vamos a Los Ángeles

 

- ¿Y eso?

 

- Emma tiene que ver unas cosas de Trump en Malibú y tiene una cita con no-sé-quién para no-sé-qué, y quizás, si tienes tiempo y ganas, puedes venir con tu esposa

 

- Claro, sólo denme la información y yo me encargo de lo mío y… creo que tu hermana no está desaparecida, sólo está fumándose la Marlboro entera- rió mientras veía a través de las puertas de vidrio que daban a la terraza. – Creí que no fumaba

 

- Fuma cuando tiene frío, pero estar afuera da frío- resopló. – Oye… ¿qué tanto sabes de joyas?

 

- Paso por joyero cuando no paso por afeminado, ¿por qué?- Sophia levantó su mano izquierda, pues pretendió dejar ciego a Phillip con el destello del brillo de su anillo. – Si esperas que te diga cuánto costó… no te voy a decir

 

- No, stronzo- sacudió la cabeza.

 

- ¡Ah! ¿Quieres uno para Emma?

 

- Pero no puede ser sólo “uno”, tiene que ser “Emma”… y lo tengo en mi cabeza pero no creo que exista

 

- ¿Por qué no lo haces?

 

- Porque no soy diseñadora de joyas, ni practico la orfebrería, ni tengo los materiales

 

- Sophia, vives en Nueva York, ¿tú crees que hay algo que sea imposible en esta ciudad?- ella sólo lo vio a los ojos. - ¿Qué te parece si un día de estos salimos tú y yo y visitamos a Mr. Batton?

 

- ¿Y ese quién es?

 

- El que puede traer tu diseño a la vida real- guiñó su ojo. – Y ya sé a qué va Emma a Los Ángeles- rió. – Ya me acordé

 

- ¿A qué?

 

- A lo mismo que tú vas conmigo, pero ella con su vestido

 

- Ca.ra.jo, no había pensado en el vestido… en realidad, I know shit about my own wedding- rió.

 

- Beverly Hills, Pia… no quiero ni saber con cuánto equipaje voy a regresar

 

- ¿Bromeas? ¿Cuál es la diferencia entre la Quinta Avenida y Beverly Hills?- resopló. – Las mismas marcas que hay aquí son las que hay allá

 

- I take it you’ve never been to LA- sonrió, alcanzándole un bollo de queso que había sumergido en salsa de vino tinto.

 

- A mí háblame de Georgia, y de allí sólo de Savannah y de Atlanta, luego puedes hablarme de Jacksonville, Tampa, Orlando y Fort Lauderdale, San Antonio y Houston

 

- California es el infierno- le dijo con mirada de preocupación, que Sophia mordía el bollo desde los dedos de Phillip. – Natasha lo llama “Síndrome Hollywoodense”

 

- ¿A qué?

 

- A que, cuando estás en California, inconscientemente intentas acercarte a ser superestrella- rió. – Aunque sea por turismo, o curiosidad, vas a parar a Rodeo Drive, el distrito del fucking shopping, y está comprobado que, de ahí, no sales con las manos vacías

 

- Eso es para las mentes débiles

 

- A ver, déjame preguntarte algo, y respóndeme con sinceridad…- metió el resto del bollo a su boca y alcanzó otro. Qué buenos que estaban. - ¿Prefieres Bergdorf’s o Barney’s?

 

- Depende, ¿para qué?

 

- En general

 

- Bergdorf’s, tiene más cosas

 

- Pues así es Rodeo Drive- sonrió. – Es un Bergdorf’s gigantesco, así que no dudo que tú o yo seamos la excepción. Barney’s es la Quinta Avenida, más selecto- guiñó su ojo.

 

- Pipe…- suspiró. – Tú ya te casaste- Phillip la volvió a ver sorprendido, quizás era el tono que había utilizado.

 

- Sí, dos veces- dijo, refiriéndose a la civil y a la religiosa.

 

- ¿Quieres ser mi Maid of Honor?

 

- Ya vi esa película- rió. – Y no tenemos futuro con eso

 

- Pues, es que Natasha es evidente que trabaja con Emma, y tú conoces a Emma y me conoces a mí, ¿qué podría salir mal?

 

- ¿El hecho de que soy hombre y no tengo idea de esas cosas no te suena problemático?

 

- Y yo soy el hombre de mi boda- rió. - ¿No ves lo perfecto que eso es?

 

- ¿Cómo puedes ser el hombre?

 

- No sé una mierda de mi propia boda- repitió. – Supongo que tú tampoco sabías

 

- Sabía menos que una mierda, yo sólo hice lo que me dijeron que tenía que hacer… ese mundo es peligroso, tú sabes… flores, música, comida: bitch fight

 

- ¿Ves? Sólo ayúdame con lo básico, lo “peligroso” lo resolveré por mi cuenta

 

- ¿Y qué es lo básico?

 

- ¿Qué le regalo a Emma?- rió.

 

- A-e-i-o-uh- inhaló ridículamente. – Eso es un nivel astral de asistencia

 

- Vamos, tú tienes una Insider- dijo, volviendo a ver a Natasha, que seguía en las mismas con Emma.

 

- Eso es trampa, Pia

 

- Es una oportunidad sana, ¿por qué no debería tomarla? Además, Emma te ayudó a escoger los anillos y te ayudó con tu traje

 

- Fair point well made- frunció su ceño.

 

- Además, tú ya has de saber qué me va a regalar Emma

 

- Y si lo supiera no te lo dijera- aunque él ya sabía, y sabía desde muchísimo antes que Sophia siquiera oliera todo.

 

- No te estoy pidiendo que me lo digas, me gusta que me sorprenda…además, sabrá Dios y ella qué me va a regalar. Seguramente no puedo igualarlo o superarlo, ya sea por precio o por magnitud

 

- No se trata de qué tan caro sea, se trata de lo que significa- sonrió y la abrazó por el hombro y volvió a ver a su alrededor para asegurarse de que nadie lo viera ni lo escuchara. – Natasha, por ejemplo, me regaló dos cosas, que seguramente ya sabes

 

- ¿Las mancuernillas?

 

- ¿Lo otro?

 

- No

 

- Bueno, querida e inocente Sophia- suspiró. – Sólo porque eres tú y porque confío en que no vas a decir que te lo dije, te lo diré- se acercó a su oído. – Me dio las mancuernillas para que las utilizara en la boda religiosa, y me regaló su behind…- Sophia se asombró. – Me dijo: “own me”, y, contrario a lo que cualquiera piense, no es que ella sea mía sino yo suyo- rió. – Yo termino haciendo lo que ella quiere. Y las mancuernillas pueden haber costado veinticinco mil dólares, lo otro fue gratis pero, para mí, significó más que todo lo que pudo haberme dado

 

- Problema técnico- rió. – Emma ya lo tuvo

 

- ¡Pia!- siseó incómodamente. – Detalles de eso no necesito- se sonrojó.

 

- Te sonrojas- se burló.

 

- No te estoy diciendo que copies la idea de Natasha, te estoy dando un ejemplo- le cambió el tema. – Pero será un placer… un gusto- se corrigió, pues “placer” no le sonaba muy bien después de aquella rápida conversación. – Sí, será un gusto poder ayudarte con eso. ¿Algo más?

 

- Sé cuánto le gusta a Emma quedarse en el Plaza

 

- Oh- rió. - ¿Quieres una habitación en el Plaza?

 

- No quiero caminar hasta el 680

 

- Como si quedara tan lejos- rió. – Pero, creo que sería un bonito detalle, más si consideras que estarás ebria, toda la noche en Stilettos y tendrás ganas de consumar el proceso. ¿Qué necesitas que haga?

 

- ¿Cuál es la mejor habitación?

 

- Bueno, depende… ¿para qué?

 

- Necesito que sea cómoda, espaciosa porque ya sabes cómo es Emma con la accesibilidad y la movilidad, y necesito que tenga buena vista a Central Park, que se vea el Pond de ser posible

 

- Necesitas una habitación en el décimo séptimo u octavo piso- dijo pensativo. – El décimo noveno piso es para la Suite Royal, que es demasiado grande, demasiado cara y, para lo que la quieres, no vale la pena. Creo que una Edwardian o una Terrace. La Edwardian es de un piso, sala de estar, habitación principal y baño, no tiene terraza pero tiene vista a Central Park. La Terrace es de dos pisos. Tiene estudio, sala de estar y baño en el primer piso, y, en el segundo, tiene la habitación principal un súper baño y la terraza pero no sé si la terraza da a Central Park, no me acuerdo… pero ahí solía quedarme cuando me sacaban de mi apartamento- sonrió. – La Edwardian si sé que tiene vista a Central Park si así la pides, la diferencia es como de quinientos dolores pero, si te quedas más de cinco noches, te hacen el quince por ciento de descuento en la sexta y el veinte de la séptima en adelante, ¿cuánto tiempo piensas encuevarte?

 

- Menos de una semana, tengo un trabajo- rió. – Y un jefe que…- sólo ahogó su frustración en un gruñido.

 

- ¿Esa es tu luna de miel o es simplemente un tiempo para Fuck-a-lot?

 

- Fuck- suspiró, y Phillip se rió. – No, no, no para “fuck-a-lot”, es que no había pensado en la luna de miel- y hundió su rostro en sus manos. 

 

 

______

Hola a todos y a todas, (me molesta poner "@")

 

Sólo quería agradecerles por seguir leyendo, por comentar, por valorar. 

No soy fanática de demorarme mucho pero estoy en una época un tanto estresante, espero que puedan entender la demora, pues tampoco quiero darles algo con lo que yo no esté contenta.

 

Por cierto, con el debido e inmenso respeto que se merecen, dijeron algo de "Hung Up" de Madonna y "Gimme Gimme" de ABBA, que no estaban de acuerdo conmigo, y pusieron su explicación, y si fuera así, estuviera de acuerdo, pero yo sé que "Hung Up" es una adaptación rítmica de "Gimme Gimme", pero eso digo, sarcásticamente, "...de la manera más extraña posible", pero, por si eso no se entendió, "Se dejaban llevar por el ritmo de aquella invención de aquel DJ que para Emma pasaba por genio...". Para los que ya entendieron la esencia de mis personajes, pues entenderán que yo también paso al DJ por genio. Again, espero que no haya sonado muy grosera mi explicación, es sólo que casi me da el ataque, pero, igual, respeto sus opiniones, y me agrada saber que no dudarán en decirme si algo no se entiende, que eso es algo que me gusta mucho (y esto no es sarcasmo, aclaro). Sino pregúntenle a cualquiera que me haya escrito. 

 

Un abrazo a todos y a todas,

 

TTYL ;)

 

E.-

 

PS: estoy en exámenes, así que, de verdad y por favor, espero que puedan entender. (Sí, exámenes universitarios. Soy legal en USA)

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