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El lado sexy de la Arquitectura 20

en Lésbicos

To  McWonderful,

The only person in the whole world whom I'd love to make love to.

 

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- ¿Emocionada?- preguntó Emma, tomándole la mano a Sophia mientras veía que se acercaban a la casa de los Robinson, o de los Roberts, como lo prefieran.

 

- ¿Debería estarlo?- murmuró en un tono bastante a la defensiva, pensando en lo nerviosa que estaba por la conspiración que había concretado con Phillip, ¿qué pasa si a Emma no le gusta? ¿O si Emma se desmaya de tanto alcohol? ¿O si yo me desmayo? Pues es que de la ansiedad no puedo estar tan sobria, ¿o si?.

 

- Señorita Gruñona, ¿qué sucede?- Emma subió la ventanilla entre ellas y el conductor, algo que no habían necesitado porque parecían realmente unas amigas.

 

- ¿Estás segura que vine bien vestida?- improvisó, pues no podía arruinar la sorpresa.

 

- Creo que te verás más elegante que Margaret…¿eso te tiene con ese mal humor?- dijo, y le dio un beso en su mejilla, viendo que cruzaban las puertas de hierro; eran casi las once de la noche.

 

- Sabes, ahora estaba revisando mi contrato…y tendré que pagar una especie de multa porque me voy de improviso…

 

- ¿Te diste cuenta ahora o ya lo sabías y no me habías dicho?- Sophia sonrió apenada, bajando su mirada y viendo sus dedos entrelazados con los de Emma. – Bueno, sólo me hubieras dicho antes…ahora no importa, sólo las pagamos- dijo Emma, levantando la cabeza de Sophia con sus manos.

 

- Me quedo sin comer como dos meses- rió, que de gracioso no tenía nada. Emma levantó su ceja derecha, frunció sus labios e inclinó un poco su cabeza hacia Sophia. – Está bien, pero sólo como préstamo…- murmuró Sophia, distanciándose un poco de Emma con su cabeza. – Emma inclinó su cabeza un poco más y levantó más su ceja. – Está bien, te daré el número de la cuenta de la Administración, ¿sí?

 

- La quiero para hace dos semanas,¿entendido?- exhortó, como si la relación fuera entre Jefe y Súbdito. Sophia asintió, sonriendo y sin saber por qué, a lo mejor le gustaba eso de Emma, no le molestaba tanto, después de todo; ¿A quién no le gusta que lo consientan y le resuelvan un problema en tres palabras?- ¿Te parece algo gracioso?- sonrió Emma, todavía con su ceja levantada.

 

- Sí…cómo logras quitarme toda la soberanía- rió, dándole un beso a Emma en esos labios fruncidos que logró aflojar, por sonrisa y por beso.

 

Emma y Sophia se bajaron del auto, expulsando vapor de sus bocas, estaba haciendo frío. Se abrazaron por el costado, pareciendo todavía un par de amigas sonrientes. Entraron a la casa después de haber dejado sus abrigos con uno de los recibidores en un Closet improvisado que a Emma le molestó por estar fuera de lugar, tanto obstruyendo el paso, como de una mala mano. Sophia, en efecto, se veía más elegante que Margaret dentro de lo casual, aunque Margaret, extrañamente, se había arrojado sólo negro, como si estuviera de luto, aunque quizás eso no era lo impresionante, sino más bien que, desde lejos, se le notaba cansada hasta la muerte, cero maquillaje.

 

- ¡Em!- gritó Natasha, corriendo hacia ella en el look más casual que existió jamás y la embistió en un abrazo.

 

- ¿Borracha tan temprano?- susurró Emma al oído de su amiga, casi muerta en risa.

 

-Margarita está enojada y hay mucho alcohol para que bebamos- murmuró, chasqueando sus dedos para que llegara un mesero. - ¿Qué tomarás?- sí, Natasha era potencial ebriedad personificada, se le sentía el humor.

 

- Dos Martinis, por favor- murmuró Emma y Natasha sonrió groseramente al mesero, quien agachaba la cabeza para recibir la orden.

 

- Sophie…bienvenida a la familia- sonrió Natasha, abrazándola, sí, estaba ebria, sin duda alguna.

 

- Nate, un gusto verte de nuevo- sonrió Sophia, un tanto incómoda, no, tal vez era el momento el incómodo. Y Natasha pellizcó el trasero de Sophia, incomodando a Sophia, pues ni Emma había hecho eso, nunca, y sabía que a Emma no le caería en gracia.

 

- Nate,¿nos llevas donde tu mamá?, quisiera saludarla antes de que se le olvide que vine- sonrió, un tanto incómoda por la impertinencia de Natasha, aunque la excusó en su ebriedad, tal vez había empezado temprano, alrededor de las diez de la mañana, como era costumbre.

 

Natasha asintió, tomando a Sophia y a Emma de las manos, halándolas, casi arrastrándolas por el jardín, en donde habían construido algo que a Emma, por primera vez en tres años de estar yendo, no le molestaba, tal vez tenía mejores cosas en qué fijarse, el trasero de Sophia en ese pantalón khaki.

 

- Emma, cariño, feliz cumpleaños y feliz navidad- dijo Margaret con una sonrisa un tanto falsa, matando a Natasha con la mirada mientras abrazaba a Emma.

 

- Gracias, igualmente, Margaret, gracias por la invitación- sonrió, halando a Sophia de la mano para que diera un paso adelante y la saludara.

 

- Ah, Sophia, un gusto verte, siéntete como en tu casa- dijo Margaret, posando su mano sobre el hombro de Sophia, ella no era digna de un abrazo, así era Margaret.

 

Emma observaba a Margaret con asombro; definitivamente parecía que había muerto en vida, con sus ojos verdes hundidos y decorados con unas ojeras un tanto exageradas, aunque lo único que estaba en su puesto, como siempre, era su cabello; entre rubio y blanco, tirado en un moño medio, centrado y un tanto flojo del resto.

 

- Madre, llevaré a Emma y a Sophia con la juventud, no sea que les succiones años para rejuvenecerte- interrumpió Natasha, empujando a ambas por los hombros mientras Margaret reía encantada por el mal humor de su hija.

 

- ¿Qué le pasó a tu mamá?- rió Emma, tomando el Martini de la charola del mesero.

 

- Se levantó con dos pies izquierdos…y dijo que a los sesenta años ya había que recibir el Año Nuevo con naturalidad y naturaleza…o algo así, no lo sé, pero parece que está pasando por la peor de las quimioterapias…o  algo así dijo papá…como sea, basta…mamá tiene recluida a la juventud en aquella mesa de la esquina, vamos- y, sin dejar que hablaran, las arrastró; Natasha la hiperactiva.

 

Sophia volvió a ver a Emma con una expresión de “¿Qué está pasando?” y bebió, entre el jalón de Natasha, su Martini hasta el fondo, poniendo su copa en la charola de un mesero que iba pasando y tomando otra en el camino, pero no de Martini, sino un “Adios Motherfucker”, que no sabía lo fiestero que era; Vodka, Ron, Tequila, Gin, Curacao Blue, lo suficiente como para perder la consciencia si se bebían dos, y lo bebió hasta el fondo, sabiendo que con eso sobreviviría por lo menos las primeras tres horas de nervios. Había dos rubios sentados en aquella mesa; Greg y Matt, los primos Casanova de Natasha, aunque en realidad Matt era el más promiscuo/amante de las mujeres o todo lo que encerrara “vagina con piernas” y, habiendo pasado tres años consecutivos por el rechazo de Emma, decidió fijarse en Sophia, que le pareció más guapa y, por ser rubia, figuró que un poco más fácil de volverla loca; la proclamó su meta del último día del año para hacerla suya el primero del año nuevo, una hora y media para meterla a la cama y contando.

 

Emma se dedicó a ingerir tantos Martini como le fuera desfilado ante sus ojos, todo junto con Natasha, no obviando la presencia de Sophia pero, al ver que estaba cómodamente platicando con los gemelos, no quiso interrumpirla y se sumergió en el mundo de Natasha y Phillip y, en cuanto Phillip llegó con Katherine y Phillip, sus padres, faltando Adrienne, su hermana menor, quien también sufría del mismo mal que Laura, la hermana de Emma, hasta por casualidad filantrópica se conocían y disfrutaban del libertinaje juntas, su sóla presencia dominó a Natasha, como si por arte de magia aquel Acqua di Gio la calmara.

 

- ¡Beber hasta morir!- brindaron en la mesa “juvenil”, asustando a Sophia aunque, con tanto alcohol encima y otro Martini por entrarle a sus sistema, le pareció demasiado gracioso.

 

- ¿Por qué ese lema tan catastrófico?- preguntó Sophia a Emma al oído.

 

- Para dejar en este año todos los problemas y poder renacer en pocos minutos- sonrió, conteniéndose las ganas de besarla, pues se veía cansada pero con un brillo inocente en sus ojos. - ¿Tienes alguna idea de lo mucho que me gustas?- susurró Emma, tomando la rodilla de Sophia con su mano mientras inhalaba de su cigarrillo.

 

- ¿Confías en mí?- Sophia topó su frente contra la de Emma, olvidándose del público, sólo queriendo amar a Emma sobre todas las cosas.

 

- Tú sabes que sí…¿por qué lo preguntas?

 

- Quiero que no me cuestiones, que sólo me sigas…sólo por ahora y mañana, ¿si?

 

- Lo que mi novia quiera- sonrió, quitando su mano de la rodilla de Sophia y retirando su cabeza.

 

- Ya casi es hora- sonrió Natasha, sacando Davidoff Gold, uno para cada uno.

 

Fueron inhalados con pasión, como si fuera el último cigarrillo que fumarían en toda su vida. Seguidos por unas risas y unas sonrisas para darle la bienvenida no sólo al nuevo año, sino también a la comida, por fin. Emma y Sophia se dirigieron un poco más a la esquina, en donde no había nadie que pudiera verlas. Y el conteo empezó, con Krug Grand Cuvee rebosando las copas, Natasha en los brazos de Phillip, calentando motores desde ya, rozando su trasero contra la pelvis de su prometido, Sophia abrazada de Emma por el hombro y la cintura y diez, Sophia vio a Emma a los ojos, nueve, Emma sonrió, ocho, Sophia levantó su copa, siete, Emma la suya, seis, chocaron las copas, cinco, toparon sus frentes, cuatro, toparon sus narices, tres, rozaron sus narices, dos, se besaron en los labios, escuchando el “¡UNO…FELIZ AÑO NUEVO!” en el fondo mientras sonreían entre su beso para luego darle un sorbo al champán.

 

- Por que sean felices para siempre- brindó Emma por Natasha y Phillip, quienes sonreían en agradecimiento.

 

Se abrazaron, como toda costumbre, con sonrisas y besos y alegrías, sólo un guiño de ojos entre Sophia y Phillip para asegurar su complicidad, emocionados los dos por la sorpresa que habían planeado en cuestión de un minuto y bajo las narices de sus novias. Y un mar de comida se apresuró a penetrar aquel salón improvisado; desde mariscos hasta one-minute-steaks, los favoritos de Emma, más si los acompañaba con el marmahón seco con especias y un vaso alto de Mountain Dew, todo un atropello gastronómico en la cuna de la “Food-Culture” herself, pero alguna vez debía romper la dieta de la buena combinación culinaria.

 

- El amanecer es a las siete y veinte más o menos, lo que significa que a eso de las seis tenemos que irnos para estar a las seis y media en el muelle…- murmuró Phillip al oído de Sophia mientras ambos esperaban su steak.

 

- Me quedan seis horas de nervios- sollozó Sophia, alcanzando su plato para que le sirvieran su comida.

 

- Hey, por eso hay mucho alcohol y la buena música empieza después de la cena…- sonrió Phillip, viendo cómo Sophia sonreía en agradecimiento y se dirigía a la mesa, en donde la esperaba otro Martini y una sonrisa de su novia, quien la esperaba para comer.

 

Cenaron entre la comodidad de una música de violines un tanto baja, sólo para que aquel salón improvisado no se inundara de voces, para que alrededor de doscientas voces no mataran a Margaret, quien aparentemente había regresado a la vida con la llegada del año nuevo. Phillip veía con devoción a Natasha devorarse lo que le pusieran enfrente, pero, entre eso, se daba cuenta de lo que Matt intentaba hacer al estar tan coqueto con Sophia, que ella no se daba cuenta porque había creído que tendía a gustar de los hombres, pues era demasiado chic y fashion para ser heterosexual; nadie usaba un pantalón rosado con mocasines violetas con tanta seguridad, era casi imposible.

 

- ¿Dónde está el baño?

 

- Al final del pasillo a la izquierda- sonrió Emma, viendo cómo Sophia se ponía de pie y bebía su Martini hasta el fondo, pidiéndole con el dedo que le pidiera otro; estaba en plan de intoxicarse.

 

Sophia se contoneó en aquel pantalón ajustado que hacía que su trasero se viera realmente envidiable y se tambaleó, intentando caminar en línea recta, hasta el baño, en donde se dejó caer, hizo lo que tenía que hacer y, mientras se lavaba las manos, levantó su mirada y se vio en el espejo y tuvo que sonreír, jamás estuvo más feliz, ni con ella misma ni con nadie más, su vida era perfecta y decidió disfrutar la vida que le habían regalado para vivir. Salió del baño con dificultades, pues el sistema de llave de la puerta era un tanto complicado para su gusto, o tal vez era la remota ebriedad, no lo sé y se tropezó, cayendo casi de bruces al suelo.

 

- ¿Estás bien?- preguntó Matt, el primo de Natasha, tomando a Sophia de la mano para que no se cayera, buen reflejo.

 

- Sí, sí…gracias- sonrió con diplomacia, pues el apretón de manos le pareció un poco fuera de lugar; le paseaba su pulgar sobre sus nudillos.

 

- Deberías tomar un poco de agua…te ves mal

 

- ¿Ah, si?- murmuró, preguntándose si Emma se molestaría por eso y conteniendo la risa, como quien dice “¿y tú quién eres para decirme lo que tengo que hacer?”.

 

- Digo, te ves espectacular…eres preciosa- y Matt empezó a empujar a Sophia lentamente hacia el interior del baño, contra la voluntad de Sophia, quien sólo sabía intentar detenerlo por los hombros con sus manos.

 

- Gracias- sonrió, un tanto cortada. – Tengo que regresar, ya hice lo que vine a hacer- intentó, pero no fue suficiente.

 

- ¿Por qué te resistes, hermosa?- Matt la arrinconó contra el lavabo, presionando su entrepierna contra la pierna de Sophia, haciendo que sintiera aquel bulto un tanto rígido.

 

- Suéltame, por favor, no quiero- murmuró, intentando sonar casual y calmada, aunque por dentro estaba aterrada y quería gritar y pegarle a aquel torso musculoso.

 

- Tienes unos ojos hermosos, Sophie- murmuró, topando sus labios al cuello de Sophia, enojándola como nunca antes alguien había podido, ni siquiera Emma aquella vez, y la había llamado “Sophie”, sólo Emma la había llamado así y sólo ella podía y lo empujó con todas sus fuerzas con sus brazos y sus piernas, apoyándose del lavabo con su trasero.

 

- Dije que no quiero, soy lesbiana- elevó su voz, lo suficiente para no hacer una escena.

 

- Eres irresistible resistiéndote…lo lesbiana ahorita te lo quito- y Matt se impulsó contra ella, embistiéndola contra el lavabo mientras la tomaba por sus piernas y la obligaba a posar su trasero sobre el lavabo para colocarse él entre sus piernas, presionando su entrepierna contra la de Sophia.

 

- ¡Suéltame!- gritó de una buena vez, pegándole en los hombros, pues no supo pegarle en sus partes más sensibles, no sabía cómo.

 

Y Matt le tapó la boca con su mano mientras le empujaba su cabeza contra la pared para que no se moviera y, con su otra mano, se desabotonaba el pantalón, sacándose su miembro erecto a la vista de Sophia para rozarlo contra su entrepierna. Sophia estaba aterrada, eso era una violación, una cruel violación, y empezó a llorar mientras Matt la embestía al roce de la tela de su pantalón y, aunque no la estuviera penetrando, sentía como si lo estuviera haciendo, pues ese calor indeseado la mataba, no era lo que quería, ni por cerca. Y aquel rubio violento clavó su lengua en el escote del Cardigan de Sophia, haciendo que Sophia tomara fuerzas para morderle la mano y gritar.

 

- ¡Suéltala!- gruñó Phillip, tomándolo del hombro y empujándolo contra la pared lateral. – Soph, ¿estás bien?- murmuró Phillip, tomando a Sophia entre sus brazos y ayudándola a bajarse del lavabo, arreglándole el cardigan y limpiándole sus lágrimas de rabia y miedo. Sophia asintió con esfuerzo, pues…¿estoy bien en realidad?.

 

- Ella se me ofreció- murmuró Matt, guardándose su fábrica de esperma en el pantalón.

 

- No lo creo- gruñó Phillip de nuevo, su mirada llena de rabia y de odio. – Te pediré amablemente que te largues de esta casa…y si no es por las buenas, será por las malas- lo tomó por el cuello de la camisa, levantándolo y golpeando su espalda contra la pared; quién diría que Phillip podía ser violento.

 

- Tú engañas a Natasha con ésta- rió Matt en la cara de ambos, no sabiendo de lo que hablaba. – Mi tía tiene que saberlo- volvió a reír.

 

- Haz lo que quieras, pero no la vuelvas a tocar…aunque…Licenciada Rialto- dijo Phillip, viendo a Sophia de reojo mientras mantenía a Matt por el cuello de la camisa. - ¿Quisiera presentar cargos?- preguntó con una sonrisa de satisfacción, esperando a que Sophia dijera que sí, pues sabía que era lo único que haría que Matt calmara sus hormonas.

 

- Lo voy a pensar- murmuró Sophia, abrazándose.

 

- Bien, ahora, largo, imbécil- dijo en un tono de odio, con esa sonrisa, quitándole las manos del cuello y aplanándole las arrugas, pegándole en el pecho con las palmas y dejándolo casi sin aire. – Vamos a traerte algo de tomar, Sophia- y Phillip tomó a Sophia por el hombro, abrazándola mientras se dirigían a la cocina. - ¿Estás bien? ¿Te hizo algo? – preguntó Phillip, dándole un vaso con Coca Cola, para que el azúcar reaccionara ante el susto.

 

- No…no…no me hizo nada- murmuró, viendo al suelo, se sentía un poco apenada.

 

- ¿Estás segura? No te ves muy bien- dijo, levantándole el rostro por la barbilla con su mano, tal y como Emma solía hacerlo. Sophia asintió, llevando el vaso a sus labios para seguir tomando.

 

- Que Emma no se entere, por favor…no pasó nada, no tiene que haber un show, ¿si?- murmuró.

 

- Emma no se enterará, sólo que no me despegaré de ti por si el imbécil no se ha ido

 

- ¿Por qué lo haces?

 

- Sophia, ya te lo dije, tú eres mucho para Emma, Emma es mucho para Natasha, Natasha es mi vida entera…y te he tomado cariño, eres justo lo que Emma necesitaba- sonrió, pasando el flequillo desajustado de Sophia por detrás de su oreja. – Míralas- sonrió, volviendo la cabeza de Sophia por la ventana, haciendo que viera a Emma y a Natasha bailando una especie de coreografía al compás de una música muy pegajosa; mucha cadera, mucha cintura, mucha actitud, muy sensuales pero sin llegar a ser sexuales. – Son como amigas desde pequeñas, sólo entre ellas entienden el mundo en el que vive la otra…- Phillip hablaba como con nostalgia, así como un padre habla de su hijo, pero no, es que le encantaba ver a Natasha sonriendo y riéndose, así como lo hacía con Emma.

 

- Nate se sacó la lotería contigo- sonrió Sophia, poniéndose de pie y dándole un beso de agradecimiento a Phillip en su mejilla derecha.

 

- ¿Lo ves, tía? Te lo dije, Noltenius y esa tienen un amorío, que engaña a Natasha- dijo Matt desde la puerta junto a Margaret.

 

- Phillip…- suspiró Margaret, haciéndole un gesto a Matt que se retirara. - ¿Es eso cierto?

 

- No, Margaret, todo tiene explicación y esto no es lo que parece- dijo, notando que esa era la primera frase que utilizaba todo hombre infiel.

 

- Margaret…- dijo Sophia, siendo interrumpida por la mano de Margaret para que callara.

 

- No te metas- gruñó, viéndola de pies a cabeza en plan despectivo. - ¿Me vas a negar que te dio un beso?

 

- Margaret, fue en la mejilla, y me estaba agradeciendo por haberle quitado a tu sobrino de encima, que sabes…- dijo, pasando su mano por su cabello, peinándolo hacia atrás. – la estaba atacando y asumo que eso no te lo dijo el muy imbécil…- suspiró, no pudiendo contenerse.

 

- Madre, ¿qué pasa?- interrumpió Natasha, que había visto con Emma que Margaret estaba en plan de “Fuera-de-mi-casa” con Phillip y Sophia desde donde estaban bailando.

 

- Natasha...- suspiró Phillip, preocupado, pues no dudaba de Natasha, él sabía que ella sabía, pero significaba delatar a Emma y a Sophia como pareja si había que salir de esa.

 

- ¿Sophia? ¿Qué pasa?- preguntó Emma, viendo que Sophia intentaba esconder su inmenso miedo tras sus temblorosos ojos.

 

- Sí, Sophia, dile a Emma y a Natasha lo que pasa- dijo Margaret, valiéndose de su cobardía para no lastimar a su hija.

 

- Mrs. Robinson cree que Phillip y yo tenemos un amorío- dijo, en tono seco y con cierto sarcasmo a la deriva, haciendo que Natasha y Emma rieran.

 

- ¿Te parece gracioso que Phillip te engañe con ella?- gruñó Margaret un tanto sorprendida.

 

- Madre, Phillip no me engaña con Sophia…- rió, abrazando a Phillip por el cuello y dándole un beso en los labios.

 

- Margaret…Sophia es amiga de nosotros nada más- murmuró Phillip con una sonrisa, intentando controlar sus reflejos masculinos ante el beso de Natasha.

 

- Sophia no sólo es mi compañera de trabajo…- dijo Emma, alcanzándole la mano a Sophia, que se la tomó. – Es…bueno…será mi compañera de vivienda…y tiene un par de meses de tener un lugar en mi vida- sonrió Emma, halando a Sophia hacia ella para abrazarla.

 

- ¿Qué?- murmuró Margaret un tanto confundida.

 

- Sophia es de Emma- sonrió Natasha. – Es imposible que no lo hayas notado, madre- volvió a sonreír.

 

- Alguien consígame un Whisky, por favor- suspiró Margaret, dejándose caer sobre un banquillo.

 

Sophia se despegó de Emma y se lo trajo, quería agradar pero quería mostrarle que no estaba diseñada para hacer daño. Para Sophia significó mucho que Emma la tomara como parte de su vida, aunque no pudo decir “es mi novia” pero fue suficiente, iba implícito.

 

- Pues un brindis- dijo Margaret, poniéndose de pie con una sonrisa extraña. – Por el buen año que tuvimos, porque perdonaremos a los que nos lastimaron, por los problemas del mundo, para tomar con fuerza el nuevo año, por las relaciones que se han hecho- dijo, viendo a Sophia y a Emma abrazadas por la cintura y por el hombro. – Por las relaciones que se concretarán…- refiriéndose a Natasha y a Phillip. -Por un año lleno de sorpresas, de éxitos…y de buena comida- dijo, levantando su vaso de Whisky con la mejor de las sonrisas, como si todo, en ese momento, hubiera tenido sentido aunque no lo tenía. – Salud- y bebió su vaso hasta la última gota, saliendo de la cocina como si nada, aunque gritando internamente un “Emma es lesbiana”.

 

- ¿Por qué creyó mamá que ustedes dos tenían un amorío?- rió Natasha, viendo a Phillip y a Sophia.

 

- Le di un beso a Phillip en agradecimiento por haberme salvado en el baño…casi me caigo, había agua y me deslicé- intervino Sophia antes de que Phillip pudiera decir el episodio de Matt.

 

- Vine a darle un poco de Coca Cola para que se le baje el alcohol y me dio un beso bien irrelevante y el resto es historia- sonrió Phillip, completando la explicación improvisada de Sophia.

 

- Ah, mamá y sus delirios- suspiró Natasha, pidiéndole perdón a Emma con la mirada, perdón por haber tenido que hacer pública su relación con Sophia. – Bueno, creo que hay mucho alcohol que necesitamos acabarnos…y una pista de baile que hacer brillar- sonrió, tomando a Phillip de la mano y llevándolo forzadamente a bailar.

 

Sophia volvió a ver su reloj, eran apenas pasadas las tres de la mañana y mostró un poco de impaciencia ante Emma. Emma puso su mano sobre el reloj de Sophia, tapando la hora y viéndola con una sonrisa.

 

- ¿Te quieres ir ya? ¿Tienes sueño?- dijo Emma, levantando el rostro de Sophia con su dedo por su barbilla. - Podemos dormir media hora si quieres…la habitación de Natasha es muy cómoda

 

- No creo que a Margaret le agrade que estemos juntas en una cama…menos después de lo que acaba de saber- rió Sophia, notando que empezaba a ver doble.

 

- No haremos nada malo…no pretendo tocarte aquí

 

- La vez pasada que estuvimos aquí…me diste el primer beso- murmuró Sophia, abrazándose y sonrojándose.

 

- Es cierto, parece que ha pasado mucho tiempo…pero sólo han pasado tres meses…

 

- Y ya me estoy mudando contigo…¿Estás segura? ¿No va todo muy rápido? Digo, sólo son tres meses…-susurró Sophia, un tanto preocupada, pues poniéndolo en tiempo numérico no sonaba tan buena idea si apenas se acababan de conocer, literalmente.

 

- Ya es un poco tarde para detenerlo…si, fue muy rápido, pero he sentido estos tres meses eternos, largos…ha pasado mucho…¿Tú estás segura que quieres mudarte?- Sophia asintió entre las manos de Emma, que la habían tomado por las mejillas. - ¿Vamos a dormir una siesta? Al menos, una hora, esto igual no se acaba hasta después de que salga el sol…y con la siesta puede ser que dejes de ver doble- sonrió, como si supiera realmente que Sophia estaba un tanto perdida.

 

Emma subió con Sophia por las escaleras de la mano, despacio por los espacios y la doble visión. Haló la esquina del cobertor de la cama, indicándole a Sophia que se sentara al borde de la cama, en donde ya sólo había el cobertor del colchón. Sophia se sentó, rascándose los ojos, cuidándose de no correrse el maquillaje y viendo que Emma se hincaba entre sus piernas y tomaba sus pies para quitarle los zapatos y la metía bajo las sábanas y el cobertor.

 

- ¿No te quedas conmigo?- murmuró Sophia, viendo que Emma apagaba la luz a la par de la puerta.

 

- Sólo vine a apagar la luz…¿Por qué tan nerviosa?- dijo, en aquella oscuridad que era iluminada por fuegos artificiales, cuyas luces penetraban la ventana por entre las persianas, mientras se acostaba a la par de Sophia, abrazándola por encima del cobertor, colocándola del lado para abrazarla mejor.

 

- No estoy nerviosa…es sólo que no quiero estar sola- susurró, pensando en el episodio de Matt.

 

- ¿Te imaginas yendo a la cama así todos los días?- susurró Emma, dándole besos a Sophia en su cabeza.

 

- ¿Sin hacer el amor por tres días seguidos?

 

- Ahora los cuentas- rió Emma, pero suave, al oído de Sophia, besándolo. -  ¿Quieres hacer el amor todos los días?

 

- Quizás no todos…sólo cuando nos den ganas…

 

- O sea…Lunes, Martes, Miércoles, Jueves…y Viernes…y 90% Sábado…y Domingo- rió Emma, sabiendo que así serían las noches con Sophia, vivir de cerca, compartirlo todo con ella, dejar que alguien durmiera en su cama todo el tiempo…era un gran cambio.

 

- No quiero dormir…

 

- ¿Por qué, mi amor?

 

- Me siento como de cinco años, que a las doce ya están dormidos…

 

- No tienes cinco, tienes veintisiete…y no son las doce, son las tres y media…y tienes a tu…- suspiró Emma, pensando en lo que era ella para Sophia. “Novia, Esposa, Compañera de vida…”.

 

- ¿A mi qué?

 

- Tienes a tu Emma que te hace el amor cuando se lo pides…y cuando no también…eso no lo hacen los niños de cinco años, mi amor- Sophia pudo sentir la sonrisa que Emma pegaba a su cuello, dándole calor con su exhalación, tal vez también un poco de cosquillas.

 

- "Mi Emma"…me gusta cómo suena eso…- suspiró, cerrando por fin sus ojos y cediendo al sueño, porque, a pesar de haberse levantado a las casi cinco de la tarde en brazos de Emma, estaba cansada, quizás era el cansancio del invierno.

 

- Shhh…- susurró, dejando que Sophia cayera en su sueño. – Tú me das las cosas que yo quiero cuando menos me lo espero, tú me das el aire que respiro…- susurró un tanto cantado al oído de su ya dormida novia.

 

Emma suspiró, embriagándose ahora no de Gin y Vermouth, sino del olor de Sophia, entre perfume gastado, un olor lejano a cigarrillo, y un predominante olor a Toronja, el de su shampoo, y se dedicó a pensar cómo controlarse para no despertar a Sophia sólo para hacerle el amor ahí, en ese momento, pues tenía demasiadas ganas, había estado controlándose por tres días, casi cuatro porque quería que Sophia explotara, quería explotar con ella, darles un descanso a sus fuentes de placer para explotar en ellas en pasión…y se quedó dormida hasta que, repentinamente, despertó por el ruido del salón, parecía Haddaway, y le dio risa mientras intentaba enfocar sus ojos en su reloj para leer la hora, encendió la luz de la lámpara de la mesilla de noche y se quitó su suéter; extrañamente tenía calor y, por si no hubiera sido suficiente, se desabotonó un par de botones de su camisa, pensando en provocar a Sophia para un “rapidito”.

 

- Mi amor…- susurró al oído de Sophia, con una voz un tanto pegajosa por la resequedad del ambiente. – Mi amor…despierta- volvió a decir, hundiendo su nariz en el cuello de Sophia. – Sophie…- y peinó el flequillo de Sophia casi sin ver. – Despierta…son las cinco y media…- y comenzó a darle besos en su cuello y en su hombro.

 

- Mmmm…cinco minutos más- musitó Sophia, tomando las manos de Emma entre las suyas, abrazándolas.

 

- No, mi amor, vamos…arriba…- murmuró, acariciando el seno izquierdo de Sophia con sus dedos que estaba un poco abultado; saliéndose apenas del Cardigan, pero nada de revelaciones, además, no podía verlo, sólo sentirlo, y era por la posición en la que estaban acostadas.

 

- No quiero…está muy rico aquí, muy calientito…y te tengo conmigo

 

- Si no te levantas…te hago el amor aquí y ahora…y te haré gritar para que todos se den cuenta- bromeó Emma, haciendo que Sophia abriera los ojos de una buena vez.

 

- Quiero un Martini- dijo Sophia, sentándose de golpe sobre la cama.

 

- Creo que por lo visto no quieres hacer el amor conmigo- susurró, haciendo que Sophia la volviera a ver, para que viera que había abierto cuatro botones de su camisa y dejaba ver sus senos en plena libertad de sostén.

 

- ¿A qué hora te quitaste tu suéter?

 

- Vamos, Sophia…¿me estoy insinuando y me preguntas a qué hora me quité mi suéter?- rió Emma, recorriendo su piel con su dedo índice por entre la abertura de su camisa.

 

- Ah, qué importa- rió Sophia, atacando a Emma a besos adormitados en sus labios mientras se ponía entre las piernas de Emma y la tomaba por las manos para ponerlas en su espalda baja. - ¿Qué? ¿Ya no aguanta tu clítoris estar sin mi lengua?- sonrió, mientras Emma metía sus manos en el pantalón de Sophia y apretaba un poco su trasero desnudo.

 

- ¿No te pusiste nada abajo?

 

- No sé, mi amor…pero eso lo tendrás que averiguar más tarde- dijo, dándole otro beso a Emma en sus labios.

 

- Oh, ¿Cómo que más tarde?- Emma se sorprendió, viendo la sonrisa de Sophia de “aquí no me dejo”. – Eres un calentón demasiado…malicioso- rió, tomándola por su cadera y tumbándola sobre la cama, quedando ella sobre Sophia. - ¿Segura que no quieres hacer nada con éstos?- murmuró, abriendo su camisa y dejando que Sophia viera sus senos con sus pezones erectos mientras paseaba sus dedos para endurecerlos al máximo.

 

- Eso es trampa…- susurró Sophia, tomando los senos de su Arquitecta en sus manos y apretándolos un poco, para, de un movimiento, erguirse y llevar sus labios en medio de ellos mientras la abrazaba por su trasero.

 

- Mmm…así me gusta…¿me muerdes?- entre un gemido y un suspiro, tomando a Sophia por su cabeza mientras Sophia, en efecto, se dedicaba a morder los pezones de su novia, paseando su lengua por la areola y succionándolos un tanto fuerte.

 

- Si gimes, me detengo- dijo Sophia con su boca llena del pezón izquierdo de Emma.

 

- No estoy gimiendo…shhh…sigue- sonrió. - ¡Ah!- gimió, un tanto fuerte, cuando Sophia succionó su pezón mientras pellizcaba el otro.

 

- Uy…gemiste…qué mala suerte- el tono era juguetón y provocador, con una sonrisa.

 

- Eso es trampa…- susurró Emma, imitando a Sophia hacía unos momentos. - ¿Hasta qué hora me vas a tener así?

 

- Confía en mí…- dijo, desabotonando el pantalón de Emma. – No será por mucho tiempo…- continuó, paseando su dedo por su vientre. – Aunque…- susurró, metiendo su dedo entre los labios mayores de Emma y rozando su clítoris, haciendo que Emma gimiera suavemente. – Así de mojada…hasta cinco minutos parecen una eternidad- sonrió, lamiendo de su dedo los jugos de Emma.

 

- Estás toda misteriosa…- sonrió nerviosamente, cerrando su pantalón y quitándose de encima de Sophia para ponerse los zapatos.

 

Y salieron de aquella habitación como si nada, como si ninguna de las dos estuviera haciendo el esfuerzo más grande que conocían para no ceder al deseo, a ese deseo que estaba potenciado a los cuatro días sin una tan sola sensación de placer y, pensándolo bien, ni se habían visto sin ropa, tal vez era eso, la falta de una delicia visual. Bajaron a la fiesta, en donde Natasha bailaba demasiado pegada a Phillip, rozando de manera evidente su trasero contra el miembro de Phillip, el que Sophia se asustó de ver tan abultado, como si fuera a romper el pantalón, y le acordó al miembro de Matt, y una sensación de asco le recorrió el cuerpo, haciendo que apretujara la mano de Emma.

 

- Amor, ¿qué tienes?- gritó Emma por la música, paseando su pulgar por los nudillos de Sophia, tal y como Matt lo había hecho.

 

- ¿Dónde está la comida?- improvisó, viendo que de verdad no había comida, evadiendo el tema de Matt.

 

- No lo sé…vamos a la cocina, seguro hay algo que puedas comer ahí- sonrió, halándola hacia la cocina, en donde encontraron demasiada comida para poder resistirse a devorar lo que estuviera a su paso y, entre sonrisas y dos Martinis para cada una, se les pasó el tiempo.

 

- Hey, ¿están listas?- dijo Phillip, asomándose de la mano por la puerta de la comida. Eran pasadas las seis y media, estaban atrasados.

 

- ¿Para qué?- murmuró Emma, mordiendo un delicioso volován de atún.

 

- Sí, vamos, amor- dijo Sophia. – Llévate un par de volovanes más que están muy ricos- y le extendió la mano mientras Emma tomaba, sin clase alguna, cinco volovanes con su mano.

 

- ¿Tú sabes a dónde vamos?- susurró Emma al oído de Natasha, creyendo que gritaba, pues el ruido de la música lo tenía muy encima todavía.

 

- No tengo ni la menor idea…Phillip sólo dijo que no me quejara- rió Natasha, juntando su cabeza con la de Emma.

 

- ¿A dónde vamos par de cómplices?- bromeó Emma con Phillip y Sophia, que iban sentados adelante en el auto.

 

- Shhh…no se quejen- rió Phillip mientras conducía con cuidado por la neblina y se acercaban al muelle.

 

- Sophia…mi amor…- murmuró Emma, pasando sus manos por el asiento de Sophia para rozar su cuello con sus dedos. - ¿No me dices a dónde vamos?- y Sophia emitió un sonido de “no” con la garganta, besando los dedos de Emma, que le acordaron cuando Emma había dejado que le pintara las uñas…y de rojo, y sólo supo sonreír.

 

- Phillip, ¿a qué carajos venimos al muelle? ¿Nos quieres matar del frío?- rió Natasha, viendo que sólo tenía un suéter un tanto grueso, pero nada como para soportar ese frío de menos diez, con suerte.

 

- Venimos a pescar ballenas- respondió con un poco de sarcasmo. – Sólo confía en mí…- sonrió, apagando el auto y bajándose, abriendo la puerta de Natasha, quien se congeló en ese instante. – Todo listo- sonrió a Sophia.

 

- Gracias, Phillip- sonrió de regreso, abrazando a Emma y dirigiéndose hacia Lady Mia.

 

- Sophia, creo que necesitarás esto- gritó, arrojando un par de llaves al cielo para que las atrapara. Sophia agachó la cabeza para darle las gracias.

 

- Ahora, ¿qué hacemos aquí? ¿De qué son esas llaves, mi amor?

 

- De una sorpresa, mi amor- sonrió, entrando a Lady Mia con ayuda del que había conocido hacía tres días cuando Phillip se lo presentó, pero que no se acordaba del nombre.

 

Emma volvió a ver a Phillip y a Natasha, que Phillip se acercaba al yate con Natasha entre brazos, riéndose, como si le murmurara “esto ya no tendrá ninguna gracia el día de nuestra boda”. Y Emma se sintió feliz de verlos tan felices, sabía que así se veía ella con Sophia, con la única diferencia que no podía cargar a Sophia, que ganas de no le faltaban. Emma siguió a Sophia de la mano con sus pies descalzos y un tanto fríos, preguntándose qué había que hacer en el yate de Phillip, pues sabía que era de Phillip, o de su familia, porque Natasha hablaba constantemente del amor que le ponía Phillip a su otra novia, una tal “Mia”.

 

- ¿Gustas de un poco de champán?- murmuró Sophia, buscando algo tras el bar, Emma asumió que era la botella de champán. Asintió. Sophia sacó una botella de Dom Perignon Rosé y dos copas altas mientras Emma la observaba con intriga y una sonrisa. Sophia deshizo el corcho con suma destreza, toda una profesional, maravillando a Emma mientras llenaba las copas con una sonrisa.

 

- ¿Qué te hice?- sonrió Emma mientras tomaba la copa que Sophia le alcanzaba.

 

- ¿A qué te refieres?

 

- Hace tres meses me habrías visto con miedo si te hubiera sacado esa botella de champán…

 

- Comprendí que, para consentirte, tiene que ser dentro de lo que a ti te gusta, no dentro de lo que a mí me gusta…y en realidad eres fácil de complacer

 

- ¿Ah, sí?- murmuró, sorprendida, todavía esperando a chocar su copa con la de Sophia.

 

- Sí, siempre y cuando puedas consentirme como tú quieres, estás feliz…que me di cuenta que me encanta que me consientas- sonrió, levantando su copa mientras veía su reloj; 6:59 a.m.

 

- Pues, salud…por la compresión- sonrió, bebiendo sin parar. Viendo que Sophia hacía lo mismo que ella y tomaba sin clase la botella de champán por el tallo.

 

- Ven…confía en mí, ¿si?- dijo Sophia, tomando a Emma de la mano y dirigiéndola hacia la habitación.

 

Sacó las llaves que Phillip le había dado de su bolsillo y, buscando la de marca azul, la introdujo en el cerrojo sin dejar de ver a Emma. Era una habitación de tamaño promedio, lo normal, con una cama grande en el centro, las paredes de madera, con ventanas grandes; justo lo que Sophia había deseado para “bendecir el año nuevo haciéndole el amor a su novia con el amanecer de fondo”. Puso la botella de champán sobre una de las mesillas de noche y tomó a Emma de ambas manos, parándose junto a la cama y la vio a los ojos, con aquella sonrisa decorada por los camanances; en donde el verde se encontró con el celeste y filosofaron sobre el amor, que sólo podían comprenderlo como irracionalidad vuelta perfecta racionalidad. Emma levantó las manos de Sophia entre las suyas y besó sus nudillos, sus dedos y sus manos, Sophia terminando por tomar a Emma por las mejillas y hundiéndose en un beso profundo, tímido y cariñoso, Emma abrazando a Sophia pos su cintura un tanto temblorosa, como si era la primera vez que lo hacían, sonrojadas ambas mientras el beso escalaba, un poco más apasionado pero romántico todavía. Ambas sabían a dónde ese beso las llevaría, pero querían disfrutar de sus labios, no habían tenido la oportunidad de besarse por tantas horas, ya se extrañaban.

 

- Disfruta del amanecer- murmuró Sophia sin despegar sus labios de los de Emma mientras Emma tomaba sus manos en sus mejillas.

 

- Te…acordaste…- sonrió Emma, hasta cierto punto conmovida porque la Licenciada Detallitos había tomado en serio su delirio momentáneo mientras cenaban aquella noche en su apartamento. Y volvió a ver por la ventana y, en efecto, era un amanecer de invierno, lento pero seguro, apenas coloreándose el cielo de un celeste grisáceo que era interrumpido, a ras del agua, por un destello naranja que se difuminaba entre el gris y que se resumía en el sol, iluminando los ojos de Emma con una sonrisa.

 

- Daría lo que fuera porque tu mirada se quedara así siempre…- suspiró, abrazando a Emma por entre sus brazos, de frente y aferrándose a ella.

 

- ¿Qué tiene de especial?- abrazó a Sophia, apoyando su mejilla sobre la sien de Sophia, abrazándola por encima de sus brazos hacia su espalda alta, acariciándola con las palmas abiertas.

 

- Te ves como…viva…feliz…- y rozaba su cabeza contra el suéter de Emma, inhalando su olor; cigarrillo, sí, pero era aquel Chanel que siempre predominaba en ella, y que podía usarlo hasta la que estaba en la perfumería de Bergdorf’s pero Emma le agregaba cierta plusvalía.

 

- Sophie…yo…te lo pongo así de cursi, dos puntos: soy como el amanecer, al menos así me siento, todo gris, turbio, frío…pero ese puntito que está creciendo con los segundos, esa luz, eso que era un puntito y que en algún momento se va a expandir y va a iluminar todo el cielo y lo va a arreglar, le va a quitar lo gris…eso es lo que tú me haces…y no me di cuenta de lo feliz que era hasta Navidad, que el hecho no sólo de no tenerte físicamente, sino de no tenerte en lo absoluto…es como un agujero negro en mi existencia, un agujero que me puede consumir…

 

- Y si habría sido lo suficientemente madura e inteligente y demás como para saber que tengo todo para poder lastimarte…y evitarlo…- susurró, con la voz un tanto quebrada, recordando la expresión de Emma mientras le gritaba. – algo tan sencillo como lo que pides, que es totalmente comprensible…no puedo perdonármelo del todo…en lo absoluto más bien…porque de no haberlo hecho, no tendrías ese agujero negro, no habría complicado las cosas…- y la vio a los ojos, esos ojos verdes que tanto le gustaban.

 

- Sophia, para pelear se necesitan dos…olvídalo nada más…no todo puede ser perfecto, alguna pelea teníamos que tener…y de que vamos a pelear, vamos a pelear…sólo perdónate a ti misma, porque no es posible que yo ya lo haya hecho y tú no…

 

- ¿Y por qué habríamos de pelear?- sonrió, apretando más a Emma a entre sus brazos y poniéndose un tanto en puntillas para alcanzar la nariz de Emma.

 

- No lo sé, pero es natural que una pareja se pelee…y si no nos peleamos, pelearemos estúpidamente por si queremos poner platos blancos o rojos a la mesa…- sonrió luego de haber hecho la expresión Rafael Nadal.

 

- Pues a mí me gustan los platos negros- y los besos se desviaban hacia el cuello, besos cortos y húmedos.

 

- Nada de eso…- suspiró, sintiendo los labios de Sophia recorrerle, sonriendo por Sophia. – Bésame, ¿si?- murmuró, sacudiéndose con la espalda por los escalofríos que Sophia había causado al morder suavemente su clavícula sobre su suéter.

 

Reanudaron aquel beso romántico, todavía abrazadas, entrelazadas en aquel momento; que no sólo empezaban bien un año nuevo, sino que habían terminado uno como un par de mujeres felices a causa de la otra. Y aquel beso romántico y tímido se fue tornando un poco más apasionado en cuanto Emma aflojó sus brazos y paseó sus manos por la cintura de Sophia, introduciendo sus manos lentamente en su abdomen, tocando aquella sensible piel, pero nada más, al menos hasta que Sophia mordió el labio inferior de Emma y el beso se cortó, con una mirada penetrante que duró, para mí, una eternidad, pero era la tensión que habían creado poco a poco con ese beso y, de un momento a otro, Sophia abrazó a Emma con necesidad febril, que digo: candente. Y eran todo respiraciones pesadas y cortadas, un beso arrebatador y arrasador, con sus manos paseándose por el cuerpo de la otra alocadamente, llenas de deseo, perdidas, desubicadas sin saber dónde estaba lo que querían encontrar; pues no había nada que encontrar, lo tenían en frente.

 

Sólo se despegaban de sus labios, sus hinchados labios, para Emma quitarse su suéter y Sophia para quitarse su abrigo, para no perder el tiempo, y Emma besaba el cuello de Sophia mientras ella deshacía los botones de la camisa de su novia con suma destreza, exhalando por su boca, con los labios rojos, intentando no gemir entre dientes, pero el deseo era extremo. Emma haló el cardigan de Sophia hacia afuera, viéndola en un sostén bastante provocador; de encaje negro casi transparente, denso de la parte baja de la copa, pero revelador del resto, dejando ver sus pezones a través de él, así de transparente sería, pues el color de Sophia no era nada oscuro. Sophia deslizó la camisa de Emma, enterrando sus manos en sus hombros y deslizándola hacia afuera, viendo sus senos, perfectos 34C decorados con sus pezones café pálido, ya un tanto erectos, tanto por el leve frío como por los nervios y la excitación. Deshizo el molesto botón del pantalón de la Arquitecta y, mientras besaba su pecho sin llegar a sus senos, metió sus manos entre su trasero y lo apretó un poco, estaba tibio, tomó los elásticos de la tanga de Emma y, clavándole la mirada, la haló hacia arriba un tanto fuerte.

 

- ¡Ah!- gimió, un tanto de molestia.

 

- No me digas que no te gustó- murmuró Sophia, volviéndose a los senos de Emma para besar su sensual lunar, que estaba tan bien estratégicamente colocado, no viendo que Emma se sonrojaba mientras aceptaba internamente que le había gustado cómo había sentido aquella presión superficial sobre su sexo.

 

Pretendió deslizar su pantalón hacia afuera junto con su tanga, pero sólo logró bajarlos hasta medio muslo pues ella la detuvo, recorriendo a su paso a Emma en línea recta, desde su pecho hasta su sexo con su nariz, inhalando cual droga su esencia, haciéndole cosquillas con lo frío de la punta de su nariz al toparla a sus labios mayores, y la recorrió hacia arriba, viendo a Emma improvisarse un moño sin cinta, suelto y sin estilo, pero resaltando sus facciones finas entre aquel maquillaje un tanto empastado por la noche, por la siesta, por el sudor, por lo que fuera. Emma le dio la vuelta a Sophia, abrazándola por la espalda pero no tan de cerca, sólo para quitarle su pantalón y corroborar sus ideas de que Sophia no tenía nada abajo mientras ella se encargaba de su revelador sostén, arrojándolo a ciegas mientras Emma sonreía y la tomaba por el abdomen, acostándola sobre su abdomen sobre la cama, besando su espalda alta, su nuca y sus hombros mientras se colocaba entre las piernas abiertas de Sophia.

 

Y la besó, siguiendo el trayecto de su columna mientras Sophia apuñaba el cobertor, sintiendo cómo Emma hacía, con cada beso, que su sensibilidad se agudizara. Llegó al yacimiento de su trasero y se detuvo unos segundos para besarlo un par de veces más, exactamente ahí en donde yacían los glúteos perfectos de su perfecta novia. Bajó, clavando suavemente su nariz entre ese par de glúteos, sólo haciéndole cosquillas a Sophia, para desviarse hacia la derecha y a la izquierda, besando y mordiendo suavemente ese trasero, paseando su lengua, tenía un par de días de hacerlo. Delicadamente separó los glúteos de Sophia, revelando aquel agujerito que había sido suyo hacía no más de cinco días, y era un agujerito hermoso, limpio, pequeñito y bastante provocador para la lengua de Emma, más cuando vio cómo Sophia se contraía al sentir su aliento tibio caerle sobre él y apretó su agujerito; haciendo que Emma lo atacara cariñosamente en un beso húmedo después de haberse relamido sus labios. Sophia ahogó un gemido al hundir su cara en el cobertor, sentía delicioso, pero sintió más todavía cuando la acarició con su lengua, estaba caliente, demasiado rico.

 

Pero a Emma eso no le fue suficiente, decidió torturar a Sophia, y torturarse a ella misma al recorrer a Sophia con su lengua desde su delicioso y ajustado ano, por toda su ranura, subiendo por su columna hasta llegar a su cuello y sólo quitando su lengua, ya un tanto seca, para morder el lóbulo izquierdo de Sophia mientras mojaba nuevamente su lengua, escuchando a Sophia gemir suavemente al sentir los pezones de Emma clavándosele en su espalda, sintiendo un poco de su peso, su pelvis contra su trasero, sintiendo el calor de su entrepierna calentarla. Emma la recorrió hacia abajo con el dorso de su lengua, de nuevo hasta su agujerito, acariciándolo de nuevo con su lengua y con un beso para volver a subir, volver a clavarle sus pezones pero ahora morderle su lóbulo derecho y retirarse con besos por su cuello y luego con su lengua hacia abajo, en donde las manos de Sophia ya la esperaban; abriendo su trasero para que Emma jugara con ella, sonrojada por admitirlo, pero le encantaba, y Emma sonrió, pues algo así era, para ella, que Sophia era suya, toda suya. Y volvió a subir hasta su lóbulo izquierdo de nuevo, haciendo que Sophia gimiera y se contrajera internamente al sentir aquellos pezones en su espalda.

 

- Te amo, Sophia…- susurró Emma al oído de la Licenciada.

 

Y, ¡ah!, Sophia se perdió en Emma sólo para encontrarse en ese momento, sintiéndolo todo como un sueño, la mujer de sus sueños la amaba, no sólo lo decía, no sólo eran palabras vacías, sino también eran acciones como esas, pues sólo con decirle un simple “te amo”, Sophia sabía que venía desde lo más sincero del corazón de Emma, era una expresión que tenía peso y valor.

 

- Te amo, mi amor…- volvió a susurrar Emma pero al otro oído, siguiendo con besos aquel proceso candente y pasional que se traía entre lengua y labios.

 

Que Sophia no pudo responderle porque las palabras no le salían entre aquellos gemidos inexplicables, Emma lo entendía, pues sabía lo que ocasionaba en aquella Afrodita, con esa espalda perfecta y delgada, levemente bronceada aunque un tanto apagada por la falta de sol, pero todavía perfecta. Emma volvió a encontrarse con el agujerito de Sophia, húmedo por las dos veces anteriores y, cuando volvió a subir, exactamente cuando clavó sus pezones en la espalda de Sophia, ella gimió.

 

- Emma…por favor…- gimió, apretando su mandíbula, gimiendo entre dientes con sus ojos desorbitados. Pero Emma pareció no escucharla y bajó a su agujerito de nuevo. – Emma, por favor- gimió, contrayéndose bajo la lengua de Emma, pero a Emma no parecía importarle. – Te lo ruego…- sollozó, sintiendo de nuevo los pezones de su novia en su espalda, que su columna le ardía, en el buen sentido. – Hazme tuya- murmuró, sintiendo la pelvis de Emma empujar su trasero con la fuerza de su pelvis.

 

Suficiente sufrimiento para las dos. Sophia se dio la vuelta entre los brazos y las piernas de Emma, viendo a Emma a gatas sobre ella, viéndola a los ojos con el mismo brillo de aquella vez, con aquella mirada perdida en la suya, así como la había visto al despertar de su cumpleaños, con amor sincero, como si se desviviera por ella, con esa sonrisa blanca y ebria. Y se volvieron a hundir en un beso apasionado que resonaba en toda la habitación, traspasando los gemidos de Natasha que provenían de algún lugar del yate, pero ellas no la escuchaban, sólo estaban ellas dos. Entonces Emma tomó las manos de Sophia y las colocó extendidas sobre su cabeza, balanceándose un poco sobre ella, dejando sus senos sobre la cara de Sophia.

 

- No te muevas…- murmuró, deshaciendo sus manos de las de Emma y llevándolas a los senos de su novia, elevando su cabeza un poco y tomando sus senos entre sus manos, hundiendo entre ellos su cara mientras pellizcaba lentamente sus pezones. – Eso quería hacer con éstos- murmuró, apretujándolos gentilmente mientras Emma contenía un gemido y lograba sonreír un tanto divertida.

 

Pero volvió a besar a Sophia, retirándose para encontrar sus labios, y desviarse por su cuello mientras que Sophia, intentando en cuerpo, mente y alma, lograba sacarle el pantalón a Emma con sus pies; misión cumplida, sólo se escuchó el peso de aquel bulto caer sobre el suelo mientras Emma se apoyaba de sus brazos a los costados de Sophia y acomodaba sus labios al pezón izquierdo de su Afrodita. Sophia clavó Sophia clavó sus dedos entre el cabello de Emma, acercando su rostro a su seno, sintiendo los labios de Emma humedecerle todo su pezón, excitándolo al máximo, sintiendo cómo se movía hacia donde la lengua de Emma lo llevara, rígido como sólo Emma podía ponerlo. Y lo atrapó entre sus dientes con delicadeza, halándolo un poco, haciendo que Sophia gimiera un tanto de placer, un hormigueo de delicioso y excitante dolor, pero Emma supo borrar ese dolor con un beso y un lengüetazo, para luego succionarlo mientras acariciaba la cintura derecha de Sophia con sus dedos.

 

- Mmm…me gusta cuando se pone rojito- murmuró Sophia, viendo el color de su pezón y cómo Emma lo besaba lentamente, sólo su erecto pezón.

 

- Falta el otro- sonrió, haciendo lo mismo con su pezón derecho, apoyándose ahora con su brazo derecho y acariciando la cintura izquierda de Sophia.

 

Sophia tomó la mano izquierda de Emma y la llevó a sus labios, introduciendo su dedo índice y dedo medio en su boca, succionándolos suavemente, lubricándolos, calentándolos mientras ahogaba sus gemidos en los dedos de Emma, le gustaba sentir la lengua de Emma jugando con ella. Dio un beso a sus dedos y los colocó sobre su otro pezón.

 

- Quiero que se quede rojito…- y Emma, muy obediente, lo pellizcó con sus dedos húmedos, tomando todo su seno pero todavía jugando a excitar a Sophia. Emma pasó su brazo derecho por debajo de la espalda de Sophia y se aferró a ella, topando su nariz al pecho de Sophia, sólo quería sentirla cerca, a veces todavía le parecía un sueño.

 

Y Sophia, aquella hermosa rubia en un moño desarreglado, tumbó a Emma sobre la cama, notando que el sol brillaba un poco más fuerte y empezaba a absorber el gris del cielo y, con todo y pezones rojitos, los rozó contra los de Emma mientras se hundía en su cuello, una posición incómoda pero bastante sensual. Bajando por su pecho para volver a besar su lunar, que tanto le fascinaba y succionó dos o tres veces cada pezón, haciendo aquel ruido gracioso pero agradable, mientras tanto, Emma recogía los mechones de cabello que a Sophia se le caían de su moño, sintiendo la suavidad de aquellas ondas. Que cuando Sophia bajó por el abdomen plano y mordió un par de veces lo que era todo menos grasa, y se irguió en cuanto Emma tapó su vulva con sus dos manos, sonrojada.

 

- Mi amor…¿no me vas a dejar hacerte el amor?- murmuró Sophia, acariciando las pantorrillas de Emma con sus dedos. Y la veía con una sonrisa, ¿por qué se sonrojaba?

 

Emma sacudió su cabeza con una mirada apenada que hizo que Sophia besara sus piernas, desde sus pies hasta sus rodillas, acariciando sus pantorrillas con ambas manos mientras estaba hincada entre sus piernas y, siguiendo por sus muslos, Emma se excitaba cada vez más, era el foreplay más largo de la historia, el más tortuoso, el más…y Sophia dio un beso en sus manos, pero Emma aún así no las quitó.

 

- Sophia…- murmuró, sonrojada hasta del pecho, hasta aquellas pecas de sus hombros estaban sonrojadas.

 

- Mi amor, no es primera vez que la voy a ver…déjame besarte, ¿si?-

 

En ese momento Emma se consideró afortunada, pues Natasha gimió como si la estuvieran matando mientras ella tenía a su Afrodita ahí, rogándole un beso nada más con la mayor de las ternuras. Volvió a besar sus manos y Emma las retiró sin mayor duda, gracias, Natasha, o mejor dicho: gracias, Phillip. Y Sophia se acercó a la vulva de su novia, quien abría un tanto más sus piernas para darle la bienvenida a los labios de su Licenciada. Pero no, Sophia no se dedicó bruscamente a succionar y a todo eso, sino que la examinó lentamente, apreciando su forma, su tamaño, su complexión…y la abrió con sus dos dedos, viendo sus adentros; aquel clítoris rosadito enfurecido, brilloso por los jugos de Emma, aquellos discretos labios menores que iban siempre cómodamente empacados dentro de los labios mayores, de guardias de un pequeño agujerito que alguna vez pasó por virgen, que Sophia sabía que le cabían dos dedos y no más y luego, aquella división, ese perineo brilloso y liso, para luego hundirse en el agujerito de Emma, que Sophia no dejaba de preguntarse qué carajos tenía de especial como para antojársele tanto.

 

- Me gusta mucho esto- murmuró Sophia, dándole un beso directamente a su clítoris, ahogando a Emma entre sus manos y en un gemido. – Esto es muy bonito también- dijo,  lamiendo con la punta de su lengua la entrada de su vagina. – Y…esto…es hermoso- murmuró, besando aquel agujerito que había descubierto con ayuda de sus manos.

 

- Ven aquí…- susurró Emma, haciéndole un gesto a Sophia para que la dejara verla también.

 

Muy obediente también, Sophia se dio la vuelta sobre sus rodillas y se colocó encima de Emma mientras Emma ponía una almohada bajo su cabeza. Y besó su dedo índice, pasándolo por su muslo y lo introdujo en la vagina de Emma, haciendo que Emma jadeara entre dientes; por la sorpresa y por el placer. Pero la sonrisa de autoridad de Sophia no duró mucho, pues Emma abrazó a Sophia por su trasero y la haló hacia ella, por comodidad, y respirándole exactamente sobre su vagina, se dedicó a lamer, sin piedad alguna, el clítoris hinchado de su novia, haciendo que Sophia comenzara a gemir y sin poder probar el clítoris de su novia. Sí…ese era el problema del famoso, sesenta y nueve, que siempre hay una que no puede dar lo que recibe, es que simplemente no es humano jadear y comer al mismo tiempo; no quedaba tiempo para el aire. Pero Emma, todavía rehusándose a ceder a todo tipo de cuestión sexual, se apegaba a lo menos sucio en apariencia, le gustaba el orden hasta para darle un excelente sexo oral a su novia; muy “lady-like”.

 

- ¡Emma!- gritó Sophia, sintiendo los dientes de Emma clavársele en su monte de Venus y agilizar su lengua de arriba abajo, que Sophia la sentía de abajo hacia arriba, empujando su clítoris hacia arriba, causándole un ardor, o un calor que quemaba su clítoris, pero que se expandía por todo su cuerpo, dejándola inhabilitada para concentrarse en otra cosa que no fuera la respiración de Emma resoplarle en sus agujeritos, o la lengua de Emma, haciendo esos ruiditos en el fondo, ruiditos que llenaban la habitación al compás de los jadeos de Sophia, que había tenido que sacar su dedo de Emma para poder detenerse con seguridad de la cama, para no irse de bruces. - ¡Mi amor!- volvió a gritar, contrayendo todo su cuerpo mientras Emma expulsaba un “mmm” de placer gastronómico.

 

Y aquel movimiento del trasero de Sophia, un impulso repentino hacia abajo, empujó la cabeza de Emma, pero, al estar abrazada de su trasero, lo trajo con ella sin despegar su lengua del clítoris de Sophia, que no sólo gritaba incoherencias, sino cosas en un griego muerto y anticuado que a Emma ni le interesaban, sólo intentar calmar a Sophia, pero no la quería calmar en realidad.  Sophia respiraba con dificultades, respiraba por la boca, sintiendo aquel orgasmo un tanto fuerte e intenso, ¿habrá sido la anticipación o la abstinencia o ambas? Y Emma reía un tanto bajo, saboreando el orgasmo de Sophia en su cavidad bucal, succionando ferozmente, pero todavía con cariño, sus labios menores y toda su vulva en realidad. Sophia se irguió, todavía con sus rodillas temblando y Emma la tumbó a su lado con sus brazos, volviéndose a ella para besarla. Pero eso no acababa ahí. Y un “¡Lo quiero adentro, dije!-¡No!- ¡Que sí!- ¡Ya no aguanto!- Adentro o en mi boca- ¡Adentro! Aghhhhh” de lo que parecía ser un sexo extraño entre Phillip y Natasha, ambas tuvieron que interrumpir su momento romántico para reírse y sacudir sus cabezas, y no duró mucho, pues Sophia se volvió a colocar sobre Emma, poniéndole una almohada bajo su trasero, Emma a la expectativa.

 

Bajó por todo el torso de Emma mientras Emma se estimulaba por sus pezones, viendo a Sophia bajar con besos hasta su vientre. Apretó los dedos de sus pies, algo que solía hacer cuando estaba demasiado excitada, era raro, pero la relajaba un poco. Y ahora sí, Sophia se sumergió en la vulva de su novia, pasando uno de sus brazos alrededor de su muslo para tirar un poco de su monte de Venus hacia arriba, para estirar aquella fuente de placer, sensibilizar su clítoris al roce de su mojada lengua, que no hacía tanta diferencia porque Emma estaba que rebalsaba de lo excitada que estaba, más después de ver los agujeros de Sophia contraerse ante ella; ambos al mismo tiempo. Con su otra mano, Sophia separó los labios mayores de Emma y facilitó sus besos y sus lengüetazos por un tiempo, haciendo que Emma apretujara sus senos en sus manos de vez en cuando por reflejo, un hermoso reflejo que dejaba marcados sus dedos en aquella blanca piel. Y, por lo mismo de que Emma estaba rebalsando, sus jugos se hacían camino por su ranura hasta aquel agujerito que Sophia gustaba de probar cada vez que lo veía así de cerca, así de deseoso por su lengua.

 

Y se desvió unos segundos hacia aquel agujerito y lo estimuló con su lengua, penetrándolo un poco con su lengua rígida, moviendo la punta de su lengua cuando estaba dentro de él, que no era nada, pero seguía estimulando el clítoris de Emma con sus dedos de la otra mano mientras escuchaba aquella sinfonía de gemidos, gritos, sollozos y jadeos, altos y bajos, prolongados y cortos, agudos y graves de parte de su Emma. Volvió a subir con su lengua a su clítoris, retirando su mano de su monte de Venus e introdujo aquel dedo índice en la vagina de Emma de golpe, y un ¡Mh! agudo y fuerte invadió aquellas cuatro paredes, con la firma de Emma, con la dedicación de Sophia. Y la penetró una, dos, tres veces, profundo, golpeado, y presionando su G-Spot, haciendo de Emma un descontrol con piernas y senos, y una sonrisa matadora por si fuera poco, que, aún en ese momento, a Sophia le pareció sumamente hermoso que Emma sonriera con su ceño fruncido y sus ojos cerrados, haciendo con sus manos cierto gesto de que parase, o que quería aferrarse de ella pero estaba muy lejos. Sintió en Emma aquel cambio incorregible e irreversible, aquel calor que recorrió su boca, y Sophia dejó de penetrarla para migrar su dedo a su ano, estimulándolo en círculos pequeños y continuos, inocentes y suaves, incrementando en Emma todo tipo de sensaciones.

 

Pues, sin dejar de succionar y lamer el clítoris hinchado de la Arquitecta Pavlovic, la Licenciada Rialto presionó su agujerito con su dedo, su dedo ya totalmente lubricado, y, junto con esa presión, succionó su clítoris y le paseó su lengua estando succionado e hizo que Emma explotara en un grito sensual y fiero, un grito que la hizo sentirse orgullosa de sí misma, pero, sin distraerse, Sophia, viendo que su novia estaba explotando en placer, introdujo su dedo en aquel agujerito, causándole otro sollozo a Emma, y la penetró lenta y suavemente, con suficiente lubricante, alargando su orgasmo y multiplicando sus sensaciones, aumentando su placer. Y su dedo se sentía bien dentro suyo, llenaba aquella cavidad prohibida que le gustaba que Sophia llenara, le gustaba el momento en cuanto el dedo volvía a entrar en ella, más por el efecto que esa almohada bajo su trasero hacía, pero le gustó todavía más cuando Sophia lo dejó ahí dentro sin moverlo mientras besaba sus labios mayores en lo que se lograba calmar. Y lo sacó lentamente, haciendo que Emma se sintiera vacía pero satisfecha. Sophia gateando sobre Emma para llegar a sus labios para darle su amor y, acariciando su mejilla derecha con sus nudillos, vio cómo Emma abría los ojos de nuevo, con un brillo inolvidable en aquellos ojos verdes, y topó su frente contra la de Emma, rozando sus narices mientras Sophia peinaba el flequillo de Emma y lo colocaba tras su oreja.

 

- Te amo…- susurró Sophia, tomándola por la mejilla con su mano derecha y besándola en sus labios, un beso muy amoroso, de aquellos que desnudaban cualquier sentimiento.

 

- Yo más… musitó Emma, haciendo que Sophia sonriera, pues era como música para sus oídos: “Emma de no querer sentimientos, a no decirme ‘te amo’, ahora resulta que me ama más” y sonrió más ancho, para luego plantarle un beso corto en sus labios.

 

Se acomodaron en aquella cama bajo las sábanas, Emma abrazando a Sophia entre su brazo, Sophia recostada un tanto sobre su costado mientras apoyaba su cabeza sobre el pecho de Emma y pasaba su brazo sobre el abdomen de Emma, Emma posando su mano libre sobre el brazo de Sophia mientras la tomaba por el hombro con la otra. Y se quedaron ahí un momento, sonriendo en silencio, Sophia escuchando la respiración de Emma, escuchando sus latidos. Emma sintió el peso de la cabeza de Sophia después de un momento, mi bella durmiente, pero ella no había pensado en dormir hasta ese momento, tal vez era la felicidad tan grande que sentía que no la dejaba descansar, otra la felicidad sinónimo de descanso, todo lo pensaba mientras veía el amanecer que ya no era amanecer, ya el sol había salido y estaba, como cosa rara, un tanto radiante para ser invierno, y así se sentía en ese momento, no, en todo momento desde que Sophia había decidido meterse en su vida, desde el momento en el que había decidido darse la oportunidad con Sophia Rialto. Y sonrió con un suspiro, saboreando aquel momento de felicidad mientras apretujaba más a Sophia entre sus brazos, acercándola a ella y se dejó llevar por el cansancio, cediendo al sueño, a un sueño que ya no le daba pereza tener, pues Sophia hacía de su sueño algo mejor; desde mejor descanso hasta más seguridad. 

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