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El hombre de mi vida (3)

en Grandes Series

EL HOMBRE DE MI VIDA

Capitulo 3

A la mañana siguiente me levanté feliz y alegre. Había un nuevo hombre en mi vida y eso me satisfacía mucho. Antonio se había convertido en un pequeño escarceo sexual, puesto que no había dado señales de vida. No podía negar que una parte de mi corazón aún latía por él, pero si él se había olvidado de mí yo también tendría que olvidarle a él.

Así las cosas, aquella mañana la pasé haciendo limpieza en casa. Y sobre la uno y media, mientras estaba haciendo la comida recibí una llamada.

¿Diga?

Hola cielo, ¿cómo estás? – me preguntó Roberto.

Bien ¿y tú?

Bien, llamo para decirte que ayer me encantó desvirgar ese culito suave que tienes – dijo sensualmente.

A mi también me gusto que lo hicieras.

¿Qué te parece si vamos a cenar esta noche, preciosa? – me propuso.

Vale – acepté – pero si cenamos fuera.

No te preocupes, te prometo que dejaremos "el postre" para el final.

Eso espero.

Vendré a recogerte a las ocho y media ¿vale? – propuso Roberto.

Vale.

¿Qué estás haciendo? – preguntó curioso.

Estoy haciendo la comida. – le respondí.

Entonces será mejor que te deje, antes de que se te queme algo.

Bueno, hasta luego – me despedí.

Hasta luego.

Colgué el aparato y apagué el fuego y en ese momento sonó el timbre. Abrí y al ver allí a Antonio me quedé atónita sin saber que hacer.

Ya sé que soy un cabrón y tienes toda la razón – empezó a decir – pero no me cierres por favor, primero deja que me explique.

Esta bien – acepté – pasa.

Entramos en el comedor.

Siéntate – le dije señalándole el sofá.

Que bien huele. ¿Ibas a comer? – preguntó.

Si.

Entonces no te entretendré mucho.

Nos sentamos ambos en el sofá y Antonio pasó su brazo por detrás de mis hombros.

Quiero pedirte perdón y explicarte – comenzó a decir – las razones – yo le miraba a los ojos – por las que... ¡Dios que hermosa eres! – dijo abalanzándose sobre mí para besarme - ¿qué tal si dejamos las explicaciones para luego? – preguntó desabrochándose la camisa, volvió a besarme con pasión y yo le correspondí el beso, desabrochándome también la bata que llevaba.

Bueno – respondí.

Antonio se echó aún más sobre mi tendiéndome sobre el sofá y entonces se acomodó encima de mí y sin dejar de besarme empezó a sobar mis senos por encima del sujetador, mientras yo le acariciaba la espalda desnuda. Me quitó la bata y desabrochó el sujetador, mientras yo trataba de desabrocharle el pantalón. Entonces él empezó a besar y chupar mis pechos con suavidad y destreza, tras entretenerse un rato empezó a descender besando mi tórax, beso a beso, pasando por mi vientre hasta llegar a mi pubis. Así abrí las piernas y Antonio se acomodó entre ellas y comenzó a lamer mis labios vaginales. Buscó muy sabiamente mi clítoris y se puso a lamerlo dándole pequeños y sutiles lengüetazos, luego lo chupeteó durante un rato haciéndome vibrar de placer y nuevamente lo lamió dando algunos lengüetazos, lamió también mis labios vaginales y sentí como su lengua se introducía húmeda y firmemente en mi vagina haciendo que gimiera y gritara de placer.

¡Ah, ah, ah!

En pocos segundos consiguió que me corriera en un éxtasis demoledor. Seguidamente se puso en pie y yo0 me reincorporé sentándome en el sofá.

¿Quieres probar mi salchicha? – preguntó pícaramente.

Ya sabes que sí – le respondí yo traviesamente.

Se bajó los pantalones ayudado por mi y a continuación los calzoncillos dejando libre su erecto y firme sexo. Lo cogí por la base y empecé lamiendo el tronco de arriba abajo. Inmediatamente me lo introduje por entero en la boca y aplicando un movimiento de mete-saca lo chupé con destreza. Entonces oí como Antonio empezaba a gemir, así que continué, volví a lamer el tronco de arriba abajo un par de veces y luego me lo introduje en la boca repitiendo el movimiento de mete-saca, lamí el glande y el prepucio suavemente y Antonio gimió:

¡Ah, oh! – su mano sujetaba con fuerza mi pelo - ¡oh, oh! ¡Qué boca más diestra! – musitó – para, para – suplicó finalmente, hice lo que me ordenaba y me levanté. Nos besamos y al separar nuestros labios dijo:

Anda, túmbate.

Me tumbé sobre el sofá y abrí las piernas, Antonio se arrodillo entre ellas, guió su erguido pene hacia mi vagina y lo introdujo. Empezó a moverse como siempre muy despacio, para seguir luego más velozmente y volviendo luego a deslizarse lánguidamente unas cuantas veces, reemprendiendo la velocidad de nuevo, lo que me daba una enorme satisfacción.

¡Uhm, que húmedo y caliente es tu sexo! – dijo él moviéndose con rapidez.

Había cesado el juego y ahora sólo se movía impetuosamente introduciendo su sexo en mi una y otra vez.

¡Oh, si, sigue! ¡Sigue, Antonio! – le animé yo.

Así continuó durante un rato hasta que mi cuerpo empezó a estremecerse y el placer volvió a surgir de mi sexo tan devastadoramente como la primera vez.

¡Oh, si! – musitó él en un último empujón cuando dejé de estremecerme.

Entonces Antonio se quedó tendido sobre mí, me besó y dijo:

Hacer el amor contigo es lo más maravilloso del mundo, estaría así toda la vida.

Si, es algo fantástico – añadí.

En ese momento, Antonio sacó su sexo de mi y se levantó y me dijo:

Ponte a cuatro patas, quiero hacértelo así.

Hice lo que me ordenaba y me puse en cuatro sobre el sofá, él se puso tras de mí de rodillas, dirigió su polla hasta mi sexo y de nuevo me penetró. Apoyó sus manos en mis caderas y empezó a empujar. Sus acometidas eran fuertes y rápidas y mi cuerpo comenzó a sentir de nuevo el placer, tras unas cuantas rápidas y fuertes embestidas dio un par de lentas y seguras arremetidas y luego volvió al ritmo rápido del principio.

¡Oh, ah! ¡Oh, oooohhh! – gemía enloquecida de goce.

¡Oh, si! ¿Te gusta? – preguntó él sin dejar de penetrarme con aquel ritmo cada vez más enloquecedor.

¡Si, si, me gusta! – le respondí yo.

Antonio aceleró aún más sus embestidas y en pocos segundos alcancé el tercer orgasmo y justo entonces sentí su leche llenando mi sexo mientras gemía y empujaba con fuerza.

¡Aaaaahhhh!

Cuando terminamos, sacó su sexo de mí y nos besamos.

Eres fantástica – dijo.

A continuación se puso en pie y se vistió, mientras yo me quedaba sentada en el sofá agotada tras tanto esfuerzo. Cogí la bata y me la puse y entonces él empezó a hablar mientras terminaba de abrocharse el pantalón:

Bueno, he venido par decirte que aunque tú me gustas mucho y estoy muy a gusto contigo no podemos seguir viéndonos.

Se sentó a mi lado en el sofá.

¿Por qué? – pregunté extrañada.

Verás, llevo diez años con un chica y por fin hemos decidido casarnos y no quiero dejarla ahora, nos ha costado mucho dar este paso, sobre todo a mi y si ahora me volviera atrás le destrozaría el corazón ¿entiendes?

Si – acepté a mi pesar.

Es mejor que lo dejemos ahora antes de que sea demasiado tarde.

Si eso es lo que quieres.

Es lo que quiero ahora. Si te hubiera conocido hace 5 o 6 años todo hubiera sido diferente – se explicó él.

Si, pero no ha sido así. – sentencié.

Bueno, adiós – se despidió dándome un beso en la mejilla.

Adiós – le contesté yo sin inmutarme mirando el televisor apagado tenía ganas de llorar pero aguantaba.

Se dirigió a la puerta y tras oír como se cerraba, me tumbé en el sofá. Estaba agotada y no tenía ganas de nada excepto de dormir. Eran ya las 3.

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