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A 300 por hora, detrás de tí

en Hetero: General

A 300 POR HORA, DETRÁS DE TI.

El semáforo está rojo. A mi lado el formula uno de mi contrincante. Es la tercera carrera de la temporada en la que ambos salimos desde la primera línea. Los motores suenan fuerte y mientras espero que el semáforo se ponga verde, no puedo evitar pensar en ella. Ella y la noche que hemos compartido juntos. La mejor noche de mi vida.

El semáforo se pone naranja. Miró el coche rojo de mi rival y el semáforo se pone verde por fin. Aprieto el acelerador y ambos salimos a toda velocidad. Detrás, el resto de coches nos siguen. En cinco segundos llegamos a la primera curva y el coche rojo se pone delante de mí.

Sigo pensando en ella. Sus ojos verdes, su pelo moreno, largo, su cuerpo perfecto. ¡Qué mujer!. Para mí es la mujer perfecta, aunque muchos dicen que es sólo una más del montón. La primera vez que la vi me quedé prendado y desde entonces no puedo dejar de pensar en ella. Por eso anoche fue una noche especial, única.

McDonalds está a 5 segundos, tienes que acelerar – la voz de mi jefe de equipo me despierta del sueño.

Miro al frente. Es verdad, se ha alejado de mí, así que acelero. En pocos segundos le tengo justo delante, a escasos metros. Mantengo la velocidad y me relajo de nuevo.

Ayer, cuando apareció por la puerta del bar en el que habíamos quedado con el resto de compañeros, estaba preciosa. Llevaba un vestido negro, anudado al cuello, con un amplio escote que dejaba su espalda completamente desnuda. Su pelo recogido marcaba los angulosos rasgos de su rostro. Y sonreía de oreja a oreja, mientras se acercaba a mí.

McDonalds se aleja de mí y vuelvo acelerar, miró por el retrovisor de mi derecha y veo el coche que va detrás de mí, es negro, deben ser Michaels o Federer.

Vuelvo a sumergirme entre sus brazos. Bailábamos tranquilos en la pista de aquella discoteca, cuando me susurró al oído:

Vamos a un lugar más tranquilo.

La miré a los ojos, sorprendido. Una chispa saltó entre nosotros e irremediablemente nuestras bocas se unieron en un cálido beso.

¡Alberto, acelera de una puñetera vez! – me grita por el auricular la potente voz de Octavio.

Miro al frente. McDonalds se ha alejado nuevamente de mí. Así que aprieto el acelerador, corro hasta alcanzarle y tenerle a sólo unas milésimas de segundo. La rueda de su coche, casi roza la mía. Paso por la recta de meta y veo el letrero que me indica que aún me quedan cincuenta y tres vueltas.

Después de ese beso nos despedimos de nuestros compañeros y abandonamos la discoteca, rumbo al hotel. Al llegar allí la pasión fue imparable, justo desde el momento en que entramos en el ascensor nuestras manos buscaron el cuerpo del otro.

Acelero de nuevo al ver que McDonalds se aleja de mí. Aprieto fuertemente el acelerador, mientras recuerdo las manos de Mary recorriendo mi cuerpo, apretándome las nalgas con fuerza. El ascensor llega al último piso. Salimos al pasillo, tratando de mantener la compostura. Suelto el acelerador y freno, al llegar a la curva más peligrosa del circuito. Michaels se acerca a mí. Calculo que debe estar a unos dos segundos, por lo que al salir de la curva vuelvo a acelerar.

Llegamos a la habitación. Tras entrar, de nuevo nuestras manos recorren nuestros cuerpos. Me vuelve loco esta mujer y la velocidad también, por eso corro tratando de alejarme de Michaels y de acercarme a McDonalds, mientras los labios rojos de Mary se dibujan en mi mente, recordando como se cerraban sobre mi sexo desnudo, como engullían mi pene hinchado, como resbalaban hacía abajo. Mis manos sobre su cabeza, empujando, ayudando a sus movimientos y mi garganta gimiendo de placer.

Tengo que concentrarme en la carrera, no puedo seguir pensando en ella, la erección es monumental bajo mi mono. Sí, tengo que concentrarme en McDonalds y Michaels, tengo que acelerar y adelantar a ese coche rojo antes de que acabe esta carrera, y no darle ninguna oportunidad al coche negro que me sigue. Sí, será lo mejor.

¡Pero Dios, no puedo!. Su sonrisa pícara vuelve a surgir de la nada, sus manos sobre mis huevos, masajeándolos, y su mirada de tigresa pidiéndome que enterrara mi boca entre sus piernas. Y no lo dudé dos veces, lo hice y su cuerpo se convulsionó al sentir mi lengua sobre su clítoris. Será mejor que siga corriendo y deje de pensar en eso o tendré un accidente, además Michaels se acerca peligrosamente.

Bien, en esta recta será mejor que acelere y quizás en la próxima curva pueda adelantar a McDonalds.

Chico, es hora de repostar – me avisa Octavio.

Bien, eso me irá bien para despejarme, para olvidar a la preciosa Mary. Llego a la recta de meta y entro en boxes. Mis mecánicos están esperándome. Freno y me sitúo en mi lugar. El chico mete la manguera e inevitablemente el recuerdo de mi lengua penetrando el húmedo sexo de Mary me envuelve.

Bien, chico, adelante – me dice el jefe de mecánicos.

Aprieto el embrague, pongo la primera y cuando el letrerito de "no brake" se levanta, salgo disparado hacía el final de la recta. Voy acelerando poco a poco y me incorporo justo detrás de Michaels, que aún no ha repostado.

El sabor de Mary sigue en mi boca. Su sexo húmedo y palpitante, se derramaba en mis labios, mientras sus gemidos se extendían por la habitación. Había alcanzado su primer orgasmo. Acaricié las curvas de su cuerpo.

Giro el volante hacia la derecha, Michaels está delante de mí y McDonalds delante de él. Ahora no puedo relajarme, seguramente en la próxima vuelta pararán a repostar, así que debo estar en la carrera con los cinco sentidos. Aunque me resulte difícil dejar de pensar en esas suaves manos de mujer, acariciando mi piel. ¡Qué manos más suaves!. Y sus labios, rojos, perfectos, ni muy gruesos, ni muy delgados.

Llegamos a la recta de meta, veo como Michaels y McDonalds entran en boxes, debo acelerar y tratar de pasar delante de ellos, de los dos. Acelero, corro, y la imagen de Mary vuelve a dibujarse en mi mente. Su cuerpo desnudo entre mis manos, su piel suave, su pelo largo y negro. Con mi mano reseguí sus caderas, acaricié su sexo, busqué su clítoris y lo masajeé.

McDonalds sale de boxes justo detrás de mí, y a poco segundos, Michaels le sigue. Soy primero, si mantengo el ritmo podré terminar la carrera en esta posición.

Seguro que Mary estará orgullosa de mí.

Sus labios besaban los míos, mientras mi mano exploraba su humedad. Se estremecía, gemía y se retorcía sobre la cama. Y yo me sentía afortunado por estar en brazos de una diosa. Introduje un dedo dentro de su vagina, luego otro, y ella seguía arqueándose sobre la cama. Mi sexo estaba erguido y duro, como nunca antes había estado. Deseoso de poseer a aquella bella mujer.

Vuelvo a pasar por la recta de meta. Un cartel me avisa que McDonalds y Michaels están a 5 y 7 segundos respectivamente. Acelero un poco, para poder relajarme después.

Y lo hice. Me situé entre sus piernas, guié mi erecto falo hacía su húmedo sexo y con mucha suavidad, la penetré. La miré, sus ojos brillaban de deseo y pasión, de amor. La besé y empecé a moverme despacio, dentro y fuera de ella. Sentía el calor de su piel pegada a la mía, sus manos acariciando mi espalda.

Miro por el retrovisor. McDonalds me pisa los talones. Tengo que acelerar. Aprieto el acelerador, corro. Tengo calor, veo a la gente gritando, sacudiendo sus banderas. Me encanta sentirme el vencedor, el primero, el número uno, aunque sólo sea por unos segundos. Me concentro en la carrera. Cada vez falta menos para la última vuelta.

Mi cuerpo seguía penetrando a mi dulce amor, la mujer de mis sueños. Poco a poco mis movimientos se iban acelerando y ella gemía, se estremecía, se convulsionaba. Me mordía, y me arañaba. La pasión bailaba entre nosotros.

Paso por la recta de meta, y un letrero me avisa que sólo me queda una vuelta, la última vuelta, y McDonalds y Michaels siguen detrás de mí. Acelero, llego a la curva, giro el volante, freno un poco, salgo de la curva, vuelvo a acelerar.

Y su cuerpo se deshacía debajo del mío, sus besos intensos, devoraban mi boca. Mi sexo se hinchaba dentro de su vagina, que se contraía alrededor de él. Nuestros cuerpos perfectamente unidos, sobre la cama, dibujando corazones de pasión en el techo de la habitación. Su cuerpo explotó entre mis brazos, el mío le siguió uno segundos más tarde. Ambos gemimos, estremeciéndonos, y cuando por fin, dejamos de hacerlo, nos miramos a los ojos.

Te amo – le dije.

Te amo – repitió ella.

Y nos abrazamos.

Alcanzo a la recta de meta, acelero y llego al fin, la bandera de cuadros hondea con fuerza. La gente grita ensordecedoramente. He ganado. Voy frenando y saludo a un lado y a otro. La gente se levanta, aplaude, grita. Estoy eufórico y el premio no puede ser mejor. Entro en boxes, McDonalds entra detrás de mí. Aparco el coche, me bajo, me quitó el casco, mientras McDonalds baja de su coche, se quita el casco y aunque su largo pelo está mojado por el sudor, está preciosa, mucho más que ayer por la noche. Me acerco a ella, la abrazo, la beso.

Felicidades, cariño – me susurra al oído mientras los fotógrafos se acercan a nosotros.

Ya puedo ver los titulares de mañana: "Beso de campeones".

He ganado esta carrera, pero el mejor premio es haber ganado su corazón.

Erotika. (Karenc), del grupo de autores de TR.

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