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Atada v

en Dominación

El castigo 

Estoy sola en la que desde hace tres días, es mi antigua casa. Max no está, y yo estoy recogiendo mis cosas, mi ropa, mis discos, mis joyas, etc. Por un lado  me siento triste por dejar atrás una parte de mi vida que hasta cierto punto ha sido feliz, pero por otra me siento feliz, por empezar un nuevo camino con Cristian.

De repente, el ruido de la llave en la cerradura me alerta, salgo al pasillo y cuando se abre la puerta le veo, es Max.

-         ¿Qué haces aquí?

-         Necesito hablar contigo – me dice muy serio, veo algo en sus ojos, tristeza y pesar, no sé, no me gusta como me mira.

-         Creo que ya lo hemos hablado todo, me voy y no se hable más. No conseguirás que me quede.

-         Pero Ana, solo una oportunidad, una sola. Deja que te... buff. – Se acerca a mí y me coge con fuerza por la cintura – Quizás si te doy lo que te dá ese cabrón de Cristian te quedes – me está desabrochando la blusa, estoy asustada.

Intento zafarme pero él me sujeta aún más fuerte.

-         No Max, por favor, no.

-         Estate quieta, maldita puta – me empuja sobre la mesa, dejándome doblada sobre ella. Me sujeta fuerte e intenta arrancarme los tejanos que llevo.

-         Max, por favor – gimoteo.

Oigo la cremallera de su pantalón descender, no puedo creerme que me esté pasando esto. Forcejeo e intento soltarme inútilmente.

De repente, suena mi móvil y recuerdo que lo llevo en el pantalón del tejano. Como puedo lo cojo.

-         Mierda – protesta Max. Y me suelta.

Me aparto de él lo más lejos que puedo, es Cristian quien me está llamando y se lo digo a Max. Descuelgo y le digo:

-         Cristian ven a buscarme, por favor – sollozando. Luego cuelgo y le digo a Max – eres un cabrón. Te odio.

-         Lo siento, lo siento, nena – Me dice – no sé que me ha pasado. ¡Dios, que he hecho! – exclama para sus adentros mientras se aleja hacia la habitación.

Suena el timbre de la puerta y voy a abrir. Estoy hecha un guiñapo, con los pantalones bajados y la blusa rasgada, por eso Cristian al verme se sorprende y pregunta:

-         ¿Qué ha pasado?

-         Vámonos, Cristian, luego te lo cuento. Coge esas dos maletas – le digo abrazándolo con fuerza.

Lo suelto y me arreglo. Cristian coge las maletas y salimos del piso.

Estoy preparando la cena, y Cristian me ha pedido que jugáramos un poco para olvidar el incidente con Max, así que estoy desnuda, solo con el delantal de cocinar puesto y las braguitas vibradoras puestas. Cristian me observa sentado en la mesa de la cocina, tiene el mando frente a él. Acabo de poner un par de huevos en la sartén para hacer una tortilla y Cristian enciende la braguitas vibradoras sorprendiéndome. Pego un salto al notar la vibración y casi tiro la sartén pero como puedo salvo la situación. La vibración me tortura durante al menos un par de minutos en los que trato de seguir cocinando. Cristian detiene la vibración y termino de hacer la tortilla es el momento de poner la mesa y Cristian me avisa:

-         Recuerda que no puede tirar nada o serás castigada.

-         Si, señor.

Cojo los cubiertos y los coloco. Luego vuelvo al armario y cojo los vasos y justo en ese momento Cristian enciende las braguitas y uno de los vasos se me cae al suelo ya que no lo tenía bien sujeto.

-         Lo siento, señor – digo sintiendo como Cristian acelera la vibración y me hace estremecer.

Dejo el vaso que no se ha roto en la mesa y me agacho para recoger los restos. 

-         Sabes que tienes un castigo por tirar el vaso – me dice Cristian.

-         Si, señor – le respondo, tratando de imaginar cual será el castigo.

Siento mi entrepierna muy húmeda. La vibración se intensifica y se detiene finalmente de golpe. Suspiro y sigo recogiendo el vaso roto con más calma. Cojo la escoba y recojo los pedacitos pequeños que quedan. Cuando termino, Cristian se levanta y se acerca a mí por detrás, y mete su mano dentro de las braguitas hasta llegar a mi sexo, lo palpa.

-         ¡Uhm que mojada estás, creo que le voy a dar un poquito de zanahoria a este conejito!

-         ¡Oh, Cristian! – gimo excitada.

Aparta las braguitas y siento como apunta con su sexo al mío, noto como se introduce dejándome sin aliento. Mi sexo palpita de deseo y placer, Cristian empuja un par de veces y luego saca su sexo de mi. La decepción me cubre y suspiro tratando de continuar.

-         Vamos putita, termina de poner la mesa.

-         Sí, señor – respondo excitada y deseando que esta tortura termine.

Obedezco y pongo los platos, el pan y el agua y justo al ir a sentarme Cristian me dice.

-         No te sientes aún – saca algo de su bolsillo y me dice: - Quítate las braguitas y ponte este masturbador.

Cojo el masturbador, que tiene forma de pene pero en pequeño y unas correas para sujetármelo a la cintura y las piernas. Me lo pongo, y veo que él tiene el mando en la mano. Cuando termino de ponérmelo me dice:

-         Ven a ver que te vea.

Me acerco a él, y revisa las correas y la posición del masturbador, lo empuja hacia dentro, haciéndome estremecer. Luego coge el mando y lo pone en marcha. Mi cuerpo se estremece y una sonrisa traviesa se dibuja en su rostro.

-         Bien, perfecto, siéntate – me ordena.

Me dirijo a mi silla y me siento, sintiendo como el masturbador vibra entre mis piernas dentro de mi. Siento mi sexo completamente húmedo y deseo que esta tortura termine. Empezamos a comer, y Cristian no deja de mirarme.

Cristian me tortura con el dichoso vibrador durante toda la cena, hasta que llegada al postre estoy tan excitada que con el leve movimiento del vibrador cuando me muevo siento que me voy a correr y se lo digo a Cristian:

-         Señor, no puedo mas, creo que me voy a correr sino saca esto de mi.

-         Esta bien – accede – Ven aquí.

Me levanto de la silla y me acerco a él, que hurga entre mis piernas y extrae el masturbador. Pero a pesar de eso, me sigo sintiendo extremadamente excitada.

-         Vamos zorrita – dice cogiéndome de la mano – Tenemos un castigo pendiente. 

Nos dirigimos a la habitación de juegos y me ata las muñecas a las cadenas que penden del techo. Las cadenas se pueden subir y bajar a la altura que Cristian desee, así que las deja lo más alto posible para que mis brazos queden por encima de mi cabeza, me quita el delantal. Me siento un poco incómoda por la postura, pero sé que al final tendré una grata recompensa. Cristian se mueve a mi alrededor con un flogger en la mano diciendo:

-          Has roto un vaso y debes ser castigada ¿lo sabes?

-          Si, señor – respondo mientras empieza a golpearme con el flogger.

Está completamente desnudo y empieza a pegarme en las piernas, primero suavemente, pero haciéndome sentir un pequeño resquemor. Repentinamente se acerca a mí, dejando el floger a un lado y me besa, acaricia mis senos y luego aprieta mis pezones con sus dedos y los estira, haciéndome gritar de dolor. Luego mete su mano entre los pliegues de mi sexo húmedo, lo mueve con gran rapidez durante algunos minutos, logrando que me estremezca. Luego vuelve a pegarme con el floger, pero esta vez sobre mis nalgas, y todo mi cuerpo se convulsiona. Estoy a mil, cada vez más excitada, siento mi sexo caliente y mi culo también por los golpes recibidos. Deja el floger y de nuevo se acerca a mí, besándome apasionadamente mientras aprieta mis pezones y los estira, volvemos a besarnos. Deseo más que nada su polla pero sabe que me hará derogar por ella.

Y entonces, acercando su boca a mi oído me susurra:

-          ¿Quieres mi polla?

-          Sí, síii – gimo, mientras su mano se adentra entre mis piernas acariciando mi clítoris.

-          Bien, inclínate.

Me inclino haciendo que las cadenas desciendan un poco, y saco mi culo. Y entonces sin más preámbulo siento como su polla entra en mí. Y empieza a empujar con fuerza dentro y fuera, dentro y fuera, produciéndome un agradable placer. 

-          ¡Oh, señor, me voy a correr! – le aviso.

-          No, aún no, aguanta un poco pequeña – me suplica.

Me folla sin compasión, empujando con fuerza y haciéndome sentir sus huevos chocar contra mis nalgas. Yo gimo, me convulsiono, estoy a mil. Sus acometidas son cada vez más fuertes y él sabe que eso me hace estremecer. Estoy a punto de llegar al orgasmo y se lo digo:

-          ¡Oh, amo, me voy a correr!

Eso le excita aún más y sus embestidas son más fuertes aún y empiezo a sentir como el orgasmo se expande por todo mi cuerpo. Gimo como nunca antes lo he hecho y siento como él empuja fuerte, una y otra, y otra vez, su pene crece dentro de mí y finalmente me llena con su semen mientras yo siento los estertores de mi propio orgasmo.

Cuando finalmente ambos nos calmamos, Cristian me suelta y me lleva en brazos hasta la habitación, depositándome sobre la cama. Estoy rendida y solo quiero dormir, pero antes de que me tape con la sábana le digo:

-          Te quiero

-          Yo también te quiero.

Me da un dulce beso en los labios y me tapa, luego siento como se acuesta a mi lado y me quedo dormida. 

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