MI GINECÓLOGO
Cada seis meses acudo a mi ginecólogo para que me haga una revisión, se llama Fabián y tiene unos 35 años, no es demasiado guapo, pero está bastante bien, es moreno, con los ojos marrones y el pelo un poco largo como Carlos Moyà (el tenista), que le hace parecer más atractivo. El pasado Lunes acudí a su consulta como siempre y como siempre nos quedamos a solas en la consulta, entonces me ordenó:
Desnúdate y acuéstate en camilla.
Hice lo que me ordenaba y me acosté sobre la camilla con las piernas sobre las estriberas. Fabián se acercó y empezó a tocarme el clítoris, lo masajeó muy suavemente provocándome una pequeña convulsión.
Tranquila musitó y a continuación recostándose sobre mí comenzó a chupetearme un pecho.
¡Oh, Fabián! ¿Qué haces? protesté ya que, aunque era soltera y sin compromiso, aquello no me parecía adecuado, él era mi ginecólogo y yo su paciente.
No te preocupes, es parte de la revisión y me besó en la boca, yo completamente excitada le correspondí. Fabián era guapo y llevaba tiempo soñando que me sucedía algo como aquello.
A continuación bajó hasta mi entrepierna y empezó a besar y chupar mi sexo. Con su lengua recorrió mis labios vaginales, a continuación jugueteó con mi clítoris.
¡Oh, ah! ¡Qué gusto! balbuceé excitada.
También estuvo acariciándome con sus dedos, introduciendo un par de ellos en mi vagina y produciéndome un placer enorme. Los movía entrando y saliendo de mi sexo, incrementando el ritmo poco a poco.
¡Oh, ah, aaaaahhh! .- gemí al llegar a mi primer orgasmo.
Bien, ahora me la vas a comer dijo Fabián bajándose los pantalones.
Yo estaba como ida, ya no me preocupaba que aquel hombre fuera mi médico y estuviera comprometido con una de mis amigas, sólo deseaba sentir el placer en mi cuerpo, por eso sin pensarlo dos veces me incorporé, me arrodillé en el suelo y cogiendo aquel sexo erecto, acerqué mis labios y abriendo la boca lo introduje y comencé a chupar su capullo muy despacio, después lamí todo el tronco hasta llegar a la base, chupeteé los huevos, mientras Fabián gemía de placer:
¡Oh, que buena eres!
A continuación volví a lamer el tronco hasta llegar al glande y lo lamí y chupé durante un rato. Hasta que Fabián tirando de mi pelo me dijo:
¡Anda, ven que te dé un poco de jarabe!
Me hizo reclinar sobre la camilla y diciendo:
Seguro que te gusta que te lo haga así llevó su pene hasta la entrada de mi vagina y jugueteó con él restregando su glande por todo mi sexo.
¡Oh, si! ¡Sí, quiero sentirla ya! le supliqué.
Vale, tranquila.
Apuntó con su sexo y sentí como la introducía de un solo empujón.
¡Aaaaahhhh! gemí.
Fabián comenzó a arremeter una y otra vez con fuerza.
¡Ah, oh! gimoteaba yo en un éxtasis estremecedor.
¡Oh, toma, toma y disfruta ¡ exclamó sin dejar de empujar.
Mi cuerpo se estremecía con cada envite y cada vez se acercaba más al éxtasis.
¡Oh, sí, sí, sí! dije
¡Eso es, cariño, disfruta con mi polla! dijo él.
¡Oh, síííí! grité al alcanzar de nuevo el éxtasis.
Cuando terminé de convulsionarme Fabián sacó su sexo de mi vagina y sin dejar que me moviera lo puso a la entrada de mi ano.
¡Seguro que también quieres que te dé por ahí, ¿verdad? me preguntó.
Yo aún extasiada y loca de placer musité:
Sí, sí.
Fabián introdujo su sexo en mi ano muy despacio hasta que la tuvo toda dentro y cogiéndome por las caderas empezó a moverse muy lentamente, deslizando su sexo hacía dentro y hacía fuera. Yo estaba como embriagada por el goce que me producía Fabián, el cual arremetía sin parar.
¡Oh, ah, ah, ah! mi cuerpo gozaba de placer.
¡Eso es, disfruta!
¡Oh, Fabián, que gusto me das! mi cuerpo se estremecía, sintiendo aquel duro y erecto sexo entrando y saliendo.
¡Oh, lléname con tu semen! le supliqué a mi pareja.
Entonces comenzó a embestir más rápidamente, resoplando y gimiendo, lo que hizo que el placer empezara a aumentar en mí, hasta que sentí como Fabián me llenaba con su semen, lo que hizo que llegara al orgasmo.
¡Aaaah, aaaaahhh! gemí, mientras me convulsionaba al igual que Fabián.
Cuando dejamos de estremecernos. Fabián se incorporó y se vistió.
Puedes vestirte. Hemos terminado con la exploración dijo.
Así que me vestí y al sentarme frente a él en su mesa añadió:
No podemos seguir viéndonos de esta manera. Tengo que dejar a Marimar.
Ya te lo he dicho un montón de veces. No hace falta que le digas que quieres dejarlo porque hay otra, pero debes dejarlo. le aconsejé.
Tienes razón.
Me voy anuncié levantándome de la silla. Abrí la puerta y le dije: - Ya nos veremos.
Cerré la puerta tras de mí y salí de la consulta.